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Trastornos del estado de ánimo

Depresión. El trastorno más común del estado de ánimo es la depresión, un estado en que
la persona se siente abrumada por la tristeza, pierde interés en las actividades y muestra
otros síntomas como culpa excesiva o sentimientos de minusvalía. Las personas que sufren
depresión son incapaces de experimentar placer en las actividades que alguna vez
disfrutaron. Están cansadas y apáticas, en ocasiones al extremo de no poder tomar las
decisiones cotidianas mássimples. Pueden sentir que han fracasado por completo en la vida
y tienden a culparse por sus problemas. La gente gravemente deprimida a menudo sufre
insomnio y pierde el interés en la comida y el sexo. Con frecuencia tienen problemas para
pensar o concentrarse, incluso al extremo de encontrar difícil leer el periódico.

La depresión solo se clasifica como un trastorno del estado de ánimo cuando es seria,
prolongada y cuando va mucho más allá de la reacción característica a un evento
estresante de la vida (APA, 2000); vea Aplicación de la psicología: Reconocimiento de la
depresión. El DSM-IV-RT distingue entre dos formas de depresión. El trastorno depresivo
mayor es un episodio de tristeza intensa que puede durar varios meses; en contraste, la
distimia es una tristeza menos intensa (y síntomas relacionados), pero que persiste con
poco alivio por un período de dos años o más. Algunas depresiones se tornan tan intensas
que la gente se vuelve psicótica, es decir, pierde el contacto con la realidad. Por ejemplo,
considere el caso de una viuda deprimida de 50 años que fue transferida al centro médico
de un centro comunitario de salud mental. Esta mujer creía que sus vecinos estaban en su
contra, que habían envenenado su café y que la habían embrujado para castigarla por su
maldad (Spitzer, Skodal, Gibbon y Williams, 1981).

Manía y trastorno bipolar


Otro trastorno del estado de ánimo, menos común que la depresión, es la manía, un estado
en que la persona se vuelve eufórica, extremadamente activa, sumamente locuaz y se
distrae con facilidad. La gente que sufre manía puede adoptar una actitud de grandiosidad,
es decir, su autoestima se infla en exceso. Suele tener esperanzas y esquemas ilimitados,
pero poco interés por realizarlos. La gente en un estado maniaco en ocasiones se torna
agresiva y hostil hacia los demás al aumentar la confianza en sí misma.

En el extremo, la gente que pasa por un episodio maniaco se vuelve incontrolable,


incomprensible o violenta hasta que se derrumba por agotamiento. Los episodios maniacos
rara vez aparecen solos; más bien, suelen alternarse con depresión. Dicho trastorno del
estado de ánimo en que están presentes la manía y la depresión se conoce como trastorno
bipolar. En este se alternan los períodos de manía y de depresión (cada uno puede durar
desde unos cuantos días hasta algunos meses), en ocasiones con períodos intercalados de
estado de ánimo normal

Causas de los trastornos del estado de ánimo


Algunas personas insisten en que los trastornos del estado de ánimo son causados
únicamente por la naturaleza o por la crianza. Por ejemplo, tal vez haya escuchado que la
depresión es resultado de un “desequilibrio químico en el encéfalo” o de un “duelo no
resuelto”.
¿En qué momento un temor normal se convierte en fobia? Aunque todos sentimos miedo de
vez en cuando, por lo general sabemos a qué le tememos: nuestro temor es causado por
algo apropiado e identificable y pasa con el tiempo. Pero en el caso de los trastornos de
ansiedad, la persona no sabe por qué tiene miedo o la ansiedad es inapropiada a las
circunstancias. En cualquier caso, el temor y la ansiedad de la persona no parecen tener
sentido. Los principales tipos de trastornos de ansiedad que consideraremos son las fobias
específicas, el trastorno de pánico, el trastorno de ansiedad generalizada y el trastorno
obsesivo-compulsivo.

Fobias específicas
Una encuesta nacional realizada en Estados Unidos encontró que los trastornos de
ansiedad son más comunes que cualquier otra forma de trastorno mental (Kessler et al.,
1994). Los trastornos de ansiedad se subdividen en categorías de diagnóstico más
específicas. Un subtipo familiar de trastorno de ansiedad es la fobia específica. Una fobia
específica es un temor intenso y paralizante de algo que quizá infunde temor, pero este es
excesivo e irracional. De hecho, en una fobia específica, el temor es tan grande que lleva a
la persona a evitar actividades rutinarias o adaptativas y por ende, interfiere con el
funcionamiento de la vida. Por ejemplo, no es inapropiado sentir un poco de miedo cuando
un avión despega o aterriza, pero es inapropiado tener tanto miedo de volar que la persona
se niega a subirse o incluso a acercarse a un avión, en particular si la carrera exige que se
viaje con frecuencia.

La agorafobia es un tipo mucho más debilitante de trastorno de ansiedad que las fobias
sociales. Agorafobia es un término formado por vocablos griegos y latinos que literalmente
significan “temor al mercado”, pero el trastorno por lo general implica temores múltiples e
intensos como el temor a estar en lugares públicos de los cuales puede ser difícil escapar,
de estar inmerso en multitudes, de estar solo, de viajar en automóvil, de pasar a través de
túneles o puentes

Trastorno de pánico
Otro tipo de trastorno de ansiedad es el trastorno de pánico, un problema caracterizado por
ataques de pánico recurrentes. Un ataque de pánico es una experiencia súbita,
impredecible y abrumadora de temor intenso o terror sin que exista alguna causa razonable

Un ataque de pánico por lo regular dura apenas unos cuantos minutos, pero dichos
ataques pueden repetirse sin razón aparente. Los ataques de pánico no solo ocasionan un
tremendo temor mientras están sucediendo, sino que también dejan a la persona con el
temor de sufrir otro ataque de pánico durante días o incluso semanas.

Otros trastornos de ansiedad Las distintas fobias y ataques de pánico tienen una fuente
específica de ansiedad, como el temor a las alturas, el temor a las situaciones sociales o el
temor a verse en medio de una multitud. En contraste, el trastorno de ansiedad
generalizada se define por temores prolongados, vagos pero intensos, que no están ligados
a ningún objeto o circunstancia particular. El trastorno de ansiedad generalizada quizá es lo
más cercano a lo que comúnmente entendemos por neurótico. Sus síntomas incluyen la
incapacidad para relajarse, el sentirse constantemente inquieto o excitado, la tensión
muscular, una frecuencia cardiaca acelerada o palpitaciones, incertidumbre acerca del
futuro, hipervigilancia (estar en alerta constante ante las amenazas potenciales) y
dificultades para dormir. Muchas investigaciones indican que el trastorno de ansiedad
generalizada y el trastorno depresivo mayor podrían compartir una base genética común,
aunque siguen sin aclararse los factores genéticos específicos que explican esta relación
(Mineka, Watson y Clark, 1998).

Causas de los trastornos de ansiedad Como punto de partida en la consideración de la


causa de los trastornos de ansiedad conviene recordar el análisis de las fobias en el tema
del aprendizaje. Advertimos que las fobias a menudo se aprenden después de un solo
evento atemorizante y que son sumamente difíciles de eliminar. También vimos que existe
un rango relativamente limitado y predecible de objetos fóbicos: aunque es más probable
que la gente sea lastimada en un accidente automovilístico que por la mordida de una
serpiente o una araña, las fobias a las serpientes y a las arañas son más comunes que las
fobias a los automóviles. Por eso, algunos teóricos creen que las fobias son respuestas
preparadas, es decir, respuestas que la evolución nos ha predispuesto biológicamente a
adquirir mediante el aprendizaje por lo que parecemos estar “predispuestos” para asociar
ciertos estímulos con temores intensos (Marks y Nesse, 1994; Nesse, 2000; Öhman, 1996)

Los psicólogos que trabajan desde la perspectiva biológica señalan a la herencia;


argumentan que la predisposición a los trastornos de ansiedad es heredada (Eysenck,
1970; Sarason y Sarason, 1987). De hecho, alguna evidencia sugiere que los trastornos de
ansiedad suelen presentarse en familias (Kendler, Neale, Kessler, Heath y Eaves, 1992;
Torgersen, 1983; Weissman, 1993), y tienen una elevada tasa de concordancia entre
gemelos idénticos en comparación con los gemelos fraternos (Skre, Onstad, Torgersen y
Lygren, 1993).

Trastornos psicosomáticos y somatoformes ¿Es posible que los factores psicológicos


causen enfermedades físicas reales? Para muchas personas, el término psicosomático
implica que una condición no es “real”, que “solo existe en la cabeza”

Ahora reconocemos que el estrés y las presiones psicológicas pueden alterar la conducta
hacia la salud, lo que incluye acciones positivas, como llevar una dieta balanceada y hacer
ejercicio y actividades negativas, como fumar cigarrillos y consumir alcohol en exceso.
Como mencionamos antes en este capítulo, en la actualidad se considera que las
enfermedades físicas y mentales son “enfermedades del estilo de vida” y que sus causas
obedecen a una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales.

Trastornos somatoformes Las personas que sufren de trastornos somatoformes no buscan


conscientemente engañar a otros acerca de su condición física. Los síntomas son reales
para ellas, no son fingidos ni están bajo control voluntario (APA, 2000). Por ejemplo, en un
tipo de trastorno somatoforme, el trastorno de somatización, la persona experimenta
síntomas físicos vagos y recurrentes para los cuales se ha buscado atención médica de
manera reiterada sin encontrar causa orgánica. Las quejas comunes son dolores de
espalda, mareos, parálisis parcial, dolores abdominales y en ocasiones ansiedad y
depresión
El siguiente caso es típico: “Una anciana se quejaba de cefaleas y períodos de debilidad
que duraban más de seis meses. Los médicos habían evaluado su condición en muchas
ocasiones; estaba tomando varios medicamentos y se había sometido a 30 operaciones por
diversas quejas. Era delgada, pero el examen demostró que estaba dentro de los límites
normales en términos de salud física (excepto por las numerosas cicatrices quirúrgicas). Su
historial médico abarcaba medio siglo y no cabía la menor duda de que sufría un trastorno
de somatización (Quill, 1985)”

El trastorno dismórfico corporal, o fealdad imaginaria, es un tipo de trastorno


somatoforme que se diagnosticó recientemente y del cual se sabe poco. Los casos del
trastorno dismórfico corporal son muy sorprendentes. Por ejemplo, un hombre sentía que la
gente se fijaba tanto en sus “orejas puntiagudas” y sus “grandes fosas nasales” que a la
larga no pudo seguir yendo a trabajar y renunció a su empleo. Es claro que la gente que se
preocupa tanto por su apariencia no puede llevar una vida normal. Resulta irónico que la
mayoría de la gente que sufre el trastorno dismórfico corporal no es fea. Pueden ser
personas de apariencias promedio o incluso atractivas, pero son incapaces de hacer una
evaluación realista de su apariencia. Cuando se miran al espejo, todo lo que ven es su
“defecto” magnificado.

Freud creía que al desarrollar inconscientemente un impedimento, las personas logran dos
cosas. Primero, se impiden la realización de deseos prohibidos o la repetición de conductas
prohibidas; Freud llamó a esto la ganancia primaria del síntoma. Segundo, los síntomas a
menudo permiten a la persona evitar una actividad, persona o situación desagradable;
Freud llamó a esto la ganancia secundaria. Las teorías cognoscitivas conductuales de los
trastornos somatoformes se concentran en la idea freudiana de la ganancia secundaria, es
decir, buscan formas en que se esté recompensando a la conducta sintomática. Por
ejemplo, tal vez una persona aprendió en el pasado que las molestias y los dolores pueden
usarse para evitar las situaciones desagradables (las cefaleas y los dolores de estómago
oportunos han “resuelto” muchos problemas a lo largo de los años). Más adelante, esta
persona se vale de los síntomas somáticos para evitar enfrentarse a situaciones
desagradables o estresantes. Además, las personas que están enfermas a menudo reciben
mucha atención, apoyo y cuidado, lo que constituye una recompensa indirecta.

Los trastornos disociativos se encuentran entre las formas más desconcertantes de los
trastornos mentales, tanto para el observador como para quienes los sufren. “Disociación”
significa que parte de la personalidad de un individuo está separada, o disociada, del resto,
y que por alguna razón la persona no puede rearmar las piezas. Es común que exista
pérdida de la memoria y un cambio completo de identidad, aunque por lo regular de forma
temporal. Es raro el caso en que varias personalidades distintas estén presentes en una
persona.

Amnesia disociativa
La pérdida de la memoria sin causa orgánica puede ser una reacción a experiencias
intolerables. La gente a menudo borra un evento o un período de su vida que ha sido
extremadamente estresante
amnesia disociativa. El hombre que traiciona a un amigo para cerrar un negocio o la mujer
que ha sido violada también pueden olvidar (selectivamente) lo que sucedió.

Trastorno disociativo de la identidad


Aún más extraño que la amnesia es el trastorno disociativo de la identidad, conocido
comúnmente como personalidad múltiple, en el que una persona tiene varias
personalidades distintas que emergen en momentos diferentes. La mayoría de los
psicólogos consideran que este extraño trastorno, que ha sido el tema de ficciones y
películas populares, es extremadamente raro, aunque en los años recientes parece estar
aumentando el número de casos (Eich, Macaulay, Loewenstein y Dihle, 1997).

Trastorno de despersonalización
Un trastorno disociativo mucho menos dramático (y mucho más común) es el trastorno de
despersonalización. Su característica esencial es que la persona de repente se siente
cambiada o diferente de una manera extraña. Algunas personas sienten que han
abandonado su cuerpo, otras que sus acciones de repente se han vuelto mecánicas o
irreales. Es común la sensación de perder el control sobre la propia conducta al igual que
imaginar cambios en el ambiente. Este tipo de sentimiento es especialmente común durante
la adolescencia y la juventud, cuando el sentido que tenemos de nosotros mismos y de
nuestras interacciones con los demás cambia con rapidez. Esto se clasifica como un
trastorno disociativo solo cuando la sensación de despersonalización se vuelve un problema
crónico o de largo plazo o cuando la enajenación deteriora el funcionamiento social normal
(APA, 2000).

Causas de los trastornos disociativos


Los trastornos disociativos, como los de conversión, parecen implicar algún tipo de
procesos inconscientes. La pérdida de memoria es real en la amnesia, fuga y también en
muchos casos de trastorno de personalidad múltiple. El paciente a menudo carece de
conciencia de la pérdida de memoria y por lo general estos deterioros no encuentran
remedio a pesar del deseo y el esfuerzo del paciente por lograrlo.

Disfunción sexual La disfunción sexual es la pérdida o deterioro de las respuestas físicas


ordinarias de la función sexual. En los hombres, esto puede adoptar la forma de un
trastorno eréctil o disfunción eréctil (DE), que es la incapacidad para alcanzar o mantener
una erección. En las mujeres, esto suele adoptar la forma de un trastorno de excitación
sexual femenina, la incapacidad para excitarse sexualmente o para alcanzar el orgasmo
(estas condiciones alguna vez se conocieron como “impotencia” y “frigidez”
respectivamente, pero los profesionales del campo han rechazado esos términos por su
carácter negativo y sentencioso.)

Los trastornos del deseo sexual implican la falta de interés en el sexo o quizá una aversión
por el mismo. La falta de deseo sexual es más común entre las mujeres que entre los
hombres y participa posiblemente en el 40 por ciento de todas las disfunciones sexuales
(Southern y Gayle, 1982). La medida y las causas de este trastorno tanto en los hombres
como en las mujeres es difícil de analizar, ya que algunas personas simplemente tienen una
escasa motivación para la actividad sexual; el poco interés por el sexo es normal para ellos
y no necesariamente refleja algún trastorno sexual (Beck, 1995). Otras personas, aunque no
informan de ansiedad o aversión hacia el sexo, exhiben indicadores fisiológicos de
inhibición del deseo (Wincze, Hoon y Hoon, 1978).

Parafilias
Un segundo grupo de trastornos sexuales, conocidos como parafilias, implican el uso de
objetos o situaciones sexuales poco convencionales para obtener excitación sexual. La
mayoría de la gente tiene en ocasiones fantasías sexuales poco convencionales, las cuales
resultan un estimulante saludable del disfrute sexual normal.

Otros patrones no convencionales de conducta sexual son:


El voyeurismo, que consiste en observar a otras personas mientras tienen relaciones
sexuales o espiar a personas desnudas.
El exhibicionismo, en el que la excitación se logra mediante la exposición de los
genitales en situaciones inapropiadas, como ante desconocidos.
El frotamiento, en el que se logra excitación sexual tocando o frotándose contra una
persona que no da su consentimiento en situaciones como el vagón atestado del
metro.
El fetichismo travesti, que consiste en vestir ropa del sexo opuesto para obtener
excitación y gratificación sexual.
El sadismo sexual, vincula el placer sexual con la agresión. Para obtener gratificación
sexual, los sádicos humillan o lastiman físicamente a sus compañeros sexuales.

El masoquismo sexual es la incapacidad para disfrutar el sexo que no vaya acompañado de


dolor emocional o físico. Los sádicos y los masoquistas sexuales en ocasiones tienen
relaciones sexuales mutuamente consentidas, pero en ocasiones los actos sádicos son
infligidos a compañeros que no dan su consentimiento.

Trastornos de la identidad de género Los trastornos de la identidad de género implican el


deseo de convertirse en un individuo del otro sexo biológico o la insistencia en que en
realidad ya se es. Algunos niños pequeños, por ejemplo, prefieren ser niñas. Rechazan las
ropas de varón, desean usar los vestidos de las hermanas y juegan solo con niñas y con
juguetes que se consideran “femeninos”. En esos casos, el diagnóstico es un trastorno de la
identidad de género en los niños. Lo mismo sucede en el caso de las niñas que usan ropa
de varón y que solo juegan con niños y con “juguetes masculinos”. En todos esos casos, los
niños se sienten incómodos con el hecho de ser hombre o mujer y no están dispuestos a
aceptarse como tales

Se desconocen las causas de los trastornos de identidad de género. La investigación con


animales y el hecho de que esos trastornos sean aparentes, a menudo desde la niñez
temprana, sugieren que la principal contribución corresponde a factores biológicos. De
hecho, algunos biólogos creen que la identidad de género humana existe a lo largo de un
continuo y que los dos sexos no son suficientes para abarcar la sexualidad humana. Como
evidencia, citan los muchos casos de bebés nacidos cada año con genitales ambiguos o
cuyos genitales no corresponden a su sexo cromosómico (Fausto- Sterling, 1993, 2000a,

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