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Sobre la dinámica de transferencia – Freud

El concepto de transferencia fue planteado con anterioridad, pero se lo retoma para


puntualizarlo a modo más descriptivo, buscando dar cuenta como en ella se produce
necesariamente en una cura psicoanalítica y como alcanza su consabido papel durante el
tratamiento.
Todo ser humano, debido de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su
infancia, adquiere una especificidad determinada para el ejercicio de su vida amorosa, es decir,
para las condiciones de amor que establecerá y las pulsiones que satisfará, así como las metas
que se fijarán. Todo esto nombrado, da por resultado un clisé (o también varios) que se repite
de manera regular en la trayectoria de la vida, en la medida en que lo consientan las
circunstancias exteriores y la naturaleza de los objetos de amor asequibles, aunque no se
mantiene del todo inmutable frente a impresiones recientes. Sólo un sector de esas mociones
determinantes de la vida amorosa ha recorrido el pleno desarrollo psíquico; ese sector está
vuelto hacia la realidad objetiva, disponible para la personalidad consciente y constituye una
pieza de esta última. Otra parte de esas mociones libidinosas ha sido demorada en el
desarrollo, está apartada de la personalidad consciente, así como de la realidad objetiva, y sólo
tuvo permitido desplegarse en la fantasía o bien ha permanecido por entero en lo
inconsciente, siendo no consabida para la conciencia de la personalidad. Y si la necesidad de
amor de alguien no está satisfecha de manera exhaustiva por la realidad, él se verá precisado a
volcarse con unas representaciones-expectativas libidinosas hacia cada nueva persona que
aparezca, y es muy probable que las dos porciones de su libido, la susceptible de conciencia y
la inconsciente, participen de tal acomodamiento.
La investidura libidinal aprontada en la expectativa de alguien que está parcialmente
insatisfecho se vuelve al analista. Esa investidura se atendrá a modelos, se anudará a uno de
los clisés preexistentes en la persona en cuestión o, como también podemos decirlo, insertará
al analista en una de las series psíquicas que el paciente ha formado hasta ese momento,
respondiendo a los vínculos reales con el analista que para semejante seriación se vuelva
decisiva la imago paterna, materna, de un hermano varón, etc.
Se habla de un factor disposicional en todo sujeto, es decir, una disposición por fijación
libidinal (lo constitucional + los sucesos infantiles) conformando por la disposición
constitucional, la cuál remite al tiempo anterior de la formación del yo (lo filogenético), lo sitúa
en relación al primer vinculo, al vínculo primordial, no es solamente lo biológico, va más allá de
esto, es el lugar de donde el niño viene: el edipo ampliado; es aquel edipo de los padres, el
deseo de los padres, la vida intrauterina. Todo esto es lo que dará a la constitución del yo, y
una vez que esté está constituido, se refiere a lo ontogenético, es decir, a los sucesos
infantiles. Las causas siempre son varias, siempre hay varios factores desencadenantes
accidentales. Los sucesos infantiles son lo post-edipico.
Es la constitución misma como la cristalización de los factores accidentales, el tiempo
constitucional + los sucesos infantiles (posibles de ser recordados, en el tiempo de la fase
fálica, el tiempo de las teorías sexuales infantiles que resignifican la sexualidad, con el yo, el
nacimiento, resignifican las prontofantasías, ubicadas en el tiempo filogenético) = la moción
pulsional. Le dan intensidad a la pulsión, en relación a lo amoroso y erótico, su modalidad, el
clisé.
El fenómeno actual (el fenómeno desencadenante) + la disposición por fijación libidinal = el
síntoma de una neurosis ya instalada.
El fenómeno desencadenante refiere a las causas actuales, las cotidianidades del sujeto.
Cualquier situación que entra en asociación con una escena del tiempo de fijación libidinal. En
el trauma, el segundo tiempo resignifica la primera escena, ya que lo puede significar
sexualmente. El factor desencadenante siempre es posterior. Resignifica escenas fijadas
libidinalmente, aquellos puntos de fijación cristalizados.
La impresión actual permite la rectificación de lo clisé, su modificación. Esto se da a partir de la
transferencia, se vale como elemento actual para modificar el clisé. En la transferencia, el
paciente a través del vínculo reenvía al analista a los vínculos primarios, ya que los clisés están
orientados hacia otro; fueron surgidos en el encuentro con los objetos primordiales. Estos
clisés y la libido están disponibles para orientar las elecciones de objeto, ya que están
determinados. La libido (en todo o en parte) se ha internado por el camino de la regresión y
reanima las imagos infantiles.
El clisé está compuesto por dos corrientes:
- La disposición del sujeto, volcado en la realidad. Libido consciente.
- Libido inconsciente, solamente puede ser desplegada en las fantasías.

A partir de la frustración se produce la regresión. Cuando se inviste un objeto, hay libido


consciente e inconsciente. Hay algo incc que determina la elección del objeto, representa
aquellos objetos primarios: la elección de objeto no es azarosa.
El montante de libido insatisfecha es la misma que utiliza el analista, transfiere en la figura del
analista lo incc y cc. El analista es el elemento actual, no es de la persona del analista. Sin
neutralidad y abstinencia, no hay posibilidad de transferencia. Cuando las dos corrientes
enlazan al analista, comienza a formar parte de la serie psíquica del paciente, de esos modelos
libidinales instaurados. Se puede modificar el clisé desde adentro, desde la transferencia. En el
enlace con el analista, el sujeto es reenviado a los vínculos primarios. Por esto, las palabras del
analista tienen tanto peso, es un objeto interno. Ante esto, el paciente en transferencia está
en un estado de vulnerabilidad. La corriente psíquica incc puede hacer que el vínculo
transferencial pueda volverse racional, es decir, violento, desbordante.

En el texto, Freud plantea dos problemas:

1) ¿La transferencia de los neuróticos en análisis es más intensa de los que no se analizan?: No,
ya que la transferencia no es inherente al análisis, es inherente al psiquismo, ya que tiene que
ver con el psiquismo, cómo este se constituya.

2) ¿Por qué la transferencia se opone a la cura? ¿Por qué es enigmático que se vuelva mayor la
resistencia?: Cuando alguien está en silencio, y se le pregunta qué piensa, la respuesta es
siempre referido a algo del analista. Cuando el analista lo enuncia, el paciente puede salir del
silencio. El paciente puede quedar como objeto del deseo del analista. Freud recurre al
concepto de introversión libidinal, explicando que cuando se desinviste a los objetos, cuando
se retira libido de la realidad, la libido va a la fantasía, y cuando la libido regresa, lo hace
fragmentariamente. Es decir, disminuye el sector de la libido susceptible de conciencia, vuelta
hacia la realidad, y en esa misma medida aumenta el sector de las fantasías que pertenecen a
lo incc. La libido, se ha internado por el camino de la regresión y reanima las imagos infantiles.
El analista tendrá que percibir la libido regresionando, esa libido que regresa a los puntos de
fijación es donde el análisis debe dirigirse. Aquellas fuerzas que provocaron la regresión son las
que se van a alzar como resistencias, cuanto menos fijaciones, más frustraciones. Se debe
volverla de nuevo asequible a la conciencia y, por último, ponerla al servicio de la realidad
objetiva. El análisis tiene que librar combate con las resistencias de ambas fuentes. La
resistencia acompaña todos los pasos del tratamiento; cada ocurrencia singular, cada acto del
paciente, tiene que tomar en cuenta la resistencia, se constituye como un compromiso entre
las fuerzas cuyas metas es la salud y aquellas que las contrarían. Se produce una transacción:
se favorece la cura y se presenta un obstáculo.

Si se persigue un complejo patógeno desde su subrogación en lo consciente hasta su raíz en lo


inconsciente, enseguida se entrará en una región donde la resistencia se hace valer con tanta
nitidez que la ocurrencia siguiente no puede menos que dar razón de ella y aparecer como un
compromiso entre sus requerimientos y los del trabajo de investigación. En este punto,
sobreviene la transferencia. Si algo del material del complejo patógeno es apropiado para ser
transferido sobre la persona del médico, esta transferencia se produce, da por resultado la
ocurrencia inmediata y se anuncia mediante los indicios de una resistencia. Siempre que uno
se aproxima a un complejo patógeno, primero se adelanta hasta la cc la parte del complejo
susceptible de ser trasferida, y es defendida con la máxima tenacidad.
En la transferencia como resistencia, se plantea la compulsión a la repetición, porque en el
vínculo con el analista, se actualiza el acto con los vínculos primarios. En toda transferencia hay
repetición: el paciente repite compulsivamente, actualiza el acto. El analista debe dar cuenta
de esto, debe responder de otro lugar, de manera distinta, para modificar el clisé. El trabajo de
análisis es conectar lo actual con el pasado. La resistencia se va a servir de la transferencia para
obstaculizar la cura, y el analista se sirve de transferencia para obstaculizar la resistencia. La
transferencia nada tiene que ver con la sugestión.

Freud da cuenta de dos tipos de transferencias:

- Transferencia positiva: Se descompone en sentimientos amistosos o tiernos que son


susceptibles de conciencia, y la de sus prosecuciones en lo inconsciente. De estos últimos, el
análisis demuestra que de manera regular se remontan a fuentes eróticas. Todos nuestros
vínculos de sentimiento, simpatía, amistad, confianza y similares, que valorizamos en la vida,
se enlazan genéticamente con la sexualidad y se han desarrollado por debilitamiento de la
meta sexual a partir de unos apetitos puramente sexuales, por más puros y no sensuales que
se presenten ellos ante nuestra autopercepción conscientes.
La manifestación erótica se alza como resistencia, son mociones que se manifiestan con el
analista y tienen vivencia de realidad. En cambio, las mociones sublimadas, tienen que ver con
el analista, pero con lo cariñoso, con lo confiable. Es la transferencia posibilitadora, tiene el
mismo origen erótico pero modificada a su fin.

- Transferencia negativa: Hostilidad hacia el analista. Se alza como resistencia. El analista debe
dar cuenta y guiar a que la transferencia sublimada aparezca. Se introduce el concepto de
ambivalencia, aquellos sentimientos opuestos que pueden ser dirigidos al mismo objeto.
Se trata de la transferencia en relación al yo, no de manera incc.
La transferencia sobre el médico sólo resulta apropiada como resistencia dentro de la cura
cuando es una transferencia negativa, o una positiva de mociones eróticas reprimidas.

Sueños como formación de lo inconsciente: aparecen también en el vínculo transferencial. Se


toma esa vivencia real del paciente como una formación de lo incc. Esa vivencia el sujeto lo
vive aquí y ahora, lo da la pulsión que busca satisfacerse sin importar las consecuencias. El
trabajo del analista es llevar al sujeto a la reflexión, incorporar lo que vive en su historia, que lo
ubique, que se frene la compulsión a la repetición ya que está no lleva a la elaboración, más
bien, refiere a una elaboración fallida.
Puntualizaciones sobre el amor de transferencia – Freud

El texto comienza haciendo referencia sobre las mociones eróticas, en donde tratará el amor

en su vertiente. Es un amor que no acepta subrogados ni renuncias, será intenso. Cuando este

aparezca, ocupará el primer plano.

El manejo de transferencia refiere al provecho que el analista puede sacar de las escenas que

se repiten.

Las tres posibilidades que diría el lego en cuanto el paciente enamorado del analista:

- Que el paciente y el analista concreten, lo que conlleva a abandonar el tratamiento.

- Que se abandone el tratamiento, cura resignada. Aunque es muy probable que si el paciente

lo abandona, comenzará lo mismo con otro analista ya que se repite la modalidad de clisé.

- Que se transforme en amante.

Para el analista significa un esclarecimiento valioso y una buena prevención de una

contratransferencia acaso aprontada a él, es decir que, para que el analista pueda soportar la

transferencia, se debe trabajar la contratransferencia, el analista debe encontrar que le pasa

con el paciente. Tiene que discernir que el enamoramiento del paciente le ha sido impuesto

por la situación analítica y no se puede atribuir a su persona. El amor de transferencia aparece

cuando la cura está pasando por un periodo fecundo, no aparece azarosamente, se está

acercando a la emergencia de algo importante.

La contratransferencia como problema técnico, es decir, el analista no puede darle al paciente

afecto inmediato, debe ser consciente del propio inconsciente. Reconocer la

contratransferencia y superar la transferencia, lejos de poder dominar sus sentimientos, la

contratransferencia lo domina a él. Cuando el paciente se enamora del analista, pide un

retorno, aquello que le genera al analista, es pura contratransferencia.

El paciente ha perdido de pronto toda inteligencia del tratamiento y todo interés por el, no

quiere hablar ni oír más que de su amor, demanda que le sea correspondido. Ha resignado sus

síntomas o los desprecia, y hasta se declara sana. Cuando esto estorbe el proseguir de la cura,

puede ser la exteriorización de una resistencia, y el surgimiento de esa apasionada demanda

de amor, la resistencia tiene sin duda una participación grande. La resistencia comienza a

servirse de él para inhibir la prosecución de la cura, apartar del trabajo todo interés y sumir al

analista en un penoso desconcierto. En la situación el influjo de motivos que la complican, en

parte derivan del enamoramiento, pero en parte son exteriorizaciones singulares de la


resistencia. De la resistencia, es lícito conjeturar que en ocasiones aprovechará la declaración

de amor como un medio para poner a prueba al analista, quien en caso de condescender

recibirá una reconvención. Uno tiene la impresión de que la resistencia, como agente

provocador, acrecienta el enamoramiento y exagera la buena disposición a la entrega sexual a

fin de justificar, invocando los peligros de semejante desenfreno, la acción eficaz de la

represión.

¿Cómo responder al amor del paciente sin fracasar?

El analista jamás tiene derecho a aceptar la ternura que se le ofrece ni a responder a ella. Y

que, al contrario, debería considerar llegado el momento de abogar ante el paciente

enamorado por el reclamo ético y la necesidad de la renuncia, conseguir que abandone su

apetencia y, venciendo la parte animal de su yo, prosiga el trabajo analítico.

- Repuesta moral: No es recomendable, es la que se le indica el por qué esta mal el amor.

- Repuesta técnica: Reenviar su verdadero amor al origen, que ese amor de transferencia este

redirigido al clisé. A medida a que esto se encuentra, el amor va desistiendo. Hay que

redirigirle a ese amor infantil, si el analista es incondicional, deja de existir. Hay una demanda y

una presencia mágica del objeto, si el objeto no aparece, el objeto cae y el analista debe

correrse.

El analista debe saber y comunicarle al paciente, que este amor es una repetición, no es actual

más bien se compone por reacciones anteriores y que el analista se compromete a mostrarle

que esto es así. Todo enamoramiento obedece a lo mismo, el amor de transferencia es

caprichoso, menos susceptible de modificación.

Dos posibilidades del paciente:

- Abandonar el tratamiento

- Pensar que ese amor es pasajero o inevitable

La neurosis limita la capacidad de amar, es la posibilidad de que el paciente recupere su

capacidad de amar y trabajar. No se debe fomentar el amor de transferencia, ya que se

irrumpe el proceso de cura, la obstaculiza. Todo enamoramiento es infantil, y remite a la

sexualidad infantil. La carga que tiene el amor es tan intensa que no permite el movimiento.

Cuanto más grave la neurosis, más intensa es la transferencia. Cuando aparece el amor, el

paciente y el analista pierden el hilo. El analista debe evitar que lo sorprenda lo menos posible.

El amor de transferencia le pone un freno a que emerja el material reprimido y al analista.


Si su cortejo de amor fuera correspondido, sería un gran triunfo para la paciente y una total

derrota para la cura. Ella habría conseguido aquello a lo cual todos los enfermos aspiran en el

análisis: actuar, repetir en la vida algo que sólo deben recordar, reproducir como material

psíquico y conservar en un ámbito psíquico. Consentir la apetencia amorosa de la paciente es

tan funesto para el análisis como sofocarla. Uno debe guardarse de desviar la transferencia

amorosa, de ahuyentarla o de disgustar de ella a la paciente, y con igual firmeza uno se

abstendrá de corresponderle. El paciente, cuya represión de lo sexual no ha sido cancelada,

sino sólo empujada al trasfondo, se sentirá lo bastante seguro para traer a la luz todas las

condiciones de amor, todas las fantasías de su añoranza sexual, todos los caracteres singulares

de su condición enamorada, abriendo desde acá el camino hacia los fundamentos infantiles de

su amor.

El amor de transferencia se da:

- en el espacio analítico, es empujado hacía arriba

- empujado por las resistencias. Que se haga explícito obedece a las resistencias

- carece del miramiento de la realidad objetiva, no piensa en las consecuencias, es ciego, es

menos “normal” que el enamoramiento. ¿Qué tiene de normal el amor? Resalta los

fenómenos anormales, está alterado el movimiento libidinal, todo esta puesto en el objeto. No

se acepta la diferencia, hay celos. El amor existe, forma parte de la transferencia sublimada,

pero cuando aparece, la resistencia toma esta transferencia y la hace resistencia. Puede ser de

manera silenciada o con toda la fuerza, dependiendo de lo que se busque obturar.

No soporta que el otro se distancie, que haya diferencias por fuera del amo. No poderse

separar del objeto, busca la completud por introyección del objeto (esto es patológico).

En todo amor hay dos matices:

Regresivo: primeros momentos de amor, de identificación narcisista. El otro es el yo y el yo es

el otro, vivencia de completud, no diferencias ni interés del otro. Si hay distancia, el otro se

muere angustiado.

Progresiva: identificaciones primarias que dejan lugar a identificaciones simbólicas,

secundarias, al rasgo. Comparte rasgo, pero aceptan diferencias. Acepta la ausencia y la

posibilidad de pérdida. Estar con el objeto, pero no unidos.


Transferencia y contratransferencia – Pisoni

La transferencia es un fenómeno que se da en todo análisis. Su naturaleza era extraña a la


cura, pero a la vez ineludible. La pregunta por este fenómeno que se incluía, en la relación con
los pacientes, condujo a Freud a admitirlo como elemento propio de la estructura del análisis
y, por tanto, consideró que no sólo no era ajeno al proceso; a la mejoría o el recrudecimiento
del síntoma, sino que era el lugar donde la cura iba a dirimirse. Su consistencia radica en el
interior del análisis mismo, actualmente se podría decir que el éxito de los tratamientos
depende del análisis de la transferencia, ocupando el lugar de soporte del tratamiento
psicoanalítico y es uno de sus conceptos fundamentales.
Para Freud, la transferencia comenzó siendo un hecho clínico observable en la práctica y no
estuvo exento de que este concepto adoptara rápidamente un fundamento propio.
En el texto “sobre psicoterapia de la histeria”, la transferencia es considerada como una
exterioridad casi molesta en la implementación del método psicoterapéutico. La primera
noción de transferencia es interpretada como un hecho de naturaleza extraña que se
interpone y obstaculiza el trabajo analítico, de lo que en ese momento era el andamiaje de la
teoría sobre la lucha contra las resistencias. Anna O es la paciente que inaugura el método, en
aquel famoso paseo por el jardín que ha quedado para siempre en los albores de la historia,
por la expresión “cura por la palabra” o “limpieza de chimenea”. Es un término que ella misma
inventó, para no ser interrumpida en lo que necesitaba contar y que le había hecho
experimentar que hablando sentía un gran alivio. Ante esto, Breuer decide implementarlo
como método, además de las sesiones.
En un primer momento, el sesgo transferencial afectaba desde los inicios, las raíces más
intimas del terapeuta. Freud retoma nuevamente la problemática sobre el lugar que se le
otorgaba en la clínica el amor y la sexualidad, con el ejemplo de una paciente cuyo síntoma
tenia su origen en un deseo relegado luego a lo inconsciente, “de que el hombre con quien
compartía en ese momento un intimo diálogo, aprovechara de ella osadamente, la abrazase y
le diera un beso”. Sobre esto, Freud concluye que esta transferencia al médico se produce por
un enlace falso, o lo que se podría denominar como una falsa conexión. Aquello que había
quedado enlazado a la representación reprimida se presentaba ahora, reproducido en una
representación con el analista. A este enlace falso en la persona del analista, lo llamó por
primera vez transferencia. Así el concepto aparece a la luz de la resistencia y obstáculo a la
libre asociación en la búsqueda de lo reprimido.
A partir del texto “La interpretación de los sueños”, el concepto es pensado
metapsicológicamente, surge como un momento necesario en toda investigación que permite
el acceso a nuevos campos y nuevos conocimientos a partir de la experiencia misma, que en
nuestro caso es la clínica. Va a plantearla como una transferencia de valores, transferencia de
sentido, al resto mismo del sueño y ambos le hacen de soporte al deseo inconsciente para su
expresión. El sueño se apodera de lo que se llama restos diurnos para montarlos con un valor
distinto, con una significación diferente al momento de su emergencia. Son entonces formas
vaciadas de su sentido muchas veces insignificantes que el deseo inconsciente inviste con un
nuevo significado. A todo esto, le otorga por primera vez el nombre de transferencia de
sentido, planteándolo como:

- Desplazamiento: el vencimiento del obstáculo se realiza siempre mediante desplazamientos y


por la selección de representaciones lo bastantes lejanas a las efectivamente dadas para poder
traspasar la censura, pero derivadas de ellas y provistas de toda su carga psíquica, que han
adquirido una completa transferencia.
- Condensación: varias representaciones en donde la suma de esa carga pasa a otra
representación, despojando de su intensidad a unas representaciones para transferirles a
otras.

- Realización de deseos: si los restos diurnos que participan en la formación del sueño toman
algo del inconsciente, es decir, toman la fuerza impulsora del deseo reprimido. También
ofrecen a lo inconsciente algo imprescindible: el objeto de transferencia.

Freud da cuenta que es la utilización por el deseo de formas extranjeras a él, pero de las cuales
se apodera, carga, infiltra y dora de una nueva significación. Se trata aquí de los disfraces del
deseo, que permaneciendo inconscientes se expresa apoderándose de las representaciones
más anodinas. Se desplaza de lo reprimido hacia una representación que por banalidad, se
hace aceptable a la conciencia. Este es un principio general, el deseo incc se apodera de
formas errantes que no valen por sí mismas, que han sido despojadas de su significación y
funcionan separadas de su significación primaria. Esta transferencia de significación se
encuentra en los muchos singulares procesos de la vida anímica en lapsus, chistes, sueños,
síntomas, como formaciones del incc.
Aparecen nuevos lazos que se establecen en cuanto al síntoma y la transferencia: en
apariencia los síntomas cesan en su producción. Comienza a integrarse el concepto de falso
enlace, pero ahora bajo la luz de una significación del inconsciente, lo exterior y pasado
(originario), se vuelve actual e interior. Se crean nuevas estructuras mentales, a las que Freud
llama reimpresiones, que tienen un lugar central en la cura y se podrán acceder a ellas como
representantes; son las distintas “máscaras” en donde un fenómeno inevitable en el
tratamiento que sigue actuando como resistencia, y como tal ahora, va adquiriendo un
funcionamiento y una complejidad propio del inconsciente. Aparentemente, la hace emerger
como un fenómeno parasitario que perturba la continuación del progreso analítico y
entorpece la relación terapéutica. Llega incluso a señalarla como la creación de una nueva
patología en lugar de la antigua, ya que el deseo inconsciente es movilizado por la cura. Sin
embargo, será contundente en la afirmación de que el tratamiento psicoanalítico no crea la
transferencia, sino que ella está en la base de las relaciones humanas, por ende, se trata de un
fenómeno general, universal y espontáneo que el psicoanálisis descubre y debe utilizar como
el auxiliar más poderoso para completar con éxito la cura; es esto lo que le da un carácter
paradojal.

En dinámica de la transferencia, Freud define y amplia el concepto de transferencia en toda su


extensión, haciéndolo coincidir con el proceso que estructura la cura. Dirá que la transferencia
está determinada por la modalidad especial de la vida erótica, quedando ésta ligada a las
imagos, sean paternas, maternas o de toda persona representativa de la vida infantil según las
cuales la persona habrá de construir series psíquicas o clisés, modelos o estereotipos que se
repetirán incansablemente a lo largo de la vida. La imago es la representación de otro. No es el
padre de la realidad, es la decodificación, el resultado del encuentro. Primeros objetos fijados.
En la transferencia se actualizan los clisés, a través de la re edición, es decir, en la puesta en
escena de lo reprimido. La transferencia actualiza las modalidades eróticas. La cura se dirige
por abstinencia, no brindarle al paciente satisfacciones: no permitir que se repita el clisé. La
cura será a través y a pesar de la transferencia. La transferencia no es el rapport, no es un
vínculo.
Estos clisés se repiten en la conducta en forma permanente, en toda ocasión en que las
representaciones libidinosas no pueden ser satisfechas en la realidad, siendo desconocidos por
el paciente. El sujeto va a investir libidinalmente la figura del analista y lo va a insertar en una
de las series psíquicas, la regresión libidinal va a ir en busca de imagos parentales. En la
neurosis hay una introversión y regresión de la libido, esto reanima las imagos parentales, y en
la transferencia es sobreimpuesta al analista. La cura analítica debe redescubrir la libido,
hacerla asequible a la conciencia y ponerla al servicio de la realidad, pero toda vez que lo
intente, saltarán las fuerzas que han motivado la regresión en calidad de resistencias.
Desde las series complementarias, Freud explica que todo sujeto posee una disposición innata
y por los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determinada en su vida
amorosa, adquiere así un clisé de la vida pulsional. La transferencia es un llamado al analista,
una demanda para ocupar aquel lugar histórico de los deseos del paciente, del clisé. En las
series complementarias, la primera y la segunda seria corresponden a lo preedípico y edípico.
Al nombrar lo infantil se refiere a todo recuerdo encubridor, es algo que quedó estigmatizado,
y que el sujeto necesita poner en juego, actualizar en la transferencia.
Un clisé representa un grabado de las experiencias infantiles determinada por la vida erótica
del sujeto, con todas las experiencias libidinales que tiene el sujeto y sobre todo las
impresiones ligadas a prototipos o a imagos que son irrepresentables (fantasías primordiales).
En la transferencia, se hacen actuales y manifiestos los impulsos eróticos reprimidos por medio
de la reedición, o sea, la puesta en escena de lo reprimido. La transferencia surge en toda
relación humana, y es así que la persona, cuyas necesidades eróticas no pueden ser satisfechas
en la realidad, se verá en la emergencia de volcar estas representaciones en toda nueva
persona que aparezca en su horizonte. La puesta en marcha de la transferencia concibe
entonces a la frustración, sin ella no hay movimiento, a partir de esta situación el sujeto
responde según sus modelos de relación. Así esta investidura se atendrá a los modelos
singulares propios de la subjetividad e insertará al analista en su seria psíquica.
La transferencia, coincide con el proceso que estructura la cura como condición necesaria,
Freud aclara entonces que este fenómeno artificial no es creado por el método sino por la
neurosis misma y en tal caso, el psicoanálisis la descubre y analizándola, aprovecha sus
beneficios para el tratamiento.
La transferencia funciona como motor, palanca de éxito y como obstáculo, es decir,
resistencia. Va a desempeñar el lugar más importante en la cura porque permite elucidar y
resolver conflictos incc.
La participación de la abstinencia del lado del analista tiene que ver con no brindad
satisfacciones sustitutivas, lo que provoca es que se repite el clisé. La frustración tiene que ver
con el conflicto psíquico y es lo que pone en marcha la formación de síntomas. No contestar a
la demanda, poner en juego la frustración, reeditar el clisé. La frustración funciona como
palanca, pero también pone en juego el anhelo del paciente de querer curar, éste es el motor
del análisis, y la palanca para el éxito terapéutico.
La transferencia tanto como obstáculo o como motor, hacen a la cura analítica, va a decir que
esta se hace por y a pesar de la transferencia, rescatando lo positivo y lo negativo. Las
reacciones del paciente revelan las características del proceso primario, que lo llevan a
actualizar sus impulsos sin vislumbrar dudas en ellos. El trabajo analítico consistirá en tratar de
darle un lugar a esa conducta, relacionándola con el recuerdo reprimido: del resultado de esta
lucha, depende el éxito del tratamiento y si bien se desarrolla tal encuentro en el campo de la
transferencia, es la posibilidad de hacer consciente su pasado olvidado por represión, esto es
lo que presenta mayores dificultades.
En el texto “Recordar, repetir y reelaborar” se da cuenta que el tratamiento psicoanalítico
tiene como propuesta fundamental descubrir las situaciones patógenas pasadas, para
rememorarlas y recuperar los recuerdos en contraposición. En la transferencia se repiten los
conflictos infantiles.
Se enuncia un nuevo concepto: neurosis de transferencia, pensándola como una neurosis
artificial, que es intermediaria entre la neurosis infantil y la realidad. Los padecimientos que
antes se enmarcaban en la neurosis, ahora se transfieren al espacio analítico y a la persona del
médico, el analista queda incluido en el aquí y ahora.
La neurosis de transferencia surge como repetición de lo que el analizado no recuerda. Es lo
olvidado y reprimido lo que se reproduce como acto en la relación analítica, y el transcurso de
todo tratamiento estará signado por esta obsesión. En esta “enfermedad artificial” los objetos
tan variados como irreales de la libido, que dan sustituidos y transferidos a la persona del
médico. Cuando la libido se desliga por fin de este objeto provisorio, ya no podrá retornar a
sus objetos anteriores de la misma forma. Utilizará entonces la fuerza pulsional contenida en la
transferencia, en favor de la cura, creándose así una zona intermedia entre la enfermedad y la
vida. Estas reacciones de repetición aportarían el material con que el paciente luego podrá
evocar por la vía de la asociación libre. La neurosis de transferencia dota al síntoma de una
nueva significación dirigiéndose al analista, el cuál obtiene de este lugar virtual la apoyatura
necesaria para la interpretación, herramienta indispensable para vencer las resistencias.
Hay un cambio fundamental desde el falso enlace, al concepto de repetición que se opone al
recuerdo. El recuerdo reprimido se repite en la transferencia como estereotipo o clisé.
En “más allá del principio del placer” Freud dice que no hay que alimentar a la neurosis de
transferencia, sino que hay que circunscribirla lo máximo posible, debido a que en la
transferencia se repite lo reprimido primordial y esto no es rememorable, esta repetición esta
motivada por la compulsión a la repetición. La repetición la vemos ahora al servicio de la
pulsión de muerte en tanto esa fuerza elemental que busca un estado de inmovilización
permanente, que no crea vínculos ni nuevas relaciones, aquello que lleva a un estado de
estancamiento. Recuerdo, transferencia e historia son conceptos inseparables en el
tratamiento psicoanalítico, a tal punto que el analista tendrá que tener en cuenta esto en la
secuencia de la vida psíquica en cuanto a que el pasado y presente confluyen atemporalmente.

Se despliega en análisis aquello que se busca recordar o repetir, y que son tanto historia de
representaciones como historias de repeticiones. Las primeras posibles de ser rescatadas sin
que ello conduzca a desalojar la transferencia, peligro que corremos cuando se exagera la
historización. Las otras tal vez sólo puedan ser experimentadas en su presente. No se refiere
solamente a la vivencia del tiempo primordial, sino también aquello que en algunos pacientes
no pudo ser historizado, allí donde no hay una historia a resignificar, ni como analizar la calidad
libidinal de vínculos que no existen sino artificialmente. Inscripciones sin palabras que instan a
la repetición y que solo puede detener el trabajo de ligadura a representaciones, instaurando
algo nuevo, una nueva historia construida en ese campo privilegiado compartido por el
paciente y el analista atravesado por la transferencia.
Lo que se repite es lo traumático de la vida sexual infantil, porque queda bajo la pulsión de
muerte, inherente al complejo de edipo y sus manifestaciones. Lo que no se recuerda, se
repite. No todo podrá ser recordado, restringir la pulsión de muerte. Acortar el goce, se acota
el manejo de la transferencia, marcando puentes entre lo actual y lo pasado. Así se abre la
posibilidad de reelaboración.

La contratransferencia refiere a los sentimientos y pulsiones que surgen en el inconsciente del


analista como resultado de la transferencia del analizado y aún frente a la persona de éste.
Freud recomienda domeñarla a través del propio análisis, ya que, de lo contrario, no
podríamos llegar “más allá de lo que nos permiten nuestros propios complejos y resistencias.”
Es un obstáculo que toca puntos ciegos del analista; hay que diferenciar la falta de experiencia
o conocimientos técnicos o teóricos de su reacción contratransferencial.

Contratransferencia – Winnicott

Define a la contratransferencia como la anormalidad en los sentimientos


contratransferenciales, y relaciones e identificaciones fijar reprimidas en el analista. Esto lleva
a cometer que el analista necesite más análisis.
La transferencia no es solo una cuestión de buena comunicación o relación, más bien tiene que
ver con el modo como un fenómeno altamente subjetivo que surge rápidamente en el análisis.
El psicoanálisis consiste en gran medida en la preparación de las condiciones para el desarrollo
de esos fenómenos, y en su interpretación en el momento oportuno. La interpretación
relaciona el fenómeno transferencial específico con una porción de la realidad psíquica del
paciente, y esto en algunos casos, significa relacionarla al mismo tiempo con una porción de su
vida pasada.
Freud admitió el desarrollo de toda una gama de fenómenos subjetivos en la relación
profesional: en efecto, el análisis del propio analista implicaba el reconocimiento de que éste
se encuentra bajo tensión al mantener una actitud profesional. Se trata de aumentar la
estabilidad del carácter y la madurez de la personalidad del profesional, que constituyen la
base de su trabajo y de nuestra capacidad para mantener una relación profesional.
La actitud profesional podría erigirse sobre una base de defensas, inhibiciones y regularidad
obsesiva. Ante estos casos, el profesional se encuentra bajo tensión, porque cualquier
estructuración de las defensas de su yo reduce su capacidad para enfrentar las situaciones
nuevas. El psicoterapeuta debe seguir siendo vulnerable y, sin embargo, no abandonar su rol
profesional en sus sesiones de trabajo reales.
En el análisis, el analista habrá recibido claves que le permiten interpretar no sólo la
transferencia de sentimientos de la madre a él, sino también los elementos instintivos incc que
están debajo, y los conflictos suscitados y las defensas que se organizan. De este modo, el incc
empieza a atener un equivalente cc y a convertirse en un proceso vivo que envuelve a las
personas, y a ser un fenómeno aceptable para el paciente. Lo que el paciente encuentra es la
actitud profesional del analista, cuyo trabajo es un estado especial, es decir, que su actitud es
profesional. El trabajo se realiza con un encuadre profesional. En este encuadre se da por
sentado que el analista no está sometido a trastornos de la personalidad y el carácter de un
tipo o grado tal que impidan mantener la relación profesional, o que para mantenerla obliguen
a pagar el alto costo que suponen las defensas excesivas.
La actitud profesional se parece al simbolismo, en cuanto supone una distancia entre el
analista y el paciente. El símbolo está en una brecha entre el objeto subjetivo y el objeto
percibido objetivamente.
Durante la sesión, el analista es objetivo y congruente y no es un salvador, un maestro, un
aliado ni un moralista. El efecto importante del propio análisis del analista en relación con esto
consiste en que ha fortalecido su yo de modo tal que pueda seguir profesionalmente
involucrado y hacerlo sin demasiada tensión. El tol del analista debe variar según el
diagnóstico del paciente: distinto manejo y tratamiento en casos fronterizos; un importante
grupo de comunicación no verbal entre paciente y analista. Un importante grupo de pacientes
con severos trastornos del carácter, borderline o psicóticos, tienden por su transferencia
intensa, prematura y rápidamente fluctuante, a evocar en el terapeuta reacciones
contratransferenciales intensas que a veces pueden brindar el significado de aquello que es lo
central en la caótica expresión del paciente.
Hay dos tipos de casos que modifican completamente la actitud profesional del terapeuta:

- El paciente con tendencia antisocial: está reaccionando permanentemente a una deprivación.


Su enfermedad, o el aspecto esperanzado que hay en ella, obliga al terapeuta a corregir y a
continuar corrigiendo las fallas del yo auxiliar que alteró el curso de la vida del paciente. Lo
único que el terapeuta puede hacer, aparte de queda atrapado, es aprovechar lo que sucede
para llegar a un enunciado preciso de la deprivación o las deprivaciones originales, tal como las
percibió y sintió el paciente en su niñez.

- El paciente que necesita una regresión: para generar un cambio significativo, el paciente
tendrá que atravesar una fase de dependencia infantil. La dificultad consiste en el diagnóstico,
en la localización de la falsedad de la personalidad falsa que oculta al self verdadero inmaduro.
Para que en este caso el self verdadero oculto se haga reconocer, el derrumbe del paciente
formará parte del tratamiento, y el analista tendrá que ser capaz de interpretar el rol de la
madre para el infante del paciente. Esto significa brindar un yo auxiliar en gran escala. El
analista tendrá que seguir orientando hacia la realidad externa, mientras de hecho se identifica
con el paciente, incluso se fusiona con él. El paciente debe volverse sumamente dependiente.

El psicótico fronterizo gradualmente atraviesa las barreras que se denominan técnicas del
analista y la actitud profesional, y obliga a una relación directa de tipo primitivo, incluso al
extremo de la fusión. Esto se hace de un modo gradual y ordenado, y la recuperación es
consecuentemente ordenada.

El odio en la contratransferencia – Winnicott

En un principio del texto, se menciona que el odio en la contratransferencia es un fenómeno


muy influido en la transferencia en análisis con un psicótico, y que el análisis de los psicóticos
se hace imposible a menos que el odio del propio analista sea consciente y bien delimitado. Un
analista debe someterse a análisis el mismo, pero al mismo tiempo afirma que el análisis de un
psicótico es molesto en comparación con el de un neurótico, y que lo es por su propia
naturaleza.
Los pacientes “locos” son siempre, por fuerza, una pesada carga emocional para quienes
cuidan de ellos.
Hay tres fenómenos de la contratransferencia que podrían clasificarse de la siguiente manera:

- Anormalidad en los sentimientos de contratransferencia, y relaciones e identificaciones fijar


que se hallan bajo represión del analista. Llevan al analista a tener una reacción fija, provocada
por identificaciones negativas, conflictos no resueltos. Produce una anormalidad en la
contratransferencia. Es un obstáculo. Son acciones, palabras, que el analista no registra en lo
mínimo.

- Las identificaciones y tendencias correspondientes a las experiencias personales del analista y


a su desarrollo personal y que aportan el marco positivo para su labor analítica y que hacen
con la índole de su trabajo difiera del de cualquier analista. Son identificaciones positivas que
le permiten un desarrollo personal que van a estar de la mano con el análisis profesional. Hay
un marco de flexibilidad.
- Contratransferencia verdaderamente objetiva: el amor y el odio que siente el analista como
reacción ante la personalidad y el comportamiento del paciente, contratransferencia basada
en la observación objetiva. El analista se permita sentir amor y odio
contratransferencialmente. Ama al paciente y también lo odia, y esto se lo dirá cuando
corresponda. Marcar en el paciente lo que genera su conducta. Los puentes se marcan en el
aquí y ahora. El odio que presentan, hay que admitirlo y devolverlo de alguna manera. Si lo
contratransferencia se reprime, se termina el análisis. Es un trabajo de maternaje, prima el
sostén, el holding. La interpretación tiene poca prioridad, ya que al haber fallas primarias, no
hay retorno de lo reprimido. Se construye lo no instaurado, lo no dado. Construir lo que fue
dado en represión primaria y aquello no instaurado. La re-elaboración se produce en el aquí y
ahora con el analista, luego de la tarea interpretativa hay una re-elaboración.

Estos pacientes no generan en el analista angustia de castración, lo que surge es angustia


traumática; lo llevan al analista a un primer tiempo, se fusiona por completo (idealización,
identificación proyectiva, escisión), se identifica con la totalidad, es angustia traumática, de
aniquilamiento, hay asfixia, un parasitismo, hay una fusión que no lo deja ser otro
diferenciado, perder una totalidad. Hay una demanda de transferencia psicótica. El analista es
un objeto de su propiedad, generan formaciones reactivas.
Winnicott trabaja la relación entre madre e hijo. La madre odia al bebé, al tener un psiquismo
elaborado, no muere ya que tiene recursos, pero es diferente cuando no hay recursos y la
madre actúa el odio. En cambio, cuando si los hay, se descarga, se sublima de otra manera;
primero el odio es de la madre hacia el bebé.
Si un analista debe analizar a psicóticos debe ser capaz de ser tan plenamente consciente de la
contratransferencia como para separar y estudiar sus reacciones objetivas ante el paciente. El
odio de halla incluido entre ellas. Los fenómenos de la contratransferencia a veces revestirán
importancia en el análisis. El paciente solo puede apreciar en el analista aquello que él mismo
es capaz de sentir.
Odio y amor es algo que se repite en el análisis de los psicóticos. Esta coincidencia del odio y
del amor es algo distinto del componente agresivo que complica el impulso amoroso primitivo
e implica que en la historia del paciente se produjo un fallo ambiental (quita la linealidad de la
madre) en el momento en que aparecieron los primeros impulsos instintivos en busca de
objeto. Hay una secuencia de creación de objeto:

1) El objeto es subjetivo, porque es creado por el propio bebé. No hay diferencia instalada. El
bebé crea (piensa) el mismo el objeto, es objeto interno. Tiene que estar siempre que el bebé
lo necesita. Tiempo de omnipotencia infantil, es la diada con la madre. Aquí se da el fallo
ambiental en cuanto falla la fusión.

2) Objeto transicional: Permite el pasaje del objeto subjetivo al objetivo. Forma parte, pero no
lo es. Intermedio que le permite el pasaje, da la posibilidad de que se comience a diferenciar
un mundo externo de un yo a un objeto diferenciado. Es el primer esbozo del juego.

3) Objeto objetivo: El niño reconoce al objeto como inherente al mundo externo. Hay una
diferencia entre objeto y sujeto, entre yo y yo.

Estos objetos hablan de la estructuración psíquica. El analista deberá dar cuenta del fallo
ambiental.
La identificación primaria refiere al tiempo subjetivo en donde no hay un yo diferenciado de
otro yo. Es el momento fundante del aparato psíquico.

El analista se le van a imputar una serie de sentimientos en bruto, entonces lo mejor es


prevenirle para que se disponga de ello, ya que debe tolerar que se coloque en aquella
disposición. El odio que está justificado en el marco existente debe ser separado y mantenido
en reserva, disponible para una eventual interpretación.
Para poder analizar pacientes psicóticos debemos haber llegado lo más primitivo de nosotros
mismos. Una de las principales tareas de cualquier analista consiste en mantener la objetividad
ante todo lo que le presente el paciente, y un caso especial de esto es la necesidad del analista
de poder odiar objetivamente al paciente.
Durante el análisis ordinario, el analista no tiene ninguna dificultad en controlar su propio
odio, que permanece latente. Lo principal, por supuesto, es que a través de su propio análisis
se haya librado de las vastas reservas de odio incc perteneciente al pasado y a conflictos
internos. El analista debe estar preparado para soportar la tensión sin esperar que el paciente
sepa lo que está haciendo, tal vez durante un tiempo bastante largo. Para esto, el analista
debe serle fácil asumir sus propios temores y odios. Se halla en la situación de la madre de un
no nato o de un recién nacido. A la largo, debe ser capaz de decirle al paciente lo que él, el
analista, ha experimentado en sí mismo, aunque puede ser que el análisis no llegue tan lejos.
¿Qué sucede si no hay ninguna relación satisfactoria perteneciente a la primera infancia que el
analista pueda utilizar en la transferencia? Existe una inmensa diferencia entre los pacientes
que han vivido experiencias satisfactorias en la primera infancia, experiencias que pueden
descubrirse en la transferencia, y aquellos otros pacientes cuyas experiencias han sido tan
deficientes o deformadas que el analista tiene que se la primera persona en la vida del
paciente que aporte ciertos puntos esenciales de tipo ambiental. En el tratamiento de un
paciente de este segundo tipo, todo se vuelve importante y vital en la técnica analítica, incluso
aquello que puede darse por sentido cuando el tratamiento va destinado a un paciente del
tipo citado en primer lugar.
Por lo general, el odio del analista es latente y sigue siéndole fácilmente. En el análisis de
psicóticos el analista pasa a mayores apuros para hacer que su odio siga siendo latente, cosa
que únicamente logrará siendo plenamente cc de ello. Si el paciente busca odio objetivo o
justificado, debe ser capaz de encontrarlo, de lo contrario es imposible que se crea capaz de
encontrar amor objetivo.
Cuando la regresión en el análisis es profunda, el paciente no puede identificarse con el
analista ni apreciar el punto de vista de lo que el feto o recién nacido pueden simpatizar con la
madre. Una madre debe ser capaz de tolerar el odio que su bebé le inspira sin hacer nada al
respecto. No puede expresárselo. Si, por temor a lo que hacer, la madre no puede odiar
apropiadamente cuando el bebé le hace daño, debe apoyarse en su masoquismo. Lo más
notable acerca de una madre estriba en su capacidad para recibir tanto daño del pequeño y
para odiar tanto sin pagarle a él con la misma moneda, así como en su capacidad para esperar
una recompensa que puede o no llegar más adelante.
El analista debe desplegar toda la paciencia, tolerancia y confianza de una madre dedicada a su
pequeño. Debe reconocer como necesidades los deseos del paciente, debe apartar de sí otros
intereses a fin de estar disponibles puntualmente y de ser objetivo. Debe dar muestras de
querer dar lo que en realidad solamente se ha debido a las necesidades del paciente.
Puede existir un periodo inicial en el cuál sea imposible que el paciente (incluso incc) aprecie el
punto de vista del analista. No se puede esperar reconocimiento debido a que, en la raíz
primitiva del paciente, no hay capacidad para la identificación con el analista, y ciertamente el
paciente no puede ver que el odio del analista frecuentemente es engendrado precisamente
por las cosas que el paciente hace en su cruda manera de amar.
El analista no puede responder desde el principio de realidad, ya que debe reconocer los
errores para que nuevamente no haya fallo ambiental, le debe plantear los errores al paciente.
Los fracasos se deben a la demanda excesiva del paciente, se debe trabajar con los pacientes
sin morirse, ni vengarse, a que no es relación de yo a yo, no hay simetría.
Al final del análisis con un neurótico, se puede cursar con una transferencia psicótica. El
paciente va a utilizar los fracasos del analista para que pueda reelaborar los traumas primeros.
Es muy importante estar atento a la contratransferencia.
En la transferencia psicótica se pone en jaque la actitud del profesional, es decir, que no se
reprima el odio y que no aparezca ninguna actitud de sentimiento.
Cuanto más se reprime el odio, más se acrecienta y por algún lado saldrá. El analista debe
poder identificarse en las necesidades del paciente, como la madre tuvo que haber hecho:
otorgar una función de reviere. El analista debe identificarse y salir de esto, es un movimiento
constante. Identificarse pero mantener anclado a la realidad, se identifica pero sale, no puede
perder subjetividad.

Variedades clínicas de la transferencia – Winnicott

Transferencia es definido como la manera que se repite en el análisis un modo subjetivo de


relación con los objetos.
Las identificaciones refieren a las relaciones del sujeto con el objeto. El vínculo con el otro
implanta sexualidad, es otro que genera erogeneidad, otro que conforma la matriz
identificatoria, le da origen al psiquismo. El estado de las cosas que existe cuando se intenta
salir de la identificación primaria: al principio, se halla la dependencia absoluta. Hay dos
posibiles resultados:

- en uno la adaptación ambiental a la necesidad es suficiente, de manera que empieza a existir


un yo que, con el tiempo, podrá experimentar impulsos del ello.

- en el otro, la adaptación ambiental no es suficiente, por lo que no hay una verdadera


instauración del yo, u en su lugar se desarrolla un seudo self constituido por la agrupación de
innumerables reacciones ante una sucesión de fracasos de adaptación.

El medio ambiente, cuando en esta primera etapa se adapta con éxito, no es reconocido, ni
siquiera registrado, de manera que en la fase originaria no hay sentimiento de dependencia.
Cuando quiera que el medio ambiente fracase en su tarea de adaptación activa, sin embargo,
este fracaso se registra automáticamente como un ataque, algo que interrumpe la continuidad
existencial, que es aquello que, de no haberse interrumpido, habría formado el yo del ser
humano en vías de diferenciación.
Winnicott denomina un “verdadero self oculto”, protegido por un falso self. Este falso self es
un aspecto del self verdadero, al que esconde y protege, al mismo tiempo que reacciona frente
a los fracasos de adaptación y crea un patrón correspondiente al patrón del fracaso ambiental.
De esta manera, el self verdadero no se ve envuelto en la reacción y conserva su continuidad
existencial. Sin embargo, este self verdadero y oculto sufre un empobrecimiento derivado de
la falla de experiencia.
El self falso puede lograr una falsa integridad que resulta engañosa, es decir, una falsa fuerza
del yo recogida del patrón ambiental y de un medio bueno y digno de confianza.
En caso favorable, el falso self desarrolla una actitud maternal fija con respecto al verdadero
self y se halla permanentemente en estado de sostener el self verdadero del mismo modo que
una madre sostiene a su bebé en el propio principio de la diferenciación y de la salida de la
identificación primaria. Esta identificación primaria, en el tratamiento analítico es la posibilidad
de regresionar a ese tiempo fundante. Existen dos posibilidades de regresionar:

1) Adaptación ambiental satisfactoria: movimiento entre satisfacción y frustración.


Constitución del yo. Cuanto más satisfactoria es la adaptación ambiental, más soportará los
impulsos del ello.

2) La adaptación ambiental no satisfactoria: no hay buena constitución de yo, efecto negativo


sobre la constitución de este, originando un falso-self que protege, genera una capa protectora
que envuelve al yo. Una coraza que protege al yo, ya que no hay un yo fortalecido, queda uno
empobrecido. Es una reacción frente al fallo ambiental.
El falso-self da una falsa integridad, porque es una coraza, da impresión de integridad, pero el
yo está fragmentado, no está integrado.
Regresión como un proceso curativo. En el tratamiento, el analista va a funcionar para el
paciente como un objeto transicional, le da la posibilidad de integrar las partes escindidas del
yo.

El comportamiento del analista, representado por “El marco” es percibido gradualmente por el
paciente como algo que da pie a una esperanza de que el verdadero self pueda por fin correr
los riesgos propios y empezar a experimentar la vida.
A la larga, el self falso se entrega al analista. Éste es un momento de gran dependencia y de
verdadero riesgo, y el paciente, como es natural, se halla en un profundo estado de regresión.
Este estado es también sumamente penoso debido a que el paciente es consciente, mientras
que no lo es es el pequeño en la situación originaria, de los riesgos que ello comporta. En
algunos casos es tanta la participación de la personalidad, que el paciente debe recibir
cuidados en esta fase.
Una de las características de la transferencia en esta fase es la forma en que se debe tener en
cuenta la presencia del pasado del paciente. Mientras que en la neurosis de transferencia el
pasado penetra en el consultorio, en esta tarea es más acertado decir que el presente se
remonta o retrocede al pasado y es el pasado. Así, el analista se enfrenta con el proceso
primario del paciente en el marco en que tuvo su validez originaria. El espacio transicional es la
transferencia. Es un rasgo artificial que se genera en el espacio analítico. Es un espacio porque
va desde la enfermedad hacia la cura, por ese espacio transicional. Se puede ubicar entre la
realidad externa y la realidad psíquica este pasaje. El paciente toma al analista como objeto
transicional. Es el objeto del cuál se sirve para llegar a la cura. Es un objeto que no es interno ni
externo.

La adaptación suficiente por parte del analista produce un resultado que concuerda
exactamente con lo que se pretende. El cambio del centro principal de operaciones del
paciente, que pasará del self falso al verdadero. Por primera vez en la vida del paciente hay
ahora una oportunidad para el desarrollo del yo, para su integración partiendo de los núcleos
del yo, para su instauración en calidad del yo corporal y también para su repudio de un medio
ambiente externo con la iniciación de las relaciones objetales. Por primera vez el yo es capaz
de experimentar los impulsos del ello y de sentirse real al hacerlo, así como al descansar de las
experimentaciones. Y a partir de aquí por fin puede hacerse un análisis ordinario de las
defensas del yo contra la angustia.
El yo del paciente queda capacitado para empezar a recordar los fracasos originarios, todos los
cuales se hallaban registrados, dispuestos. Estos fracasos tuvieron un efecto disruptivo en su
momento y el tratamiento habrá recorrido mucho camino cuando el paciente sea capaz de
coger un ejemplo del fracaso originario y sentir ira al respecto. Sólo cuando el paciente alcance
este punto, podrá darse el principio de una puesta a prueba de la realidad.

Dos tipos de transferencia:

1) Transferencia neurótica: Marcada por la ambivalencia. En donde se viven momentos de


confianza absoluta. La confianza básica y las instancias de soporte están instituidas. Con el
analista se actualizan los vínculos, se recrea el amor materno. No requiere demasiada
exigencia. El espacio, el encuadre, los elementos del análisis tiene un lugar simbólico.

2) Transferencia psicótica: Mecanismos primarios, vivencias de persecución, desintegración,


transferencia de regresión. Reactualiza el tiempo de fusión masiva, gran dependencia. Busca
recrear el primer vínculo, vivencia la desintegración cuando el objeto se corre, vivencia de
muerte. No hubo adaptación ambiental. Lo que se da en el vínculo con el analista, es algo que
no se dio en el vinculo primario, es decir, el holding, el sostén y la provisión. El analista provee
lo que el paciente no tiene, en un marco de deseo: anticipar al paciente.
Diferente a la contratransferencia. Desde una relación asimétrica, pero el tipo de trabajo es
otro, ya que hay flexibilidad en la neutralidad y abstinencia. El analista aporta libido
significante, porque del lado del paciente hay desmezcla pulsional. Debe aportarse al
analizamiento de las pulsiones. Todos los elementos del encuadre funcionan como sostén.
Anticipar futuras situaciones.

Tipos de resistencias

Concepto de resistencia como obstáculo a la cura.

1) Resistencia del yo: el yo evita el encuentro con lo traumático. Busca ligadura con el principio
de placer y la pulsión de vida en busca de resguardar al yo.

A- De represión: aparece en todo tratamiento. Es una resistencia que instrumenta al yo,


manteniendo alejadas las representaciones que le resultan intolerables al yo. Es una fuerza
constante, que actúa como desinvestidura más contrainvestidura.
En el proceso analítico se vuelve a hacer presente la misma defensa que origino la
enfermedad. Cuando el sujeto reprime se conforma un sujeto separado. Es cualquier acto que
el sujeto realice para impedir la cura.

B- Transferencia: evita la emergencia de lo reprimido, a través del analista. Se evita una


representación intolerable utilizando la figura del analista; cualquier cosa que diga que ubique
al analista como persona, por ejemplo, cuando le empieza a preguntar cosas al analista.
Transacción que nos revela que el enlace a la figura del analista no es azaroso. Forma parte del
complejo patógeno.

C- Beneficio secundario del síntoma o enfermedad: se instala luego de que se instalo la


enfermedad. Tiene un origen distinto al de represión y de transferencia.
Las resistencias buscan que el material patógeno no insista en la conciencia. Una vez que esta
instalado el síntoma, busca que el síntoma egodistónico se convierta en egosintónico, que se
integre al yo. El yo no tolera el síntoma, busca integrarlo a este para tener una vivencia de
completud. El yo no tolera la falta, es de naturaleza narcisista porque lo excluye al sujeto de
falta, “no le falta nada”.

2) Resistencia del ello: compulsión a la repetición. Dejan al sujeto en padecimiento, del lado
del goce. Son mortíferas. Todo lo que el sujeto hace para quedar fijado al padecimiento. Repite
escenas en lugar de recordarlas, impidiéndole una salida diferente. Le impide una apertura del
incc de manera distinta. Cuando no hay vertiente simbólica, abajo del eje de la palabra,
aparece en acto, un volver a vivir. Le vuelve a pasar siempre lo mismo, es la vivencia de una
repetición. La pulsión se satisface a si misma y a desmedro del yo. Busca la satisfacción y no el
bienestar.

3) Resistencia del súper yo: reacción terapéutica negativa. Signada por la necesidad de castigo.
Crimen, culpa y castigo. El yo comete un crimen, no tiene noticia, siente culpa y debe padecer
un castigo. Es una reacción como consecuencia negativa de una culpa. El sujeto busca estar
siempre en sufrimiento. Es tanto para la enfermedad psíquica como la orgánica.

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