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Las barajas populares de tarot más antiguas que se conservan son francesas, del siglo XVI,
pero por varios documentos podemos suponer un origen más antiguo.
Un juego diabólico
En todas las barajas del siglo XV, los triunfos carecían de numeración
y nombre. Aún no se acostumbraba incluir los rótulos como motivo
decorativo y los jugadores no los necesitaban para identificar las
cartas, lo cual nos dificultaría en gran medida interpretar
correctamente las alegorías de los triunfos de no ser por los
numerosos documentos donde se mencionan el nombre y la manera
en que estaban ordenados. El texto más valioso para saber cómo
llamaban a los triunfos a finales del siglo XV es un sermón en el que
un fraile cuyo nombre desconocemos critica los juegos de azar y el
tarot. Se piensa que fue escrito entre 1490 y 1500 por el tipo de
filigranas del papel y lleva por título Sermo perutilis de ludo cum
aliis (Sermón sobre los juegos de azar), aunque suele
denominarse Sermón de Steele por Robert Steele, el historiador que
lo dio a conocer a principios del siglo XX.
En este sermón, después de afirmar que los juegos de azar, como los
dados y las cartas, son un invento del Diablo, el autor habla del tarot,
que le parece espantoso por emplear temas cristianos y hacer
referencia al papa y el emperador.
«El tercer género de juegos son los triunfos [el tarot]. No hay en el
mundo un juego tan odioso para Dios como los triunfos. Como
veremos, aparecen todos los obstáculos de la fe cristiana. Se llaman
triunfos porque, como parece, están dedicados al diablo. En ningún
otro juego triunfa la perdición de las almas como en este. En este
juego no solo están incluidos de forma irreverente Dios, los ángeles,
los planetas y las virtudes cardinales, sino que también entran en el
juego el papa y el emperador, para mayor indecencia de los
cristianos».
«El juego con las cartas de triunfos, es decir, el tarot, estuvo limitado
al principio a la corte donde había sido inventado, y tal vez
inmediatamente después a una o más cortes. Solo más tarde, el
juego con estas cartas se pudo haber infiltrado entre las clases
menos acomodadas, las cuales no tenían dinero para comprar cartas
pintadas a mano. Estas clases solo pudieron jugar con las nuevas
barajas de este tipo cuando los maestros naiperos realizaron matrices
de madera para estampar los triunfos y las reinas, produciendo así
barajas de tarot económicas para una clientela más extendida».
El tarot en Francia
Tres cartas del tarot de París. De izquierda a derecha, el Carro (Le Chariot),
la Rueda de la Fortuna (La Roue de Fortune) y el Diablo. El ajedrezado del
borde exterior es característico de las barajas populares italianas de los
siglos XVI y XVII.
»La lune les estoilles / la foudre prins / a forcé quy soit / pendu e
trannay / au dyable».
El tarot de Marsella
Como hemos visto, desde 1442, las barajas del tarot se denominaban
juego de triunfos. La primera vez que se emplea un término similar a
«tarot» es en un documento de 1505 de la ciudad de Aviñón, que
desde hacía unos veinte años se había convertido en uno de los
principales centros de producción industrial de cartas de juego, al
igual que sucedía con la vecina ciudad de Lyon. En este documento se
explica que un maestro naipero llamado Jean Fort ha enviado al
pueblo de Pinerolo, cerca de Turín, 48 barajas de cartas de las que
«se llaman habitualmente taraux» («quatuor vulgo quartarum
duodenis appelatarum taraux», Depaulis, 2000). Este mismo año,
también aparece el término «tarochi» en Ferrara, en un registro del
30 de junio. Desde entonces, se empleará cada vez con más
frecuencia, tanto sus variantes francesas (tarau, tarault, tarots,
tarot), como las italianas (tarocchi, tarocco, taroccho, tarochino), que
terminarán por sustituir por completo a la locución «gioco di trionfi»
utilizada hasta entonces.
«Es posible que sea correcta la etimología dada por costumbre en los
diccionarios, según la cual la voz [tarocco] vendría del italiano
antiguo “altercare”, pelear. De aquí habría derivado “altarcare”, es
decir, en la jerga de los jugadores de cartas de antaño, responder al
juego del adversario con una carta de mayor valor. No está clara la
manera en que el verbo “taroccare” haya entrado en el lenguaje
común con el sentido de oponer un objeto o un documento, pero es
posible que derive precisamente de la pelea en el juego. De hecho,
todavía hoy en el dialecto de Ferrara “tarocar” significa enfadarse,
refunfuñar, pero también falsificar algo, mientras que una “tarocada”
es una estupidez, una imbecilidad y también una estafa. Estos
significados se empleaban sin duda a principios del siglo XVI».
A pesar de las pistas que sitúan el origen del término tarot en Italia,
hay dos hechos que permiten sospechar que podría encontrarse en
Francia. Primero, el maestro naipero de Avignon habla de unas cartas
que vulgarmente o habitualmente se denominan taraux («vulgo
appelatarum taraux»). Es muy fácil que en un círculo pequeño, como
la élite aristocrática italiana, se introduzca un término y se propague
con rapidez. Pero para que el pueblo comience a utilizar una palabra
nueva se requiere tiempo (por lo menos en aquella época, que no
existía la televisión). Esto supone que podemos retrasar el uso del
término taraux en la zona de Avignon a algunos años antes de 1505.
»Et che sia ver, colei che versa i fiaschi, Ci mostra chiar, ch’ei fusse
un ebbriaco: E quel nome fantastico e bizarro Di Tarocco,
senz’ethimologia, Fa palese a ciascun, che i ghiribizzi Gli havesser
guasto e storppiato il cervello».
«Et dico,che fù buona fantasia Porli tal nome, assai scuro al presente,
Perch’è corrotto dalla lunga via. Gia s’appellò Teroco anticamente,
Quasi teriocor, che in Lingua Latina Vuol dir tre fiate giuoco
parimente. Onde veggiorn, che il giocatore inchina A’ far tre sorti di
giuoco in un tratto,
Com’ei dimostra nella sua dottrina».
La tarasca y el tarot
La expansión francesa
Hojas de Rothschild. A la derecha, la hoja del museo del Louvre con los
triunfos de la Torre, la Estrella, la Luna, el Diablo, el Carro y la Muerte. A la
izquierda, la hoja de la Bibliothèque de l’Ecole Nationale Supérieure des
Beaux-Arts de París con los triunfos del Sol, el Mundo, el Colgado, la Rueda,
el Juicio y el Tiempo. Por diversos detalles iconográficos y el estilo del
dibujo, se considera que las dos hojas pertenecían a la misma baraja. El
hecho de que el personaje masculino del triunfo del Carro y el del Mundo
vayan cubiertos con el mismo casco alado es uno de estos detalles
La hoja Rosenwald se conserva en la National Gallery of Art de
Washington. Tiene 21 triunfos (sólo falta el Loco) y tres reinas, una
figura característica de las barajas de tarot. Seguramente, se salvó
por una errata de imprenta. Los triunfos del Ermitaño, la Fortaleza, la
Justicia y la Templanza tienen la numeración romana al revés: IIX en
vez de XII, IIIV por VIII, etcétera. En general, la numeración solía
estamparse después del dibujo y se ve que el impresor se dio cuenta
de la errata y recicló esta hoja para cualquier otra utilidad, como
forrar un libro (muchas hojas de imprenta se han conservado por este
espíritu ecológico de nuestros antepasados). Kaplan considera que
debió de ser realizada a principios del siglo XVI, ya que —aunque los
triunfos van numerados— carecen de rótulo identificativo y tampoco
habría espacio para haberlo puesto en caso de que la hoja hubiera
sido terminada. Por diversas analogías, Dummett sospecha que pudo
ser realizada en Florencia, pero esta hipótesis está por confirmar, al
igual que la fecha en que fue realizada.
Con las hojas sin cortar podemos dar por concluida esta introducción
a las principales barajas históricas del tarot. Por el camino me
he dejado algunas variantes locales —como el tarot siciliano, el
romano, el ligur—, así como algunas barajas peculiares —como el
tarot de Boiardo, el de Sola Busca, el de Leber y el mal llamado tarot
de Mantegna—, pero de estas ya hablaré en otro momento.
Bibliografía
El tarot en Francia
http://newsletter.tarotstudies.org/2006/10/hunting-true-marseille