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Universidad Bolivariana.

Escuela de psicología.
Técnicas de tratamiento.

La misma cara.

Rodrigo Valdenegro Cáceres.


Invierno 2001.
“… A través del relato la repetición, las resistencias, la interpretación y la
transferencia cobran un sentido particular…”
La extrañaba. No sé si costará olvidar tanto a alguien. Me
desangraba por dentro. Trabajaba todo el día en la consulta. Pero, así y todo
no podía olvidarla. Caminaba, iba al parque, me juntaba con mis amigos. Pero,
era imposible. Era la única mujer que había tenido. Había vivido romances
pero nunca había durado tanto tiempo. Fueron casi diez años. Mis amigos
decían que debía salir. Hacer otras cosas e incluso dejar de atender
pacientes. Podrías hacerles daño- decía uno-, Recuerda que de alguna
manera tu problema se refleja en la terapia y esto tal vez no sea bueno para
los pacientes-decía otro. Llegué a mi casa, prendí el equipo musical y dormí
por largas horas. Desperté me bañe e hice un último esfuerzo por recuperar
lo que antes fue mío. Me dirigí donde mi ex polola. Estaba en casa. Estaba
sola. Me invitó a su pieza. Pase. Mi cuerpo no estaba conmigo. Yo estaba
tranquilo pero mi cuerpo no. Mi corazón se desviaba de mis pensamientos.
Mientras conversábamos no pude evitar pararme e ir en busca de un vaso
con agua. La situación era irremediable. No había nada más que hacer. Yo
estaba dispuesto a cambiar. Pero ella no. De hecho, ¿ Era necesario
cambiar?, ¿ Que no es el amor el que trasciende nuestras formas de ser, de
comportarnos, de aceptarnos tal y como somos?. Yo aceptaba su manera de
ser. Ella no. Ella me quería cambiar. Yo quería aceptarla tal y como era. Yo le
decía: “ tratemos de construir algo nuevo”. Ella respondía: “ Lo que pasa es
que no has cambiado para nada. Me gustaría que cambiaras”.
No aguante la situación. Señale, que nadie pude hacer cambiar a las
personas. Cada uno es como es. La repetición es inherente al ser humano. El
aceptar a otro tal y como es incorporarse a la aceptación de los límites de
un otro y el propio. No me entendió. Solo pude retirarme con el mayor de los
dolores. No lloré. Quería hacerlo pero no lo logré. Ella si lo hizo.
Dedique los meses siguientes a estudiar y trabajar como un robot.
Deje de lado mis sentimientos y mis momentos diurnos fueron dedicados a
mis responsabilidades formales. Estaba solo. Sin compañía alguna. Sin
embargo, mi soledad era visitada por los recuerdos de mí ex mujer. ¿ No
podía olvidarla?, ¿ El proceso de duelo era tan extenso?, ¿ Debía comenzar a
buscar otros horizontes?.
Empecé a salir con mis amigos. Lo pasaba bien. Pero siempre sentía
ese vacío en mi interior. A veces, la música de los grandes locales, las luces,
el humo del cigarrillo, las féminas y el ambiente no lograban sacarme de mi
círculo de silencio. A ratos me sentía un extraño en mi propia tierra. ¿ A
nadie le pasaba lo mismo que a mí?, ¿ Esta era la forma de alejar el dolor?,
¿ Las fiestas, el licor, la buena compañía de mujeres y el olvido, eran la
forma de desintegrar el sufrimiento?.
Di las gracias a mis amigos. Pero argumente que no era adecuado para
mí el celebrar sin restricciones. Opte por pedir vacaciones anticipadas. Me
las concedieron. Fui a un lugar lejos del excesivo ruido. Fui a Valdivia. Me
aloje en un hotel cerca del centro. El primer día dormí como un oso en
hibernación. El segundo solo vi televisión. El tercero, ya me levantaba para
ver la lluvia y a las personas que pasaban cerca del hotel. El cuarto día me
levanté. Me bañe más de media hora. Lentamente me vestí. Cobije mi ropa a
mi cuerpo como si fuera la última vez. Baje al comedor y pedí el menú. No
tenía hambre. Solo pedí un café y cigarrillos. Parecía enfermo. Tal vez
estaba enfermo. Aún no podía olvidar a mi antigua mujer. ¿ Que estaba
haciendo?, ¿ Me extrañaba como yo a ella?. Solo hice callar a mis
pensamientos. Sufría cada vez que la recordaba. No sé por que me resistía a
olvidarla. No quería aceptar la pérdida.
Después de fumar tres cigarrillos y tomar dos cafés me retiré de mi
posada. Salí a caminar por las calles de aquella ciudad. De pronto, un cartel
anunciaba la salida de un tour por el río calle- calle. Pregunté el precio. Era
accesible. Lo tomé. Me subí y me pose en la parte posterior de éste. No me
encontraba sólo. A mi lado había una mujer. Y al parecer estaba sola. Me
acerque un poco más. La salude con un gesto muy cordialmente. Me acerque
más y le pregunte que hacía en un lugar tan frío. Respondió que estaba de
vacaciones. La invité a entrar. El frío era intenso. Era preciosa. Algo de ella
me era familiar. Cuando hablaba me sentía cobijado por un sensual y tierno
sentimiento. Acordamos en juntarnos al día siguiente.
Andaba con un poco más de ánimo. La tristeza poco a poco
abandonaba mis ideas. Aunque pensaba que no debía construir demasiadas
ilusiones con mi nueva compañera, me sentía mejor. Era separada hace poco.
Tenía dos hijos. Ambos eligieron vivir con su padre. Lo cual la entristecía
pero al mismo tiempo la enorgullecía por la opción libre de sus hijos. Ella
podía verlos cuando quisiese. Ellos también.
Me establecí en Valdivia. Y me establecí con ella. Hace un mes supe
que mi ex mujer se había casado. Me dolió. Pero no tanto como hubiese
pensado. Al parecer, la herida ya estaba curada. Mi actual mujer era
excepcional. Pienso, que los silencios son los que determinan( entre otras
cosas) lo bien que puedes sentirte con alguien. A veces, por horas no
hablábamos. Pero, su compañía me era suficiente. Ella trabajaba en la
municipalidad. Yo, junto con otros colegas nos instalamos con una gran
consulta. No me iba mal. Tenía lo necesario como para no quejarme. Hacía ya
un año y algo que no sabía nada de mí ex mujer. Lo último que supe es que se
casó. No sé, sí la extrañaba o algo aún no se cerraba.
Ahora que la distancia separaba la experiencia podía ver con más
claridad mi caso. Alguna vez creí en el amor. Siempre he pensado que para
cada hombre hay una mujer. Una vez pensé que mi ex mujer era la mujer que
pasaría a mi lado para siempre. Pero, no fue así. A mi actual mujer la quiero.
A mí ex mujer la ame. A ella la conocí cuando tenía catorce años. Estuve con
ella hasta los veinticinco. Actualmente tengo veintisiete. Desde que termine
la relación juré no aliarme a alguien con las mismas características que ella.
No sé si la mujer espera que uno tome el control en ciertas situaciones o es
mejor dejar que la separación determine los pormenores. Con mí ex mujer la
mayor parte de las veces yo tomaba las decisiones. Claro esta que ella
también tomaba decisiones pero siempre dejó que yo decidiera en última
instancia. Tal vez, nuestra separación no hubiera ocurrido si yo no lo hubiese
aceptado. Pero, ¿ Quién soy yo para mantener a alguien a mi lado?, ¿ Que no
es el amor el que une a las personas?. No tenía por que forzar la relación.
Tal vez un día me encuentre con ella. Y tal vez me diga que no luche por ella.
No sé. Eso me mata cada vez que lo recuerdo. Sin embargo, ahora estoy
bien. A mi mujer actual no la amo pero si la quiero mucho. Llevó dos años con
ella. Pero, ¿ Por qué me resisto a olvidar el pasado?. Sé que hace daño.
Duermo.
Despierto y mi actual mujer esta a mi lado. La miro. La toco. Es
bellísima. Le pregunto como esta. Me dice que un poco molesta. Le pregunto
porque. Me señala que hay conductas mías que a ella le molestan. Me
preocupo. Me visto y me siento a su lado.
- Te veo triste- Le señalo preocupado-
- Un poco… lo que pasa es que me molestan algunas cosas tuyas.
- ¿Cómo que?- Pregunto tiernamente.
- No sé… a veces te veo tan pasivo frente a algunas situaciones.
- ¿ Cómo cuales?- Pregunto un poco molesto-
- No sé… A veces andas triste. Te hablo y no me tomas en cuenta.
Incluso estando a tu lado me he sentido sola.
- Piensas en alguna solución- pregunte con cierta gracia-
- Sí… me gustaría que cambiaras. Desde que te conocí que te digo lo
que me molesta y no has hecho nada.
Callé. Le di un beso en la frente. Me vestí y le dije a Leticia que no me
esperará a almorzar. Camine largas horas. Lloré por largas horas. Aún no
encontraba una explicación a mi tristeza. “”Las apariencias engañan””-
decía una voz en mi interior-. “”La repetición nuevamente cobra sentido
en el presente””- Decía otra.
Tal vez, en Leticia, habían cosas que le pertenecían a Fernanda.
¿Quién era Leticia?. Tal vez, era Fernanda disfrazada de Leticia. ¿ Había
elegido nuevamente a mi antigua mujer?. ¿ Era el inconsciente capaz de
engañar las percepciones actuales?, ¿ Había olvidado a Fernanda
completamente?, ¿ Debía desplazar mis sentimientos pasados a mi actual
mujer?,¿ Sabía Leticia lo que me pasaba?, ¿ Merecía que la engañase
pretendiendo cada vez que la viera?. Camine largas horas por la costa de
la ciudad que me cobijaba. Lloré a más no poder. Cuando me encontraba
ya frente a mi casa dude en entrar. ¿ Tenía que ir en busca de
Fernanda?, ¿ Valdría la pena?. De ir, ¿ Me recibiría con el mismo
sentimiento que yo sentía?, ¿ Merecía Leticia el impacto de tal engaño?.
Sólo entre y en casa no había nadie. Sólo había una nota que decía:
“ Estoy en casa de Mamá. Llámame. Un beso. Leticia”. Me senté
cómodamente en mi sillón. A oscuras el dolor poco a poco se desvanecía.
Dos días después y un poco aturdido desperté. Leticia, estaba a mi
lado. Estaba en la clínica. Había sufrido una baja de glucosa. Apreté
fuertemente su mano. Ella decía que me recuperaría. Que me amaba. Le
pregunté si verdaderamente me amaba. Respondió que desde el primer
momento en que me vio. La abracé como pude. Le pedí disculpas por no
haberla llamada. Me disculpó e insistió en el gran amor que sentía por mí.
La apreté más fuerte aún y lloré con más fuerzas que nunca. Pero esta
vez mis lágrimas no pretendían añorar a Fernanda. Tampoco lloraba por
el sufrimiento pasado. Lloraba por lo estúpido que había sido. La mujer
que me acompañaba ese día no necesitaba sufrir. Como yo tampoco. Mi
alma se iluminó. Fernanda merecía solo un recuerdo de entre otros.
Fernanda merecía que la recordase como una buena compañera del
pasado. Leticia no merecía ser comparada con nadie. Ella era única. Tenía
un universo y yo quería compartir ese universo. Ella me necesitaba. Me
decía que me amaba. Yo también la necesitaba. Ahí di cuenta de que la
amaba. Yo merecía amar a mi presente mujer. Respire profundamente.
Seguía llorando. Pero con un tinte de esperanza. Con una alegría teñida
de comprensión y entendimiento. El cielo se abría. Mi pareja me
acompañaba. Yo también. Aún lloraba. Pero esta vez note que mis
lágrimas me señalaban que mi actual mujer merecía mi compañia y mi
gran amor…

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