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UNIVERSIDAD CATÓLICA ANSELMO LLORENTE Y LAFUENTE

DERECHO FUNDAMENTAL

¿Quién es persona en el Derecho Canónico?

Reporte de lectura

Jorge Andrés Calderón Monge

Javier Otaduy presenta un artículo cuyo tema central es lograr la respuesta a la pregunta:
¿Quién es persona en el Derecho Canónico?, por medio de ella desarrollará todo un tema
relacionando a la diferenciación de la persona en su carácter de bautizado y no bautizado, y
su relación con la legislación eclesiástica.

En el entorno jurídico de la Iglesia, para unos los no bautizados carecen en absoluto de


personalidad canónica y de capacidad jurídica, el fundamento del argumento se encuentra
en el c.96:
“Por el bautismo, el hombre se incorpora a la Iglesia de Cristo y se
constituye persona en ella, con los deberes y derechos que son
propios de los cristianos, teniendo en cuenta la condición de cada
uno, en cuanto estén en la comunión eclesiástica y no lo impida
una sanción legítimamente impuesta.”
Para la posición contraria, el derecho canónico reconoce la dimensión jurídica natural de la
condición humana, con esto atribuye indirectamente personalidad a los no bautizados, lo
cual da razón de su obrar con relevancia canónica.

Argumentos para afirmar la personalidad del fiel:

El código expresa una voluntad de llamar persona al bautizado, así lo afirma en el canon
96, este estaba previsto para la ley fundamental y no sufrió el filtro del coetus de reforma.
El canon expresa la voluntad del legislador por colocar al bautizado en la dimensión de
persona.

El derecho canónico contiene exclusivamente relaciones subjetivas que derivan del


bautismo o que se ordenan a él. El ordenamiento canónico solo contempla relaciones
jurídicas que afectan o convienen a los bautizados, no presta espacio alguno a relaciones
entre no bautizados. Lo que califica el carácter canónico del sujeto es el modo de perseguir
las finalidades objetivas del ordenamiento. El bautizado persigue los fines propios, el no
bautizado interviene reclamando por un fin ajeno.

La personalidad del derecho deriva de la dignidad del ser, esta no se entiende en clave
operativa o funcional. Sino que es propia del ser, de este modo, nadie es persona por lo que
hace, sino por lo que es. Cuando se afirma la subjetividad canónica del no bautizado, se
refiere a la capacidad que poseen de frente al ordenamiento canónico, si tienen esta
capacidad, son personas en el derecho. La personalidad no se deduce a partir de la actividad
jurídica, es una medida de dignidad del ser. Dignidad humana y dignidad sobrenatural son
dos fuentes de personalidad del derecho.

El sujeto canónico es el bautizado, por lo tanto, la personalidad canónica absorbe todos los
valores de la naturaleza y la personalidad.

Para tener capacidad jurídica no hace falta que el sujeto tenga uso de razón ni ningún
complemento específico fuera de su condición de persona. El concepto de capacidad
jurídica quiere expresar también la igualdad, nadie es más capaz que nadie. Existen
diferencias en el orden del ser y el orden de obrar, por ejemplo, el orden sagrado
fundamenta la distinción entre el sacerdocio común y el sacerdocio propio de los ministros,
de tal modo que los fieles son funcionalmente desiguales, esto es ante todo una desigualdad
funcional, no constituye una desigualdad que afecte la común dignidad de los fieles.

Corresponde al bautizado la subjetividad canónica, afirma el autor: el sujeto en el derecho


canónico es el bautizado, por tanto, el derecho canónico emplea el concepto de
personalidad para calificar la situación en el derecho del hombre bautizado, a él le atribuye
todos los derechos y deberes y, también, todas las situaciones canónicas típicas.

En el caso de los no bautizados no se puede negar su condición de persona en tanto a su


dignidad, el derecho reconoce implícitamente su subjetividad natural con capacidad jurídica
y de obrar, pero no adjudica carácter canónico la subjetividad del no bautizado, ni lo coloca
como el sujeto propio del ordenamiento, por ello se evita llamarles personas en el derecho.
La posición del Derecho no niega la capacidad natural de obrar del no bautizado y como
esto ingiere en los intereses de los fieles, de ellos se sabe y se afirma que pueden
administrar el bautismo en caso de necesidad, contraer matrimonio canónico, impetrar
rescriptos, demandar en juicio, ser testigos de un proceso, o disponer de sus bienes en favor
de la Iglesia

Interrogantes:

1. ¿Cómo se puede admitir que quien obra en el derecho canónico no sea sujeto del derecho
canónico o no tenga capacidad canónica? Según el autor, se debe prestar atención al
concepto de capacidad jurídica, ésta es entendida en la ciencia jurídica positiva, evoca el
concepto de sujeto como punto de conexión abstracto de todo orden jurídico. El no
bautizado no obra con capacidad jurídica porque no es titular de las situaciones jurídicas
propias del derecho canónico.

2. ¿Por qué se sirve el derecho canónico de la categoría de “persona” teniendo a disposición


el concepto de fiel? Es errónea la concepción meramente jurídica de persona como un
reflejo de las construcciones del positivismo. Cuando el CIC en el c.96 connota el termino
persona, remite a la noción de un nuevo nacimiento y del nuevo ser. Persona evoca lo más
íntimo y lo más externo, lo más propio y lo más enajenable, no se coloca por encima o por
debajo del término fiel, de hecho, la persona es un fiel y el fiel es una persona, es, por tanto,
una condición en igual valor. Cuando el legislador canónico emplea el concepto de persona
en el c.96, de un modo u otro está interpelado por ambos significados.

3. ¿Es razonable llamar persona solamente al bautizado? “Persona” puede tener un


significado más amplio que el significado común, en este caso y al ubicar el termino en un
contexto jurídico, tiene un ámbito de empleo técnico considerablemente restringido, es un
término circunscrito de uso jurídico.

4. ¿Hay una fractura entre el orden de la subjetividad natural y el orden de la subjetividad


canónica? Entre el orden de la subjetividad canónica y la subjetividad natural hay
discontinuidad, en el sentido de que lo efectos sacramentales hacen al sujeto canónico de
derecho solamente al bautizado. No se puede hablar de una división en el orden natural,
pues ambos sujetos participan de éste, ni fractura soteriológica, porque tanto bautizados
como no bautizados tienen el camino común de la salvación, no fractura social, pues ambos
viven en armonía.

5. ¿Acaso puede el derecho canónico negarse a incorporar a su propio ordenamiento la


subjetividad natural? El derecho natural habla de la dignidad que merece la persona como
individuo. No se puede trasladar un contenido de derecho natural al orden de la ley positiva
como si fuera un precepto de mayor rango, ni se puede entender el derecho natural al modo
de un ordenamiento jurídico que entra en relación con otro, porque el derecho natural no es
en absoluto un ordenamiento jurídico.

6. ¿Se podría calificar a los no bautizados con categorías técnicas semejantes a los
extranjeros en los ordenamientos estatales? La ley civil y la ley canónica poseen sus
diferencias, una orientación doctrinal propuso la posibilidad de que los no bautizados
deberían ser reconocidos como sujetos de orden canónico, pero con los limites específicos
que tienen los extranjeros en el orden civil de los Estados, cosa que no puede ser. Un
extranjero, en definitiva, tiene personalidad en el Estado y goza de una subjetividad bien
definida. Tiene capacidad jurídica y de obrar, matizada, desde luego, por su condición de
extranjero.

Este tipo de situaciones jurídicas son comparables con cautela al régimen que sigue el
derecho canónico con los bautizados en otra confesión cristiana. Pero desde luego nada
tienen que ver con la situación de los no bautizados, a los que el ordenamiento canónico no
reconoce la titularidad de ningún derecho fundamental; los excluye de la participación de
los sacramentos; los desvincula del sometimiento a sus normas y a sus sanciones; y no los
integra, ni siquiera hipotéticamente, como miembros de sus estructuras pastorales básicas y
por supuesto de los oficios canónicos.

Además, las divisiones entre bautizados y no bautizados se dan por el hecho sacramental y
canónico en un contexto jurídico, sin embargo, por su orden natural oseen el camino común
de la salvación.
Comentario personal:

La persona del derecho es el bautizado, la afirmación parece ser un poco cerrada a las
distintas realidades del actuar eclesial, sin embargo, el Derecho ha dejado clara su posición
en el c.96, donde el bautizado es el sujeto a quien compete la ley canónica.

El autor del artículo es consciente del significado de “persona” tanto a nivel eclesial, como
secular. Lo que afirma el c.96 no cierra las puertas a los no bautizados, por el contrario, el
contenido del Derecho es totalmente pastoral, fijar la mirada solo en la ley por la ley es
reducir la acción del Espíritu a un mero cumplimiento de los preceptos. El Derecho
Canónico es pastoral en cuanto que busca la salvación de los hombres, es una herramienta
por la cual la Iglesia establece un orden en su quehacer en ambas posiciones: laicos y
consagrados.

La persona del derecho debe cumplir con fidelidad la legislación, es su responsabilidad al


ser miembro de la Iglesia. Por su parte, los no bautizados no son rechazados por el derecho,
al contrario, en ciertos cánones se les afirma sus derechos, pues la condición de persona a la
que se refiere el derecho es un término jurídico y no en cuanto a la dignidad.

De este modo, los no bautizados entran en la misión de la Iglesia por procurar la salvación
de las almas por medio de quienes tienen la primera responsabilidad de anunciar el
evangelio de Jesucristo, así como primera tarea de los bautizados es dar testimonio de
Cristo con sus vidas y orientar a quienes no conocen de Él a la luz de la verdad.

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