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Si trabajas con una persona tóxica, estos trucos te ayudarán

El entorno laboral se transforma más a menudo de lo que nos gustaría en un campo


de batalla que pone a prueba de forma recurrente nuestra inteligencia emocional. Y
es que la adecuada gestión de las emociones es una capacidad fundamental para
favorecer nuestro rendimiento laboral.  

Pero ¿qué pasa cuando una persona tóxica amenaza nuestro rendimiento, nuestra
rutina de trabajo? ¿Cómo lidiar con esos compañeros que, con su negatividad,
victimismo o conflictividad, generan un clima laboral malsano? A continuación,
ofrecemos las claves para detectar a una persona tóxica y varios trucos para lidiar
con ella en un entorno laboral. 

¿Cómo detectar a una persona tóxica en el trabajo?

El trabajo es un ámbito que nos obliga a tratar con personas con las que,
probablemente, no tendríamos ninguna relación en otro entorno. Esa es una de las
principales paradojas del trabajo: conjugar diferentes temperamentos, a
menudo sin más afinidades que cobrar una nómina a nombre de la misma empresa.  

Pero, así como dentro del entorno laboral surgen grandes amistades, también se
producen choques entre personalidades que pueden terminar perjudicando el ritmo
adecuado trabajo. Esos conflictos laborales se pueden complicar peligrosamente
cuando uno o más de los contendientes son personas tóxicas. ¿Y cómo detectar
esta clase de personalidad tóxica dentro del ámbito profesional?  

Existen diversos perfiles más o menos tóxicos, desde el chismoso, a la víctima,


pasando por el quejica, el pelota o el manipulador. Pero, en definitiva, una persona
tóxica es aquella que, con su sola presencia, ya te genera una sensación de
ansiedad, temor, nerviosismo o incomodidad, afectando al rendimiento. De
hecho, se puede dar la circunstancia de aquel compañero que tú valoras como
‘tóxico’ sea muy bien considerado por otros compañeros. Porque la personalidad
tóxica depende también del punto de vista, no lo olvidemos. 

De cualquier forma, una persona tóxica es algo más que un compañero que no te cae
bien, que no soportas o con el que no tienes ninguna afinidad. El carácter esencial
del individuo tóxico es que logra, con su sola presencia, perjudicar el
rendimiento laboral y el equilibrio emocional de una o más personas a su
alrededor. Si es así, conviene ponerse en guardia. 

Desde luego que compartir oficina con personas tóxicas puede convertirse en un
verdadero infierno que no conviene minimizar, pero ante todo nunca debemos
perder de vista que estamos en un entorno laboral y que los problemas derivados
del mismo siempre deben ser relativizados. Al fin y al cabo, no es ni más (ni
menos) que trabajo. 
Aplica tu inteligencia emocional

La mejor forma de empezar a relativizar la toxicidad de un compañero de trabajo


es aplicar todos los recursos de los que sea capaz nuestra inteligencia emocional,
esas estrategias que usamos en cualquier ámbito vital y que nos sirven para regular
eficazmente nuestras emociones partiendo siempre de la misma base: los
conflictos laborales deben permanecer al margen de nuestra vida cotidiana. O,
dicho de otra forma: la toxicidad, de haberla, se queda en la oficina, nunca te la
lleves a casa. Total,  ¿pa qué?

Trata de empatizar

Sabemos que en determinados casos es difícil, por no decir imposible, pero antes
de dar por perdida una batalla ante una persona tóxica, debemos intentar la vía
del diálogo y la empatía. En más ocasiones de las que creemos ese compañero que
creíamos tóxico no es más otra persona superada por sus propias frustraciones
que busca un poco de comprensión, atención y cariño.

En este sentido, en vez de aplicar desde el principio una estrategia defensiva, a


menudo agotadora, opta por ir de frente empleando una suerte de compasión
práctica. ¿Te imaginas lo que supondría para tu rutina laboral lograr
entenderte finalmente con ese compañero tóxico? Algunas de las mejores
amistades laborales surgen a través de este paradójica y pragmática estrategia. 

Marca la distancia

Hemos intentado construir puentes hacia el compañero tóxico, pero han sido
volados con artillería pesada. Cerrada la vía del diálogo constructivo, no nos
quedan más opciones que la defensa. Y esta defensa pasa en primer lugar
por establecer unos límites claros y una distancia emocional. Dicho de forma
coloquial, que corra el aire, tanto literal como metafóricamente. 

Como decíamos, se trata de una estrategia dura que requiere implementar un buen
número de pequeñas rutinas, desde evitar acudir a la máquina de café a la hora a
la que lo hace el compañero hasta establecer una ruta alternativa al autobús para
eludir media hora extra de toxicidad en el transporte público de camino a casa.
Pero más relevante que estas rutinas prácticas es la distancia emocional, construir
un muro simbólico entre tus emociones y los intentos de contagio tóxico por
parte del compañero. 

 
Sé asertivo

Este muro emocional impedirá obsesionarnos con nuestro compañero tóxico,


extremo que debemos evitar ahuyentando pensamientos negativos o
victimistas del tipo “es que la tiene tomada conmigo”. Recuerda que una persona
tóxica, antes que nada, la tiene tomada consigo misma: bastante tiene con
aguantarse, ¿no? 

Con todo, debemos mantenernos firmes en caso de conflicto abierto. El hecho de


marcar distancia no quiere decir que no podamos decir lo que pensamos llegado el
caso, si es que su actitud está perjudicando claramente tu trabajo o el trabajo
común. Pero siempre evitando reacciones impulsivas o destructivas de las que es
muy probable que te arrepientas después.

No reacciones con toxicidad ante actitudes tóxicas, habrás caído en la trampa


de embrutecerte por la vileza ajena en un ciclo sin fin que puede hacer saltar por
los aires la armonía de una oficina… y algo más. Y recuerda: es solo trabajo.  

Acude a tu superior… o al juzgado

A nadie le gusta ‘chivarse’, y a veces es peor el remedio que la enfermedad, pero,


en ocasiones, nuestro conflicto con un compañero puede alcanzar picos de tensión
insostenible. Si estás comenzando a llevarte el ‘problema’ a casa, has probado
todas las estrategias defensivas posibles y el clima laboral generado por el
conflicto que mantienes con esa persona contagia a más gente, es el momento de
sentarse y hablarlo con un superior.

Es una decisión delicada porque supone airear un conflicto personal, pero


llegados a este punto, no hay más alternativas. Aunque tu queja se quede en el
limbo, habrás dejado claro que mientras esa persona esté a tu lado, tu rendimiento
se verá afectado. 

Desconecta del trabajo

Tal vez el peor efecto colateral de la toxicidad laboral sea la falta de desconexión.
Si seguimos dándole vueltas al conflicto que tenemos en el trabajo durante los
fines de semana es que tenemos un problema. Y es un problema cada vez más
común, personas que viven 24/7 envueltas en el trajín laboral, enganchados a la
adrenalina de la oficina y que son incapaces de poner tierra de por medio. 

Las consecuencias a largo plazo de mantener en alza esta pulsión laboral pueden


ser muy negativas: la toxicidad de esa malsana relación laboral nos ha contagiado
hasta el punto de que perjudica nuestras propias relaciones y actitudes fuera
del trabajo. Evita alcanzar este punto disfrutando de actividades que no tengan
ninguna vinculación con el trabajo y que te eviten esa clase de pensamientos
recurrentes. 

Vigila tu propio comportamiento en el trabajo

¿Conoces a alguien que admita su condición de persona tóxica? Nosotros tampoco.


Así que nuestro último truco para trabajar con una persona tóxica es analizar
nuestro propio comportamiento para detectar posturas más o menos
conflictivas y que puedan perjudicar a otros compañeros. Y no, ninguna excusa es
válida para justificar un comportamiento tóxico. 

De hecho, el primer paso para convertirse en una persona tóxica es ver


personas tóxicas por todas partes y pasar el día en la oficina quejándose de lo
terriblemente tóxicos que son todos… todos menos tú.

Analízate con menos condescendencia y autoindulgencia y seguro que puedes


limar algunos de esos comportamientos que perjudican el clima de tu entorno
laboral. Porque el primer paso para armonizar un ambiente adverso sea laboral o de
otro tipo, es proceder sobre nuestra propia actitud hacia el mismo.

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