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Deseo y voluntad de poder como pulsiones para la acción social del ser humano:
El individuo como ser deseante1.
Si se define al hombre más allá de la razón misma; por el deseo, se encuentra mejor que
nunca la verdadera especificidad humana, pues se halla en esencia lo que lo mueve a la
acción. Entonces puede atenderse la categoría de hombre como “ser de deseo” de
Spinoza, filósofo que desarrolló ampliamente la Ética de los afectos, viendo la alegría, la
tristeza y el deseo como efectos primarios. Así, “...que el deseo es el apetito con
conciencia de sí mismo, y que el apetito es la esencia misma del hombre, en cuanto
determinada a obrar aquellas cosas que le sirven para su conservación”. Se trata de
pensar el deseo como motor de la satisfacción de necesidades, apetencias, de la
realización de demandas tanto en el orden afectivo como en el orden material y cultural.
El deseo como causa que mueve al hombre a actuar2.
El deseo y el poder del deseo, como la voluntad de poder no ofrece la felicidad como
goce definitivo o como estadio terminal, la felicidad es una ilusión, no existe la posesión
de un estado pleno y permanente satisfactorio en la vida. En la voluntad de poder se
presenta igualmente una concepción política como campo de realización humana, así
como para el científico sus metas son científicas, para el deportista deportivas, etc. Y, es
así como Nietzsche le pide al individuo que asuma la responsabilidad de sus actos, así
estos hayan sido compartidos. Es una Ética heroica que no da otra posibilidad5.
Finalmente, los ámbitos del poder con Michel Foucault son a otro precio, aunque con él
tanto Spinoza como Nietzsche no sólo entendieron que el cuerpo es el lugar de privilegio
del poder, sino que en el cuerpo y a través de él se libran las batallas políticas por la
sujeción o la liberaciones humanas6. En reflexiones sobre el poder en la noción de “amor
al maestro” como en la “adhesión de las masas al fascismo”, donde discurren imágenes y
simbolismos de lo más selectos frente al ejercicio del poder, como todas las formas
posibles de la prohibición, censura, delimitación, rechazo; donde el poder es todo aquello
que dice no. O, la manifestación del poder se reviste de la forma del “no sabes”, para el
caso puro del infalible maestro...7. ¿Qué nos queda entonces? Muerte a esa miserable
relación autoritaria maestro-discípulo. No más pretextos para el autoritarismo y la
sumisión vía “amor al maestro”.
3
DUCH, Lluís. La Educación y la Crisis de la Modernidad. Barcelona-España: Paidós Educador, 1997. Pág.
89
4
NIETZSCHE, Federico. La Voluntad de Poderío. Madrid: Edaf, 1981. Pág. 377
5
BOTERO URIBE, Darío. Del Poder... Op. Cit. Pág. 47
6
Ibídem, pág. 46
7
FOUCAULT, Michel. Microfísica del Poder. Madrid: La Piqueta, 1980. Págs 163-173
Posturas o Actitudes Filosóficas a Asumir en una Educación Universitaria
Formadora de Maestros
En el ser humano como ser contradictorio convergen los instintos, pulsiones o fuerzas
tendenciales, en tanto que la preponderancia de unos sobre otros determina su
personalidad, pues la voluntad de poder es la fuerza de una pulsión conductora que logra
jalonar dicha personalidad. Así, personalidad e instintos son determinantes en la
definición y accionar de los segundos como pulsión intelectual. “El intelectual no sería
aquel individuo que ha hecho triunfar la razón sobre las tendencias puramente instintivas,
sino el hombre que tiene una voluntad de poder determinada, o dicho de otra manera, el
hombre en el cual predominan unos instintos que favorecen la creación intelectual sobre
8
NIETZSCHE, Friedrich. Así Habló Zarathustra. Bogotá: Oveja Negra, 1982. Pág. 82
9
BOTERO URIBE, Darío. La Voluntad de Poder de Nietzsche. Santafé de Bogotá: Ecoe-Universidad
Nacional de Colombia, 1995. Pág. 35
10
Ibid, pág. 39
otros, en que predomina la forma vegetativa”11. Ahora bien, si la creación o construcción
del saber y el mismo fluir del conocimiento en el ámbito universitario y en la sociedad en
general está definida sólo como una facultad intelectiva a cargo de la razón, en la medida
en que ésta le sirve al hombre para pensar y conocer, las fuerzas tendenciales que
jalonan la vida humana no están precisamente a cargo de la razón. Y, en este sentido,
como la educación o la filosofía de la educación ha de ser fundamentalmente biófila, el
pensamiento filosófico que ha de fluir en la concepción curricular que se construya ha de
abogar contundentemente por la vida; de donde, la voluntad de poder representa la forma
de reencausar la vida a “una conducta social deseable sin negar la vida”.
Maestro:
Aquel
que aprende
y enseña
con un solo
cuerpo
Flobert Zapata
11
Ibid, pág. 47