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Curso 2016 – 2017.

La Psicomotricidad en la
Escuela: una práctica
preventiva y educativa.
Pilar Arnaiz Sánchez.
Marta Rabadán Martínez.
Iolanda Vives Peñalver.

Mª del Mar Navarredonda Perelló.


22014 – Desenvolupament Psicomotor en la Primera Infància.
Grado de Educación Infantil (Pla 2013).
Facultad de Educación.
Profesora: Mª José Elias.

La Psicomotricidad en la Escuela: Una práctica preventiva y educativa.


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ÍNDICE.

Capítulo 1: Introducción. ............................................................................................................... 3

Capítulo 2: La psicomotricidad: Una práctica pedagógica de ayuda a la maduración.................. 4

Capítulo 3: La práctica psicomotriz educativa-preventiva. ......................................................... 10

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Capítulo 1: Introducción.
Este primer capítulo comienza exponiendo la idea de que uno de los aspectos
más significativos, en la concepción de la educación infantil en estos últimos
años, es el reconocimiento del niño como sujeto desde el momento de su
nacimiento. La familia es para el niño su primer núcleo de convivencia y de
actuación; donde irá modelando su construcción como persona.
Inmerso en este proceso de construcción, el niño, al llegar a la escuela infantil,
debe vivir una buena separación del entorno familiar sin que tenga la sensación
de ser abandonado en un entorno desconocido. Así influirá significativamente en
su estado emocional para investir otro entorno y acceder a nuevas experiencias.
Sin embargo, en muchas ocasiones la conquista de la autonomía en el niño está
obligada o forzada por un proyecto distante a su realidad. Esta situación incidirá
de forma negativa en su deseo de tomar la iniciativa en la búsqueda de su propia
independencia.
¿De qué manera podemos atender, acompañar al niño en la etapa de educación
infantil para que sea agente activo en la adquisición del conocimiento de sí
mismo y para que acceda con pacer a la conquista de su propia autonomía? El
primer factor a tener en cuenta será la creación de un entorno educativo
acogedor y seguro que favorecerá la adquisición de conocimiento de sí mismo y
la adquisición de aprendizajes. En este entorno, el educador debe organizar la
actividad a partir de las producciones del niño, de sus intereses, de las
actividades y de los juegos por los que manifiesta interés y curiosidad, teniendo
en cuenta su nivel madurativo, afectivo y cognitivo. Además, los profesionales
deben contar con una formación donde se contemple la observación, la reflexión
y la comprensión de las necesidades afectivas y de los comportamientos
emocionales de los alumnos.
La práctica psicomotriz, por tanto, debe ser entendida como un proceso de ayuda
que acompaña al niño en su propio itinerario madurativo, que va desde la
expresividad motriz y el movimiento hasta el acceso a la capacidad de
descentración.
El acceso a la capacidad de descentración permite al niño hacer un análisis
cognitivo de las cualidades de los objetos, de los parámetros espaciales y
temporales; realizar asociaciones, comparaciones y agrupamientos; ordenar los
objetos según diferentes criterios, categorías y clasificaciones; y crear espacios
mediante la utilización de estrategias basadas en la lógica acercándose a través
de ellos a la lógica matemática y al pensamiento operatorio.
Los autores destacan la idea de que la práctica psicomotriz atiende a la
diversidad. Dicha práctica tiene de entender, de observar y conocer al niño.
Desde su filosofía y tecnicidad es importante resaltar que o la práctica
psicomotriz respeta, pues, las potencialidades de cada individuo y su derecho a
tener un lugar en la sociedad.

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Cabe añadir, asimismo, que el niño también es portador de un bagaje cultural
determinado. Cada vez con más frecuencia llegan a nuestras aulas alumnos con
una lengua y una cultura diferente para los que supone una gran dificultad la
comunicación verbal y la adaptación a otras costumbres. El espacio de la sala
de psicomotricidad y la metodología de intervención que allí se utiliza les
permiten vivir sus experiencias desde el placer del movimiento y de la relación
con los otros y con el espacio, dialéctica a través de la cual se posibilita que los
niños de cualquier cultura o lugar lleguen a la conquista del entorno, del mundo.
Acceder a la comunicación supone la primera condición básica para poder
desarrollarse de una forma armónica. Cualquier niño que acceda a la capacidad
de comunicar es un sujeto abierto a los otros afirmándose como individuo dentro
del grupo. Por tanto, ayudar al niño a crear permite al individuo manifestarse
como ser individual en todas sus facetas.
Para que el educador pueda ayudar a los niños es indispensable que tenga una
formación amplia y clara en cuanto a la maduración y su significado para que
pueda ajustarse a los niños.

Capítulo 2: La psicomotricidad: Una práctica pedagógica de


ayuda a la maduración.
El desarrollo de la personalidad del niño y de su inteligencia requiere la
organización y la estructuración del yo y del mundo a partir de la concepción de
algunas nociones fundamentales. Nociones que son descubiertas a partir de las
vivencias del niño.
En el niño la sensoriomotricidad se constituye en la principal vía de expresión de
su mundo interno especialmente en las edades comprendidas entre los primeros
meses y los 6/ años, etapa en la que el niño se encuentra en una situación de
globalidad. Así pues, el concepto de Psicomotricidad guarda una estrecha
relación con el estudio de la dimensión somato-psíquica de la persona y de las
huellas psíquicas de “la pulsión”.
Como la práctica psicomotriz tiene por objeto favorecer y potenciar la adaptación
armónica de las personas a su medio, a partir de su “identidad que se
fundamenta y manifiesta a través de las relaciones que el cuerpo establece con
el tiempo, el espacio y los otros” (Rota, 1994); los autores explican a continuación
este discurso, revisando desde la noción de la pulsión hasta la de totalidad
corporal.

Del placer de ser y actuar al placer de pensar.


Desde los primeros momentos de la vida, ya intrauterina, se intuye que cada
persona tiene su propia manera de ser, estar y hacer en el mundo. Desde su
nacimiento, el bebé irá estructurando su personalidad, descubriendo y
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conquistando el mundo por medio de los sentidos, las percepciones, las
emociones, el movimiento y los diversos intercambios con el medio.
A continuación, se desarrolla el concepto de pulsión. B. Aucouturier desarrolló el
término de la siguiente manera: etimológicamente pulsión significa impulso
biológico y, desde el contexto que nos ocupa, puede ser entendida como
movimiento interno o externo. Como impulso biológico tendrá la función de
conservar la integridad del cuerpo y la conservación de la especie, por tanto, una
función de supervivencia y de continuidad del ser humano.
En los primeros momentos de la vida del ser humano este impulso son las
necesidades fisiológicas que se tienen que cubrir para mantener el organismo
con vida. Progresivamente, este impulso biológico va a dejar huellas en el
psiquismo, recuerdos de placer, de bienestar que va a permitir al niño registrar
sus recuerdos de placer ligados a este impulso biológico. Estos recuerdos tienen
también una función compensatoria en el momento en que experimente
situaciones de displacer.
Aucouturier (1995) considera que, a partir del momento en que hay recuerdos,
el impulso biológico se convierte en pulsión puesto que estos recuerdos serán
las primeras evocaciones. La evocación movilizará profunda y globalmente al
niño a través de una energía psíquica que se traducirá en movimientos externos.
Por consiguiente, la pulsión y la búsqueda, de bienestar son indisociables.
Podemos decir que la pulsión se caracteriza por estar ligada a los afectos de
placer y de displacer. Freud llamó a esto “moción”, entendida como el
fundamento de la estructura somato-psíquica de la persona.
Todo este recorrido el niño lo hace acompañado por la presencia de adultos.
Este tipo de relación, la llamamos relación tónico-emocional; y es imprescindible
que se dé en un ambiente acogedor. En un primer momento encontramos que el
placer está ligado a la satisfacción de la necesidad. El estado de impulsividad
motriz pura que manifiesta, se cambia por una situación de placer en la que se
conjuran dos variables: la satisfacción del órgano en cuestión que producía la
pulsión, y la disminución de tensiones en todo el cuerpo. Una vez vivida esta
situación placentera, el niño la memoriza en recuerdos de placer, que dan origen
a las primeras imágenes mentales. En ellas se encuentra la unión más arcaica
entre soma y psique.
En un segundo momento, el niño busca el placer en sí mismo y esta búsqueda
del placer hace nacer una dinámica psíquica muy elemental en donde puede
verse el origen del pensamiento humano.
Otra función de la búsqueda de placer está destinada a camuflar la realidad
debida a las frustraciones exteriores centrándose en los recuerdos de bienestar.
En este momento, y desde una perspectiva cognitiva, se establece el inicio del
juego simbólico en el niño.

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Como podemos ver, aparece también una primera vida fantasmática, cuyas
raíces se encuentran en las experiencias sensoriales más internas que vive el
niño en los primeros meses de vida. Son recuerdos que constituyen la base, a
partir de la cual queda integrada toda nuestra vida fantasmática, cuyas
manifestaciones aparecerán más tarde en actividades no verbales como son las
corporales, las expresiones plásticas y simbólicas y en formas más
evolucionadas como la escritura.
Esta primera organización psíquica debe evolucionar desde una situación de no
diferenciación (entre madre y bebé) a una progresiva diferenciación e
individualización. En esta relación la madre se adapta inconscientemente a la
vida fantasmática de su bebé y esto crea entre ellos una relación excepcional y
en este acuerdo tan profundo la madre anticipa la necesidad del niño. Estos
pasos evolutivos, que se desarrollan en un principio por la presencia del otro y
posteriormente por su ausencia, posibilitan la construcción de la identidad.

La pulsión de apego y la pulsión de dominio.


El niño bien contenido tiene una capacidad excepcional para relacionarse con el
otro y llegar a la vivencia de dos fuerzas opuestas: la fuerza de apego y la de
dominio.
La pulsión de apego ha sido trabajada por Bowlby. El bebé desde su nacimiento
manifiesta una atracción por el rostro humano; especialmente, el de la madre
con quien establece una vinculación importante y que le permite experimentar
múltiples emociones. Se considera que el bebé presenta pautas de
reconocimiento social y de apego entre los 4 y 8 meses.
La aparición de la pulsión de apego está en función del deseo y la predisposición
o no que tenga la madre de apegarse a su hijo. Si la madre es capaz de ofrecer
al niño la posibilidad de apego y la de ser libre para poder lanzarse al exterior y
explorar el mundo, el niño entrará así en la pulsión de dominio, o, mejor dicho,
en la dialéctica entre la pulsión de apego y la de dominio. La pulsión de dominio
permite, pues, al niño centrarse y dominar su propio cuerpo, para poder después
dirigirse hacia el otro y conquistar el mundo que le rodea.
La marcha supone como un segundo nacimiento, produciéndose una asociación
entre el placer de ponerse en pie, de conquistar el espacio y de la formación del
lenguaje. Estos logros enriquecerán el placer de la acción y de la representación
mental que van a ir centrándose en la palabra. Junto al placer de la pulsión de
dominio también aparece el placer de relacionarse con otras personas. En este
momento se da una situación doble en la que el niño puede encontrar placer en
ese mundo exterior o sentirlo como un peligro, necesitando refugiarse en el otro.
Los dos tipos de pulsión se manifiestan por la vía motriz, articulándose
conjuntamente en una dialéctica permanente de cerca-lejos.

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En síntesis, se podría decir que esta es la gran contradicción que ciertamente
está en el origen de todos nuestros comportamientos ambivalentes.

La simbología de la acción.
La acción del niño tiene siempre un objetivo, la transformación del otro, y más
adelante su objetivo será la transformación del entorno a partir de su acción
sobre él. Esta acción está cargada de simbología.
Podemos observar esta simbología en una primera fase a través de los juegos
pre-simbólicos donde el niño expresa el mundo imaginario más arcaico.
Desde la perspectiva de la Psicología Evolutiva, Piaget considera que, en el
recorrido que realiza el niño hasta alcanzar el juego simbólico propiamente dicho,
existen dos fases previas que son muy ilustrativas para observar el nivel de
simbolización adquirido:
a) El juego imitativo: Desde el primer momento de su vida, el bebé imita a la
madre para “ser”, situación que se da cuando la relación todavía es
simbiótica. La repetición tiene una función evolutiva, puesto que su
finalidad es la adquisición de una nueva capacidad que será después
integrada en otras capacidades ya adquiridas.
b) El juego de imitación diferida: La realización de actividades de imitación
diferida es la señal que el niño tiene una representación interna del objeto
que le permite hacer presente el objeto ausente en el momento que
desee, a través de la mimética. Por medio de estas experiencias, el niño
comienza a integrarse en el universo simbólico humano.
c) El juego simbólico: Podemos decir que el niño entra en el juego simbólico
propiamente dicho cuando tiene presentes simultáneamente las
representaciones de dos objetos y es capaz de captar las diferencias y
semejanzas de estas representaciones.
d) El juego de roles: La flexibilidad de pensamiento adquirida a través de las
situaciones de juego simbólico le permitirá al niño tener la suficiente
representación de sí mismo como para poder llegar a representar un
personaje diferente a quien es en realidad. El niño repetirá estos juegos
simbólicos hasta que tenga un cierto dominio sobre ellos.
Un niño que pueda vivir hasta el fondo un rol determinado sin angustiarse y con
facilidad para cambiar de un rol a otro, manteniendo también en cada momento
la capacidad de aprovechar los elementos de la realidad presentes en la
situación, habrá conseguido un importante nivel de madurez personal.

Los parámetros de la expresividad motriz.


En este apartado se desarrollan los conceptos de expresividad motriz y unidad
corporal.

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El término expresividad motriz va dirigido a significar la expresión de nuestra
historia profunda, ligada a nuestras pulsiones de apego y dominio a través del
cuerpo, del espacio y del tiempo, manifestados aquí y ahora.
Según Aucouturier, existen tres niveles de expresividad motriz a través de los
que el niño expresa y proyecta su historia profunda:
1) Las sensaciones internas del cuerpo: El niño vive estas sensaciones
desde el período prenatal apareciendo a lo largo de toda la vida asociadas
a determinadas experiencias motrices.
2) Experiencias del placer-displacer: Imágenes y vivencias surgidas a partir
del encuentro con la mirada del otro.
3) La aparición del “como si”: Se traduce en la proliferación de los juegos
simbólicos y los juegos organizados o sociomotrices
Utilizamos el término de unidad corporal para significar la manera de relación
dialéctica que existe entre las vivencias del cuerpo, de las que somos
conscientes y aquellas otras inconscientes. Como resultado de la misma, el
cuerpo queda entendido como esquema corporal, como imagen que se conecta
y se manifiesta a través de las emociones, la pulsión y el deseo que,
necesariamente, se ha de vehiculizar a través de esta funcionalidad e
instrumentalidad del cuerpo.
Desde la práctica psicomotriz, se comprende al niño en sus diferentes
modalidades de relación. Los parámetros constituyen un medio excelente para
completar la comprensión del niño en su unidad corporal.
Los parámetros psicomotores podrían ser definidos como el conjunto de
elementos a partir de los cuales puede ser analizada la expresividad motriz.
Dichos parámetros son:
1) El sujeto y el movimiento: El movimiento es intrínseco a la vida, es en sí
mismo fuente de aprendizaje, permite la adquisición de experiencias y
éstas se convierten por complejidad en objetos y finalidades.
2) El sujeto con relación al espacio: El niño, en un principio, está determinada
por el conocimiento y la diferenciación de su yo corporal respecto al
mundo que le rodea para, posteriormente, percibir el espacio exterior y
orientarse en él.
3) El sujeto con relación al tiempo: La vivencia del tiempo va unida a la
vivencia del espacio, ya que el tiempo es la duración que separa dos
percepciones espaciales sucesivas.
4) El sujeto y su relación con los objetos: El conocimiento de los objetos, del
mundo que le rodea, la utilización que hace de ellos con relación a sí
mismo y a los demás. Toda esta información nos ayuda a conocer la etapa
evolutiva que tiene el niño.
5) El sujeto con relación al otro: El medio y el mundo de las personas en que
vive el niño juega un papel preponderante en su desarrollo.

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La observación de los parámetros psicomotores.
La observación se ha convertido en una actividad prioritaria en el sistema
educativo y lo utilizamos para proyectar, analizar y evaluar los procesos de
aprendizaje.
Nuestro marco de referencia lo constituyen los principios de la práctica
psicomotriz, el itinerario madurativo del niño y los parámetros de la expresividad
motriz que hemos detallado anteriormente. Se destacan tres aspectos
importantes a tener en cuenta antes de iniciar la observación:
1) Aprender a tener una mirada tranquila y no muy directa sobre las
producciones del niño.
2) Situarse desde la empatía.
3) Intentar controlar las propias proyecciones y en no poner en el otro los
propios sentimientos o emociones.
A continuación, se detalla los parámetros a observar:
1) El sujeto y el movimiento:
a. Movimiento.
i. Tipos de movimientos que realiza el niño:
ii. Calidad de los movimientos:
iii. Nivel de movilidad de las distintas partes del cuerpo:
b. Postura y tono muscular:
i. Tipos de posturas más frecuentes:
ii. Calidad del tono:
2) El sujeto con relación a los objetos:
a. Objetos que utiliza:
i. Tipos de objetos que utiliza:
ii. Cómo utiliza los objetos:
iii. Cómo los emplea con los otros:
3) El sujeto y el espacio
a. Ocupación del espacio:
b. Tipos de espacio que ocupa
c. Modos de ocupar el espacio:
4) El sujeto con relación al tiempo.
a. Cuánto tiempo realiza cada tipo de actividades.
5) El sujeto con relación a los otros:
a. El sujeto con relación a los compañeros:
i. Actitud ante el juego:
ii. Su relación en el juego:
b. El sujeto con relación al adulto:

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Capítulo 3: La práctica psicomotriz educativa-preventiva.
La psicomotricidad debe ser entendida como una educación corporal básica en
la formación integral del niño en un periodo evolutivo concreto desde los primeros
meses hasta los 7 u 8 años de edad madurativa.
En la evolución del niño constatamos dos etapas fundamentales comprendidas
desde el nacimiento hasta los 7/8 años de edad; tal y como estudia la teoría
piagetiana:
1) Etapa del reconocimiento de la imagen se sí mismo (10 meses – 1 año y
medio). La imagen de sí es la imagen que el niño ha construido a partir
del contacto y el vínculo con el otro. Del reconocimiento que el niño tenga
de un “yo” y un no “yo” depende la construcción de su identidad y de
acceder a la función simbólica, al lenguaje, a las operaciones
intelectuales, a la socialización y a la cultura.
2) Etapa de la descentración (1 año y medio – 7/8 años). Esta etapa se
caracteriza porque en ella el niño va a querer abrirse al mundo. Es el
momento que se corresponde con el proceso de asimilación/
acomodación/ adaptación descrito por Piaget a estas edades. En cambio,
a partir de los 6/7 años se inicia el proceso de descentración. Desde este
momento, el niño entra en una nueva etapa: la aparición del pensamiento
operatorio.
El modelo de la Práctica Psicomotriz de Bernard Aucouturier y la ASEFOP
(Asociación de Escuelas de Formación en Práctica Psicomotriz) nos facilitan
llegar a comprender el sentido profundo de la expresividad motriz en el niño,
siempre a partir de la observación y de la práctica directa.
Así pues, la Práctica Psicomotriz es de manera prioritaria una forma (tecnicidad)
de llevar a término en un espacio determinado (sala) y en un momento concreto
(horario establecido), con unos objetos (materiales) y unas personas (los niños
y los educadores), una actividad basada en el cuerpo y sus acciones para llegar
a procesos de pensamiento operatorio.
Se facilitan la consecución de los siguientes objetivos generales:
a) La posibilidad de relación y comunicación en todas sus dimensiones.
Todo esto implica intentar comprender la expresividad corporal del niño.
b) El desarrollo de la creatividad. Creamos para que alguien nos reconozca,
para dejar huellas, señales de nuestra presencia.
c) La apertura a la descentración y al pensamiento operatorio. La
descentración es un recorrido del placer de ser y actuar al placer de
pensar y representar.
Estas finalidades no son exclusivas de la práctica psicomotriz sino de toda
práctica educativa. Dicha práctica debe ser coherente y de unidad.
Podemos afirmar que la práctica psicomotriz va dirigida al niño porque éste, por
medio de la acción, inviste el mundo del espacio, de los objetos y de las
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personas. Esta manera origina de ser constituye la noción de expresividad
motriz, que puede considerarse como un discurso que está compuesto de
significante y de significado. El significante es lo que se ve y se escucha. El
sentido del significante es el significado que damos a las acciones que el niño
realiza. También significamos la expresividad motriz del niño a partir de otras
capacidades de estar en el mundo como:
 La de asombrarse ante nuevas vivencias.
 La de relacionarse con el otro.
 La de usar su impulsividad motriz como motor.
 La de provocar y reaccionar ante las provocaciones de los otros.
 La de expresar y descargar sus emociones.
Esta expresividad motriz también la podemos situar desde estos tres
componentes básicos, que están estrechamente vinculados entre sí:
1) El aspecto neuromotor.
2) El aspecto afectivo relacional.
3) La dimensión cognitiva desde los aspectos perceptivo-motores.
Desde este punto de vista, la práctica psicomotriz se constituye en una
intervención del educador que comprender, respeta y actúa sobre la
expresividad motriz del niño.
El educador debe formarse para estar suficientemente preparado. Es una
formación que contempla tres bloques:
 La formación personal.
 La formación teórica.
 La formación práctica.
La práctica psicomotriz que llevaremos a cabo en la escuela ordinaria tiene un
cariz preventivo y educativo.
En el contexto terapéutico se trabaja atendiendo las dificultades e impedimentos
que no permiten el desarrollo armónico de la persona. Todos los principios de la
práctica psicomotriz educativa no son válidos en este planteamiento. La práctica
de ayuda, si se desarrolla en un marco institucional, la podríamos entender como
una profundización de la práctica educativa.

Principios de acción de la práctica psicomotriz.


El educador ha de tener como funciones privilegiadas:
 Ser dinamizador de la comunicación.
 Garantizar la seguridad de todos.
 Saber escuchar.
 Ser receptivo.
 Hacer propuestas colectivas.
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 Hacer de modelo y también de espejo.
 Ser un mediador.
A continuación, se explican los principios metodológicos de la práctica
psicomotriz:
1) Los principios espaciales. En este espacio se irán dando las diversas
actividades distinguiendo dos situaciones consecutivas:
 Situaciones de placer sensoriomotor. En este momento
predominan las actividades de expresividad motriz, el juego y las
acciones facilitadoras de la vivencia y el placer propioceptivo que
inviste la musculatura, las articulaciones y, por tanto, el tono
muscular. También, acoge actividades surgidas de las
necesidades y deseos inconscientes de los niños que pueden
aportarle una mayor estabilidad emocional
 Situaciones de representación. El espacio anterior se ha de ir
convirtiendo en un espacio más recogido que va dando paso a
actividades exentas de movimiento según las características del
espacio real. Este momento privilegia la expresión a través de la
plástica, la construcción, etc. En él el niño realiza actividades de
otros niveles más elaborados y cognitivos. En estas situaciones se
pasa del movimiento corporal al movimiento mental. Podríamos
concluir diciendo que las actividades de representación permiten
que el niño tome distancia de las vivencias sensoriomotrices y
afectivas y las traslade a una óptica cognitiva.
2) Los principios temporales. La distribución del tiempo en la sesión de
psicomotricidad está en estrecha relación con la edad de los niños, la
dinámica y características del grupo, el desarrollo de la sesión y el
momento del curso escolar. El tiempo total lo podemos dividir en varios
momentos:
 Momento inicial o ritual de entrada.
 Momento para la expresividad motriz.
 La narración o explicación de la historia.
 Momento para la representación plástica, gráfica y verbal.
 Momento final o ritual de salida.
3) Los principios materiales. Forman parte de las estrategias de intervención
del educador y enriquecen mucho las actividades porque facilitan y
completan las acciones de los niños. Una característica común de todos
estos materiales es que en su mayoría no son figurativos; el significado
viene dado por la acción del niño.
4) Los principios actitudinales. Las actitudes, creencias y valores de las
personas se traspasan en la manera de intervenir con los otros, en el
cómo hacemos y cómo actuamos. Los principios actitudinales ayudan a
disponer de nuestro cuerpo de una manera más clara y a tomar conciencia
de las relaciones tónico-emocionales que establecemos con él. Aquí se

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utiliza el concepto de tecnicidad entendido como la relación que debe
existir entre qué hacemos y cómo lo hacemos.

Intervención en situaciones de conflicto.


Durante la sesión se pueden dar situaciones conflictivas entre los niños que se
deben resolver desde la mediación, la reflexión y la palabra.
El adulto intentará mediar en esta pelea de diferentes formas según la edad de
los niños y considerando la manera como se haya producido el conflicto.

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