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el tarot: 3.

Barajas del Renacimiento


La cuna del tarot quizás se encuentre en la Florencia de los Medici, la Ferrara de los Este o la ciudad universitaria de
Boloña.

Archivado en: tarot - 23 abril, 2016

Resulta muy tentador asociar el origen del tarot con Filippo Maria Visconti y la ciudad de
Milán; sin embargo, cuanto menos hay otras tres ciudades donde pudo haber nacido el
juego: Ferrara, Florencia y Boloña. Comencemos por Ferrrara.

Los Este de Ferrara

A diferencia del caso milanés, contamos con numerosos documentos sobre la producción
de barajas en Ferrara. De hecho, la corte de los marqueses de Este —señores de Ferrara,
Modena y Reggio Emilia— tuvo un papel decisivo en el desarrollo del tarot. Conozcamos
un poco mejor a esta dinastía clave en el devenir cultural del norte de la Italia renacentista.

Aunque Ferrara estaba subordinada al papa, desde mediados del siglo XIII fue gobernada
de forma independiente por los Este, quienes habían evitado que terminase fagocitada por
sus poderosos vecinos de Milán, Venecia y Florencia gracias a su gran habilidad
diplomática. Desde principios del siglo XV, el gobierno de Ferrara estaba en manos
de Niccolò III d'Este (1384-1441), un príncipe humanista bajo el que la ciudad alcanzó
un gran esplendor cultural. Las aventuras sentimentales de Niccolò fueron muy
numerosas. En 1397, con apenas 13 años, se casó con Gigliola de Carrara, lo que le
permitió contar con la ayuda militar de su suegro, Francesco Novello de Carrara, en los
turbulentos primeros años de su mandato.

Gigliola murió en 1416, durante una epidemia de peste que asoló el territorio de Ferrara,
y dos años después Niccolò volvió a casarse con Laura Malatesta, llamada la Parisina.
Para entonces, Niccolò había reconocido como legítimos tres hijos de Stella dei Tolomei,
una de sus numerosas amantes: Ugo (1405-1425), Leonello (1407-1450) y Borso (1413-
1471).

Según cuentan los cronistas de la época, la Parisina se enamoró de un joven hacia 1425
y durante un tiempo se vio con su amante en secreto. Advertido de la infidelidad de la
esposa, Niccolò mandó instalar un juego de espejos en su alcoba que le permitía observar
lo que ocurría en su ausencia. Para dolor y sorpresa, el 21 de mayo descubrió que el amor
de su esposa era su hijo Ugo. Tres días después, los dos amantes murieron decapitados
por orden de Niccolò, quien, no contento con semejante crimen, dictó una ley por la que
toda esposa adúltera descubierta in fraganti debía ser ejecutada. Una crueldad
inexcusable en este príncipe renacentista que, por lo demás, se mostró a la altura de los
progresos culturales de su tiempo. Aún tuvo otros dos hijos legítimos más con su tercera
esposa, Ricciarda de Saluzzo, con quien se casó en 1429. El mayor fue Ercole (1431–
1505), futuro duque de Ferrara, y el segundo Sigismondo (1433–1507).

Niccolò murió el 26 de diciembre de 1441, quizás envenenado, y le


sucedió Leonello, quien siguió con la política de prudente neutralidad política que había
mantenido su padre. Leonello, que había sido educado en la corte del rey de Nápoles, se
casó dos veces. La primera fue con Margherita Gonzaga, que murió en 1439 poco después
de alumbrar a su primer hijo, también llamado Niccolò, y la segunda con María de Aragón,
hija ilegítima del rey napolitano. Durante su mandato, Ferrara siguió siendo uno de los
grandes centros culturales de la Italia renacentista y por la corte estense pasaron artistas
de la talla de Pisanello, Mantegna o Piero della Francesca.

Tras la muerte de Leonello en 1450, el gobierno de Ferrara recayó sobre su


hermano Borso, digno continuador del desarrollo cultural impulsado por su familia, a
pesar de que algunos artistas tuvieron que abandonar Ferrara por la falta de recursos
económicos durante sus veinte años de gobierno. Al respecto, valgan como ejemplo los
frescos del Palazzo Schifanoia, que constituyen una de las pinturas paganas más
interesantes del Renacimiento italiano.

Borso no se casó y tampoco tuvo hijos. Al morir, en 1471, le sucedió su


hermanastro Ercole, quien estrechó aún más los lazos con Nápoles casándose dos años
después con Eleanora de Aragón. Durante los más de treinta años de su gobierno,
Ferrara consolidó su trayectoria cultural, sobre todo en el campo de la música, y siguió
siendo una de las principales potencias del escenario italiano. Vamos ahora con los
documentos.

El laboratorio de Ferrara

El documento de Ferrara más antiguo donde se menciona una baraja que podría ser similar
al tarot es la anotación de 1423, en la cual se recogía un pago por una baraja de cartas
de un juego llamado «de los ocho emperadores» que podría estar relacionado con el
karnöffel alemán. Se han encontrado muchos más documentos relacionados con el tarot
en Ferrara, pero vamos a detenernos solo en otras dos anotaciones de la abundante
documentación de Ferrara. La primera es del 1 de enero de 1441 y hace referencia a un
pago por haber pintado 14 cartas con figuras para Bianca Maria Visconti en vísperas de la
Navidad. Unos meses antes, Bianca Maria, quinceañera, había estado en la corte estense
invitada por Niccolò para ultimar su matrimonio con Leonello, aunque lo más probable es
que todo fuera una farsa orquestada entre Filippo Maria Visconti y Niccolò para que
Francesco Sforza decidiera casarse con Bianca Maria cuanto antes. Fueran ciertos o no los
preparativos de boda, Bianca Maria debió de aficionarse a algún juego de la corte estense
y, por navidad, cuando ya había regresado a Milán, Niccolò decidió enviarle como regalo
estas catorce cartas, probablemente para ser añadidas a una baraja normal. Como hemos
visto, quizás la baraja de Pierpont Morgan tuviera catorce triunfos en un principio. Por lo
tanto, tal vez aquellas catorce cartas eran una especie de tarot, lo que situaría su origen
en Ferrara en vez de Milán.
De hecho, la primera vez que aparece el término triunfos relacionado con una baraja de
cartas («chartexele da trionffi») fue en otro documento de la corte estense escrito apenas
un año después, en febrero de 1442:

«Al maestro Iacomo, llamado Sagramoro, el día 10 de febrero por haber pintado las copas,
las espadas, los dineros y los bastones y todas las figuras de cuatro barajas de cartas de
triunfos, de las que una tenía una cubierta roja y tres verdes […]».

Estos dos documentos no sitúan necesariamente la paternidad del tarot en Ferrara. Al


igual que Bianca Maria pudo haber aprendido a jugar a las cartas en la corte estense, pudo
suceder lo contrario, es decir, que fuera ella quien hubiera enseñado a los jóvenes
ferrareses el juego de los triunfos que había inventado su padre Filippo Maria, pues la
elegancia y la cultura de la muchacha causaron sensación en Ferrara. Es más, quizá el
origen se encuentre en otra ciudad, como Boloña, desde donde habría pasado a Milán y
Ferrara. En cualquier caso, esta variedad de juegos –como el de los ocho emperadores, la
baraja de los dioses de Michelino o al que estuvieran destinadas las catorce figuras de
1441– revela que, durante el segundo cuarto del siglo XV, en las cortes italianas se
estaban experimentando distintos tipos de barajas, una de las cuales terminó dando lugar
al tarot.

Barajas de Ferrara

El llamado tarot de Ercole de Este es la baraja más antigua que se ha conservado de


origen claramente ferrarés. Está bastante deteriorada por el paso del tiempo y sólo quedan
dieciséis naipes, de los que ocho son triunfos y los otro ocho figuras. En los escudos de la
reina de espadas y del caballo de bastos se encuentran los emblemas heráldicos de la
casa de los Este: la tradicional águila de plata sobre fondo azul y las tres flores de lis
doradas que añadieron en 1431 por concesión del rey francés Charles VII.

Además, aunque apenas se distingue por estar la carta muy ennegrecida, en el escudo
del caballo de espadas se reconoce el emblema de la rama napolitana de los Trastámara
de Aragón: en dos esquinas, los palos dorados y de gules (rojos) y, en las otras dos, las
flores de lis y, quizás, la cruz de Jerusalén. Esta heráldica nos conduce en torno a 1473,
año de la boda entre Ercole y Eleonora de Aragón.
Tres figuras de la baraja de Ercole de Este. En los escudos de la reina de espadas y el
caballo de bastos (a la izquierda y al centro) se distinguen los emblemas heráldicos de la
casa de Este; en el del caballo de espadas, el del reino de Nápoles

A pesar de que para el período comprendido entre 1450 y 1463 tenemos constancia de
que se realizaron unas 25 barajas miniadas para la corte estense, solo se ha conservado
otra baraja del siglo XV que proceda con seguridad del área cultural de Ferrara. Se conoce
como baraja de Alessandro Sforza y apenas conserva quince cartas, muy deterioradas,
de las que cuatro son triunfos. El único emblema heráldico reconocible se encuentra en el
escudo del rey de espadas —un clavel con dos plumas dentro de un anillo con un
diamante— y no es suficiente para datar con precisión la baraja. Desde tiempos de Niccolò,
este emblema era característico de la casa estense, aunque Ercole también permitió que
lo usase su amigo Alessandro Sforza (1409-1473), señor de Pésaro.

También es interesante destacar que es muy similar iconográficamente a la baraja de los


Medici que enseguida veremos. La mayor diferencia con esta baraja, y con todas las que
conocemos del siglo XV, es un triunfo muy extraño en el que vemos a una mujer desnuda
sobre un ciervo de grandes astas. La mujer se cubre el sexo con una mano y con la otra
sostiene una jarra que apenas se advierte por una fina silueta en el fondo dorado.
El rey de espadas y un misterioso triunfo del tarot de Alessandro Sforza

Los Medici de Florencia

Otra ciudad italiana muy importante en el desarrollo del tarot fue Florencia, que desde
mediados del siglo XV estuvo gobernada de facto por los Medici. En su origen, el poder de
los Medici se basaba en el dinero, un arma muy poderosa en la Italia renacentista, donde
todo estaba en venta, desde el favor de un papa a las tropas de un duque. Su ascenso
comenzó en 1394, cuando Giovanni di Bicci funda el banco de los Medici, que su hijo y
sucesor, Cosimo el Viejo, supo convertir en el más importante de Europa gracias a sus
buenas relaciones con el papado y una gran osadía comercial. Aunque estaba más
interesado por las finanzas que por la política, Cosimo pensaba que debía controlar el
gobierno para conservar su fortuna en una ciudad como Florencia, donde las intrigas entre
las facciones opuestas se solían saldar con el exilio o el patíbulo al menor descuido. En
1433 lo comprobó en su propia persona. Después de haber prestado a fondo perdido cien
mil florines de oro a la República para sufragar la guerra con Milán, Rinaldo degli Albizzi,
su gran rival financiero, consiguió que fuera arrestado por traición. Rinaldo casi consigue
que lo condenen a muerte, pero, sobornando a unos y otros, Cosimo logró cambiar la
pena por el exilio.

Un año después, regresó a Florencia, se deshizo de todos sus enemigos y modificó el


sistema electoral de la República para asegurar que sus candidatos siempre salieran
elegidos. Con la Iglesia de su parte gracias a los préstamos y donaciones que la banca
Medici había desembolsado a papas y cardenales, con la poderosa ciudad de Florencia en
sus manos, hacia 1435 Cosimo completó la maniobra aliándose con Francesco Sforza, una
de las pocas alianzas duraderas del siglo XV. La jugada le salió perfecta. Gracias a su
acuerdo con Sforza, consigue afianzarse en Florencia y evitar que Milán o Venecia rompan
el equilibrio de poder que asegura la independencia de Toscana al andar peleados entre
sí.

Tras la muerte de Cosimo en 1464, su hijo Piero asumió el mando de la ciudad y de los
negocios familiares. A pesar de padecer graves problemas de salud, una gota que le tenía
prácticamente inmovilizado, Piero consiguió desarticular una conjura orquestada por los
Pitti, otra influyente familia florentina, y frenar los apetitos expansionistas de los
venecianos.

En 1469 le sucedió a Piero su hijo Lorenzo, apodado el Magnífico, quien impulsó aún más
el desarrollo cultural y artístico de Florencia durante las siguientes décadas. Lorenzo
asumió el poder siendo aún muy joven, pero ya con una intensa experiencia diplomática
como representante de la familia medicea en Nápoles, Milán Roma y Venecia. De hecho,
fue gracias a su extraordinaria habilidad diplomática que Florencia sirvió de árbitro entre
las belicosas potencias italianas, consiguiendo así décadas de relativa paz.

Lorenzo prefirió ser considerado un simple ciudadano y no aceptó oficialmente el gobierno,


pero tuvo las riendas tanto del poder político como del económico. En 1469 se casó con
Clarice Orsini, una mujer proveniente de la nobleza romana. Gracias a este matrimonio,
comenzó el trasvase de esta familia de banqueros a la nobleza, una operación que se
terminó de consolidar en 1532, cuando los Medici fueron nombrados duques de Florencia.
Curiosa coincidencia simbólica, Lorenzo murió en 1492, año del descubrimiento de
América, fecha en la que los historiadores suelen situar el fin del Medioevo y el comenzó
de la Edad Moderna.

Desde el regreso de Cosimo en 1434 hasta la muerte de Lorenzo, Florencia vivió un


esplendor intelectual extraordinario. Grandes mecenas, bajo el auspicio de los Medici
trabajaron muchos artistas destacados del Renacimiento, como Brunelleschi, Michellozzo,
Alberti, Pollaiolo, Botticelli o Andrea del Verrocchio, por mencionar unos pocos ejemplos
de una larga lista de pintores, escultores y arquitectos. En filosofía, el fenómeno más
importante es la Academia Neoplatónica, una institución cultural fundada por Cosimo y
abanderada por Marsilio Ficino y Giovanni Pico della Mirandola, que significó el
reencuentro definitivo con la Antigüedad clásica.
El tarot en Florencia

Gracias a un documentado análisis de Franco Pratesi (1989), sabemos que en Florencia


ya se jugaba con una baraja de triunfos hacia 1450, dado que se menciona en un listado
municipal de juegos permitidos. Sin embargo, apenas se ha conservado una baraja
florentina con triunfos para todo el siglo XV, pues en 1497 gran parte de la cultura laica
de Florencia fue pasto de las llamas iracundas de la Iglesia. Desde hacía tres años, en
1494, con los Medici en el exilio, el fraile dominico Girolamo Savonarola había
conseguido adueñarse de la ciudad y había implantado un régimen de extremismo
religioso totalmente opuesto a la libertad de pensamiento y costumbres que había reinado
en tiempos de los Medici. En un ejercicio propagandístico de fe colectiva, el 7 de febrero
de 1497 organizó una «hoguera de las vanidades», en la que millares de objetos
considerados pecaminosos fueron incendiados en la piazza della Signoria y otras vías
públicas de la ciudad. Libros, vestidos, cuadros, instrumentos musicales, cosméticos,
joyas… y, claro está, un número incalculable de barajas se perdieron para siempre entre
las llamas.
Arriba, el triunfo del Carro en la baraja florentina; abajo, el emblema mediceo de las 6
palle en un fresco de la Cappella dei Magi (Palazzo Medici Riccardi, Florencia), pintada
entre 1459 y 1462 por Benozzo Gozzoli. Al lado, vemos el anillo de diamantes, emblema
de Cosimo, con el lema Sempre

Afortunadamente, una baraja consiguió sobrevivir a la hecatombe. De esta baraja, mal


llamada de Charles VI, sólo se conservan 17 cartas, de las que 16 son triunfos. Las cartas
miden unos 95 por 185 milímetros y están pintadas con témpera sobre un fondo de pan
de oro. Tiempo después de que fueran realizadas, alguien añadió unos números en la
parte superior indicando el orden de los triunfos. El estilo es inconfundible. Las figuras
están pintadas con gran delicadeza y la manera en que se superponen al marco produce
un efecto tridimensional que las dota de vida, como si quisieran salir de las cartas.

Por la heráldica que se muestra en el triunfo del Carro y otros pequeños detalles, hoy en
día se piensa que fue realizada en Florencia. En los pequeños escudos que hay encima de
los caballos y adornando algunas partes de la tela se distinguen siete puntos dorados, que
Lothar Teikemeier relacionó con el emblema familiar por excelencia de los Medici de
Florencia, las famosas palle (bolas). El número de palle varió a lo largo de la historia. En
tiempos de Cosimo el Viejo (1389–1464) eran siete y en mayo de 1465 las cambiaron a
seis, una de las cuales mostraba tres flores de lis, el emblema de la corona francesa, como
reconocimiento del rey francés Louis XI por una ayuda económica que le habían prestado.

El color rojo de la tela del carro refuerza esta hipótesis, pues el carroccio florentino, un
carro triunfal que servía de emblema de la ciudad, era precisamente de color rojo. En este
sentido, hay otros dos símbolos en la parte superior del carro que también podrían
relacionarse con la heráldica medicea. El emblema de Cosimo, que luego adoptó la familia,
era un anillo de diamante con tres plumas de avestruz con el lema Sempre; y, aunque se
distingue mal, el de la derecha podría representar un anillo y el de la izquierda, una de
las plumas de avestruz. Por lo tanto, el tarot de los Medici, nombre por el que me
referiré de aquí en adelante en vez de tarot de Charles VI, podríamos datarlo en algún
momento previo a 1465.

Las minchiate

No podemos abandonar Florencia sin ver antes una curiosa variante del tarot muy
sofisticada que se denominaba «minchiate». Empleaba una baraja latina para los naipes
ordinarios, es decir, cuatro palos (oros, espadas, copas y bastos) de catorce cartas: reyes,
reinas, caballos —que se representaban como centauros— y sotas (fanti), que en oros y
copas son mujeres (fantine). Además, contaba con 41 triunfos, entre los que se
encuentran casi todos los triunfos del tarot menos la Papisa y el Papa, que fue sustituido
por una especie de rey. Un cambio similar ocurrió con el tarocchino de Bologna y se explica
por la mayor influencia de la Iglesia, disgustada por ver al sumo pontífice en una baraja
de cartas. Completan el conjunto de triunfos los doce signos del zodíaco, los cuatro
elementos, las cuatro virtudes cardinales y las tres teologales. A principios del siglo XVIII,
los primeros cinco triunfos se conocían genéricamente por el nombre de papas y su
número correspondiente.

La referencia más antigua encontrada hasta el momento a las minchiate es una carta de
1466 del escritor humanista Luigi Pulci dirigida al joven Lorenzo. Pulci era un protegido de
Lucrezia Tornabuoni, la madre de Lorenzo, y desde hacía tiempo mantenía una buena
relación con él. La carta original se ha perdido, pero se recoge en un libro de 1882 de
Salvatore Bongi (Nuove Lettere di Luigi Pulci. Lucca):

«[Tengo tantas ganas de volver a verte que], si tuviera un caballo, iría para zurrarte a las
minchiate, al passadieci (un juego de dados) y al sbaraglino (al backgamon), como tú
sabes que te destruyo».

El término minchiate resulta curioso. Aunque durante el siglo XVI este juego también fue
conocido como «germini», en la mayor parte de los documentos renacentistas recibe el
nombre de minchiate, que, literalmente, significa «gilipolleces» como derivación de
minchia, «polla». Podríamos preguntarnos si por aquel entonces tenía este significado
malsonante, pero hay varios poemas de Pulci que, por el contexto, no dejan lugar a dudas.
De hecho, el nombre parece apropiado al genio satírico de los florentinos, pues minchiate
cobra un sentido divertido si lo comparamos con el término algo pomposo de trionfi que
empleaban sus rivales de Milán y Ferrara. De todas maneras, dado que una de las facetas
renacentistas del loco es ser un idiota, lo más probable es que el término minchiate
significase algo así como «el juego del necio (del gilipollas)».

Tres triunfos de una baraja de minchiate del siglo XVIII. De izquierda a derecha, el Papa
dos, el Fuego y Sagitario

Boloña y el origen del tarot

En los últimos años, algunos historiadores, como Ross G. Caldwell, Andrea Vitali o
Girolamo Zorli, han planteado la hipótesis de que el tarot fue inventado en Boloña antes
de 1442, desde donde se habría ido popularizando por las grandes ciudades del norte de
Italia a lo largo del siglo XV. Aunque no se ha conservado ninguna baraja boloñesa tan
antigua, estos autores sostienen que existían barajas populares y de mala calidad, pero
se habrían perdido con facilidad, precisamente, por su escaso valor.

La hipótesis del origen boloñés se fundamenta en cuatro argumentos: la antigüedad de la


industria naipera de la ciudad, una anotación en el libro de cuentas de los Este de Ferrara,
un misterioso retrato del príncipe Francesco Fibbia y un robo.

Desde principios del siglo XV existía una floreciente industria de naipes en Boloña, sobre
todo por su ambiente universitario. Ya por entonces, la Universidad de Boloña gozaba gran
prestigio y de toda Europa acudían estudiantes atraídos por la variedad y calidad de sus
estudios, que incluían derecho, gramática, retórica, lógica, teología, griego y hebreo.
Como ocurre hoy en día, los estudiantes pasaban el tiempo de ocio en las abundantes
tabernas y hosterías de la ciudad, donde raro sería que faltase una baraja de cartas. Nos
lo confirma un sermón pronunciado por el fraile franciscano Bernardino de Siena en 1423,
cuando organizó una hoguera de las vanidades en Boloña donde ardieron un número
incalculable de barajas de cartas.

Dado que en el sermón Bernardino condenó con vehemencia las cartas, podemos suponer
que ya por entonces debían de ser muy populares en la ciudad, pero desconocemos si se
trataba de barajas normales o con triunfos. El sermón sólo se ha conservado por copias
redactadas años después. Las más importantes son una de 1445 y otra de 1472. En las
dos versiones se habla de una baraja con reyes y reinas (reges atque reginae), con
soldados superiores e inferiores («milites superiores et inferiores»), sumando en total
cuatro figuras por palo, lo cual recuerda las barajas alemanas y al tarot, pero la referencia
a unas cartas con triunfos (triumphales charticellae) solo aparece en la versión de 1472,
lo cual genera dudas sobre la validez de este sermón como prueba documental para
afirmar que el tarot naciese en Boloña, aunque no por eso debe desestimarse por
completo.

El siguiente argumento a favor del origen boloñés es una nota de 1442 en el libro de
cuentas de la corte estense, en la cual se registra un pago a un mercader boloñés de
productos propios y ajenos («merzaro») llamado Marchionne Burdochi por «un par de
barajas de triunfos, entregadas al famiglio [un familiar adoptado] Iacomo para ser usadas
por sus mercedes Erchules y Sigismundo, hermanos del Señor», («uno paro de carte da
trionfi; ave Iacomo guerzo famelio per uxo de Messer Erchules e Sigismondo frateli de lo
Signore»). Esta anotación es muy interesante. ¿Por qué necesitaron los Este de Ferrara
comprar una baraja de triunfos a un mercader boloñés? ¿Las barajas que vendió
Marchionne Burdochi fueron producidas en Boloña o en otro lado? Y, si fue en Boloña,
¿basta este documento para confirmar que el tarot se inventó en esta ciudad?

El tercer argumento sobre el origen boloñés se basa en un cuadro pintado a principios del
siglo XVII por un artista desconocido, el cual se encuentra hoy en día en el Palazzo Fibbia
de Boloña. En el cuadro está retratado un hombre de mediana edad, vestido de negro,
junto a una mesa. Con una mano sujeta una baraja del tarocchino boloñés, de la cual caen
cuatro cartas. En la parte inferior del cuadro se lee la siguiente inscripción:

«Francesco Antelminelli Castracani Fibbia, príncipe de Pisa Montegiori y Pietra Santa, e


Señor de Fusecchio, hijo de Giovanni, nacido de Castruccio duque de Lucca, Pistoia, Pisa.
Huido a Boloña, acogido por los Bentivogli, fue nombrado generalísimo del ejército
boloñés; y el primero de esta familia que fue nombrado en Boloña de los Fibbie tuvo por
mujer a Francesca, hija de Giovanni Bentivogli».

Y con una tipografía más pequeña se añade:

«Inventor del juego del tarocchino de Boloña. De los XVI Reformadores de la ciudad tuvo
el privilegio de poner el emblema de los Fibbia en la reina de bastones y el de su mujer
en la reina de oros. Nacido en el año 1360 y muerto en el año 1419».

El texto contiene algunos errores históricos. Francesco no fue hijo del condottiero italiano
Castruccio Castracani (1281-1328), sino bisnieto, y tampoco se casó con Francesca de
Bentivoglio. Sin embargo, sí es cierto que Francesco Fibbia vivió a caballo entre los siglos
XIV y XV, que fue príncipe de Montegiori y de Pietra Santa y que los Fibbia fueron una
familia noble aliada de los poderosos Bentivogli, señores de Boloña. También es verdad
que algunas barajas de los siglos XVII y XVIII se encuentran el emblema de los Fibbia en
la reina de bastones y el de los Bentivogli en la reina de oros. ¿Son suficientes datos para
atribuir al príncipe Francesco la paternidad del tarot?

Andrea Vitali sostiene esta posibilidad, dado que «hoy estamos en grado de juzgar como
fundada en la realidad histórica buena parte de lo que hay escrito en el cuadro y, sobre
todo, la existencia de Francesco Fibbia; lo cual nos lleva a pensar que podría haber sido
precisamente aquel Francesco del cuadro quien inventase el tarot o, mejor dicho, el juego
de los Triunfos». Además, añade Vitali, resulta sintomático que el príncipe Francesco
viviera justo en el período en el que, según él, se inventa el tarot, es decir, a principios
del siglo XV:

«[...] Las fechas indicadas en el cuadro son muy próximas a las que, en teoría, vieron
nacer el juego de los Triunfos, y esto resulta sorprendente. Si el autor del texto hubiera
mencionado una fecha más tardía respecto a la que hemos hipotetizado que nació el tarot
—principios del quattroccento—, habríamos pensado que se trató de un tipo de operación
diseñada para realzar a la familia, dado que el tarot era amado en Boloña por todas las
clases sociales».
A la izquierda, retrato de Francesco Fibbia (Palazzo Fibbia, Boloña); a la derecha, reina de
bastones de una baraja del siglo XVIII en cuyo escudo se encuentra el emblema de los
Fibbia

Sin embargo, para Michael Dummet, Giordano Berti y otros historiadores no resulta tan
evidente que Francesco hubiera inventado el tarot, sobre todo, porque no hay documento
alguno que confirme la existencia de este juego antes de 1442, es decir, 23 años después
de la muerte del príncipe. Además, señala Berti, es muy importante considerar que la
parte del texto donde se dice que Francesco inventó el tarocchino de Boloña se añadió con
posterioridad —como revela el menor tamaño de la tipografía—, probablemente, con la
intención de «dar lustre al linaje, además de que así se justificaba también la inserción,
realizada por los descendientes de Francesco, del emblema de los Fibbia y de los
Bentivoglio en las reinas de bastos y oros del tarocchino boloñés».

El cuarto argumento tiene relación con un robo. En 1459, durante una investigación a un
caco llamado Floriano, barbero de profesión, descubrieron entre el botín una baraja de
triunfos («unum per cartarum a Triumphis») que había robado a un alemán que
denominan maestro Giovanni d’Alemagna, donde el título de maestro debe entenderse en
relación con algún gremio, quizá el de los naiperos de la ciudad.

Entonces, ¿dónde fue inventado el tarot? ¿En Boloña por el príncipe Fibbia? ¿En la Milán
de Filippo Maria Visconti? ¿En la corte de los Este de Ferrara? ¿En la Florencia de los
Medici? Con los documentos que tenemos hasta la fecha, la respuesta más razonable a
esta pregunta es: hay que seguir investigando.

Conozcamos ahora una curiosa variante del tarot que se desarrolló en Boloña.

El tarocchino boloñés

Tal vez durante el siglo XVI, en Boloña se desarrolló una variante del tarot denominada
tarocchino, que se puede traducir como «tarot pequeño». El nombre se debe a que emplea
menos cartas numerales, pues se eliminaron las cartas que van del dos al cinco de cada
palo. Los triunfos también presentan una pequeña variación. En algún momento anterior
al año 1725, las cartas de la Papisa, la Emperatriz, el Emperador y el Papa se sustituyeron
por cuatro reyes orientales, del mismo valor, llamados Moretti (Moritos).

El triunfo de M. Agnolo Hebreo. British Museum, Londres

La baraja más antigua conocida de posible origen boloñés son dos hojas sin cortar que se
conocen como Tarocchi Rothschild que veremos más adelante, pero no está claro cuándo
fueron realizadas. Del siglo XVI sólo ha sobrevivido un triunfo de procedencia boloñesa.
Es el Diablo y hoy en día se encuentra en el British Museum de Londres. En el reverso de
la carta se muestra el nombre del fabricante, M. Agnolo Hebreo, y el curioso dibujo de un
hombre que ilustra el lema de la baraja: «Quien pierde se rasca el culo» (cha perse se
grata el cullo).

En cambio, se han conservado numerosas barajas del tarocchino boloñés realizadas


durante los siglos XVII y XVIII, como el tarot Dalla Torre, llamado así por el lema del
reverso («Carte Fine Dalla Torre in Bologna»). La más conocida y extraña es una baraja
diseñada por el grabador Giuseppe Maria Mitelli entre 1663 y 1669 para la familia de los
Bentivogli. Mitelli, que también diseñó varios juegos de tablero muy curiosos basados en
el juego de la oca, se apartó de los patrones iconográficos habituales y en algunos triunfos
dio rienda suelta a su fantasía. Por ejemplo, en el Mago aparece representado un músico
tocando una especie de pandereta; en la Estrella se muestra un viajero o un vagabundo
caminando de noche a la luz de una linterna; y la Luna está representada por la diosa
Diana, que mira melancólica la Luna mientras acaricia la cabeza de un perro.

Y con esto ya conocemos las barajas más importantes del siglo XV, en la siguiente entrada
de esta serie hablaré de las más destacadas de los siglos posteriores, cuando el tarot pasó
a Francia, pero antes una última reflexión sobre el origen del tarot.

Los triunfos del Loco, el Mago y el Granduca del tarocchino de Giuseppe Maria Mitelli. Las
xilografías de Mitelli se han conservado por una edición de Francesco Barattini de 1808.
De las ediciones contemporáneas, destaca la versión coloreada por Cornelia Pipoli que fue
publicada por Grafica Gutenberg en 1978

Los condotieros y las cartas

Además de preguntarnos dónde se inventó exactamente el tarot, hay otra cuestión


interesante relacionada con su origen y es entender cómo fue posible que se extendiera
tan rápidamente y quizás jugaron un papel importante los soldados. Me explico.
Durante la primera mitad del siglo XIV, las cartas se pudieron transmitir por una gran
variedad de canales, como los círculos intelectuales, las relaciones diplomáticas y
comerciales o los enlaces matrimoniales de las dinastías gobernantes. Y entre todos estos
canales se encuentran también las guerras. Durante primera mitad del siglo XV, en Italia
se sucedió una contienda tras otra, pero aquel frenesí bélico no supuso un gran trastorno
para la vida cotidiana o el desarrollo económico de las ciudades debido al peculiar modo
que tenían los italianos de entender la guerra. En vez de arrasar campos y ciudades en
campañas interminables, por lo general se limitaban a enfrentarse en batallas pequeñas,
cuando hacía buen tiempo, tratando de devastar lo menos posible el territorio que se
pretendía conquistar.

Además, cuando las finanzas lo permitían, los ejércitos ni siquiera estaban formados por
ciudadanos locales, sino por condotieros, compañías mercenarias que ofrecían sus
servicios al mejor postor, las cuales estaban formadas por soldados profesionales de todas
las nacionalidades. Como ejemplo, baste pensar en la batalla de Borgoforte de 1367, en
la que se enfrentaron las tropas de Bernabò Visconti, señor de Milán, contra las del
emperador alemán Karl IV y sus aliados, los Este de Ferrara. Como describe Geoffrey
Trease, en el campo de batalla se enfrentaron soldados de media Europa:

«El episodio de Borgoforte ilustra perfectamente la naturaleza cosmopolita de los ejércitos


de la época. Mientras que la guarnición [viscontea] quedaba ahora formada por ingleses,
alemanes, italianos y borgoñones, el ejército imperial (más de 20.000 hombres que
avanzaban contra ella), se componía de bohemios, alemanes, suizos, polacos y otros
eslavos, así como bretones, gascones y provenzales (componentes de un contingente
enviado por el papa, aliado del emperador en esta época). Y, por supuesto, también había
italianos, adversarios de Visconti».

Ahora bien, a pesar de esta amalgama de nacionalidades, todos los soldados solían
compartir un mismo objetivo: emborracharse y perder la soldada en juegos de azar, cartas
incluidas, en cuanto disponían de tiempo libre, del cual tenían en abundancia por la
costumbre italiana de realizar la guerra en períodos concretos del año. Así, es fácil
imaginar cómo pudo extenderse tal o cual juego de taberna en taberna de la mano de
unos hombres que sabían que cada noche podría ser la última que pasaran con vida. De
hecho, nos bastaría sustituir al hombre noble de la baraja báquica del maestro Ingold por
un condotiero, para tener un cuadro completo de cartas, vino y soldados de fortuna.

De todas maneas, en el caso de las barajas de lujo, es probable que el canal de transmisión
por excelencia hubieran sido los matrimonios, que eran la mejor herramienta para
concertar acuerdos diplomáticos. Por poner un ejemplo, en 1435, Leonello d’Este, señor
de Ferrara, se casó con Margherita di Gonzaga, hija de Gianfrancesco Gonzaga, señor de
Mantua, y de Paola Agnese, de la casa de los Malatesta, que gobernaban en varias
ciudades de la Romagna y Le Marche. Cuando murió Margherita, en 1439, Leonello estuvo
a punto de casarse con Bianca Maria, de los Visconti de Milán, pero finalmente, en 1444,
contrajo matrimonio con María de Aragón, hija de Alfonso V, rey de Nápoles y Sicilia… Y
este batiburrillo de genealogías y desposorios apenas es una muestra de la enredada
política matrimonial de la Italia renacentista, siempre en busca de un enlace conveniente
a la situación política de cada momento.
Cada vez que dos casas nobiliarias llegaban a un acuerdo matrimonial, se producía un
trasvase entre los dos ámbitos culturales, incluidos los juegos y pasatiempos de cada
corte. Por ejemplo, en 1441, cuando aún no estaba acordado su matrimonio con Francesco
Sforza, Bianca María Visconti pasó una temporada en la corte de Ferrara y es muy probable
que entonces se produjera un intercambio de opiniones sobre los juegos de naipes que
quizás fue decisivo en el desarrollo del tarot.

Si a las guerras con mercenarios de todas las nacionalidades y a los matrimonios


dinásticos, le sumamos el comercio, los concilios, las embajadas, los movimientos de
artistas e intelectuales y la circulación general de ideas que supuso el humanismo,
entonces podemos situar el origen del tarot en una tupida red de ciudades en plena
efervescencia cultural, donde un juego de cartas novedoso, sin duda, no tardaría en ser
conocido por unos y otros.

Bibliografía

(Sobre la historia del tarot en general, véanse las referencias del capítulo 2. Las barajas
milanesas).

El tarot en Ferrara

Bottari, Steffano. I tarocchi di Castello Ursino e l'origine di Bonifacio Bembo. Emporium,


vol. CXIV. Istituto italiano d'arti graphiche, 1951. Págs: 110-24.

Franceschini, Adriano. Note d’archivio sulle carte ferraresi. En Ludica. Annali di storia e
civiltà del gioco, 2 (1996). Roma, 1996.

Ortalli, Gherardo. Giovanni Cagnolo e don Messore: un laboratorio per fabbricare dei
tarocchi alla corte di Borso d’Este. En Ludica. Annali di storia e civiltà del gioco, 2 (1996).
Roma, 1996.

Ortalli, Gherardo. The Prince and the playing cards. The Este family and the role of courts
at the time of the “Kartenspiel-Invasion”. En Ludica. Annali di storia e civiltà del gioco, 2
(1996). Roma, 1996.

El tarot en Florencia

Berti, Giordano. Collezionar… Minchiate. Origini e datazione del gioco dei Germini o
Minchiate fiorentine. En Charta, XXIII, 1996.

Pratesi, Franco. Tarot in Florence in the XVIth century: its diffusion from literary
sources. En The Playing-Card, 16 nº 3 (1988). The International Playing-Card Society.
Londres, 1988.

Pratesi, Franco. On the Introduction of Playing Cards in Florence. En The Playing-Card, 17


nº 3 (1989). The International Playing-Card Society. Londres, 1989.

Pratesi, Franco. Early Laws on Card-Playing in Towns under Florentine Influence. En The
Playing-Card, 18 nº 4 (1990). The International Playing-Card Society. Londres, 1990.
Pratesi, Franco. Carte da gioco a Firenze: il primo secolo (1377-1477). En The Playing-
Card, 19 nº 1 (1990). The International Playing-Card Society. Londres, 1990.

Renzoni, Nazario; Ricci, Andrea. Il nobilissimo giuoco delle Minchiate Fiorentine. Edición
on line de la Accademia de’ Germini (Florencia, 2008), en la que se explican las
complicadas reglas de las minchiate a partir de dos documentos del siglo XVIII.

Sobre las reglas de las minchiate véase:

Regeln des Minchiatta-Spiels. Waltherischen Hofbuchhandlung. Dresde, 1798

Regole Generali del Nobilissimo Giuoco delle Minchiate. Capponi e Bartolomicchi. Roma,
1773.

Disponibles en la página web de la Accademia de’ Germini.

Tarocchino de Bologna

Laghi, Gianfranco. Il gioco dei Tarocchi Bolognesi. Banca Popolare di Bologna e di Ferrara.
Boloña, 1983. Una explicación muy buena de las reglas y la estrategia del tarocchino
boloñés. Disponible en una edición on line de la biblioteca del TreTre.

Vitali, Andrea; Zanetti, Terry. Il tarocchino di Bologna. Storia, Iconografia, Divinazione dal
XV al XX secolo. Edizioni Martina. Bologna, 2005.

Además, se puede encontrar abundante información en la web oficial de Accademia del


Tarocchino bolognese.

Otras referencias del texto

Giorgio, Nicola Antonio de. Playing Cards and Tarots in Naples, 15th-18th Centuries. En
The Playing Card, 34 nº 2 (2005). The International Playing-Card Society. Londres, 2005.

Trease, Geoffrey. Los condotieros. Aymá. Barcelona, 1974. Sobre los condotieros
italianos, recomiendo consultar también la extraordinaria web Condottieri di Ventura, de
Roberto Damiani.

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