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La industria en América Latina antes de 1930

La consecución de una sociedad moderna basada en una economía desarrollada ha


sido un objetivo constante en América Latina. Hubo diversas opiniones respecto del medio
más adecuado para estimular la expansión industrial. La importancia que se le concedía a la
industria refleja que no se había logrado crear una base industrial durante el período
anterior a 1930.
La industrialización no fue posible hasta después de la depresión de 1930. La crisis
económica mundial y la consiguiente reducción del comercio internacional surtieron un
efecto profundo en el sector del comercio exterior de las repúblicas y perjudicaron el orden
socio-institucional comprometido con una economía política con raíces en el
internacionalismo económico. El derrumbamiento del complejo de importación y exportación
hizo desaparecer el prejuicio contrario a la industria en las sociedades latinoamericanas.
La industria antes de 1930 tiene varios subperíodos. La magnitud del cambio difiere
entre países, pero se observan tres períodos distintos
1. Los decenios que siguieron inmediatamente a la independencia: gran
reajuste para varias manifestaciones de la fabricación colonial, intentos de
crear industria moderna.
2. Época clásica de expansión inducida por las exportaciones desde
aproximadamente 1870 hasta la 1GM: modernización institucional, creación
de una infraestructura y expansión de la demanda.
3. Entre la 1GM y la depresión del ‘30: cambios en la escala de fabricación y en
la composición de la producción industrial.
La pluralidad de estructuras en el sector industrial sería una variante constante.
Al empezar el período nacional, existían varias formas de fabricación: las
comunidades indias autosuficientes y las grandes haciendas que cultivaban productos
básicos para el mercado internacional y satisfacían la mayor parte de sus propias
necesidades esenciales. En el conjunto del continente la fabricación era urbana, aunque
tomaba muchas formas en las capitales nacionales y provinciales. La estructura industrial
colonial se basaba en el obraje, que tenía una larga historia que databa del siglo XVII en los
principales países Hispanoamericanos. La producción de los obrajes era tanto urbana como
fabril y en gran escala. Las empresas importantes empleaban a cientos de trabajadores que
residían en el complejo fabril. Hacia el final del período colonial se advertía una tendencia a
emplear mano de obra asalariada (antes era esclava) extraída de la población de color que
ganaba la libertad o de inmigrantes recíen llegados.
Los obrajes en gran escala coexistían con unidades de producción más pequeñas. A
comienzos del siglo XIX en las regiones más avanzadas del continente, como México, se
detectaba la tendencia de las empresas grandes a alejarse de las ciudades. Para escapar
de la reglamentación excesiva de gremios y municipios y para librarse de la atención de los
administradores coloniales, debido a las rigurosas ordenanzas de los últimos Borbones
contra la fabricación. Algo similar sucedía en Brasil. Una razón más importante fue la
necesidad de estar más cerca de la fuente de materias primas o de ríos de corriente rápida
para poder utilizar la maquinaria movida por fuerza hidráulica, factores que indican que
hubo cambios cuantitativos y cualitativos en la fabricación a finales del período colonial.
Había gran variedad de productos, el principal producto industrial eran los textiles,
sobretodo lana. Aunque la importancia del algodón ya era cada vez mayor en el decenio de
1850. Las fábricas mexicanas fueron especialmente prósperas a comienzos del siglo XIX.
En el Río de la Plata se usaba el cuero para fabricar diversos productos. Existía también la
construcción carros. En todas partes se fabricaban múltiples productos rurales para el
consumo nacional.
Sin embargo, la mayor porción destinada al mercado nacional salía de pequeños
establecimientos que empleaban una tecnología tradicional y anticuada. Durante el segundo
cuarto del siglo XIX, las zonas a las que servía la industria local se volvieron cada vez más
regionales al fragmentarse los mercados nacionales, debilitados por las luchas civiles y la
competencia extranjera. La opinión generalizada de que la independencia resultaba en una
política de libre-cambio que arruinaba la industria nacional no es tan cierta como se cree.
Algunas regiones se veían afectadas por las importaciones a bajo costo, en otros casos las
luchas por la independencia destruyeron plantas industriales. Los mercados regionales
raras veces era lo bastante dinámica como para sostener una industria local, y mucho
menos para revitalizarla.
La escala de las operaciones de las empresas exportadoras variaba, igual que en
las empresas orientadas al mercado nacional. Aunque dependían de técnicas rudimentarias
e intensivas en trabajo, y funcionaban estacionalmente, los saladeros y graserías de
Buenos Aires, por ejemplo, empleaban a varios cientos de trabajadores. Entre 1840 y 1880
los saladeros se agrandaron. Se aplicaron nuevas técnicas de manipulación para
incrementar la productividad. En Chile, la industria del cobre lo había posicionado como el
mayor exportador del mundo, reconocidos como líderes del mercado fijaban el precio de
referencia internacional para dicho mineral. Pero aún así la industria estaba dominada por
capital nacional colocado en empresas pequeñas y medianas que empleaban tecnología
tradicional.
Estas eran las industrial de los comienzos del período, en su mayoría producción de
artículos secundarios para el consumo nacional.
Durante el segundo período, aunque la producción artesanal y doméstica sobrevivió
en muchas zonas, se registraron cambios profundos debido a la inserción progresiva y más
completa del continente en la economía mundial, después del decenio de 1870. Una de las
consecuencias fue la modernización de la infraestructura, sobre todo en países del Cono
Sur (ABC). El creciente volumen de las importaciones y la monetización de la economía
borraron virtualmente lo que quedaba de la producción industrial de estilo colonial. En otras
partes, las pautas incompletas o sesgadas de la construcción de ferrocarriles perjudicaron o
eliminaron los procesos de fabricación artesanal y de otras clases tradicionales. El cambio
fue más completo en la industria del cobre chilena después de 1880. El capital local no pasó
a una forma de producción basada en el aprovechamiento rudimentario de minerales a otra
forma dependiente del uso depurado de tecnología intensiva en capital y de producción en
gran escala, lo cual bajaría la calidad del cobre extraído. El resultado fue el crecimiento
rápido del tamaño de la empresa y la desnacionalización de la industria.
El crecimiento de la demanda mundial de exportaciones latinoamericanas y el
aceleramiento de los cambios tecnológicos tuvo consecuencias profundas para varias
industrias exportadoras. Técnicas extractivas o de tratamiento más modernas transformaron
la escala y la naturaleza de la producción. El resultado era con frecuencia la pérdida del
control nacional.
Sin embargo, las unidades modernas en gran escala no eran exclusivas del sector
de exportación. A principios del siglo XX algunas fábricas intensivas en capital ya producían
para el mercado nacional. Se reconoce este rasgo como una debilidad estratégica en la
evolución de las industrias latinoamericanas. La adopción por parte de algunas empresas
de modernas técnicas capitalistas de fabricación no dio por resulta la transformación de
industrias enteras. Procesos y unidades arcaicos coexistían con otros modernos. La
dualidad de la industria latinoamericana es la clave en este período (fines SXIX-principios
SXX).
Durante la fase final (de la primera guerra hasta la gran depresión), pocos países
sufrieron un cambio del crecimiento industrial a la industrialización. En otras partes, los
primeros decenios del SXX vieron un proceso de expansión continua, aunque irregular, de
la producción manufacturera, mientras los avances cualitativos quedaban limitados a niveles
de subsector. En algunas economías, el ritmo disminuyó durante los decenios de 1910 y
1920. En Brasil, suele presentarse la guerra como factor que aceleró la industrialización,
estimuló la distribución de recursos, la formulación de políticas y la consolidación
institucional a favor de la fabricación. Los mismo sucede con Chile. En Argentina se
presenta un caso de expansión industrial sostenida, aunque cíclica y específica en sectores.
Sin embargo, durante el período de 1914-1933 muchos historiadores observan un período
de “oportunidades perdidas”.
La diversificación intersectorial fue un proceso generalizado en la mayoría de las
economísa más importantes y en varios de los más avanzados Estados de segunda
categoría entre 1900-1929. El crecimiento de la producción de manufacturas y de la
capacidad industrial debe contrastarse con la continuación del dominio del sector del
comercio exterior. La agricultura y la minería frecuentemente seguían siendo el foco de
actividad, aunque la industria era el sector más dinámico. Los límites de la expansión
industrial fragmentaria motivada por el crecimiento inducido por las exportaciones, ya se
habían alcanzado en el decenio de 1920. La inestabiliad que después de 1914
experimentaron los mercados financieros y de productos básico en el Atlántico Norte indicó
los beneficios limitados que reportaría la integración continuada en una economía mundial
fundamentada en la división internacional del trabajo. La profundización de la base industrial
requería una reestructuración fundamental del orden social que permitiese formular
directrices en consonancia con las necesidades del sector industrial.
La guerra reveló deficiencias estratégicas en las economías latinoamericanas y
subrayó los peligros de depender excesivamente del sector exterior. Respecto a la
fabricación nacional, fomentó la utilización más eficiente de la capacidad instalada.

Industrialización inducida por las exportaciones y perturbaciones exógenas


La expansión del sector del comercio exterior facilitó la consolidación de una
economía monetaria entre 1870 y 1920, y fomentó los sistemas políticos estables y a veces
semirrepresentativos. La inserción efectiva en la economía mundial produjó la
modernización de los transportes y las comunicaciones, que generaron orden y progreso.
La construcción de ferrocarriles y la instalación de telégrafos proporcionaron estabilidad
política y un ambiente propicio a la expansión económica general, que a su vez produjo el
contexto social, jurídico e institucional dentro del cual tuvo lugar la expansión de las
manufacturas destinadas al consumo nacional. La producción básica para la exportación iba
asociada con el incremento de los beneficios nacionales, la afluencia de capital extranjero y
un aumento de la demanda de consumo ocasionado por el crecimiento demográfico,
alimentado por la inmigración y la consolidación de una economía salarial.
Los indicios de un incremento de la actividad manufacturera durante la fase de
crecimiento inducido por las exportaciones ponen de relieve la falta de verosimilitud de la
teoría de expansión a partir de cero en 1929 hasta una posición de dominio del mercado
nacional en elevados niveles de consumo ante de 1939. Ello se debió al funcionamiento
pleno de una capacidad industrial que antes era utilizada de forma insuficiente. Los
conflictos mundiales tendían a producir mercados boyantes y precios altos para las
exportaciones latinoamericanas. Problemas relacionados con la oferta restringían el acceso
a las importaciones. Las depresiones se caracterizaban por precios débiles y el movimiento
hacia el bilateralismo en el comercio internacional. Durante la primera guerra, el aislamiento
comercial de América Latina fue menos pronuncia: el rápido crecimiento de las
importaciones procedentes de Japón y Estados Unidos llenó parcialmente el vacío creado
por las deficiencias de suministro por parte de las potencias europeas. Las presiones
emanantes de las economías centrales durante los períodos de perturbación y crisis
realzaban la conexión externa en vez de debilitarla.

Crisis, guerra e industria


En diversos aspectos, la primera guerra mundial estimuló la fabricación tanto directa
e indirectamente. El efecto inmediato fue la dislocación del sector del comercio exterior: la
escasez de barcos perjudicó el movimiento de exportaciones e importaciones. Aún así en
1915-1916 la mayoría de las exportaciones latinoamericanas ya se habían recuperado, y la
producción de materias primas estratégicas y alimentos esenciales se encontrana en
niveles muy superiores a los de 1914. La continua escasez de importaciones también tendía
a realzar la presencia de proveedores locales en los mercados nacionales.
La industria latinoamericana respondía a una configuraciones de la demanda
nacional y la oferta exterior ampliando la producción. El incremento productivo se dio
mayormente en las manufacturas, en especial en artículos perecederos e industriales. Se
incrementó la productividad gracias a un empleo más eficaz de la capacidad instalada.
Además firmas dedicadas reparar maquinaria de importación eran alentadas a empezar a
fabricar.
La primera guerra hizo que los empresarios industrial fueran más consciente del
potencial del mercado nacional y estimuló nuevas inversiones. Los proyectos raramente
pudieron quedar terminados antes de 1918, como lo demuestra el paradójico caso de
crecimiento de la capacidad manufacturera en Brasil durante la depresión de la posguerra.
La inestabilidad en los mercados monetarios latinoamericanos y la falta de liquidez
entre los bancos fueron otros problemas apremiantes durante los primeros años de la
guerra, aunque se resolvieron con facilidad. La restricción de los mercados financieros se
transmitió rápidamente a otros sectores de las economías latinoamericanas. En varios
países el gobierno respondió aligerando las cargas fiscales y emprendiendo políticas
monetarias expansionistas. En otras partes, la represión, el patriotismo y la imposición de
paliativos ortodoxos eran la norma. Las lecciones de las oportunidades del keynesianismo
prágmatico no se aprendieron fácilmente. En unos cuantos países el legado de la guerra
consistió en pragmatismo político y en grabar programas apropiados a los requisitos de la
industria.

La búsqueda de una política conveniente


Durante el siglo XIX la concesión de subsidios y la renuncia a los derechos sobre las
importaciones siguieron siendo los métodos preferidos de estimular actividades
económicas.
En 1900, el incremento de la competencia burocrática fomentó en algunos países
innovaciones institucionales. El carácter avanzado de varios aparatos gubernamentales lo
revelan sus respuestas a los movimientos del tipo de cambio. Las variaciones afectaban
directamente el precio de las importaciones e influían en las tasas de inflación nacional y en
la icnidencia del proteccionismo arancelario. Los industriales sabían que si bien el
proteccionismo ofrecía salvaguardas contra un descenso del precio de las importaciones o
un alza de los costes de producción nacional, el tipo de cambio influía en ambas cosas. El
resultado era con frecuencia una campaña para pedir el proteccionismo arancelario como la
que organizó la Unión Industrial Argentina en 1922 y 1924.

La comunidad industrial y la oligarquía dominante


En los países donde la esclavitud siguió existiendo después de la independencia se
daban casos de esclavos que trabajaban en fábricas. Estos grupos constituyen ejemplos
aislados. Los sindicatos son prueba más apropiada de la identidad y la cohesión de clase.
El descontento social, el incremento de la represión y el aumento de los temores que en la
élite despertaba la agitación señalan una creciente expresión de agravios por parte del
trabajo, que adquirió cierto grado de organización eficaz. En 1914 los sindicatos ya eran
organizaciones permanentes. Principalmente los trabajadores del sector de exportación,
tomaron la iniciativo en la lucha por organizar al mundo del trabajo.

Industria o industrialización
Antes de 1930 el proceso de expansión industrial era manifiestamente cíclico e
incompleto. Los períodos de expansión de las exportaciones creaban un ambiente que
favorecía el crecimiento de la fabricación- Las exportaciones generaban un incremento de
los beneficios y las rentas nacionales. La demada de mano de obra aumentó con el
crecimiento de las exportaciones, la expansión del sector asalariado supuso la monetización
de la economía y la ampliación del mercado. La crisis del sector exterior daba marcha atrás
al crecimiento de la renta y perjudicaba los recursos de la industria. El desequilibrio exterior
también realzaba la importancia del sector público y de las demandas que se le hacían. La
conveniencia política llevó a remedios para la crisis fiscal que impedía una confianza
excesiva en normas basadas en la reducción de gastos. El resultado era un incremento de
los derechos arancelarios para ampliar el alcance de la fabricación nacional o para
profundizar la base industrial. Produjo también cambios cualitativos del sector industrial y
perjudicó a las unidades más debiles. La recuperación y crecimiento renovado del sector
exportador favoreció la consolidación de las empresas supervivientes.

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