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TEMA 2 NIVELES DE USO DE LA LENGUA

Curso: Lengua II

Ciclo: II

Existen variedades geográficas y variantes socioculturales de la lengua como


elementos determinantes del nivel de habla. Encuadrado geográficamente en el
entorno en el que se desenvuelve y, socioculturalmente, en el estrato social al que
pertenece, cada hablante ha de saber adaptar su expresión a las diversas situaciones
en las que la comunicación se produce y escoger aquel nivel de habla que en cada
momento convenga. En caso contrario -es decir, cuando la competencia lingüística
del hablante resulta excesivamente limitada y es incapaz de cambiar de registro
expresándose en función de las circunstancias-, la comunicación no alcance la
eficacia deseada, e incluso puede producir un efecto cómico, cuando no chocante.

Las modalidades expresivas del habla viene determinadas por factores muy diversos,
tales como el medio de expresión utilizado -más culto en el caso de la comunicación
escrita que en el de la oral-; la materia sobre la que versa la comunicación -cuanto
más técnico sea el tema tratado, tanto más culto resultará el registro lingüístico
empleado-; las circunstancias ambientales que rodean la comunicación y el grado de
familiaridad entre los interlocutores -por lo general, la comunicación adquiere un tono
más “formal” cuanto más respeta el hablante las distancias sociales; tono que se
vuelve más “informal” y relajado cuando entre los interlocutores existen lazos
familiares o de amistad-; y la personalidad de hablante, pues en definitiva es este el
que imprime a su habla un estilo propio, dentro de los límites que su grado de
instrucción y las circunstancias que rodean a la comunicación le permiten.

Niveles socioculturales en el uso lingüístico.

El grupo sociocultural al que pertenece un individuo condiciona el empleo que hace de


la lengua. Estas diferencias lingüísticas vienen determinadas no tanto por la clase
social en sí misma -sea esta alta, media o baja-, cuanto por la mayor o menor
formación cultural de los individuos que, en cierta medida, sigue siendo inseparable a
su adscripción a un determinado estrato social. Por supuesto que no es extraño
encontrar personas de escasa formación cultural en las clases sociales altas; y que
son muchas las personas de condición humilde con un nivel cultural más que
aceptable. Pero las oportunidades educativas a que tienen acceso las distintas capas
de la sociedad son muy desiguales, por razones muy varias; y no resulta infrecuente
que personas con un nivel social bajo tengan también un bajo nivel cultural, que se
refleja en el uso que hacen de la lengua; de igual manera que las personas de clase
media y alta suelen tener un grado de instrucción que les permite usar la lengua con
corrección.

Aunque son muchas las variedades de la lengua -esto es, las producidas por las
circunstancias sociales-, suelen reducirse a dos: nivel vulgar y nivel culto, que se
corresponden, respectivamente, con las clases más elevadas y bajas, y con su mejor y
peor grado de instrucción. Estos distintos niveles socioculturales de los hablantes
están en estrecha relación con el entorno geográfico en que se mueven: cuanto más
alto es su nivel sociocultural, menos cabida tienen en su habla los particularismos
locales, que son muy acusados si su nivel sociocultural es bajo.

En este sentido se puede diferenciar que el hablante dispone del nivel lícito e ilícito en
el uso de la lengua, lo cual está determinado por el nivel cultural como también en
algunos casos de la situación comunicativa y el entorno en cual se desenvuelve.

Particularidades de nivel lícito-culto de la lengua.

La lengua tiene unidad porque todos cuantos la utilizan pueden entenderse entre sí al
usarla, pero es evidente que hay diferencias apreciables en su empleo por parte de
distintos hablantes. Se denomina VARIEDAD LINGÜÍSTICA a cada uno de los
conjuntos de rasgos peculiares que caracterizan el uso de una lengua por parte de
unos u otros grupos de hablantes en virtud de factores diversos (históricos,
geográficos, sociales).

No obstante, es ineludible mencionar que existen algunos aspectos que determinan lo


licito y lo ilícito en el uso de lengua. Se sabe que se emplea una lengua ESTANDAR o
común la que se ha ido formando siguiendo modelos aceptados en la comunidad
como tales (sobre todo, grupos sociales de prestigio). Se trata de un modelo abstracto
que los hablantes comparten de una manera implícita. En el caso del castellano ese
modelo se aproxima a la variedad culta. La NORMA es el conjunto de caracteres
lingüísticos que se establece como marco de referencia de las distintas variedades;
constituye un sistema formal de reglas que definen el uso correcto del idioma de forma
explícita mediante diccionarios, gramáticas y compendios ortográficos.

El siguiente texto de Blas de Otero es un buen ejemplo de lengua lícita- culto:

Poesía y palabra

1. Sabido es que hay dos tipos de escritura, la hablada y la libresca. Si no se debe


escribir como se habla, tampoco resulta conveniente escribir como no se habla. El
Góngora de las Soledades nos lleva a los dictados de Teresa de Cepeda. Sin ir tan
lejos, la palabra necesita respiro, y la imprenta se torna de pronto el alguacil que
emprisiona las palabras entre rejas de líneas. Porque el poeta es un juglar o no es
nada. Un artesano de lindas jaulas para jilgueros disecados.

El disco, la cinta magnetofónica, la guitarra o la radio y la televisión pueden -podrían: y


más la propia voz directa- rescatar al verso de la galera del libro y hacer que las
palabras suenen libres, vivas, con dispuesta espontaneidad.

Maneja Otero un vocabulario amplio y preciso, que no rehuye el arcaísmo en su afán


de precisión -emprisionar, por aprisionar-. La claridad, la corrección y la propiedad en
el decir, tan típica de Otero, así como la variedad de construcciones evidencia su
profundo conocimiento de la lengua castellana y la estima que le merece.

Particularidades del nivel ilícito -vulgar de la lengua.


2. Este otro texto presenta una lengua vulgar, repleta de dislates fonéticos y
gramaticales con los que Benito Pérez Galdós intenta reflejar la escasa cultura del
protagonista.

De pie sobre el tonel, con la capa terciada, el sombrero echado sobre la ceja derecha,
aquel personaje, pequeño de cuerpo, si bien de alma grande; morenito, con sus
ojuelos abrillantados por los vapores que le subían del estómago, habló de esta
manera: -Jeñores: Denque los güenos españoles volvimos en sí y vimos quese
menistro de los dimonios tenía vendío el Reino a Napolión, risolvimos ir en aca el
palacio de su sacarreal majestad pa icirle cómo estemos cansaos de que nos
gobierne como nos está gobernando, y que naa más sino que nos han de poner al
Príncipe de Asturias, pa que el puebro contento diga… (Fuertes gritos y patadas.)

Pos sigo iciendo que esombre nos ha robao, nos ha perdío, y esta noche nos ha de
dar cuenta de too, y hamos de icirle al Rey que le mande a presillo y que nos ponga al
príncipe Fernando, a quien por ésta (y besó la cruz), juro que le efenderemos contra
too el que venga, manque tenga enjércitos y más enjércitos. Jeñores: Astamos ya
hasta el gañote, y ahora no hay naa más sino dejarse de predicar y coger las armas
pacabar con Godoy, y digamos toos con el ángel: ¡viva el príncipe Fernando!

Aunque literariamente elaborado, el texto anterior recoge con claridad algunos de los
rasgos típicos de la lengua vulgar. La incapacidad para el razonamiento del
protagonista, compensada con una entonación desmesurada y con una mímica
vehemente, queda de manifiesto en la desorganización del contenido de su
parlamento, construido, además, con un vocabulario tan limitado como incorrecto, en
el que abundan las frases hechas, los vocablos arcaicos en desuso y los localismos
acompañados de matices dialectales; y con una sintaxis muy pobre, a base de
oraciones cortas, relacionadas por medio de la conjunción y. son, con todo, las
incorrecciones fonéticas las más frecuentes en el texto.

Los niveles de uso de la lengua, los registros de habla (formal-informal), la valoración


del hecho lingüístico y la intención del hablante recogido y expresado en los
diccionarios. Tanto en las voces generales como en las de circulación
geográficamente restringida, los diccionarios -y concretamente la DRAE- señalan, en
los casos que proceda, su pertenencia a una variedad de lengua o de habla
determinada, así como los distintos matices con los que el hablante tiñe, ocasional o
habitualmente, su empleo. En este sentido, los diccionarios recogen información
relativa:

• A los distintos niveles de uso de la lengua. Así, por ejemplo, las dos palabras jato,
ñora, burla disimulada: “No le prestes atención, porque habla la ñora”; “¡Me voy a mi
jato! pertenecen al nivel vulgar. En la jerga de ladrones y rufianes existen términos
que están vinculados a ambiente delincuencial, de escasos o nulos valores. grullas es
tanto como decir polainas (especie de medias calzas, hechas regularmente de paño o
cuero, que cubren la pierna hasta la rodilla y a veces se abotonan o abrochan por la
parte de afuera- coprolalia). La voz expresiva pipí -por orina- es propia del nivel infantil.
Y al nivel culto pertenecen el adjetivo ínclito -del latín inclitus-, que significa “ilustre,
esclarecido, afamado”; y el adjetivo ubérrimo -del latín uberrimus-, que significa “muy
abundante y fértil”.
 A nivel culto. Literario, los nombres demontre y diantre son eufemismos que
reemplazan a demonio y diablo, respectivamente.
 A la intención del hablante. Así, la palabra monicaco -cruce de monigote y
macaco-, que significa “hombre de mala traza”, tiene un claro sentido
despectivo en la frase “¿Qué pinta ese monicaco aquí?” Y en una frase del tipo
“¡Pues sí que estamos bien!”, sólo el sentido irónico con que el hablante la
emite permite interpretarla con el significado totalmente opuesto al que tiene si
se interpreta literalmente.

El siguiente ejemplo nos permite comprobar cómo los diccionarios, para facilitar al
hablante el perfecto ajuste de su comunicación tanto al contexto lingüístico como a la
situación comunicativa, indican el registro de uso de aquellas palabras y acepciones
que tienen un empleo restringido, ya sea anticuado, coloquial, eufemístico, poético,
culto, vulgar, vulgar malsonante, figurado, etc. En la frase “En las últimas vacaciones
de verano lo pasamos estupendo en Marbella”, el adverbio de modo estupendo puede
reemplazarse, con el significado de “muy bien”, super, bacán. No obstante, dichas
palabras y la citada locución no pertenecen al mismo registro lingüístico, ni su uso -con
el significado indicado- está, en todos los casos, recogido en el DRAE, encargado de
fijar los criterios académicos en el empleo del léxico. Y así, bacán son voces que
pertenecen al registro coloquial de habla como otras palabras que denotan escasa
educación podrían ser vulgar, malsonante serían las groserías que no está incluida en
el DRAE, aun cuando su uso esté muy extendido.

• “Venimos de una fiesta super”. Adjetivo. Estupendo, muy bueno.

• “El baile resultó una experiencia bacán”. Adjetivo coloquial. Muy bueno, estupendo.

ACTIVIDADES PRÁCTICAS

1. Mencione 10 términos que correspondan al nivel lícito-literario y luego con ellas


redacte un testo de 10 líneas.
2. De la lectura EL BARRANCO, elija 10 expresiones que correspondan al nivel
rústico de la lengua. Luego transfórmelos a un nivel coloquial.
3. Elija un tema que se desprenda de la lectura anterior y redacte un ensayo
usando el nivel que corresponda y luego fundamente por qué utilizó dicho nivel.

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