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Ciencia Política
CP · SEGUNDO CUATRIMESTRE
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cionado especialmente para usted.
Índice
Bienvenida 4
Propósito 4
Competencias 7
Objetivos 7
Contenidos mínimos 8
Contenidos 8
Bibliografía 10
Planificación 11
Metodología 11
Evaluación 12
Mapa conceptual 13
Módulos
›› Módulo 1 14
›› Módulo 2 58
›› Módulo 3 128
Referencias
"Ciencia Política"
Propósito
¡Bienvenida/Bienvenido! Durante este próximo cuatrimestre compartiremos con usted
el desarrollo de esta asignatura llamada Ciencia Política. Seguramente se preguntará el
porqué de una materia como la presente en la carrera de Abogacía y la respuesta podrá
tenerla acabadamente una vez que hayamos podido desarrollar el programa. Sin embar-
go, le mencionamos, como una primera aproximación, que nuestra disciplina se ocupa
de estudiar y analizar la problemática del poder, el Estado, la interpretación crítica de los
fenómenos políticos e ideologías subyacentes; y si tenemos en cuenta que los abogados
monopolizan uno de los “poderes del Estado” –el llamado Poder Judicial– obviamente va
de suyo la incumbencia que esta disciplina tiene para un futuro profesional de la abo-
gacía, cualquiera fuese el ámbito futuro de su práctica. ¡Ni qué hablar si se dedicara a
la política, actividad que mayormente se despliega en los llamados poderes ejecutivo o
legislativo!
Con lo dicho en el párrafo precedente, creemos justificar el porqué de una materia como
la nuestra en la carrera que usted ha elegido, pero permítanos ahora realizar una síntesis
de lo que veremos a lo largo del cuatrimestre:
El primer módulo está compuesto por la primera unidad del programa, persigue como
finalidad desentrañar el objeto de nuestra disciplina y además indagar sobre cómo se
ocupa la ciencia política en su abordaje. Veremos las distintas posturas respecto a cuándo
se originó la disciplina y las distintas formas de hacer ciencia política. Se debe tener en
cuenta que el objeto de estudio, la política, también puede ser abordado por otras disci-
plinas, pero con otra visión, tales como la economía, la sociología, etc.
En el módulo tres nos ocuparemos de las ideologías, la democracia como régimen polí-
tico y de los actores políticos que constituyen la dinámica del escenario político. La uni-
dad cinco se extiende en el análisis de las ideologías, principalmente sobre el liberalismo,
el socialismo y una reflexión sobre los totalitarismos. La segunda unidad del módulo se
ocupa de la democracia, un tema tan caro a la cultura política posterior a la Revolución
Francesa (1789), aunque reconoce antecedentes muy antiguos.
Si bien la democracia es una forma de gobierno, y desde una perspectiva más actual es
uno de los regímenes políticos imperantes en el globo, ha recorrido un largo camino y su
pretendido triunfo –por lo menos en el discurso luego de la caída del muro de Berlín y el
fin de la llamada “guerra fría”– no es tan así, ya que existen grandes porciones del planeta
en donde aún todavía no está vigente... ¡y ni qué decir de otros en donde si bien formal-
mente impera, en lo sustancial dista mucho de hacerlo!
En la última unidad, la número siete, ahondaremos en otros actores políticos que jue-
gan en la “arena política” y que no son el sistema político mayor y paradigmático de la
modernidad hasta la fecha – el Estado –, sino subsistemas dentro de él; nos referimos a
los partidos políticos, los grupos de presión, la Opinión Pública e incluso los medios de
comunicación social por citar alguno de ellos.
De esta forma, su estudio le aportará las herramientas para manejarse en los nuevos proce-
sos de integración y con los nuevos actores que, desde lo político, sirven de marco referencial
para comprender mejor las nuevas realidades y relaciones jurídicas que se le presentarán, a
la par de tener una visión más completa y acabada desde lo social –y lo político– a los fines
de poder abordar y llegar a mejores soluciones en el ámbito de lo jurídico.
Para ello, hemos seleccionado la bibliografía que Ud. encontrará en el material general
de la asignatura, pero que luego podrá también observar dentro de cada módulo con un
criterio de mayor especificidad.
Recuerde finalmente que, durante su cursada, cuenta con el apoyo y guía de los docentes
tutores, quienes le acompañaremos durante todo el cuatrimestre.
Reconocer las necesidades sociales en relación con las transformaciones del derecho
en un contexto de estado republicano de derecho y con compromiso con los derechos
humanos.
Transversales
Análisis Crítico. Saber identificar los distintos aspectos y aristas que componen un
fenómeno, y para expresar juicios evaluativos basados en criterios fundamentados,
que tomen en cuenta aspectos del contexto
Objetivos
›› Identificar la especificidad de lo político dentro del ámbito de lo social con el fin de
diferenciarlo de otros fenómenos sociales.
›› P
romover la formación en lo atinente al respeto de los valores democráticos, los Dere-
chos Humanos y solidaridad teniendo como fin formar profesionales que respeten y
aseguren esas ideas y nociones.
›› Analizar las relaciones entre el Estado, la sociedad y el derecho con el objetivo de com-
prender las dinámicas que envuelven esos conceptos y su interrelación.
›› Distinguir las notas características de los distintos actores políticos en el marco de los
procesos histórico-sociales con el objetivo de una mayor comprensión de las diferen-
tes fuerzas políticas y su dinámica particular.
Contenidos mínimos
Delimitación de la problemática política. Función de la Ciencia Política. La sociedad civil
y el Estado. El Estado. Teorías. Elementos. Funciones. Relaciones entre Estado, Sociedad
y Derecho. Las ideologías contemporáneas. Representación y participación política. Los
partidos políticos. El Estado y la política internacional.
Contenidos
Módulo 1: La Política Y Su Conocimiento
Unidad 5. Ideologías
I. Liberalismo; Socialismo y marxismo. Los totalitarismos.
Unidad 6. Democracia
I. Origen y evolución de la democracia. Las democracias contemporáneas. Discusión
en torno a sus significados.
II. Forma de gobierno y estilo de vida. Vigencia sociológica de la democracia. conte-
nido formal y sustancial de la democracia. Reglas y condiciones. Principio de la mayo-
ría y la minoría.
III. Diferentes modelos de Democracia. Distintos enfoques teóricos sobre la democracia.
IV. Representación y participación política. Gobernabilidad y Democracia. El poder
limitado.
Complementaria
1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15
MÓDULO 1 MÓDULO 2 ✔ MÓDULO 3 ✔
✔ 1 Evaluación parcial
✔ 2 Evaluación parcial
Metodología
A) Estrategias de enseñanza: Este espacio curricular fue diseñado según lo previsto en
el Sistema Institucional de Educación a Distancia (SIED) de la UBP (Resolución MECCYT
197/2019), las características de las y los destinatarios, las necesidades de esta disciplina,
competencias que se espera promover en esta asignatura y el perfil del egresado.
Evaluación
La metodología de evaluación propuesta se presenta conforme al Reglamento Académi-
co General de la UBP. Cada instrumento de evaluación contiene sus criterios de evalua-
ción explicitados y el puntaje otorgado a cada consigna.En cuanto a los criterios de acre-
ditación, la escala cuantitativa utilizada para evaluar es del 1 al 100 y el puntaje mínimo
que se requiere para la aprobación es de 50.
Regularidad
Para alcanzar la condición de alumno regular usted deberá aprobar la Evaluación Inte-
gradora dentro de los plazos previstos para el cursado.
Si reprueba esta instancia podrá reelaborar la evaluación según los requerimientos del
docente.
Examen Final
Deberá rendir, en condición de regular, una evaluación final que se realizará a través de
un examen escrito integrador, presencial, en el periodo que disponga la Universidad.
›› Analizar la relación de la ciencia política con otras disciplinas de estudio acerca del
fenómeno social y su autonomía.
Contenidos
Contenidos
La Política Y Su Conocimiento
El hombre como protagonista de todas las ciencias sociales, construye la realidad como
algo vivido, siendo parte inserta de ella en conjunto con sus pares y actuando de mane-
ra socialmente efectiva: la realidad social es una construcción que realizan los hombres
dentro de las condiciones naturales y culturales que lo rodean.
En el inacabado universo de estudio del hombre, y del cual se desprenden las diferentes dis-
ciplinas que lo toman por objeto, siempre resultará un puntapié inicial referirse a la realidad,
al contexto en el cual éste se encuentra inserto y coadyuva junto a sus pares en transformar.
Tal como veremos, la Ciencia Política ofrece el estudio de un sector del comportamiento
humano, describiendo el conocimiento de los procesos de interacción permanentes del
hombre en convivencia, y cómo afectan el comportamiento de unos sobre otros a través
de una relación de mando y obediencia continua.
Como refiere el mismo Hermann Heller en su obra Teoría del Estado, el hombre consti-
tuye una unidad indisoluble y dialéctica de cuerpo y alma, que actúa con sentido en la
realidad a través de lo corporal, pero que a su vez la penetra con su espíritu.
En este sentido, refiere que “La realidad social consiste en ese crearse a sí mismo, en ese
renovado engendrarse a sí mismo. No cabe admitirse en ella la presencia de fuerzas pro-
ductoras y/o relaciones que existen fuera o independientemente del hombre. Todo lo
supra personal y lo infra personal será actualizado por la persona humana para que sea
socialmente eficaz”.
Tal como este mismo autor detalla en su obra, tanto el carácter natural (condiciones na-
turales y leyes físicas de la naturaleza) como el carácter cultural (acción social con senti-
do) son determinantes dialécticos e inseparables para que el hombre efectivice la reali-
dad, la construya.
Así las cosas, la realidad social consiste en efectividad humana, materializada por actos
de sentido voluntarios y comprensivos que el hombre lleva adelante, que involucran tan-
to explicaciones causalistas provenientes de la naturaleza, como consecuencialistas pro-
pias del orden cultural.
En primer lugar, veremos la extensión de su significado y, por ende, la dificultad para una
definición unívoca. Este vocablo deriva de la voz “Polis”, usado en el griego clásico. En sus
orígenes estaba circunscrito al tipo de sistema político a que se refería, esto es la polis. Es
decir que históricamente estaba condicionado a esta forma de organización.
Con el tiempo el significado etimológico originario fue extendiéndose. Por una parte,
comenzó a referirse a otros sistemas políticos, como, por ejemplo: Imperio, Estado, etc.
Pero, por otro lado, fue utilizado para aludir a las más diversas clases de subsistemas -ob-
viamente políticos- que, para su funcionamiento, requerían la existencia de un sistema
político mayor: así, “la bulé” ateniense; “la geruxia” espartana, etc. A esta extensión ya
apuntada se fueron agregando otros significados atendiendo a la función gramatical de
la palabra. Por ejemplo, no es lo mismo decir política (para designar una realidad sustan-
tivada) que decir forma política (para cualificar esa realidad); o la política (para designar
la estructura de esa relación); o una política (para designar una actividad específica ten-
diente a ocupar el puesto de mando en la adopción y ejecución de una decisión). Ello,
sin contar otras acepciones, significaciones cargadas de valoraciones, como, por ejemplo,
cuando se utiliza en sentido peyorativo “... ¡es pura política! ...”.
Con este breve introito queremos poner de relieve lo difícil, peligroso y hasta casi impo-
sible de esbozar una definición mono-conceptual. Lo que sí intentaremos será delimitar,
precisar el fenómeno real –o los distintos fenómenos reales- que se designan con el voca-
blo “política”, y sus caracteres:
En tal sentido, la política como realidad humana, supone ante todo la existencia de seres
humanos, hombres, que conviven: esto es, convivencia humana, vida social, seres huma-
nos relacionados, interactuantes. Sin seres humanos que conviven, no hay política. Sin
embargo, no toda convivencia humana es convivencia política, ni toda actividad del hom-
No obstante, aún esa convivencia que se supone sin contenido político está necesariamen-
te anclada a la existencia de un contexto político en la cual se desarrolla: sin sistema polí-
tico -con sus ingredientes de actividad política y relación política- no hay convivencia hu-
mana organizada y persistente. Este es el supuesto básico para que pueda haber lazos no
políticos de convivencia. Es por esto que Aristóteles refería al hombre como zoon politikon.
Concluyendo, la realidad política -no distinta del sistema político o convivencia política-
es la relación de mando-obediencia entre los hombres.
De lo expuesto y esta noción que damos como conclusión, se desprende que sistema, re-
lación y actividad política se suponen recíprocamente.
Según el grado de generalidad que se tenga en cuenta, la realidad política puede ser
considerada en sentido lato, en sentido intermedio y en un sentido estricto. O lo que, si-
guiendo a Bertrand de Jouvenel, denominaremos “sentido formal”, “sentido material” y
“sentido material limitado”.
En un sentido formal, para que haya política, basta que la actividad de un hombre o de
unos hombres en relación con otro u otros, tienda a que el comportamiento de éste o és-
tos sea el que aquél o aquéllos se proponen. En este sentido, la actividad es formalmente
política si obedece a una técnica para inclinar voluntades ajenas y regir sus comporta-
mientos hacia metas propuestas. No importa el modo de acción de los promotores, ni la
naturaleza de la empresa por realizar, ni la transitoriedad o permanencia del concurso.
Ejemplos en este sentido serían: una reunión de vecinos que se juntan para apagar un
incendio; una banda de delincuentes; una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU
para decidir la intervención humanitaria en alguna región del planeta, etc. En todos estos
casos, formal y técnicamente, la actividad es igual. No importa que varíen los “modos” de
la actividad –los fines- ni el grado de su integración: transitoriedad o permanencia.
La política en este sentido se utiliza como sinónimo de sistema político en sentido am-
plio, en la medida que implica un proyecto común permanente que configura una rela-
ción de mando y obediencia no importando a qué fines se refiera.
Con este significado, la actividad y la relación que constituyen la realidad política se refie-
ren al Estado, el sistema político paradigmático de nuestro tiempo En este sentido, son
ejemplos: actividades y relaciones estatales; actividades de órganos estatales; o de un par-
tido político –sistema político menor- que procure el acceso a ese órgano; o la de un grupo
de presión que busque influir sobre su actividad Pero también debemos comprender en
el concepto a los sistemas políticos mayores que él, como por ejemplo sistemas suprana-
cionales o intergubernamentales, tales como la Unión Europea, bloques regionales, etc.
Ahora los invitamos a resolver la Actividad 1 sobre el fenómeno político y sus caracteres.
Actividad
b) Política: Realidad polifacética (fases)
La realidad política se nos presenta como una actividad y una relación que configura un
sistema. Estos distintos aspectos de la realidad política, existencialmente unidos, ponen
de relieve dos fases conceptualmente
La actividad política se da dentro de una relación y ésta implica una estructura en la que se
articulan las partes de un todo. Así, encontramos diferentes “jerarquías”: mando y obedien-
cia. Esta estructura tiende a traducirse en Instituciones Políticas. Dentro de esta estructura
y alrededor de ella apreciamos “actividad” que se traduce en la otra faz, la faz dinámica de
la política. En esta última, a su vez, encontramos las dos restantes: agonal y arquitectónica.
En todo sistema político nos encontramos con cargos, roles, en torno a los cuales se des-
envuelve “actividad”, ya sea para acceder a ellos, ya sea para conservarlos. Desde esta
perspectiva la política es “lucha” y “conflicto”, lo que supone la “agonalidad” de la política,
o en otros términos su faz agonal.
Pero quedaría incompleto este panorama si la política se redujera a la lucha por el poder.
Una vez poseído, o una vez en él, es también un medio para construir, consolidar, consen-
suar la vida política, la convivencia política. Todo ello con el fin de alcanzar y lograr objeti-
vos, metas comunes. Este sentido constructor, integrador, realizador de objetivos comunes
del poder hace a su faz arquitectónica. En otros términos, el politólogo alemán Carl Schmitt
nos habla de la “relación amigo-enemigo” que siempre se encuentra en la relación política,
en las relaciones de poder. En nuestra opinión, y, en otros términos, se refiere a estas dos
fases de las que estamos hablando y que siempre están presentes en la política. Aunque
alguna de ellas pueda preponderar más en un caso o ejemplo dado, analizado.
Tal como refiere Mario Justo López, la actividad política no tiene tal sentido por sí misma
sino en función de una determinada relación interhumana. Esta relación implica una es-
Esta realidad a la que llamamos política no fue siempre la misma, igual, ni en el espacio ni
en el tiempo. Es por eso que aun cuando la realidad política tenga siempre las fases ya se-
ñaladas (lo permanente), diferirá –en cuanto realidad- de un lugar a otro o de una época a
otra (lo contingente) Ejemplos: no es lo mismo la realidad de la polis en la antigüedad que
la de los Estados modernos; en igual época no es igual la realidad política de un régimen to-
talitario que la de uno democrático. En otro tipo de ejemplos, podemos apreciar esa “varia-
bilidad” comparando la realidad política de Ushuaia con la de Düsseldorf (Alemania), aun
cuando esa realidad política está integrada por las mismas partes constitutivas. También
varía la realidad política de la Córdoba de fines del siglo XIX con la de fines del XX.
Todos los actos, los hechos, situaciones, etc. en que se manifiesta materialmente la política
son traspuestos a un registro compuestos de símbolos. La política es una realidad simbóli-
ca. Así, los fenómenos políticos no son tales sino a través de los símbolos que le dan sentido.
También ocurre que un mismo hecho tiene connotaciones distintas en función de la ima-
gen. Así, por ejemplo, la elección de Reagan como presidente de USA -un mismo hecho-
puede ser tenida como una desgracia o como una buena estrella, un augurio -distintas
imágenes. El pacto que Pétain hizo con Hitler para que no invadiera el sur de Francia –un
mismo hecho- para algunos fue una demostración de Pétain como traidor mientras que
para otros logró la salvación de esa posible invasión del nazismo –distintas imágenes-.
Y por otro, las distintas doctrinas operantes: ideologías, mitos, utopías, etc. Además, en
la actualidad, y desde hace ya unas décadas, juegan un papel preponderante en esto los
Duverger, en este sentido expresa: “El siglo XX no es sólo el siglo del átomo: también es
el siglo de las ciencias sociales. Los nuevos métodos de propaganda y encuadramiento
de los hombres pueden ya cambiar al mundo tanto como la utilización de la energía nu-
clear(...) El desarrollo de la ciencia política permite entrever la posibilidad de una política
consciente, en la que los hombres dejarán de ser objetos, cosas en manos de sus dirigen-
tes. Es de esperar que al fin un día será falsa la fórmula de Maquiavelo, por desgracia aún
verdadera: `gobernar es hacer creer’”.
Sin embargo, a partir de la primera década del siglo XXI y en virtud al avance de las nue-
vas tecnologías que hicieron evolucionar tanto a los Medios como a los métodos de co-
municación; internet, las redes sociales, las plataformas y la cada vez mayor Inteligencia
Artificial (o IA), logran exacerbar la problemática de la imagen, la simbología y lo digital,
llevando a tener por cierto o por verdadero aquello que en realidad no lo es. Es así como
en los medios de comunicación en general, pero en los recientemente señalados aún
más, las noticias falsas o fake news, hacen creer en una realidad sin que se cuestione o
se investiguen las fuentes de tales informaciones. En este sentido, pensadores actuales
se refieren así a la videopolítica (Giovanni Sartori. 1997) o la psicopolítica (Byung-Chul
Han, 2014), como notas que caracterizan los tiempos actuales. También comienzan a ser
utilizados en la disciplina en referencia a la realidad sociopolítico actual, términos tales
como posverdad (palabra del año en 2017, según el prestigioso diccionario de Oxford), in-
focracia (Byung-Chul Han, 2022) por sólo citar algunos. Por tanto, Maquiavelo sigue muy
vigente en los albores del presente siglo.
Compleja por estar constituida por diversos elementos: ideas, instituciones y vida polí-
tica, siguiendo a Prèlot. Pero es también indivisa, porque existencialmente –ontológica-
mente- es una, sin desmedro de la diversidad de sus elementos constitutivos y dejando
en claro que ellos se interrelacionan, se interinfluyen.
Desde un punto de vista amplio podríamos decir que la política se traduce en el conjunto
de actividades destinadas a organizar la vida de un grupo a través de la discusión e imple-
mentación de un proyecto común de orden.
Esto supone las acciones realizadas con la intención de influir, conservar o modificar el
poder y la organización necesaria para llevar adelante ese proyecto de orden. Desde este
punto de vista, la política es una actividad generalizada que tiene lugar en todos aquellos
ámbitos en los que los seres humanos se ocupan de producir y reproducir sus vidas en el
marco de un fin común determinado. Esta actividad puede suponer tanto enfrentamien-
tos como cooperación, ya que pueden existir disputas tanto sobre el proyecto en sí como
sobre sus formas de implementación.
Así en la vida de los grupos, de la más diversa índole, por ejemplo, religiosos, académicos,
deportivos etcétera, las reglas y normas que se discuten y dictan como las actividades que
tienen que ver con el proyecto que el cuerpo estructura para su conformación y reproducción
(ese proyecto de orden) entrarían dentro de lo que llamamos política en sentido amplio.
Desde un punto de vista más específico la política se liga a cuestiones relacionadas con
lo público. En eso pensaba Cicerón cuando se refirió a res pública, la cosa pública, la que
es común a todo el grupo social. Anteriormente en Grecia, ya se había considerado el or-
den político, como un orden común, creado para resolver las cuestiones en que todos los
integrantes de la comunidad tenían algún interés. Así el concepto de un orden, que era
político y común al mismo tiempo, fue expuesto por Platón.
El carácter común del orden político se ha reflejado en la historia política, en la idea básica
de que la política se ocupa de los intereses generales, compartidos por todos los integran-
tes de la comunidad; la autoridad política habla en nombre de una sociedad considerada
en sus cuestiones comunes, en las “cuestiones públicas”. Lo público se diferencia de lo pri-
vado - la familia y el ámbito de intercambio de mercancías- y de lo estatal - monopolio del
poder soberano -. Lo público se refiere a aquel espacio de discusión de temas comunes,
abierto a todos. Teniendo en cuenta lo expresado sostenemos que desde un punto de
vista específico y en el sentido utilizado desde nuestra perspectiva por la ciencia política,
contemporáneamente, la política se refiere más concretamente a las actividades realiza-
das en el marco del Estado, pero que no se agota en lo estatal, orientadas al ámbito de lo
colectivo y que tienen el carácter de vinculantes para la comunidad.
La política así se refiere a lo relativo a la “cosa pública”, y al poder político ya que es allí el
espacio organizativo de las cuestiones comunes, donde se discute e implementa el pro-
yecto común de orden, el que adquiere las características de ser vinculante y colectivo.
Pero también debe destacarse que en la historia política han existido y existen (sucesiva y
simultáneamente) opiniones diversas referentes a lo que debía ser incluido dentro del con-
cepto de «buen orden». Así se podría enunciar desde las ideas de la «polis griega», pasando
por las concepciones cristianas, el enfoque liberal moderno, el marxista y muchos otros más.
Desde otro punto de vista, estas actividades provocan conflicto, porque representan líneas
de acción que se cruzan, mediante las cuales, individuos y grupos, tratan de estabilizar una
situación de modo afín a sus aspiraciones o necesidades, según sus valores o intereses.
Por ello, la política es tanto una fuente de conflicto como un modo de actividad que busca
resolverlos y promover ajustes en aquellas cuestiones comunes, compartidas por todos
los miembros del grupo social.
Mario Justo López, tal como señalamos antes, destaca dos fases conceptualmente dife-
renciables de la política como realidad multifacética: la faz estructural y la faz dinámica.
›› Faz estructural: Como relación interhumana, la política implica una estructura. Esa
estructura, aunque puede presentarse circunstancialmente débil o muy fluida, mues-
tra siempre una tendencia a traducirse en instituciones políticas, órganos y normas,
con vocación de orden y estabilidad. Los órganos y normas comprenden cargos y roles
diferenciados y establecen una jerarquización entre quienes integran los mismos.
›› Faz dinámica: En torno y dentro de esa estructura se desarrolla la actividad que consti-
tuye la faz dinámica de la política, la cual dinamiza constantemente la estructura, y en
la cual se advierten también dos fases:
En definitiva, las distintas fases que forman parte de lo que en conjunto constituye la
política plenaria están entrelazadas. Si tuviera únicamente la faz agonal, la competencia
por el acceso a los cargos y su conservación y la resistencia de los oponentes, lo político
aparecería sólo como pura lucha, como fuerza destructora del sistema político.
La especificidad de la política
Este autor, mencionado por algunos enfoques como el «iniciador» de la ciencia política en
su clasificación de las ciencias, diferencia ésta de la ética y la coloca en la cúspide de las
ciencias prácticas, en tanto se ocupa del estudio de la vida en común de la polis, la cual era
lo más relevante en la cosmovisión ateniense de la época. Esto explica el destacado lugar
de la ciencia política en ese momento.
Una vez pasada la polis, nuestra disciplina se hace más jurídica, desarrollándose en la
dirección indicada por el aporte romano. Posteriormente, en la Edad Media, la política se
teologiza, primero adaptándose a la visión cristiana del mundo, luego en el marco de la
Así, se puede sostener que hasta la Modernidad, y con Maquiavelo, la política no se con-
figura con cierta especificidad y autonomía. Con el autor florentino se produce una auto-
nomización de la materia objeto de estudio, lo político escindido ahora de las acostum-
bradas sujeciones a lo ético y lo religioso, ya no es algo determinable en función de ellos.
En términos generales queremos señalar que la política es «distinta», lo que implica una
condición necesaria y no suficiente de autonomía, y además que no es solamente distin-
ta, sino que también tiene cierta independencia en cuanto a sus leyes de funcionamien-
to. La política es tal, por medio de un imperativo que es propio y tiene sus leyes que el
político debe aplicar. En el sentido antes precisado, es Maquiavelo y no Aristóteles, quien
«descubre» la política (Sartori, 1992).
Se debe precisar también, que cuando hablamos de autonomía de la política, ese concep-
to no ha de entenderse en sentido absoluto, sino relativo. Luego de esta primera distin-
ción, debemos destacar que el ámbito de la política inicia un proceso de diferenciación
que lo distinguirá de lo que es materia económica, social o de derecho público, porque en
el transcurso de los siglos XVIII y XIX, estas materias cortaron el cordón umbilical, para
constituir otras disciplinas (Strasser,1991).
Son los economistas de los siglos XVIII y XIX los que construyen la hegemonía de las
ideas que postulan la imagen positiva de una realidad social capaz de autorregularse, de
una sociedad que vive y se desarrolla según sus principios.
Por ello, por una parte, la política ya no comprende el estudio de los procesos económicos
de la sociedad civil, sino que son objeto de una nueva y prestigiosa disciplina por ese en-
tonces, la economía.
Por otra parte, la obra El sistema industrial, de Saint Simon (1770-1825), prefigura con
profética genialidad la sociedad ya transformada en sociedad industrial. La sociedad se
configura entonces como una realidad tan autónoma que se convierte en objeto de una
ciencia por sí misma, que es distinta también no sólo a la política sino a la economía y que
Comte (1798-1857) bautizó como «sociología».
Luego de esta descripción del devenir histórico de la política, advertimos que se ha di-
ferenciado de lo ético-religioso, luego de la economía y tampoco incluye ya al sistema
social. Finalmente se rompen los nexos identificantes entre política y derecho -y en espe-
cial con el Derecho Público- al menos en el sentido en que un sistema político no se com-
prende como un sistema jurídico, y éste puede ser objeto de estudio de la ciencia jurídica.
La política por tanto, consiste en actividades realizadas con intención de influir, obtener,
conservar, modificar o extinguir el poder, la organización o el ordenamiento de la comu-
nidad. Podrían invocarse esas acciones como lucha o disyunción, o bien como paz, equili-
brio o armonía. Podrá considerarlas mero reflejo de los móviles económicos o visualizar-
las exentas de esas motivaciones.
El Estado es una organización que dispone de niveles y estructuras que le permiten mo-
nopolizar el uso legal de la fuerza. Es la organización en la que, a partir de la modernidad,
se encarna el poder político institucionalizado y los distintos grupos de poder -actores
políticos- que buscan disputarlo o influir sobre él.
El campo de la política parece ser de por sí el más fructífero para la discusión y el debate,
tanto es así entre los preocupados por razones profesionales como así también respecto a
la ciudadana o ciudadano de a pie. Se trata de un terreno impreciso en el que los aspectos
valorativos generan una complicación añadida y cuyo interés depende de los momentos
históricos que se atraviesen.
Este tipo de ambiciones generalmente resulta difícil de entender para el observador co-
rriente, ya que, si bien es frecuente oír que la palabra ciencia es algo importante, es fre-
cuente también que no se puedan dar fundamentos de tal apreciación. Inmediatamente
el observador asocia la importancia con los progresos visibles en las ciencias naturales,
sobre todo en la ciencia aplicada; por ejemplo, cuando se estudian problemas prácticos,
como el desarrollo de una vacuna contra el VIH o más recientemente la desarrollada para
detener la pandemia del Covid-19.
Pero ¿qué sucede con las investigaciones en el campo de las ciencias sociales? Aun cuando
reconozcamos la importancia de estudios en estas áreas, lo que sería ya un gran logro, es
poco común que se reconozca el soporte sobre el que se asientan las investigaciones. És-
tas se fundamentan sobre un tipo de conocimiento sobre la política al que se le reconoce
el carácter de científico.
Entonces, debemos aclarar que de acuerdo a nuestra posición existe una ineludible rela-
ción entre la teoría y la práctica, entre el desarrollo científico de la disciplina y los valores
políticos que la estimulan.
Es por eso que las teorías políticas se instituyen, a la vez que en paradigmas científicos
que orientan a la disciplina, en perspectivas ideológicas que legitiman la práctica políti-
ca; las teorías replantean, a la vez que el discurso científico vigente, el orden político exis-
tente. El horizonte histórico de comprensión es el que hace inteligible las grandes teorías
que dan sentido al análisis científico de la política (Pinto, Julio, comp. 1995).
De todo esto, y en miras a dar una definición preliminar, podemos decir que la ciencia
política pertenece al nivel de la reflexión de la política como actividad que hemos carac-
terizado antes, y que toma la forma de una disciplina académica que pretende describir
y/o analizar, y/o interpretar, y/o criticar de forma sistemática lo relativo a la política como
Estas diferentes miradas que tienen los teóricos políticos sobre todo lo relacionado con
la disciplina, constituyen sus perspectivas teóricas; que como tal significan maneras de
describir e interpretar lo político, y por consiguiente implican la elección de herramientas
metodológicas para abordar el objeto de estudio y la construcción de distintos conceptos
básicos para describirlo, explicarlo o interpretarlo.
Lo que nos interesa destacar en este tema es que la historia de la reflexión política es la
historia de hombres que miran lo político, pero esta mirada no es una visión ascética, sino
cargada de ideología, entendida ésta como posición frente al mundo.
Von Beyme (1977) llama a esto enfoques metateóricos, que serían como perspectivas teó-
ricas que condensaron lo que numerosos autores tienen en común sobre ciertos aspectos
fundamentales de la disciplina.
Esta comunión de autores ni es completa ni absoluta, sino que responde a una decisión cla-
sificatoria y analítica, que, si bien se articula con afinidades en aspectos centrales, se alejan
en algunos puntos, por lo tanto, su inclusión en uno u otro enfoque puede generar discusión.
Además, esta clasificación no significa que haya abismos infranqueables entre todos los
teóricos pertenecientes a los distintos enfoques; incluso muchos de ellos comparten con-
ceptos o métodos que pertenecen más específicamente a otro enfoque.
Todo teórico político tiene ideas sobre lo político, y estas ideas son el reflejo de su posición
frente al mundo, frente a la realidad social, frente al hombre, frente al Estado, etcétera. Esta
posición le da forma a un discurso del teórico, debajo del cual subyacen supuestos básicos.
Estos supuestos pueden ser de los más variados: pueden ser presupuestos ontológicos
como los referidos a la naturaleza de la persona humana, o la referida a la realidad so-
cial. Pueden ser presupuestos epistemológicos-metodológicos como los referidos a las
formas de conocer, la relación básica entre teoría y hechos, y otros. Entre éstos hay una in-
finita gama de supuestos básicos, que incluso son irreductibles para algunos pensadores.
Así los distintos enfoques se clasifican teniendo en cuenta estos supuestos nucleares, ex-
plícitos o implícitos, presentes en las teorías políticas. De allí que cada teoría o enfoque
contiene diferentes conceptos básicos y distintas definiciones de lo político como con-
cepto central de la ciencia política. Por lo tanto, tienen discursos políticos y sociales dife-
renciables, los que pueden seguirse, no en todos los casos, a través de una mirada sobre
los argumentos que estructuran su discurso.
Los enfoques que planteamos, con la intención de exponer los supuestos que las confor-
man y guían, son:
Cabe decir que a estos enfoques se los suele identificar, aunque esto no es absoluto ni
implica un criterio definitivo, con alguna posición política, entendida como la adopción
Énfasis de una ideología. Así a los normativistas se los puede articular con ciertas concepciones
conservadoras, aunque hay gran variedad de normativistas contemporáneos con con-
cepciones reformistas, a los empírico-analíticos liberales (aunque desde los críticos son
estimados conservadores) y a los crítico-dialécticos, neomarxistas o más genéricamente
de izquierda (progresistas). Dicha relación permite explicar el surgimiento histórico de
ciertos enfoques; pero no hay una relación causal entre un enfoque y la inclinación polí-
tica de los teóricos.
La aproximación a los distintos enfoques sobre lo político nos dará la pauta que no es
para nada unánime el concepto de ciencia política, ya que no es unívoco el concepto de
ciencia en general, ni los requisitos que debe cumplir el conocimiento para poder ser ca-
lificado de científico.
De allí que entrar dentro del campo de la ciencia política, como ciencia social, equivale a
penetrar en la polémica.
Como ejemplo palmario del grado de controversia que implica hablar de ciencia, pode-
mos preguntarnos por el nacimiento de la ciencia política.
Tendremos que decir que para ubicar el nacimiento de la ciencia política debemos partir
del supuesto que no hay una línea de demarcación objetiva, no hay univocidad de crite-
rios sobre el tema, ya que fijar sus comienzos depende de diferentes visiones sobre temas
conflictivos que hacen a las ciencias sociales en general.
Uno de estos planteos es lo referente, por ejemplo, a la cuestión del objeto y del método
de las ciencias sociales. Estos son sólo dos de los tópicos que aún son cuestionados, y que
de una u otra manera irradian sus efectos sobre la conceptualización de la ciencia política
y por ende sobre los datos de su nacimiento.
Ahora bien, si nos enrolamos en un concepto positivista de ciencia (cuyos orígenes vere-
mos) podemos decir que ésta aparece en la década del cincuenta, a partir de la llamada
Y esto porque hasta entonces, entenderíamos que la protociencia política había sido una
laxa conjunción de áreas de investigación sobre diferentes temas políticos en las que
convivían pacíficamente historiadores de la política, juristas y teóricos políticos. Pero la
llamada revolución conductista (que luego desarrollaremos) impuso una rigurosidad
positivista para la ciencia política que conllevaba la obligatoriedad de diferenciarla cla-
ramente de las ideologías y de las especulaciones filosóficas. Se aspiraba a llevar el ám-
bito de la política, como el de todas las disciplinas humanas y sociales, a cánones exactos
como el modelo que daban las ciencias físicas.
Otra posición, como por ejemplo la de Marcel Prélot (1961:17), es la que considera que los
griegos son los creadores de la política y de la ciencia política, en tanto históricamente la
ciencia corresponde al conocimiento sin otra especificación. Así se opone a quienes sólo
llaman ciencia a la ciencia positivista.
Autores como Stoker y Marsh (1989) definen la ciencia política de manera amplia, refi-
riéndose a la existencia de una tradición académica de estudio de la política, que presen-
ta un conocimiento estructurado y exige que quienes la practican respeten ciertas nor-
mas intelectuales a la hora de debatir.
En este marco se incluirían los tres enfoques que desarrollaremos; normativos, empíri-
cos-analíticos y críticos dialécticos.
Los terceros ponen el acento en la posibilidad de marcos de análisis que no solo den cuen-
ta de los procesos políticos, sino que sean críticos y con un compromiso práctico de trans-
formación.
Pero, en definitiva, todos exigen, que quienes practican la ciencia política aporten argu-
mentos y datos fundados y sistemáticamente presentados, aunque las conceptualizacio-
nes teóricas sean diferentes y también los distintos tipos de datos. Pero ninguna perspec-
tiva afirma que ambos no sean necesarios.
Síntesis:
›› Los fenómenos que pueden observarse habrán de ser el límite de la ciencia política.
›› La ciencia política debe prescindir de los grandes issues, pues no puede demostrar
científicamente la exactitud y la falsedad de los valores (democracia, igualdad, liber-
tad, etc.); debe abstenerse de hacer valoraciones.
La revolución conductista
Para hablar de ciencia política, hay que referirse al contexto de aparición de las ciencias
sociales (siglo XX).
Su desarrollo se divide en tres fases; en la primera, alrededor de 1908, se destacan los nom-
bres de Bentley y Alan Ryan. La segunda, de 1950 en adelante, donde afirmaba David Easton
“el centro de atención de la ciencia política se ha desplazado del análisis de las institucio-
nes al de los individuos, cuyas motivaciones, personalidades o sentimientos observa, para
poder de este modo investigar adecuadamente cómo están relacionados y qué influencias
Postura de Prelot
Postura de Maquiavelo
La auténtica separación racional entre política y ética no se produce sino hasta la Edad
Moderna, siendo Maquiavelo un gran exponente de la construcción de una técnica del
poder destinada a eliminar cualquier clase de límites normativos – morales que pudieran
trabar la autoridad del príncipe.
Postura de Duverger
Del siglo XX, considera que la política posee una gran prehistoria y una corta historia. La
ciencia política comienza en el pasado siglo, con el auge de las universidades. Duverger
ha encontrado en la entrada de la ciencia política en la Universidad el hecho decisivo para
marcar y precisar su nacimiento como verdadera ciencia (historia). El origen de la ciencia
política no ha sido simultáneo en todas partes. En Estados Unidos la entrada oficial en
gran escala de la ciencia política en las universidades se produjo entre 1890 y 1914. En la
mayor parte de los países europeos y con algunas excepciones (Oxford, Londres, Cambri-
dge), el hecho se ha operado con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial.
›› Prehistoria:
Debemos aclarar que el criterio que sigue Maurice Duverger para señalar a los autores arri-
ba citados como precursores o fundadores de la Ciencia Política, en su larga etapa prehistó-
rica –de más de 20 siglos: V a.c. hasta el XIX de nuestra era- es el aporte respecto al método
que utilizaron para esbozar sus teorías, ideas respecto a la política, ya que para que nuestra
disciplina sea científica, al igual que otras, necesita de un aparato o soporte metodológico.
Postura de Brecht
Coincide con Duverger; la ciencia política surge en 1900; pero no sólo es necesaria la crea-
ción de universidades, cátedras donde se divulga el conocimiento científico o se enseña
sobre la Ciencia Política, sino que además deben crearse, institucionalizar los Centros de
Investigaciones que elabore o produzcan esos resultados que permitan elevar a carácter
de científico a la política.
La política y la politología
La palabra política se origina en las palabras griegas polis, politeia, política, politiké.
El hombre antiguo, tal como lo definió Aristóteles, aparece, así como un ser o animal cívi-
co. Se disminuye enormemente el alcance de la definición al traducir zoon politikon por
La Polis no es solo la ciudad como planta urbana, sino también un territorio agrícola, la
campaña circundante.
Más tarde la palabra Estado se une a la expresión res pública. La conjunción estado de
la cosa pública. En sí mismo, por otro lado, el término status solo significa una posición.
Con el correr del tiempo la palabra status y la expresión res pública fueron adquiriendo
poco a poco, y separadamente el mismo sentido. La latinidad media y baja desconoce la
palabra política.
Las obras políticas del Siglo XVI se denominan Il Príncipe, Maquiavelo incorpora al uso
corriente la expresión Estado.
Hoy en día el lenguaje corriente ha enriquecido con otras acepciones la definición de po-
lítica, pero deja al sentido principal su acepción tradicional.
Littré, “la ciencia del gobierno de los Estados, el arte de gobernar un Estado y de dirigir sus
relaciones con los otros Estados”.
La política alude tanto a los hombres y a los hechos como al conocimiento que se tiene
de ellos. Actualmente se hace la distinción mediante el uso del término ciencia política.
La objeción más seria que podría hacerse al término politólogo es que no se forma direc-
tamente a partir de polis (la ciudad Estado), sino de su derivado polites (el ciudadano). En
consecuencia, la politología sería más bien la ciencia del ciudadano que la de la ciudad.
Una tendencia disidente propone politicólogo, que se acerca más a la palabra griega po-
líticos. Pero politicología no presenta, desde el punto de vista de su formación, ninguna
superioridad sobre politología.
La politología clásica
La política domina teóricamente a las otras ciencias, porque regula todas las actividades
humanas.
En la Ética a Nicómano, Aristóteles subraya que “hay algo de más noble y elevado en ocu-
parse del bien y del contenido del Estado en su totalidad que en el de un solo hombre”.
La frontera entre la ética y la política no está siempre trazada claramente. El objeto de la
ética es una especie de política. Incluye la política, elementos que formarían parte de la
ética y de la económica: la procreación, la educación, y hasta la música.
Cicerón pone en primer plano el aspecto jurídico de la Ciudad: el derecho común a todos,
aceptado por todos, efectivamente obedecido por todos.
Con Santo Tomás la política pierde la primacía que le había asegurado Aristóteles. Con-
serva el primer lugar entre las artes prácticas, ya que todas las ciencias y las artes no con-
vergen más hacia la política, sino hacia la teología. La política, como las demás ciencias,
es su sirvienta.
El Príncipe, es el título del libro que inicia la politología moderna. La política se inclina
hacia la psicología y la pedagogía. Maquiavelo distingue entre repúblicas y principados.
Da a la palabra “república” un sentido preciso: el de gobierno temporario.
Ya se trate del bien de los hombres o de su obediencia, el objeto del conocimiento político
sigue siendo el Estado, concebido, así como un cuerpo político.
Bodin abarca toda la ciencia política, con los diversos órdenes de hechos que comprende
y las leyes fundamentales que la integran. “Geschichte des allgemeinen Staatsrechts und
der Politik seit der 16. Jahrhundert bis zu Geg- enwart” (Historia del Derecho general del
Estado y de la política desde el siglo XVI hasta la actualidad), “Die Staatslehre Bodins” (La
teoría del Estado de Bodin). Bodin enriquece el esquema aristotélico, con el aporte de
puntos de vista que son tanto el resultado de su reflexión personal como del paso de la
Ciudad-estado al Estado monárquico, a principios del siglo XVI.
Mientras que Althusius considera al Estado como una federación de grupos ligados por
un contrato del que surge la soberanía, Bodin afirma el carácter unitario e indivisible de
esta soberanía. Althusius es un organicista popular para quien la autoridad reside en el
pacto concluido por los elementos orgánicos que constituyen el Estado, Bodin es una mo-
narquista unitaria, partidario de la soberanía, que reposa en la persona del príncipe. El
Príncipe prevalece definitivamente sobre el Estado y domina la politología de los siglos
XVI y XVII.
Jean Jacques Rousseau, y su Contrato Social, “la persona pública que se constituye así me-
diante la unión de todos los otros tomaban en la Antigüedad el nombre de Ciudad y se la
denomina actualmente república o cuerpo político, al cual sus miembros llaman Estado
cuando es pasivo, soberano cuando es activo, y potencia al compararla con sus semejan-
tes”. “Se confunde el recinto urbano con una Ciudad y a su habitante con el ciudadano”.
La sustitución de la politología
El uso cada vez más generalizado de un término que se origina a principios del siglo XVII,
el de economía política, provoca una incertidumbre creciente. Con Aristóteles se vio flo-
recer la rama fértil de la política, mientras que la económica se marchitó rápidamente.
Con el cristianismo las relaciones de familia tomaron cada vez más el aspecto de relacio-
nes personales atinentes no a la económica, sino a la ética; sólo quedó a la económica la
administración del patrimonio y el cuidado de la casa.
El siglo XVII produce cambios que modifican completamente el sentido del término
“económica”. Montchrestien sostiene que el Estado debe comportarse, con respecto a sí
mismo, como si se tratara de una casa cuyos limitados recursos deben administrarse jui-
ciosamente (idea de una gestión económica, o sea “familiar”). El Príncipe debe aplicar al
Estado las leyes de administración de un hogar. Se llama Economía Política a las reglas de
una buena administración de los bienes del reino.
Piettre dice: “el carácter nacional de la economía sobrepasa en mucho su carácter crema-
tístico”. Más adelante da a esta economía el calificativo de “monarquizada”, invocando a
Hauser, para quien el rey es “el legislador y el regulador de la vida política”.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII la economía se aleja de la política. Se convierte en
un sistema lógico de asuntos económicos que deben ser considerados en sí mismos, por
ellos mismos y para ellos mismos.
Piettre decía que la económica, no solo se ha separado de la política, sino que pretende
una autonomía total. La economía es una fisiocracia, un gobierno de la naturaleza; la polí-
tica sea cual fuere el régimen considerado, es un gobierno del hombre, una antropocracia.
La idea fundamental del individualismo liberal está constituida, más que por nociones de
libertad y de individuo, por el concepto de espontaneidad. Los fenómenos económicos son
una manifestación de la naturaleza: surgen inevitablemente y se organizan por sí mismos.
La economía política de los siglos XIX y XX ya nada tiene que ver con la política. Las nuevas
definiciones la califican como “ciencia de la riqueza” o “ciencia del cambio”. Algunos propo-
nen el de “crematística”, que se encuentra ya en Aristóteles, otros, “plutología” o “cataláctica”.
Ahora se separa lo político de lo social. Cierta distinción entre lo político y lo social aparece
desde el renacimiento del Estado. Ya en Bodin y Althusius había la idea de que existiría lo
social fuera de lo político, o un elemento social distinguible, si no diferente de lo político.
En el siglo XIX, autores alemanes como Robert von Mohl, separan la ciencia social de la
ciencia política. El término social designa las instituciones, las costumbres, o los compor-
tamientos no organizados directamente por el poder: la familia, la propiedad y las clases
sociales. Se opone el Estado social al Estado político. Hauser distinguirá la historia llama-
da política, que se preocupa sobre todo de las formas de gobierno de las sociedades, y la
historia calificada de social, que se interesa principalmente en la vida material, económi-
ca y moral de las mismas sociedades. Lo social comprende así toda la vida privada, no solo
en su aspecto individual e interindividual, sino colectivo.
El orden de la sociedad es considerado más rico que el orden jurídico del Estado; en for-
ma paralela a la corriente económica, el flujo social desvaloriza también a la politología.
Es mucho más grave para la integridad de la política la pretensión de lo social de conver-
Cuando la sociología sustituye a la politología, el interés pasa de las Ciudades o los Esta-
dos a la Humanidad: conjunto de seres humanos pasados, futuros y presentes. Los más
numerosos, y siempre en aumento, son los muertos, que subsisten por la inmortalidad
subjetiva, sea porque se guarda su recuerdo, o porque el resultado de sus actos permane-
ce gracias al progreso.
Los actos políticos interesan realmente al sociólogo, pero no se ocupa de ellos del mismo
modo que el politólogo. El sociólogo no estudia la política más que como una manifesta-
ción específica de la vida colectiva. El politólogo considera todos los aspectos de las insti-
tuciones y de la vida del Estado. Desde el punto de vista estricto y esencialmente político,
mientras que el sociólogo solo toma en cuenta los fenómenos políticos en tanto que son
sociales, y exclusivamente en ese aspecto.
Cabe mencionar que Durkheim logró que la sociología fuera reconocida como ciencia y
se le concedieran cátedras en los planes de estudios universitarios.
Muller consideró al Estado como un conjunto que domina a los individuos y aun a las
generaciones. Sintetiza una triple corriente jurídica, lingüística y filosófica, que a las tres
tendencias de la economía clásica: el individualismo, el cosmopolitismo y el perpetualis-
mo, opone, en orden, el espíritu comunitario, el ideal nacional y la relatividad histórica.
Autores como Dahl, Waitz y Treitschke.
Jellinek observa que la política significa en griego “doctrina de la Polis”, y que se debe tra-
ducir por “doctrina del Estado”. Se divide, por una parte, en una doctrina social del Estado,
y por otra, en una doctrina jurídica, o derecho público en general.
La politología renaciente
I. El nuevo Clima:
La primera guerra mundial no contribuye en absoluto a sacar del marasmo a la ciencia po-
lítica. La segunda guerra mundial da el impulso decisivo al renacimiento politológico. En el
renacimiento de la politología tiene gran importancia, ante todo, el ejemplo norteamerica-
no. Las universidades de los Estados Unidos desde fines del siglo XIX crearon y expandieron
sus departamentos de ciencia política. La brusca ascensión de la ciencia política sólo pudo
producirse porque durante todo el siglo XIX y comienzos del XX las Facultades de Derecho
han sido, a pesar de las reticencias y las hostilidades, la verdadera Escuela de Ciencia Polí-
Dabin sostuvo que la ciencia política no es ni puede ser otra cosa que la ciencia del Estado.
Si partimos de la palabra política, la ciencia política tiene un objeto específico, perfecta-
mente distinguible, o sea, la cosa política, res políticae.
3) La lista-tipo evita caer en los peligros que la politología no supo evitar anteriormen-
te, disolviéndose en una serie de ciencias especializadas que solo dejaban a la ciencia
política un residuo carente de interés.
Sin embargo, es recién a partir del año 507 a.C. con las reformas políticas establecidas por
Clístenes, que se instaura un régimen de gobierno de naturaleza democrática, transfor-
mando no sólo la práctica política sino generando una nueva cosmovisión ciudadana en
la participación política.
Las Reformas de Clístenes tendieron a establecer entre todos los ciudadanos un régimen
de gobierno en la ciudad estado sustentado en la igualdad, la libertad, la unidad, la par-
ticipación y la responsabilidad entre los ciudadanos.
g) Las instituciones más importantes pueden resumirse en: Asamblea general (eccle-
sia), Consejo de los 500 (boulé), Magistrados (arcontes), Tribunales (helia, areópago,
etc.) y Generales estrategas.
Tal como será expuesto con mayor detalle a continuación, durante el periodo en que la
organización político social que las reformas de Clístenes se mantuvieron vigentes (el
debilitamiento comenzó luego de la derrota de las Guerra del Peloponeso 431-404, y su
caída se materializó con la supresión de las instituciones democráticas a causa de la he-
gemonía macedonia en 322 a. C y el desarrollo de las escuelas críticas); la polis ateniense
resultó un modelo para todo el mundo Antiguo.
Así las cosas, la idea de ciudadanía estaba ligada a funciones deliberativas y legislativas, eje-
cutivas, judiciales y bélicas, que demandaban una participación y un compromiso continuo,
determinando una interacción permanente de los ciudadanos entre sí y para con el estado.
De todo esto se colige lo que llamamos como Cosmovisión Ideológica Del Todo/Parte O
Estructura Todo/Parte que sustentaba la comunidad de vida ateniense de la democracia.
Esto era posible sólo en tanto la persona no era un sujeto de derecho portador de un va-
lor individual autónomo tal como lo conocemos hoy, es decir, un sujeto individualmente
reconocido; sino un eslabón no autónomo ni autosuficiente que se integraba en un todo
con la ciudad a la que pertenecía.
Tal como será expuesto luego, fue precisamente esta condición de unidad indisoluble y
continua, lo que transformó a la idea de ciudadanía en una carga demasiado pesada para
Énfasis el ateniense, y que comenzaría a debilitarse y evidenciarse con las denominadas Escue-
las Críticas y llegar a romperse definitivamente con la dominación macedonia.
Tucídides nació aproximadamente 460 a.C. y murió 400 a.C. Participó en la guerra que su
obra clásica relata. La guerra del Peloponeso. Este célebre discurso aparece en el Libro II
de dicha obra.
El Discurso Fúnebre de Pericles, pronunciado el año 431 a.C. en el Cementerio del Cerá-
mico, en Atenas, es uno de los más altos testimonios de cultura y civismo que nos haya
legado la Antigüedad. Es mucho más que un mero discurso fúnebre. Las exequias de las
víctimas del primer año de la guerra contra Esparta le brindan a Pericles la oportunidad
de definir el espíritu profundo de la democracia ateniense, explayándose sobre los valo-
res que presiden la vida de sus conciudadanos y que explican la grandeza alcanzada por
su ciudad. El discurso no es, por cierto, trascripción fiel de lo efectivamente dicho por el
político y orador ateniense, sino la verosímil recreación de su contemporáneo, el historia-
dor Tucídides, que lo incorporó al relato de sus Historias (II, 35-46), donde se narran las
guerras entre Atenas y los peloponesios. También es claro, por otra parte, que en esta pie-
za no hay una cabal exactitud histórica en la descripción de Atenas, cuya realidad aparece
idealizada. Pero todo esto, en última instancia, es irrelevante para la historia. Al menos,
para la historia espiritual. Lo que a ésta le importa, en rigor, no es tanto saber lo que de
hecho Atenas fue, sino más bien lo que ella creía ser. Exaltar sus ideales.
Es preciso que el lector o lectora sepa que este discurso fue escrito por Tucídides bastan-
tes años después de que fuera pronunciado y cuando ya Atenas había sido derrotada. Así,
Énfasis más que el discurso fúnebre de Pericles a los caídos durante el primer año de la guerra,
éste es el discurso fúnebre de Tucídides a la Atenas vencida que, aunque humillada en su
derrota, se levantaba ya como un paradigma universal su cultura cívica. El panegírico a
los muertos en combate, pues, aparece casi como un pretexto para abordar el elogio de la
gloriosa Atenas antigua y hacer la defensa de la eternidad de su patrimonio.
En el contexto de una Atenas democratizada cuyo esplendor acontece durante el 507 a.C
y el 431 a.C. es que comienza el desarrollo de la guerra del Peloponeso, se destacan un
Sin embargo, del sinnúmero de pensadores, nosotros recuperamos hoy para nuestra
asignatura, el legado de los sofistas, Sócrates, Platón, Aristóteles y las escuelas críticas
(epicúreos, cínicos y estoicos); cuyo aporte resulta central para la ciencia política y la cons-
trucción del estado.
Los sofistas florecen en el siglo V a.C., destacándose en primer lugar como hombres de
sabiduría, pensadores y oradores que transmiten el saber y la reflexión, y que aprovechan
el escenario democrático creciente para alimentar el agrupamiento de estudiantes.
Maestros de la virtud, destacan más la apariencia del saber que el verdadero contenido
de rigor, convencidos de que los tiempos democráticos reclamaban una ardua tarea del
saber y el aprender.
Cabe advertir aquí que, bajo Pericles, la aristocracia había sido reemplazada por la demo-
cracia, lo que intensificó la vida política de Atenas, con la participación de los ciudadanos
libres en la discusión política y en la elección de dirigentes. Pero la educación aristocrática
más antigua no había preparado a los hombres para las nuevas condiciones democrá-
ticas de vida ya que la educación se había fundado en su casi totalidad en la tradición
familiar. No hubo capacitación teórica ni práctica en las áreas de la religión, la gramática
y la cuidadosa interpretación de los poetas. Los sofistas se movieron en este vacío cultural
y su interés práctico por enseñar llenó una urgente necesidad. Se volvieron así maestros
populares y fueron la principal causa de la nueva educación. Lo que profesan, sobre todo,
fue el arte de la retórica, del discurso persuasivo.
La reputación de los sofistas fue al principio muy favorable; prestaban un inmenso servi-
cio capacitando a los hombres con claridad de ideas y fuerza expresiva. El discurso claro
y el poder de persuasión eran especialmente indispensables en una asamblea popular
donde resultaría desastroso un debate entre oradores inhábiles, incapaces de exponer
las ideas propias o descubrir los errores del oponente. La retórica se convirtió en un cuchi-
llo que podía emplearse para un fin bueno o malo, para cortar el pan o para matar. Quien
poseía este poder de persuasión podía usarlo tanto para resolver un problema difícil o
Nadie los hubiera criticado, por formar abogados, como lo hacían, por ser hábiles en ver
todos los lados de un caso. En verdad, una persona merece defenderse con la misma ha-
bilidad con que es acusada. En tanto el arte de la persuasión se vinculó con la prosecución
de la verdad no hubo guerra contra los sofistas; pero cuando trataron la verdad como algo
relativo, fue inevitable que se los acusara de enseñar a los jóvenes cómo mostrar bueno un
caso malo o hacer que pareciera justa una causa injusta. Además, ganaron fama de reunir
a jóvenes de buenas familias solo para inducirlos a un crítico y destructivo análisis de sus
ideas éticas y religiosas tradicionales. Sumaron a esto el apartarse de la antigua imagen del
filósofo desinteresado que no se ocupaba de la filosofía para ganar dinero. Por contraste, los
sofistas cobraban por su enseñanza y buscaban a los ricos que pudieran pagarla.
Sócrates estudió con ellos, pero, a causa de su pobreza, sólo pudo hacer un “breve curso”,
Esta práctica de cobrar por enseñar movió a Platón a acusarlos de “traficantes de merca-
dería espiritual”.
Sócrates
La vida de Sócrates transcurrió en Atenas entre los años 470 y 399 a.C.
Muchos son los aportes que se le deben a Sócrates, y si bien en materia política no se
saben exactamente sus conclusiones, él tiene que haber sido un crítico franco de la de-
mocracia ateniense y de su presunción en sentido que cualquier hombre puede desem-
peñar cualquier puesto. Así lo sugiere la Apología y lo afirma prácticamente Jenofonte en
las Memorabilia y en cualquier caso el proceso y la condena de Sócrates son difíciles de
entender si no andaba tras ellos, de alguna manera, la “política”. Puede haber ocurrido
que una parte considerable de los principios políticos desarrollados en la República sean
de Sócrates y que Platón los aprendiera directamente de su maestro. Sea como quiera,
el tono intelectualista de la República es, sin duda, una consecuencia de la certidumbre
socrática de que la virtud – sin excluir la virtud política – es conocimiento.
Con Platón el genio griego se realiza con extraordinaria plenitud. Nació en Atenas en el
428 a.C. y murió ochenta años más tarde, discípulo de Sócrates, y con un exitoso tránsito
por el deporte, cultivó una afición personal por Esparta; recorriendo el mundo antiguo en
3 oportunidades con el objetivo de realizar su ideal político.
Platón consideraba que había cinco formas de gobierno, y postulaba la existencia de cin-
co formas de constituciones mentales del individuo. Las cinco formas de gobierno son la
aristocracia, la timocracia, la plutocracia, la democracia y el despotismo.
3. Aun bajo la timocracia hay un comienzo de propiedad privada, y este deseo por las
riquezas prepara el camino para el sistema llamado plutocracia, en el cual el poder
reside en manos de los ricos. Y “cuando el rico se levanta en la estima social, el vir-
tuoso se hunde”. La plutocracia quiebra la unidad del Estado en dos clases: los ricos
y los pobres. Además, el plutócrata es un consumidor de bienes que, cuando ha usa-
do su dinero, se vuelve peligroso, pues necesita más de aquello a lo que estaba acos-
tumbrado. El plutócrata es una persona que busca el placer constante, pero el placer;
por naturaleza, es algo momentáneo y debe ser repetido. Nunca hay un momento de
perfecta satisfacción. El buscador de placer jamás puede satisfacerse, como un balde
agujereado no puede ser llenado nunca. Sin embargo, aunque el plutócrata es tenta-
do por muchos deseos -” habitualmente el mayor es sacar ventajas” -, “el plutócrata se
muestra más decente que otros”.
6. Cabe advertir que el ideal de gobernante para Platón era el rey – filósofo. Para llegar
a serlo, el gobernante debía haber recibido una educación adecuada y ser capaz de
distinguir entre el reino de la opinión y el del conocimiento, entre la apariencia y la
realidad. Esto último sólo podía lograrse tras pasar por diversos estadios de educa-
ción, de tal modo que a los cincuenta años los más capaces alcanzarán los más altos
niveles de conocimiento, estando ya en condiciones de gobernar.
En este sentido, la primera forma de la teoría o Ciencia Política de Platón era su natural
devoción a un solo principio que no era otro que su devoción a la Ciudad Estado, regida
por el filósofo rey, donde la relación entre gobernantes y súbditos era una relación entre
sabios e ignorantes.
Aristóteles vivió en el siglo IV a.C., entre los años 384 y 322. Fue maestro de Alejandro
Magno y discípulo de Platón durante veinte años en la Academia.
El hombre como animal político o zoon politikon debía darse a la ciudad, buscando su fe-
licidad en la participación de lo público y lo común, y no en la satisfacción de sus propios
intereses.
De acuerdo con sus teorías --éticas y metafísicas- de que el todo es anterior a las partes,
Aristóteles considera que la ciudad es anterior a las otras formas de asociación, pues en
todos los procesos hay, como hemos visto, un objetivo final -telos- hacia el que todas las
cosas naturalmente tienden. Esto no debe interpretarse como si el fin del hombre fuera
el Estado. Nada más lejos del Estagirita que pensar que la felicidad del hombre debe sa-
crificarse a los intereses del Estado. Sólo el individuo existe concretamente y, por tanto,
no hay nada bueno para el Estado que pudiera adquirirse a costa de los miembros que lo
forman. Lo que sí cree Aristóteles es que el fin natural del hombre, aquello hacia lo que
tiende en el desarrollo orgánico de sus capacidades, es la felicidad, y ésta sólo es posible
en el marco de la polis y el hombre que vive fuera de ella es una bestia o un dios.
Por otra parte, Aristóteles postulaba que ni siquiera el gobernante más sabio puede pres-
cindir de la ley, ya que esta tiene una calidad impersonal que ningún hombre, por bueno
que sea, puede alcanzar. La ley es la razón desprovista de pasión, y todo ello debía desa-
rrollarse en el Estado ideal, que a su criterio no era otro que aquel en donde los ciuda-
danos no asuman todas las funciones, ya que algunas como las agrícolas debían estar
a cargo de los esclavos u obreros, incluyendo fuera de la categoría de ciudadanos a los
comerciantes, mientras que los ciudadanos sólo debían ocuparse de la defensa, el culto y
gobierno de la ciudad.
El final de la guerra del Peloponeso (431-404) resultó en la victoria de la Liga del Pelopo-
neso dirigida por Esparta, avanzando sobre Atenas y sus aliados, y provocando con ello
una inestabilidad generalizada que conduciría a su debilitamiento y crisis.
El dominio espartano trajo consigo un quiebre del modelo democrático ateniense, y con
ello del ideal participativo que aconteció entre 507 y 431 a.C. Así, el desmedido crecimien-
to poblacional, la pérdida del dominio marítimo, el empobrecimiento generalizado y la
inestabilidad política trajeron consigo un debilitamiento del modelo totalitario.
Frente a ello, surgieron movimientos críticos que señalan la insuficiencia de la ciudad es-
tado para atender a las necesidades de la persona, permitiendo develar una autarquía
personal, una preeminencia de la persona por sobre el modelo totalizador estatal que
durante muchos años dominó en Atenas.
Así, aparecen numerosas corrientes, de las cuales los epicúreos, cínicos y estoicos ofrecen
un relato clarificador de la crisis y sus respuestas.
Los epicúreos, escuela filosófica fundada por Epicuro presentan una idea sociopolítica
diferente ante la decadencia de la ciudad estado o Polis de los siglos IV y III a. C. Con-
sideraban que los problemas que atravesaban las ciudades debían ser resueltas por el
individuo de manera personal.
Por su parte los cínicos, que inicialmente vivían en las calles como perros (del griego kyon,
que significa perro) también fueron famosos por criticar la política y su corrupción que se
había generado por las costumbres adquiridas en la civilización.
Finalmente, los estoicos, que cultivaban la virtud, buscaban la felicidad personal como
respuesta a la situación en que había quedado el ciudadano tras la pérdida del contexto
de la polis en los siglos IV al III a.C.
Autonomía: También respecto a la política, en el sentido de que tiene “leyes” propias, ex-
plicaciones, causalidades que le son inherentes y que difieren de las de otros ámbitos
como la economía, por ejemplo.
Causalidad: Una interpretación de las relaciones entre eventos, en la que un evento “pro-
voca” o produce otro evento.
Ciencia política: Disciplina científica. Un ejemplo de las llamadas ciencias sociales, cul-
turales o “blandas”. Entre ellas podemos señalar, también, la ciencia jurídica, la historia,
la sociología, etc. Tiene por objeto el estudio de la política. Podemos sostener que es el
campo académico que toma como su tarea única y general el análisis de la política, en
especial la del Estado.
Ciencia política “conductista”: Es la que enfatiza el análisis estadístico y las teorías abstrac-
tas en busca de regularidades básicas y esenciales a lo largo de un conjunto de eventos.
Compleja e indivisa: Como una suma de todas las otras características de la política, y
como parte de la realidad humana y social, la realidad política es compleja y de imposible
división. La efectividad humana implica un todo inseparable en los hechos, aunque en las
reflexiones o “in abstracto” cada ámbito de ese acontecer sí pueda ser “partido”, separado
o desagregado a los fines de su análisis.
Dinámica política: Como la política es polifacética, una de esas faces que la integran
hace referencia a su dinamismo. Cuando se habla de dinámica política, en el campo de la
ciencia política, estamos refiriéndonos a los distintos actores políticos que protagonizan
el hecho político: partidos políticos, grupos de presión, opinión pública, etc. Son los que
ponen en movimiento la estructura de la relación política para que ésta no esté siempre
inmóvil e igual, lo que impediría la evolución, el cambio, etc. Algunos autores, como Pre-
lot, la denominan vida política.
Estado moderno: Modelo de dominación política que surge a partir del siglo XV en el
círculo cultural de occidente. Se ha convertido en el modelo paradigmático de la moder-
nidad. Ha tenido distintas versiones o estilos y perdura hasta el día de la fecha, aunque
algunas teorías o autores preanuncian en la actualidad la hora de su fin o extinción.
Guerra del Peloponeso: La guerra del Peloponeso (431-404 a. C.) fue un conflicto militar
de la Antigua Grecia que enfrentó a la Liga de Delos (encabezada por Atenas) con la Liga
del Peloponeso (encabezada por Esparta) por el dominio marítimo. Constituyó en reali-
dad un conflicto para la imposición de formas de gobierno: Democratica Vs. Aristocratica
Militarizada.
Historia de las ideas: Otra parte de la ciencia política que hace un estudio de la evolu-
ción del pensamiento político, cómo se ha ido generando la teoría política a través de la
perspectiva de los distintos autores a lo largo de la historia. (Ver lista tipo de la UNESCO).
Ideología: Conjunto de ideas que están relacionadas y que se modifican entre sí; conjun-
to de ideas organizadas sobre algo.
Nación: Grupo grande de personas que están unidas y reconocen una semejanza entre
ellas debido a una cultura común. En particular, un idioma común parece importante en
la creación de la nacionalidad, pero también puede ser una religión, una forma de vida,
etc. Las naciones suelen coincidir con los límites políticos de los Estados, pero no siempre.
Así, el idioma y la cultura kurdos se extienden a lo largo de partes del territorio de Tur-
quía, Irak e Irán; nacionalismo irlandés y británico se encuentran mezclados en el territo-
rio de Irlanda del Norte. Existen sobrados ejemplos de la falta de concordancia entre los
“límites” nacionales y los límites de los Estados. Tal situación es una fuente poderosa de
conflictos y agitación política.
Partido político: Es otro ejemplo de fuerza política o actor político. Si bien hay distintos
tipos y clases de partidos políticos, desde una perspectiva tradicional, podríamos decir que
es un grupo de personas que unidos por una misma ideología intentan llegar al poder (o
al menos desplegar una función de control si no logran acceder al gobierno). Sin embargo,
también podemos señalar como uno de sus rasgos característicos la de ser un mediador
entre la sociedad y el gobierno. Es un actor político fundamental toda vez que “monopoli-
za” la oferta política. Con esto queremos expresar que para ser presidente, legislador, con-
cejal, etc., hay que alcanzar el cargo, casi en todos los países, a través de un partido político.
Política: Objeto de nuestra disciplina, la ciencia política. Implica una actividad humana
que supone una relación. Esta relación es una relación de mando, subordinación, por la
cual un individuo logra doblegar la voluntad de otro/s. Es un término complejo, multívo-
co, que en general es usado por las personas de manera irreflexiva. Nosotros debemos
utilizarlo en su acepción estricta, y en tal sentido esa relación de mando y obediencia de
la que venimos hablando exige no solo la formalidad de tal relación sino un contenido,
esto es, la construcción, consolidación y conservación del agregado humano. Se utiliza así
como sinónimo de sistema político, y debemos aclarar que el sistema político paradig-
mático de los últimos siglos es el Estado.
Relaciones internacionales: Otro ámbito de la ciencia política que en los últimos tiem-
pos ha adquirido una relevancia mayor debido a los fenómenos de internacionalización,
transnacionalización y globalización de las sociedades y la política.
Teoría del Estado: Es una forma de hacer ciencia política. Se ocupa del estudio del Estado.
La primera obra científica sobre el tema fue Teoría del Estado, de Hermann Heller. (Ver
lista tipo de la UNESCO).
a. Identifique dentro del sistema político argentino, un caso concreto o escenario don-
de pueda materializarse este carácter, es decir, visualizarse cómo los componentes de
dicho carácter se presentan en la realidad de este caso. Ej.: elecciones, postulaciones,
conflictos entre órganos del estado, etc.
b. Explique por qué el caso que seleccionó sirve para ejemplificar dicho carácter.
›› Identificar el por qué y el para qué de la existencia del Estado, a los fines de compren-
der su finalidad ontológica y la justificación de su accionar.
›› Profundizar el estudio del Estado de derecho, a los fines de poder identificar los
modelos y ejemplos de Estados “autoritarios” y con ello promover la formación y el
desarrollo de los valores democráticos ante los acontecimientos cotidianos de la vida
personal y profesional.
›› C
onocer el sistema internacional y cómo ha evolucionado a los fines de distinguir el
modelo westfaliano del actual sistema internacional.
Contenidos
Para el desarrollo de este módulo, seguiremos el criterio de la obra Hermann Heller, Teo-
ría del Estado, en cuanto considera que el Estado aparece durante el Renacimiento -Mo-
dernidad- en los países de Europa central, a partir de la concentración de los instrumen-
tos de poder que durante el medioevo se encontraban dispersos y en manos privadas: el
económico, militar, administrativo y jurídico.
Ciertamente -y ello parece más acertado- puede aducirse que lo que diferencia al Estado
en nuestro sentido moderno, de las formas anteriores de dominación política, no es nin-
guno de aquellos factores en aislamiento, sino su conjunto: la feliz coincidencia de todos
para la formación histórica de aquella figura política que Maquiavelo llama lo Stato.
Este será, por lo tanto, el criterio que se ha de emplear para la tarea de explicar esquemá-
ticamente las distintas formas políticas preestatales.
Desde un punto de vista muy general, veremos a continuación la sucesión de los modos
de producción, entendidos como categorías más amplias en las que se subsumen las for-
maciones políticas.
El concepto de feudalismo, tan impreciso como sugestivo, pretende cubrir tres vertientes
explicativas: a) la económica, refiriéndose a una forma especial de propiedad, cesión y
arrendamiento de la tierra que origina el concepto básico de renta feudal de la tierra, forma
que toma la explotación señorial del trabajo servil; b) la social, refiriéndose al vínculo vasa-
llático, con las relaciones contractuales biunívocas de beneficio y homenaje; c) la política,
refiriéndose a la jerarquía de dominación que iba desde los servi adscripti en la base hasta
el Emperador, con todas las instancias intermedias de la nobleza secular y espiritual.
De esta manera, lo aquí expuesto permite comprender que no obstante el estado ser una
construcción propia de la modernidad, previo a su aparición durante el renacimiento; la
historia nos señala otras formas de dominación y poder de base territorial.
El tránsito hacia el estudio del fenómeno estatal nos conduce necesariamente por una
primera instancia relacional comparativa con la edad media, periodo temporal de 10 si-
glos en cuya etapa final (siglo XIII), comienzan a tomar forma las condiciones cuya acu-
mulación producirán la construcción del estado durante la modernidad.
El cristianismo
El estudio del cristianismo constituye una necesaria instancia previa para la comprensión
del estado y su proceso de formación; pero más aún para el entendimiento del orden me-
dieval y la disposición del poder en cabeza del Papa y el Emperador como figuras centra-
les de dicho proceso.
Después del gran momento creativo de los griegos debieron pasar varios siglos hasta la
aparición de un pensamiento que llamaremos cristiano. En este contexto, llegando los
últimos momentos del Imperio Romano, transcurre la vida de San Agustín, considerado
uno de los doctrinarios más importantes del cristianismo y sobre cuya obra se edificará la
dualidad de poder presente en todo el medioevo.
Así las cosas, el cristianismo constituye para el estudio de la ciencia política, un proceso
revolucionario, de reconfiguración del poder, permitiendo romper la unidad antes men-
cionada que ya las escuelas críticas atenienses habían comenzado a debilitar y cuestionar
algunos siglos antes.
Durante este largo período existe una estrecha relación entre la política y la religión (la
dualidad del poder), de tal modo que su análisis permite advertir el complejo juego de
relaciones entre la Iglesia y los que ejercían el poder secular, y los conflictos generados
debido a la competencia entre ambos durante más de diez siglos.
De todos modos, la Iglesia sigue justificando el ideal de Imperio como mejor defensor del
cristianismo, y tendrá su revitalización con Carlomagno en el 800 d. C.
La obra de San Agustín “la ciudad de Dios”, será determinante para la construcción teórica
del orden medieval, cuya exorbitancia interpretativa conducirá a abusos degenerativos
del verdadero sentido que el propio autor quiso dar; y que en la práctica terminaran por
enfrentar al orden institucional del imperio con el orden eclesiástico del papa.
Esto no sólo significó el reconocimiento oficial de los cristianos y su religión, sino que trajo
como consecuencia profundos cambios dentro del Imperio romano, así como el comienzo
de la expansión de la Iglesia y la concesión de un estatus de legitimidad, imponiéndose en
su consecuencia como la religión oficial del imperio romano y de sus ejércitos.
La ciudad de Dios completó el escenario que marcará la edad media, de cuyo texto se des-
prende la dualidad competencial de las figuras del papa y el emperador y las tensiones
sobre el alcance de sus potestades durante todo este periodo.
El cristianismo debía reinar en el espíritu de los jefes e inspirar las costumbres y las leyes.
A partir de estos principios se desarrolló la teoría de los dos poderes o de “las dos espa-
das”, por la cual el poder espiritual, representado por el papado, es superior al temporal
(el poder civil). Entre ambos debía prevalecer una ayuda mutua, lo que se vería opacado
por periodos de contraposición y enfrentamiento, seguidos por otros de mayor cercanía.
Los reyes ayudaron a los Papas y estos intervienen en la coronación de los emperadores, pero
la problemática se circunscribe luego sobre la atribución de los emperadores y reyes para
designar directamente a los obispos y abades en distintos territorios de su dependencia.
En el año 1059 se creó el Colegio de Cardenales en Roma, que recibió la función de elegir
al Papa con prescindencia de toda posible influencia por parte de los poderes políticos.
La edad media
La edad media constituyó un extenso período histórico comprendido entre los siglos V y
XV, relacionando su inicio a la caída del Imperio Romano de occidente en 476 con las inva-
siones bárbaras germánicas, y su fin con la acumulación de sucesos de gran impronta como
el descubrimiento de América en 1492, la creación de la imprenta -circa 1450- y sobre todo
el derrumbe del imperio de Oriente (imperio bizantino) en 1453. Es importante aclarar que
la historia occidental omite reconocer que los chinos mucho antes conocieron la imprenta.
Al solo efecto analítico, la Edad Media puede dividirse en dos grandes instancias, la Alta
Edad Media (siglo V a siglo X) y Baja Edad Media (siglo XI a siglo XV); este último periodo,
marcado por la aparición de los componentes que a posteriori permitirían la aparición de
los estados modernos.
Como luego podrá analizar en detalle con la lectura sugerida, la edad media está caracte-
rizada por 3 cuestiones centrales, cuya comprensión resulta de fundamental importancia:
Así las cosas, la Edad Media se caracteriza por la supremacía de la Iglesia Católica y el
teocentrismo legado del Cristianismo como religión oficial del imperio a partir del edic-
to de Milán, una economía ruralizada, un reducido desarrollo comercial, una marcada
desconcentración de los centros de poder territoriales y una organización fuertemente
jerarquizada en estamentos rígidos.
La extensa titularidad de las tierras y la imposibilidad de atenderlas por sí misma, traía consi-
go la necesidad de un servicio personal de quienes no la poseían, agregando también, la de-
fensa y la lealtad territorial como partes del acuerdo que se generaba entre los estamentos.
Sin embargo, el vasallaje, contrario a lo que se cree, no solo estaba dado entre la nobleza
y el campesinado; sino que este asumió formas y modalidad diferentes en toda Europa y
entre todos los componentes de cada estamento existieron formas de acuerdo de servi-
cio y prestación de obligaciones recíprocas ligadas a la utilización de las tierras, el cobro
de impuestos y la seguridad. Así, el vasallaje le proporcionaba las fuerzas armadas nece-
sarias para defender sus propiedades y las de sus vasallos y siervos.
Cada señor gobernaba en sus dominios: mantenían sus propias fuerzas militares, admi-
nistraba justicia, percibía impuestos y acuñaban monedas. Pero carecían de una unidad
homogénea de poder central y una demarcación territorial permanente, provocando con
ello la coexistencia de un sin número de poderes locales, que a su vez se compartían con
la Iglesia -la cual también presentaba diferentes órdenes, jerarquías-.
3. La mediatez: al no existir una autoridad central con poder efectivo, no eran posibles
las líneas de mando jerárquicas para la toma de decisiones sobre el territorio. Cada
centro de poder funcionaba de forma separada y autónoma.
El escenario político, económico y social de la Edad Media inicia, desde fines del siglo XIII,
un proceso de reconfiguración. A su vez, en el siglo XV, la caída del imperio romano de
Énfasis oriente (1453), el descubrimiento de América (1492), la aparición de la imprenta y el de-
sarrollo armamentístico, y otros importantes descubrimientos o invenciones científicos,
permitirían el ingreso hacia la Modernidad, y con ello, la aparición del Estado.
La nueva modalidad de la economía europea exigía una autoridad firme para regular,
fiscalizar y acrecentar la vida comercial e industrial de una nación. A su vez, los prínci-
pes dirigían sus miradas a una decidida política exterior, aunque muchas veces tuvieron
que resolver esto en forma revolucionaria. En muchos casos, se van incorporando a los
Estados nacionales territorios que han tenido vida autónoma. Generalmente, en estos
casos, se mantenían las instituciones tradicionales, pero se centraliza y uniforma la vida
del Estado mediante instituciones comunes, leyes generales y un ideal colectivo. A partir
del mosaico de Estados feudales, surgieron los Estados modernos.
De esta manera, en la edad media las figuras de poder centrales como el papa y el empe-
rador constituyeron más bien modelos virtuales de poder sin capacidad real de mando
sobre un territorio y sin la posibilidad de que sus decisiones fueran efectivizadas. Así las
cosas, el emperador carecía de la función unificadora o cohesionadora, ya que en rea-
lidad compartía su poder con monarcas territoriales que a su vez también carecían de
permanencia e inmediatez de mando.
Todas las relaciones, tal como fue explicado, estaban ligadas a un servicio clientelar a tra-
vés de los acuerdos de vasallaje entre los diferentes niveles. Así las cosas, todas las fun-
ciones que hoy el estado reclama monopolicamente para sí, se encontraban distribuidas
de manera irregular e intermitente sobre sujetos privados: el ejercicio de la defensa, el
El escenario político, económico y social de la Edad Media inicia desde fines del siglo
XIII un proceso de reconfiguración que en el siglo XV con la caída del imperio romano de
oriente (1453), el descubrimiento de América (1492), la aparición de la imprenta y el desa-
rrollo armamentístico; permitirían el ingreso hacia la Modernidad, y con ello, la aparición
del Estado, como ya se expresara.
Múltiples factores influyeron para posibilitar esto, presentándose con mayor o menor in-
tensidad en los diferentes territorios europeos (de allí que no admite una explicación mo-
nocausal unívoca), pero consistió en que los medios reales de autoridad y administración
pasaron de estar en manos privadas y se transformaron en propiedad pública, apropiándo-
se en favor del monarca estatal, concentrándose territorialmente y de forma permanente.
Las condiciones históricas que permiten la aparición del estado moderno en reemplazo
del sistema poliárquico medieval pueden resumirse en:
›› Consolidación de la burguesía.
Es preciso advertir que la concentración de poder fomenta una mayor libertad para el indi-
viduo. El Estado autoritario significó el quebranto de monopolios y privilegios, ofreciendo
facilidades para las iniciativas individuales y la expansión de los valores económicos.
Este proceso, dado con diferente intensidad a lo largo de todo el territorio europeo cen-
tral (primero en Inglaterra, Alemania, luego Italia, Portugal y España), fue permitiendo la
consolidación de un nuevo escenario de dominio político, prevaleciendo la figura del mo-
narca estatal como soberano territorial que reclamaba no sólo una permanencia e inme-
diatez, sino el monopolio del poder a su cargo para lograr la imposición de sus decisiones.
Así, analizaremos a tres pensadores modernos cuyas obras resultan aportes teóricos para
la comprensión del estado moderno naciente: Maquiavelo, Bodin y Hobbes.
Junto a ellos, durante el corto periodo de la modernidad (S.XV – XVII), surgieron otros
pensadores de inmensa importancia para el estudio de la ciencia política y la teoría del
estado, pero cuyo análisis en detalle excede el marco de nuestra asignatura.
Así, junto con el valor de la naturaleza, aparece el interés por el hombre que aspira a la
autonomía de su propio ser y su individualización completa, una exaltación a lo indivi-
dual. Lo importante es el triunfo del hombre en la sociedad del momento; se valoran sus
acciones bélicas, su maestría artística o literaria en un espacio terrenal.
Desde el punto de vista cultural se desarrolla el Renacimiento, cuyo origen se debe a los
cambios que comienzan a producirse en Europa en el siglo XII. En un primer momento,
toda Europa comparte esta nueva concepción, pero luego se desarrolla con mayor fuerza
en Italia. La palabra Renacimiento, pese a que muchas veces se restrinja el uso del tér-
mino sólo a lo cultural, engloba el conjunto de hechos económicos, sociales, políticos y
culturales que se producen en el siglo XV.
Junto con el valor de la naturaleza, aparece el interés por el hombre que aspira a la auto-
nomía de su propio ser y su individualización completa, una exaltación a lo individual. Lo
importante es el triunfo del hombre en la sociedad del momento; se valoran sus acciones
bélicas, su maestría artística o literaria en un espacio terrenal.
Las ideas renovadoras se hallaron en contacto con la espiritualidad legada por el hom-
bre de la Antigüedad clásica. A medida que fueron surgiendo los principios básicos del
Renacimiento, se buscaban las bases filosóficas en las que pudiera apoyarse este nuevo
impulso, y lo encontraron en la Antigüedad. Por este motivo es que se habla de un rena-
cer de la cultura antigua.
La palabra Renacimiento, pese a que muchas veces se restrinja el uso del término sólo a
lo cultural, engloba el conjunto de hechos económicos, sociales, políticos y culturales que
se producen en el siglo XV.
Maquiavelo y lo stato
Su obra está desligada del moralismo formal y exenta de un rigorismo teórico que carac-
teriza a otros autores modernos; y por el contrario, constituye un libro de consejos prácti-
cos para los monarcas sobre cómo ganar, perder o mantener sus principados.
El propio Maquiavelo nos dice cómo se logra obtener un reino: TODOS los estados, todos
los dominios que han tenido y tienen soberanía sobre los hombres, han sido y son o re-
públicas o principados. Los principados o son hereditarios, es el caso de aquellos en los
que impera desde hace tiempo el linaje de su señor, o son nuevos. Los nuevos, o son to-
talmente nuevos, como fue Milán para Francesco Sforza o son como miembros añadidos
al estado hereditario del príncipe que los adquiere, como es el reino de Nápoles para el
rey de España. Los dominios así adquiridos o están acostumbrados a vivir sometidos a un
príncipe o acostumbrados a ser libres; y se gana o con las armas ajenas o con las propias,
o por fortuna o por virtud.
La fuerza es el único lenguaje que se considera necesario para conservar el poder, y está
íntimamente ligada a la ambición de los hombres y los Estados. Por eso, si un príncipe
descuida el arte de la guerra, su camino hacia el fracaso será una certeza absoluta.
Su aporte consiste en la descripción real del fenómeno estatal, siendo el primer teórico
que incorpora al lenguaje la palabra estado: LO STATO.
Los seis libros de la República– de Jean Bodin, publicada en 1576, fue una obra enmarcada
en las guerras civiles acaecidas en Francia entre católicos y protestantes, y con el objetivo
de robustecer la autoridad del monarca, lo sustrae de la legitimación teológica que do-
minó toda la edad media.
Así, consideraba como algo necesario de todo Estado ordenado la existencia de tal po-
testad perpetua y absoluta de toda república donde los príncipes soberanos la ejercen
vitaliciamente.
Este poder de todos modos no era ilimitado, ya que por encima del rey estaba la ley de
Dios y la de la naturaleza, aunque esta última no termina de ser aclarada concretamente;
de todos modos, una violación flagrante a esta última (la ley natural) sería el respeto a los
pactos y el respeto a la propie- dad privada.
Finalmente, consideraba que el único Estado bien ordenado es aquel en que la soberanía
es indivisa porque reside en una sola persona.
La obra de este autor moderno resulta de inmensurable valor en cuanto ofrece al lector
un marco crítico y reflexivo sobre el acuerdo social que representa el estado, vigente in-
cluso en la actualidad.
Para la comprensión sus aportes, resulta fundamental analizar con detenimiento el frontis-
picio de su obra, esta iconografía grafica con claridad el proceso de acuerdo por el que los
hombres transitan para liberarse del estado de naturaleza mortal, y crear así un Leviatán
con la fuerza y el poder suficiente para garantizarles a estos una vida pacífica y ordenada.
La vida de Thomas Hobbes se prolongó durante noventa y un años entre 1588 y 1679.
Oriundo de Inglaterra, educado en Oxford, muy vinculado a los pensadores contemporá-
neos a él, como Galileo; según algunos biógrafos, hasta llegó a conocer al propio Descar-
tes. Desde el punto de vista de sus ideas políticas, brindó grandes e importantes aportes.
Consideraba la necesidad de la existencia de un Estado sin límites que protegiera a la
sociedad (organización artificial) de la guerra y, en última instancia, en la gran solución
para conservar el género humano. Esta protección, según Hobbes, nace del contrato de
los hombres que establecen los mismos hombres y por el que se someten al soberano,
quien nace del contrato pero no es parte de él. Es decir que a partir de este contrato se
origina un Estado todopoderoso, considerado como una persona artificial. El titular de
esa persona artificial es el soberano, que pasa a tener como súbditos a los ciudadanos.
Goza de total inmunidad y no puede ser acusado por los súbditos. Para Hobbes, como para
Bodino, el soberano es el único poder legislativo. Sin embargo, Hobbes va más allá que Bo-
dino al no limitar al soberano por el derecho divino. El soberano de Hobbes, única fuente de
Su obra se construye con el claro propósito de defender una monarquía absoluta, si-
guiendo al propio Bodin, y coincidente con la idea de que el monopolio de la fuerza y la
concentración de los instrumentos de poder estén a cargo de una persona; como únicos
medios posibles de garantizar la supervivencia humana.
En este punto, le invitamos a observar la clase en video titulada “Módulo 2-Unidad 2 For-
mas políticas preestablecidas y el surgimiento del Estado...”, disponible en plataforma
Multimedia MiUBP.
IV. Sociedad Civil: concepto. Diversos enfoques respecto a su relación con el Estado
Así las cosas, la sociedad civil resulta un elemento central del liberalismo posterior a la
revolución francesa.
La Revolución Francesa
Todos los pensadores, de una u otra manera, contribuirán a socavar los cimientos de las
monarquías absolutistas y del pensamiento político europeo vigente en el siglo XVIII, lo
que confluye definitivamente en la Revolución Francesa de 1789, que contagiará primero
a Europa y luego, en la centuria decimonónica (XIX) a gran parte del mundo.
Algunos autores hablan de una doble revolución, porque estamos ante la revolución eu-
ropea, pero también la atlántica. Lo que sí es importante es que el pensamiento del hom-
bre – ciudadano ya no será más el mismo, después de haber sido impregnado de las ideas
de la Revolución Francesa y de pensadores como Voltaire, Rousseau y Montesquieu y, del
otro lado del Canal de la Mancha, John Locke.
En muchos casos algunos pensadores como Edmund Burke (1729 – 1797) partidario de
la libertad política y del parlamentarismo inglés criticaba abiertamente esta revolución
porque la consideraba como algo abstracto y para su gusto, violenta. Él decía que Inglate-
rra había dado al continente europeo un ejemplo de deísmo, de ateísmo, de libre pensa-
Consideraba también que la igualdad, tan admirada por los revolucionarios, no era algo na-
tural sino impuesta. Gran admirador de Montesquieu, cuya lectura confirmó su idea de li-
bertad privilegio frente a su desprecio a toda igualdad democrática en una monarquía libre.
Causas
›› La incapacidad de las monarquías, nobleza y clero para resolver los problemas socia-
les y económicos del estado francés.
›› El desarrollo de nuevas hipótesis teóricas en contra del estado absoluto (Locke, Rous-
seau) – siglo de las luces (ilustración).
Más de un siglo antes que Luis XVI ascendiera al trono (1774), el Estado francés había
sufrido periódicas crisis económicas motivadas por:
›› El aumento de la deuda generado por los préstamos a las colonias británicas de Nor-
teamérica durante la guerra de la Independencia estadounidense (1775-1783).
Durante el reinado de Luis XIV (1643-1715), Francia se hallaba bajo el dominio de una mo-
narquía absolutista, el poder de rey y de la nobleza era la base de este régimen, pero en
realidad el estado se encontraba en una situación económica bastante precaria, que se
Se recurrió al tradicional intento de aumentar los impuestos. Por lo que se trató de conse-
guir que la nobleza también aporte su correspondiente diezmo, medida que provocó la ira
y oposición de esta clase social, que estaba dispuesta a defender sus privilegios feudales,
hasta el punto de enfrentar la monarquía. Para que no empeorara su situación económica
la nobleza trató de acaparar más cargos en la burocracia estatal, y además, aumentó la ex-
plotación de los campesinos que trabajaban en sus tierras, exigiéndoles mayores contribu-
ciones. La sociedad estaba compuesta por tres sectores sociales llamados estados.
El primer estado era la Iglesia; sumaba unas 120.000 personas, poseía el 10% de las tie-
rras de Francia y no pagaba impuestos. Recibía de los campesinos el “diezmo”, es decir la
décima parte del producto de sus cosechas. Sólo la Iglesia podía legalizar casamientos,
nacimientos y defunciones, y la educación estaba en sus manos. El segundo estado era la
nobleza, integrada por unas 350.000 personas. Dueños del 30 % de las tierras, los nobles
estaban eximidos de la mayoría de los impuestos y ocupaban todos los cargos públicos.
Los campesinos les pagaban tributo y sólo podían venderles sus cosechas a ellos. Tenían
tribunales propios, es decir que se juzgaban a sí mismos.
El tercer estado comprendía al 98% de la población, y su composición era muy variada. Por
un lado estaba la burguesía, formada por los ricos financistas y banqueros que hacían nego-
cios con el estado; los artesanos, funcionarios menores y comerciantes. Por otra parte, exis-
tían campesinos libres, muy pequeños propietarios, arrendatarios y jornaleros. El proletaria-
do urbano vivía de trabajos artesanales y tareas domésticas. Finalmente estaban los siervos,
que debían trabajo y obediencia a sus señores. El tercer estado carecía de poder y decisión
política, pero pagaba todos los impuestos, hacía los peores trabajos y no tenía ningún de-
recho. La burguesía necesitaba tener acceso al poder y manejar un estado centralizado que
protegiera e impulsara sus actividades económicas, tal como venía ocurriendo en Inglaterra.
Viendo la difícil situación económica que se asomaba, la nobleza exigió que se llamara a Es-
tados Generales, para el tratamiento de una ley de impuestos. La monarquía prácticamente
arruinada económicamente y sin el apoyo de gran parte de la nobleza, estaba en la ruina.
El pueblo exigía la convocatoria de los Estados Generales (una asamblea de notables for-
mada por representantes del clero, la nobleza y el tercer estado), cuya última reunión se
había producido en 1614, para tratar la problemática social existente y sobre todo evitar
la imposición de nuevos impuestos sobre el estado llano (3er estado) como única medida
posible para su solución. Para solucionar los problemas económicos, Luis XVI convocó a
Esta convocatoria fue aceptada por el clero y la nobleza quienes se negaban a pagar los
tributos indispensables para solucionar la crisis económica. Los burgueses (componentes
más ricos, pero sin participación política del 3er estado) se aprovecharon de estas circuns-
tancias y, ante la amenaza de la nobleza armada que pretendió mantener sus privilegios,
movilizaron a toda la nación.
El 14 de julio de 1789, se apoderaron de la Bastilla. Esta prisión era el símbolo del absolu-
tismo político (cárcel y depósito de armas). Cuando se reunieron en los Estados Generales
(1789), la situación de Francia estaba sumamente comprometida, ya que el pueblo no so-
portaba más tan penosa vida, y existía un gran descontento social. Como se dijo, las clases
sociales existentes en ese momento eran: la nobleza, el clero y la burguesía (pueblo que no
tenían casi derechos y en la que había que distinguir diferentes grupos como se dijera más
arriba), pero al contar los votos con el sistema tradicional, en que la nobleza y el clero, al ser
dos estamentos privilegiados, derrotaban siempre en número a la burguesía, y por lo tanto
siempre se tomaban las decisiones que a este sector le convenía. Solucionado la situación,
modificando el sistema de conteo, el tercer estamento (la burguesía) pudo tomar el control
de la situación, y comenzó a sesionar como Asamblea Nacional, y juraron solemnemente
que ésta no se disolvería hasta tanto no se logre conformar una Constitución Nacional.
En 14 de Julio de 1789, la burguesía se vio apoyada por un gran sector explotado por la
nobleza, los campesinos, que, en medio de una agitada multitud revolucionaria formada
por hombres y mujeres, saturados de injusticias y de hambre, se dirigen violentamente a
la Bastilla, símbolo del régimen absolutista, donde funcionaba como cárcel de los oposi-
tores al sistema de gobierno, y la toman por la fuerza. Esta demostración atemorizó a los
partidarios del antiguo régimen, y sirvió para inclinar la balanza en favor de los revolucio-
narios, desplazando así del poder a los nobles y partidarios del absolutismo.
La Asamblea Nacional estaba formada por la burguesía, que inicialmente para luchar
contra la monarquía, lo hizo en forma unificada, pero en realidad la burguesía no era una
clase social homogénea, sino que estaba dividida en la alta burguesía –banqueros, finan-
cistas, comerciantes, propietarios- y en la baja burguesía formada por los profesionales
(abogados y médicos), pequeños comerciantes y dueños de talleres.
Cuando llegó el momento de decidir por la forma de gobierno, la alta burguesía apoyó a
los girondinos, oriundos de la provincia de La Gironda, que querían llegar a un acuerdo
con la monarquía e instaurar una monarquía constitucional, es decir, tenía una actitud
moderadora respecto a los cambios políticos.
A los diferentes grupos que habían triunfado en todo este proceso revolucionario y enar-
bolado dichas banderas, les interesaba la libertad para comerciar, la defensa de la propie-
dad privada y la igualdad de los ciudadanos ante la ley.
El rey fue privado de sus poderes durante un breve periodo, pero la mayoría moderada
de la Asamblea Constituyente, que temía que se incrementaran los disturbios, resolvió
restituir a Luis XVI con la esperanza de frenar el ascenso del radicalismo y evitar una in-
tervención de las potencias extranjeras.
Obra de Bonaparte
Este general dirigió y condujo la política francesa durante quince años. Las campañas milita-
res de sus ejércitos difundieron los principios de la Revolución por todo el continente europeo.
Gracias al prestigio que le dieron sus campañas de Italia y de Egipto, pudo dar un exitoso gol-
pe de Estado que le permitió derrocar al Directorio y crear el Consulado, en el cual asumió el
cargo de Primer Cónsul. Tres años más tarde, se declaró cónsul único y vitalicio, y un decreto
senatorial de 1804, ratificado por un plebiscito, lo proclamó “Emperador de los franceses”.
Así, el debate no sólo se centra en torno a cuál de los dos conceptos resulta más antiguo,
si la sociedad o el estado, sino a la conflictiva articulación entre ambos a lo largo de la
historia y a la luz de los diferentes teóricos de la materia.
La tesis de tradición alemana, cuyo mayor exponente es el propio Hermann Heller, sos-
tiene la separación entre las esferas de estado y sociedad, resultando ámbitos diferentes,
cuya demarcación aparece con la disolución del sistema estamental del medioevo, y en
cuyo reemplazo la forma económica capitalista permitió la gestación de una sociedad
clasista fundada en la libertad e igualdad de sus miembros sin injerencia del estado.
Pese a que otros autores, tal como señalaremos, sostienen una mayor proximidad y vín-
culo entre estas esferas; anclamos nuestro estudio a la corriente alemana que propugna
una escisión entre estado y sociedad.
De esta manera, preliminarmente diremos que la sociedad civil es el espacio de libre in-
terrelacionamiento de las personas no subordinadas al Estado. Así, un concepto genérico
de sociedad está configurado por el género humano entendido como el contenido abs-
tracto de todas las formas de la convivencia humana; es decir que por sociedad se enten-
dería la unión entre los hombres, en general por fuera del Estado.
Así, en sus orígenes, la sociedad civil estuvo vinculada al producto de las luchas contra
el absolutismo teocrático, es decir, la ruptura de la persona contra la iglesia y el reclamo
por un espacio de autodeterminación individual entre pares, que a partir de la revolución
francesa, devendría en un ámbito de relacionamiento entre iguales a partir de la satisfac-
ción de sus propios intereses; al Estado le correspondía sólo garantizar dichos presupues-
tos mínimos: la libertad y la igualdad.
Es sobre esta idea que el propio Heller va a construir su posicionamiento teórico, manifestado
en su obra La Teoría del Estado (FCE, hay varias ediciones) que la caracterización de la socie-
Para el primero de estos, los hombres que conforman la sociedad son sujetos libres e
iguales, de lo que deriva su igualdad económica para autodeterminarse y autorregularse
en el proceso de relacionamiento con sus pares.
Así, la economía capitalista asume un auto equilibrio dado por el libre juego de estos ac-
tores dotados de iguales condiciones para la competencia, donde el Estado constituye un
simple observador garante de dichas condiciones mínimas que habilitan la competencia
libre e igual para los iguales.
Sin embargo, la posición crítico marxista hábilmente develará esta ficción formal de auto
equilibrio regulado por fuerzas naturales: la sociedad civil real es una sociedad de clases,
cuya unión se mantiene mediante el predominio de una de ellas para cuya subsistencia
es, sin duda, necesario el mantenimiento de la ideología de la libertad y de la igualdad.
En consecuencia, debido a la débil intervención del Estado que garantiza el libre juego,
la posición crítico-marxista imputa responsabilidad en el mantenimiento de la desigual-
dad, resultado así que su inactividad constituye en realidad, omisión en favor de los po-
derosos fomentando el dominio clasista.
De todo ello se colige que la sociedad civil carece de una conceptualización unívoca y for-
malmente definitoria. Por el contrario, la sociedad civil constituye una materia de debate
entre 2 extremos: las posiciones liberales burguesas y las críticas marxistas que fundan
sus diferencias en cuanto a la posición de cercanía o independencia del estado para con
dicho espacio de interrelacionamiento social.
Así, mientras que las posiciones liberales burguesas sostienen un proceso de autorregula-
ción entre pares y la necesidad de un estado mínimo gendarme y simplemente observador
del libre juego; los críticos marxistas sostienen una crítica encarnizada en contra de dicha
omisión, siendo la no intervención del estado, intervención en favor de unos sobre otros.
La sociedad civil analizada por Heller se corresponde con la concepción propia del pen-
samiento socialista reformista predominante en la socialdemocracia alemana hace un
siglo en los años 30, apoyada en un marco teórico marxista pero rechazando el determi-
nismo económico propio de esa postura.
También se debe remarcar que luego del momento en que escribe el autor, se produce
desde mediados de los 40 y hasta mediados de los 70 -del siglo XX-, el ascenso y caída del
Énfasis Estado de bienestar, modelo implícitamente formulado en su Teoría del Estado y de tra-
tamiento más explícito en sus otros escritos políticos. En esas décadas se transformaron
de manera radical las relaciones Estado-sociedad civil modificando en parte la descripta
en su Teoría del Estado. Estas cuestiones serán desarrolladas más adelante, sólo basta
completar que, en las últimas cinco décadas, la globalización y el neoliberalismo volve-
rán a restaurar en gran parte una situación con características similares a la que Heller
describe y analiza en su época, pero como se verá finalizando el módulo 4, con algunas
modificaciones e ingredientes propios de nuestra era.
Esta instancia final de la unidad II está reservada para una reflexión sobre los conteni-
dos hasta aquí estudiados. En tal sentido, de las lecturas sugeridas para cada tema habrá
notado que se ha seguido la perspectiva teórica de Hermann Heller, académico alemán
cuya obra constituye una referencia ineludible sobre la teoría del estado, de actual vigen-
cia pese a haber sido publicada (de forma póstuma) en la década de 1930.
Los valiosos aportes de esta obra, sin embargo, reflejan un análisis descriptivo sobre el fe-
nómeno estatal: desde su aparición finalizando la edad media, hasta su desarrollo como
monarquía absoluta; íntimamente ligado a los países de Europa central, más precisamente
Inglaterra, Italia, Francia, España, Portugal, Alemania y otros colindantes geográficamente.
No obstante, pese a su rigor, debe dejarse a salvo que el fenómeno estatal en cuanto a su
aparición, desarrollo y consolidación, no admite una explicación monocausal o unívoca.
Muy por el contrario, el Estado como institución central de la modernidad y con epicentro en
los países occidentales, y conformado como una unidad legítima de dominación territorial
soberana caracterizada por la permanencia, la estaticidad, y la unidad; no resulta el único mo-
delo o forma de dominación territorial existente en dicho periodo sobre el resto del mundo.
Así las cosas, no es posible identificar la aparición de todos los estados del mundo bajo
las mismas condiciones, en la misma instancia temporal y a través del mismo proceso de
concentración de instrumentos de poder tal como aconteció en la modernidad europea
bajo la forma de absolutismo monárquico.
Para ello, es necesario señalar un doble marco de análisis para la reflexión alternativa del
estado:
2. En cuanto a su origen y aparición. Esto sin duda, es el eje central del proceso de re-
flexión que le proponemos, con la vocación de identificar otras posiciones teóricas so-
bre el nacimiento y formación del Estado en escenarios completamente diferentes a
los planteados en la obra de Heller, esto es, Europa central.
Entre ellos, vale destacar el estudio sobre el estado en Latinoamérica, sujeto a procesos
de diferentes ámbitos ligados a la colonización y la conquista europea por sobre territo-
rios indígenas.
Esto, tal como fue mencionado puede ser proyectado por sobre un sinnúmero de espa-
cios sociales donde la colonización y la conquista fueron los instrumentos para la adop-
ción forzada de modelos estatales europeos, sin haber tránsito, tal como hemos estudia-
do, por la acumulación de condiciones históricas post medievales que permitieron por sí
misma la conformación del estado moderno a través de una voluntad y una conciencia
política propia que condiciona su autodeterminación.
Para complementar el estudio de los puntos I y II, se sugiere consultar el material obliga-
torio: Bonetto de Scandogliero, María Susana (y otros): “Notas sobre Teoría del Estado”. 2
Lectura ed. Córdoba: Ed. Advocatus, 2014: Las condiciones naturales y culturales para la forma-
obligatoria ción del estado: territorio, pueblo y el derecho, Fin y justificación.
La caracterización de los elementos del estado constituye una de las cuestiones centrales
en la teoría del estado, máxime aún por la disparidad de criterios clasificatorios existen-
tes entre los autores, y la incorrecta interpretación que se han hecho sobre estos. De tal
manera, es preciso efectuar una aclaración preliminar sobre el significado de “elemen-
tos”, denominación comúnmente dada a los componentes constitutivos de esta estructu-
ra, generalmente reducidos al territorio, la población y el poder.
Al decir del propio autor, hemos de ver, seguidamente, hasta qué punto resultan insufi-
cientes los intentos de hacer derivar al Estado de sus condiciones geográficas, o de con-
siderarlo como expresión de la raza, del espíritu del pueblo o de la nación, o de ser con-
cebido como mera función de la sociedad económica dividida en clases, de la opinión
pública, del derecho o de cualquier idea. Todas estas conexiones son, en cuanto condi-
ciones naturales y culturales, de la mayor importancia para el nacimiento y permanencia
de la unidad estatal. Pero la unidad estatal, en su legalidad propia, es más que una mera
función de una e incluso de todas estas condiciones, y algo distinto de ella.
De esta manera, resulta un error disgregar dichas condiciones en elementos, creyendo
que su sola acumulación o sumatoria conforman la estructura estatal. Contrariamente a
ello, la vigencia del estado como unidad de poder que reclama para sí la dominación so-
berana está condicionada por diferentes cuestiones, que nosotros, al solo efecto analítico
denominados vulgarmente como en general se las identifica como elementos.
Así, como preocupación fundamental, durante muchos años la delimitación de las fronte-
ras (identificadas como accidentes naturales de la geografía, un río, una cadena de mon-
tañas) fueron tenidas como condicionantes para el desarrollo del estado y su unidad, aso-
ciando formas de gobierno y proyecciones estatales a su ordenamiento geográfico natural.
Hoy la geopolítica asigna una importancia menor, esto es, no condicionante a la disposición
geográfica de un estado, resultado de ello que el territorio está determinado por la efectua-
da humana, es decir, el provecho que de ella realiza la actividad humana y no al revés.
El territorio es el asiento físico de las relaciones de poder del Estado, el ámbito espacial
dentro del cual el Estado tiene su jurisdicción; sin embargo, la tierra en sí misma no es
nunca un “factor” político determinante, sino una condición de la actividad política de la
población, que sigue sus leyes propias y puede influir sobre su territorio, a la vez que, de
acuerdo con sus fines políticos, transformado en gran medida “la situación geográfica
ofrece posibilidades y la situación geopolítica realizaciones de tales posibilidades que se
manifiestan como incrementos o como obstáculos”.
2. El pueblo
El pueblo no es una unidad homogénea, muy por el contrario, resulta un grupo humano
heterogéneo que solo es tenido como unidad ante el derecho.
El concepto de nación, propio del siglo XVIII posterior a la revolución francesa, determina
un sentido de cohesión de las poblaciones que conduce a la conciencia sobre los carac-
teres objetivos y subjetivos de identidad que los nuclean: la lengua, las creencias, la reli-
gión, costumbres etc.
Sin embargo, el Estado es una forma de organización política cuya base poblacional pue-
de o no constituir una Nación, o varias naciones, o no constituir ninguna y a su vez puede
haber grupos nacionales cuyos habitantes viven bajo la jurisdicción de diversos estados.
No puede aceptarse que el pueblo o la nación sean una unidad en cierto modo natural,
anterior a la del Estado, que viniera a constituir a ésta en virtud de su propia efectividad.
El derecho positivo, al cual se refiere la teoría del Estado, no es una ordenación natural,
sino una ordenación social. Entre estas, es necesario distinguir entre aquellas que pre-
sentan un mero carácter de regularidad efectiva, de normalidad, de aquellas otras que
aparecen como exigidas y del tipo normativo.
Esta última se refiere específicamente al derecho positivo como ordenación jurídica cuyo
monopolio de creación y aplicación reclama el estado de manera exclusiva y excluyente.
Las normas jurídicas positivas no se establecen por sí mismas, sino que son queridas, es-
tablecidas ya aseguradas mediante disposiciones reales.
Como sucede con toda realidad social, lo que interesa en la conducta constitutiva del po-
der del Estado que siguen los súbditos, no es sólo su valor de conciencia moral, sino ade-
más su valor de acción política. Evidentemente que la aceptación es tanto mayor y tanto
más reducida la coacción y tanto más fuerte el poder del conjunto, cuanto más firme sea
la creencia en la legitimidad del derecho formador de poder. Pero no se debe olvidar que
también el poder no legitimado puede operar en el sentido de crear derecho, de un lado
porque la legalidad de la conducta no está necesariamente condicionada por la legiti-
midad de la norma jurídica, sino que los hombres obedecen también el derecho injusto
por apatía, temor o interés; y de otro, porque el derecho es la forma en la cual tiene que
manifestarse incluso el poder no legitimado, de modo que, aun cuando sea injusto, ha de
contener ciertos principios de constitución comunes a todo derecho.
4. El poder
La soberanía es un atributo central del estado como unidad de acción y decisión, que re-
presenta su capacidad de dirección e instancia final de decisión, acción y sanción. Así, el
poder soberano no se encuentra subordinado ningún otro; tiene superioridad, siendo, en
su especie, el poder más alto; la soberanía se encuentra relacionada con el imperio de la
ley, ya que una hace posible la existencia de la otra, el orden jurídico impera en función de
la soberanía. La soberanía afirma la individualidad, autodeterminación e independencia
del Estado respecto de los otros Estados particulares la cual se entiende como soberanía
exterior y no tiene sentido de superioridad sino de igualdad.
En la teoría de Heller es necesario distinguir la diferenciación que con tanta claridad ex-
pone sobre el poder,
›› Poder Subjetivo Sobre El Estado: poder constituyente que realiza la voluntad creadora
del estado.
Así el poder del estado constituye una unidad de acción y decisión que trasciende a sus
miembros y funciona como un todo unitario.
De todo lo que hemos ido exponiendo llegamos a la conclusión de que el Estado no pue-
de ser concebido ni como una función de su territorio, ni como fenómeno de expresión
del pueblo, de la sociedad de clases o de la opinión pública y que no puede ser, en manera
alguna, disuelto en el derecho. Todos esos fenómenos naturales y culturales son condi-
ciones, en parte histórica y en parte universalmente necesaria, del nacimiento y perma-
nencia de la unidad estatal. Pero ni en conjunto ni, mucho menos, aisladas, pueden tales
condiciones revelarnos la ley sustantiva del Estado.
En el proceso de estudio sobre la esencia y realidad del estado, transitamos ahora sobre la
cuestión del ¿para qué? y ¿por qué? de esta estructura de poder soberana, preguntas que
nos conducirán hacia el fin y la justificación del estado, respectivamente.
De esta manera introduciremos la cuestión relativa al fin del estado como lo esencial
(perteneciente a la órbita del ser), y que hace a la existencia misma del estado; mientras
que lo relativo a su justificación nos conducirá hacia la problemática del deber ser.
Esto refiere a la vinculación del estado con su existencia histórica y la función social ten-
diente a asegurar la convivencia y cooperación colectiva unitaria entre los hombres sobre
un territorio. Así, su abordaje pretende vincular su finalidad con la función política que
este lleva adelante.
Para ello, primero es necesario expresar que el estado no constituye un fin en sí mismo, ni
su estudio refiere a los fines subjetivos o particulares de quienes lo integran o formaron
parte de su pacto creacional, diferenciándose así de aquellas perspectivas teóricas que
vinculan el estudio de sus fines a las ideologías de los grupos humanos que lo habitan.
De esta manera, el propio autor refiere a la función social del Estado como “la función que
consiste pues, en la organización y activación autónomas de la cooperación social terri-
torial, fundada en la necesidad histórica de un status vivendi común que armonice todas
las oposiciones de intereses dentro de una zona geográfica, la cual, en tanto no exista
un estado mundial, aparece delimitada por otros grupos territoriales de dominación de
naturaleza semejante”.
Heller en definitiva, llega a la explicación del fin del Estado, por la función del Estado, y
así dirá: “la función del Estado, es la función política que la domina como función de coo-
peración social territorial, o sea, que el Estado como organización está al servicio de esa
función de cooperación social territorial, que es lo que hace que el Estado permanezca
como tal; si eso no se da, el Estado ya no existe, se destruye. La finalidad en definitiva es
asegurar la paz y la armonización de intereses.
Así, la función política es aquella que dentro del Estado tiende a dirigir, conducir u orde-
nar, y no aquella que ejecuta o cumple subordinadamente funciones asignadas.
Así, será depositario político únicamente quien puede llevar adelante actividades de
cambio dentro del estado sobre la base de decisiones autónomas. Aquellos órganos que
pueden llevar adelante funciones de cambio en la organización y distribución de su pro-
pia fuerza son órganos políticos.
Así, en un estado de derecho con división de funciones, se infiere que el poder legisla-
tivo y el poder ejecutivo (como planificador de políticas y no como administrador), son
los encargados de llevar adelante una función política; mientras que el órgano judicial y
el poder ejecutivo (en cuanto como órgano que administra y no que planifica) no llevan
adelante función política.
El Estado: su justificación
De tal manera, el estado sólo puede justificarse en la medida que asegure un derecho
justo, dotado de una valoración sobre su legitimidad y que permita una aceptación o
creencia sobre su utilidad por parte de la comunidad a partir de juicios valorativos de su
propia conciencia moral.
Esto último, hace referencia a quienes en un momento dado llevan adelante el ejercicio
del poder en el estado; esta autoridad será legítima en la medida que pueda asegurar o
garantizar aquel derecho justo que justifica al estado mismo.
Este principio del derecho, sin embargo, se distingue del precepto jurídico por su carencia
de seguridad jurídica o certeza jurídica, que consiste, de una parte, en la certidumbre de
su sentido, en la determinación del contenido de la norma y, de otra parte, en la certeza
de su ejecución. Así un principio sólo goza de certeza de sentido, mientras que un precep-
to contiene una certeza de sentido y también de ejecución que hacen posible su aplica-
ción. Los primeros constituyen directrices generales universalmente válidas que deben
En resumidas cuentas, los principios carecen de las condiciones efectivas para su apli-
cación, sólo proporcionan directrices generales y no señalan una decisión concreta para
Énfasis el caso; función que los preceptos deben traducir al tener tanto una certeza de sentido
como de ejecución.
Los principios éticos del derecho no sancionan de modo inmediato más que las normas
de conducta y no las normas de competencia. Las ideologías legitimadoras socialmen-
te válidas en una comunidad jurídica son las que deciden qué autoridad está llamada a
establecer, aplicar y ejecutar los preceptos jurídicos positivos; esto es, la justificación de
la autoridad que señalamos anteriormente. Esta autoridad será quien lleve adelante el
aseguramiento del derecho.
III. El Estado de Derecho: origen y evolución. Crisis del estado absoluto. Estado de
Derecho liberal. Origen, evolución y crisis. Análisis a partir de la relación Estado‐
Economía y Sociedad
El proceso evolutivo de las formas estatales nos conduce desde una manifestación inicial
durante la modernidad a través del estado monárquico absolutista, hacia un estado de
derecho cuya primera forma está vinculada al liberalismo del siglo XVIII y que luego mu-
tará hacia formas de estado de derecho social/bienestar durante el siglo XIX.
La ilustración y el liberalismo son las herramientas de erosión del estado absoluto a fines
de la modernidad, consolidado con la revolución francesa que cristaliza en la declaración
de los derechos del hombre y del ciudadano la garantía de los derechos individuales y la
limitación del poder del monarca, trayendo así, la primera forma de aparición del estado
de derecho liberal.
De tal manera, entre los siglos XVIII y XX, se manifestaron diferentes modulaciones de
estado, evolucionando desde formas de derecho liberal hacia formas de estado de bien-
estar o sociales.
Nace con las primeras constituciones del siglo XIX, impulsado por:
›› El racionalismo de la ilustración.
›› El liberalismo político.
›› El liberalismo económico.
›› El triunfo de la burguesía.
Supuestos políticos
Contractualismo social.
›› Sociedad
Cuerpo artificial creado por los sujetos para la satisfacción de sus intereses, y esto en el
marco de una ley natural, que establece derechos fundamentales, de los cuales el indivi-
duo sólo puede desprenderse respetando los límites de una renuncia acordada con to-
dos, con los que se asegura una convivencia ordenada y libre.
›› Medios institucionales
›› Ley
Propiedad privada.
›› Economía
Era vista como parte integrante del todo social, las relaciones económicas estaban liga-
das al orden político y los valores políticos.
Gendarme. Mínimo.
Poderes limitados.
El modelo de estado de derecho liberal trajo aparejado múltiples conflictos sociales mani-
festados por la inequidad provocada, sosteniendo la crítica central que la no intervención
del estado representaba en realidad un intervencionismo ficto en favor de algunos pocos.
De tal manera, el modelo de estado surgido como consecuencia de la crisis del estado
liberal resulta una reacción que propone cambios estructurales en la organización y fines
del estado como estructura de poder; preocupado por el diseño de políticas públicas de
impronta social.
Gestado inicialmente a fines del siglo XIX, se consolida a inicios de 1900, una segunda
oleada de afirmación en el período de entreguerras en los países nórdicos y se expande a
fines de la segunda guerra mundial procurando un intervencionismo estatal regulatorio
de la economía y sus efectos sociales, conllevando a una extensión de derechos y dotando
de contenido a la idea de libertad e igualdad que el liberalismo burgués promovía como
presupuestos del estado de derecho.
›› Delimitación histórica
– Sufragio Universal.
– Primera Guerra Mundial (1914 – 1918).
– Crisis económica de 1929.
– Presión del movimiento obrero.
– Segunda Guerra Mundial (1939 – 1945).
›› El Estado Social de derecho tuvo una vigencia de casi 30 años, con la vocación de garantizar
– Crecimiento económico.
– Asegura el nivel de vida.
– Asegura el empleo.
– Garantiza los servicios sociales básicos.
– Incentivó el mercado y la producción.
– Fomenta la paz y la estabilidad social.
– Impulsó el acuerdo y el consenso entre las distintas fuerzas políticas.
›› Supuestos político-ideológicos.
Según Cotarelo el origen de la idea del Estado Social se remonta a la revolución de 1848
en la cual se enfrentan el socialismo radical y un socialismo democrático o reformista.
Influyeron en su construcción:
– Report Beveridge
– Keynes.
El Estado social de derecho no niega los valores del Estado Liberal, sino que pretende ha-
cerlos más efectivos dándoles una base y un contenido material.
Surge la concepción del Estado como regulador decisivo de la sociedad. Estado y socie-
dad no son ya dos sistemas autónomos, sino fuertemente interrelacionados.
El rasgo más característico del Estado social fue la producción de la integración social,
dentro de las estructuras de una sociedad industrial, conformada por una pluralidad de
grupos e intereses antagónicos, así como la reducción de los conflictos sociales en acuer-
dos sociales.
La sociedad no sólo participa pasivamente como receptora de bienes y servicios, sino que
a través de sus organizaciones toma parte activa en la formación de la voluntad general
del Estado.
Estado como distribuidor: se produce una más justa distribución de lo producido, llevada
a cabo por una adecuada utilización de la potestad fiscal.
Estado manager: se vincula a la necesidad del poder de disposición que debe tener el Es-
tado para la dirección general del proceso económico a fin de cumplir acabadamente con
su responsabilidad de la distribución del producto social. Esto lo debe realizar dentro del
marco de una economía de mercado que el mismo Estado contribuye a regular estructu-
ral y coyunturalmente.
El escenario de las decisiones relevantes se traslada del parlamento a las instancias gu-
bernamentales y administrativas. Esto es así porque el parlamento no puede responder
con celeridad a los cambios de situación. La mayoría de los proyectos de planificación de
políticas son presentados por el gobierno.
›› Presupuestos Jurídicos
A los derechos individuales clásicos el Estado social agrega los derechos económicos y
sociales. Estos constituyen la base legitimadora del Estado de bienestar.
La ley pasa a ser un instrumento para la ejecución de decisiones de distinta especie, por lo
que la legislación aumenta tanto en cantidad como en diversificación.
El nuevo auge que tomó el Estado después de la segunda Guerra Mundial, dio lugar a una
expansión estatal sin precedentes en dos órdenes:
Se genera un poderoso sector público, que empieza con el auge de las nacionalizaciones
de posguerra.
El Estado pasa a controlar un gran sector de la economía y se genera una gran masa de
población activa en condición de empleo público.
En la década de los 70, el ciclo de prosperidad económica iniciado en los 50 llegó a su fin.
Dos hechos son los desencadenantes de la recesión económica: La decisión de los Esta-
dos Unidos de no mantener la convertibilidad de su moneda en oro, decisión tomada por
la alta cantidad de su moneda en mano de terceros países. Esta medida provocó conti-
nuas turbulencias económicas que se prolongaron hasta la crisis energética de 1973. En
esta coyuntura los gobiernos tuvieron serias dificultades para seguir implementando sus
políticas económicas fundadas en el modelo keynesiano. A partir de mediados de los
setenta, el Estado Benefactor comienza a desmoronarse y a ser objeto de duras críticas.
El alza del precio del petróleo generó una fuerte transferencia de los importadores a los
exportadores y produjo un efecto considerable sobre el sistema económico.
›› Gasto público: se optó por mantener el nivel de gasto a costa del endeudamiento, pero
cuando el déficit del sector público pasó a ser permanente, el recurso del sector finan-
ciero al endeudamiento se tornó destructivo.
›› Sector trabajo: se comienza a emplear a extranjeros por menos sueldo y se trasladan las
grandes fábricas a países donde la mano de obra es más barata.
›› Mercado de apertura de capitales: los Estados dejan de tener control sobre el mercado
interno.
La crisis del llamado pacto keynesiano, las limitaciones del modelo fordista y la presencia cre-
ciente del Estado en todos los ámbitos sociales son los componentes que explican el surgi-
miento de nuevas teorías por parte de corrientes de pensamiento neomarxistas y neoiberales.
Nuevas perspectivas
Si bien hemos señalado el momento fundacional y los líderes políticos de este ideario, el
principal movimiento ideológico de oposición se lo denomina “La Nueva Derecha”, para
quienes la democracia social y el modelo benefactor son incompatibles con la ética y la
libertad política y económica. Entre los argumentos en que se basan y que más se han
arraigado en la opinión pública, podemos destacar: 1. La condición antieconómica, 2. La
Improductividad; 3. La ineficacia e ineficiencia: 4. La negación de la iniciativa individual
del Estado benefactor o populista como se lo suele rotular en nuestra región. Y como co-
rolario de todo ello que la elevación y progresividad de los impuestos son confiscatorios y
atentan contra la libertad y la propiedad privada.
Por todo lo expresado es que la propuesta alternativa es el Estado mínimo, como lo llamó
en 1989 Crozier, privatización de los servicios públicos, contención de los sindicatos y re-
ducción de las burocracias.
Desde las corrientes neomarxistas el discurso se articula en torno a dos ideas centrales:
Desde esta otra postura o perspectiva, lo que se intenta señalar es que lo que hay que
profundizar es la democracia, la inclusión, la distribución apelando a reformular o hu-
manizar las contradicciones propias del sistema de acumulación capitalista, que globa-
lización y concentración oligopólica mediante, de post industrial se tornó financiero y
en la actualidad, al decir de Nick Srnicek, se presenta como capitalismo de plataformas .
Y pandemia mediante se ha demostrado que un Estado Presente es indispensable para
las sociedades a lo largo y lo ancho del planeta. Todo lo opuesto al Estado mínimo que
se tornó hegemónico en las dos últimas décadas del siglo pasado y que pervive como
un modelo a implementar por los gobiernos conservadores o la nueva derecha (Juárez
Centeno, 2020, 2021).
Desde mediados del siglo XX, comenzó la aceleración de un proceso que se extiende has-
ta la actualidad y que se caracteriza por la existencia de nuevas dinámicas sociales, cul-
turales, económicas y, por supuesto, políticas. Estas dieron cuenta de una nueva realidad
cada vez más compleja en el escenario internacional y que tuvo y tiene por ende grandes
repercusiones sobre el Estado.
Hechos históricos como la caída del Muro de Berlín, la implosión de la Unión Soviética,
el fin de la Guerra Fría y el afianzamiento del fenómeno de la globalización, llevaron a
modificar visiblemente el panorama de la política internacional, a través de una nueva
configuración del poder internacional (a manos de una única potencia que emergió con
todo su potencial, como Estados Unidos) y la consolidación de un modelo económico y
social que se esparció por todo el globo, como el capitalismo y su rostro neoliberal. Todo
esto hizo que se incrementaran las diferencias entre el centro y la periferia global, surgie-
ran nuevos conflictos étnicos, una nueva sociedad de consumo, un nuevo capitalismo fi-
nanciero, nuevas tecnologías, difusión masiva de medios de comunicación y, más recien-
temente, de internet y del poder de las redes sociales, todos hechos que tienen profundas
consecuencias en la vida política, y que han puesto al rol del Estado en jaque.
Estos fenómenos que pueden caracterizarse como transnacionales, es decir, que tienen
repercusión al interior de los Estados y que no pueden controlar, es lo que ha llevado a
autores a hablar de “mundialización”: una categoría amplia que pretende dar cuenta de
la existencia de procesos que trascienden las naciones, las sociedades y las comunida-
En otras palabras, se presentan nuevas situaciones que despiertan una discusión sobre
los límites del rol estatal y las maneras en que los Estados se interrelacionan cuando la
Énfasis geopolítica se haya supeditada al dominio de un solo poder (y, por ende, de un único país)
y cuando otras dimensiones económicas, sociales y culturales parecen ocupar mayor re-
levancia que aquella política.
La mundialización puede pensarse como una respuesta amplia a este complejo interro-
gante, pero se trata, sin embargo, de una categoría que ha tratado de ser definida a la
luz de otras categorizaciones similares. En esta lógica, la globalización es no solo otro
de los nombres con los cuales se reconoce la mundialización, sino también uno de los
conceptos más citados por las publicaciones especializadas en este plano internacional
mundializado, aunque bien ella carezca de una definición precisa.
Por la importancia que detenta este concepto y por la crítica que suscita en muchos campos
del saber, este módulo tomará entonces a la globalización como su eje vertebral, en tanto
fenómeno que nos permitirá comprender cómo los Estados se interrelacionan e integran
dando lugar a nuevos lazos, y también la existencia de otros actores internacionales que
le otorgan mayor complejidad a nuestro tiempo actual. En este módulo, nos proponemos,
entonces, definir la globalización y sus efectos sobre el Estado, sus elementos primordiales
y las estrategias que se adquieren para hacerle frente a esta nueva coyuntura.
Mucha bibliografía y autores hablan que desde el año 2001 con el ataque a las Torres
Gemelas estaríamos asistiendo a un nuevo período dentro de esta evolución, pero no se
está de todo de acuerdo y son diferentes las opiniones al respecto.
›› Finalmente, Anarquía Estructural, que significa que no existe una autoridad superior
a los Estados, aún con la existencia de organismos internacionales como las Naciones
Unidas porque no tienen la capacidad de ordenar acciones en contra de ellos.
Así, el principio de soberanía que significaba aplicar el poder estatal sobre un territorio
determinado, en el ámbito de las relaciones internacionales es aplicarlo como el princi-
pio de la igualdad jurídica entre Estado y que actualmente está receptado en la Carta de
Naciones Unidas en su Art 2.1 y 78 y en la Resolución 2625 de la Asamblea General de las
Naciones Unidas. Pero este principio, está desvirtuado por el derecho de veto que tiene
el Consejo de Seguridad en manos de cinco grandes potencias: Estados Unidos, Rusia,
China, Inglaterra y Francia.
El principal actor dentro del mismo es el Estado Nación, pero como consecuencia de los
procesos de mundialización, globalización e interdependencia mutua, no es el único,
sino que comparte actualmente poder con otros actores dentro del sistema, como vere-
mos más adelante. Los cambios en ese principio rector soberano se han producido por
la estructura del poder y los procesos dentro del sistema internacional que fueron men-
guando la soberanía estatal, a través, entre otros, por procesos de delegación de poder en
organismos internacionales y de los procesos de integración.
Acerca de la globalización
En definitiva, como concepto de Globalización tomamos la reflexión del sociólogo Anthony Gid-
dens para quien es “una serie compleja de procesos, y no uno sólo. Operan, además, de manera con-
tradictoria o antitética. La mayoría de la gente cree que la globalización simplemente ‘traspasa’
poder o influencia de las comunidades locales y países a la arena mundial. Y ésta es, desde luego,
una de sus consecuencias. Las naciones pierden algo del poder económico que llegaron a tener. Pero
también tiene el efecto contrario. La globalización no sólo presiona hacia arriba, sino también ha-
cia abajo, creando nuevas presiones para la autonomía local” (2000: 25).
Es decir que, tomando esta noción, debemos tener presente que la globalización entraña
una combinación de energías que implican una supranacionalización, es decir, el desva-
necimiento de las fronteras políticas o incluso físicas entre los países, como también una
vuelta al localismo (en forma de desmembración de Estados, de movimientos secesio-
nistas, de mayores demandas de autonomía política de las regiones, de reivindicaciones
multiculturalistas, etc)
En este punto, le invitamos a observar la clase en vivo titulada “Globalización. Parte – A”,
disponible en plataforma MiUBP.
Multimedia
Por su parte, los transformacionalistas como James Roseneau y Anthony Giddens enten-
derán la globalización actual como un hito histórico sin precedentes, pues los Estados y
sus sociedades experimentan, a medida que tratan de adaptarse a un mundo más inter-
conectado, un profundo proceso de cambio, aunque bien dicho proceso pueda ser incierto.
Es interesante señalar que cada una de estas escuelas no responde a una postura ideoló-
gica homogénea. Por ello, en la mirada hirperglobalistas conviven concepciones ortodo-
xas neoliberales junto con aquellas marxistas, mientras que en la escéptica se congregan
descripciones conservadoras que comparten con las posturas radicales concepciones si-
milares acerca de la naturaleza de la globalización. Incluso, entre hiperglobalizadores,
escépticos y transformacionalistas existe una gran diversidad de aproximaciones inte-
lectuales, convicciones normativas y formas de comprender el mundo, y por ello resulta
necesario encontrar un modo de comprender cómo estas escuelas ofrecen ciertas gene-
ralidades y argumentos. Por tal motivo, conviene recuperar las lecturas de la globaliza-
ción que han desarrollado estas escuelas, centrándonos en un aspecto de importancia
para este módulo: las implicaciones de este proceso en el poder del Estado y el gobierno.
En tal sentido, al considerar a este complejo fenómeno como una categoría que permite
dar cuenta de un particular momento histórico del escenario internacional, es posible
encontrar una cuarta postura ante la globalización que nos permite plantear nuevos in-
terrogantes acerca de:
1. El rol del Estado (su ocaso y pérdida de legitimidad, o bien su recurrencia a nuevas
formas de integración y sostenimiento de poder).
Como se comprenderá, estos hitos son ilustrativos de un conjunto mucho más amplio
de procesos históricos que pueden ejemplificar la globalización. Incluso, su separación
en dimensiones políticas-económicas, tecnológicas y culturales es tentativa, aspecto que
marca uno de los rasgos prioritarios de la globalización: en otras palabras, ningún fenó-
meno producido en el marco de un mundo global impacta en un solo orden.
Tomemos por caso lo que sucede con la explosión del cine hollywoodense, cuyas pelícu-
las modelan la opinión pública en cada rincón del planeta, pero también movilizan gran-
des cantidades de inversiones mundiales que impulsan a los Estados a regular ingresos y
salidas de capitales. O también el aumento de diferentes medios de comunicación, que
obligan a los gobiernos a congregarse para crear normativas de regulación de la informa-
ción en el plano internacional. Es este uno de los rasgos históricos de la globalización: un
carácter multifacético que produce modificaciones superpuestas en diferentes dimen-
siones y en distintas partes del mundo.
El Estado en una sociedad global: su relación con otros actores y el impacto en sus
elementos
Estos ejemplos dan cuenta de aquello que la teoría define como actores no estatales:
nuevos agentes que pueden carecer de un asiento territorial específico, pero que sin em-
Frente a este escenario cada vez más complejo, debemos preguntarnos cómo el Estado
es capaz de mantener el poder en su interioridad, haciéndole frente a diferentes proce-
sos de carácter global. Algunos lugares problemáticos para acordar esta cuestión residen
en tres de los elementos primordiales del Estado y en la manera en que estos se someten
a crisis en el marco de una globalización:
Territorio. Sabemos que el territorio es el espacio físico donde habita una población ha
constituido y que es también el ámbito de competencia soberana: es decir, el margen de
delimitación de dominio formal efectivo (jurídico), donde el Estado reclama exclusivi-
dad y permanencia. No obstante, la globalización ha logrado que las fronteras de estos
territorios se debiliten. Ello no solo a nivel físico (como sucede con los movimientos mi-
gratorios y las comunidades que habitan en los límites de dos Estados, incluso hablando
dos lenguas), sino también simbólicos, aspectos que antes hemos mencionado al respec-
to de la idea de cultura global. Pero este problema de territorios puede verse asimismo
en los procesos de integración regional, en donde a veces los Estados parecen perder la
nitidez de sus formas al compartir regímenes sociales y económicos y procesos coactivos
con otros países, tal como sucede con el MERCOSUR o la Unión Europea. Incluso, ciertos
conflictos atraviesan los límites de los Estados, tales como los problemas ambientales,
el narcotráfico o el terrorismo. Por tal motivo, la globalización introduce una crisis en la
concepción tradicional de territorio (y, por ende, de frontera) como delimitación de un
Estado y de una nación.
Pero también aquel derecho que se ocupa de la organización jurídico- política funda-
mental del Estado, el derecho constitucional, se ha visto problematizado. Se trata de ese
orden que hace posible el advenimiento del Estado de derecho, ya sea en su versión libe-
ral o social. Pero sucede que, en este nuevo contexto, todo lo ocurrido en el ámbito inter-
no de los Estados tiene como contrapartida un escenario interestatal basado en la idea
y en la práctica de Estados soberanos (e iguales en cuanto tales), en tanto comprensión
surgida a la luz del racionalismo filosófico de los siglos XVIII y XIX. No obstante, desde el
siglo XVII muchas cosas han cambiado, y el escenario internacional ha pasado por distin-
tas etapas, hechos y realidades. El Estado, quien ha sido casi exclusivamente el monopo-
lizador de las relaciones internacionales, también ha ido evolucionado: desde su primera
versión como Estado absolutista, pasando por el Estado de derecho liberal y social (tam-
bién conocido como Estado de bienestar o keynesiano), hasta llegar al presente en el que
el fenómeno de la globalización pone en jaque hasta la existencia misma del Estado, y
donde nuevos actores le enfrentan de igual a igual por detentar el protagonismo en este
complejo escenario internacional.
Incluso, puede pensarse que el desarrollo del sistema de Naciones Unidas no alteró en
forma fundamental la lógica y la estructura de soberanía de los Estados, aunque aquellos
poderosos aumentaron su autoridad mediante la arrogación de facultades especiales.
Pero llegada la mitad del siglo XX, y cuando el fenómeno de la globalización produce
este cambio en el rol de los Estados que venimos explicitando, se modifica también el
concepto de las relaciones internacionales a nivel jurídico, ello a la par de una evolución
en el ámbito del derecho constitucional, quien debe hacer posible la recepción de nuevas
problemáticas y nuevos agentes.
Por ello, décadas atrás, Mirkine Guetzevitch (1993) nos advertía acerca de la internacio-
nalización del derecho constitucional, enclave que puede observar, especialmente, en
cuestiones como la jerarquía interna de los tratados internacionales, en las formas de
la integración y en lo que hemos mencionado líneas atrás: los derechos humanos como
derecho internacional.
Las ideas que piensan en la soberanía como un poder público ilimitado e invisible que se encontra-
ba en los estados nación individuales resultan obsoletas, en vista de los dominios políticos y estruc-
Como todo proceso, la globalización ha atravesado diferentes fases, las cuales hemos ex-
plorado en este módulo. Desde su nacimiento histórico en diferentes hitos del siglo XX,
pasando por su emergencia y desarrollo durante el periodo de posguerra, hasta llegar a
su explosión mundial luego de la ruptura del bloque soviético, la globalización ha dado
claras muestras de su alcance territorial y social, como también de los fuertes niveles de
interconexión en el sistema y de sus diversos impactos sobre las funciones del Estado.
Pero, según advierten los estudiosos, la globalización podría estar viviendo hoy su decli-
ve: ello es, el cierre de este complejo y vasto proceso que habría cambiado la evolución
del mundo, algo que ciertos rasgos sintomáticos parecen dar cuenta.
Basta solo observar los últimos acontecimientos relevantes a nivel mundial tales como
la guerra entre Rusia y Ucrania, el BREXIT, la guerra en Siria que pone en jaque una idea
de derechos humanos universal; el estancamiento notorio de las economías de países
emergentes y su imposibilidad de acceder a un escenario globalizado; los numerosos
ataques de carácter terrorista (exponiendo, con ello, el avance de los nacionalismos que
atentan contra una idea de sociedad global); las consecuencias de las graves crisis de re-
fugiados que atraviesan a toda Europa; o bien el ascenso de fuerzas políticas de extrema
derecha y neofascismo que el mundo creyó haber desterrado, pero que quiebran fuerte-
mente el carácter global del mundo (como sucede, por ejemplo, con Donald Trump cuya
presidencia se organiza con base a ideas y promesas de proteccionismo económico, re-
nunciando a los tratados de libre comercio y planificando construcción de murallas fron-
terizas limitan el flujo migratorio). No podemos olvidar, tampoco, que otro factor reside
en la fragmentación de la concentración del poder, tanto político como económico, pues
la globalización neoliberal nos muestra hoy un mundo en el cual los límites territoriales
estatales no coinciden con los límites de poder reales de los países centrales económi-
camente. De manera general, estas naciones no se atienen a las normativas económicas
vigentes, sino que se pronuncian a través de herramientas políticas y militares, y por in-
termedio de un poder mediático que lo refuerza cabalmente.
En tanto ruptura de su hegemonía, estas situaciones ponen de manifiesto aquello que au-
tores definen como una desglobalización: proceso a través del cual aquellos factores que
colaboraron son la supremacía de un escenario global, paulatinamente se vuelven ele-
mentos que hacen retroceder su avance. Pensemos, por ejemplo, en la creación de merca-
dos globales, los cuales han generado márgenes y periferias a lo largo de todo el mundo,
cuestión que hemos explorado previamente. Se trata no sólo de una contradicción dentro
No obstante, no podríamos decir que estos cambios dados en los últimos tiempos con-
figuren necesariamente el fin de la globalización, ya que, tras varias décadas de inte-
gración económica e interdependencia de los actores internacionales, la transnaciona-
lización está afianzada. Pero sí puede advertirse que, a partir de estas circunstancias del
mundo actual, asistimos a un nuevo proceso: momento que los estudiosos definen, más
bien, como una posglobalización. Ello se expone, fundamentalmente, en los cambios en
cuanto a gobernanza tanto en el interior de cada Estado como también en el plano inter-
nacional. Los autores refieren a un quiebre fundamental en torno a la legitimidad de las
democracias occidentales, como sucede por ejemplo en la predisposición global hacia
el ascenso de las extremas derechas que debilitan el liderazgo y la posición hegemónica
que habría mantenido la Unión Europea, en cuanto al sostenimiento del orden interna-
cional liberal en el que se ha basado la idea común de globalización.
El mundo actual trata entonces con un periodo que introduce riesgos e incertidumbres
propios de toda etapa que está por comenzar y que muestra muchas ambivalencias. Sin
embargo, algo de interés a señalar es que, por su carácter xenófobo y proteccionista, la
globalización contemporánea (sea llamada desglobalización o bien posglobalización)
se halla lejos de presentarse como un momento de progreso y expansión de derechos y
desarrollos sostenibles, porque más bien esta etapa reciente parece advenir como cierre
y aislamiento político, económico y, sobre todo, ideológico, en lo que, a todas luces, com-
pone una escena de erosión hacia las normas e instituciones que hacen a la gobernanza
global. En torno a este nuevo panorama, el Estado tendrá nuevos desafíos que asumir.
Lo que sí ha sucedido es que comenzó una ofensiva en contra del Estado, especialmente
desde mediados y fines de la década de los ´80 y afianzada en la última década del siglo
Ese fundamento de un “Estado mínimo”, impulsado por gobiernos como los de That-
cher y Reagan y que luego se afianzó por las políticas liberalizadoras de órganos como el
Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, han tenido efectos devastadores en
amplios sectores de la población conduciendo a pobreza, injusticias y desigualdades en
todo el planeta, como una forma de efectos negativos que ha dado lugar la globalización,
como veremos más adelante.
El Estado globalizado entonces, es una nueva forma de expresarse este sistema de domi-
nación política, por lo cual, debemos analizarlo en consecuencia y en base a los hechos y
procesos ocurridos en las últimas décadas y que aún están aconteciendo. Sabemos que
el Estado va de la mano de la democracia, por ello ésta para aspirar a lograr un mundo
donde las desigualdades y las injusticias se maticen, debe procurar ser global también.
En un doble sentido: primero, la democracia debe instaurarse definitivamente como una
forma de gobierno y de vida en cada uno de los países del globo, ya que a pesar de “las
olas de democratización” como expresaba Samuel Huntington, la tarea no ha sido com-
pletada totalmente. Segundo, la democracia debe ser capaz de lograr también un alcan-
ce supranacional, es decir, que sus principios y características se apliquen no sólo a los Es-
tados, sino también a las organizaciones internacionales de carácter gubernamentales,
con el fin de lograr que esas instituciones de carácter global tengan el funcionamiento y
logren los objetivos por el que fueron construidos, como la propia Naciones Unidas, o las
de carácter financiero, como el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio o
el Fondo Monetario Internacional.
Lectura En este punto, los invitamos a leer como material complementario si lo desea, el capítulo
complementaria 2 del libro “Todo lo que necesitás saber sobre el (des) orden mundial”, de Mariano Turzi.
Esas integraciones son estrategias e instrumentos políticos que le permiten a los Esta-
dos-naciones hacerle frente a la globalización desde diferentes dimensiones, resolvien-
Es por esa razón que en este punto, debemos abordar los conceptos de integración regio-
nal. Fruto de esa evolución entonces y por los efectos de la globalización y la transnacio-
nalización, el concepto de soberanía del Estado se ha visto menguada, por varios facto-
res, uno de ellos es la delegación de facultades propias de estos a organismos de carácter
regional, dando lugar a los denominados procesos de integración y cuyas normas forman
en conjunto el derecho de la integración.
Las razones que se esgrimen para ello son variadas, pero básicamente podemos afirmar
que lo que se busca con la conformación de bloques regionales es resolver problemas
que surgen en los contextos de conexión en forma conjunta. Es así que a mayor integra-
ción, se van cumpliendo diversas fases o etapas cada vez más profundas, llegando al con-
cepto de supranacionalidad, es decir, con la existencia de órganos comunitarios distintos
a los Estados, como veremos más adelante.
Lo que hay que dejar en claro aquí es que con estas delegaciones de facultades a orga-
nismos internacionales no significa que se pierde la soberanía, sino simplemente que la
Énfasis misma se delega, pudiendo recuperarse por parte de los Estados a través de un proceso
de retiro de esas asociaciones. En algunos casos será más simple y en otro más complejo
(como en la Unión Europea) pero, en definitiva, es posible realizarlos.
Ahora bien, qué debemos entender como procesos de integración: para ello diremos que
es un proceso convergente, voluntario, gradual y progresivo entre dos o más Estados so-
bre un plan de acción común en aspectos económicos, sociales, culturales, políticos, etc.
1. Zona de Libre Comercio: En esta primera etapa lo que los países convergen es en suprimir
las tarifas arancelarias a productos de comercio recíproco entre ellos, pero conservando
cada uno su autonomía e independencia de comercio respecto a terceros países;
2. Unión Aduanera: En esta segunda fase, más profunda, lo que acuerdan es, además de
suprimir las tarifas comunes entre ellos, adoptar frente a terceros países una política
arancelaria común;
3. Mercado Común: En la tercera etapa, los Estados que conforman una unión aduanera,
le agregan la posibilidad de la libre circulación entre los miembros del bloque de per-
sonas, bienes y capitales sin discriminación, es decir, se establece una libre movilidad
de los factores de producción;
4. Unión Económica: Esta última etapa, se conforma cuando los países, además de todo
lo anterior, le incorporan la armonización de las políticas económicas nacionales
con el fin de eliminar las discriminaciones y disparidades que pueden hallarse entre
las políticas nacionales de cada uno de los países, estableciendo, por ejemplo, una
moneda común, un banco central común y políticas fiscales comunes.
Es así que debemos entender a la supranacionalidad como el proceso por el cual los Es-
tados en virtud de los procesos de integración, transfieren competencias a organismos
comunitarios mediante la delegación de sus poderes de decisión para lograr el cumpli-
miento de los fines comunitarios.
Entre los autores, hay quienes resisten esta denominación porque entienden que implica
necesariamente la pérdida de la nacionalidad de los Estados y por ende de la soberanía.
Pero justamente es para preservar el interés nacional, los Estados se agrupan y la misma
evolución de esa agrupación lleva a que la forma plena de integración sea el surgimiento
de un interés comunitario que está por encima de todos los miembros para preservar ese
interés común que los llevó a agruparse.
Sin embargo, los Estados miembros de la UE ya no son los únicos centros de poder den-
tro de sus propias fronteras. Dentro de ella, la soberanía está claramente dividida: se
extinguieron las concepciones que postulan a la soberanía como una forma de poder
público indivisible, ilimitado, exclusivo y perpetuo, materializado dentro de un Estado
individual. Incluso el régimen de poder de la propia Unión Europea se ve socavado en
tiempos más actuales, cuestión que muestra sus falencias como organización efectiva
e integrada. Tal es el caso del fenómeno reconocido BREXIT, sigla a través de la cual se
explica el complejo y conflictivo proceso de la salida del Reino Unido del proceso inte-
grador europeo. La imposibilidad de gestionar acuerdos concretos, los enfrentamientos
entre los sectores de izquierda y derecha, y la incapacidad de los referentes políticos para
hacerle frente a la situación, dan cuenta de un intenso proceso a través del cual Reino
Unido recuperó el control sobre sus propios asuntos, recuperando la potestad de aquello
que llaman las “cuatro libertades fundamentales”: la libre circulación de trabajadores,
mercancías, servicios y capitales.
Estos ejemplos dan cuenta de cómo, en un escenario cada vez más globalizado e interco-
nectado, la soberanía y la autonomía de los Estados sufren enormes presiones en varias
dimensiones, impuestas ellas por la estructura de este novedoso sistema internacional
en donde confluyen numerosos actores que afectan a las constituciones de las naciones.
Si el Estado moderno llegó a ser la forma suprema de Estado es porque logró organizar
exitosamente los medios para financiar la guerra, los recursos económicos y las preten-
siones de legitimidad. Incluso, cuando se desarrolló el sistema interestatal, los Estados
pudieron afirmar su soberanía, algo que bien se expone en el modelo de Westfalia, el
cual garantizó el derecho a gobernar en los propios territorios y, en última instancia, con-
sagró el principio de poder efectivo (aunque, en adelante, el dilema de seguridad atrapó
a todos los Estados en una situación de permanente conflicto, real o potencial). Pero con
la llegada de la globalización y de un sinnúmero de nuevos actores que detentan poderes
de diversa índole, se reconfigura la vida política, económica y social de los Estados indivi-
duales. Contra ese telón de fondo, la efectividad y la viabilidad del Estado-nación territo-
rial demarcado y soberano parecen sufrir importantes alteraciones. Cuál es la magnitud
exacta de estas alteraciones es un problema todavía pendiente, especialmente porque el
Estado-nación sigue concentrando lealtad, como idea y como institución.
Es por ello que, en primer lugar, hay que dejar asentado el concepto de actor internacio-
nal. Para ello tomamos la definición de la autora española Esther Barbé (1995) para quien
un actor internacional es aquella unidad internacional (entidad, grupo o individuo) del
sistema internacional que goza de habilidad para movilizar recursos que le permitan al-
canzar sus objetivos, que tiene capacidad para ejercer su influencia sobre otros actores
del sistema y que goza de cierta autonomía.
Es por eso que dentro del concepto, tenemos como clasificación de actores intencionales
al Estado Nación, como principal actor, pero también existen otros que tienen esa ca-
pacidad de actuación igualmente, como las Organizaciones Internacionales (haciendo
Todos estos nuevos actores políticos internacionales que no son los Estados Nación, tie-
nen la característica de disputarle poder a estos, llevando como consecuencia esa pérdi-
da, socavamiento y permeabilidad del concepto de soberanía que había surgido al mo-
mento del nacimiento del Estado.
Como hemos visto en unidades anteriores, los elementos constitutivos del Estado mo-
derno son la población, territorio y el gobierno entendido este último como soberanía
(derecho y poder). Ese principio de soberanía que vimos al interior de cada Estado, en el
ámbito de las relaciones internacionales y de la política exterior, significa la consagración
de la igualdad jurídica entre los Estados y que está consagrado en la Carta de Naciones
Unidas en su Art. 2.1 cuando dispone que: “La Organización está basada en el principio de
la igualdad soberana de todos sus Miembros”. Asimismo, está reflejado en el Art. 78 de la
propia Carta y en la Resolución 2625 de la Asamblea General de Naciones Unidas.
Entonces, desde el punto de vista jurídico, la relación entre Estados soberanos se estable-
ce en la Carta de las Naciones Unidas en tres principios:
1. Principio de Igualdad entre Estados (Art. 2.1): todos los Estados son iguales. un estado,
un voto en la Asamblea General de ONU.
2. Principio de No Injerencia (Art. 2.7): como corolario lógico del principio de soberanía.
Para Hedley Bull (1977) la soberanía entonces significa desde un punto de vista interno
la supremacía sobre cualquier otra autoridad existente entre la población y el territorio.
Mientras que desde lo externo, no significa supremacía sobre otro Estado sino indepen-
dencia de cualquier autoridad externa.
2. Organizaciones Internacionales:
El segundo tipo de actor político internacional a analizar, son las denominadas organizacio-
nes internacionales. En este caso, hacemos referencia a aquellas instituciones creadas por
los propios Estados, es decir, de carácter gubernamental, con el propósito de lograr ciertos
fines u objetivos de diversa índole y que surgieron como consecuencia lógica de esos proce-
sos de interconexión e interdependencia cada vez más profundos entre los países.
Es por esa razón que como definición debemos sostener que una Organización Interna-
cional es una asociación de Estados establecida mediante un acuerdo internacional por
tres o más Estados para la consecución de unos objetivos comunes y dotada de una es-
tructura institucional con órganos permanentes, propios e independientes de los Esta-
dos miembros, como lo sostiene Esther Barbé (1995).
Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, surge una nueva organización de carácter
global y que tenía como objetivos también la búsqueda de la paz y la seguridad interna-
cional: en 1945 nace la Organización de las Naciones Unidas. Que si bien se aprendieron
de ciertos errores de la Sociedad de Naciones, el propósito por la que fue creada también
entra en un estado de incertidumbre por la prerrogativa que se autoaplicaron las poten-
cias vencedoras de esa contienda: el denominado derecho de veto que tienen en el Con-
sejo de Seguridad, tanto Estados Unidos, Rusia, China, Inglaterra y Francia.
Otras organizaciones que surgen producto del establecimiento de la ONU son aquellas
que tienen que ver con los comercial y financiero, el denominado trípode de Bretton
Woods: el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organiza-
ción Mundial del Comercio (que finalmente nace en 1996 luego de décadas de tratati-
vas). Todas estas instituciones han sido muy controvertidas y politizadas.
También es dable de mencionar otras instituciones globales que no tienen una estructu-
ra amplia e informal pero que representan redes globales de coordinación política que
ejercen una influencia considerable sobre la marcha de los asuntos globales, como por
ejemplo las reuniones económicas de los países industriales líderes (el “Grupo de los 7”,
G-7, que opera como una suerte de “directorio global” y en el contexto post-guerra fría
detenta un creciente poder político y económico) o la de los siete más Rusia (G8) o más
ampliada, el denominado G-20.
En relación a este carácter controvertido, las operaciones del FMI y el BM ofrecen inte-
resantes ilustraciones. Si bien es cierto que el Fondo Monetario Internacional (FMI) fue
fundado en 1944 durante la Conferencia de Bretton Woods para supervisar las reglas
Un escenario similar puede hallarse cuando se analiza las operatorias del Banco Mundial
(BM), la principal institución internacional de promoción del desarrollo. A partir de los
‘80, su política de asistencia quedó asociada de forma directa con los créditos de “ajuste
estructural” y “sectorial”, los cuales exigían a los solicitantes el cumplimiento de estric-
tas normas de austeridad monetaria y fiscal, la mayor apertura de la economía al sector
privado, la remoción completa de las protecciones domésticas contra las fuerzas de la
economía internacional y una mayor confianza de los mecanismos del mercado para la
solución de los problemas productivos y distributivos. En tiempos recientes, las condicio-
nes se han extendido hasta incluir exigencias de “buen gobierno” (respeto a los derechos
humanos, mecanismos democráticos liberales democráticos de accountability – rendi-
ción de cuentas o control- política y administración pública efectiva).
Estas prescripciones anejas a los créditos de promoción del desarrollo son vigorosamen-
te respaldadas por la “coalición dominante” de los países industriales avanzados que
ejercen el control efectivo de la política del BM. Incluso, el BM ha sido objeto de intensas
disputas entre quienes sostienen que sus políticas reflejan un juicio económico sensato
y quienes expresan que su funcionamiento responde a una estrategia de recolonización
o neocolonizadora. Estos últimos insisten que en que los derechos soberanos de los Esta-
dos son violados por las directivas políticas del BM, las cuales socavan el espacio político
para la determinación nacional.
En este último tópico hacemos referencia a actores de carácter no estatal y nuevos ac-
tores, cuyos flujos parten de la iniciativa privada y que influyen en el sistema interna-
cional (Cf. Keohane y Nye, 1977). Es decir, fuerzas, individuos o grupos que no tienen la
característica de ser gubernamentales pero que gozan de la capacidad de influenciar en
el sistema internacional y, por lo tanto, en la actuación de los Estados. También es dable
advertir que en este caso podemos estar haciendo referencia tanto a actores de naturale-
Esta nueva circunstancia, que comienza a ganar terreno desde la segunda mitad del siglo
pasado y se afianza aún más en el presente siglo, se produce por varios motivos como ser
las consecuencias mismas de la globalización (tanto en su faz positiva como negativa), la
interdependencia y las nuevas demandas de la sociedad civil.
2. Empresas Transnacionales: Son aquellas que, bajo una unidad mundial de gestión, tie-
nen intereses y actúan en una pluralidad de países, acomodándose a las condiciones le-
gales, económicas y sociales de cada uno de ellos, con el fin de obtener la maximización
de sus beneficios (Granell, 1991). Las características es que su expansión se produce más
allá de las fronteras de un país, buscan la maximización de beneficios y están regidas por
una unidad de gestión de la casa matriz. Ejemplos: Coca Cola, IBM, Samsung, las grandes
empresas automotrices globales, etc.
En definitiva, y para culminar este módulo, hay que sostener y dejar en claro que, produc-
to de procesos y fenómenos que integran globalización y fruto de la evolución de la in-
terdependencia, la interconexión y la transnacionalidad, el concepto de Estado Moderno
fue evolucionando desde su primera versión absolutista, pasando por la liberal y luego la
de bienestar, para entrar en una crisis a partir especialmente de la década de los seten-
Todo ello no quiere decir que el Estado haya dejado de existir o esté en un proceso tal,
como algunos autores lo sostuvieron a finales del siglo pasado luego de la caída de la
Unión Soviética y la posterior globalización, liberalización e interconexión global, sino
que también fruto de los hechos acaecidos, como las recurrentes crisis económicas del
mercado, primero en regiones periféricas y luego en el mismo centro del capitalismo
(como la sucedida por la crisis de las hipotecas de 2008); o hechos como el ataque a las
Torres Gemelas de 2001 o la pandemia de Coronavirus (2020/2), demostró que el Estado
Nación sigue siendo el principal articulador de la vida política tanto a nivel doméstico,
como así también a nivel global.
Lo que deparará para el futuro es incierto, debido al surgimiento de nuevos desafíos cada
vez más complejos en el mundo como el cambio climático, las desigualdades, la falta de
acción para enfrentar desafíos de fuerzas ilícitas, las pandemias y la mismas correlación
de fuerzas de las principales potencias globales, ingredientes todos que ponen un manto
de incertidumbre sobre el devenir de los acontecimientos, y que indefectiblemente ten-
drán consecuencias sobre lo jurídico, por lo cual ustedes como futuros abogadas y aboga-
dos deben tener presente a la hora de ejercer su profesión.
Lectura Lo invitamos a leer como material complementario, los capítulos 4, 5 y 6 del libro “Todo
complementaria lo que necesitas saber sobre el (des) orden mundial”, de Mariano Turzi.
Módulo 2 | Glosario
Administración pública: El conjunto de personas que no están involucradas de manera
directa en la toma de decisiones políticas importantes, pero que construyen y ponen en
práctica las políticas que cumplen estas decisiones. Ejs.: policías, enfermeras de la salud
pública, agentes de hacienda, etc.
Comunismo: Es una versión del socialismo marxista, la más radical. Los comunistas, en
general, sostienen que la única forma de construir un Estado socialista es mediante la
revolución, por lo que en ocasiones están menos interesados por las elecciones que los
socialistas democráticos. Después de 1920, los comunistas reconocieron mayoritaria-
mente el liderazgo de la ex Unión Soviética (URSS) en la formulación de sus objetivos y
estrategias. Se suele expresar que el sistema comunista cayó con la desaparición de la ex
URSS, en la década de los ´90.
Dictadura: Toda forma de gobierno en la que el o los titulares del poder no lo han obteni-
do constitucionalmente, o cuando lo ejercen sistemáticamente en contra de esos princi-
pios y reglas, de tal suerte que no tienen responsabilidad alguna en el ejercicio del poder.
Lo que legitima su accionar es el temor de los ciudadanos o súbditos.
Estado de derecho: Hace referencia a una versión del Estado moderno que implica el
ejercicio del poder estatal según los parámetros del derecho, o si se quiere, el ejercicio
del poder estatal con las limitaciones que el derecho le impone.
Estado social de derecho: Es la versión que adopta o hacia la que evoluciona el Estado
liberal de derecho luego de su crisis en la década del ´30. Su época de vigencia es hasta
1970, aproximadamente. También se lo conoce como Estado de bienestar, Estado demo-
crático. Estado de justicia, Estado keynesiano, etc. El rol del Estado en esta versión es el de
un Estado intervencionista o asistencialista.
Fascismo: Movimiento político que apareció en las décadas de los ´20 y ´30. Enfatizaba
el boato militarista, el nacionalismo, la representación corporativa bajo el mando de un
dictador único. El ejemplo arquetípico lo constituye Benito Mussolini. Pero también se
suele señalar a Franco en España, Salazar en Portugal, etc. En un sentido estricto, se redu-
ce a la Italia fascista de Mussolini, pero en una acepción más amplia, en la Argentina se
utiliza el vocablo fascista para calificar las actitudes anti-democráticas.
Fin del Estado: Se relaciona con la cuestión del para qué existe el Estado. Siguiendo el
pensamiento de Heller, hace a la existencia misma del Estado, a su “ser”. Es sinónimo de
su función social.
Justificación del Estado: ¿Por qué existe el Estado? Es un problema del “deber ser” que se
relaciona con la función jurídica del Estado y el derecho. Es más bien un problema de la
filosofía jurídica que de la ciencia política.
Mercado: Para los liberales es sinónimo de sociedad civil. En contraposición con lo esta-
tal, que es el ámbito de lo público, el mercado es el ámbito de lo privado.
Soberanía: Es un atributo del poder del Estado. Es lo que lo hace diferente al poder de las
otras organizaciones que existen dentro de su territorio, y que se traduce en el monopo-
lio de la fuerza física, en el hecho de decidir en última instancia, etc.
Socialismo: Ideología que plantea que la sociedad está integrada por clases que se ha-
llan en constante conflicto y que a los fines de establecer una sociedad justa, con per-
sonas iguales, el proletariado o clase obrera deberá hacerse del poder y así llegar a esa
etapa final donde las clases, y por lo tanto el Estado, no sean necesarios.
Territorio: Es uno de los elementos del Estado. Constituye su “base” física, pero enten-
dida en un sentido más amplio, ya que lo integran su espacio aéreo, el subsuelo, el mar
adyacente, etc., e incluso la sede de sus embajadas en el extranjero.🔥
Módulo 2 | Actividades
actividad 1
Absolutismo
Nicolás Maquiavelo
Jean Bodin
Thomas Hobbes
actividad 2
El Territorio
Lo invitamos a leer el artículo “El Estado, desbordado por internet” de Guy Sorman para
el diario “La Nación” del 28 de julio de 2000. Podemos leer que el copete de la nota dice:
“La información desconoce las fronteras. La noción de soberanía está en cuestión cuando
en Internet se compra y se vende sin control de los Estados. Hasta la idea de ciudadanía
nacional parece derrumbarse”. Disponible en: https://bit.ly/40nVMVz
1. ¿Es correcto afirmar que el estado moderno, tal como se proyecta a partir del renaci-
miento en Europa, tuvo un proceso de gestación y nacimiento similar en América Latina?
2. ¿Cuáles fueron las reglas o mecanismos a través de los cuales el estado en América
Latina aparece?
actividad 4
Sistema internacional actual
b) Brinde una noción según lo que ha leído en el texto sobre qué es la globalización y
cómo influye en el Estado.
Organizaciones
Internacionales
Organizaciones No
Gubernamentales
Empresas
Transnacionales
Otros Actores
Internacionales
›› Identificar las corrientes ideológicas que sustentan los diferentes modelos estatales
para comprender su organización y funcionamiento.
›› Distinguir las notas características de los distintos actores políticos, para comprender
su dinámica e interrelación.
Contenidos
Unidad 5: Ideologias
Unidad 6: La Democracia
Ideologias
Una clasificación preliminar nos conduce al debate histórico entre extremos dicotómicos:
el liberalismo y el socialismo; frente a los cuales se han desarrollado posicionamientos mo-
derados y extremos según el aspecto que asumen como central entre sus presupuestos, o
conforme el ámbito geográfico y marco temporal en que se desenvuelven. Así, tendremos
similitudes y diferencias entre modelos liberales europeos como el inglés y modelos libe-
rales más próximos a vertientes norteamericanas; socialismos europeos frente a vertientes
marxistas más radicales; y entre ambos extremos, posicionamientos ideológicos con mo-
dulaciones propias que asumen aproximaciones a cada uno de los extremos señalados.
De todo ello, y no obstante las lecturas que se encuentran su disposición para un estudio
en profundidad de cada una de ellas, expondremos las notas caracterizantes del libera-
lismo, el socialismo, el marxismo, el socialismo-democrático y el socialcristianismo; para
finalmente ofrecer una aproximación teórica conceptual hacia el totalitarismo como
ideología fundante del modelo de estado totalizador.
Liberalismo
Así las cosas, el liberalismo consistía en un modelo de vida con matices jurídicos, políti-
cos y económicos propios, que reclamaba un diseño estatal garante de dichas libertades
y derechos, de donde se desprenden los siguientes postulados:
›› El individualismo
›› la racionalidad
›› La libertad.
›› la separación y diferenciación entre estado y sociedad civil.
›› El principio de igualdad ante la ley.
›› El derecho a la propiedad privada como fuente de desarrollo e iniciativa individual.
›› El acuerdo libre entre los individuos libres como presupuesto de la sociedad y la crea-
ción de la comunidad política.
›› El progreso de esta comunidad no puede ser programado: hay que dejarlo al resul-
tado espontáneo de la competencia entre individuos libres y racionales, porque de
esta tensión de intereses nace el equilibrio beneficioso para todos.
›› Su legitimidad deriva de la adhesión libre que obtiene entre los miembros de la
comunidad
Socialismo
El socialismo como corriente de reflexión crítica y luego doctrina político social, surge
gracias a ciertas transformaciones económicas y sociales unidas al desarrollo de la gran
industria en Inglaterra, con la Revolución Industrial, durante los siglos XVIII y XIX.
Esto llama la atención de pensadores de diferentes orígenes, provocado en ellos una pro-
testa en nombre de la justicia; y en particular, el desarrollo del individualismo económico
que se propuso el liberalismo económico, con las características anteriormente descriptas
de propiedad privada de los medios de producción, el provecho personal como motor único
de la producción de las riquezas, la libre competencia o libre juego de la ley de la oferta y la
demanda; y la exclusión de toda intervención del Estado. Todas estas bases son sometidas
a una reflexión crítica que busca conducir a la sociedad hacia un bienestar colectivo.
Manifiesta una reacción más radicalizada del socialismo, a través de una propuesta de
reconfiguración en la distribución de bienes y recursos, con vocación hacia la conversión
del orden social tradicional de naturaleza liberal.
Tal como será analizado en detalle en la lectura sugerida, el materialismo histórico cons-
tituye un método de estudio que sostiene el diseño histórico social a partir de la lucha
constante entre clases; dando cuenta de influencias de la filosofía alemana hegeliana
que son resignificadas y reeditadas a a luz de nuevos aportes que Marx y Engels llevan
adelante y que son resumidos en: La ley de acumulación del capital, la plusvalía, la lucha
de clases, la dictadura del proletariado y la sociedad sin clases. Así y como premisa ge-
neral el análisis de Marx se concentra en los aspectos destructivos del capitalismo indus-
trial: el conflicto de clases y la alienación. Históricamente ha habido una lucha de clases
entre clases explotadoras y clases explotadas, clases dirigentes y clases dirigidas, que se
modifica hasta llegar a un punto en que la clase explotada y oprimida (el proletariado)
no puede ya desligarse de la clase que la explota y oprime (la burguesía).
El proletariado vende su trabajo a cambio de un salario, que necesita para vivir; conducien-
do a una alienación de los sujetos explotados en el marco de un proceso productivo que
tiene por finalidad la constante búsqueda de la burguesía de maximizar sus beneficios.
El Manifiesto del Partido Comunista, es una de las obras más influyentes de la historia,
que constaba de 4 partes:
›› La cuarta parte, precisa la posición de los comunistas frente a otros partidos de la opo-
sición.
La teoría marxista cree que la revolución es la única manera de lograr un verdadero cam-
bio social, pues los que tienen riqueza y poder no abandonarían sus privilegios volunta-
riamente, y que este cambio es inevitable como ha demostrado la teoría del materialis-
mo histórico.
Como bien expresa el artículo primero del Manifiesto Comunista, el objetivo de la Liga
de los justos es el derrocamiento de la Burguesía para pasar a la dominación del prole-
tariado; la abolición de la vieja sociedad burguesa, fundada en antagonismos de clase;
y la fundación de una sociedad nueva, sin clases y sin propiedad privada. Apoyó un mo-
vimiento revolucionario contra la opresión de los capitalistas. La doctrina filosófica del
materialismo histórico, afirma que la manera en que los seres humanos producen bienes
materiales define al resto de la sociedad. Marx, por su lado, afirmaba que todas las de-
más instituciones sociales importantes, funcionaban bajo la influencia de la economía
de una sociedad. La economía era la base real de la política, el derecho y la moral.
Otras instituciones, a su vez, hacían que la supremacía de una clase, se reafirmará prote-
giendo legalmente la propiedad privada (derecho natural) y esto era así porque se tenía
la creencia de que el poseedor de un patrimonio se lo había ganado legítimamente. En
cambio, los pobres lo eran porque carecían de habilidad o motivación.
Socialcristianismo
El socialismo cristiano surgió en la primera mitad del siglo XIX, predicando la paz social,
el amor cristiano y la idea de la transformación de la sociedad mediante el perfecciona-
miento moral de los individuos, viendo en el socialismo la realización de los anhelos hu-
manitarios y tratando de cohesionar a los criterios religiosos con los ideales socialistas.
En este contexto, el social cristianismo goza de una inspiración: los principios y valores
inspirados en el cristianismo y que se proyectan en la vida social y política que son com-
partidos por otras personas que no profesan la misma fe, que se fundamenta en la digni-
dad y la libertad de la persona, la primacía del bien común, los derechos del hombre etc.
Se menciona al Papa Benedicto XIV como el autor de las primeras encíclicas, identificán-
dose “Urbi primum” (sobre la función de los obispos), como la primera, y que diferentes
fuentes debaten su origen entre 1740 y 1766. Los mayores documentos sociales de la Igle-
sia hasta hoy son: Rerum novarum, del papa León XIII, en 1891, trata de la situación de los
trabajadores, pero también hace una crítica a los materialismos comunista y capitalista;
Quadragesimo Anno, del papa Pío XI, en 1931, conmemora los cuarenta años de la Rerum
novarum y habla de la reconstrucción del Orden Social avalado por ideologías que esta-
ban embruteciendo al ser humano; Mater et Magistra, del papa san Juan XXIII, en 1961,
habla de la relación entre el cristianismo y el progreso social, Pacem in Terris, del mismo
Papa, en 1963, sobre los peligros de la guerra nuclear entre las dos grandes potencias de
entonces: Estados Unidos y Rusia (llamada Unión Soviética de las Repúblicas Socialistas
Soviéticas); la Constitución Gaudium et Spes, del Concilio Ecuménico (mundial) Vaticano
II, en 1965, que trató de la Iglesia en relación al mundo actual; Populorum Progressio, del
papa beato Pablo VI, en 1967, sobre el desarrollo de los pueblos; Octogesima Adveniens,
también de Pablo VI, en 1971, es una convocatoria a la acción de la Iglesia en el campo
social; Laborem Exercens, de san Juan Pablo II, en 1981, expone la doctrina católica ante
En su tercera encíclica fratelli tutti del 3 de octubre de 2020 explica que la fraternidad es
uno de los valores humanos y universales que debería estar en la base de las relaciones
entre los pueblos, de manera que cuando sufren o son desfavorecidos no se sientan ex-
cluidos y olvidados, sino acogidos, sostenidos como parte de la única familia humana.
Tiene en cuenta un valor, propio de la revolución francesa muy descuidado y olvidado: el
sentimiento fraternal y/o humanitario que debiera perseguir las acciones de los pueblos
y las personas. Así transmite un mensaje que brega por la paz y la solidaridad de todas y
todos. Justo en una época que va a contramano de esas cuestiones y valores, pandemia y
guerras mediante.
Socialdemocracia
Todo ello, buscando generar las condiciones para que el capitalismo permita una mayor
distribución igualitaria con injerencia en el mercado laboral y la protección de los tra-
bajadores. De esta manera se alimenta de una propuesta conciliadora entre la libertad
política y económica con la igualdad, superando las experiencias del liberalismo tradi-
cional que solo propugnaban una igualdad formal en lo teórico. Esta ideología surgió a
finales del siglo XIX a partir de un proceso de cuestionamiento interno del socialismo,
Así, las cosas la social democracia considera al voto universal y la posibilidad de partici-
pación política a través de asambleas populares como aspectos a destacar y conservar,
ampliando sus pretensiones hacia un modelo democrático no sólo político sino de vida
tendiente a extender sus bondades hacia la clase obrera y con ello el debilitamiento del
sistema clasista desigual.
La socialdemocracia incluye el respeto de la democracia liberal por los derechos y las li-
bertades individuales, junto con su compromiso con las elecciones y la libertad de par-
tidos, promoviendo el pluralismo político y la preocupación por la desigualdad social y
económica, trabajando por una idea de ciudadanía social.
De esta forma, la socialdemocracia persigue objetivos igualitarios por medio de la com-
petencia democrática y no a través de una conquista revolucionaria como el marxismo,
buscando reformular el sistema capitalista más que destruirlo.
Los totalitarismos
En este acápite se expondrán las notas caracterizantes del totalitarismo como ideología,
y no como modelo de gobierno que termina por generar una confusión con el Estado
como estructura soberana de poder.
Así las cosas, esta ideología se funda en una cosmovisión unificada de la persona con el
Estado, debilitando su individualidad o escisión, y confundiendo en consecuencia el do-
minio político con el dominio personal. El poder se sustenta en un control social autocrá-
tico, desde el Estado hacia la persona, persuadiendo a las masas -quienes reemplazan al
sujeto- a través de la vocación personalista de un líder que monopoliza un partido único.
Así, los totalitarismos buscan una coincidencia indisoluble entre la persona y el estado,
dirigiendo el todo estatal por fuera de lo público y llevándolo hacia todas las formas de
Como resultado, el estado concentra una fuerza centrípeta (hacia adentro) que absorbe
el desarrollo de actuaciones personales centrífugas (hacia afuera), construyendo un mo-
nismo verticalista que anula esferas personales de vida.
Con este título, el sociólogo norteamericano Daniel Bell publicó en 1960 una obra de gran
impacto en la que denunciaba el agotamiento de las grandes ideas políticas que habían
marcado la historia del mundo occidental hasta aquel momento. Para Bell, se estaba
revelando que la política se planteaba en términos mucho más pragmáticos, tanto por
parte de los ciudadanos, como por parte de los dirigentes políticos. Importaban los resul-
tados más que las ideas y, en especial, los resultados económicos en términos de creci-
miento y bienestar material. Otros autores apuntaron en la misma dirección, subrayan-
do la creciente pérdida de capacidad de movilización de doctrinas como el socialismo, el
comunismo y el fascismo.
Bastaron unos pocos años –en la misma década de los sesenta-- para poner en tela de
juicio esta visión crepuscular de las ideologías. La lucha por los derechos civiles de la mi-
noría negra, la oposición a la guerra de Vietnam o la revuelta estudiantil de mayo de 1968
en Francia y en otros países europeos significaron una reaparición de las polémicas ideo-
lógicas entre los partidarios del cambio político radical y los defensores del statu quo. En
este contexto, no sólo se recuperaron y actualizaron viejas doctrinas -neomarxismo de
diferentes escuelas, neoanarquismos en variadas versiones, neoliberalismos militantes
favorables al desmantelamiento de lo público y del Estado del Bienestar, neofascismos
etc.-, sino que se pusieron en circulación nuevas interpretaciones de las relaciones so-
ciales, centradas en torno a la igualdad de géneros o en torno a la conservación de los
recursos naturales: feminismo y ecologismo aparecían ahora como nuevas propuestas
ideológicas sumándose a las ya existentes.
Parece, pues, que el hecho de que algunas ideologías muden su apariencia, desaparez-
can del primer plano de la escena o sean acogidas sólo parcialmente no autoriza para
decretar los funerales de todas ellas. Estos funerales anticipados han sido denunciados
como empeños políticos para justificar la resistencia al cambio: la “ideología del fin de la
ideología” sería, desde este punto de vista, la más conveniente para los intereses de quie-
nes cuentan ya en sus manos con los principales resortes del poder económico, político y
mediático y no desean grandes transformaciones en el statu quo. En todo caso, anunciar
la muerte de las ideologías es ignorar que los conflictos que son objeto de la política no
dejarán de estar siempre acompañados por creencias y juicios de valor: de ellos obtienen
los ciudadanos –y todos los actores políticos- las razones y los pretextos necesarios para
motivar su intervención en la gestión de los asuntos colectivos.
La Democracia
En el transcurso de esta unidad analizaremos uno de los temas más complejos y de ma-
yor vitalidad para la ciencia política, la democracia. También se debe tener presente que
es un concepto que está en permanente debate y que día a día nos interpela respecto a
su vigencia y práctica.
A poco menos de 100 años de su publicación, aún hoy resultan vigentes las palabras del
propio Hans Kelsen al referirse a este proceso degenerativo del concepto de democracia
en su obra Esencia Y Valor De La Democracia:
Tal como fue expuesto previamente (ver módulo 1), pueden encontrarse en Atenas los
precedentes más próximos a la idea actual de democracia, fundada en una organización
política que toma como base la participación de su ciudadanía en las decisiones que ha-
cen a la cuestión pública.
Así, el legado conocido como “constitución de Clístenes”, es lo que nos permite hoy ana-
lizar la organización político y social ateniense como modelo democrático universal, que
pese a constituir un sistema más idílico que real en la práctica, permite afirmar que fue
Atenas la cuna de la democracia. Las Reformas de Clístenes tendieron a establecer en-
tre todos los ciudadanos un régimen de gobierno en la ciudad estado sustentado en la
igualdad, la libertad, la unidad, la participación y la responsabilidad entre los ciudada-
nos; presupuestos medulares de nuestras democracias contemporáneas.
Así, esta palabra no mantuvo una evolución histórica lineal en cuanto a su significado y uti-
lización, más aún, fue invisibilizada durante mucho tiempo, y solo excepcionalmente men-
cionada entre los autores que recorren los siglos III a XV. Con el advenimiento de la moder-
nidad, y en un proceso que lleva su derrotero, comienza a ser utilizada y reivindicada.
Entre dicho periodo puede verse solo en los escritos de Santo Tomas de Aquino (siglo
XIII), para finalmente encontrarse en la obra de Locke (ensayo sobre el gobierno civil, ca-
pítulo X, 1690), Montesquieu (1689-1755) y Rousseau (1712.1778), siendo considerado este
último como el padre moderno de la democracia al referir este a la soberanía en cabeza
del pueblo como única forma legítima de gobierno. Sus ideas, como ya han sido estudia-
das en el módulo II, fueron decisivas en los acontecimientos de la Revolución Francesa y
la caída del Ancien Régime.
Así, existe una considerable diferencia entre la concepción moderna y la antigua de li-
bertad y de democracia. En la polis ateniense la distinción entre la esfera pública y priva-
da era desconocida. El estado de derecho moderno tiene por finalidad proteger la liber-
tad del individuo en cuanto persona, una esfera propia, donde la voluntad decisional del
estado se lleva adelante a través de sistemas de representación indirecta: el pueblo no
delibera ni gobierna sino a través de sus representantes.
Esto, cae en una encrucijada difícil de resolver, puesto que las formas actuales de demo-
cracia son en realidad incompatibles con la idea de participación directa que propugna-
ba el modelo ateniense.
Así las cosas, las formas de estado responden a la organización espacial del poder en el
territorio de un estado, de lo cual devienen las formas federales, unitarias y confederati-
vas. Por el contrario, las formas de gobierno representan el diseño institucional y organi-
zacional del estado, esto es, la decisión sobre quién y cómo se tomarán las decisiones que
hacen a la voluntad del estado. De esta manera la democracia es una forma de gobierno,
ya que hace al diseño institucional del poder dentro del estado.
Tradicionalmente, los modelos que se contraponen en los extremos son las democracias
y las autocracias o monocracias. Estas últimas constituyen un sistema organizacional
verticalista descendente, es decir, el proceso decisional se lleva adelante y se aplica por
sobre la población (súbditos) sin procurar su participación, desde el extremo superior ha-
cia las bases. Las ideologías que legitiman esta autoridad excluyen la idea de libertad e
igualdad como presupuestos de funcionamiento.
Una aproximación a este concepto es ofrecida por Norberto Bobbio al decir “por régimen
democrático se entiende primeramente un conjunto de reglas de procedimiento para la
formación de decisiones colectivas, en el que es prevista y facilitada la más amplia parti-
cipación posible de los interesados”.
Requisitos y condiciones
Tal como ha sido expuesto, el régimen político democrático reclama la coexistencia y re-
troalimentación de ambos extremos, la institucionalización de la forma de gobierno y la
forma de vida como sustancia que permite su vitalidad. Así, el elemento procedimental
o formal entra en comunión con el elemento sustancial que posibilita su puesta en mar-
cha y funcionamiento.
Muchos son los autores y teorías que se han expuesto sobre los requisitos y condiciones
de la democracia, sin embargo, al efecto analítico seguiremos aquí la clasificación efec-
›› Factores demográficos
›› Factores geográficos
›› Factores culturales
›› Factores económicos
b) Políticos
›› Socio Psicológicos
›› Consenso fundamental o acuerdo mínimo
›› Ideologías compatibles
›› Idoneidad de los actores
›› Competencia leal
›› Instituciones políticas
›› Régimen electoral
›› Sistema de partidos
›› Libertades y garantías
De esto se concluye que la democracia como régimen político implica no sólo un for-
malismo procedimental para la toma de decisiones, esto es, un conjunto de reglas que
admitan y promuevan la participación de los interesados; sino un especial escenario de
creencia y valores sobre la utilidad de dicho sistema y un especial comportamiento de los
actores involucrados.
De esta manera, las democracias hoy son de naturaleza representativa, para cuyo funcio-
namiento efectivo requieren la implementación de un mecanismo decisional transaccio-
nal, conocido popularmente como sistema de mayorías y minorías debido a la imposibi-
lidad del unanimismo en la toma de todas las decisiones. Así, en los Estados modernos la
“democracia indirecta, parlamentaria, en la que la voluntad colectiva normativa sólo es
creada por la mayoría de aquéllos que son elegidos por la mayoría de los titulares de los
derechos políticos”.
Tal como hemos visto, la democracia es, primeramente, un mecanismo procedimental para
tomar decisiones colectivas o aplicables para toda una sociedad. De manera más puntual,
es un modo de gobernar. En el mundo contemporáneo, la democracia ya no solamente se
entiende desde esa perspectiva mínima procedimental; su significado, difusión y acepta-
ción incluye también una expectativa de cumplimiento de fines u objetivos de desarrollo
humano, que supuestamente la hacen “mejor” o “preferible” a otras formas de gobernar.
Dicho modelo idílico, sin embargo, de imposible realización práctica; encuentra a un sin-
número de modelos intermedios que intentan llevar adelante una mayor y mejor apro-
ximación práctica, conjugando de diferentes formas los valores de la libertad e igualdad.
En este punto cabe resaltar que poco se recuerda del otro valor que proclama la Revolu-
ción Francesa y con ella la lucha por los derechos humanos y la democracia, la fraternidad
-que hoy puede interpretarse como humanismo o solidaridad-, que de estar más vigente
o integrando de alguna forma esa conjugación (libertad + igualdad + fraternidad) segu-
ramente ayudaría a formular esa democracia más completa e integradora de lo comu-
nitario y la resolución concerniente a los asuntos públicos. Acercarse a esa máxima del
gobierno del pueblo.
El obligado tránsito que las democracias han efectuado, desde modelos de participación
directa hacia sistemas representativos de naturaleza indirecta, no altera el elemento
central definitorio de este sistema: la voluntad decisoria reside en el pueblo o comuni-
dad. Los diferentes modelos que la historia ha conocido, y que incluso en la actualidad
siguen proyectados, pretenden el diseño del mejor mecanismo para garantizar la partici-
pación del mayor número posible de afectados por las decisiones del estado. Así, la idea
de la democracia es la búsqueda perpetua de la herramienta que posibilite generar las
De allí, quien circunstancialmente está a cargo del proceso decisional lo hace en repre-
sentación de un colectivo comunitario que lo ha embebido de las potestades suficientes
para hacerlo. Sin embargo, la renovación de autoridades y alternancias cumple precisa-
mente con la misión de la democracia, hacer que todos participen del proceso decisional.
Todo régimen político contiene una trama de relaciones de mando y obediencia, pero en
la democracia, dicho vínculo implica un sistema de representación temporal y limitado.
Tal como hemos referido previamente entre los requisitos o condiciones para el funcio-
namiento de una democracia, resulta fundamental el diseño de las instituciones que ga-
ranticen el régimen electoral y el sistema de partidos como mecanismos para encauzar
la democracia representativa. Ambas cuestiones, así como otros temas relacionados a
la práctica política y las implicancias de la vida democrática, serán motivo de análisis a
continuación en la Unidad 7.
Dinámica Política
Siguiendo a Marcel Prelot, la palabra vida hace referencia a la fase dinámica de la po-
lítica, lo opuesto a lo organizado y estabilizado por el derecho. Dicho de otra forma, la
dinámica política implica a las fuerzas que provocan las evoluciones, los cambios y la in-
serción del movimiento en el orden, “la dinámica política consiste en continuos cambios
de fuerzas en el seno del poder”. El orden y la estabilidad son elementos esenciales de la
realidad política pero no se trata de un orden estático, sino que en la realidad política or-
den y movimiento se suponen recíprocamente (recuerde lo estudiado en la primera par-
te de la Unidad 1, Módulo 1 y específicamente en el carácter polifacético de la política).
Toda fuerza individual o colectiva tiene el designio de detentar el poder, por eso la fun-
ción política trata permanentemente de integrar al orden existente las fuerzas que tratan
de removerlo. De ahí que se señale que la vida política puede reducirse a la dialéctica de
poder y fuerza. Con esto se quiere significar que bajo todo poder existe necesariamente
una fuerza, generalmente varias, que lo respaldan o no, de esta forma un texto no basta
Fuerzas Políticas
Terminología, clasificación
La palabra fuerza se utiliza para indicar aquellos elementos o fenómenos que engendran
el movimiento, pero con la expresión fuerzas políticas generalmente se hace referencia
a los protagonistas de la dinámica o vida política y también se alude con tal expresión al
poder político no estatal. El uso de esta expresión se ha difundido sobre todo a partir de
la terminación de la segunda guerra mundial. Tradicionalmente las fuerzas políticas se
han clasificado en:
›› fuerzas individuales
Es importante considerarlas ya que como afirma Marcel Prélot, en política el poder más
grande pertenece al hombre, a la personalidad que por sus características sabe apropiar-
se del poder u obtenerlo mediante el consentimiento general. Así se señala que grandes
movimientos políticos pueden llegar a fracasar por falta de un líder.
Fuerzas colectivas:
Lo invitamos a resolver la Actividad 1 sobre fuerzas políticas planteada para este mo-
mento.
Actividad
Es difícil imaginar hoy en día un sistema político que carezca de partidos, ya que se nos
presentan en la actualidad como “instituciones” fundamentales para el desarrollo del
sistema democrático, llevados por una política de masas a ser conectores entre los indivi-
Para Giovanni Sartori, el partido político es un “grupo político que se presenta a eleccio-
nes, y es capaz de colocar mediante elecciones, a sus candidatos en cargos públicos”.
A su vez, García Cotarelo supone dos momentos en lo que hace a notas definitorias del
partido político, y así tenemos: un primer momento que admite al partido político como
un órgano de mediación entre el poder político y los ciudadanos, pero en este estadio
comparte las características con otras fuerzas políticas tales como: sindicatos, asociacio-
nes, etcétera; por lo que se requiere otro momento, el segundo, en el cual se comprue-
ba que esta mediación tiene asimismo las notas de perdurabilidad, representatividad,
apoyo popular y participación en los procesos electorales, llegando a definirlos como
“agrupaciones que en concreto median entre los grupos (de interés) de una sociedad y el
Estado, que participan en la lucha por el poder (dominio) político y en la formación de la
voluntad política del pueblo”.
También Mario Justo López nos proporciona una definición, según la cual los partidos
políticos son “fuerzas políticas orgánicas; protagonistas colectivos (con órganos propios)
de la actividad política, cuyos elementos constitutivos son: sus integrantes, su fin inme-
diato, sus medios de acción”, caracterizándose por tener una organización permanente,
como elemento fundamental.
Parece razonable encontrar su origen en la ruptura revolucionaria inglesa del siglo XVII,
evolucionando lentamente a lo largo del siglo XVIII, y organizándose en pleno sentido
como partidos a partir del siglo XIX, con una serie de reformas sucesivas, electorales y
parlamentarias iniciadas en 1832, que aunque las reformas en sí no dan origen a los par-
tidos políticos, contribuyen decisivamente a su desarrollo.
Mario Justo López distingue según que éstos actúen de acuerdo con, en contra de, o al
margen del régimen democrático constitucional. En el primer caso las funciones consis-
ten en encauzar la caótica voluntad popular, educar al ciudadano para encarar su respon-
sabilidad política, servir de eslabón entre la opinión pública y el gobierno, seleccionar la
élite que debe conducir los destinos del país.
Otros autores, como García Cotarelo, parten de una función general (mediadores entre el
Estado y la sociedad) para derivarla en dos sub-tipos:
Hablamos de sistema de partidos para referirnos a “la composición del conjunto de par-
tidos y a las relaciones que mantienen entre sí sus elementos integrantes dentro de un
sistema político estatal” (Juárez Centeno, 2011). Es importante señalar y tener en cuenta
al estudiar el tema que en los Estados Federales, dicho concepto puede ser utilizado para
analizar el sistema de partidos a nivel nacional, provincial o local (municipal).
Los partidos se necesitan unos a otros, nacen para competir entre ellos como partes o
sectores de un todo social.
Superando otras clasificaciones, Giovanni Sartori distingue, según la cantidad de partidos que
tienen posibilidades de acceder al poder, amplía la sistematización de Duverger e incorpora
otras, consagrando subtipos en el unipartidismo y en el multipartidismo, así distingue:
4. Sistema de Partido Bipartidismo, cuando son dos los partidos que se alternan en el
poder;
5. Sistema de Partido Pluralismo limitado y moderado, entre tres y cinco partidos con
escasa distancia ideológica entre sí, con una competición bipolar de bloques y una
tendencia centrípeta.
1. Por su parte, el art. 38 reza: “Los partidos políticos son instituciones fundamentales
del sistema democrático...” Si bien no innova en cuanto a su status jurídico, “los define
como instituciones fundamentales del sistema democrático (no quedando el Estado
inerme frente a los partidos antisistema), con lo que esclarece dos cosas: la funda-
mentalidad del sistema partidario, y su integración en y para la democracia”.
2. Continúa: “... Su creación y el ejercicio de sus actividades son libres dentro del respe-
to a esta Constitución, la que garantiza su organización y funcionamiento democráti-
cos...”, si bien la actual ley orgánica de partidos políticos (LOPP), no exige una declara-
ción de principios que sostiene el régimen y los principios contemplados por la C.N.,
estas instituciones, gozan de libertad en el marco y respeto de dicha Carta Magna.
6. Por último, el art. 38 en sus 3º y 4º párrafos dispone: “... El Estado contribuye al sos-
tenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes (...)
Los partidos políticos deberán dar publicidad del origen y destino de sus fondos y pa-
trimonio”. En la opinión de algunos autores, ha sido un error incorporar al texto cons-
titucional el difícil problema del manejo y destino de fondos recibidos, toda vez que
consideran no conveniente hacer referencia al rol del Estado como contribuyente al
sostén económico de los partidos y para la formación de sus dirigentes. Consideran
que hubiera sido mejor una regulación legislativa de la cuestión (Ley).
III. Los Grupos de Interés y los Grupos de Presión. Los movimientos sociales.
Introducción
En base a ello, los grupos de interés se transforman en grupos de presión sólo a partir del
momento en que los responsables influyen sobre el mecanismo gubernamental, parti-
dos políticos o la opinión pública. En base a esto, todos los grupos de presión son grupos
de interés, pero no todos los grupos de interés son grupos de presión.
Estos grupos de presión se caracterizan por tener en común: a) una organización permanen-
te, con órganos propios que los dirigen y los representan; b) un factor que une y reúne a sus
Énfasis integrantes en la defensa de un interés común entre ellos y que es particular con referencia
a la sociedad global; c) sus integrantes, que en principio, no son ocupantes de cargos del
gobierno; d) devienen fuerzas políticas, se politizan al desplegar una acción ordenada de
ejercer influencia en la adopción de las decisiones políticas, pero no se proponen obtener
para sus integrantes los cargos del gobierno ni participan en las competencias electorales.
Utilizando el vocablo “interés”, como valor que provoca la inclinación del ánimo a su fa-
vor, podemos clasificarlos de la siguiente forma:
En los Estados Unidos de Norteamérica, los grupos de presión se identifican con el lobb-
ying, como medio de utilización. El lobbying deriva de lobby, literalmente: pasillo, corre-
dor, salón de los pasos perdidos, parte del Edificio del Congreso o de las legislaturas, en
las que está permitido el acceso de personas ajenas al mismo. Así el lobby es utilizado
Siguiendo a Gianfranco Pasquino, los Movimientos Sociales pueden ser definidos como
“organizaciones que constituyen intentos fundados en su conjunto de valores comparti-
dos para redefinir las formas de la acción social e influir en sus consecuencias.”, pero tam-
bién, se las puede señalar como aquellas formas de participación no institucionalizada
de grupos y sectores que no se ven contenidos por instituciones vigentes que ayudan a
canalizar la participación (partidos políticos, sindicatos, etc.) y que generan, por lo tanto,
nuevos formatos de participación ciudadana y de grupos y/o sectores.
En ciertas ocasiones los movimientos sociales actúan como grupos de presión. Pero los
movimientos sociales están interesados principalmente en la promoción de cambios de
normas y valores sociales, o en la resistencia a los mismos. Es por eso que, describiendo su
naturaleza decimos que, los movimientos sociales son intentos colectivos de promover o
resistir al cambio, bien en las sociedades o en sus miembros o en la organización estatal.
“...Los llamados nuevos movimientos sociales operarían con una lógica y unos ejes arti-
culadores diferentes a aquellos de los movimientos sociales clásicos de la década de los
setenta, definiéndose no ya en términos clasistas o económicos, sino más bien por coin-
cidencias de objetivos más sectoriales” (Minujín y Consentino).
Etapas
›› No suelen tener una identificación tan clara como los anteriores movimientos sociales
›› Construyen una nueva identidad colectiva
›› Ausencia de rígidas imposiciones externas
›› Utilizan medios convencionales como no convencionales en su actuación o dinámica.
›› No pretenden controlar el poder político
›› Exigen cambios en los gobiernos de turno, en el sistema de representación o a nivel
global.
Para concluir, constituyen una fuerza que juega en la arena política, que puede perma-
necer como tal, como lo que son, movimientos sociales hasta el logro de su objetivo y/o
su desaparición (lo que aconteció con la Mesa de Enlace y la lucha del campo contra la
Resolución 125), pero que en ocasiones pueden transformarse en otra, como por ejemplo
el movimiento de los indignados en España, que dio origen a un partido político- Pode-
mos-, o el movimiento de los verdes que en los sesenta y los setenta en las democracias
La opinión pública según la clasificación anterior es una fuerza política inorgánica colec-
tiva difusa. Dicho de otra forma, es un poder político no estatal, que presupone un grupo
humano inorgánico y que puede obrar en el sentido del orden o del movimiento. Es a
fines del siglo XVIII que se generaliza el uso de la expresión “opinión pública” y adquiere
verdadera importancia con la revolución francesa y el desarrollo del liberalismo. El hecho
de que el término emerja en tal contexto indica también que la asociación primaria del
concepto es una asociación política. No se trata solo de una opinión generalizada (muy
difundida), que puede existir sobre cualquier tema, sino de una opinión de un público
interesado en la cosa pública.
De esta manera para Giovanini Sartori una opinión es pública porque es del público y
porque afecta a objetos o materias de naturaleza pública (de interés general). Se trata
entonces de opiniones que asumen una relevancia política. ¿Pero qué se entiende por
opinión?, es dar una respuesta a una pregunta, pero lógicamente aquello presupone un
estado mental difuso o un estado de conciencia en donde interactúan flujos de informa-
ción, en este caso sobre cuestiones o hechos de interés público, pero que como estado
mental contiene ingredientes propios: necesidades, deseos, valores y disposiciones y
supone además como factor característico, datos sobre cómo se gestiona la red pública.
M. Justo López señala que el sujeto o titular de esta siempre es colectivo, conjuntos hu-
manos de composición indefinida y cambiante y unidos solo por su condición de prota-
gonistas de un mismo proceso. Por lo tanto se trata de un sujeto plural, anónimo e inde-
terminado, con una base de homogeneidad. En cuanto al contenido como ya se indicara
más arriba la calificación de pública significa varias cosas: que no es individual, que no es
secreta y que se refiere a una cuestión controvertida y actual de interés general o público.
No reviste el carácter de público lo que sólo tiene interés particular. Son hechos o cues-
tiones que importan a muchos y que admiten una respuesta de algún modo uniforme.
La opinión pública siempre significa un pronunciamiento o postura a favor o en contra de
algo, siempre conlleva una actitud de rechazo, resistencia o aceptación. Para Hermann
Heller la opinión pública es una de las más importantes condiciones para la formación
de la unidad estatal. Esta importancia nace cuando la sociedad civil reemplaza las fun-
damentaciones religiosas de la autoridad, por el reclamo de una legitimación racional de
su obediencia política. Pero también Heller critica a aquellas corrientes que sobredimen-
sionan a la fuerza autónoma de la opinión pública.
Heller tampoco cae en la ingenuidad de afirmar que sólo el Estado puede organizar la
opinión pública, sino que reconoce los condicionamientos de esta por parte de sectores
dirigentes, tanto políticos, como otros, vinculados al poder económico.
Siguiendo a este autor debemos señalar que la enorme importancia política de la opi-
nión pública consiste en que en virtud de su aprobación o desaprobación asegura las
reglas convencionales que son la base de la unidad estatal, cumpliendo de esta forma
ante todo una función de legitimación de la autoridad política y del orden por ella ga-
rantizado. Dice Heller “todo poder debe preocuparse por aparecer como jurídico, por lo
menos para la opinión que públicamente se expresa”, termina diciendo “de esta suerte la
opinión pública entraña la importancia considerable como freno o estímulo, advertencia
o aliento, para la acción de los representantes del estado” . De ahí su importancia y estu-
dio por la Ciencia Política.
Giovanni Sartori, afirma que las opiniones no son innatas y no surgen de la nada, sino que
son el fruto de un proceso de formación y lo representa como una serie de procesos des-
cendentes en cascada, cuyos saltos son contenidos en intervalos por contenedores en los
cuales se vuelven a mezclar otra vez. En este modelo los niveles o depósitos de la cascada
son cinco. En lo alto las ideas de la élites económicas y sociales, seguido por las ideas de
las elites políticas y de gobierno.
En el tercer nivel tenemos a las redes de comunicaciones de masas, luego a los líderes de
opinión y por último encontramos el público de masas.
Según este modelo en cada nivel interactúan y se mezclan los flujos de informaciones. Se
señala que el origen de las opiniones públicas no es autónomo en un sentido absoluto,
el público no hace todo por sí mismo y solo hay pequeños grupos difusores en el origen
de las mismas, existiendo siempre influidos e influyentes que van transmitiendo y repli-
cando o realizando retransmisiones de las ideas hasta llegar a la población en general,
por ejemplo, en relación a lo que dicen y hacen los políticos, cada partido maniobra para
robarse los electores. De la multiplicidad de partidos parten por lo tanto voces casi infini-
tas y contrastadas que llegan a los medios masivos de comunicación social y que no son
transmitidos tal cual, sino que se ajustan a lo que cada canal de comunicación establece
Ahora bien, hay que señalar que las opiniones de los particulares derivan también y no
en poca medida de los grupos de referencia de cada uno: la familia, el grupo de trabajo,
las identificaciones partidarias, religiosas, de clase, étnicas. De todo ese montón de in-
fluencias y contra influencias resulta la opinión pública. Es necesario remarcar que estos
procesos de formación de la opinión pública sólo pueden darse en las democracias libe-
rales, porque para que una opinión sea del público presupone una serie de condiciones
que vienen a ser el marco institucional para su desarrollo como la libertad de expresión,
de prensa, asociación, organización, etc. Estas condiciones son las que posibilitan la for-
mación de la opinión pública y ésta a su vez es necesaria para el buen funcionamiento de
dicho régimen político. En momentos críticos puede sobreponerse al poder político esta-
tal y erigirse en sostén del régimen o bien todo lo contrario generando un cambio decisi-
vo en el rumbo del poder estatal. Cierto es que en un régimen totalitario también puede
existir una opinión pública pero seguramente tendría una menor dosis de espontanei-
dad y de libertad al ser creada, fogoneada y formateada por el líder o la elite dominante.
Módulo 3 | Glosario
Actores políticos: Denominación que se puede utilizar como sinónimo de “sujetos polí-
ticos”, “fuerzas políticas”, etc.
Grupo de interés: Es una asociación o grupo de personas que se ven unidas por un interés
en común. Puede ser deportivo, cultural, económico, social, etc.
Grupo de presión: Todo grupo de interés que, además, intenta presionar al gobierno para
que éste tome medidas de gobierno que recepte sus voliciones. Todo grupo de presión es
grupo de interés, pero no viceversa. Es una fuerza política o actor político.
Sindicato: Una de las formas asociativas más importantes de los últimos tiempos. Tam-
bién fue una de las más precoces. Sus orígenes se remontan al proceso de formación del
Estado moderno, allá por el Renacimiento. El peso de los sindicatos en la vida social y
política de los países ha adquirido tal presencia y relevancia que se ha llegado a hablar de
“política de los intereses” y a configurar el mismo proceso político como una contratación
triangular entre sindicatos obreros, sindicatos patronales y gobierno. Si bien la palabra,
técnicamente, engloba tanto a los sindicatos obreros como a los patronales, usualmente
prepondera su uso en referencias a los primeros. Adquieren gran relevancia por su de-
fensa de intereses económicos comunes en su rol de fuerza contractual (que se ejercita
en los enfrentamientos con la contraparte económica, esto es, los sindicatos patronales),
pero que también se manifiesta en su lucha con las otras articulaciones del poder políti-
co (gobierno, parlamento, entidades locales) y con los partidos políticos. Son un ejemplo
de fuerza política, sujeto político, actor político, como se lo quiera llamar. Depende el rol
que “jueguen” son un tipo de grupo de interés y se pueden tornar en el ejemplo más claro
de grupo de presión.
Sistema de partidos: Como los partidos políticos operan o actúan dentro del sistema
estatal, según como esté organizado y funcione el sistema político-partidario dentro de
un Estado, estamos haciendo referencia a los distintos sistemas de partidos políticos.
El criterio clasificatorio casi unánimemente utilizado es el de considerar la cantidad de
partidos políticos con posibilidades reales de acceder al poder, teniéndose en cuenta un
período mínimo de 3 o 4 elecciones.
Sistema político: La postura teórica que introdujo este concepto en la ciencia política fue
la “teoría sistémica”. En tal sentido, la noción de sistema político como sustitutiva de la
de Estado ha ampliado el horizonte del estudio de los fenómenos políticos aclarando,
más que el producto normativo final, los procesos de formación de la voluntad política y
el conjunto de las relaciones que ellos establecen en la construcción de un equilibrio de
poder. El ejemplo de sistema político paradigmático de la modernidad lo ha constitui-
do el Estado, pero puede señalarse que existen sistemas “menores” –partidos políticos,
grupos de presión que operan en él– e incluso ejemplos de sistemas “mayores”, como por
ejemplo la ONU, la Unión Europea, etc.
Sufragio: Voto. El sufragio universal (un hombre, un voto) representa la mayor fuerza po-
lítica de los tiempos modernos y uno de los signos principales –sino el principal– de la
democracia moderna.
Módulo 3 | Actividades
actividad 1
Fuerzas Políticas
Teniendo en cuenta el esquema que se le ha presentado con los distintos tipos de fuerzas
políticas (a)
Para enriquecer la resolución de esta actividad le sugerimos la lectura del texto “Dos
conceptos de ciencia política aplicados a la realidad argentina: predominio y hegemo-
Recomendaciones nía” del académico Dr. Natalio R. Botana.
›› También disponible en: https://bit.ly/40qyVsC
El propósito de esta comunicación es conocido en sus grandes líneas por los señores
académicos. Los años que transcurren entre 1989 y nuestra circunstancia presente abarcan un
panorama institucional sujeto a bruscos cambios y, a la vez, firmemente anclado en el pasado. Las
reflexiones que siguen se ocuparán pues del componente decisivo que la dimensión institucional
ofrece a la teoría de la democracia.
Como he dicho en otra oportunidad1, no negaré que el hilo conductor de lo que aquí habrá
de exponerse puede arrojar una sensación de déjà vu, debido a la marcada insistencia con que me
he referido en los últimos años a una cuestión institucional no resuelta por la política argentina.
Estoy aludiendo, claro está, a dos aspectos ligados en un mismo nudo de interrogantes como son
la hegemonía del poder presidencial y la sucesión en la cumbre de esa magistratura.
De inmediato me preguntarán ustedes por qué he elegido la palabra hegemonía como vía
de acceso para entender nuestros problemas institucionales. ¿No sería más conveniente -me
preguntaba en el mismo trabajo citado- como resulta de la lectura de algunos trabajos recientes,
calificar, por ejemplo, la supremacía del partido actualmente en el gobierno con el mote de partido
predominante? ¿No encajaría con mayor justeza nuestra experiencia democrática en el escenario
delineado por un sistema que, pese a sus imperfecciones, no bloquea el acceso de la oposición al
ejercicio de poder? Si este último punto traza la frontera que divide al sistema de partido
predominante del sistema de partido hegemónico -me interrogaba por tercera vez - ¿no sería más
acertado abandonar la palabra hegemonía y reemplazarla por otras más acordes con las
características propias de un régimen político de competencia abierta?
Así planteadas estas preguntas a modo de hipótesis, se imponen naturalmente algunas
precisiones conceptuales.
Es sabido que la distinción entre régimen de partido predominante y régimen de partido
hegemónico fue expuesta por Giovanni Sartori en 1976 en el primer volumen de su Partidos y
sistemas de partidos, traducido al español cuatro años después. Sartori establecía en aquella obra
pionera, cuyo segundo volumen lamentablemente nunca vio la luz, un criterio numérico para
distinguir siete clases de sistemas de partidos: sistemas de partido único, de partido hegemónico,
de partido predominante, bipartidista, de pluralismo limitado, de pluralismo extremo y de
atomización 2.
Estos sistemas de partidos, a su vez, se distinguían por la frontera que separaba a los
sistemas competitivos de los sistemas no competitivos. "En general -precisaba Sartori- una
comunidad política sigue las normas de la competencia cuando en el momento de las elecciones
casi todos, sino todos, los escaños (o los cargos ejecutivos) se disputan entre dos o más
candidatos al puesto" 3.
Sartori ubicaba el concepto de partido predominante en "la zona del pluralismo de partidos,
porque -añadía- no sólo se permite la existencia de partidos distintos del principal, sino que éstos
existen como legales y legítimos competidores -aunque no forzosamente eficaces- del partido
predominante". Concluía señalando que "el sistema de partido predominante es de hecho un
sistema de más de un partido en el que la rotación no ocurre en la práctica" 4.
1
Natalio R. Botana, "Las transformaciones institucionales en los años del rnenemisrno ", Sociedad, N° 6,
abril 1995.
2
Giovanni Sartori, Partidos y sistemas de partidos, I, trad. de F. S. Fontenla, Madrid, Alianza Editorial,
1980, p. 160. Versión original, Calnbridge University Press, 1976.
3
Giovanni Sartori, op. cit., p. 259.
4
Giovanni Sartori, op. cit., p. 259.
5
Giovanni Sartori, op. cit., pp. 275 s.
6
Joseph La Palombara y Myron Weiner, eds., Political Parties and Political Developrnent, Princeton,
Princeton University Press, 1966. Es el sexto volumen de una serie muy conocida de estudios en
desarrollo político. Cito, de ambos autores, el primer capítulo de la primera parte: "The Origin and
Development of Political Parties".
7 Cf. Natalio R.Botana, La legitimité, problème politique, Lovaina, 1967.
actividad 3
Grupos de presión