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June 20, 2022

Capítulo 13. Amante


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capítulo 13

Amante
Los amantes abrazan lo que está entre ellos…

Más que abrazarse uno al otro..

Khalil Gibran

Manuel ingresó en la casa de Raquel con su llave.

–¡Amor! –la llamó. Ella no respondió. Lo que podía significar dos cosas:
estaba muy enojada o lo estaba esperando en su habitación deseosa de él.

Lo terrible de Manuel era que sostenía dos vidas con naturalidad. Además,
tenía una percepción de sí mismo muy distorsionada. Cuando estaba con
Raquel no pensaba en María Dolores y viceversa. Creía que su esposa se
sentía segura y protegida y que era un gran amante para ambas. Nada de eso
ocurría objetivamente. Los tres abrazaban una mentira. Sin embargo, él
:
estaba convencido de esas ideas al extremo de creérselas como una verdad
posible que justificaba sus acciones. Después de todo, además de no ser un
amante eximio, era un hombre egoísta que se colocaba en el foco de
atención. No le importaba que dos mujeres vivieran a diario en la zona de
vulnerabilidad de los que aman con desesperación, solo porque él sostenía la
fantasía de un amor sincero pero doble y en simultáneo.

Se acercó al cenicero que estaba en la mesa de la sala y cumplió con el ritual.


Se sacó la alianza de casado que lo unía a María Dolores y la dejó allí,
mientras tomaba del mismo lugar la alianza del par que compartía con
Raquel. La primera, clásica de oro rojo en forma de cinta y la otra, de oro
amarillo redondeada.

Así de terrible era la situación. Una noche de tantas mientras hacían el amor,
Raquel había llorado al observar su alianza. Manuel se la había sacado y le
había prometido que nunca más la usaría con ella.

Al día siguiente, había comprado un nuevo par, diferente por supuesto para
poder distinguirlos y había ordenado grabar sus nombres con la fecha del día
que se habían conocido. Por la noche, durante una romántica cena, le dijo
que se casarían en privado. Que esos anillos significarían matrimonio para
ambos. Raquel había aceptado feliz y le había puesto como condición, hasta
que se divorciara, que cada vez que entrara en su casa debía quitarse la otra y
usar la de ambos, que era la que simbolizaba el compromiso verdadero.
Manuel había aceptado, pero en verdad nunca había pensado en dejar a
María Dolores.

–¡Amor! –repitió mientras subía las escaleras hacia el dormitorio. Abrió la


puerta y ella estaba dormida en la cama de ambos. Literalmente era de los
dos, porque la habían elegido juntos y él la había pagado. Un somier de dos
plazas en el que habían imaginado más de lo que realmente ocurría.

La observó. Raquel era una mujer simple y honesta. Su belleza radicaba en su


entrega. Amaba fervorosamente y resistía. Era uno de esos seres que en las
relaciones solo da. Una mujer condenada a la unilateralidad. Nunca le tocaba
:
el turno de recibir. Ni gestos generosos ni actitudes que le demostraran que el
otro era capaz de todo por ella. O de algo al menos. Siempre en segundo
plano esperando un glorioso día que la ubicara en la cima de los sentimientos
de otra vida. Una mujer que anhelaba exclusividad y compartir su pareja
frente a los ojos del mundo. Soñaba con mostrar su amor como una señal de
felicidad en el rostro. En lugar de eso, vivía una relación en secreto, la
mayoría de las veces en su casa y por supuesto, sin poder hablar sobre él. Era
prisionera de la clandestinidad, cuando ella no tenía nada que ocultar ni
obligación de esconderse.

Tenía treinta años, era joven, pero con un pasado amoroso muy desgraciado.
Su patrón de elección de hombres evidentemente no era el mejor. Ni delgada
ni gorda, ni hermosa ni fea. Una mujer cuya atracción radicaba en los
sentimientos que la definían y su debilidad, en esa necesidad eterna de ser
querida.

Manuel sentía que la amaba. Quería hacerla feliz, porque ella lo hacía feliz
también. Raquel había significado para él enfrentarlo a un hombre que no
conocía. Se sentía poderoso y sensual. Su virilidad alcanzaba ese momento
único donde sentía que la vida merecía ser vivida. Raquel era inquietante y
atrevida. María Dolores sumisa y tímida. Se complementaban. Entonces, él lo
tenía todo. La posibilidad de sentirse protector y único sumada a la
adrenalina de ser excitante y muy sexual.

Manuel se acercó y besó suavemente sus labios. Ella despertó. Se había


dormido con la absoluta intención de hablarle y exigirle una decisión. Sin
embargo, al verlo allí y sentir su dulzura tan cerca, no fue capaz de hacerlo.

–Amor, perdóname. No pude irme de casa antes. Yo…

–Ahora, no quiero explicaciones –lo interrumpió.

–¿Y qué quieres ahora? –enfatizó.

–A ti y silencio para escuchar tus caricias –susurró.

Manuel se quitó su ropa rápidamente. Antes de que Raquel pudiera


:
reprocharse internamente su debilidad, él deslizaba sus manos por todo su
cuerpo y la besaba apasionadamente. Raquel sentía la humedad de un clima
que se precipitaba. Deseaba que los momentos como ese duraran para
siempre, pero no era así. Casi de inmediato, Manuel estaba dentro de ella.
Sin embargo, aún en ausencia de un juego de seducción previo, él no dejaba
de decirle lo deseable y hermosa que era.

–Te amo. No podría vivir sin tenerte –le susurró al oído.

Raquel sentía que en el mundo no había nada más importante que esas
palabras. En esos instantes de intimidad, olvidaba la realidad y la existencia
de la otra alianza, que estaba en el cenicero de la entrada. Allí, ella era su
esposa.

–Te amo –dijo al tiempo que besaba su cuello.

Manuel no fue capaz de contener su placer. Raquel, aún sin haber alcanzado
un orgasmo, se sentía plena. Cuando se aquietó su respiración, él la abrazó.

–Eres perfecta para mí. Amo el hombre que soy a tu lado.

–Manuel… ¿de verdad me amas?

–Claro que sí. Lo sabes.

–¿Hasta cuándo vamos a seguir así? Ya pasó un año.

Él se incorporó. La miró apoyado sobre su antebrazo. No le gustaba hablar


sobre ese tema.

–No puedo dejarla. Sabes bien que tuvo un problema de salud.

–Eso sucedió hace pocos días. No tiene nada que ver –refutó.

–Es cierto. Pero ella depende de mí, no puedo dejarla sola.

–¿Y yo? Yo también dependo de ti. Mi estado de ánimo depende de ti. Mi vida
entera gira entorno a lo que decidas hacer. Si es cierto que me amas, no tiene
ningún sentido que continúes casado con ella.
:
–De verdad te amo.

–¿Entonces?

El celular de Manuel comenzó a vibrar en la mesa de noche. Era María


Dolores. Se sentía acorralado. Quería atender, pero no podía. Le preocupaba
que su esposa se sintiera mal. Raquel seguía presionando.

–¿Entonces? ¿Vas a atenderla?

–Por favor, no quiero escenas –reclamó.

–No las generes entonces. Tienes que tomar una decisión. ¿Qué es lo que
sucede contigo?

De pronto su capacidad de separar ambas relaciones se debilitó. Sintió que


Raquel tenía que comprender y sin pensarlo respondió.

–Las amo a las dos.

El celular dejó de vibrar en el mismo instante en que Raquel le dio una fuerte
bofetada que le giró el rostro de lado. Sus dedos le quedaron marcados. Ella
abandonó la cama y se cubrió con su bata. Él tardó unos minutos en
reaccionar.

–No se puede amar a dos personas a la vez. Me mentiste. Cuando nos


“casamos” secretamente dijimos que ibas a divorciarte.

–No. Tú lo dijiste.

–¡Pero tú lo aceptaste!

–Amor, no quiero discutir…

–¿Te estás burlando? Acabas de decirme que nos amas a las dos y no quieres
discutir. Esto es absurdo. Vete –dijo entre sollozos. Estaba furiosa.

Manuel se acercó a ella y la abrazó fuerte. Entre ambos la realidad repetía sus
gritos mudos que se perdían contra la nada.

–No quise lastimarte, amor. Hablé sin pensar. Perdóname –pidió con dulzura.
:
Ella quería salir de sus brazos, pero el sentimiento era más fuerte.

–¿La amas?

–No –mintió–. Sé que te amo a ti y que de algún modo voy a resolverlo, pero
por favor, no te enojes conmigo. Eres mi vida –agregó. La besó en la boca y
ella respondió al beso con provocación.

Minutos después la danza de una relación de tres, reiniciaba un ciclo


inherente al sabor de lo que siempre será igual o peor.

La hipocresía de Manuel era sorprendente. Había mentido. Él estaba seguro


de que amaba a las dos.

Las palabras dulces podían derretir el corazón, pero nunca tendrían sentido
en un razonamiento lógico. ¿Acaso era posible amar a dos mujeres y someter
a una de ellas a vivir en las sombras en nombre del “amor”?

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