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Tarot y teatro
Si se disponen los triunfos del tarot ordenados uno tras otro parece que forman un discurso
narrativo, que existe una razón, por ejemplo, para que el diablo siga a la muerte. Hay
quien ha buscado este significado en textos alquímicos, en las propuestas de la academia
neoplatónica de Florencia y también en escenarios más exóticos, como los jeroglíficos
egipcios. Sin embargo, la clave para entender este discurso se encuentra en el teatro o,
mejor dicho, en los desfiles presididos por carros triunfales de carácter alegórico que se
organizaban en el Renacimiento para celebrar los grandes eventos, como el palio de Siena,
una emocionante carrera de caballos entre los barrios de la ciudad que aún hoy se sigue
disputando con toda su riqueza coreográfica. A lo largo del siglo XV, estos desfiles
triunfales gozaron cada vez de mayor popularidad. Por carnaval, para recibir una visita
ilustre, en conmemoración de alguna hazaña bélica, para festejar un matrimonio, para
celebrar el Chorpus Cristi: cualquier ocasión era buena para organizar desfiles triunfales
en los que se combinaban teatro, poesía, música y sofisticados artilugios mecánicos para
narrar alegorías cada vez más complejas.
Un buen ejemplo para entender cómo eran aquellas celebraciones es el programa del
festival que se realizó en ocasión de la boda de Constanzo Sforza y Camila de Aragón en
1475. La fiesta comenzó el 26 de mayo, con una procesión encabezada por Camila
dirigiéndose al castillo de Novilliara, cerca de Pésaro, ciudad natal de Constanzo. Camila
cabalgaba sobre un caballo blanco, signo de pureza, y salieron a recibirla escuadrones de
niños enarbolando hojas de palma como símbolo de alegría. Por el camino se encontró
con un gran carro en el que se alzaba una hermosa joven vestida como la diosa grecolatina
Diana en representación de la castidad. Tras escuchar un poema de Diana, la procesión
siguió hasta el castillo, donde entró atravesando un gran arco triunfal con motivos
vegetales al son de un gran estruendo musical de flautas, tambores, trompetas y otros
instrumentos.
Al día siguiente, los esposos entraron en la ciudad después de haber sido vitoreados por
un grupo de ciudadanos ilustres embarcados en un barco bucintoro sobre ruedas. Al cruzar
las puertas fueron recibidos por Castidad, una dama sobre un carro triunfal, y los novios
descabalgaron para entrar bajo palio a la ciudad, tal y como los vemos en el triunfo del
Amor de la baraja de Cary Yale. El domingo comenzó de verdad fiesta. Por la mañana se
celebró la boda en la catedral y a las tres de la tarde empezó el gran banquete en el que
catorce dioses de la mitología grecolatina subidos en carros triunfales fueron bendiciendo
a los esposos.
Dos páginas del libro que preparó Niccolò degli Agli con el programa triunfal de la boda
(Bibl. Ap. Vaticano. Urbinate Latino 899). A la izquierda, Diana recibiendo a Camila; a la
derecha, el bucintoro con las personas ilustres de la ciudad de Pésaro
Después de una noche de música y danza, el lunes por la mañana prosiguió la celebración.
Por la mañana, esposos e invitados asistieron a un curioso espectáculo en el gran salón
del palacio. Primero introdujeron una gran montaña artificial, de la cual salieron dos
actores disfrazados, uno de león y otro de hombre salvaje, y bailaron simulando una
persecución alocada. Tras ellos aparecieron diez acróbatas, cinco vestidos de verde y otros
cinco con seda alejandrina, que maravillaron a todos con una coreografía vertiginosa.
Enviada por la Universita dei Giudei de Pésaro, siguió «la procesión de los judíos»,
encabezada por la reina de Saba a lomos de un elefante artificial. Luego vino otra
montaña, desde la que el rey Roboam, en nombre de los judíos, pidió a Constanzo que les
dejase unas tierras donde poder asentare, a lo que accedió Constanzo en medio de danzas,
música y poemas laudatorios. La mañana concluyó con «la procesión de los planetas»,
siete carros triunfales con alegorías planetarias: la Luna, Mercurio, Venus, el Sol, Marte,
Júpiter y Saturno.
A la tarde continuaron con más procesiones alegóricas, como la de Poesía, una muchacha
acompañada de tres mujeres hermosas en representación de la gramática, la retórica y la
astrología, y una montaña de azúcar donde estaba esculpido el Parnaso, con Apolo y las
nueve Musas. Y al caer la noche, desde una estructura que representaba la rueda de la
Fortuna, una girándola, lanzaron fuegos artificiales y bailaron en torno a un carro muy
alto que representaba el triunfo del amor, tal y como se advertía por el joven medio
desnudo y armado con un arco que bendecía a los presentes. Por último, al día siguiente,
se celebró un gran torneo medieval, presidido por el triunfo de la fama, un gran carro
puesto en medio del campo de batalla, en el que estaban representados Julio César,
Alejandro Magno y Escipión.
El triunfo de la fama, a la izquierda, y el triunfo del amor a la derecha. Bibl. Ap. Vaticano.
Urbinate Latino 899
Desfiles triunfales
Analizar en detalle más festejos triunfales nos alejaría ya demasiado del tarot, pero para
terminar de comprender cómo eran podemos ver alguno más, como el celebrado en
Viterbo durante la celebración del Corpus Domini de 1462, a la que había asistido el papa
Pío II. En su honor se organizó una gran procesión que fue desde la puerta principal de la
ciudad a la Catedral. A lo largo del camino por la calle principal se levantaron escenarios
en los que representaron diversas escenas bíblicas, como un Cristo durante la última cena,
la lucha del arcángel Miguel contra el Diablo, o la Resurrección.
Igual de magnífica fue la procesión triunfal que organizó en Roma el cardenal Pietro Riario
cuando Leonor de Aragón pasó en 1472 por la ciudad para casarse con Ercole de Este.
Entre otros elementos escenográficos, la procesión incluía varios cuadros de naturaleza
mitológica, como Orfeo encantando a los animales con su música, Perseo y Andrómeda,
Baco y Ariadna en un carro tirado por panteras o el centauro Quirón educando a Aquiles.
Y esto apenas fue una minucia en comparación con las fiestas que se celebraron en Ferrara
durante la boda.
Dos piezas de un díptico que retrata a los duques de Urbino pintado por Piero della
Francesca entre el 1465-1472. El marido, Federico de Montefeltro, va en un carro triunfal
tirado por dos caballos blancos coronado por una Victoria alada. En la parte delantera del
carro se encuentran las cuatro virtudes cardinales: Justicia, Prudencia, Fortaleza y
Templanza. La esposa, Battista Sforza, va en un carro tirado por unicornios, símbolo de
virtud, y está acompañada por las tres virtudes teologales: Caridad, Fe y Esperanza
Los carnavales eran aún más espectaculares, sobre todo en Florencia. En palabras
de Jacob Burckhardt:
«El carnaval florentino superaba al romano en cierto tipo de carros que incluso han
dejado huella en la misma literatura. Así, entre la multitud de máscaras de a pie , o
cabalgando corceles, aparecía un formidable carro al que se había dado alguna forma
fantástica y sobre el cual se veía una figura alegórica predominante con sus debidos
acompañantes, por ejemplo, los celos con cuatro rostros alrededor de la cabeza, cada
uno de ellos provisto de anteojos, o los cuatro temperamentos con sus planetas
correspondientes, o también las tres Parcas, o la Discreción dominando al Miedo y la
Esperanza, que yacían ante ella encadenadas; o los cuatro elementos, las tres edades,
los vientos, las estaciones del año, y un largo etcétera; y ¡cómo no! la famosa carreta de
la Muerte, con sus negros sarcófagos que se abrían.
»Tampoco era raro que estos carros presentaran escenas mitológicas magníficamente
dispuestas, como Baco y Ariadna, Paris y Helena, y otras semejantes. O un coro de
personas representando a todos los que pertenecían a una misma categoría o clase
social, como, por ejemplo, los mendigos, los cazadores acompañados de ninfas, las
almas en pena de las mujeres que en vida fueron despiadadas, los ermitaños, los
vagabundos, los astrólogos, los demonios, los vendedores de un artículo determinado, e
incluso en cierta ocasión il popolo, la gente misma, que en su canto se acusaba
mutuamente de pertenecer a una mala raza».
Fue también en Florencia donde se celebró uno de los desfiles triunfales más
extraordinarios del siglo XVI. En ocasión de las nupcias entre Juana de Austria y Francesco
de Medici, en marzo de 1565 se organizaron festejos por toda la ciudad, que culminaron
con una procesión de 21 carros triunfales con los dioses de la Antigüedad, un número, por
cierto, que recuerda al de los triunfos del tarot. Basándose sobre todo en los textos de
Boccaccio, las Saturnales de Macrobio y los Hieroglyphica de Horapolo, Vincenzo Borghini
se encargó del programa y el artista Giorgio Vasari de traducir sus propuestas a figuras
escultóricas, decorados, pinturas y vestuario para los actores.
El primer carro estaba dedicado al Demogorgón, el misterioso padre de todos los dioses
con el que Boccaccio comienza su Genealogía de los dioses paganos. Estaba tirado por
cuatro dragones, símbolo del tiempo, y sobre el carro se alzaban Demogorgón,
representado por un anciano pálido, la Eternidad, una hermosa muchacha con un casco
de oro en forma de basilisco, el Caos y Gea. Seguía el carro del Cielo, tirado por la Osa
Mayor y la Osa Menor, en el que había una gran esfera en la que estaban pintadas las 48
constelaciones y, sobre ella, un joven vestido de azul turquesa sosteniendo una antorcha
que se reflejaba en su corona de zafiros. Tras estas fuerzas cósmicas, seguían 19 dioses
clásicos, como Saturno, en un carro tirado por dos bueyes negros; Apolo, dios del Sol,
precedido por cuatro caballos alados; Júpiter, sentado en un trono de ébano y marfil
adornado con oro y joyas; el fiero Marte llevado por dos lobos; Mercurio, dios de los
artesanos, en un carro con forma pentagonal, como los dedos de la mano; o Minerva,
armada con una larga lanza y un peto con la cabeza de Medusa, cuyo carro transportaban
dos grandes lechuzas.
En suma, durante los siglos XV y XVI se fueron desarrollando escenografías cada vez más
complejas y espectaculares en unos desfiles triunfales en los que se combinaban música,
poesía, teatro, danza y arte con referencias y alegorías del mundo grecolatino, de la Biblia,
del ciclo artúrico y carolingio, de la astronomía, del amor cortés... Es en esta curiosa
amalgama donde arraigan las alegorías de los triunfos del tarot.
Anónimo (pseudo Granacci), Florencia, c. 1500. El triunfo de Venus. The Walters Art
Museum, Baltimore, (Maryland)
Los precedentes literarios más antiguos de estos desfiles triunfales se remontan a Roma,
pero, ya más próximos a la Italia renacentista, destaca sobre todo un largo poema de
Petrarca titulado Triunfos (Trionfi), que aún estaba ultimando poco antes de su muerte en
1374. Vamos a verlo en detalle pues es la obra literaria que más ha influido en el tarot
renacentista. En este poema narrado en primera persona, Petrarca expone su sistema de
valores, su visión del mundo, su fe cristiana en la salvación eterna y, sobre todo, su
intenso amor por el pasado grecolatino. A lo largo del poema, en seis cortejos triunfales
desfila una larga lista de personajes legendarios —la mayor parte procedentes del mundo
clásico y, en menor medida, del ciclo artúrico y de la Biblia— y unos pocos intelectuales
destacados de su tiempo.
Petrarca. Andrea del Castagno (Ciclo degli uomini e donne illustri,
1448/1451)
El poema comienza el 6 de abril, al alba, cuando se suelen tener las «visiones verdaderas»
según la tradición literaria. Petrarca se encuentra en un jardín en Vaulcluse, cerca de
Avignon, cuando ve aparecer un magnífico cortejo. Está presidido por Amor, un joven de
aspecto fiero, un niño cruel, armado con un arco y saetas de oro y plomo, las primeras
para enamorar, las segundas para despertar desprecio. Desnudo, sin más adorno que dos
grandes alas de mil colores, Amor conduce un carro de fuego tirado por cuatro caballos
blancos como la nieve.
Tras él van sus prisioneros, un numeroso grupo de amantes célebres, como Julio César,
que se enamoró de Cleopatra; Ariadna y su hermana Fedra, la primera enamorada del
héroe Teseo, la segunda de su hijastro Hipólito; o la infortunada pareja de Jasón y Medea.
También los dioses son prisioneros de Amor y es el propio Júpiter, amante empedernido,
quien marcha justo detrás del carro encadenado con mil nudos. Tras él, la bella Venus y
su amante Marte, Plutón y Proserpina, la celosa Juno y Apolo. Del cortejo sale Laura, una
mujer de gran belleza, «más pura que una cándida paloma», y, al verla, Petrarca cae
preso del Amor y se incorpora al cortejo.
Liberados, Petrarca y los demás prisioneros del Amor salen de su palacio y emergen en
Bayas, cerca de Nápoles, donde moraba la Sibila, el mismo lugar por donde salió Eneas
del Infierno en la Eneida, y desde allí se encaminan hacia Roma para consagrar las armas
del Amor, el arco roto, al templo del Pudor. En la ciudad eterna, el cortejo de Castidad
encabezado por Laura avanzaba alegremente siguiendo la enseña victoriosa de un armiño
blanco sobre campo verde, símbolo de pureza, cuando de las sombras surgió una mujer
vestida con un manto negro. Es la Muerte, importuna y cruel, y se lleva a Laura
arrancándole una hebra de su pelo dorado con la mano.
La muerte es fin de una prisión sombría para las almas nobles, y amargura para aquellas
que viven en el fango.
Tras esta visión, se vuelve a producir otro enfrentamiento alegórico, pues al triunfo de la
Muerte se opone el triunfo de la Fama, «aquella que a los hombres salir hace del sepulcro
de nuevo hacia la vida». Así, tras este triunfo van hombres y mujeres que escaparon de
la muerte al ser recordados por sus ilustres vidas, como Escipión, César, Diomedes, Odiseo
o Cleopatra, así como los grandes filósofos de la Antigüedad: Platón, del que Petrarca
apenas sabía que san Agustín lo consideraba poco menos que un dios, Aristóteles,
Pitágoras, Séneca, Plutarco y un largo etcétera. Pero aún más poderoso que la Fama es
el triunfo del Tiempo, que tarde o temprano reafirma su dominio:
Después de ver pasar el triunfo del Tiempo, Petrarca se siente abatido, pero entonces
aparece el último triunfo, la Eternidad, es decir, la vida eterna en la Gloria de Dios, la
verdadera vida, donde todo es hermoso y angelical. Concluye así el poema, pues no hay
nada por encima de la Eternidad, de Dios. De esta manera, Petrarca expone su visión del
sentido de la vida, que no es otro que la búsqueda de lo trascendente, de Dios, en
detrimento de las cosas vanas de la Tierra. Como resume Guido M. Cappelli:
«La estructura del texto pone en evidencia el mecanismo que sustenta la narración. Se
trata de una serie de fuerzas que se imponen cada una sobre la anterior, hasta llegar a
la eliminación de todas ellas y al único triunfo que cuenta, el de la Eternidad. La acción
se origina a partir de la superación de los elementos “negativos” —amor, muerte,
tiempo— por parte de los elementos “positivos”, castidad, fama, eternidad —según un
esquema de menor a mayor, del tipo
siguiente: amor < pudicitia < mors < fama < tempus < eternitas—; lo que, a su vez,
configura una lucha entre fuerzas “naturales” (amor, castidad, muerte y fama) y fuerzas
transcendentes (tiempo y eternidad), hasta llegar al aniquilamiento total, a la
desaparición de todo lo terrenal, a favor de la pura visión de Dios».
Uno de los grandes aportes de Michael Dummett a la historia del tarot fue establecer una
clasificación de las barajas históricas en función de la manera en que estaban ordenados
los triunfos dejando aparte las virtudes y el Loco, que siempre se encuentra al margen de
la jerarquía:
Así, descartando las virtudes, Dummett distinguía tres grandes segmentos. En el primero,
el inferior, se encuentran el Mago —siempre la carta más baja—, la Emperatriz, el
Emperador, la Papisa y, siempre por encima, el Papa. El segmento intermedio incluye
cinco cartas, de la más baja a la más alta: el Amor, el Carro, la Rueda, el Ermitaño y el
Colgado. «En todos los casos en los que el orden interno de estas cartas es distinto»,
señala Dummett, «la diferencia es resultado de cambiar la posición entre parejas de cartas
adyacentes: el Amor y el Carro; el Carro y la Rueda; la Rueda y el Ermitaño; o el Ermitaño
y el Colgado. Al menos dos virtudes, a veces las tres, se intercalan en este segmento».
Por último, en el tercer segmento incluye los otros ocho triunfos: la Muerte, el Diablo, la
Torre, la Estrella, la Luna, el Sol, el Juicio o Ángel y el Mundo. Con la única excepción,
explica, que en ocasiones el Juicio está por encima del Mundo y, obviando la posible
inserción de una de las virtudes, estos triunfos se presentan siempre en el orden indicado.
primer segmento segundo segmento tercer segmento aparte
La familia de Marsella se corresponde al orden del tipo C, extendido por Lombardía, Francia
y casi toda Europa. Se caracteriza por situar el Mundo en la última posición y el Juicio en
la penúltima. Las virtudes están distribuidas y, por lo general, la Templanza ocupa la
posición más alta, sobre la Muerte y por debajo del Diablo.
Por último, añade Dummett, «la única excepción a la regla por la que todas las barajas
italianas de triunfos se disponen en uno de estos tres órdenes se encuentra en el
Piamonte, donde empleaban un orden mixto entre los tipos A y C, en el que las virtudes
se disponen como en el orden C, pero el Juicio es siempre la carta más alta».
La clasificación de Dummett resulta muy útil para analizar la relación que mantienen entre
sí las distintas barajas y, además, nos introduce en el gran enigma que envuelve el juego
del tarot. Ya sigan el orden A, B o C, por la manera en que se estructuran los triunfos
parece que estuvieran siguiendo un hilo narrativo coherente que nos conduce desde los
asuntos terrenales hasta la Gloria celestial. Aquí se encuentra el verdadero «mensaje
oculto» del tarot, que, a pesar de las fábulas esotéricas de los siglos XVIII y XIX, ni estaba
oculto ni iba más allá de los parámetros culturales y religiosos del Renacimiento italiano.
Bibliografía
Mulryne, Elizabeth Goldring. Court festivals of the European Renaissance: art, politics, and
performance. Ashgate Publising et al. Londres, 2002.
Padovan, Maurizio. Guglielmo ebreo da Pesaro: e la danza nelle corti italiane del XV
secolo. Pacini. Pisa, 1990.
Zaho, Margaret Ann. Imago triumphalis: the function and significance of triumphal
imagery for Italian Renaissance rulers. Peter Lang. New York, 2004.
Baldini, Baccio. Discorso sopra la Mascherata della Geneologia degl'Iddei de' Gentili,
mandata fuori dall'Illustrissimo et Eccellentiss. S. Duca di Firenze et Siena il giorno 21 di
Febbraio 1565. Appresso i Giunti. Florencia, 1565.
Cieri Via, Claudia. L'ordine delle nozze di Costanzo Sforza e Camilla d'Aragona del ms.
Urb.Lat. 899. En La città dei segreti. Magia astrologia e cultura esoterica a Roma (XV-
XVIII secolo). F. Trocarelli. Milán, 1985.
Además, se pueden consultar on line varios programas en la colección sobre festivales del
Renacimiento de la British Library (253 títulos
digitalizados): http://www.bl.uk/treasures/festivalbooks/homepage.html
Otras referencias
Petrarca, Francesco. Triunfos. Edición bilingüe de Guido M. Capelli. Cátedra. Madrid, 2003.
Por último, mención aparte merece el ensayo de Gertrude Moakley Tarot Cards Painted
by Bonifacio Bembo for the Visconti-Sforza Family (New York Public Library, 1966), que
fue quien primero relacionó el juego del tarot con los Triunfos de Petrarca.
Anexo
5: 1525 / 40, Pavía. 6: 1543, Venecia. 7: c. 1530 / 1560, Ferrara. 8: 1559, Roma.
G. Susio (¿?) Pietro Aretino Anónimo Paolo Giovio (¿?)
9: 1561, Venecia. 10: c. 1565, Monte Regale. 11: c. 1560 12: 1585,
Alessandro Francesco Piscina Discurso Venecia.
Citolini anónimo Tommaso
Garzoni
Referencias:
2: ¿c. 1500, Florencia? Poema anónimo, Strambotti d'ogni sorte & sonetti alla bergamasca
gentilissimi da cantare inuse liuti & variati stormenti. Este documento carece de
referencias cronológicas directas, por lo que debe manejarse con suma cautela, sobre todo
teniendo en cuenta el orden anómalo del listado de triunfos.
5: 1525 / 40, Pavía. ¿Giambattista Susio? Motti alle signore di Pavia sotto il titolo de i
Tarochi. Manuscrito publicado por Rodolfo Reinier (1894).
6: 1543, Venecia. Pietro Aretino. Le carte parlanti. Dialogo di Partenio Etiro nel quale si
trata del Gioco con moralità piacevole.
9: c. 1560. Anónimo. Discorso perchè fosse trovato il giuoco et particolarmente quello del
Tarocco.
11: c. 1565, Monte Regale. Francesco Piscina. Discorso sopra l’ordine delle figure dei
Tarocchi .
12: 1585, Venecia. Tommaso Garzoni. La Piazza universale di tutte le profesioni del
mondo.