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Capítulo 1.

Introducción al ámbito tributario


1. Introducción

En la organización territorial del Estado, que se diseña en el artículo 133 de la


Constitución española, existen tres niveles de Administraciones públicas que tienen
reconocidas competencias en el ámbito tributario:

 Estado.
 Comunidades autónomas.
 Entidades locales.

Los artículos 31.3 y 133 de la Constitución reconocen el principio de reserva de ley en


materia tributaria, de forma que los tributos deben venir regulados en una norma con
rango de ley.

Se desprende del artículo 133 de la Constitución española, por una parte, la potestad
originaria del Estado para establecer tributos y, por otra, la potestad de las
comunidades autónomas y de las entidades locales para establecer y exigir tributos
de acuerdo con la Constitución y las leyes.

En este mismo artículo se reproduce el mapa de titularidad y competencia de las


distintas haciendas territoriales para el establecimiento de tributos.

En consecuencia, la traslación del contenido del artículo 133 de la Constitución se


plasma en el artículo 4 de la Ley 58/2003, de 17 de diciembre, general tributaria (LGT),
en los siguientes términos:

«1. La potestad originaria para establecer tributos corresponde exclusivamente


al Estado mediante ley.

2. Las comunidades autónomas y las entidades locales podrán establecer y exigir


tributos, de acuerdo con la Constitución y las leyes.

3. Las demás entidades de derecho público podrán exigir tributos cuando una
ley así lo determine».

Con relación a los principios que rigen el sistema tributario, se establecen en el


artículo 3.1 de la LGT:

«La ordenación del sistema tributario se basa en la capacidad económica de las


personas obligadas a satisfacer los tributos y en los principios de justicia,
generalidad, igualdad, progresividad, equitativa distribución de la carga
tributaria y no confiscatoriedad».

Principios en materia tributaria que se invocan en el artículo 31.1 de la Constitución y


que la LGT hace suyos como principios de ordenación. Dice la Constitución que:
«Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su
capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los
principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance
confiscatorio».

Por otro lado, el apartado 2 del artículo 3 de la LGT regula los principios de aplicación
de las normas tributarias, principios dirigidos a las Administraciones tributarias,
limitando sus funciones en el momento de exigir tributos a cada uno de los sujetos
obligados. Estos son los principios de proporcionalidad, eficacia y limitación de costes
indirectos.

Y, por último, es relevante destacar el artículo 6 de la LGT, en cuanto a la


impugnabilidad de los actos de aplicación de los tributos y de imposición de
sanciones, en el que se reconoce el carácter reglado de los mismos y su
impugnabilidad en vía administrativa y jurisdiccional en los términos establecidos en
las leyes.

2. La Constitución

Distintos artículos de la Constitución establecen la forma de organización territorial,


que sirven para delimitar las competencias estatales, autonómicas y locales en
materia tributaria.

Del mismo modo se recogen en la Constitución la capacidad y potestad para


establecer y exigir tributos.

En otro orden, la LGT establece los principios y las normas jurídicas generales del
sistema tributario español. Dicha ley será de aplicación a todas las Administraciones
tributarias en virtud y con el alcance que se deriva del artículo 149.1 de la
Constitución, ordinales 1.ª, 8.ª, 14.ª y 18.ª.

De la totalidad de los títulos competenciales previstos en el apartado 1 del artículo


149 de la Constitución, la LGT basa su aplicación a todas las Administraciones
tributarias, al amparo de las siguientes materias:

«1.ª En cuanto regula las condiciones básicas que garantizan la igualdad en el


cumplimiento del deber de contribuir;
8.ª En cuanto se refiere a la aplicación y eficacia de las normas jurídicas y a la
determinación de las fuentes del derecho tributario;

14.ª En cuanto establece los conceptos, principios y normas básicas del sistema
tributario en el marco de la Hacienda general;

18.ª En cuanto adapta a las especialidades del ámbito tributario, la regulación del
procedimiento administrativo común, garantizando a los contribuyentes un
tratamiento común ante todas las Administraciones tributarias».

3. El poder tributario
3.1. Ámbito estatal
En lo que respecta al Estado, este aprueba anualmente sus leyes de presupuestos,
que solo tienen virtualidad en cuanto al gasto público, pues son una mera previsión
respecto de los ingresos. La principal fuente de ingresos públicos (no la única) son los
tributos, regulados en sus respectivas leyes (leyes reguladoras del impuesto sobre la
renta de las personas físicas, del impuesto sobre sociedades, del impuesto sobre
sucesiones, etc.).

El poder tributario del Estado debe ejercerse siempre respetando los principios de la
imposición establecidos por la propia Constitución: límites de carácter material en
cuanto a la necesidad de adecuar la regulación de los tributos a las exigencias de
justicia material y límites de carácter formal derivados del principio de legalidad o
reserva de ley.

3.2. Ámbito autonómico


En cuanto a las comunidades autónomas, con autonomía financiera reconocida
constitucionalmente en el artículo 156.1, aprueban también anualmente sus
presupuestos y ello es garantía, como ha señalado el Tribunal Constitucional, de su
autonomía financiera para disponer libremente de sus recursos financieros,
asignándolos a los fines mediante programas de gasto elaborados según sus propias
prioridades.

Las comunidades de régimen general o común (todas, exceptuando al País Vasco y


Navarra) tienen tributos propios, que establece y exige la propia comunidad
autónoma (con los límites establecidos en la Constitución y las leyes), tributos
cedidos, que establece y regula el Estado y cuyo producto corresponde a las
comunidades autónomas, que además son competentes para su gestión (liquidación,
inspección y recaudación) y recargos sobre impuestos estatales, que según sean
cedidos o no, conllevarán o no la gestión de los mismos, pero siendo en todo caso la
titularidad sobre su producto de las haciendas autonómicas.

Todas estas potestades se reconocen en la Ley orgánica de financiación de las


comunidades autónomas (LOFCA) y en el artículo 4 de la LGT.

Se ha de tener en cuenta que la Constitución ampara y respeta los derechos


históricos de los territorios forales (disp. adic. primera de la CE). La actualización
general de dicho régimen foral se llevará a cabo, en su caso, en el marco de la
Constitución y de los estatutos de autonomía.

En el régimen foral (aplicable al País Vasco y Navarra), el sistema de financiación se


caracteriza porque los territorios históricos del País Vasco (Álava, Gipuzkoa y Bizkaia)
y Navarra tienen potestad para mantener, establecer y regular su propio régimen
tributario. Ello implica que la exacción, gestión, liquidación, recaudación e inspección
de la mayoría de los impuestos estatales (actualmente todos, excepto los derechos de
importación y los gravámenes a la importación en los impuestos especiales y en el
impuesto sobre el valor añadido) corresponde a cada uno de los territorios del País
Vasco (Álava, Gipuzkoa y Bizkaia) y Navarra.

La recaudación de estos impuestos queda en poder de dichos territorios y, por su


parte, la comunidad autónoma contribuye a la financiación de las cargas generales
del Estado no asumidas, a través de una cantidad denominada «cupo» o
«aportación». No están sometidos estos territorios al sistema tributario estatal
general o común, aunque sí deben guiarse por un principio de coordinación y
cooperación con el sistema común del Estado y del resto de comunidades
autónomas.

De este modo, por su parte, Navarra cuenta con un convenio económico entre el
Estado y Navarra y el País Vasco con un concierto económico entre el Estado y la
comunidad autónoma del País Vasco.

El artículo 1 de la LGT define el objeto y ámbito de aplicación de esta ley y, como no


podría ser de otra forma, se adapta al marco constitucional, reconociendo las
competencias que en materia tributaria se refieren a los territorios forales.

Queda finalmente poner de manifiesto la especialidad existente para las


comunidades autónomas de régimen foral, limitándose la LGT a señalar que la
normativa foral debe adecuarse en cuanto a terminología y concepto a lo dispuesto
en la misma.
3.3. Ámbito local
En lo que respecta a los entes locales, que también elaboran sus propios
presupuestos y deciden sobre la cuantía y destino del gasto público local, aunque con
rango reglamentario, tienen su autonomía financiera reconocida en el artículo 142 de
la Constitución y, en virtud del artículo 133.2, pueden establecer y exigir tributos, lo
que no significa que puedan crearlos ex novo, ya que como decíamos más arriba,
carecen de competencia para dictar leyes, pues solo tienen potestad reglamentaria.

En virtud del principio de legalidad en materia tributaria al que nos hemos referido
más arriba, solo la ley, estatal o autonómica, puede establecer tributos locales,
determinando sus elementos esenciales (hecho imponible y sujeto pasivo), pero
después podrá la corporación local decidir sobre su entrada en vigor y reglamentarlos
si es preciso, dentro del marco de la ley que los ha creado.

4. Los tributos

El artículo 31.1 de la Constitución española establece que:

«Todos contribuirán al sostenimiento de los gastos públicos de acuerdo con su


capacidad económica mediante un sistema tributario justo inspirado en los
principios de igualdad y progresividad que, en ningún caso, tendrá alcance
confiscatorio».

Con relación a este artículo, el Congreso de los Diputados ha realizado una sinopsis
del mismo en el que se indica que la primera cuestión que llama la atención es la
expresión «todos», que ha de entenderse como la voluntad del constituyente de que
las cargas públicas se imputen a los que se encuentren y desarrollen su actividad
profesional en el territorio español, más allá de que tengan la condición de nacionales
o extranjeros.

Por otro lado, el principio de generalidad supone que el legislador debe tipificar como
hecho imponible todo acto o negocio jurídico que demuestre capacidad económica,
es decir, con carácter general se prohíben las exenciones y bonificaciones que puedan
resultar discriminatorias. Sin embargo, ello no supone que no se puedan conceder
beneficios tributarios por razones de política económica.

En este sentido, el Tribunal Constitucional, en no pocas ocasiones, ha reconocido que


los tributos, además de ser un medio para recaudar ingresos públicos, sirven como
instrumentos de política económica general y para asegurar una mejor distribución
de la renta nacional (SSTC 46/2000, de 17 de febrero; 276/2000, de 16 de noviembre, y
289/2000, de 30 de noviembre).

El citado artículo 31.1 ha de interrelacionarse con el artículo 133.1 y 2 de la


Constitución española.

Artículo 133.1 de la Constitución española:

«La potestad originaria para establecer los tributos corresponde exclusivamente


al Estado, mediante ley».

Artículo 133.2 de la Constitución española:


«Las comunidades autónomas y las corporaciones locales podrán establecer y
exigir tributos de acuerdo con la Constitución y las leyes».

Estos artículos son motivo de comentario en una sinopsis del Congreso de los
Diputados, de la que se desprende que a partir de la lectura de ambos artículos se
intuye que el poder financiero del Estado y comunidades autónomas y entes locales
no tiene la misma naturaleza, y ello porque el Estado no encuentra más límites para
el ejercicio de dicho poder que los que establece la Constitución, mientras que las
comunidades autónomas y entes locales encuentran límites en la Constitución y las
leyes (ley estatal dictada según los principios de la primera para encauzar
jurídicamente el poder de estas entidades).

Sentado lo anterior, el Estado, las comunidades autónomas y los entes locales gozan,
por tanto, de poder financiero, entendido como:

 Capacidad para organizar un sistema de ingresos y gastos, así como de regular las
fuentes de ingresos y la autorización de los gastos, lo que exige potestad
normativa, al menos reglamentaria.
 Aplicación efectiva de las normas previamente establecidas, lo que implica
potestad administrativa y de gestión.
 Derecho a percibir ingresos y a disponer de ellos.

El concepto de «tributo» es una noción general, que abarca diversas figuras más
específicas, como son los «impuestos», las «tasas» y las «contribuciones especiales».

5. Organización territorial

De acuerdo a lo establecido en el artículo 137 de la Constitución:


«El Estado se organiza territorialmente en municipios, en provincias y en las comunidades
autónomas que se constituyan. Todas estas entidades gozan de autonomía para la gestión
de sus respectivos intereses».

5.1. Sistema impositivo estatal: impuestos directos e


impuestos indirectos
En España, el marco legal que define el sistema tributario está compuesto por las
siguientes normas:

 Constitución.

 Ley general tributaria (58/2003, del 17 de diciembre).

 Ley general presupuestaria.

 Las leyes que regulan cada tributo.

 Los reglamentos que desarrollan las leyes tributarias.

Como hemos dicho, el «tributo» es una noción general que abarca elementos como
los «impuestos», las «tasas» y las «contribuciones especiales». No obstante, para
simplificar, nos referiremos en general a «impuestos» y «sistema impositivo» para
desarrollar los aspectos generales del sistema tributario, por ser además el
«impuesto» el elemento tributario por excelencia, haciendo abstracción de que el
sistema tributario incluye tanto los impuestos, como las tasas y las contribuciones
especiales.

Así, los impuestos estatales se pueden clasificar en impuestos directos e indirectos,


según que graven lo que se consideran manifestaciones directas de la capacidad
económica de los contribuyentes (como la renta) o bien manifestaciones
consideradas indirectas de la capacidad económica (como la transmisión y circulación
de bienes y riqueza).

A) Impuestos directos

Son diversas las clasificaciones que pueden hacerse de los impuestos, pero la más
conocida y utilizada es la que distingue entre impuestos directos e impuestos
indirectos.

Son impuestos directos los que se aplican sobre una manifestación directa o
inmediata de la capacidad económica: la posesión de un patrimonio y la obtención de
una renta.
En definitiva, los impuestos directos gravan la riqueza en sí misma.

Siguiendo esta clasificación, los principales impuestos directos actualmente existentes


en España son los siguientes:

 Impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF). Este impuesto recae
sobre la obtención de renta por parte de una persona física residente en España en
el transcurso de un periodo impositivo concreto.
 Impuesto sobre la renta de no residentes (IRNR). Este impuesto recae sobre la
renta obtenida en España por personas no residentes en España.
 Impuesto sobre sociedades (IS). Este impuesto recae sobre el beneficio que
obtienen las empresas de su actividad con personalidad jurídica distinta de las
personas físicas (sociedades y personas jurídicas). Concretamente, se aplica sobre
el beneficio neto, es decir, que de los ingresos que obtiene cada empresa se restan
los gastos que han sido necesarios para su obtención.
 Impuesto sobre sucesiones y donaciones (ISD). Este impuesto recae sobre el
capital que se ponga de manifiesto bien por una adquisición mortis causa (p. ej.,
una herencia) o bien por una adquisición inter vivos (p. ej., una donación). Solo
afecta a las personas físicas.
 Impuesto sobre el patrimonio (IP). A efectos del IP se considera patrimonio neto
de una persona el conjunto de los bienes y derechos que posee (casas, tierras,
cuentas bancarias, joyas, objetos de arte, etc.), restadas las cargas, deudas y
obligaciones a las que esa persona debe hacer frente. Hay bienes que, sin
embargo, están exentos del IP, como es el caso de la vivienda habitual de la
persona y su ajuar doméstico, así como un determinado importe mínimo del valor
del patrimonio que también queda exento (p. ej., con carácter general, solo se
tributa a partir de 700.000 € de valor del patrimonio).
 Impuesto sobre los depósitos en las entidades de crédito. Creado por la Ley
16/2012, de 27 de diciembre, por la que se adoptan diversas medidas tributarias
dirigidas a la consolidación de las finanzas públicas y al impulso de la actividad
económica.
 Impuesto para la sostenibilidad energética. Creado por la Ley 15/2012, de 27 de
diciembre, de medidas fiscales para la sostenibilidad energética.
 Impuesto sobre el valor de la extracción de gas, petróleo y condensados.
Creado por la Ley 8/2015, de 21 de mayo, por la que se modifica la Ley 34/1998, de
7 de octubre, del sector de hidrocarburos, y por la que se regulan determinadas
medidas tributarias y no tributarias en relación con la exploración, investigación y
explotación de hidrocarburos.
B) Impuestos indirectos

Son impuestos indirectos los que se aplican sobre una manifestación indirecta o
mediata de la capacidad económica, entre otros, la circulación de la riqueza, bien por
actos de consumo o bien por actos de transmisión.

En definitiva, los impuestos indirectos gravan la utilización de esa riqueza.

Son impuestos indirectos:

 Impuesto sobre el valor añadido (IVA). La ley de este impuesto lo cataloga como
un tributo de naturaleza indirecta que recae sobre el consumo, como
manifestación de la capacidad económica susceptible de gravamen y, por tanto,
desde un punto de vista económico, es el consumidor quien soporta el impuesto,
aunque sean los empresarios y profesionales los obligados a ingresar las cuotas
del impuesto.
 Impuesto general indirecto canario (IGIC). Dado que el territorio de las islas
Canarias no forma parte del territorio comunitario a efectos del IVA, se estableció
un impuesto análogo al IVA que fuera aplicado en el territorio de esta comunidad
autónoma.
 Impuesto sobre la producción, los servicios y la importación (IPSI). Creado de
manera análoga al IGIC, pero para los territorios de Ceuta y Melilla.
 Impuesto sobre transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados
(ITP y AJD). Este impuesto tiene un ámbito de aplicación muy amplio y se subdivide
en varias modalidades. Muy resumidamente, puede decirse que se aplica a las
transmisiones (compraventas) de todo tipo de bienes y derechos, a determinadas
operaciones que realizan las empresas y a actos que se tienen que documentar
oficialmente (escritura de una casa y otros documentos notariales).
 Impuestos especiales (II. EE). Estos impuestos recaen sobre:
o Alcohol y bebidas alcohólicas.

o Hidrocarburos.

o Tabaco.

o Matriculación de medios de transporte.

Su razón de ser, a parte de su gran capacidad recaudatoria, reside en la consideración


de que el consumo de esos bienes genera costes sociales (pensemos en los costes
sanitarios por abuso del alcohol o del tabaco y en la contaminación atmosférica de los
coches y del uso de los hidrocarburos en general).
 Impuesto sobre las primas de seguros. Creado por la Ley 13/1996, de 30 de
diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social.
 Impuesto sobre actividades de juego. Creado por la Ley 13/2011, de 27 de mayo,
de regulación del juego.
 Impuesto sobre los gases fluorados de efecto invernadero. Creado por la Ley
16/2013, de 29 de octubre, por la que se establecen determinadas medidas en
materia de fiscalidad medioambiental y se adoptan otras medidas tributarias y
financieras.

5.2. Sistema impositivo autonómico: impuestos propios


y cedidos
El sistema de financiación y recaudación de las autonomías está regulado en la Ley
orgánica de financiación de las comunidades autónomas (Ley 8/1980, de 22 de
septiembre), también conocida como LOFCA.

La Constitución impone una serie de límites en lo relativo a la facultad recaudatoria


propia de las Administraciones autonómicas. Habrán de respetar en todo caso la
reserva de ley de los elementos esenciales del tributo; tendrán que seguir el principio
de territorialidad; no podrán crear tributos aduaneros, y tendrán que evitar la
existencia de privilegios económicos y sociales, así como respetar el principio de
solidaridad con respecto al resto de autonomías.

Además, las comunidades autónomas de régimen general o común (todas,


exceptuando al País Vasco y Navarra) solo pueden establecer tributos propios sobre
hechos imponibles no gravados por el Estado, o sobre materias no gravadas por las
Administraciones locales. Esto hace que, en la práctica, el ámbito sobre el que las
comunidades autónomas pueden establecer tributos propios es muy reducido. Así, a
título de ejemplo, suelen existir tributos autonómicos propios de cada comunidad,
que gravan aspectos como el juego, la contaminación o la explotación del
medioambiente, los depósitos bancarios o las grandes superficies comerciales. Pero
suelen tener una incidencia muy reducida en la mayoría de los contribuyentes,
empresas o particulares. De hecho, será difícil para un contribuyente o ciudadano
medio pensar siquiera en un tributo autonómico propio que le resulte conocido.

De esta forma, cada comunidad autónoma puede establecer sus propios tributos que
serán únicos y diferentes de las demás comunidades, es decir, solo existen y se
exigen en su propio ámbito territorial, y con los límites antes mencionados.

Pero, como las comunidades autónomas necesitan financiación, existen, por otro
lado, una serie de impuestos estatales cuya gestión y recaudación ha sido cedida por
completo a las comunidades autónomas, e incluso algunos aspectos de su regulación
normativa, si bien su titularidad continúa perteneciendo al Estado. Estos son los
denominados «tributos cedidos».

Entre los principales impuestos estatales son además impuestos cedidos a las
comunidades autónomas, sobre los que estas tienen también ciertas competencias
normativas, los siguientes:

 El IRPF.

 El IP.

 El ISD.

 El ITP y AJD.

Además, aunque sin competencias normativas, pueden también tener la


consideración de tributos cedidos otros impuestos como el IVA (solo un porcentaje de
su recaudación).

5.3. Sistema impositivo local: impuestos obligatorios y


potestativos
Las Haciendas locales tienen a su disposición un conjunto de impuestos, cuyo
establecimiento puede ser obligatorio, o en algunos casos potestativos. Son
impuestos establecidos y regulados por el Estado, pero que se imponen en beneficio
de las entidades locales (municipios principalmente). Respecto de estos «tributos
locales», las propias entidades locales tienen ciertas competencias, aunque
restringidas, de regulación y adaptación (generalmente la tarifa o ciertas
bonificaciones o beneficios), que pueden llevar a cabo mediante las correspondientes
ordenanzas fiscales.

Son impuestos obligatorios (deben exigirse obligatoriamente por todos los


municipios):

 Impuesto sobre bienes inmuebles (IBI).

 Impuesto sobre actividades económicas (IAE).

 Impuesto sobre vehículos de tracción mecánica (IVTM).

Son impuestos potestativos (solo se exigen cuando hayan sido aprobados y regulados
por los propios municipios mediante su ordenanza fiscal):
 Impuesto sobre construcciones, instalaciones y obras.

 Impuesto sobre el incremento del valor de los terrenos.

 Impuesto sobre gastos suntuarios (grava los cotos privados de caza y pesca).

Las entidades locales distintas de los municipios (provincias, comarcas,


mancomunidades, etc.) no pueden establecer ni exigir tributos, salvo algunos
recargos sobre los anteriores impuestos.

Las entidades locales no pueden establecer ni exigir otros impuestos que los citados
anteriormente.

6. Imposición de la Unión Europea en materia tributaria

El derecho de la Unión Europea no es un derecho internacional, sino que se integra


en el sistema normativo de los Estados miembros.

Sus principios fundamentales son:

 Efecto directo. Es decir, sus normas tienen efecto directo en el ordenamiento


interno de los Estados miembros(1).
 Primacía. El derecho de la Unión, tanto originario como derivado, prevalece sobre
la normativa interna de los Estados miembros.
 Atribución de competencias entre la Unión Europea y los Estados
miembros. Fundamento y límite de la acción de la Unión Europea.
 Subsidiariedad. Si hay competencia compartida, la actuación de la Unión Europea
está justificada solo cuando los objetivos pretendidos no pueden ser alcanzados de
manera suficiente por los Estados miembros.

La política fiscal en la Unión Europea se compone de dos ramas: la fiscalidad directa –


que es competencia exclusiva de los Estados miembros– y la fiscalidad indirecta –que
afecta a la libre circulación de mercancías y a la libre prestación de servicios en el
mercado único–.

Sin embargo, en materia de fiscalidad directa, la Unión Europea ha establecido


algunas normas armonizadas para la fiscalidad de las sociedades y la tributación
personal y los Estados miembros han tomado medidas conjuntas para evitar la
evasión fiscal y la doble imposición.

Con respecto a la fiscalidad indirecta, la Unión Europea coordina y armoniza las leyes
relativas al IVA e II. EE.
Esto garantiza que la competitividad del mercado interno no se vea distorsionada por
las variaciones de las tasas de fiscalidad indirecta y por los sistemas que ofrezcan a
las empresas de un país ventajas desleales sobre otros.

(1) Véanse entre otras, STC 145/2012, de 7 de julio de 2012, y STS de 11 de septiembre de 2009.

7. Normas tributarias

Se configura como norma superior del sistema tributario, además de la propia


Constitución, la LGT.

A partir de la redacción recogida en la LGT, resulta indubitado que será esta norma la
que venga a establecer los principios y las normas jurídicas de carácter general de
todo el sistema tributario español.

Esta ley establece, asimismo, los principios y las normas jurídicas generales que
regulan las actuaciones de la Administración tributaria por aplicación en España de la
normativa sobre asistencia mutua entre los Estados miembros de la Unión Europea o
en el marco de los convenios para evitar la doble imposición o de otros convenios
internacionales.

En cuanto a su objeto y ámbito de aplicación, establecido en su artículo 1, en esta ley


se regulan los principios y las normas jurídicas generales del sistema tributario
español.

La LGT será de aplicación a todas las Administraciones tributarias en virtud y con el


alcance dispuesto en el artículo 149 de la Constitución, sin perjuicio de lo dispuesto
en las leyes que aprueban el convenio y el concierto económico con Navarra y el País
Vasco.

Además, se establecen en esta ley los principios y normas jurídicas generales que
regulan las actuaciones de la Administración tributaria por aplicación en España de la
normativa europea.

En cuanto a los principios de ordenación y de aplicación del sistema tributario,


podemos resumirlos en los siguientes:

 Principios de ordenación (para el legislador):

o Capacidad económica de las personas obligadas a satisfacer los tributos.


o Justicia.
o Generalidad.
o Igualdad.
o Progresividad.

o Equitativa distribución de la carga tributaria.


o No confiscatoriedad.
 Principios de aplicación (para las Administraciones públicas):

o Proporcionalidad.
o Eficacia.
o Limitación de costes indirectos consecuencia de la exigencia de los tributos.

Así, las fuentes de las que emana el derecho tributario son:

 Tratados o convenios internacionales que contengan cláusulas de naturaleza


tributaria y, en particular, los convenios de doble imposición.
 Las normas que dicte la Unión Europea y otros organismos internacionales o
supranacionales a los que se atribuya el ejercicio de competencias en materia
tributaria.

 La LGT, las leyes reguladoras de cada tributo en particular y las demás leyes que
contengan disposiciones en materia tributaria.
 Las disposiciones reglamentarias dictadas en desarrollo de las normas anteriores y,
específicamente en el ámbito tributario local, las correspondientes ordenanzas
fiscales.
 Tendrán carácter supletorio las disposiciones generales del derecho administrativo
y los preceptos de derecho común.

De acuerdo con la organización territorial que vimos anteriormente, tendremos, por


tanto, normas de ámbito estatal, normas de ámbito autonómico y normas de ámbito
local, con trascendencia todas en materia tributaria. Así, veremos leyes estatales –que
afectan a todas las comunidades autónomas–, leyes autonómicas –que afectan a los
contribuyentes de su ámbito territorial– y normas locales (ordenanzas fiscales) –que
regulan los tributos locales–. Junto a ello, tendremos también normas europeas –que
afectan a todos los contribuyentes, en cuanto son de aplicación en todos los Estados
miembros o directamente en uno particular– y convenios internacionales –que son
igualmente aplicables, en cuanto pasen a formar parte del ordenamiento interno
español–.

8. Organización de la Administración tributaria


De acuerdo a lo establecido en el artículo 5 de la LGT, la Administración tributaria
estará integrada por los órganos y entidades de derecho público que desarrollen las
funciones reguladas en esta misma ley.

El apartado 2 del artículo 5 de la LGT dispone que la aplicación de los tributos, el


ejercicio de potestad sancionadora y la función revisora en vía administrativa es
competencia del Estado, correspondiendo al Ministerio de Hacienda (según la
denominación que en cada momento se le dé(1)) en tanto no haya sido expresamente
encomendada por la ley a otro órgano o entidad de derecho público. Dichas
competencias corresponden a la Agencia Estatal de la Administración Tributaria
(AEAT), salvo la declaración de nulidad de pleno derecho y las reclamaciones
económico-administrativas.

Es relevante comentar que el apartado tercero del artículo 12 de la LGT otorga al


ministro de Hacienda la facultad de dictar disposiciones interpretativas de las normas
tributarias, siendo novedosa en este punto la vinculación de estas disposiciones
interpretativas para todos los órganos de la Administración tributaria.

La AEAT es un ente adscrito al Ministerio de Hacienda y se puede afirmar de ella que


tiene funciones tanto de aplicación del sistema tributario (funciones de gestión,
inspección y recaudación) como potestad sancionadora en materia tributaria. La
Agencia Tributaria tiene una organización central y una organización territorial en
cada comunidad autónoma.

Por su parte, la Dirección General de Tributos (DGT), del Ministerio de Hacienda, es


competente para la elaboración de sus proyectos y propuestas normativas, siendo
relevante el carácter vinculante para los funcionarios de la Administración tributaria
de los criterios que establezca en sus resoluciones y consultas que se le formulen.

En cuanto a la revisión de los actos dictados por la Administración tributaria en vía


administrativa, son competentes los tribunales económico-administrativos (órganos
del propio Ministerio de Hacienda, distintos de los funcionarios que aplican los
tributos –esto es, la Agencia Tributaria–). Los contribuyentes pueden impugnar en vía
administrativa todos los actos dictados por la Administración tributaria que crean que
lesionan sus derechos como contribuyentes. Posteriormente, si así lo consideran,
pueden acudir al orden jurisdiccional contencioso-administrativo, para reclamar ante
los tribunales de justicia.

(1) Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, Ministerio de Economía y Hacienda, etc.

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