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El despotismo ilustrado
Se conoce como despotismo ilustrado a una variante del Absolutismo monárquico
que caracterizó la segunda mitad del siglo XVIII. Fue el intento de las monarquías de
conseguir el progreso de su nación aplicando algunas fórmulas de la teoría política de
la Ilustración, y generalmente dejando la dirección de la administración a un primer
ministro o ministerio ilustrado.
Hacia mediados del siglo XVIII, varios monarcas encontraron atractivos puntos de vista
en la Ilustración e intentaron reformas que en apariencia encajaban en esa filosofía, ya
que
si bien quería liberar e instruir al hombre, admitía el poder fuerte en los grandes
Estados precisamente al servicio de la libertad. Los reyes sabían que algunos aspectos
de la filosofía podían ser útiles a su sistema y rechazaban el resto.
Es importante destacar que las reformas emprendidas por los déspotas ilustrados
estaban subordinadas a una “razón de Estado”, es decir, aquella que permitiera hacer
más eficiente la administración sin tomar en cuenta las ideas políticas de los ilustrados
que pusieran en riesgo los fundamentos del orden aristocrático-cortesano.
Por lo tanto, la opinión de los súbditos era lo que menos importaba, esto se resumía
en la frase “El soberano debe ver, pensar y actuar por toda la comunidad” que emitida
por Federico II, rey de Prusia se conoce más como “Todo para el pueblo, pero sin el
pueblo”. Los representantes del Despotismo Ilustrado más destacados fueron Federico
II de Prusia, Catalina la Grande de Rusia, José II de Austria y Carlos III de España.