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Esta historia pertenece a Daniela Briz.
No se permiten adaptaciones o continuaciones sin su consentimiento.
Sin más que decir, adéntrate en el mundo YoonMin.
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Prólogo.
Tus labios besan con lentitud la piel de mi cuello mientras yo intento deshacerme de tu suéter azul.
Nos tocamos con desesperación, como si fuésemos necesarios el uno para el otro. Todo tu ser es oxígeno y vida,
una obra maestra. Me quitas la respiración, estoy a punto de asfixiarme, te necesito.
Mi cuerpo está envuelto en el tuyo y trazas con tus dedos mi espina dorsal. Pierdo la cordura, estoy hambriento...
hambriento de tus caricias.
Capítulo 1.
Mamá otra vez usaba ese labial rojo, no me molestaba pero, ¿por qué siempre el mismo tono? ¿No podía pintarse con
algo rosa u otro color?
Plantó un beso en mi sien y sonrió de una forma en la que ella solo sabía.
—Me has pedido que saliera para distraerme, ¿quieres que me quede viendo películas contigo?
Se despidió con la mano para después salir de la habitación, sus tacones se escucharon por toda la planta baja hasta
que cerró la puerta principal. Tenía casa sola y eso significaba una sola cosa para un adolescente
fotógrafo virgen como yo: comer pizza mientras veo alguna película independiente en Netflix. Tal vez podría
poner “We need to talk about Kevin” aunque esta sería la décima cuarta vez que la vería.
Parecía que las horas pasaban lentas pero era todo lo contrario, corrían más rápido de lo normal y mamá ya estaba
quitándose su abrigo en un abrir y cerrar de ojos. Había una enorme sonrisa en su rostro, podría atreverme a decir
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que tenía luz en su mirada. Pero, a pesar de todo, sentí celos de aquel hombre que la hacía tan feliz. Había estado
saliendo con él desde hace un mes y la actitud de mamá era diferente a la de hace unos meses.
¿Cómo una persona podía cambiar a otra que sufre de depresión? Bueno, este tipo lo logró. Ella no paraba de
mencionar cuán dichosa se sentía, volvía a ser joven a su lado.
—Bastante bien, ¿no te has movido de la cama? —rio— Creo que sigues en la misma posición desde que me fui.
Sonrió boyante y comenzó a quitarse los aretes, compartimos miradas por el espejo y me lanzó un beso.
—Deja de bisbisear, querido. Pronto lo conocerás y quedarás igual de enamorado como yo lo estoy. ¿Te he contado
que...? —la interrumpí.
—Sí, mamá. Sé que él practica natación en el mismo gimnasio que tú, sé que es maestro en la escuela donde voy y
también sé que es vegetariano.
—Mejor dicho, siempre repites lo mismo. Era obvio que sepa cosas sobre ese... hombre.
—Pero no sabes que tiene un hijo de tu misma edad, ¿eh? —alzó una ceja.
—Mañana haré una cena, quiero que vistas formal y que seas un buen chico.
—Siempre soy buen chico —rodeé los ojos— ¿Y por qué habrá cena? No es mi cumpleaños, ni el tuyo.
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—Sospecho que me pedirá matrimonio.
Si hubiese estado bebiendo agua, definitivamente la habría escupido. Estaba desconcertado ante lo que había
escuchado.
—No es algo confirmado pero tienes que aceptar mis decisiones, ¿no quieres que sea feliz?
Torcí la boca y me crucé de brazos, quería que se diese cuenta que yo no estaba contento con su decisión.
—No voy a aceptar a ese tipo como padre, ni a su hijo como hermano.
Capítulo 2.
Cerré mi casillero y metí los cuadernos necesarios a mi mochila. Hoy tendría materias sumamente difíciles para mí:
Inglés y Álgebra. Caminé por el pasillo y lo vi a lo lejos, él se dio cuenta de mi presencia y corrió hacia mí. Suspiré y
me di la vuelta, tomaría otro camino.
No detuve el paso ya que no deseaba compartir palabras con ese chico. Era tan... irritante.
— ¿Traes puestos los auriculares o por qué no te detienes? —se puso enfrente de mí y sonrió de oreja a oreja.
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—Mi papá le pedirá matrimonio a tu mamá... y entonces viviremos juntos. ¿No es eso genial?
—Muy genial.
Nuestros hombros chocaron y seguí caminando hasta llegar al salón. Aplasté mi trasero en la banca e hice mi rutina
diaria, que consistía en escuchar música a todo volumen mientras desayunaba enfrente del maestro. Así pasaron las
horas hasta que todos tomaron sus cosas y se fueron a sus hogares, excepto alguien...
El maestro acomodó unos cuantos libros en el estante para después quitarse su abrigo.
Sentí náuseas de solo pensar que mamá haría algo italiano para cenar, pero me revolvía aún más el estómago saber
que ese señor y su hijo estarían en la misma mesa que yo. Y que también compartiríamos el mismo hogar, el baño,
todo.
Me apresuré en llegar a casa, esta lucía impecable. A ella le gustaba que todo estuviese perfecto en ocasiones especiales.
Mamá cocinaba pasta, movía sus caderas mientras le echaba crema a la comida. Estaba emocionada y lo odiaba.
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— ¿Atuendo?
Rodeé los ojos y subí a mi habitación, había un traje color blanco sobre el colchón. Miré la hora, faltaban solo treinta
minutos para que ellos llegasen y yo ni siquiera estaba bien vestido. Decidí que no usaría aquella bazofia y me puse
algo más cómodo, una sudadera de Pittsburg, un pantalón negro y mis Jordan.
Escuché el timbre, habían llegado muy puntuales, demasiado diría yo. Las voces de los tres no se hicieron esperar en
la planta baja.
Si hubiese podido hacer un berrinche, lo habría hecho pero no pude. Bajé los escalones y ella cambió de expresión
rápidamente. Pensé que me regañaría enfrente de ellos pero solo me tomó del brazo y susurró en mi oído
un “Hablaremos cuando se vayan”.
Los tres estábamos sentados en la mesa, el maestro enfrente de mí y su hijo a un lado mío. Permanecimos en
un glorioso silencio hasta que ese tipo decidió hablar.
—No, profesor.
— ¡Yo te puedo ayudar! —respondió el otro chico— Soy muy bueno en inglés, ¿verdad, papá?
—Así es.
No me interesa si su hijo saca calificación aprobatoria en la materia que más odio y ya no me importa si mi madre es
feliz o no. Ella puso los platos sobre la mesa y se sentó a lado del señor. Cabe mencionar que mamá no sabe que este
tipo es mi maestro de inglés y piensa que yo no lo conozco. Los cuatro comenzamos a comer, bueno, yo sólo movía
la comida con el tenedor.
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—Pensaba hacerlo antes del postre pero... —él limpió su boca con la servilleta.
Se puso de pie y sacó una cajita negra. Ya sabía para donde iba todo esto, así que me levanté del asiento y salí a pasos
agigantados de la casa. No quería ver como mi madre se casaba por tercera vez, no quería tener otra familia.
Capítulo 3.
Segundo día desde que mamá y yo vivíamos con ese señor y -el fastidioso- de su hijo. Como era de esperarse, el chico
y yo compartíamos la misma habitación así que tenía que acondicionar mi lado. Era irónico que tuviésemos que
dividir la recámara en dos, de un lado había pósteres de bandas de música, como Avenged Sevenfold y esas cosas
del Diablo. Y del otro, fotografías y cuadros que yo mismo había creado.
— ¿En verdad dibujaste esto? —él señaló los cuadernos que estaban sobre mi cama— ¿Piensas pegarlos también en
la pared?
—Sí, y sí.
—No sabía que tenías este talento —observó detalladamente cada una de mis libretas y sonrió de oreja a oreja— Eres
muy bueno.
Se dio la vuelta y salió de la habitación, dejándonos solos de nuevo. Bajamos al comedor y nos sentamos para esperar
la comida. Mamá se puso enfrente de mí y me lanzó un beso, yo bajé la cabeza para ocultar el sonrojo y seguir
comiendo.
— ¿Y... sus compañeros ya saben que viven juntos? —ella preguntó de repente.
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Yo no pude decirle a nadie porque no tenía amigos, para mí solo existía mi cámara fotográfica, mi libretas para dibujar
y Manuela -mi buena compañera-, sólo ellas.
— ¿Yoongi?
Volví a ese lugar y continué pegando mis dibujos y fotografías en la pared. Di varios pasos hacia atrás y respiré hondo
mientras me aseguraba que nada faltase. Había llenado todo mi lado con mis cosas y ahora no sobraba espacio. Me
senté en el suelo y suspiré.
—Amigos... —musité.
¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que vi a Namjoon? ¿Tres años tal vez? Ese idiota prefirió vivir en Holanda en
vez de estar aquí en Corea. ¿Qué tenía de bueno ese país? Solo existían hermosos paisajes y... bueno, punto a favor
para Holanda y para él.
Alguien tocó la puerta y me sacó de mis pensamientos, era ese chico. Tenía una bandeja con un plato lleno de kimchi
y un vaso de agua.
—Te fuiste repentinamente... Supuse que no querías compartir la comida con nosotros así que te la he traído yo
mismo para que, al menos, comas aquí.
—Gracias —tomé los palillos y comencé a comer, él me veía con una sonrisa en su rostro.
Capítulo 4.
No entendía la razón de porque Jimin no se separaba ni un segundo de mí, hasta me invitó a estar con él y sus amigos
en el descanso del colegio. Ellos eran ruidosos y no me dejaban concentrar... ¡y esto era importante, estaba tomando
fotos de un pequeño y extraño insecto!
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—Yoongi es un buen fotógrafo y dibuja bastante bien —Jimin les presumió.
—Es todo lo contrario a mí, yo dibujo con círculos y palos —otro suspiró.
Todos comenzaron a reír excepto yo, necesitaba mi soledad, no me gustaba estar rodeado de personas ya que era
obvio que no encajaba con ellas.
Asentí y sacó de mi mochila el dichoso cuaderno, empezó a hojear y sus amigos se quedaron boquiabiertos en cuanto
vieron mis feos garabatos.
Jimin se recostó en el césped e hizo una pose graciosa, no pude evitar soltar una risa y negué con la cabeza.
[...]
Mi hermanastro y yo nos habíamos vuelto inseparables, íbamos juntos a todos lados. Al sanitario, a la escuela, a casa,
y esto era porque le gustaba ayudarme a sacar buenas fotos. Él me decía: “Este es un buen paisaje, saca una
fotografía” y yo, como buen idiota, le hacía caso.
Bajamos por las escaleras del metro, las luces daban un color azul. Nos miramos y sonreímos al mismo tiempo. Saqué
mi cámara y tarde varios segundos hasta encontrar una buena posición, respiré hondo y tomé la foto.
Se me olvidaba mencionar que su padre nos compró un álbum de fotos para que pusiéramos nuestros recuerdos ahí.
Llegamos a casa y nuestros papás estaban viendo la televisión en la sala, ella a horcajadas sobre el cuerpo del señor.
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Mamá dio un salto y cayó al suelo, subí a mi habitación sin siquiera saludar y aventé mi mochila a la cama. Me quedé
mirando hacia la nada, preguntándome si debía hacer tarea o la haría mañana, cinco minutos antes de que empezara
la clase. Me tocaría inglés pero daba igual, de todas formas, mi padrastro me daría oportunidad de entregarle la tarea
en cuanto llegara a la casa. Las ventajas de tener un familiar que sea profesor en tu colegio.
—He hablado con ellos —Jimin se acostó en su cama— Dicen que harán sus... cosas... dos horas antes de que
nosotros lleguemos así nos evitaremos estas escenas tan traumantes.
Capítulo 5.
—El hecho de que esté comprometido con tu madre no quiere decir que puedas faltar con tus tareas, Yoongi.
Afortunadamente todos estaban platicando y nadie estaba atento al regaño que ese señor me estaba dando, sino sería
la burla por mucho tiempo.
Me quedé callado y él se quitó sus lentes para después dejar escapar un profundo suspiro.
—Mira Yoongi, cuando un hombre y una mujer se quieren mucho tienden a hacer el amor.
Hice lo que me pidió y me puse los audífonos para no escuchar lo que decía, saqué mi libreta y comencé a dibujar lo
primero que me pasó a la mente. Apretaba tanto el lápiz que terminé rompiéndolo, estaba furioso. Nadie me había
regañado, ¿por qué entonces este señor se daba a la obligación de hacerlo?
Alguien pasó a mi lado y me dejó un papelito en la banca, era Jimin. Tenía una sonrisa en su rostro -como siempre- y
se acercó al bote de basura.
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“Te veo en el baño en cinco minutos”
Fruncí el ceño y metió una goma de mascar a su boca para después salir del salón.
¿Debería...?
Miré al profesor, estaba distraído escribiendo en la pizarra. Estiré mis brazos y me puse de pie, al fin y al cabo no haría
nada en su clase ni en la siguiente. Arrastré mis pies por el pasillo y me dirigí al sanitario, me adentré y él estaba sentado
en el lavabo.
— ¿Para qué?
—Hazlo.
Suspiré e hice lo que me pidió, se acercó a mí y sacó algo del bolsillo de su pantalón. Era un pequeño ratón de color
blanco.
Rodeé los ojos y abrí el grifo del agua para después mojar un poco mi rostro.
—No, tengo mejores cosas que hacer. Además, él me tiene entre ceja y ceja porque no hice la tarea.
Le saqué la lengua y me dirigí de nuevo al salón, el señor me miraba con los brazos cruzados.
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— ¿Y Jimin? —preguntó.
La clase pasó lento hasta que finalmente acabó, todos guardaron sus cosas para ir a la otra clase.
Asentí con la cabeza y me senté en mi banca, él se acercó a mí y me mostró mi libreta de dibujos. Sentí que el aire se
fue de mi cuerpo, ¿por qué mierda lo había tomado sin mi consentimiento?
— ¿Dibujas en mi clase?
—Devuélvemelo.
—No me molesta que te distraigas pero por favor, no estés rogando por una calificación aprobatoria cuando sean las
evaluaciones.
—Sí, sí.
—Por cierto...
Me tendió el cuaderno y se dirigió a la pizarra para comenzar a borrar lo que había escrito.
—Si.
Capítulo 6.
Y aquí estaba, siguiendo el consejo de mi padrastro. Jamás había fotografiado a una persona pero sinceramente era
algo agradable.
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Estábamos en un estudio fotográfico, que el amigo de mi madre nos había prestado solo por una hora. Arreglé el
fondo y él vistió con un traje negro, odiaba decirlo pero lucía bastante bien. Se sentó en una silla y me miró fijamente,
estaba posando como si fuese a entrar a la Militarizada.
Asintió con la cabeza pero no hizo caso a lo que le pedí, respiré hondo para no enojarme.
—Inténtalo.
Relajó los hombros y su mirada se detuvo en otro lado, era mi momento. Apreté el disparador y el flash iluminó su
rostro.
Apreté la cámara y me puse en cuclillas para tomar otra foto pero desde otra posición.
—Abre tu boca.
— ¿Disculpa?
Él hizo lo que le pedí y su lengua rozo sus labios para después dar una ligera mordida sobre ellos. Yo estaba tan
concentrado, mi corazón latía tan rápido y el calor se apoderó de mi cuerpo. El nerviosismo no me dejaba apretar el
disparador, mis manos temblaban y todo esto sólo por verlo lamer sus labios rosados.
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— ¿Quieres que vuelva a hacerlo?
—N-No, no es necesario.
Sonrió de oreja a oreja y siguió posando, esta vez con más naturalidad. El simple hecho de verlo sentado, haciendo
esas poses solo para mí, para mi álbum de fotos, era placentero. Ahora entendía porque jamás había fotografiado o
dibujado a una persona, en especial a alguien de mi mismo sexo.
— ¿Hemos acabado?
Apagué la cámara y deseé como nunca estar en el baño, masturbándome enfrente del espejo mientras miraba mi rostro
sonrojado y mi cabello pegado a mi frente por el sudor. Imaginarme los deliciosos orgasmos que tendría después de
esta sesión fotográfica, era algo que me ponía tan duro.
Capítulo 7.
No entendía porque tenía que estar en la competencia de natación de aquel señor y su hijo, quizás porque mamá
quería que alguien tomara fotos en HD y que no le cobrara.
Lamí mis labios y tomé varias fotos, perfectas para mi gusto. No era por presumir pero yo era un buen fotógrafo a
pesar de que tenía sólo diecisiete años.
— ¿Puedo ver las fotos que has tomado, hijo? —mamá me preguntó.
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— ¿Por qué? ¿Porque le saco fotos a tu nueva familia?
Usaba un traje de baño sumamente pegado, tanto, que se le marcaba el trasero y el pene en la tela.
Él me miró, esperando que yo le diera ánimos pero me limité a tomarle una fotografía para el recuerdo. No habíamos
hablado después de ese día...
— ¡Los competidores de la liga de diecisiete años a sus puestos! —una señora dio aviso por medio de una bocina.
Park corrió a toda prisa a su lugar, me puse de pie e hice mi procedimiento para sacar buenas fotos. Respirar hondo,
mantener el dedo sobre el disparador y capturar en el momento preciso.
— ¡Fuera!
Los diez chicos comenzaron a nadar rápidamente y todo el lugar se llenó de gritos eufóricos.
Él movía sus brazos de un lado a otro pero se detuvo y poco a poco se hundió en el agua, le había dado un calambre.
Un salva-vidas lo ayudó a salir de la alberca olímpica, lo puso en el suelo y masajeó los músculos de sus piernas.
Era tanta su angustia que empezó a llorar, su padre se sentó a un lado de él para tranquilizarlo mientras mamá y yo
los veíamos atentos. Su rostro lleno de dolor y preocupación realmente provocó un vacío en mi corazón, tanto, que
deseaba dibujarlo en mi libreta o fotografiarlo, cualquiera de las dos. Pataleaba y gritaba como un niño pequeño,
berrinchudo y tierno, por eso lo odiaba tanto. Además de ser hijo del señor que no me aceptó la tarea.
— ¿Q-Qué?
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—Haz lo que te digo, Yoongi.
Suspiré irritado y me puse en cuclillas enfrente de su cuerpo, él talló sus pequeños ojos e hizo un puchero.
—No será la primera competencia a la que asista, ¿cierto? —alcé una ceja— Somos una familia y compartiremos más
momentos así, no hace falta que te frustres.
Capítulo 8.
Mordí la punta de mi lápiz mientras veía el boceto que estaba haciendo de él. Mierda, he perdido la cuenta de las veces
en las que lo he dibujado, ya sea sonriendo o cuando frunce su ceño mientras lee un libro...
Alcé la mirada y él salió del salón con dos cuadernos entre sus brazos. No pude evitarlo y saqué mi cámara de la
mochila para tomarle una fotografía a escondidas, se veía tan bien. Se encontró con varias chicas en el pasillo y
comenzaron a charlar, ellas jugaban con su cabello para coquetearle. Sentí celos.
Su rostro era tan perfecto, tan estético, esa mandíbula tan bien definida al igual que todos sus rasgos faciales. Dios,
me volvía loco y ni siquiera me di cuenta de en qué momento comencé a desearlo de una forma tan diferente. Él era
la única persona que yo deseaba dibujar y fotografiar. Apuesto a que nunca nadie se ha dado cuenta de que tienen a
un ángel frente a sus ojos. La gente no sabía apreciar su belleza, pero yo sí. Me sentía atraído en todos los sentidos de
la palabra.
— ¿Yoongi?
Salté asustado y guardé mi libreta en la mochila, Jimin estaba enfrente de mí con una paleta de dulce en su boca.
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—Quería estar solo, además nunca pongo atención en inglés —respondí.
Se sentó a mi lado y -sin mi consentimiento- sacó una libreta de mi mochila. Afortunadamente no era el cuaderno
donde tenía sus bocetos o me moriría de vergüenza y eso no sería nada bueno.
—Estuve practicando mientras papá nos enseñaba el verbo “to be” —lamió sus labios.
Apretó el lápiz y comenzó a dibujar, estaba tan concentrado. No permitió que mirase pero después de unos minutos
me mostró los resultados de su creatividad.
Capítulo 9.
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Podía escuchar los pasos de Jimin, me estaba siguiendo pero yo caminaba más rápido. Mordí la piel interna de mi
mejilla e ignoré sus gritos, la gente nos miraba con curiosidad. ¿Por qué el hijo del profesor de inglés seguiría a un
chico cualquiera? ¿Por qué gritaba su nombre por todo el colegio y este ni siquiera volteaba a verlo?
Detuve el paso y se puso enfrente de mí, estábamos cerca del equipo de béisbol y podía sentir como sus ojos se
clavaban en mi espalda.
—Escúchame... —jadeó mientras se apoyaba sobre sus rodillas para recuperar el aliento— Te lo suplico...
Me tomó de la mano y caminamos hasta los baños para que nadie escuchara nuestra larga charla.
—Tengo clase de Literatura así que escupe rápido lo que vas a decir —gruñí.
—Pero si la misma habitación y ahora me da miedo dormir en el mismo cuarto contigo —respondí.
—Sé que lo dije muy rápido, que quizás me alteré pero me estoy volviendo loco. Por ti, por mí, por todo esto.
—Voy a hablar con mi madre sobre lo que acabas de confesarme, no pienso estar a tu lado ni un segundo más.
Me dirigí a la puerta pero él puso sus brazos entre mi cabeza para acorralarme. Acercó su rostro al mío para después
cerrar sus ojos y respirar hondo.
— ¿Por qué?
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—No puedo quererte de la misma forma, Jimin.
Apretó los dientes y respiraba con dificultad. Estaba molesto o triste, cualquiera de las dos.
— ¿Q-Qué?
Logró tomar la cámara y en cuestión de segundos la encendió. Me agaché sin despegar mi espalda de la pared y bajé
la mirada. Me sentí débil en ese momento, sin esperanzas y todo porque...
Capítulo 10.
Eres azul, amor mío. Amable, encantador, noble, paciente y frío como estar sin abrigo en la Antártida.
Enciendes mis emociones y me llenas de colores. Mi piel se quiere pintar de tu azul, deseo ser tocado por ti, quiero
embriagarme de tu ser.
Quiero contemplar tu cuerpo, desnudar tu alma y ver qué es lo que ocultas detrás de esa apariencia tan rígida.
Dibujar con las yemas de mis dedos el contorno de tus rasgos faciales, besar cada rincón de tu cuerpo, sin dejar un
sólo espacio.
Te quiero completo, te quiero para mí. Soy un envidioso, lo sé, pero me he dado cuenta de lo que eres y no pienso
compartirte con nadie.
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¿Por qué nunca quise aceptar lo que siento por ti?
Ya no lo quiero negar, ni esconder. Tú eres un tema quería evadir, todo por mi bien. Pero lo siento, no puedo ocultarlo,
esto me está haciendo perder el juicio.
Estas en mis pensamientos y en mis sueños, y pareciera que no tienes intención irte de estos.
Eres tan especial y yo soy sólo un bicho raro. ¿Cómo pude siquiera pensar que tú me pertenecías? ¿Qué eras solo
mío?
Epílogo.
Los cuatro estábamos sentados en el comedor, mamá y él charlaban sobre cómo les había ido en su día pero...
— ¿Jimin? ¿Yoongi? —ella nos habló— No han comido nada, ¿no tienen hambre?
Me puse de pie y subí las escaleras sin responderle, giré hacia la izquierda y me adentré a la habitación. ¿Cómo podría
seguir compartiendo la recámara con él...? Le confesé en el baño que yo estaba dibujando a su padre porque quería
subir de calificación, tenía que mentir.
Puse la almohada sobre mi rostro y solté un grito, ¿por qué no pude ser capaz de decirle la verdad?
—Pensé que estabas enamorado de mi papá pero si dices que no es cierto... entonces te creo.
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— ¿E-En serio?
Park y yo compartimos miradas y asintió para dejarme ir, posiblemente tendríamos esta charla más tarde. Me puse de
pie y bajamos las escaleras para después salir de casa. Abrió la puerta del coche y se subió, suspiré y lo seguí.
—Me han pedido que tome fotos de una exposición británica y tú eres un perfecto fotógrafo.
Tragué saliva y recargué mi cabeza en el vidrio, eran las cuatro de la tarde y el Sol estaba en su punto más fuerte.
—No... No lo creo, ¿por qué? —detuvo el automóvil en cuanto el semáforo se encendió de color rojo y frunció el
ceño.
Mordí mi labio y comencé a jugar con mis dedos, se dio cuenta y sonrió para tranquilizarme.
—Eres tú.
Él no se inmutó que ya debía avanzar y apreté el botón para encender las intermitentes.
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— ¿Desde cuándo...? —se le cortó la voz.
—Yoongi, yo...
—Ya sé que estás casado con mi madre y que eres heterosexual, Dios santo —rodeé los ojos.
Encendió la radio para crear una barrera invisible entre nosotros dos pero enseguida la apagué.
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