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"Sobre la dinámica de la transferencia (1912)” Sigmund Freud

Unidad 3

La transferencia, en tanto pilar de la clínica psicoanalítica, es uno de los conceptos fundamentales elaborado por
Freud a partir de su práctica y además constituye una valiosa herramienta para la técnica analítica.

Freud construye el concepto de transferencia en el psicoanálisis, desde sus primeras experiencias y estudios sobre
la histeria, práctica que tuvo el inicial efecto de hacerle sentir el peso de la transferencia a un Freud que ya no podía
y no le era suficiente refugiarse en la supuesta objetividad de un científico. Pero esta construcción conceptual no fue
de una vez y para siempre, por el contrario, en una detenida lectura de los textos freudianos, desde sus iniciáticos
trabajo con Breuer en “Estudios sobre la histeria” (1893 -1895), hasta en sus últimos elaboraciones como en “Análisis
terminable e interminable” de 1937, la transferencia en Freud, va modificándose a lo largo de su obra.

Guía de lectura:
1. ¿Por qué Freud afirma que “la transferencia surge en toda cura analítica”?
En primera instancia corresponde tener en cuenta que Freud refiere en la conferencia 27 “La transferencia”: Son 3
las tareas de la cura psicoanalítica o las metas del empeño psicoanalítico:

- Hacer conciente lo inconciente


- Cancelar las represiones
- Llenado de lagunas amnésicas

El psicoanálisis se vale de la sustitución/la traducción de lo inconciente por lo conciente. Al hacer que lo inc prosiga
hasta la cc, se cancelan las represiones, se eliminan las condiciones para la formación del síntoma y se muda el
conflicto patógeno en un conflicto normal, que tiene que hallar de alguna manera su solución. Es esta
transformación psíquica la que se provoca en el enfermo.

La transferencia es una reedición de impulsos, fantasías, temores, de odios y amores (transferencia positiva y
negativa las denomina Freud) con personas anteriores, y que son transferidas a la persona del analista que no
participó en su formación.
Este “falso enlace o falsa conexión”  sobre la persona del analista, es un “error”, imprescindible para el tratamiento,
sin el cual sería imposible la cura. Se trata de soportar esos impulsos, esos sentimientos, esas fantasías, porque en
este sentido la transferencia es el andamiaje del tratamiento psicoanalítico.

Laplanche y Pontalis: “La transferencia Designa, en psicoanálisis, el proceso en virtud del cual los deseos
inconcientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y
de un modo especial dentro de la relación analítica .Se trata de una repetición de prototipos infantiles, vivida con
un marcado sentimiento de realidad/actualidad. Casi siempre, lo que los psicoanalistas denominan transferencia,
sin otro calificativo, es la transferencia en la cura. La transferencia se reconoce clásicamente como el terreno en el
que se desarrolla la problemática de una cura psicoanalítica, caracterizándose ésta por la instauración,
modalidades, interpretación y resolución de la transferencia”.

Freud define a la transferencia como la dificultad más grande del trabajo analítico… Allí, en la transferencia se
produce la sustitución de una persona anterior por la persona del analista. Esta sustitución es una sustitución
significante, se trata del significante del analista, y no su persona.

La transferencia propiamente dicha es cuando el deseo del paciente se apodera del analista, quien atrae hacia si las
representaciones reprimidas del paciente, liberadas en el transcurso del tratamiento. En este sentido el analista forma
parte del inconsciente del paciente. Es el medio por el cual se intenta llegar al saber inconsciente. En ella se despliega
el accionar de la palabra que se organiza desde el Otro que lo escucha.
El mecanismo de la trasferencia se averigua, sin duda, reconduciéndolo al apronte de la libido que ha permanecido
en posesión de imagos infantiles; pero el esclarecimiento de su papel en la cura, sólo si uno penetra en sus
vínculos con la resistencia. Por lo tanto, este suceder se transforma en el motor de la cura, ya que a través de la
transferecia podemos interpretar las fijaciones del paciente a su pasado y orientar la cura.

Lo esbozado anteriormente, nos remite a la “Neurosis de transferencia” que dentro de la teoría de la cura
psicoanalítica, alude a una neurosis artificial en la cual tienden a organizarse las manifestaciones de transferencia. Se
constituye en torno a la relación con el analista; representa una nueva edición de la neurosis clínica; su
esclarecimiento conduce al descubrimiento de la neurosis infantil.

2. ¿Qué entendemos por “clise”?


Dice S. Freud en su obra “Sobre la dinámica de la transferencia” del año 1912 que todo ser humano, por efecto
conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad
determinada para el ejercido de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que establecerá y las
pulsiones que satisfará, así como para las metas que habrá de fijarse. Esto da por resultado, digamos así, un (o
varios) clisé que se repite, que es reimpreso de manera regular en la trayectoria de la vida, en la medida en que lo
consientan las circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de amor asequibles, aunque no se mantiene
del todo inmutable frente a impresiones recientes.

Sólo un sector de esas mociones determinantes de la vida amorosa ha recorrido el pleno desarrollo psíquico; ese
sector está vuelto hacia la realidad objetiva, disponible para la personalidad conciente, y constituye una pieza de
esta última. Otra parte de esas mociones libidinosas ha sido demorada en el desarrollo, está apartada de la
personalidad conciente así como de la realidad objetiva, y sólo tuvo permitido desplegarse en la fantasía o bien ha
permanecido por entero en lo inconciente, siendo entonces no consabida para la conciencia de la personalidad.

Es entonces del todo normal e inteligible que la investidura libidinal (susceptible de conciencia y la inconciente)
aprontada en la expectativa de alguien que está parcialmente insatisfecho se vuelve hacia el médico. Esa investidura
se atendrá a modelos, se anudará a uno de los clisés preexistentes en la persona en cuestión o, como también
podemos decirlo, insertará al médico en una de las «series» psíquicas que el paciente ha formado hasta ese
momento.

El concepto de transferencia en Freud evoluciona de una mera repetición de la vida infantil del sujeto a una forma de
relación, que busca satisfacer deseos anteriores, y resulta ser más que un clisé, una única forma de interactuar hasta
entonces, y que es susceptible de actualizarse, reeditarse e incluso de modificarse.

Lo inconsciente es definido por lo infantil, lo infantil es reactualizado bajo condiciones actuales del sujeto,
susceptibles de modificación, y ello es llevado a la consulta, como lo hace en su vida, fuera del consultorio, sin que
ello sea una mera repetición sino más bien una consolidada tendencia a un clisé, a una forma de vínculo instaurada,
que ha permanecido más o menos inmutable, pero que no es perpetua. Y en ese clisé, es decir, en la repetición que
se vive en consulta, están presentes necesidades, demandas, afectos, deseos y mecanismos de defensa que
buscan mantener un status quo psíquico, lo que no implica que no haya sufrimiento ( Vega, 2006 ). Sin embargo, el
clisé insiste; lo que resulta desconocido aquí es la respuesta del analista, quien no acude a la repetición sino al
cuestionamiento de ello.

3. ¿Por qué atribuir a la “neurosis” la “disposición a la transferencia”?


De acuerdo con Freud, la neurosis es una afección psicógena producto de la represión de los impulsos sexuales hacia
el objeto de amor materno y los deseos de parricidio del padre. De ahí que el sepultamiento inacabado o no exitoso
del complejo de Edipo sea la base nodular de las neurosis. Cuyos síntomas son la expresión simbólica de un conflicto
psíquico que tiene sus raíces en la historia infantil del sujeto y constituyen compromisos entre el deseo y la defensa

La transferencia refiere a la investidura libidinal sobre la figura del analista. Esa investidura no es aleatoria, porque
"todo ser humano, por efecto conjugado de sus disposiciones innatas y de los influjos recibidos en la infancia,
adquiere una especificidad determinada en el ejercicio de su vida amorosa (clisé). Esto remite directamente a la
constitución de la neurosis: represión, se pierde un objeto que será buscado. Entonces la pulsión, energia del
aparato psiquico, no se satisface en la realidad (pues no tiene objeto alguno) pero si se vuelcan en representaciones
libidinosas hacia nuevos objetos (depende de modelos, anudado a clisés preexistentes). La disposición de la neurosis
para la transferencia es porque ésta es su principal movimiento libidal.

Por ello, dice Freud “debemos atribuir a la neurosis misma aquellos caracteres de la transferencia”.

4. ¿Por qué la transferencia se nos opone como “resistencia”?


En la cura analítica la trasferencia se nos aparece siempre, en un primer momento, sólo como el arma más
poderosa de la resistencia, lo cual en primera instancia parece una gigantesca desventaja metódica (¡pero no lo es!)

La resistencia, tal como Freud la describe es “todo aquello que se opone al trabajo analítico, que se opone al acceso
del inconciente”. Se refiere a una dificultad en la rememoración durante el proceso analítico. Este fenómeno que
produce el cierre de lo inconsciente se opone a la revelación y así, resiste.

La resistencia en el curso de un análisis se va a apoderar de distintos elementos que han de funcionar como
impedimento para llegar a la asociación libre, y también se apodera de la transferencia como decíamos. No lo hace
en cualquier momento, sino cuando los elementos no le son suficientes, entonces ataca a la relación misma con el
analista.

Para continuar, recordemos cuales son las metas del empeño psicoanalítico: hacer cc lo inc- cancelación de las
represiones- llenado de lagunas amnésicas

Esto se debe a que, en los intentos de la investigación analítica de liberar la libido (energía con la que la pulsión
sexual actúa en la vida anímica, y que tiene máxima importancia para comprender enfermedades neuróticas) por los
complejos inconscientes mediante (el cancelamiento) la represión, las fuerzas que causaron la regresión de la libido
se elevaran como resistencia provocando un compromiso entre esta y los propósitos del trabajo analítico. Es decir
que, si en la cura analítica se quiere perseguir un complejo patógeno hasta su raíz inconsciente, enseguida se
encontrara obstaculizada, ya que siempre que se aproxima a un complejo patógeno, primero se adelanta hacia la
conciencia la parte del complejo susceptible de ser transferido, pero luego es defendida con la máxima tenacidad.

De esta experiencia inferimos que la idea transferencial ha irrumpido hacia la conciencia, porque presta acatamiento
también en la resistencia, un proceso que se repite innumerables veces en la trayectoria del análisis. Es entonces,
que la transferencia sobre el medico solo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura cuando es una
transferencia negativa de mociones hostiles, o una positiva de mociones eróticas reprimidas (entonces cuando la
transferencia se muda en resistencia, es preciso prestarle atención y reconocer que modifica su relación con la cura
bajo estas 2 condiciones diferentes y contrapuestas)

Conferencia 27 “La transferencia”: Queda excluido ceder a las demandas del paciente derivadas de su transferencia,
y es absurdo rechazarlas inamistosamente o con indignación…

Se supera la transferencia cuando se demuestra al enfermo que sus sentimientos no provienen de la situación
presente y no valen para la persona del médico, sino que repiten lo que a él le ocurrió una vez, con anterioridad.
De tal manera, se fuerza al paciente a mudar su repetición en recuerdo. Entonces la transferencia (tierna u hostil)
que parecía significar las más poderosas amenazas para la cura, se convierte en el mejor instrumento de ella, con
cuya ayuda se pueden desplegar lo más cerrados abanicos de la vida anímica.

5. ¿Por qué hablamos de “ambivalencia”?


En el fenómeno transferencial, se actualizan de manera simultánea dos componentes del acto de sentimiento, es
decir, sentimientos tiernos (transferencia positiva) y sentimientos hostiles (transferencia negativa), estado al cual
Bleuler ha acuñado bajo la expresión de “ambivalencia”.

Una ambivalencia así de los sentimientos parece ser normal hasta cierto punto, pero un grado más alto de ella es sin
duda una marca particular de las personas neuróticas… Así, la ambivalencia de las orientaciones del sentimiento es
lo que mejor nos explica la aptitud de los neuróticos para poner sus trasferencias al servicio de la resistencia.
Es preciso poder separarlas y tratar ambas variedades de transferencia sobre el médico:

 Trasferencia «positiva» se descompone en:


- se desplaza sobre el medico sentimiento amistosos o tiernos que son susceptibles de conciencia (permite
que el tratamiento analítico pueda realizarse)
- se desplaza sobre el medico mociones eróticas reprimidas (se hace imposible el tratamiento analítico)

 Transferencia «negativa»: el paciente ni si quiera presta oídos al médico o a sus argumentos. Por tanto, se
hace imposible el tratamiento analítico, porque se desplazan hacia el analista sentimientos hostiles.

Finalmente, esta cuestión de la ambivalencia, también es pensada entonces en el sentido de que así como posibilita
la asociación libre y el análisis, también puede operar como contrapartida volviéndose el mayor obstáculo.

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