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economía mundial?
Uno de los retos es incrementar la productividad de forma
sostenida a medio y largo plazo
05 de septiembre de 2016. 11:35hRaúl Salgado. Madrid.
La economía mundial crecerá este año a un ritmo del 3,1%, idéntico al del ejercicio pasado,
según las previsiones del FMI. ¿Por qué no avanza más? ¿Se han gripado los motores o se
ha acabado el combustible? Los países que crecían a buen ritmo han perdido velocidad y los
que deberían crecer más continúan estancados. Y es que el potencial de crecimiento
prácticamente se ha agotado. El ciclo actual se encuentra ante un techo, y falta una causa o
conjunto de causas que puedan romperlo.
En el grupo de países que han visto mermada su tasa de crecimiento se encuentran los
emergentes, con China a la cabeza –al haberla reducido a menos de la mitad desde 2007–.
También los productores y exportadores de materias primas, como Rusia o Brasil, que han
sufrido el desplome de los precios. Además, los efectos de la crisis financiera y la recesión
en Europa todavía pesan, de modo que la debilidad de los bancos y los elevados niveles de
deuda siguen haciendo mella. Por otra parte, la productividad total, que es el determinante del
crecimiento futuro, está empantanada debido a la pérdida de impulso del avance tecnológico.
Y el deterioro de las perspectivas conduce a más recortes del gasto y a un menor avance.
CAUSAS
Las causas de la actual flacidez van desde el exceso de ahorro mundial hasta la necesidad de
un ajuste en la economía china, obligada a cambiar de modelo. «China está haciendo su
reconversión industrial y del éxito de ella dependerá, en buena parte, su propio futuro y el
del resto de la economía global». El economista Juan Ignacio Crespo explica que el gigante
asiático es actualmente el principal exportador de deflación. De hecho, mientras que la
participación de la inversión china en el PIB no baje más de 15 puntos, esa inversión estará
expulsando la formación bruta de capital en el resto del mundo y debilitando a las demás
economías.
La cumbre del G20 comenzará con múltiples acuerdos sobre la mesa gracias a las reuniones
previas mantenidas entre sus miembros. Acuerdos sobre coordinación de políticas monetarias
y fiscales, y el desarrollo de otras que permitan el acceso al crecimiento a grupos de población
sobre los que parece que la globalización pasa de largo. Según fuentes consultadas, la
búsqueda de herramientas para que el crecimiento sea más inclusivo y trasversal sobre la
población debe estar en la agenda de todos los países.
DESAFÍOS
El mundo no crece más porque no puede. Y uno de los retos debería ser incrementar la
productividad de forma sostenida a medio y largo plazo. Aunque las políticas monetarias laxas
hagan las economías menos productivas, distorsione los precios y los tipos de interés y, por
ende, el valor del dinero, el G20 seguramente apueste por implementar más estímulos y por
avivar la demanda mediante un aumento del gasto público.
El Brexit preocupa. Y hay motivos para ello. Tanto cuantitativos, porque su impacto a medio y
largo plazo está aún por producirse, como cualitativos –por la falta de confianza en el proyecto
europeo que pueda generarse–. Asimismo, Carbó recuerda que los acuerdos de comercio que
habían creado grandes expectativas, como el TTIP, están muy tocados. Y «se espera que el
G20 reactive alguna esperanza en relanzar el comercio mundial».
La cita tiene por lema «Hacia una economía mundial innovadora, vigorosa, interconectada e
inclusiva». Sin embargo, el director de Estudios Financieros de Funcas opina que se trata de
un título retórico. Mantiene que la economía mundial está condicionada por un doble cambio
de paradigma económico: un nuevo modelo energético y un cambio en las relaciones
productivas y laborales inducido por la digitalización.
Si en 1929 Wall Street se desplomó tras unos felices años 20, en los que las bolsas
estadounidenses habían llegado a multiplicar por cinco su tamaño, en 2008 el banco Lehman
Brothers quebró después de especular con créditos «subprime» e hipotecas basura. Y en el
arranque de este año se llegó a vaticinar un nuevo cataclismo bursátil y otro descarrilamiento
de la economía. Los expertos alegaban que el pinchazo de la burbuja china salpicará al resto
del mundo, que la apreciación del dólar encarecerá la deuda contraída por muchos países,
que las condiciones financieras más restrictivas generarán vulnerabilidades en los mercados
emergentes y que la escalada de las actuales tensiones geopolíticas perturbará el comercio
mundial.
«Los principales retos pasan por encontrar un modelo de crecimiento global que permita
recuperar el papel fundamental de las economías desarrolladas». En especial, de la
estadounidense y de la europea. Al mismo tiempo, y en un orden más estructural, «las
economías del globo deben entender que no sólo el aumento del comercio y la globalización
suponen nuevos retos, sino el cambio tecnológico que esto conlleva e incentiva. Por ello,
tienen que plantearse compromisos sobre educación, investigación e innovación», apostilla
Hidalgo.
Más reformas
Los mercados laborales se recuperan de la crisis, pero el crecimiento de los salarios continúa
siendo deficiente debido a la pérdida de productividad. El deterioro en las industrias de la
manufactura y construcción llevó a trabajadores a reubicarse en el sector servicios, en donde
sus labores no coinciden con sus habilidades y se les paga menos, expone el
informe Perspectivas del Empleo de la OCDE 2016.
“El trabajo de restañar el mercado laboral sólo está a medias: de vuelta al trabajo, pero sin un
peso en el bolsillo. Se necesita una acción de política pública integral y ambiciosa para
reactivar el crecimiento de la productividad laboral, aumentar los salarios y reducir las
crecientes desigualdades del mercado laboral”, comentó Ángel Gurría, secretario general de
la OCDE, al presentar el informe en París, antes de la reunión de la próxima semana de los
ministros del Trabajo y Empleo del G20, en Pekín, China.
Al comparar el crecimiento de los salarios reales durante el periodo de 2000 a 2007, con el
periodo de 2008 a 2015, algunos otros países incluida la República Checa, Estonia, Letonia y
el Reino Unido experimentaron una brusca desaceleración.
En 2015 los salarios reales por hora en esos países estaban más de 25 por ciento por debajo
de lo que habrían estado si el crecimiento salarial hubiera continuado al ritmo observado
durante 2000-2007, y esa diferencia salarial rebasó 20 por ciento en Grecia, Hungría e Irlanda.
Aunque el desempleo se reducirá en la OCDE a 6.1 por ciento a finales de 2017, 39 millones
de personas seguirán desempleadas, 6.3 millones más que antes de la crisis, según estima el
organismo.