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el tarot: 4.

El triunfo de los triunfos

Las barajas populares de tarot más antiguas que se conservan son francesas, del siglo XVI,
pero por varios documentos podemos suponer un origen más antiguo.

Archivado en: tarot - 27 abril, 2016

Ya conocemos la historia de las primeras barajas de lujo del juego del


tarot o, al menos, las cuestiones principales que rodean su
origen, ahora toca analizar cómo nacieron las barajas históricas
populares, las que dieron lugar al llamado tarot de Marsella, el más
conocido hoy en día, y este es un episodio relacionado con el Diablo.

Un juego diabólico

En todas las barajas del siglo XV, los triunfos carecían de numeración
y nombre. Aún no se acostumbraba incluir los rótulos como motivo
decorativo y los jugadores no los necesitaban para identificar las
cartas, lo cual nos dificultaría en gran medida interpretar
correctamente las alegorías de los triunfos de no ser por los
numerosos documentos donde se mencionan el nombre y la manera
en que estaban ordenados. El texto más valioso para saber cómo
llamaban a los triunfos a finales del siglo XV es un sermón en el que
un fraile cuyo nombre desconocemos critica los juegos de azar y el
tarot. Se piensa que fue escrito entre 1490 y 1500 por el tipo de
filigranas del papel y lleva por título Sermo perutilis de ludo cum
aliis (Sermón sobre los juegos de azar), aunque suele
denominarse Sermón de Steele por Robert Steele, el historiador que
lo dio a conocer a principios del siglo XX.

En este sermón, después de afirmar que los juegos de azar, como los
dados y las cartas, son un invento del Diablo, el autor habla del tarot,
que le parece espantoso por emplear temas cristianos y hacer
referencia al papa y el emperador.

«El tercer género de juegos son los triunfos [el tarot]. No hay en el
mundo un juego tan odioso para Dios como los triunfos. Como
veremos, aparecen todos los obstáculos de la fe cristiana. Se llaman
triunfos porque, como parece, están dedicados al diablo. En ningún
otro juego triunfa la perdición de las almas como en este. En este
juego no solo están incluidos de forma irreverente Dios, los ángeles,
los planetas y las virtudes cardinales, sino que también entran en el
juego el papa y el emperador, para mayor indecencia de los
cristianos».

Luego enumera los triunfos siguiendo el orden que por entonces


debían de tener algunas barajas del norte de Italia, sobre todo las de
procedencia lombarda. El nombre de algunos triunfos, como el
Bagatela (el Mago) o el Jorobado (el Ermitaño) eran distintos a cómo
se conocen hoy en español.

«Los 21 triunfos son los escalones de la escalera que lleva a los


infiernos más profundos. El primero se llama bagatela, y es el más
bajo de todos. 2, emperatriz. 3, emperador. 4, la papisa (miserable el
que reniega de la fe cristiana). 5, el papa (o pontífice, que estos
sinvergüenzas nombran su capitán cuando en vez de eso representa
toda santidad). 6, la templanza. 7, el amor. 8, el carro triunfal (o
mundo pequeño). 9, la fortaleza. 10, la rueda (es decir, reino, reiné y
estoy sin reino). 11, el jorobado. 12, el colgado. 13, la muerte. 14, el
diablo. 15, la saeta. 16, la estrella. 17, la luna. 18, el sol. 19, el
ángel. 20, la justicia. 21, el mundo (es decir, Dios padre). 0, el loco o
el nada (nisi velint)».

El Sermón de Steele también nos revela otro hecho importante: hacia


1490 el tarot ya era un juego tan popular como para que un fraile
considerase necesario incluirlo en un discurso dirigido al pueblo.
Como vimos, los historiadores mantienen posiciones encontradas
sobre el origen popular o nobiliario de las cartas. Los partidarios de la
primera opción sostienen que el juego de los triunfos fue inventado
por alguna industria artesana local, quizás la boloñesa, y de ahí
habría pasado a las cortes italianas. Por el contrario, otros
historiadores sostienen que el camino fue a la inversa. En palabras de
Michael Dummett:

«El juego con las cartas de triunfos, es decir, el tarot, estuvo limitado
al principio a la corte donde había sido inventado, y tal vez
inmediatamente después a una o más cortes. Solo más tarde, el
juego con estas cartas se pudo haber infiltrado entre las clases
menos acomodadas, las cuales no tenían dinero para comprar cartas
pintadas a mano. Estas clases solo pudieron jugar con las nuevas
barajas de este tipo cuando los maestros naiperos realizaron matrices
de madera para estampar los triunfos y las reinas, produciendo así
barajas de tarot económicas para una clientela más extendida».

En cualquier caso, ya lo hubiera inventado la nobleza o el pueblo


llano, el juego de los triunfos cada vez gozó de mayor aceptación
durante el último tercio del siglo XV y durante el siglo XVI se produjo
su expansión definitiva por todo el continente europeo. Este triunfo
de los triunfos coincidió con su trasvase al suelo francés.

El tarot en Francia

A finales del siglo XV, el tarot comenzó a conocerse en Francia y


durante el siglo siguiente alcanzó gran popularidad por todo el país.
Sobre todo en las ciudades de Rouen, París, Lyon, Avignon y la región
de Provenza se desarrollaron florecientes industrias naiperas, cuyas
exportaciones alcanzaban Inglaterra, España, Portugal, Países Bajos y
la región de Lombardía, que desde el cambio de siglo estaba bajo
control francés. Sin embargo, a pesar de esta actividad, constatada
por varios documentos, apenas nos quedado unas pocas barajas
populares de los siglos XVI al XVIII. Como se realizaban en
materiales de baja calidad y costaban muy poco, la vida de estas
barajas era muy corta y, en cuanto se estropeaban terminaban en la
basura.

El Ermitaño y la Torre del tarot de Catelin Geofroy

Michael Dummett estima, de forma prudente, que se debieron de


producir un millón de barajas de tarot en Francia durante el siglo
XVII, de las que apenas se conservan tres. Para el siglo anterior
calcula que fueron medio millón y solo ha perdurado una, pero, a
cambio, sabemos con certeza quién la realizó porque, tal y como ya
se acostumbraba por entonces, el autor firmó algunas cartas con su
nombre e incluyó la fecha de impresión: Catelin Geoffroy, 1557. En
unos documentos de la ciudad de Lyon se menciona a un maestro
naipero llamado Catelin Geoffroy que trabajó en la ciudad entre
1582 y 1603 y debía de ser muy reputado pues, en una carta del
duque Charles III de Lorraine, se autoriza la importación de tarots
«tan buenos y refinados como los que se hacen en Lyon bajo el
nombre de Cathelin Geoffroy».

El tarot del taller de Geoffroy que se ha conservado fue impreso


mediante xilografía y se coloreó con pincel. De las 78 cartas que tenía
en su origen, solo quedan 38, de las que doce son triunfos. En vez de
estar representados por los símbolos habituales de las barajas
italianas, los palos son de animales: papagayos, pavos, leones y,
probablemente, monos. Los triunfos carecen de rótulos
identificativos, aunque ya están numerados, y en algunos presentan
diferencias iconográficas muy interesantes. Los dos casos más
llamativos son el Ermitaño, representado por un fraile capuchino, y la
Torre, en la que se muestra una escena inspirada en el mito de Orfeo
y Eurídice. Aunque es arriesgado inferir grandes conclusiones
teniendo como muestra una sola baraja, las diferencias del tarot de
Geoffroy podrían denotar que, ya para el siglo XVI, en Francia se
estaba buscando un estilo propio, el cual terminará por imponerse a
la tradición italiana.

El dos de oros del tarot de París con la firma del naipero

Del siglo XVII se han conservado tres barajas. La más antigua es el


llamado tarot de París, que ya sigue los palos franceses (tréboles,
picas, corazones y rombos). En algunas cartas numeradas se muestra
la frase incompleta faict a paris par […] («hecho en París por…»),
pero el nombre del autor fue tachado de la matriz, probablemente
porque fueron adquiridas por otro impresor.
En el estilo iconográfico se advierten características de varias
escuelas europeas. Como sucede en varias barajas italianas del
Renacimiento, las cartas están rodeadas de un marco ajedrezado y
en la parte superior e inferior llevan una sigla identificativa (por
ejemplo, en el dos de copas está escrito C2). Los triunfos van
numerados y están nombrados en francés, pero algunas siglas de las
cartas numeradas parecen corresponderse a términos italianos. Es el
caso del palo de espadas, identificado con la sigla «S» de spade en
vez de la «E» de espées, y de las sotas, que llevan una «F» de fanti
en lugar de la «V» de valet. Aún más confuso resulta el palo de los
oros, en los que cada moneda lleva un escudo heráldico de casas
nobiliarias francesas e italianas. Para rematar el caos, los cuatro ases
están representados por animales con banderas, como sucede con los
dieces de las barajas alemanas. Parece, por lo tanto, que el impresor
quiso diseñar una baraja con un estilo peculiar adaptando algunas
matrices que habría adquirido de Italia. De hecho, la iconografía de
algunos triunfos también es muy original. Por ejemplo, el Carro está
tirado por dos cisnes y la rueda está presidida por el Diablo.

Tres cartas del tarot de París. De izquierda a derecha, el Carro (Le Chariot),
la Rueda de la Fortuna (La Roue de Fortune) y el Diablo. El ajedrezado del
borde exterior es característico de las barajas populares italianas de los
siglos XVI y XVII.

También es del siglo XVII el tarot de Viéville, un maestro naipero


de París activo entre 1643 y 1664. La baraja pudo conocerse
completa en 1980 gracias al trabajo de Gisèle Lambert, de la
Bibliothèque Nationale, quien consiguió identificar los naipes en
medio del laberinto documental de la biblioteca, que guarda las cartas
en hojas sueltas conservadas en distintos archivos. En el dos de oros
se encuentra la firma del impresor («Iaques Vievil a Paris») y entre el
hay un pequeño texto en el que se enumeran casi todos los triunfos
del tarot tratando de enhebrarlos con un hilo argumental:

«Pere sainct fait / moy yustice de ce vielart ma e vaga / amoreux de


ceste dame quy / soit crye a son de / trompe par tout / le monde de
par / le pape la papesse / lanpereur linperatr / yce le soleil.

»La lune les estoilles / la foudre prins / a forcé quy soit / pendu e
trannay / au dyable».

(«Padre Santo hazme / Justicia de este Anciano, Loco y Bagatela,


Enamorados de esta Dama que grita con una Trompeta por todo el
Mundo, por el Papa, la Papisa, el Emperador, la Emperatriz, el Sol.
»La Luna, las Estrellas, el Rayo coge a la Fuerza a quien esté Colgado
y llevado por el Diablo»).

As de oros y dos de copas del tarot de Viéville

Estos dos textos breves suponen un primer acercamiento a rotular los


triunfos, que aún se muestran sin nombrar. En general, se piensa que
las matrices de esta baraja se realizaron copiando otras mediante
algún tipo de calco, ya que algunas las cartas se muestran invertidas
en el eje horizontal respecto a la posición que suelen tener en las
barajas francesas. Es decir, miran hacia la derecha en vez de hacia la
izquierda y viceversa. El triunfo del Colgado, además, está invertido
verticalmente. Se ve que el maestro Viéville no entendía bien qué
significaba la carta y puso la matriz al revés, aunque la numeración
está al derecho. Por lo demás, la iconografía de los triunfos se parece
a las barajas de la familia marsellesa, aunque algunos presentan
pequeñas variaciones, como ocurre en el triunfo del Carro, que está
tirado por dos esfinges formidables.
Aunque en los círculos esotéricos se han formulado hipótesis poco
fundamentadas sobre el significado oculto de estas cartas invertidas,
como señala Jean-Claude Flornoy, lo más probable es que este error
sea fruto de la presión fiscal. Desde principios del siglo XVII, los
impuestos sobre la producción de naipes cada vez eran más fuertes y
muchos naiperos franceses tuvieron que emigrar a Suiza, Inglaterra y
otros países ante la imposibilidad de mantener el negocio a flote. Esto
debilitó el control de la producción que ejercían los gremios naiperos
y quizás algunos empresarios aprovecharon para tratar de meterse
en el mercado, como pudo haber hecho el tal «Iaques Vievil»
contratando a un naipero, sin experiencia, que copió como pudo una
baraja existente.

Tress cartas del tarot de Viéville, el Mago, el Carro y el Colgado

El tarot de Marsella

La tercera baraja que se ha conservado del siglo XVII fue realizada


por un maestro naipero llamado Jean Noblet, activo en París entre
1659 y 1664. Con un estilo muy parecido son otros tarots del siglo
XVIII que reciben el nombre de tarot de Marsella, el más popular en
la actualidad. El artífice de esta denominación fue Paul Marteau,
director de la empresa Grimaud, que en 1930 decidió llamar así una
edición del tarot de Nicholas Conver. Hasta entonces, este modelo se
conocía sencillamente como tarot italiano.

Los principales tarots de esta familia son el mencionado de Jean


Noblet; el tarot de Jean Dodal, activo en la ciudad de Lyon entre
1701 y 1705; el tarot de Pierre Madenié de Dijon, impreso en 1709;
el tarot de Nicholas Conver, producido en Marsella en 1760; y el
tarot de François Chosson. La datación de esta última baraja no
está clara. En el dos de oros está escrita la frase «Francois Chosson
1C72», un año que suele interpretarse como 1672. Sin embargo,
Dummett desconfía de esta fecha, dado que en el dos de copas
aparece otra firma, las iniciales G.S. Por diversos documentos, se
sabe que el maestro Chosson estaba activo en Marsella hacia 1734,
mientras que un tal Guillaume Sellon trabajó en la misma ciudad
entre 1676 y 1715. Por lo tanto, es probable que Chosson hubiera
reciclado parte de unas matrices más antiguas.

Una pequeña variante de esta familia es el tarot de Besançon, cuyo


modelo más antiguo fue impreso en Estrasburgo en 1746 por un
maestro naipero llamado Nicolas François Laudier. A diferencia de las
demás barajas de la familia, en ésta los triunfos de la Papisa y el
Papa fueron sustituidos por los dioses griegos Juno y Júpiter,
probablemente por el rechazo que despertaba el papado en la
Alemania protestante.

Aún no está clara la relación exacta entre las barajas de la familia


marsellesa, pero a partir de los estudios de Thierry Depaulis los
expertos suelen clasificarlas en dos subgrupos. Uno se conoce
como TDM I y el otro como TDM II, nombres prácticos aunque de
escaso glamour. Se consideran del primer grupo las barajas de Noblet
y Dodal, mientras que el segundo grupo estaría abanderado por los
tarots de Conver y Chosson.

Ambos grupos derivan de un mismo modelo común, pero presentan


pequeñas diferencias iconográficas. Por ejemplo, el Loco del tarot de
Jean Noblet muestra los genitales al aire, que han sido censurados en
el tarot de Conver. Además, en la empuñadura del bastón del loco de
Noblet se ve un pequeño rostro, que recuerda las cabezas de bufón
de otras representaciones de locos.
El Loco de los tarots de Jean Noblet (izquierda) y Nicholas Conver (derecha)

Salvo por estos matices, todas estas barajas son prácticamente


idénticas. Los palos siguen un diseño italiano —espadas (espées),
oros (deniers), copas (coupes) y bastos (batons)— y cada uno cuenta
con cuatro figuras: rey (roy), reina (reyne), caballo
(cavalier o chevalier) y sota (valet). El nombre y el orden de los
triunfos, que en un primer momento se denominaban «triomphes» y
más tarde «atouts», también es el mismo y se mostraba en un
cartucho en la parte inferior de las cartas. A partir del siglo XIX, estos
términos terminaron por sustituir la nomenclatura italiana, que, sin
embargo, se ajustaba mejor al contenido alegórico de algunos
triunfos.

De los triunfos al tarot

Como hemos visto, desde 1442, las barajas del tarot se denominaban
juego de triunfos. La primera vez que se emplea un término similar a
«tarot» es en un documento de 1505 de la ciudad de Aviñón, que
desde hacía unos veinte años se había convertido en uno de los
principales centros de producción industrial de cartas de juego, al
igual que sucedía con la vecina ciudad de Lyon. En este documento se
explica que un maestro naipero llamado Jean Fort ha enviado al
pueblo de Pinerolo, cerca de Turín, 48 barajas de cartas de las que
«se llaman habitualmente taraux» («quatuor vulgo quartarum
duodenis appelatarum taraux», Depaulis, 2000). Este mismo año,
también aparece el término «tarochi» en Ferrara, en un registro del
30 de junio. Desde entonces, se empleará cada vez con más
frecuencia, tanto sus variantes francesas (tarau, tarault, tarots,
tarot), como las italianas (tarocchi, tarocco, taroccho, tarochino), que
terminarán por sustituir por completo a la locución «gioco di trionfi»
utilizada hasta entonces.

Michell Dummett sostenía que el término tarocco es de origen


italiano: «la palabra francesa tarot, pronunciada con la “t” final muda,
es una evidente derivación del término italiano tarocco; el francés es
la única lengua en la que la “c” final se caiga de la palabra». Giordano
Berti es de la misma opinión y propone una explicación etimológica
basada en el verbo altercare, que en italiano significa pelear.

«Es posible que sea correcta la etimología dada por costumbre en los
diccionarios, según la cual la voz [tarocco] vendría del italiano
antiguo “altercare”, pelear. De aquí habría derivado “altarcare”, es
decir, en la jerga de los jugadores de cartas de antaño, responder al
juego del adversario con una carta de mayor valor. No está clara la
manera en que el verbo “taroccare” haya entrado en el lenguaje
común con el sentido de oponer un objeto o un documento, pero es
posible que derive precisamente de la pelea en el juego. De hecho,
todavía hoy en el dialecto de Ferrara “tarocar” significa enfadarse,
refunfuñar, pero también falsificar algo, mientras que una “tarocada”
es una estupidez, una imbecilidad y también una estafa. Estos
significados se empleaban sin duda a principios del siglo XVI».

Thierry Depaulis planteaba otra hipótesis etimológica basada en un


pasaje del Capitolo del gioco della Primiera (Roma, 1526) escrito por
Francesco Berni, en el que se relaciona el término con la estupidez:

«Otro ha encontrado que el tarot es un juego hermoso […], y parece


justo un “tarocco” al que le gusta este juego, que otra cosa no quiere
decir que ignorante, tonto, estúpido digno de estar entre panaderos y
zapateros y plebeyos a jugarse todo al tarot o a los triunfos o a las
gilipolleces (sminchiate) que sean».

Podría ser que Berni hubiera forzado la definición para remarcar el


rechazo que le producía el juego del tarot, pero Ross Caldwell
encontró que ya se empleaba el término tarochus denotando
estupidez en un poema en latín macarrónico escrito por Bassano
Mantovano hacia 1495.
La pista francesa

A pesar de las pistas que sitúan el origen del término tarot en Italia,
hay dos hechos que permiten sospechar que podría encontrarse en
Francia. Primero, el maestro naipero de Avignon habla de unas cartas
que vulgarmente o habitualmente se denominan taraux («vulgo
appelatarum taraux»). Es muy fácil que en un círculo pequeño, como
la élite aristocrática italiana, se introduzca un término y se propague
con rapidez. Pero para que el pueblo comience a utilizar una palabra
nueva se requiere tiempo (por lo menos en aquella época, que no
existía la televisión). Esto supone que podemos retrasar el uso del
término taraux en la zona de Avignon a algunos años antes de 1505.

Segundo, hay dos documentos de literatos italianos en los que se


afirma desconocer el significado y el origen de la palabra tarocchi. Y
estamos hablando de literatos, de profesionales del lenguaje. El
primero es un libelo escrito hacia 1550 por el poeta y filósofo de
Ferrara Alberto Lollio, la Invettiva di M. Alberto Lollio Academico
Filareto Contra il Giuoco del Tarocco, en la que se muestra una gran
confusión con el significado del término. El documento incluye dos
textos, en el primero, Lollio manifiesta su desagrado contra los
juegos de cartas y, en el segundo, un tal M. Vicenzo Imperiali, del
que no se sabe nada más, responde en defensa del tarot. Y,
curiosamente, para estas fechas ninguno de los dos poetas parece
saber qué significa el término «tarocco». Lollio lo reconoce sin
reparos:

»Et che sia ver, colei che versa i fiaschi, Ci mostra chiar, ch’ei fusse
un ebbriaco: E quel nome fantastico e bizarro Di Tarocco,
senz’ethimologia, Fa palese a ciascun, che i ghiribizzi Gli havesser
guasto e storppiato il cervello».

Mientras que Vicenzo Imperiali inventa una etimología fantástica


relacionándolo con la palabra «teriocor», que vendría a significar las
tres suertes de un juego de cartas:

«Et dico,che fù buona fantasia Porli tal nome, assai scuro al presente,
Perch’è corrotto dalla lunga via. Gia s’appellò Teroco anticamente,
Quasi teriocor, che in Lingua Latina Vuol dir tre fiate giuoco
parimente. Onde veggiorn, che il giocatore inchina A’ far tre sorti di
giuoco in un tratto,
Com’ei dimostra nella sua dottrina».

Es decir, cuando aún no han pasado ni cincuenta años desde la


primera aparición del término «tarocco», Lollio, un experto del
lenguaje que vive en Ferrara, laboratorio por excelencia del tarot,
desconoce qué significa esta palabra. Sin embargo, el maestro
naipero de Avignon dice expresamente que es un término habitual en
su localidad.

El segundo documento, recientemente puesto a la luz por Andrea


Vitali, se encuentra en el Dialogo de Italia de Francesco Mantovano,
que al parecer se llamaba realmente Francesco Vigilio (1446-1534).
Escritor y comediógrafo, Vigilio trabajó en la corte de los Gonzaga
como profesor de gramática para los niños, por lo que volvemos a
encontrarnos con otro profesional del lenguaje en un ambiente
relacionado con el tarot (como era el ducado de Mantua de los
Gonzaga). En el Dialogo, Vigilio se lamenta de la situación en la que
se encuentra Italia. Gran parte de la Península está conquistada por
franceses y españoles, y el terrible saqueo de Roma (1527) por parte
de las tropas mercenarias del rey español Carlos V ha provocado una
gran conmoción nacional. Esta decadencia, decía Vigilio, se manifiesta
también en las costumbres, en el lenguaje, y hasta en el juego:

«Incluso en los juegos ha prevalecido el uso de nombres bárbaros.


Petrarca había designado con el nombre de juego de Triunfos las
cartas pintadas, sin duda una elección perfecta, ya que el término se
refiere a la victoria en la guerra. Pero ahora, con las costumbres
bárbaras, sin ninguna relación con las latinas, lo llaman taroch.
¿Entonces por qué no lo denominan con mayor propiedad bachiach
[término este último de oscuro significado que, tal vez, signifique
estúpido o malas maneras]».

Podemos imaginar diversas hipótesis para explicar por qué Lolio


desconoce qué significa la palabra tarocco y por qué Vigilio piensa
que es de origen extranjero —desde que son casos aislados, hasta
que afirmaron esto para enriquecer sus respectivas narraciones—,
pero, en mi humilde opinión, el que para dos literatos italianos de
principios del cinquecento resulte problemática la palabra tarot
debería llevarnos a investigar otras hipótesis además de la que
defiende su origen italiano.

De hecho, si el término fuera de origen francés resultaría mucho más


coherente con la presencia de palabras derivadas de la raíz tar- en la
región de Provenza y, en general, el sur de Francia. Al respecto,
aparte de algunos topónimos, como Taraux o Tarascon, encuentro
muy sugerente la presencia en la región de un monstruo diabólico
llamado la tarasca.

La tarasca y el tarot

La tarasca, en francés, la tarasque, es una especie de dragón cuyos


orígenes podrían remontarse a la mitología celta. Durante la Edad
Media, alcanzó gran popularidad una leyenda sobre la tarasca y santa
Marta en la región francesa de Provenza, que se recoge en La
leyenda Dorada de Jacobo de Vorágine (c. 1256). Según este autor,
santa Marta, una mujer simpática y elocuente, vivía en Aix, donde
había convertido a la fe cristiana a los habitantes de la región. Por la
zona vivía la tarasca, «un dragón cuyo cuerpo era más grueso que el
de un buey y más largo que el de un caballo, era una mezcla de
animal terrestre y de pez; sus costados estaban provistos de corazas
y su boca de dientes cortantes como espadas y afilados como
cuernos». Como la tarasca causaba estragos, santa Marta fue a su
encuentro y la transformó en una bestia dócil y mansa mostrándola
una cruz, lo que permitió a los hombres de la comarca matarla con
lanzas y piedras.

La tarasca era un monstruo muy popular en la Provenza y, cuanto


menos desde mediados del siglo XV, formaba parte de algunas
procesiones del Chorpus Cristi de la región. De hecho, en el año
1474, el rey francés René d'Anjou institucionalizó su presencia con los
llamados Chevaliers de la tarasque. Desde finales del siglo XV, los
autos sacramentales, que es como se denominan a las piezas
teatrales religiosas de carácter alegórico, se fueron enriqueciendo con
un mayor número de personajes y alegorías y la tarasca fue
adquiriendo cada vez mayor popularidad en Francia y España, donde
llegó a ser tan célebre que se acuñó el dicho «no hay procesión sin
tarasca».

Desde mediados del siglo XV, el tarot se denominaba «juego de


triunfos» en el norte de Italia por las procesiones de alegorías
“triunfales”, que organizaban para conmemorar las grandes
ocasiones. En cierta manera, las procesiones religiosas y los autos
sacramentales en los que triunfaba el bien sobre el mal eran el
equivalente provenzal a los desfiles triunfales italianos. Así, los
maestros naiperos de la región francesa, incluidos los de la ciudad de
Aviñón, tal vez, denominaron a la nueva baraja con alegorías «juego
de la tarasca» en honor de la protagonista de sus procesiones. De
hecho, entre el término tarasque, pronunciado taRask, y taraux, no
parece existir mucha diferencia. Aunque en francés moderno tarot se
pronuncia tar-o, sin la consonante final, en italiano se mantuvo un
sonido final parecido a tarasque (tarocco).

Antes de abandonar a la tarasca y su posible relación con la


etimología de la palabra tarot, también es digna de mención la
curiosa similitud iconográfica entre este dragón y el emblema de los
Visconti-Sforza, el Biscio, una serpiente devorando a un hombre.
Aunque no es más que otra conjetura, tal vez los artesanos de
Provenza pudieron equiparar el Biscio con su tarasca al verlo, por
ejemplo, cuando eran pagados con monedas de Milán por sus barajas
de estilo sforzesco.
De todas maneras, para saber si el término tarot es de origen francés
o italiano, hay una cuestión que debemos resolver: ¿por qué después
de sesenta años llamando al tarot «juego de triunfos», de repente,
comienzan a llamarlo «tarocco»?

La expansión francesa

La coincidencia temporal de dos fenómenos históricos no implica


necesariamente una relación de causa y efecto, pero es interesante
recordar que el cambio de nombre coincide con la conquista francesa
de Lombardía y la creciente influencia de Francia en la política y la
economía italiana desde principios del siglo XVI.

Por otro lado, es importante destacar el hecho de que el modelo


iconográfico francés fue el más extendido por Europa. A pesar de que
el tarot fue inventado en Italia, los modelos franceses fueron los que
terminaron de imponerse en el resto del continente. En mi opinión,
creo que esto podría estar relacionado con la industria del papel. Una
vez que se difundió la imprenta a lo largo de la segunda mitad del
siglo XV, los países apenas conseguían producir el suficiente papel
como para abastecer la demanda interna, salvo Francia, que contaba
con una industria papelera muy poderosa. Como explican Febvre y
Martin:

«Nada tan instructivo como comparar el mapa de fábricas existentes


en 1475 y en 1560, especialmente en Francia. En 1475, antes de que
la invención de la imprenta hiciera sentir sus efectos, funcionaban en
Lorena, en el Franco-Condado, en Ambert, en Périgueux y en Tolosa
algunos molinos aislados; pero tan sólo dos centros parecen de
verdad importantes: Troyes y Aviñón; y hacia 1560, aunque en ligera
decadencia con respecto a comienzos de siglo, el centro champañés.
También se triplicó el número de molinos en los Vosgos, y además
surgen ahora fábricas en Normandía y en Bretaña. El centro de
Angulema, que tanta importancia tendría en el siglo XVII, se hallaba
en pleno desarrollo. La proximidad de Lyon con sus innumerables
talles y sus ferias trajo consigo la creación de fábricas de papel en
Beaujolais y, sobre todo, en Auvernia. Francia sustituyó a Italia en la
misión de proveer a Europa de papel. La mayoría de los incunables de
Estrasburgo están impresos en papel con filigranas francesas, sobre
todo champañesas. Durante mucho tiempo, las fábricas de Troyes y
sus imitadores tuvieron el campo libre, porque aún no había industria
papelera de importancia en el norte de Alemania, en los Países Bajos,
en Flandes y en Inglaterra».

En resumen, al mayor peso en la política internacional que adquirió


Francia en el siglo XVI, hay que sumar la capacidad de abastecer de
papel a los centros de producción de naipes en tal cantidad como
para generar excedentes destinados al comercio exterior. Cuando la
industria papelera del resto de Europa alcanzó y mejoró la francesa,
ya a finales del siglo XVII, los jugadores se habrían acostumbrado a
las barajas francesas y los maestros naiperos apenas incluirían
pequeñas variantes en los patrones iconográficos franceses, salvo
algunos casos excepcionales, como el cambio del Papa y la Papisa,
fruto de circunstancias históricas.

Hojas sin cortar

Para completar esta introducción a las barajas populares conviene


que conozcamos también tres hojas sin cortar que nos aportan gran
información sobre la evolución iconográfica del tarot. Durante el siglo
XV, los naipes en serie se produjeron sobre todo mediante xilografías,
pero a partir del siglo XVI también se usó la calcografía con placas de
cobre grabadas, las cuales permitían un dibujo más preciso. En los
dos casos, el procedimiento era similar. Primero se preparaba el
cartón encolando papeles de distinta calidad y gramaje hasta alcanzar
el grosor adecuado, cuyo grosor variaba en función del tipo de baraja
o juego al que estaba destinado. Para el tarot se empleaban cartones
más gruesos que para las demás barajas.

Los dibujos se estampaban en un pliego aparte, en el cual solían


caber unas veinte cartas repartidas en cinco filas de cuatro cada una.
Primero se pasaba la tinta negra, un color que denomina negro de
España, y luego se aplicaban los colores mediante plantillas
recortadas, que en español solía denominarse «tera» y en italiano
«mascherina».

Aunque no nos ha llegado ninguna baraja italiana popular, producida


en imprenta, de los siglos XV y XVI, sí se han conservado algunas
“hojas”, es decir, pliegos sin cortar ni colorear que ya habían sido
impresos en blanco y negro. Las hojas más importantes del siglo XVI
son la hoja de Cary, las dos hojas de Rothschild y la hoja Rosenwald.

La hoja de Cary se encuentra en la actualidad en la Universidad de


Yale. Aunque no se ha podido definir con precisión dónde y cuándo
fue realizada, se sospecha que fue en el sureste francés hacia 1500
porque iconográficamente se encuentra a medio camino entre las
barajas italianas del siglo XV y las barajas francesas del siglo XVII,
además de que por entonces en la Provenza varios centros
destacados en la producción industrial de cartas.

Los triunfos que se distinguen con claridad son la Rueda, el Carro, el


Amor, la Fortaleza, la Papisa, el Emperador, la Emperatriz, el Sol, la
Luna, la Estrella, el Mago, el Loco, la Torre, el Diablo y la Templanza.
El fragmento de la esquina superior izquierda, probablemente, se
corresponda al Colgado (y lo que veríamos sería la cabeza y una de
las manos). El de la esquina derecha es prácticamente indescifrable,
pero Andy Pollett sospecha que podría tratarse de la Justicia. Lo que
veríamos sería el pomo de la espada y la parte izquierda de su
vestido ancho.
La hoja de Cary. Esta hoja es de gran importancia ya que constituye un
eslabón entre las barajas italianas del siglo XV y las francesas del siglo XVII

Las dos hojas de Rothschild están separadas, pero se considera que


formaban parte de la misma baraja por el estilo del dibujo. Una se
conserva en la Bibliothèque de l’Ecole Nationale Supérieure des
Beaux-Arts de París y otra en el museo del Louvre. Cada una tiene
seis triunfos. Es probable que fueran realizadas a finales del siglo XV
o principios del XVI, dado que, como ocurre con la hoja de Cary, los
triunfos aún carecen de rótulos y números explicativos.

La iconografía recuerda en algunas cartas, como la Luna, el Sol o el


Colgado, a la baraja de los Medici, por lo que quizá fue realizada en
alguna ciudad del norte de Italia, como Florencia, Ferrara o Boloña.
Sin embargo, en el triunfo del Carro hay un escudo en el que se
distingue la flor de Lis característica de la monarquía francesa. Este
misterio quizá pueda explicarse porque las cartas se comenzaron en
alguna ciudad italiana y se remataron en Francia, aunque también
podría ser que algún maestro naipero francés se inspirase en alguna
baraja italiana o, tal vez adquiriese directamente las planchas y luego
las retocase.

Hojas de Rothschild. A la derecha, la hoja del museo del Louvre con los
triunfos de la Torre, la Estrella, la Luna, el Diablo, el Carro y la Muerte. A la
izquierda, la hoja de la Bibliothèque de l’Ecole Nationale Supérieure des
Beaux-Arts de París con los triunfos del Sol, el Mundo, el Colgado, la Rueda,
el Juicio y el Tiempo. Por diversos detalles iconográficos y el estilo del
dibujo, se considera que las dos hojas pertenecían a la misma baraja. El
hecho de que el personaje masculino del triunfo del Carro y el del Mundo
vayan cubiertos con el mismo casco alado es uno de estos detalles
La hoja Rosenwald se conserva en la National Gallery of Art de
Washington. Tiene 21 triunfos (sólo falta el Loco) y tres reinas, una
figura característica de las barajas de tarot. Seguramente, se salvó
por una errata de imprenta. Los triunfos del Ermitaño, la Fortaleza, la
Justicia y la Templanza tienen la numeración romana al revés: IIX en
vez de XII, IIIV por VIII, etcétera. En general, la numeración solía
estamparse después del dibujo y se ve que el impresor se dio cuenta
de la errata y recicló esta hoja para cualquier otra utilidad, como
forrar un libro (muchas hojas de imprenta se han conservado por este
espíritu ecológico de nuestros antepasados). Kaplan considera que
debió de ser realizada a principios del siglo XVI, ya que —aunque los
triunfos van numerados— carecen de rótulo identificativo y tampoco
habría espacio para haberlo puesto en caso de que la hoja hubiera
sido terminada. Por diversas analogías, Dummett sospecha que pudo
ser realizada en Florencia, pero esta hipótesis está por confirmar, al
igual que la fecha en que fue realizada.

La hoja de Rosenwald. Curiosamente, solo falta el triunfo del Loco y el Mago


está representado con el gorro de bufón característico de ese triunfo

Con las hojas sin cortar podemos dar por concluida esta introducción
a las principales barajas históricas del tarot. Por el camino me
he dejado algunas variantes locales —como el tarot siciliano, el
romano, el ligur—, así como algunas barajas peculiares —como el
tarot de Boiardo, el de Sola Busca, el de Leber y el mal llamado tarot
de Mantegna—, pero de estas ya hablaré en otro momento.
Bibliografía

(Sobre la historia del tarot en general, véanse las referencias de El


tarot: 2. Las barajas milanesas).

El tarot en Francia

Chobaut, H. Les Maîtres-Cartiers d’Avignon du XV siècle à la


Révolution. En Mémoires de l’Academie de Vaucluse, IV. Vaucluse,
1995.

D’Allemagne, H.R. Les cartes à jouer du Quatorzième au Vingtième


siècle. Hachette. París, 1906. (2 volúmenes).

Depaulis, Thierry et al. Cartes à jouer & tarots de Marseille: La


donation Camoin. Alors Hors Du Temps. París, 2004.

Mealing, Robert. Hunting the “true” Marseille Tarot. Newsletter de la


Association for Tarot Studies, noviembre de 2006. Disponible en:

http://newsletter.tarotstudies.org/2006/10/hunting-true-marseille

Además, recomiendo consultar la web Le tarot de Jean-Claude


Flornoy, autor de una excelente edición del tarot de Jean
Dodal: http://letarot.com

Así como el foro Tradition des tarots de Marseille, especializado en


barajas históricas francesas, organizado por Jean-Claude Flornoy,
Laurent Edouard y Stefan Laurent: http://traditiontarot.com/forum

Por último, creo muy interesante leer un artículo de Jean Verame en


el que propone que, de hecho, el origen mismo del juego podría
encontrarse en Avignon y no en Italia: Les origines des Tarots par
Jean Verame.

Etimología de la palabra tarot

Depaulis, Thierry. Des "cartes communément appelées taraux". The


Playing-Card, vol. 32, n° 5. En The Playing-Card, 32 nº 5 (2004). The
International Playing-Card Society. Londres, 2004.

Franceschini, Adriano. Quando si inizia a parlare di tarocco: Ferrara


1505. En Ludica. Annali di storia e civiltà del gioco, 10 (2004). Roma,
2004.

Vitali, Andrea. Dell'Etimo Tarocco. Il significato della parola Tarocco


nel Rinascimento e moderne interpretazioni. Disponible en la web del
autor Le Tarot.
Otras referencias:

El sermón de Steele fue publicado por primera vez en: Robert


Steele. A notice of the ludus triumphorum and some early Italian
card games: with some remarks on the origin of the game of
cards. En Archaeologia or Miscellaneous tracts relating to antiquity,
vol. LVII (1900). Society of Antiquaries of London. (Págs. 185 –
200). Disponible on line en la web de Hans-Joachim Alscher.

Sobre el tarot en la literatura la bibliografía es tan extensa que le


dedicaré una entrada específica.

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