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el tarot: 1.

Del nayb al naipe


A finales del siglo XIV los naipes llegaron a Europa desde Oriente y no tardaron en surgir distintas variantes entre las
que quizás se encuentre el antepasado remoto del tarot

Archivado en: tarot - 16 abril, 2016

El desembarco de los naipes

Solemos pensar en la Edad Media como un período triste, de tonos grises, donde la faena
agrícola, la religión y la guerra no dejaban espacio alguno para las actividades lúdicas.
Todo lo contrario, también por entonces gustaban del juego y la diversión. El ajedrez era
el que gozaba de mayor prestigio entre los nobles, en las tabernas no podían faltar unos
dados y en los monasterios tallaban tableros de alquerque en la piedra para jugar en
claustros y pórticos. Las cartas, sin embargo, fueron un descubrimiento tardío, pues no
llegaron a Europa sino hasta el siglo XIV.

Falta aún mucho trabajo de archivo, sobre todo en los países de Europa del este, para
poder reconstruir el proceso con precisión; sin embargo, es probable que las cartas
entrasen desde Oriente por dos frentes: uno por la frontera de Centroeuropa con los
mongoles y otro, quizás más reciente, por el Mediterráneo. En cualquier caso, todo indica
que hacia 1370 debían de ser lo bastante populares como para que las autoridades se
tomaran la molestia de incluirlas entre los juegos prohibidos, tal y como hicieron con los
dados y otros juegos de azar que solían provocar problemas sociales. Así, por ejemplo,
hay constancia de edictos prohibiendo las cartas en Florencia, Siena y París en 1377 y en
Regensburg, Alemania, al año siguiente. En Barcelona y la ciudad francesa de Lille se
prohibieron en 1382; dos años después, en Valencia; y en 1387, por un edicto de Juan I,
en todo el reino de Castilla.
Cuatro cartas de la llamada baraja morisca, conservada en el
Museo Fournier de Naipes de Álava, realizada a principios del siglo XV.

A pesar de esta condena inicial, las cartas terminaron siendo un juego legal practicado por
plebeyos y cortesanos y, en apenas tres décadas, se difundieron por toda la Europa
continental, sobre todo a través de las grandes ciudades portuarias o situadas en vías
fluviales y comerciales, como Barcelona, Valencia, París, Florencia, Basilea, Núremberg y
Marsella. Y aquí nos encontramos ya con uno de los grandes misterios que rodean la
génesis del tarot: ¿cómo es posible que las cartas extendieran con tanta rapidez en una
época en la que aún no existía la imprenta?

Es probable que esta celeridad guarde relación con la industria papelera. El papel llegó a
Europa en el siglo XII y, poco a poco, fue ganando terreno al pergamino, mucho más
costoso de producir. Ya en el siglo XIV, en vísperas del desembarco de las cartas, existían
numerosos centros de producción papelera, los cuales solían ubicarse cerca de ríos de
agua clara, pues el proceso de fabricación consumía muchísima agua y el transporte de
las pesadas resmas de papel resultaba mucho más cómodo si seguía una arteria fluvial.

Por entonces, el papel se fabricaba con trapos viejos de color blanco, que se trituraba en
molinos de agua y luego se dejaba fermentar para conseguir pasta de papel. La demanda
de papel aumentó mucho a finales del Medioevo, en gran parte debido al desarrollo de las
universidades, el comercio y las actividades burocráticas inherentes a la administración
de unas ciudades cada vez más pobladas. Los artesanos papeleros, incapaces de
abastecerse con la ropa vieja que podían conseguir en las cercanías, fueron cada vez más
lejos en su busca. En Italia, donde la industria papelera era muy fuerte, surgió un nuevo
tipo de profesional, el cenciaiolo o straccivendolo, el mercader de trapos viejos. Estos
mercaderes tejieron una red comercial por todas las grandes ciudades y, como explican
Lucien Febvre y Henri-Jean Martin, «muchos naypiers, maestros naiperos, eran
también cenciaioli». Por lo tanto, podemos sospechar que, cuando llegaron las cartas a
Europa, no tardaron en expandirse por las mismas arterias comerciales que habían abierto
los profesionales del papel. Ahora bien, ¿de dónde habían salido exactamente aquellas
cartas?

Cartas mamelucas
En una crónica de la ciudad italiana de Viterbo escrita por un fraile llamado Francesco
d'Andrea, hoy perdida pero citada por fuentes posteriores, se dice que «en el año 1379
llegó a Viterbo el juego de las cartas, que en el habla de los sarracenos se llama nayb».
Por este documento y otros similares, los expertos coinciden en que el origen inmediato
de los naipes europeos se encuentra en el mundo árabe, adonde habrían llegado desde
India o China después de pasar por Persia. De hecho, el término nayb —al igual que otras
variantes de la época, como naibi, nahipi o naips—, probablemente sería una deformación
de na'ib, virrey, nombre que recibía una de las figuras de las barajas árabes. Es de este
término de donde deriva la palabra española «naipe» para designar genéricamente las
cartas de juego.

Una hoja sin cortar de una baraja realizada hacia el año 1414 en
Barcelona

Aparte de alguna carta suelta, la baraja árabe más antigua que se conoce es la llamada
«baraja de los mamelucos», que fue pintada a mano hacia el año 1400. Se conserva casi
completa en el Palacio de Topkapi, en Estambul. Las cartas son grandes, de unos 25 cm
de alto por 9,5 de ancho, y están decoradas con gran virtuosismo. Cada palo está formado
por diez cartas numerales y tres cartas de la corte, que se identifican por unos textos
explicativos enmarcados en un recuadro azul y no por su apariencia formal, pues en la
tradición musulmana, por lo general, estaba mal considerada la representación de figuras
humanas. Estas tres cartas de la corte son el rey (malik), el virrey o gobernador (na'ib) y
el segundo gobernador (na'ib thani), que al llegar a Occidente se convirtieron en el rey,
el caballo y la sota de la baraja latina; y en el rey (könig), la sota mayor (ober) y la sota
menor (unter) de la baraja alemana.

El profesor Leo Aryeh Mayer, quien dio a conocer la baraja en un artículo publicado en
1939, sostenía que esta baraja mameluca constaba de cinco palos, pero un análisis más
detallado de Michael Dummett y Kamal Abu-Deeb en 1973 reveló que, en realidad, eran
cuatro, los mismos que se conservan, adaptados, en las barajas latinas. El primero son
las cimitarras, el sable curvo característico del mundo musulmán, que se enderezaron
para convertirse en espadas cristianas. Otro son los dírhams, una moneda milenaria del
mundo musulmán. Este palo, que en español se tradujo como «oros» y en italiano
«denari», resulta muy útil para datar las barajas, pues, aunque en las cartas mamelucas
se muestran unas monedas genéricas, en Occidente fue costumbre representar las
monedas en curso de cada lugar. El tercero son los tacos de polo, un deporte ecuestre ya
por entonces muy popular en Oriente, sobre todo en Persia. En Occidente no se conocía
y, en España, aquellos tacos se transformaron en bastos, es decir, en porras, un arma de
madera propia del mundo rural; mientras que en Italia, los convirtieron en «bastoni»,
mazas ceremoniales. El cuarto palo de las barajas musulmanas también resultaba extraño.
En turco se conocía como «tûmân» y vendría a representar lo «muy numeroso». Pero su
apariencia sí que resultaba clara, eran copas.

Cuatro cartas de la baraja mameluca. De izquierda a derecha: diez de dírhams, rey de


tûmân, cuatro de cimitarras y dos de tacos de polo

El escurridizo antepasado del tarot

Como vemos, resulta fácil identificar al ancestro de la baraja latina. Los cuatro palos —
oros, copas, bastos y espadas—, las tres figuras —rey, caballo y sota— y las diez cartas
numeradas derivan directamente de las barajas del mundo musulmán. Sin embargo, en
el tarot nos encontramos con dos características peculiares que no guardan relación con
las barajas musulmanas: cuenta con cuatro figuras en vez de tres —sota, caballo, reina y
rey— y tiene un quinto palo de cartas con funciones especiales, los triunfos, con mayor
valor que las ordinarias. Más adelante profundizaremos en la cuestión de las reinas,
centrémonos ahora en los triunfos. ¿Fue el tarot la primera baraja que incorporó un quinto
palo con triunfos o ya existía algún juego más antiguo con esta característica?
Detalle del folio 313v del Meliadus or Guiron le
Courtois (1352-1362), en el que se muestra una partida de cartas, una de las primeras
representaciones gráficas de los naipes en Europa (gracias a R. Place por el
descubrimiento)

En este sentido resulta interesante destacar que en Alemania se produjo una gran
creatividad en torno a los naipes desde un principio. En general por toda Centroeuropa,
tal vez por la mayor lejanía geográfica y cultural con el mundo árabe, tal vez porque
conocieron los naipes por los mongoles, emplearon otros símbolos para diferenciar los
cuatro palos —corazones, hojas, bellotas y cascabeles—, de los que derivan los motivos
de la baraja francesa: corazones, picas, tréboles y rombos.

Además de adaptar los símbolos de los cuatro palos a sus propias referencias culturales,
también desarrollaron una gran variedad de barajas con un estilo original. El documento
que nos aporta más información al respecto es la homilía Tractatus de moribus et
disciplina humanae conversationis. Se piensa que fue escrita en 1377 por un monje
dominico llamado Johannes von Rheinfelden en la ciudad alemana de Friburgo de
Brisgovia, pero el manuscrito original se ha perdido y sólo se conservan cuatro copias:
tres de 1472 y una de 1429. Inspirándose en El juego del ajedrez («De ludo scachorum»)
del monje dominico Jacobo de Cessolis, Johannes utilizó las cartas como una excusa
metafórica para exponer su visión moral de la sociedad.

Una de las barajas que describe era una colección de 52 cartas que se organizaban en
cuatro palos de 13 cartas. Cada palo incluía diez cartas numeradas y tres figuras de la
corte: un rey y dos cargos que denomina «marschallis» (oficiales). También menciona
otra con la misma estructura, pero con reinas en vez de reyes. También menciona barajas
con dos reyes y dos marschallis, con seis reyes y sus respectivos marschallis, con cuatro
reinas y sus cuatro doncellas… Esta gran variedad de barajas parecen síntomas de una
fase de experimentación que, además, podemos confirmar con una serie de barajas
lujosas de origen alemán realmente insólitas: las barajas de caza.

La más antigua de las que se han conservado es la «baraja de Stuttgart» y fue realizada
hacia 1430. Entre cartas numeradas y figuras de la corte, consta de 52 cartas repartidas
en cuatro palos que simbolizan elementos de la caza: dos eran presas (ciervos y patos) y
los otros dos, cazadores (perros y halcones). Otra baraja similar es la de Ambras, realizada
unos diez años después, cuyos palos son halcones, perros, garzas y reclamos. Se
diferencia de la baraja de Stuttgart porque, además del unter (sota inferior), el ober (sota
superior) y el rey, incorpora una cuarta figura a la corte: la reina .

Por la homilía de Johannes y las barajas de caza podemos inferir que, en el último tercio
del siglo XIV, en Alemania experimentaron distintos diseños y estructuras, por lo que
resulta razonable preguntarse si alguno de ellos pudo ser el origen del tarot.

Los ocho emperadores del maestro Ingold

El juego alemán más antiguo que conocemos con triunfos es el Karnöffel, que quizás
derivase de un juego de cartas persa o indio llamado kanjifah o ganjifa. Por diversas
referencias, sabemos que para finales del siglo XV constaba de siete u ocho cartas
especiales. Según Michael Dummett, el Karnöffel se jugaba con una baraja alemana de la
que se quitaban los ases. Es decir, tenía nueve cartas numeradas —del dos al diez— y las
tres figuras de la corte características de Alemania: el rey, el under y el ober, que
equivaldrían al caballo y la sota de las barajas españolas y se diferencian por la posición
del signo del palo, encima en el ober y debajo en el under.

En general, en los juegos de cartas alemanes la función de los triunfos suele recaer en las
figuras del under y el ober. Es el caso, por ejemplo, del schafkopf (cabeza de oveja), un
juego típico de la región de Baviera, cuya antigüedad se remonta a principios del siglo
XVIII. En el Karnöffel, al principio de cada ronda, se escogía un palo para que sirviese de
triunfo. El under de este palo era la carta de mayor valor y recibía el nombre de Karnöffel.
Siempre de este palo, seguían en valor el seis, llamado el Papa, y el dos, que se
denominaba Kaiser, Emperador. El siete de triunfos era otro triunfo; se llamaba Diablo o
siete malvado y cumplía funciones similares al Loco del tarot. Además, tenían un valor
especial el tres, el cuatro y el cinco del palo escogido como triunfos. No está claro si había
más cartas con funciones especiales.

El juego del Karnöffel, por lo tanto, podría ser el antepasado directo del tarot, pero nos
falta resolver una cuestión fundamental para confirmar esta hipótesis. La referencia más
antigua al juego del Karnöffel es de 1426, en una ordenanza municipal de la ciudad de
Nördlingen, en Baviera. El tarot surge unos quince años después, por lo que si el Karnöffel
es más antiguo cabe sospechar que fue el primer juego en incorporar un quinto palo de
triunfos. Sin embargo, en la ordenanza de Nördlingen no se especifica cómo era el
Karnöffel, por lo que no podemos saber con seguridad si el Karnöffel comenzó a jugarse
con triunfos influenciado por el tarot. Es más, aunque el Karnöffel ya tuviera triunfos en
1426, ¿podemos saber qué papel representaban esas cartas especiales en el juego?

Para responder esta pregunta, podemos acudir a otro juego con cartas especiales que
aparece en Alemania por estas fechas; aunque en este caso no es una baraja, sino un
libro. Fue escrito hacia 1432 por un monje dominico conocido como maestro Ingold y lleva
por título Das spiel guldin, «El juego de oro». Inspirándose también en Cessolis, Ingold
compara siete juegos con los siete pecados capitales. Al ajedrez le toca el orgullo y a las
cartas, la lujuria.

Fragmento de una página de El juego del oro de una


edición de 1472

El texto ha llegado muy corrupto y muchos pasajes son ininteligibles, pero lo más probable
es que la baraja descrita por Ingold constase de 60 cartas repartidas en cuatro palos
relacionados con el amor: rosas, símbolo de la belleza; coronas o diademas, que realzan
la belleza; anillos, que denotan amor secreto; y monedas, que permiten comprar el amor
o, mejor dicho, los servicios sexuales de una prostituta, que era una de las cartas del
juego.

Cada palo incluye diez cartas numeradas, tres figuras de la corte —rey, reina y dama de
compañía—, y, en vez del unter y el ober, dos cartas especiales que actúan como triunfos,
es decir, con mayor puntuación que las demás cartas. Como hay un unter y un ober en
cada palo, en total hay ocho triunfos. Lothar Teikemeier, uno de los mayores expertos en
el estudio del tarot, señala que estos ocho triunfos son el hombre noble («edelman»), el
prestamista («wuchrer»), el mal sacerdote («ptaff»), la prostituta («toypel»), el rufián,
es decir, el hombre que trafica con prostitutas, («riffian»), el encargado del local («wirt»),
el vinatero («weinman»), y el agricultor o viticultor («ackerman» o «pauman der ven wein
pauwn soll»).
Estas ocho cartas especiales tienen más valor que las cartas ordinarias, como ocurrirá en
el tarot, y entre ellas, se establece una curiosa relación jerárquica: el prestamista gana al
hombre noble; el mal sacerdote al prestamista, la prostituta al mal sacerdote, el rufián a
la prostituta, el encargado al rufián, el vinatero al encargado, y el campesino gana al
vinatero y al encargado. De esta manera, se refleja la concepción moral del maestro Ingold
sobre el trabajo, el sexo y el vino. El hombre noble sólo puede perder, arruinado por las
deudas, si se adentra por estos lares; mientras que el honrado campesino, no es ganado
por nadie y cuenta con más posibilidades de ganar que los demás personajes, que sólo
tienen una. Y aquí es, según Teikemeier, donde se produce el mayor parecido con lo que
será el juego del tarot:

«La diferencia jerárquica entre las ocho cartas es que cinco tienen una posibilidad de
perder y otra de ganar, por lo que se equilibran. Las excepciones son las otras tres: El
hombre noble no tiene ninguna posibilidad de ganar, pero sí una de perder (contra el
prestamista), por lo que es la "carta más baja". El encargado tiene una oportunidad de
ganar (contra el rufián), pero dos posibilidades de perder (contra el vinatero y el
agricultor), por lo que es la "la segunda carta más baja". La "carta más alta" es el
agricultor, ya que tiene dos posibilidades de ganar y no puede ser capturado. Estas
peculiaridades son muy parecidas a las que aparecerán después en el juego del tarot,
donde hay un triunfo más alto (el Mundo), otro más bajo (el Mago) y uno que no puede
ser capturado (el Loco)».

Por lo tanto, si la baraja imaginaria de Ingold reflejara las reglas reales del juego del
Karnöffel, podríamos suponer que el tarot deriva de este juego alemán. En este sentido,
hay otro documento muy interesante a tener en cuenta. Es del año 1423, después de que
concluyera el concilio ecuménico de Constanza (1414-1418), durante el que se reunieron
delegados de todas las grandes cortes de Europa en esta ciudad alemana. En este
documento se menciona un pago de la casa de Este, señores de Ferrara, por una baraja
que llaman de los ocho emperadores («carte da VIII imperadori»). No sabemos qué
significaba exactamente la palabra Karnöffel, que quizás sólo sea una adaptación del
término persa kanjifah, pero, en los siglos XV y XVI, el juego del Karnöffel también fue
conocido como Kaiserspiel, Ludus Imperatoris y Ludus Caesarum, términos que se pueden
traducir como «el juego de los emperadores». Por lo tanto, es muy probable que el juego
de los ocho emperadores mencionado en la nota de Ferrara de 1423 sea el Karnöffel, lo
cual nos permitiría pensar que podría tratarse del antepasado directo del tarot inventado
Italia en el siglo XV.
En Centroeuropa experimentaron con varios tipos de diseños durante el siglo XV. La
Hofämterspiel, realizada hacia 1453, es una de las barajas de lujo más curiosas de la
época. Cada palo representa un reíno (Francia, Alemania, Bohemia y Hungría) y está
formado por distintos oficios. Curiosamente, ya aparece la figura del loco en la carta más
baja, el as, con sus significados simbólicos habituales (locura, necedad, pecado)

Cartas figuratas

Antes de abandonar Alemania, podemos plantearnos una pregunta muy interesante: ¿por
qué hicieron tantas barajas distintas mientras que en el resto de Europa se limitaron a
adaptar los cuatro palos de las barajas árabes? En parte, supongo que la cuestión está
relacionada con el origen de la xilografía.
La baraja alemana de Cloister, realizada hacia el año 1475, con sus naipes
ovalados, es otro ejemplo de la creatividad con se hacían las barajas de lujo en
Centroeuropa

Como explican Febvre y Martin, esta técnica de impresión ya se empleaba hacia 1350,
unos cien años antes de que hiciera aparición la imprenta, justo en vísperas de la gran
expansión del naipe por Europa. Por entonces, se aplicaba sobre todo en tres tipos de
productos. Uno era en estampados textiles, otro para algunos detalles de los libros de
pergamino, como las grandes letras capitales con que iniciaban los capítulos, y el tercero,
para reproducir estampas populares:

«Las primeras xilografías que conocemos parecen remontarse al último cuarto del siglo
XIV […]. Esta nueva técnica, que permitía multiplicar las imágenes religiosas en gran
escala por medio de un material muy sencillo —algunos pedazos de madera y un cuchillo—
, alcanzó de pronto gran auge. En tiempos en los que la religión constituía el centro de
toda la vida intelectual y espiritual, en los que la iglesia tenía un papel principal y en los
que la cultura era esencialmente oral, el empleo de una técnica capaz de permitir la
multiplicación de imágenes piadosas resultaba más necesaria que la imprenta. Hacer
llegar a todas partes las imágenes de santos que hasta entonces sólo era posible ver en
los adornos de los capiteles, en las fachadas, en los muros y en los vitrales de las iglesias,
así como divulgar sus leyendas; lograr que cualquiera pudiese contemplar, a su gusto y
en su propia casa, los milagros de Jesucristo y las escenas de la pasión; hacer revivir los
personajes de la Biblia; evocar la cuestión de la muerte; representar la lucha de ángeles
y demonios en torno al alma de un moribundo, tal fue el papel esencial de la imaginería
xilográfica, cuya necesidad se hizo sentir mucho antes y con mayor fuerza que la de
reproducir un gran número de ejemplares de textos literarios, teológicos o científicos,
manuscritos hasta entonces, para satisfacer las exigencias de una minoría de letrados y
doctores».

Y lo que es más interesante es que aquella industria de la xilografía recién nacida se


localizaba principalmente en los Estados franco-flamencos del ducado de Borgoña y en la
región de Renania, una zona idónea para el comercio y la industria del papel al estar
recorrida de arriba abajo por el río Rin. Así, podemos suponer que, una vez que llegaron
las cartas a Europa, en Renania se reunían los elementos necesarios para que fructificasen
nuevos diseños: tenían acceso al papel gracias a la ruta comercial del Rin; como todas las
zonas fronterizas y comerciales, disfrutaba de una cultura rica y variada, estímulo
fundamental para cualquier desarrollo creativo; y, además, dominaban el arte de la
xilografía que pronto daría origen a una floreciente industria de las estampas populares,
en la que había santos, claro, pero también cartas de juego. De hecho, que tengamos
constancia, la primera vez que se mencionan las cartas en Boloña, ciudad universitaria
clave en la redifusión de los naipes por el resto de Italia, es en 1395, cuando llegó a la
ciudad un hombre llamado Federico de Germania para vender «cartas con figuras e
imágenes y figuras de santos» («cartas figuratas ad imagines et figuras sanctorum»; en
Ortali, 1996: 197).

En resumen, contamos con suficientes indicios para suponer que, cuando llegaron las
cartas a Alemania, quizás entre 1350 y 1370, sobre todo en la zona de Renania, ya existía
la suficiente experiencia en la técnica de la xilografía para experimentar nuevos diseños y
un mercado lo suficientemente receptivo a las novedades para impulsarlos. De todas
maneras, para apuntalar esta hipótesis quedan estudios pendientes que analicen en
profundidad la relación entre la industria del papel (tanto los molinos como los recolectores
de trapos viejos), con el nacimiento de la xilografía en Renania y la posible presencia de
los naipes en los países de Europa del Este a mediados del siglo XIV, así como un mayor
trabajo de archivo en las bibliotecas alemanas en busca de más documentos que permitan
determinar con exactitud cuándo llegaron los naipes a Renania.

Bibliografía

Sobre el origen de las cartas de juego y su desembarco en Europa:

Dummett, Michael. The Game of Tarot. Duckworth, 1980.

François, Andre. Histoire de la Carte à jouer. SERG. París, 1974.

Kaplan, Stuart R. The Encyclopedia of Tarot. U.S. Games Systems. 2005.

Lehmann-Haupt, Hellmut. Gutenberg and the Master of the Playing Cards. Yale University
Press. Londres, 1966.

Lo, Andrew. The Late Ming Game of Ma Diao. En The Playing Card: Journal of the
International Playing Card Society, XXIX noº 3 (2000). pp. 115-136.

Mann, Sylvia. Collecting Playing Cards. Howard Baker Press. Londres, 1979.

Ortalli, Gherardo. The Prince and the playing cards. The Este family and the role of courts
at the time of the “Kartenspiel-Invasion”. En Ludica. Annali di storia e civiltà del gioco, 2
(1996). Fondazione Bennetton Studi Ricerche. 1996.

Parlett, David. A history of card games. Oxford University Press. New York, 1991.

Teikemeier, Lothar. Early references to playing cards and related articles. En trionfi.com.

Wintle, Simon. Early references to Playing Cards. En The word of playing cards.
Cartas mamelucas:

Abu-Deeb, Kamal; Dummett, Michael. Some Remarks on Mamluk Playing


Cards. En Journal of the Warburg and Courtauld Institutes, Vol. 36, (1973), pp. 106-128.
The Warburg Institute, 1973.
Mayer, Leo Ary. Mamluk Playing Cards. Brill Academic Pub. Leiden, 1971.

Barajas alemanas

Meurer, Heribert. Das Stuttgarter Kartenspiel. Wurttembergisches Landesmuseum.


Stuttgart, 1991. Edición bilingüe alemán e inglés.

Richter, Ernst-Ludwig y Härlin, Heide. The 'Stuttgarter Kartenspiel': Scientific Examination


of the Pigments and Paint Layers of Medieval Playing Cards. En Studies in
Conservation, Vol. 21, No. 1 (Feb., 1976), pp. 18-24. International Institute for
Conservation of Historic and Artistic Works, 1976.

El Tractatus de moribus et disciplina humanae conversationis de Johannes aun no se ha


publicado, aunque Arne Jönssen está preparando una edición crítica. Jönssen es quien ha
vuelto a rescatar la hipótesis de que el texto original fue escrito en 1377. Al respecto,
véase:

Jönssen, Arne. Card-playing as a Mirror of Society: On Johannes of Rheinfelden's Ludus


cartularum moralisatus. En The Medieval Review, TMR 08.06.11 (2008-06). University of
Mississippi, 2008.

Que yo sepa, tampoco existe una edición moderna de Das spiel guldin del maestro Ingold.
Quien sepa desenvolverse con el enrevesado alemán medieval puede consultar la edición
on line del códice original de la Bibliotheca Augustana. Así como la edición de una edición
de 1472 que ofrece on line la Bayerische Staatsbibliothek.

En su defecto, se pueden consultar varias partes traducidas al inglés por Lothar


Teikemeier, así como su magnífico análisis del texto en http://trionfi.com/0/mi/00

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autores hace tropecientos mil años, pero si alguna contraviene algún copy, por favor,
avísenme para retirarla.

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