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EL MATRIMONIO EN EL DERECHO CANONICO

Al abordar cuestiones matrimoniales bien sean en el ámbito canónico o bien sea


pastoral, es necesario colocar como punto de referencia el ius connubii, evitando caer
en el riesgo de limitar el derecho fundamental que tiene la persona humana para
contraer matrimonio. can. 1058: Omnes possunt matrimonium contrahere, qui iure non
prohibentur. Sin embargo, es bueno recordar que el derecho al matrimonio también está
asociado a toda la ordenación del sistema matrimonial canónico, por tal motivo la
preparación al matrimonio también entra en relación con el derecho que toda persona
tiene de celebrar este sacramento. El can. 1058 afirma: «Pueden contraer matrimonio
todos aquellos a quienes el derecho no se lo prohíbe». En efecto, el matrimonio es un
derecho fundamental de la persona humana y de todo fiel católico. Los elementos
fundamentales que implicaría el ius connubii como derecho fundamental de la persona
se pueden enumerar de la siguiente manera:
a. La libertad de contraer o no matrimonio
b. La libertad de escoger la persona con quien se desea contraer matrimonio
c. El derecho a que reconozcan y protejan adecuadamente el vínculo contraído y los
efectos derivados de la relación de justicia que se ha establecido a través de él
d. El derecho a la protección y ayuda necesarias para el recto desarrollo de la vida
conyugal y familiar
e. El derecho a la sentencia justa a propósito de los conflictos conyugales – separación-
o a propósito de la validez del vínculo mismo -causa de nulidad.

En referencia a los elementos del ius connubbi como derecho fundamental del fiel, se
puede afirmar que se trata de los mismos elementos enunciados anteriormente, pero
con la variante que los cónyuges son hijos de Dios y por lo tanto su matrimonio, que es
sacramento, entra a formar parte del plan salvífico de Dios. La Iglesia siempre ha
tutelado este derecho entre bautizados, y si ha incluido algunas condiciones mínimas
para el ejercicio de este derecho, como es el caso de los impedimentos, no es con el fin
de coartar arbitrariamente el ejercicio libre del ius connubii, sino con el fin de ordenarlo
convenientemente protegiendo así su naturaleza sacramental.
Es necesario encontrar un equilibrio entre la necesidad de preparación al matrimonio y
el ius connubii. No se trata de una defensa a ultranza del ius connubii, despreciando
todos los esfuerzos pastorales que se realizan a favor de una adecuada preparación
matrimonial, que se debe llevar a cabo «con mayor urgencia para aquellos prometidos
que presenten aún carencias y dificultades en la doctrina y en la práctica cristiana. Por
el contrario, se trata de llegar a un sano equilibrio, de poner en práctica las mínimas y
necesarias disposiciones que deben poseer los futuros esposos, a saber, la recta
intención o bien la voluntad de celebrar en la Iglesia un vínculo fiel e indisoluble y que
éstos acepten y acaten lo que la Iglesia tiene intención de hacer cuando celebra el
matrimonio.
En este mismo sentido de lograr un sano equilibrio, el can. 843 expone la proporción
que debe existir entre el derecho que tiene los fieles de pedir los sacramentos a los
ministros, y el deber que tienen de solicitarlos con la mejor y oportuna disposición, a
través de la instrucción religiosa y la adecuada iniciación cristiana que deben brindar los
pastores. Los futuros esposos deberán tener un claro conocimiento de las notas
esenciales del matrimonio, es decir, su noción, fines y sacramentalidad (can. 1055, §
1.), sus propiedades esenciales (can. 1056), sin olvidar lo que recuerda la Familiaris
consortio, como es la profundización de la fe personal y descubrimiento de los valores
de los sacramentos, la experiencia de oración, la preparación específica a la vida en
pareja.
Se trata pues de asumir esta etapa como una verdadera pastoral del noviazgo, donde
los novios reflexionen específica y serenamente sobre los valores humanos y cristianos
que están en el centro de un matrimonio cristiano, y cuya finalidad sea la de realizar
una catequesis intensa que los capacite para asumir libremente las exigencias de este
sacramento.
Ayudar a los novios a verificar su estado de libertad, su idoneidad para contraer válida y
lícitamente el matrimonio, su debida formación católica y las necesarias disposiciones
interiores para celebrar el matrimonio fructuosamente; ayuda que presta la comunidad
parroquial, ya que ésta podrá informar la existencia de algún obstáculo que se opusiera
a la celebración del matrimonio que ha sido proclamado. Se debe recordar que antes de
las nupcias todos los fieles están obligados a manifestar al párroco los impedimentos de
que tengan noticia (can. 1069).

IMPEDIMENTOS DIRIMENTES DEL MATRIMONIO

Qué se entiende por impedimentos dirimentes y sus diferentes especies.


La celebración de los matrimonios no es un negocio que pueda dejarse abandonado al
interés y capricho de los contrayentes, porque son la base de la felicidad pública y
privada, y por eso en todos los países han estado siempre bajo la salvaguardia y tutela
de las leyes y de la autoridad pública. Como consecuencia de este principio se han
prohibido ciertas uniones, declarándolas nulas o ilícitas. De aquí proviene la naturaleza
de los impedimentos y su división en impedientes y dirimentes. Son impedimentos
dirimentes los que invalidan el acto y son causa de nulidad, e impedientes los que son
un obstáculo para que se celebre el matrimonio, pero que, una vez celebrado, subsiste
éste válido e indisoluble.
El matrimonio es un sacramento de la ley nueva, y por esta consideración está sujeto a
la jurisdicción de la Iglesia. Ésta tuvo en todos tiempos facultad para establecer las
reglas que en su celebración habían de observar los cristianos, como que se trataba de
un negocio de religión; por eso se declaró esta doctrina como punto dogmático en el
concilio de Trento, contra los protestantes que negaban esta facultad a la Iglesia y la
atribuían a los príncipes seculares.
El matrimonio es también un sacramento, y que no puede concebirse que en un mismo
territorio, y tratándose de unas mismas personas, haya dos supremas autoridades, la
civil y la eclesiástica, legislando sobre un mismo punto y con facultad de declarar la una
nulo e irrito lo que la otra tenga por lícito y válido. Para evitar este conflicto, la Iglesia
tiene exclusivamente en los países católicos, desde muy antiguo, el derecho de
establecer impedimentos dirimentes, reconociendo al mismo tiempo en los príncipes la
facultad de establecer leyes que, sin afectar al vínculo conyugal, prohíban ciertas
uniones bajo la imposición de penas temporales y la denegación de algunos efectos
civiles.
Todos los impedimentos dirimentes proceden del Derecho Natural o del Derecho
Positivo Eclesiástico. Hay que decir que uno tiene impedimento dirimente, viene a ser lo
mismo que decir que tiene incapacidad para contraer; y esta incapacidad puede ser
absoluta respecto de toda clase de personas, o relativa respecto de algunas. La
incapacidad proviene: 1.º, de falta de consentimiento; 2.º, por no poder consumar el
matrimonio; 3.º, por mediar parentesco; 4.º, por haber un vínculo anterior; 5.º, por la
condición de la persona, y 6.º, por la disparidad de cultos. El matrimonio es también
nulo si no se celebra ante el párroco y testigos; pero esta nulidad no procede de
incapacidad en el sujeto, sino por no haberse observado las solemnidades que el
Derecho prescribe.

Del rapto: Son impedimentos dirimentes por falta de consentimiento, el error, la fuerza
y el miedo, en los términos que hemos explicado en los párrafos 9 y 10 de este libro. A
la misma especie pertenece el rapto, que no debe confundirse con la fuerza, aunque
generalmente la supone, pues puede haber fuerza sin rapto y rapto sin fuerza.818 Se
entiende por rapto el robo violento de una persona a un lugar en que esté bajo la
potestad del raptor, con el fin de contraer matrimonio: vel libidinis causa. El rapto puede
ser contradiciéndolo o consintiendo la persona robada: en el primer caso es rapto de
violencia, en el segundo de seducción; éste último supone violencia respecto a los
padres o curadores, lo cual basta para que haya rapto y para que el raptor esté sujeto a
las penas establecidas.819 Para que haya rapto de seducción, es necesario: 1.º, que la
persona robada esté en la menor edad; y 2.º, que sea persona honesta. El rapto es
impedimento dirimente mientras la persona robada está bajo la potestad del raptor,
porque se supone que continúa el estado de violencia, el cual cesa enteramente
cuando, constituida en lugar seguro, puede expresar libremente su consentimiento.
De la demencia: No pueden contraer matrimonio los que padecen demencia perpetua y
absoluta, los cuales, no siendo capaces de una plena y perfecta deliberación, no
pueden celebrar un contrato irrevocable. En el mismo caso se encuentra el que está
embriagado, aunque antes hubiese tenido voluntad de contraer matrimonio. Los que
tienen intervalos de sano juicio, bien pueden contraer, aunque deberá admitírseles con
dificultad y consultando antes al obispo. En cuanto a los sordo-mudos, no debe haber
duda, si leyendo o escribiendo dan señales de inteligencia; no sucede lo mismo
respecto a los que no han sido educados metódicamente, los cuales, según algunos, no
pueden adquirir suficientemente el uso de la razón ni la capacidad para los actos
morales.
De la impotencia: La impotencia es un impedimento dirimente por Derecho Natural. Se
entiende por impotencia la incapacidad de poder consumar el matrimonio. La
impotencia puede ser perpetua, temporal, natural, accidental, absoluta y respectiva.
Para que la impotencia dirima el matrimonio es preciso que sea perpetua y anterior a su
celebración.
De la consanguinidad: Se entiende por consanguinidad el vínculo de las personas que
descienden de un mismo tronco, contraído por unión carnal lícita o ilícita. En la
consanguinidad o cognación se distinguen tres cosas: la estirpe, la línea y el grado.
Estirpe es la persona de la cual descienden aquéllas cuyo parentesco se trata; línea es
la serie de personas que descienden de una misma estirpe, y grado es la distancia que
hay de los parientes entre sí y de tronco común. La línea es de tres maneras: de
ascendientes, de descendientes, que se llama recta, y de colaterales, que se llama
transversal. La línea recta comprende las personas que descienden unas de otras; la
transversal en la que no descienden; ésta es igual o desigual; la primera cuando los
parientes distan en igual grado del tronco, como los hermanos; la segunda cuando
distan en grado desigual, como tíos y hermanos.
De la afinidad: Se llama afinidad la relación o parentesco que por medio del
matrimonio consumado contrae un cónyuge con los parientes del otro. Para esto es
preciso que haya cópula perfecta bastante para la generación, aunque de hecho no se
siga. El fundamento de este impedimento es el principio de que el varón y la mujer fiunt
duo in carne una, pudiendo como consecuencia de él distinguirse también de la misma
manera que en la consanguinidad, línea de ascendientes, de descendientes y de
colaterales, y aunque realmente no haya grados, porque no hay generaciones, hay
cuasi grados, o lo que es lo mismo, en el grado que uno es consanguíneo del marido,
en el mismo es afín de su mujer y al contrario.
De la cognación legal: Además del parentesco de consanguinidad y afinidad, hay
otros dos, que son la cognación legal y espiritual. Lo cognación legal es la que proviene
de la adopción, que es un acto legítimo por el cual entra en clase de hijo el que no lo es
por naturaleza. Los cánones han adoptado en esta parte la legislación romana, aunque
en ellos no se hable expresamente sino de dos casos, que son el impedimento entre el
adoptante y la adoptada, y el de ésta con los hijos naturales del adoptante. Pero hay
todavía otros varios, tanto en la línea recta de ascendientes y descendientes, o de los
que están en lugar de padres e hijos, como en la colateral, con la diferencia que en
aquélla continúa el impedimento aún después de concluida la adopción; en ésta cesa
enteramente cuando se rompen estos vínculos por la emancipación o la muerte.
De la pública honestidad: La pública honestidad o cuasi afinidad es el parentesco que
proviene de los esponsales y el matrimonio rato. Tiene lugar este impedimento cuando
se disuelve alguno de estos actos; entonces las personas que los hubiesen contraído
no pueden casarse con los consanguíneos de la otra, hasta el cuarto grado si hubo
matrimonio, y el primero si es por razón de esponsales, con tal que sean válidos.
Del ligamen: Otra de las causas de los impedimentos es por haber un vínculo anterior
que incapacita al sujeto para contraer otro nuevo, como el matrimonio, el orden sagrado
y el voto solemne. Mientras subsiste el primer matrimonio, no pueden los cónyuges
contraer otro, porque la poligamia se opone a sus fines esenciales, y está prohibida por
el Derecho Divino y el Derecho Eclesiástico. La ausencia de un cónyuge, por larga que
sea, no es bastante para declarar disuelto el primer vínculo, el cual se considera
siempre subsistente mientras no haya pruebas ciertas de su muerte. Si por noticias
probables de que ésta se había verificado, contrajo la mujer segundo matrimonio, los
hijos son legítimos si la buena fe duró hasta el nacimiento; pero presentándose el
primer marido, tiene que separarse del segundo para volver al otro.
Del Orden sagrado: Aunque la ley del celibato no es de Derecho Divino, ya dijimos en
otro lugar que era muy conveniente para el mejor desempeño de las funciones
eclesiásticas. Por esta consideración la Iglesia prohibió siempre el matrimonio de los
clérigos de orden mayor bajo penas muy severas; pero no convienen los autores si, una
vez celebrado, era nulo o únicamente ilícito. Desde el siglo XII ya no hay duda de la
nulidad, porque el concilio de Letrán, bajo Calixto II, los anuló terminantemente, cuya
disciplina ha continuado sin interrupción, confirmándola también el concilio de Trento
contra los protestantes.
Del voto: El voto o promesa de guardar castidad se divide en simple y solemne. Éste
es el que se hace por la profesión religiosa; aquél se hace fuera de ella. Por su
naturaleza no hay diferencia entre el uno y el otro; pero por la ley eclesiástica el primero
es sólo impedimento impediente, el segundo dirimente.
Del crimen de adulterio: También el adulterio y el homicidio pueden colocarse en la
clase de impedimentos por razón de un vínculo anterior. Según el Derecho Romano, el
adúltero y la adúltera no podían jamás contraer matrimonio llegado el caso de viudez,
cuya legislación siguió la Iglesia por espacio de muchos siglos. El nuevo derecho de los
decretales ha modificado esta disposición, reduciendo el impedimento de adulterio a los
dos casos siguientes: 1.º, cuando antes o después del adulterio ha habido promesa
recíproca de casarse en llegando a estar en libertad; 2.º, cuando uno o ambos adúlteros
atentan contrala vida del cónyuge inocente, aunque no se siga la muerte. Para que el
solo crimen de homicidio produzca impedimento, es necesario: 1.º, que no sólo se haya
atentado, sino que realmente se haya verificado la muerte del cónyuge; 2.º, que la
conspiración haya sido por parte de ambos; 3.º, que haya sido con intención de contraer
matrimonio, por lo menos de parte de uno de los cónyuges cómplices.
Disparidad de culto: Se entiende por disparidad de culto el impedimento que media
entre cristianos e infieles, o entre los que están bautizados y los que no lo están. La
Iglesia prohibió constantemente tales uniones fundándose en las Divinas Letras y en la
doctrina de algunos Santos Padres, sujetando a penitencia a los que las celebrasen,
pero sin llegar nunca a declararlas nulas. Desde el siglo XII ya es impedimento
dirimente, no por ninguna disposición canónica, sino por costumbre general, que desde
aquella época tiene fuerza de ley en toda la Iglesia.

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