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La posición estratégica que los mineros y los trabajadores del transporte ocu-
paban en la economía basada en la exportación hacía que con frecuencia se vie-
ran sometidos a toda la fuerza del control estatal, pero a veces su capacidad de
negociación les permitía obtener importantes ganancias económicas y, de vez en
cuando, incluso ganancias políticas. Los mineros del nitrato de Chile, por ejem-
plo, lograron crear —pese a obstáculos inmensos— la unidad y la práctica mili-
tante que a menudo caracterizaban a las comunidades mineras bastante aisladas.
En Chile, fueron las organizaciones políticas y económicas de los mineros, y no
las de los artesanos de los pequeños talleres de Santiago, las que más adelante
darían forma al movimiento obrero. Los ferroviarios de casi todos los países es-
tuvieron entre los trabajadores que se organizaron primero y con la mayor efica-
cia, aunque en algunos casos la fuerza de su posición negociadora los separaba
del grueso de la clase trabajadora y empujaba a sus sindicatos hacia el reformis-
mo. Los estibadores y los trabajadores portuarios de Santos, la «Barcelona brasi-
leña», como la llamaban los militantes con admiración, siguieron contándose en-
tre los miembros más combativos y unidos del movimiento obrero brasileño durante
gran parte del siglo xx; los portuarios de Río de Janeiro, en cambio, se convir-
tieron en un bastión del reformismo.
Los trabajadores ajenos al sector de la exportación se encontraban general-
mente dispersos en empresas bastante pequeñas. Característicamente, éstas pro-
porcionaban artículos yjservicios que no podían obtenerse con facilidad —o como
fuera— del extranjero ¿Era típico que, por ejemplo, el primer movimiento labo-
ral de la mayoría de las ciudades lo formasen, entre otros, impresores y diversos
tipos de obreros de la construcción, así como panaderos y otros trabajadores
del ramo de la alimentación. Los que trabajaban en el ramo del vestir, especial-
mente los sastres y los que hacían zapatos y sombreros, también ocupaban un
lugar prominente, al igual que los trabajadores de ciertos oficios como la metalis-
tería, la fabricación de vidrio y la construcción de muebles.
Los trabajadores que ejercían estos oficios no eran necesariamente artesanos
independientes, en el sentido estricto de pequeños productores especializados y
dueños de sus propios medios de producción. Estos casos todavía existían, desde
luego, y a veces tales artesanos podían ejercer una influencia política considera-
ble. Dado que la mecanización avanzaba con bastante lentitud, numerosos ofi-
cios sobrevivieron durante mucho tiempo; en México unos 41.000 tejedores que
usaban telares manuales seguían trabajando en 1895, aunque el desarrollo de la
industria textil hizo que en 1910 ya sólo quedaran 12.000. No obstante, aunque
a veces estaban muy especializados, los artesanos de los oficios de la construcción
y de los pequeños talleres de las ciudades latinoamericanas de principios de siglo
eran generalmente trabajadores asalariados que se veían en la necesidad de ven-
der su capacidad laboral en el mercado.
El tamaño de este sector no es fácil de especificar. Los artesanos formaban
una categoría importante en México, donde una interpretación del censo de 1910
nos da la nada despreciable cifra de 873.436 artesanos y trabajadores, que repre-
sentaban casi el 16 por 100 de la población económicamente activa.1 Los ofi-
(la clase obrera en ¡a historia de México), Pablo González Casanova, ed., México, 1980, vol. III,
pp. 47 y 54.
2. México: ibid., p. 47; Brasil: Directoría Geral de Estatística, Recenseamento do Brasil
realizado em I de setembro de 1920, vol. V, 1.a parte, pp. LXXII y LXXVII; Argentina: Tercer
Censo Nacional levantado el 1." de junio de 1914, vol. VII, p. 35.
284 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
La distinción entre fábrica y taller, de hecho, seguía estando lejos de ser cla-
ra. Sólo en los casos extremos, como entre los artesanos de Ciudad de México
y los trabajadores de las modernas fábricas textiles cerca de Orizaba, aparecen
con alguna claridad prácticas políticas diferentes. En otros lugares de América
Latina, parece que el pequeño proletariado industrial no desempeñó ningún pa-
pel independiente antes de 1930. En Brasil, por ejemplo, las mujeres y los niños
formaban la mayoría de los trabajadores de la industria textil y resultaban difíci-
les de organizar. Dentro del movimiento obrero brasileño, la práctica de los tra-
bajadores de las fábricas textiles apenas difería de la correspondiente a los que
estaban empleados en empresas más pequeñas.
La prontitud con que se creó una importante reserva de mano de obra indus-
trial también marcó el desarrollo del movimiento obrero desde su nacimiento.
En el caso brasileño, la importación en gran escala de inmigrantes por parte del .
Estado, para que trabajaran en las plantaciones de café de Sao Paulo, surtió
el efecto complementario de inundar el mercado de trabajo en las ciudades y,
pese a esfuerzos considerables, el movimiento obrero nunca consiguió impedir
este procesov'Los gobiernos argentinos también fomentaron activamente la inmi-
gración, organizando campañas en Europa y, en ciertos períodos, pagando sub-
venciones a las compañías de navegación con el objeto de reducir el precio del
pasaje a Buenos Aires. Aunque la política argentina también tenía por finalidad
principal obtener mano de obra barata para la agricultura, servía igualmente para
limitar la capacidad de negociación de los trabajadores urbanos. En México, ha-
cia finales del siglo xix, el rápido crecimiento demográfico y el avance de la agri-
cultura capitalista vinieron a surtir el mismo efecto, es decir, saturar el mercado
de trabajo y mantener bajos los salarios. La creación de esa nutrida reserva de
mano de obra durante las primeras fases del proceso de industrialización, por
ende, hizo que a la clase trabajadora le resultase especialmente difícil organizarse
en varios de los países más importantes de América Latina, sobre todo porque
la eficacia de la huelga como arma disminuye considerablemente cuando es fácil
sustituir a los huelguistas.
Los trabajadores, por otro lado, se enfrentaban a una burguesía sumamente
intransigente. La escasa disposición de los propietarios a transigir era fruto, en
parte, del hecho de que la mano de obra solía representar una elevada proporción
de los costes totales y, en parte, de las condiciones competitivas que predomina-
ban en muchas industrias. Por consiguiente, a los industriales de muchos sectores
no siempre les resultaba fácil pasar el aumento de los costes de la mano de obra
a los consumidores. Estas condiciones, que son típicas del período competitivo
del capitalismo inicial, no eran sólo frecuentes en los sectores que se caracteriza-
ban por la presencia de gran número de empresas pequeñas y por un bajo nivel
de mecanización. Propietarios de plantas textiles grandes y modernas, tanto en
Brasil como en México, por ejemplo, también tenían dificultad para restringir
la competencia. Asimismo, la novedad de la mayor parte de la industria con fre-
cuencia significaba que los propietarios recurrían a la franca coacción, ya que
aún no habían ideado otras formas de ejercer control —ideológico e institucional—
sobre los trabajadores. La composición heterogénea de la burguesía en sus pri-
meros tiempos, así como su reciente formación, hizo que en algunos casos la
cooperación extensa entre los diversos segmentos resultara difícil. Las empresas
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3. Roma, Archivio Céntrale dello Stato, Direzione Genérale Pubblica Sicurezza, Ufficio
Riservato (1879-1912), busta 13, fascicolo 41, sottofascicolo 13, Cesare Alliata-Bronner a Luigi
Bruno, 30 de junio de 1909.
LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS OBREROS, 1880-1930 287
Montevideo y Sao Paulo, los inmigrantes europeos formaban desde hacía tiempo
una mayoría entre los trabajadores. La mayor parte de ellos eran italianos y es-
pañoles, a los que en Sao Paulo se sumaba un nutrido contingente de portugue-
ses. Los extranjeros de Río de Janeiro y Santos, sobre todo los inmigrantes por-
tugueses, representaban un elemento muy significativo, aunque menos abrumador,
de la población activa. En otras partes, la inmigración europea tuvo lugar en
escala mucho menor, aunque los españoles, por ejemplo, desempeñaban un pa-
pel que distaba mucho de ser imperceptible en la clase trabajadora de Cuba y
en la de Chile. En varias ciudades latinoamericanas, especialmente en Río de Ja-
neiro y La Habana, los ex esclavos nacidos en África y sus descendientes también
constituían una parte importante de la clase trabajadora. Hasta en países como
México, donde la inmigración de extranjeros siguió siendo escasa, la experiencia
de los migrantes internos no era en modo alguno totalmente distinta de la que
vivían los hombres y las mujeres que cruzaban el Atlántico con rumbo a otras
partes de América Latina.
La composición inmigrante de la clase trabajadora de Argentina, Uruguay
y el sur de Brasil antes de la primera guerra mundial trajo una serie de consecuen-
cias que en esencia eran bastante ambiguas. Era obvio que algunos inmigrantes
habían adquirido cierta experiencia política antes de su llegada y que un puñado
de líderes, incluso, habían desempeñado papeles significativos en los movimien-
tos obreros de sus países natales.' Sin embargo, parece que pocos militantes consi-
deraban que el nivel general de experiencia política de loslnmigrantes fuese alto.
De hecho, muchos se quejaban amargamente de la inexistencia de tradiciones re-
volucionarias entre los inmigrantes y de que éstos no estuvieran familiarizados
con los asuntos políticos ni con las organizaciones obreras. Tampoco parece que
fuera grande la proporción de trabajadores especializados o que ya tuvieran ex-
periencia industrial, lo cual no es nada extraño en una inmigración/que era esti-
mulada y organizada para satisfacer las necesidades de la agricultura de exporta-
ción. Asimismo, muchos observadores argüían que los inmigrantes, generalmente,
sólo buscaban ganancias económicas inmediatas, para volver a su patria cuanto
antes. Sus proyectos individuales de ascensión social, pues, representaban un obs-
táculo para la creación de formas de organización más amplias^ Estos inmigran-
tes tampoco se prestaban fácilmente a estrategias políticas que dependían de la
participación electoral en gran escala de los trabajadores.
La diversidad étnica también complicaba la cooperación entre los trabajado-
res, y a menudo los patronos se apresuraban a sacar provecho de estas dificulta-
des. No sólo existían animosidades entre los diversos grupos nacionales, así como
entre los extranjeros y los nacidos en el país, sino que los antagonismos divisivos
de índole regional —sobre todo, entre los italianos— también ponían trabas a
la colaboración en numerosas ocasiones. Estas hostilidades étnicas perjudicaron
al movimiento obrero durante decenios, pues los prejuicios o las diferencias cul-
turales entre trabajadores hicieron fracasar huelgas y debilitaron o destruyeron
organizaciones.
En parte, sin embargo, muchos de los problemas que se han atribuido a la
presencia de gran número de inmigrantes fueron fruto principalmente de la re-
ciente formación de la clase trabajadora. En todos los países, los trabajadores
han tropezado con dificultades enormes para crear organizaciones y formas de
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, res para atacar a los patronos y al Estado. Los primeros movimientos huelguísti-
cos, en particular, tendían a ser más bien defensivos en sus exigencias, toda vez
que lo que pretendían los trabajadores era impedir las reducciones salariales o
los incrementos del horario laboral^, A veces, en estos movimientos se incluían
también protestas contra normas laborales concretas, contra el pago irregular,
los abusos de los capataces, y cosas por el estilo. Estas primeras huelgas, que
característicamente se limitaban a un número relativamente pequeño de trabaja-
dores, con frecuencia estallaban de forma espontánea y en circunstancias más
bien desfavorables. Aunque las de carácter defensivo nunca desaparecieron, en
años posteriores las huelgas tendieron a ser más amplias y a estar mejor organiza-
das. Cada vez eran más las exigencias relacionadas con las reducciones de hora-
rios, los aumentos de los salarios reales y el reconocimiento de los sindicatos.
También se hicieron más frecuentes las huelgas de solidaridad con otros trabaja-
dores en la mayoría de los países.
Incluso las exigencias aparentemente moderadas de los huelguistas solían pro-
vocar una represión extramadamente dura y violenta; el despido en masa de huel-
guistas también pasó a ser un procedimiento casi habitual en algunos países. En
tales circunstancias, hasta los movimientos obreros más fuertes tropezaban con
dificultades enormes para triunfar realmente en las huelgas. Las estadísticas al
respecto son escasas, pero los trabajadores de Buenos Aires, por ejemplo, duran-
te el período 1907-1913, obtuvieron la victoria, según dicen, en el 30 por 100
de 1.081 huelgas y consiguieron ganancias parciales en otro 10 por 100.
Huelgas generales en una ciudad o en una región estallaron en diversas oca-
siones y paralizaron Buenos Aires, Río de Janeiro, Sao Paulo, y varias ciudades
más, durante períodos considerables ya en el primer decenio del siglo xx. Algu-
nas de las huelgas generales habían sido planeadas como tales, aunque muchas
tuvieron lugar más o menos espontáneamente al desbordar a los huelguistas que
las habían empezado y servir, con frecuencia, para protestar contra actos de re-
presión o aprovechar condiciones que parecían favorables para obtener unas ga-
nancias más generalizadas. Si bien las huelgas generales del período movilizaron
a un número inmenso de personas, los resultados tangibles resultaban casi siem-
pre muy pequeños o efímeros.
Además de las huelgas, los trabajadores también recurrían al boicot, al traba-
I jo lento y, de vez en cuando, al sabotaje. Los movimientos de consumidores mo-
vilizaban a grandes sectores de la población, inclusive a elementos de la clase
media en algunas ocasiones. Las campañas cuyo objetivo era el descenso del cos-
te de la vida obtenían pocos éxitos concretos; una de ellas, la de Santiago de
Chile en 1905, provocó una tremenda matanza de manifestantes. En varios países
la táctica consistente en negarse a pagar el alquiler proporcionó algunas ganan-
cias temporales. Más de 100.000 personas secundaron el mayor de los movimien-
tos de esta clase, el que hubo en Buenos Aires en el año 1907, aunque la represión
y la escasez de viviendas hizo que los alquileres volvieran a subir vertiginosamen-
te poco después.
Las historias nacionales específicas presentan variaciones considerables en el
empleo y los resultados de diferentes tácticas y formas de organización durante
los últimos dos decenios del siglo xix y, de modo más especial, el primero del
xx. Los movimientos obreros de Argentina, Chile, Brasil y México merecen tra-
LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS OBREROS, 1880-1930 299
tarse por separado. En América Central y gran parte del norte de América del
Sur, los movimientos de la clase trabajadora fueron generalmente débiles y frag-
mentarios antes de la primera guerra mundial.
El movimiento obrero más fuerte apareció en Argentina, donde la primera
gran oleada de actividad tuvo lugar a finales del decenio de 1880. La expansión
económica y el descenso de los salarios reales durante el citado decenio contribu-
yeron a provocar diversas huelgas (un mínimo de quince en 1889), así como la
formación de varios sindicatos. Los anarquistas desempeñaban un papel activo
en varias de las nuevas organizaciones. De hecho, el anarquista italiano Errico
Malatesta, que estuvo exiliado en Argentina entre 1885 y 1889, redactó los estatu-
tos para los trabajadores del ramo del pan y para otros sindicatos bonaerenses.
Los socialistas ejercieron una influencia significativa en el movimiento obrero
durante este período y también aparecieron otras corrientes. La Fraternidad, por
ejemplo, fundada por los maquinistas y fogoneros de tren en 1887, procuró des-
de el principio concentrarse en obtener mejoras económicas inmediatas para sus
afiliados. Bajo la influencia del ejemplo de los sindicatos de ferroviarios nortea-
mericanos, durante las décadas siguientes el sindicato demostró ser un elemento
poderoso y militante, aunque muy poco revolucionario, del movimiento obrero
argentino. Estas divisiones doctrinales entre los trabajadores contribuyeron al fra-
caso de dos intentos de formar una confederación de sindicatos en las postrime-
rías del decenio de 1880, y la grave crisis económica que padeció Argentina en
1890 provocó el derrumbamiento de muchos de los sindicatos que se habían for-
mado poco antes. No obstante, se produjo cierta recuperación a mediados del
decenio de 1890 y en 1896 funcionaban en Buenos Aires un mínimo de 26 sindica-
tos. También se reanudaron las huelgas en gran escala.
Durante el primer decenio del siglo xx hubo una explosión extraordinaria de
actividad obrera en Argentina. No sólo se sindicaron muchos sectores por prime-
ra vez, sino que las huelgas se hicieron más frecuentes e importantes. Según ci-
fras del gobierno, por ejemplo, en 1907 hubo 231 paros laborales en la ciudad
de Buenos Aires con la participación de unos 75.000 huelguistas. Para responder
a la actividad obrera, el gobierno decretó el estado de sitio en cuatro ocasiones
entre 1902 y 1910, además de dictar dos importantes medidas represivas: la ley
de residencia (1902) y la ley de defensa social (1910).
A pesar de la severa represión ejercida por el Estado y de las graves divisiones
en el seno del movimiento obrero, los trabajadores llevaron a cabo una notable
serie de huelgas generales en Buenos Aires, Rosario y otras ciudades. Algunas
de ellas, tales como la huelga general de 1902 en la capital, empezaron en forma
de disputas limitadas en torno a las condiciones de trabajo, pero pronto rebasa-
ron el grupo inicial de huelguistas y paralizaron ciudades enteras. Tanto en 1904
como en 1907 los trabajadores bonaerenses protagonizaron huelgas generales de
solidaridad con sus colegas de Rosario. En 1909, para protestar contra la matan-
za de manifestantes perpetrada por la policía durante una celebración del Prime-
ro de Mayo, los trabajadores convocaron un impresionante paro laboral que duró
una semana en Buenos Aires y que arrancó varias concesiones del gobierno. La
última de las huelgas generales antes de la guerra tuvo lugar en 1910 durante
los festejos del centenario de la independencia argentina y fue objeto de una re-
presión especialmente severa.
300 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
La historia del movimiento obrero mexicano entre 1910 y 1930 difiere en cier-
tos sentidos de la de otros movimientos latinoamericanos. Durante la larga gue-
rra civil que estalló en México en 1910, los trabajadores urbanos se convirtieron
en una fuerza política de considerable importancia. Aunque distaba mucho de
estar unificado, el movimiento obrero era a la vez un aliado potencial para las
facciones opuestas y una amenaza para los que trataban de aferrarse al poder.
El resultado final —un movimiento obrero muy ligado al aparato del Estado—
anunciaba las formas de organización que a partir de 1930 se encontrarían en
varios países latinoamericanos.
Durante el efímero gobierno de Francisco Madero, que sustituyó a Díaz en
1911, continuó la persecución del PLM y otros grupos, pero también tuvo lugar
una extensa labor de organización de sindicatos y de actividad huelguística. En
1912, trabajadores de Ciudad de México fundaron la Casa del Obrero Mundial
como centro para las actividades del movimiento obrero en la capital. El apoyo
a la Casa procedía principalmente de los artesanos, los trabajadores especializa-
dos y los de servicios; los vínculos con los trabajadores industriales continuaron
siendo mucho más débiles. En la Casa había representantes de distintas corrien-
tes, aunque parece ser que la influencia anarquista y anarcosindicalista estaba
generalizada, sobre todo durante los primeros años de la organización.
La Casa, así como la clase trabajadora de Ciudad de México en general, su-
frió mucho a causa de las vicisitudes de la lucha militar. Muchos militantes aca-
barían abandonando su anterior oposición a participar en política y, en febrero
de 1915, la Casa aceptó un pacto con la facción constitucionalista encabezada
por Venustiano Carranza y Alvaro Obregón. De acuerdo con las condiciones del
pacto, la Casa proporcionó varios contingentes de soldados, los llamados «bata-
llones rojos», para que se utilizaran contra los ejércitos campesinos de Zapata
y Villa. A cambio de ello, los constitucionalistas permitieron a miembros de la
Casa organizar sindicatos en las partes de México que estuvieran bajo su control
y prometieron no sólo medidas para mejorar las condiciones de los trabajadores,
sino también apoyo a sus «justas demandas» en los conflictos con sus patronos.
Aunque muchos trabajadores se opusieron al pacto por considerarlo una vio-
304 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
hasta el decenio de 1930, o incluso más tarde. (Las medidas relativas a la partici-
pación en los beneficios, por ejemplo, datan del decenio de 1960.) Por otra parte,
también existían grandes variaciones regionales dentro de México porque algunos
gobiernos estatales intentaron hacer cumplir elementos del artículo 123, y otros,
en cambio, no.
Generalmente, las cláusulas laborales de la Constitución de 1917 sirvieron para
garantizar ciertas condiciones materiales mínimas para los trabajadores, al mis-
mo tiempo que eliminaban o restringían cualquier medio autónomo (los sindica-
tos independientes, por ejemplo) que los trabajadores pudieran utilizar para ex-
presar su voluntad política y económica. El artículo 123, y otras medidas similares,
pretendían garantizar la colaboración de las clases y la buena marcha de la acu-
mulación de capital mediante la creación de un fuerte aparato estatal que trataría
de suprimir la lucha de clases ejerciendo de mediador entre el capital y el trabajo.
Un proyecto político y económico parecido surgiría más adelante en otros países
latinoamericanos.
La Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM), la primera confede-
ración sindical de carácter nacional que tuvo eficacia en México, nació de un
congreso celebrado en Saltillo en 1918 bajo los auspicios del gobernador de Coa-
huila. La nueva organización, que resultó ser un elemento importante en el con-
trol estatal del movimiento obrero durante el decenio de 1920, permaneció desde
el principio bajo la dirección de un pequeño grupo de líderes obreros encabezado
por Luis N. Morones. Varios de ellos habían tenido que ver con la Casa del Obrero
Mundial, pero en 1918 ya habían optado por seguir una línea de negociación
política y reformismo moderado. En 1919 Morones y sus colegas formaron un
partido político, el Partido Laborista Mexicano, para apoyar la candidatura del
general Obregón a la presidencia del país. Durante dicha presidencia (1920-1924),
la CROM creció mucho y obtuvo mejoras materiales para un gran número de
sus afiliados. Junto con el Partido Laborista, la CROM representaba uno de los
elementos más poderosos del gobierno Obregón. En la práctica, la CROM co-
menzó a funcionar como brazo virtual del Estado y servía para mantener el or-
den, restringir las huelgas no autorizadas y debilitar o destruir las organizaciones
obreras rivales.
La creciente influencia de la CROM no dejó de encontrar oposición. En 1921
un gran número de anarcosindicalistas, comunistas (véase más adelante) y otros
que se oponían a la política de la CROM formaron la Confederación General
del Trabajo (CGT). Se creía que en el momento de fundarse, la CGT representa-
ba un nutrido contingente de alrededor de 12.000 a 15.000 trabajadores de todo
el país. (Las comparaciones tienen una utilidad discutible, sobre todo si se piensa
que las cifras de afiliados a la CROM eran notoriamente hinchadas, pero en 1921
la CROM decía contar con 150.000 afiliados, de los cuales más del 40 por 100
constaban como miembros de las organizaciones campesinas afiliadas a ella.) Los
comunistas no tardaron en abandonar la CGT, que en 1922 generalmente ya adop-
taba posturas anarcosindicalistas, mostrándose favorable a la acción directa y
contraria a meterse en política. Durante las huelgas encabezadas por la CGT en
la industria textil y otros sectores, era frecuente que las luchas con la CROM
fuesen, como mínimo, tan intensas y violentas como las luchas con los patronos.
Entre las técnicas que empleaba la CROM contra otros sindicatos, figuraban
306 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
el prestar rompehuelgas a las empresas durante las disputas laborales y crear afi-
liadas rivales que gozaban del apoyo del Estado e, incluso, de los patronos. La
CROM también mantenía sus propias brigadas armadas para atacar a sus enemi-
gos y existía la creencia general de que era responsable de más de un asesinato
político. Dado que la CROM podía contar con la ayuda de la policía, así como
de otras partes del aparato del Estado, sus métodos —que también incluían di-
versos beneficios para los deseosos de colaborar— resultaron de gran eficacia
para debilitar a las organizaciones rivales.
La CROM alcanzó su mayor poderío durante la presidencia de Plutarco Elias
Calles (1924-1928). La organización había fortalecido su posición dentro del régi-
men poco antes, durante la revuelta de De La Huerta en 1923-1924, período en
que la CROM prestó una ayuda decisiva al gobierno bajo la forma de tropas
y otras clases de apoyo. Durante la campaña electoral de Calles, la CROM había
llegado al extremo de declararle presidente honorario de la confederación. Al
subir al poder, Calles nombró a Morones secretario de Industria, Comercio y
Trabajo; varias figuras de la CROM y su Partido Laborista ocuparon otros pues-
tos importantes en eJ gobierno y el Congreso. El ya notorio oportunismo de ¡a
organización, así como su corrupción y su gangsterismo, se hizo todavía más
acusado, al mismo tiempo que en sus declaraciones hacía llamadas a la «consoli-
dación armoniosa del trabajo y el capital», además de a la creación de «un espíri-
tu de confianza para los industriales y los capitalistas extranjeros». Su anticomu-
nismo sistemático y los vínculos cordiales con la American Federation of Labor
eran pruebas complementarias de que la CROM apoyaba la continuación del de-
sarrollo capitalista. En 1928 la organización afirmó que contaba con dos millo-
nes de afiliados, cifra muy inverosímil.
Morones y su círculo, no obstante, cometieron un grave error de cálculo du-
rante las complejas maniobras destinadas a escoger al sucesor de Calles. Durante
un tiempo habían albergado la esperanza de imponer al propio Morones como
presidente y, hasta casi el último momento, se opusieron a la reelección de Obre-
gón, a pesar del apoyo amplio que éste tenía entre los afiliados. El descontento
acumulado de gran parte de la masa, e incluso de algunos líderes, debido a las
componendas, alianzas y limitaciones de la CROM, alcanzó su punto más alto
! con el asesinato de Obregón en julio de 1928. Aunque nunca se demostró nada,
muchos creían probable que el propio Morones hubiera tenido que ver con el
asesinato.
Dividida internamente y privada de la mayor parte del apoyo del Estado du-
rante el gobierno interino de Emilio Portes Gil, la CROM perdió gran parte de
su poder después de 1928. Ahora, el ejecutivo no sólo se mostraba hostil a Moro-
nes y su círculo, sino que el régimen se embarcó gradualmente en una nueva polí-
tica para tratar la cuestión laboral, cuyos ejemplos más característicos fueron
la creación de un nuevo partido gubernamental en 1929 y la adopción de la ley
federal del trabajo de 1931, que era bastante corporativista. Al amparo de la
nueva ley, una serie de funciones que antes de 1928 se dejaban en manos de la
CROM fueron cumplidas en lo sucesivo directamente por el aparato del Estado,
1
que empezó a controlar la inscripción de sindicatos y el carácter de los contratos
' laborales, así como a determinar la marcha de las huelgas y a imponer el arbitra-
je obligatorio.
LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS OBREROS, 1880-1930 307
jo; las autoridades civiles perdieron virtualmente el control de Sao Paulo durante
varios días, y diversos incidentes hicieron pensar en la posibilidad de que tal vez
la policía y las tropas se negarían a disparar contra los huelguistas. Hubo algunos
actos de pillaje, sobre todo en panaderías, almacenes y, como mínimo, un moli-
no grande, cuyos propietarios fueron acusados de retener la harina en vez de
mandarla al mercado.
Los trabajadores organizaron un Comité de Defesa Proletaria (CDP), que
se componía en gran parte de anarcosindicalistas, y formularon una extensa lista
de exigencias bastante moderadas. Pedían que el Estado interviniera para rebajar
los alquileres y los precios de los alimentos, lo cual sirvió para que el movimiento
gozase de un cierto apoyo de la clase media, pero no concordaba con la doctrina
anarcosindicalista. El CDP negoció con el gobernador por medio de un comité
de periodistas (para que no pareciese que trataba directamente con el Estado)
y, finalmente, obtuvo un incremento general de salarios del 20 por 100, así como
promesas —que fueron olvidadas rápidamente— en el sentido de que el gobierno
llevaría a cabo otras reformas. El incremento del 20 por 100, aunque se cumplió
de forma imperfecta, representó una gran victoria para los huelguistas y fue se-
guido de una extensa oleada de organización obrera.
El movimiento también se propagó al interior del estado de Sao Paulo y con-
tribuyó a provocar una huelga general en Río de Janeiro durante el mes de julio.
Los trabajadores de Río conquistaron algunas mejoras y se embarcaron en una
campaña generalizada para promover la sindicación en varios sectores. No sólo
el Estado brasileño se había visto pillado desprevenido por el alcance de las huel-
gas de julio, sino que, además, la subsiguiente expansión en gran escala de la
actividad sindical alarmó seriamente a los industriales y sus aliados.
En septiembre de 1917, reforzado el aparato represivo, el Estado empezó a
clausurar sindicatos y montó una extensa campaña de detenciones y deportacio-
nes. Las actividades policiales continuaron durante 1918 al amparo del estado
de sitio y, al estallar una nueva oleada de huelgas en diversas partes de Brasil
en el año siguiente, el movimiento obrero se encontró con una persecución cada
vez más eficaz.
Aunque los trabajadores lograron organizar huelgas generales, que obtuvie-
ron un éxito parcial en Sao Paulo y otras ciudades durante 1919, los resultados
de la represión en gran escala eran más y más visibles. El movimiento obrero
no sólo había perdido a algunos de sus militantes más capacitados, que fueron
deportados, sino que las crecientes divisiones internas en torno a la estrategia
y las tácticas creaban gran confusión en el movimiento. Las actividades de los
grupos de vigilantes de derechas, y la intensificación de las campañas contra las
supuestas conspiraciones extranjeras, debilitaron y aislaron aún más a los traba-
jadores y sus organizaciones. El fracaso de los intentos de huelga general en 1920,
en medio del empeoramiento de la situación económica, señaló el final del gran
período explosivo de los principios de la historia obrera en Brasil.
Aún mayores fueron las movilizaciones que tuvieron lugar en Argentina entre
1917 y 1921. En cada uno de aquellos años más de 100.000 trabajadores partici-
paron en huelgas sólo en la ciudad de Buenos Aires. Durante 1919, año del apo-
geo, 308.967 trabajadores bonaerenses protagonizaron 367 huelgas.
La mayor y más violenta de las sacudidas fue la llamada Semana Trágica,
LOS PRIMEROS MOVIMIENTOS OBREROS, 1880-1930 309
y ocurrió en enero de 1919. Durante una huelga de los trabajadores del metal
en una fábrica de Buenos Aires hubo choques entre los piquetes y la policía, a
consecuencia de los cuales murieron cuatro obreros. La violencia se propagó en-
tonces por toda la ciudad y, en el entierro de los cuatro trabajadores, la policía
disparó contra la multitud y causó la muerte a unas veinte personas. Los trabaja-
dores respondieron con una huelga general masiva, la primera que se registraba
en Buenos Aires desde 1910. El ejército, la policía y grupos de vigilantes libraron
batalla con los obreros en las calles y mataron a un mínimo de doscientos, según
algunas crónicas. Las principales federaciones sindicales apoyaron la huelga ge-
neral, pero ésta ya había empezado antes de sus declaraciones. Hay, de hecho,
pocos indicios de planificación o coordinación por parte de las organizaciones
obreras en la Semana Trágica, a pesar de los rumores infundados de un complot
bolchevique que sirvieron de pretexto, entre otros, para un pogromo virtual con-
tra los trabajadores judíos de Buenos Aires. Los sindicalistas acabaron negocian-
do el fin de la huelga general con la condición de que todos los encarcelados
fueran puestos en libertad y se concediera la mayoría de las peticiones originales
de los trabajadores del metal. Los anarquistas se opusieron al acuerdo, pero no
pudieron continuar la huelga.
Los grupos «patrióticos» de derechas, que habían participado en la represión
contra el movimiento obrero, salieron muy fortalecidos de los sucesos de 1919.
Junto con sus aliados militares y civiles, ayudaron a restringir los intentos de
Yrigoyen de establecer lazos más estrechos con los sindicalistas. En 1921, bajo
la creciente presión de los conservadores, el gobierno actuó francamente contra
los sindicalistas durante una huelga de trabajadores portuarios, y un intento de
huelga general convocada por los sindicalistas fue un fracaso. Persistieron las
serias divisiones internas del movimiento obrero argentino, que en su conjunto
resultó debilitado por la depresión de comienzos del decenio de 1920.
En Chile, hubo por lo menos 229 huelgas en Santiago y Valparaíso entre 1917*
y 1921, de las cuales 92 ocurrieron durante 1919. Las movilizaciones contra el
coste de la vida atraían a grandes multitudes, quizá hasta 100.000 personas en
Santiago en 1919. Los trabajadores portuarios y de las plantas de envasado pro-,
tagonizaron una breve insurrección en Puerto Natales en 1919 y se adueñaron
de la ciudad hasta que el ejército los aplastó.
El Estado dirigió algunas de las represiones más feroces contra los anarcosin-
dicalistas, en particular contra la filial chilena de los Industrial Workers of the
World (IWW), que había obtenido un gran éxito organizando a los trabajadores
portuarios de Valparaíso. El Estado también llevó a cabo una gran matanza de
trabajadores del nitrato en San Gregorio en el año 1921. La depresión que empe-
zó en Chile a finales de 1920 reforzó mucho la posición de los patronos. En 1921
organizaron una eficaz serie de cierres patronales y consiguieron anular muchos
de los logros que los trabajadores habían conquistado en las huelgas de 1917-1919.
Sin embargo, la victoria de los patronos estuvo muy lejos de ser decisiva. Aunque
muchas organizaciones quedaron debilitadas y algunas hasta desaparecieron, el
movimiento obrero en su conjunto había adquirido mucha fuerza en Chile y re-
sistió los intentos de destruirlo con mucho más éxito que en el caso de la repre-
sión y la crisis económica que siguieron a la expansión en 1905-1907.
Hubo también movilización en gran escala durante el período 1917-1920 en
310 HISTORIA DE AMERICA LATINA
varios de los países donde el movimiento obrero había sido más bien limitado
antes de la guerra. En Cuba, los trabajadores de los puertos, ferrocarriles y la
construcción, así como los de otros ramos, llevaron a término importantes paros
laborales durante 1918 y 1919. Una oleada de huelgas acompañadas de mucha
violencia barrió Colombia entre 1918 y 1920. Trabajadores portuarios de Barran-
quilla y Cartagena, así como ferroviarios de Santa Marta, se declararon en huel-
ga en 1918 y obtuvieron cierto éxito. Una serie de paros laborales en Bogotá
durante 1919 culminó con una huelga generalizada en noviembre. Hubo huelgas
de mineros y trabajadores portuarios en Ecuador. En Perú, los trabajadores de
Lima organizaron una huelga general que alcanzó notable éxito en enero de 1919,
huelga que para muchos supuso la conquista de la jornada de ocho horas. En
mayo, sin embargo, otra huelga general en Lima y El Callao fue derrotada, y
se calcula que costó cien muertos.
les importantes en diversos momentos de los primeros años del partido: el japo-
nés Sen Katayama, el suizo Alfred Stirner (Edgar Woog), y varios comunistas
de los Estados Unidos y de otras partes.
Después de que abandonaran la CGT anarcosindicalista en 1921 (véase ante-
riormente), los comunistas encontraron dificultades para mantener lazos efecti-
vos con el movimiento obrero, aunque tuvieron más éxito organizando a los cam-
pesinos, sobre todo en el estado de Veracruz. A mediados de los años veinte,
Bertram Wolfe, miembro del Partido Comunista de los Estados Unidos, dirigió
la reorganización del partido mexicano con el fin de eliminar supuestas tenden-
cias anarquistas que preocupaban al Comintern desde hacía algún tiempo. En
el período 1926-1927, el partido ya ejercía considerable influencia entre los traba-
jadores del ferrocarril y algunos mineros. La estrategia sindical de los comunistas
había consistido, generalmente, en trabajar a través de la CROM, pero, ante el
desorden que reinaba en esa organización en 1928, y de acuerdo con la política
del Comintern en el «tercer período», el partido creó una organización indepen-
diente dirigida por él mismo. La Confederación Sindical Unitaria de México, que
así se llamaba la nueva organización, fue durante un tiempo, a principios del
decenio de 1930, una fuerza importante en el movimiento obrero. ^
Las divisiones que desde hacía mucho perturbaban el movimiento obrero ar-
gentino persistieron durante el decenio de 1920. La sindicalista FORA IX siguió
siendo la más fuerte de las confederaciones sindicales de la nación, y una de sus
principales filiales controlaba virtualmente los puertos. En 1922, la FORA IX,
que englobaba a los comunistas, cambió su nombre por el de Unión Sindical Ar-
gentina (USA). La FORA V, que era más pequeña, continuó representando a
una importante corriente anarquista dentro del movimiento obrero. También exis-
tían varios grupos independientes, entre los que destacaban los trabajadores del
ferrocarril, que fueron la base de otra organización nacional, la Confederación
Obrera Argentina (COA), fundada en 1926. Los sindicalistas y los independien-
tes, que buscaban beneficios concretos para sus afiliados, entablaron diversas for-
mas de negociación política con el Estado. Los gobiernos del Partido Radical
de los años veinte se mostraron a menudo receptivos, pues esperaban obtener
votos de la clase trabajadora y, en todo caso, eran más tratables que los patronos.
Al finalizar el decenio, el movimiento obrero argentino seguía dividido en
tres confederaciones nacionales (la USA, la FORA y la COA), varios agrupa-
mientos independientes y una nueva organización sindical comunista, el Comité
de Unidad Sindical Clasista. Poco después, no obstante, las principales confede-
raciones —excepto la anarquista FORA— se unieron para formar la Confedera-
ción General del Trabajo (CGT). El grupo militar que se hizo con el poder en
1930 siguió una política de gran hostilidad para con el movimiento obrero y,
si bien una parte de la CGT estaba dispuesta a colaborar con el nuevo régimen,
las posibilidades de avenencia resultaron escasas. Ante el paro creciente y la re-
presión estatal, el movimiento obrero argentino —a pesar de notables luchas por
parte de los trabajadores de las industrias cárnica y del petróleo, entre otros—
sufrió serios reveses a principios del decenio de 1930 y perdió gran parte de lo
que había ganado durante el decenio anterior.
- El grupo que formó el Partido Comunista en Argentina nació de una escisión
que se había producido entre los socialistas en 1917 a causa de la participación
314 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
del partido para el Ayuntamiento de Río de Janeiro. El partido sufrió serias de-
fecciones a finales de los años veinte, tanto por parte de los trotskistas como
de miembros que se oponían a la política del «tercer período». A pesar de ello,
continuó ocupando una posición importante en el movimiento obrero y en 1929
creó una efímera confederación sindical nacional, la Confederacáo Geral do Tra-
ta alho.
El Partido Comunista había mantenido contactos con Luís Carlos Prestes,
el joven oficial militar cuyas hazañas al conducir la «columna Prestes» por las
regiones apartadas de Brasil entre 1924 y 1927 habían ocupado la imaginación
de gran parte del país. Sin embargo, las posturas políticas que Prestes adoptó
durante el decenio de 1920 resultaron estar bastante lejos de las comunistas y
las relaciones siguieron sin dar fruto hasta el decenio siguiente, momento en que
Prestes entró finalmente en el partido que iba a encabezar durante más de cua-
renta años.
CONCLUSIÓN
En 1930 la pequeña clase trabajadora urbana de finales del siglo xix ya ha-
bía experimentado grandes cambios. Aunque las economías latinoamericanas, como
productoras de artículos básicos, seguían hallándose ligadas fundamentalmente
a Europa y América del Norte, la industria en los países grandes había crecido
de forma significativa. En casi todas partes, los trabajadores habían creado insti-
tuciones para defenderse, adquirido experiencia y, en algunos casos, mejorado
sus condiciones de vida y trabajo. Sus luchas habían dado origen a un importante
conjunto de leyes sociales y a un creciente papel del Estado en las cuestiones la-
borales: legados que resultarían ambiguos y que sirvieron también como instru-
mentos para contener a la clase trabajadora dentro del orden imperante. Movi-
mientos obreros que se habían formado en las luchas de los decenios anteriores
representaban en la mayoría de los países una fuerza capaz de influir en la direc-
ción de la vida nacional. No obstante, las doctrinas de los movimientos de antes
de 1930 generalmente perdieron terreno ante los movimientos populistas, nacio-
nalistas y estatistas, que dominaron la política en gran parte de América Latina
durante los decenios posteriores a 1930. Sin embargo, el propio populismo era
una reacción a la lucha de clases y a la movilización real y potencial de la clase
trabajadora. Sus raíces pueden verse claramente en los acontecimientos y políti-
cas de los años anteriores.
136 O Relaciones internacionales de América Latina Auge del imperialismo norteamericano
y·resistencias en América Latina (1883-1933)
Triple Alianza, Argentina, Brasil y Uruguay, coaligados, arremetieron contra el
Paraguay nacionalista y, después de someterlo a una tremenda masacre, lo obliga-
ron a abrir sus puertas a los intereses comerciales y financieros foráneos.
Del mismo modo, en la Segunda Guerra del Pacífico, la República de Chile
apoyada por los intereses ingleses derrotó a Bolivia y Perú, países cuyas burguesías
nacionales habían adoptado posiciones de rechazo a la irrestricta penetración del
capital europeo.
Durante el siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX el crecimiento guerras contra los indios y la destrucción de los bisontes durante el decenio 1865-
general de la producción y el comercio exterior de Estados Unidos puede deducirse 1875 abrieron el camino a los ferrocarriles, los bancos, los hatos ganaderos de tipo
de las cifras que muestra el cuadro 2. Por su parte, las inversiones de diversos países capitalista y los especuladores en terrenos. En muchos casos, los agricultores y
industrialmente avanzados en el continente latinoamericano, entre fines del siglo pastores pequeños resistieron con las armas a la invasión del capitalismo y al
XIX y el año 1930, variaron como lo muestra el cuadro 3. proceso de expropiación de sus tierras por bancos y compañías financieras. Sus
El imperialismo norteamericano fue producto del proceso de desarrollo capi- revueltas fueron reprimidas de manera sangrienta.
talista acelerado que se inició en Estados Unidos después de la Guerra de Secesi'ón. Simultáneamente con la expansión de los ferrocarriles, que pronto unieron la
Ese conflicto estimuló extraordinariamente el proceso de industrialización del norte costa del Atlántico con la del Pacífico, se desarrolló la explotación de minas de la
del país. La destrucción del Sur y su posterior reconstrucción significaron la más diversa índole. Desde 1880 en adelante aparecen colosales "imperios" banca-
apertura de nuevos mercados para los productos del Norte. Entre 1865 y 1870 el rios, ferroviarios, mineros y siderúrgicos. Bastaría otra década más para que el
volumen del capital bancario creció espectacularmente en el país. La conquista del imperio petrolero del viejo John D. Rockefeller se extendiera por todo el país.
Oeste se intensificó en la misma época, por primera vez con un carácter capitalista. El vertiginoso crecimiento del capitalismo norteamericano -rudo, de lucha a
Detrás de los pioneros empeñados en ocupar tierras y establecer una economía muerte entre _empresarios- produjo la exaltación de impulsos agresivos. Los
agrícola y artesanal, vinieron los comerciantes y los empresarios ferroviarios. Las hombres de presa que dirigían el desarrollo económico se sintieron dirigentes de un
pueblo elegido, portadores y ejecutores del "Destino Manifiesto" que impulsaba a
Estados Unidos hacia la jefatura de las naciones. La embriaguez del éxito material,
conquistado en implacable lucha contra los competidores capitalistas, se tradujo en
-Cuadro 2 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - embriaguez imperialista. La conquista del Oeste no terminó en el litoral del
Comercio exterior de Estados Unidos, 1800-1920 Pacífico, California y Oregón. Continuó más allá, a través del océano, hacia Japón
(En miles de dólares) y China. Del sudoeste la marcha siguió hacia México, Centroamérica y toda la
América Latina. Los monopolistas triunfantes miraron más allá de las fronteras de
Año Exportaciones Importaciones
su propio país, y sus ideas expansionistas influyeron en la política de Washington
y en el pensamiento de las masas, educadas en el espíritu del Destino Manifiesto y
1800 70.972 91.153
de la Doctrina de Monroe, interpretada és~ como un llamado para que Estados
1820 69.692 74.450
Unidos asumiera la protección y el control de, las naciones más débiles.
1840 123.669 98.259
Desde 1880 el capital financiero norteamericano buscó campos de inversión en
1860 333.576 353.616
el exterior, en regiones subdesarrolladas y carentes de recursos financieros propios,
1880 835.639 667.955
donde la inversión arrojara ganancias superiores a las que se lograban en los centros
1900 1.394.483 829.150
desarrollados. Al mismo tiempo, la corriente general del espíritu nacional estado-
1920 8.108.989 5.278.481
unidense se inclinaba hacia una política imperialista.
Tomado de Thomas A. Bailey, A Diplomatic History ofthe American People, 1959, p. 459.
-Cuadro 3 - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Uno de los síntomas del espíritu imperialista, producto de una nueva etapa del
capitalismo norteamericano, lo constituyó el deseo de participar activamente en los
Inversiones privadas asuntos polftkos de Latinoamérica y de asumir en fonna decidida el papel de árhitro
(En millones de dólares) en las relaciones internacionales americanas. El concepto de una orgamzación
multilateral de Estados americanos fue acogido por los dirigentes políticos y
País 1897 1930 empresariales yanquis como posible instrumento de su hegemonía sobre el hemis-
ferio; en lugar del esquema bolivariano (una Confederación Latinoamericana que
Gran Bretaña 2.060 4.500 como participante secundario invitaría a su mesa a Estados Unidos), para 1880, este
Francia 628 454 país desarrolló el concepto de un sistema panamericano dirigido por el gobierno de
Alemania 700 Washington, con los países latinoamericanos en calidad de protegidos del poderoso
Estados Unidos 308 5.429 Tío Sam. Mediante la creación de una unión panamericana se aspiraba alcanzar dos
propósitos fundamentales, de índole económica uno, y política el otro. En lo
Tomado de Norman Bailey, Latin America in World Politics, 1967, p. 50.
económico, se buscaría la creación de una unión aduanera americana, por la cual
140 D Relaciones internacionales de América Latina Imperialismo norteamericano y resistencias en América Latina ( 1883-1933) D 141
Gran Bretaña y los demás países europeos serían excluidos de sus posiciones positiva el proyecto de una unión aduanera dentro de la cual Estados U nidos jugaría
comerciales y financieras en el hemisferio occidental, mientras que Estados Unidos el papel de gran abastecedor industrial. '
asumiría el papel de gran abastecedor y financiador de la América morena. En el La Primera Conferencia Internacional de Estados Americanos inició sus
plano político, se trataría de implantar un sistema de arbitraje obligatorio, a través sesiones en Washington el día 2 de octubre de 1889. Los países asistentes fueron
del cual Estados Unidos asumiría el puesto de gran juez y árbitro de las Américas, Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Ecuador, El Salvador,
anteriormente ocupado por los ingleses. La unión aduanera y el arbitraje obligatorio Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú,
significarían conjuntamente la implantación de la "Pax Americana" sobre el Nuevo Uruguay y Venezuela. James Blaine fue electo presidente de la Conferencia, y los
Mundo. representantes de Perú y de México desempeñaron las vicepresidencias.
En lo concerniente al problema del papel mediador de Estados Unidos en Ninguna de las dos. ideas maestras de la diplomacia norteamericana -el
América Latina, los dirigentes de Washington actuaron impulsados por los aconte- arbitraje obligatorio y la unión aduanera- fueron aprobadas en la reunión. Los
cimientos del Pacífico sudamericano. El gran conflicto entre Chile, Perú y Bolivia, delegados latinoamericanos estaban conscientes de que la primera de esas iniciati-
beneficioso para el capital británico, incitó a Washington -como ya lo señalamos vas afectaría la soberanía política de sus países y los colocaría bajo la tutela arbitral
en el capítulo anterior- a ofrecer sus buenos oficios y una eventual mediación. de la nación más fuerte del hemisferio. En cuanto a la segunda idea, veían
Chile, triunfador, rechazó el ofrecimiento, pero el Congreso y el gobierno norte- claramente que ella traería beneficios económicos casi exclusivamente para la
americanos quedaron dispuestos a no dejarse excluir -en futuras ocasiones- de potencia industrial del Norte, y que para los países débiles y subdesarrollados del
una participación en el arreglo pacífico de problemas latinoamericanos. Nuevo Mundo sin duda era preferible conservar su libertad de comercio y tratar de
En mayo de 1880 el Congreso de Estados Unidos autorizó al Presidente para mantener un equilibrio en el intercambio con Estados Unidos y con Europa.
que tratase de organizar una conferencia interamericana "con el objeto de discutir El principal resultado ·concreto de la conferencia -que finalizó el 19 de abril
y recomendar a los respectivos gobiernos la adopción de un plan de arbitraje para de 1890- fue la creación de una Unión Internacional de las Repúblicas America-
el arreglo de desacuerdos y problemas que pudieran en el futuro surgir entre ellos". nas, con su secretaría permanente establecida en la capital norteamericana. La
Claramente, era el espectáculo de la Segunda Guerra del Pacífico el que provocó esa función principal de la secretaría sería la de recibir y divulgar información
iniciativa del Congreso de Washington. Por otra parte, éste agregó que igualmente económica y técnica sobre los países miembros de la unión. Se adoptaron resolu-
deberían estudiarse, en la eventual conferencia panamericana, "medidas encamina- ciones en favor del incremento del intercambio comercial, técnico y cultural entre
das a la formación de una unión aduanera americana" y tendientes a "fomentar los países miembros, así como de la cooperación en materia sanitaria. Se recomendó
aquellas relaciones comerciales recíprocas que sean provechosas para todos, y la adopción del sistema métrico decimal para facilitar el intercambio. Igualmente,
asegurar mercados más amplios para los productores de cada uno de los referidos hubo pronunciamientos favorables a la unificación de normas jurídicas de los
países". diversos Estados, y su adhesión a tratados de derecho internacional aprobados en el
En 188i, bajo.la presidencia de James Garfield, el secretario de Estado James congreso celebrado en Montevideo en 1888. En el ámbito político, se recomendó
Blaine, en conformidad con lo recomendado por el Congreso, emitió invitaciones la utilización de medios pacíficos para solucionar las diferencias entre países de
para que los países de América acudieran a una conferencia destinada sobre todo a América, y se expresó la esperanza de que en el futuro pudiera crearse un sistema
estudiar la creación de un sistema de arbitraje. Pero casi en seguida, después de esta eficaz de arbitraje.
iniciativa el presidente Garfield fue asesinado, y su sucesor, el vicepresidente De esta manera Estados Unidos, llegado a la etapa imperialista y hegemónica,
Chester Arthur, destituyó a Blaine y anuló la convocatoria a la conferencia se apropió la idea de la organización internacional americana, anteriormente
panamericana. manejada sólo por los latinoamericanos, y dio un primer paso para establecer su
En 1885 asumió la presidencia de Estados U nidos Grover Cleveland, demócra- liderazgo sobre una unión de repúblicas.
ta, quien acogió la idea de la conferencia panamericana. De común acuerdo con el
Congreso, ordenó al secretario de Estado Bayard que fonnulara nuevas invitaciones
para 1888. A fines de ese año, los republicanos triunfaron en las elecciones Norteamérica desplaza a Inglaterra. Guerra entre
presidenciales, llevando a Benjamín Harrison a la primera magistratura a co- Estados Unidos y España
mienzos de 1889. James Blaine fue designadosecretario de Estado nuevamente;
de modo que fue el mismo hombre que había dado el primer impulso práctico a la Durante la década de 1890-1900, Estados Unidos tomó diversas iniciativas en
conferencia ocho años antes, el que representó a Estados Unidos cuando finalmente política exterior, encaminadas a establecer su hegemonía sobre las Américas y a
la reunión se efectuó. desplazar a Gran Bretaña de la posición de potencia dominante sobre la parte latina
Antes de iniciarse las deliberaciones de la conferencia en septiembre de 1889, del hemisferio.
los delegados latinoamericanos fueron llevados de gira para visitar los centros La discusión fronteriza entre Venezuela y Gran Bretaña constituyó un aconte-
industriales de Estados Unidos, con la idea de que una impresión favorable del cimiento importante en esa lucha por la hegemonía estadounidense. Desde 1850 en
adelanto técnico y manufacturero del país los alentara a considerar de manera adelante, los ingleses habían extendido los límites entre Venezuela y la Guayana
142 D Relaciones internacionales de Améric a Latina
Imperialismo norteamericano y resistencias en Améric a
Latina ( 1883-1933) D 143
hecho fue provocado por patriotas cubanos, desesperados por desencad~nar el cia que los norteamericanos le habían formulado, empuñó las armas contra sus
conflicto entre Estados Unidos y España. antiguos aliados, y durante varios años prosiguió su lucha contra el nuevo colonia-
Si tal fue el caso, lograron un éxito cabal. En Estados Unidos, la ira contra lismo.
España era ya arrolladora e incontenible. El presidente Me Kinley, sucesor de Cuba, pese a las presiones de imperialistas extremos, recibió la independencia
Cleveland desde 1897, trató de serenar los ánimos de sus compatriotas y de formal. Pero se trataría de una independencia incompleta, mediatizada. Estados
preservar la paz. De acuerdo con España, comisiones mixtas de expertos realizaron Unidos ocupó la isla hasta 1903, y retiró sus tropas a cambio de un tratado que le
inspecciones del casco del buque reventado. No hubo ningún dictamen concor- concedía el derecho de intervenir en los asuntos internos de la república antillana
dante. Según los expertos norteamericanos, la voladura se produjo de fuera hacia cada vez que unilateralmente lo estimase necesario para preservar "el orden" y "la
dentro y, según los españoles, de dentro hacia fuera. independencia" de la isla. El principio del derecho a la intervención estuvo con-
Ningún consejo de moderación logró detener los impulsos bélicos que emana- tenido en la Enmienda Platt, presentada por el senador norteamericano Orville Platt
ban de los sectores económicos y militares imperialistas, de congresistas vinculados ante el congreso de su país. Posteriormente, dicho principio quedó incorporado al
a esos intereses, y de una opinión pública exaltada. El gobierno de Estados Unidos, tratado cubano-estadounidense y a la propia Constitución Nacional de Cuba.
presionado por el Congreso y la opinión pública, presentó un ultimátum a España: Además del derecho a la intervención; el tratado de 1903 dio a Estados Unidos la
destituir a Weyler, poner fin a la reconcentración, otorgar libertades y autonomía a base militar de Guantánamo y una base naval en Bahía Honda.
los cubanos. España estuvo dispuesta a la conciliación y efectivamente destituyó a Aceptada así la legalización de la intervención extranjera, y reducida Cuba a la
Weyler: pocas veces una potencia mostró tanto empeño en evitar un conflicto. Pero situación de protectorado de Estados Unidos, las tropas norteamericanas fueron
Estados U nidos siguió presionando, y declaró la guerra antes de obtener respuestas retiradas, y Tomás Estrada Palma asumió la presidencia del país.
definitivas de los españoles.
Los combates duraron de marzo a junio de 1898 y se desarrollaron en diversos
frentes. En el mar, la flota de Estados Unidos derrotó a la de España. Fuerzas
norteamericanas desembarcaron en Cuba, en Puerto Rico, y en las islas Filipinas y La toma del Canal de Panamá
de Guam, en el Océano Pacífico: Estados Unidos estaba interesado por igual en La idea de construir un canal interoceánico en Panamá o América Central fue
dominar el Caribe y las rutas del Pacífico entre California y China. Ambas regio- v?. ceada
. por p~imera vez en ~1 siglo XVI bajo el reinado de Carlos V. La proposi-
nes representaban para Norteamérica esferas imperiales de suma importancia en lo cwn fue recogida y pormenonzada por Alejandro de Humboldt a raíz de su viaje por
económico y lo naval. las regiones equinocciales del Nuevo Mundo en el lapso 1799-1804. Poco después,
En Cuba las tropas norteamericanas actuaron en forma paralela a las fuerzas el conde de Saint;.Simon, ideólogo del socialismo utópico y del progreso científico
armadas rebeldes del país. Al cabo de pocos meses, los españoles quedaron y tecnológico, hizo suya la idea de conectar los mares y los océanos mediante
acorralados. Puerto Rico fue ocupada sin dificultad, en vista de que en esa isla no canales en Suez y Panamá. El ingeniero Ferdinand de Lesseps, constructor del Canal
se encontraban fuerzas españolas importantes. También en el Pacífico la ocupación de Suez e iniciador de los trabajos del Canal de Panamá, fue discípulo de Saint-
de la isla de Guam fue fácil para la armada de Estados Unidos. En Filipinas, las Simo~ y ejecutor de las ideas· del maestro en su aspecto tecnológico, aunque no en
fuerzas norteamericanas se unieron al movimiento de liberación dirigido por el el SOCial.
general Emilio Aguinaldo. Se les prometió a los patriotas filipinos que, luego de la Inglaterra y Estados Unidos ·eran·las dos principales potencias con opción
victoria sobre España, su país obtendría la independencia. Al ser derrotada, España efectiva para construir un canal a través del istmo. Como lo hemos visto, los dos
se vio obligada a firmar el Tratado de París el 10 de diciembre de 1898. Por los países acordaron -por el Tratado Clayton-B ul wer, firmado en 1850- que ningu-
términos de ese instrumento, España reconoció la independencia de Cuba, y cedió no de ellos tomaría la iniciativa de la construcción del canal sin el consentimiento
Puerto Rico, Guam y las Islas Filipinas a Estados Unidos. del otro. ·
Con respecto a Filipinas, Estados Unidos vaciló entre cumplir la promesa de En 1878, un norteamericano llamado Bonapartc Wysc obtuvo una conct!sión
independencia hecha a Aguinaldo, o conservar las islas como dependencia colonial. del gobierno colombiano, del cual dependía Panamá, para la eventual construcción
Al comienzo, el presidente Me Kinley se inclinó a conceder la libertad al archipié- de un canal interoceánico. Un año después, Ferdinand de Lesseps y una compañía
lago. En cambio, el alto mando naval insistía con pasión en que era necesario anexar francesa compraron la concesión Wyse y abrieron suscripciones de capital, no sólo
Filipinas al imperio yanqui: las islas están localizadas en un sitio estratégicamente en Francia sino en todos los países adelantados del mundo, incluido Estados Unidos.
importante, en la ruta marítima entre N orteamérica y China. Me Kinley terminó por Pero contrariamente a lo que sucedió en el caso de Suez, la compañía de De Lesseps
aceptar los razonamientos de los almirantes, y se dejó convencer de gue Estados se encontró con las más graves dificultades financieras y, al cabo de una década, en
Unidos tenía una "misión civilizadora" que cumplir en Filipinas y por ello no debía 1889 tuvo que declararse en quiebra.
retirarse de ese país. España recibió la suma de 20 millones de dólares por la cesión Estados Unidos, volcado hacia el imperialismo desde 1880, observó con interés
de Filipinas. En cambio, Puerto Rico y Guam fueron considerados como botín de la iniciativa de De Lesseps, y sus dirigentes llegaron a la conclusión de que
guerra. Emilio Aguinaldo, indignado por la violación de la promesa de independen- necesariamente debían controlar y dirigir la construcción de la vía interoceánica.
146 O Relaciones internacionales de América Latina
Imperialismo norteamericano y resistencias en América Latina ( 1883-1933) O 147
148 O Relaciones internacionales de América Latina Imperialismo norteamericano y resistencias en América Latina ( 1883-1933) O 149
civilización". En 1911 explicó con toda claridad: "/ took Panama and let Congress política en 1906. Las fuerzas estadounidenses ocuparon la nación cubana durante
debate" ("Tomé Panamá y dejé que el Congreso discutiera"). tres años, retirándose en 1909.
La construcción de la vía interoceánica comenzó en seguida, con todo el vigor Teodoro Roosevelt tuvo una actitud enérgica en la crisis venezolana de 1902-
y la rapidez que Teodoro Roosevelt sabía imprimir a sus iniciativas. El Canal 1903. En un arrebato nacionalista, el presidente Cipriano Castro se negó a cancelar
comenzó a funcionar en 1914. las. d~udas pendientes con varias pot~ncias europeas bajo las condiciones que éstas
Colombia se sintió grandemente ofendida por la intervención norteamericana exigian. Como resultado de la negativa de Castro, aparecieron en la costa venezo-
en Panamá y la abierta ayuda de Teodoro Roosevelt a la secesión de ese país. En lana barcos de guerra alemanes, ingleses e italianos. Después de bloquear los
1914, el presidente Wilson tomó la iniciativa de negociar un c~nvenio · co,n puertos venezolanos, procedieron a hundir y capturar la mayor parte de la flóta del
Colombia, por el cual Estados Unidos expresaba su pesar por lo ocurrido y ofrecia país, y finalmente los alemanes cañonearon la costa, causando destrucción y
una indemnización de 25 millones de dólares. Ese convenio fue rechazado por el mu~rte. El pr~si~ente norteamerican~ invocó la Doctrina de Monroe y exigió que
Congreso, encabezando Teodoro Roosevelt la batal~a política c?~!ra 1~ ratific~c,~ó~ los mtervencwmstas europeos se retirasen; a cambio de ello, Estados Unidos se
del instrumento. Roosevelt alegaba que Estados Umdos no debia pedir perdon m encargaría de obligar a la Venezuela rebelde a pagar sus deudas.
lamentar los hechos de 1903. Apenas solucionado el caso venezolano, se presentó una situación similar en
Fue sólo en 1921 cuando Estados Unidos negoció con Colombia un tratado que Santo Domingo. Las finanzas públicas de República Dominicana se hallaban en un
entró en vigencia y otorgó al país sudamericano la indemnización de 25 millones. estado de virtual bancarrota, de tal manera que el país no estaba en capacidad de
Para este momento los norteamericanos estaban interesados en obtener concesiones hacer fr~nte ~ ~gobiant:s obligaciones ante acreedores europeos. Bajo el impacto
petroleras en tierra colombiana. de esta situacwn, ademas de la venezolana del año anterior, Roosevelt proclamó su
C~rolario ~ la Doctrina de Monroe: "La delincuencia crónica (de algunos países
latinoamencanos) puede (... ) hacer necesaria la intervención de alguna nación
La política del garrote y la diplomacia del dólar civilizada, y en el hemisferio occidental la Doctrina de Monroe puede obligar a
Estados Unidos( ... ) a ejercer un poder de policía internacional". En otras palabras,
Las presidencias de los mandatarios norteamericanos Teodoro Roosevelt Teodoro Roosevelt transformó la Doctrina Monroe en un instrumento preventivo
(1901-1909) y William Howard Taft (1909-1913) se definen en su actuación hacia e intervencionista. Allí, donde a juicio unilateral de Estados Unidos existían
los países de Latinoamérica del siguiente modo: la primera, por la llamada "política con~iciones d~ ,desorden fi~anciero o político _que posiblemente pudiesen provocar
del garrote", y la segunda, por la "diplomacia del dólar". Ambas políticas represen- una mtervencwn extracontmental, la potencia norteamericana debía anticiparse,
tan el mismo proceso de creciente intervención y dominación del imperialismo ocupando a su vez el indócil país "incivilizado", para corregirlo de acuerdo con los
estadounidense en la zona del Caribe. dictados del sistema internacional dominante.
Teodoro Roosevelt, influido por· el darwinismo social, a la vez que por la En aplicación al Corolario Roosevelt, los infantes de marina desembarcaron en
ideología imperialista anglosajona de figuras como Rudyard Kipling y Joseph República Dominicana en 1905. Estados Unidos asumió la administración de
Chamberlain, creía que la competencia es la ley del mundo y que los más fuertes aduanas del país, destinando el45% de los ingresos aduaneros al fisco dominicano
están destinados a ejercer su dominación -preferentemente benévola y civilizado- y el 55% restante al pago de la deuda exterior. Gran Bretaña, acreedora de República
ra- sobre los más débiles. En el plano de la política interna de Estados Unidos esa Dominicana, elogió esta iniciativa que satisfizo a los banqueros del mundo.
fe en una ruda pero creadora competencia se expresó por la lucha contra los Al mismo tiempo que intervino en el Caribe, en aplicación de su Corolario,
monopolios y la promoción de la ley anti trust de 1903; en el ámbito de la política Teodoro Roosevelt actuó enérgicamente en el Océano Pacífico y Asia oriental para
exterior se tradujo en una estrategia imperialista. fortalecer los intereses imperiales norteamericanos en esas regiones. Negoció con
Al mismo tiempo, Roosevelt creía en el realismo político. Sin piadosas Japón sobre la división del Pacífico en zonas de influencia, sirvió de mediador entre
ilusiones, sabía que la estructura internacional en última instancia está determinada Japón y Rusia, y proclamó la doctrina de la "Puerta Abierta" en China (doctrina4u~;;
por relaciones de fuerza y no por normas de derecho. Una de sus máximas era la de exige que los viejos imperialismos -inglés, francés, ruso- ya establecidos en
no emprender iniciativas diplomáticas que no pudiesen ser respaldadas por la fuerza China, dejen la puerta abierta a los imperialismos más jóvenes, tales como el
si fuese necesario. En uno de sus safaris en Africa oriental había recogido un norteamericano).
· proverbio indígena que decía: "Cuando vayas a visitar a tu adversario, habla en voz William Howard Taft y su secretario de Estado, Philander Knox, representaron
baja pero lleva un garrote en la mano". Una política exterior basada en demostra- el ala más conservadora del Partido Republicano, y mantuvieron íntimas y excelen-
ciones de fuerza discretas pero inconfundibles era la de Teodoro Roosevelt ante las tes relaciones con el establishment financiero de Wall Street. Knox, antes de
demás grandes potencias. Frente a la América Latina el garrote era más visible y ingresar a la diplomacia, había sido abogado de grandes empresas financieras.
menos discreto. Tanto él como el propio presidente Taft se sentían convencidos de que el interés
El ejército norteamericano, que había salido de Cuba en 1902 después de que nacional norteamericano coincidía plenamente con el de los consorcios capitalistas
ese país acogió la Enmienda Platt, intervino nuevamente en la isla a raíz de su crisis del país. En su política exterior mantuvieron la más estrecha y permanente
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colaboración con los grupos inversionistas particulares. En la Casa Blanca, en el represiva. El gobierno de Washington protestó, expulsó al encargado de negocios
Departament o de Estado o en otros sitios más discretos, los máximos dirigentes del nicaragüense y envió barcos de guerra al país centroamericano. Zelaya cayó y fue
gobierno se reunían regularmente con los jefes de la gran banca, para proyectar y reemplazado por un gobierno provisional al cual se le obligó, bajo amenaza de
organizar acciones conjuntas encaminadas a ocupar y dominar la zona del Caribe cañoneo y desembarco de marines, a suscribir un acuerdo por el cual Nicaragua
y la parte septentrional de América del Sur, así como también a conquistar una recibía un préstamo norteamericano y, a cambio de ello, entregaba sus aduanas a un
participación económica y política cada vez mayor en los asuntos del Pacífico y de administrado r estadounidense, designado en 1911. Poster~ormente, entre 1912 y
China. En lo doctrinario, acogieron cabalmente el Corolario Roosevelt y el objetivo 1931, los infantes de marina entraron en Nicaragua varias veces.
de garantizar la seguridad del Canal de Panamá y las rutas marítimas que conducen El presidente Woodrow Wilson, electo en 1912 y en posesión del mando a partir
hacia él. de 1913, era un hombre totalmente distinto de Taft. Dirigente del Partido Demócra-
Taft y Knox agregaron a la Doctrina de Monroe otro Corolario, que acentúa su ta, liberal, idealista y adversario del imperialismo como doctrina y principio,
carácter imperialista. Afirmaron que no sólo la ocupación política de alguna zona prometía un trato nuevo, más democrático, a su propio pueblo y a las naciones
independiente en las Américas por parte de una potencia extracontinental constitu- extranjeras. Al tomar posesión de la presidencia, proclamó su vehemente repudio
ye una violación de esa doctrina, sino que la vulnera hasta el establecimien to de la a la diplomacia del dólar y a las intervenciones imperialistas. Afirmó que su política
"influencia económica" de sectores privados extracontinentales. Sistemáticam ente exterior estaría basada en el respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el
presionaron a los países del Caribe, hasta con la amenaza del desembarco de los apoyo a la causa democrática en todos los países del mundo. Pero entre la teoría y
marines, para que negaran concesiones y contratos al capital europeo y japonés, la práctica existió una distancia considerable. En el área del Caribe, Wilson continuó
llegando incluso a forzarlos para que anularan convenios ya suscritos con in- la política intervencioni sta de Taft y hasta la intensificó. Para tranquilizar su
versionistas de esos países. En 1912, cuando un grupo económico japonés negoció conciencia, se convencía de que sus intervenciones no iban dirigidas contra "de-
con México para obtener concesiones en Baja California, Estados Unidos amenazó mócratas" sino contra "enemigos de la democracia", y que su propósito no era el de
a las autoridades mexicanas y presionó a Japón hasta que el proyecto fue cancelado. proteger y promover los intereses de grupos inversionistas sino el de ayudar a los
Henry Cabot Lodge, senador republicano allegado a Taft, propuso y logró la pueblos pobres a liberarse de gobernantes indeseables: si los capitalistas norteame-
aceptación por parte del Congreso de una resolución según la cual Estados Unidos ricanos aprovechaban esas nobles intervenciones y sacaban de ellas grandes
no toleraría la transferencia de zonas "estratégicas" de las Américas a compañías beneficios no sería culpa del gobierno.
privadas no americanas. Así, la Doctrina de Monroe se aplicaría en lo sucesivo no En 1913, antes de entregar el gobierno a Wilson, Taft había obligado a
sólo a gobiernos sino también a empresas privadas extracontinentales. De 1912 en Nicaragua a entregar a Estados Unidos, por un lapso de 99 años, dos islas en el
adelante, este nuevo corolario fue invocado cuatro veces para impedir el otorga- Golfo de Fonseca, a cambio de la cancelación de las deudas pendientes con bancos
miento de concesiones mexicanas a grupos japoneses. Los dos componentes del norteamericanos. Wilson aprobó estos términos, que quedaron incorporados en el
engranaje imperialista -capitalistas y militares- tuvieron participación en la Tratado Bryan-Cham orro, firmado en 1916 por el secretario de Estado norteame-
formulación de ese añadido a la Doctrina Monroe. ricano y el canciller nicaragüense. El presidente Wilson quiso que a este Tratado se
En 1909 Taft y Knox comprobaron que Honduras adeudaba sumas considera- le agregase una cláusula similar a la Enmienda Platt, que habría legalizado las
bles a acreedores ingleses. Aplicando el Corolario Roosevelt, el gobierno norteame- intervenciones armadas estadounidenses, pero el propio senado de Washington se
ricano forzó al hondureño a aceptar que un grupo financiero privado de Estados negó a ratificar tal disposición.
Unidos tomara a su cargo la deuda exterior del país centroamericano. Cañoneras e En 1915 graves desórdenes políticos estallaron en Haití. El presidente Vilbrun
infantes de marina se hicieron presentes para garantizar la operación. Guillaume Sam, enfrentado a un levantamiento de sus adversarios y del pueblo,
En 191 Ose efectuó una intervención parecida en la República de Haití. Bajo la masacró a 160 presos políticos. En seguida fue derrocado por las fuerzas rebeldes.
protección de infantes de marina y unidades navales estadouniden ses, un grupo En venganza por la masacre de los presos, la turba despedazó a Sam.
hancario norteamericano compró el Banco Nacional haitiano y lo manejó de El linchamiento y los desórdenes callejeros sirvieron de pretexw para un
acuerdo con sus propios intereses como sucursal de Wall Street. desembarco inmediato de los infantes de marina, teóricamente para proteger las
Otra intervención de Taft se llevó a cabo en Nicaragua, república de particular vidas y propiedades de los ciudadanos norteamericanos en la isla. En vez de retirarse
importancia no sólo económica (grandes inversiones en la producción y exporta- después del restablecimiento del orden, los marines permanecieron en el país
ción de bananas), sino también estratégica: la geografía del país se presta a la durante 18 años. Haití fue obligada a suscribir un convenio por el cual se convertía
eventual construcción de otro canal interoceánico y Estados Unidos ejerce, por ello, en protectorado de Estados Unidos. Bajo severa ocupación militar, y con una
una vigilancia particular. Para 1909, el mandatario nicaragüense de orientación Constitución redactada por norteamericanos, el país llevó una existencia colonial
nacionalista, José Zelaya, había disgustado al gobierno y a los grupos privados hasta 1933. En una oportunidad, cuando el pueblo se alzó contra la potencia
norteamericanos por su política independiente. Estados Unidos dio su apoyo a un ocupante, los infantes de marina reprimieron duramente la revuelta, dando muerte
conato de golpe contra Zelaya. El enérgico gobernante debeló la intentona y mandó a unas 3.000 personas. .
fusilar a dos mercenarios norteamericanos capturados en el transcurso de la acción Del mismo modo, la parte oriental de la isla -República Dominicana -fue
152 O Relaciones internacionales de América Latina Imperialismo norteamericano y resistencias en América Latina ( 1883-1933) O 153
ocupada por las tropas de Wilson en 1916. En el caso dominicano, la ocupación proletariado organizado de esos países: sindicatos, agrupaciones anarquistas y
"sólo" duró ocho años (en lugar de dieciocho), pero fue más dura y opresiva que la finalmente, partidos socialistas. · '
que imperaba en Haití. Mientras que en la república negra existía un gobierno Después de la Segunda Guerra del Pacífico, Chile se encontró más que nunca
nacional, que regía al país bajo la supervisión del ocupante, en Santo Domingo los sometido al capital extranjero. El inglés John Thomas North, "rey de los nitratos",
oficiales de marina yanqui asumieron el mando directamente, sin gobernantes controlaba la economía del país en asociación con la oligarquía autóctona. Contra
nacionales interpuestos, y ejercieron una férrea y salvaje dictadura, recurriendo al ese estado de cosas se elevó el presidente José Manuel Balmaceda, liberal, quien
uso de la tortura, la reclusión en campos de concentración, y hasta el asesinato de gobernó de1886 a1891. Frente al parlamento dominado por los grandes intereses,
los patriotas que resistían a la opresión extranjera. Tanto en Haití como en Santo Balmaceda pretendió fortalecer el poder ejecutivo vinculado a la causa nacionalista
Domingo, la ocupación militar permitió a los intereses capitalistas norteamericanos y popular. Dictó una serie de decretos que afectaban la dominación extranjera sobre
extender y consolidar su control sobre los ingenios azucareros y otras fuentes de la economía chilena. Pero la alianza imperialista-oligarca se alzó en armas contra
riqueza. Balmaceda en 1891, en nombre de la "democracia" parlamentaria amenazada por
el "autoritarismo". Derrocado y refugiado en la embajada argentina, Balmaceda se
suicidó, quedando en la memoria del pueblo chileno como mártir del nacionalismo
Resistencias sudamericanas al imperialismo (1900-1920) liberador. En años recientes, se han establecido comparaciones entre Balmaceda y
Salvador Allende por la similitud de sus destinos. En ambos casos, derrocado y
Las opresiones nacionales y sociales tienden a despertar fuerzas rebeldes, muerto el mandatario renovador, la oligarquía victoriosa se apresuró a anular las·
dirigidas en contra de los factores opresores. Fue notable el estímulo objetivo e reformas realizadas.
indirecto que la intervención del imperialismo norteamericano y británico dio al Desde 1900 en adelante, los radicales se fortalecieron continuamente y su
ascenso de corrientes sociales y políticas nuevas, orientadas hacia el logro de una influencia se hizo sentir en el país. Además de luchar por el avance de la democracia,
mayor independencia de las naciones latinoamericanas, así como a la reestructura- los radicales proponían medidas económicas nacionalistas. Los socialistas, por su
ción de las relaciones sociales dentro de esas naciones en el sentido de una mayor parte, propugnaron la solidaridad internacional de los trabajadores chilenos con el
justicia. La penetración imperialista provocó réplicas liberadoras importantes y en proletariado del mundo en la lucha contra el capitalismo y el imperialismo.
algunos casos irreversibles. Tendencias parecidas se desarrollaron en la vecina Argentina. El radicalismo
La interrelación imperialismo-liberación tiene su raíz en el papel transformador de clase media y el socialismo crecieron paralelamente. En 1905 Hipólito Irigoyen
que el capital extranjero desempeña en los países subdesarrollados. La penetración encabezó un movimiento revolucionario radical. En 1916 los votos del pueblo lo
del capital extranjero intensifica la dependencia del país subdesarrollado frente al llevaron a la presidencia de la nación. Su gobierno se caracterizó por las reformas
centro capitalista dominante. Pero al mismo tiempo estimula actividades capitalis-. encaminadas a promover una mayor igualdad entre los ciudadanos, y por una
tas dependientes, alienta migraciones del campo a la ciudad, y provoca la formación política de nacionalismo económico frente a los grandes intereses capitalistas
de nuevas clases sociales, destinadas a combatir el imperialismo y, eventualmente, norteamericanos e ingleses.
el propio modo de producción capitalista. Aunque, por un lado, el capital imperialista En Uruguay comenzó en 1903 el interesante ensayo popular reformista de José
crea una burguesía importadora vinculada a intereses foráneos y, por el otro, Batlle y Ordóñez. Para fines del siglo XIX el Partido Colorado había comenzado a
estimula la formación de capas medias modernas, integradas por profesionales, desarrollar una corriente novedosa, más avanzada y más social que el liberalismo
técnicos e intelectuales, así como también el desarrollo de la clase obrera. Esta clásico que caracterizaba a ese partido en sus primeras fases. Batlle, desde la
última, integrada por los trabajadores de empresas dominadas por el capital o la presidencia, aprovechó los grandes ingresos fiscales debidos a la prosperidad del
tecnología extranjera, tiende a ejercer creciente influencia en la dinámica social de mercado mundial de carne, lana y cueros, para implantar el primer Welfare S tate del
sus países, coincidiendo con los campesinos y otros trabajadores tradicionales, y . mundo: el primer Estado -antes y en mayor grado que la Alemania del Kaiser
también con las capas medias inconformes y rebeldes, en la lucha por la liberación Guillermo TT- donde todos los ciudadanos gozahan de una seguricbd social
nacional y la transformación de las estructuras. En algunos casos, esa lucha sólo integral desde la cuna hasta la tumba. Junto con esta labor reformista en el plano
logra éxitos parciales y arroja resultados modestos; en otros, sacude profundamente social interno, Batlle despertó la conciencia de sus compatriotas con respecto a la
a las naciones latinoamericanas y produce avances de honda significación histórica. dependencia económica ante el mundo exterior.
En la etapa que nos interesa, la Revolución Mexicana constituyó la réplica más Cabe mencionar igualmente, como síntoma de transformación progresista en
contundente e importante de la América Latina a la penetración imperialista, pero América Latina, el auge del liberalismo en Brasil desde las últimas décadas del siglo
también deben señalarse algunos procesos sudamericanos que precedieron a los XIX; La esclavitud sólo fue abolida en 1888, pero a partir de ese momento se acele-
sucesos mexicanos o que ocurrieron simultáneamente con ellos. ró la modernización. En 1889 los republicanos hicieron una revolución sin sangre
Para fines del siglo XIX iniciaron su ascenso en las repúblicas de Chile y de y obligaron al emperador Pedro II a abdicar el trono.
Argentina los Partidos Radicales de tendencia democrática y reformista, expresión Los primeros gobiernos de la república emprendieron diversas iniciativas
política de las capas medias. Al mismo tiempo, se inició el auge de las fuerzas del renovadoras en diferentes órdenes de la vida política y social. En lo relativo a la
i 54 O Relaciones internacionales de América Latina
Imperialismo norteamericano y resistencias en
América Latina ( 1883-1933) O 155
olític a exterior, el Barón de Rio Branc o organ
izó a comi enzos de este siglo el
~ervicio exter ior contemporáneo de Brasil. El Itamaraty const ituye , desde enton ces,
su letargo. Made ro estab leció un gobie rno revol
ucionario provisional y convo có a
el minis terio de Relac iones Exteriores más eficie una asam blea constituyente. Mirad o por el impe
nte de Amér ica Latina. Rio Branc o rialis mo como pelig roso agitador,
trazó, así mism o, ciertos lineam iento s generales Made ro fue dema siado vacila nte con los trabajador
de la políti ca exter ior brasileña, que es revolucionarios. En novie m-
fueron cump lidos poste riorm ente. Brasi l aspira bre de 1911 el dirige nte camp esino Emili ano Zapa
ría a la hegem onía en Amér ica del ta se alzó contr a Made ro en vista
Sur, pero no por méto dos violentos sino por las de que éste se negab a a pone r en práct ica la
arma s de la diplo macia . En su lucha refor ma agrar ia desea da por los
por el puest o de árbitro de Suda méric a, Brasi explo tados del camp o. Por otro lado, los latifundista
l actua ría en alian za con la mayo r s y demá s sectores privil egiad os
poten cia hegem ónica externa: Gran Breta ña y, poste del país, apoya dos por los inversionistas extranjero
riorm ente, con Estad os U nidos. s y el emba jador norte amer icano
En ese sentido su políti ca se difere ncia de la de Henr y Lane Wilso n, consp iraron desde la derec
Arge ntina que igual ment e aspir aba ha. En 1913 el general Victo riano
a una posic ión influy ente en Amér ica del Sur, Huer ta, origin almen te al servicio de Made ro,
pero tendí a a busca r esa meta se rebel ó contr a él, lo apres ó y
medi ante una políti ca contr aria al impe rialis mo -apar entem ente por insinu ación del emba jador
exter no más impo rtante . Henry Lane Wils on-l o asesinó.
La impla ntació n de la dicta dura contr arrev oluci
onari a de Huer ta fue salud ada
con júbilo por los capitalistas extranjeros que
creían en el retorn o a los bueno s
La Revolución Mexi cana y sus efectos inter nacio tiemp os del porfiriato. Pero el puebl o mexi cano
nales no estab a dispu esto a renun ciar a
la demo craci a y a la liberación nacional. En el
Norte, Panch o Villa se alzó contr a
Méxi co fue sacud ido por la Guer ra de la Refor ma, Huerta. Igual cosa hizo Emili ano Zapa ta a la cabez
la interv enció n franc esa y el a de sus camp esino s sedie ntos
gobie rno de Benit o Juárez, pero el libera lismo de tierra y de justic ia. El general Venu stiano
ascen dente no fue capaz de cump lir Carranza, demó crata y patrio ta
enter amen te con su progr ama. Juáre z murió en vincu lado al movi mien to obrer o y a las capas
1872, y al cabo de un breve lapso de medi as urbanas, asum ió la jefatu ra
confu sión le suced ió en el mand o el general Porfi princ ipal de la lucha revol ucion aria contr a el régim
rio Díaz, segui dor y lugar tenien te en huertista.
del gran tribuno desaparecido. A difere ncia En Estad os Unidos, los capitalistas eran obvia
de éste, Porfi rio Díaz carec ía de ment e partidarios de Huer ta y
vertic alidad doctr inaria y de since ra identificac vehem entes enem igos de la Revo lució n Mexi cana.
ión con las masa s popu lares. Desd e No así el presid ente Wood row
que asum ió la presi denci a en 1876 se fue inclin Wilso n que, en este caso, se apegó a los ideale
ando progr esiva ment e hacia la s demo crátic os que en otras
derec ha. Surgi do del libera lismo y del movi mien oport unida des tendí a a abandonar. Contr a las presio
to popu lar de la Refor ma, gradual- nes de los sectores econó mico s,
ment e se transf ormó en un autóc rata apoya do por Wilso n mant uvo el punto de vista de que había que
la oliga rquía latifu ndista , el clero apoya r a Carra nza y no a Huer ta.
conse rvado r y, sobre todo, por los intereses impe Venu stiano Carra nza era revol ucion ario y demó
rialis tas norte amer icano s. Abrió el crata, pero más mode rado que
país a los inver sionis tas extranjeros, otorgándol Zapa ta y Villa, y dispu esto a perm itir que el capita
es conce sione s mine ras y agrícolas. l extranjero siguie ra partic ipand o
Duro hacia su propi o puebl o, se mostr ó flexib en la vida econó mica mexi cana, con tal de some
le ante los intere ses foráneos. Con terse a la super visión efect iva y
mano dura garan tizó a los capitalistas norte amer sober ana del pode r públi co nacional. El presid
icano s la "tran quilid ad social": ente Wilso n desau torizó la políti ca
duran te su dicta dura no hubo huelg as ni reivin segui da por Taft y su emba jador Henr y Lane
dicac iones obrer as efectivas. En el Wilson, y se negó a recon ocer al
medi o rural este antiguo reform ista actuó como gobie rno de Victo riano Huerta. El disgusto- de
defen sor del orden feuda l y de los los capitalistas norte amer icano s se
intere ses latifundistas. Bajo el opres ivo régim comp rende cuand o se recue rda que el mont o total
en de Porfi rio Díaz los camp esino s de sus inversiones en Méxi co era,
mexi canos vivían en una situación parec ida a la para 1913, de 1.000 millo nes de dólares. Cincu
de los sierv os de la gleba en Euro pa enta mil norteamericanos vivían y
medi eval o en la Rusia zarista. Se les mant uvo en traba jaban en tierra mexi cana. Así mism o, los
total sujec ión a los amos de la tierra intereses británicos y alema nes en
y, en much os casos, su condi ción era de virtual Méxi co eran consi derab les, y tanto el gobie rno
esclavitud. El pueb lo humi lde y los de Lond res como el del Kaise r eran
intele ctuale s gemí an bajo el porfiriato, mien tras partid arios de Huer ta y se sentían irritados por
la prens a intern acion al, vincu lada la actitud que Wood row Wilso n
a los grand es intereses econó mico s, elogi aba al adopt ó en este caso.
dicta dor como palad ín del orden y
de la "civil izació n". En 1914 Wilso n dio otro paso favorable a la corrie
nte revol ucion aria mode rada
Pese a todo ello, la penetración impe rialis ta prepa de Carra nza y contr aria a la corriente huertista,
raba objet ivam ente su propi a al permitir la venta de arma s a aquél
derro ta. En torno a las conce sione s mine ras y mien tras mant enía el emba rgo contr a el gobie rno
petro leras, a los estab lecim iento s de Huerta. La derec ha norte ame-
come rciale s extranjeros, y a los ferrocarriles rican a e intern acion al se lanzó contr a Wilson.
const ruido s con capita l y técni ca Los ingleses y alemanes, así como
yanqu is, se forma ba una clase obrer a y surgían tamb ién contr aband istas yanquis, intensificaron
núcle os de profe siona les e intelec- su apoyo a Huerta. Los intere ses
tuales de ment alida d mode rna, desen gañad os y petro leros norte amer icano s e ingleses estuv ieron
revol ucion arios. a la vangu ardia del grupo de
Para fines de 1910 Porfi rio Díaz trató de hacer presi ón pro Huer ta y favorable a una intervenció
se reele gir una vez más. Los n "civil izada " que pusie ra fin a la
mexi canos se alzaro n contr a la reelec ción y pidie Revo lució n Mexi cana. En 1914 los gritos de interv
ron la demo cratiz ación del país. ención se hicier on más fuertes
Ante la negat iva de Díaz de entre gar el poder al conoc erse la notic ia de que unos seten ta norte
, Franc isco Made ro encab ezó un americanos habían perdi do la vida
movi mien to revol ucion ario armado, que contó por la viole ncia que había en el sur del Río Bravo
con el apoyo de todo el puebl o. Al .
lado de intele ctuale s, capas medi as y obreras, las Efect ivam ente, en 1914 una interv enció n arma
masa s camp esina s despe rtaron de da norte amer icana se produ jo a
raíz de un incid ente en Tamp ico, dond e la bande
ra de Estad os U nidos fue agrav iada
156 D Relaciones internacionales de América Latina Imperialismo norteamericano y resistencias en América Latina ( 1883-1933) D 157
por fuerzas mexicanas dependientes del gobierno de Huerta. Wilson exigió discul- Venustiano Carranza, a pesar de que los zapatistas continuaban la guerra. En el
pas y un saludo de 21 cañonazos a la bandera norteamericana. Huerta aceptó pedir transcurso de su combate, Emiliano Zapata se radicalizó más. Al comienzo había
disculpas, pero no el homenaje de los 21 cañonazos. En el mes de abril tropas de proclamado una reforma agraria moderada que sólo expropiaría una tercera parte de
infantería de marina norteamericana desembarcaron en el puerto de Veracruz. Esta los terrenos de cada latifundio y pagaría indemnizaciones a los terratenientes
intervención provocó una tregua y una momentánea unidad de acción entre todos afectados; al final llegó a proclamar la lucha de clases violenta, la expropiación sin
los bandos mexicanos, incluido el de Huerta. Este, así como Carranza, Zapata y indemnización y la aplicación de fórmulas agrarias socialistas. Para combatir el
Villa, fueron unánimes en condenar la intervención y en exigir la salida de los zapatismo, Carranza y su lugarteniente y sucesor Alvaro Obregón utilizaron la
yanquis del territorio mexicano. Se rompieron las relaciones entre Estados Unidos represión pero también la reforma. La promulgación de la Constitución Mexicana
y México. de 1917 -instrumento jurídico revolucionario que a partir de ese momento sirvió
En ese momento se produjo una gestión diplomática de las potencias "ABC" de modelo para todas las Constituciones progresistas latinoamericanas- indicó
(Argentina, Brasil y Chile), que ofrecieron su mediación entre México y Estados que el gobierno de Carranza acogía la teoría de una transformación antifeudal y
Unidos. Por efecto de los buenos oficios de los ABC, se realizó una conferencia en socialdemócrata de las estructuras, a la vez que afirmaba el control del Estado sobre
Niagara Falls, en la cual participaron esos tres países además de México y Estados los recursos y rechazaba el imperialismo. La Constitución de 1917 no sólo reconoce
Unidos. Se llegó a un acuerdo de reconciliación y retiro de las tropas norteameri- los derechos tradicionales, liberales, del hombre y del ciudadano, sino que además
canas de México. Poco después, el general Huerta, asediado por las fuerzas enumera sus derechos sociales al trabajo, a la tierra, a una vida material digna, a la
revolucionarias, presentó su renuncia y salió al exterior. Venustiano Carranza seguridad social. De aplicar realmente todos esos principios, el Estado mexicano se
asumió la presidencia del país. vería obligado a adoptar medidas que van más allá del capitalismo y abren la puerta
Aunque había contado con el apoyo de Zapa:ta y Pancho Villa en el combate a una democracia socialista. Así mismo, la total aplicación de las normas que la
contra la reacción huertista, Carranza pronto fue abandonado por esos revoluciona- Constitución establece para el control nacional sobre los recursos del país y sobre
rios radicales. Zapata insistía en una reforma agraria inmediata y profunda, que su desarrollo económico, así como para la defensa contra el imperialismo económi-
quebrara el latifundio y estableciera cooperativas campesinas en todo el país. co extranjero, requeriría la nacionalización de los medios de producción más
Además, él y Villa miraban con desconfianza la relativa moderación del naciona- importantes y la incuestionable primacía del sector público sobre el privado. La
lismo de Carranza y su disposición a mantener contactos con el gobierno de Wilson. magna carta de la Revolución Mexicana, elaborada bajo el gobierno de Carranza en·
En 1915, los dos líderes populares, el uno en el centro-sur y el otro en el norte de 1917, representaba un llamado a que la revolución continuara, para que no se
México, recomenzaron la guerra revolucionaria, esta vez contra Carranza. En cierto aceptara su estancamiento y no se permitiera el surgimiento de nuevos privilegios.
modo fue la lucha del campo contra la ciudad. La clase media urbana y también los Era un documento "rojo" que espantó a los norteamericanos, y cuyos planteamien-
sindicatos obreros apoyaban a Carranza, mientras que a Zapata le seguía la clase tos tanto Carranza como Obregón no estaban dispuestos a llevar a la práctica en su
más pobre, oprimida y numerosa: el campesinado, indígena en su mayoría. Pancho total dimensión revolucionaria y humanista. Zapata continuó su lucha hasta que sus
Villa, de criterio político y conciencia social menos formados que Zapata, encabezó enemigos recurrieron a la alevosía: en el año 1919, mediante una traición, el
tropas campesinas en el Norte, en la zona limítrofe con Estados Unidos. admirable jefe agrarista fue asesinado.
Ante la hostilidad que Estados Unidos mostraba hacia la Revolución Mexica- El impacto ideológico y emocional de la Revolución Mexicana sobre el resto
na, durante 1916-1917 Pancho Villa invade el territorio de ese país y da muerte a de América Latina fue inmenso. El valiente pueblo de Hidalgo, Juárez y Zapata
35 ciudadanos. Presionado por una opinión pública condicionada desde hace había demostrado que los pobres y los desamparados de la América morena son
tiempo por la incesante propaganda antimexicana de los grupos capitalistas, Wilson capaces de sacudir el yugo del imperialismo yanqui y de las oligarquías nacionales.
presentó un ultimátum al gobierno de México: si éste no lograba dominar y controlar Hasta el año 1959, cuando surgió la Revolución Cubana como un nuevo ensayo de
a Pancho Villa, los norteamericanos intervendrían por la fuerza para acabar con las liberación del hombre latinoamericano, la Revolución Mexicana y el estímulo
andanzas de ese caudillo. Como Carranza tuvo que admitir su incapacidad para externo de la Revolución Soviética constituyeron las dos fundamentales fuentes de
controlar a Villa, el gobierno norteamericano envió al general Pershing, con una inspiración para los obreros, los campesinos y los intelectuales revolucionarios de
columna de caballería, a penetrar en territorio mexicano y perseguir a los guerrille- nuestro continente.
ros villistas. Esa intervención táctica, con un número reducido de tropas, era
insignificante en comparación con lo que pedían los consorcios capitalistas: nada
menos que la guerra en gran escala y la ocupación de todo México. Latinoamérica y Estados Unidos de 1920 a 1932
Pershing obligó a Villa a replegarse hacia el Sur, aunque no .logró infligirle
daños serios. En vista de que se agravaba la situación internacional y que Estados Desde la Primera Guerra Mundial, la hegemonía económica de Estados Unidos
U nidos se disponía a entrar en la Primera Guerra Mundial, Wilson ordenó aPershing sobre América Latina fue completa e incuestionable. De manera general, dicho país
que se retirara de México al cabo de pocos meses. se había convertido en el banquero del mundo y acreedor de todas las naciones. En
En ese mismo año (1917) se consolidó el poder del gobierno del general lo político, el coloso tuvo una reacción aislacionista, negándose a participar en la
158 O Relaciones internacionales de América Latina Imperialismo norteamericano y resistencias en América Latina ( 1883-1933) O 159
Sociedad de las Naciones y a asumir compromisos multilaterales con los demás hasta 1924 mantuvieron una guarnición permanente en el país. En 1927 volvieron
países de la tierra. En cambio, en lo económico, Estados Unidos intervino y para hacer frente a un movimiento liberal dirigido por el general Sacasa y apoyado
participó en grado creciente en la vida de los pueblos de todos los continentes. El por Calles desde México. Ante ese nuevo atropello a la soberanía nicaragüens~, se
propio aislacionismo político tenía un carácter claramente imperialista: reflejaba el formó un movimiento guerrillero de liberación nacional, capitaneado por el heroico
deseo de los grupos dominantes norteamericanos por conservar una entera libertad Augusto César Sandino. Ese gran revolucionario -que gozó de prestigio y apoyo
de acción y de intervención ante los demás países del mundo. internacionales- combatió a los ocupantes norteamericanos y la dictadura econó-
Las administraciones derechistas de los presidentes norteamericanos Harding mica de la United Fruit Company hasta el año 1933, cuando el gobierno de
(1921-1925), Coolidge (1925-1929) y Hoover (1929-1933) continuaron una polí- Roosevelt retiró los marines de Nicaragua. En 1934 Sandino fue asesinado por la
tica de intervención directa en la zona del Caribe, y de presiones o intervenciones oligarquía gobernante, y tomó el poder el general Anastasio Somoza, comandante
indirectas en América del Sur. de la guardia nacional que los norteamericanos habían organizado y adiestrado para
Las relaciones entre Estados Unidos y México conservaron durante ese lapso seguir defendiendo sus intereses cuando sus tropas abandonaran el país.
un carácter de hostilidad y tensión. A partir de 1920, el presidente Alvaro Obregón En República Dominicana, ocupada en 1916, la administración norteamerica-
continuó las iniciativas nacionales y de transformación social emprendidas por el na continuó hasta 1924. En esa fecha el gobierno fue devuelto a los dominicanos,
gobierno de Venustiano Carranza. Con la desaparición de Zapata y de Villa, el poder pero destacamentos militares estadounidenses siguieron en el país, organizando y
revolucionario se centralizó en manos de Obregón, y disminuyó la violencia en el adiestrando a las fuerzas armadas de cuyo seno surgió el terrible Rafael Leonidas
país. La reforma agraria tuvo progresos y el papel de los sindicatos en la toma de Trujillo. Desde comienzos de la década 1930-1940, Trujillo ejerció una férrea y
decisiones fue considerable. El gobierno aplicó medidas de nacionalismo económi- sangrienta dictadura, totalmente favorable a los intereses económicos y estratégicos
co que amedrentaron al capital extranjero pero fortalecieron el control del Estado norteamericanos; de manera que Estados Unidos continuó una ocupación indirecta
sobre las actividades productoras y enrumbaron el país hacia un desarrollo autóno- del país, por intermedio de uno de sus propios nacionales. Así, las aduanas
mo, con base en la participación mixta del sector público y del sector privado. La dominicanas permanecieron en manos de un administrador norteamericano hasta
actitud de los intereses capitalistas norteamericanos y de la prensa controlada por 1940.
ellos fue de sistemática hostilidad contra México. Se denunciaba a los dirigentes En Cuba, Estados Unidos dio su apoyo a la feroz dictadura -favorable a los
mexicanos como "bolcheviques" y se pedía la intervención de Estados Unidos en inversionistas extranjeros- de Gerardo Machado, quien tomó el poder en 1924 y
el vecino país para contener una presunta marea roja que amenazaba a todo el fue derrocado en 1933. En Venezuela mantuvo excelentes relaciones con el dicta-
hemisferio. Se exageraba el alcance de la violencia en México y se Incitaba a los dor Juan Vicente Gómez, quien gobernó de 1908 a 1935. Gómez centralizó el poder
católicos del mundo en contra de un régimen laico que procuraba separar la Iglesia y acabó con los caudillos regionales en Venezuela. Duro hacia su propio pueblo y
del Estado y reducir el poder económico y político del clero. · blando ante las potencias extranjeras, otorgó concesiones a los consorcios foráneos.
Plutarco Elías Calles, quien asumió la presidencia de México en 1924, dio un Bajo su gobierno se inició la fase petrolera de la historia económica venezolana.
ligero viraje hacia la derecha. En primer término, acentuó el elemento autoritario y Con su control directo o semidirecto sobre Nicaragua, Panamá, Haití, Repúbli-
centralista dentro del poder revolucionario. En segundo lugar, desaceleró la reforma ca Dominicana y Cuba, y con un gendarme amigo en el emporio petrolero
agraria y se mostró menos radical que su predecesor ante el capital extranjero. venezolano, Estados U nidos tenía cercado y aislado al México revolucionario, y no
Expresó las tendencias de la clase media, convertida en burguesía nacional, deseosa necesitaba temer por la estabilidad de su dominación en el área del Caribe.
de moderar el proceso revolucionarjo y colocarlo bajo su control. El único ámbito En Sudamérica los años 1920-1932 produjeron múltiples luchas sociales y
donde Calles extremó el radicalismo fue en el de la lucha anticlerical. Los católicos políticas dentro de los diversos países, además de algunos conflictos internacionales
conservadores, por su parte, desencadenaron contra el gobierno de Calles la en los cuales la potencia norteamericana trató de servir como pacificadora, media-
sangrienta revuelta de los "cristeros": campesinos fanáticos, alzados contra la dora o árbitro. Ecuador y Perú experimentaron reiteradas crisis fronterizas: desde
revolución, bajo la jefatura de sacerdotes o seglares católicos de extrema derecha, su independencia, esos países se han disputado la posesión de extensos territorios.
al grito de "Viva Cristo Rey". Estados Unidos, pese a las ligeras concesiones que Ecuador se basa en una cédula real del1563 y Perú en otra emitida en 1802. Estados
Calles hizo a sus intereses y a sus puntos de vista, no se dio por satisfecho, y las Unidos trató de llevar a las partes a negociar directamente o a aceptar un procedi-
relaciones continuaron en un plano precario hasta que el gobierno de Franklin D. miento arbitral. Durante el mismo lapso, Venezuela y Colombia procuraron
Roosevelt, después de 1933, las mejoró decididamente. solucionar pacíficamente su conflicto fronterizo, existente desde 1830. Argentina
En América Central y Panamá continuaron las intervenciones norteamericanas y Chile, que tenían un litigio sobre el Estrecho de Magallanes, llegaron a un acuerdo
durante ese mismo lapso. En Panamá, además de la ocupación permanente de la en 1920. Al mismo tiempo, Chile seguía en controversia con Perú por los territorios
Zona del Canal, se habían realizado desembarcos de infantes de marina en 1908, de Tacna y Arica. Como ya se señaló anteriormente, en 1926 el conflicto llegó al
1912 y 1918, dejando el país entero bajo estricta vigilancia política y militar borde del estallido bélico, pero Estados Unidos logró imponer una solución
estadounidense. salomónica para 1929, otorgándose Tacna a Perú y Arica a Chile. El conflicto entre
En Nicaragua los mafines·habían desembarcado en 1912, y desde esa época Bolivia y Chile quedó sin solución, reclamando Bolivia su salida al mar.
160 D Relaciones internacionales de América Latina Imperialismo norteamericano y resistencias en América Latina (1883-1933) D 161
Dos problemas territoriales latinoamericanos atrajeron la atención de la opi- Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) dedicada a la liberación
nió~ mundial y fueron llevados ante la Sociedad de las Naciones. Uno de ellos fue antiimperialista y social de "lndoamérica". Inspirado no sólo por el modelo
el problema de Leticia, entre Colombia y Perú. El poblado de Leticia, reclamado por mexicano, sino también por el soviético y por la lucha del Kuomintang en China,
Colombia, estaba ocupado por los peruanos. En 1932 surgió una situación bélica Haya de la Torre estableció como b'.lses de su programa la lucha contra el
entre los dos países y fue movilizado el ejército colombiano. Perú, cuyo presidente imperialismo -y a favor de la unidad "indoamericana "-, la nacionalización de
Sánchez Cerro fue asesinado en aquel momento, mantuvo una actitud moderada y, tierras e industrias, la internacionalización del Canal de Panamá, y la solidaridad
en 1934, por un protocolo firmado en Río de Janeiro, reconoció la soberanía con todos los pueblos oprimidos.
colombiana sobre Leticia. Otra corriente que se formó en la década 1920-1930 para promover la lucha
La otra cuestión que ocupó la atención de la Sociedad de las Naciones fue la del contra el imperialismo norteamericano y a favor de la transformación revoluciona-
Chaco, planteada entre Bolivia y Paraguay. Desde 1879 estos dos países buscaban ria de la sociedad en América Latina fue la constituida por los grupos y partidos
un arreglo sobre el territorio del Chaco. Se habían efectuado diversas negociacio- marxistas, inspirados en gran parte por el ejemplo de la Revolución Rusa. En Chile,
nes, sin resultados positivos. En la disputa territorial sobre el Chaco, Bolivia se el Partido Obrero Socialista se inclinó hacia la izquierda, y su ala más identificada
basaba en los tradicionales límites de la Audiencia de Charcas, mientras que con el modelo soviético se le desprendió para constituir el Partido Comunista. Un
Paraguay fundamentaba su reclamación en las expediciones colonizadoras efectua- proceso similar ocurrió en Argentina y en Uruguay. Los primeros partidos comu-
das desde Asunción. El presidente boliviano, Hernán Siles (1925-1930), resolvió nistas aparecieron en esos países a partir de 1921. En los demás países latinoame-
impulsar con energía la solución del problema del Chaco de acuerdo con los puntos ricanos se crearon grupos comunistas que, igualmente, desde 1924 en adelante, se
de vista bolivianos. En ese empeño, el gobernante boliviano contó con el apoyo de transformaron en partidos. En México actuaron en forma legal, ubicándose a la
la Standard Oil Company, interesada en lograr concesiones en la zona del Chaco, izquierda del ala más radical del Partido Nacional Revolucionario (hoy Partido
mientras que Paraguay fue respaldado por la Royal Dutch Shell, compañía anglo- Revolucionario Institucional-PRI). En la mayoría de los demás países su actuación
holandesa. La controversia territorial entre los dos países se agravó por la partici- fue clandestina en aquella etapa. A partir de 1927la pugna Stalin-Trotsky, que para
pación de dos consorcios petroleros transnacionales, que luchaban por la posesión ese momento dividía a los comunistas de la Unión Soviética, se reflejó en los grupos
de una zona rica en yacimientos y procuraban utilizar a dos Estados rivales como y partidos marxistas de América Latina. Después de 1928 comenzaron a formarse
instrumentos para realizar sus ambiciones. En 1928 tropas bolivianas y paraguayas partidos trotskistas, disidentes de los comunistas vinculados a la línea política de la
tuvieron un primer choque violento en el Fuerte Vanguardia. La Sociedad de las URSS. Por otra parte, en Perú se realizó un notable intento por crear una versión
Naciones trató de restablecer la paz, y Estados Unidos por su lado se esforzó en el del bolchevismo adaptada a la realidad latinoamericana: José Carlos Mariátegui
mismo sentido. Continuaron las escaramuzas, tratando Bolivia de extender su (1928), en sus Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, planteó la
territorio hasta el Río Paraguay, vía fluvial que abre la salida al Océano Atlántico. necesidad de valerse de los instrumentos del marxismo-leninismo para hacer la
Sin embargo, se logró un acuerdo de tregua firmado en Estados Unidos. La tregua revolución en América Latina, utilizándolos sin dogmatismo, con espíritu crítico e
se rompió en 1932, comenzando los combates en gran escala entre los dos países. independiente.
Por último, cabe señalar como factores importantes en las relaciones En algunos países los gobiernos renovadores expresaron por momentos el
interamericanas las corrientes políticas e ideológicas que surgieron en algunos ascenso de las clases medias y de los sectores obreros, y el anhelo de esos grupos
países latinoamericanos entre 1920 y 1932. de debilitar la influencia imperialista y conquistar una mayor justicia social. En
La Revolución Mexicana, como ya lo indicamos, ejerció una influencia Argentina, Hipólito Irigoyen volvió al poder en 1928 con promesas de nacionalismo
considerable sobre el auge de movimientos de renovación democrática, nacionalis- económico y cambio social. Esta vez, sin embargo, logró menos resultados que en
ta y social en todas las regiones de Latinoamérica. En Nicaragua, Sandino actuó la oportunidad de su primer gobierno de 1916 a 1922. La crisis económica mundial,
inspirado en gran parte por el ejemplo del proceso mexicano. En República con su secuela de desempleo y bancarrotas, golpeó la nación argentina y el
Dominicana, los patriotas que opusieron resistencia a la ocupación norteamericana reformismo de Irigoyen no tuvo soluciones efectivas que ofrecer. Se creó un
derivaron igualmente parte de su ideario de la Revolución Mexicana. La misma ambiente golpista y, finalmente, en 1930 el gobierno legítimo fue derrocado por un
influencia se manifestó en Cuba entre quienes lucharon por derrocar la dictadura de movimiento militar de derecha, dirigido por el general José Félix Uriburu. Para
Machado. A su vez, la corriente izquierdista del Partido Liberal colombiano tomó 1932 Argentina se encontró gobernada por la corriente oligárquica, sumisa ante el
como base el modelo mexicano para su propio programa. Lo mismo ocurrió en el capital extranjero. Entre tanto, Chile también vivía un proceso de ascenso-descenso
seno de los sectores avanzados del liberalismo ecuatoriano. En Venezuela, la de sus fuerzas democráticas e independentistas. Arturo Alessandri, con el respaldo
experiencia mexicana fue ponderada por los estudiantes que realizaron la gran de los radicales, hizo el intento de una gestión renovadora en 1920, y otra·
protesta de 1928 contra la satrapía de Juan Vicente Gómez. nuevamente en 1925. En 1927 Carlos lbáñez despertó breves esperanzas de
Un intento por traducir las lecciones de la Revolución Mexicana en una doctrina liberación y de justicia, para luego decepcionar. La crisis económica mundial
socialdemócrata antiimperialista fue realizado en 1924 por el joven dirigente de agravó los problemas sociales del país. En 1932 una alianza cívico-militar de
la izquierda peruana, Víctor R~úl Haya de la Torre, al trazar las bases para una izquierda, encabezada por el general Marmaduke Gro ve, tomó el poder por la fuer-
--T~la6----------------------~--------------------------------------------------
Tabla cronológica VI
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Año México Centroamérica Sudamérica EEUUy
y el Caribe hemisferio ~
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1883 ~
s·
1886 Balmaceda, presidente. ~
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1888 Abolición de la esclavitud en Bra- !")
sil. §"
1889 Quiebra de la Cía. Francesa. Brasil, república. Primera Conferencia Interamericana ~
Corolario Hayes. (Washington). ~
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1890 :::!.
Caída de Balmaceda
B
1891 ~
1893 Cleveland, presidente. ~-
1896
1897 Inglaterra acepta arbitraje de Me Kinley, presidente.
límites con Venezuela.
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--Tabla 6 ( c o n t . ) - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Tabla cronológica VI
Año México Centroamérica
y el Caribe
Sudamérica EEUU y ~
l
hemisferio
1900
~-
1901 Tratado Hay-Pancefote. ::S
T. Roosevelt, presidente. Segunda Con- e
ferencia Interamericana (México). ;:¡
1902 Enmienda Platt. Rio Branco al Itamarati. ~
(1)
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1903 Toma de Panamá, Hay-Herrán y Hay- Reformas de Batlle.
Bunau-Varilla. Intervención en
~
Venezuela.
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1904 Corolario Roosevelt. ~
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1910 Comienza Revolución. Intervención en Haití. ~
Cuarta Conferencialnteramericana(Bue- .....
1911
nos Aires).
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Madero, presidente. Za-
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pata contra Madero.
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- Tabla 6 (cont.)
Tabla cronológica VI
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Año México Centroamérica Sudamérica EEUUy ~
y el Caribe hemisferio S"
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1912 Corolario Cabot Lodge. Ocupación de Nicaragua. Intervención 1:.>
en Panamá. s·
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1914 Intervención norteameri- Inauguración del Canal. s:l
cana. Conferencia de ~
Niágara. Carranza presi- f}
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1922
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-Tabla 6 (cont.) - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -
Tabla cronológica VI
Año México Centroamérica Sudamérica EEUUy ~
y el Caribe hemisferio ~
1923 Quinta Conferencia Interamericana i
(Santiago de Chile). ~-
;:
1924 Calles, presidente. Retiro de EEUU de Nicaragua y de Fundación del APRA. e
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Santo Domingo. Machado al poder en ~
Cuba. ~
Coolidge, p~sidente.
1925
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1926
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1927 Rebelión de los cristeros. Nueva intervención en Nicaragua. Re- lbáñez, presidente de Chile. ~
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belión de Sandino. ~
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1928 Segunda presidencia de lrigoyen. Sexta Conferencia Interamericana (La ~
Rebelión contra J.V. Gómei. Cho- Habana). )..
Resumen
Se puede afirmar de manera global que entre 1920 Y1 1932 Estados Unidos ·
mantuvo su hegemonía sobre América Latina, continuando una política
intervencionista. Aparte de México, donde la oligarquía semifeudal fue desplazada La crisis económica y la política de Franklin D. Roosevelt
completamente por una clase media respaldada por obreros y campesinos, los países
latinoamericanos conservaron sus estructuras sociales caracterizadas por la con- Súbitamente, en 1929 surgió en Estados Unidos la gran crisis económica que
centración de la riqueza y el poder económico y político en manos de élites pronto se extendería y afectaría a todo el mundo capitalista.
inclinadas a aceptar la hegemonía norteamericana. Desde la Primera Guerra Mundial en adelante la economía norteamericana
Los métodos de dominación norteamericanos tuvieron un carácter militar y había experimentado un ininterrumpido proceso de expansión. Bajo un régimen de
brutal desde el comienzo del siglo hasta 1917. De esa fecha en adelante comenzaron irrestricta libertad de empresas, sin intervención alguna del· poder público, se
a prevalecer las presiones un poco menos violentas y más indirectas. producía cada vez más y subían los valores negociados en la bolsa de Wall Street.
A partir de 1897 Estados Unidos comenzó a desplazar la influencia inglesa del La nación entera vivía con la esperanza y la ilusión de enriquecerse de modo
área del Caribe y del norte de Sudamérica. En 1901 se efectuó un tácito reparto de continuo y sin límites. Eran los años del aislacionismo, de la autosuficiencia, del
esferas de influencia: hegemonía estadounidense al norte del Amazonas y predomi- materialismo, y de aquella moralidad puritana e hipócrita que ilegalizaba las
nio inglés más al sur de la región amazónica. bebidas alcohólicas mientras toleraba la explo~ación y la rapacidad en los negocios.
Aparte de la Revolución Mexicana, surgieron otras diversas reacciones y Esa Norteamérica de aparente prosperidad sin límites era, al mismo tiempo, el país
rebeliones latinoamericanas en contra de la dependencia semicolonial existente. que persiguió las ideas sociales renovadoras, que asesinó a Sacco y Vanzetti, y que
Por el momento, esos movimientos permanecieron en una etapa defensiva y a veces impulsó al autoexilio a sus mejores escritores. Era un país capitalista próspero,
sólo incipiente. regido enteramente por la gran burguesía que imponía sus ideas y valores y reprimía
a sus críticos. Pese a la prosperidad, un tercio de la población vivía en la pobreza:
su baja capacidad de consumo -determinada, por otra parte, por la grave situación
mundial- sería la causa fundamental de la recesión.
Para 1929 se había producido más de lo que se podía vender y había crecido
desproporcionadamente el volumen de inversiones especulativas. De repente, en
octubre de 1929, cundió el pánico en W all Street. Llenos de alarma los especuladores
comenzaron a vender frenéticamente sus papeles, cuyos valores descendieron
bruscamente. A los pocos días, por falta de crédito y por la imposibilidad de vender
sus productos, las empresas comenzaron a cerrar sus puertas y a arrojar a sus
trabajadores a la calle. Al cabo de pocos meses era ya general la crisis en Estados
Unidos y el número de desocupados ascendía a varios millones.
Rápidamente la depresión se extendió del principal centro fÍnanciero a las
demás regiones del mundo. Todos los países capitalistas, desarrollados y subdesa-
rrollados, dominantes y dependientes, quedaron sumidos en la crisis. A la angustia
de millones de trabajadores sin empleo se sumó la de los empresarios en quiebra o
carentes de fuentes de financiamiento. Como consecuencia de ello, se acentuaron
en todas las naciones las contradicciones sociales y las tensiones políticas. Burgue-
ses, proletarios y capas medias se inclinaron a buscar fórmulas políticas extremas.
Latinoamérica sufrió duramente el impacto de la crisis económica mundial. Por
la disminución de la producción en los centros industriali~ados, éstos redujeron
bruscamente sus compras de materias primas y de productos básicos en general.
Debido a ello se agravó la miseria de las masas latinoamericanas y se debilitó
incluso el poder económico de las oligarquías. Así, en América Latina como en el
LESLIE BETHELL, ed.
£^ FT"1 f * \ I T ^ "Y" A
H
TT-
DE
AMÉRICA LATINA
11. ECONOMÍA Y SOCIEDAD DESDE 1930
CRITICA
C1RIJAUU) M O N D A D O R I
HARClil.ONA
5
Capítulo 1
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS,
1929-1939
I . VY-asc Haibara Stallings, Bunker to the 'lliird World: Portfolio Investment in Latín Ame-
II. o, l'KKI /'>,SY>, I t c i i r l c y , Cal., l ( )K7, p. Wi (hay liad, casi.: Haiu/ncro pora el Tercer Mundo:
inversiones de eailem de l'stados I luidos en Ámeriea Latino, l'XU) /</SY), México, D.P., IWO).
6 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
2. Véase Bill Albert, South America and the First World War, Cambridge, 1988, pp. 56-57.
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS. 1929-1939 7
3. Se estima que sólo el 36 por 100 de todos los préstamos provenientes de Estados Uni-
dos a América Latina en la década de los veinte se destinaron a proyectos de infraestructura. El
resto fueron para «refinanciáción, propósitos generales o desconocidos». Véase Stallings, Bun-
ker to the Third World, p. 131.
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS, 1929-1939 9
6. Existen datos del PIB (de diversa Habilidad) para catorce de las veinte repúblicas en
los años treinta (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, México, Perú, Uruguay, Venezuela
y cinco países centroamericanos). La información cubana, sin embargo (véase la nota 13), no
proporciona datos sobre las importaciones reales, de modo que sólo trece países se pueden uti-
lizar para los efectos del cuadro 1.1. A precios de 1929 las tasas de comercio son en promedio
más bajas —significativamente en el caso de México. Véase Angus Maddison, Two Crises:
Latín America and Asia, 1929-38 and 1973-83, París, 1985, cuadro 6 (hay trad. cast: Dos
crisis: América Latina y Asia, 1929-1938 y 1973-1983, México, D.F., 1988).
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS, 1929-1939 11
CUADRO 1.1
de los ingresos del comercio exterior, y un solo producto representaba más del
50 por 100 de las exportaciones en diez países (Bolivia, Brasil, Colombia, Cuba,
El Salvador, Honduras, Guatemala, Nicaragua, la República Dominicana y Vene-
zuela). Prácticamente todas los ingresos de la exportación provenían de bienes
primarios y casi el 70 por 100 del comercio exterior se realizaba con sólo cuatro
países (Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania).
De modo que, en el umbral de la depresión de 1929, las economías latino-
americanas continuaban fieles a un modelo de desarrollo que las hacía muy vul-
nerables a las condiciones adversas en los mercados mundiales de bienes prima-
rios. Incluso Argentina, con mucho la economía latinoamericana más avanzada a
finales de la década de 1920, cuyo producto interior bruto (PIB) per cápita dupli-
caba el promedio regional y cuadruplicaba el brasileño, había sido incapaz tic
romper el vínculo por el cual un descenso de ingresos de la exportación dismi-
12 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
nuía las importaciones y la renta fiscal, originando recortes del gasto y una dis-
minución de la demanda interna.
L A DEPRESIÓN DE 1929
CUADRO 1.2
Poder de
Precio de las Volumen de Términos netos compra de las
País exportaciones exportaciones de intercambio exportaciones
Argentina 37 '88 68 60
Bolivia 79» 48" s.d. s.d.
Brasil 43 86 65 56
Chile 47 31 57 17
Colombia 48 102 63 65
Costa Rica 54 81 78 65
Ecuador 51 83 74 60
El Salvador 30 75 52 38
Guatemala 37 101 54 55
Haití 49 b 104'' s.d. s.d.
Honduras 91 . 101 130 133
México 49 58 64 37
Nicaragua 50 78 71 59
Perú 39 76 62 43
República
Dominicana ,55 A 106* 81* 87*
Venezuela 81 100 .„- 101 100
América Latina 36 78 56 43
7. Los precios de exportación administrados fueron utilizados para las bananas hasta 1947
para propósitos de la balanza de pagos. Las compañías bananeras calculaban sus costos en mone-
da local y establecían el precio en dólares para la exportación, que, al tipo oficial de cambio,
cubila sus obligaciones internas.
14 HISTORIA DE AMERICA LATINA
poder de compra de sus exportaciones (esto es, los términos de intercambio netos
ajustados según las variaciones en el volumen de la exportación). En el caso chi-
leno, la caída del 83 por 100 del poder de compra de sus exportaciones fue el
más grande registrado en América Latina para un período tan corto y uno de los
más drásticos en el mundo.
Cuba debería ser incluida en este primer grupo, aunque no aparece en el cua-
dro 1.2 debido a la falta de datos comparables. Sus exportaciones, dominadas por
el azúcar, cayeron rápidamente después de 1929 cuando la isla sufrió las conse-
cuencias de su especialización azucarera y de su gran dependencia de Estados
Unidos. En 1930 una comisión dirigida por Thomas Chadbourne, un abogado
de Nueva York con intereses en el azúcar cubano, repartió el mercado norte-
americano de manera que provocó una disminución pronunciada de la expor-
tación azucarera cubana y el año siguiente se firmó el Convenio Internacional del
Azúcar entre los principales productores y consumidores que imponía nuevas res-
tricciones a las exportaciones cubanas.
El segundo grupo de países fue más numeroso y experimentó un modesto des-
censo (menos del 25 por 100) en el volumen de exportaciones. Este grupo —Ar-
gentina, Brasil, Ecuador, Perú y toda América Central— producía una diversidad
de materias primas agrícolas y alimentos, cuya demanda no podía satisfacerse con
las existencias disponibles;s en agosto de 1929, por ejemplo, Gran Bretaña tenía
almacenado en sus puertos trigo importado equivalente a sólo el 2 por 100 de la
importación anual de trigo.9 Igualmente, la acentuada caída del precio era suficien-
te en algunos casos para sostener la demanda de los consumidores a pesar de la caí-
da del ingreso real en los países importadores; por ejemplo, en 1932 el volumen
de importación mundial de café estaba en el mismo nivel que en 1929.
Un tercer grupo de países (véase el cuadro 1.2) experimentó un descenso muy
pequeño (menos del 10 por 100) en el volumen de exportación entre 1928 y 1932;
Colombia, aprovechando la confusión causada por el colapso del plan brasileño
de valorización del café,10 consiguió un pequeño aumento de sus exportaciones de
café; Venezuela sufrió un descenso en el volumen de sus exportaciones de petró-
leo después de 1929, pero esto simplemente compensó el gran incremento ocurri-
do en 1928 y 1929. Las exportaciones de la República Dominicana, dominadas
por el azúcar, crecieron constantemente durante los peores años de la depresión:
como exportadores azucareros sacaron provecho de las restricciones impuestas a
Cuba, primero por la comisión Chadbourne y más tarde por el Convenio Interna-
cional del Azúcar de 1931 que no fue firmado por la República Dominicana (ni
por Brasil)."
La combinación de precios de exportación decrecientes en todos los países
con el descenso de volúmenes de exportación en la mayoría de ellos provocó una
caída vertical en el poder de compra de las exportaciones durante los peores años
de la depresión (véase el cuadro 1.2). Sólo se salvaron Venezuela, protegida por
8. Las principales exportaciones peruanas eran minerales, pero la más importante era el
petróleo, cuyo precio sufrió menos que el de otros minerales durante ia depresión.
9. Véase Sociedad de Naciones, Instituto Internacional de Agricultura, International
Yearbook of Agricultural Statistics 1932/3, Roma, 1933, p. 577.
10. La defesa (defensa) brasileña del café se desplomó en 1929. Véase W . Fritsch, Exter-
na! Constraints on Economic Policy in Brazil, 1889-1930, Londres, 1988, pp. 152-153.
I 1. Véase B. C. Swcrling, International Control nf Silgar, 1918-41, Stanlonl, Cal., 1949.
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS, 1929-1939 15
tamos internacionales. Sin embargo, había razones para que el flujo de nuevos
préstamos a América Latina —ya en descenso incluso antes de la crisis de Wall
Street— quedase interrumpido en 1931. En ese año, el pago al capital en car-
tera de Estados Unidos excedía su nueva inversión en cartera por primera vez
desde 1920 y el flujo neto se mantuvo negativo (con la insignificante excep-
ción de 1938) hasta 1954.12 Incluso Argentina, que desde todo punto de vista tenía
la más alta reputación de crédito en América Latina, fue incapaz de obtener nue-
vos préstamos de envergadura durante los primeros años de la depresión.
Ningún país de América Latina escapó a la depresión de los años treinta, pero
para algunos países el impacto fue peor que para otros. La combinación más desas-
trosa consistía en un alto nivel de apertura, un gran descenso del precio de las
exportaciones y una disminución abrupta del volumen de las mismas. No es sor-
prendente, entonces, que las naciones más seriamente afectadas fueran Chile y
Cuba donde el impacto externo fue más fuerte. En efecto, se han hecho estimacio-
nes de la renta nacional cubana en los años de entreguerras que muestran un des-
censo de un tercio de la renta nacional real per cápita entre 1928 y 1932,13 mientras
el descenso del PIB real en Chile entre 1929 y 1932 se estima en el 35,7 por 100.14
Sólo en circunstancias excepcionales se pudo mitigar el impacto externo,
aunque no pudo evitarse. Así, la República Dominicana —dependiente de la
exportación azucarera— estuvo en condiciones de aprovechar el no haber suscrito
los convenios azucareros posteriores a 1929; Venezuela se benefició de su posi-
ción de productor de petróleo con los costos unitarios más bajos en todo el conti-
nente americano; países con exportaciones dominadas por compañías extranjeras
(por ejemplo, Perú) vieron algunas de las cargas transferidas al exterior cuando
disminuyeron las remesas de ganancias y creció el valor retornado en proporción
al total de la exportación. Sin embargo, el impacto externo fue globalmente muy
serio y la introducción de medidas de estabilización para restaurar el equilibrio
externo e interno no podía retrasarse.
El impacto externo asociado con la depresión de los años treinta creó dos
desequilibrios que los dirigentes de cada nación tuvieron que afrontar urgente-
mente. El primero fue el desajuste externo creado por el colapso de los ingresos
de la exportación y el descenso de los flujos de capital; el segundo fue el desa-
juste interno creado por la contracción del' ingreso fiscal, que dio origen a un
déficit presupuestario que no pudo ser financiado con recursos externos.
Durante los años veinte, las repúblicas latinoamericanas habían adoptado
el patrón oro por primera vez (es el caso de Bolivia), o lo habían retomado (es el
caso de Argentina). Se suponía que con el patrón oro el ajuste al desequilibrio
extemo era automático —en efecto, este era uno de sus principales atractivos.
Cuando cayeran las exportaciones, el oro o las divisas.serían drenados del país,
lo que disminuiría la masa monetaria, el crédito y la demanda de importaciones;
a su vez, la contracción monetaria rebajaría el nivel de precios, lo que haría más
competitivas las exportaciones y más caras las importaciones. De este modo, la
reducción del gasto y su reorientación provocaría la caída de las importaciones y
el proceso continuaría hasta que el equilibrio externo quedase restaurado.
Sin embargo, el descenso del valor de las exportaciones fue tan radical des-
pués de 1929 que no resultaba evidente que el equilibrio externo pudiese restable-
cerse automáticamente; además, la disminución del flujo de capital y la decisión
inicial de pagar la deuda externa implicaba que la caída de las importaciones tenía
que ser particularmente pronunciada para eliminar el déficit de la balanza de
pagos. Argentina, por ejemplo, vio caer el valor de sus exportaciones de 1.537 m i -
llones de dólares en 1929 a 561 millones en 1932, y esto no fue lo más grave; con
importaciones evaluadas en 1.388 millones de dólares en 1929, Argentina necesi-
taba recortar como mínimo en un 70 por 100 las compras en el exterior, si desea-
ba mantener los pagos del servicio de la deuda en 1932 en los mismos términos
que en 1929.
Aquellos países que trataban de seguir las reglas del patrón oro vieron que
sus reservas de oro y divisas caían rápidamente. Colombia por ejemplo, luchó
hasta cuatro días después de que los británicos suspendieron la vigencia del
patrón oro (21 de septiembre de 1931); para entonces las reservas del país habían
descendido al 65 por 100. Con todo, la mayoría de países optaron ya por aban-
donar el sistema formalmente (es el caso de Argentina en diciembre de 1929), ya
por limitar la salida de oro y divisas por medio de una serie de restricciones ban-
carias y otras medidas (por ejemplo, Costa Rica). Esto no evitó la necesidad de
políticas de estabilización para reducir las importaciones y restablecer el equili-
brio externo, e indicó que el proceso ya no sería automático.
Tres países (Argentina, México y Uruguay) suspendieron la vigencia del
patrón oro antes que Gran Bretaña decidiera dejar de vender oro y divisas sobre
pedido, aunque Perú — e l único país en América Latina— introdujo por dos
veces una nueva paridad con el oro. L a mayoría de países, no obstante, adoptó el
control de cambios en una forma u otra, y creó un sistema de cuotas para la
importación. Esto ocurrió en las principales naciones; en efecto, los únicos paí-
ses que no hicieron uso del control de cambios fueron las pequeñas repúblicas
caribeñas que utilizaban el dólar de Estados Unidos como medio de pago oficial
(Panamá y la República Dominicana) o extraoficial (Cuba y Honduras).
El deseo de seguir las- reglas internacionales implicó que la devaluación —de-
preciación de la moneda— fuera utilizada en contadas ocasiones al comienzo.
Nadie esperaba que la depresión llegase a ser tan grave como finalmente resultó.
La última depresión mundial (1920-1921) había pasado rápidamente sin ocasionar
una ruptura permanente en el sistema financiero internacional. Además, impul-
sados en algunos casos por las misiones dirigidas por E. W. Kemmerer, muchos
países latinoamericanos habían organizado sus sistemas financieros en la déca-
da de los veinte, habían vuelto a la ortodoxia del tipo de cambio y el patrón oro,
creando bancos centrales y luchando por mantener una disciplina monetaria; la
\ depresión de 1929 fue vista como la primera prueba real para dichas instituciones
y hubo una resistencia natural a admitir su fracaso al dar paso a la depreciación
de la moneda.
18 HISTORIA DE AMERICA LATINA
mente, el costo real de las importaciones tendió a crecer como resultado del am-
plio uso de aranceles diferenciales.
En unos pocos países el equilibrio externo se consiguió sin recurrir ni al con-
trol de cambios ni al racionamiento de la importación no basado en el precio; se
obtuvo mediante el mecanismo de tipo patrón oro, en que el déficit de cuenta
corriente fue financiado con una salida de reservas internacionales que reducía
la oferta monetaria tan drásticamente que la demanda nominal caía al nivel de la
reducción requerida en importaciones nominales; los casos más patentes de ajus-
te automático al equilibrio externo fueron Cuba, Haití, Panamá y la República
Dominicana. México, sin embargo, también experimentó un descenso pronun-
ciado en su masa monetaria nominal en los primeros años de la depresión como
resultado de su peculiar sistema monetario en el que monedas de oro y plata for-
maban la mayor parte del numerario en circulación.15
A finales de 1932, se había restaurado el equilibrio externo en casi todas las
repúblicas a un nivel mucho más bajo de exportaciones e importaciones nomina-
les y,a un nivel ligeramente más bajo de pagos nominales del servicio de la deu-
da. El excedente de la balanza comercial de América Latina en 1929 de 570
millones de dólares norteamericanos había aumentado a 609 millones, pese a ¡a
caída de dos tercios de las exportaciones nominales, que pasaron de 4.683 millo-
nes de dólares norteamericanos a 1.663. Los ocho países que habían registrado
una balanza comercial deficitaria en 1929 se habían reducido a seis en 1930, a
cinco en 1931, y a cuatro en 1932. Sin embargo, estos cuatro (Cuba, Haití, Pana-
má y la República Dominicana) eran las excepciones que confirmaban la regla;
todos eran economías en las que el dólar circulaba libremente sin control de
cambios, de modo que el déficit comercial y la salida de divisas era el mecanis-
mo por el que la demanda nominal se conformaba al poder de compra de las
exportaciones.
El logro del equilibrio externo, aunque penoso, era inevitable. La mayoría de
los países no podían pagar por las importaciones con su propia moneda, por lo
que la oferta de divisas establecía un límite para las importaciones disponibles
una,vez que las reservas internacionales quedaran agotadas. En cambio, el equi-
librio interno era una cuestión distinta, ya que un gobierno podía siempre emitir
su propia moneda para financiar el déficit presupuestario. Sólo en países, tales
como Panamá, donde el dólar circulaba libremente y no había banco central,
podía uno estar seguro de que la consecución del equilibrio externo también su-
ponía la del equilibrio interno.
En la mayoría de países, la suspensión del patrón oro y la adopción del con-
trol de cambios trazó una separación entre ajuste externo e interno. Donde el
déficit presupuestario persistiese y fuera financiado internamente, la oferta mo-
netaria nominal no se ajustaría a la bajada en importaciones nominales. Esto cau-
saría que el índice de crédito interno para las importaciones creciera, creando un
exceso de oferta monetaria que, a su vez, estimularía el gasto interno en térmi-
nos nominales. Que el crecimiento en gasto nominal se reflejara en incrementos,
fuesen de precio o fuesen de volumen, sería esencial para determinar cuan rápida
y exitosamente un país superaría la depresión.
I'i. Véase L. Cárdenas, «The (¡real Dcpression and Industrialisalion: thc case oí Méxi-
co-, T I K I I | I . eil., I nliii Amcrird in llir IV.UIs, pp. 224-22.S.
20 HISTORIA DE AMERICA LATINA
CUADRO 1.3
NOTAS: " Incluye depósitos en dólares; '' los datos se compilaron sobre una base diferente
en 1932 y 1935 de modo que la serie no es coherente; c 1930 = 100.
FUENTE: Sociedad de Naciones, Statistical Yearbook, Ginebra, varios años.
tades asociadas con los severos recortes en salarios y sueldos para los empleados
públicos hicieron prácticamente imposible limitar el gasto lo suficiente como para
eliminar el déficit presupuestario. En ausencia de nuevos préstamos externos, el
déficit se tuvo que financiar a través del sistema bancario con un efecto expan-
sivo sobre la oferta monetaria.
En tercer lugar, el declive del crédito privado interno no era tan abrupto
como podría haberse esperado en vista de las estrechas relaciones entre el sistema
bancario y el sector exportador. El pequeño número de bancos —por ejemplo,
México sólo tenía once— y su importancia pública creó un poderoso incentivo
para evitar el fracaso bancario; la estrecha relación entre banqueros y exporta-
dores (a veces eran los mismos individuos) permitía una mayor flexibilidad en
la reprogramación de la deuda que la que habría permitido un contexto más com-
petitivo; en los años veinte los bancos también tendían a operar con reservas
en efectivo por encima del mínimo legal, lo que dejó cierto margen disponible
para los difíciles tiempos que siguieron a 1929. Los bancos extranjeros, impo-
sibilitados de hacer remesas de ganancias a causa del control de cambios, tuvie-
ron recursos adicionales para sostenerse a sí mismos durante los años de la
depresión.
Por consiguiente, la política monetaria durante la etapa más grave de la de-
presión fue relativamente laxa en muchos países, de suerte que el equilibrio
interno —a diferencia del equilibrio externo— no se había restablecido a finales
de 1932. Se comprobó que los esfuerzos para elevar los impuestos, incluidos los
aranceles, eran insuficientes y que nuevos incrementos sólo podían ser contra-
producentes. Los recortes de sueldos en el sector público y en los salarios eran
más difíciles debido a la agitada coyuntura política de comienzos de los años
treinta, de modo que las políticas para reducir el déficit presupuestario se con-
centraron cada vez más en los pagos del servicio de la deuda.
El retraso en el pago de la deuda no era nada nuevo en la historia económica
de América Latina; en efecto, las aduanas de algunas pequeñas naciones (por
ejemplo, Nicaragua) estaban todavía repletas de funcionarios estadounidenses
encargados de recaudar los impuestos al comercio exterior y evitar una repetición
de antiguos incumplimientos en el pago. Sin embargo, todos los países hicieron
arduos esfuerzos para cumplir con el pago del servicio de la deuda con la espe-
ranza de que así preservarían su acceso a los mercados de capital internacional.
No obstante, ello entrañaba un fascinante dilema: el principal acreedor en térmi-
nos de bonos internacionales seguía siendo Gran Bretaña, donde las reglas de la
bolsa hacían imposible para los países morosos colocar nuevas emisiones de
liónos; pero, el flujo anual de nuevo capital hacia América Latina se había hecho
cada vez más dependiente de Estados Unidos, donde las multas por morosidad
eran menos definidas. Cuando se hizo evidente, en términos generales, que Amé-
rica Latina no podía esperar financiación adicional de Gran Bretaña, la tentación
de una moratoria se hizo irresistible.
México, todavía atrapado por las secuelas de la revolución, había suspendi-
do los pagos del servicio de la deuda con mucho adelanto en 1928; sin embargo,
la suspensión comenzó generalmente en 1931 y cobró fuerza en los años siguien-
les. 1 ,a moratoria fue unilateral, pero ningún país desconoció su deuda externa y
no lodos los casos fueron tratados de la misma manera; Brasil, por ejemplo, esta-
bleció siete clases de bonos en 1934, con tratos diferenciales que iban desde el
)•) HISTORIA DE AMERICA LATINA
pago lolal hasta la suspensión total de pagos sobre el interés y el capital.16 Por
lanío, el impacto sobre el gasto público varió sustancialmente incluso entre los
países morosos, aunque los recursos destinados al pago de la deuda tendieron a
descender en todas partes conforme la década llegaba a su fin.
No lodos los países suspendieron el pago a la deuda externa y la moratoria
en la lleuda externa no necesariamente implicó suspensión del pago a la deuda hí-
lenla (o viceversa). Venezuela, bajo Gómez, terminó de amortizar su deuda
y exlerna - -iniciada quince años antes— en 1930; Honduras suspendió el pago a
su deuda interna, pero cumplió religiosamente con su deuda externa (junto con
I lailí y la República Dominicana). Sólo Argentina pagó su deuda interna y exter-
na puntualmente por razones que son todavía discutibles. Algunos de los facto-
res que persuadieron a los políticos argentinos de pagar la deuda, de cuya mayor
pai le era acreedora Gran Bretaña, fueron su relación particular con ésta, los estre-
chos vínculos comerciales y la perspectiva de obtener más préstamos; además,
la ortodoxia financiera de los gobiernos conservadores argentinos en la década
de 1930 creó una fuerte predisposición en favor del pago de la deuda.
lin la mayoría de países, el incumplimiento con la deuda alivió la presión
sobre el déficit presupuestario y (en el caso de la deuda externa) liberó divisas
que pudieron utilizarse con otros fines. Con todo, el descenso de pagos del servi-
cio de la deuda, al rebajar la presión sobre la política fiscal, evitó la necesidad de
nuevos impuestos o recortes del gasto. El déficit presupuestario, por tanto, se
mantuvo como algo normal y el equilibrio interno siguió siendo un remoto obje-
livo en la mayoría de las naciones. La tensión entre el equilibrio externo y el
desequilibrio interno produjo una grave inestabilidad económica y financiera en
algunos países (por ejemplo, Bolivia), pero también pudo contribuir a la recupe-
ración económica a un ritmo más rápido que el que se daba en países donde unas
esiriclas políticas fiscales y monetarias dejaron al sector no exportador con una
demanda insuficiente e incapaz de responder al nuevo vector de precios relativos.
I ,A KI'X'UI'HRACIÓN DE LA DEPRESIÓN
|(> VV.i-.r 11 l-h l i n i f i i v i i y I.' I'niii-.. .Sili luir I v l a u h s in t lio lini <>f Uoiul Finalice»,
111 r I I f< < I-, <'nllrj<r. I liiivi'l'.lil.ul i Ir I mitin-.. I »r.i nv.inii l'.i[«'i in lúnnciiiiics, n." ,H, l'WX.
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS, 1929-1939 23
importación, en todos los casos, mejoró tanto en relación con los bienes expor-
tables como a los no comercializables en el exterior, mientras que el sector no
comercializado aumentó sus precios relativos respecto al sector exportador,
excepto en el caso en que ocurriera una devaluación real (con lo que el resulta-
do quedaba por determinar).
El que estas fluctuaciones a corto plazo en los precios relativos persistieran
dependía en gran medida de la fluctuación en los precios de exportación e impor-
tación. Para América Latina en su conjunto, los precios de las exportaciones
cayeron constantemente hasta 1934; en ese momento comenzó un nuevo ciclo,
que produjo una pronunciada recuperación de los precios en 1936 y 1937 seguida
por dos años de precios de exportación descendentes. Sin embargo, los precios
de importación se mantuvieron muy bajos, de modo que los términos netos de
intercambio mejoraron desde 1933 hasta 1937 e incluso en 1939 estaban aún al
36 por 100 por encima del nivel de 1933 y al mismo de 1930. En consecuencia,
para la región en su conjunto una mejora permanente del precio relativo del sec-
tor que competía con las importaciones dependía menos de variaciones en los
términos netos de intercambio y más de los aumentos en la tasa de aranceles y
de una devaluación real.
El sector competidor con las importaciones comprendía todas las actividades
capaces de sustituir los artículos importados. Se ha identificado convencional-
mente con la industrialización de sustitucion.de importaciones (ISI), en vista de
la importancia de las manufacturas en la importación. Sin embargo, en los años
veinte, muchos países estaban importando cantidades significativas de productos
agrícolas que podían ser producidos internamente en lo fundamental. Así que es
también necesario considerar la agricultura de sustitución de importaciones (ASI)
como parte del sector competidor con la importación.
El cambio de los precios relativos fomentó la reasignación de recursos y
actuó como un mecanismo para la recuperación de la depresión. Sin embargo,
esto era sólo una parte de la cuestión; por ejemplo, una caída en la producción
del sector exportador, y un alza en la producción del sector, que competía con la
importación, no necesariamente produciría una recuperación en el PIB real, aun-
que produjera un cambio estructural. La recuperación sólo quedaba asegurada si
el sector competidor con la importación se expandía sin un descenso del sector
exportador, o si crecía tan rápidamente como para compensar el descenso del
sector exportador; la primera posibilidad indica la importancia del comporta-
miento del sector exportador en los años treinta —un tema muy desatendido—,
mientras el segundo necesita que se tome en cuenta el crecimiento de la deman-
da nominal.
En las páginas anteriores, se ha sostenido que a partir de 1929 los programas
de estabilización habían sido muy exitosos en restaurar el equilibrio externo en
casi todas las naciones hacia 1932; sin embargo, muchos países tuvieron menos
éxito en eliminar el déficit interno. La permanencia del déficit en algunas repú-
blicas, incluso después de la reducción en los pagos del servicio de la deuda por
medio de moratorias, dio un estímulo a la demanda nominal que, dadas ciertas
circunstancias, podría esperarse que tuviera efectos reales (es decir, keynesia-
nos); estas condiciones comprendían la existencia de capacidad disponible y una
respuesta clástica de precio oferta en el sector competidor con la importación,
además de un sislcma financiero capaz de proporcionar capital activo a bajos
24 HISTORIA DE AMERICA LATINA
tipos de interés reales. Donde estas condiciones no existían (por ejemplo, Boli-
via), las consecuencias del déficit fiscal y el crecimiento de la demanda nominal
eran simplemente la inflación y un colapso del tipo de cambio nominal; pero
donde dichas condiciones se daban (por ejemplo, en Brasil), las políticas fiscales
y monetarias poco estrictas podían contribuir a la recuperación. De modo que,
para algunas naciones, los efectos de medidas incompletas de estabilización en
pos del equilibrio interno después de 1929 no fueron totalmente desfavorables;
„en cambio, algunas repúblicas «virtuosas» (como Argentina) se enfrentaron a la
paradoja de que las políticas fiscales y monetarias ortodoxas en pos de un pre-
supuesto equilibrado podían haber reducido su tasa de crecimiento económico en
la década de 1930.
La recuperación de la depresión, en términos del PIB real, comenzó después
de 1931-1932 con sólodos excepciones menores (Honduras y Nicaragua). En los
años siguientes de la década, todas las repúblicas de las que existen datos dis-
ponibles lograron un crecimiento positivo, y en todas el PIB real sobrepasó el
punto más alto anterior a la depresión con las mismas dos excepciones; sin
embargo, la velocidad de la recuperación variaba considerablemente y también
sus mecanismos. En particular, casi ningún país se basó exclusivamente en la 1SI
para recobrarse y algunos simplemente dependieron del retorno de condiciones
más favorables a los mercados de exportación.
Siguiendo a Chenery,17 podemos estudiar la recuperación en los años treinta
en América Latina por medio de una ecuación para contabilizar el crecimiento en
la que la variación en el PIB real se descomponga en la suma de:
CUADRO 1.4
Crecimiento
de la
ISI ASI exportación
PAÍSES D E RECUPERACIÓN R Á P I D A
Brasil ü
Chile D
Costa Rica a
Cuba H
Guatemala a
México Q
Perú
Venezuela
PAÍSES D E RECUPERACIÓN M E D I A
Argentina
Colombia
El Salvador
PAÍSES D E R E C U P E R A C I Ó N L E N T A
Honduras
Nicaragua
Uruguay
NOTAS: LOS países de recuperación rápida se supone que incrementaron el PIB real desde
el aflo crítico hasta 1939 más del 50 por 100; los países de recuperación media en más del
20 por 100 y menos del 50 por 100; los países de recuperación lenta en menos del 20 por 100.
• índice de producción manufacturera neta respecto al PIB que se asume que aumentó sig-
nificativamente.
• índice de la agricultura para consumo interno (ASI) respecto al PIB que se supone que
aumentó significativamente.
11 índice de la exportación respecto al PIB que se considera haber aumentado significati-
vamente en términos reales o nominales.
FUENTES; Véase el cuadro 1.1.
términos. Esto se muestra en el cuadro 1.4, donde catorce países para los que
existen datos sobre el PIB se agrupan en tres categorías: recuperación rápida,
media y lenta.
I <A grupo de recuperación rápida incluye ocho naciones donde el PIB real ere-
cié) hasta más del 50 por 100 entre el año de la depresión (1931 o 1932) y 1939.
Se puede considerar grandes a dos países (Brasil y México), medianos a cuatro
(Chile, Cuba, Perú y Venezuela), y pequeños a dos (Costa Rica y Guatemala). De
modo que no hay correlación entre tamaño y ritmo de recuperación. La ISI es un
mecanismo importante de recuperación para la mayoría del grupo, excepto para
Cuha, (¡tialcmala y Venezuela; en efecto, la recuperación cubana se debió prin-
cipalmente a los mejores precios del azúcar, lo que contribuyó a duplicar el valor
26 HISTORIA DE AMERICA LATINA
CUADRO 1.5
1932-1939 1929-1939
Países 0) (2) (3) (1) (2) (3)
Argentina + 102 +6 -8 + 51 + 84 -36
Brasil + 74 -11 + 37 + 39 + 31 + 31
Chile + 71 -24 + 53 + 67fl + 28 +5
Colombia + 117 -35 + 18 + 61 + 24 + 15
Costa Rica + 96 -21 + 25 + 36 + 64 0
El Salvador + 39 -4 + 65 + 31h + 11 + 58
Guatemala + 92 +2 +6 + 64 + 30 +6
c
Honduras + 55* + 17 + 28
México + 108 1 -9 + 113 + 61 -74
Nicaragua + 98 -1 +3 + 64'' +47 -11
Perú + 85 -2 + 17 + 68 + 30 +2
Venezuela + 80 -1 + 21 + 19 + 67 + 14
todos los países más grandes, con excepción de Argentina. Estos resultados no
significan que la industrialización de sustitución de importaciones no fuera im-
portante, puesto que la ecuación para determinar las fuentes de crecimiento apli-
cada exclusivamente al sector manufacturero puede dar un resultado diferente.
Sin embargo, al utilizar un período más largo (1929-1950) la contribución de la
sustitución de importaciones al crecimiento industrial en los países más grandes
(Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México) se ha estimado en un promedio
del 39 por 100 —lo que implica que el crecimiento de la demanda interna final
(la contribución de las exportaciones industriales puede ser ignorada) era muy
importante para el sector manufacturero también.18
La recuperación de la demanda interna final era un reflejo de las políticas
monetarias y fiscales poco estrictas mencionadas anteriormente. El déficit presu-
puestario era común y —en ausencia de fuentes externas de préstamos— se
I mandaba habitualmente por medio del sistema bancario, lo que tenía un efecto
expansivo sobre la oferta monetaria. Las instituciones financieras, fortalecidas
por la creación de bancos centrales en varios países (por ejemplo, Argentina y Ll
1K. Véase .1. (¡runwakl y P. Musgrove, Natural Resources in IMIÍII American Develo/'
meiil, liallimoie. Mil., 1970, cuadro A.4, pp. 16-17.
28 HISTORIA DE AMERICA LATINA
que el cambio global en la distribución funcional del ingreso no puede haber sido
muy grande. En consecuencia, es improbable que el crecimiento de la demanda
del consumidor en los años treinta pueda atribuirse a cambios significativos en la
distribución del ingreso.
durante el mismo período —una tasa anual del 6,3 por 100. Las exportaciones
mexicanas, que en efecto crecieron rápidamente de 1932 a 1937, cayeron en un
58 por 100 entre 1937 y 1939. Los precios más altos del oro y la plata después
del colapso del patrón oro no pudieron compensar el embargo comercial impues-
to como represalia por la expropiación de las compañías petroleras extranjeras
en 1938.
Las exportaciones argentinas han sido objeto de numerosos análisis. Experi-
mentaron un descenso constante en volumen después de 1932 que no cambió de
signo hasta 1952. Sin embargo, la tendencia quedó oscurecida por los precios
favorables y los términos netos de intercambio (TNI) que Argentina disfrutó
durante la mayor parte de los años treinta —entre 1933 y 1937, por ejemplo, los
T N I subieron en un 71 por 100 como resultado de una serie de malas cosechas
en América del Norte, ¿rué impulsó el alza de los precios del grano y la carne. En
efecto, la dependencia de Argentina respecto al mercado inglés fue un gran obs-
táculo a la expansión de las exportaciones. El tratado Roca-Runciman de 1933
dio a Argentina una cuota en el mercado británico para sus principales productos
primarios de exportación, pero lo mejor que podía esperarse con este tratado era
la preservación de un porcentaje del mercado de importación; por otra parte, los
agricultores británicos contaban con el incentivo del precio que les daba el aran-
cel discriminatorio para aumentar su producción a costa de la importación. De
modo que, aun la preservación de un porcentaje en el mercado importador, no
podía evitar un pequeño descenso de las exportaciones argentinas a Gran Breta-
ña. Las exportaciones argentinas también resultaban perjudicadas por las altera-
ciones del tipo de cambio real. Aunque en muchas repúblicas latinoamericanas
las exportaciones tradicionales disfrutaron de una depreciación real a largo plazo,
los exportadores argentinos se enfrentaron a un tipo de cambio real que tendía a
apreciarse en la década de 1930. Por ejemplo, dado que los precios británicos al
por mayor descendieron un 20 por 100 en el decenio que siguió a 1929 y los pre-
cios al por mayor en Argentina se elevaron hasta el 12 por 100, la devaluación
nominal del peso frente a la libra esterlina, necesaria para mantener competitivas
las exportaciones argentinas a Gran Bretaña, era como mínimo del 32 por 100.
Esto superaba la devaluación efectiva del tipo de cambio oficial en toda la déca-
da, aunque las marcadas fluctuaciones de año en año hicieron poco por dar con-
fianza en el sector exportador. En cambio, los exportadores brasileños en el mis-
mo período tuvieron una devaluación real del 49 por 100 basada en el tipo de
cambio oficial y del 80 por 100 en el mercado libre.
En el resto de América Latina, el comportamiento de las exportaciones des-
pués de 1932 fue sorprendentemente sólido (véase el cuadro 1.6). De los dieci-
siete países que dieron datos sobre el volumen de exportación, sólo Honduras
—además de Argentina y México— sufrió un descenso entre 1932 y 1939. Ade-
más, si se toma 1929 como año base, la mitad de los países considerados expe-
rimentaron un incremento en el volumen de exportación pese a las circunstancias
excepcionalmente difíciles que predominaron durante toda la década.
Tres factores son responsables del relativamente sólido comportamiento de
las exportaciones. El primero fue la dedicación de los dirigentes a la preserva-
ción del sector exportador tradicional —el motor del crecimiento en el modelo
basado en la exportación— a través de un sistema de políticas que iban desde la
depreciación del tipo de cambio real hasta la moratoria de la deuda. El segundo
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS, 1929-1939 31
CUADRO 1.6
19. Véase J. McBeth, Juan Vicente Gómez and the OH Companies in Venezuela, 1908-
1935, Cambridge, 1983, cap. 5.
20. El impacto macroeconómico de este pian de financiación ha sido muy discutido.
Véanse, por ejemplo, Celso Furtado, The Economic Growth of Brazil, Berkeley, Cal., 1963, y
C. Peláez, Historia da industrializagcio brasileira, Río de Janeiro, 1972. Hay un excelente exa-
men del debate, favorable en general a la interpretación de Furtado que ve el plan como expan-
sivo, en A. Fishlow, «Origiñs and Consequences of Import Substitution in Brazil», en L. Di
Marco, ed., International Economics and Development, Nueva York, 1972.
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS, 1929-1939 33
esto redujo la oferta que llegaba al mercado mundial y permitió a Brasil vender
a precios más altos en dólares, lo cual no habría sido posible de otra manera.
A l mismo tiempo, la devaluación elevó el precio del café en moneda local, de
modo que la caída de los ingresos procedentes del café fue mucho más severa
de lo que implicaba el deterioro de los TNI. Sin embargo, ninguna resolución
con los instrumentos disponibles podía ocultar el hecho de que el sector cafeta-
lero estaba en una crisis profunda. Como el precio relativo del algodón respecto
al del café se elevó en los años treinta, hubo una reasignación de recursos que
hizo que la producción y la exportación brasileña de algodón se disparasen.
Entre 1932 y 1939 el área plantada de algodón aumentó casi cuatro veces y la
producción casi seis, mientras que la exportación creció tan rápidamente que en
términos de volumen se incrementó más rápido que en cualquier otra república
(véase el cuadro 1.6). Las ganancias brasileñas en dólares procedentes de la
exportación pueden considerarse bajas, pero el crecimiento en términos de volu-
men y de moneda local fue mucho más impresionante.
La lotería mercantil produjo una serie de ganadores y perdedores en Améri-
ca Latina. El principal perdedor fue Argentina, porque sus exportaciones tradi-
cionales fueron perjudicadas debido a su dependencia del mercado británico.
Las exportaciones cubanas de tabaco, incluidos los cigarros, también perdieron y
sufrieron seriamente con las medidas proteccionistas adoptadas por el mercado
norteamericano. Los principales ganadores fueron los exportadores de oro y plata
a medida que los precios subieron notoriamente en la década de los treinta. Esta
bonanza de la lotería benefició a Colombia y Nicaragua, con respecto al oro, y a
México, con respecto a la plata. Bolivia se benefició del alza de los precios del
estaño lograda por la Comisión Internacional del Estaño después de 1931. Tam-
bién Chile, después de sufrir la caída más drástica en los precios de exportación
durante los peores años de la depresión, vio sus TNI crecer en un promedio del
18,6 por 100 al año entre 1932 y 1939 cuando el rearme comenzó a reflejarse en
los precios del cobre. Finalmente, la República Dominicana aprovechó su posi-
ción independiente del Convenio Internacional del Azúcar para obtener precios
más altos y mayores volúmenes de ventas de azúcar.
La recuperación del sector de exportación tradicional fue la principal razón
para el crecimiento de los volúmenes de exportación a partir de 1932. La diversi-
ficación de las exportaciones (con excepción del algodón en Brasil) fue de impor-
tancia limitada, caracterizada por algunos ensayos esporádicos tales como la pro-
ducción de algodón en El Salvador y Nicaragua, y de cacao en Costa Rica (en
plantaciones bananeras abandonadas). Sin embargo, el auge de la Alemania nazi
y de su agresiva política comercial basada en el aski-mark hizo que la distri-
bución geográfica del comercio exterior cambiara de forma significativa. En 1938,
el último año no afectado por la guerra, Alemania recibía el 10,3 por 100 de to-
das las exportaciones latinoamericanas y proporcionaba el 17,1 por 100 de todas
las importaciones comparados con el 7,7 por 100 y el 10,9 por 100 respectiva-
mente en 1930. La gran perdedora a causa de esta creciente participación alema-
na resultó ser Gran Bretaña, aunque el mercado de Estados Unidos también se
contrajo para las exportaciones latinoamericanas (del 33,4 por 100 en 1930 al
31,5 por 100 en 1938).
La mayor importancia del mercado alemán se debió en gran parte a la po-
lítica comercial del Tercer Reicli. líl incentivo para inducir a los países a aceptar
34 HISTORIA DE AMERICA LATINA
el aski-mark inconvertible era ofrecer precios más altos por sus exportaciones
tradicionales; por ejemplo, para Brasil, Colombia y Costa Rica, que buscaban
nuevos mercados para el café, el mercado alemán adquirió una creciente impor-
tancia y su pérdida, al estallar la guerra, les acarrearía graves problemas. Uruguay,
que tenía problemas para acceder al mercado británico, vio crecer sus exporta-
ciones al 23,5 por 100 del total en 1935. En cambio, los convenios comerciales
recíprocos promovidos por Cordell Hull no consiguieron un crecimiento de la
participación en el mercado de Estados Unidos, aunque contribuyeron a un incre-
mento del valor absoluto del comercio hasta la depresión de 1938.
A finales de la década, el sector exportador todavía no había recuperado to-
talmente su inicial importancia, pero había contribuido en parte a la recuperación
del PIB real desde 1932. A l comparar 1928 y 1938 (véase el cuadro 1.1), se apre-
cia que la mayoría de países considerados experimentó un descenso en el índice
de las exportaciones reales con respecto al PIB real; sin embargo, sólo en México,
Honduras y Argentina —los casos especiales ya examinados— hubo un descen-
so significativo e incluso Brasil tuvo un incremento.
La recuperación del volumen de exportación en la mayoría de países latino-
americanos contribuye a explicar el brusco crecimiento del volumen de las im-
portaciones a partir de 1932 (véase el cuadro 1.6). Sin embargo, esta no es la his-
toria completa en lo que respecta al volumen de importaciones recobrado en cada
caso considerado (incluidos los tres donde el volumen de la exportación descen-
dió). Las explicaciones adicionales sobre el movimiento de las importaciones las
proporcionan los cambios en los términos netos de intercambio y las reducciones
en los pagos de factores debido al atraso en el pago de la deuda, al control del
tipo de cambio y a la caída en los rendimientos de ganancias. De esta manera,
incluso en Argentina —donde la deuda externa fue pagada puntualmente y el
volumen de las exportaciones cayó— los movimientos favorables en los TN1 y
la reducción de las remesas de utilidades hicieron posible un incremento anual en
el volumen de importaciones del 4,6 por 100 entre 1932 y 1939.
El crecimiento del volumen de artículos importados en cada república a par-
tir de 1932 es tan sorprendente que vale la pena examinar la correlación entre los
cambios en las importaciones reales y el PIB real. Para doce de las naciones
de las que existen datos disponibles —es decir, todas aquellas del cuadro 1.1
excepto Uruguay— era positiva, con un coeficiente de correlación en mínimos
cuadrados de 0,75 por lo menos —el cual es significativo al nivel del 1 por 100.
Tomando en cuenta la opinión común de que los años treinta fueron un período
de recuperación económica sostenido por la industrialización de sustitución de
importaciones y la contracción de la importación, este resultado es un saludable
recordatorio de la importancia abrumadora del sector externo y del comercio
exterior aun después de la depresión de 1929.
Vale la pena explorar este punto más profundamente ya que el punto de vis-
ta común está tan firmemente arraigado. La sustitución de importaciones en la
industria fue en efecto importante, como veremos en la siguiente sección, y du-
rante el decenio comprendido entre 1928 y 1938 el índice de importación real
cayó respecto al PIB real. Sin embargo, la contracción de la importación fue más
seria en los peores años de la depresión (1930-1932) y ejerció una intensa presión
sobre las importaciones de bienes de consumo. A partir de 1932, el crecimiento
industrial fue capaz de satisfacer gran parte de la demanda de bienes de consu-
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS, 1929-1939 35
mo antes satisfecha por las importaciones, pero al mismo tiempo las importa-
ciones reales se elevaron más rápido que el PIB real en virtualmente todos los
casos cuando la propensión marginal a importar permaneció muy alta. La compo-
sición de las importaciones se distanció de los bienes de consumo —particular-
mente de bienes de consumo perecederos—, pero el desenvolvimiento económico
era aún extremadamente sensible al crecimiento de la importación y dependien-
te de él. Sin la recuperación de las importaciones, o una mejora de los TNI como
mínimo, habría sido mucho más difícil para América Latina en la década de los
treinta emprender una exitosa ISI.
CUADRO 1.7
NOTAS:
(1) Tasa anual de crecimiento de la producción manufacturera neta, 1932-1939.
(2) índice (%) de la producción manufacturera neta respecto al PIB en 1939 (precios de
1970).
(3) Producción manufacturera neta per cápita (en dólares de 1970 traducidos al cambio
oficial), c. 1939.
(4) Número de trabajadores por establecimiento, c, 1939.
" 1933-1938;* 1930-1939; '• 1940; d 1938.
FUENTES: Véase el cuadro 1.1; también, G. Wythe, Industry in Latín America, Nueva
York, 1945; C. Boloña, «Tariff Policies in Perú, 1880-1980», tesis doctoral inédita, Universidad
de Oxford, 1981.
na se comenzó a restablecer. En efecto, la tasa anual de crecimiento de la pro-
ducción manufacturera neta superó el 10 por 100 en unos cuantos casos (véase
el cuadro 1.7). Aunque la capacidad disponible fue utilizada primero para sa-
tisfacer el incremento de la demanda, ésta había comenzado a quedar agotada
a mediados de la década. En México, las gigantescas fundiciones de hierro y
acero en Monterrey —no rentables durante la mayor parte del siglo— fueron
finalmente capaces de rendir saludables dividendos cuando la capacidad utiliza-
da llegó al 80 por 100 en 1936." Por consiguiente, la demanda sólo pudo ser
satisfecha con nuevas inversiones que implicaban la compra de bienes de capital
importados. De ese modo, la industrialización comenzó a modificar la estructura
de las importaciones con una proporción decreciente de bienes de consumo y una
creciente proporción de bienes intermedios y de capital.
Argentina siguió siendo la nación más industrializada, tanto en términos de la
participación de las manufacturas en el PIB como en los de la producción manu-
facturera per cápita (véase el cuadro 1.7). Sin embargo, el sector manufacturero
brasileño hizo considerables progresos en la década de 1930. Pese al descenso del
precio mundial del café, el ingreso en moneda nacional derivado del café se redu-
jo mucho menos gracias al programa de apoyo al café, y las exportaciones de
algodón proporcionaron una dinámica nueva fuente de ganancias. A l mismo tiem-
po, la combinación entre depreciación real, alza de aranceles y control de cambios
dio a los consumidores un fuerte incentivo para sustituir los artículos importados
por productos locales. Este estímulo estaba operando en otros países, pero sus
limitaciones de la capacidad impidieron muchas veces a las empresas responder
más positivamente. No obstante, la capacidad manufacturera en Rrasil había sido
notablemente ampliada debido al alto grado de importaciones de bienes de capi-
tal posible durante la década de 1920. En consecuencia, las empresas brasileñas
estuvieron preparadas para satisfacer la demanda no sólo en las industrias tradi-
cionales, como los textiles, los zapatos, los sombreros, sino también en nuevas
industrias que producían bienes de consumo duradero e intermedio.
Incluso la industria brasileña de bienes de capital avanzó en los años treinta.
Sin embargo, su participación en el valor agregado fue sólo del 4,9 por 100 en
1939.23 La industrialización brasileña, por tanto, se mantuvo acentuadamente
dependiente de la importación de bienes de capital, y por eso las limitaciones
de la capacidad comenzaron a reaparecer a finales de los años treinta en varias
ramas. A l igual que en otros grandes países latinoamericanos, estas restricciones
de la capacidad industrial incentivaron las tareas que empleaban trabajo intensivo
y la sustitución del capital por trabajo donde quiera que fuera posible. El em-
pleo manufacturero creció en Brasil rápidamente, favoreciendo particularmente a
Sao Paulo donde la tasa de crecimiento se mantuvo por encima del 10 por 100
a partir de 1932. En efecto, los insumos del trabajo «explican» la mayor parte del
crecimiento de la industria brasileña en los años treinta, pues los incrementos de
la productividad fueron reducidos. En consecuencia, ¡a eficiencia de esta indus-
trialización y la capacidad de las empresas para competir internacionalmente
pueden ser puestas en duda.
La industrialización en los años treinta provocó un cambio importante en la
composición de la producción industrial en los principales países latinoamerica-
nos. Aunque los textiles y los alimentos elaborados continuaron siendo las ramas
más importantes de las manufacturas, varios sectores nuevos comenzaron a adqui-
rir importancia por primera vez, entre los que se contaban los bienes de consumo
duraderos, productos químicos (incluidos los productos farmacéuticos), metales y
papel. El mercado para los bienes industriales comenzó también a diversificarse;
aunque la mayoría de empresas continuó vendiendo bienes de consumo (durade-
ros y perecederos) a los hogares, las relaciones interindustriales se hicieron más
complejas, toda vez que un conjunto de establecimientos proveía de insumos
necesarios a otras industrias, que antes los solían comprar en el extranjero.
Estos cambios fueron significativos, pero no deben ser exagerados. A finales
de la década de 1930, por ejemplo, la participación de la industria en el PIB era
todavía modesta (véase el cuadro 1.7). Sólo en Argentina la participación supe-
raría el 20 por 100 e incluso allí la agricultura era todavía más importante. Pese
a su reciente esfuerzo industrial, el sector manufacturero de Colombia represen-
taba menos del 10 por 100 del PIB real en 1939. Brasil y México habían hecho
un progreso destacado hacia la industrialización, pero el producto neto de las
manufacturas per cápita en ambos países estaba muy por debajo de los niveles en
Argentina, Chile y Uruguay (véase el cuadro 1.7).
Hubo otros problemas que el sector industrial afrontó en los años treinta.
Atraído por el muy protegido mercado interno, este sector no tenía incentivos
23. Véase Fishlow, «Origins and Consequences of Import Substitution in Brazil», cua-
dro VII.
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS, 1929-1939 39
Central y el Caribe, afectó también a América del Sur. Se puede discernir una
pauta clara para muchos productos agrícolas, cuya importación sufrió un brutal
descenso en la depresión a consecuencia del colapso del poder de compra y que
luego no pudieron recobrar el alto nivel anterior a la depresión, mientras que la
producción interna de alimentos y materias primas crecía. Las principales excep-
ciones (por ejemplo; algodón, cáñamo) fueron todas materias primas requeridas
por el sector industrial en rápida expansión, de modo que los artículos importa-
dos siguieron siendo importantes.
El cambio en los precios relativos de los bienes nacionales y extranjeros fue
un factor importante para la expansión de la ACI y la industria. Sin embargo, los
bienes y servicios no comercializados en el mercado internacional también avan-
zaron, en conformidad con el crecimiento de la economía real y la recuperación
de la demanda nacional final. La orientación de recursos hacia el sector indus-
trial y el crecimiento concomitante de la urbanización impulsaron la demanda
de energía, por ejemplo, y estimularon nuevas inversiones en fuentes de elec-
tricidad (incluidas presas hidroeléctricas), la explotación petrolera y las refine-
rías de petróleo. El desfase entre oferta y demanda fue un problema constante
durante la mayor parte de la década de 1930, pero la existencia de un exceso de
demanda fue un estímulo poderoso para el crecimiento tanto de los servicios
públicos como de la industria de la construcción.
La industria de la construcción se benefició también de las inversiones en
el sistema de transportes. En los años treinta, el auge ferroviario de América
Latina había concluido, pero la región apenas había comenzado a desarrollar el
sistema vial necesario para satisfacer la demanda de camiones, autobuses y auto-
móviles. La construcción de carreteras —predominantemente financiada por el
Estado— tuvo el gran mérito de utilizar trabajo y materias primas locales y de
no ser notoriamente dependiente de importaciones complementarias. En toda
América Latina hubo una expansión de la red vial en los años treinta, con un cre-
cimiento particularmente impresionante en Argentina, que proporcionó una opor-
tunidad para absorber a la fuerza de trabajo desempleada en muchas áreas rurales.
La expansión del sistema vial requirió un incremento del gasto público que
implicó una presión adicional sobre los limitados recursos fiscales del Estado.
Algunos gobiernos autoritarios, tales como el régimen de Ubico en Guatemala,
recurrieron a la coerción para obtener la fuerza laboral necesaria para la expan-
sión del sistema vial. Una vez edificada, sin embargo, la red vial permitió a las
regiones aisladas comercializar el excedente agrícola y contribuir al crecimiento
de la ACI, lo cual se ha demostrado claramente en el caso del Brasil.24
El sistema de transporte aéreo también se amplió rápidamente en la década
de 1930, aunque comenzó desde un nivel tan bajo que su capacidad para trans-
portar pasajeros y carga se encontraba estrictamente limitada a finales del dece-
nio. Sin embargo, en países donde la geografía impedía o dificultaba los viajes
por tren o por autopista, la creación de un sistema de transporte aéreo fue un paso
importante hacia la modernización y la integración nacional. En Honduras, por
ejemplo, donde el presidente Carias otorgó el monopolio a un empresario neoze-
landés como premio por el papel que desempeñó en la conversión de aviones
24. Véase N . Leff, Underdevelopment and Development in Brazjl, vol. 1, Londres, i 982,
p. 181.
LAS ECONOMÍAS LATINOAMERICANAS, 1929-1939 41
CONCLUSIÓN
dro 1.5) fue de enorme importancia para sacar a los países de la depresión y pro-
porcionar el estímulo necesario para el crecimiento de bienes importables y de
bienes y servicios no comercializables en el exterior. Relacionado con este creci-
miento estuvo el incremento en la urbanización, de modo que varias repúblicas
podían ser consideradas como preponderantemente urbanas a finales de la década
de 1930, a la vez que todos los países experimentaron un gran descenso de la
población clasificada como rural.
Aunque el funcionamiento económico en los años treinta — a l menos a par-
tir de 1932— fue por lo general satisfactorio, hubo un conjunto de desviaciones
de la pauta regional. Algunas repúblicas —los países de recuperación lenta en
el cuadro 1.4— quedaron marcadas por el estancamiento e incluso la decaden-
cia de la actividad económica. El problema básico fue que el sector exportador
permaneció deprimido durante la mayor parte de los años treinta por razones
ajenas al control de los gobernantes; en Honduras, por ejemplo, la exportación
bananera se hundió a partir de 1931 a raíz de la propagación de una plaga en las
plantaciones bananeras y el valor real de las exportaciones no alcanzó el mismo
nivel de 1931 hasta 1965. En estas circunstancias, la expectativa de recuperación
estaba en el sector que competía con las importaciones ( A S I e ISI), pero la
pequeña dimensión del mercado hizo difícil compensar el declive del sector
exportador.
Los países de «recuperación media» se recobraron de la depresión apoyán-
dose prioritariamente en el sector exportador, con las importantes excepciones de
Argentina y Colombia. Por consiguiente, el crecimiento económico en los años
treinta no implicó un cambio estructural significativo y hubo poca modificación
en la composición de las exportaciones. En Bolivia, la recuperación dependió
esencialmente de la formación del cártel internacional del estaño en 1931, que
consiguió más altos precios para los exportadores de este mineral, lo que redun-
dó en más altos ingresos al Estado debidos a los impuestos a la exportación. E l
sector exportador se expandió en Colombia, pero su crecimiento fue ensombre-
cido por el auge espectacular del sector manufacturero donde el aumento de la
producción textil fue particularmente impresionante. En Argentina, sin embargo,
el sector exportador se estancó en términos reales, de modo que la recuperación
dependió esencialmente del sector-no exportador, cuyo funcionamiento, fuera en
la industria, la construcción o las finanzas, fue generalmente satisfactorio; por
tanto, es difícil inferir que la decadencia a largo plazo de la economía argentina
se iniciara en los años treinta.
En los países de «recuperación rápida» entran tanto repúblicas donde el i m -
pacto de la depresión fue relativamente menor (por ejemplo, Brasil) como los
países donde fue muy severa (por ejemplo, Chile y Cuba). Por tanto, el rápido
crecimiento de estos últimos consistió principalmente en una «recuperación» de
la producción real perdida en los peores años de la depresión, aunque Chile tam-
bién gozó de un respetable nivel de la nueva ISI. En Brasil, por otra parte, el rápi-
do crecimiento incluyó adiciones al producto real; aunque la recuperación de la
exportación fue importante, la estructura de la economía brasileña comenzó a
orientarse hacia la industria. Brasil, sin embargo, siguió siendo abrumadoramen-
(e pobre, en 1939 tenía un PIB real per cápita que era apenas un cuarto del de
Argentina y el 60 por 100 del promedio latinoamericano. M é x i c o también d i V
l'niló de un importante cambio estructural; la reforma agraria bajo el presidente
46 HISTORIA DE AMERICA LATINA
Carlos de la Torre
Drew University
1
Este artículo publicado con anterioridad en Social Research, vol. 59, N° 2 (Summer,1992)
págs.: 385-414, tiene pequeñas modificaciones.
das con las políticas excluyentes que benefician al capital extranjero, con- Condiciones pre-estructurales de los populismos
centran el ingreso económico y reprimen las demandas populares (Malloy, Los primeros estudios de los populismos latinoamericanos, influenciados
1987). 5) Un tipo de partido político con liderazgo de las clases media o alta, por las teorías de modernización y de la dependencia, trataron de entender
con base popular fuerte, retórica nacionalista, la presencia de un líder las experiencias de los países más grandes de la región. En las décadas de
carismático y sin definición ideológica precisa (Angell, 1968). 6) Un discurso los treinta y cuarenta, Argentina, Brasil y México vivieron procesos de susti-
político que divide a la sociedad en dos campos antagónicos: el pueblo con- tución de importaciones asociados al surgimiento del peronismo, varguismo
tra la oligarquía (Laclau, 1977, 1988). 7) Intentos de las naciones latinoame- y cardenismo. Es así que Gino Germani, por ejemplo, desarrolló la hipótesis
ricanas de controlar procesos de modernización determinados desde el ex- de que el populismo es una fase en la transición a la modernidad. Desarro-
terior haciendo que el Estado tome un lugar central en defensa de la identi- llando una perspectiva alternativa, autores influenciados por la perspectiva
dad nacional y como promotor de la integración nacional a través del desa- dependentista criticaron los presupuestos teleológicos de la teoría de la
rrollo económico (Touraine, 1989). modernización, desarrollando un argumento estructuralista que relacionó al kkkk
Por los múltiples usos que se han hecho del concepto de populismo y por populismo con la industrialización por sustitución de importaciones.
la gran variedad de experiencias históricas al que se refiere, algunos autores Estudios recientes han demostrado que sustitución de importaciones y
como Ian Roxborough (1984) y Rafael Quintero (1980) han propuesto descar- populismo no necesariamente van de la mano. Ian Roxborough (1984) por
tarlo del vocabulario de las ciencias sociales. Basan su argumento en traba- ejemplo, demuestra que si bien la industrialización por sustitución de impor-
jos históricos que han desechado las interpretaciones del populismo como taciones empezó en el Brasil antes de la década de los treinta, el populismo
una etapa del desarrollo latinoamericano ligada al proceso de sustitución de varguista comienza a finales de los cuarenta y durante su segunda presiden-
importaciones (Collier, 1979; Roxborough, 1984). Además, plantean que las cia (1950-4). Además en países tales como el Ecuador o el Perú no hay
visiones que privilegian los conceptos de líder carismático y masas anómicas ninguna ligazón entre populismo y sustitución de importaciones.
y disponibles han sido descartadas por interpretaciones, ya sea de la natura- En todo caso y en términos generales el populismo está asociado al de-
leza racional del comportamiento político de los sectores populares (Drake, sarrollo del capitalismo dependiente y a la activación política de sectores
1982: 221; Menéndez-Carrión, 1986), o por interpretaciones basadas en el populares que buscan la expansión de sistemas políticos cerrados (Collier,
análisis de las alianzas de clases de las diversas coaliciones populistas 1979: 376; Drake, 1982). En este contexto, las condiciones sociales que
(Quintero, 1980; Roxborough, 1984). Por último, cuestionan la validez de un permitieron que surgieran el sánchezcerrismo y el aprismo en el Perú de los
concepto que se refiere a un período de sesenta años en el que regímenes años veinte y treinta, y el gaitanismo en Colombia a mediados de los cuaren-
civiles y militares de distintas ideologías han promovido diversas políticas ta, serán examinadas.
económicas. El orden social oligárquico latinoamericano se caracterizaba por la combi-
Contrariamente a estos esfuerzos prematuros de desterrar al populismo nación de “constituciones de inspiración liberal (divisiones de los tres pode-
del vocabulario de las ciencias sociales, este trabajo argumenta que, pese a res, elecciones, etcétera) con las prácticas y valores de tipo patrimonial
los abusos y malos usos de la palabra, es necesario preservar y redefinir polarizadas en torno al cacique, patrón, gamonal, coronel o caudillo” ( Ianni
este término Los fenómenos que han sido designados como populistas tie- 1975; 1979). Estas sociedades estamentales excluyen a la mayoría de la
nen rasgos en común que pueden ser identificados y comparados a través población de las decisiones políticas y tienen relaciones de dominación/
del uso de esta noción. Además, como lo señaló Laclau (1977), el populismo subordinación caracterizadas por la reciprocidad desigual entre patrones y
no es sólo un concepto de las ciencias sociales sino un dato de la experien- criados o peones. El análisis de Tocqueville (1961), sobre cómo en las socie-
cia de amplios sectores de la población que definieron y definen de esta dades tradicionales la diferenciación socioeconómica entre ricos y pobres
manera sus identidades colectivas. Por último, los autores que abandonan la se presentaba como relaciones naturales de desigualdad entre señores y
noción de populismo usan categorías objetivistas de análisis de la realidad criados, es pertinente. Señala Tocqueville que se constituye un orden fijo y
social que por su naturaleza no pueden dar cuenta de las esferas no jerárquico en el que:
cuantificables de las experiencias populistas como la formación de identida-
des colectivas, los rituales, los mitos y las ambigüedades de los significados
del populismo para sus actores.
Las generaciones se suceden sin que cambien las posiciones. Son en el poder de los sectores sociales bajos” (Ibíd.: 49)2 . Lo que Stein deja de
dos sociedades superpuestas una a la otra, siempre distintas, pero lado es el análisis de la visión del mundo, de la cultura y del discurso en la
regidas por principios análogos (...). Se originan entre ellos ciertas “República Aristocrática”, que será el marco de fondo para poder explicar las
nociones permanentes de lo justo y lo injusto (...). Reconocen reglas irrupciones populistas del APRA y del sánchezcerrismo. Precisamente, ése
fijas y, a falta de una ley, hay un prejuicio común que los dirige; reinan, es uno de los aportes del trabajo de Herbert Braun (1985) sobre Gaitán, que
pues, entre ellos ciertos hábitos determinados, una moralidad analiza las creencias, cultura y acciones de las figuras públicas colombia-
(Tocqueville, 1961: 152). nas entre los años treinta y cincuenta, a la vez que la racionalidad de las
acciones de las muchedumbres en el bogotazo.
Steve Stein (1980) en su estudio sobre las elecciones peruanas de 1931 Braun estudia la cultura política y la ideología de los líderes de la Convi-
en las que el APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana) fue derrota- vencia colombiana, un período que se inicia con la administración de Olaya
do por el movimiento populista de Sánchez Cerro, analiza los cambios en la Herrera en 1930 y que termina con el asesinato de Gaitán en 1949. Los
estructura socioeconómica y política ocurridos en el Perú en los años veinte ideales de la Convivencia en lo político se basaban en un ethos precapitalista
y treinta que terminan con la llamada “República Aristocrática”. Una mayor más moral que económico. Del catolicismo tomaban “una visión orgánica y
integración al mercado mundial a través del incremento de las exportaciones jerárquica de la sociedad que definía a los individuos de acuerdo a sus ran-
mineras y agrícolas —azúcar sobre todo—, unida a la mayor presencia de gos y obligaciones” (Ibíd.: 22). Diferenciaban claramente entre la vida pública
inversionistas norteamericanos modificaron la estructura de clases. El Esta- y la privada. A la vida pública de los líderes políticos se la veía como una vida
do se modernizó. El número de empleados públicos pasa de 975 en 1920 a de acción. Estos se autoentendían como “jefes naturales” (Ibíd.: 24). Su
6.285 en 1931, un incremento del 554,6% (Stein, 1980: 39). Además, la misión a través de la oratoria en el Congreso o en la plaza pública la enten-
migración del campo a la ciudad y procesos de urbanización se manifesta- dían como la promoción de “virtudes morales y pensamientos nobles” en sus
ron en cambios en la estructura socioeconómica de Lima que experimentó seguidores para de esta manera crear una nueva comunidad política (Ibíd.:
un gran incremento de las clases medias y trabajadoras. A estas últimas 25). Gobernar “lo percibían como el encauzamiento de las vidas anárquicas
Stein las diferencia entre lumpenproletariat —vendedores ambulantes, car- de los seguidores, el estímulo de comportamientos civilizados y levantar a
gadores, vendedores del mercado, camareros, jardineros y trabajadores ma- las masas sobre las necesidades de la vida cotidiana para así facilitar su
nuales descalificados en general—, artesanos y obreros (Ibíd.: 69-71). Como integración a la sociedad” (Ibíd.: 22). Los líderes políticos se referían a todos
esta enumeración de los distintos sectores sociales pone de manifiesto, aquellos fuera de la vida pública como el pueblo. Esta categoría indiferenciada,
Stein no analiza las especificidades y diferencias de estos sectores sociales el pueblo, “era vista más como plebe que como populos, más como trabaja-
a los que clasifica dentro de las categorías indiferenciadas de lumpenproletariat, dores que como el alma de la nación” (Ibíd.: 28).
artesanos y obreros. Esta falta de estudio de quiénes conformaron el pueblo Procesos socioeconómicos tales como un mayor desarrollo del capitalis-
en los años veinte y treinta se manifiesta en la inhabilidad del autor para mo dependiente, la urbanización, el crecimiento del aparato estatal se tradu-
comprender los significados de las acciones colectivas de las clases subal- cen en cambios en la estructura social que producen nuevos grupos que
ternas y en la imposibilidad de explicar por qué en las elecciones de 1931 los presionan por su incorporación a la comunidad política, cuestionando las
obreros y la clase media votaron por el APRA, mientras que lo que denomina visiones de la Convivencia sobre la política. Es en este análisis de la cultura
el lumpen lo hizo por Sánchez Cerro. política, del discurso y la visión de los líderes políticos de la época, donde
Stein también analiza las presiones de incorporación política de estos está la gran ventaja del trabajo de Braun sobre el de Stein. Pues al estudiar
sectores sociales que buscaban “un cambio en la política de estilo de gobier- los parámetros culturales a través de los cuales las élites entendían la polí-
no familiar liderada por aristócratas y basada en una participación política tica, la crisis del orden oligárquico se presenta en toda su complejidad: eco-
muy limitada, hacia una populista que buscaba incrementar la participación
2
Las traducciones del inglés son del autor.
nómica-social, política, cultural y del discurso.3 Pero el problema del trabajo fuerza de voluntad garantiza el cumplimiento de los deseos populares” (To-
de Braun es que analiza a los líderes políticos de la época, a los hombres rres Ballesteros, 1987: 171). El vínculo que une al líder con sus seguidores
públicos, sin tomar en cuenta las presiones, limitaciones y oportunidades es místico. El líder es la “proyección simbólica de un ideal (...). Se le atribu-
que a éstos ofrecieron las acciones de las clases subalternas. Braun sólo en yen a menudo cualidades que no posee, pero con las cuales es poco a poco
los últimos capítulos de su libro analiza la racionalidad de la acción colectiva investido por el rito social de la veneración.” (Martín Arranz, 1987: 84).
de las muchedumbres en el Bogotazo. Pero antes de estas páginas, el pue- El haber realizado algún acto extraordinario o fuera de lo común es uno de
blo aparece de la misma manera en que lo ven las élites, como ente indife- los elementos que genera la relación de liderazgo carismático (Willner, 1984).
renciado. Ejemplos de cómo actos de los líderes son percibidos como grandiosos por
El análisis de experiencias históricas populistas, no debe llevarnos al error los seguidores son las acciones de Haya de la Torre en 1919, como paladín
común de ver en el populismo sólo un fenómeno del pasado. Más bien, luego de los obreros en la lucha por la jornada de ocho horas, sus esfuerzos en la
de los éxitos electorales de líderes populistas a partir del último proceso de creación de la Universidad Popular y su liderazgo en la lucha contra Leguía
transición a la democracia en la región, es necesario explicar por qué perdu- en 1923 (Stein, 1980, 1982). Los obstáculos para tener éxito, el sacrificio y el
ran los populismos. Esperamos que nuevos estudios exploren las condicio- desinterés personal del líder, los riesgos y la importancia de la acción para
nes estructurales que permiten su continua efervescencia. los seguidores son elementos que generaron esta relación de liderazgo
La seducción populista carismático. Otros ejemplos son, el rol de Sánchez Cerro en dar por termina-
Analíticamente es importante diferenciar entre el populismo como régi- da la dictadura de Leguía y las acciones de Gaitán en defensa de los obreros
men en el poder—donde el análisis de las políticas estatales y de las coali- de las bananeras de la United Fruit masacrados en 1929.
ciones en el régimen son los marcos de referencia—, del análisis del populismo Los atributos personales del líder, según Willner (1984), son el segundo
como movimiento social y político4 de los movimientos electorales populis- elemento del liderazgo carismático. La apariencia física del líder, en los ca-
tas.5 Para entender el apelativo de los líderes populistas y las expectativas sos de Gaitán y Sánchez Cerro, su tez oscura que señalaba un origen mes-
autónomas de los seguidores en los movimientos sociales populistas y en tizo en sociedades racistas en las que las élites se vanaglorian de su blancu-
las alianzas electorales, se deben estudiar todas estas variables: 1) estilo ra, en sí, representaba un reto a las relaciones de castas sociales. Es así,
personalista de liderazgo carismático, 2) discurso político maniqueísta, 3) como los insultos del APRA al mestizaje de Sánchez Cerro, fueron tiros que
mecanismos de articulación líder-base clientelistas y de patronazgo, 4) aná- les salieron por la culata, pues para el “pueblo” la imagen física de uno de
lisis sociohistórico del populismo. ellos que triunfa era muy importante. Sánchez Cerro cultivó la imagen del
caudillo militar, fuerte, valiente, con los pantalones bien puestos, pero tam-
Liderazgo Populista bién la imagen paterna de patrón y padre protector (Stein, 1980: 101-128).
Por su parte, Gaitán resaltó su imagen física como oposición a las normas
El líder populista se identifica con la totalidad de la patria, la nación o el de lo político creadas durante la Convivencia. Sus dientes, símbolo de agre-
pueblo en su lucha contra la oligarquía. El líder debido a su “honestidad y sión animal, su piel oscura que representaba la temida y despreciada “mali-
cia indígena”, en fin la imagen del “negro Gaitán” estaba presente en affiches
electorales, en caricaturas y comentarios de la prensa como un reto, una
amenaza a la gente de la “buena sociedad”. Además, Gaitán rompió con las
normas de apariencia física de la Convivencia. En lugar de la pulcritud y
serenidad de sus contrincantes, Gaitán en sus discursos sudaba, gritaba y
gruñía, promoviendo un aire de intimidad con sus seguidores (Braun, 1985:
3
Otro aporte de Braun (1985) que es necesario incorporar en otros estudios de caso, es el
82-103).
estudio de la biografía y de la obra de Gaitán. Los líderes carismáticos invocan mitos. A través de la metáfora son asimi-
lados a íconos de sus culturas (Willner, 1984: 62-88). En Latinoamérica, los
4
Se sigue a Charles Tilly (1988) en definir movimientos sociales como la serie de desafíos
(challenges) a quienes enarbolan el poder, por parte de grupos no representados en el
sistema político.
4
De esta manera so pueden diferenciar al peronismo y al varguismo, por ejemplo, de las
coaliciones que llevaron a Fujimori o a Collor de Mello al poder.
ejemplos de Evita —la Madre Dolorosa—, de José María Velasco Ibarra y tiples y que la memoria oficial constituye el marco de referencia a partir del
Haya de la Torre —como Cristos Redentores— ilustran el predominio de lo cual los sectores populares interpretan sus experiencias (Popular Memory
religioso. Marysa Navarro (1982: 62) caracteriza el mito de Eva Perón en los Group, 1982).
siguientes términos:
Discurso maniqueísta: el pueblo versus la oligarquía
Rubia, pálida y hermosa, Evita era la encarnación de la Mediadora,
una figura como la Virgen María que pese a su origen social, por su La publicación de Politics and ideology in marxist theory (1977) constitu-
proximidad compartía la perfección del Padre. Su misión fue amar ye un hito en el estudio de los populismos latinoamericanos. Ernesto Laclau
infinitamente, darse a los otros y “consumir su vida” por los demás, introduce el análisis del discurso como una alternativa a planteamientos
punto que se hizo dramáticamente literal cuando se enfermó de cán- objetivistas y como herramienta para entender los significados ambiguos del
cer y rehusó interrumpir sus actividades. Fue la Madre Bendita, esco- populismo para los actores.
gida por Dios para estar cerca del líder del nuevo mundo: Perón. Fue Laclau analiza la crisis del discurso liberal argentino y cómo Perón se
la madre sin hijos que se convirtió en la Madre de todos los descami- apropia de una serie de críticas al liberalismo, transformándolas en un dis-
sados, la Madre Dolorosa que sacrificó su vida para que los pobres, curso que confronta antagónicamente al pueblo con la oligarquía. Las fuen-
los viejos y los oprimidos puedan alcanzar algo de felicidad. tes empíricas de Laclau son los discursos y otros documentos escritos por
los líderes de la época. El análisis pionero de Laclau, si bien tematiza la
Agustín Cueva (1988: 152) recapitula en los siguientes términos sus re- importancia de estudiar el campo semántico común dentro del cual varios
cuerdos sobre el arribo triunfal de Velasco Ibarra, quien fuera presidente del grupos luchan por imponer sus interpretaciones en un momento dado, adole-
Ecuador en cinco ocasiones (1934-35, 1944-47, 1955-66, 1960-61 y 1968- ce de errores. La crítica más común a Laclau ha sido que sólo considera las
72), desde su exilio en Colombia, como el “El Gran Ausente”, al Ecuador en condiciones de producción de los discursos. No se puede asumir que los
mayo de 1944. discursos del líder automáticamente producen y generan identidades políti-
cas. Ya que no todos los discursos son aceptados y debido a la cantidad de
Magro y ascético, el caudillo elevaba sus brazos, como queriendo discursos que compiten en un momento determinado, es necesario tomar en
alcanzar igual altura que la de las campanas que lo recibían. Y en el consideración las condiciones de producción, circulación y recepción de los
momento culminante de la ceremonia, ya en el éxtasis, su rostro tam- discursos políticos (de Ipola 1979, 1983; Sigal y Verón, 1982).
bién, y sus ojos, su voz misma, apuntaban al cielo. Su tensión corpo- Además, Laclau no diferencia el análisis del discurso político del discurso
ral tenía algo de crucifixión y todo el rito evocaba una pasión, en la que en general. Emilio de Ipola (1979: 949) señala las siguientes características
tanto las palabras como la mise en scene destacaban un sentido de los discursos políticos: 1) su temática está centrada explícitamente en el
dramático, si es que no trágico de la existencia. Comprendimos, en- problema del control de las estructuras institucionales del Estado y del po-
tonces, que esas concentraciones populares eran verdaderas cere- der; 2) son discursos polémicos que tienen el objetivo de refutar y descalifi-
monias mágico-religiosas y que el velasquismo, hasta cierto punto, car al discurso opositor; 3) incluyen un cierto cálculo, una cierta evaluación,
era un fenómeno ideológico que desbordaba el campo estrictamente de sus efectos ideológicos y políticos inmediatos. Además, hay varios tipos
político. de discursos políticos: discursos electorales, informes de gobierno, resolu-
ciones de un congreso del partido, discurso de un representante en el con-
Lo que ni Marysa Navarro ni Agustín Cuevas analizan es cómo se genera- greso, etcétera. Por lo tanto, es necesario tomar en consideración el contex-
ron estos mitos. Para explicar el proceso de construcción mitológica de to en el que se dan los discursos. Por lo demás, los discursos para tener
figuras como Evita o Velasco Ibarra es imprescindible el estudio de las per- éxito deben parecer al público transparentes y conformes con la realidad. Es
cepciones populares sobre el fenómeno. Estas imágenes, interpretaciones y por eso que, para entender el éxito o fracaso de los discursos políticos se los
significados son contradictorias. Por un lado, liberadoras, por otro, basadas debe analizar como eventos o acontecimientos en los que las expectativas y
en la aceptación acrítica de los líderes. Además, las visiones e interpretacio- acciones del público son tan importantes como la oratoria, gestos y rituales
nes de las clases subalternas han sido transformadas por el discurso oficial. del orador.
Es por esto, que si bien es necesario estudiar los mitos del populismo, se
debe tener en consideración que sus significados no son unívocos sino múl-
En esta sección se analizarán las características del discurso populista daban con la frase mesiánica “sólo el aprismo salvará al Perú”, consigna que
como categoría especial del discurso político a través del análisis de los estaba impresa en los affiches electorales (Ibíd.). Debido a su abnegación y
discursos de Luis Sánchez Cerro, Raúl Haya de la Torre, Jorge Eliecer Gaitán, a la persecución de que fuera objeto, la figura de Haya adquirió el aura de
Eva Perón y Juan Domingo Perón. mártir y santo. Además, Haya reforzaba la religiosidad del APRA en sus
El discurso y la retórica populistas radicalizan el elemento emocional de discursos a través del uso de un lenguaje bíblico extraído del Nuevo Testa-
todo discurso político. Como observa Alvarez Junco (1987: 220), el discurso mento. Identificó su acción política con un llamado al sacerdocio. Para Haya,
político “no quiere notificar ni explicar sino persuadir, conformar actitudes (...) la comunicación de un sentimiento místico era absolutamente necesaria para
responde a inquietudes y problemas, da seguridades”. Es así que Braun el éxito político. Tal fue la mística generada por el APRA, que una canción de
(1985:100) sostiene que “buscar una línea clara de argumentación en los la campaña electoral compara el sufrimiento y la persecución a los apristas
discursos políticos de Gaitán es no entenderlos. Los discursos fueron he- con la de los primeros cristianos:
chos para tener un efecto dramático, no consistencia intelectual.”. Aun Haya
de la Torre, cuyos discursos políticos tenían un mayor contenido, pide a sus Hombres que sufren
seguidores que cuando no entiendan sus discursos los sientan (Stein, 1980: cruento dolor
164). a formar
El discurso y la retórica populistas dividen en forma maniquea a la socie- del APRA la legión.
dad en dos campos políticos antagónicos: el pueblo versus la oligarquía. El ¡Marchar! ¡Marchar!
pueblo, debido a sus privaciones, es el depositario de lo auténtico, lo bueno, hermanos todos del dolor
lo justo y lo moral. El pueblo se enfrenta al antipueblo o a la oligarquía que ¡Luchar! Luchar!
representa lo inauténtico o extranjero, lo malo, injusto e inmoral. Lo político con la bandera del amor
se transforma en lo moral y aún en lo religioso. Por lo tanto, el enfrentamien- con fe y unión (en Stein, 1980: 177).
to pueblo/oligarquía es total. No hay posibilidades ni de compromiso ni de
diálogo. Es por esto que el populismo es anti statu quo, pero también Por su parte Sánchez Cerro, comunicaba a sus seguidores que lo que él
antidemocrático pues en lugar de promover el reconocimiento del otro, pro- buscaba era la regeneración moral y económica del Perú. Cuando un perio-
pugna su destrucción. El moralismo, religiosidad e intransigencia caracterís- dista extranjero le pidió que elaborara sus planes, Sánchez Cerro respondió
ticos de los discursos populistas se ilustrarán con las campañas electorales que sólo él los conocía (Ibíd.: 110). La mística inspirada por este movimiento
del APRA y Sánchez Cerro en 1930-1.6 se refleja en esta canción popular:
El aprismo era entendido como una cruzada moral-religiosa para la rege-
neración del hombre peruano. Los mítines políticos apristas siempre incluían Cuando suba Sánchez Cerro
el canto de la marsellesa aprista que contenía la siguiente estrofa: no vamos a trabajá’
pue’ nos va a llové’ todito
Peruanos abrazad la nueva religión como del cielo el maná (en Stein, 1980: 105).
LA ALIANZA POPULAR
conquistará la ansiada redención (en Stein, 1980: 175). Como sus rivales políticos los sánchezcerristas también hicieron uso de
simbologías y lenguajes religiosos como el “Credo Cerrista”.
No sólo en los mítines se identificaba al APRA como un movimiento reli-
gioso, sino que también cada vez que dos apristas se encontraban, se salu- Creo en el Cerrismo, todopoderoso, creador de todas las libertades y
de todas las demandas de las masas populares; en Luis M. Sánchez
Cerro, nuestro héroe e invencible paladín, concebido por la gracia del
espíritu del patriotismo. Como un verdadero peruano él nació en la San-
ta Democracia y en los ideales nacionalistas, sufrió bajo el poder ras-
6
Como Alvarez Junco (1987) lo señala, el maniqueísmo, el moralismo y los elementos reden-
trero del “oncenio”; fue perseguido, amenazado y exiliado y porque nos
tores no son propiedad exclusiva de los populismos, sino que caracterizan a una diversidad dio la libertad vertió su sangre en su sacrificio; descendió triunfante de
de movimientos sociopolíticos a través de la historia tales como los liberalismos, los naciona- las alturas de Misti (Arequipa) para darnos libertad y enseñarnos con
lismos y los socialismos.
su patriotismo, levantándose al poder, glorioso y triunfante. (en Stein, Los líderes populistas incorporaron en su discurso modismos del lenguaje
1980: 108-109). y otros elementos de la cultura popular. Por ejemplo, Perón incorporó en sus
discursos los modismos del lunfardo, estrofas del Martín Fierro y la estructu-
La intransigencia tanto del APRA como de los sánchezcerristas se expre- ra trágico-sentimental del tango. Evita usó un lenguaje de radionovelas, y
sa en los insultos tanto personales como los que identifican al opositor con transformó a la política en dramas dominados por el amor (Navarro, 1982:
la oligarquía —fuente de todo mal—. Por ejemplo, los sánchezcerristas acu- 58). Sus escenarios y sus caracteres eran los mismos. “Perón era siempre
saron a los apristas de ser anticatólicos, antimilitares, antinacionales y por glorioso, el pueblo maravilloso, la oligarquía egoísta y vendepatria (...) una
lo tanto la negación de los valores de la peruanidad encarnados en Sánchez mujer humilde o débil, consumiendo su vida por ellos para conquistar la jus-
Cerro. Por su parte, los apristas se referían a su rival como inculto, analfabe- ticia social, cueste lo que cueste y caiga quien caiga” (Ibíd.: 59). Gaitán a
to, vano, apestoso, cobarde, homosexual, retardado mental y epiléptico, como través de su estilo oratorio fuerte con los gritos de “Pueebloo aa laa caargaa”,
medio casta indio-negro cuyo comportamiento primitivo y posturas simiescas rompió con el estilo melódico, calmado y lírico de la retórica de sus rivales
sugerían que sus orígenes se debían buscar en los gorilas (Stein, 1980: 113- (Braun, 1985:100).
114; 165-166). Los líderes populistas hicieron un uso creativo de los medios masivos de
A través del discurso líderes populistas otorgan nuevos sentidos a pala- comunicación, como la radio. Incorporando la música popular—el porro—
bras clave (key words)7 de la cultura política de su época. Gaitán, por ejem- Gaitán a través de sus cuñas radiales y discursos retransmitidos logró pene-
plo, otorga la dignidad de seres humanos a sus seguidores cuando transfor- trar en los hogares de sus seguidores.
ma a la “chusma” temida, en la “chusma heroica” y a la despreciada “gleba” Los eventos discursivos populistas se caracterizaban por la repetición de
en la “gleba gloriosa”. O cuando Perón cambia radicalmente el significado de una serie de rituales. Por ejemplo, Gaitán terminaba sus discursos con el
palabras usadas para denigrar a las clases subalternas, como “descamisa- siguiente diálogo ritual con sus seguidores. Gritaba “pueblo” y las muche-
dos” en la Argentina, que adquieren el significado opuesto, convirtiéndose en dumbres respondían “a la carga”, “pueblo”: “por la reestructuración moral y
el baluarte de la verdadera argentinidad (James, 1988 a:31). Perón, además, democrática de la república”, “pueblo”: “a la victoria”, “pueblo”: “contra la oli-
amplió el significado de los términos claves de su época: democracia, indus- garquía” (Braun, 1985: 103).
trialismo y clase obrera. “Perón cuestionó explícitamente la legitimidad de la La sociología durkheimniana ha interpretado los actos políticos masivos
noción de democracia que se limitaba a la participación política formal y como “rituales que actualizan el sentimiento, de colectividad” (Lechner,1982:
extendió su significado para incluir la participación en la vida económica y 47). En los mítines populistas los elementos de identidad de los seguidores
social de la nación.” (Ibíd.: 16). El significado de la palabra industrialismo o y del líder son activados y reordenados. Los seguidores se reconocen en el
industrialización cambió al situarse dentro de parámetros sociales y políti- líder y proyectan en él la solución a sus demandas y aspiraciones.
cos (Ibíd.: 20), mientras que los obreros dejan de ser individuos para ser Pero además, en los mítines populistas los seguidores se identifican en-
nombrados como clase. Contrastando con el uso retórico de los términos, tre sí. Como en el carnaval analizado por Bakhtin (1984), los mítines populis-
en la expresión el pueblo versus la oligarquía, en Perón esas palabras ad- tas no son espectáculos que se observan, son espectáculos en los que
quieren significados concretos. Por ejemplo, el pueblo se convierte en el todos participan. Esta participación “celebra la liberación temporal de la ver-
pueblo trabajador. Además, el nacionalismo implícito en la noción de pueblo dad prevaleciente y del orden establecido; marca la suspensión de todas las
como lo argentino se hace manifiesto en hechos concretos: recordemos el jerarquías de rango, privilegio, normas y prohibiciones” (Ibíd.:10). Por eso
slogan de la primera campaña electoral peronista: “Braden o Perón”.8 permite que se cree un nuevo lenguaje entre los participantes. El análisis de
los mítines populistas como eventos discursivos, es una propuesta
metodológica para analizar la generación de identidades colectivas. Toma en
consideración la oratoria del líder y los rituales, símbolos y acciones que
ejecuta en el escenario, así como también las expectativas de los seguido-
7
Key words en el sentido que les da Raymond Williams (1976).
8
Braden fue el embajador norteamericano que tomó parte activa en la campaña electoral de
1945-46 y comparó a Perón con líderes fascistas.
res, sus slogan, sus pancartas y gritos, que hacen de los eventos discursivos (1986) sobre la primera etapa del CFP (Concentración de Fuerzas Popula-
verdaderos diálogos.9 res) entre 1948-60 en Guayaquil bajo el liderazgo de Carlos Guevara Moreno.
Pese a que no se han realizado análisis de los discursos como eventos, a Martz privilegia el concepto de líder carismático y demuestra el éxito de
manera de ejemplo, se resume el análisis de Braun (1985: 93-99) de uno de Guevara Moreno en la construcción del CFP. Pero lo que Martz no puede
los mítines gaitanistas más importantes. El 23 de septiembre de 1945 los explicar, más allá del chisme político, es por qué Guevara Moreno pierde el
gaitanistas se reunieron en el Circo de Santamaría en Bogotá. Luego de venir control de su agrupación política. Precisamente, Menéndez-Carrión explica-
de cuatro lugares estratégicos de la ciudad, alrededor de cuarenta o cin- rá tanto el éxito como el fracaso de Guevara Moreno, a través del concepto
cuenta mil personas esperaron a Gaitán. El caudillo estaba impecablemente de clientelismo político. La maquinaria política cefepista organizada desde el
vestido y acompañado de su esposa y de su padre. En el líder el pueblo vio nivel barrial al nacional articula el intercambio de votos por la obtención de
a uno de ellos, al “negro Gaitán” que había empezado en lo bajo y ahora bienes y servicios. De acuerdo a Menéndez-Carrión serán estas redes
disputaba la presidencia de la República. El tono sereno de este discurso de clientelares las que explicarán el éxito electoral de los diferentes políticos.
Gaitán contrastó con la euforia de los espectadores. El líder estableció un Por lo tanto el liderazgo es contingente de lo que el líder pueda ofrecer, no de
diálogo sereno y calmado con sus seguidores. Explicó puntos básicos de su lo que dice sino de lo que hace. Las acciones de las bases lejos de ser
ideario político: la visión de la sociedad como un organismo, la base moral de irracionales, son una respuesta racional a las condiciones de precariedad
lo social, la necesidad de regenerar los valores nacionales y la importancia estructural —pobreza y sistemas políticos poco receptivos— en las que vi-
de la meritocracia. Gaitán se refirió a la lucha del pueblo, depositario de lo ven.
justo y lo bueno, con la oligarquía. Situó al pueblo en el centro de la historia, La importancia del clientelismo en la captura del voto popular, también es
como categoría que trasciende a los partidos políticos. Y él, Gaitán, como la ilustrada por Stein (1980) en el caso peruano. En 1931 en Lima se estable-
persona, el líder que puede entender y comprender sus sentimientos. Los cieron 155 clubes electorales sánchezcerristas con aproximadamente veinte
efectos del discurso se vieron en los gritos de la multitud al abandonar el mil miembros. El APRA por su parte, también organizó una vasta red clientelar,
evento: “en el Circo de Santamaría murió la oligarquía” y “guste o no le guste, que a diferencia de los clubes sánchezcerristas estaban centralmente con-
cuadre o no cuadre, Gaitán será su padre”. trolados. Según Stein, para los líderes el cambio de votos por bienes y servi-
cios representó la posibilidad de éxito electoral. Mientras que para los segui-
dores, es una opción realista y racional de mejorar sus niveles de vida o
Mecanismos de clientelismo y patronazgo simplemente bregar en un ambiente adverso.
La superioridad del concepto de clientelismo sobre el de carisma para
Estudios, que privilegian el concepto de carisma, no estudian los meca- explicar la conquista del voto, no debe traducirse en el uso de dicho concep-
nismos concretos de articulación electoral y por lo tanto otorgan todo el peso to como marco de referencia único para explicar el apelativo populista. Por
explicativo a la figura y discurso del líder. Por supuesto y como lo han seña- privilegiar criterios de racionalidad formal, el concepto de clientelismo no
lado varios autores, esta interpretación es posible porque los actores son puede entender la generación de identidades colectivas en los movimientos
entendidos como masas irracionales y anómicas. Estudios que usan el populistas. Como en diversos estudios de casos se pone de manifiesto, las
concepto de clientelismo político han descartado los presupuestos de la estructuras organizativas populistas hacían algo más que intercambiar votos
irracionalidad de los sectores marginados demostrando, al contrario, su ra- por bienes o por servicios. Estas otorgaban un sentido de pertenencia al
cionalidad y la importancia de las organizaciones políticas en la conquista movimiento, una identidad basada en aportes simbólicos como el sucre
del voto (Menéndez-Carrión, 1986). La utilidad de esta perspectiva se ilustra cefepista en el Ecuador, o carnés, lenguajes y saludos en el APRA. Por
en el caso ecuatoriano en el debate entre Martz (1980) y Menéndez-Carrión esto, Braun (1985: 89) anota que si bien el clientelismo fue importante en el
movimiento gaitanista, éste jugó un papel menos importante que en los par-
tidos tradicionales, y que la mística, el creer en Gaitán, fue más importante.
Se deben diferenciar analíticamente los fenómenos populistas como movi-
mientos electorales y como movimientos sociales, pues no todos los que
10
En el sentido que da Bakhtin (1984) al carnaval como el mundo al revés.
estos movimientos, así como de los discursos políticos de la época a través Bibliografía
del análisis de los eventos discursivos. Esta propuesta de estudio del Alvarez Junco, José, “Magia y ética en la retórica política”, en Alvarez
populismo toma en consideración tanto los discursos y acciones del líder, Junco, J. (ed.), Populismo, caudillaje y discurso demagógico, C.I.S., Madrid,
como las respuestas y expectativas autónomas de los seguidores. Además, 1987.
presta atención a los mecanismos concretos de articulación electoral, Angeill, Alan, “Party Systems in Latin America”, en Veliz, C. (ed.) Latin
contextualizándolos dentro de las culturas políticas. A modo de conclusión America and the Caribbean, a handbook, Anthony Blond, 1968.
se señalan algunas consecuencias de los populismos. Bakhtin, Mikhail, Rabelais and his World, Bloomington, 1984, Indiana
Tal vez el principal efecto del populismo fue el acceso, para grandes gru- University Press. Braun, Herbert, The Assassination of Gaitán. Public Life
pos sociales, a la dignidad simbólica de ser alguien, de ser seres humanos, and Urban Violence in Colombia, Madison, 1985, University of Wisconsin
en sociedades excluyentes y racistas. La “chusma” de Gaitán y Velasco Press.
Ibarra, “los descamisados” de Perón, se transformaron en el baluarte de la Collier, David, “The Bureaucratic-Authoritarian Model: Synthesis and
verdadera nación en su lucha contra la antinación oligárquica. Esta búsque- Priorities for Future Research”, en Collier, D. (ed.), The New Authoritarianism
da de legitimación y apoyo de las élites en el pueblo, de poner en el centro in Latin America, Princeton, 1979, Princeton University Press.
de la política a sectores que antes se consideraban “indignos” o simplemen- Cueva, Agustín, El proceso de dominación política en el Ecuador, Quito,
te “no preparados para la vida pública”, es en cierta forma irreversible. Como 1988, Planeta.
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puesto de manifiesto, una vez que el pueblo se activa no se lo puede desactivar Año XLI, Vol. XLI, N° 3, 1979.
permanentemente. de Ipola, Emilio, Ideología y discurso populista, Buenos Aires, 1983, Folios.
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tiene efectos ambiguos y contradictorios para las democracias de la región. Di Tella, Torcuato, “Populismo y Reformismo”, en Ianni, O. (ed.), Populismo
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través de su presencia en el ámbito público, en las plazas, el populismo es Drake, Paul, “Conclusion: Requiem for Populism?”, en Conniff, M.L. (ed.),
democratizante. Pero, a la vez esta incorporación y activación popular se da Latin American Populism in Comparative Perspective, Albuquerque, 1982b,
a través de movimientos heterónomos que se identifican acríticamente con University of New Mexico Press.
líderes carismáticos que en muchos casos son autoritarios. Además el dis- Germani, G., Política y Sociedad en una Epoca de Transición, Buenos
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señala una de las grandes dificultades para afianzar la democracia en la Ianni, Octavio, La Formación del Estado Populista en América Latina,
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otro, los populismos a través de su discurso buscan acabar con el adversario Working Class, 1946-1976, Cambridge, 1988a, Cambridge University Press.
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Capítulo 1
MÉXICO, c. 1930-1946
Y había serias discrepancias —incluso entre la élite gobernante— sobre los me-
jores métodos que debían adoptarse.
Por algún tiempo, durante la favorable coyuntura fiscal y económica de
1924-1926, pareció que el nuevo gobierno de Calles estaba imbuido de cierta
confianza. La reforma de la banca y las obras públicas daban testimonio de los
crecientes poderes del Estado. Con la intención de poner en práctica los contro-
les constitucionales impuestos a la Iglesia y a la industria del petróleo, Calles de-
safió audazmente tanto a los católicos como a los gringos. Sin embargo, pronto
tuvo que hacer frente a la revuelta cristera, al conflicto con Estados Unidos y al
deterioro de la situación económica. El proyecto callista empezó a tambalearse
y el presidente se desplazó hacia la derecha. En julio de 1928 el asesinato de
Alvaro Obregón, ex presidente (1920-1924) y presidente electo en el momento
de su muerte, sumó la crisis política a la recesión económica, que en México fue
anterior a la crisis económica mundial de 1929. Calles respondió con habilidad,
desplegando sus dotes de estadista. Rehusó prolongar su presidencia y prefirió
ejercer el poder entre bastidores. Así, tres presidentes sucesivos (Emilio Portes
Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez) gobernaron durante el sexenio
siguiente mientras Calles, el «jefe máximo», ejercía el poder detrás del trono;
de aquí viene el título convencional que se da a este período de transición: el
maximato.
El maximato fue transicional en dos sentidos. En primer lugar, durante el
mismo hubo un claro desplazamiento del gobierno personalista al institucio-
nal. Tras proclamar el fin de la política caudillesca, Calles convocó una asam-
blea del nuevo partido revolucionario oficial, el PNR, a principios de 1929. En
el curso de aquel año agitado se aplastó una revuelta militar obregonista; se
llegó a una conclusión negociada de la guerra cristera; y Ortiz Rubio, el insul-
so candidato del PNR, arrolló a la oposición liberal y antirreeleccionista de José
Vasconcelos en las elecciones presidenciales de noviembre. Así pues, pode-
mos situar en 1929 el comienzo de la hegemonía ininterrumpida del partido
oficial.
No obstante, la institucionalización política del maximato fue acompañada
del crecimiento de los conflictos sociales y la polarización ideológica. Aquí se
encuentra la génesis del cardenismo, el movimiento político ligado al presidente
Lázaro Cárdenas fue fruto de su tiempo; dio su nombre a un período que —a pe-
sar de la supremacía presidencial mexicana— le moldeó a él antes que lo con-
trario. No obstante, es válido ver la historia de México en el decenio de 1930 como
la crónica de la ascensión y la dominación del cardenismo: proyecto nacionalista
y radical que afectó fundamentalmente a la sociedad mexicana y que representó
la última gran fase reformadora de la Revolución. No es menos cierto que el de-
cenio de 1940 presenció el ocaso del cardenismo: el debilitamiento de su políti-
ca, la eliminación de sus cuadros políticos, la ascensión de nuevos líderes entre-
gados a otro proyecto.
llista, tenía que desplazarse hacia la izquierda, hacia los sindicatos, cada vez más
combativos, y hacia el campesinado, cuya agitación iba en aumento. Porque aho-
ra, al reactivarse la economía, proliferaban las huelgas. Las cifras oficiales, que
muestran un incremento prodigioso (13 huelgas en 1933; 202 en 1934; 642 en
1935), son significativas, pero engañosas: reflejan un cambio de la política del
gobierno ya que aumentó el número de huelgas reconocidas como legales. Aun-
que cuesta obtener cifras relativas a las huelgas de facto, la evidencia no cuanti-
tativa es abrumadora: los paros laborales afectaron a los ferrocarriles (foco de ac-
tivismo sindical desde hacía mucho tiempo), las minas y las fundiciones, los
campos petrolíferos y las fábricas textiles. En el año 1934 hubo una oleada de
huelgas sin precedentes en estos sectores y en otros menos importantes. Sólo en
Ciudad de México había sesenta huelgas pendientes cuando Cárdenas asumió el
poder en diciembre; y en los primeros meses de 1935 hubo huelgas importantes
contra el Águila Oil Co., en los tranvías y los ferrocarriles, y en las haciendas
comerciales, así como conatos de huelga general en Puebla y Veracruz. Se ha di-
cho que Cárdenas heredó una «explosión sindical».5 Las reivindicaciones eran
básicamente económicas (algunos huelguistas pretendían recuperar lo que habían
perdido a causa de las reducciones salariales de años recientes), pero se expre-
saban con una combatividad inusitada. Una elevada proporción de huelgas se
declaraban por simpatía: los electricistas de Tampico fueron a la huelga para apo-
yar las reivindicaciones obreras contra la Huasteca Oil Co., y recibieron a su vez
apoyo de lugares tan lejanos como San Luis Potosí, Guanajuato, Yucatán, Mi-
choacán y Jalisco.
Este estado de cosas reflejaba tanto la radicalización de la política nacional
como la creciente complejidad de la organización de la clase trabajadora. Desde
su apogeo en el decenio de 1920 la CROM había perdido mucho apoyo. En 1929
Fidel Velázquez y los «cinco lobitos» se escindieron, llevándose consigo treinta
y siete sindicatos, incluido el grueso de los trabajadores organizados en la capi-
tal; les siguieron los electricistas y los ferroviarios —tradicionalmente bien or-
ganizados y combativos—, que formaron la Cámara de Trabajo. En 1933 la
CROM se dividió otra vez cuando el ala radical de Vicente Lombardo Toledano
rompió con el liderazgo de Morones. La CROM —debilitada políticamente des-
de el asesinato de Obregón— se encontró con que su número de afiliados que-
daba muy reducido a la vez que perdía irrecuperablemente el monopolio de la
representación obrera dentro del PNR y de las juntas de arbitraje laboral. Mien-
tras tanto los disidentes —la Federación Sindical del Distrito Federal (FSTDF)
de Velázquez, la CROM lombardista y otros grupos contrarios a la CROM, in-
cluidos los electricistas— se unieron en octubre de 1933 para formar la Confe-
deración General de Obreros y Campesinos de México (CGOCM), que hizo suya
una forma de sindicalismo más nacionalista y militante. También los comunistas,
empujados a la clandestinidad después de 1929, formaron un nuevo frente obre-
ro, la Confederación Sindical Unitaria de México (CSUM), que reclutó muchos
adeptos entre los maestros y los trabajadores rurales (especialmente en La Lagu-
na y Michoacán), en la capital y en el bastión conservador de Nuevo León. Las
diatribas que Calles y la CROM lanzaban contra el comunismo no eran exclusi-
7. Frank L. Kluckhohn, The Mexican Challenge, Nueva York, 1939, p. 3. En el nivel local
el descenso de la violencia política fue más lento y desigual.
8. Nora Hamilton, The Limits of State Autonomy: Post-revolutionary México, Prince-
ton, 1982, pp. 144-145 (hay trad. cast.: Los límites de la autonomía del Estado, Era, Méxi-
co, D.F., 1983).
MÉXICO. C. 1930-1946 27
mexicano fue el único que sumó a estas respuestas una amplia reforma agraria,
prueba de la tradición agrarista que anidaba en el corazón de la Revolución po-
pular y que ahora imbuía el pensamiento oficial. El agrarismo, que en otro tiempo
muchos equipararon con el bolchevismo, era ahora respetable desde el punto de
vista político, incluso necesario. La jerga del agrarismo impregnaba el discurso
político; inspiraba el arte, la literatura y el cine (con efectos estéticos no siempre
buenos); se ganaba partidarios a la vez ardientes y oportunistas, incluso dentro de
la floreciente burocracia agraria y entre los caciques locales. Huelga decir que se-
mejantes conversiones súbitas y superficiales no eran un buen augurio en lo que
se refiere a la longevidad o la pureza de la campaña agrarista.
Mientras tanto, sus logros eran impresionantes. En 1940 Cárdenas ya había
repartido alrededor de 18 millones de hectáreas de tierra entre unos 800.000 be-
neficiarios; los ejidos contenían ahora el 47 por 100 de la tierra cultivada, en
comparación con el 15 por 100 en 1930; la población ejidal se había doblado con
creces (de 668.000 a 1,6 millones de personas), y la población sin tierra había
descendido de 2,5 millones a 1,9 millones. Al aumentar los ingresos del gobierno
gracias a la recuperación económica, los recursos se encauzaron hacia la agri-
cultura. Comparada con otras, esta administración «hizo milagros» en la provisión
de créditos agrícolas, que representaron la importante cifra del 9,5 por 100 de los
gastos totales en 1936; el recién creado Banco Nacional de Crédito Ejidal se
llevó la parte del león.I0 Otros recursos se destinaron a obras de regadío, carre-
teras y electrificación rural, aunque se probable que estas inversiones en infraes-
tructura beneficiaran a la agricultura privada más que al sector ejidal. Parale-
lamente, los campesinos, al igual que los trabajadores urbanos, eran instados a
organizarse, y sus organizaciones —que eran numerosas, dispares, pero cada vez
mayores y más combativas— se vinculaban de modo creciente al aparado del Es-
tado. En 1933 la CCM había respaldado la candidatura de Cárdenas; dos años
después Portes Gil asumió la tarea de formar una confederación central de cam-
pesinos, patrocinada por el PNR; así se creó el núcleo de la futura Confederación
Nacional Campesina (CNC) (1938).
Sin embargo, la reforma agraria cardenista no se llevó a cabo de modo gra-
dual, burocrático, como las anteriores y (generalmente) las que se efectuaron des-
pués. En vez de ello, se puso en marcha con «tremendo fervor» y la puntuaron
dramáticas iniciativas presidenciales." En regiones de conflicto agrario arraigado
el clima cambió de la noche a la mañana; los asediados agraristas se encontraron
de pronto respaldados por el «centro». Un caso clásico fue La Laguna. Centro
importante de conflictos y rebeliones agrarias durante la Revolución, esta región
había conocido una «agitación campesina constante» durante el decenio de 1920,
a pesar de que el clima político era hostil.12 Aunque el grueso de los trabajadores
de La Laguna lo formaban proletarios empleados total o parcialmente en las plan-
taciones de algodón, en modo alguno eran inmunes a los atractivos del reparto de
tierras, especialmente a causa del elevado desempleo estacional. Así, las clásicas
10. James W. Wilkie, The Mexican Revolution: Federal Expenditure and Social Change
Since 1910, Berkeley, 1970, pp. 136-140 (hay trad. cast.: La Revolución mexicana, 1910-1976:
gasto federal y cambio social, FCE, México, D.F., 1978).
11. R. H. K. Marett, An Eye-witness of México, Londres, 1939, p. 142.
12. Clarence Sénior, Land Reform and Democracy, Gainesville, Florida, 1958, p. 52.
MÉXICO. C. 1930-1946 29
16. Dutton, Torreón, 4 de enero de 1939, FO 371/22780, A1015; Fernando Benítez, Lá-
zaro Cárdenas y la Revolución mexicana, vol. 3: El cardenismo, México, D.F., 1978, p. 66.
MÉXICO, C. 1930-1946 31
18. Véase G. M. Joseph, Revolution from Without: Yucatán, México and the United Sta-
tes, 1880-1924, Cambridge, 1982, pp. 288-289 (hay trad. cast.: Revolución desde afuera: Yu-
catán, México y los Estados Unidos, 1880-1924, FCE, México. D.F.. 1992).
19. Thomas Louis Benjamín, «Passages to Leviathan: Chiapas and the Mexican State,
1891-1947», tesis doctoral inédita, Michigan State University, 1981, pp. 247-250.
MÉXICO. C. 1930-1946 33
cían fieles al viejo principio del usufructo individual. Con el tiempo muchas veces
el primer sistema dio paso al segundo, y hacia la década de 1940 las deman-
das de parcelación individual de las tierras comunales ya eran insistentes y en al-
gunos lugares provocaban conflictos violentos. Además, incluso allí donde seguía
existiendo el sistema colectivo (La Laguna, Chiapas, Atencingo), éste tendía a
producir una estratificación interna entre, por una parte, los beneficiarios con
plenos derechos y, por otra, los proletarios o semiproletarios. Fruto de un creci-
miento forzado y efímero, los ejidos colectivos cardenistas no tardaron en mar-
chitarse en el clima desfavorable de los años cuarenta. Los ejidos tradicionales
resistieron más tenazmente. Con frecuencia eran fruto de antiguas luchas agrarias
y la dotación cardenista fue la culminación de años de peticiones, politiquerías y
protestas armadas. A veces, como ponen de relieve estudios recientes, la reforma
servía a los intereses de élites locales oportunistas o era impuesta desde arriba, ex-
traña y mal recibida; pero ni siquiera los ejidatarios que al principio fueron rea-
cios a convertirse en tales mostraron deseos de volver a la condición de peones.
Fueran cuales fuesen los motivos, el resultado fue un traspaso masivo de recursos
que cambió profundamente el mapa sociopolítico de México. A corto plazo, la
reforma no sólo mejoró el nivel de vida y el amor propio de los campesinos, sino
que también provocó un desplazamiento del equilibrio político y dio a las organi-
zaciones campesinas un breve momento de poder condicional. Fue condicional
porque el régimen se aseguró de que la movilización de los campesinos estuviera
ligada estrechamente al partido oficial; y breve, porque en el decenio de 1940 este
vínculo, lejos de reforzar la organización y el activismo campesinos, sirvió para
atarles a una estructura política cuyo carácter estaba cambiando con rapidez. Por
consiguiente, la muerte del proyecto cardenista llevó aparejada «una desmoviliza-
ción de la solidaridad de clase y la lucha independiente, en vez de una disolución
de las organizaciones formales».20 Las organizaciones cardenistas continuaron vi-
viendo, pero al servicio de otros fines.
La reforma agraria y la movilización campesina estaban ligadas de modo in-
separable a la política educativa de los años de Cárdenas, así como al compro-
miso con la educación «socialista». Sin embargo, en este apartado la administra-
ción dio muestra de mayor continuidad. Los sonorenses habían mostrado un
compromiso más activo en este terreno que en el de la reforma agraria: aumen-
taron el presupuesto de educación de un 4 a un 14 por 100 del gasto público (1921-
1931), construyeron seis mil escuelas rurales y dieron al maestro el papel de por-
tador de valores seculares, nacionales. Así pues, en el campo de la educación el
«estado activo» ya existía. Pero con los años treinta llegaron nuevas iniciativas
que se adelantaron a la presidencia de Cárdenas y cuya señal fue el nombramien-
to de Narciso Bassols como titular de la Secretaría de Educación pública (1931).
Joven, enérgico e impaciente, Bassols fue el primer marxista que desempeñó un
cargo ministerial. Puso fin a un período (1928-1931) en que la Secretaría na-
vegó a la deriva y dio comienzo a una fase de reformas agresivas que algunos
interpretaron como la respuesta del Estado a la Cristiada. So capa de la educa-
ción «socialista», Bassols fomentó la laicización de la enseñanza, para lo cual
hizo que se cumpliera el artículo 3 de la Constitución: se imponían multas y a
veces se clausuraban las escuelas católicas que no respetaban los principios del
laicismo. Por otra parte, la hostilidad de los católicos aumentó a causa del osado
compromiso de Bassols con el primer programa sistemático de educación sexual
que hubo en México.
Ninguna de estas medidas respondía a caprichos individuales. Detrás de Bas-
sols había una falange de grupos progresistas, prueba de los cambios que el clima
ideológico estaba experimentando a principios del decenio de 1930. Las asociacio-
nes de maestros abogaban ahora por un plan de estudios «francamente colectivis-
ta»,21 y el más numeroso (y no el más radical) de los sindicatos de maestros pidió
la socialización de la enseñanza primaria y de la secundaria. Corrientes parecidas
agitaban la Universidad Nacional. En un plano más amplio, el realismo socialista
se puso de moda en los ambientes culturales. Y el Plan Sexenal incluía un compro-
miso deliberadamente ambiguo, pero significativo, con una educación que se basa-
ba en «la doctrina socialista que sostenía la Revolución mexicana». En un terreno
más práctico, el plan disponía un incremento anual del 1 por 100 en el presupuesto
destinado a la educación, cifra que aumentaría del 15 al 20 por 100 del gasto total
entre 1934 y 1940. Finalmente, el Congreso se inclinó ante la recomendación del
PNR y aprobó una forma de educación federal de signo socialista que combatiría
los prejuicios y el fanatismo (léase «clericalismo») e inculcaría un «concepto exac-
to, racional, del Universo y de la vida social».22 Por consiguiente, el compromiso
con la educación «socialista» fue algo que la administración Cárdenas heredó.
Por supuesto, cada cual interpretaba a su modo el significado de la palabra
«socialismo». Había dignificado el darwinismo social étatiste de sonorenses
como Salvador Alvarado, el furibundo anticlericalismo de Garrido, el seudoso-
cialismo de la CROM. Los debates sobre la educación en los años treinta reve-
laron (según los cálculos de una estudiosa atenta) que existían treinta y tres in-
terpretaciones diferentes.21 Más aún que la reforma agraria, la educación podía
camuflarse bajo la retórica. Callistas que en 1930 ya habían vuelto la espalda a
la reforma agraria todavía podían hacer comedia en el campo de la educación,
lugar ideal para hacer demostraciones de radicalismo de mediana edad. Tenien-
do presentes los ejemplos fascistas, albergaban la esperanza de encandilar a la
juventud y, quizá, desviar la atención de las penalidades de la recesión. Así, en
su Grito de Guadalajara, Calles podía parecer un radical joven y un jesuíta viejo
al mismo tiempo.
Para muchos el «socialismo» era simplemente una nueva etiqueta para el
anticlericalismo, el antiguo tema central de la política sonorense. Las palabras
«socialismo» y «racionalismo» se usaban de forma intercambiable. Otros se to-
maron en serio el cambio semántico. Bassols hacía hincapié en el papel práctico
de la educación, que estimularía una ética colectivista; los maestros no se limi-
tarían a enseñar, sino que, además, «modificarían los sistemas de producción,
distribución y consumo», estimulando la actividad económica en beneficio de los
pobres.24 Otros iban más lejos y hacían de la educación el tablero central de una
21. David L. Raby, Educación v revolución social en México, 1921-1940, México, D.F.,
1974. p. 39.
22. lbid., pp. 40-41.
23. Victoria Lerner, Historia de ¡a Revolución mexicana. Período ¡934-1940: La educa-
ción socialista, México, D.F., 1979. p. 83.
24. John A. Britton, Educación y radicalismo en México. I: Los años de Bassols (1931-
1934), México, D.F., 1976, p. 52.
MÉXICO, C. 1930-1946 35
28. Arturo Anguiano, El Estado y la política obrera del cardenismo, México, 1975, p. 45.
29. González, Los días del presidente Cárdenas, p. 120.
MÉXICO. C. 1930-1946 37
biciosos objetivos del Plan Sexenal, entre 1935 y 1940 los gastos en concepto de
educación oscilaron entre el 12 y el 14 por 100 del gasto público total, niveles
que no se alcanzaron ni antes ni después de dicho período. En términos reales
fueron el doble de los gastos correspondientes al período callista. Así, continuó
el crecimiento del número de escuelas rurales, que fue notable bajo Bassols, y de
estas escuelas se esperaba que hicieran mucho más que enseñar los elementos
básicos de las letras y los números. Cárdenas explicó que el maestro debía de-
sempeñar un papel social, revolucionario: el maestro rural es el guía del campe-
sino y del niño, y debe ocuparse del mejoramiento del poblado. El maestro debe
ayudar al campesino en la lucha por la consecución de tierra y al trabajador en
su demanda de los salarios que marca la ley.30 Y no se trataba de retórica hueca;
del mismo modo que los maestros sólo pueden enseñar a leer y a escribir cuando
existe la demanda correspondiente, sólo pueden dedicarse a la ingeniería social
cuando tienen a mano las piezas apropiadas, como ocurrió en México durante el
decenio de 1930. El maestro rural pudo cumplir la misión que le habían asigna-
do no porque los campesinos formaran una masa inerte, maleable, sino más bien
porque respondió a demandas reales —o, a veces se percató de demandas la-
tentes, especialmente en el campo de la reforma agraria. En el caso clásico de
los ejidos colectivos de La Laguna los maestros rurales desempeñaron un papel
clave en una serie de reformas integradas: reformas educativas, agrarias, téc-
nicas, médicas. En otros casos el maestro se vio involucrado en conflictos loca-
les que ya existían antes de que él llegara y su labor forzosamente se hizo muy
política, polémica y arriesgada. Los maestros fueron aplaudidos (o condenados)
por su agitación agraria en Chiapas, Michoacán, Jalisco, Colima, Sinaloa y otras
partes. Ayudaron a organizar a los pueblos mixtecas de Oaxaca que pedían
«Tierra y libertad» y una escuela en cada pueblo; en el estado de México se les
consideró responsables de incitar las ocupaciones de tierras; en Michoacán ca-
bía encontrarles explicando las leyes agrarias, redactando peticiones y siguien-
do el paso de las mismas por los organismos pertinentes. Sus críticos alegaban
que Arcadias que hasta entonces habían vivido tranquilas veían cómo su paz se
esfumaba a causa de la actuación de los demagógicos maestros socialistas; los
radicales, aunque lo expresaran de otro modo, con frecuencia eran dados a pen-
sar lo mismo. Es verdad que a veces los maestros estimulaban un agrarismo la-
tente y de vez en cuando contribuían a imponerlo a comunidades que no lo de-
seaban; pero también hubo casos en que fueron los propios campesinos quienes
ganaron a los maestros para la causa agraria. A los que «se acercaron al pueblo»
como ingenuos narodniki los echaron con cajas destempladas. Por el contrario,
los que lograron cumplir sus objetivos no triunfaron gracias a una agitación
estridente, sino porque aportaron ayuda práctica y, con su misma presencia, prue-
ba viviente del compromiso del régimen. Trabajaron en la agricultura, introdu-
ciendo productos y métodos nuevos; utilizaron sus conocimientos de letras en
beneficio de las comunidades; y, sobre todo, facilitaron aquella organización
supracomunal que con frecuencia ha sido el factor clave del triunfo de los mo-
vimientos campesinos.
A cambio de todo ello pagaron un precio. No hay prueba más segura del
efecto real de los maestros rurales que el historial de violencia que abarca el de-
Así pues, los maestros se encontraban con frecuencia ante una tarea solitaria
y peligrosa. Muchos estaban mal preparados, lo estaban sin duda para el socia-
lismo que debían impartir (a veces hasta para enseñar); un crítico se burló de ellos
porque antes habían sido «ayudantes de camionero, vendedores de pan calleje-
ros, [y] capataces de plantaciones de café»." Estaban mal pagados y, excepto en
casos de reforma integrada como La Laguna, normalmente carecían de aliados
institucionales en su localidad. A menudo tenían que afrontar la indiferencia y la
hostilidad del pueblo. Los conflictos asediaban sus organizaciones sindicales.
Con la expansión de la enseñanza en los primeros años treinta se hizo posible la
sindicación en gran escala; la reducciones salariales de aquellos años dieron a los
maestros muchos motivos de queja. Una y otra vez pidieron mejoras salariales
(y las recibieron en parte) y la federalización de la enseñanza, para que la toma
de decisiones se concentrara en el gobierno central, que era favorable a la edu-
cación, a expensas de las caprichosas administraciones de los estados. Aunque en
este campo, igual que en otros, la federalización se aceleró durante el decenio,
no se alcanzó por completo. Entretanto la Secretaría de Educación insistía en que
se formara un único sindicato de maestros, lo cual provocaba serias divisiones in-
ternas (hasta el 60 por 100 de los maestros, según se decía, eran católicos y, a
pesar de las purgas y las medidas para reclutar adeptos, la profesión nunca se ra-
dicalizó del todo). Como también la izquierda estaba dividida, entre comunistas
y lombardistas, la unidad resultó quimérica y los conflictos internos fueron en-
démicos, lo cual obró en detrimento de la moral.
Se obtuvieron algunas ganancias permanentes en la carrera entre el creci-
miento demográfico y la oferta educativa: las tasas de alfabetización mejoraron
y se intensificó el papel nacionalista e integrador de la escuela. Sin embargo,
como sistema de proselitismo socialista e ingeniería social, el proyecto fracasó.
Por muy afín o apropiada que fuese en las zonas de agrarismo y conflictos so-
ciales, la educación socialista no podía revolucionar la sociedad capitalista en su
totalidad. Al igual que muchas reformas cardenistas, fue un fenómeno circunstan-
cial que dependía del clima oficial que fue brevemente benigno. El clima empezó
a cambiar incluso antes de que Cárdenas dejara su cargo. En 1938 la austeridad
económica y la redoblada oposición (que ahora se movilizó contra la propuesta
de «regulación» del artículo 3) obligaron a emprender la retirada. El reglamento
terminó con una fórmula conciliatoria, se retiraron los libros más radicales, se
puso fin a las Misiones Culturales; la educación privada renació y se eliminaron
gradualmente ambiciosos proyectos de educación, como los de La Laguna. El úl-
timo mensaje de Año Nuevo de Cárdenas (enero de 1940) fue decididamente
conciliador, como lo fueron también los discursos del candidato oficial a la pre-
sidencia, Ávila Camacho. Y una vez éste subió al poder, estos cambios se acele-
raron. El «socialismo» siguió siendo la consigna oficial durante un tiempo; pero
posteriormente —dada la flexibilidad casi infinita del término— se convirtió en
sinónimo de conciliación social y equilibrio entre las clases. Volvió a oírse el dis-
curso de los sonorenses. El socialismo educativo, al igual que gran parte del pro-
yecto cardenista, resultó un intermedio en lugar de un milenio.
32. Rees, Ciudad de México, 3 de enero de 1940, FO 371/24217, A547; Hamilton, Limits
of State Autonomy, p. 192.
MÉXICO, C. 1930-1946 43
33. Véase Enrique Krauze, Caudillos culturales en la Revolución mexicana, México, D.F.,
1976, pp. 291-329.
44 HISTORIA DE AMERICA LATINA
36. William Cameron Townsend, Lázaro Cárdenas, Mexican Democrar, Ann Arbor. Mi-
chigan, 1952, pp. 43-51 (hay trad. cast.: Lázaro Cárdenas, demócrata mexicano, Gandesa.
México, D.F., 1956); Murray, Ciudad de México, 15 de julio de 1935, FO 371/18707, A6865.
37. La actitud de sir Henry Deterding, de la Royal Dutch Shell, descrita por el director
gerente de la filial mexicana de la Shell, El Águila, en Murray, Ciudad de México, 17 de sep-
tiembre de 1935, FO 371/18708, 8586.
48 HISTORIA DE AMERICA LATINA
38. Véase Joe C. Ashby, Organized Labor and the Mexican Revolution Under Lázaro
Cárdenas, Chapel Hill, Carolina del Norte, 1963, pp. 197-212.
MÉXICO, C. 1930-1946 49
pero no hay ninguna prueba de que se eligiera de antemano 1938 como el annus
mirabilis. Al contrario, el pragmatismo oficial se hizo evidente en la concesión
de nuevas concesiones petroleras en 1937, así como en las conversaciones que se
sostuvieron después de la expropiación con vistas a posibles inversiones extran-
jeras en la industria del petróleo. Es más, el gabinete estuvo dividido durante las
críticas semanas iniciales de 1938 y pocos ponían en duda los riesgos —eco-
nómicos, financieros, políticos— que la expropiación llevaría consigo. Pero ni
siquiera estos riesgos podían justificar una rendición humillante. «Incendiaríamos
y arrasaríamos los campos petrolíferos —como dijo Cárdenas— antes que sa-
crificar nuestro honor.»™ Cuando, en el último momento, vieron claramente que
iban a ponerlas en evidencia, las compañías buscaron una solución negociada.
Ya era demasiado tarde. El gobierno estaba decidido, la opinión pública, exal-
tada. El 18 de marzo de 1938 Cárdenas habló por radio a la nación, enumerando
los pecados de las compañías y anunciando su expropiación total. Los trabaja-
dores ya estaban entrando en las plantas para hacerse con el control físico de
las mismas. Como declaró uno de ellos, impidiendo que los empleados britá-
nicos entrasen en la refinería de Minatitlán: «La ambición del extranjero ha to-
cado a su fin».40
En términos de drama político y prestigio presidencial, la expropiación del
petróleo fue el apogeo del período de Cárdenas. Las compañías quedaron «es-
tupefactas».41 Desde los obispos hasta los estudiantes de la Universidad Nacional,
los mexicanos acudieron en defensa de la causa nacional, aprobando la postura
patriótica del presidente y admirando, probablemente por primera vez, su machis-
mo personal. Hubo grandes manifestaciones: alrededor de un cuarto de millón de
personas desfilaron por las calles de la capital portando ataúdes de mentirijillas
en los que aparecían los nombres de los gigantes caídos: Standard, Huasteca, El
Águila. Impulsada por la euforia patriótica, la gente se lanzó sobre los bonos del
Estado que el gobierno emitió para cubrir la futura indemnización, y mujeres
de todas las clases sociales hacían cola para donar dinero en efectivo, joyas, má-
quinas de coser, incluso anillos de boda. Nunca, ni antes ni después, desplegó la
nación una solidaridad comparable. Durante un breve período el frentepopulismo
de la CTM pareció abarcar a toda la población. En este ambiente propicio el PNR
se reunió para celebrar su tercera asamblea nacional y se convirtió en el nuevo
Partido de la Revolución Mexicana (PRM), estructurado corporativamente.
La euforia popular no podía extraer petróleo, pero ayudó: los petroleros —ex-
pertos «de salón» colaborando con perforadores veteranos— dieron muestras de
gran energía e ingenio al hacerse con el control de una industria descapitalizada.
Un joven de veintiocho años se encontró al frente del rico campo de petróleo
que El Águila Company tenía en Poza Rica. Tal como sugería el lejano prece-
dente de 1914, los mexicanos eran totalmente capaces de dirigir la industria. Se
demostró el error de las compañías que, al igual que los terratenientes de La
Laguna, predijeron que su retirada provocaría el caos. Sin embargo, las compa-
ñías tenían más poder que los terratenientes para hacer que su predicción se con-
En este caso, sin embargo, la actuación oficial corrió más que la opinión
pública. La CTM, sirena de la izquierda oficial, sonó en apoyo de la cruzada
democrática contra el fascismo, previendo que México acabaría participando en
ella, con lo que la corrección ideológica se combinaría con las ventajas eco-
nómicas. Pero la beligerancia lombardista se enfrió al empezar la «guerra de men-
tira», y las consignas de la CTM se hicieron entonces eco de las del PCM: la
contienda era una «guerra imperialista en pos de mercados» y México debía perma-
necer estrictamente neutral. Pero al cabo de un tiempo, en el mismo 1940, la CTM
volvió a adoptar su anterior postura a favor de la guerra y contra el fascismo, lo
cual se ajustaba mejor a su actitud en la política interior, y a comienzos de 1941
Lombardo ya prometía toda la ayuda material y moral contra el fascismo y expre-
saba su esperanza de que los estadounidenses participaran.44 Al producirse el ataque
nazi contra la Unión Soviética, el PCM se unió al frente democrático patriótico,
cuyo número de miembros se completó gracias a Pearl Harbor. Si la izquierda,
oficial y comunista, al principio se inclinaba y luego se volcó hacia el bando alia-
do, la derecha, naturalmente, disintió. Grupos conservadores y fascistas, tales
como la Acción Nacional y la Unión Nacional Sinarquista (UNS), se decantaron
por la causa del Eje y criticaron la colaboración militar con Estados Unidos, al me-
nos al principio. Con ello se adhirieron a una causa popular. Para la mayoría de
los mexicanos la guerra era un conflicto que nada tenía que ver con ellos, que se
desarrollaba en tierras remotas, y muy pocas personas se interesaban realmente
por su marcha. Los incentivos para luchar eran pocos y el nuevo servicio militar
traía recuerdos de la odiada leva (el reclutamiento forzoso de los tiempos de Por-
firio Díaz y la Revolución) y provocó protestas violentas al entrar en vigor des-
pués de 1941. En la medida en que la guerra despertó simpatías populares, éstas
se inclinaron hacia Alemania, que para algunos había sido una víctima interna-
cional en 1918, mientras otros la veían como la «antítesis del comunismo» o la
fuente del antisemitismo, que a la sazón crecía en México.45 Haría falta el estímulo
activo del gobierno para que México se comprometiera con la causa aliada.
Mientras los asuntos exteriores absorbían cada vez más atención, en el in-
terior se produjeron importantes cambios de alienamiento político. En medio de
la euforia despertada por la expropiación del petróleo se alcanzó un objetivo
básico del cardenismo: la reestructuración del partido oficial (que ahora se llama-
ba PRM) siguiendo patrones corporativos. Cárdenas albergaba la esperanza de que
con ello se garantizara la continuación de la reforma y se superase el facciona-
lismo que seguían royendo las partes vitales del PNR, especialmente porque la
izquierda (Francisco Múgica, Gonzalo Vázquez Vela, Ernesto Soto Reyes) se pe-
leaba con el «centro», capitaneado de forma extraoficial por aquel gran amañador
y superviviente que era Portes Gil. Éste, al que se había nombrado presidente del
partido por la ayuda que prestara para desplazar a Calles (julio de 1935), se pro-
puso «purificar» el PNR (esto es, eliminar todo vestigio de callismo) y hacerlo
más atractivo por medio del uso frecuente del cine, la radio, la prensa y las con-
51. Hugh G. Campbell, La derecha radical en México, 1929-1949, México, 1976, pp. 47
y ss.
MÉXICO, C. 1930-1946 59
52. Dudley Ankerson, Agrarian Warlord: Saturnino Cedillo and the Mexican Revolution
in San Luis Potosí, De Kalb, Illinois, 1984, cap. 6 (hay trad. cast.: El caudillo agrarista. Go-
bierno del Estado de San Luis Potosí, México, D.F., s.f.).
60 HISTORIA DE AMERICA LATINA
noreste, afirmando que era parte constituyente de las fuerzas vivas y respetables
del país (términos que contrastaban con las censuras que había expresado tres años
antes en Monterrey). A estas alturas la negación del «comunismo» y el énfasis
en el consenso constitucional ya formaban parte del repertorio habitual.53 El Con-
greso se hallaba entregado a la tarea de diluir el programa de educación socia-
lista; la CTM demostraba su preocupación por la unidad nacional y el equilibrio
social presionando a los sindicatos para que evitaran las huelgas (muchas de las
cuales estaban pendientes) al mismo tiempo que negaba que aspirase a la aboli-
ción de la propiedad o a la dictadura del proletariado. Que se juzgara necesario
negar estas cosas es un comentario elocuente de la labor alarmista llevada a cabo
por los conservadores. Pero había una lógica bien fundada detrás de las afirma-
ciones conciliatorias de Cárdenas, que la derecha, en cierto sentido, aceptó. En
lugar de comprometer y desplegar sus abundantes recursos en el espacioso rue-
do de la política oficial, la derecha prefirió permanecer fuera de él, agrupada en
una coalición de partidos conservadores y fascistoides, con la esperanza de que
la continuación del radicalismo provocara el derrumbamiento total del cardenis-
mo, del cual la derecha se beneficiaría inmensa y permanentemente. Por consi-
guiente, la derecha «prefiere [prefería] ver [una] aceleración de [el] programa
radical, alegando que alguna reacción sería más probable bajo una administración
nueva».54 De hecho, no podía descartarse un golpe de Estado de signo conserva-
dor, que posiblemente uniría a militares y sinarquistas, si Cárdenas imponía un
sucesor radical que defendiera un programa igualmente radical. En semejante cli-
ma —que los críticos «de salón» no tenían en cuenta— la conciliación poseía
una lógica clara.
53. Ariel José Contreras, México 1940: industrialización y crisis política. Estado y sociedad
civil en las elecciones presidenciales, México, D.F., 1977, pp. 154-155; Luis Medina, Historia
de la Revolución mexicana. Período 1940-1952: Del cardenismo al avilacamachismo. México,
D.F., 1978, p. 93.
54. Davidson, Ciudad de México, 9 de enero de 1940, FO 371/24217, A1301.
62 HISTORIA DE AMÉRICA LATINA
negación política de Cárdenas. Descartó su propia reelección y abogó por una se-
lección auténticamente libre en el seno del PRM. Lo que determinaría la sucesión
serían las nuevas organizaciones de masas creadas durante el decenio de 1930. Por
audaz e inteligente que fuera, esta insólita negativa de un presidente saliente a ele-
gir su sucesión —o, como mínimo, a influir mucho en ella— constituyó una invi-
tación al faccionalismo, una automutilación del poder presidencial y una sentencia
de muerte para la izquierda oficial. Ésta, que apoyaba a Francisco Múgica, amigo
íntimo y consejero de Cárdenas, se llevó una decepción al no recibir el respaldo
del presidente. Sus rivales del centro-derecha, que apoyaban a Avila Camacho, el
secretario de Guerra, les ganaron por la mano contraviniendo los deseos presi-
denciales y empezando su campaña en 1938, tras lo cual la izquierda estuvo a la
defensiva. Asimismo, Ávila Camacho había preparado bien el terreno. Miembro
de una poderosa familia política de Puebla, astuto aliado de Cárdenas durante los
años treinta, era un político de carrera más que un caudillo, a pesar de sus estre-
llas de general. Sin embargo, en su cargo de secretario de Guerra (y Guerra era
todavía la antesala de la presidencia, como más adelante lo sería Gobernación), se
había ganado el amplio, aunque no abrumador, apoyo de los militares, lo cual era
una consideración importantísima en vista de los temores a un cuartelazo que exis-
tían en aquel momento y que por última vez afectarían seriamente el asunto de la
sucesión. También contaba con la mayoría de los gobernadores de los estados, ali-
neados por su diestro director de campaña, el gobernador de Veracruz, Miguel
Alemán; y con ellos llegaron numerosos caciques locales que, con el fin de con-
servar sus feudos pese al creciente poder federal, convirtieron un cardenismo
oportunista en un avilacamachismo igualmente oportunista. El Congreso, en espe-
cial el Senado, se convirtió en un nido de avilacamachistas.
Los sectores organizados del partido detectaron el rumbo que tomaban los
acontecimientos y, dirigidos por sus líderes, no tardaron en someterse. La CNC,
a la que Cárdenas dejó que tomara su propia decisión, fue presa de manipuladores
de menor importancia y su voto abrumador a favor de Ávila Camacho fue denun-
ciado inmediatamente por los mugiquistas, que afirmaron que era una parodia de
la opinión de los campesinos, prueba de que la CNC se había transformado rápi-
damente en un simple «fantasma» controlado por burócratas que no representa-
ban a nadie.55 Más importante fue el hecho de que la CTM se declarase a favor
de Ávila Camacho, para lo cual sus líderes aportaron unos argumentos ya consa-
bidos: que la unidad era importantísima, que ante las amenazas fascistas, así in-
ternas como externas, 1940 era un momento para la consolidación y no para el
avance (el PCM rechazó las propuestas mugiquistas y adoptó la misma postura).
La CTM sublimó su radicalismo compilando un extenso segundo Plan Sexenal
que preveía más dirigismo económico, la participación de los trabajadores en la
toma de decisiones y una forma de democracia «funcional». Vilipendiado por
la derecha, que lo tildó a la vez de comunista y fascista, el plan mostraba una
fe ingenua en las propuestas sobre el papel y en la capacidad de la CTM para
hacerlas realidad. En cuanto al candidato al que la CTM esperaba ligar de esta
manera, Ávila Camacho confirmó amablemente las propuestas. Pero resultó que el
programa definitivo del PRM fue un documento previsiblemente moderado.
Favorecido por las circunstancias, Ávila Camacho pudo contar con el apoyo
tanto del centro como de la izquierda. También hizo un llamamiento a la dere-
cha: como candidato y presidente electo, cultivó la retórica «moderada» de la
época, haciéndose eco de las negaciones de comunismo de Cárdenas e ingenián-
doselas para hacer suyo el creciente sentimiento anticomunista, a pesar del apo-
yo del PCM a su candidatura. Se previno a los trabajadores contra la militancia
y se les aconsejó que protegieran lo que ya habían conquistado; se tranquilizó a
los pequeños propietarios; se alabó a los hombres de negocios de Monterrey di-
ciendo de ellos que eran los que sueñan y trazan planes para la prosperidad y la
grandeza de México.56 También en lo referente a la educación (que seguía sien-
do un asunto palpitante) se mostró Ávila Camacho partidario de la moderación y
la reconciliación, rechazó las teorías doctrinarias y abogó por el respeto a la fa-
milia, la religión y la cultura nacional; se observó que era «recibido cordialmen-
te» en Los Altos, el viejo núcleo de los cristeros." Y en septiembre de 1940, ya
elegido, declaró en tono vibrante su fe: «Yo soy creyente». Durante toda la cam-
paña su retórica —que hacía hincapié en la libertad, la democracia (que ahora se
contraponía con frecuencia al comunismo) y, sobre todo, la unidad— contrastó
con el pugnaz radicalismo de Cárdenas seis años antes. Pronto se vio claramente
que Ávila Camacho estaba «poco a poco negando la continuidad cardenista expre-
sada en el Plan Sexenal».58 A pesar de ello, la CTM, la principal progenitora de
dicho plan, continuó respaldando al candidato e incluso haciéndose eco de sus
soporíferos sofismas.
Así pues, Ávila Camacho tenía algo que ofrecer a todo el mundo y apoyaba
a los de la CTM y a los cristeros, a los trabajadores y a los capitalistas; más que
en el caso de Cárdenas seis años antes, había aquí un atractivo totalmente popu-
lista en el cual las diferencias de credo y de clase social quedaban inmersas en
una glutinosa unidad nacional. Las circunstancias de 1940 eran propicias y la es-
trategia dio buenos resultados, hasta cierto punto. La burguesía de Monterrey hizo
apuestas compensatorias, conforme al procedimiento clásico de los grandes em-
presarios: respondió positivamente a las propuestas de Ávila Camacho, lo cual le
proporcionó cierta influencia en el seno del partido oficial; pero también patro-
cinó a su principal rival católico, el PAN (y quizá también a la UNS). El PAN vi-
vió momentos de angustia tratando de decidir si debía respaldar a la oposición o
—como probablemente preferían sus amos de Monterrey— adoptar una actitud
más prudente y abstenerse. Finalmente, el partido resolvió apoyar a la oposición
«de forma muy condicional», lo cual representaba lo peor de ambas opciones.
Los líderes sinarquistas también orientaron sus velas al viento, rechazaron a Al-
mazán y, persuadidos por Alemán, recomendaron la abstención: una prueba más
de la creciente división entre ellos y sus seguidores radicales que la destitución
del líder populista Salvador Abascal en 1941 acentuó.
Los titubeos del PAN y de la UNS dividieron todavía más a una oposición
ya dividida. La plétora de partidos, grupos y posibles candidatos conservadores
daba testimonio de la amplitud de los sentimientos contra el gobierno, pero tam-
59. Ibid., pp. 100-105; Virginia Prewett. Reponage on México, Nueva York, 1941, pp. 184-
188.
60. John Womack. Jr., Zapata and the Mexican Revolution, Nueva York, 1969, p. 80 (hay
trad. cast.: Zapata y la Revolución mexicana. Siglo XXI, México, D.F., 1969); Davidson. Ciu-
dad de México. 9 de enero de 1940, FO 371/24217. A1301.
MÉXICO. C. 1930-1946 65
gimen que, según su candidato, lejos de hacer realidad las promesas de la Revo-
lución, había desorganizado la economía y traído carestía y pobreza al pueblo.61
Este fue el tono del llamamiento de Almazán: amplio, ecléctico, crítico con el
régimen, pero con unas propuestas que no eran demasiado específicas ni dema-
siado radicales. Almazán censuraba el fracaso económico, la corrupción oficial y
la nociva influencia extranjera, fuese nazi o comunista; ponía a la izquierda como
un trapo (especialmente a Lombardo) y recurría a otra clase de populismo, con-
cluyendo los discursos con gritos de «Viva la Virgen de Guadalupe» y «Mueran
los gachupines» (los «gachupines» ya no eran los españoles que calzaban espuelas
de la época colonial, sino los odiados refugiados republicanos). El propio Ávila
Camacho hacía hincapié en los valores nacionales y el rechazo al comunismo,
por lo que había un gran parecido entre la retórica de los candidatos; Luis Gon-
zález sólo exagera un poco cuando dice que Almazán hubiese podido ser el candi-
dato del PRM y Ávila Camacho, el del PRUN.62
Cárdenas esperaba que se celebrara un debate abierto y que las elecciones
fuesen libres. No quería imponer un sucesor al partido ni al país. «Si el pueblo
quiere a Almazán —dijo a un colega—, lo tendrán.»63 Aunque característica, esta
actitud era nueva y arriesgada. El presidente mismo podía permanecer imper-
turbable mientras prosperaba la candidatura de Almazán, respaldada por con-
centraciones enormes como no se habían vuelto a ver desde los tiempos de Ma-
dero; incluso pudo reconocer, en la noche de las elecciones, que la oposición
había ganado y que Almazán debía subir al poder. Pero otros, al ver que pe-
ligraban su posición y su política, mostraron menos ecuanimidad democrática;
la révolution en danger justificó que se tomaran medidas duras. La CTM entró
en acción y presionó a los sindicatos que la constituían, organizó manifestacio-
nes, atacó físicamente las sedes de la oposición, maquinó golpes internos en las
organizaciones recalcitrantes (tales como la CGT y el STFRM). Los almazanis-
tas se quejaban de despidos y palizas; hubo ataques contra trenes y mítines, a
veces con consecuencias mortales. La administración también demoró las leyes
relativas al sufragio femenino, temiendo con razón que las mujeres darían su
voto a la oposición. Una campaña sucia culminó con unas elecciones tam-
bién sucias (julio de 1940), que se celebraron bajo leyes electorales que eran
una invitación al fraude y a la violencia. A lo largo y ancho del país facciones
del PRM y del PRUN se disputaban el control de las casillas electorales y la
CTM utilizó la fuerza para apoderarse de muchas de ellas. Hubo robo de urnas,
se registraron numerosos heridos (y treinta víctimas mortales sólo en la capi-
tal) e incontables quejas de abusos oficiales. Se dijo que en Monterrey, la ca-
pital del feudo de Almazán, obligaron a los trabajadores de correos, e incluso a
los presos, a votar a favor de la candidatura oficial, que triunfó por 53.000 votos
contra 13.000 (el PRUN dijo que había obtenido 63.000). La prensa comentó
que todo ello era una nueva demostración de la «incapacidad democrática» del
pueblo mexicano. Es posible que Cárdenas pensara lo mismo. Pero si la fuerza
y el fraude eran evidentes, también lo fue la participación generalizada. Pobla-
64. González. Los días del presidente Cárdenas, pp. 302-303; El Universal. 8 de julio
de 1940; Rees, Ciudad de México, 12 de julio de 1940, FO 371/24217, A2619 y anexos.
65. Medin. Ideología y praxis política, p. 222.
66. Rees, Ciudad de México, 9 de febrero de 1940. FO 371/24217, A1654.
67. Davidson, Ciudad de México, 9 de enero de 1940, FO 371/24217, A1301; Prewett,
Reportage on México, pp. 191 y 221.
MÉXICO. C. 1930-1946 67
las masas pacíficas y, con mayor seguridad, de los generales a los que iba desti-
nado, cuyas ansias de participar en la guerra fueron creciendo a medida que se
recibía el material nuevo al mismo tiempo que el conflicto empezaba a ser fa-
vorable a los aliados. Porque a principios de 1943, una vez ganada la batalla de
Stalingrado y (más importante) la de Midway, la postura defensiva de México
dejó de tener fundamento. El antiguo temor a un descenso japonés sobre la Baja
California y otros puntos del sur fue enterrado definitivamente. Se planteó en-
tonces el asunto de la participación activa, estimulada por generales que querían
luchar, por políticos que buscaban un puesto en la conferencia de paz de la pos-
guerra y por Estados Unidos, que consideraban que la participación mexicana
sería ventajosa con respecto al resto de América Latina y las futuras relaciones
mexicano-norteamericanas. Por consiguiente, se seleccionó una escuadrilla de
las fuerzas aéreas —la famosa número 201— y, después de su preparación, se la
envió al frente del Pacífico, adonde llegó, lista para combatir, en la primavera
de 1945.
Fue un gesto simbólico importante y afortunado desde el punto de vista del
gobierno, aunque participaron sólo cuarenta y ocho dotaciones aéreas, todas ellas
formadas por profesionales. Más delicada fue la cuestión del servicio militar obli-
gatorio, que reveló el abismo que había entre el compromiso oficial con la guerra
y la indiferencia o la hostilidad popular. No se enviaron reclutas al frente, pero
ello no venció la antigua antipatía que despertaba el servicio militar, y el proble-
ma se complicó cuando ciudadanos mexicanos que residían al norte de la fronte-
ra fueron llamados a servir en el ejército de Estados Unidos. (Condonada por un
acuerdo gubernamental, esta medida supuso el reclutamiento de unos 15.000 me-
xicanos, entre los que hubo un 10 por 100 de bajas.) Dentro de México el servi-
cio militar provocó protestas generalizadas, a veces violentas, en las cuales la
antigua causa antirrevolucionaria católica se mezcló con un agravio sincero y
nuevo (la presencia de Cárdenas en la Secretaría de Guerra fomentó esta amal-
gama). Se cortaron líneas telegráficas, hubo ataques contra camiones y cuarteles
del ejército, todo ello acompañado de gritos de «muerte a Cárdenas y al servicio
militar obligatorio», «Viva el sinarquismo» y «Viva la Virgen de Guadalupe». El
incidente más grave se produjo cuando trescientos rebeldes lucharon contra el
ejército en Puebla. Pero el gobierno dio garantías de que el servicio militar obli-
gatorio no supondría servir fuera de México y ello sirvió para aplacar las protes-
tas; la UNS, que ya estaba debilitada por las divisiones internas y por el deseo
de sus líderes moderados de llegar a un acuerdo con el régimen, perdió su últi-
ma causa, la mejor de todas ellas, y entró en decadencia. En 1944 un decreto del
gobierno la disolvió.
Las protestas violentas fueron sólo el ejemplo más extremo de la distancia
que separaba las actitudes oficiales y populares ante la contienda. La participa-
ción de México había recibido el apoyo de la izquierda (CTM, PCM) y, curiosa
y significativamente, de la jerarquía católica, de la mayor parte de la prensa de
derechas, del PAN y de otros grupos conservadores. Renació así un poco el na-
cionalismo bipartidista de 1938. Sin embargo, como revelaron las encuestas, in-
cluso los miembros y cuadros del partido estaban divididos en torno al asunto;
el hombre de la calle no compartía el espíritu belicoso del gobierno, a menos
que fuera un izquierdista comprometido. El Tiempo resumió acertadamente la si-
tuación cuando dijo que el «pueblo no organizado» era el menos belicoso y el
MÉXICO, c. 1930-1946 69
jóvenes y solteros, a la vez que muchos tenían empleo, una especialización e in-
cluso estudios. Ambos gobiernos procuraron controlar esta corriente espontánea:
el estadounidense, con el fin de garantizar mano de obra suficiente para la voraz
economía de guerra; el mexicano, para evitar la escasez de mano de obra en su
país y los abusos cometidos contra los trabajadores inmigrantes en el extranjero,
abusos que los débiles esfuerzos de las autoridades estadounidenses no podían
impedir. En 1942 el número de trabajadores y las condiciones de empleo ya se
habían fijado por medio de un acuerdo entre los gobiernos. Pero la demanda de
puestos de trabajo era tan grande, que cuando la contratación laboral oficial em-
pezó en México las oficinas se vieron sitiadas por los solicitantes; en marzo de
1944 tres mil de ellos se reunieron en el estadio nacional de Ciudad de México
para obtener los codiciados permisos de bracero. Un año después el programa ofi-
cial amparaba a más de 120.000 trabajadores, cuyas remesas constituían el 13 por
100 del total de ingresos en divisas. Sin embargo, la migración ilegal se produ-
cía al mismo ritmo (con las correspondientes deportaciones, que se cifraban en
7.000 al mes cuando la demanda estadounidense empezó a disminuir a partir de
1944). Durante el período 1945-1946 se redujo progresivamente el cupo oficial;
los braceros se unieron a los deportados que eran conducidos hacia el sur, donde
engrosaban los atascos de la frontera o se alojaban en los barrios de chabolas
de San Diego y del Valle Imperial. Para muchos el regreso al sur fue temporal
porque un nuevo auge económico pronto atraería inmigrantes —legales e ilega-
les— hacia los campos y las fábricas del norte.
Así pues, la colaboración económica con Estados Unidos favoreció el proyec-
to avilacamachista de industrialización, conciliación social y consenso nacional.
A su vez, estos objetivos exigían del presidente una actitud ostensiblemente im-
parcial en lo que se refería a repartir el poder y determinar la política que debía
seguirse. Tenía que mostrarse moderado y equidistante en vez de militante y com-
prometido.™ En el primer gabinete existía un buen equilibrio entre la izquierda y
la derecha; en el Congreso la Cámara, que era izquierdista, contrarrestaba el con-
servadurismo del Senado. Pero, del mismo modo que Cárdenas se vio empujado
hacia la izquierda, las circunstancias y su propia inclinación empujaron a su su-
cesor hacia la derecha. En el campo de la educación se produjo un alejamiento
del «socialismo», primero en espíritu, luego de nombre. Bajo el nuevo secretario,
Vejar Vázquez (1941-1943), la llamada «escuela de amor» (que no tenía nada
que ver con la educación sexual que fomentara Bassols) sustituyó oficialmente a
las escuelas socialistas; la educación servía ahora para apoyar las anodinas con-
signas del régimen, y los maestros comunistas se quedaron sin empleo. La nueva
situación encantó a los grupos conservadores y católicos, que también acogieron
con agrado la mejora de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. La derecha
oficial, encarnada por Maximino Ávila Camacho, hermano del presidente, tam-
bién controlaba la Secretaría de Comunicaciones, donde el secretario fomentaba
sus propias ambiciones presidenciales, se peleaba con Lombardo y otros radica-
les supervivientes y (según se decía) abrigaba grandes planes destinados a debi-
litar a la CTM. También en los estados, las elecciones para gobernador provocaron
un desplazamiento hacia la derecha (en 1945 se calculaba que sólo ocho de los
Sin embargo, a medida que se acercaba el final del sexenio, el clima eco-
nómico empeoró. Creció la inflación, generando mayores ganancias (el período
1945-1946 fue de auge para la industria), pero provocando también un nuevo
despertar de la agitación obrera, sin que los llamamientos al patriotismo pudieran
contenerla con la misma facilidad que antes. La oleada de importaciones de
Estados Unidos fue beneficiosa para la oferta de bienes de capital, pero también
puso en peligro la balanza de pagos y las industrias nacientes de México. La bur-
guesía industrial, que ahora estaba organizada a un nivel sin precedentes, res-
pondió de dos maneras. Representantes de la naciente industria manufacturera,
agrupados en la Confederación Nacional de la Industria de Transformación
(CNIT), eran favorables a los acuerdos corporativos con los sindicatos, al
arbitraje mixto de los conflictos laborales, a cierto grado de intervención del
Estado en las relaciones industriales, a la protección arancelaria y a una reglamen-
tación rigurosa de las inversiones extranjeras. Basándose en todo esto, la CNIT
pudo llegar a un acuerdo con la CTM (marzo de 1945) reafirmando de forma im-
precisa la antigua alianza que existiera durante la guerra en bien de la produc-
ción. Pero las organizaciones empresariales más veteranas —especialmente la
Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), que estaba
dominada por el grupo de Monterrey— no veían con buenos ojos la alianza con
los trabajadores (nunca habían aceptado el Pacto Obrero), se mostraron partida-
rias de leyes más duras para impedir las huelgas y se aferraron a los conceptos
tradicionales del laisser-faire en lo que se refería al papel del gobierno. El sector
empresarial salió de la guerra más fuerte que antes, así política como económi-
camente, pero también dividido y con una fracción importante que abogaba por
una política de conservadurismo enérgico y era defensor de la libre empresa.
Los sindicatos mostraban su irritación bajo las restricciones que les habían
impuesto —tanto el gobierno como los sindicatos— en un momento de inflación
creciente. En 1942 el vínculo con Estados Unidos, a la que se sumaron factores
nacionales (crecimiento de la población, déficits públicos y malas cosechas
en 1943-1945) empezó a generar tasas de inflación muy superiores a las que ha-
bían causado preocupación a finales de los años treinta. El índice del coste de la
vida (1939 = 100) subió hasta 121 en 1942, 198 en 1944 y 265 en 1946, con los
alimentos y los bienes de consumo básicos marchando a la cabeza (mientras el
índice de precios al por menor se multiplicaba por dos y dos tercios entre 1940
y 1946, el precio del maíz se triplicaba, el de los frijoles y la carne se cuadru-
plicaba). Además, las contramedidas oficiales resultaron menos efectivas que
en 1938-1939. Los intentos de limitar la oferta monetaria, evitar la especulación
y el acaparamiento, y reducir las subidas de los precios empezaron en 1941; su
fracaso se hizo evidente en el aceleramiento de la inflación y el auge del mer-
cado negro, así como en más controles, medidas y sanciones que proliferaron
después de entrar México en la guerra. La empresa privada, que obtenía sus-
tanciosos beneficios, puso objeciones a las restricciones, mientras que la CTM
pidió que se tomasen medidas más duras para reducir la inflación y subir los sa-
larios. La restricción salarial era muy aguda; entre 1940 y 1946 los precios casi
se triplicaron, pero el salario mínimo apenas si se duplicó; en el período 1946-1947
los salarios reales alcanzaron uno de los niveles más bajos de la historia, ya que
descendieron hasta una cuarta parte en la industria y más en otros sectores. Las
penalidades que soportaban las masas populares contrastaban con el consumo
MÉXICO. C. 1930-1946 75
ostentoso de los nuevos ricos creados por la guerra, «las clases privilegiadas que
sólo pensaban en enriquecerse antes de que terminara la guerra».71 Tanto el pre-
sidente como su heredero forzoso tuvieron que tomar nota de ello. En 1942-1943
las quejas razonadas de la CTM ya eran secundadas por los sinarquistas, por ma-
nifestantes callejeros y por el aumento de las huelgas, que a menudo no esta-
ban autorizadas por los sindicatos. Se quemaron autobuses en Monterrey para
protestar contra el aumento de las tarifas; en 1944 las colas de necesitados que
esperaban recibir comida gratis y las marchas del hambre ya constituían un es-
pectáculo habitual. Hasta el nuevo sistema de seguridad social, que se había
introducido para apaciguar a los trabajadores, surtió el efecto contrario, y la de-
ducción de las cotizaciones de los salarios, que ya eran magros de por sí, provocó
una serie de disturbios, los más graves de ellos en Ciudad de México en julio
de 1944. Las huelgas, oficiales y extraoficiales, fueron en aumento durante el
período 1943-1944, y también aumentaron las subidas salariales que la patronal
concedía anticipadamente para comprar la benevolencia de ios sindicatos po-
derosos. Por consiguiente, los miembros de los sindicatos importantes estaban
mejor protegidos de la inflación que la mayoría de los trabajadores rurales o de
cuello blanco, a cuyas penalidades se sumaban las carestías generadas por la con-
tienda (por ejemplo, de petróleo y de caucho) y los recortes de los servicios
urbanos (transporte, electricidad). Algunos buscaban compensación en «la mor-
dida», es decir, el soborno, lo cual obraba en detrimento de la ética pública."
También los trabajadores empezaron a poner en duda el propósito de la
«tregua social», que ahora parecía más que nada un medio de incrementar las
ganancias a expensas de los salarios. Al hacer frente a la renovada combatividad
obrera, el gobierno encontró un aliado en Lombardo, cuyo compromiso con el
consenso había dejado de ser una táctica para convertirse en un artículo de fe.
Debido a la progresiva desaparición de la amenaza fascista, antes tan esgrimida.
Lombardo abogaba ahora por una alianza nacional de trabajadores y burgueses
contra el imperialismo extranjero. El acuerdo entre la CTM y la CNIT de marzo
de 1945 pareció el preludio de dicha alianza, pero la CNIT no hablaba en nom-
bre de todos los empresarios mexicanos. El grupo de Monterrey no estaba para
pactos ni veía con buenos ojos el activismo obrero. Se peleó con la CTM en un
importante conflicto que se suscitó en la Cristalería Monterrey (verano de 1946),
durante la cual la ciudad quedó paralizada brevemente y se evitó una huelga
general por poco. La intervención presidencial calmó los ánimos, pero no pudo
resolver un conflicto que seguía vivo cuando Ávila Camacho abandonó la pre-
sidencia, dejando a su sucesor un legado de elevada inflación, salarios reales en
descenso y reanudación de los conflictos industriales.
En la agricultura, al igual que en la industria, la administración afirmaba que
era imparcial y que defendía tanto la propiedad ejidal como la privada. En la
práctica, sin embargo, el ejido, elemento central del proyecto cardenista, fue
relegado a un segundo plano y se cambió su funcionamiento interno. El cambio
fue en parte una reacción contra el cardenismo; en parte una respuesta al sinar-
quismo y el almazanismo; y en parte el reconocimiento de que era necesario in-
sidencial y que lo mejor que podía hacer la izquierda era inclinarse ante lo inevi-
table, como efectivamente hizo mientras Lombardo aportaba los sofismas apro-
piados. En el otoño de 1945, la CTM, la CNC, la CNOP e incluso el PCM ya
apoyaban a Alemán, y Padilla se vio obligado a desempeñar el papel de candi-
dato independiente, respaldado por un partido improvisado.
Visto retrospectivamente, el apoyo de la izquierda fue un error costoso. Quizá
la resistencia fuese fútil porque los líderes de la CTM, escasamente populares,
ejercían el poder siguiendo las reglas del juego en vez de oponerse a ellas. Pero
las opiniones que en aquel tiempo se tenían de Alemán eran diferentes de las
posteriores. Era el candidato del centro; Padilla, el de la derecha; y, al igual que
Ávila Camacho, Alemán predicaba un populismo suave; también prometía cierta
democratización del partido. A la empresa privada le ofrecía tranquilidad y el fin
de los controles impuestos durante la guerra, pero también afirmaba la preocu-
pación del Estado por la clase trabajadora y su responsabilidad de los problemas
de escasez e inflación. Aunque sus palabras tranquilizadoras también se referían
a las inversiones extranjeras, la gente veía en Alemán el candidato nacionalista
que ofrecería resistencia a la hegemonía económica de Estados Unidos (hasta los
estadounidenses compartían esta opinión). Pese a ser un concepto erróneo, sonaba
como música a los oídos de Lombardo, a quien el presidente saliente persuadió
a que aplazara los planes para el lanzamiento de un nuevo partido lombardista
de la izquierda hasta después de las elecciones. El supuesto nacionalismo de
Alemán dio al principio un tono ideológico a la relación de la izquierda con
él, relación que acabaría mal.
Aunque Alemán tenía asegurada la victoria, se juzgó necesario dar al proce-
so electoral mayor legitimidad democrática y evitar una repetición de 1940. Una
nueva ley electoral exigió que los partidos tuvieran una organización nacional
más estricta y que la supervisión federal de las elecciones fuese más atenta: con
esto se evitó el tipo de caos y conflicto descentralizado que se habían visto
en 1940 y se intensificaron tanto el control oficial de la oposición como el papel
del presidente como Gran Elector. El partido oficial aceptó el nuevo orden y
experimentó su metamorfosis final, pasando de ser el PRM a ser el Partido Revo-
lucionario Institucional (PRI): cambio más aparente que real, en el cual la prome-
sa de democratización interna supuso principalmente una degradación del poder
de la CTM. Las elecciones de 1946 se celebraron al amparo de las nuevas nor-
mas y ello significó que apenas hubo incidentes violentos, a pesar de los ha-
bituales abusos y las no menos habituales quejas de la oposición. Ni Padilla
ni la izquierda independiente, fragmentaria, ni la derecha —el PAN y el partido
sucesor de los sinarquistas, Fuerza Popular— pudieron presentar una oposi-
ción comparable con la que Almazán presentara seis años antes. Alemán obtuvo
el 78 por 100 de los votos y con ello conquistó la presidencia por un amplísi-
mo margen.
Investido de esta autoridad, el nuevo presidente no tuvo tanta necesidad de
seguir una política prudente como su predecesor. Su gabinete estaba repleto
de hombres jóvenes, la mayoría de ellos, como el propio presidente, demasiado
jóvenes para ser veteranos de la Revolución. Había en él cuatro industriales,
prueba del poder que la burguesía tenía ahora en el seno del partido, y sólo dos
ministros eran militares. Con la continuada eliminación de gobernadores car-
denistas (empleando a veces para ello duras medidas constitucionales) se hizo
MÉXICO, c. 1930-1946 79
evidente que el poder había pasado a una generación nueva y tecnocrática para
la cual la Revolución tenía menos de experiencia personal que de mito conve-
niente. Su ascensión corrió pareja con la ascensión de la CNOP, la cual, al decaer
la CTM, asumió la dirección política del partido, proporcionó los políticos del
momento (como el ejército hiciera en otros tiempos) e hizo las veces de base
firme del poder presidencial. También corrió parejas con el aumento de la
corrupción en gran escala. Fue en este período —más que en los años veinte
o treinta— cuando el régimen adquirió las características contemporáneas distin-
tivas: supremacía del presidente, monopolio político del partido oficial, diestra
manipulación de las organizaciones de masas, dilución de las diferencias de clase
e ideología en el disolvente del nacionalismo.
Las ideas y los mecanismos del cardenismo se aplicaron ahora a nuevos
fines. La sucesión de Alemán se produjo en un momento en que la influencia de
Estados Unidos —influencia económica, política, cultural— llegaba a todas
partes y tenía una magnitud sin precedentes, sobre todo debido a la fuerza que
había adquirido en ciertos círculos del país. En otros tiempos el México revolu-
cionario había tenido que tratar con liberales de la Casa Blanca que simpatizaban
vagamente con la Revolución aunque a veces se entrometieran (Wilson, FDR); o
con conservadores pragmáticos (Taft, Coolidge) cuya antipatía se veía suavizada
por la prudencia del hombre de negocios. Ahora México se encontraba ante el
Estados Unidos de Truman, la Doctrina Truman, la «política de contención»
y la resolución 248 del Consejo de Seguridad Nacional; la ideología y la geo-
política servían de base de una política sistemática de intervención, presión y
cooperación. En tiempos de Roosevelt, Estados Unidos ya se había mostra-
do muy interesado en que la estrecha cooperación militar existente durante la
guerra continuara al llegar la paz; y en la Conferencia de Chapultepec, celebrada
en 1945, insistió en sus obsesivos argumentos en pro de un sistema abierto, libre-
cambista, es decir, favorable a la continuación de la hegemonía estadounidense
en América Latina. Alemán, a quien veían como un nacionalista quisquilloso,
se esforzó al máximo por tranquilizar a Estados Unidos y prometió que la co-
laboración económica continuaría, a la vez que condescendía con los nuevos
prejuicios impuestos por la guerra fría. Con esta actitud sentó la pauta del sexe-
nio, período en que el anticomunismo, integrado en el tradicional discurso na-
cionalista y presentado bajo la forma de la nueva polarización de la democracia
y el comunismo, pasó a ser un elemento básico de la política mexicana, elevado
al rango de doctrina oficial.75 La tradición revolucionaria descartaba las formas
más crudas de «macartismo»; pero también proporcionaba la mejor defensa ideo-
lógica contra el comunismo, que, al igual que el fascismo en años anteriores,
podía presentarse como una peligrosa importación del extranjero. Así, en México
como en Europa, la cruzada democrática contra el fascismo se transmutó de
modo imperceptible en cruzada democrática contra el comunismo y, al igual que
en los primeros años treinta, la naturaleza ideológica de la política cambió rá-
pidamente, dejando a la izquierda debilitada y a la defensiva mientras que la
derecha se ufanaba de su causa nacionalista nueva y democráticamente justifi-
cada. Del anticomunismo de Alemán pronto se hicieron eco el presidente del par-
tido, líderes como Fernando Amilpa, el veterano de la CTM y compinche de
Fidel Velázquez, y portavoces del mundo empresarial como la Confederación
Patronal de la República Mexicana (COPARMEX), que denunciaba el papel sub-
versivo que las células comunistas desempeñaban en los grandes sindicatos na-
cionales. El anticomunismo resultó especialmente efectivo en unos momentos
en que Lombardo estaba formando como podía su nuevo partido de izquierda, en
que los principales sindicatos mostraban una combatividad renovada y en que,
por supuesto, el clima de la política internacional se estaba enfriando rápida
y propiciamente. Así pues, el logro más decisivo de la administración Alemán
fue de carácter negativo: el aislamiento y debilitamiento de la izquierda y la cam-
paña concertada contra los trabajadores organizados.
Después de aplazar amablemente el lanzamiento de su nuevo partido, Lom-
bardo emprendió ahora la continuación de su viejo proyecto —una alianza
amplia, nacionalista y antiimperialista de grupos progresistas— fuera del partido
oficial, pero sin oponerse a él. Pero el PRI no apreció esta amistosa rivalidad;
y tampoco los comunistas simpatizaban del todo con ella. Finalmente, en junio
de 1948 se fundó el Partido Popular (PP), que agrupaba a miembros desafec-
tos de la izquierda oficial (Lombardo, Bassols, Rivera) y a ciertos grupos obreros
y campesinos detrás de un programa nacionalista y moderado. Pero, como reve-
laron las elecciones estatales de 1949, el PRI no quería tener nada que ver con
el PP y empezó a presentar a Lombardo (cuya propia candidatura presidencial
fracasaría en 1952) como un compañero de viaje o un absoluto instrumento de
Stalin, «comprado por el oro de Moscú». La CTM, que al principio había apo-
yado tibiamente a Lombardo a cambio de su cooperación contra los sindicatos
independientes, ahora se opuso a él y le hizo blanco de calumnias parecidas, lo
cual concordaba totalmente con su sistemática postura anticomunista de aquel
momento.
Los tiempos habían cambiado desde 1933, año en que Lombardo había lan-
zado con buena fortuna su disidente CGOCM, y el partido oficial, que ma-
duraba con rapidez, ahora quería y podía sofocar semejantes rivalidades. Un
factor que influyó decisivamente en el resultado fue el enfrentamiento entre el
régimen y los trabajadores. La prolongada colaboración durante la guerra y la
inflación habían dejado una herencia de divisiones, disensiones y exigencias
acumuladas y Lombardo esperaba sacar partido de ellas. En particular, los prin-
cipales sindicatos industriales (con el STFRM en el lugar más destacado)
acogían muy mal la continua docilidad de la CTM, y en 1947 ya estaban dis-
puestos para enfrentar a sus líderes, que a su vez podían contar con el apoyo de
multitud de sindicatos y federaciones menos importantes. La antigua división
de 1937 volvió así a la superficie, agravada por las tendencias habidas durante
la guerra y planteada ahora en términos de «purificación» (es decir, cambio y
militancia) contra continuismo. El gobierno, que estaba entregado a la indus-
trialización, no podía dar cabida a la combatividad sindical, y la erosión de la
influencia de Lombardo descartó su consabido papel de arbitro y garantizó que
la confrontación con el movimiento obrero sería tanto más intensa. Las escara-
muzas de 1938-1946, que nada habían decidido, dieron paso al conflicto decla-
rado de 1947-1949.
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77. Hernández Ábrego, del sindicato de petroleros, citado en Rosalía Pérez Linares, «El
charrismo sindical en la década de los setenta. El sindicato petrolero», en Historia v crónicas de
la ciase obrera en México. México. D.F., 1981, p. 172.
78. Ibid., p. 94; Benjamín, «Passages to Leviathan». p. 268.
MÉXICO, C. 1930-1946 83
metáfora, los civiles y técnicos del sexenio de Alemán, imbuidos de una moder-
nizadora ideología de la guerra fría, y de una ética basada en el enriquecimiento
rápido, recogieron los cascotes del cardenismo y utilizaron el material —el par-
tido corporativo, las instituciones de masas, el ejecutivo poderoso, el ejército
domesticado y el campesinado subordinado— para construir un México nuevo.
El material era cardenista, pero el plan fundamental lo trazaron ellos. Lo cons-
truyeron para que durase.
historia y cultura
serie el pasado presente
daniel james
James, Daniel
Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora
argentina, 1946-1976. - 2ª ed. - Buenos Aires: Siglo Veintuno
Editores, 2010.
368 p.; 21x14 cm. - (Historia y cultura; serie El Pasado Presente /
dirigida por Luis Alberto Romero)
ISBN 978-987-629-153-8
Agradecimientos 9
Introducción 11