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Dentro de una tónica caracterizada por el incremento continuo de los flujos internacionales,
pueden identificarse distintas fases en las que la orientación de los fondos y la utilización de
uno u otro medio de financiación oscilaron sensiblemente:
En los primeros años de la postguerra, los países del Tercer Mundo, en proceso de
descolonización, recibieron inversión directa de Corporaciones Transnacionales para
controlar recursos y préstamos oficiales de organismos como el Banco Mundial, con un
enfoque de la Guerra Fría. Otros canales de financiación apenas se utilizaron debido a
la falta de interés de la banca privada y los altos costos financieros para los gobiernos
del Sur.
En la década de los 70, la Ayuda Oficial al Desarrollo ganó importancia tras la
negociación post-UNCTAD en 1970, comprometiendo a las naciones ricas a destinar el
0,7 % del PNB a países en desarrollo. Simultáneamente, el aumento de los precios del
petróleo llevó a las naciones del Sur a convertirse en clientes de la banca privada
internacional, recibiendo más de la mitad de los préstamos privados debido a su
crecimiento económico, abundancia de recursos y bajos intereses.
En 1982, la crisis de la deuda externa marcó un cambio en las finanzas internacionales.
La caída de los créditos privados coincidió con el aumento de préstamos oficiales de
emergencia, especialmente del FMI, para hacer frente a los pagos inmediatos de la
deuda. La Ayuda Oficial al Desarrollo recuperó protagonismo, y los inversores
prefirieron operaciones basadas en títulos. Durante los años 80, el nuevo crédito
privado se otorgó mayoritariamente a clientes del Norte.
En las últimas décadas, la globalización ha dado lugar a una mayor diferenciación y
sofisticación de los instrumentos financieros. Destacan el auge de la inversión
extranjera directa, impulsada por la deslocalización, y el aumento significativo de las
remesas debido a los flujos migratorios. Sin embargo, las crisis financieras en
economías emergentes han afectado la confianza en la inversión en cartera desde
mediados de los años 90.
Los siguientes gráficos permiten ilustrar la evolución financiera descrita en las anteriores
líneas, por lo que se refiere a las últimas décadas:
El gráficos muestran cambios en los flujos financieros hacia los países en desarrollo. La
inversión extranjera directa y las remesas han ganado importancia, mientras que los flujos
oficiales han disminuido. Los flujos privados, que incluyen créditos e inversión en cartera,
han experimentado oscilaciones significativas, afectando el crecimiento de los países
subdesarrollados.
El comportamiento de los fondos de ayuda al desarrollo desde mitad de los años 80 queda
reflejado en el siguiente gráfico procedente del estudio de la Realidad de la Ayuda que
publica anualmente Intermón-Oxfam:
Las remesas se han convertido en la principal fuente de ingresos para los países en
desarrollo en 2006, mostrando un fuerte dinamismo. Aunque las cifras oficiales
subestiman la magnitud real debido a transacciones no registradas, se estima que,
combinando reglas comerciales justas y políticas migratorias abiertas, podrían
proporcionar hasta diez veces la ayuda al desarrollo recibida en la última década. El Banco
Mundial sugiere un efecto de apalancamiento, estimando un crecimiento de 1.5 a 3.17
dólares por cada dólar de remesas recibido. Sin embargo, dos interrogantes requieren
investigación: el destino final de los recursos y su contribución al crecimiento, así como la
sostenibilidad a largo plazo, que depende de la temporalidad de la emigración y las
políticas migratorias de los países ricos. HACER EL GRAFICO 4
4. Los grandes problemas financieros desde la perspectiva del Sur
El recorrido panorámico que hemos realizado nos permite identificar cinco grandes
desafíos que la comunidad internacional debería abordar si desea proporcionar a los
países subdesarrollados los elementos necesarios par superar sus agudas carencias en el
ámbito financiero. Voy a presentarlos de un modo sintético.
5. Conclusión
El texto destaca que la pobreza extrema podría erradicarse con un costo mínimo, pero
el esfuerzo actual de solidaridad está por debajo de lo necesario. Se subraya que el
desarrollo no solo depende del dinero, sino de transformaciones estructurales y
compromisos compartidos entre gobiernos, organismos internacionales y sociedad
civil. Aunque algunas economías han mejorado, la pobreza y desigualdad persisten,
especialmente en los países menos desarrollados. Se enfatiza la concentración de
recursos financieros en unas pocas economías emergentes. El autor concluye con
palabras esperanzadoras, citando la posibilidad de erradicar la pobreza extrema, pero
destaca la necesidad de un esfuerzo significativo en lo social, político y económico.