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LENGUA Y LITERATURA III.

GÉNEROS, TEXTOS Y DISCURSOS

Clase 6. La polifonía textual: la cita encubierta


Citar palabras propias o de otros, de forma directa o indirecta, es la forma más evidente de la
polifonía discursiva, pero no la única: aunque menos evidentes, también podemos reconocer otras
voces en los cambios de lenguas, lectos o registros, en los enunciados ecoicos, que replican un
enunciado previo reproduciendo parte de su estructura, en los empleos anómalos de tiempos
verbales, en la ironía, los refranes y otras construcciones lexicalizadas. Estas citas encubiertas son
definidas así por Graciela Reyes (1994):

La cita es la representación lingüística de un objeto también lingüístico: otro texto.


Esta representación puede ser total o parcial, fiel o aproximada: el grado de
semejanza entre los dos textos depende de muchos factores, determinados por la
intención comunicativa del hablante. No es necesario al citar reconstruir otro
enunciado al pie de la letra. Habrá cita siempre que el oyente reconozca la intención
del hablante de evocar un enunciado o un pensamiento ajenos.
Reyes, G. (1994). Los procedimientos de cita: citas encubiertas y ecos.
Madrid: Arco Libros.

Para detectarlas nos guiarán los recursos gramaticales y léxicos que indican rupturas en el enunciado
que dejan entrever enunciados previos, de voces ajenas o propias, que se replican reproduciendo su
estructura gramatical y sus componentes, aunque no estén marcados por un verbo introductor ni
por la conjunción subordinante.

Las rupturas estilísticas


Como ya hemos visto en la clase anterior, el discurso directo no impone restricciones al discurso que
reproduce, incluso en relación con la lengua o las lenguas en que se expresa, como, por ejemplo, en
el diálogo que entabla el narrador y unas indias en quechua, traducido al español, en Los ríos
profundos de José María Arguedas:

“―Jampuyki mamaya (Vengo donde ti, madrecita)― llamé…

―¡Mánan! ¡Ama rimawaychu!― (¡No quiero! ¡No me hables!)― me contestaron” (p. 32).

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No es esta la única forma de introducir quechuismos en su relato, como se ve en: «El genio de un
dansak’ depende de quién vive en él: el “espíritu” de una montaña (Wamani)» (p.253), donde los
términos dansak’ (bailarín) y Wamani (montaña) le sirven no solo para representar una cosmovisión
diferente a la de la cultura occidental, sino también su doble identidad de hijo de blancos criado entre
indios.

En cambio, Lucio V. Mansilla prodigaba en sus escritos frecuentes citas en francés, como el refrán
que cierra una de sus Causeries —un galicismo más— de los jueves (1890):

“Doctor Pellegrini, tenemos que morirnos para saber lo que de nosotros piensa la
opinión nacional, casi he dicho….la hipocresía. A tout seigneur, tout honeur” (“¿Por
qué?” Entre nos, p.83).

El hecho de que, a diferencia de los quechuismos de Arguedas, no aparezca traducido —literalmente


‘A todo señor, todo honor’, que significa ‘Honor a quien honor merece’— indica que esta lengua
formaba parte de la cultura lingüística compartida por el autor y sus destinatarios.

A una intención y a una causa muy distinta obedece el frecuente empleo de los galicismos en las
letras de algunos tangos, como Muñeca brava (1928) de Enrique Cadícamo, en la que el enunciador-
poeta se dirige a una mujer a la que le reprocha, mordazmente, su forma de expresarse afrancesada
y sus pretensiones de gran señora:

Che, madam, que parlás en francés


y tirás ventolín a dos manos,
que tomás el champagne bien frappé
y tenés gigoló bien bacán.

El galicismo de Mansilla se inserta en la prosa culta de un autor que hace gala de su cultura lingüística;
en cambio, el del tango tiene que ver con una situación histórica particular: la llegada masiva de
inmigrantes europeos, que convirtió a Buenos Aires a fines del siglo XIX y comienzos del XX, en una
ciudad cosmopolita y plurilingüe, una Babel, en la que coexistían diferentes lenguas, como el italiano,
el gallego, el francés, el árabe, el idish. De hecho, en estos versos, además de los galicismos
subrayados, aparecen también palabras de origen dialectal italiano: ventolín, diminutivo de vento,
denominación metafórica del dinero, que, como el viento, se escurre con facilidad de las manos, y
bacán, que designa a un individuo de buena posición, de donde proviene el adjetivo ‘lujoso, fino’,
que aquí modifica al galicismo gigoló, sustituto del italianismo cafishio ‘proxeneta’.

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Así surgieron variedades inmigratorias como el cocoliche, que trasunta el esfuerzo del italiano por
hablar el castellano, y la versión paródica que el criollo hace de esta jerga, el lunfardo. Este es un
argot, es decir, un repertorio léxico característico de un grupo social o profesional, que en sus
orígenes se identificó con los sectores de la mala vida porteña, pero que, difundido a través del tango
y del teatro popular, se fue afianzando como el habla de la intimidad de los argentinos. El
plurilingüismo derivado de esa situación histórica se representa en el sainete nacional:

Uno de los más primeros y más conocidos es El conventillo de la Paloma de Alberto


Vacarezza, al que se refiere el siguiente video del Canal Encuentro. En la escena de
Mustafá de Armando Discepolo habla uno de los personajes en cocoliche acerca de su
relación con el “turco” Mustafá.

https://www.youtube.com/watch?v=4OMPDl3DzsQ

La introducción de expresiones ajenas al español produce una ruptura estilística, en la que


las lenguas evocan voces sociales, asociadas a diferentes valoraciones. El resultado es un
texto polifónico.

Como se ve, la presencia del emisor se reconoce no solo por activar el aparato
formal de la enunciación, es decir, los recursos deícticos que hacen referencia a los
protagonistas de la situación discursiva y del lugar y el tiempo en que tiene lugar,
sino también por el repertorio lingüístico que emplea en su discurso.

En este sentido interesa la variedad que define su identidad lingüística como miembro de una cierta
comunidad lingüística —en nuestro caso la que se comunica a través del español—, pero también la

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de un grupo básicamente heterogéneo, que forma una comunidad de habla, que se caracteriza por
hablar más de una lengua y por compartir las reglas para su uso. Así, en nuestro país el español o
castellano convive actualmente con las lenguas de los pueblos originarios, como el quechua, el
guaraní, el toba o el mapudungun o mapuche, con las de los inmigrantes, como el chino, el coreano,
el creole de los haitianos o el wolof de los senegaleses, además de las que se aprenden por razones
culturales o laborales, como el francés o el inglés.

El quiebre estilístico que reconocimos en el empleo del quechua o del francés no solo se produce por
la presencia de una lengua diferente, sino también por la de unidades que remiten a distintas
variedades de una misma lengua. Son las siguientes:
§ la DIACRONÍA o estadios históricos; así, un arcaísmo como Cosas veredes, Sancho, no se interpreta
literalmente (‘Verás cosas, Sancho’), sino para demostrar perplejidad o sorpresa frente a algo;
§ los DIALECTOS, variedades geográficas de la lengua: como en nuestra variedad el verbo coger
es una palabra tabú, su empleo en una conversación formal supone una grave transgresión,
por lo que se interpreta como propio de un extranjero, ajeno a la norma;
§ los SOCIOLECTOS, que distinguen a los grupos sociales de un cierto lugar. Muchos de los rasgos
gramaticales y léxicos de los sociolectos populares, como el subjuntivo haiga, el femenino la
calor o el plural hubieron, se han estigmatizado como evidencias del descuido o de la escasa
educación de los hablantes, aunque son formas de la lengua antigua que tuvieron menos éxito
que otras como caiga, la flor o tuvieron.

Más rara es la caricatura del sociolecto de los sectores altos. María Belén y
Alejandra, dos personajes creados por el humorista Landrú, representaban la
manera de hablar de las porteñas ‘bien’ de los años 60, las chetas de hoy:
http://www.tiavicenta.com/maria-belen-y-alejandra-1969/

§ los CRONOLECTOS, que distinguen diferentes grupos según sus edades: por lo general, más
innovadores los juveniles y más conservadores los de mayor edad; de ahí la rareza del empleo
de una expresión como re copado en el habla de un anciano, o de Era de divertido… en el de
un adolescente.

Todos ellos configuran grupos de hablantes más o menos acotados a los que el emisor pertenece
de manera estable o transitoria, por lo que no están sujetos a la elección y a la alternancia.

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§ los REGISTROS o variedades estilísticas, en cambio, dependen del grado de formalidad que se
atribuya a la situación comunicativa; la habilidad del hablante consiste en acomodar su
lenguaje a los factores que la definen. Así, la expresión Che, chavón es inadecuado para
dirigirse a una persona mayor, de la misma manera que lo es estimado caballero para tratar
a un amigo.

Entre los diversos registros el más prestigioso es el de la lengua estándar, asociada con la lengua
escrita y, en particular, con el discurso científico, histórico, periodístico. En estos se oculta la
presencia del hablante a través de diferentes formas de IMPERSONALIDAD, en la que un sujeto indefinido
sustituye al hablante concreto, y del tiempo de la enunciación, mediante el presente genérico.
Además de borrar los acentos, las palabras y las estructuras que caracterizan la manera real en que
cada uno se expresa, se tiende a evitar, además, las modalizaciones y subjetivemas para demostrar
la OBJETIVIDAD del discurso periodístico o histórico.

En el siguiente fragmento de la columna de Sara Gallardo en la revista Confirmado (31.11.69) “El ama
de casa: ¿o quelés cambial?” se advierten varias rupturas estilísticas, en las que la variedad estándar,
propia de la lengua escrita, alterna con diferentes lenguas y sociolectos de Buenos Aires:

Las encuestas han descubierto que los diferentes trabajos que debe cumplir un ama
de casa en una sola jornada varían de sesenta a ciento cincuenta. Variedad y
multiplicidad a la cual se agrega la dispersión del tiempo, pues los trabajos se
desgranan a todo lo largo del día […] A este hercúleo panorama suman los expertos
lo que laboralmente se llama algo así como imprevistos: tinta volcada, pantalón
desgarrado, vidrios rotos, visitas inesperadas. Todo eso (palabras científicas) exige
«una perpetua “reconversión” de mano de obra, una adaptación a las
circunstancias, una disponibilidad en el “presupuesto-tiempo”, que vuelven raros
los momentos de real libertad».
¿Aterrador? ¿Deprimente? No lo sé. […] Dicen los franceses que «la hâte enlaidit»,
la prisa afea. No lo dudamos. Basta vernos, amas de casa más o menos mistongas
que somos todas, después de haber bregado por las calles de Dios, las fábricas de
juguetes, las rotiserías y las tiendas, el ojo vidrioso, la lengua pegada al paladar, la
sonrisa exangüe, el pulso tembloroso y el paso tambaleante, cómo estábamos de
bonitas y frescachonas para recibir el año nuevo. Caramba. ¿No hubiera sido mejor
comprar el pollo asado y a otra cosa? (Macaneos, p.87).

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La autora opone la diversidad de la lengua hablada, reflejada en las rupturas estilísticas de su lenguaje
mimético, a las formas propias de la lengua escrita, que en el discurso científico de divulgación que
imita se caracteriza por los rasgos, ya mencionados, de IMPERSONALIDAD, genericidad temporal y
pretendida OBJETIVIDAD.

Los enunciados ecoicos


En la conversación, el hablante suele evitar encadenamientos causales y se concentra en secuencias
breves y fuertemente trabadas en las que retoma el enunciado de su interlocutor para pedir una
aclaración, cuestionarlo o rechazarlo. Al hacerlo a menudo copia la estructura sintáctica del
enunciado previo, y lo replica reproduciendo las palabras que provocan su perplejidad u oposición,
pero también introduciendo cambios en algunos elementos gramaticales. Es lo que ocurre con la
negación metalingüística. Así, cuando la negación contradice un enunciado previo, que reproduce
parcialmente, se concentra en uno de sus constituyentes: por ejemplo, en No le pedí que me lo
trajera; se lo ordené, lo negado es la fuerza ilocutoria baja del enunciado directivo con el verbo pedir.

En el intercambio que sigue la negación en la respuesta apunta a la polisemia del adjetivo pobre, que
se manifiesta en la posición que ocupa el adjetivo: B descarta el significado relativo al nivel
económico, que se asocia a la posición posnominal, y lo rectifica en el sentido que lo califica como
persona, propio de la posición prenominal:

A. ―No le puedo pedir eso, mamá. Mi novio es un estudiante pobre.


B. ―No, querida. Tu novio no es un estudiante pobre, sino un pobre estudiante.

En otro enunciado ecoico negativo, propio de nuestra variedad dialectal, la negación aparece
reforzada por nada, como se ilustra en el siguiente diálogo:

A. –¿Le dijiste a tu amigo que no venga?


B. –No, no se lo dije nada.
nada es un elemento enfático, que refuerza la negación preverbal, y puede ser parafraseado por en
absoluto o para nada. A diferencia del pronombre nada —No dijo nada, que funciona como objeto
directo— o del adverbio nada —Ese trabajo no era nada sencillo—, que modifica al adjetivo en (B)
nada no cumple ninguna función sintáctica.

El uso citativo y las formas verbales

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La negación es un recurso fundamental en la réplica a un enunciado previo. También da lugar a
enunciados ecoicos, como veremos, la flexión verbal –el tiempo y el modo; observemos, por ejemplo,
el empleo del futuro en la respuesta de B en el siguiente diálogo:

A. ―Es una excelente película.


B. ―Será una excelente película, pero yo me quedé dormida a los diez minutos.

Este empleo del futuro no indica tiempo, sino que modaliza el enunciado, al expresar la distancia
polémica que el emisor asume frente a lo dicho por su interlocutor: aunque parezca aceptarlo, lo
objeta con el argumento introducido por pero.

El subjuntivo puede expresar una actitud similar en una oración introducida por aunque, si bien u
otra conjunción concesiva cuando se emplea para desestimar el obstáculo que el interlocutor A
plantea para realizar un proyecto:

A. No vamos a poder salir: está lloviendo.


B. Aunque esté lloviendo, vamos a salir.

El futuro concesivo o el subjuntivo polémico son propios de este tipo de intercambios, en los que el
hablante evalúa lo dicho por su interlocutor y lo replica. Ambas formas aparecen en el segmento
inicial del enunciado, como es característico de la información que se considera conocida; la
novedosa queda realzada en la posición final.

No son estas las únicas interpretaciones de la flexión verbal especializadas en la polifonía textual: las
dos que se ilustran a continuación se distinguen de las anteriores por no repetir lo dicho en el
enunciado previo, sino por presentarla como información recibida “de segunda mano”, pero no
garantizada; su carácter de uso citativo se detecta por la flexión verbal empleada:

1. El presidente vetaría los cambios introducidos en la nueva ley.


2. Hoy viajaba tu hermano, ¿no?

El denominado ‘condicional de rumor’ de (1) es frecuente, sobre todo en el discurso periodístico: le


permite al periodista presentar la información que brinda como conjetura, y de esa manera no
comprometerse con su verdad —y, por lo tanto, evitar un juicio—. Asimismo, en la pregunta (2) el
adverbio hoy es incompatible con la interpretación habitual que recibe el imperfecto con verbos de
acción como viajar (Todos los veranos viajaba a Miramar). ¿Cómo se resuelve esta anomalía? Como

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se recordará de la clase pasada, en el contexto del discurso indirecto el imperfecto es la forma a la
que se transpone el presente: se evoca así un enunciado previo, aunque sin el marco del DI.

La ironía

Como fenómeno pragmático, la ironía se percibe en un cierto contexto. Este contexto, además del
tono de la voz o los gestos del hablante en la lengua hablada, son necesarios para que el interlocutor,
dotado de capacidad interpretativa, pueda captar la intención del hablante, que no se manifiesta.
Así, un enunciado como ¡Qué palabras más oportunas! a propósito de las expresiones vertidas por el
ex embajador argentino en Ecuador acerca de ciertos hábitos que supuestamente se atribuyen a los
ecuatorianos puede entenderse como un elogio si se lo toma en su sentido literal, pero se
reinterpretará como un comentario irónico si se tienen en cuenta algunos factores del contexto: el
cargo que ejercía el emisor, las circunstancias en que fue emitida, en una entrevista radial y, sobre
todo, la consecuencia que provocó, un conflicto diplomático.

Como se ve, el enunciado irónico superpone a la interpretación literal otra interpretación, que no se
expresa verbalmente, pero que es la que corresponde a la intención real del hablante. Esta segunda
interpretación implícita contradice a la primera, y supone siempre una actitud crítica, despreciativa
o de burla hacia el enunciado de partida, al que ridiculiza.

En lugar de explicitar su juicio de valor sobre las palabras dichas por el ex embajador —actitud
xenófoba, falta de tacto, etc.— el hablante se limita a “hacer el elogio” y deja al oyente la tarea de
interpretar el pensamiento que no expresa. Se trata de un enunciado ecoico, como lo es el DD o el
DI, pero más que informar sobre lo que alguien dijo o pensó, lo interpreta y manifiesta una actitud
determinada hacia lo dicho o pensado por el otro. Por eso se dice que tiene una interpretación de
eco.

Veamos otro ejemplo. Si le pregunto ¿No te habrás olvidado de tomar las pastillas? a un amigo
hipocondríaco que programa meticulosamente la ingesta de sus medicamentos, pero que igual vive
obsesionado por el temor de olvidarse, mi enunciado reúne las dos condiciones para ser interpretado
como irónico: en primer lugar, porque me hago eco de la pregunta que mi amigo se formula a cada
rato, y luego por mi actitud crítica o burlona.

A veces el enunciado irónico coincide con un lugar común, una frase hecha, como en el siguiente
ejemplo que analiza Graciela Reyes (1984), aquí adaptado:

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Unos amigos y yo acabábamos de ver un noticiero de televisión constituido
enteramente por malas noticias. Uno de los presentes comentó: Vivimos en el mejor
de los mundos posibles (una frase del filósofo Leibnitz convertida en lugar común).
Los demás sonreímos, al captar el “verdadero” sentido de esa frase: En qué mundo
terrible vivimos, es decir, no el peor, pero tampoco el mejor mundo posible. Sin
embargo, los participantes callaron, ya que, en el juego irónico, formula la
enunciación encubierta. Lo que el hablante construye es una ficción que contrasta
con la realidad mediante la cita de una frase conocida (Polifonía textual, p. 159)

Como la frase de Leibnitz, los refranes también se entienden como depositarios de un saber popular
que a menudo se citan como fuente de autoridad inapelable, pero que otras veces reciben una
interpretación irónica. Ambos sentidos se combinan en la función que recibe el refrán inicial en el
siguiente fragmento de El secreto y las voces, de Carlos Gamerro:

No hay mal que por bien no venga. Si no hubiera pasado lo de Ezcurra, no nos sacábamos más a Neri
de encima, todavía lo tendríamos de intendente, la gente lo hubiera votado, creeme ¿o no te cansaste
de escuchar de su honestidad, su rectitud, su autoridad y su amor por Malihuel? Pobre Ezcurra, pero la
verdad que nos sacó un peso de encima (p. 70).

Al enunciador que lo cita le sirve para demostrar que “lo de Ezcurra” —es decir, su desaparición—
tuvo un efecto positivo para el pueblo: el que expresa en la locución “sacar(se) de encima” a quien la
perpetró, el comisario Neri. En cambio, el lector tiene que interpretarlo en el verdadero sentido, es
decir, como un crimen en el que estuvo involucrado todo el pueblo, cuyas “voces”, consultadas por
el narrador, apoyaron o al menos no impidieron su ejecución.

En esta clase hemos visto otras formas de citas, menos explícitas que las del DD y
de DI; su carácter encubierto le exige al oyente / lector reconocer las pistas que le
ofrecen las rupturas estilísticas, las anomalías que presentan los enunciados que
replican a otros de su contexto, sobre todo, en el empleo de los elementos
funcionales. El enunciado irónico requiere una capacidad interpretativa más fina por
parte del oyente / lector en cuanto expresa algún tipo de incongruencia o
contradicción entre su significado literal y el “verdadero”, que conlleva una actitud
crítica.

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Actividades
1. Leer el material de estudio correspondiente a la clase 6: Escandell Vidal, M. Victoria y Leonetti,
Manuel (2005). «Polifonía y flexión verbal», en Albalá, M. J. et al. (eds.). Filología y Lingüística.
Estudios ofrecidos a Antonio Quilis (pp. 421-439). Madrid: Consejo Superior de
Investigaciones Científicas.
2. Participar en el foro de intercambio #7: Polifonía textual: las citas encubiertas

Foro 7: Polifonía textual: las citas encubiertas


Los invitamos a leer el comienzo de un texto clásico de Albert Camus sobre
la pena de muerte (pueden acceder al texto completo desde este enlace),
para luego analizarlo entre todos, a partir de las preguntas que figuran al pie.

Reflexiones sobre la guillotina (1957), de Albert Camus (fragmento)


Poco antes de la guerra de 1914, se condenó a muerte, en Argel, a un asesino cuyo
crimen había sido particularmente indignante (había acabado con una familia de
agricultores, niños incluidos). Se trataba de un obrero agrícola que había matado en
una especie de delirio sangriento y que había agravado su crimen al robar a sus
víctimas. El caso tuvo una gran repercusión. La opinión más generalizada era que la
decapitación constituía una pena demasiado benigna para semejante monstruo. Tal
fue, según se me dijo, la opinión de mi padre, a quien había indignado
particularmente el asesinato de los niños. En todo caso, una de las pocas cosas que
de él sé, es que quiso asistir a la ejecución, por vez primera en su vida. Madrugó para
dirigirse al lugar del suplicio, al otro extremo de la ciudad, en medio de una gran
concurrencia popular. De lo que vio aquella mañana no dijo nada a nadie. Mi madre
cuenta únicamente que volvió de prisa y corriendo, con el rostro desencajado, se
negó a hablar, se tumbó un momento en la cama y de repente se puso a vomitar.
Mi padre acababa de descubrir la realidad que se ocultaba bajo las fórmulas
grandilocuentes con las que se la enmascaraba. En vez de acordarse de los niños
asesinados, no podía pensar en otra cosa que en ese cuerpo palpitante al que
acababan de arrojar sobre una plancha para cortarle el cuello.
Forzoso es creer que este acto ritual es lo suficientemente horrible como para lograr
vencer la indignación de un hombre recto y sencillo y para que un castigo que él
consideraba cien veces merecido no tuviera finalmente otro efecto que provocarle
náuseas. Cuando la suprema justicia hace vomitar al hombre honrado al que
supuestamente debe proteger, parece difícil sostener que cumple su función de
introducir paz y orden en la sociedad. Revela, por el contrario, que no es menos
indignante que el crimen, y que este nuevo homicidio, lejos de reparar la ofensa
inferida al cuerpo social, añade una nueva mancha a la primera. Esto es tan cierto
que nadie se atreve a hablar con franqueza de esta ceremonia. Como si fueran
conscientes de lo que revela a la vez de provocador y de vergonzoso, los periodistas
y los funcionarios que tienen el cometido de hablar de ella han creado al respecto
una especie de lenguaje ritual reducido a fórmulas estereotipadas. Así, a la hora del
desayuno, podemos leer, en un rincón del periódico que el condenado «ha pagado
su deuda a la sociedad», que «ha expiado su crimen» o que «a las cinco, se había
hecho justicia». Los funcionarios hablan del condenado como «el interesado» o «el

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paciente», o lo designan por una sigla: el C. A. M. De la pena capital, no se escribe,
me atrevo a decir, sino en voz baja. En nuestra civilizadísima sociedad, reconocemos
la gravedad de una enfermedad cuando no nos atrevemos a hablar de ella
directamente. Durante mucho tiempo, las familias burguesas se han limitado a decir
que la hija mayor estaba delicada del pecho o que el padre tenía «unos bultos»
porque la tuberculosis y el cáncer eran consideradas enfermedades un poco
vergonzosas. Esto es aún más cierto, sin duda, en la pena de muerte, puesto que
todo el mundo se esfuerza por no hablar de ella sino mediante eufemismos. La pena
de muerte es al cuerpo político lo que el cáncer al cuerpo individual, con la sola
diferencia de que nadie ha hablado jamás de la necesidad del cáncer. No se duda,
por el contrario, en presentar comúnmente la pena de muerte como una lamentable
necesidad, lo que legitima, a la vez, que se mate, ya que es necesario, y que no se
habla de ello, ya que es lamentable.
Mi intención, por el contrario, es hablar de la pena de muerte con crudeza. No por
gusto del escándalo ni, creo yo, por una malsana inclinación natural. Como escritor,
siempre me han repugnado ciertas complacencias; como hombre, creo que los
aspectos repelentes de nuestra condición, si bien son inevitables, deben ser
afrontados en silencio. Pero cuando el silencio o las argucias del lenguaje
contribuyen a mantener vivo un abuso que debe ser reformado o una desdicha que
puede aliviarse, no hay otra solución que hablar claro y mostrar la obscenidad que
se oculta bajo la capa de las palabras. Francia comparte con España e Inglaterra el
bonito honor de ser uno de los últimos países, a este lado del telón de acero, que
conservan la pena de muerte en su arsenal de represión. La supervivencia de este
rito primitivo ha sido posible entre nosotros gracia a la despreocupación o la
ignorancia de la opinión pública, que reacciona únicamente ante las frases
ceremoniosas que se le han inculcado.
a. Como texto argumentativo, incluye diferentes voces en sus citas: discurso
directo e indirecto, y también citas encubiertas. Reconozcan al menos un
ejemplo de cada una ¿Qué función les asigna el autor?
b. ¿Qué importancia le da al uso del lenguaje (“frases grandilocuentes”,
“eufemismos”, “frases ceremoniosas”) en su argumentación?
c. ¿Reconocen alguna expresión irónica?

3. Resolver la actividad #5, correspondiente a la clase. Envíen la consigna ya resuelta a su


tutor/a a través de la sección Actividades.

Lea este alegato contra la pena de muerte el poema La pena de muerte, de María
Elena Walsh y luego resuelva las consignas:
La pena de muerte, por María Elena Walsh
Fui lapidada por adúltera. Mi esposo, que tenía manceba en casa y fuera de ella,
arrojó la primera piedra, autorizado por los doctores de la ley y a la vista de mis
hijos.
Me arrojaron a los leones por profesar una religión diferente a la del Estado.

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Fui condenada a la hoguera, culpable de tener tratos con el demonio encarnado en
mi pobre cuzco negro, y por ser portadora de un lunar en la espalda, estigma
demoníaco.
Fui descuartizada por rebelarme contra la autoridad colonial.
Fui condenada a la horca por encabezar una rebelión de siervos hambrientos. Mi
señor era el brazo de la Justicia.
Fui quemada viva por sostener teorías heréticas, merced a un contubernio católico-
protestante.
Fui enviada a la guillotina porque mis Camaradas revolucionarios consideraron
aberrante que propusiera incluir los Derechos de la Mujer entre los Derechos del
Hombre.
Me fusilaron en medio de la pampa, a causa de una interna de unitarios.
Me fusilaron encinta, junto con mi amante sacerdote, a causa de una interna de
federales.
Me suicidaron por escribir poesía burguesa y decadente.
Fui enviada a la silla eléctrica a los veinte años de mi edad, sin tiempo de
arrepentirme o convertirme en una mujer de bien, como suele decirse de los
embriones en el claustro materno.
Me arrearon a la cámara de gas por pertenecer a un pueblo distinto al de los
verdugos.
Me condenaron de facto por imprimir libelos subversivos, arrojándome semiviva a
una fosa común.
A lo largo de la historia, hombres doctos o brutales supieron con certeza qué delito
merecía la pena capital. Siempre supieron que yo, no otro, era el culpable. Jamás
dudaron de que el castigo era ejemplar.
Cada vez que se alude a este escarmiento, la Humanidad retrocede en cuatro patas.

a. Determine si observa la presencia de diferentes voces en el texto de


María Elena Walsh. Justifique su respuesta.
b. Indique puntos en común y diferencias entre el texto de María Elena
Walsh y el texto de Camus.

Material de lectura
Escandell Vidal, M. Victoria y Leonetti, Manuel (2005). «Polifonía y flexión verbal», en Albalá, M. J. et
al. (eds.). Filología y Lingüística. Estudios ofrecidos a Antonio Quilis (pp. 421-439). Madrid: Consejo
Superior de Investigaciones Científicas, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Universidad
de Valladolid. Disponible en http://www3.uah.es/leonetti/papers/POLIFON%C3%8DA2.pdf. [Último
acceso, marzo 2018]

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Bibliografía de referencia
Reyes, Graciela (1984). Polifonía textual. La citación en el relato literario. Madrid: Gredos.
Reyes, Graciela (1994). Los procedimientos de cita: citas encubiertas y ecos. Madrid: Arco Libros.
Textos citados
Gallardo, Sara (2015). Macaneos. Las columnas de Confirmado (1967-1972). Buenos Aires:
Ediciones Winograd.

Gamerro, Carlos (2002). El secreto y las voces. Buenos Aires: Editorial Norma.

Créditos
Autor/es: Ángela Di Tullio y Laura Kornfeld
Cómo citar este texto: Di Tullio, Ángela y Kornfeld, Laura (2018). Clase Nro: 6. La polifonía textual: la
cita encubierta. Lengua y Literatura III: Géneros, textos, discursos. Buenos Aires: Ministerio de
Educación de la Nación.

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