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June 20, 2022

Capítulo 15. Pareja


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capítulo 15

Pareja
Vivían ebrios de caricias y sueños, nadando en los locos aleteos de las
mariposas que sentían en el estómago, cuando las húmedas lenguas de sus
interminables besos les rozaban el alma...

Ángela Becerra

Una relación de pareja suele ser muchas cosas. En los mejores casos, es un
nexo de amor que surge entre dos personas. Tiene distintas etapas cuando
cupido la favorece y evoluciona en positivo. El enamoramiento, el noviazgo,
la consolidación de la historia y el matrimonio. Era ese el caso de Andrés y de
Josefina. Para ellos, el amor era una suma de sentimientos que los convertía
en mejores personas. Disfrutaban su noviazgo y se elegían cada día. Se
complementaban, a pesar de ser diferentes. Tenían un estilo de vida que
volvían compatible, valores similares e ilusiones compartidas. El deseo de
:
estar juntos jamás se interponía cuando se trataba del espacio de cada uno.

El amor para ellos era una gran paradoja, los hacía fuertes juntos, pero
también vulnerables al pensar que no había vida posible sin el otro. Algunas
amigas de Josefina le decían que tenía que convencer a su novio de que
estudiara, pero ella no lo creía necesario. Porque ambos eran felices así. No se
trataba de un hombre cualquiera, él era el mejor. Le importaba poco lo que
pensaran los demás.

Andrés llegó a la casa de su novia. Solía quedarse a dormir allí. Sus padres lo
querían muchísimo. Esa noche habían ido a un casamiento. Josefina abrió la
puerta enfundada en un pijama de color rosa y blanco.

–¡Hola, preciosa! –dijo. La besó.

–¡Hola, vida! –saludó. Se alegraba cuando él llegaba.

–Te ves muy cansada.

–Lo estoy. Llevo horas estudiando y me falta repasar mucho todavía.

–No te preocupes. Yo te acompañaré. Prepararé café. Haré lo que necesites –


ofreció con ternura–. Me quedo a dormir esta noche si quieres.

–Eres el mejor novio del mundo. ¿Te lo dije últimamente?

–No. No lo suficiente –bromeó.

–Te amo –dijo ella mientras tomaba su rostro con ambas manos y lo besaba
en la boca.

El deseo reclamaba su tiempo de caricias y entrega. Ninguno de los dos


quería rechazarlo. Él la atrajo hacia su cuerpo. Suspiró ante la sensación que
le despertaba su calidez. Ella era todo y el contacto con sus labios era tan
intenso como la primera vez. Quizá más aún porque se conocían, se amaban
y estar unidos era honrar la vida cada día.

–Estamos solos... ¿Y si te tomas un descanso? –dijo mientras besaba su cuello


de la manera que a ella más la excitaba y su mano atrevida se deslizaba por
:
debajo de su ropa interior provocando un jadeo inmediato. Él sabía cómo
provocarla.

–Esperaba que lo pidieras… –respondió mientras le quitaba su camiseta para


sentir el contacto con su piel.

–Ya lo sé –susurró.

Andrés la alzó a horcajadas y, sin dejar de besarla, llegaron a su dormitorio.


Allí, luego de cerrar con llave la puerta, hicieron lo que mejor sabían hacer:
amarse.

Cuando ambos eran uno, cierto magnetismo los envolvía. Se miraron y se


detuvieron por un instante, solo para sentir el placer y la entrega absoluta.
No eran ella y él, eran dos almas y un cuerpo tan libre como sólido.

Podían repetir el ritual de volver a empezar con la más simple caricia y lo


hacían. Estaban unidos por una atracción irresistible, pero también por un
sentimiento profundo. Y lo más importante, soñaban lo mismo. Seguir juntos
hasta después de siempre. Formar una familia. Ser felices a su manera. Él
imaginaba que los protegería y ella, que sería una gran abogada que lograría
equilibrar su trabajo con el tiempo junto a su esposo y sus hijos.

Cuando sus cuerpos, cansados, acompasaron sus latidos y sintieron hambre,


se levantaron y cenaron en la cocina. La madre de Josefina había dejado
preparada la comida.

Más tarde, conversaron sentados en la silla del escritorio.

–Estoy preocupado, Jo –a veces la llamaba de ese modo.

–¿Por qué?

–La verdad, yo soy feliz. Lo sabes. Nosotros lo tenemos todo. Pero, aunque
siempre estoy de buen humor, detrás de eso existe una gran preocupación por
mi familia.

–¿Qué sucedió? ¿Es por la separación de tus padres?


:
–No. No es solo eso. Supongo que hubiera preferido que no ocurriera, pero
entiendo que ellos tomaran esa decisión. Son adultos. Me preocupan mis
hermanos. Algo te conté de Diego –agregó.

–Sí. ¿Sigue con la idea de abandonar la facultad?

–Sí. Mamá me dijo antes de irse que Ángeles lo dejó y que él sostiene que
hará lo correcto.

–¿Y qué sería lo correcto para él?

–Demostrarle con hechos que ella y el bebé son lo más importante. Que es
capaz de trabajar y mantenerlos desde ahora y que sus estudios no son la
prioridad.

–Me parece un poco extrema su postura. Es raro que ella lo haya dejado. ¿No
lo crees así?

–Sí. Dijo que no sabe si quiere seguir adelante con el embarazo. No me gusta
cómo están planteadas las cosas. Creo que pasa algo más, pero hablar con
Diego es difícil, hay que hallar el momento. Por otro lado, aunque nunca lo
dijo, parece dolido por la separación. Y para aumentar mi preocupación, mi
hermana me pidió que fuera a visitarla. Temía estar embarazada. Por suerte
se hizo el test y dio negativo –agregó dándole los detalles de lo vivido–. Pero
Luciano es un hombre egoísta, la anula y ella se lo permite. No entiendo por
qué.

–¿Por qué dices eso? ¿Es realmente así? Yo creo que no puedes ser objetivo
con Luciano. Nunca lo quisiste.

–Es cierto. Lo tolero por ella, pero esto es objetivo: quiere que tenga hijos y
que deje de trabajar. Mi hermana estudió mucho, como tú lo haces. No es
justo que él la manipule y la tenga atrapada en un matrimonio que no tiene
nada de pareja. Ellos no van juntos en el mismo sentido. No son como
nosotros. Él no respeta su espacio y dudo que esté orgulloso de sus logros o
de la carrera que intenta llevar adelante en la revista.
:
–Vida, no hay mucho que puedas hacer, además de aconsejarla como lo
hiciste. Son sus tiempos. Hasta que ella no decida poner límites al modo en
que su esposo actúa, nada cambiará. Más bien todo lo contrario.

–Sé que tienes razón, pero no puedo evitar preocuparme. Papá se ocupa de
ellos, pero desde otro lugar y en este momento, tiene su propio conflicto.
Mamá… bueno, no sé qué pensar: viajó sola. Nunca entendí muy bien a
buscar qué y me sorprende que dejara a los chicos en medio de tantos
problemas –dijo refiriéndose a sus hermanos–. Indudablemente, tampoco ella
vive su mejor presente.

–¿Eso nos deja frente a Andrés López Rivera, solo con una familia llena de
dramas sobre sus hombros?

Andrés la miraba con amor. Era perfecta. Hermosa por dentro y por fuera.
Tan suaves sus palabras como su piel. No imaginaba una vida sin ella.

–No. Eso nos deja frente a Andrés López Rivera realmente enamorado de su
novia, arrepentido de traer problemas a su día. ¡Perdón, preciosa!

–Vida, yo soy tu refugio. Juntos todo lo podemos. Me alegra que me cuentes.


No puedo aportar soluciones, pero acá estoy y estaré siempre para
escucharte.

–Te amo.

–Y yo a ti. No puedo hablar con Diego, pero podría conversar con Isabella.

–No. Todavía no. Esperemos a ver qué sucede. ¿Cómo vienes? –preguntó
haciendo referencia a los libros.

–Bien. Estudié mucho, pero estoy nerviosa. Siento una presión en el abdomen
y voy continuamente a orinar. Estoy perdiendo peso a fuerza de eliminar
tantos líquidos –dijo divertida.

–Amor, te pasas bebiendo té, ¡esa es la razón! Y lo del estómago es lógico.


Cuando yo estudiaba, me sentía tan nervioso que me parecía tener una mano
dentro del abdomen que se divertía apretando mis órganos. Tendrás que
:
controlar eso de alguna manera. Todavía quedan muchos exámenes hasta que
te gradúes –agregó.

–Sí, lo sé. Te amo –dijo con ternura–. ¿Una mano en el estómago presionando
tus órganos? Pobre mi amor, con razón no quisiste continuar.

–No era para mí. Estudiar no es mi fuerte.

–A mí no me importa eso. No pude conocer a nadie mejor. Los diplomas no


nos definen. Solo son un medio para vivir.

–Puede ser. Yo sé que es mejor tenerlos que vivir sin ellos, pero no todos
tenemos la capacidad. Sin duda, tú la tienes.

Ella lo besó impulsivamente en la boca. Lo amaba.

–¿Te dije que tengo cita con mi ginecóloga para llevarle los resultados de mi
control anual? –comentó cambiando el eje de la conversación.

–No. ¿Los miraste?

–¿Para qué haría eso? ¡No los entiendo! ¿Crees que me irá bien en el
examen? –interrogó volviendo al tema de la universidad. Así era Josefina.
Hablaba varios temas a la vez y los mezclaba. Andrés estaba acostumbrado a
interrumpir un tema para seguir con otro. Hasta le divertía.

–Aprobarás. Estoy seguro.

La noche fue testigo de un amor que se evidenciaba en algo tan simple como
acompañar a la mujer amada en silencio mientras estudiaba, para luego
observarla dormir, porque no había nada en el mundo más hermoso que eso.
Sentirla en su mirada y verla con el corazón.

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