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capítulo 15
Pareja
Vivían ebrios de caricias y sueños, nadando en los locos aleteos de las
mariposas que sentían en el estómago, cuando las húmedas lenguas de sus
interminables besos les rozaban el alma...
Ángela Becerra
Una relación de pareja suele ser muchas cosas. En los mejores casos, es un
nexo de amor que surge entre dos personas. Tiene distintas etapas cuando
cupido la favorece y evoluciona en positivo. El enamoramiento, el noviazgo,
la consolidación de la historia y el matrimonio. Era ese el caso de Andrés y de
Josefina. Para ellos, el amor era una suma de sentimientos que los convertía
en mejores personas. Disfrutaban su noviazgo y se elegían cada día. Se
complementaban, a pesar de ser diferentes. Tenían un estilo de vida que
volvían compatible, valores similares e ilusiones compartidas. El deseo de
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estar juntos jamás se interponía cuando se trataba del espacio de cada uno.
El amor para ellos era una gran paradoja, los hacía fuertes juntos, pero
también vulnerables al pensar que no había vida posible sin el otro. Algunas
amigas de Josefina le decían que tenía que convencer a su novio de que
estudiara, pero ella no lo creía necesario. Porque ambos eran felices así. No se
trataba de un hombre cualquiera, él era el mejor. Le importaba poco lo que
pensaran los demás.
Andrés llegó a la casa de su novia. Solía quedarse a dormir allí. Sus padres lo
querían muchísimo. Esa noche habían ido a un casamiento. Josefina abrió la
puerta enfundada en un pijama de color rosa y blanco.
–Te amo –dijo ella mientras tomaba su rostro con ambas manos y lo besaba
en la boca.
–Ya lo sé –susurró.
–¿Por qué?
–La verdad, yo soy feliz. Lo sabes. Nosotros lo tenemos todo. Pero, aunque
siempre estoy de buen humor, detrás de eso existe una gran preocupación por
mi familia.
–Sí. Mamá me dijo antes de irse que Ángeles lo dejó y que él sostiene que
hará lo correcto.
–Demostrarle con hechos que ella y el bebé son lo más importante. Que es
capaz de trabajar y mantenerlos desde ahora y que sus estudios no son la
prioridad.
–Me parece un poco extrema su postura. Es raro que ella lo haya dejado. ¿No
lo crees así?
–Sí. Dijo que no sabe si quiere seguir adelante con el embarazo. No me gusta
cómo están planteadas las cosas. Creo que pasa algo más, pero hablar con
Diego es difícil, hay que hallar el momento. Por otro lado, aunque nunca lo
dijo, parece dolido por la separación. Y para aumentar mi preocupación, mi
hermana me pidió que fuera a visitarla. Temía estar embarazada. Por suerte
se hizo el test y dio negativo –agregó dándole los detalles de lo vivido–. Pero
Luciano es un hombre egoísta, la anula y ella se lo permite. No entiendo por
qué.
–¿Por qué dices eso? ¿Es realmente así? Yo creo que no puedes ser objetivo
con Luciano. Nunca lo quisiste.
–Es cierto. Lo tolero por ella, pero esto es objetivo: quiere que tenga hijos y
que deje de trabajar. Mi hermana estudió mucho, como tú lo haces. No es
justo que él la manipule y la tenga atrapada en un matrimonio que no tiene
nada de pareja. Ellos no van juntos en el mismo sentido. No son como
nosotros. Él no respeta su espacio y dudo que esté orgulloso de sus logros o
de la carrera que intenta llevar adelante en la revista.
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–Vida, no hay mucho que puedas hacer, además de aconsejarla como lo
hiciste. Son sus tiempos. Hasta que ella no decida poner límites al modo en
que su esposo actúa, nada cambiará. Más bien todo lo contrario.
–Sé que tienes razón, pero no puedo evitar preocuparme. Papá se ocupa de
ellos, pero desde otro lugar y en este momento, tiene su propio conflicto.
Mamá… bueno, no sé qué pensar: viajó sola. Nunca entendí muy bien a
buscar qué y me sorprende que dejara a los chicos en medio de tantos
problemas –dijo refiriéndose a sus hermanos–. Indudablemente, tampoco ella
vive su mejor presente.
–¿Eso nos deja frente a Andrés López Rivera, solo con una familia llena de
dramas sobre sus hombros?
Andrés la miraba con amor. Era perfecta. Hermosa por dentro y por fuera.
Tan suaves sus palabras como su piel. No imaginaba una vida sin ella.
–No. Eso nos deja frente a Andrés López Rivera realmente enamorado de su
novia, arrepentido de traer problemas a su día. ¡Perdón, preciosa!
–Te amo.
–Y yo a ti. No puedo hablar con Diego, pero podría conversar con Isabella.
–No. Todavía no. Esperemos a ver qué sucede. ¿Cómo vienes? –preguntó
haciendo referencia a los libros.
–Bien. Estudié mucho, pero estoy nerviosa. Siento una presión en el abdomen
y voy continuamente a orinar. Estoy perdiendo peso a fuerza de eliminar
tantos líquidos –dijo divertida.
–Sí, lo sé. Te amo –dijo con ternura–. ¿Una mano en el estómago presionando
tus órganos? Pobre mi amor, con razón no quisiste continuar.
–Puede ser. Yo sé que es mejor tenerlos que vivir sin ellos, pero no todos
tenemos la capacidad. Sin duda, tú la tienes.
–¿Te dije que tengo cita con mi ginecóloga para llevarle los resultados de mi
control anual? –comentó cambiando el eje de la conversación.
–¿Para qué haría eso? ¡No los entiendo! ¿Crees que me irá bien en el
examen? –interrogó volviendo al tema de la universidad. Así era Josefina.
Hablaba varios temas a la vez y los mezclaba. Andrés estaba acostumbrado a
interrumpir un tema para seguir con otro. Hasta le divertía.
La noche fue testigo de un amor que se evidenciaba en algo tan simple como
acompañar a la mujer amada en silencio mientras estudiaba, para luego
observarla dormir, porque no había nada en el mundo más hermoso que eso.
Sentirla en su mirada y verla con el corazón.
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