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Selin Torres Sinmaz

Conflicto y déficit: implicaciones para la técnica


Conflicto se define como el modo de funcionamiento psíquico caracterizado por la
existencia de una tensión entre fuerzas, instancias o sistemas, donde existe una
intencionalidad primaria y se traduce en: la existencia de angustia con o sin síntomas y la
conformación de mecanismos de defensa variado.

Déficit se define como un modo de funcionamiento psíquico caracterizado por la necesidad


de afirmación del sí mismo, se corresponde con una concepción de toda una corriente
dentro del psicoanálisis, y por la dificultad la mentalización de los afectos, donde no existe
una intencionalidad primaria que se traduce en: la existencia de ansiedad difusa con escasa
actividad fantasmática y la conformación de mecanismos defensivos monótonos.

En el funcionamiento tipo conflicto habría una tendencia a una posición subjetiva, de


responsabilidad compartida, es decir el sujeto de alguna manera desconfía con respecto a
su propia posición de responsabilidad de sus propios deseos y de su propia intencionalidad.
Mientras que, en el predominio deficitario el sujeto tiende a posicionarse en el papel de
víctima. Es importante la diferenciación entre dos tipos de sentimientos de culpa, el propio
del conflicto por deseo prohibido hacia el objeto, y el propio del déficit que se corresponde
con la intencionalidad secundaria (muestra cómo el déficit adquiere significado al ser
interpretado en términos de conflicto). Es decir, el primero basado en las malas intenciones
que desde un inicio se experimentan como propias y, el segundo, basado en las malas
intenciones que son autoimpuestas posteriormente para eliminar una confusión.

En cuanto a las intervenciones, la intervención interpretativa trata de descifrar significados y


el paciente debe sentir descubrimiento y conexión, mientras que la intervención afirmativa
procura establecer un sentido de forma el paciente perciba que es visto y escuchado
(ayudar al yo a experimentar el significado mismo). Por lo tanto, el primero consiste en una
reconstrucción (volver a elaborar) y, el segundo, en dar validez a la experiencia.

Parece que existe un temor frente a la idea de que el analista pueda sentir alguna clase de
amor por sus pacientes. Las necesidades emocionales de los pacientes hacen referencia a la
construcción de una relación que permita restaurar las deficiencias del self. En el proceso
psicoanalítico ha de existir un equilibrio entre frustración y satisfacción.
Selin Torres Sinmaz

“[…] principio de dejar ser al paciente. [...] se transmite un profundo respeto al derecho del
paciente a ganar experiencia en base a sus propias premisas y a confiar en su habilidad para
hacerlo si se le brinda la oportunidad”.

Revisión de la denominada regla de abstinencia


Desde la abstinencia, el analista tiene como norma no satisfacer las demandas del paciente
ni desempeñar papeles que éste trata de imponerle. En otras palabras, es un principio según
el cual la cura psicoanalítica debe ser dirigida manteniendo una separación entre la función
y la vida personal del analista. Esta separación puede ser necesaria y eficaz en el
tratamiento de muchos casos, pero puede interferir en el tratamiento de otros.

La neutralidad se entiende como la exigencia al analista de no inculcar a los pacientes


valores religiosos, morales o políticos, en el desempeño de su función. Sin embargo, creo
que no se puede ser neutral porque no podemos dejar de representar y transmitir una
forma concreta de vivir, a través de la vestimenta, cuánto cobramos, el lugar dónde
atendemos, etc. La tarea, entonces, consiste en aceptar que tenemos posiciones diferentes
a otros, pero podemos mantenernos abiertos en constante observación y elaboración de
nuestro propio lugar.

Lo que hace posible la transferencia tiene que ver con la función y no con las características
personales del analista. De ahí el empeño que se pone en sostener el “encuadre”, una de
cuyas funciones es mantener fuera del alcance de los pacientes todo contacto con la vida
personal del analista. Yo creo que no hay una separación absoluta entre la vida personal de
un analista y el desempeño de su función. La comunicación de paciente-analista es de
inconsciente a inconsciente y, por ello, el análisis personal es fundamental para la
formación. Aquellos aspectos no analizados de nuestro psiquismo funcionarían como
resistencia a la escucha y nuestras interpretaciones podrían ser proyecciones de nuestros
propios conflictos.

“Uno debe elegir su propia postura. […] una persona adquiere la habilidad suficiente para
objetivar sus propias percepciones y cree que se siente capacitado para distinguir entre las
que se corresponden y adaptan al objeto y las que no. Esta es la misma capacidad de
autorreflexión que los analistas ejercen y hace que el trabajo analítico sea posible”.
Selin Torres Sinmaz

El Telescopaje (encaje) de las generaciones. Acerca de la genealogía de ciertas


identificaciones
El Telescopaje de las generaciones surge a partir de la identificación de síntomas que no
parecen “encajar” con la historia personal de los pacientes. Se trata de una forma de
identificación inconsciente que se caracteriza por su narcisismo y alienación, que puede ser
revelada en la transferencia. Es decir, se relaciona con el narcisismo de los padres, que
buscan apropiarse de las cualidades del hijo. Corresponde a historias que no le pertenecen a
la persona, sino a generaciones anteriores y no puede tener elección sobre las mismas, sino
que se le imponen. La historia y conflictos inconscientes de los padres se encuentran
“telescopados” o “encajados” en la vida de sus hijos.

Esta conceptualización permitió comprender síntomas que en ciertos pacientes no podían


ser comprendidos teniendo en cuenta únicamente sus historias personales, por lo cual la
historia de sus generaciones anteriores cobra gran relevancia. “Se da una doble condición,
contradictoria, de un psiquismo vacío y, al mismo tiempo, «demasiado-lleno»”. La función
de este proceso es “delatar” un suceso ocurrido en una generación previa, correspondiente
a una historia que se mantuvo oculta por ser dolorosa o vergonzosa.

“Hay momentos clave en un análisis en los que lo insensato adquiere un sentido”.

TFP-A: una psicoterapia psicodinámica específica para adolescentes borderline a la luz de


la neurobiología
El trastorno límite de la personalidad (TLP) se caracteriza por inestabilidad en la
autoimagen, en las metas personales, en las relaciones interpersonales y los afectos. Esta
inestabilidad está acompañada de impulsividad, conductas de riesgo y/o hostilidad, y afecta
a la identidad, autonomía, empatía y/o intimidad, junto con rasgos desadaptativos
específicos en el dominio de la afectividad negativa, antagonismo y desinhibición.

El período de la adolescencia es de interés, debido a la confusión que se produce como


consecuencia de la interacción entre los cambios neurobiológicos y hormonales específicos,
durante la pubertad a la adultez temprana, y los retos psicológicos y sociales característicos
de la adolescencia.

La psicoterapia focalizada en la transferencia (TFP) se centra en el tratamiento de las


percepciones distorsionadas del self, de los otros, y de afectos asociados (revelando, por
Selin Torres Sinmaz

tanto, una particular relación de objeto interno subyacente), a medida que surgen en la
relación (transferencia) con el terapeuta. Sus principales objetivos son: adquirir un mejor
control del comportamiento para aumentar la regulación afectiva; desarrollar y mantener el
amor gratificante y las relaciones interpersonales; desarrollar la capacidad de lograr
objetivos en la vida; y ser productivo a través del trabajo y los intereses. Esto se logra
modificando los mecanismos de defensa primitivos y facilitando el desarrollo de las
representaciones integradas del self y de los demás, mientras que, al mismo tiempo, se
consolida la identidad y se reduce la difusión de ésta, que perpetúan la fragmentación del
mundo representacional interno del paciente.

Por lo tanto, facilitando la integración del concepto del self, aumentará el control cognitivo;
integrando el concepto de otros, normalizará la vida social; e integrar la experiencia de
afectos contradictorios afectará a la modulación y a la reducción de la impulsividad.

“[…] descubrió que un aspecto de su desconfianza en las personas estaba asociado a su


sensación de confusión. Se dio cuenta de que la razón por la que no dejaba acercarse más a
la gente […] era porque estaba demasiado preocupada porque la gente descubriera que ella
no era nada, que ella constantemente necesitaba tener la atención de los demás o moriría”.

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