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La transferencia psicótica y el acto del analista
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La transferencia psicótica y el acto del analista
seo del analista como alguien que supone, tras el síntoma o el delirio,
un sujeto que es efecto de la materialidad del significante12.
Si el analista sostiene esta suposición también frente al sujeto psi-
cótico, esto implica el acto de ubicarse de un modo particular en la
estructura del lenguaje y del deseo, que es la de escuchar sin saber.
Escuchar sin saber: es una activa tarea correlato del analista “anali-
zado”13, -que difiere de la versión del analista pasivo, que no hablaría
por su posición destituida-. Es más bien la de un testigo interesado
por el saber del delirio y también por lo que en él, no se sabe. Intere-
sado en ese campo de saber en que se despliega el delirio, que dis-
ta enormemente de la posición de mascarada de alojar la realidad del
loco bajo los ideales de una moral inclusiva que apoyaría su conten-
ción e integración.
Este particular modo de ubicarse en la estructura del lenguaje y
del deseo, afianza una presencia en la palabra inédita hasta enton-
ces para el sujeto, que consolida la apertura posible de la disyunción
entre saber y verdad. Esa disyunción, mantenida abierta por el de-
seo del analista, entre eso-que-no-se-conoce-pero-se-sabe-con-cer-
teza, se constituye en la creación de un espacio-tiempo nuevo donde
el delirio puede amarrar su elaboración, desempeñando esa disyun-
ción un lugar que cumple el rol de un agujero simbólico suplente. El
sujeto psicótico encuentra así en esta presencia, la ocasión para des-
plegar su testimonio en puesto de intérprete, colocando al analista
-como señala Colette Soler14-, en situación de ser estudiado, interpre-
tado, inclusive vigilado como al partenaire-Otro de sus elaboraciones
espontáneas.
En el caso “Cura de un mutismo”, de Gabriel Lombardi15 el suje-
to se presenta como un ser libre que intenta sustraerse de la amena-
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La transferencia psicótica y el acto del analista
Para concluir
“La realidad es planteada en él como absolutamente unívoca, lo La división subjetiva en las psicosis
que es único en nuestra época, comparado con la manera en que la
enredan los otros discursos. Porque es sólo a partir de los otros dis-
cursos como lo real llega a flotar”17.
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Bibliografía
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Notas
1. Lacan, J. (1956) “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible
de la psicosis” en Escritos 2, Editorial Siglo XXI, Buenos Aires, pp. 563 -64.
2. Freud, S. (1911). “Puntualizaciones psicoanalíticas sobre un caso de pa-
ranoia (Dementia paranoides) descrito autobiográficamente”. En Obras
Completas, Vol. XII, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1987, p. 37. Las itá-
licas son nuestras.
3. Freud, S. (1911). Ibídem, p. 39.
4. Lacan, J (1955-1956). Las Psicosis. Libro 3, Buenos Aires: Editorial Pai-
dós, p. 360.
5. Lacan, J (1964-1965). Clase del 5 de mayo de 1965. En “El Seminario 12.
Problemas cruciales para el psicoanálisis”. Inédito.
6. Lacan, J. (1967). “Proposición del 9 de octubre de 1967”, en Revista Or-
nicar Nº1 El saber del psicoanálisis, Editorial Petrel: Barcelona.
7. Lacan, J. (1967). “Proposición del 9 de octubre de 1967”, Revista Ornicar
1, Barcelona: Ediciones Petrel,
8. Lombardi, G. (2008). Clínica y lógica de la autorreferencia, Editorial Letra
Viva: Buenos Aires.
9. Lacan, J. (1965). Clase del 5 de mayo de 1965. Seminario 12. Problemas
cruciales para el psicoanálisis. Inédito.
10. Lacan, J. (1955-56). El Seminario 3. Las psicosis, Paidós: Buenos Aires.
Clases 14 y 15.
11. Como entendemos lo plantea Lacan en la clase del 25 de abril de 1956
de El Seminario 3. Las Psicosis, y en “De una cuestión preliminar a todo
tratamiento posible de la psicosis”; Colette Soler en “El trabajo de la psi-
cosis” en Estudios sobre la psicosis (1989) y Eric Laurent en La psicosis:
acto y repetición (1998).
12. Lacan, J. (1965). Clase del 5 de mayo de 1965. “El Seminario 12. Proble-
mas cruciales para el psicoanálisis”. Inédito.
13. Lacan, J. (1967). “Breve discurso a los psiquiatras”, o “La Psychanaly-
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/ EL TRABAJO DE lA PSICOSIS
111a Uvo, cómo. Indudablemente, es tamos seguros de la pertinencia táfora de suplencia: la metáfora delirante. ¿Qué hace Schreber sino
de nuestras pautas estructu rales concernientes a la psicosis - has- construir una versión de la pareja original. dis tinta de la versión
ta los ps iquia tras es tán empezando a considerarlas- , y sabemos pa~e~na ~ en la que el goce en exceso encuentra un sentido y una
que los psicoanalis tas formados en la enseñanza de La.can no se leg1t1mac1ón en el fantasma de procreación de una humanidad fu-
niegan a afrontar la ps icosis; pero aún se necesita saber mediante tura? ~chre~er inventa y sustenta, por s u sola decis ión, un "orden
qué operación. Para ser más precisos: ¿puede tener el acto analítico del uruverso curativo de los desórdenes del goce cuya experiencia
incidencia causal sobre el autolratamiento de lo real, como la hay é~ P~dece.;_ y. ~o.nde el Nombre-del-Padre forcluido no promueve la
en el trabajo de la transferencia? Y, por lo menos. ¿hay una afini- s1g~ificac10~ fahca, aparece una s ignificación de s uplencia: ser la
dad entre la mira, los efectos de aquél y los propios objetivos del mujer d.e Dios, con la ventaja de que el goce desde ahora consentido
tratamiento analítico? Dicho de otra manera, ¿hay al menos una s~ locahz~ sobre la imagen del cuerpo, y con la diferencia de que la
simpatía entre la ética del bien decir. y la ética del sujeto psicótico? s1gnlficac1ón de castración de goce queda excluida en beneficio de
Primero necesito marcar la frontera entre la enfermedad propia- un g?c~ _de la r:lación con Dios, marchando a la infinitud. Unica
mente dicha y las tenta tivas de solución, entre el psicótico "mártir restncc1on: esa infinitud no es actualizada - no todavía- sino apla-
del inconsciente", como dice La.can. y el psicótico eventualmente zada al infinito.
trabajador. Llam arlo "mártir del inconsciente" es otra manera de En muchos casos funciona la misma solución cons is tente en ta-
designar el retorno en lo real de lo que fue forcluido de lo simbólico par la cosa n_iediante una ficción colgada de un s ignificante ideal,
y que se impone al sujeto, para su tormento y perplejidad, en fenó- pero no requiere por fuerza la inventiva delirante .del s ujeto. Creo
menos que los psiquiatras clásicos ya solían reconocer aunque sin que, por ejemplo. esta solución brinda la clave de muchas sedacio-
comprender s u estructura. nes o de muchas fases "libres" de la melancolia. Casi siempre se las
Aprehendemos la lógica de es te retorno en lo real si advertimos presenta co~1?. enigmáticas, debido a s u carác ter s úbito y también
que h ay una solidaridad entre la eficacia del Nombre-del-Padre, la a su ~evers1b1hdad; pero, en la mayoría de los casos , un enfoque
conslitución de lo s imbólico, en el sentido de la cadena significante, met~d1co revela que estos virajes inesperados son efectos de la re-
y una limitación de goce que Freud percibió con las nociones de ob- gencia restaur~da de una s ignificación Ideal, s ignificación que vuel-
jeto perdido y. sobre todo, de castración. Asimismo. la forclusión es ve a dar al Sujeto la pos ibilidad de desliza rse bajo el s ignificante
solidaria del s ignificante en lo real - lo que no quiere decir ú nica- que da ba s ostén a s u mundo. Salvo que entonces. en general no es
mente el significante en lo percibido alucinatorio. sino de modo más resultad_o de un trabaj~ del ~ujeto - h ace ya tiempo que los ps iquia-
amplio el s ignificante surgiendo solo, fuera de la cadena del senti- t~~s reg1.straro~ la res1s tenc1a del s ujeto melan cólico a la elabora-
do- y de emergencias correlativas de goce. En este sentido. el hecho c1on- , smo, ~as frecuentemente, el efecto de una tyché, de un en-
de que Lacan planteara, con la noción de forclusión, la causalidad cuentro que vien: a corregir el de la pérdida desencadenante. En
significante de la ps icosis - que además implica de por s í una res- estos_~os .el SUJeto no inventa s ino que toma prestado del Otro
ponsabilidad del sujeto- no impide que la psicosis siga s iendo para - cas i s1: mpre materno- un significante que le permite, al menos
nosotros lo que era ya para Freud: u na enfermedad de la libido. por un tiempo, tapar, mediante un ser de pura conformidad el ser
Desde ese momento. el trabaj o de la psicosis será siempre para Inmundo que él tiene la certeza de ser. '
el sujeto una manera de tratar los retornos en lo real, de operar Ci_viliz~r a la cosa por lo simbólico es también la senda de ciertas
conversiones; manera que civilíza al goce haciéndolo soportable. Así subhmac10nes creacionistas. La promoción del pa dre es una de
como podemos realizar la clínica diferencial de los retornos en lo ellas, Y Lacan lo decía en su Seminario La ética. Se comprende en-
real según que se trate de paranoia , esquizofrenia o manía, pode- tonces que estas sublimaciones se vean particularmente solicitadas
mos diferenciar también las mencionadas soluciones. en la P~icosis. como lo prueban tantos nombres conocidos: Joyce,
HOl~erlm, Nerval. Rousseau, Van Gogh, etcétera. No todas las subli-
Las mejor observables son las que echan mano a un simbólico de mac1~?es son del mismo tipo, pero las que proceden por la cons-
s uplencia consis tente en construir una ficción, distinta de la ficción trucc1on de un nuevo simbólico cumplen una función homogénea a
c.:dipica. y en conducirla has ta un punto de estabilización; obtenido lo que es el deli.rio para Schreber. Cons ideremos a Jean-Jacques
(·s tc mediante lo que Lacan consideró en una época como una me- Rousseau, por ejemplo, quien va fo1jando sus ficciones sucesivas.
18 Colecte Soler El trabajo de la psicosis 19
Pensador político, primero -desde el primer Discurso hasta El con- plencia, el efecto capital de lo simbólico, esto es, su efecto de nega-
trato social-, después novelista del amor con La nueva Eloísa. luego tivización del ser viviente. Del daño causado en acto al cuerpo pro-
educador con el Emilio y finalmente Pygmalión de sí mismo con sus pio o también a la imagen del semejante, de la agresión muliladora
Confesiones. En todos los casos, a la vez crítico e innovador, Rous- hasta el suicidio o el asesinato, la mulilación real emerge en pro-
seau rectifica los ideales y los renueva, trata el desorden del mundo porción a la falta de eficacia de la castración. y ello hasta el punto
-de la sociedad, las costumbres, el individuo-, se encarga de la de adquirir a veces un alcance diagnóstico.
rectitud del orden social, de la pareja sexual y del individuo, para Lo ilustraré con un caso ejemplar en el que llegué a conocer. an-
conjurar el goce nocivo y pervertido del hombre civilizado. Esta em- tes de que apareciesen de manera evidente para todos, los signos
presa culmina en el Emilio, que lo convierte casi en padre del hom- patognomónicos de su psicosis. Se trata de una mujer. Durante
bre nuevo y que por este hecho, sin duda, lo precipita en el delirio cerca de diez años había estado en manos de médicos a causa de
efectivo. una grave enfermedad llamada saturnismo, que le hizo rozar la
muerte en repelidas ocasiones y le dejó secuelas importantes. Inte-
EX!sten otros tipos de soluciones que no recurren a lo simbólico rrogada durante años, jamás soltó una palabra sobre la causa, cau-
sino que proceden a una operación real sobre lo real del goce no sa que reveló un día - para su propia sorpresa- en una nueva con-
apresado en las redes del lenguaje. Así sucede con la obra - pictóri- sulla : ingería plomo, obtenido por raspado de alambres eléctricos.
ca, por ejemplo- que no se sirve del verbo sino que da a luz, ex De sus auto-atentados sólo puede decir una cosa, repetida como
nihilo, un objeto nuevo, sin precedentes - por eso la obra está siem- un leitmotiv: "quelia morir". ¿Desde cuándo? Desde que tenia diez
pre fechada- , en el que se deposita un goce que de este modo se ~u1os, o sea desde la muerte de su madre, enferma de cáncer hacia
transforma has ta volverse "estético", como se dice, mientras que el ya cinco. Antes de los cinco años - dice-, era el paraíso; y de él le
objeto producido se impone como real. queda un único recuerdo en el que se ve enroscada en el regazo de
Aquí es donde nos topamos con la paradoja Joyce, quien lleva a su madre. Podría hablarse aquí de reacción melancólica si no fuera
cabo esta operación con la literatura misma. Siendo el arte que más que en el discurso de esta persona falta radicalmente cualquier ma-
incluido está en el registro de lo simbólico, Joyce logra hacerlo pa- tiz de tristeza, cualquier sentimiento de pérdida y más aún de cul-
sar a lo real, o sea al "fuera del sentido". Una proeza, sin duda. La pabilidad, en provecho de la afirmación, repcUda sin el menor afec-
diferencia con toda la demás literatura es perceptible. Joyce no rec- to aparente, de una pura voluntad de muerte. Se d escubre Juego,
tifica al Otro del sentido como Rousseau: lo asesina. En este aspec- más allá de los atentados contra su vida, reales pero fracasados, un
to sus Epifanías son paradigmáticas. Esas breves frases sacadas impulso al asesinato que fue, en definitiva, más eficaz.
del contexto que podría darles significación, esos fragmentos de dis- A los ocho años se le ocurrió la idea de suministrar a su madre
cursos en los que el sinsentido reluce, dan fe de una operación que enferma algún medicamento definilivo. Casada muchos años des-
no carece de afinidad con la de Wolfson. Se opera con el lenguaje de pués, vierte somníferos, subrepticiamente, en el café de su marido.
tal modo que el Otro queda evacuado, y se procede a una verdadera Enfermera de profesión, interviene en la muerte de un anciano en-
forclusión del sentido, forclusión que es al mismo tiempo una letri- fermo al que administra -a sabiendas- una dosis excesiva. En el
ficación del significante mediante la cual éste se transforma en áto- momento de la entrevista sabe que su hijo está amenazado; un día
mo de goce... real. mató con veneno al gato que esle hijo adoraba. Aclara que fue un
En la misma línea de tratamiento de lo real por lo real, tenemos impulso súbito e ine.'Xplicable, pues dice: ·yo quería a ese gato". En-
los pasajes al acto auto - y hétero- mutiladores. Son totalmente tonces, ¿por qué? Sólo puede responder: "lo vi". Luego: "era o él o
antinómicos a la sublimación creacionista, pero sin embargo no la yo". Más tarde agregará: "él o mi hijo". Vemos intervenir en acto
excluyen. Consideremos a Van Gogh, quien, a punto de alumbrar una suerte de forl-da de la vida y la muerte del sujeto y de sus obje-
una de esas obras maestras que nos maravillan. corta en carne viva tos. Lo que aquí importa no es tanto el carácter irreprimible del ac-
su cuerpo y su Imagen, que él disimetriza para convertirse en el to, que también aparecería en ciertos pasajes al acto de la neurosis,
hombre de Ja oreja cortada. Esta oreja menos, como en muchos sobre todo la obsesiva, sino el hecho de que el sujeto no sólo no
otros atentados de la psicosis -véase especialmente el Niño del Lo- puede dar cuenta de él. sino que ni siquiera se considera responsa-
bo de Rosine y Robert Lefort- realiza en acto, a título casi de su- ble. Como indiferente a su gravedad, sólo puede enumerarlos, sin
20 Colette Soler
problematizarlos nunca y teniéndolos por ajenos a ella misma. Esta RECTIFICAR AL OTRO
persona se encuentra habitada por una necesidad casi presubjetiva
de negativlzar el ser-ahí. y más precisamente de perder un objeto
que está como en exceso. Pues cuando el objeto no es llamado a
complementar la falta fálica, cuando es únicamente el doble espe-
cular del s ujeto, funciona en exclusión y deviene para él sinónimo
de muerte. Se entiende que un objeto así, un objeto que, lejos de
fundar un lazo social. lo ataca, deja poco espacio para el psicoana-
lista.
Los diversos tratamientos de lo real que acabo de distinguir -por
lo simbólico, por lo real de la obra o del acto- no son equivalentes,
desde luego. a los ojos del psicoanalista: el último casi lo excluye y
el segundo lo vuelve s uperfluo.
En efecto, el acto negatMzador se estrella a la vez con los limites
de la legalidad , como tratamiento que al Otro social le es imposible
soportar, y con sus límites propios. a l no tener otro futuro que s u
repetición. En cuanto a las producciones del arte que alcanzan un
bien -inventar, ellas no contradicen el imperativo de elaboración del
E1 libro de Rosine y Robert Lefort, Las estructuras de lapstcosts,1
yuxtapone al relato de una cura minuciosamente anotada un traba-
análisis pero, contrariamente al bien decir, que se despliega en el jo de matematización de dicha cura, trabajo que es posterior y que
entre-dos decir del analizante y del intérprete y como producto del en cierto modo recubre y fractu ra un tanto su marcha. En un pri-
lazo analillco, estas obras se realizan en soledad y vuelven super- mer momento, leyéndolo de un tirón y sin detenerme en las peque-
fluo al analista. Queda aún el bien-pensar de las elaboraciones sim- ñas etapas de la teorización. pude advertir que se trataba de una
bólicas que logran compensar la carencia de la significación fálica, gran marcha. Sabemos en qué culmina: culmina cuando el pequeño
y a su respecto habrá que plantearse qué papel causal puede cum- Roberto adquiere figura humana. Al fmal. está humanizado. Puede
plir en ellas el anallsta. Insertarse más o menos en un lazo social. P~ro. ¿de dónde partió?
En todos los casos hay una cosa segura: si el analista acoge la Todo empieza en el Lazareto. El término posee siniestras resonan-
singularidad del sujeto psicótico -como de cualquier otro sujeto- , cias de exclusión, de segregación, de reparto de esos seres que son
no lo hace como agente del orden, y la sugestión no es su instru- los desechos del discurso. Aquí no estamos en el limbo, y este Laza-
mento. Sin embargo. si está preparado para escuchar y soportar a reto, al llegar Roberto, pasa a ser incluso un Infierno. Es un sitio
aquel que no es esclavo de la ley fálica, aún tendrá que medir los lm~resionante, un mundo de miedos, gritos, mocos, pipí y caca, un
riesgos que asume en cada caso, para sí mismo y para algunos umverso de golpes y trasudor. Imagínenlo ilustrado por Jéróme
otros. Bosch, más bien que meditado por Dante: podria ser grandioso.
Cuánto admiro a la que avanza por este lugar provista de su solo
deseo de analizar: Rosine Lefort. Avanza. por lo demás, y le rindo
homenaje, sin esa onza de obscenidad que estos sitios podrian con-
vocar. ¿No se advierte acaso cuán desesperada habña parecido su
empresa? En cualquier caso. de ninguna forma razonable, si llama-
mos razonable a aquello que responde a las empresas del sentido
común. Esta empresa resu lta por ello más tilanesca aún. Es verdad
q~e al leer este libro de un tirón, se percibe que el universo de
rmasmas en que vive el pequeño Roberto es atravesado, gracias a la
llegada de esta analista, por un intenso soplo. Más precisamente,
¿QUE LUGAR PARA EL ANALISTA?
otro que no es el que ella llama la "fiera", el perseguidor. Sin duda, real podría saldar la cuenta. Precisamente de ella sería apropiado
no es otra cosa que un testigo. Esto es poco y es mucho, porque un decir, según la expresión de Lacan, que el legado viró a la liga. No
testigo es un sujeto al que se supone no saber. no gozar. Y presen- olvido que en otra circunstancia -y debo decir que para mi sorpre-
tar por lo tanto un vacío en el que el sujeto podrá colocar su testi- sa- frené una crisis de pánico suicida que no parecía dejar otra al-
monio. Un segundo tipo de intervención corresponde a lo que lla- ternativa que una hospitalización Inmediata, con esta simple sen-
maré: orientación del goce. Una, limitativa, que intenta hacer de tencia relativa a los propósitos de un perseguidor del momento: "El
prótesis a la prohibición faltante, consistió en decir no, en poner un no tiene derecho". Efecto de calma que llena de estupefacción. Las
obstáculo cuando la sujeto parecia cautivada por la tentación de nociones de abuso y de derecho son de ella. Yo se las tomo, pues
dejarse estrangular por el hombre que manifies~i:nen_te lo preten- son portadoras de la significación de un límite respecto de las pre-
día. La otra, positiva: yo sostuve su proyecto artístico incitándola a tensiones del Otro sobre su vida, límite cuyo lugar es el mismo que
considerar que ése era su camino. No vacilemos en reconocer en es- lo que en Schreber se llama "Orden del universo".
te caso el empleo de la sugestión. La tercera intervención es la que La maniobra analítica que intentó y que sostuvo la operatividad
tuvo un alcance decisivo. Provocó un viraje en la relación transfe- de esta cura consistió, por un lado, en abstenerme de la respuesta
renclal tanto como en la elaboración de la cura. El viraje consistió ~uando en la relación dual se llama al analista a suplir para el su-
en que, en la cura, nunca más volvió a so~~itar al analista ~orno Jelo, por medio de su decir, el vacío de la forclusión y a llenar este
Otro, y en que comenzó a construir su dehno, esto es. también a vacío con sus imperativos. Sólo a este precio se evita la erotoma-
depurarlo y reducirlo. Paralelamente a la desaparición -al menos nía. En segundo lugar, intervine profiriendo una función de límite
en los últimos cinco años- de los episodios agudos, también la pal- ~l go~e del Otro, lo que no es posible sino a partir de un lugar ya
pitación que describí en su vida, entre el vacio y el despegue del de- mscnpto en la estructura. Aqui el voluntarismo sería inútil. Esta
lirio, quedó como nivelada. Yo entiendo que a partir de ese momento intervención no está en verdad fundada. Es un decir en el que el
se entra en la reconstrucción del sujeto, al borde del agujero en lo analista se hace guardián de los límites del goce, sin los cuales, co-
simbólico. No me decidí a esta Intervención problemática. delicada, mo lo dice ella en todos los tonos, lo que hay es el horror absoluto.
sino tras imponérmelo como deber. y tuvo lugar en varios tiempos. El analista no puede hacerlo sino sosteniendo la única función que
Les doy primero el tema y luego el fundamento. En el primer queda: hacer de límite al goce, esto es, la de significante ideal, úni-
tiempo sostuve su negativa a trabajar y su demanda correlativa de co elemento simbólico que, a falta de la ley paterna, puede consti-
obtener una pensión. No entré en el concierto de las personas que tuir una barrera al goce. El analista, cuando se sirve de este signi-
querían hacerla trabajar. Más: apoyé categóricamente con mi apro- ficante como lo hice yo, se lo toma al psicótico mismo; el analista
bación la Idea de que era un abuso -subrayo el término- exigirle no hace olra cosa que apuntalar la posición del propio sujeto, que
que se ganara la vida. Este punto puede parecer más que espinoso, no tiene más solución que tomar él mismo a su cargo la regulación
porque tenemos la idea -fundada- de que el análisis debe apuntar del goce. La paciente misma formula: "Estoy obligada a hacerme
a negatlvizar el exceso de goce en la psicosis, y de que el pago es mi propia ley.~ Es lo que hace Schreber cuando toma a su cargo el
una cesión de goce. Orden del universo, lo que hace Rousseau, el Reformador, cuando
Hago constar que esta persona siempre encontró justo pagar su quiere poner orden en la sociedad desordenada. Esta alternancia
análisis, pero •ganarse la vida" era otra cosa para ella, a saber: una de las intervenciones del analista entre un silencio testigo y un
significación tomada en su relació~ delirante con el ?lr~ persegui- apuntalamiento del límite es otra cosa que la vacilación calculada
dor, que la equiparaba con un asesinato. Los datos biográficos apo- de la neutralidad benévola. Es lo que yo llamaré la vacilación de la
yaban esta apreciación. Se hallaba prese~te un disc~rso sobre la implicación forzosa del analista. Implicación forzosa -si no quiere
deuda, pues se habían conjugado una quiebra -extrana- del lado ser el otro perseguidor- entre la posición de testigo que oye y no
paterno y. del lado materno, la idea culpable, a vengar, de haber re- puede más, y el significante ideal que viene a suplir lo que Lacan
cibido en demasía. cosa que ella encarna en su ser. Ella. ~ue fue escribe Po en su esquema I. Es indudable que a partir de aquí esta
dada en crianza -si puedo expresarme así- a la tía perjudicada, pacíente subsume al analista. al que ella distingue cuidadosamen-
dlce: "Soy una deuda viviente". Nada que ver con la deuda del f~lo te de mi persona, bajo este significante, y llegado el caso lo dirá ca-
en falta de la neurosis. Al no haber sacrificio simbólico, sólo la vida si en forma C.'Cplícita. ·
12 Colette Soler
¿Que lugar para el analista? 13
Ahora quis iera terminar diciendo algunas cosas muy rápidas,
pues no tengo tiempo pa ra desplegar el caso. Doce años de análisis ~n s ustentar en el campo escóplco. Lo cual se advier te además so-
son muchos y sólo quisiera darles una idea de aquello en que cul- d r~ s u persona; ella encuen tra s us soportes en una serie de figuras
minó este análisis después de esa intervención: una estabilización, e estrellato Y de celebridad. Pa so por alto esta faceta imaginaria
precaria cie rtamente. pero sin embargo patente. La pregunta en Res~. I:'°r último, lo que yo llamo fix1ón de goce. Se trata de ~u
una estabilización es la siguiente: ¿en qué se convierte el goce de- fbra plas Uca, que implica una eyección del Otro, A mayúscula tan -
masiado real que se encontraba a la entrada de la cura? Yo s itúo º como del ?lro a min ú scula . En s u dominio plástico, la pa~iente
es a es tabilización e ntre tres términos. Primero. la ficción del delirio; s.e afana e~ liberarse de toda la inercia formal que pudiera transmi-
segundo, la fijación del goce. y tercero. la fJXión, con x. del ser. tirse. ¿Que busc~? Es no_table cómo lo dice; esto concierne a s u s er:
El delirio que la paciente acota al final tiene dos vertientes. Una
construye el mito del desorden o de la falla original, que después de
iº ?usco ~a metáfora plasUca pura. el a u torretrato puls lonal" e in-
c ustve el retrato sin la mirada", procuran do decir con todas s us
elaboraciones múltiples ella llama "los dos pilares de su exis tencia" ~presiones que lo ~ue ~usca es una letra plástica que fije una par-
o, si u sted lo prefiere - dice- . "los dos abismos de mi exis tencia". e de s 1:1 goce. Yo s1tuana esto en el es quema I de Laca n alrededor
Por un lado, la Idea de que su madre, de la que quedó huérfana en del aguJer? de lo simbólico, como las cria turas que s on para Schre-
su más tierna edad, fue asesinada por el primer perseguidor; por el ber l~s cnatmas de la palabra . Para ella, son las cria turas plásti-
otro, la idea de que, en lo que concierne a su padre, hay una culpa cas. 1odos estos elementos podrtan ser trasladados a l esquema I.
enorme y original que la transformó a ella misma en una deuda vi- Ji. ~nas palabr.'.3-s como conclusión. Es ta estabilización ps icótica es
viente. Es ta elaboración delirante merecerla por si sola una vasta rágil, pues esta d~mas.i~do ligada a la función de la presencia y ello
exposición. Observamos aqu1 los datos de la biografia infantil. coor- a pesar de la s~bhmac1on artís tica: presencia de ese hombre, y pre-
dinados con los apellidos de diferentes linajes que se intrinca n en sencia del analista. Lo que equivale a decir que esta es tabilización
esas dos convicciones finales de los dos abismos. no promete ningún fin de anális is.
¿Cuál es el efecto de esta cons trucción del delirio? Un efecto de
tranquilización manifiesta. Correla tivamente, la pacien te se sostie-
ne en un acoplamiento paralelo al que tuviera con la fiera de origen.
Es acoplamiento doble. con el analista y con un hombre, que es
preciso escribir con H mayúscula. Lo formula de m uchas maneras:
él es "el Angel", el puro opuesto al Imperio de lo peor. Dice que ella
misma no participa en este significante sino por procuración, pues-
to que es una mujer; sólo un hombre y el analista pueden partici-
par en él. El acoplamiento con este hombre tiene un efecto de fija-
ción del goce en una cena•; es una escena donde se come, y s u lazo
con este hombre, de m últiples características, tiene un pivote ina-
movible desde hace años: el de que se come de man era ritualizacla
un día fijo. Por lo demás, no hay ninguna duda sobre la dominancia
de la pulsión oral. El a real es un "a" para comer; todas sus imáge-
nes de goce lo confirman y ella misma es el pasto último del otro.
Se le a ñade un cultivo de la image n de la criatura que ella se afana
• En el original, cene: comida tomada por Jesús con los apóstoles la vís-
pera de la Pas ión, ceremonia del Jueves Santo. La autora añade que se tra-
ta de cene <'.O n c, pa ra marcar Ja diferencia y el juego con scerie, "escena·.
que es homófono. [N. de T.J