Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
de dólares en 2018, producto de ocho años del aumento más grande, rápido y
generalizado en casi cinco décadas, y parte de un endeudamiento global que las expone
a una crisis de gravedad desconocida.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), la deuda total global (pública y privada,
incluyendo a economías desarrolladas) ascendía a fines de 2019 a un récord histórico de
USD 188 billones, equivalentes al 230 por ciento del PIB global.
El BM advirtió que los bajos niveles de tasas de interés actuales son una ventaja
pasajera que debe ser aprovechada con el fortalecimiento de políticas económicas que
reduzcan la vulnerabilidad ante un eventual giro brusco de la situación.
“La historia muestra que los grandes aumentos de deuda suelen coincidir con crisis
financieras en las economías en desarrollo, con un elevado costo para la población. Las
autoridades deberían actuar sin demora para reforzar la sostenibilidad de la deuda y
reducir la exposición a las perturbaciones económicas”, según Ceyla Pazarbasioglu,
directiva del Grupo Banco Mundial.
Cuatro oleadas
En los 90, se formó una segunda oleada, nuevamente por tasas de interés muy bajas,
hasta que todo estalló en 1997. Un conjunto economías de Asia (Indonesia, Malasia,
Corea del Sur y Tailandia), de veloz ascenso pero financieramente vulnerables, sintió el
impacto, se frenó de golpe y la devaluación de sus monedas afectó a todo el mundo
(desde Rusia a Brasil).
Una década más tarde fue el turno de las economías más desarrolladas, con la crisis de
las hipotecas subprime (de alto riesgo o basura), que hizo quebrar a entidades históricas
como Lehman Brothers y dio paso a la peor crisis global desde la Gran Depresión de los
30.
En promedio, esa relación deuda/PIB aumentó 7 por ciento por año: no sólo a un ritmo
tres veces más rápido que la acumulada en América Latina a finales de los 70 y
principio de los 80, sino con una una base muy amplia, que involucra tanto al sector
público como al privado, y en casi todas las regiones del mundo.
Según el Banco Mundial, esta última oleada difiere de las tres anteriores en diversos
aspectos: implica la acumulación simultánea de deuda tanto pública como privada, y la
presencia de nuevos tipos de acreedores, y no se limita a una o dos regiones.
Parte del incremento de la deuda ha sido impulsado por China, donde la relación entre
deuda/PIB creció hasta el 255 % desde 2010. Pero aún excluyendo a China, la deuda es
mucho más alta en países en desarrollo: entre las economías emergentes y en desarrollo,
duplica el nivel nominal de 2007.
Ese perfil de endeudamiento implica nuevos desafíos: el 50 % de la deuda pública de las
economías emergentes y en desarrollo está en manos de inversionistas no residentes,
muy por encima de 2010. Para los países de ingreso bajo, gran parte de esa deuda se
contrajo por fuera del marco de resolución del Club de París.
Recomendaciones
El fenómeno de las tasas de interés extraordinariamente bajas, que hoy mismo atenúa
las consecuencias inmediatas de la deuda global, se repite en todas las oleadas de
endeudamiento descritas por el estudio del BM.
Durante el último medio siglo estudiado, según el BM, la mitad de los 521 episodios de
rápido crecimiento de la deuda en las economías en desarrollo fue acompañada de crisis
financieras que debilitaron el ingreso per cápita y la inversión.
Ello requiere no sólo una gestión prudente de la deuda pública, sino también la firme
regulación y supervisión del sistema financiero, con apoyo de las corporaciones, lo cual
es pertinente en estos tiempos para las economías emergentes y en desarrollo, que
disfrutan de condiciones financieras favorables pero están muy endeudadas.
Así, aunque las tasas de interés mundiales históricamente bajas mitiguen las
preocupaciones sobre los shocks financieros, la deuda récord acumulada en la última
década aumenta las vulnerabilidades de los emergentes y en desarrollo.
En línea con este estudio, la directora del FMI, Kristalina Georgieva, ha resumido en
tres las iniciativas prioritarias para anticiparse a una crisis de deuda:
. asegurar que toda nueva deuda sea sostenible, con proyectos de inversión a tasas de
ganancia realistas.
. asegurar la transparencia en las prácticas de demanda y oferta de deuda fortaleciendo
las instituciones que registran, monitorean y reportan en materia de deuda.