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Existen formas alternativas de expresar la agresividad, como llorar, hablar de los problemas, de

las frustraciones, de la rabia contenida, de situaciones no resueltas que desagradan y dejan


tras de sí un desequilibrio emocional.

El control de la agresividad
La gente está acostumbrada a reprimir la agresividad, se puede comprobar cuando vienen a la
consulta y se ponen a llorar antes de decir una sola palabra.

En la vida diaria, tratan de desintoxicarse de lo que tienen guardado y contenido a duras


penas, expresándolo con desbordes de mal humor, actitudes de descontento, mal carácter o
desplazando la ira hacia otras personas ajenas, que no pueden entender los desplantes.

El malestar que produce la agresividad reprimida se desparrama hacia todas las direcciones,
menos en el sentido correcto, porque cada vez que una circunstancia actualiza el motivo, la ira
sale a la superficie en forma inesperada y a borbotones.

Es difícil expresar el enojo y la ira en el lugar y momento en que se produce y esta es una
conducta que se aprende en la infancia, cuando evitábamos enojarnos y portarnos mal para
que nos quieran.

Aprendimos a guardamos nuestros enojos, los cuales condicionarán todas nuestras


experiencias posteriores.

Sin embargo, los condicionamientos del pasado se pueden desaprender e incorporar nuevos
comportamientos que permitan el mejor control de las emociones.

Un adulto tiene que aprender a expresar su descontento en el momento en que se produce el


desequilibrio, controlando sus impulsos primarios, y tratando de actuar con diplomacia,
desapegado, sin comprometerse emocionalmente con los resultados, tratando de no provocar
agresividad en el otro, proponiendo alternativas, negociando, abriendo paso al diálogo, sin
obstruir el canal de comunicación con una pelea.

La expresión de enojo debe centrarse en el suceso presente y no incluir ninguna otra situación
del pasado no resuelta, por más que sea idéntica.

El mundo actual nos alimenta nuestros impulsos agresivos, los medios eligen difundir los
sucesos más injustos, los accidentes por negligencia, las decisiones políticas más cuestionables
para provocar polémicas, que no resuelven nada, sino que solamente crean antagonismo y
frustración.

La agresividad es producto del miedo, que es el que atenta contra la seguridad que
necesitamos.

En los momentos de ira descontrolada, se pueden decir muchas cosas que no se sienten y que
sólo buscan provocar el mismo dolor en el otro para poder transferir nuestro propio
sufrimiento.
Sin embargo la violencia y la agresividad no dejan a una persona satisfecha, por el contrario, le
crea un sentimiento culposo que no le permite disfrutar del deleite de haber podido descargar
su furia.

La agresividad hay que canalizarla adecuadamente. Se pueden decir las cosas más horribles de
muchas maneras según nuestras intenciones, y el humor es una de las formas más efectivas.

A veces el discurso va directo a la confrontación, porque hay formas de expresarse que buscan
el enfrentamiento y el fin del diálogo, si no se es capaz de usar la inteligencia para lograr los
propios objetivos sin pelear.

Porque algunos olvidan sus objetivos y se concentran en su orgullo, se ponen a la defensiva y


levantan una barrera que impide concretar sus deseos.

En un intercambio de opiniones, se puede dejar lugar para una respuesta, tratando de no


convertirse en el que diga la última palabra, porque no son las personas las que están en juego
sino situaciones, planes, ideas, cosas que pueden ser de interés pero que no deben alterar el
equilibrio por obtenerlas.

Es importante no mostrarse demasiado interesado frente al que no piensa igual, logrando una
postura de entrega y sin aferrarse tanto a los resultados.

Contestar con una pregunta es una actitud conciliadora, porque otorga el espacio necesario
para que el otro tenga la oportunidad de acordar, disentir o de proponer su propia idea.

Todos tendemos a pretender tener la razón cuando nos apegamos a algo, y a no interesarnos
en qué es lo que piensan los demás. Sin embargo, el otro brinda la oportunidad de salir de la
limitada perspectiva propia, ampliar el horizonte y ayudar a crecer.

Lee todo en: El Control de la Agresividad | La guía de Psicología


http://psicologia.laguia2000.com/psicologia-cognitiva/el-control-de-la-
agresividad#ixzz3RukryWtj

Terapia para el control de la ira y agresividad

A través de los medios de comunicación tenemos constante noticia de la presencia de la


emoción de ira en multitud de conflictos personales y sociales y de sus nefastas consecuencias.
Pero otras veces, dicha emoción se presenta en nuestro entorno e incluso puede suponer una
respuesta habitual en algunas personas ante determinadas circunstancias o situaciones como
única vía muchas veces de resolución de problemas o como medio para alcanzar un fin. Se han
podido constatar las consecuencias negativas que la presencia de la ira acarrea en la vida de
las personas que la experimentan con frecuencia:
 Destrucción de las relaciones personales y laborales;
 Agravamiento de la situación problemática en la medida en que la ira no contribuye a
alcanzar los objetivos de forma adecuada;
 Fomento de las agresiones;
 Desarrollo de trastornos cardiovasculares y otros problemas psicológicos como pueden
ser la depresión, sentimientos de culpabilidad o baja autoestima.

No obstante, no podemos perder de vista que la ira, al igual que ocurre con la alegría o el asco,
se corresponde con una emoción presente de forma natural en el repertorio humano y por
tanto tiene un valor adaptativo relevante. Así, bajo determinadas circunstancias, el
experimentar una reacción de ira puede desencadenar en la persona conductas de defensa
que le puedan poner a salvo de un peligro o agresión. El problema radica en la frecuencia con
la que estos estallidos de ira aparecen, así como los objetivos que persiga la persona mediante
su utilización, como puede ser el obligar a alguien a hacer algo que bajo otros medios no haría.

Desde la terapia de orientación cognitivo conductual, que contextualiza nuestra labor


terapéutica, entendemos y sabemos que a través del cambio de nuestros pensamientos e
interpretaciones de los sucesos que vivimos conseguimos un cambio en las reacciones
emocionales y comportamentales y así estar en condiciones de minimizar y eliminar las
reacciones de ira.

Tratamiento de la ira y agresividad


De forma más concreta, los objetivos que se persiguen en el tratamiento de la ira y de las
conductas agresivas son los siguientes:

Problemas de agresividad

 Mejorar el conocimiento sobre las emociones y en concreto sobre la ira para facilitar la
comprensión del problema.
 Conocer la naturaleza de la agresividad así como el ciclo que caracteriza su presencia
en las relaciones humanas.
 Dotar a la persona de técnicas de relajación para controlar la activación fisiológica y
emocional asociada a la experiencia de ira.
 Proporcionar estrategias externas y de control de pensamiento para reducir los
estímulos y situaciones que actúan como desencadenantes.
 Modificar los pensamientos y actitudes disfuncionales asociados a la ira para
desarrollar un patrón de pensamiento alternativo y funcional que permita poner en
marcha conductas más adaptativas y la vivencia de emociones más ajustadas.
 Aprender formas de comunicación asertiva de cara a sustituir la agresividad como
forma de lograr objetivos.
 Desarrollar un plan de prevención de situaciones futuras difíciles.
En algunos casos será necesario complementar estos objetivos con el tratamiento de la
empatía, o la capacidad para ponerse en la situación del otro; la mejora de la autoestima; el
incremento de las habilidades de negociación o el desarrollo de habilidades de afrontamiento
de los problemas cotidianos y el estrés.

La ira es una emoción y como tal se dispara de forma automática ante determinadas
situaciones, en general frente a situaciones que interfieren con nuestros objetivos. Como toda
emoción tiene una función, en este caso preparar al cuerpo para el esfuerzo necesario para
vencer el obstáculo que se ha presentado.

El problema con esta emoción puede surgir de diferentes formas:

 La conducta violenta puede ser un medio para conseguir determinados objetivos


cuando no somos capaces de lograrlos por otros métodos. En este caso nuestra
conducta responde a un déficit de habilidades y puede mejorar adquiriéndolas.

 Cuando hemos aguantado demasiado y saltamos por algo sin importancia. En


realidad reaccionamos a todo lo que nos ha ocurrido previamente. Como nuestra
reacción se considera desmesurada, tenderemos a reprimirnos y aguantar más, en
consecuencia nuestra siguiente reacción violenta será mayor y seguiremos en ese
círculo vicioso. Para salir de ese círculo vicioso el camino no es aguantar más, sino
poder reaccionar de forma inmediata a los problemas y frustraciones. En ese caso la
reacción es más adecuada y comedida porque las razones que nos llevan a reaccionar
serán muchas menos.

 Otro problema puede surgir cuando nosotros interpretamos que existe un ataque y
una dificultad que no es vista de la misma forma por los demás. Este problema suele
ocurrir cuando reaccionamos ante las intenciones de los demás en lugar de reaccionar
ante los hechos explícitos. El juicio de intenciones es la causa más frecuente que nos
puede llevar a tener reacciones violentas desmesuradas y desproporcionadas.

A continuación se expone un esquema del tratamiento de este tipo de problemas.

RESUMEN DEL TRATAMIENTO

 Análisis de la ira:
Ver que su ira puede ser justa o injusta, innecesaria o adaptativa.

Aprender que es siempre válida.

Saber si es justa o no

Hacerla adaptativa.

Manejo emocional de la pérdida de control.

PASOS

 Reevaluación cognitiva.

No siempre es nuestra respuesta la causa de que estemos en la situación. Puede que la


persona lo haya hecho desde el cariño, la broma sana o el respeto y no desde el ataque
despiadado.

 Incorporar la ira a la conducta


 Aprovechar la ira

Aprovechar la ira para reaccionar y dirigir la energía que nos da hacia la consecución de
nuestros objetivos o lo que es lo mismo: Orientarla hacia acciones productivas. Se trata de no
hacer solamente una descarga emocional que nos quita la razón delante de los demás y nos
aleja de nuestros objetivos y además nos deja mal. Hay que dirigir la ira hacia el objetivo que
pretendemos.

Ayuda cambiar la frase: "Estoy enfadado...." por "Me gustaría que....”

 Conductas alternativas
 Manejo de los pensamientos irracionales
 Manejo emocional

Time-out, (irse para calmarse y volver cuando se pueda afrontar el problema) buscar algo que
hacer. Hacerla creativa en sitios donde no se puede ir de allí. Entrenarse unas cuantas veces
cuando no se está enfadado. Recordarlo con notas.

Manejo emocional

Identificar indicios de tensión que avisen de que la ira está cerca para poder reaccionar cuando
todavía es posible.

Sudor de manos, puños cerrados, latidos del corazón, tasa respiratoria, incomodidad.

Relajación para dejar la agresividad en su justo término.


La Terapia de Aceptación y Compromiso, que es la evolución más reciente de la terapia
cognitivo conductual, plantea los métodos básicos para poder manejarse con la agresividad:
Tomar distancia de nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones de forma
que no nos disparen automáticamente las respuestas agresivas. Tomar distancia de nuestro
concepto de nosotros mismos, haciéndolo menos vulnerable a las posibles opiniones de los
demás, haciendo realidad el dicho de que “no ofende quien quiere, sino quien puede”. Ser
conscientes de nuestros intereses en las diferentes situaciones, porque el comportamiento
impulsivo se convierte en una descarga emocional que en realidad no nos interesa. Estar
siempre en el momento presente, que es desde donde se puede evaluar lo que está
ocurriendo, para poder así tener conciencia de lo que ocurre en el presente, y no responder a
antiguas ofensas o a problemas que puede ocurrir en el futuro, lo que distorsiona de forma
tremenda nuestra capacidad de juicio.

El "Curso Terapéutico de Aceptación" proporciona un medio para el entrenamiento en todos


estos métodos.

La agresividad y otras emociones

La agresividad y la ansiedad

La agresividad es una conducta similar a la ansiedad y, como emoción, la puede sustituir y es


menos desagradable, aunque puede ser devastadora contra los que nos rodean o contra
nosotros mismos.

La agresividad y la desesperación

Cuando no somos capaces de resolver un problema, nos desesperamos y, para salir de la


desesperación generamos una rabia terrible, que, si no es canalizada puede ser destructiva.

La agresividad y el poder

Una de las formas de manejar nuestra ansiedad es por medio del poder y la agresividad genera
miedo en los demás y si nos tienen miedo tenemos poder sobre ellos.

LA IMPULSIVIDAD Y LA CONDUCTA AGRESIVA

28/02/2012

Los actos y las decisiones impulsivas forman parte de la vida cotidiana de las personas, y como
resultado, pueden acarrear consecuencias positivas o negativas (por ejemplo, el actuar
impulsivamente frente un momento de miedo e indecisión puede acercarnos a una gran
oportunidad, pero también puede conllevar un resultado desastroso del que nos podemos
arrepentir).

Dickman observó que la conducta impulsiva no siempre estaba vinculada a consecuencias


negativas, sino que, en determinadas condiciones, las personas consideradas impulsivas
rendían mejor que las no impulsivas. Este autor definió la impulsividad como la tendencia a
recapacitar menos que la mayoría de la gente con iguales capacidades antes de realizar una
acción. En 1990, distinguió dos tipos de impulsividad: la impulsividad funcional y la
impulsividad disfuncional.

La impulsividad funcional consiste en una tendencia a tomar decisiones rápidas cuando la


situación implica un beneficio personal, lo que supone un proceso de toma de decisiones con
riesgo calculado; por el contrario, la impulsividad disfuncional, está relacionada con la
tendencia a tomar decisiones rápidas e irreflexivas en situaciones en las que esta estrategia no
es óptima, con consecuencias negativas para la persona.

Esta semana, Yolanda Segovia, psicóloga colaboradora del INSTITUT D’ASSISTENCIA


PSICOLOGICA I PSIQUIATRICA MENSALUS, nos habla sobre la impulsividad disfuncional y la
agresividad que muchas veces va relacionada.

¿Qué relación existe entre la impulsividad y la agresividad?

A lo largo de la historia, han sido numerosos los autores que han definido la impulsividad y la
agresividad. La diversidad de estudios ha generado un amplio debate entre investigadores y
clínicos a la hora de establecer la relación entre ambas, no resultando posible aportar una
única definición. La impulsividad y la agresividad constituyen rasgos de la personalidad
estrechamente relacionados. La impulsividad, en ocasiones, puede dar lugar a conductas
agresivas, estimándose la impulsividad como uno de los predictores más significativos de la
agresividad.
¿Qué entendemos por impulsividad?

Desde el punto de vista psicológico, un impulso se definiría como la facilidad efusiva o


impetuosa hacia un determinado modo de actuación, ya sea con el fin de disminuir la tensión
generada por la aparición de un deseo, o por el descenso de autocontrol. En 1997, Logan
definió a las personas impulsivas como aquellas que tienen dificultades para inhibir un
comportamiento.

La conducta impulsiva en los seres humanos se expresa con características como la


impaciencia, la constante búsqueda del riesgo y el placer, la necesidad de recompensa
inmediata, la dificultad para analizar las consecuencias de los propios actos, y la agresividad
(Evenden, 1999), así como con la falta de habilidad para detenerse, la dificultad para inhibir
conductas motoras, el escaso juicio, las dificultades en la planificación, la anticipación de
resultados desfavorables, y la falta de autocontrol.

¿La impulsividad también puede ser un recurso?

Podríamos distinguir entre una conducta impulsiva necesaria o funcional y una conducta
impulsiva disfuncional. La primera estaría presente en personas muy aventureras, activas y
rápidas en el procesamiento de la información. La segunda se expresa de forma
preponderante, asociada a respuestas descuidadas o poco reflexivas que tienen consecuencias
negativas para la persona. Por otro lado, también existe una conducta impulsiva disfuncional
patológica presente en determinados trastornos psicológicos y psiquiátricos tales como los
trastornos de la conducta alimentaria, el abuso de sustancias, el trastorno por déficit de
atención, el trastorno bipolar o algunos trastornos de personalidad, como el límite o el
antisocial.
¿Qué factores influyen en la aparición de la impulsividad y la agresividad?

En cuanto a los factores que influyen en la aparición de la impulsividad, consideramos a la


persona como un ser holístico en el que entran en juego variables biológicas, psicológicas y
sociales.

Por otro lado, es importante valorar si el comportamiento impulsivo es transitorio o se trata de


un estado permanente de la persona. Se observan numerosas propuestas que enfatizan en el
aprendizaje medioambiental de este comportamiento, estableciendo que la conducta
impulsiva aparece como resultado de la observación y la imitación de un modelo agresivo.

Si atendemos al ambiente familiar, encontraremos investigaciones que establecen una


estrecha relación entre el estilo educativo impartido en el contexto familiar y el desarrollo de
las conductas adoptadas por el niño, estimando que las características familiares actuarían
como variables precursoras de la agresividad infantil y la vulnerabilidad emocional del
individuo en crecimiento. Siguiendo esta línea de exploración, la observación de modelos
agresivos influiría de forma negativa en la personalidad en desarrollo, generando baja
autoestima, temor a las relaciones con otros individuos, bajo estado de ánimo, dificultad en la
expresión de emociones, indefensión o bajo rendimiento escolar.

En el crecimiento de cualquier persona queda clara la influencia que ejerce el contexto


familiar, pero no podemos descuidar la interacción social que se produce en el ámbito escolar
o laboral y la incidencia que cada medio tiene en nuestro desarrollo personal, siendo necesaria
la prevención e intervención en todos y cada uno de los ámbitos desde un punto de vista
interdisciplinar.

Respecto a la agresividad, existen igualmente diversas perspectivas teóricas, en función de si


se considera un factor innato relacionado con el instinto, o un factor de origen externo y, por
tanto, atribuible a la influencia de aspectos psicosociales o de aprendizaje. Igual que ocurre
con la impulsividad, son muchos los estudios que otorgan un papel importante a la influencia
del contexto, tanto en su aparición como en el mantenimiento de las conductas agresivas.

Así pues, en este tipo de conductas alteradas, observamos la influencia de factores familiares,
tales como la situación socioeconómica, la negligencia de los padres en la educación de sus
hijos, los conflictos de pareja a los que se expone al menor, las interacciones paterno filiales
y/o las pautas de disciplina, entre otros. Aun así, no debemos olvidar la existencia de factores
biológicos (hay pruebas que implican circuitos y áreas cerebrales específicas en la conducta
violenta) determinantes, así como factores psicosociales que también juegan un papel
importante.

¿Cómo se exterioriza la agresividad y cuál es su finalidad?

La agresividad, entendida como una determinada reacción ante un estímulo que


interpretamos como amenazante, puede ser un comportamiento adaptativo incluso necesario
para la propia supervivencia. Aun así, la situación puede convertirse en problemática cuando
la incapacidad para controlar los impulsos facilita la explosión indiscriminada de ira y de
reacciones violentas con sus consecuentes efectos negativos. Estos comportamientos afectan
tanto a la persona que actúa de forma agresiva, como a su entorno.

La conducta agresiva pretende proteger los derechos, pensamientos, opiniones o emociones


de la persona que la lleva a cabo, pero de forma inapropiada, vulnerando los derechos de los
demás y buscando la dominación a través de la degradación de otras personas.

La agresividad siempre es un comportamiento violento, pero la forma en que se expresa no es


necesariamente mediante actos físicos, también el lenguaje verbal y corporal deben tenerse
en cuenta como comportamientos agresivos. Es importante observar si, al comunicarnos, las
palabras que utilizamos, el tono de las mismas y los gestos empleados, intimidan o generan en
otras personas sentimientos de miedo, culpa o vergüenza.
Es necesario conocer los factores de riesgo de las conductas agresivas, así como los aspectos
individuales, familiares y socioculturales predictores de la violencia, para poder así reconocer
estos comportamientos en cualquiera de sus expresiones, con el propósito de prevenir e
intervenir evitando daños personales, un mayor impacto social e implicaciones legales que
tanta preocupación generan en nuestra sociedad.

¿Cómo es la intervención psicológica en el tratamiento de la impulsividad y la agresividad?

Teniendo en cuenta que, en función del marco teórico, se pueden observar diferencias en el
abordaje y tratamiento psicológico de los trastornos del control del impulso, los
comportamientos impulsivos disfuncionales y las conductas agresivas, los profesionales de la
psicología podemos facilitar recursos que permitan mejorar la autoestima, la asertividad, las
habilidades sociales o el autocontrol emocional, así como el entrenamiento en técnicas de
relajación.

La intervención psicológica se realiza a varios niveles:

A nivel cognitivo. Incidiendo sobre los pensamientos de la persona podremos observar


cambios conductuales significativos. Ayudando al paciente a identificar y corregir creencias
disfuncionales o pensamientos irracionales, facilitaremos la generación de respuestas
alternativas en la resolución de conflictos.

A nivel conductual. A este nivel se facilitan técnicas con el fin de disminuir la conducta,
como por ejemplo la técnica del “tiempo fuera”, retirando a la persona del medio que ha
propiciado la conducta no deseada, alejándola así del contexto que refuerza el
comportamiento que queremos evitar.

A nivel emocional. Finalmente, a este nivel, se identifican los indicadores emocionales


que preceden la aparición de la conducta violenta. Reconocer dichos indicadores servirá al
individuo para anticiparse y evitar la pérdida de control. Además, no hay que olvidar el trabajo
para mejorar la expresión emocional, proporcionando recursos con el objetivo de conocer los
propios sentimientos para así poder manejarlos adecuadamente.

¿Qué tipo de formato se utiliza?

En el proceso psicoterapéutico de la impulsividad y la agresividad puede utilizarse una


intervención a nivel individual, grupal, familiar o combinado. El profesional propondrá el tipo
de formato en función de las características individuales del paciente y la sintomatología que
éste presente. El comportamiento agresivo surge de la interacción entre personas, por tanto,
la intervención grupal puede resultar muy beneficiosa, dado que la participación en grupo ya
requiere de la aceptación de unas normas y el entrenamiento en tolerancia y respeto ante las
opiniones de los demás componentes del mismo.

¿Es necesario combinar la psicoterapia con un tratamiento farmacológico?

Considerando que, con cierta frecuencia, la conducta impulsiva se encuentra asociada al


trastorno bipolar, los trastornos psicóticos, el abuso de sustancias, el juego patológico o los
trastornos de la conducta alimentaria, es preciso considerar la necesidad de un tratamiento
farmacológico y por ello, las actuaciones terapéuticas coordinadas con psiquiatría.

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