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Embrión Espiritual. 3 nacimientos.

Cuidados al inicio de la vida


“El hombre que llega al mundo como infante y se desarrolla
rápidamente por un verdadero milagro de creación. El recién
nacido no tiene todavía ni el lenguaje ni los otros caracteres
relativos a las costumbres de la estirpe: no tiene inteligencia, ni
memoria, ni voluntad, ni el poder de moverse y de tenerse en pie; y
sin embargo este recién nacido lleva a cabo una auténtica creación
psíquica. A la edad de dos años habla, camina, reconoce las cosas.
Y, pasados los cinco años, alcanza el desarrollo psíquico suficiente
para ser admitido a estudiar en las escuelas”.

(Montessori:1978)
El recién nacido debe formar su campo psíquico. Ya no es un embrión físico y tampoco se
parece al hombre que será más tarde. Este periodo se define como periodo formativo, es un
periodo de vida embriológica constructiva que hace del niño un embrión espiritual. La
humanidad tiene dos periodos embrionarios: uno prenatal, similar a los animales, y otro
postnatal, exclusivo del hombre. Lo que distingue al hombre de los animales es la larga
infancia. Debemos estudiar el desarrollo del niño y del hombre en su aspecto psíquico.
Espíritu e inteligencia deben ser el soporte de la existencia individual y de todas las
funciones del cuerpo. El hombre entero se desarrolla dentro de un halo espiritual. A través
de experiencias prácticas vamos descubriendo perturbaciones fisiológicas que dependen de
hechos psíquicos porque el espíritu no se ocupó de dominarlas. Los primeros cuidados
deberían dirigirse particularmente hacia la vida psíquica del recién nacido, y no solo hacia
la vida física. Debe considerarse la vida psíquica. 

La encarnación es el proceso de una energía que animara el cuerpo inerte del recién nacido.
La diferencia psíquica entre el animal y el hombre es que el animal es como un objeto
fabricado en serie, cada individuo reproduce rápidamente los caracteres uniformes de toda
la especie. En cambio, el hombre es como un objeto fabricado a mano: cada uno es
diferente del otro, cada uno tiene su propio espíritu creador. Pero el trabajo es más lento y
prolongado. Existe un trabajo íntimo, la creación de un tipo nuevo. El hombre debe
encarnarse con ayuda de su propia voluntad, se pertenece a sí mismo. La parte constructiva
y directriz se ha dejado a la energía individual, energía que es supernatural y que se
sobrepone a la naturaleza. En el niño y la niña debe existir una vida psíquica que precede a
la vida motriz. Los instintos y los músculos se retraen para esperar la voluntad del espíritu
humano, donde construirá voluntariamente todas sus funciones de relación con el ambiente,
será el creador de un nuevo ser. Este plan psíquico y sus directrices de desarrollo, son
potenciales y extremadamente delicadas. La intervención del adulto puede anular estos
proyectos o desviar su oculta realización. El niño y la niña en etapa de Embrión Espiritual
poseen una activa vida psíquica aunque no puede manifestarla, porque está elaborando
internamente y en forma lenta sus realizaciones. Este embrión necesita ser protegido por un
ambiente exterior animado, cálido y amoroso, en el que todo sea acogedor y nada
obstaculice su desarrollo. Hay una estrecha relación entre el embrión espiritual y el
ambiente, en el individuo se forma y perfecciona. El niño hace esfuerzos para asimilar el
ambiente y de estos esfuerzos nace la unidad profunda de su personalidad. 

Esta obra lenta y gradual es una toma de posesión continua del instrumento por parte del
espíritu.  Este deberá velar por su soberanía para que el movimiento no termine en inercia o
se uniforme con los mecanismos. Debe mandar continuamente para que el movimiento no
lleve al caos. En una creación siempre hay una energía constructiva de lo nuevo. Así se
forma la personalidad humana, como el embrión, y el niño crea al hombre.

 “Se creía equivocadamente que la educación de los pequeños


debía de ser puramente física, olvidando que el espíritu también
pugna por vivir y desarrollarse, y que la vida espiritual es al fin y al
cabo lo que domina en la existencia en todas las edades”.

(Montessori:1998)
La Doctora Montessori dice que es en este periodo donde los primeros cuidados, los que
tienen preferencia sobre todos los demás, deberán dirigirse particularmente hacia la vida
psíquica del recién nacido, y no sólo hacia la vida física, como habitualmente se ha dado. El
niño y la niña, al igual que todo organismo lleva en sí una misión cósmica latente que debe
germinar y cumplirse, de alguna manera, nos dice que la esencia del hombre debe
desarrollarse de manera activa para desarrollar la propia personalidad y esto se debe a que
somos seres libres y evolutivos, para crecer desde el impulso interior y desplegarse en el
ambiente en el cual forma parte.

“El único lenguaje que el hombre adquiere con perfección y sin


titubeos es el que aprende en el primer periodo de la infancia,
cuando nadie puede impartir ninguna enseñanza al niño; y no sólo
esto, pues si luego el niño, una vez crecido, debe aprender una
nueva lengua, ninguna ayuda del maestro podrá hacer que llegue a
hablarla con la misma exactitud con que habla la lengua aprendida
en la primera infancia.”

(Montessori: 1998)
Es el ambiente y la colaboración de los adultos, quienes acompañan al niño y la niña en su
propia construcción. La verdadera ayuda que los padres y adultos pueden hacer a sus niños
y niñas es acompañarlos de manera amorosa y respetuosa para que alcancen su verdadera
dignidad en el desarrollo de sus potencialidades.

“No daremos cuenta que el niño es un obrero y que la finalidad de


su trabajo es producir al hombre.”

(Montessori: 1998)
EMBRIÓN FÍSICO, EMBRIÓN ESPIRITUAL Y EMBRIÓN SOCIAL, EN LA
FORMACIÓN DE LA PERSONA HUMANA.

“Será un constructor voluntario de todas sus funciones de relación


con el ambiente; será el creador de un nuevo ser”

(Montessori: 2004)
La humanidad tiene tres periodos embrionarios: uno prenatal, similar a los animales, y otro
postnatal, exclusivo del hombre. El tercero aparece en el segundo plano de desarrollo, que
es el embrión social. Este ser humano  va naciendo muchas veces, abriéndose de una etapa
a otra de manera sincrónica e integral, este proceso los llama embriones intelectuales,
donde están el embrión físico antes del nacimiento en su gestación, el embrión espiritual
que comienza cuando nace hasta los 18 meses, espacio que generalmente alcanza la
posición erguida. Por último, en la etapa de la niñez entre los 6 a los 12 años, aparece el
embrión social, cuando alcanza autonomía en la formación de juicios e ideas de la vida.

En el seno materno, todas las necesidades del niño y la niña son atendidos por la madre,
cuando nace se produce la separación del bebe con su mamá de manera paulatina. El
embrión físico que se dió en el periodo prenatal, sucede al embrión espiritual, donde
comienza a construirse una persona singular independiente de sus progenitores. Dentro del
útero, el bebé recibe información, sin embargo, las percepciones son inapreciables en
comparación con todo lo que vivirá después. 

María Montessori hablaba del “embrión espiritual o psíquico” para referirse al periodo


postnatal del bebé, desde el nacimiento hasta los 18 meses aproximadamente, que es el
tiempo que necesita el ser humano para desarrollar sus órganos psíquicos y alcanzar la
posición erguida. Este proceso implica en estado de embrión espiritual va formando sus
caracteres propios del ser humano. 

Son los sentidos los que aportan información al bebé sobre el mundo exterior. Las


percepciones se almacenan en la mente, la conforman y la crean. Este hecho implica que el
recién nacido emprende un gran trabajo formativo para construir su propia psique. El
nacimiento es el primer paso para la separación y la independencia pero aún tendrán que
pasar muchos meses hasta que el bebé empiece a percibirse como un ser independiente de
su madre. Lo que guía al niño es su maestro interior y es muy importante que el adulto que
le acompaña conozca esta construcción psíquica. Su maestro interior sigue guiándoles y
ellos buscan las cosas que necesitan aprender, a ellos también les guía la mente absorbente
y su necesidad de adaptación.

“El recién nacido tiene un periodo de vida que ya no es el del


embrión físico y tampoco se parece al que presenta el hombre que
será más tarde. Este periodo postnatal, que puede definirse como
periodo formativo, es un periodo de vida embriológica constructiva
que hace del niño un embrión espiritual”

(Montessori: 1998) 
El niño y la niña son agentes cósmicos, no sólo encarnan y absorben el ambiente sino que
también lo modifican, es una relación recíproca. Tienen una gran necesidad de contribuir y
de pertenecer al lugar en el que ha nacido. Con la adaptación van creciendo, pero siempre
manteniendo su individualidad, conociéndose a sí mismo y entendiendo cuál es su tarea
cósmica podrá contribuir al cambio para una sociedad mejor. Por esto es muy importante
fomentar en los niños su personalidad, que sepan reconocer sus destrezas, tanto hereditarias
como adquiridas, que no pierdan el contacto con ellos mismos para que reconozcan su tarea
cósmica, aquello con lo que ellos pueden contribuir para hacer un mundo mejor.

Lo que distingue al hombre de los animales es la larga infancia. Los primeros cuidados
deberían dirigirse particularmente hacia la vida psíquica del recién nacido, y no solo hacia
la vida física. Debe considerarse la vida psíquica, la cual debería comenzar desde el
nacimiento. En el niño debe existir una vida psíquica que precede a la vida motriz. Los
instintos y los músculos se retraen para esperar la voluntad del espíritu humano. El recién
nacido debe formar su campo psíquico, ya no es un embrión físico y tampoco se parece al
hombre que será más tarde. Este periodo se define como periodo formativo, es un periodo
de vida embriológica constructiva que hace del niño un embrión espiritual. Se debe estudiar
el desarrollo del niño y del hombre en su aspecto psíquico. Espíritu e inteligencia deben ser
el soporte de la existencia individual y de todas las funciones del cuerpo. El hombre entero
se desarrolla dentro de un halo espiritual. La diferencia psíquica entre el animal y el hombre
es que el animal es como un objeto fabricado en serie, cada individuo reproduce
rápidamente los caracteres uniformes de toda la especie. En cambio, el hombre es como un
objeto fabricado a mano: cada uno es diferente del otro, cada uno tiene su propio espíritu
creador. Pero el trabajo es más lento y prolongado. Existe un trabajo íntimo, la creación de
un tipo nuevo. El hombre, entonces, debe encarnarse con ayuda de su propia voluntad, se
pertenece a sí mismo y la parte constructiva y directriz se ha dejado a la energía individual,
energía que es supernatural y que se sobrepone a la naturaleza. El niño construirá
voluntariamente todas sus funciones de relación con el ambiente, será el creador de un
nuevo ser.

Dentro de la Infancia, donde se desarrolla el Embrión Espiritual, que se da desde el


nacimiento hasta los 18 meses de edad. Tiempo en la Mente Absorbente, donde se produce
de los 0 a los 3 años, etapa donde prima la creatividad y el cambio. Representa la mente
inconsciente, donde niño y  niña adquieren conocimientos de manera involuntaria;
comienza a desarrollarse  el lenguaje, se van gradualmente  asentando los movimientos
gruesos, despliegan sus sentidos, y sobre todo, desarrollan el periodo sensible al orden. El
orden es un eje fundamental para el perfeccionamiento de la autonomía, pues tiene que ver
con el dominio del espacio y el paso de las facultades volitivas del hombre. Puede dominar
su cuerpo, desarrollar su voluntad y generar la capacidad inconsciente de tomar pequeñas
decisiones de manera casi instintiva.

En la etapa de 3 a 6 años, en la Mente Absorbente, etapa de regresiva, los niños y niñas


empiezan a diferenciar entre lo real y lo irreal. Por esta razón, el juego libre adquiere todo
su potencial e impulso, pues comienzan a sentirse parte de una realidad a la que pertenecen.
Se van abriendo a conocer la cultura y el mundo físico a través del movimiento, de la
conexión con el ambiente y comienzan a desarrollar la motricidad fina, a través del periodo
sensible a los objetos pequeños y diminutos, periodo donde la mano adquiere relevancia, y
conecta al ser creador que vive en cada ser humano. Es en este momento, donde el niño y la
niña desarrollan potencialidades humanas como la concentración, la memoria y la voluntad.
La mente absorbente, en la cual el niño y la niña, absorben todo lo que le rodea, es esencial
tener este ambiente preparado, porque ayudan en el crecimiento y las conexiones
neurológicas, diseñados para auxiliar a cada individuo a perfeccionar sus propias
habilidades, porque poseen autocorrección, es decir, control de error.  Al ser los materiales
de desarrollo “auto-corregibles”, el niño y la niña pueden resolver los conflictos por sí
mismos y a su propio tiempo. En esta fase, se destaca el lema  “ayúdame a hacerlo solo”,
donde se encuentran los periodos sensibles al lenguaje, al orden, al desarrollo del
movimiento y al refinamiento de los sentidos. Gracias a esta etapa se asientan las bases de
la personalidad humana.

En la Niñez nace el embrión social, el niño y la niña, comienzan a adquirir el


razonamiento y comprende desde los 6 a los 12 años de edad. En esta etapa, se desarrolla el
pensamiento abstracto y se define como un periodo de estabilidad, se comprometen con el
mundo al cual pertenecen. Se podría distinguir que al adquirir la ventaja de lo aprendido del
periodo anterior, se logran dar respuesta a cuestiones tales como el “porqué, cómo,
cuándo”. Interrogantes propios de los grandes cuestionamientos del ser humano a través de
la historia y la filosofía. Se podría decir que en este período, el niño y la niña, nos
dicen: “ayúdame a pensar por mí mismo”. En esta etapa hereda los triunfos y
deficiencias de la primera, pues si allí no se duco la concentración, sucederá que el niño y
la niña no podrán estar atentos al aprendizaje, de las ciencias, la literatura, la vida misma…
no por no ser inteligentes, sino porque les faltó el carácter a desarrollar, le faltó la fuerza
propulsiva de la vida. Se afinan las relaciones sociales, comienzan a interesarse por temas
más complejos y a desarrollar la moralidad y la justicia. En este periodo se intenta alcanzar
una independencia de pensamiento que se adquiere hasta la edad madura, pero es la primera
escala a un desarrollo síquico y moral del ser humano, donde aprenden las conductas
sociales y una verdadera educación para la paz. Para entender la libertad hay que vivirla y
practicarla, para aprender a vivir en una sociedad en democracia y con respeto cívico, se
debe comenzar con la libertad de expresar ideas, conocer posturas y generar nuevas
posibilidades de pensamiento dentro de la historia humana. Por consiguiente, el ambiente
preparado es un lugar formado no solo de los aspectos físicos, sino también desde lo
síquico y social, en un ámbito colaborativo de respeto hacia el trabajo que se realiza, tanto
por los niños como por los adultos. Este respeto se consigue cuando los niños, niñas y los
adultos reconocen su ambiente y se desenvuelven en él en libertad. La autonomía es un
elemento esencial, ya que permite al niño y la niña,  seguir sus guías internos, que lo
dirigen hacia su evolución, encaminándolo hacia la independencia y dominio del ambiente.
En ese ambiente preparado, el niño tiene la posibilidad de escoger el trabajo, dentro del
abanico de las actividades que se le han presentado. En este momento crece su interés y
esto lo lleva repetir habilidades hasta perfeccionarlas. Sólo con esta repetición podrá
conseguir la concentración, un verdadero camino de autoconstrucción interna y
autorregulación externa, es decir, aprender a tomar conciencia en libertad de la existencia
con la necesidad de desarrollarse junto a otras personas de manera respetuosa e
interdependiente, para formar una verdadera sociedad en libertad y respeto mutuo. Es este
el verdadero camino a la “auto-perfección” de la especie humana. 

La dinámica de construcción de la personalidad, a pesar de haber visto una continuidad en


los planos de desarrollo, no es precisamente lineal, es equilibrada y tiende a la impulsividad
evolutiva, conoce periodos de transformaciones sucesivas, como la primera infancia y la
adolescencia, que presentan cambios explosivos tanto en el plano físico como síquico.
Periodos fundamentales para la construcción de la persona a largo plazo y en estos cambios
explosivos hay periodos de una apertura a la vida y terminando el ciclo, un cierre. Es decir,
es como un proceso que implica un periodo de preparación y consolidación para el
siguiente estadio. 

Para formar el carácter del niño y la niña hay que educar en el trabajo, permitiéndoles que a
través de la experiencia se sirvan de su poder creador. Se debe educar en la libertad, pues
educar en libertad es educar en la confianza que todo ser humano posee una voz interior
que lo guiara a lo que verdaderamente nos hace plenos. Esta confianza en sí mismo, implica
un autoconocimiento que involucra el fortalecimiento de la vida interior, que nos permitirá
conocernos desde nuestra esencia, saber quiénes somos, qué queremos y hacia dónde
vamos. Cómo dice Sócrates en el oráculo de Delfos, el camino de la sabiduría es conocerse
a sí mismo, confiar en las verdades internas del ser humano y en su evolución.

Bibliografía

1 María Montessori. La Mente Absorbente del Niño. Editorial Diana, 


   1998. Capítulos 1,2.

2. María Montessori. La Formación del Hombre. Editorial Diana, 1986.

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