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Claves para una psicología del desarrollo: Volumen I. María Cristina Grifa y José Eduardo Moreno.
1) Introducción: Al preguntarnos por el desarrollo del embrión y el feto en el seno materno acuden
diferentes concepciones entre las cuales destacamos la teoría de la epigénesis. El principio epigenético, de
un modo generalizado, afirma que todo lo que se desarrolla obedece a un plano o proyecto básico y que, a
partir de este último, van surgiendo las partes, teniendo cada una de ellas un momento de eclosión, hasta que
todas las partes han surgido para constituir una totalidad funcionante. Esto es cierto con respecto al
desarrollo fetal, donde cada parte del organismo tiene su momento crítico de aparición o de riesgo de
defecto. Este principio no solo da cuenta del desarrollo fetal, sino que además intenta dar cuenta del
despliegue mismo de la personalidad del sujeto. En este sentido, epigenéticamente se constituye la
personalidad en un interjuego entre lo ‘’dado’’, lo ‘’adquirido’’ y mediante la autoposesión libre de los
elementos de ambos. Lo dado comprende tanto las leyes del desarrollo como las potencialidades, que
posibilitan el mismo. Lo adquirido se constituye a partir del vínculo con los padres, educadores,
instituciones y con la cultura en su totalidad. Por último, la autoposesión y la autodeterminación le permiten
hacer suyo libremente lo recibido, materializándolo, haciéndolo propio. Se crea así un circuito interactivo
cultura-individuo que permite el mutuo crecimiento y desarrollo.
2) El embarazo: El embarazo modifica no sólo al cuerpo de la madre, sino que también estimula de manera
particular su psiquismo y su espíritu, transformando así sus relaciones con el mundo.
Cuando las sospechas del embarazo (mediante los síntomas: hipersomnia, cansancio, falta menstrual, etc.)
son confirmadas se desencadenan modificaciones en todos los ámbitos personales, sean en lo físico, lo
psíquico y lo social.
Este niño, será el portador de rasgos, del apellido y a veces del nombre de sus progenitores o antecesores.
También en él recaen las fantasías de oportunidades perdidas, de los ideales no cumplidos, es decir que
ocupa el lugar del narcisismo de sus padres. El nuevo ser no ocupa sólo un lugar en el útero materno sino
también en el “útero familiar’’, de ambos se nutre tanto con el alimento como también con las expectativas,
fantasías y deseos de los padres y el medio.
El cuerpo adquiere para la mujer un significado nuevo; lo mira, lo toca, siente que se transforma por
completo. Aumenta el metabolismo, el pecho se vuelve firme y el color de la piel se hace vivo y delicado. Se
producen modificaciones endocrinas, metabólicas, neurovegetativas y del medio sanguíneo: fenómenos de
adaptación a la finalidad biológica de la maternidad.
El organismo de la mujer embarazada está sujeto a una hiperactividad que demanda reposo y tranquilidad.
Se experimenta mayor cansancio e hipersomnia. Existe una necesidad orgánica de reposo junto a un
ensimismamiento.
Ante la confirmación del embarazo deseado, esperado, surgen en la madre sentimientos ambivalentes –
aceptación y rechazo del hijo-, preocupaciones por la salud del bebé, temor ante el desarrollo de esta nueva
situación como así también ante el parto, ansiedad por la responsabilidad de cuidar al bebé. Hay una gran
movilización afectiva que gira en torno a fantasías, sentimientos y emociones.
La madre, como consecuencia del ensimismamiento, está fundamentalmente a la escucha de sí misma y del
‘’otro’’ que crece dentro de ella, de la revolución que se produce en el interior de su cuerpo. A medida que
avanza el embarazo esta presencia corporal y psicológica del hijo envuelve toda su vida interior.
Esta sensación de plenitud la lleva a centrarse sobre sí misma, sobre las transformaciones de su cuerpo y sus
estados afectivos. La madre debe prepararse para el momento del nacimiento pues este suceso ‘’hiere’’ a su
‘’yo exaltado’’, ya que supone la separación de sus cuerpos y la consiguiente movilización de afectos de
pérdida.
El embarazo presenta un conflicto a resolver, pone en juego la interacción, el intercambio y redefinición de
roles en la familia.
La mujer embarazada tiene una actitud de repliegue, una modalidad narcisista. Dicha actitud es interpretada
por el marido a veces erróneamente como indiferencia o desinterés hacia él. Esta vivencia materna requiere
del marido contención afectiva y comprensión para que, sintiéndose amada, pueda cuidar adecuadamente a
un nuevo ser.
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3) Vida prenatal: La vida en el seno materno es una auténtica vida humana, en la que se evoluciona
anatómica, fisiológica y psíquicamente. Esta vida psíquica prenatal es inconsciente, por tal motivo, será
inaceptable para aquellos que asocian vida anímica con vida consciente.
A partir de la fecundación ya existe una nueva realidad biológica distinta de la materna. La nueva persona ha
sido concebida en la fecundación en cuerpo y alma espiritual, constituyendo una unidad.
El cuerpo se convierte en el escenario donde se materializan sus posibilidades, donde se expresa. Este
cuerpo dirigido al ‘’otro’’ abre la comunicación a los demás; allí se muestran también sus límites cuando
experimenta dolor y enfermedad. Este cuerpo fetal, ‘’dice’’ a sus padres y al médico un mensaje. Dicho
mensaje es presencia de un ausente, es decir, es un símbolo. Así nos abrimos a su dimensión psíquica, en su
esencia simbólica. Símbolos que se expresan en conductas que muestran sus necesidades, afectos, deseos:
las distintas categorías psíquicas. De aquí que hablemos de un psiquismo fetal.
Período Fetal: El nuevo ser se prepara y alcanza la maduración necesaria para funcionar con la capacidad y
autonomía que requiere la vida después del nacimiento. Los órganos se diferencian anatómica y
funcionalmente. Se conforma el cerebro.
A los 7 meses el feto es capaz de sobrevivir por sí solo, es viable, si bien su prematura edad requiere de
atención especial.
Surgen en la madre los temores hacia el parto que se aproxima, el miedo a la responsabilidad que implica el
cuidado de un hijo. Los temores a tener un hijo con deformaciones físicas o retardo mental surgen
acompañados de ensoñaciones de tener un hijo hermoso y bueno que colmará a la familia de alegría. Estas
fantasías le sirven de refugio.
La actividad laboral y las relaciones sexuales comienzan a decrecer a medida que se acerca el tiempo del
parto.
Vida psíquica prenatal: En el período fetal se pueden comprobar hoy, con el avance técnico-científico,
actividades reflejas como la de succión y respuestas ante estímulos alarmantes, también movimientos de
brazos y piernas. Dichas respuestas neuromusculares a estímulos y los movimientos espontáneos fetales son
manifestaciones de una vida psíquica.
Al mes existen movimientos reflejos, al tercer mes responde globalmente a estímulos internos, en el 4to/5to
mes responde a estímulos de la superficie cutánea y a modificaciones del metabolismo de la madre con
movimientos y cambios de posición, 6to mes responde globalmente a la estimulación externa al medio
materna (ruidos, música) y a partir del séptimo reacciona ante la luz y la oscuridad.
Podemos hablar de psiquismo prenatal ya que se observan, antes del nacimiento, actividades conductuales
que suponen necesidades, deseos, sensaciones, afectos.
4) Factores intervinientes en el desarrollo de la personalidad: ¿Cómo las personas llegan a ser lo que
son?; ¿Por qué el desarrollo humano sigue tal dirección o curso? Estos son los interrogantes básicos de la
Psicología del Desarrollo. Desde sus comienzos esta disciplina se planteó la necesidad de precisar los
factores que intervienen en la formación de la personalidad y en los cambios de la misma a través del
tiempo. Los factores intervinientes en el desarrollo de la personalidad se clasifican así en:
1) Lo dado: comprende la naturaleza, la herencia y las potencialidades que madurarán. Hace referencia a lo
presente desde la concepción, aunque se vayan manifestando con posterioridad. Alude a lo innato o
connatural, lo nacido con el mismo sujeto. Se manifiesta y se actualiza en diálogo con el mundo, en
función de lo presentado y propuesto por este.
2) Lo adquirido: el sujeto se va constituyendo a partir de este núcleo de ‘’lo dado’’ y mediante la
apropiación del mundo, del no-yo. Esta apropiación hace referencia a lo aprendido, lo adquirido, al
vínculo con el ambiente, los valores, la cultura y también a la experiencia como factor organizador de la
personalidad.
3) La Autodeterminación: es el factor característico de la voluntad libre de una persona. Es un componente
progresivo. ‘’Qué hago yo con lo que me pasa?’’. El doble marco ‘’exterior’’ e ‘’interior’’, junto con
esta posibilidad de autodeterminación, van constituyendo el estilo del sujeto.
Herencia y medio son factores que colaboran en la formación del nuevo ser y se imbrican de modo tal que es
difícil distinguir lo que corresponde a uno y a otro. No son opuestos o antagónicos, sino complementarios.
Así, para constituirnos necesitamos de una dotación genética y de un medio humano. Nos diferenciamos y
somos singulares tanto por nuestra peculiar combinación genética como por nuestra historia personal.
La visión vulgar sostiene que lo heredado es irreversible y lo adquirido por la experiencia es reversible o
modificable. La etiología de algunas enfermedades mentales es un ejemplo de que esto no es del todo cierto.
Por ejemplo, R. Spitz ha demostrado que las depresiones relacionadas con el abandono materno o la falta de
contención afectiva durante el primer año de vida son de difícil modificación, a pesar de que posteriormente
se le brinde afecto y un medio familiar óptimo al niño. En este sentido decimos que hay trastornos psíquicos
adquiridos que se vuelven prácticamente permanentes e inmutables.
Herencia psíquica: Es posible plantearse la transmisión de caracteres psíquicos por vía genética. Esta se
observa en comportamientos semejantes o en pequeñas variaciones entre los individuos de una misma
familia.
Hay un aspecto de semejanza psíquica entre padres e hijos, que no es explicable totalmente por la vida en
común, por los vínculos familiares. Por ende, no se puede hablar en sentido estricto de herencia psicológica,
sino más bien de herencia de condiciones morfológicas, fisiológicas y patológicas que inciden sobre la
personalidad. Las conductas no se heredan de forma directa y simple.
Podemos afirmar que las conductas, incluyendo las aprendidas, no escapan a cierta influencia de la
información genética heredada, así como las mismas conductas ‘’no aprendidas’’ o ‘’instintivas’’ en el
hombre tienen un desarrollo que implican aprendizaje.
1) Nacimiento: El proceso de parto es tanto facilitado como dificultado por factores anatómicos,
fisiológicos, y psicológicos. El parto queda asociado en la madre, entre otras, a experiencias de separación y
de dolor tanto físico como psíquico. Se abandona de cierta forma el lugar de hija para convertirse en madre.
El hijo está ahora afuera del vientre y frente a la sociedad; esta experiencia conlleva el sentimiento de
alteridad, es decir, el reconocimiento del recién nacido como otro sujeto y como diferente del bebe con el
que soñaba; esto hiere el sentimiento narcisista materno pues ese bebé, tal vez no se convierta en el redentor
de sus esperanzas perdidas, sino en alguien que desde la expresión de sus necesidades reclame su atención,
es decir, estimule el surgimiento de la preocupación maternal primaria.
El modo cómo se realice el parto tiene una importante influencia en la salud física y mental del nuevo ser.
Otto Rank en 1924 introduce la noción de carácter traumático del proceso de nacimiento. El “trauma del
nacimiento” consiste en el abrupto pasaje de una situación de vida intrauterina placentera, a la cual el feto
estaba adaptado, a un nuevo medio ambiental con su exigencia de adecuación a él. La presentación súbita y
masiva de estímulos externos durante el alumbramiento es experimentada como la primera situación de
angustia. Esta se constituye en la raíz de posteriores vivencias que comprometen la angustia.
2) El neonato: El hombre es el único mamífero que recién al año de haber nacido adquiere las formas
fundamentales que le permiten desarrollar los movimientos y actividades que caracterizan a su especie. Por
otra parte, los órganos de sus sentidos ya están en funcionamiento cuando nace.
Descubrimiento y relación con el mundo: Su percepción es más bien global, simple y con poca
discriminación. La complejidad de la experiencia alimentaria, con su carácter polisensorial y variedad de
impresiones y de actividades, es fundamental en su contacto e intercambio con la realidad externa y para su
organización interna. El vínculo afectivo con la madre tiene un rol estructurador de lo perceptual a partir ya
de la primera mamada. El neonato generalmente duerme la mayor parte del día, por tal motivo a los
primeros dos meses la “edad del sueño”.
Sentidos superiores y el mundo del bebé. Percepción a distancia: La vista y el oído son los sentidos
denominados “superiores”, pues son los que abren al mundo como a un espacio remoto y permiten la
anticipación a posibles encuentros. Además, los podemos llamar superiores porque nos facilitan el acceso al
mundo de la cultura.
Visión: Se considera que aproximadamente el 70% de la información del mundo exterior recibida por un
sujeto proviene de la vista. La visión permite una rápida captación de los caracteres fundamentales de
objetos y situaciones, favoreciendo el desarrollo intelectual y el control del medio. El desarrollo anormal de
la visión, o la carencia de la misma, reducen la movilidad del bebé y le limitan las experiencias con los otros
órganos sensoriales. Posteriormente este bebé, para compensar la falta de visión, desarrollará una gran
sensibilidad táctil y auditiva. Además de la maduración de los nervios y músculos, se requiere todo un
aprendizaje y una coordinación neuromotora para alcanzar una visión óptima.
Audición: El aparato auditivo está anatómicamente completo en el momento de nacer, y también están
maduras sus inervaciones nerviosas con el cerebro. Así el bebé puede oír bien antes que ver. Su experiencia
a las semanas le permite interpretar que las palabras suaves van acompañadas de actitudes de cuidado, que la
voz materna anticipa la atención a sus necesidades.
Percepciones internas y el mundo oral-táctil del neonato: Si bien todos los sentidos funcionan desde el
nacimiento, los primeros meses de vida se caracterizan por el predominio de las sensaciones internas
provenientes de los órganos. En los primeros meses el neonato reacciona fundamentalmente a sensaciones
táctiles y los reflejos heredados son en su mayoría respuestas a estímulos táctiles. La sensibilidad cutánea
abarca las sensaciones de contacto, presión, temperatura y dolor.
3) El desarrollo del Yo en los primeros meses de vida: Los organizadores de la psique que describe R.
Spitz y la fase del espejo estudiada por J. Lacan, nos permiten aproximarnos a la complejidad de esta etapa
constituyente del Yo.
Organizadores de la psique. René Spitz: Desarrollaremos a continuación los tres estadios del desarrollo
psicológico y su interrelación con los tres organizadores:
Estadio anobjetal: La madre es un Yo (externo), pues no existe una formación yoica en el neonato.
Primer Organizador. Sonrisa social: La sonrisa del bebé como respuesta ante el rostro humano en
movimiento se da alrededor del tercer mes y es el indicador de la constitución del precursor del objeto, es
decir, es la aparición de un esbozo del Yo.
Estadio del objeto precursor o pre-objetal: De la pasividad respecto del mundo externo del estadio
anterior, se pasa a un periodo de actividad intencional y consciente.
Segundo organizador. La angustia del octavo mes: El bebé comienza a sentir desagrado si se le
aproxima una persona desconocida y lo expresa.
Estadio del objeto de amor o libidinal: El Yo está integrado y la madre es experimentada como un todo
diferenciado.
Tercer organizador. El “No” (18 meses): El indicador de esta nueva organización es el gesto semántico
del “no”. Por un mecanismo identificatorio se apropia del gesto materno prohibidor, es decir, del “no”.
La fase del espejo y el desarrollo del Yo: Para Jacques Lacan en la denominada “fase del espejo” se
constituye la matriz del esbozo del Yo, ya que el bebé logra su integración corporal. Entro los 6 y 8 meses se
reconoce a sí mismo en el reflejo del espejo y acompaña esta experiencia de júbilo con su mímica. El niño
descubre la totalidad de su cuerpo en esa imagen y progresivamente toma conciencia de sí mismo como
entidad diferenciada.
Terciarias: Implican una relación entre medios y fines. También recaen en objetos, pero orientado a
resultados diferentes, pudiendo traspolar la acción entre distintos objetos. Por ejemplo, el niño golpea un
tambor para provocar sonido, luego lo hace en la mesa y en la silla, obteniendo sonidos diferentes.
Grupo Práctico de los Desplazamientos: Son las bases previas de la reversibilidad, su génesis. Son un
grupo de movimientos que utiliza el sujeto e implican un ida y vuelta práctico, es decir, la anulación del
movimiento inicial. Supone la obtención de un fin y la puesta en práctica de relaciones circulares
terciarias (extraer novedades de los objetos a través de la experimentación). No hay interiorización en
pensamiento.
Se da la construcción de la noción de objeto permanente que es la base de las construcciones posteriores, el
objeto existe por más que este fuera de mi campo perceptivo.
El niño no posee las nociones de causalidad, tiempo y espacio, debido al egocentrismo, centracion sobre sí.
Estadio Pre-Operatorio (simbólico): Estimado entre los 2 y los 6 años, con la aparición del
lenguaje.
El pensamiento surge de la FUNCIÓN SEMIÓTICA, la capacidad de representar. Implica la aparición de
un conjunto de conductas que implican la evocación representativa de un objeto o acontecimiento ausente
por medio de la simbolización. Se distinguen 5 conductas:
Imitación diferida: Imitación de una acción efectuada inicialmente por otro en ausencia de este. Es un
proceso genético que permite comprender la realidad e interiorizar la acción. Surge a través de la
dramatización (juego de roles). Piaget plantea que la imitación es una prefiguración de la representación.
Juego simbólico: Elaboración de situaciones problemáticas (dramatización) por medio de roles. El juego
satisface al YO (cura a través del juego), Piaget toma esta noción de Melanie Klein.
Dibujo: Es de una importancia similar al juego y a la imitación (el gráfico es lenguaje). Son la vía regia
para que aparezca el inconsciente.
Imagen mental: Imitación interiorizada.
Lenguaje: Permite evocar situaciones pasadas y anticipar situaciones futuras. También posibilita el
intercambio con los otros y la interiorización de la palabra y de la acción en pensamiento.
Surge el pensamiento propiamente dicho. En este período es PENSAMIENTO INTUITIVO GLOBAL. Se
encuentra caracterizado por la intuición (es rígida e irreversible. Está a medio camino de la operación). Es
prelógico, está basado en lo perceptivo. La percepción es engañosa, no es inteligencia. Los niños pueden
pensar las relaciones entre las cosas, pero no sus transformaciones.
Abunda el pensamiento mágico-fenomenológico: El pensamiento es ANIMISTA (le confieren vida a todas
las cosas), ARTIFICIALISTA (idea de que todo está creado por el hombre) y FINALISTA (toda está
creado con un fin).
Avanzado el estadio pre-operatorio surge el PENSAMIENTO INTUITIVO ARTICULADO, el sujeto ve las
transformaciones solamente en situaciones condicionadas.
El pensamiento todavía es egocéntrico, pero comienzan los intercambios verbales con otros. Se da un
fenómeno denominado monólogo colectivo, los niños se entienden entre sí por medio de una comunicación
ininteligible.
Son comunes las preguntas reiterativas, los ¿Por qué?
Se crean amigos imaginarios, los cuales suelen servir para culpar de las acciones negativas propias del niño.
El niño se habla a sí mismo, construyendo su mundo interno.
Se interiorizan las normas, permitiendo la diferenciación entre el bien y el mal.
Se concibe al adulto como la autoridad máxima, autoridad que trasgrede con diversos ardides.
Génesis de la clasificación: En un primer momento del pre-operatorio, marcado por el pensamiento
intuitivo global, el niño alude a las percepciones concibiendo COLECCIONES FIGURALES (arma una
figura, por ejemplo usa un triángulo y un cuadrado para armar una casa). No tiene presente la inclusión
jerárquica ni la pertenencia inclusiva, es decir, que no puede incluir los elementos dentro de una clase. No
opera la diferencia entre extensión y comprensión. En un segundo momento, marcado por el
pensamiento intuitivo articulado lleva a cabo COLECCIONES NO FIGÚRALES (utiliza un solo criterio,
color por ejemplo. Pseudo-clasificación). Hay pertenencia inclusiva, pero no hay inclusión jerárquica.
Analiza de parte a parte, no concibe la totalidad del conjunto. La EXTENSIÓN se limita al criterio elegido y
no puede realizar inclusiones jerárquicas, por ejemplo considerar al color rojo como una sub-clase de la
clase triángulos, es por esta razón que NO agota la extensión.
Génesis de la seriación: En el intuitivo global el niño lleva a cabo un ORDENAMIENTO POR CUPLAS
O TRÍOS, el niño acciona centrándose en las diferencias de tamaño entre parejas con independencia del
resto de la colección, no pudiendo coordinar entre si los pares armados. En el pensamiento intuitivo
articulado, se da el ORDENAMIENTO POR TANTEOS EMPÍRICOS, el niño logra la serie por ensayo
y error con dificultad para ordenarla completamente y, en el caso de tener que intercalar un elemento nuevo,
fracasa y debe realizar nuevos tanteos. Al no poseer reversibilidad de pensamiento no puede anticipar
posibles situaciones futuras donde deba intercalar elementos.
Génesis de la conservación: En el pensamiento intuitivo global se aprecia la AUSENCIA DE
CONSERVACIÓN (CANTIDADES “BRUTAS”), los conjuntos solo son reconocidos como iguales si
ocupan el mismo espacio, se consideran las dimensiones del espacio, no la cantidad de elementos. Se
considerara que hay más elementos en el conjunto que ocupe una mayor extensión espacial. En el
pensamiento intuitivo articulado se aprecian CANTIDADES INTENSIVAS, los niños actúan por tanteos y
regulaciones intuitivas, por lo que pueden detectar igualdad de elementos en configuraciones espaciales
distintas si las diferencias son leves, pero al ser marcadas se seguirá inclinando por el conjunto mayor
espacialmente hablando. La intuición sigue apoyándose en la percepción, por lo que no logra la complejidad
de las operaciones inteligentes.
Clasificar implica que el sujeto tenga en cuenta simultáneamente las semejanzas que deben tener todas las
margaritas y todas las rosas para que ambas se consideren flores, sin que se pierdan las diferencias que
existen entre ellas.
La SERIACIÓN es la posibilidad de ordenar elementos según sus diferencias de forma creciente o
decreciente. Se logra la CORRESPONDENCIA SERIAL, correspondencia entre dos atributos de una misma
serie. Posee las propiedades de transitividad, establecer deductivamente relaciones entre dos elementos, y
reversibilidad concebir simultáneamente dos situaciones inversas, considerar a cada elemento mayor que
los anteriores y menor que los siguientes. El niño utiliza un método sistemático, comienza por buscar el
elemento más grande o más pequeño de la serie (dependiendo de si es ascendente o descendente), luego el
más grande o más pequeño entre los restantes y así sucesivamente.
El NÚMERO implica la síntesis de la clasificación y la seriación. Cuando el niño lo clasifica en una clase
(cardinalidad), pares por ejemplo, y lo ordena en una serie (ordinalidad), ha adquirido la noción de
número. Anteriormente, podía memorizar el orden de algunos de ellos o nombrarlos, pero sin concebirlo
como noción (génesis del número).
La CONSERVACIÓN es la permanencia de los conjuntos sobre los que operan las transformaciones. La
reversibilidad posibilita la conservación de las cantidades independientemente de las transformaciones
espaciales, lo que posibilita operar sin dependencia de los datos perceptivos. Ante los cambios de
configuración espacial el niño apelará a compensaciones operatorias reversibles (“hay lo mismo, porque no
se sacó ninguna pieza”, “hay la misma cantidad en ambas filas porque en una están más espaciadas y en otra
todas juntas, pero la cantidad es la misma”). Es necesaria para la operación, por lo que sin ella serian
imposible la clasificación y la seriación. Dichas operaciones solo pueden tener lugar cuando se logra la
conservación de la cantidad y la equivalencia.
5) La maternidad. El vínculo materno-filial: Los cuidados del infante suponen a una madre que posee las
condiciones psicológicas especiales para hacer frente a la realidad de cuidar a su hijo. Estas condiciones
constituyen una “Constelación maternal” y según D. Stern, supone cuatro temas:
1. El tema de la vida y del crecimiento: Lo que está en juego en esta situación es la capacidad de la
madre para mantener al bebé con vida.
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2. El tema de la relación primaria: Se imbrican en este punto la capacidad de la madre para amar a su
bebé, discriminar sus necesidades, sentirse amada por él.
3. El tema de la matriz de apoyo: Esta matriz constituida por abuelas, tías o amigas, protegen física y
psíquicamente a la madre.
4. El tema de la reorganización de la identidad: La madre ahora está ante la encrucijada de desplazar el
centro de su identidad desde el rol de hija al de madre.
Relación madre-hijo. Analogías biológicas: Simbiosis. Se denomina simbiosis a la relación estrecha entre
dos individuos de diferentes especies. Estas asociaciones de seres vivientes pueden clasificarse en:
Mutualismo: Los individuos se favorecen mutuamente.
Comensalismo: Uno solo se beneficia del otro, pero no lo perjudica ni se alimenta de él.
Parasitismo: Uno obtiene beneficios del otro, y lo suele perjudicar y alimentarse de él.
Estos conceptos biológicos son utilizados por importantes psicólogos evolutivos para la caracterización de la
relación madre-hijo.
1. Características generales de la primera infancia: A los 12 meses de vida post natal comienza un periodo
que se caracteriza fundamentalmente por la marcha en posición erguida y el habla. El niño llamado
“deambulador”, a diferencia del bebe que dependía de los demás para desplazarse, va y viene según
impulsos, se libera de otros para desplazarse y explorar el mundo por sí mismo.
La maduración física y el desarrollo psíquico logrado permiten que comience la educación para la formación
de hábitos de limpieza, orden e higiene personal, en torno a los cuales se movilizan intensas vivencias
afectivas y sentimientos de autonomía, vergüenza y duda.
Durante el primer año de vida nace y se desarrolla el sentimiento de confianza con su madre y en el mundo,
a partir de estos progresos comienza a descubrir que es autor de sus comportamientos, así surge el
“sentimiento de autonomía”. Este fortalecimiento yoico se visualiza claramente en la lucha tenaz del niño de
2 o 3 años por hacerlo todo solo, por sí mismo.
El niño con su desarrollo locomotor y con el progresivo control de sus esfínteres, experimenta un impulso a
mostrar tanto su movilidad muscular, como su propia voluntad, que debe ser valorado y orientado por los
padres para que no se vuelva en contra de sí mismo mediante dudas y sentimientos de vergüenza.
2. Realidad psíquica y realidad material: El desarrollo, para la mayoría de los autores, supone el abandono
del mundo infantil con un fuerte predominio de lo interno, lo subjetivo y lo egocéntrico, para adaptarse al
mundo externo, objetivo y real.
La inteligencia racional orienta la conducta, el orden reemplaza a las turbulencias propias de la afectividad y
de las pulsiones; de este modo el sujeto va internalizando las pautas culturales e incorporándose a la
sociedad de la que forma parte.
Objeto transicional: Es frecuente observar en un bebé de 4 a 12 meses elegir y aficionarse a un
determinado objeto, especialmente en los momentos previos a dormir. Recurrir a estos objetos es un
fenómeno normal que permite realizar la transición entre la relación oral con la madre y la verdadera
relación interpersonal o de objeto. La relación con el objeto transicional está a mitad de camino entre lo
subjetivo y lo objetivo.
La función del objeto transicional es ocupar el lugar de la madre, acompaña al bebé en su ausencia, pero no
la reemplaza en su totalidad, pues no es la madre. De este modo, ayuda a elaborar y aceptar su ausencia,
permitiendo desarrollar así la capacidad de espera y la tolerancia a la frustración.
3. Desarrollo de la conciencia de realidad: Durante el primer año de vida se despiertan tanto la conciencia
del yo, como la del objeto, en la relación con la madre y mediante el manipuleo del mundo circundante
objetivo.
Oswald Kroh, distingue tres fases de maduración de la conciencia de realidad:
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1. Etapa del realismo fantástico o edad del cuento de hadas: Esta etapa culmina a los 5 años. En dicho
mundo no rigen los principios lógicos de identidad (A=A) y de no-contradicción (no puede ser A y no A al
mismo tiempo)
2. Etapa del realismo ingenuo: En este periodo que abarca desde los 6 a los 10-11 años se produce un
importante paso evolutivo en la conciencia del objeto y de la realidad.
3. Etapa del realismo crítico (objetivismo): Comienza a partir de los 10-11 años con la prepubertad.
Mediante la consciencia objetiva logra un distanciamiento con las cosas y consiguientemente se incrementa
su posibilidad de juzgarlas críticamente, ya que no se conforma con el “ser así” de las cosas.
1) De la diada madre hijo a la situación triangular: Aun después de su nacimiento y por un cierto tiempo,
la madre sigue siendo el único objeto con quien el bebe se relaciona ya que es ella, o quienes desempeñen la
función materna, los que pueden satisfacer sus necesidades. Pero, en un cierto momento la mirada de esta
gira desde el bebe hacia el hombre, su marido. Estamos ante una figura triangular.
Del narcisismo a la situación triangular: El narcisismo es el amor de la persona por sí misma, se toma a sí
mismo como objeto de amor. Freud dice que las fantasías narcisistas son reprimidas y pasan a constituir el
ideal del yo. El narcisismo es el fundamento es, además, el fundamento del autoestima, de la valorización de
sí mismo.
Es importante distinguir narcisismo de egoísmo y de egocentrismo. El sujeto egoísta atiende a los intereses
personales sin preocuparse si sus acciones y decisiones afectan o no a otros y como los afectan.
El sujeto egocéntrico solo ve y conoce las cosas exclusivamente desde su perspectiva. Posee una dificultad
para ponerse en el lugar del otro y comprenderlo.
En este libro el término egoísmo mantendrá un tinte moral, mientras que egocentrismo apuntará a
caracterizar una actitud cognoscitiva. Existe una relación total de completitud entre la madre que satisface
las demandas del hijo y el niño que desea serlo todo para su madre. Por lo tanto, el vínculo narcisista implica
una relación de dos personas en la que el otro es fantaseado como el que satisface todos los deseos.
Consecuentemente, antes de instalarse en la situación triangular, el niño atraviesa un periodo de
autoerotismo en el que obtiene goces localizados en diversas partes corporales.
En el periodo narcisista, las pulsiones sexuales aisladas logran una unidad y un objeto que es el yo. Se
alcanza la unidad dual narcisista caracterizada por la fantasía de mutua completad.
El narcisismo así supone una relación, pero el “otro” no es un “otro” sino que es simplemente un espejo, es
decir, alguien que lo refleja.
El yo catectiza la imagen de sí mismo expresada a través de la mirada y las palabras de la madre, por lo
tanto, paradojalmente, en el amor a sí mismo se ama a la imagen del otro. La madre como tal se desdibuja,
es borrada, pues el niño la fantasea como imagen de sí mismo. Además de posibilitar la estructuración de la
imagen de si, la madre también fundamenta su experiencia de autoestima ya que cuando le sonríe al bebe, el
mismo experimenta que es aceptado, valorado, que es bueno.
Lacan dice que el yo es producto de esta alteridad en la que él bebe se fija a una imagen, identificación
primaria especular y se constituye en forma alienada pues se conoce a sí mismo en el otro. El sujeto al
constituirse mirando al otro se vuelve extraño para el mismo, vive fuera de él, prisionera de esa imagen de
su yo, vive de la mirada del otro hacia el, pero lo ignora como otro distinto de si. Por lo tanto, el narcisismo
es una relación erótica del individuo con una imagen que lo aliena.
Madre e hijo constituyen una unidad dual.
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Irrupción de la sexualidad genital en la infancia: Existe una fase del desarrollo psicosexual, caracterizada
por la organización de las pulsiones parciales, oral y anal, bajo la primacía de la zona genital, Este periodo
comporta dos tiempos separados por el periodo de latencia: la fase fálica, u organización genital infantil, en
la cual el niño y la niña reconocen un solo genital, el masculino. La segunda fase corresponde a la
organización genital propiamente dicha que se instaura en la pubertad.
A partir de los 3 años el niño comienza a descubrir las diferencias anatómicas entre el hombre y la mujer.
Es la época donde se preguntan como nacemos. Juegan al doctor y al paciente con niños de otro sexo para
poder encubrir su curiosidad sexual y la exploración corporal. Su deseo de conocer lo induce a mirar a los
demás, sean padre, hermanos o compañeros de juegos cuando están desnudos, como así también explora su
propio cuerpo, sus órganos genitales y obtiene cierto placer al excitar dichas zonas corporales.
Cuando los padres asumen una actitud permisiva, consideran estas nuevas conductas con “naturalidad”, sin
intervenir.
Cuando adoptan actitudes negadoras imponen severos castigos a cualquier insinuación de conducta sexual.
2) La situación triangular discriminación del yo: El complejo de Edipo desempeña un papel fundamental
en la estructuración de la personalidad y en la orientación del deseo humano.
La temática de la castración guarda íntima relación con el complejo de Edipo, enfatizando especialmente su
función prohibitiva y normativa.
La niña erotiza el vínculo con el padre pues en su mundo interior fantasea casarse y tener hijos con él, y así
lo expresa ingenuamente en reiteradas oportunidades. Antes la madre experimenta celos y temor, pero la
situación es diferente de la del varón porque la fantasía de amenaza de castración la experimenta como ya
realizada. La niña por dicho temor no abandona sus deseos incestuosos hacia el padre, sino que este con su
actitud le ayuda a renunciar a ellos. El padre atenúa las fantasías incestuosas de la niña a través de una buena
relación con la madre y cumpliendo su función. Sin embargo, no hay en la mujer un corte tan preciso como
en el Edipo masculino, pues persiste la esperanza de quedarse con el padre.
Esta es la elaboración normal de la femineidad. También puede suceder que cuando no tolera la castración y
la angustia que esta conlleva, la niega y permanece con la madre, no cambia de objeto de amor, es decir, no
elige al padre, lo que la lleva a la renuncia del acercamiento al otro sexo. Otras veces, la envidia de pene es
tan intensa que intenta apoderarse de las características masculinas (complejo de masculinidad).
Masculino y femenino. Varón y mujer: Si bien desde la concepción está determinado el sexo genético, la
identidad sexual en los seres humanos se va construyendo progresivamente a partir de dicha determinación.
La identidad sexual y la internalización de las pautas culturales, respecto del modelo y del rol desarrollado
tanto por el varón como por la mujer, comienza para algunos autores entre los 6 y 8 meses de vida. Entre los
3 y 5 años se constituye el complejo de Edipo (núcleo de la identidad sexual) y logra un punto culminante en
la adolescencia.
La personalidad femenina o masculina varía según la cultura, pero existe constantes comunes, universales:
Lo MASCULINO se caracteriza por:
Brindar protección y seguridad frente a los peligros externos.
Predominio de actitud racional, analítica, abstracta y una preocupación por las temáticas universales.
La apertura e intensa relación con el mundo exterior.
Actitud transformadora de la realidad, tendiente a romper lo seguro y habitual.
Mayor capacidad de resistencia y de dominio frente al mundo circundante.
Conciencia de que solo proyectándose hacia fuera puede crear.
Afectividad caracterizada por el predominio de la modalidad y la ansiedad paranoides (de ataque y
defensa) frente al mundo sobre las tendencias depresivas.
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Jung dice que en cada uno de nosotros existen a la vez elementos masculinos y femeninos.
“Anima” es el elemento femenino del ICC masculino y “animus” el elemento masculino del ICC femenino.
El ánima se experimenta a través de sentimientos y estados de humor, capacidad de conjeturar acerca del
futuro, captación de lo irracional, capacidad para el amor personal, sensibilidad hacia la naturaleza y
relación fluida con el ICC. El ánima representa a la “mujer interior”.
En su manifestación individual el carácter del anima de un hombre generalmente adopta la forma de la
madre, si la influencia esta ha sido negativa se expresará a través de la irritabilidad, depresión, inseguridad y
susceptibilidad, así por ejemplo, se expresa acerca de los demás con comentarios destructivos, venenosos,
desconsiderados, es decir, que tergiversa la realidad. Vive preso de las mujeres e incapaz de luchar contras
las penalidades de la vida. Pero, si la influencia de la madre es positiva el ánima del hombre lo guiará para
encontrar una cónyuge adecuada, como así también descubrir sus contenidos ICC, alinear su poder mental
con los valores interiores y le abrirá el camino hacia lo más profundo de sí mismo.
Jung considera 4 etapas en el desarrollo del ánima:
1. Relaciones instintivas, biológicas y queda simbolizada en la figura de Eva.
2. Personifica el nivel romántico y estético, aunque caracterizado también por elementos sexuales.
3. Eleva al amor a la altura de lo espiritual. Etapa representada por la Virgen María.
4. Lo simboliza la sabiduría que trasciende lo más santo y lo más puro. Simbolizada en Sulamita,
esposa del Rey Salomón y en Atenea, hija de Zeus.
El animus está básicamente influido por el padre de toda mujer, dotado de conocimientos indiscutibles,
“verdaderos”, sin tener en cuenta la realidad personal de dicha mujer tal como es.
El animus negativo aparece como un demonio de la muerte, personificando las reflexiones frías,
calculadoras y destructivas, colmadas de malicia e intriga que invaden a la mujer, intenciones que pueden
conducir a su marido o hijas a enfermedades, accidentes, a decidir que sus hijos no lleguen a casarse, o aun,
la muerte. Dicho animus se expresa en actitudes de pasividad, paralización de los sentimientos, sensación de
nulidad, descuido, obstinación. También el animus tiene un aspecto positivo y puede construir un puente
hacia el “si mismo” mediante una actividad creadora. Una mujer con espíritu emprendedor, atrevido veraz y
de alta profundidad espiritual.
El animus también presenta 4 etapas:
1. Personifica al poder físico (Ej.: hombre atlético).
2. Posee capacidad e iniciativa para planear el accionar.
3. Privilegia la palabra y la expresa como maestro y sacerdote.
4. Es la encarnación del significado.
3) Identidad y mecanismos de identificación: Este periodo de los 3 a 5 años es un momento clave para el
desarrollo de la identidad especialmente de la identidad sexual. Identidad: la misma entidad, el mismo ser,
mismidad.
Desde el punto de vista psicológico es un proceso de construcción, es la adquisición de algo nuevo, pero es
un cambiar en el cual permanece algo de lo que ya se era.
En principio indica al ser que es, solo posteriormente la identidad apunta a distinguirse de los otros.
Esa presencia mía no es presencia total, no es plena, no es agotadora de mi realidad. Esa presencia lleva en
si una cierta ausencia. No le podemos comunicar al otro todo lo que somos. Asimismo, toda presentación
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siempre implica tanto un aspecto consciente como uno inconsciente, pero ninguno de estos se revela
totalmente.
La identidad se va desplegando, implica un proceso de formación.
Si bien la identidad connota una coincidencia con lo propio, en el proceso de formación aparece
necesariamente la referencia a la presencia del “otro”, al “tu”. “presencia” significa un estado de la persona
que se halla delante de otra u otras, es así que la identidad como presencia implica un ir presentándome a los
otros y a mí mismo simultáneamente. El hombre es desde su gestación un ser que coexiste con otros, “somos
con” y “somos para” otros.
El “otro”, el “tu”, nos permite por una parte reconocernos, descubrir lo que somos y responder según la
medida de lo descubierto. El “otro” juega en un cierto sentido como espejo que posibilita el reconocerme, el
descubrirme a mí mismo a través de lo que él ve en mí. Asimismo, los otros se constituyen en modelos a
través de los cuales incorporamos actitudes y modos de ser, que conforman nuestra identidad.
La identidad se desarrolla y esto implica la “resolución” de crisis, es decir, momento decisivos en que se
cuestiona toda la existencia. Cada etapa del ciclo vital implica, de alguna manera, dejar de ser lo que estoy
siendo para poder ser lo que debo ser en la siguiente.
El psicoanálisis considera la identidad como un proceso por el cual nos formamos como distintos entre
aquellos a los que nos asemejamos. Este proceso de logra a través de identificaciones.
Respecto a la noción de identidad podemos diferenciar distintos estratos como la identidad específica, la
identidad etnocultural, la identidad familiar y la identidad individual.
Cada sujeto hoy es de algún modo producto de un devenir histórico que se fue constituyendo a través de
sucesivas generaciones.
Cuando el ámbito sociocultural posee una cierta estabilidad se convierte en un elemento facilitador para el
desarrollo de la identidad del sujeto, para que las identificaciones secundarias (realizadas con nuestros
padres o sus representantes posteriores) se conviertan en el soporte de las identificaciones primarias (padres
ancestrales). Las identificaciones primarias corresponden en lo biológico, al plan genético, mientras que las
secundarias se corresponden a las modificaciones del medio.
Dichas identificaciones se constituyen en un proceso de copia a partir de un modelo, de modo que
identificarse con otro significa llegar a tener las mismas creencias, proyectos y la misma cosmovisión. Pero
no podemos dejar de señalar que toda identificación lograda conlleva un proceso de duelo por aquellos
aspectos del objeto y del yo que no son incorporados.
La identidad personal es el resultado de una combinatoria de cualidades del padre y de la madre.
Identificación primordial: Proceso por el cual se alcanza identidad de especial. Queda representada por la
constitución del número y la forma de los cromosomas.
Identificación primaria: Proceso por el cual cada ser humano desarrolla las características y cualidades que
se ha recibido hereditariamente. Es directa e inmediata.
Identificación secundaria: Corresponde especialmente al periodo postnatal. Mediante ella el sujeto adopta
las cualidades de la cultura en la que se inscribe. Es la que Freud considera sedimentación de las
investiduras de objeto resignadas.
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Por lo tanto, la proyección es un mecanismo que distorsiona nuestra imagen de lo real porque atribuye a los
objetos cualidades que no le son propias, pero permite al yo defenderse y mantener su vinculación con el
exterior.
La introyección es la incorporación o asimilación, por parte de un sujeto, de partes o de la totalidad de
objetos externos. Es un mecanismo muy temprano que permite el crecimiento y enriquecimiento genuino del
yo. El mundo interno se va conformando con las sucesivas introyecciones.
Ahora bien, las introyecciones y proyecciones alteran el mundo interno y los vínculos con los objetos, pero
no modifican la identidad.
En la identificación introyectiva del otro, o un aspecto del mismo, queda incorporado a la propia identidad.
En la identificación introyectiva normal el otro permaneces intacto, discriminado, reconocido como ajeno.
En la identificación introyectiva masiva o patológica se pierde la distancia y la discriminación del objeto
incorporado a la identidad. Así, un sujeto psicótico expresaría “yo soy papa” o “yo soy napoleón”.
Del mismo modo, en la identificación proyectiva normal el sujeto desplaza parte de su identidad en los
objetos sin confundirse con el otro. Es ponerse en el lugar del otro.
La identificación proyectiva es masiva o patológica cuando el sujeto se confunde con el otro, vive en el otro
dejando de ser el, vive en los otros para escaparse de si.
Los mecanismos de identificación juegan un rol fundamental en ese periodo de los 3 a 5 años en que se
incorporan los modelos paterno y materno y comienzan a cobrar importancia las figuras de los educadores y
de los pares.
La palabra “identidad” tiene la ventaja de que puede describir una doble relación: el ser idéntico a uno
mismo y al mismo tiempo idéntico a otra cosa.
El sentido de identidad se construye a partir de identificaciones aisladas con personas significativas e
imágenes ideales del pasado, pero constituye algo nuevo a partir de ellas.
4) Paternidad: Irrumpe la figura del padre con cualidades diferentes al rol materno. El padre ya no es
más una “segunda madre”, el otro que ayuda a ésta en la crianza pero al cual no se le atribuye un rol
especifico.
El padre, que en este momento es descubierto en su rol, representa la apertura a la sociedad y la autoridad
familiar. Incita al hijo a socializarse y es el que instaura la Ley. Posee autoridad, entendida esta como la
capacidad para influenciar o tener predicamento en el seno familiar. La autoridad paterna se ejerce mediante
la entrega, proveyendo lo necesario para el desarrollo pleno de la familia, esta actitud implica un dejar de
lado su narcisismo, su egoísmo y sus caprichos. Asimismo, la autoridad en la familia es una acción conjunta
y una responsabilidad compartida del padre y de la madre. En consecuencia, la crisis de la autoridad paterna
encubre una crisis de amor conyugal.
En los primeros años de vida es cuando más se pone de manifiesto como la vida de los hijos es ordenada y
regulada por los padres. Sin embargo, esta subordinación de los hijos respecto de los padres tiene el sentido
de servirlos, de cuidarlos, de orientarlos, de prevenirlos ante los peligros tanto del mundo externo como de
los que surgen de su mundo interior.
El rol del padre es fundamental en la progresiva delegación de responsabilidades, de derechos y deberes del
hijo. También juega un papel de sostén y de reaseguro frente al “desgaste” de a autoridad de la madre
respecto de sus hijos, debido al contacto más continuo y cercano de ésta. Ya que, la función paterna se
caracteriza, en general, por ser más lejana, mas desligada de lo corporal y de las necesidades fisiológicas del
hijo a diferencia de la cercanía de la materna, quien lo tuvo en sus entrañas y lo amamantó de recién nacido.
Los hijos no solo reclaman su autonomía ante el padre, sino que también necesitan y solicitan de múltiples
formas, manifiestas o encubiertas, su protección. Los padres delegan progresivamente, la autonomía en los
hijos, ya que dicha misión responde al creciente desarrollo para poder asumirla. Los padres, se convierten en
un punto de apoyo y el desarrollo del hijo afianza en ellos sus sentimientos de certeza en la continuidad a
través del tiempo y más allá de la muerte. Por lo tanto, a lo largo de la vida padres e hijos se vivencian en un
proceso dialéctico.
Padres e hijos son dos polos de una paradoja, se necesitan e interdefinen.
Los padres como autores de esta obra que es u hijo tienen la autoridad para regirla en su desarrollo, aunque
cuando lo respeten como un ser personal y libre. Consecuentemente, esto significa que el hijo se convertirá
en autor de su propia vida, desplegando su proyecto personal. Resulta fundamental advertir, que los
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sentimientos posesivos conducen al abuso de la autoridad, a excesos paternales que desconocen que el hijo
no es patrimonio de los padres, sino que después de instaurarlos en ese lugar necesita caminar solo, con las
identificaciones y los modelos internalizados, para volver a ver a los padres desde un lugar más maduro.
6) La edad de los juegos: El niño durante la segunda infancia pasa la mayor parte del tiempo jugando. El
juego es su mundo, es el modo de descubrirlo y de descubrirse. El desarrollo intelectual, afectivo y de la
personalidad en general, está íntimamente imbricado con la actividad lúdica.
Hay diversas teorías sobre el juego: que permite liberar el exceso de energía, o que prepara al niño para la
vida adulta, o que es respuesta a una necesidad de relajamiento, o un medio para descargar tensiones
afectivas o catarsis (modo de autoexpresión). El juego es el lenguaje por excelencia del niño. Repite en el
juego tanto las situaciones placenteras como las traumáticas o dolorosas a los fines de asimilarlas, de
elaborarlas.
El niño en el juego se identifica con los personajes, de modo que estos pasan a ser mascaras dentro de las
cuales puede realizar activamente en la fantasía lo que vivió pasivamente como sufrimiento en la realidad
exterior.
Elige fragmentos de la realidad exterior para fantasear. Estimula las fantasías, la imaginación, pero además
permite conocer la realidad exterior y adentrarse en el mundo de los adultos.
Del mismo modo, el juego favorece en esta etapa el desprendimiento respecto de la madre para orientarlo
hacia el mundo exterior, la conexión con otras personas y objetos y el incremento de su confianza en si
mismo al permitirle evaluar sus destrezas. Es un modo de acercamiento a lo real que permanece a lo largo
de la vida.
El juego es un hacer en el plano del “como si” que permite experimental pero sin correr el riesgo de actuar y
posteriormente asumir las consecuencias definitivas y responsables de dicho accionar.
A los 3 años todavía predominan los “juegos solitarios” y los llamados “juegos en paralelo”, en los que un
niño juega al lado del otro sin organizar ni compartir nada entre ellos, por el placer de la mutua compañía.
Hablar mientras juegan sin importarles si su compañero o los demás le escuchan o no. Todavía tiene
dificultad para prestar juguetes y para compartirlos, rivalizando continuamente por ellos.
Si bien, los juegos son de carácter simbólico y por lo tanto en niño reproduce en ellos aspectos de la
realidad, esta aun presente el carácter motor, el placer del ejercicio. El tema central en este periodo es el
juego dramático en el que simboliza situaciones domesticas dramatizando la vida familiar a través del
“juego de roles”. Facilita lentamente la superación del egocentrismo infantil al incentivarle el intercambio de
roles, le permite aun por unos minutos descentrarse y colocarse en el lugar de los otros.
A los 4 años tiende a jugar más con los otros niños, puede fijar por anticipado lo que va a construir y
disfrutar del éxito logrado.
A los 5 años los juegos grupales se caracterizan por una activa participación y comunicación. El liderazgo en
estos grupos es ya definido y todos los integrantes cooperan para mantener la cohesión. El niño se interesa
por los juegos y actividades que se consideran propios de su sexo y descarta los del sexo opuesto.
Al niño de 3 a 6 años le gusta mucho jugar con los padres, con los adultos o niños mayores. Esta interacción
es una fuente vital para incrementar su autoestima, su valoración y para establecer un sólido vínculo
afectivo con los mayores. No obstante, es importante no inferir en lo posible en sus juegos tanto cuando
estos son solitarios o con compañeros, pues las interrupciones injustificadas provocan frustración y
agresividad.
El jugar requiere de medios, ya sean juguetes u objetos de la vida cotidiana como también de un ambiente
apropiado.
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1) El periodo inicial de la niñez escolar (6 a 9 años): Inserción en el nivel primario. Este nivel se caracteriza
por las mayores responsabilidades que debe asumir y por las tereas específicas que le son asignadas y
posteriormente serán evaluadas.
El inicio del nivel primario va acompañado de la vivencia de sentirse “grande”.
Desde el punto de vista psicoanalítico, se separa de la madre y el padre asume el rol más activo que le ayuda
a introducirse en la sociedad y a aceptar la Ley.
Características principales de esta etapa:
El comienzo de la escolaridad primaria. El aprendizaje pasa a desempeñar el rol central del desarrollo.
La intensificación de las relaciones interpersonales con el grupo de pares.
El descubrimiento en el mundo extrafamiliar de la importancia de otros adultos significativos. (por ej. Tíos)
El nacimiento de la interioridad. Es un momento en el que también valora la importancia de estar solos.
Le emergencia de una actitud más objetiva respecto de la realidad.
El pasaje de la inteligencia intuitiva a las operaciones lógicas concretas.
2) La madurez infantil (10 a 12 años): Son características de esta madurez infantil, la vida interior, la
posibilidad de guardas secretos, la búsqueda de objetivos personales, cierto sentido de la responsabilidad, la
aparición de preocupaciones morales e incluso filosóficas, la admiración y la identificación con algunas
personas significativas del mundo cultural.
Se evidencian el desarrollo de la voluntad y la autodeterminación, por ejemplo: pegar posters en su cuarto.
Por otro lado, el desarrollo de la voluntad junto con la capacidad lógica permite una mayor coherencia en su
pensamiento y en la acción.
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El desarrollo de la voluntad conlleva cierta pérdida de la espontaneidad o ingenuidad infantil, debido a esto
experimenta dificultades para expresar lo que le pasa.
La afectividad gira fundamentalmente entorno a la aceptación y valoración por parte de sus pares, aunque la
familia continua siendo la base de su contención afectiva.
Modificaciones corporales: En esta etapa el crecimiento es más lento que en los bebes. En el periodo de la
niñez escolar las extremidades se alargan y robustecen, destacándose así los músculos y las articulaciones, la
frente se reduce en proporción al desarrollo logrado en la parte media e inferior de la cara. El cuello se
alarga, y robusteces, el tronco enlentece su crecimiento y el vientre se aplana. En el pecho se destacan las
costillas y los músculos aumentando además la amplitud de los hombros.
Ya posee la coordinación visomotora suficiente para el aprendizaje de la escritura, la pintura, y el dibujo.
Gracias a la capacidad cardiorrespiratoria y la fortaleza muscular, se constituyen la velocidad y resistencia.
En este periodo el niño ya puede entrenarse y participar en competencias.
Otro aspecto del desarrollo corporal es que va perdiendo sus dientes de leche, y aparece progresivamente su
dentadura definitiva que se completa alrededor de los 11 años.
Comienza a adquirir gran importancia la valoración social de la imagen corporal.
Existe la fantasía “His Majestic the Baby” se trata de que en los padres que predomina dicha fantasía
atribuyen al niño toda clase de perfecciones y encubren u olvidan todas sus dificultades, de modo que
esperan que el hijo tenga mejor suerte que ellos .
El desarrollo moral y la educación de las virtudes humanas: En la edad escolar el nuevo desafío surge
del descubrimiento del mundo social y la tarea consiste en “manipular” normas, códigos para comprender la
cultura grupal y así, insertarse en la sociedad.
Le cabe a cada hombre el conocer y aceptar sus condicionamientos (Lo dado), y ponerlos al servicio de un
proyecto de vida elegido libremente. La acción libre nos introduce en un nuevo orden de cosas, en el orden
moral. La moralidad es la propiedad de los actos conscientes y libres que los constituye como buenos o
malos.
La moralidad del acto se relaciona con el grado de conciencia del sujeto de modo, que cuando esta
disminuye, el grado de responsabilidad moral decrecerá hasta el punto de volverse un acto no imputable.
SANTOS TOMAS DE AQUINO, sostiene la existencia de una capacidad natural de juicio moral, que
potencialmente está presente desde el comienzo del nuevo ser. Domina “sindéresis” a esa disposición
interior innata que capacita al sujeto para juzgar moralmente. “Sindéresis” suele sustituirse por la expresión
“sentido moral”, que involucra no solamente a lo cognitivo sino al psiquismo humano en su totalidad.
Para Piaget la sociedad es la única fuente de moralidad, pues esta última se basa en la necesidad de
cooperación social. El desarrollo moral es un hecho sociológico.
El surgimiento de la conciencia moral: A partir de los 2 años comienza un periodo de afirmación de SI, de
allí que las exigencias morales tienen sentido por primera vez. El niño en este momento, experimenta por un
lado el conflicto entre sus deseos, sus demandas impulsivas, y por otro lado, la incipiente conciencia moral.
Posee la capacidad de reprimir ese deseo como así también la tendencia a la acción correspondiente.
Ahora ya capta conscientemente la diferencia entre lo bueno y lo malo, y puede dirigir voluntariamente sus
impulsos, pero alcanza tan solo un grado moral ingenuo. Lo bueno y lo malo alcanzan su sanción
fundamentalmente del exterior, de las personas con autoridad, pero no del interior del niño. Es decir, que el
niño toma por primera vez contacto con lo moral pero de un modo mediato, a través de los mandatos y
prohibiciones paternas. La obediencia es el camino para el desarrollo de la conciencia moral.
En la medida en que el yo y la conciencia moral se van desarrollando el niño no debe ser forzado por la
autoridad, sino que los padres pueden mostrarles que ahora si están en condiciones de obrar y elegir por si
mismos, en muchas condiciones.
Enfoque cognitivo del desarrollo moral: Las teorías cognitivas enfatizan, por un lado, la interrelación
entre el desarrollo intelectual y las etapas del desarrollo moral; por otro, acentúan la importancia en el
aspecto educacional de la presentación de dilemas morales.
La teoría de Kohlberg postula que a medida que el niño crece construye activamente una visión moral del
mundo, utilizando para ello las estructuras de pensamiento que posee para analizar las diferentes situaciones
éticas. Distinguió 3 niveles y 6 estadios del desarrollo moral:
Nivel pre-convencional: Las personas pertenecientes a este nivel no comprenden ni sostienen por si mismas
las reglas sociales, sino que las normas son externas a su yo.
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Nivel post-convencional: La persona toma distancia de las reglas y expectativas de los demás y orienta su
conducta en relación a los principios morales elegidos por él.
Estadio 5: Orientación legalista. El sujeto acepta las reglas sociales que han sido examinadas y
elegidas por el grupo social, de modo que justifica la moralidad en relación con principios globales
de reciprocidad contractual.
Estadio 6: Orientación hacia principios basados en la conciencia abstracta. En este periodo el sujeto
razona acerca de lo moral basándose en principios universales y no en acuerdos. Partiendo de dichos
principios morales analiza en cada ámbito y situación como aplicarlos racionalmente.
Desarrollo moral, justicia y perdón. El perdón es el indicador de la culminación del desarrollo moral.
Perdón vengativo: Personas que solamente perdonan a alguien que los ofendió o perjudico solo si pueden
castigarlo en un grado similar a lo padecido. Coincide con el estadio pre-convencional.
Perdón restitutivo: Los sujetos perdonan cuando recuperan lo que les ha sido quitado, o bien perdonan para
aliviar la culpa.
Perdón socialmente esperado: Perdonan cuando se ven presionados por los demás, ya que, es más fácil
hacerlo cuando otros esperan. Coincide con el nivel convencional.
Perdón legalmente esperado: Los sujetos perdonan cuando su religión o código de normales sociales, lo
demanda.
Perdón como búsqueda de la armonía social: Perdonan en busca de la armonía social y las relaciones
interpersonales.
Perdón como expresión de amor: Consideran que el acto de perdonar suscita y promueve sentimientos de
amor verdadero. Coincide con el nivel post-convencional.
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La conducta moral no aparece hasta la adolescencia, dado que la niñez tiene una vida moral que recibe, le es
dada.
La adolescencia es la condición de la autonomía moral del adulto. El fracaso de la adolescencia provocaría
el fracaso moral.
La adolescencia no es solo el momento y condición de la aparición de la conducta moral, sino que es el
periodo en el cual la existencia entera plantea problemas morales.
Claves para una psicología del desarrollo: Volumen II. María Cristina Grifa y José Eduardo Moreno.
Capítulo 5. La adolescencia.
Introducción: La adolescencia, hasta mediados del siglo XX, fue considerada sólo como la breve antesala
al mundo adulto, que por ser tan corta en parte coincidía con la pubertad (11 a 13 años); es decir, que
concordaban temporalmente las condiciones requeridas por los medios culturales para la entrada a la
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madurez con la irrupción de los cambios físicos. Con el desarrollo y la complejización de la sociedad se ha
ido prolongando la duración del período adolescente, algunos autores lo extendieron más allá de los 25 años.
Actualmente para determinar el final de la adolescencia se tienen en cuenta no sólo elementos biológicos y
sociales, sino también psíquicos y espirituales.
La duración del período adolescente no solamente varía según las épocas, las culturas y los países, sino
incluso dentro del territorio de un país y entre habitantes contemporáneos.
La necesidad de una mayor capacitación y educación para insertarse en la estructura ocupacional con
posibilidades de éxito, conlleva una tendencia de las sociedades contemporáneas más desarrolladas a
favorecer la prolongación de este período, al menos en uno de sus aspectos. Por ejemplo, en la población
juvenil-estudiantil la exigencia social de estudios universitarios como así también de estudios de postgrado,
de residencias o prácticas rentadas, dificultan la formación de una nueva familia, incrementan la
dependencia psicológica y económica respecto de sus padres; consecuentemente, no favorecen la asunción
plena del rol y la responsabilidad adulta. Paradojalmente, para acceder a la esfera laboral se solicita
generalmente tener cinco o más años de experiencia.
A medida que este período se fue prolongando, se han hecho más evidentes las características de la
personalidad específicas de esta etapa. El adolescente ante el conflicto entre su deseo y temor al contacto
con el mundo adulto se defiende con barreras que levanta frente a él; así crea un lenguaje, normas grupales,
vestimentas, tatuajes, es decir, crea signos que le facilitan la pertenencia al grupo de pares pero que lo
excluyen del mundo adulto.
Si todas las etapas evolutivas requieren que se considere la relación del sujeto en desarrollo con la sociedad
y la cultura, en esta etapa dicho aspecto se convierte en esencial. Ruth Benedict y Margaret Mead en sus
trabajos de psicología comparada, confirman que la variable decisiva es la cultura. Del mismo modo, J.
Stone y J. Church caracterizan a la adolescencia como un fenómeno cultural distinto del estrictamente
biológico de la pubertad.
El término pubertad significa ‘’primera fase de la adolescencia’’ en la cual se producen las modificaciones
propias del paso de la infancia a la edad adulta, especialmente alude a cambios corporales. Dicho término
deriva etimológicamente del latín pubertas, éste a su vez de pubis que significa ‘’vello viril’’, ‘’bajo
vientre’’.
El término adolescencia proviene del latín adolescens que significa ‘’hombre joven’’ y deriva también del
adolescere: ‘’crecer, padecer, sufrir’’. Consecuentemente, es un período conflictivo, ‘’crítico’’, es decir, un
momento decisivo en el cual el sujeto se separa de lo familiar, juzga y decide. Asimismo, lo consideran un
‘’purgatorio’’, un tiempo en el que nuevamente se vivencia el sufrimiento del nacimiento, es decir, podría
interpretarse como un ‘’segundo nacimiento’’ pero psicológico.
El cambio adolescente puede ser lento o abrupto, puede variar tanto en ritmo como en intensidad, pero
requiere su tiempo para que sea felizmente concluido. La adolescencia no puede describirse como una mera
adaptación a las transformaciones corporales, sino como un período decisivo del ciclo vital, en el que se
alcanzan tanto la autonomía psicológica y espiritual, como se logra la inserción en el mundo social, pero ya
sin la mediatización de la familia.
La pubertad: Es probablemente P. Blos, en el marco del Psicoanálisis, entre los ’60 y ’70, quien desarrolló
más exhaustivamente la problemática de la pubertad.
Dicho autor al examinar la vasta literatura acerca de la adolescencia destaca que los estudios dedicados a la
‘’adolescencia joven’’ ocupan un lugar subalterno ya que las investigaciones se volcaron al análisis de la
‘’adolescencia propiamente dicha’’, o bien de la ‘’adolescencia tardía’’. Pero, es su experiencia clínica los
desórdenes de las etapas posteriores asoman ya en la adolescencia temprana, en la edad puberal. Ambos
términos difieren pues mientras que pubertad denota los cambios fisiológicos y morfológicos propios de la
maduración sexual; pero adolescencia se refiere a las modificaciones psicológicas que conllevan la aparición
de la pubertad.
Blos tiene en cuenta no sólo el desarrollo de la pulsión libidinal, sino también la pulsión de agresión. Ambas
son intensificadas en este período conjuntamente con la regresión adolescente.
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momento la imagen del adolescente se asoció a experiencias como las de: revolución, idealismo social y
moral, romanticismo, nobleza, salvajismo y pasión. A comienzos del siglo XX, Hall redescubrió la
adolescencia y encontró en ella las mismas tensiones sexuales y morales que Rosseau describiera cincuenta
años antes.
W. Stanley Hall, uno de los primeros investigadores sobre la adolescencia cuyos trabajos son de comienzos
del siglo XX, denomina a este período ‘’segundo nacimiento’’. Según este autor dicho período comprende
desde los 12 o 13 años hasta los 22 o 24 años, caracterizándolo como el momento en el que se manifiestan
los rasgos más evolucionados y esencialmente humanos. Hall, que adhirió a la teoría evolucionista,
desarrolló la hipótesis de la recapitulación del desarrollo humano. Este autor se inscribe en el pensamiento
de Lamarck difundido por Haeckel quien acuña los términos ‘’filogenia’’ y ‘’ontogenia’’. Así, en el
transcurso de la evolución de cada individuo este atravesaría todas las etapas que corresponden a aquellas
que a su vez se dieron en la historia de la humanidad. La adolescencia representa a la época en que la raza
humana experimentaba cambios turbulentos, momentos de transición, situación que se repite en cada
individuo en el período mencionado. Considera que en la fase adolescente el individuo se eleva al nivel
superior de las relaciones morales pues puede amar a la especie humana conciliando a la sexualidad con la
virtud ética.
Ambos autores, sostienen que la conciliación e la sexualidad genital con la autoridad moral del orden social
durante la adolescencia es el momento propicio para el despertar de las potencialidades morales más
elevadas de la especie humana.
Freud, consideró a la adolescencia como una etapa de recapitulación de experiencias anteriores y de
reactivación del complejo de Edipo. Plantea que las transformaciones somáticas de la pubertad
desencadenan los cambios psicológicos de la adolescencia. Pero: ‘’Vemos con toda claridad el punto de
partida y la meta final del curso del desarrollo que acabamos de describir. Las transiciones mediadoras
nos resultan todavía oscuras en muchos aspectos; tendremos que dejar subsistir en ellas más de un
enigma.’’
El aumento de la presión pulsional rompe el equilibrio del período de latencia. Freud considera que con el
advenimiento de la pubertad surgen cambios que permiten que la vida sexual infantil logre su conformación
normal definitiva. La pulsión sexual, que hasta ese momento era predominantemente autoerótica, encuentra
a su objeto sexual. Asimismo, surge una nueva meta sexual ya que las zonas erógenas se subordinan al
primado de la zona genital. Para que esto sea posible a cada sexo se le asignan funciones muy diferentes. La
normalidad de la vida sexual se logra por el ensamblado de la dos corrientes dirigidas tanto al objeto como a
la meta sexual, es decir, la tierna y la sensual. De este modo, la nueva meta sexual no es ajena al placer pero
está al servicio de la función de reproducción, es decir se vuelve altruista. Como ya dijimos, en la pubertad
se realiza la elección del objeto sexual que se despliega primeramente en la fantasía, es decir, a través de
representaciones no destinadas a ejecutarse. Consecuentemente, estas fantasías surgen con las inclinaciones
infantiles que tienen por objeto a sus padres, casi siempre atraídos por el progenitor del sexo opuesto. Pero,
cuando estas fantasías son desestimadas a causa de su carácter incestuoso se logra la separación de la
autoridad de los progenitores y el retiro de la libido antes sujeta a éstos; consecuentemente es posible volcar
ésta en otro objeto de amor, pero ahora exogámico.
Respecto al argumento freudiano, es importante pensar el valor teórico y vivencial de la tarea de
‘’resignificar’’ la historia vivida, la historia pasada. El tratamiento de la ‘’resignificación’’ está ligado a
nociones como las de ‘’represión’’, ‘’temporalidad’’, ‘’fijación’’, ‘’regresión’’, ‘’conflicto’’, ‘’trauma’’.
Los términos Nachtraglichkeit (sustantivo) y nachtraglich (adjetivo y adverbio) son usados asiduamente por
Freud. Lo que nos permite pensar que las nociones de ‘’posterioridad’’, como ‘’posteriormente’’ o ‘’con
posterioridad’’ forman parte de su conjunto teórico. Este concpeto deja a un lado la interpretación que
algunos autores han dado a la historia del sujeto en el psicoanálisis como la acción del pasado en el presente
a modo un mero determinismo causal. En Carta 52, señala que el individuo modifica con ‘’posterioridad’’
los acontecimientos pasados, y que es justamente esta modificación lo que les confiere su significado,
eficacia y sentido patógeno. Pero, esto es posible desde la hipótesis de que nuestro mecanismo psíquico se
establece por estratificación, es decir, que las huellas anémicas, en función de nuevas condiciones,
experimentan una reorganización, una reinscripción, una nueva transcripción. A lo largo de su obra
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específica esta noción aclarando que lo que se elabora retroactivamente no es lo vivido en general, sino
electivamente aquello que en el momento de ser vivido no pudo integrarse en un contexto significativo. Esta
modificación con posterioridad se desencadena debido a la aparición de determinadas situaciones, o por una
maduración orgánica, que le permiten al sujeto reelaborar su experiencia anterior. La sexualidad, como
experiencia vivida en dos tiempos, favorece la aparición de fenómenos de reinscripción y resignificación
con posterioridad a lo sucedido en la infancia. El modelo es el acontecimiento traumático.
El aparato psíquico constituido en instancias –cc, precc, icc- supone la ‘’represión originaria’’ que generó
núcleos inconscientes, agencias representantes de pulsión, que contribuyen seguidamente a la ‘’represión
propiamente dicha’’ por la atracción que ejercen sobre los contenidos a reprimir. Es decir, que la represión
no es un mecanismo presente desde el origen del psiquismo sino que supone una separación entre lo
consciente y lo inconsciente; de modo, que justamente consistirá en la acción tanto de rechazar algo de la
conciencia, pues le resulta a ésta displacentero, como en la de mantenerlo alejado de ella, es decir,
inconsciente. Los contenidos del inconsciente no sólo se asocian entre sí, sino que se reordenan, se
retranscriben; pero, como persistencia de inscripciones propias de períodos anteriores a los que el sujeto
transita actualmente.
Así, Freud desarrolla la idea de ‘’anacronismo’’, es decir, la ‘’fijación’’ al modo de actividad con el objeto
propio de esa fase. La fijación de las pulsiones a fases de la libido tiene como consecuencia representaciones
en el yo que diferencian tanto las estructuras del carácter como las estructuras psicopatológicas
Este sentido del término fijación nos acerca a la conformación de individualidades que serán propias de un
‘’carácter’’ al final de la adolescencia. Pero, al tratar la fijación no podemos dejar de lado la regresión ya
que son nociones interdependientes. Pues, sobreviene una ‘’regresión temporal’’ cuando se reactivan
formaciones psíquicas más antiguas; ésta surge tanto en relación con la evolución de las pulsiones, con las
relaciones de objeto establecidas, como con el contenido de las fantasías.
No podemos dejar de lado las nociones de ‘’conflicto’’ y ‘’trauma’’ fundamentales en la constitución del
aparato psíquico al transitar de una etapa a otra del desarrollo.
El ‘’conflicto’’ es constitutivo del sujeto y forma parte de la vida psíquica como un motor que pone en juego
las organizaciones del aparato psíquico logrando cada vez articulaciones más complejas. Es el resultado de
una transacción entre dos grupos de representaciones que se contraponen y actúan como dos fuerzas de
sentido contrario. Este puede explicarse, a nivel tópico, como conflicto entre instancias, y a nivel
económico-dinámico, como conflicto entre pulsiones. El adolescente enfrenta conflictos propios de esta
etapa, por ejemplo, la contraposición entre los deseos del ello y las exigencias morales del superyó; entre el
sometimiento a lo familiar o la sana dependencia que genera la individuación; entre la atracción por el sexo
opuesto y el miedo ante lo nuevo; entre sus posibilidades y las exigencias tanto internas como externas.
Ligado al concepto de conflicto podemos analizar el de trauma, ya que una situación se le torna traumática
al sujeto cuando conflictivamente no logra integrar en sus estructuras psíquicas una nueva experiencia a
través de las defensas adecuadas. El aparato psíquico no cuenta con la capacidad de tramitar las excitaciones
provenientes del interior o del exterior, según el principio de constancia. Freud considera que el origen del
trauma es sexual y se desarrolla en dos tiempos. El primero, es en el que transcurre el tema original que
ocurrió en un período anterior al desarrollo puberal del sujeto; así por ejemplo, el niño sufre una excitación
sexual causada por un adulto sin que se constituya esa primera escena en una situación traumática. El
segundo tiempo es posterior al desarrollo puberal, ahí sucede una segunda escena que evoca a la anterior a
través de una vía asociativa; así aflora el recuerdo de la primera provocando un flujo de excitaciones
sexuales que desbordan las defensas del yo y generan la situación traumática. Este carácter traumático de la
escena es otorgado a posteriori.
Anna Freud, considera que los adolescentes suelen ser excesivamente egoístas y se consideran el centro del
universo y el único objeto de interés; pero paradojalmente, la adolescencia es la época en la que el ser
humano es capaz de gran generosidad, autosacrificio y devoción.
En sus trabajos la autora muestra con claridad la vida fluctuante del adolescente, de allí que lo caracteriza
con cualidades antitéticas. Analiza, por ejemplo, la oscilación entre dos tendencias que se contraponen:
Exaltación - indiferencia.
Actividad – pasividad
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por regla general, la reacción frente a le pérdida de una persona amada o de una abstracción que haga sus
veces, como la patria, un ideal, la libertad, etc.
Dolor, renuncia y resignificación son etapas claves en este proceso.
1) El duelo por el cuerpo infantil. A la transformación brusca corporal en la pubertad le acompañan
vivencias de pérdida del cuerpo infantil, se produce así un desfasaje entre el nuevo cuerpo y el esquema que
tiene del mismo. Esta estructura dinámica en constante autoconstrucción y autodestrucción logra en este
período un punto álgido, ya que los cambios son inevitables y se tornan evidentes ante su percepción y la
vivencia de los mismos.
2) El duelo por la identidad infantil. Duela su identidad infantil, ésta implica también un proceso de
formación por el cual, nos constituimos como distintos entre aquellos a los que nos asemejamos. Este
proceso que se logra a través de identificaciones cursa en este momento la reverberación del complejo de
Edipo.
3) El duelo por los padres. El adolescente intenta pasar desde una relación con los padres de la infancia a la
búsqueda de un nuevo vínculo, que le permita una mayor autonomía, aunque por momentos experimente
nostalgia de dependencia infantil. Desea, por ejemplo, que lo consideren como un adulto para obtener más
libertades, pero frente a determinadas dificultades o responsabilidades espera que se lo trate como a un niño.
Aberastury, en relación al duelo, también señala que el adolescente al sumir una identidad sexual definitiva
abandona las fantasías infantiles bisexuales.
Mauricio Knobel, considera a los adolescentes una población vulnerable, es decir, ‘’herida’’, dañada, en
riesgo, pues se hace depositaria de gran cantidad de fenómenos sociales patológicos, especialmente
provenientes del mundo adulto, que es el que rige los destinos de la sociedad. En general, los adolescentes
tienden a actuar las transgresiones y violaciones de las leyes que los adultos sólo se permiten fantasear y
frente a los cuales asumen un rol permisivo. Los fenómenos sociales de delincuencia, adicción a las drogas,
prostitución y promiscuidad sexual, están asociados a este período aunque no pertenezcan exclusivamente al
mismo. Estos fenómenos se incrementan en la adolescencia y están presentes en todas las sociedades, ya que
ésta es una población vulnerable. Por lo tanto, no se puede atacar esos males exclusivamente con medidas
educativas y protectoras de los jóvenes, sino también mediante cambios en el mundo adulto, que es el que
contribuye a configurar este tipo de situaciones. Paradojalmente, las características psicológicas de rebeldía
e inconformismo expresan aspectos de dependencia infantil y convierten al adolescente en un fácil
depositario de estos fenómenos patológicos de la organización social.
Knobel desarrolló la tesis del ‘’síndrome normal’’ de la adolescencia. Así, afirma que los adolescentes
atraviesan normalmente desequilibrios e inestabilidades extremas de los que se defienden y manifiestan en
conductas también extremas. Los síntomas de esta ‘’patología normal’’ son:
Búsqueda de sí mismo.
Tendencia grupal, sobreidentificación masiva entre los miembros del grupo que conlleva a una huida de
la uniformidad.
Necesidad de fantasear e intelectualizar ante las dificultades que le presenta la nueva realidad
Crisis religiosa acompañada de nuevas preocupaciones en el campo metafísico y ético.
Desubicación temporal. Vive en tiempo presente, experimenta como urgente toda demanda, tanto
exterior como interior, y consecuentemente le resultan intolerables las postergaciones.
Actitudes sociales reivindicatorias que generan la característica rebeldía de este período.
Tendencia a la acción, a la actuación, que implica el pasaje del impulso a la conducta sin la mediación
del pensamiento y la palabra.
Separación progresiva de los padres.
Fluctuación del humor y del estado de ánimo.
Erik H. Erikson sostiene que es fundamental en el bebé, para sobrevivir y afrontar las vicisitudes que
conlleva la evolución de su personalidad, el desarrollo del sentido de confianza, del sentimiento de fe en el
mundo que lo rodea y cuida, del mismo modo, para el adolescente es necesario el desarrollo del sentido de
identidad cuando toma las decisiones que le permitirán insertarse en el mundo adulto. En este período no se
pregunta tanto quién es él, sino más bien qué y en qué contexto puede desarrollarse; así se cuestiona acerca
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de su futuro. El logro de la certidumbre acerca del lugar que ocupa en el presente y el futuro le permitirán
conquistar la confianza y a la vez progresar hacia niveles superiores del desarrollo. El riesgo específico de
esta etapa es la confusión de roles: cuando no se establece correctamente la identidad yoica el papel a
desempeñar en la sociedad se torna difuso o confuso. El logro de la integridad de la identidad del yo va a
permitir el acceso a la intimidad sin el temor de perderse en ese vínculo (fusión despersonalizante), sólo así
podrá entrar en la adultez.
Erikson introduce el concepto de ‘’moratoria psicosocial’’ a través del cual se acentúa la necesidad de un
tiempo de reflexión para integrar los elementos de la identidad del yo, de modo que los compromisos que
conducen a la vida adulta son aplazados para más adelante. Es un período más de ‘’juego’’ de roles que de
realización de proyectos. Así la adolescencia, para Erikson, es un período durante el cual el sujeto puede
prepararse para la autonomía mientras, por una parte, recibe todavía de su familia apoyo, protección, guía; y,
por otra, las exigencias sociales son menores que las del adulto.
Romano Guardini sitúa entre el nivel vital infantil y el juvenil a la ‘’crisis de la maduración o de la
pubertad’’- Esta crisis tiene lugar porque se entrecruzan los dos impulsos humanos básicos, es decir, ‘’la
afirmación individual de sí mismo’’ y la ‘’tendencia sexual’’.
Por un lado, la crisis de la primera de estas tendencias comienza con la conciencia de ser alguien
diferenciado de los demás y así se da el despertar de la personalidad. De ahí provienen en este período la
manera exagerada de acentuarse a sí mismos, la frecuente rebelión contra la autoridad o la desconfianza
respecto a lo que dicen los demás, en particular los mayores. Su meta es distinguirse de lo demás como un
‘’yo mismo’’; obtener un juicio propio sobre el mundo y una situación propia en él, llegar a ser ‘’yo
mismo’’. Por otra parte, la otra causa de la crisis es el despertar de la sexualidad y la inserción de la misma
en la totalidad de la vida personal.
Esta crisis de la maduración está surcada por diversos peligros. Por un lado, acerca de la afirmación de sí,
una dificultad consiste en que no dé los pasos necesarios para alcanzar su autonomía y siga siendo
dependiente; o que, al contrario, permanezca en rebeldía y no comprenda lo que es una ordenación a la que
se asiente libremente. En relación a la sexualidad, un obstáculo que puede atravesarse es el no
reconocimiento de la nueva actividad vital despertada como legítima y la dificultad de ser padre o madre en
el pleno sentido de la palabra; o al contrario, que sucumba al sexo y se embrutezca en él sin llegar al amor
auténtico.
Guardini señala dos características básicas de la forma de vida del joven adolescente. Menciona primero a su
fuerza vital, por la cual se abre paso a la vida y que representa una verdadera fuerza de ascensión de la
personalidad hacia su desarrollo y perfección. En segundo lugar, alude a ‘’la falta de experiencia de la
realidad’’ que se expresa, por ej, en la falta de medida de relación con lo que uno mismo puede y lo que
puede el hombre, en general.
0 La posmodernidad y la adolescencia
Obiols y Obiols y, posteriormente Di Segni reflexionan acerca del adolescente posmoderno. Consideran que
la posición de Aberastury los describe pero enmarcados en los ’60. Los autores se preguntan si existen
duelos en los adolescentes contemporáneos, debido a la caracterización de este período histórico: la
búsqueda de una vida Light, sin dolor y sin drama, sobrevolando la realidad.
El adolescente posmoderno deja al cuerpo de la niñez para ingresar a un estado ideal: ser adolescente, es
decir, pasa a poseer el tesoro que toda la sociedad añora. Este cuerpo adolescente es una mezcla y
modificación parcial del cuerpo infantil, aunque no reemplazado totalmente por el cuerpo adulto. Asimismo,
no duela a los padres de la infancia porque no encuentra la brecha generacional anteriormente existente, sino
que cuando llega a la adolescencia se encuentra con padres que comparten dudas, conflictos e ideales. De
modo que, al llegar a esta etapa está más cerca de sus padres, y, paradojalmente, se fomenta más la
dependencia que la independencia dentro de un mundo que busca mayor libertad.
La sociedad moderna consagraba los valores de un ideal del yo fundado: en la idea de progreso en función
del esfuerzo, el amor al otro, la capacidad para esperar lo deseado, la responsabilidad frente a lo elegido.
Pero en la sociedad posmoderna los valores primitivos de la infancia (omnipotencia, narcisismo, incapacidad
de tolerar la frustración, etc) no sólo se abandonan sino que se sostienen socialmente, de ahí que el
adolescente no abandona totalmente el rol infantil. Por último, la identidad adolescente se lograba tras un
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largo período de rebeldía; en la posmodernidad ya no implica un cambio radical, ni un duelo, ni una pérdida
conflictiva.
Concluyendo, los autores consideran que en este ‘’pastiche’’, como llaman a la cultura posmoderna, las
generaciones coetáneas desean y, por lo tanto, idealizan el ser adolescente. De allí que podemos observar en
un mismo festival musical a mujeres de tres generaciones diferentes: hija, madre y abuela con cuerpos
(consecuencia de la cirugía estética y la gimnasia corporal), vestimenta y producción fashion semejantes.
Fases de la adolescencia: Actualmente la mayoría de los autores distinguen tres fases en la adolescencia:
inicial o baja, media o propiamente dicha, alta o final.
1 Adolescencia inicial o baja adolescencia
En las mujeres abarca entre los 11 y 12 años, y en varones entre 12 y 13 años. Incluye la pubertad.
El desarrollo corporal que ya venía incrementándose en la preadolescencia es alterado por la transformación
brusca del organismo infantil, que demanda una profunda reorganización de la personalidad. La necesidad y
la demanda social de convertirse en adulto se ven incrementadas con el cambio de tamaño y forma de su
cuerpo. Se produce la definitiva diferenciación física entre los sexos, con la aparición de los caracteres
sexuales primarios y secundarios. La atención y energías de dicho adolescente son absorbidas por la
reestructuración del esquema corporal y el logro de la identidad, es decir, se reactivan las fantasías
narcisistas. El otro sexo, en general, es vivido como ‘’peligroso’’, ‘’desconocido’’ en su modo de ser y
actuar. Así, se relacionan en mayor medida con sujetos de su propio sexo, constituyendo grupos de pares
iguales.
La familia prosigue como centro de su vida, aunque inicie la tarea de desprendimiento.
2 Adolescencia media o propiamente dicha
Comprende el período entre los 12-13 a 16 años.
Es el estadio en el que se alcanza el acmé de la construcción de la identidad sexual y personal. El desarrollo
corporal ha reducido su ritmo y su cuerpo va adquiriendo proporciones adultas.
Se produce el distanciamiento afectivo de la familia que va dejando de ser el centro de su vida. En estos
intentos de lograr la independencia respecto de sus padres son frecuentes las conductas de rebeldía frente a
los mismos y a la autoridad en general. Se adhieren fuertemente al grupo de pares y respecto del mismo,
muestra conformidad a sus normas y costumbres, a las exigencias de lealtad a sus líderes y a la ‘’ideología’’
grupal. Este período se caracteriza por ambivalencias, vacilaciones y contradicciones debido al predominio
de fantasías de independencia que genera separaciones y uniones a nuevos grupos. Es un momento de
búsqueda del sentido de la vida, de descubrimiento de valores y de preocupación ética.
3 Adolescencia alta o final
La finalización del período adolescente es difícil de situar en el tiempo cronológico del ciclo vital. Su
culminación varía según se adopten criterios que consideran más importante la inserción laboral, o la
responsabilidad jurídica, o la separación de los padres, o al casamiento, o al logro de un título terciario o
universitario de grado, por ej.
Los logros propios de este período giran alrededor de la identidad y la capacidad de establecer vínculos de
intimidad.
Si bien la identidad se constituye desde el momento de la concepción, no obstante es un proceso que
atraviesa dos períodos significativos: uno en la niñez con el complejo de Edipo y otro en la adolescencia con
la reactualización de éste. En la alta adolescencia se recupera el equilibrio y la calma, prevaleciendo los
sentimientos de seguridad y afirmación positiva de sí mismo. Conoce ya sus posibilidades y limitaciones,
generalmente, surge una conciencia de responsabilidad en relación con su futuro. Los ideales propios de la
adolescencia media, generalmente abstractos, tienden a ser reemplazados por un ideal concebido de forma
singular y concreta. Así, en este período se intenta resolver la conflictiva relativa a la elección y decisión
profesional-ocupacional. La elección de una carrera o profesión es uno de los problemas más importantes de
la existencia humana que afronta en soledad, a diferencia de los problemas de la niñez y la adolescencia
temprana. En este período converge un doble movimiento: hacia el mundo exterior que alienta al
adolescente a buscar tanto la amistad en el grupo de pares, como el vínculo bipersonal con el otro sexo; y un
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movimiento hacia su interioridad que le permite gestar sus ideales, su responsabilidad, su conciencia moral,
pero dicho mundo sólo se cultiva en soledad.
La identidad como tarea del adolescente: Una de las tareas esenciales consiste en alcanzar una definición
de sí mismo y una valoración personal. Se espera a que el joven alcance un grado de mayor fuerza y
consistencia de su identidad, que se gestó desde su concepción, para que así desde esa fuente surjan tanto
vínculos más maduros con su familia, con sus pares, con un objeto bipersonal; como asimismo profundice su
mundo íntimo. Así, logra una conducta singular y consistente, que permite a los demás prever en parte su
accionar y con la autonomía suficiente para obrar sin necesidad de recurrir permanentemente a la autoridad y
apoyo afectivo de sus padres. Es persona e individuo desde la concepción, pero ahora le interesa ser
reconocido como tal.
La adolescencia pues está signada por el pasaje de una identidad reconocida a una identidad asumida. La
tarea adolescente consiste en conquistar y arrogarse el nuevo lugar desde el cual poder desarrollarse como
persona. Este lugar debe ser descubierto y apropiado desde sí. Implica ser consciente de sí mismo como
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sujeto de su actividad y fuente desde donde fluye lo propio. El sí mismo es el centro de las iniciativas y no
meramente un lugar asignado de los estímulos sociales.
Identidad: Para Erikson, el desarrollo de la identidad personal es un proceso lento y gradual que comienza
desde la concepción. Implica un conocimiento de sí mismo, de modo que el sujeto es consciente, hasta cierto
grado de él y de sus probabilidades; pero lo más propio e íntimo de su persona es desconocido para él y solo
se va develando con el tiempo, en el devenir de los ciclos vitales. El proceso de identidad consiste en una
configuración gradual que integra cualidades heredadas, las necesidades pulsionales, habilidades y
capacidades, significaciones representativas, defensas y sublimaciones eficaces, y roles consistentes, que se
establecen desde la infancia mediante la síntesis del yo. La identidad hace referencia a la consistencia que
caracteriza a un individuo a pesar de los cambios que ocurren en el tiempo, a medida que avanza por los
diferentes roles que desempeña en su vida.
T. Lidz considera que la formación de la identidad en la adolescencia se realiza a partir de identificaciones
primarias y su integración con otras nuevas. Las identificaciones con los padres mantienen su significación,
pero a estas se configuran también otras efectuadas con figuras ideales, amigos y compañeros e incluso
enemigos.
Las dificultades para la ubicación propia del adolescente están ligadas a esta búsqueda de modelos y a su
proceso de identidad. Este joven que no es niño, pero que tampoco es adulto, pretende ser lo que todavía no
es y no admite ser lo que todavía es. La búsqueda de identidad y de modelos de identificación tiene además
otras vicisitudes.
Algunas veces la necesidad de adquirir una identidad sigue un curso patológico debido a que el joven no
encuentra identificaciones positivas en su medio familiar y social. Erikson denomina ‘’identidad negativa’’
a la elección del adolescente que, al no encontrar en sus padres o en su medio modelos claros y positivos
para identificarse, recurre a ‘’modelos negativos’’ pero definidos de su medio, a las cuales idealiza.
Otras veces, también en el terreno patológico, el adolescente se siente muy agredido y experimenta que la
única posibilidad es responder con reacciones hostiles. Se identifica con el agresor temido y entonces
comienza a actuar fantasías agresivas.
Para Octavio Fernández Mouján, las pérdidas y los duelos infantiles son los desencadenantes de la crisis
de identidad, las cuales producen confusión, ruptura de los límites de sí mismo y conllevan a
pseudoidentidades e identificaciones masivas. A la pérdida y posterior confusión le sigue un momento de
desapego, que para este autor es el fundamento de la identidad de la persona.
La elaboración de la identidad personal implica el logro de un equilibrio entre, por un lado, la tendencia a
ser aceptado, e igualarse o asemejarse con los demás; y por otro, la tendencia a diferenciarse, discriminarse,
separarse de los demás (desapego). Este desapego le facilita la discriminación pero con el riesgo de aislarlo
o desafectivizarlo.
El grupo y la cultura adolescentes son beneficiosos en cuanto les proponen normas, que les brindan una
orientación considerable, como así también favorecen el desarrollo de sentimientos de pertenencia para
poder desprenderse de los lazos familiares.
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Separación, evasión y fugas del hogar: La fuga del hogar satisface la necesidad de evadirse de un
ambiente en el cual el adolescente se siente incómodo. Este movimiento no responde a una decisión
madurada, en general es un marcharse sin rumbo concreto sin pensar en las consecuencias, es una acción
inesperada, su duración es con frecuencia breve. Los fugados no tienen sentimientos de culpabilidad. Las
fugas de los adolescentes han sido interpretadas ya sea como una manifestación de protesta contra la familia,
o bien como el modo de evitar el castigo, o por un afán de aventura, o como un intento de ensayo de
resolución de problemas personales.
Adolescencia: búsqueda del sentido de la vida. Su relación con la sociedad y la cultura: La adolescencia
es una época de búsqueda. T. Lidz dice que hay una: ‘’búsqueda hacia adentro para descubrir lo que es,
una exploración hacia fuera para hallar su lugar en la vida y una búsqueda en un ‘tú’ para alcanzar la
intimidad y poder completarse’’
Es decir, que esta búsqueda es una tarea para lograr su desarrollo y su completud a través de un triple
movimiento, por un lado hacia sí mismo para descubrirse; por el otro, se abre hacia el exterior para allí
ubicarse y ocupar un lugar en la realidad y en la vida; pero fundamentalmente, estas búsquedas están
sostenidas por el vínculo con el ‘’tú’’ que lo arranca del ensimismamiento y lo lanza a la alteridad.
En su contexto cultural y social el adolescente elabora un plan de vida que implica construir a partir de lo
que ya se es (situación personal actual) para así poder alcanzar lo que quiere ser (plenitud o madurez), lo
cual requiere la búsqueda de caminos para formarse y perfeccionarse. La elaboración de este plan de vida
supone por parte del adolescente:
Autoconocerse y aceptarse. Toda opción supone siempre algo dado, por un lado, la capacidad de optar, la
voluntad libre; por otro lado, el marco referencial en el cual decir, el conjunto de posibilidades. Esta opción
supone conocer y aceptar sus capacidades, cualidades, límites, así como el entorno cultural y momento
histórico en el que se encuentra. De este modo, consiste en ser él mismo.
Querer realizarse. El anhelo de afirmación suele estar acompañado por sentimientos ambivalentes y metas
todavía no definidas. Al autoconocimiento y aceptación de sí mismo corresponde ahora la tarea de hacerse
‘’dueño’’ de sí, de su ‘’destino’’, lo que supone alcanzar un orden interior y disciplina y así poder
enfrentarse a veces consigo mismo y con el mundo. En este momento se pone en juego la capacidad de
tolerar la frustración, la capacidad de espera, la adquisición de conductas de autoconciencia y los
sentimientos de esperanza.
Elegir y afrontar. La vida del adolescente es un incesante ‘’elegir’’ entre diversas posibilidades, en este
proceso suelen emerger tres conflictos. En primer lugar, elegir un estilo de vida implica dejar de lado otras
posibilidades, las cuales en muchos casos a lo largo de las edades de la vida son posteriormente elegidas. En
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segundo lugar, ante esta elección surge el conflicto entre proyectos alternativos o cual genera incertidumbres
e incrementa la ansiedad. En tercer lugar, toma conciencia de la ‘’imposibilidad’’ de escapar a la
responsabilidad de asumir una orientación de vida pues no elegir incluso es una elección.
Adolescencia, sociedad y cultura: La vida del adolescente transcurre en la familia y con el grupo de pares.
Pero el entorno del adolescente comprende demandas sociales más amplias como la elección vocacional, el
rendimiento escolar, la búsqueda del primer trabajo, la utilización del tiempo libre o el uso del dinero.
Consideramos en particular estos dos últimos temas.
El tiempo libre es aquel del cual dispone porque no está vinculado a la satisfacción de una necesidad o al
cumplimiento de una obligación. Así son para el adolescente los deportes, excursiones al aire libre, el baile,
la lectura, la radio, cine, televisión, hobbies como el coleccionismo. Las actividades propias del tiempo libre
son más agradables que las laborales, se llevan a cabo con menor esfuerzo y con mayor posibilidad de elegir
y decidir lo que se quiere hacer, pero este tiempo libre puede en muchos casos traducirse a ociosidad,
pasividad y aburrimiento. Es importante que los mayores enseñen a los jóvenes a beneficiarse del tiempo
libre como una fuente de información y experiencias; para no caer ni en la actitud negativa del trabajo, ni en
adaptarse pasivamente a las diversiones impuestas por la sociedad.
Muchos adolescentes abandonan la escuela sin realizar posteriormente ninguna otra actividad, no trabajan ni
tampoco buscan empleo.
Los problemas que plantean el uso del dinero derivan fundamentalmente, por un lado, de que el adolescente
necesita más dinero que un niño, y, por otro, que quiere disponer de un cierto monto de dinero para utilizarlo
como lo desee. Asimismo, el sujeto ante estos problemas enfrenta también el dilema que consiste, por una
parte, en la consideración insuficiente de lo que los padres le asignan, y, por otra, la incomodidad de
depender en sus gastos de la familia.
En algunos casos ante esta disyuntiva de hierro se lanzan a trabajar antes de terminar los estudios con el afán
de disponer de un dinero propio. Otra ‘’salida’’ a esta disyuntiva es el intento de convertir al dinero en un fin
absoluto, que les permite no solo la compra de ropa y objetos de distracción, sino también es el modo de
establecer contacto con los otros, con el otro sexo. En oposición a esta postura surge también en el
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adolescente el desprecio a la materialidad y actitudes altruistas, de servicio y generosidad que los lleva a
donar sus ahorros o bienes.
Para la adolescencia es fundamental el uso del dinero con el poder simbólico que implica.
Silvia Di Segni habla de la gran ‘’orfandad del siglo XX’’ en la que las figuras parentales dejaron de ser el
modelo a imitar, como también en la que los adultos perdieron el apoyo de las grandes religiones, que fueron
cuestionadas y de las ideologías que fueron condenadas a muerte. La autora sostiene que una parte de la
cultura ha abolido el rol adulto y que es necesario asumir esa orfandad y emprender la creación de nuevos
modelos de adultez.
Otros abordajes acerca de la inteligencia: Si bien los trabajos de Piaget produjeron indiscutibles aportes
en temas como el desarrollo del pensamiento y el lenguaje infantil, como así también la correlación de
ambos en el ámbito de la acción humana; no podemos dejar de nombrar teorías posteriores como: la teoría
de las inteligencias múltiples de H. Gardner, o como el modelo de inteligencia emocional propuesto por
Bar On y Goleman, entre otros.
Actualmente cada vez es más necesario comprender la inteligencia no como el desarrollo de una función
individual aislada sino como una red de redes que se enlaza a la personalidad entera y al ecosistema.
1_ La inteligencia es una capacidad de estructura multifactorial. Esta característica se manifiesta en la
diversidad de contenidos con los que interactúa, diferentes estilos de trabajo, los distintos productos con los
que crea y los niveles en los que procesa la información.
2_ Funciona de manera selectiva, constructiva y adaptada a un ambiente específico. De modo, que ser
inteligente implica vivir, aprender, comportarse y comunicarse adecuadamente ante las diversas situaciones
que se plantean.
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3_ Se desarrolla epigenéticamente, es decir, a partir de lo dado pero crece y se enriquece en el contacto con
lo adquirido.
4_ Actualmente no es estudiada de forma autónoma sino integrada a la personalidad.
La teoría de las inteligencias múltiples de H. Gardner: Teorías como la de Gardner suponen que cada
persona realiza una combinatoria singular dentro de las modalidades del pensar inteligente. El autor describe
ocho modalidades:
Inteligencia lingüística: Permite identificar, comprender, interpretar y elaborar los sonidos, ritmos y
significados de las palabras, del lenguaje oral y escrito.
Inteligencia lógico-matemática: Permite el acceso a lo numérico, como así también posibilita el
establecimiento de relaciones causales, lógicas y abstractas.
Inteligencia espacial: Capacidad para percibir el mundo viso-espacialmente. Puede recrear imágenes
visuales sin referencia al estímulo físico original.
Inteligencia musical: Supone la capacidad de producir, apreciar y comprender ritmos, tonos y timbres de
voz.
Inteligencia corporal o kinestésica: Habilidad para emplear el cuerpo en formas diferenciadas, tanto para
propósitos expresivos (danza) como para tareas que demandan la motricidad fina, como para resolver
problemas y alcanzar metas.
Inteligencia interpersonal: Capacidad de reconocer y discriminar las diversas creencias, sentimientos e
intenciones en otras personas, para responder apropiadamente.
Inteligencia intrapersonal: Permite formarse un modelo mental de sí mismo y prever las reacciones propias
ante las situaciones y problemas futuros.
Inteligencia naturalista: Implica el trabajo y la transformación del mundo natural.
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adolescente ante sus experiencias de impotencia se refugia habitualmente en este ‘’mundo mejor’’ donde
nada malo puede suceder.
Del mismo modo, el intento de lograr su identidad lo lleva a buscar un proyecto de vida, que por un lado es
autoafirmación y por otro es autodestrucción física y psíquica. Esta búsqueda de la identidad propia por
parte del adolescente, que lo enfrenta con el drama de la muere de lo infantil para nacer al mundo adulto, es
también el encuentro con el extrañamiento, es decir con lo siniestro, con lo familiar que se vuelve
desconocido: de allí que lo vivencie como algo temido y deseado.
La búsqueda de la identidad en el mundo actual, que no otorga con facilidad un lugar al joven, torna su vida
cada vez más compleja, dificultosa e intolerable. La sensación de frustración, el fantasma del fracaso, la
angustia y el miedo pesan aún más que la alegría por la vida. La cultura contemporánea promueve más la
despersonalización, la mimetización y el anonimato, que la apropiación de la identidad.
La fantasía de la muerte en la adolescencia está ligada al cuerpo que cambia. Desde esta emerge la amenaza
de muerte ya que el cuerpo es una realidad en constante cambio, se construye y se destruye, se mutila y
también envejece.
Frente a la tarea de búsqueda de identidad enfrentando el complejo de muerte, cada adolescente recorre una
o varias ‘’soluciones’’:
1_ No ‘’puede’’ asumir la crisis, la dificultad de crecer y regresa a conductas infantiles.
2_ Niega maníacamente sus aspectos infantiles y se impone conductas exteriores de adulto; imita un rol que
todavía no puede ‘’llenar’’.
3_ Se sobreidentifica con héroes propuestos por la sociedad hasta el punto de perder su individualidad.
4_ Se ebaniza como tentativa de encuentro con la propia identidad.
5_ Se vuelve cruel e intolerable, o a veces indiferente, como defensa ante el sentimiento de pérdida de su
identidad.
6_ Irrumpen en él fantasías suicidas que tienen un papel vicariante, pues reemplazan a la acción.
Dos fracasos que se dan ante la problemática de la identidad adolescente son:
7_ La esquizofrenia como experiencia extrema de extrañamiento y confusión de identidad.
8_ El suicidio como concreción de la destrucción e su identidad, como autocastigo ante una culpa y traición
vivida como irreparable, como venganza y rebelión, como intento omnipotente de eludir la realidad vivida
como penosa, como búsqueda del paraíso perdida relacionada con la fantasía de inmortalidad y de dicha,
como una manera de mantener el vínculo narcisista y negar la necesidad del otro.
La adolescencia es un período de tránsito, de migración, que implica abandonar aquellos objetos que hasta
ese momento eran necesarios para abrirse a otros. De allí, que como proceso de separación implica pérdida y
elaboración del duelo acompañado normalmente de fantasías suicidas.
Sólo si el adolescente se atreve a vivir esta experiencia logrará lentamente abrirse al mundo, ampliar sus
horizontes, interesándose por nuevos objetos. Sólo así, podrá amar, procrear, integrarse a la sociedad.
Respecto al rol del adulto ante esta problemática, este tendría que ser capaz de recibir la inquietud, las
ansiedades y las fantasías suicidas del adolescente, procesarlas y devolvérselas de un modo tal que pueda
comprenderlas y sentir su contención y amparo. La actitud de diálogo, la escucha atenta, la presencia activa,
la mirada aceptadora y la palabra apropiada, en el instante justo, facilitan este nuevo nacimiento.
El mundo adulto y la madurez humana: La palabra adulto se aplica a la persona que ha llegado a su pleno
desarrollo o a la edad en que es apto para la procreación. En cuanto a los cambios físicos, ésta es la época
tanto de la plenitud como del comienzo de la declinación. Es propio del adulto la vivencia del tiempo como
una realidad limitada y de allí que le atribuye mucho valor.
Proponemos distinguir cuatro momentos en esta extensa etapa que transcurre entre los 18 y los 65 años.
La juventud o segunda adolescencia (18-25 años): Son momentos significativos la “salida” del hogar,
dejando el mundo pre-adulto, mayora autonomía respecto de los padres, mayor contacto social y la
incorporación a instituciones en las que se asigna un status. Durante este período culmina tanto el desarrollo
de las estructurales intelectuales como el de las morales y los cambios fisiológicos, alcanzando así la cúspide
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física e intelectual. Los jóvenes tienden a lograr la estabilidad afectiva pues sus vínculos son más
permanentes y con un mayor compromiso emocional.
La adultez joven o temprana (25 a 30 años): Es la etapa del encuentro o del conflicto entre generaciones,
de la continuidad o discontinuidad entre las edades. Es el período en que comienzan a plasmar el proyecto
vital, su vocación. En la adultez joven está incrementado el impulso a imponerse, en particular en el sexo
masculino, que siente una intensa necesidad de expandirse. Así, desea el éxito, el ascenso social y
predomina una actitud optimista. Cuando el joven consigue un trabajo con cierta estabilidad y construye una
familia suele experimentar este camino de una sola dirección como una coacción a su libertad, como un
momento de pérdidas. Sin embargo, también es el instante de ganancia de lo elegido y, por lo tanto, de la
fidelidad a uno mismo.
Rappoport considera tres problemas cruciales que dominan la vida de la mayoría de los adultos jóvenes: a)
la elección de pareja, b) la elección de una carrera u ocupación y c) un tercer problema al que denomina
“desilusión”. La adultez joven es un periodo de desencanto en el que se revalúan los vínculos de una manera
más realista.
La adultez media (30 a 50 años): Es un período de realizaciones pero también comienza el replanteo de los
compromisos asumidos anteriormente a la luz de los logros, concreciones, que lo liberan de algún modo de
los afanes diarios para abrirlo a una nueva perspectiva de vida con una gama más amplia de posibilidades.
Por una parte, advierte que no se encuentra al principio de un camino, que la dirección de su vida ya está
encauzada. Por otra parte, también puede experimentar dramáticamente que no ha encontrado un norte. Pero
en ambos casos, considera que es necesario evaluar hasta donde ha llegado en su existencia, en su proyecto
vital. Los estados pasionales propios de la adolescencia y la juventud se atenúan y dan paso a sentimientos o
estados sentimentales más hondos y perdurables.
La adultez tardía o segunda adultez (50 a 65 años): Es la época de la culminación y la reflexión acerca
del fin del camino de la vida, al que se percibe como un horizonte ahora más cercano. Se reaviva la angustia
existencial que acompañó a la instauración del proyecto de ida en la adolescencia, pero ahora
específicamente se siente la insignificancia de la vida individual en un tiempo y un espacio infinitos. En
muchos casos, estos cambios activan sentimientos de inferioridad, especialmente en el trato con personas de
menor edad. El quebrantamiento del sentimiento del propio valor es más frecuente en quienes se adhirieron
al pseudoideal de la eterna juventud. Pérdida de flexibilidad y plasticidad ante los cambios.
Los hijos ya mayores, a veces casados, dejan a los padres con menores obligaciones y más solos, a esto se lo
denomina el síndrome del “nido vacío”. Por este motivo, la pareja matrimonial se descubre compartiendo
nuevamente más tiempo. La ampliación de la vida espiritual puede compensar las pérdidas progresivas en el
terreno físico y psíquico. Lo pasional muchas veces se atempera, la libido es sublimada.
Madurez, bienestar psicológico y calidad de vida: La madurez que supone la personalidad solo se puede
alcanzar en la edad adulta, logrando así:
La armonía de las funciones que suponen el autogobierno.
Una visión global objetiva del mundo. Supone tanto la experiencia vital como el salir de sí mismo. Así como
también la inclusión de la muerte en el plan de vida.
Una mayor aceptación de las limitaciones y posibilidades tanto de la realidad externa como interna.
Una plena asunción de las responsabilidades vitales tanto personales como familiares.
Independencia y espontaneidad en el pensar y en el actuar.
Confianza en sí mismo y serenidad.
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hombre, que en todos los sujetos es igual, sino el modo propio y peculiar de ser de cada hombre en
particular. Alude así a las cualidades que otorgan especificidad al modo de ser de u individuo.
Resiliencia: Es necesario incluir a la resiliencia como una nota de la madurez. El término resiliencia expresa
la resistencia al sufrimiento y señala tanto la capacidad de resistir las magulladuras de la herida psicológica
como el impulso de reparación psíquica que nace de la resistencia. Resistencia ante la destrucción y
flexibilidad para la reconstrucción. Los autores dedicados a este tema enfatizan que la resiliencia implica
necesariamente la existencia en el pasado una relación cariñosa y estrecha con un adulto significativo.
Algunos pilares de la resiliencia individual y social son: el amor, la autoestima, la creatividad, el humor, la
autonomía, la introspección, la independencia, la capacidad para relacionarse, la susceptibilidad, la
iniciativa, la moralidad, las redes de apoyo y la capacidad para abrirse a la trascendencia.
Estilos postformales del pensamiento: Piaget sostenía que no existe una característica propia del pensar
adulto y que este es el despliegue del nivel alcanzado en la adolescencia; pero agregaba que no todos los
adultos alcanzaban el nivel operatorio formal. Otro grupo de investigadores sostienen que se puede lograr un
nivel de pensamiento más avanzado que sería característico del adulto. Podemos agrupar estos aportes en
tres modelos de pensamiento postformal:
Búsqueda del problema: Supone un pensamiento creativo, que permite suscitar preguntas acerca de
problemas pobremente definidos. Identificar, definir y plantear correctamente un problema ya conlleva la
solución del mismo.
Pensamiento relativista: Consiste en una serie de habilidades de procesamiento de la información que
incluyen un elemento de subjetividad y de autorreferencia, este tipo de habilidades son incluidas en el
análisis de las relaciones interpersonales complejas. A menudo se considera la importancia de las emociones
y de las relaciones interpersonales y su intervención en la lógica del pensamiento relativista.
Las posturas éticas pueden clasificarse teniendo en cuenta dos dimensiones, absolutismo-relativismo e
idealismo-pragmatismo. El idealismo ético considera que las acciones humanas deben dirigirse desde los
ideales, independientemente de su realización fáctica. Por el contrario, los pragmáticos consideran las
consecuencias positivas y negativas de un acontecer, como así también sus posibilidades de realización. Por
otro lado, el absolutismo afirma la existencia de principios y valores en sí, mientras que el relativismo
fundamenta su accionar en principios que varían en relación a la cultura y la historia.
Los adolescentes obtienen elevados puntajes de idealismo en desmedro del pragmatismo. Avanzada la
madurez las personas se vuelven más pragmáticas y menos idealistas.
Pensamiento dialéctico: Útil para el análisis de la toma de decisiones en la cotidianeidad. El adulto
considera que le ha presentado un conflicto entre dos situaciones que se oponen al modo de tesis y antítesis;
pero elegir es resolver el conflicto ya que se llega a una síntesis entre ambas fuerzas anteriores.
Proceso terciario: La capacidad para realizar su vida creativamente es un aspecto del ser adulto.
Consideramos que la creatividad no es una posibilidad exclusiva de los artistas, sino que cada persona tiene
la posibilidad de enfrentar creativamente su día a día. Respecto de la mejor comprensión de la creatividad,
Chiozza ha contribuido a la introducción y desarrollo de la noción del proceso terciario. Asimismo, dicho
autor nombre los trabajos de De Bono y el pensamiento lateral (uso de ambos hemisferios) como un
hallazgo en el mismo sentido. El proceso terciario integra al proceso primario (inconsciente) y al secundario
(preconsciente-consciente).
Algunos rasgos de la personalidad creativa: Fluidez, flexibilidad, originalidad, imaginación, utilización de
metáforas al pensar, juicios independientes, afrontar lo novedoso, encontrar orden en el caos, extraer ideas
nuevas de conocimientos existentes, disposición a riesgos intelectuales, persistencia en la solución de
problemas, curiosidad, disciplina y compromiso, reflexión, tolerancia de la ambigüedad, intuición e
incomodidad frente a límites y reglas impuestas por otros.
Familia y desarrollo humano: Uno de los fines de la familia es la estimulación del desarrollo de sus
miembros en los ámbitos biológico, psicológico, social y espiritual. Este desarrollo tendrá distintas
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vicisitudes según las características y las historias de vida de los padres. Pero, podemos tener en cuenta
ciertas condiciones que la familia favorece para proporcionar un medio sano a sus integrantes, como por
ejemplo, cubrir sus necesidades biológicas básicas (alimentación, vivienda); necesidades psicológicas
(afecto mutuo); sociales (contacto con el resto de la sociedad a través de las instituciones, como la escuela);
espirituales (estimulación a la apertura a valores trascendentes).
Estos desarrollos conllevan el surgimiento de características cuya presencia nos permitiría evaluar a una
familia como familia madura: vínculo conyugal y parental, comunicación, expresión de los afectos,
capacidad para resolver conflictos y respeto por la autonomía de los individuos.
Si las áreas de autonomía de los miembros de una familia están bien definidas es de esperar conductas con
un mayor grado de individuación y que los conflictos personales puedan ser encarados con una relativa
presidencia respecto de la familia como sistema total. El sistema familiar es entonces reductible. Por el
contrario, cuando la inclusión de miembros es pensada como inserta en un sistema irreductible cada una de
las conductas es vivida como teniendo consecuencias determinantes e inevitables sobre las conductas de los
demás.
Violencia familiar: Se suelen distinguir dentro del concepto de violencia familiar tres grados:
Maltrato emocional: Se refiere a todo tipo de agresión que genera conflictos, frustraciones y traumas de
orden emocional, en forma temporal o permanente.
Maltrato físico: Forma de agresión producto de la aplicación intencional de la fuerza física que ocasiona
lesiones variables, con consecuencias leves o graves, llegando en algunos casos hasta la muerte. Es
importante recalcar, que siempre co-producen efectos traumáticos de orden emocional.
Abuso: Alude a un estilo, a un patrón o a una modalidad de trato que una persona ejerce sobre otra, sobre sí
misma o sobre objetos, con la característica de que la primera no advierte que produce daños que van desde
un malestar psíquico hasta lesiones físicas concretas, enfermedad y muerte inclusive.
Capítulo 8. Senectud.
Introducción: Se envejece diferente según se es hombre o mujer. Hernández Pedreño describió que las
experiencias vitales de los hombres están muy relacionadas con la edad cronológica, tanto en la esfera
familiar como laboral. En las mujeres, sin embargo, la vida adulta implica una mayor variabilidad de roles
no tan vinculados a la edad cronológica. Las mujeres ofrecen mayor probabilidad de combinaciones entre
profesión, matrimonio, hijos, labores domésticas y con diferente temporalización. Este autor explica que las
mujeres, debido a la influencia de una mayor cantidad de variables, son más proclives a la dependencia, a la
inseguridad y al sacrificio personal o profesional. Viven la trayectoria vital con otras características y etapas,
les afectan otros acontecimientos adicionales a la jubilación, como son el nido vacío, la precoz aparición de
deficiencias físicas o la mayor propensión a la viudez.
Desde el punto de vista de los hombres, llegado el momento de la jubilación regresan a una familia afectada
por problemas y declives físicos, sin un proyecto de vida actual, con sus probabilidades económicas a veces
disminuidas y una esposa que tiene su existencia bastante organizada y la presencia constante del marido
rompe este equilibrio. En estas circunstancias, no es extraño que la sensación de pérdida o ausencia de
poder, unida a la pérdida de identidad que apareja el retiro de la profesión se traduzca en desconcierto,
angustia, falta de autocuidado y conductas autodestructivas.
David D. comparó hombres viudos y mujeres viudas en cuanto a la reminiscencia, en relación con la
satisfacción vital y la autoestima. Encontró que en los viudos, la elaboración de recuerdos, la revisión de la
vida y la gran importancia de los demás eran factores asociados a la adaptación positiva, mientras que en las
viudas ocurría lo contrario.
La prolongación de la vida y el elevado porcentaje de ancianos han modificado en la sociedad la valoración
y las actitudes hacía los mismos. Así, de “heroicos sobrevivientes” han pasado a ser una “carga social”,
personas en su mayoría obligatoriamente desocupadas que conforman la clase pasiva. No solo se los sostiene
económicamente sino que también se les organiza su tiempo libre y de recreación. Esta desvaloración y
marginación se hace evidente en los casos de internación geriátrica indebida.
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Diversos estudios sobre internación geriátrica en hogares nos muestran que muchos ancianos fallecen
durante el primer año de vida asilar, aún en los casos en los cuales al ingreso presentaban buenas
condiciones físicas. La esperanza de vida se reduce con la internación, dado que desencadena cuadros
depresivos e incrementa la vulnerabilidad física.
Es necesario tener en cuenta que el envejecimiento va aumentado las diferencias psicológicas entre los
sujetos. Los ancianos son mucho más diferentes entre sí, aún los de una misma cultura, que los niños o los
adolescentes.
Teorías acerca del proceso de envejecimiento: Henri Ey no presta su acuerdo a la habitual sinonimia entre
las nociones de anciano y la de enfermo. Consecuentemente, distingue la senescencia (envejecimiento)
respecto de la senilidad (decadencia de las funciones psicofisiológicas). La senescencia es un fenómeno
psicobiológico general que se manifiesta en todos los niveles del organismo, por ejemplo, a nivel celular,
tisular, orgánico y funcional, al nivel de la personalidad y de los vínculos interpersonales. El fenómeno
psicobiológico de deterioro de las capacidades corporales se acompaña de un déficit en la actividad psíquica
como la pérdida de la fluidez mental, una dificultad creciente de adaptación a las situaciones nuevas, una
disminución del control de las reacciones emotivas. La senescencia es un fenómeno directamente ligado a la
vida que a veces, con el pasar del tiempo, desemboca en la senilidad que es su expresión patológica. El autor
considera a ésta no sólo como una mera aceleración del proceso de envejecimiento, sino como un envejecer
distinto y anormal. Este deterioro progresivo de las funciones facilita la instalación de cuadros
psicopatológicos tales como depresiones, psicosis confusionales y demencias, entre otros.
E. Cummings y W. H. Henry formularon la Teoría del Desapego, Apartamiento o Descompromiso, la cual
sostiene que a medida que el ser humano envejece se va produciendo una reducción del interés vital hacia
las actividades y objetos que lo rodean. Este es un proceso normal, que es en parte deseado por el anciano,
mediante el cual acepta abandonar los roles, actividades y funciones propias de la edad adulta. Podemos
reflexionar que esta aceptación implica desde ya un duelo por el rol adulto.
Romano Guardini describe por lo menos tres actitudes ante la vejez:
Los que no se aceptan como viejos apartan la mirada del fin que se acerca se aferran al estadio vital pasado y
a veces pretenden equipararse a los jóvenes.
Otros capitulan ante el envejecimiento, renuncian a la búsqueda de su plenitud y se aferran a lo que aún
tienen. Estos desarrollan un egoísmo senil, un afán de valer, de dominar tiránicamente su entorno para
obtener la sensación de que todavía son alguien muy importante.
Si hay aceptación del fin, esta crisis es superada, es decir, disminuyen tanto la envidia hacia los jóvenes
como el rechazo a lo nuevo. Así surge la imagen vital del hombre viejo cuyo valor central es la sabiduría. El
viejo sabio no es aparentemente muy activo pero irradia sabiduría y experiencias, su conducta manifiesta de
modo transparente su vida. Así, se evidencia su experiencia y su capacidad de juicio.
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