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“todo para el pueblo pero sin el pueblo”

El despotismo ilustrado
Se conoce como despotismo ilustrado a una variante del Absolutismo monárquico
que caracterizó la segunda mitad del siglo XVIII. Fue el  intento de las monarquías de
conseguir el progreso de su nación aplicando algunas fórmulas de la teoría política de
la Ilustración, y generalmente dejando la dirección de la administración a un primer
ministro o ministerio ilustrado.

Aunque eran críticos y combativos, los filósofos ilustrados no proponían abiertamente


cambios revolucionarios políticos ni sociales. Creían más bien en cambios pacíficos
orientados desde las élites gobernantes sin transmitir el poder a las masas; inclusive
Voltaire opinaba que un Despotismo Ilustrado era lo correcto para aplicar las reformas
ilustradas.

Hacia mediados del siglo XVIII, varios monarcas encontraron atractivos puntos de vista
en la Ilustración e intentaron reformas que en apariencia encajaban en esa filosofía, ya
que

si bien quería liberar e instruir al hombre, admitía el poder fuerte en los grandes
Estados precisamente al servicio de la libertad. Los reyes sabían que algunos aspectos
de la filosofía podían ser útiles a su sistema y rechazaban el resto.

Los reyes déspotas aprovecharon el progreso de la idea de Estado, ya que ampliaba


sus fronteras al extender la enseñanza para imponer como un deber la obediencia y
fidelidad a este Estado. Continuaron la lucha contra la aristocracia y los cuerpos
constituidos, por ejemplo, los jesuitas; liberaron al hombre para someterlo al Estado y
promulgaron la tolerancia religiosa quitándose el obstáculo papal y de corporaciones
religiosas.

Un pensador y economista, Francisco Quesnay, planteó los principios de la escuela


económica fisiócrata en La Enciclopedia, con argumentaciones que apoyaban al
Despotismo Ilustrado, mostrando que no se debía impedir el control y las constantes
intervenciones del Estado en la economía, ya que gracias a eso se propagaban nuevos
cultivos, la agricultura enriquecía a la nación a partir de la producción y el consumo en
ciclos anuales. Con la agricultura y sin clases ociosas, se ampliarían las explotaciones
mineras y manufacturas estatales y se protegería arancelariamente a la producción
nacional, orientada en parte por las necesidades del ejército al servicio de la nación.

Es importante destacar que las reformas emprendidas por los déspotas ilustrados
estaban subordinadas a una “razón de Estado”, es decir, aquella que permitiera hacer
más eficiente la administración sin tomar en cuenta las ideas políticas de los ilustrados
que pusieran en riesgo los fundamentos del orden aristocrático-cortesano.
Por lo tanto, la opinión de los súbditos era lo que menos importaba, esto se resumía
en la frase “El soberano debe ver, pensar y actuar por toda la comunidad” que emitida
por Federico II, rey de Prusia se conoce más como “Todo para el pueblo, pero sin el
pueblo”. Los representantes del Despotismo Ilustrado más destacados fueron Federico
II de Prusia, Catalina la Grande de Rusia, José II de Austria y Carlos III de España.

Las ideas ilustradas plasmadas en la Enciclopedia minaron el Estado absolutista y el


sistema en evolución que lo sustituía, mejor conocido como Despotismo Ilustrado, al
plantear el regreso al pacto social: la democracia.

Los pensadores de la Ilustración aplicaron y popularizaron a partir de


la Enciclopedia una forma racional, seglar y reformista del pensamiento que socavó
las bases intelectuales del Antiguo régimen Absolutista-Despótico. Estos pensadores
ilustrados sentaron las bases intelectuales de las revoluciones que se desataron en
Europa y América desde el último cuarto del siglo XVIII hasta el siglo XIX. Además, su
forma de pensar y las ideas que formularon constituyen el núcleo intelectual de la
ideología de la clase media liberal que ascendió en el siglo XIX y que es muy activa
desde el siglo XX.

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