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SOBRE LA TRANSFERENCIA IDEALIZADA:

SU EXPRESIÓN, FUNCIONES Y NIVELES EN EL


PROCESO ANALÍTICO.

Mª del Valle Laguna

1. Introducción e hipótesis

En este trabajo trataré de estudiar la transferencia idealizada y algunos de sus


significados y funciones en el análisis. Me referiré a la idealización como aspecto del
desarrollo, como medio necesario para establecer percepciones discriminativas y
alcanzar la diferenciación, así como a la idealización transferencial natural que forma
parte del proceso analítico. Pero me ocuparé sobre todo de aquellos tipos de
idealizaciones que por su cualidad e intensidad instauran transferencias idealizadas
persistentes y masivas con funciones resistenciales y/o madurativas.
Planteo como hipótesis básica que la transferencia idealizada es para algunos
pacientes la modalidad relacional por la que acceden al proceso analítico, el modo en
que pueden vincularse y establecer esta relación transferencial. Y que durante un tiempo
prolongado del análisis, este tipo de transferencia constituye la forma nuclear por la que
pueden elaborar sus conflictos y patología. Así entendida, sería una etapa de paso.
Este planteamiento está sustentado en que contemplo la idealización con una
vertiente regresiva y otra de progreso. En el primer caso puede estar expresada por el
deseo de vuelta a un estado prenatal; por la necesidad de mantener un estado narcisista;
por alteraciones o fijaciones de las identificaciones primarias; o por un determinado
tipo de escisiones profundas. La segunda vertiente tendría su expresión a través de las
ilusiones, aspiraciones y deseos del ideal del yo (que moldea y estructura los primeros
afectos, cohesiona el self y promueve la autoestima); y a través de los instintos de vida y
la capacidad de reparación y sublimación. Desde esta perspectiva me referiré en el
desarrollo del tema a las vinculaciones de la idealización con las identificaciones, la
formación de ideales (ideal del yo), los procesos de escisión y el narcisismo.
En este sentido destaco la complejidad del proceso, la importancia del carácter
evolutivo de la transferencia idealizada y la complementariedad entre las funciones
evolutivas y resistenciales de este tipo de transferencias. Los diferentes grados y
cualidades en este fenómeno psíquico se plasman en idealizaciones que pueden ir desde
la sacralización, espiritualización, deshumanización y admiración hacia el analista,
hasta la expresión de los más diversos sentimientos amorosos. Habrá, pues, diferencias
importantes entre las idealizaciones con carga emocional y las que carecen de ella.
Desde este planteamiento, un objetivo del análisis sería facilitar la movilidad en este
proceso psíquico o modalidad de vínculo. Dicha gradación, que evoluciona desde
idealizaciones deslibidinizadas hasta otras cargadas de afectos, tiene lógicamente una
relación directa con la estructura y patología del paciente. El tener en cuenta las
cualidades del afecto o desafecto en las idealizaciones transferenciales facilitará
entender algunas fijaciones evolutivas del paciente y el tipo de defensa que desarrolla.
Así, entiendo que este enfoque puede ayudar a una comprensión más amplia al abordar
e interpretar la vertiente defensiva de la idealización.
En la comunicación analítica hay movimientos contratransferenciales que van
desde la percepción de estar trabajando cómodamente y en comunicación con el
paciente, hasta experimentar cierta incertidumbre, perplejidad, malestar o confusión
que temporalmente no sabemos identificar y que asociamos generalmente a la
impresión de no entender. Aparece entonces en nosotros un interés más activo por
comprender el momento analítico. Estos movimientos (con múltiples matices) se están
produciendo constantemente en la sesión y son una de las bases de la comunicación
analítica.
La transferencia idealizada puede provocar un clivaje en la comunicación entre
paciente y analista que parece discurrir como dos líneas paralelas. Esto supone
dificultades para entender determinados momentos emocionales en la interrelación,
que no encontremos vías de contacto o que no sepamos bien desde dónde nos habla el
paciente y tampoco desde qué nivel le hablamos. Situaciones concretas con los pacientes
como estas me obligaron a hacer observaciones más detalladas. Me parecía entrever que
parte del sesgo que se producía en la comunicación con el paciente podía estar motivado
por la tendencia a interpretar de forma parcial e incompleta la transferencia idealizada
en base al mecanismo de la escisión, como mecanismo defensivo, como medio de hacer
frente a diversas emociones, fueran amorosas u hostiles. Esto me hizo contemplar de
forma más amplia este proceso, ver la necesidad de establecer una mayor diferenciación
entre los distintos tipos de idealizaciones y cuestionarme la sobrevaloración
(idealización) de algunas teorías explicativas que a mi entender no daban razón
suficiente de lo que ocurría en la clínica.
Pienso que hay casos en los que nos resulta fácil comprender los distintos
procesos inconscientes que subyacen a la idealización, pero hay otros en que la relación
complementaria entre los distintos procesos psíquicos y mecanismos defensivos es
bastante sutil, lo que implica dificultades para entenderlos. Trato de abordar la
transferencia idealizada desde el polo del paciente, del analista y de la interacción.
Desde la contratransferencia observamos cómo se mueve nuestra capacidad de
contención y reverie cuando los pacientes nos expresan distinto tipo de sentimientos:
amor, admiración, indiferencia, hostilidad, etc. Me parece importante la manera
personal de cómo cada analista vive y acoge estos sentimientos, y creo que la forma
genuina de recepción de las distintas emociones del paciente depende sobre todo de la
personalidad del analista y después de su formación y esquema teórico de referencia.
Considero importante este aspecto porque estas transferencias son a veces
perturbadoras, y según la personalidad del analista y las áreas en que se sitúen sus
puntos ciegos, estarán más o menos disponibles sus capacidades de contener, pensar y
de reverie.

2. Desarrollos psicoanalíticos sobre ideal del yo, idealización y transferencia


idealizada

2.1. Introducción

Voy a intentar desarrollar a continuación las elaboraciones que he ido haciendo a raíz de
la lectura de la literatura psicoanalítica sobre el tema y otros aspectos directamente
implicados con el central. En este sentido quisiera señalar que la bibliografía
psicoanalítica sobre transferencia idealizada es bastante escasa, excepto entre los
analistas de la escuela de la Psicología del self.
La idealización es un proceso psíquico activo desde el comienzo de la vida y es
parte del desarrollo normal, es decir, está presente tempranamente formando parte de
la organización psíquica como fenómeno necesario y básico en la evolución del ser
humano. Inicialmente es una manera de simplificar realidades externas e internas
complejas para las que aún no se posee capacidad de comprensión y diferenciación. Es
la capacidad de atribuir determinadas cualidades idealizadas a las impresiones
sensoriales y emocionales con el fin de establecer una ordenación de ellas y evitar la
confusión. A lo largo de la vida los humanos estamos frecuentemente idealizando, es
decir, atribuyendo a las personas, relaciones, sentimientos, creaciones, etc., un tipo de
características, cualidades y atributos que nos proporcionan experiencias positivas de
satisfacción y placer. Esta tendencia a la idealización se conserva como aspecto sano y
necesario, y si podemos hablar de idealizaciones sanas y necesarias es en el sentido de
su vinculación directa con la autoestima, los ideales y las ilusiones del ser humano. Una
ilusión, un proyecto, un deseo que aun no se ha realizado casi siempre tiene una dosis
de idealización que nos ayuda a ponerlo en marcha. Sin embargo cuando esta es
excesiva puede tener el efecto contrario, es decir, inhibirlo. Entonces, cuando la
idealización reviste determinadas peculiaridades e intensidad, se convierte en un
fenómeno inhibitorio y perturbador para la persona en su relación consigo misma y con
los otros, así como para la sociedad y la cultura. Así, la idealización (junto a la
sublimación y reparación) puede dar lugar a elevadas creaciones o producir importantes
patologías (patología de los ideales).
En la literatura psicoanalítica ha habido un amplio desarrollo del concepto de
superyó en detrimento quizás del de ideal del yo. Aunque mayoritariamente se acepte
como una de las funciones del superyó, entiendo que el ideal del yo tiene un papel
fundamental en la transformación y elaboración de los afectos, tiene funciones de
crecimiento, estimulación e integración y pone las bases para el establecimiento de la
autoestima. Creo que se pueden establecer diferencias cualitativas en el tipo de
idealización según los logros de la formación de ideales propios en base al tipo de
identificaciones primarias con las figuras parentales. No me ocuparé del estudio del
superyó, aunque citaré algunos autores que hacen especiales diferenciaciones entre
superyó e ideal del yo.
Sobre el narcisismo sí que hay un amplísimo y variado desarrollo. Es estudiado
como proceso básico, como estructura o trastorno de la personalidad; clasificado en
primario, secundario, total, positivo o libidinal, destructivo; en estructuras o estados
narcisistas, etc. Para mayor claridad emplearé básicamente este concepto en el sentido
patológico del término para referirme a las personalidades narcisistas (alteraciones del
self y de las relaciones objetales, dificultades para reconocer al objeto como diferente y
separado, así como la dependencia de él, predominio de la omnipotencia, etc.). Prefiero
asimismo no identificar la autoestima con narcisismo positivo o libidinal. En esta línea,
no considero que la idealización sea sinónimo de estado narcisístico, ni el ideal del yo
heredero exclusivo del llamado narcisismo primario.
El contexto analítico, es decir, la propia naturaleza de la relación terapéutica, la
transferencia y los distintos elementos que configuran el setting, es un espacio creador y
potenciador de la transferencia idealizada. Sabemos que en la mayoría de análisis hay
una transferencia idealizada natural que va transformándose a medida que avanza el
proceso. Así, en los análisis con una aceptable evolución, la percepción del analista
interno se va aproximando cada vez más al analista real externo en las etapas finales.
Sin embargo, con algunos pacientes la transferencia idealizada se hace persistente y se
prolonga en el tiempo con características particulares. Me parece importante estudiarla
para profundizar en su origen y conformación y para conocer posibles consecuencias
clínicas importantes como son los análisis interminables, los impasses, las colusiones y
las interrupciones.
Empezando por el estudio de las ideas básicas de Freud sobre el tema, me
propongo reunir en cuatro grupos a los autores según su posición ante los aspectos
estudiados. En algún caso son grupos más o menos homogéneos, en otros las
coincidencias son parciales, destacando las que se producen en el tema que nos ocupa.
Por último, citaré algunos desarrollos actuales que me parecen relevantes.
Estudiaré en el primer grupo a Klein y varios de sus discípulos. Aunque algunos
autores de la escuela kleiniana han hecho desarrollos independientes, en general
consideran básicamente la idealización y la transferencia idealizada como un
mecanismo de defensa primitivo, formando parte de la escisión, con el objetivo de negar
o amortiguar impulsos destructivos, sentimientos hostiles o fantasías ávidas que surgen
de la ansiedad innata.
En el segundo grupo incluyo autores que hacen desarrollos diferentes pero tienen
en común considerar el narcisismo como hilo conductor o base de sus explicaciones.
Algunos hacen elaboraciones importantes a partir de los desarrollos freudianos. Para
ellos, la idealización es una forma de represión de mociones pulsionales, que de ser
realizadas provocarían angustia. Le confieren un contenido defensivo y resistencial
(Laplanche), y la vinculan al narcisismo primario (Abadi, Winograd). Otros vinculan la
idealización con mecanismos de defensa como la escisión, la negación o la desmentida.
También con deseos nirvánicos o con la pulsión de muerte (Marucco). Incluyo aquí a los
autores que conceden al ideal del yo un carácter madurativo y lo conectan directamente
con la sublimación (Chasseguet-Smirgel, Green, Weil). Predominan los que conceden
más relevancia a las identificaciones paternas.
Para el tercer grupo la idealización tiene su origen en el tipo de identificaciones
primarias y sus vicisitudes. Consideran a la madre el objeto de las primeras
identificaciones y atribuyen al ideal del yo un origen materno (Spitz, Nunberg). Dan un
papel central al primer objeto (Winnicott) y atribuyen diferentes funciones al superyó e
ideal del yo (Meltzer).
El cuarto grupo sería el de la Psicología del self, con Kohut a la cabeza, que
estudian la transferencia idealizada en pacientes que diagnostican como personalidades
narcisistas. Piensan que la idealización del analista es necesaria para reemplazar las
funciones de una parte del aparato mental que no ha quedado firmemente establecido
en la niñez, y debe “permitirse” esta idealización hasta que haya cumplido su función
internalizadora.
Un amplio grupo de autores parece coincidir en las funciones defensivas de la
idealización, pero no en la explicación de su origen. Para unos, tendría su origen en el
deseo de retorno al seno materno, para otros en la ansiedad innata, para otros en la
imposibilidad de tolerar la frustración que causa la no incondicionalidad del objeto, y
aún para otros en que no se internaliza de forma "transmutadora" al objeto ideal sino
que se produce una fijación a ese objeto. Siguiendo estos desarrollos, la idealización del
analista se podría interpretar, bien como la recreación de un estado prenatal, bien como
medio para amortiguar la ansiedad que aflora en la relación analítica; como forma de
negar la frustración que produce un objeto no siempre presente y satisfactorio, o bien
como la manera de reemplazar algunas funciones del aparato mental que no quedaron
establecidas en la niñez. Aunque la mayor parte de autores se refieren a idealizaciones
primitivas e identificaciones primarias, hay diferencias entre los que dan un papel
primordial a las identificaciones maternas o paternas.

2.2. Revisión comentada de algunos desarrollos básicos

Freud, al definir la idealización en Introducción al Narcisismo (1914), vincula esta con


la identificación del niño con sus primeros objetos. El objeto es sobrevalorado y
engrandecido al tiempo que se identifica con él mediante la proyección del narcisismo
primario. Este proceso afecta al objeto, pero al atribuirse el sujeto sus cualidades, afecta
también a este. Al tomar el niño conciencia de su individualidad e indefensión, la
omnipotencia la atribuye a los padres, que así quedan idealizados y pasan a ser los
representantes de su ideal del yo.
Conviene destacar que en esta obra Freud concede gran importancia a las
identificaciones primarias como base de las representaciones en el ideal del yo, que
contempla la idealización como parte de la formación del yo, que le da un carácter de
proyección del narcisismo primario junto con el deseo de recuperarlo y que considera la
idealización como resultado de vicisitudes pulsionales. Tampoco debemos perder de
vista que Freud define el proceso de la idealización en su conceptualización sobre el
narcisismo. A lo largo de la elaboración y reelaboración de sus teorías, llegó a equiparar
ideal del yo y superyó (1923) para luego incluir a aquel como función de este (1938).
Aunque en la actualidad la mayor parte de autores considera el ideal del yo como
un conjunto de funciones dentro de la estructura del superyó, en este trabajo me
gustaría diferenciarlos, darle una entidad específica al ideal del yo y a sus funciones
propias. Entiendo que estas son la formación de modelos a los que el sujeto intenta
adecuarse, la constitución de anhelos, aspiraciones y proyectos que desean ser
alcanzados, y la adquisición de valores éticos personales, en cuya sintonía se trata de
vivir. Entiendo valores éticos diferenciados de la moral, la ley, la creencia o la religión.
En Psicología de las masas y análisis del yo (1921) hace interesantes
elaboraciones al diferenciar el carácter de las distintas formaciones de ideales en
función de las vicisitudes de las identificaciones primarias, y permite comprender las
alteraciones en la formación de estos. Es central la idea de que algunas pulsiones que el
individuo reprime individualmente son expresadas en el grupo traduciéndose en
aspectos como la sugestión, la consagración a un ideal, la atribución de un poder mágico
a la palabra, etc. Describe la idealización y el tipo particular de transferencia que esta
produce en las relaciones individuales y grupales. Hace una diferenciación entre el amor
y el enamoramiento, vinculando este último a la idealización, la sugestión y el
hipnotismo. El amor estaría vinculado a la transferencia positiva y el enamoramiento a
la transferencia idealizada, que a su vez puede encubrir elementos negativos.
Me parece que algunas de las manifestaciones descritas por Freud en esta obra
están presentes en la relación con el analista en algún tipo de transferencia idealizada.
En ella, el analista, como objeto idealizado, desempeña una función similar a la del líder
en el grupo que implica en el paciente actitudes acríticas y de sumisión. Estos
desarrollos sobre el ideal del yo como formación diferenciada del yo nos ayudan a
explicar modalidades patológicas de dependencia. Son casos en que los ideales no son el
resultado de las identificaciones del yo con el objeto, sino que este ha sido colocado en el
lugar del ideal del yo, de forma que "el objeto se infiltra en el yo" (fascinación amorosa,
sumisión al líder).
En este sentido Marucco (1982) al comentar esta obra de Freud establece
conexiones entre la transferencia idealizada y la negativa. Dice que el amor vía
idealización se convierte en enamoramiento y que este es amor deslibidinizado, donde
se demora la satisfacción sexual, no temporalmente sino indefinidamente, con tal de
mantener la idealización. Hay una represión de la pulsión erótica y la retirada de la
libido se apoya en la idealización del objeto.
Como he señalado, con la formulación de la teoría estructural y otros conceptos,
la diferencia entre ideal del yo y superyó queda bastante difuminada y en algunos casos
Freud los usa indistintamente. El trabajo inacabado La escisión del yo en el proceso
defensivo pone en parte las bases para los importantes desarrollos posteriores sobre la
escisión.
Respecto al primer grupo, veremos que la escuela kleiniana concede a la
idealización un papel básicamente defensivo, y al explorar la transferencia idealizada la
considera como la plasmación de los procesos de escisión que tienen su origen en el
exceso de ansiedad innata en el bebé, ansiedad que se activaría en la relación analítica.
Consideran que la idealización surge del poder de los deseos instintivos que aspiran a
una gratificación ilimitada y transforman al objeto bueno en ideal. La madre se
convierte en el ideal del yo que se hace inalcanzable, objeto de envidia y ataques. El yo
se siente muy dependiente del objeto interno y este proceso se generaliza a distintos
objetos. De ello resulta un empobrecimiento del yo y una dependencia patológica de los
objetos idealizados hacia los que se siente hostilidad inconsciente, con el consiguiente
círculo vicioso.
Klein (1933), al describir el superyó temprano, dice que este contiene aspectos
idealizados y persecutorios del pecho. El ideal del yo proviene de los objetos internos
idealizados que han recibido las proyecciones de sentimientos buenos y aspectos
valorados del self del niño. Este ideal del yo tendría una función de protección y
estimulación. En 1946 considera la idealización paralela al proceso de escisión, en el que
se crea en la fantasía un objeto bueno con todas las cualidades y otro malo que frustra.
Da un papel nuclear a la ansiedad, que para ella surge de una pulsión de muerte innata
que pone en marcha la escisión del objeto idealizado y el persecutorio como forma de
hacer más soportable esta ansiedad. Para dominar el peligro generado por esta, el bebé
tendría que recurrir a estos mecanismos defensivos tempranamente (posición
esquizoparanoide). Más tarde, en 1952, completa estas ideas de forma que habla de
estos mecanismos como elementos del desarrollo del psiquismo humano que están en la
base de los procesos discriminativos. Los movimientos escisión-idealización se van
suavizando a medida que se interioriza un objeto total que facilita la integración entre el
yo propiamente dicho y el yo ideal depositado en el objeto (posición depresiva). En 1957
Klein matiza la distinción entre objeto bueno e idealizado, en el sentido que la relación
basada en objetos idealizados no es una relación con objetos buenos sino una defensa
contra las ansiedades persecutorias, los impulsos destructivos y la envidia. Para ella la
excesiva idealización expresa que la persecución es la principal fuerza impulsora.
Heimann (1956) afirma: "La misma idealización del analista esconde
sentimientos hostiles y supone demandas ávidas y posesivas. En una transferencia
predominantemente positiva hay corrientes negativas sumergidas". Habla del "objeto
idealizado enquistado", refiriéndose a los casos en que una intensa idealización
patológica hace al yo dependiente y servil. En parte, lo hace equivalente al superyó
primitivo.
Rosenfeld (1962) se adhiere a la idea del superyó temprano de Klein y relaciona
los procesos de idealización con este. Aspectos persecutorios e idealizados del superyó
temprano son proyectados sobre los objetos externos. Las identificaciones no
modificadas con los objetos externos reales implican un intento por parte del yo de
escindir aspectos persecutorios e idealizados del superyó temprano. Más adelante, en
1971, describe dos situaciones diferentes: En la primera el objeto ideal es introyectado
en el self y el sujeto se identifica con él, con el resultado de un self omnipotente
(narcisismo libidinal). En la transferencia se mantendría esta situación para evitar la
frustración consecuente a sentir la separación entre self y objeto. En la segunda se
idealizan solo los aspectos destructivos y omnipotentes del self (narcisismo destructivo),
que luchan contra la necesidad y dependencia del objeto. Rosenfeld conecta esta
idealización directamente con el instinto de muerte y la envidia. Una parte de la
personalidad se organizaría para la expresión de impulsos derivados del instinto de
muerte y se manifiesta clínicamente como una idealización de la destructividad y como
ataque a los aspectos buenos del self y del objeto. En la transferencia, este tipo de
idealización impregnada de envidia y violencia tendría el objetivo de atacar al analista
como objeto bueno.
Algunos autores (Bellagamba, Simoes, y otros, 1962), basándose en las teorías
kleinianas y en los estudios de Rascovsky (citado por estos mismos autores, 1962) sobre
el psiquismo fetal, sitúan el origen de la idealización en la relación prenatal, en el
sentido del deseo de recuperar un estado nirvánico de satisfacción plena en un medio
estable y en continuo equilibrio, en el que la recepción del alimento se produce sin
interrupciones. Su valoración de las relaciones objetales previas al nacimiento les lleva a
afirmar que el mecanismo psíquico de la idealización está en función de la relación con
los objetos ideales de la etapa fetal. Entienden la idealización como mecanismo
defensivo ante ansiedades intensas, con el objetivo de encubrir al objeto malo. El
fracaso de esta defensa determina la aparición de lo persecutorio y destructivo. Simoes
(1962) escribe sobre la relación entre envidia e idealización. Piensa que la envidia está
dirigida contra el objeto idealizado y no contra el objeto bueno, y concede importancia a
los componentes visuales de la envidia.
Las teorías de Klein sobre el desarrollo temprano y los mecanismos de defensa
primitivos han enriquecido e impulsado los desarrollos sobre la idealización. Me parece
destacable el papel de protección y estimulación que Klein concede inicialmente al ideal
del yo procedente de la idealización de los aspectos buenos del objeto. El hecho de que la
relación con el objeto idealizado corresponda a la posición esquizoparanoide y con el
bueno a la depresiva implica también una concepción evolutiva de la idealización. Sin
embargo, creo que este aspecto posteriormente pierde relevancia en favor de una
sobrevaloración de los aspectos persecutorios, el papel de la envidia y la formulación del
superyó temprano. Por ello, y por ser considerada la idealización como subsidiaria de la
escisión, es por lo que creo que los procesos de idealización y la transferencia idealizada
en Klein y en algunos seguidores ofrecen una visión algo parcial e incompleta, y una
concepción determinista del desarrollo. No creo que la persecución sea la principal
fuerza impulsora de las idealizaciones, porque las vivencias de vacío y desamparo
también constituyen impulsos para crear idealizaciones. A veces tampoco queda bien
establecida la diferenciación entre la relación con objetos idealizados y la relación con
objetos buenos. En los estudios posteriores de estos procesos, creo que se ha puesto más
énfasis en los mecanismos defensivos que en su valor como elementos de crecimiento
del psiquismo humano, que Klein postulaba en 1952. Asimismo, me parece que la
idealización no se construye solo sobre las bases de la escisión de objeto
presente/ausente, satisfactorio/frustrante, etc., sino que es algo más complejo. Como
dice Mahler (citada por Grotstein, 1981) el niño puede percibir siempre buena a la
madre aunque esté ausente o lo frustre, de forma que el resto del mundo es totalmente
malo. O como afirma Bion el niño puede escindir lo que necesita de lo que desea de la
madre; o como dice Britton, el bebé puede escindir la presencia de la madre de la
función de esta.
En cuanto a Rosenfeld, me interesa especialmente lo que llama “fusión patológica
de los instintos”, en que los instintos agresivos y libidinales están fusionados de forma
alterada. Predominan los agresivos y los libidinales están al servicio de aquellos,
pudiéndose expresar a través de la erotización de la agresividad. Creo que esto ayuda a
explicar un determinado tipo de transferencia idealizada que implica una mezcla de
erotización y agresividad latentes a la idealización. Aunque él hace este desarrollo
dentro de lo que llama narcisismo destructivo, creo que esta situación puede darse en
pacientes no narcisistas, aunque sí estoy de acuerdo en que este tipo de relación puede
tener matices perversos.
Ya en el segundo grupo destacan los autores (Abadi, Winograd, 1983) que
describen con detalle la evolución desde el yo ideal hasta el ideal del yo, vinculándolos al
narcisismo primario. Según Abadi, el yo ideal (del que forma parte el objeto como un
no-yo), a partir de los límites externos comienza un esbozo de discriminación del objeto
sobre el que se proyecta la supuesta idealidad y forma lo que será el ideal del yo. Estos
atributos son considerados como propios ya que aún no se acepta al otro, son derivados
del narcisismo primario. Dice que "lo único realmente ideal es la incondicionalidad que
es la marca de fábrica de la omnipotencia". Winograd afirma que en la neurosis de
transferencia el ideal del yo es núcleo del superyó, está ubicado en el terreno de la libido
objetal y hay triangulación. Mientras que en la patología narcisista el ideal tiene mayor
autonomía e interviene como estructura dominante en problemáticas bipersonales y
diádicas con libido narcisista. Son relaciones binarias vinculadas a los problemas de
indiscriminación o idealización del objeto. Añade que el superyó en estos pacientes no
implica triangulación ni libido objetal.
Una autora relevante es Chasseguet-Smirgel (1975), que establece la hipótesis del
carácter madurativo del ideal del yo. Afirma que poseer ideales marca una diferencia
entre el humano y el animal, y que el ideal no consiste solo en tener un modelo a
alcanzar sino que es algo más complejo. Sería el deseo irrealizable de superar la falla
entre el yo como es y como quisiera ser: "estudiar el ideal del yo es estudiar lo que hay
de más humano en el hombre, aquello que más lo aleja del animal, sin duda en mayor
medida aún que el superyó". Para esta autora la prematuridad del ser humano al nacer
está en el origen de la formación de un ideal del yo. Habla de la "enfermedad de la
idealidad" y realiza un amplio estudio donde establece las relaciones de la idealización
con la creatividad, el desarrollo del ser humano, la sublimación, el superyó, la
perversión y otros temas.
Piensa que el estado narcisista primario comienza antes del nacimiento, y que en
el desarrollo humano se persigue la promesa del retorno al seno materno. "Lo que nos
impulsa hacia adelante es la nostalgia de nuestro pasado glorioso, del tiempo en que
éramos nuestro propio ideal". Recuerda en este sentido la teoría de la genitalidad de
Ferenczi (1924) donde establece que el deseo de retornar al seno materno es el deseo
humano fundamental. Apoyándose también en algunas afirmaciones de Freud en
Introducción al Narcisismo, piensa que la evolución humana es impulsada en gran
parte por la nostalgia de un paraíso perdido.
Green (1988) escribe sobre las coincidencias entre idealización y sublimación, su
hipótesis es que ambas están presentes en el origen del desarrollo. Piensa que la
estrategia defensiva contra la angustia que está implícita en la represión, la proyección y
otros mecanismos, no está claro que esté presente en la idealización y sublimación. Para
él, "estos procesos psíquicos son propiedades estructurales que pesarán sobre la vida
entera del sujeto como ejes organizadores de su vida psíquica". Piensa que el ideal del yo
es el que valora y moldea los brotes de los afectos primarios y la base de la autoestima.
Son las exigencias desmesuradas de este lo que es heredero del narcisismo primario.
Esta idealización exagerada puede provocar en la persona una renuncia que lleva al
aparato psíquico hacia un mínimo vital objetal y afectivo (1973). Weil y Bartolini (1962)
piensan también que la idealización normal es el punto de partida original de la
sublimación posterior, el resultado de la asimilación del objeto idealizado. Consideran,
con la escuela kleiniana, que la idealización patológica es propia de la posición
esquizoparanoide, mientras que la noción de objeto bueno es propia de la depresiva.
Marucco (1982) hace un profundo estudio de la transferencia idealizada
poniéndola en relación con la transferencia erótica. Dice que el progreso del proceso
analítico se juega en el análisis transferencial del amor, del odio y demás expresiones de
la pulsión de muerte, consideradas como motores del tratamiento, no resistencias. Para
él, la transferencia idealizada carente de libido, que a veces aparece como aparente
progreso, sitúa al paciente en estados de pasividad, sumisión y sugestión. Ve la
idealización del vínculo analítico como la más severa de las resistencias, porque pospone
la pulsión erótica hasta hacerla desaparecer. Observa que mientras se mantiene la
idealización del vínculo se mantienen las asociaciones y que estas se bloquean si hay una
ruptura en la idealización. Las pulsiones eróticas reprimidas derivan hacia la
idealización, la silenciación de la transferencia erótica se produce en la idealización de la
transferencia, por ello le parece importante interpretar los contenidos eróticos de
asociaciones idealizadas. El amor transferencial se puede transformar vía idealización
en enamoramiento, lo que detendrá el proceso. Por otro lado, viene a decir que la
sobrevaloración de las teorías de las relaciones objetales ha hecho que en Psicoanálisis
el amor de transferencia ceda su lugar a la idealización del objeto.
Me parece central la hipótesis del carácter madurativo del ideal del yo de
Chasseguet-Smirgel y la idea de que si la "falla" entre el yo y el ideal del yo no es
insalvable la evolución es posible. No estoy tan de acuerdo con el pensamiento de que la
máxima aspiración o ideal humano sea el regreso al seno materno, ya que esto implica
un movimiento regresivo o deseo de nirvana. Sí estaría de acuerdo contemplado desde
la patología de los ideales, y en ese caso es clara la conexión de la idealización con
instintos agresivos (según ella pulsión de muerte). Estoy también de acuerdo con Green
respecto a las estrechas relaciones entre idealización y sublimación, con su idea de que
estos procesos son ejes organizadores de la vida psíquica y con la existencia de un tipo
de idealización en que se produce una especie de neutralización afectiva (lo mostraré en
la clínica con la Sra. Z). Algunas afirmaciones de Marucco me parecen de importancia y
observables en la clínica. En uno de los ejemplos que expondré (Sra. X), el tipo de
idealización transferencial era una admiración intelectualizada y sin carga afectiva. Su
riqueza asociativa y mis interpretaciones hacían que aumentara esa clase de
idealización. Al acercarse a aspectos más humanizados y limitados de la analista se
produjo esa ruptura temporal de las asociaciones.
Dentro del tercer grupo incluyo autores (Weigert, Lamp de Groot, Numberg,
Spitz, Reich) que establecen delimitaciones y diferencias entre el ideal del yo y el
superyó. Consideran que el ideal del yo tiene un origen materno y pregenital, como una
agencia cumplidora de deseos que lo provee de una base para la autoestima, derivada de
las identificaciones con la madre gratificadora. Asimismo incluyo otros autores que,
cercanos a estos pensamientos, dan una importancia primordial a la capacidad
transformadora del objeto (Winnicott, Bion, Meltzer, Maldonado).
Numberg (citado por Laplanche y Pontalis, 1971) dice que lo que separa y
diferencia al ideal del yo del superyó son las motivaciones que inducen en el yo: este
obedece al superyó por miedo al castigo (personajes temidos) y se somete al ideal del yo
por amor (objetos amados). Un afecto primario asociado con el funcionamiento del
ideal del yo es la vergüenza que protege la integridad del self. El afecto primario
asociado al superyó sería la culpa que protege al objeto. Dice Weigert (1961) que el
predominio de las identificaciones sobre las introyecciones, del ideal del yo sobre el
superyó, es vital para la maduración instintiva y la inmunidad contra el trauma y la
regresión. El instinto agresivo favorece una rígida formación del superyó introyectado
en la periferia del yo (opuesta al ello), una estructura defensiva "como si". Sin embargo,
el instinto erótico en el curso de las identificaciones, establece firmemente el ideal del yo
en el núcleo del yo. Cita una de las primeras identificaciones no automáticas, la
identificación con el agresor (A. Freud) que a su vez es precursor del superyó. Contrasta
la idea de los precursores del superyó de estos autores con el superyó temprano de Klein
y Rosenfeld.
Meltzer (Mancia y Meltzer, 1978) introduce el concepto de ideal del superyó para
describir una relación estructural entre ideal del yo y superyó, los considera funciones
diferentes de objetos internos en una relación dialéctica y evolutiva. El superyó tiene
funciones primitivas inhibitorias, el ideal del yo representa la figura parental combinada
con funciones positivas y madurativas.
Estoy de acuerdo con la idea de Meltzer (retomada más tarde por Ferro, 2001)
sobre que ideal del yo y superyó están constituidos por diferentes funciones de objetos
internos en una relación dialéctica y evolutiva. Pienso que aunque ideal del yo y superyó
están estrechamente vinculados, se corresponden a momentos evolutivos diferentes en
un desarrollo normal. Cuando hay alteraciones en las identificaciones primarias y en los
procesos de introyección, debidas a insuficiencias de los objetos en interacción
(feedback) con las dificultades del sujeto, pueden quedar confundidas las funciones
correspondientes a cada uno de ellos. Se produce entonces una alteración del superyó y
del ideal del yo, quedarían prematuramente mezclados, confundidos o no
adecuadamente integrados. Esto implicaría no poder diferenciar exigencias internas y
externas, deseos e ilusiones propios de los ajenos, confusión de deseo y realidad e
indiferenciación self-objeto.
Si pensamos que el ideal del yo está más regido por el amor y el superyó por la
exigencia, los bebés que prematuramente estén recibiendo un "aluvión" de mensajes
normativos y prohibitivos o, por el contrario, una excesiva satisfacción sin límite,
pueden experimentar estas alteraciones. En un caso podríamos hablar de un ideal del yo
fundido con un superyó que tendría carácter sádico, en el otro polo podríamos hablar
del superyó laxo o de la ausencia de este (personalidades psicopáticas). En este sentido,
A. Reich (1954), citada por Burness y col. (1997), habla de "precursores del yo sádico y
formas arcaicas del ideal del yo caracterizados por ideales sexuales primitivos, límites
yóicos inestables y confusión entre deseo y realidad". Dice que puede existir un ideal del
yo patológico y tiránico que exige objetivos inalcanzables y que puede provocar
frustración, continuas autocríticas y castigos. En este caso estaría fundido con un
superyó sádico. El origen estaría en que imágenes tempranas asociadas a
manifestaciones pulsionales primitivas (fantasías de fusión, ambiciones grandiosas)
persisten sin que puedan formarse ideales en etapas posteriores, lo que hace al sujeto
vulnerable a heridas narcisistas con intensos afectos arcaicos.
En relación a los estados de confusión tempranos, me han interesado las ideas de
Maldonado (1991) cuando escribe sobre el problema de la ambigüedad como una forma
de resistencia narcisista que altera el significado de la palabra y perturba la
comunicación. La ambigüedad es una perturbación del ideal del yo en la cual coexisten
dos ideales contradictorios. Esta perturbación del ideal da lugar a que el yo intente
obtener la autoestima sobre bases que conducen al error, y es precisamente en esta
búsqueda del error donde se sustenta la omnipotencia. Dice que si no hay
identificaciones adecuadas en el superyó que permitan resolver el Edipo, se repiten
indefinidamente fijaciones a los objetos primarios, lo que implica que también están
alteradas las funciones del ideal del yo, sobre todo las que establecen metas y valores y
regulan la autoestima.
Aunque incluido en el cuarto grupo, me refiero ahora a Winnicott por sus ideas
originales, los aspectos desarrollados respecto a la idealización y porque considero que
funciona de puente con la Psicología del self. Nos habla de la imagen parental idealizada
en el sentido de que el niño necesita de alguien idealizado: omnipotente, omnisciente,
bello, para fusionarse con él, para tomar prestados estos atributos. La considera una
constelación natural y anterior al periodo edípico. Piensa (1958) que la separación que
el bebé hace de los objetos en buenos y malos es una defensa para aliviar la culpa. Para
él es central el papel de la ilusión, que consiste en que la madre suficientemente buena
es capaz de proporcionar al niño oportunidades para la ilusión de que el pecho forma
parte de sí mismo, al tiempo que está dándole oportunidades para facilitarle la
desilusión progresiva que lleve a una diferenciación self-objeto y permita la separación.
Pone el énfasis en el polo del sujeto y el ambiente, y considera que cuando no hay una
madre suficientemente buena se produce en el bebé una escisión en que funciona un "sí
mismo falso", mientras que el "sí mismo auténtico" queda relegado. Sus ideas de
auténtico y falso self son precedentes de las de Kohut sobre la transferencia idealizada y
especular en los trastornos narcisistas. En este sentido Ornstein (Alba, 1998) dice que la
teoría de las relaciones de objeto de Winnicott es compatible con el enfoque de Kohut.
De Masi (2001) también destaca las importantes contribuciones de estos dos autores
sobre la idealización.
Aunque no puedo detenerme en todas las sugerentes ideas de Winnicott (holding,
auténtico y falso self, ilusión), sí me interesa referirme a la idea de la necesidad del niño
de la imagen idealizada de los padres de la cual toma diferentes características y
atributos como etapa natural. Si esto lo ponemos en relación con su concepto de la
ilusión en sentido que los buenos objetos deben permitir esta fusión para paralelamente
ayudar al niño a abandonarla, está hablando del carácter evolutivo que concede a la
idealización. Pienso que sería esta una actitud analítica adecuada con las transferencias
idealizadas, en el sentido de permitir la ilusión para paralelamente ayudar a
abandonarla con la combinación de contención, empatía, reverie e interpretación.
El cuarto grupo sería el de la Psicología del self, con Kohut a la cabeza. Centrado
en el estudio de las personalidades narcisistas, considera (1971) que la transferencia
idealizada supone siempre la presencia de trastornos narcisistas y la existencia de
objetos no diferenciados del sí mismo que se proyectan en el analista. Piensa que esta
transferencia (en la que se "permite" al paciente fusionarse con el analista) es lo que
hace posible el análisis, es el motor del tratamiento, el soporte del paciente y la base de
trabajo del analista. Describe tres tipos de transferencias. La transferencia grandiosa o
en espejo, en la que los padres o el analista deben funcionar espejando las necesidades
del niño o del paciente de ser aceptado y admirado, que tendría como objetivo recuperar
la autoestima y regularla. La idealizadora, en la que está implícita la idealización y la
fusión con el objeto idealizado que conduce a la capacidad de regular los afectos y
poseer ideales y valores internalizados. Por último, la transferencia gemelar, que implica
el desarrollo de las propias capacidades en función del sentimiento de pertenencia.
El origen para él está en que el paciente no internaliza de forma "transmutadora"
el objeto ideal, sino que se produce una fijación a este objeto porque sufrió una
desilusión traumática en los aspectos de la imago paterna investidos narcisísticamente.
Piensa que la patología proviene de los fallos de los padres que no han sabido proveer
esas necesidades arcaicas en sus hijos. Cree que la incapacidad del analista para aceptar
la idealización del paciente es debida a la tensión narcisista que provoca en él. A la
inversa, los sentimientos de desatención, aburrimiento y desvinculación emocional son
una reacción a la transferencia no objetal ni instintiva del paciente (Finnell, 1986).
Un concepto fundamental es el de selfobjeto, que describe la fusión entre el self y
el objeto, en que el sujeto no se vive separado del objeto. Kohut considera el selfobjeto
vital en las primeras etapas de la vida. Tiene la función de proporcionar el sentimiento
de continuidad y mantener la cohesión del self. Piensa que la idealización del analista (o
fusión con él) es necesaria para reemplazar las funciones de una parte del aparato
mental que no ha quedado firmemente establecido en la niñez, sería permitir esta
idealización hasta que haya cumplido esa función internalizadora. Otro concepto
importante para la escuela de la Psicología del self es el de la empatía, que para Kohut
es el instrumento básico que permite observar y conocer el mundo interno del otro y que
define como una proyección de parte del self del analista dentro del paciente para
comprenderlo mejor (Adroer, 1996).
Un autor de esta escuela, Gedo (1975), insiste en que los conflictos narcisistas no
resueltos del analista le impiden tolerar la idealización del paciente y trabajar con ella.
Para él hay tres tipos de transferencia idealizada. En la primera, interpreta la
idealización del analista como defensa contra los aspectos negativos de la transferencia
edípica. La segunda, a la que llama pseudo idealización, la considera también como uso
defensivo, pero la defensa es contra la desilusión traumática con el objeto como parte
del mundo narcisista del paciente. Esta pseudo idealización tiene un carácter arcaico y
también la función de ocultar la primitiva hostilidad. La tercera dice que es la verdadera
transferencia idealizada descrita por Kohut y que sus orígenes arcaicos se remontan a la
época en que el padre es aún parte del mundo interno del niño como self-objeto.
Me parece innovadora la importancia que Kohut y seguidores conceden a la
transferencia idealizada, así como sus teorizaciones sobre ella. Pienso con Kohut que en
este tipo de transferencia se produce una fusión con el analista y que esto es usado como
soporte por el paciente. Mi hipótesis inicial se aproxima a esta idea, sin embargo no creo
que la transferencia idealizada sea el motor del tratamiento ni lo que lo hace posible,
sino que es el curso posible del análisis durante un tiempo en determinados pacientes y
que es necesaria la interpretación activa (en el plano del apoyo y aceptación, así como en
el del conflicto y las resistencias) de este tipo de vínculo con el fin de transformarlo.
También estoy de acuerdo en la consideración de que debemos estar muy atentos al tipo
de tensiones contratransferenciales que nos producen. No me parece, sin embargo, que
la observación en el interior del paciente solo pueda tener lugar mediante la empatía
(Kohut, 1959). Pienso que necesitamos la empatía, la capacidad de contención y la
capacidad de reverie. La sobrevaloración de la empatía podría tener los riesgos de
escoramiento hacia el empatismo (Bolognini, 1997). Y añadiría que también los riesgos
de colusiones (Laguna, 1999).
Resulta claro cuando, al referirse a estos pacientes, habla de la patología del self,
en el sentido de que son personas con un self descohesionado o fragmentado, con
alteraciones en los sentimientos de integridad, cohesión e identidad de sí mismos frente
al mundo que los rodea y con una baja autoestima. A mi modo de ver, no está claro que
sean personalidades narcisistas, al menos es un concepto de narcisismo diferente de lo
que entendemos clásicamente. Por otro lado, me parece que la patología del self está
presente en pacientes con distintas estructuras y patologías (psicóticos, borderline,
narcisistas). Sí es posible que este tipo de transferencias, con matices diferenciales, sean
más frecuentes en personalidades con deficiencias en el self, o personalidades "como si".
Otro aspecto que no queda claro es que aunque a veces hablan de deficiencias en ambos
objetos parentales como origen de la patología, otras parecen poner más énfasis en las
identificaciones paternas. También en esta escuela hay diferencias entre los que
conceden mayor o menor importancia a la interpretación.
Cito aquí a Kenberg (1979) porque es un autor que discrepa de las teorías de la
Psicología del self. Concibe la idealización como un mecanismo primitivo central en las
personalidades borderlines y como una defensa subsidiaria de la escisión. La define
como una fantasía primitiva (objetos totalmente buenos, poderosos e irreales) que
funciona como estructura protectora en la cual no hay verdadera estima por el objeto
ideal sino una simple necesidad de protección contra objetos peligrosos. Se da una
identificación omnipotente con el objeto ideal que cumple la función de protección
contra la agresión y satisfacción de necesidades narcisistas. Estos mecanismos
perturban la formación y desarrollo del ideal del yo y superyó. Me interesa también
reseñar de Kenberg la diferencia que establece entre estas idealizaciones primitivas y
otras más evolucionadas, en las que se idealiza al objeto como expresión de la culpa que
produce la agresión contra ellos, mientras que en la idealización primitiva no hay
preocupación por el objeto, reconocimiento de la agresión ni la culpa consecuente.
Para acabar este estudio me gustaría reseñar brevemente algunas ideas expuestas
en el Congreso de la Federación Europea de Psicoanálisis celebrado en Madrid (2001)
con el título "Ídolos e ideales: El superyó y el ideal del yo en un mundo en
transformación".
Ferro, en la línea de Meltzer, concibe el superyó y el ideal del yo como funciones
de objetos internos y de las vicisitudes que estos últimos han tenido en el aparato
psíquico del otro y del analista (reverie o reverie invertida de la madre). Si se acepta que
detrás de un superyó y una identificación proyectiva patológicos hay un funcionamiento
defectuoso de la capacidad de reverie, la sesión debe convertirse en el lugar donde
puedan ser realizadas estas operaciones mentales transformadoras que en su día
fracasaron. Dice Ferro que cuando no hay contención y transformación de la
identificación proyectiva "se forma entonces un superyó arcaico como resultado
defectuoso del mal funcionamiento de una relación primaria con un objeto incapaz de
reverie y de un ideal del yo igualmente patológico como antídoto de la persecución".
Britton desarrolla un estudio sobre la idolatría y el fetichismo en la transferencia
y sobre la "deificación" del proceso analítico. Afirma que para algunos bebés es difícil
establecer distinción entre una experiencia buena y otra mala, y que establecer la
escisión normal primaria entre un objeto bueno y otro malo está comprometida, así
como las distinciones entre los objetos parentales, provocando fusión y confusión.
Añade que el buen objeto puede ser mantenido tratando a la madre como dos figuras,
una como presencia y la otra como función, a una se le atribuye bondad y a la otra
maldad. No hay un pecho bueno y otro malo sino un pecho bueno con mala leche y uno
malo con buena leche. Dice: "Este tipo de clivaje es el que está entre un objeto parental
experimentado como fuente de consuelo y confort y el objeto parental como fuente del
conocimiento. La bondad es entonces sentida bien residiendo en objetos materiales,
bien en pura espiritualidad, visto como fuerzas conflictivas". Respecto a la transferencia
idealizada, dice que debemos observar los contenidos de las representaciones
transferenciales y también la forma de recepción de las interpretaciones, que a veces son
tomadas como la palabra de un ser con atributos de sabiduría y omnisciencia. Es
importante para él diferenciar la idealización que el paciente hace de la palabra y los
pensamientos del analista, de la que hace de su persona.
De Masi considera la idealización como una fase de paso de un mundo relacional
infantil a una relación de objeto más madura e integrada. Diferencia la idealización del
estado mental narcisístico que favorece la formación del ídolo. La idealización está
entonces en relación con el amor y el ídolo con la veneración y el poder. Esta idea está
bastante alejada de la identificación de la idealización con una relación de objeto
esquizoparanoide. Otros, como Canestri, piensan que la presencia estructural del
narcisismo justifica la posibilidad de degradación del ideal del yo y el establecimiento de
ídolos a los cuales el yo se somete. Finalmente Chasseguet-Smirgel se reafirma en sus
teorías e insiste en la pertinencia de la distinción entre superyó e ideal del yo como
ayuda para comprender determinados aspectos de la clínica individual y colectiva.
No puedo extenderme en los interesantes desarrollos sobre el tema en este
Congreso. Estos aportan diversos matices que añaden riqueza y amplitud a la hora de
observar la idealización y la transferencia idealizada. Asimismo, nos ayuda a poder
diferenciar un tipo de pseudoidealización vinculada más a la idolatría, el poder y el
fundamentalismo y probablemente al llamado narcisismo destructivo.

2.3. Conclusiones

En este momento podría resumir algunas de las ideas que me he ido formando sobre la
idealización. Pienso que tiene su origen en los ideales tempranos arraigados en las
identificaciones primarias, que el ideal del yo está constituido por los ideales del self y
por las características idealizadas de los objetos de amor, y que la formación de ideales
propios (deseos, aspiraciones, esperanzas) vinculados al deseo de amar y ser amado es
uno de los motores del desarrollo del ser humano. El proceso de idealización, aún
contemplando que sea una vicisitud pulsional (pulsión como buscadora o creadora de
objeto), un deseo de recuperar el narcisismo perdido, o un mecanismo para aliviar las
primeras ansiedades, me parece que posee "propiedades estructurales que pesan sobre
la vida entera del sujeto como ejes organizadores de su vida psíquica" (Green, 1988). El
concepto de la dualidad del ideal del yo de Chasseguet-Smirgel aclara su doble sentido
regresivo y de desarrollo: la idealización como búsqueda de una relación libre de
conflicto y la idealización como eje de estructuración psíquica. En esta segunda versión,
podemos decir que es un proceso humano que promueve el pensamiento abstracto, la
capacidad de simbolización y el desarrollo.
Basándonos en las elaboraciones que ponen más énfasis en el polo del objeto y la
capacidad de reverie de este (Winnicott, Bion, Ferro y otros), en la hipótesis del carácter
madurativo del ideal del yo (Chasseguet-Smirgel), en la concepción de la idealización
como uno de los ejes organizadores de la vida psíquica (Green) y en algunas ideas de la
Psicología del self, podríamos quizás matizar y ampliar las teorías de la idealización
como defensa. Es cierto que el grado de idealización puede estar en relación directa con
las vicisitudes de la frustración y satisfacción del niño. Si las frustraciones se hacen
intolerables y aumenta la ansiedad, entonces la idealización puede adquirir un carácter
defensivo, y los contenidos afectivos del mecanismo de la escisión puestos en marcha
por la identificación proyectiva. Pero la idealización no siempre es una defensa, y
cuando es así debemos observar detenidamente qué carácter tiene esta.
La expectativa e ilusión del bebé sobre la madre puede favorecer su capacidad de
reverie, ya que la interacción entre ambos está viva desde el principio. Si la madre no
tuvo unos ideales propios sino otros inalcanzables representados por su propia madre y
un superyó rígido, vivirá las expectativas del bebé como exigencias que no puede
cumplir. Si entonces el bebé recurre a la vía de la idealización del objeto, yo no creo que
esta encubra al objeto percibido como malo a causa de las proyecciones, sino que el
apoyo en el objeto idealizado permite nuevas oportunidades para ambos, del mismo
modo que nos ocurre con los pacientes. Pero si repetidamente se produce la no
adecuada recepción, contención y transformación de las comunicaciones del bebé,
entonces se despliegan los distintos recursos defensivos para aplacar la ansiedad y uno
de ellos sería la excesiva idealización del objeto. En todo caso, me parece que los
orígenes de esta situación estarían tanto en las dificultades de reverie de la madre como
en los recursos del bebé para tolerar diversos tipos ansiedades.
Por otro lado, ya he comentado que creo necesario distinguir formas, cualidades y
grados en la idealización, así como formas y cualidades para la recepción de ella por
parte del analista. Al hablar en la introducción de cualidades idealizadoras ya he
descrito una gama diversa de atributos que se proyectan en el objeto con diferentes
cargas emocionales. Pienso que cuando la transferencia idealizada funciona como
resistencia, no lo hace solo contra fantasías y deseos hostiles y destructivos o contra la
erotización, sino que también puede ser la negación de emociones como el afecto, el
reconocimiento, la gratitud o los impulsos de saber, sentimientos que aproximan al
reconocimiento de la dependencia de los que el paciente se protege. La idealización
puede operar también sobre una vivencia interna de objeto débil, poco sólido o ausente,
no tanto como resultado de los ataques inconscientes a este sino inherente a la propia
naturaleza del objeto y su capacidad originaria. La vivencia del bebé no sería tanto que
no recibe todo lo que él desea y el objeto posee, sino que en base a un objeto
excesivamente limitado "crea" otro idealizado como objeto alternativo, o en los casos en
que la escisión es profunda funciona con duplicidad de objetos.
Determinados pacientes "adoptan" el ideal del yo que en ese momento encarna
para ellos el analista, esto implica la búsqueda de identidad propia y autoestima que
puede construirse porque el objeto es admirado y amado. Otros pacientes se "someten"
a ese ideal y predomina la admiración, la pasividad y la imitación. Este es el caso de las
personalidades "como si". El tipo de idealización más resistente es aquella en que el
paciente deshumaniza al analista en el sentido de percibirlo intelectualmente o
espiritualizado, en que es admirado pero no querido. Mas graves aún son los casos de
deificación del analista (Britton) o de formación del ídolo (De Masi).
Como conclusión podría resumir que entiendo la transferencia idealizada como la
modalidad relacional posible y necesaria durante un tiempo prolongado en
determinados pacientes que han sufrido alteraciones en los procesos de identificaciones
tempranas o que han sufrido decepciones y carencias de cierta importancia.

3. Observaciones clínicas sobre transferencia idealizada

3.1. Los puntos de partida clínicos

Como ya he señalado, lo que me llevó a investigar sobre estos conceptos, sus distintas
formas de plasmación en la clínica y sus posibles abordajes técnicos fue, por un lado, las
dificultades con algunos pacientes y, por otro, el interés y la curiosidad que me suscitó la
correlación observada entre algunos de ellos. Las preguntas que me hacía y las
direcciones hacia las que necesitaba investigar surgían de momentos dispares, unas
veces de la oscuridad y confusión, otras del interés y la curiosidad que me despertaba
una comprensión parcial o una intuición.
Algunas de las observaciones clínicas coincidentes en varios análisis consistieron
en la presencia de ansiedad intensa, de transferencia idealizada persistente (mientras
otras cualidades transferenciales estaban ausentes), de escisiones con distintos grados
de profundidad, alteraciones en las identificaciones primarias, figuras maternas
idealizadas y dependencias del tipo simbiótica y/o parasitaria.
Me referiré a los análisis de tres mujeres que comienzan el tratamiento entre los
treinta y cuarenta años. Algunos aspectos de la relación con estas pacientes estaban
constituidos por actitudes de asentimiento, acuerdos casi permanentes, valoración
exagerada del análisis y analista y la atribución a esta de determinadas características
irreales. La analista parecer ser el objeto que siempre satisface. El malestar o el
displacer parecían no existir o estaba casi siempre proyectado hacia personas
significativas de la realidad externa. Dos de las pacientes mantenían una doble relación
de pareja simultánea.
Un determinado tipo de pacientes, aún atravesando vicisitudes más o menos
graves, pueden evolucionar favorablemente cuando los mecanismos de escisión no son
muy profundos ni la identificación proyectiva muy intensa, o si lo son, pueden ser
modificados. Para estos la transferencia idealizada es su propia modalidad de
reconstruir un objeto interno sólido, capacitado y limitado (Sra. Y).
En otros pacientes con áreas psicóticas o trastornos narcisistas, la transferencia
idealizada se va modificando hacia un vínculo más realista y aparecen modalidades
relacionales más maduras en la vida del paciente. La transferencia idealizada es el
vehículo que les permite alcanzar una mayor diferenciación self-objeto. Sin embargo,
aunque usen formas defensivas mas evolucionadas, siguen recurriendo a la idealización
como una modalidad genuina de respuesta en momentos de ansiedad o confusión
intensas, si bien con frecuencia e intensidad menor. En estos casos la idealización puede
afectar profundamente al objeto y al self (Sra. X).
Otros casos (Sra. Z) presentan un gran empobrecimiento libidinal, idealizaciones
en forma de enamoramientos "santificados" como medio de delegar ideales, funciones y
capacidades en el objeto. Crean así un tipo de relaciones simbióticas y parasitarias y son
difícilmente analizables debido al tipo de regresiones en que se instalan. En estos casos,
la idealización implica una expectativa mágica de recibir sin emitir o dar nada a cambio.
Comprender los elementos inconscientes que hay en la base de estos estados es tarea
complicada, ya que las sucesivas decepciones respecto a los objetos pueden desembocar
en un retiro psíquico autista. Son pacientes en que la confusión de fantasía y deseos con
la realidad está operando en una especie de desmentida de parte de la realidad. Las
características y cualidades de las idealizaciones transferenciales de estos pacientes
pueden provocar tensiones contratransferenciales que nos impulsen a intentar acercar
al paciente a la realidad de manera forzada. Este tipo de idealizaciones conecta con lo
que Britton denomina "deificación de la persona o el proceso" en la relación analítica.
Ilustraré a continuación algunos aspectos desarrollados anteriormente a través
de una breve reseña de estos tres análisis, tratando de describir la especificidad de cada
uno y la correlación entre ellos. A causa de que me centraré solo en los aspectos de la
transferencia idealizada, será inevitable cierto sesgo y simplificación.

3.2.- La Señora X: La idealización como camino necesario para alcanzar la


diferenciación self-objeto y sustentada sobre la escisión de "objetos duplicados"

La Sra. X comienza el análisis cuando se produce una ruptura grave de su equilibrio


psíquico, sustentado en una escisión exitosa. Con su marido vivía una relación de
dependencia infantil de tintes sadomasoquistas, con su amante una relación de intensa
idealización recíproca, siendo este último el objeto incondicional siempre disponible.
Esta fractura, que ocurre cuando el marido descubre esta relación secreta, produce una
situación regresiva. Al tambalearse su organización emergen ansiedades confusionales y
paranoides, con terror a ser abandonada por su marido, asociado a sentimientos de
culpa persecutoria, vacío y aniquilación.
Al principio del tratamiento mostraba una serie de aspectos que parecían poco
auténticos y que se manifestaban defensivamente como elementos maduros con un tipo
de compresión muy intelectualizada, al tiempo que expresaba miedos que no podía
denominar e intensas ansiedades persecutorias cuyo contenido era temor a la
separación y pánico a todo lo nuevo.
El marido parecía representar aspectos paternos y el amante maternos. Estas
funciones estaban rígidamente escindidas en su interior, y por medio de su seducción
omnipotente conseguía que ellos cumplieran cada cual con las atribuciones asignadas y
ambos eran engañados (engaños ingenuos siempre descubiertos). Conservaba así una
relación de pareja con cada uno de ellos, siendo ella el objeto de amor deseado por los
dos.
Observaba un mundo interno habitado por objetos parciales, fragmentados y
clivados, una falta de diferenciación self-objeto y cómo trataba de eludir los
sentimientos de dependencia. Me preguntaba a quién y a qué aspectos engañaba en
realidad la paciente, y cómo iba a expresarse esto en la relación analítica. En la primera
época la analista es idealizada como objeto que cumple con su función, competente
profesionalmente, comprensiva, que le ayuda mucho, pero de una forma
despersonalizada, poco investido de emociones que no sea admiración. Idealizaba la
compresión que decía obtener de mí, casi siempre asentía, no parecía tener dudas y
hacía comentarios del tipo: "estamos en la misma onda", "usted me entiende muy bien".
Me iba asociando al amante, representaba la figura materna comprensiva y sin
exigencias, incondicional y siempre presente. Pero era un objeto indiferenciado: una
veces incorporándome dentro de ella como formando parte de su self, otras
apropiándose de mis funciones y capacidades. En algunos momentos la paciente
experimentaba que estábamos fusionadas. Frecuentemente citaba literalmente algo
dicho por mí, expresándolo en términos "Como dijimos...".
Mantenía la idealización transferencial a través de la escisión de los objetos que la
frustraban y la conectaban a la realidad proyectados en el marido. A veces yo
representaba para ella una madre que se recrea en una hija modélica con los atributos
de buena y guapa. Con este vínculo analítico la paciente reproducía la unión sin fisuras
con el objeto primario que a su vez representaba unos sublimes ideales del yo a los que
se había adherido, bloqueando la existencia de cualquier tercero como realidad
limitadora.
Mis intervenciones iban dirigidas a hablarle sobre sus ansiedades de
diferenciación y separación (que traía proyectadas en otras figuras de su entorno), de la
sobrevaloración de la analista como forma de evitar sentimientos de malestar, de
abandono, y como forma de control de objeto. La Sra. X se sentía contenida y aliviada al
sentir que me hacía cargo de su ansiedad y confusión, pero durante un tiempo
prolongado apenas se producían cambios. Es posible que esta valoración la hiciera
desde la captación de la fuerza de su deseo de mantener una relación fusional narcisista.
Esto, probablemente, promovía interpretaciones en que de alguna forma le cuestionaba
sobre sus continuos asentimientos y acuerdos conmigo, lo que aumentaba la ansiedad
de la paciente. Esto me hizo pensar que aún necesitaba este tipo de relación y que las
interpretaciones en esa dirección podían provocar una ruptura precoz de la idealización.
Tomé esto como base para hablarle de cómo este modo de relación era la base de su
seguridad, en el análisis y otras relaciones, y cómo le asustaba la posibilidad de
quedarse sola si no había un "ajuste perfecto" entre ella y yo, y respecto a otras
relaciones.
Es posible que una percepción diferente por parte de la Sra. X hiciera que pasado
un tiempo apareciera cierta curiosidad por características de la analista como persona.
Poco a poco, esto desembocó en la necesidad de saber qué había en la mente de la
analista en cada momento como una forma básica de relación. Se daban incipientes
movimientos de diferenciación de su self, de valoración de sí misma, de aceptación de
limitaciones personales y de la analista, pero esto le resultaba insoportable y se produjo
un movimiento regresivo y una importante crisis depresiva. Parecía que los aspectos
psicóticos emergían como defensa al debilitarse los aspectos narcisistas (Coderch, 1991).
Aparecieron celos delirantes con el marido en relación a figuras valoradas por
este. Cuando tomó conciencia de que atendía a otras personas, aparecieron no solo
celos, también la idea de que esos "otros" podían conseguir seducirme hasta el punto de
abandonarla a ella. En ese momento sentía dependencia de un objeto que no cumplía
sus expectativas, al que no podía mover a su antojo, y le resultaba costoso aceptarme
como persona con limitaciones. Cuando interpretaba los celos en la relación
transferencial y en relación al marido, lo negaba (son convicciones delirantes), pero se
daban algunos movimientos: veía a su amante a las horas de las sesiones, el marido y yo
éramos los abandonados y engañados. Llegaba con retraso, se ausentaba, luego le
costaba volver y se le hacía muy difícil la recuperación de la relación, volvía con miedo a
que yo la echara, o con la convicción de que había ocupado su hora con otro paciente.
No le tranquilizaba comprobar que su marido y yo no la engañábamos ni
abandonábamos, porque esa realidad desmentía la omnipotencia de su pensamiento y
de su intuición paranoide. La separación era para ella la constatación de que ni era la
única, ni la paciente ideal, ni yo para ella el objeto ideal. Interpretar en la transferencia
la relación entre cómo vivía mi ausencia y su necesidad de estar con su amante a la hora
de la sesión, o cuando salía de ella, ya no era sistemáticamente negado, podía pensarlo y
entenderlo. Pude hablarle de su hostilidad hacia todo aquel que no cumplía sus
expectativas. Recuperaba recuerdos de episodios de celos intensos experimentados en
distintas épocas de su vida con distintas personas y la manera de calmarlos buscándose
figuras sustitutas.
Es en estos momentos cuando puede pensar y verbalizar que el amante había
tomado distancia, hecho que era evidente hacía tiempo pero que trataba de negar a toda
costa; tenía la convicción de que toda la vida la estaría esperando y que sus
pensamientos estarían siempre dedicados a ella. Esta circunstancia le provocó un
sentimiento de humillación y débiles críticas hacia él. Los autorreproches eran menos
intensos y expresaba sentimientos de tristeza, de pérdida y de despedida. Se aproximaba
un poco más al marido, con el que aún tenía intensos episodios de celos. También se
empezaba a preguntar si todavía necesitaba el tratamiento.
Me gustaría destacar algunos elementos en esta paciente: La Sra. X vivía
relaciones simbióticas de carácter binario con figuras que representaban sus relaciones
tempranas. La identificación primaria se expresaba como estado de fusión con sus
primeros vínculos, con sentimientos de omnipotencia. Era una relación objetal de gran
indiferenciación. Es posible que imágenes tempranas (fantasías de fusión de A. Reich)
hubieran quedado fijadas sin poder formar ideales propios, con sentimientos arcaicos y
un tipo de idealización primitiva en que no existía el tercero. Al principio se instauró
una transferencia idealizada materna cargada de admiración, como forma de negar
cargas libidinales de todo signo y las ansiedades inherentes a ellas. En esta etapa el
amante y la analista representaban a la madre idealizada e incondicional (transferencia
materna). Luego su relación con el amante cumplía la función de engaño a la analista-
padre que representaba las limitaciones de la realidad (transferencia paterna).
El self infantil (Rosenfeld, Ahumada) era vivido en la transferencia a través del
deseo de ser admirada con todos los atributos posibles de la bondad. Era el deseo de
convertirse en objeto ideal del objeto para así ser permanentemente idealizada y
engrandecida. Son dos movimientos que recíprocamente forman un tipo de
indiferenciación self-objeto que puede estructurar una relación con una fuerte alianza
colusiva. En la absoluta dependencia del objeto ideal, este invade la personalidad
empobreciendo al yo y reprimiendo todo deseo placentero, todo deseo de desarrollo
satisfactorio.
Resumiendo, se trata de una personalidad narcisista cuya vida psíquica parece
estar sustentada sobre la base de los mecanismos de idealización y escisión profunda
con una identificación proyectiva muy intensa. Las funciones primarias que la
idealización transferencial cumplía era evitar el investimiento de sentimientos
afectuosos porque implicaba sentir la dependencia del objeto. Más tarde, evitar
sentimientos de vulnerabilidad y desamparo que aparecieron al experimentar esos
sentimientos afectuosos y de dependencia, y posteriormente los sentimientos
displacenteros o negativos que aquella generaba. Para que esto se hiciera posible fue
necesario un costoso trabajo de comprensión de los distintos elementos de la
transferencia idealizada e inevitable, una regresión con la emergencia de aspectos
psicóticos contra el derrumbe del mundo narcisista.

3.3. La Señora Y: Una reconstrucción de objetos internos sólidos a través de la


idealización y mantenimiento de esta por la segregación de la transferencia erotizada
y negativa

Mujer que consulta debido a la intensa ansiedad que inunda su vida, el fuerte
sentimiento de culpa respecto a su familia y la insatisfacción y empobrecimiento en
todas las áreas de su vida. Poco antes de venir había sufrido una aguda crisis de angustia
a causa de la separación de un grupo de amigos al que estaba fuertemente unida que le
causa intensas vivencias de decepción y pérdida.
Comienza el análisis con motivación, entusiasmo y necesidad. Aunque narra
situaciones concretas de su vida laboral y con amigos, el tema central es la insatisfecha
relación con sus padres y hermanos, sobre los que tenía unas expectativas irreales. Era
llamativo que no percibiera las evidentes alteraciones psíquicas y limitaciones de
algunos familiares. Esperaba obtener el afecto de su familia adhiriéndose a ellos incluso
en situaciones que la perjudicaban (por ejemplo ciertas alianzas encubridoras) y la
hacían sufrir mucho. Aparece el mecanismo de la negación (desmentida) con una
cualidad tal y unas ramificaciones psicopatológicas que no podré alcanzar a entender
hasta bien avanzado el tratamiento. Pero también aparece con cierta claridad como el
engranaje del sistema defensivo de esta mujer la había protegido de enfermar
gravemente.
En los tres primeros años de análisis hubo una buena evolución y un trabajo
elaborativo satisfactorio. En este tiempo la paciente ascendió profesionalmente, tuvo
una relación de pareja y logró cierta independencia de su familia de origen sin sentir
una culpa torturante. Este trabajo lo desarrollamos sobre la base de una confianza en el
análisis sustentada sobre una transferencia básicamente idealizada, con elementos de
transferencia positiva. Expresaba una valoración y afecto intenso hacia la analista como
persona y hacia el trabajo terapéutico.
Lo que me pareció un proceso natural de un principio de análisis se hacía
persistente con caracteres especiales. Observaba la existencia de puntos ciegos relativos
a la ausencia de sentimientos displacenteros en relación al análisis y a la negación de la
realidad de unos padres con limitaciones graves. Tampoco experimentaba malestar,
rabia o sentimientos similares fuera de las sesiones. No existían personas, lugares o
cosas en las que proyectar este tipo de sentimientos, todo y todos eran buenos a pesar de
que ella sufría mucho. Me preguntaba cómo operaba el mecanismo de la proyección.
Pensé que habría un nivel más profundo de escisión puesto en marcha a través de este
tipo de idealización transferencial que tenía los objetivos de que yo entrara en la
sintonía de evitar todo displacer y tener una relación libre de conflicto.
Se empezaba a dar un efecto paradojal, y mis impresiones eran asintónicas a la
claridad, el alivio y la calma que decía experimentar la paciente. Sus sentimientos de
satisfacción y claridad entraban en oposición con los míos de dudas e incomodidad.
A veces se quedaba fijada a una especie de impacto visual que recibía en el
encuentro conmigo al llegar a la sesión; otras respondía a la interpretación quedándose
adherida a una palabra o a la imagen visual que le suscitaba. Percibía sus asentimientos
y alabanzas como la expresión de fantasías aplacatorias y de seducción. Intuía que era
una forma de escenificar en la transferencia el vínculo primitivo con una madre que
había necesitado a su hija como calmante en sus descargas incontroladas de
necesidades, miedos y ansiedades psicóticas y que había creado una estrecha relación de
mutua dependencia adhesiva con aspectos erotizados. Quizás proyectaba en el análisis
esa identificación masiva con la madre.
Al interpretarle las fantasías inconscientes erotizadas que expresaba como una
forma de enamoramiento y cómo esto le impedía pensar por ella misma, la paciente se
angustiaba, aparecían más silencios, menos asentimientos, pero permitía una apertura.
Estas fantasías inconscientes erotizadas estaban estrechamente unidas al deseo de
revivir momentáneamente un estado de fusión sin necesidades ni conflictos, segregando
cualquier aspecto displacentero; proyectando en la analista los ideales de amor, ternura
y belleza. Esta relación colusiva madre-hija contra la diferenciación, la separación y el
crecimiento que la paciente revivía en el análisis, no pudo ser modificada hasta que no
interpreté la transferencia erotizada.
Con la elaboración de los aspectos señalados se hacía consciente de su avidez y
del temor a que la expresión de sus deseos implicara hacer daño a las personas
queridas, aspectos que enlazamos con su miedo a expresar desacuerdos, protestas u
hostilidad, todo lo cual permanecía latente a la idealización. No podía expresar malestar
o enfado por temor a herirme, lo que implicaba una analista vulnerable que no lo
toleraría. Se permitía decir que a veces no se sentía entendida por mí, lo cual expresaba
que estaba más cerca de la realidad. Una ayuda inestimable para este trabajo la
proporcionaron los contenidos y escenarios de los sueños de esta época. Los frecuentes
sueños de paisajes idílicos de los primeros años iban dando paso a otro tipo de sueño.
Eran sueños de violencia: agresiones con puñaladas entre chicos delincuentes,
homosexuales o drogadictos y agresiones verbales contra los hermanos.
A lo largo de los siguientes años de análisis observé lo importante que para ella
era lo que denominaba como "poner a sus padres en su sitio", que implicaba entre otras
cosas no esperar de ellos ni siquiera algunas cosas elementales que estos no podían
darle. Le resultaba especialmente dolorosa la desidealización de su padre.
Paralelamente la transferencia era menos masiva, menos idealizada y se acercaba a las
limitaciones de la analista y del tratamiento.
Querría sintetizar ahora algunos aspectos significativos sobre la Sra. Y. Esta vivió
experiencias traumáticas y unas primeras relaciones de objeto indiscriminadas y
confusionales, con una madre psicótica y un padre con graves alteraciones psíquicas.
Una madre intrusiva y absorbente para la que su hija fue "un calmante". Esto
determinaba en gran parte la instauración de un tipo de transferencia idealizada muy
"saturada" emocionalmente (que en algunos momentos tenía caracteres de
transferencia psicótica) como medio para la construcción de objetos internos sólidos,
confiables y a los que no hubiera que aplacar o seducir. También como forma
inconsciente de encubrir la transferencia erotizada y los sentimientos negativos que
permanecían negados. Fue el camino posible que pudo recorrer en este análisis para
poder elaborar tanta confusión.
Otro aspecto destacable era la gran cantidad de energía que la paciente tenía que
emplear para seguir sobreestimando a todos los objetos como forma de asegurarse el
afecto de estos y conjurar los peligros ya señalados. Con esta paciente tenía a veces la
impresión de que el análisis era toda su vida o que el análisis "reemplazaba" la vida.

3.4. La Señora Z: La idealización espiritualizada y el temor al contacto, el


conocimiento y la realidad

Unas breves pinceladas sobre la Sra. Z para ilustrar una cualidad transferencial
diferente a las otras dos pacientes. Esta consulta a causa de crisis de angustia y diversas
somatizaciones gástricas, sobre todo digestivas, con dificultades para ingerir alimento.
Le cuesta realizar su trabajo en el que hasta ahora se había desempeñado bien. Le han
contado que cuando era bebé no comía, siempre estaba dormida y había que despertarla
para comer. Tiene una vida afectiva y social escasa y empobrecida. Lo que la liga a la
vida es el trabajo y su vínculo amoroso con dos hombres, aunque con ambos la relación
es bastante superficial y poco comprometida. Uno es sensato, cariñoso, la cuida y
cuando le pide más compromiso la paciente se siente atosigada pero mantiene la
relación. El otro es una especie de Don Juan que no la trata bien y hacia el que siente a
veces algo de deseo. Presenta rasgos anoréxicos, depresivos y fóbicos, sobre todo
ansiedades claustrofóbicas.
Describía a su madre con veneración, como si de la Virgen se tratara. Tenía esta
una presencia muy relevante en el núcleo familiar, era valorada como una “gran madre”
que se ocupaba de todos, una familia numerosa ampliada a abuelos y tíos donde le
resultó difícil encontrar un lugar. Esta idealización se intensificó con la muerte de esta
cuando la paciente estaba en la veintena.
Una de las mayores dificultades en el análisis fueron sus largos silencios, sobre
todo al inicio de la sesión. Esperaba que yo le hablara sin tener ella que decir nada, lo
que implicaba una expectativa mágica sobre la analista. Creía que yo podía imaginar lo
que le pasaba y sentía. Así, si yo iba probando, hablándole de lo que yo pensaba, seguro
que "acertaba" sobre sus pensamientos y sentimientos. De esta forma estaría en activo
mi asociación libre instalándose ella en una pasividad que abandonaba al yo hablarle. Es
decir, el que yo le hablara la "despertaba" y estimulaba hasta que de nuevo se sumía en
el silencio. Otras veces era suficiente que yo hiciera un breve comentario después del
silencio inicial para poder hablar durante toda la sesión. También faltaba a las sesiones
días seguidos sin avisar con el deseo de que la telefoneara. Necesitaba a una analista que
lo hiciera todo, sobre todo que la estimulara para comer la comida que ella no parecía
necesitar, o no podía pedir pero que luego valoraba, se comía con ganas, pero que
utilizaba limitadamente.
Desarrollaba un tipo de transferencia idealizada cuya movilidad fue muy costosa
porque, al reeditar en el análisis elementos de la madre interna, creo que también me
transfirió aspectos muertos. La situación generaba en mí distintas respuestas: una era
adoptar una actitud activa de ayudarla diciéndole lo que entendía estaba pasando,
tratando de conseguir un equilibrio entre ayudarla a conectarse hablándole y esperar a
que ella pudiera hacerlo. Ella manifestaba entonces cierto alivio y valoración de mi
paciencia y mis conocimientos al tiempo que se lamentaba de no poder utilizarlos. Esta
actitud por mi parte era la más frecuente, repitiéndose las situaciones en que la paciente
sobrevaloraba lo que supuestamente yo podía darle pero a ella le costaba tanto pedir.
Otra respuesta era de esperar más, pero entonces ella no podía hablar y algunos largos
silencios parecían "silencios de muerte" (Miranda, 1996). Tenía la sensación de que la
Sra. Z parecía idealizar el silencio, el ayuno y la muerte, lo cual me generaba
sentimientos contratransferenciales de desesperanza y desmotivación. Me resultaba
incompleta la explicación de la proyección de estos sentimientos en la analista y me
preguntaba si no habría elementos de transferencia perversa.
Empecé a utilizar estas impresiones contratransferenciales y a hablarle de ello.
Pudimos ir aclarando aspectos de varios duelos muy importantes no elaborados en su
juventud, hecho que quizás contribuyó a fijar los rasgos melancólicos que mostraba.
Este tipo de fijación a los objetos perdidos le impedía relacionarse satisfactoriamente
con los objetos vivos y presentes. Comenzó a valorar con cautela fóbica los aspectos
afectuosos y cuidadores de algunos familiares y venía al análisis un poco mas motivada.
Pero se le activaban ansiedades claustrofóbicas y expresaba miedo a depender de la
analista, y que el análisis fuera para toda la vida, quedando atrapada en esta relación.
Resumiendo algunas características de la señora Z, podría decir que presenta
áreas primitivas y regresivas de la personalidad, que la idealización es una defensa
estructurada usada como refugio psíquico para evitar el contacto afectivo, la necesidad
de este y el sufrimiento que estos sentimientos le produjeron tempranamente. Una
característica particular de esta paciente es que parece poner en latencia gran parte de
sus impulsos, deseos y necesidades, lo que produce un tipo de transferencia idealizada
que se presenta carente de afecto y que hizo especialmente difícil el tratamiento.
Desde luego la “sombra del objeto perdido” cayó sobre ella invadiendo su mundo
interno en distintos sentidos. La madre, probablemente modelo de identificaciones
primarias no evolucionadas, se constituyó en un ideal del yo inalcanzable que bloqueó
su desarrollo y que en ocasiones aparecía fundido con un superyó muy exigente. La Sra.
Z "santificaba" a la madre, hacia la que sentía un "enamoramiento limpio". Esta
encarnaba la belleza y era la fuente de todos los atributos elevados. Ciertamente negaba
sentimientos hostiles hacia su madre, la sexualidad de esta y el valor de la presencia del
padre, pero la constitución de pautas relacionales similares en el análisis ofreció la
posibilidad de entender el profundo dolor que le producía la conciencia de sus
sentimientos de soledad y vacío ante una madre muy ocupada en cuidar a tantos hijos y
familiares y luego perdida realmente con su muerte. Siempre la sintió ausente, lo que
pudo facilitarle la construcción de un objeto "irreal" para sobrevivir.
Un elemento que ayudó mucho en el análisis fue su doble relación de pareja, ya
que a través de ella expresó una cierta oscilación transferencial materna y paterna que
pudimos ir entendiendo a través de lo que proyectaba escindidamente en estos dos
hombres. Esta escisión, que aparece simplificando en la realidad externa la complejidad
del mundo interno de la paciente, fue muy útil como ayuda para la discriminación y
diferenciación.

3.5. Especificidad y correlaciones en los tres análisis

Me parece útil para los objetivos del trabajo hacer la comparación de algunos elementos
en las tres pacientes. Las he elegido porque cada una de ellas representa dentro de este
tipo de idealización una gradación y cualidad diferente. Señalaré en primer lugar que en
los casos X y Z el objeto idealizado era la madre mientras que los padres aparecían
notablemente devaluados. Ambas habían sido bebés pasivos con dificultades en la
alimentación. Las señoras X y Z presentaban un tipo de transferencia que evidenciaba
alteraciones en las identificaciones primarias: en el caso X con una modalidad narcisista
que implicaba idealización del objeto y de sí misma, con el deseo de ser la paciente ideal
y no tanto que la aceptara sino que la admirara, y en el caso Z con una modalidad
melancólica que implicaba idealización del objeto y desvalorización de sí misma.
Cuando el objeto idealizado no cumplía los requerimientos, los retrasos, las ausencias y
los silencios se hacían muy frecuentes, proyectando ambas pacientes en la analista la
necesidad, la preocupación y el sufrimiento que para ellas representaba el abandono. La
Sra. X se quedaba con su amante a la hora de la sesión, alguien que en sus propias
palabras "la adoraba" y la convertía en su musa. La Sra. Z se quedaba en su refugio
autista protector sin venir a la sesión ni avisar días seguidos.
En ambas, lo negativo estaba proyectado persistentemente en las figuras paternas
y sus sustitutos, las dos tenían relaciones amorosas con dos hombres al mismo tiempo,
esto les proporcionaba en la realidad externa la posibilidad de mantener la escisión
dentro de su mundo interno. Para ambas la analista representaba un modelo de
identificación femenina materna inalcanzable, delegando en ella su ideal del yo y
haciéndola portavoz de él. Esto implica ser también representante de exigencias
superyoicas. También coincidían en el carácter de las escisiones, expresadas en parte
por una relación de pareja duplicada en la que había una relación complementaria entre
la posposición o represión de la pulsión erótica, las actitudes pasivas y sumisas y la
idealización. En X la carga de la idealización está regida por la admiración y el deseo de
ser admirada; aunque con una modalidad narcisista, tiene interés en sus hijos, marido y
amante, así como por los cuidados y aspectos estéticos de su imagen. En Z, su interés
por sí misma y los demás es muy débil, hay una clase de deslibidinización cercana a un
estado de "mínimo vital objetal y afectivo" (Green).
Con la Sra. Y fue posible la integración de muy diversos aspectos disociados de su
vida psíquica y un trabajo de elaboración más fértil y creativo, con cambios importantes.
Presentaba una patología menos severa, la relación analítica estaba "cargada" de
aspectos libidinales, y tenía una buena capacidad de reparación y sublimatoria. Los
aspectos vitales de esta paciente quedaron patentes en el interés y motivación en el
análisis. Pero también implicó especiales dificultades contratransferenciales, ya que la
carga emocional de la paciente era a veces desbordante. Pudo proyectar en la analista
aspectos de transferencia materna y paterna con posibilidades de elaboración más
natural de aspectos de transferencia erotizada y negativa, tarea para la que fueron de
gran ayuda sus sueños. Por otro lado no parecía presentar escisiones profundas y aún
presentando mecanismos primitivos también disponía de otros más evolucionados
como los represivos. Fue interesante observar en esta paciente cómo su variado y
complejo sistema de mecanismos de defensa había funcionado como “dique” que la
había protegido de un derrumbe psicótico. Gracias a la movilidad y plasticidad de su
sistema defensivo y su “pulsión de vida” (a pesar de sus múltiples vivencias
traumáticas), fue posible ayudarla.

4. Conclusiones

Desearía haber conseguido reflejar la importancia que concedo a la relación genuina de


cada pareja analítica y la necesidad de seguir investigando sobre las distintas
modalidades transferenciales específicas, así como las correlaciones observadas entre
ellas. No cabe duda de que el concepto de transferencia ha evolucionado notablemente
desde Freud y que las valiosas elaboraciones sobre el tema han permitido ampliar y
profundizar su desarrollo. Me parece necesario seguir profundizando en las diversas y
ricas cualidades transferenciales que cada día se nos presentan en la clínica.
Si en este momento retomamos mi hipótesis inicial, no estoy segura de haber
probado lo que afirmaba. Pienso que lo importante es haber podido observar
detenidamente estas cuestiones y si acaso haber aportado algunas vías para seguir
investigando. Me parece que he podido mostrar los siguientes aspectos:
1. Que se dan en la clínica un tipo de transferencias idealizadas persistentes en el
tiempo y bastante masivas en cuanto a la cualidad e intensidad. Estas se diferencian de
las transferencias idealizadas en que, aunque también sean persistentes e intensas,
tienen una mayor movilidad en el sentido de que alternan y conviven con otras muchas
cualidades transferenciales.
2. La transferencia idealizada es la modalidad relacional posible y necesaria
durante un tiempo prolongado del tratamiento, expresa una realidad evolutiva,
madurativa y resistencial.
3. Que este tipo de transferencias tienen su origen localizado en modelos de
relación objetal fijados en etapas tempranas, que tienen el carácter de idealizaciones
primitivas, y sus causas, a mi parecer, podrían ser: a) confusiones en las identificaciones
primarias respecto a ambas figuras parentales; b) una precoz y alterada mezcla de las
funciones correspondientes al superyó e ideal del yo; c) unas figuras parentales con
insuficiente capacidad de contención, empatía y reverie; d) dificultades en la formación
de ideales propios, de un self cohesionado y de una identidad sólida; y e) como
consecuencia de todo lo anterior, un alto nivel de ansiedades confusionales y
catastróficas, para las que las escisiones primarias no funcionan adecuadamente con su
objetivo de ordenar percepciones, sensaciones y experiencia para más tarde establecer
diferenciaciones.
4. Estas vicisitudes analíticas transferenciales pueden darse en pacientes con
personalidad neurótica, psicótica, narcisista o borderline. Aunque el origen de la
patología de estos pacientes radique en un defecto estructural, no creo que esto lleve
implícito que deban ser entendidos solo en base a déficits psíquicos, sino también en
base a conflictos psíquicos. Aún incluyéndolos dentro de la patología del defecto, no me
parecen contrapuestos ni incompatibles el modelo del déficit y el modelo del conflicto
(Adroer y Coderch, 1991).
5. Los diversos modos de expresión de estas idealizaciones tienen su especificidad
tanto en la carga o no carga de afectos como en los contenidos de las representaciones
de las fantasías inconscientes. En este sentido he descrito una gradación desde
idealizaciones con gran carga de afecto hasta otras casi deslibidinizadas. A veces, estas
transferencias producen tensiones contratransferenciales causadas: a) por su masividad
y univocidad; b) por tratarse de idealizaciones primitivas; y c) por ir aparejadas a
escisiones profundas, o bien al contrario, no ponerse en marcha la función primaria de
la escisión. Lo primero implica la presencia de fuertes ansiedades esquizoparanoides y
lo segundo de las confusionales y catastróficas.
6. Si interpretamos predominantemente la vertiente resistencial, no parecen
modificarse, o pueden hacerse más persistentes. Es importante tener en cuenta e
interpretar los conflictos y las resistencias, así como el uso de la idealización del analista
como objeto soporte que ayuda a conseguir o afirmar la propia identidad.
7. Aunque estas transferencias aparecen también en varones, sin embargo las he
observado con mayor frecuencia e intensidad en mujeres. Con independencia de que
cualquier tipo de transferencia pueda desarrollarse en cualquiera de las cuatro diadas
analíticas posibles, me parece que el sexo de la diada paciente - analista puede ser
determinante en algunos casos. En los casos expuestos podría ser que el sexo mujer en
ambos miembros de la pareja analítica haya podido favorecer la transferencia materna o
determinadas constelaciones arcaicas de relación de objeto.
Finalmente mencionar ciertos elementos y conexiones aparecidas en el camino,
así como algunos interrogantes abiertos sobre el tema, todo lo cual me mantiene el
interés por seguir investigando sobre estas cuestiones. Cito como ejemplos: la relación
de este tipo de transferencias con la presencia de rasgos masoquistas; la interrogante
sobre si es pertinente o no insistir en la diferenciación de las funciones propias del ideal
del yo y superyó y las vicisitudes que acontecen entre ellas en las primeras etapas del
desarrollo; la necesidad de evaluar la importancia del sexo de la díada analista paciente
y su relación en este caso con las transferencias maternas o arcaicas; la importancia de
estar atentos a los riesgos de empatismo (Bolognini, 1997), maternajes, colusiones y
rupturas prematuras de la idealización con sus correspondientes consecuencias de
análisis interminables, impasses o interrupciones.
Para concluir, querría comentar que también me parece necesario reflexionar
sobre la propia naturaleza del setting como creador de idealizaciones; sobre como a
veces el ideal analítico (J. Beá, 1974) del analista (insights, metas analíticas, objetivos
terapéuticos) puede estar sobredimensionado; sobre el poder del analista y sus
interpretaciones, y sobre la idealización del Psicoanálisis y las instituciones analíticas.
Creo que a través de la relación con nuestros analistas, supervisores, directores de
seminarios y con la institución (objetivos, jerarquías, movimientos intragrupales)
vivimos un proceso en que los ideales analíticos tienen para nosotros un papel
organizador, de cohesión y apoyo a nuestra identidad psicoanalítica. Me parece que si
cada analista puede hacer una elaboración personal de las teorías y de los objetivos
institucionales, las diferentes identidades genuinas dentro del grupo mantienen los
ideales e ilusiones. Mientras que demasiada homogeneidad, liderazgos excesivos y
resistencia a nuevos aportes limitarían de manera importante esos objetivos
fomentando la idealización: “Los ideales son esenciales para preservar el pasado y como
guía para el porvenir. Sin embargo, las idealizaciones que a menudo se desarrollan como
respuestas a los nuevos descubrimientos e innovaciones, pueden llevar a un
aferramiento defensivo al pasado, al igual que a adoptar con excesivo entusiasmo las
nuevas ideas. Estas dos formas de idealización pueden servir como poderosas
resistencias al cambio creativo y constructivo.” (Simons, 1990).

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Resumen

En este trabajo se estudian distintas modalidades de expresión de la transferencia


idealizada, así como sus funciones en el proceso psicoanalítico. Se trata de
transferencias idealizadas persistentes y masivas, de las vicisitudes y dificultades para
su transformación, así como de las implicaciones contratransferenciales. Se parte de la
hipótesis de que este tipo de transferencias es para algunos pacientes el vínculo nuclear
mediante el que elaboran sus conflictos y patología. Son observadas por tanto en una
doble vertiente: resistencial y madurativa, regresiva y de progreso.
Se hace un breve estudio comentado de los desarrollos psicoanalíticos básicos
sobre el ideal del yo, la idealización y la transferencia idealizada. Las ideas expuestas se
ilustran con las observaciones clínicas del tratamiento de tres mujeres; se describen las
diferencias cualitativas de distintas modalidades de idealización, así como las
correlaciones entre los tres análisis.
La autora expone algunas conclusiones sobre las causas y origen de este tipo de
idealizaciones, sobre su relación con las identificaciones primarias y la escisión y sobre
la importancia de la formación de ideales propios diferenciados del superyó. Finalmente
plantea algunos cuestionamientos entre los que destaca el interrogante acerca de sí es
determinante o no el género en la diada paciente-analista en el tema investigado.

Palabras clave: transferencia idealizada, idealización, ideales del yo, ideales del
superyó, identificación primaria.

Abstract

In this paper different modalities of Idealized Transference expression as well as its


functions in the psychoanalytical process are studied. It’s about persistent and massive
idealized transference, the difficulties for its transformation as well as the
countertransferential implications. The author begins with the hypothesis that this type
of transference is for some patients the nuclear link by which they elaborate there
conflicts and pathology. So they are observed in a double vertex resistance and
maturative, regressive and of progression.
A brief commented study of the basic psychoanalytical developments about the
ego ideal, idealization and idealized transference is presented. The stated ideas are
illustrated with the clinical observations of the treatment of three women, the
qualitative differences of the different modalities of idealization as well as the
correlations between the three analyses.
The author states some conclusions about the causes and origins of this type of
idealization, about its relation with primary identification and splitting and the
importance of the formation of ego ideals differentiated from the ones of the superego.
Finally she considers some questions such as if the patient- analyst pair gender is
determent or not in the studied subject.

Key words: idealized transference, idealization, ideals of the ego, superego ideals,
primary identification.

Mª del Valle Laguna Barnes


Picóloga Clínica, psicoterapeuta
Psicoanalista con funciones didácticas de la SEP y la IPA
lagunabarnes@mvlb.e.telefonica.net

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