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La Psicomotricidad en la
Escuela: una práctica
preventiva y educativa.
Pilar Arnaiz Sánchez.
Marta Rabadán Martínez.
Iolanda Vives Peñalver.
La simbología de la acción.
La acción del niño tiene siempre un objetivo, la transformación del otro, y más
adelante su objetivo será la transformación del entorno a partir de su acción
sobre él. Esta acción está cargada de simbología.
Podemos observar esta simbología en una primera fase a través de los juegos
pre-simbólicos donde el niño expresa el mundo imaginario más arcaico.
Desde la perspectiva de la Psicología Evolutiva, Piaget considera que, en el
recorrido que realiza el niño hasta alcanzar el juego simbólico propiamente dicho,
existen dos fases previas que son muy ilustrativas para observar el nivel de
simbolización adquirido:
a) El juego imitativo: Desde el primer momento de su vida, el bebé imita a la
madre para “ser”, situación que se da cuando la relación todavía es
simbiótica. La repetición tiene una función evolutiva, puesto que su
finalidad es la adquisición de una nueva capacidad que será después
integrada en otras capacidades ya adquiridas.
b) El juego de imitación diferida: La realización de actividades de imitación
diferida es la señal que el niño tiene una representación interna del objeto
que le permite hacer presente el objeto ausente en el momento que
desee, a través de la mimética. Por medio de estas experiencias, el niño
comienza a integrarse en el universo simbólico humano.
c) El juego simbólico: Podemos decir que el niño entra en el juego simbólico
propiamente dicho cuando tiene presentes simultáneamente las
representaciones de dos objetos y es capaz de captar las diferencias y
semejanzas de estas representaciones.
d) El juego de roles: La flexibilidad de pensamiento adquirida a través de las
situaciones de juego simbólico le permitirá al niño tener la suficiente
representación de sí mismo como para poder llegar a representar un
personaje diferente a quien es en realidad. El niño repetirá estos juegos
simbólicos hasta que tenga un cierto dominio sobre ellos.
Un niño que pueda vivir hasta el fondo un rol determinado sin angustiarse y con
facilidad para cambiar de un rol a otro, manteniendo también en cada momento
la capacidad de aprovechar los elementos de la realidad presentes en la
situación, habrá conseguido un importante nivel de madurez personal.