Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
UN LIGERO ANÀLISIS
Paulo Freire escribe Pedagogía del Oprimido (1969) en una secuencia de exilios y
de escape de dictaduras militares. Se trata de un ensayo, según él mismo lo
señala, elaborado desde la experiencia. Dice compartir la autoría con los oprimidos
del mundo, que hablan por su voz. Indica que la obra está dirigida a los hombres
de izquierda, es decir, aquéllos que se plantean que el mundo debe ser
transformado. Así, desde las primeras páginas, Freire se identifica con personas,
grupos y movimientos que se plantean un cuestionamiento riguroso de la sociedad
existente y señalan una mirada hacia futuros más promisorios y humanos para
todos.
El libro Pedagogía del Oprimido transcurre en un lenguaje que se aleja tanto del
habla de los poderes dominantes (orden, progreso, crecimiento económico,
mercado, libre competencia) como de los términos del marxismo tradicional (lucha
de clases, proletariado, burguesía, socialismo, comunismo). No obstante, Freire,
hasta el final de su vida (incluso se lo escuchamos personalmente) se declaraba
marxista. En el libro subsisten algunas categorías marxistas, tales como: opresión,
alienación, praxis, concientización, dialéctica, pero amparadas por otras que se
imponen: humanización, liberación, iluminación, ser más, diálogo. Toda la obra, por
cierto, se acompaña de una dialéctica de términos contrapuestos: liberación/
opresión; humanización/ deshumanización; diálogo/ imposición;domesticar/
transformar. No obstante, esta dialéctica puede estar en el mismo grupo social,
incluso en la misma persona.
Introducción
Y por último, los aspectos que gobiernan el racismo y machismo. Aquel que
según las sociedades élites, están predispuestas por su ADN a ser
discriminados.
Seminario de É tica
Este capítulo de patas arriba, se subdivide en trabajos prácticos; cómo triunfar
en la vida y ganar amigos. Y lecciones contra los vicios inútiles.
Todo inicia con la mención de las diferencias entre los pobres y ricos
delincuentes, donde el primero por no tener recursos, se encuentra
encarcelado y el segundo, que gracias a su estabilidad económica y social, se
encuentra posicionado en un nivel de poder como, reyes, presidentes, políticos
y hasta empresarios de casinos. Así mismo, gracias a los pobres y debilitados
salarios de los trabajadores, se ven en la necesidad de rebajarse y aceptar lo
que le den, sin derecho a protesta.
Las empresas petroleras, que hacen sus riquezas por medio de la destrucción
de la naturaleza. Así como las leyes que son impuestas de manera
desconocida, por los criminales que se burlan de la justicia. Por otra parte, se
narra la riqueza obtenida por medio de la explotación de los recursos
naturales, por aquellos países que supuestamente son los encargados de
protegerlos. Y por último, la degradación de los trabajadores y su derecho a un
trabajo honrado, motivo a las nuevas tecnologías y desempleo.
Pedagogía de la Soledad
Que menciona las lecciones de la sociedad de consumo, y curso intensivo de
incomunicación.
Esta parte, describe los aspectos anteriores de consumismo, pero con respecto
a lo que se desea y no se puede tener, visualizando que la televisión te
presenta cosas maravillosas y que al tratar de obtenerlo, puedes terminar
preso por no tener la capacidad económica de adquirirlo. Sin tener en
consideración la tentación expuesta por los medios de comunicación. Así
mismo, se desarrollan los conceptos de globalización y el descontrol con la
tecnología.
Llegando a un punto tal, que ya no es el ser humano que controla a las
máquinas si no al revés. Así como el engaño que genera a los televidentes, por
adoptar los valores del gobierno y transmitirlo de manera recreativa.
La Contraescuela
Último capítulo del libro patas arriba, abarcando los temas de traición y
promesa del fin del milenio. Y el derecho al delirio.
Si te gustó este libro resumido, te gustarán también todos estos: HAZ CLICK AQUÍ.
Al principio del libro se exponen unas palabras de Al Capone, uno de los mafiosos
más famosos de toda la Historia de Estados Unidos: “Hoy en día, ya la gente no
respeta nada. Antes, poníamos en un pedestal la virtud, el honor, la verdad y la
ley… La corrupción campea en la vida americana de nuestros días. Donde no se
obedece otra ley, la corrupción es la única ley. La corrupción está minando este
país. La virtud, el honor y la ley se han esfumado de nuestras vidas.”
Según Galeano “la economía mundial es la más eficiente expresión del crimen
organizado. Los organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio
y el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y contra los pobres de
todos los países, con una frialdad profesional y una impunidad que humillan al
mejor de los tirabombas. (…) Los pistoleros que se alquilan para matar realizan, en
plan minorista, la misma tarea que cumplen, en gran escala, los generales
condecorados por crímenes que se elevan a la categoría de glorias militares. (…)
Los violadores que más ferozmente violan la naturaleza y los derechos humanos,
jamás van presos. Ellos tienen las llaves de las cárceles. En el mundo tal cual es,
mundo al revés, los países que custodian la paz universal son los que más armas
fabrican y los que más armas venden a los demás países; los bancos más
prestigiosos son los que más narcodólares lavan y los que más dinero
robado guardan; las industrias más exitosas son las que más envenenan el planeta;
y la salvación del medio ambiente es el más brillante negocio de las empresas que
lo aniquilan. Son dignos de impunidad y felicitación quienes matan la mayor
cantidad de gente en el menor tiempo, quienes ganan la mayor cantidad de dinero
con el menor trabajo y quienes exterminan la mayor cantidad de naturaleza al
menor costo.”
Así, no es extraño que el eterno personaje de Quino, esa entrañable Mafalda se
preguntara si los derechos humanos los escribió Esopo.
Tampoco la ambición está libre de las críticas en esta obra: “Quien no está preso de
la necesidad, está preso del miedo: unos no duermen por la ansiedad de tener las
cosas que no tienen, y otros no duermen por el pánico de perder las cosas que
tienen.”
En todo el mundo la pobreza mata, pero “desde el punto de vista del poder, el
exterminio no viene mal, al fin y la cabo, si en algo ayuda a regular la población,
que está creciendo demasiado. Los expertos denuncia los excedentes de población
al sur del mundo”, aunque sea en los países ricos donde se vive con menos espacio
y con más despilfarro.
“El código moral del fin del milenio no condena la injusticia, sino el fracaso”. Como
ejemplo de esto se cita el caso de “Robert McNamara, que fue uno de los
responsables de la guerra del Vietnam” y que “reconoció que la guerra fue un
error”, pero “no fue un error porque fuera injusta, sino porque los Estados Unidos
la llevaron adelante sabiendo que no la podían ganar. El pecado está en la derrota,
no en la injusticia. (…) Que la primera potencia militar del mundo haya descargado,
sobre un pequeño país, más bombas que todas las bombas arrojadas durante la II
Guerra Mundial es un detalle que carece de importancia. Al fin y la cabo, en su
larga matanza, los Estados Unidos habían estado ejerciendo el derecho de las
grandes potencias a invadir a quien sea y obligar a lo que sea.”
Otro curioso ejemplo es el del “almirante retirado Gene LaRocque, de la marina de
guerra de los Estados Unidos”, que a propósito de la Guerra del Golfo comentó:
«Ahora matamos a la gente sin verla jamás. Se aprieta un botón a miles de millas
de distancia. Es la muerte por control remoto, sin sentimientos ni
remordimientos… Y entonces, regresamos a casa en triunfo».”
Eduardo Galeano critica la ligereza y el partidismo con el que se usa el término
“libertad de comercio”. Por ejemplo, “Inglaterra, Holanda y Francia ejercían la
piratería, en nombre de la libertad de comercio, mediante los buenos oficios de sir
Francis Drake, Henry Morgan, Piet Heyn, François Lolonois y otros neoliberales de
la época”. Otro ejemplo: “Cuando los Estados Unidos se independizaron de
Inglaterra, lo primero que hicieron fue prohibir la libertad de comercio y las telas
norteamericanas, más caras y más feas que las telas inglesas, se hicieron
obligatorias (…) después, sin embargo, los Estados Unidos enarbolaron la libertad
de comercio para obligar a muchos países latinoamericanos al consumo de sus
mercancías”. También, “los soldados británicos impusieron el consumo de opio en
China, a cañonazos”, ya que “la reina Victoria fue, además la mayor traficante de
drogas del siglo XIX”, convirtiendo al opio como la mercancía más valiosa del
comercio imperial. La guerra del Opio (1839-1842) comenzó cuando el emperador
Chino, preocupado por el incremento del consumo de opio, prohibió la importación
del opio el cual era comercializado por contrabandistas británicos. La respuesta de
Gran Bretaña fue bombardear Cantón y ocupar Shanghai. En 1841, por ejemplo, en
la toma del puerto de Tin-hai, murieron 3 británicos y más de 2000 chinos. Al
término de la guerra, los británicos se quedaron con Hong Kong y China tuvo que
abrir más sus fronteras al “libre comercio”. Más cosas: “la industria británica
redujo a la India a la última miseria, y la banca británica ayudó a financiar el
exterminio del Paraguay”. Al fin y al cabo, la era colonial necesitó del racismo tanto
como necesitó de la pólvora”. Pero el fin de la era colonial no fue el fin del racismo
ni el fin de la injusticia. Veamos dos ejemplos: “En 1986, un diputado mexicano
visitó la cárcel de Cerro Hueco, en Chiapas. Allí encontró a un indio tzotzil, que
había degollado a su padre” el cual “llevaba tortillas y frijoles, cada mediodía, a su
hijo encarcelado. Aquel preso tzotzil había sido interrogado y juzgado en lengua
castellana, que él entendía poco o nada, y con ayuda de una buena paliza había
confesado ser el autor de una cosa llamada parricidio.” El otro ejemplo, en Europa:
“En la Copa del Mundo que ganó Francia en el 98, eran inmigrantes casi todos los
futbolistas que vestían la camiseta azul y al son de la Marsellesa iniciaban cada
partido. Una encuesta realizada en esos días confirmó que cuatro de cada diez
franceses tienen prejuicios racistas, pero todos los franceses celebraron el triunfo
como si los negros y los árabes fueran hijos de Juana de Arco.”
En definitiva, “países en desarrollo es el nombre con que los expertos designan a
los países arrollados por el desarrollo ajeno”. Otras frases para reflexionar: “Quien
no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida. Los automovilistas tienen
miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.”
Este libro plantea que en muchos casos y en ciertos países las cárceles están llenas
de presos por ser pobres o por actos a los que la pobreza les empuja, mientras los
que mantienen esa pobreza no sufren condena: “Los presos son pobres, como es
natural, porque sólo los pobres van presos en países donde nadie va preso cuando
se viene abajo un puente recién inaugurado, cuando se derrumba un banco vaciado
o cuando se desploma un edificio construido sin cimientos.” Como el caso del
terremoto de México en Septiembre de 1985 que provocó unos 5000 muertos.
Contra la hipocresía de los países ricos también arremete, especialmente contra los
grandes vendedores de armas, principalmente “Estados Unidos, Gran Bretaña,
Francia y Rusia. En la lista, algunos lugares más atrás también figura China. Y estos
son, casualmente, los cinco países que tienen derecho de veto en el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas. (…) O sea: la paz mundial está en manos de las
cinco potencias que explotan el gran negocio de la guerra“: “Los países que más
armas venden al mundo son los mismos países que tienen a su cargo la paz
mundial. (…) La industria de las armas, venta de muerte, exportación de violencia,
trabaja y prospera. El mundo ofrece mercados firmes y en alza, mientras la siembra
universal de la injusticia continúa dando buenas cosechas y crecen la delincuencia y
la drogadicción, la agitación social y el odio nacional, regional, local y personal.” Se
pueden citar muchos casos: como las injusticias cometidas por Israel (como estado)
contra los palestinos con el apoyo directo e indirecto de Estados Unidos. Otro caso
es el de Arabia Saudita, un país muy criticado por Amnistía Internacional por sus
continuas violaciones de los Derechos Humanos, pero que no teme a nada porque
sus intercambios de “petróleo por armamentos, permite a la dictadura saudí ahogar
en sangre la protesta interna, y permite a los Estados Unidos y a Gran Bretaña
alimentar sus economías de guerra y asegurar sus fuentes de energía (…)
[mientras] jamás vemos, escuchamos ni leemos ninguna denuncia de las
atrocidades de Arabia Saudita”, ya que el rey saudí “paga esas millonadas por las
armas y, de paso, compra impunidad”.
“Los miembros permanentes del Consejo de Seguridad gozan del derecho de hacer
lo que se les cante”, de forma curiosamente legal. Ejemplos no faltan: “Estados
Unidos pudieron bombardear impunemente el barrio más pobre de la ciudad de
Panamá y, después, pudieron arrasar Irak; Rusia pudo castigar a sangre y fuego los
clamores de independencia en Chechenia; Francia pudo violar el Pacífico sur con
sus explosiones nucleares; y China puede seguir fusilando, legalmente, cada año,
diez veces más gente que la que cayó acribillada, a mediados del 89, en la plaza de
Tien An Men. Como antes había ocurrido en la guerra de las islas Malvinas, la
invasión de Panamá sirvió para que la aviación militar probara la eficacia de sus
nuevos modelos; y la televisión convirtió a la invasión de Irak en una universal
vidriera de exhibición de las nuevas armas que se ofrecían al mercado; Vengan a
ver las novedades de la muerte en la gran feria de Bagdad. (…) Bien decía don
Teodoro Roosevelt que «ningún triunfo pacífico es tan grandioso como el supremo
triunfo de la guerra». En 1906, le dieron el Premio Nobel de la Paz.”
“La industria norteamericana de armamentos practica la lucha contra el terrorismo
vendiendo armas a gobiernos terroristas, cuya única relación con los derechos
humanos consiste en que hacen todo lo posible por aniquilarlos.” Por desgracia,
tiene razón el autor al afirmar que “nunca falta alguna guerra”, aunque nunca los
periodistas se planteen “¿A quien da de ganar esta tragedia? «La cara del verdugo
está siempre bien escondida», cantó alguna vez, Bob Dylan.”
“Hay treinta y cinco mil armas nucleares en todo el mundo. Los Estados Unidos
poseen la mitad, y la otra mitad pertenece a Rusia y, en menor medida, a otras
potencias. Los dueños del monopolio nuclear ponen el grito en el cielo cuando
India, o Pakistán, o quien sea, realiza el sueño de la explosión propia, y entonces
denuncian el peligro que el mundo corre: cada una de esas armas puede matar a
varios millones de personas, y unas cuantas bastarían para acabar con la aventura
humana en el planeta, y con el planeta también. Pero las grandes potencias jamás
dicen cuándo ha tomado Dios la decisión de otorgarles el monopolio, ni porqué
siguen fabricando esas armas. (…) ¿Para asustar a quién? ¿A la humanidad
entera?”. Resumiendo el sentido de su “lucha” contra las armas podemos incluir
una expresiva frase: “Si se prohíbe la industria de la droga, industria asesina, ¿por
qué no se prohíbe la industria de armamentos, que es la más asesina de todas?”, y
con respecto a la industria de las drogas, “¿Por qué los traficantes son los más
fervorosos partidarios de la prohibición?”.
¿Alguien se atreve a calcular la crisis económica que afectaría a Estados Unidos si,
de repente, no hubiera ningún conflicto armado en el mundo que estuviera
alimentado con sus armas?
“La violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias
para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en
objeto de consumo.” En definitiva, “poco pueden las leyes jurídicas contra las leyes
económicas, y la economía capitalista genera concentración de poder tan
inevitablemente como el invierno genera frío. (…) La tecnología pone la imagen, la
palabra y la música al alcance de todos, como nunca antes había ocurrido en la
historia humana; pero esta maravilla puede convertirse en un engaña pichanga si el
monopolio privado termina por imponer la dictadura de la imagen única, la palabra
única y la música única. (…) Como dice el periodista argentino Ezequiel Fernández-
Moores, a propósito de la información: «Estamos informados de todo, pero no nos
enteramos de nada».”
En el capítulo “Lecciones contra los vicios inútiles” critica un mundo en el que “El
trabajo es el vicio más inútil. No hay en el mundo mercancía más barata que la
mano de obra. (…) El desarrollo de la tecnología no está sirviendo para multiplicar
el tiempo de ocio y los espacios de libertad, sino que está multiplicando la
desocupación y está sembrando el miedo. (…) Cada vez hay más desocupados en el
mundo. Al mundo le sobra cada vez más gente. (…) La globalización es una galera,
donde las fábricas desaparecen por arte de magia, fugadas a los países pobres; la
tecnología que reduce vertiginosamente el tiempo de trabajo necesario para la
producción de cada cosa, empobrece y somete a los trabajadores, en lugar de
liberarlos de la necesidad y de la servidumbre; y el trabajo ha dejado de ser
imprescindible para que el dinero se reproduzca. Son muchos los capitales que se
desvían hacia las inversiones especulativas. Sin transformar la materia, y sin
tocarla siquiera, el dinero se reproduce con más fecundidad haciendo el amor
consigo mismo. Siemens, una de las mayores empresas industriales del mundo,
está ganando más con sus inversiones financieras que con sus actividades
productivas. (…) El asombroso aumento de la productividad operado por la
revolución tecnológica no sólo no se traduce en una elevación proporcional de los
salarios, sino que ni siquiera disminuye los horarios de trabajo en los países de más
alta tecnología.” Hay una excepción: “Francia decidió, en mayo del 98, reducir la
semana laboral de 39 a 35 horas, dando así una elemental lección de cordura”,
aunque no todos estuvieron de acuerdo en la medida.
Y es que “los Estados Unidos venden cerca de la mitad de las armas del mundo y
compran cerca de la mitad del petróleo que consumen. De las armas y del petróleo
dependen, en gran medida, su economía y su estilo de vida.” Por desgracia, la
historia de la empresa anglo-holandesa Shell es más larga: En la isla de Curaçao, en
el Caribe, instaló “una gran refinería que, desde entonces viene echando humos
venenosos sobre esa isla de la salud. En 1983, las autoridades locales mandaron
parar (…) los expertos calcularon en 400 millones de dólares la indemnización,
mínima, que la empresa debía pagar por los males que la naturaleza había sufrido.
La Shell no pagó nada”. También es más larga la historia de la empresa
norteamericana Chevron, que “gastó muchos millones de dólares en una campaña
publicitaria que exaltaba sus desvelos por la defensa del medio ambiente en los
Estados Unidos. La campaña estaba centrada en la protección (…) de unas
maripositas azules que corrían peligro de extinción. El refugio costaba cinco mil
dólares anuales; pero la empresa gastaba ochenta veces más para producir cada
minuto de la propaganda que alababa su vocación ecologista, y mucho más todavía
por cada minuto de emisión del bombardeo publicitario” en TV. También es
curioso que ese refugio estuviera “instalado en la refinería El Segundo, en las
arenas del sur de Los Ángeles. Y ésta sigue siendo una de las peores fuentes de
contaminación del agua, el aire y la tierra en toda California.”
En definitiva, parece que “La salvación del medio ambiente está siendo el más
brillante negocio de las mismas empresas que lo aniquilan. En un libro
reciente, The corporate planet, Joshua Karliner brinda tres ejemplos ilustrativos de
alto valor pedagógico: el grupo General Electric tiene cuatro de las empresas que
más envenenan el aire del planeta, pero es también el mayor fabricante
norteamericano de equipos para el control de la contaminación del aire;” También
se citan los casos de la empresa química DuPont y de la “multinacional
Westinghouse que se ha ganado el pan vendiendo armas nucleares”. Otro ejemplo,
“la mismas fábricas de armamentos que han vendido las minas (…) ofrecen
su know how para limpiar los vastos terrenos minados (…) Un negocio redondo:
arrancar minas resulta cien veces más caro que colocarlas.” Es bueno aclarar que
muchos países vendedores de armamento, como España, han firmado un acuerdo
para no vender ni fabricar este tipo de artefactos, aunque otros tipos los siguen
vendiendo sin remordimientos.
Lee un resumen de este libro con datos sobre el Cambio Climático que seguro que no conoces.
En su capítulo “La impunidad del sagrado motor” critica con vehemencia el abuso
de la industria del automovilismo y de sus usuarios. No se trata de criticar el
progreso sino de criticar el abuso del progreso: “los automóviles usurpan el espacio
humano, envenenan el aire y, con frecuencia, asesinan a los intrusos que invaden
su territorio conquistado. (…) Este fin de siglo desprecia el transporte público” (y
ya podemos añadir que el nuevo siglo XXI sigue en la misma línea. Para llamar la
atención, Galeano hace la siguiente comparación: “La venta de autos es simétrica
a la venta de armas, y bien podría decirse que forma parte de ella: los automóviles
son la principal causa de muerte entre los jóvenes, seguida por las armas de fuego.”
“Según los cálculos del Worldwatch Institute, si se tomaran en cuenta los daños
ecológicos y otros costos escondidos, el precio de la gasolina tendría que elevarse,
por lo menos al doble. La gasolina es, en los Estados Unidos, tres veces más barata
que en Italia, que ocupa el segundo lugar entre los países más motorizados; y cada
norteamericano quema, en promedio, cuatro veces más combustible que un
italiano, lo que ya es decir. Esta sociedad norteamericana, enferma de autismo,
genera la cuarta parte de los gases que más envenenan la atmósfera. (…) Cada vez
que algún loco sugiere aumentar los impuestos a la gasolina, los big three de
Detroit (General Motors, Ford y Chrysler) ponen el grito en el cielo y desatan
campañas millonarias, y de amplio eco popular, denunciando tan grave amenaza
contra las libertades públicas. (…) Es raro el caso del político, demócrata o
republicano, capaz de cometer algún sacrilegio contra el modo de vida nacional,
fundado en la veneración de las máquinas y en el derroche de los recursos
naturales del planeta. Impuesto como modelo universal, ese modo de vida, que
identifica el desarrollo humano con el crecimiento económico, realiza milagros que
la publicidad exalta y difunde, y que el mundo entero querría merecer.(…) Sólo el
20% de la humanidad dispone del 80% de los autos, aunque el 100% de la
humanidad tenga que sufrir el envenenamiento del aire. Como tantos otros
símbolos de la sociedad de consumo, el automóvil está en manos de una minoría,
que convierte sus costumbres en verdades universales y nos obliga a creer que el
motor es la única prolongación posible del cuerpo humano.”
En resumen, “en nombre de la libertad de empresa, la libertad de circulación y la
libertad de consumo, se está haciendo irrespirable el aire del
mundo.” Galeano insiste en la necesidad de fomentar el transporte público y las
bicicletas (y sus carriles). Un dato resulta revelador: “el dinero que Colombia gasta
cada año para subsidiar la gasolina, alcanzaría para regalar dos millones y medio
de bicicletas a la población.” Por supuesto, esta es otra cuestión de discriminación
con los países de sur ya que en ellos se sigue usando gasolina con plomo. Resultan
didácticos algunos de los casos expuestos en el libro: ciudad de México, San Pablo,
Río de Janeiro, Santiago de Chile, Buenos Aires… por el contrario, algunas
ciudades ya se han dado cuenta de la necesidad de reducir el espacio por donde
circulan los automóviles: Amsterdam o Florencia son un buen ejemplo de ello.
Este autor también critica el modo de vida de la sociedad de consumo que obliga a
obtener rápidos beneficios en poco tiempo: flores sometidas a luz continua para
rápido crecimiento, gallinas a las que se les reduce las horas de sueño y se las hace
vivir hacinadamente sin casi poder moverse… y gente que vive siempre deprisa y
corriendo pero sin hacer deporte alguno… por que además “en la última década la
«obesidad severa» ha crecido casi un 30% entre la población joven de los países
más desarrollados”, especialmente Estados Unidos en el que la obesidad ya se trata
como epidemia nacional, y determinados tratamientos son subvencionados por el
gobierno. “El país que inventó las comidas y bebidas light, la diet food y los
alimentos fat free tienen la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor
ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado
ante la pantalla chica, pasa 4 horas diarias devorando comida de plástico. Triunfa
la comida basura disfrazada de comida: esta industria está colonizando los
paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local” en la
“globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food“. Así no es extraño
que la empresa McDonald’s sea denunciada por ecologistas y activistas
antiglobalización, acusando a esta empresa de “maltrato a sus trabajadores, la
violación de la naturaleza y la manipulación comercial de las emociones infantiles:
sus empleados están mal pagados, trabajan en malas condiciones y no pueden
agremiarse; la producción de carne para las hamburguesas arrasa los bosques
tropicales y despoja a los indígenas; y la multimillonaria publicidad atenta contra la
salud pública, induciendo a los niños a preferir alimentos de muy dudoso valor
nutritivo” y de un altísimo contenido en grasa como lo han demostrado multitud de
estudios.
Pero, en este mundo al revés, la publicidad hace milagros y los anuncios
embaucadores saben cómo conseguir que el consumidor obedezca sus dictámenes.
“En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el
mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez
menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio.
(…) No se sabe si en Navidad se celebra el nacimiento de Jesús o de Mercurio, dios
del comercio, pero seguramente es Mercurio quien se ocupa de bautizar los días de
la compra obligatoria: Día del Niño, Día del Padre, Día de la Madre, Día del Abuelo,
Día de los Enamorados”… “La cultura de consumo, cultura de lo efímero, condena
todo al desuso inmediato. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al
servicio de la necesidad de vender.” La televisión tiene aquí su parte de
responsabilidad y “el televisor es inocente del uso y del abuso que se hace de él”,
aunque los medios dicen siempre lo mismo: “Ofrecemos a la gente lo que la gente
quiere, y así se absuelven; pero esa oferta, que responde a la demanda, genera cada
vez más demanda de la misma oferta: se hace costumbre, crea su propia necesidad,
se convierte en adicción. En las calles hay tanta violencia como en la televisión,
dicen los medios; pero la violencia de los medios, que expresa la violencia del
mundo, también contribuye a multiplicarla. (…) Trabajar, dormir y mirar la
televisión son las tres actividades que más tiempo ocupan en el mundo
contemporáneo. Bien lo saben los políticos. (…) Gracias a la pantalla chica, el
presidente Reagan pudo convencer a la opinión pública norteamericana de que
Nicaragua era un peligro. Hablando ante el mapa del norte de América, que
progresivamente se iba tiñendo de rojo desde el sur, Reagan pudo demostrar que
Nicaragua iba a invadir los Estados Unidos, vía Texas.”
“Las imágenes del hambre jamás aluden, ni siquiera de paso, al saqueo colonial.
Jamás se menciona la responsabilidad de las potencias occidentales, que ayer
desangraron al África a través de la trata de esclavos y el monocultivo obligatorio, y
hoy perpetúan la hemorragia pagando salarios de hambre y precios de ruina. Lo
mismo ocurre con la información sobre las guerras; siempre el mismo silencio
sobre la herencia colonial, siempre la misma impunidad para el amo blanco que
hipotecó la independencia africana, dejando a su paso burocracias corruptas,
militares despóticos, fronteras artificiales y odios mutuos; y siempre la misma
omisión de cualquier referencia a la industria de la muerte, que desde el norte
vende las armas para que el sur se mate peleando.”
“Quizás el más certero símbolo de la época sea la bomba de neutrones, que respeta
las cosas y achicharra a los seres vivos. (…) La ciencia y la técnica que han sido
puestas al servicio del mercado y de la guerra, nos ponen a su servicio. (…) La
injusticia, motor de todas las rebeliones que en la historia han sido, no sólo no se
ha reducido en el siglo XX, sino que se ha multiplicado hasta extremos que nos
resultarían increíbles si no estuviéramos tan entrenados para aceptarla como
costumbre y obedecerla como destino. Pero el poder no ignora que la injusticia está
siendo cada vez más injusta, y que está siendo cada vez más peligroso el peligro.
Desde que cayó el Muro de Berlín, y los regímenes llamados comunistas se
derrumbaron o cambiaron hasta hacerse irreconocibles, el capitalismo se ha
quedado sin pretextos. En los años de la guerra fría, cada mitad del mundo podía
encontrar, en la otra mitad, la coartada de sus crímenes y la justificación de sus
horrores. Cada una decía ser mejor, porque la otra era peor. Ahora, súbitamente
huérfano de enemigo, el capitalismo celebra su hegemonía, y de ella usa y abusa sin
límites; pero ciertos signos indican que empieza a asustarse de sus propios actos.
(…) A diferencia de la solidaridad, que es horizontal y se ejerce de igual a igual, la
caridad se practica de arriba abajo, humilla a quien la recibe y jamás altera ni un
poquito las relaciones de poder. (…) Las grandes potencias que gobiernan al mundo
ejercen la delincuencia internacional con impunidad y sin remordimientos. Sus
crímenes no conducen a la silla eléctrica, sino a los tronos del poder; y la
delincuencia del poder es la mamá de todas las delincuencias.” Razones no le faltan
a Eduardo Galeano para esas afirmaciones y para ello cuenta algunos casos
bastante interesantes (como los de Chile, Nicaragua o Cuba), pero más
recientemente podemos también citar el caso de Palestina, torturada hasta el
horror por Israel (matanzas y ocupación de principios de 2002) y cómo las
“grandes potencias” a las que se refiere el autor, son cómplices por omisión, ya que
se limitan en el mejor de los casos a condenar los asesinatos, pero no toman otras
medidas (dejar de vender armas, romper relaciones comerciales y diplomáticas…).
“Los estados socialistas del este de Europa tenían mucho de estados y poco o nada
de socialistas. (…) En nombre de la justicia, ese presunto socialismo había
sacrificado la libertad. Reveladora simetría: en nombre de la libertad el capitalismo
sacrifica la justicia cada día.” El caso de Rusia y su Moscú actual es un buen
ejemplo.
También en 2002 saltó la noticia de que una empresa había conseguido descifrar el
genoma del arroz y que esto llevaría a paliar el hambre del mundo. Esa empresa
pretende hacer creer al mundo que el hambre que padece es por culpa de que el
arroz que la naturaleza ha creado es imperfecto. Pretende hacer creer al mundo que
son capaces de mejorar el arroz, sin ningún efecto secundario, por supuesto, y que
además, todo ese inmenso trabajo lo realizan por amor a la humanidad. Los
millones de dólares que cuesta esa investigación pretenden lógicamente ser
recuperados con creces vendiendo ese arroz cuando supuestamente lo consigan, lo
cual, generará más hambre, más diferencias sociales, más injusticia y más
dependencia de los países pobres de las multinacionales de los países ricos. Así, los
países ricos pueden sentirse bien al facilitar un arroz “con vitaminas” evitando que
los pobres tengan derecho a buscar una alimentación rica y variada.