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EJE PSICOANALITICO

Perspectiva del eje: Idea y concepción de un psiquismo diferenciado en instancias


bajo el efecto de la represión. El psicoanálisis va a tomar la jerarquización de la
infancia en un tiempo de producción las más importantes estructuras psíquicas y
de los procesos de constitución subjetiva. (Dio, Silvia Bleichmar, Spitz, Winnicott).
Van a tomar las relaciones del adulto con el niño, los procesos de constitución
psíquica y el desarrollo infantil.
Van a poner el acento en el escenario intersubjetivo relacional y va a dar lugar al
entramado intrapsíquico. Va a ser el marco y las condiciones de la constitución y
desarrollo del psiquismo infantil.
“Familia y desarrollo del individuo - Winnicott
Autor inglés que desarrolló su obra mediante la observación de los niños frente a
separaciones (guerra).
En los encuentros posteriores, dentro del desarrollo infantil se encuentra con
REACCIONES. Había una separación prematura de acuerdo al psiquismo, el niño
no estaba en condiciones para ser separado. Los encuentros no estaban inmersos
en la afectividad. No se podían aceptar los tiempos de separaciones por las
conformaciones yoicas. Procesos tempranos: como se constituye el yo infantil. Lo
ubica como un yo débil (inicio, todavía no se discrimina del yo materno) y fuerte
(cuenta con todo lo que la madre trae de desarrollo). Se pone el acento en el
apoyo intersubjetivo, un vínculo necesario. Investiga los procesos mentales, los
aspectos creativos y culturales.
Hay un momento que es significativo en la constitución psíquica donde la
presencia de la madre como función (única), a partir de ese vínculo comienzan los
procesos psíquica en su complejidad y diversidad.
No se puede hablar de bebe, no hay bebe. Se inscribe bebé en un vínculo de
dependencia y ofrecimiento. Un ambiente que satisface las necesidades.
Ambientes FACILITADOR. En un principio es el vínculo materno, ambiente puede
ser familia, la inclusión del padre.
Dependencia/ ambiente/ satisfacción.
En el vínculo la mama tiene una parte del bebé y el bebé una parte de ella. Entre
la psique materna y el cuerpo del bebé, entre la psíquica infantil y el cuerpo
materno, el lazo fusional parece indispensable para que el bebé tenga poco a
poco, el sentimiento de que su psique habita su propio cuerpo. Si la madre no ha
permitido que el estado de fusión entre ella y el bebé se viva plenamente, el hijo
tampoco vivirá la fusión necesaria entre su cuerpo y su psique.
La madre considera que el bebé que lleva dentro es un objeto interno. Por eso se
crean los objetos de fusión, la identificación inicial. No hay discriminación entre los
YO. El yo de la madre constituye en del bebe.
PREOCUPACIÓN MATERNA PRIMARIA: puede haber variaciones, pero en este
sentido se incluye el concepto de MADRE SUFICIENTEMENTE BUENA en el
sentido de que la madre conoce al bebé. La madre conoce por la identificación
que tiene con el bebé y puede conocer sus necesidades. Hay una corriente
afectiva en la atención y disponibilidad. Hay dificultades y procesos que producen
ciertas situaciones, la madre está vulnerable porque está dedicada al bebé y deja
de lado sus propios intereses.
Dos trastornos maternos:
1) la madre está muy vincula a su actividad y no logra la preocupación materna
primaria y hay dificultades y fallas en el ambiente vinculo madre-bebe.
2) madre que está preocupada de manera patológica, donde el bebé es el centro.
Los procesos brutos y con sobre-estimulación nos da ciertos datos donde
aparecen situaciones por el cambio y en el apuro de resolver las cosas de un día
para el otro. Hay rupturas del pasaje de una situación a la otra.
PRIMEROS 6 MESES DE VIDA, PROCESOS INICIALES:
Integración: estado primitivo de no-integración. Al principio, el niño es una serie de
fases de motilidad y percepciones sensoriales. La desintegración producida por la
regresión, sería una vuelta a esta etapa de no integración inicial. La tendencia a
integrarse es asistida por los cuidados maternos y las experiencias institución que
tienden a reunir la personalidad en un todo desde adentro.
Personalización: el sentimiento de que la persona de uno se halla en el cuerpo
propio. Los cuidados y la vida instintiva van construyendo una personalización
satisfactoria, un sentido corpero. Unidad psicosomática. Comprensión de la
realidad: contacto con la realidad. Apreciación del tiempo y el espacio. Capta lo
que está a su alcance.
SALUD: la salud es madurez emocional, de acuerdo a la edad. Mientras que la
mala salud mental siempre lleva detrás un estancamiento en el desarrollo
emocional.
PREOCUPACIÓN MATERNAL PRIMARIA: Estado de sensibilidad exaltada que
se desarrolla en el embarazo, en especial hacia el final y dura unas cuantas
semanas después del parto. Estado organizado que puede compararse con un
replegamiento o disociación, con una fuga o trastorno esquizoide en el cual un
aspecto de la personalidad se hace temporalmente dominante. La madre, en virtud
de una identificación se pone en contacto con el estado original de la
indiferenciación del niño. La madre tiene que recuperarse y salir de esta situación,
se tiene que relacionar con el medio ambiente, con el exterior. La madre brinda un
marco al bebe donde hay tencias al desarrollo del niño, de sus movimientos
corporales.
Madre: estado de sensibilidad exaltada, identificación, exclusión de sus intereses,
debe recobrarse de este estado.
Bebe: una constitución, tendencia innata del desarrollo, movilidad, sensibilidad,
instintos involucrados en el desarrollo con cambios en la dominancia zonal (fases
de la evolución, zonas erógenas)
FUNCIÓN MATERNA: La función materna también la puede realizar otra persona,
un papa. General la esperanza de que hay una continuidad. Incluye
Sostenimiento: sostener el bebé. Tiene la particularidad de la cercanía del cuerpo
a cuerpo, el calor de la madre. Sostén externo. Implica cuestiones de protegerlo.
Establecer rutinas, conocer cambios. Permite creer la ilusión de cierta unidad.
Manipulación: contribuye a la asociación psicosomática, desarrollo muscular y
coordinación de distintas partes del cuerpo. Facilita disfrutar el funcionamiento
corporal.
Mostración de objetos: le acerca un objeto, lo conoce. El conocimiento tiene un
proceso tiene un desarrollo largo y complejo, lo considera como algo real, el niño
es real y el objeto también, no son alucinaciones. Colabora con el pasaje al
principio de la realidad.
Sostenimiento-integración
Manipulación- personalización
Mostración de objetos- compresión de la realidad
MADRE SUFICIENTEMENTE BUENA: Cualidades objetivas de la madre
(ambiente) como imprescindibles para el desarrollo normal del bebé.

“Realidad y juego” - Winnicott


Winnicott estudia de qué manera se establece la relación del niño con el objeto y
su uso. El uso de un objeto que le ofrece la madre implica una construcción de
una zona INTERMEDIA DE EXPERIENCIA, porque está establecida entre los
procesos de alucinación y los objetos reales y externos. Zona intermedia entre el
yo interno y externo. En un primer momento se observa que el uso del objeto tiene
una cualidad especial para el niño, el objeto puede ser una mantita, un peluche,
etc. El niño se apega al objeto. Hoy en dia se venden y toman los objetos
transicionales. El que lo elige es el bebé, le encuentra características personales.
Primer objeto, se transforma en un objeto transicional. Tiene una particular que es
el uso que el niño hace de ellos. Etapa entre los 4 o 6 meses que se puede
extender hasta los 12 meses. El objeto luego pierda la afectividad y pasa a ser un
objeto más entre sus juguetes. Este objeto calma ansiedades, genera tranquilidad
que le permite la conciliación del sueño. Primera posesión NO-YO. Le permite
separarse de la madre. Punto de representación de la madre también.
Fenómenos transicionales: experiencias, maneras en las que el niño tiene
experiencias, pueden ser vocalizaciones, pelusas en la mano, restos de leche.
Objetos que a partir de los movimientos del niño se van constituyendo como
pequeñas cositas que surgen de la inclusión de experiencias del niño en sus
primeros momentos. El niño pasa de la erotización muscular al control de la
manipulación. El niño primero alucina, luego llora y la madre le da la teta.
El objeto transicional puede representar el pecho de la madre, de la primera
relación. Representa a la madre, pero lo más importante de ese objeto es que NO
ES LA MADRE. Es un objeto propio de uso que implica inicios de procesos de
simbolización. Puede cambiar de un objeto al otro en el transcurso de su
desarrollo.
Pulgar: osito de trapo
Erotismo oral: verdadera relación de objeto. Para llegar a este punto está la zona
intermedia de experiencias (se ubican acá los objetos transicionales).
Actividad creadora primaria: percepción objetiva (objetos y fenómenos
transicionales) Inconsciencia de la provisión: reconocimiento de la madre como
necesaria.
Ilusión- desilusión: el niño siente que su deseo crea al objeto gratificante cada
vez que lo necesita. La madre al darle el pecho crea esas ilusiones. La madre
suficientemente buena le sigue aportando al niño ilusiones, pero también hay
frustraciones y el bebé se da cuenta de la existencia de otras cosas. Las
frustraciones son paulatinas. La comida es un gran ejemplo, ya que no está más la
acción de amamantar, el niño reconoce que hay comida, que hay algo más que el
pecho materno. La apreciación subjetiva se sitúa en relación con los fenómenos
transicionales.
Cualidades especiales de la relación:
1- El bebé adquiere derechos sobre el objeto y nosotros o aceptamos. Pero,
desde el comienzo excite como característica cierta anulación a la
omnipotencia.
2- El objeto es acunado con afecto y, al mismo tiempo, amado y mutilado con
excitación.
3- Nunca debe cambiar, al menos que lo cambie el propio bebe.
4- Tiene que sobrevivir al amor instintivo, así como al odio y si se trata de una
característica a la agresión pura.
5- Al bebe debe parecerle que irradia calor o que se mueve, o que posee
cierta textura o que hace algo que parece demostrar que posee una
vitalidad o realidad propia.
6- Proviene de afuera, desde nuestro punto de vista, pero no desde el del
bebe. Tampoco viene de adentro; no es una alucinación.
7- Se permite que su destino sufra una descarga gradual, de modo que el
objeto transicional pierde significación porque se ha extendido a todo el
territorio intermedio entre la realidad psíquica interna y el mundo exterior/ el
campo cultural.
Relación del Objeto Transicional con el simbolismo:
Lo que importa no es tanto el valor simbólico del objeto como su realidad: Ej.: el
que no sea el pecho materno (o madre) tiene tanta importancia como la
circunstancia de representar al pecho (o la madre).
Cuando se emplea el simbolismo, el niño ya distingue con claridad entre fantasías
y hechos, entre objetos internos y externos, entre creatividad primaria y
percepción.
Para Winnicott, el O.T. deja lugar para el proceso de adquisición de la capacidad
para aceptar diferencias y semejanzas.
Comentarios basados en la teoría psicoanalítica
1) El objeto transicional representa el pecho o el objeto de la primera relación
2) Es anterior a la prueba de la realidad establecida.
3) En relación con el objeto transicional, él bebe pasa del dominio omnipotente
(mágico) al dominio por manipulación (que implica el erotismo muscular y el placer
de la coordinación)
4) A la larga, el O.T. puede convertirse en un objeto fetiche y, por lo tanto, persistir
como una característica de la vida sexual adulta.
5) A consecuencia de la organización erótica anal, el O.T. puede representar las
heces (pero no se debe a que tenga mal olor o a no ser lavado).
SPITZ: EL primer año de vida
En este texto, Spitz va a presentar el desarrollo de las primeras relaciones
objetales o de libido. El concepto de relaciones objetales implica un sujeto y un
objeto. El recién nacido ocupara el lugar de sujeto, quien viene al mundo en un
estado de indiferenciación, incapaz de ninguna acción psíquica. Por lo tanto, no
hay relaciones objetales ni objeto, sino que ambos irán apareciendo
progresivamente en el transcurso del primer año de vida.
Spitz toma en cuenta la noción de objeto de la libido de Freud, que es aquel por el
cual o por medio del cual puede el instinto alcanzar la satisfacción; no es algo
necesariamente exterior al sujeto, sino que también puede ser una parte de su
propio cuerpo (boca, mano, etc.) y es susceptible de ser sustituido por otro, puede
variar en el transcurso de la existencia. Estos cambios dependerán de la
estructura de los instintos parciales, de la maduración progresiva y de la
diferenciación de los instintos, de la relación entre fuerzas de instintos parciales y
de otros numerosos factores. El objeto de la libido no puede definirse en términos
cronológicos, sino que se describe por su historia, por su génesis; no permanece
idéntico a sí mismo. Las coordenadas que circunscriben el objeto de la libido
consisten en la estructura de los instintos dirigidos hacia él.
Ahora bien, el autor diferencia tres estadios en el desarrollo de las relaciones
objetales:
1. El Estadio Preobjetal
Coincide aproximadamente con el estadio del narcisismo primario. Es un periodo
de indiferenciación, de organización primitiva en el RN, es incapaz de diferenciar
un objeto de otros y así mismo de lo que lo rodea; incluso percibe el seno que lo
alimenta como una parte propia de su cuerpo.
Durante este periodo se puede decir que no existe el mundo exterior, los estímulos
exteriores solo se perciben cuando traspasan el umbral de percepción previo e
irrumpen en la quietud del RN, haciendo que este responda con desagrado. Las
respuestas del RN son, en el mejor de los casos, del tipo del reflejo Condicionado,
pero, incluso en un tipo de reflejo tan primitivo como este, es necesario que
transcurra algún tiempo para que se lleve a cabo un condicionamiento.
Hacia el octavo día, el niño responde a señales como las sensaciones de
equilibrio. Ej.: se coloca al niño en posición de mamar, horizontalmente, el niño
volverá la cabeza hacia el pecho de la persona que lo ponga en esta posición. Por
el contrario, si se lo coloca en una posición vertical, no se obtiene tal respuesta.
Hasta el comienzo del segundo mes de vida, el lactante solo reconoce la señal del
alimento cuando tiene hambre, es decir que no reconoce el pezón ni la leche o el
biberón, sino que reconoce el pezón solo cuando lo tiene en la boca, ya que
comienza a mamarlo.
Hacia el final del segundo mes el lactante percibe visualmente la aproximación del
ser humano, responde a un estímulo exterior, pero solo en función de una
percepción interoceptiva, de un impulso insatisfecho. Dos o tres semanas
después, hay un progreso: cuando él bebe perciba un rostro humano, este lo
seguirá en todos sus movimientos con atención.
Es el rostro el estímulo visual que el niño verá con más frecuencia durante los
primeros meses de vida, razón por la cual, será el primero que se establezca
como señal en la memoria del niño a lo largo de las primeras seis semanas.
2. Estadio del Objeto Precursor
Aquí, la maduración somática y el desarrollo psíquico han progresado lo suficiente
para permitirle efectuar la activación de los medios físicos al servicio de sus
experiencias, en forma de respuestas psíquicas. En esta fase, se contestará con
una sonrisa al rostro del adulto, siempre que este se muestre de frente, siendo la
primera manifestación activa e intencionada que ni siquiera la presencia del
alimento puede provocar.
Sin embargo, lo que el niño percibe no es un compañero, ni una persona, ni un
objeto; sino que es una señal. Pero, el rostro humano es aquí, una Gestalt
privilegiada que consiste en el conjunto ojos, nariz, boca, frente en movimiento.
En esta época, la sonrisa no es una respuesta que se dirige, por ejemplo, a la
madre únicamente, sino que puede responder de esta manera a cualquier rostro
humano que se encuentre de frente. En cambio, basta con presentarle un rostro
de perfil para que el niño ya no responda con una sonrisa, porque ya no lo
reconoce. Es decir que, si esta Gestalt se modifica, el objeto no es reconocido,
pierde su cualidad objetal.
Por esta razón, se llama Objeto Precursor a esta Gestalt, porque el niño no
reconoce en ella las cualidades esenciales del objeto (es decir, las cualidades por
las cuales el objeto provee, satisface y protege), sino solo los atributos
superficiales.
Esto es lo que diferencia al Objeto de la Libido de las Cosas. El Objeto de la libido
se caracteriza por las cualidades esenciales prendidas en su génesis, cualidades
que se mantienen invariables a través de todas sus vicisitudes que transforman los
atributos exteriores del sujeto. Por el contrario, las cosas se caracterizan por
atributos superficiales, y toda modificación que tengan impedirán su
reconocimiento como tales.
Por lo tanto, esta Gestalt-señal que es el rostro humano visto de frente, en este
periodo, pertenece más a las Cosas que al Objeto de la Libido. Incluso, el niño
responde con sonrisas a una careta de rostro humano de frente y deja de sonreír
también cuando se posiciona de perfil. Pero, esta señal pertenece al rostro de la
madre y se deriva de el: está unida al estado de alimentación, de protección y al
sentido de seguridad. Se desarrollará más adelante y acabará por establecerse
como verdadero objeto a la madre en toda su persona.
Es por esto que Spitz llama a esta respuesta limitada a una parte del rostro
humano, relación preobjetal, mientras que denomina precursor del objeto a la
señal por la cual verifica el reconocimiento.

3. El Objeto propiamente dicho: el objeto precursor en la percepción


Durante el primer año de vida, la madre es la que sirve de intérprete de toda la
percepción, acción y conocimiento; se le debe a ella el haber llegado a separar, de
entre las cosas coticas y sin significación que lo rodean, un elemento que se hará
cada vez mas significativo. Esto demuestra que el aparato perceptivo no está
psicológicamente desarrollado.
Un ejemplo de esto es el desarrollo del lenguaje del niño hacia el final del primer
año de vida. La vocalización del niño, que al principio sirve como descarga de
impulsos, va transformándose poco a poco en juego en el que repite los sonidos
que el mismo ha producido. Es entonces, cuando el niño comienza se ofrece el
placer de la descarga produciendo los sonidos, y los de la percepción
escuchándolos. Esta es una nueva experiencia: la imitación auditiva, donde el niño
se proporciona su propio eco. Esto lo hará también, unos meses después con los
sonidos que escuche de la madre.
Es en esto en donde podemos ver un pasaje del estadio narcisista, donde el niño
se toma así mismo como objeto, al estadio objetal. Cuando el infante hace ecos de
los sonidos que oye de la madre, ha reemplazado el objeto autístico de su propia
persona por el objeto constituido en el mundo exterior, o sea, la madre.
El papel de los afectos en las relaciones entre madre e hijo
La ternura de la madre le permite ofrecer al niño una extensa gama de
experiencias vitales, y su actitud afectiva determina la calidad de la experiencia
misma.
Durante los tres primeros meses de vida, las experiencias del niño se limitan al
afecto. El sistema sensorial, la discriminación y el aparato perceptivo no se han
desarrollado aun desde el punto de vista psicológico. Por lo cual, la madre será la
que sirva de orientación al lactante.
La gama de sentimientos, respuestas y comportamiento de la madre estará
influida por las actitudes y la personalidad de su hijo, en un proceso circular. Por
otra parte, es esta relación el factor que modifica la vida del niño durante los
primeros meses. En la relación madre-hijo, la madre representa el factor sociedad,
la cual le será inculcada al niño por ella de manera progresiva. Los dos factores en
interacción consisten, pues, en una madre con su individualidad formada y un niño
con su individualidad en formación.

“El malestar en la Cultura” – Freud


Normalmente no tenemos más certeza que el sentimiento de nuestro sí-mismo, de
nuestro yo propio. Este yo nos aparece autónomo, unitario, bien deslindado de
todo lo otro. Aunque esta apariencia es un engaño, el yo más bien se continúa
hacia adentro, sin frontera tajante en un ser anónimo inconsciente (ello), al que
sirve como fachada; hacia fuera el yo parece afirmar unas fronteras claras y netas.
Este sentimiento yoico del adulto no pudo haber sido así desde el comienzo. El
lactante no separa todavía su yo del exterior como fuente de las sensaciones que
le afluyen. Aprende a desasirse del mundo exterior poco a poco, sobre la base de
incitaciones diversas.
Tiene que causarle la más intensa impresión el hecho de que muchas de las
fuentes de excitación en que más tarde discernirá a sus órganos corporales
pueden enviarle sensaciones en otro momento, mientras que otras (como el pecho
materno) se le sustraen temporariamente y sólo consigue recuperarlas berreando
en reclamo de asistencia. De este modo, se contrapone por primera vez al yo un
<<objeto>> como algo que se encuentra <<afuera>>, y solo mediante la acción
particular es esforzado a aparecer. Una posterior impulsión a desasir el yo de la
masa de sensaciones, es decir, a reconocer un afuera, el mundo exterior, es la
que proporciona las frecuentes, múltiples e inevitables fuentes de dolor y
displacer, que el principio de placer ordena cancelar y evitar. Nace la tendencia a
segregar del Yo todo lo que pueda devenir fuente de displacer, a formar un puro
yo-placer.
La experiencia rectifica los límites de este yo placer. Así se aprende un
procedimiento que, mediante una guía intencional de la actividad de los sentidos y
una apropiada acción muscular permite distinguir lo interno (perteneciente al yo) y
lo externo (proveniente de un mundo exterior). o Primer paso para instaurar el
principio de realidad, destinado a gobernar el desarrollo posterior. Con ello se da
un primer paso para instaurar el Principio de Realidad, destinado a gobernar el
desarrollo posterior. Este distingo sirve al propósito practico de defenderse de las
sensaciones displacenteras registradas.
Originariamente el yo lo contiene todo, más tarde segrega de sí un mundo exterior.
Nuestro sentimiento yoico adulto es sólo un comprimido resto de un sentimiento
más abarcador que correspondía a una atadura más íntima del yo con el mundo
circundante.
En cambio, en el ámbito del alma es frecuente la conservación de lo primitivo junto
a lo que ha nacido de él por transformación: una porción cuantitativa de una
moción pulsional se ha conservado inmutada, mientras que otra ha experimentado
el ulterior desarrollo. En la vida anímica no puede sepultarse nada de lo que una
vez se formó, todo se conserva de algún modo y puede ser traído a la luz de
nuevo en circunstancias apropiadas. Semejante conservación de todos los
estadios anteriores junto a la forma última sólo es posible en lo anímico.

“El desarrollo de la función sexual (III)’’ – Freud.


Freud destaca que siempre hubo una concepción corriente de lo que es la vida
sexual humana, la cual consiste en el contacto de los genitales entre dos personas
de sexos opuestos. Sin embargo, hay hechos que están por fuera de esta
concepción: 1) Hay personas para quienes solo individuos del propio sexo y sus
genitales poseen atracción; 2) hay personas cuyas apetencias se comportan en un
todo, como si fueran sexuales, prescinden por completo de las partes genésicas o
de su empleo normal; a tales personas se los llama “perversos”; 3) hay muchos
niños que desde una edad muy temprana demuestran interés por sus genitales y
los signos de excitación de estos; a estos niños se los considera como
“degenerados”.
Retomando estos tres hechos como prueba, Freud contradice la concepción
popular sobre la sexualidad y establece que:
1- La vida sexual no comienza solo con la pubertad, sino que se inicia
inmediatamente después del nacimiento con nítidas exteriorizaciones.
2- “Sexual” y “Genital” son dos conceptos diferentes, aunque se usen como
sinónimos. El primero es mucho más extenso y abarcativo que lo genital,
que sería el contacto entre genitales de dos personas.
3- La vida sexual incluye la función de la ganancia de placer mediante la
incitación de las zonas erógenas del cuerpo, es decir, que no abarca
meramente 3el objetivo de concebir.
A temprana edad, el niño da señales de una actividad corporal sexual a la que se
conectan fenómenos psíquicos que hallamos más tarde en la vida amorosa adulta.
Estos fenómenos que emergen en la primera infancia responden a un desarrollo
acorde a una ley, tienen un acrecentamiento regular, alcanzando un punto
culminante hacia el final del quinto año de vida, a lo que sigue un período de
latencia, en que se detiene el progreso, mucho es desaprendido e involuciona.
Luego, la vida sexual vuelve a aflorar con la pubertad. Esta acometida en dos
tiempos de la sexualidad es muy importante para la hominización. Los eventos de
la época temprana de la sexualidad infantil son víctima, salvo unos restos, de la
amnesia infantil.
El primer órgano que aparece como zona erógena y que propone una exigencia
libidinosa es la boca, a partir del nacimiento, en la fase oral. Muy temprano, en el
chupeteo en que el niño persevera obstinadamente se evidencia una necesidad de
satisfacción que (si bien tiene por punto de partida la recepción de alimento y es
incitada por ésta) aspira a una ganancia de placer independiente de la nutrición y
que por eso es sexual.
En la fase sádico-anal, la satisfacción es buscada en la agresión y en la función
excretora. El sadismo es una mezcla pulsional de aspiraciones puramente
libidinosas con otras destructivas puras, una mezcla que desde entonces no se
cancela más. La fase fálica, como precursora, se asemeja ya en un todo a la
plasmación última de la vida sexual. No desempeñan aquí un papel los genitales
de ambos sexos sino sólo el masculino (falo), los femeninos permanecen
ignorados por largo tiempo. En el transcurso de esta fase, la sexualidad infantil
alcanza su apogeo y se aproxima el sepultamiento del Complejo de Edipo. Desde
entonces, niño y niña, habiendo partido ambos de la premisa de la presencia
universal del pene, tendrán destinos separados.
El varón entre en la fase edípica, inicia el quehacer manual con el pene, junto a
unas fantasías sobre algún quehacer del pene en relación con la madre, hasta que
el efecto de una amenaza de castración y la visión de la falta de pene en la mujer
le hacen experimentar un trauma iniciador del período de latencia. La nena, en
cambio, tras el infructuoso intento de emparejarse al varón, vivencia el
discernimiento de su inferioridad clitoridea, con duraderas consecuencias para el
desarrollo del carácter. A menudo, a raíz de este primer desengaño en la rivalidad,
reacciona con un primer extrañamiento de la vida sexual.
Estas tres fases se superponen entre sí, coexisten juntas. En las fases tempranas,
las diversas pulsiones parciales parten con recíproca indiferencia a la consecución
de placer. En la fase fálica se tienen los comienzos de una organización que
subordina las otras aspiraciones al primado de los genitales y significa el principio
del ordenamiento de la aspiración general de placer dentro de la función sexual.
La organización plena sólo se alcanza en la pubertad, en la fase genital, en la que
las investiduras libidinales tempranas: 1) son conservadas, 2) son acogidas dentro
de la función sexual como unos actos preparatorios de apoyo (cuya satisfacción
da por resultado el placer previo), 3) son excluidas de la organización y sofocadas
por completo (reprimidas) o 4) experimentan una aplicación diversa dentro del yo,
forman rasgos de carácter, padecen sublimaciones con desplazamiento de meta.

‘’Tres ensayos: La sexualidad Infantil’’ – Freud.


AMNESIA INFANTIL: en la mayoría de los seres humanos cubre los primeros
años de vida hasta los 6-8 años. De estos años solo quedan pequeñas fracciones
incomprensibles. No obstante, esas impresiones que hemos olvidado, dejaron
profundas huellas en nuestra vida anímica, pasando a ser determinantes para todo
nuestro desarrollo psíquico posterior. Freud opina que esta amnesia sufrida en la
temprana edad, es la culpable de que no se le otorgue al periodo infantil un valor
en el desarrollo de la vida sexual.
EL PERIODO DE LATENCIA SEXUAL DE LA INFANCIA Y SUS RUPTURAS
Parece seguro que el neonato trae consigo gérmenes de mociones sexuales que
siguen desarrollándose durante cierto lapso, pero después sufren una progresiva
sofocación. Casi siempre, hacia el tercer/cuarto año de vida del niño, su
sexualidad se expresa en una forma asequible a la observación.
Las inhibiciones sexuales: durante este periodo de latencia se edifican los poderes
anímicos que más tarde se presentaran como inhibiciones en el camino de Placer
sexual -asco, vergüenza y moral- estos diques no son solo obra de la educación,
sino que su verdadero desarrollo es debido a un condicionamiento orgánico
Formación Reactiva y Sustitutiva: a expensas de las mociones sexuales infantiles
reprimidas mismas, cuyo flujo no cesa ni siquiera en la latencia, su energía es
desviada del uso sexual y se aplica a otros fines (ej.: en la escuela, un deporte,
etc.). Este proceso de desviación de la fuerza sexual hacia otros fines y metas se
denomina Sublimación. Esto es lo que da comienzo al periodo de latencia sexual
de la infancia.
Las mociones sexuales de los primeros años son, por un lado, inaplicables, debido
su diferida meta a la de las funciones de reproducción, lo cual hace que, por otro
lado, sean en si perversas, ya que parten de zonas erógenas y se sustentarían en
pulsiones que, dada la dirección del desarrollo del individuo, solo provocarían
sensaciones displacenteras. Por ello, se suscitan fuerzas anímicas contrarias, es
decir, mociones reactivas que construyen, para una eficaz sofocación de dicho
displacer, los diques pulsionales: asco, moral y vergüenza.

LAS EXTERIORIZACIONES DE LA SEXUALIDAD INFANTIL


El Chupeteo: se refiere a la succión con la boca de manera rítmica que no tiene
como fin la alimentación, ya que no manifiesta únicamente este chupeteo al
mamar el pecho materno, sino que también succiona, por ejemplo, su dedo. El
chupeteo lleva a un adormecimiento o incluso a una reacción motriz comparable al
orgasmo, por lo cual se estaría manifestando una acción masturbatoria.
Autoerotismo: Debido al hecho de que la pulsión no está dirigida a otra persona,
sino que recae en el cuerpo propio, es autoerótica, y los labios del niño se
comportan como una zona erógena y la estimulación por la leche fue la causante
de esta sensación placentera, es decir que, en un principio, la satisfacción de la
zona erógena se asoció a la satisfacción por la necesidad de alimentarse.
Entonces, el quehacer sexual se apuntala primero en una función que sirve para la
conservación de vida, y solo más tarde se independiza de ella; la necesidad de
repetir la satisfacción sexual se divorcia de la necesidad de buscar alimento.
Más tarde, el niño va a preferir una parte de su propio cuerpo para mamar, ya que
le es más cómodo que un objeto del mundo exterior que no puede dominar,
procurándose una zona erógena segunda y, por decir de alguna manera, de
menor valor.
Aquí observamos, entonces, tres caracteres esenciales de una exteriorización
sexual infantil: esta nace por el apuntalamiento en una de sus funciones
corporales importantes para la vida; todavía no conoce un objeto sexual, pues es
autoerótica, y su meta sexual se encuentra bajo el imperio de una zona erógena.
LA META SEXUAL DE LA SEXUALIDAD INFANTIL
Caracteres de las zonas erógenas: es un sector de la piel o de mucosa en el que
estimulaciones de cierta clase provocan una sensación placentera de determinada
cualidad. Para la producción de una sensación placentera, es más importante la
cualidad del estímulo que la complexión de las partes del cuerpo. El niño
chupeteador busca por su propio cuerpo y sector para mamárselo; después, por
acostumbramiento, este pasa a ser el preferido.
Meta sexual infantil: consiste en producir satisfacción mediante la estimulación
apropiada de la zona erógena. Esto se debe a que, en un primer momento, el niño
ha vivenciado esta satisfacción, por lo que busca repetirla mediante las zonas
erógenas. Esta necesidad de repetir la sensación de satisfacción se trasluce por
dos cosas: un sentimiento de tensión, que posee más bien un carácter
displacentero, y una sensación de estímulo o picazón en la zona erógena.
Entonces, la meta sexual seria procurara sustituir la sensación del estímulo que
causa displacer en la zona erógena, por uno externo que lo cancele al provocar
una sensación de satisfacción en aquella zona.
LAS EXTERIORIZACIONES SEXUALES MASTURBATORIAS
Activación de la zona anal: Esta zona es apta para el apuntalamiento de la
sexualidad, ya que los trastornos intestinales se encargan de que no falten
excitaciones en esta parte del cuerpo, dándole al ano un gran valor.
Los niños, para estimular esta zona, retiene las heces hasta que la acumulación
provoca fuertes contracciones musculares. Una vez que la necesidad de defecar
es tan grande, al pasar las heces por el ano, provocan una gran sensación de
alivio y satisfacción, ejerciendo un poderoso estimulo sobre la mucosa.
El contenido de los intestinos, tiene para el niño un gran significado, lo trata como
una parte del cuerpo propio; representa el primer regalo, por medio del cual el niño
puede expresar su obediencia hacia el medio circundante exteriorizándolo, y su
desafío, rehusándolo.
Activación de las zonas erógenas: las activaciones sexuales de esta zona son el
comienzo de la posterior vida sexual normal. Es inevitable una sensación
placentera por los lavados y frotaciones del cuidado corporal, además de por
ciertas excitaciones accidentales; creando así, una necesidad de repetirla.
Mediante el onanismo del lactante se establece el futuro primado de esta zona
erógena para la actividad sexual. La acción que elimina el estímulo consiste en un
contacto de frotación con la mano o en una presión ejercida por la mano o
apretando los muslos.
Freud distingue tres fases de la masturbación infantil: la primera corresponde al
periodo de lactancia, la segunda al breve florecimiento de la práctica sexual hacia
el cuarto año de vida, y solo la tercera responde a onanismo de la pubertad, que
es el único que suele tenerse en cuenta.
La segunda fase de la masturbación infantil: después del periodo de lactancia,
antes de los 4 años aproximadamente, la pulsión sexual suele despertar de nuevo
la zona genital y durar un lapso, hasta que luego una nueva sofocación la detiene
o bien puede proseguir sin interrupción. Todos los detalles de esta segunda
activación sexual infantil dejan tras sí las más profundas (icc) huellas en la
memoria, y determinan el desarrollo posterior.
El retorno de la masturbación de la lactancia: retorna como un estímulo entre los 4
y 5 años, reclamando una sensación onanista. Es el sistema urinario el medio más
evidente de exteriorización, como polución nocturna.
Esta reaparición tiene causas externas e internas: como causa externa podemos
presentar una seducción prematura hacia el niño, donde se toma al niño como
objeto sexual.
Disposición perversa polimorfa: los niños, bajo la influencia de una seducción,
puede convertirse en un perverso polimorfo, todavía no tiene resistencia a
practicar ciertas transgresiones sexuales; esto quiere decir que trae consigo una
aptitud para ello, hay un origen con una disposición para todas las perversiones en
los seres humanos desde niños. Estas transgresiones se pueden tropezar con
algunas escasas resistencias, ya que, dependiendo de la edad del pequeño,
todavía no habrían erigido o están en formación los diques pulsionales.
Pulsiones parciales: la seducción aporta prematuramente al niño un objeto sexual,
del cual, al comienzo, la pulsión sexual infantil no demuestra necesidad alguna.
Pero también, la vida sexual infantil y a pesar del imperio de las zonas genitales,
muestra componentes que desde el comienzo envuelven a otras personas en
calidad de objetos sexuales, otras personas se convierten en objeto (placer de ver,
exhibir y crueldad) donde hay una curiosidad por ver y mostrar los genitales, hasta
que se desarrolla la vergüenza y esto disminuye.
LA INVESTIGACION SEXUAL INFANTIL
Pulsión del saber: entre los 3 y 5 años, comienza a manifestarse la pulsión de
saber o investigar de los niños. Su intención no está necesariamente subordinada
a la sexualidad; su acción corresponde, por un lado, a una manera sublimada de
apoderamiento, y, por la otra, trabaja con la energía de la pulsión de ver. La
pulsión de saber de los niños recae, en forma insospechadamente precoz y con
inesperada intensidad, sobre los problemas.
El enigma de la esfinge: se trata de la amenaza que para las condiciones de vida
del niño significa la llegada de un nuevo niño, y el miedo de que este lo prive de su
amor y cuidados que recibe. Esta nueva llegada va a representar un nuevo
enigma para el niño: ¿De dónde vienen los niños?
En cuanto al hecho de los dos sexos, para el varoncito es cosa natural suponer
que todas las personas poseen un genital como el suyo, y le resulta imposible unir
su falta de representación que tiene de ellas.
Complejo de castración y envidia del pene: frente a la contradicción que significa
ver que las niñas no tienen el falo, el varón se quiere aferrar a la negación de la
castración. En cambio, en la niña, esta va caer presa de la envidia del pene, que
culmina en el deseo de ser varón. Ambos sexos coinciden en la primacía del pene
en un género único como primera teoría sexual infantil.
Teorías del nacimiento: se trata de las teorías que se formulan los niños por el
enigma “¿De dónde viene los niños?”. Algunas de las teorías que pueden
formularse los niños con respecto a la concepción; ej.: los niños se concebir por
haber comido algo determinado y se los da a luz por el intestino, como a la materia
fecal-> Teoría de la cloaca.
Concepción sádica del comercio sexual: se trata de la teorización por parte del
niño, al ser testigo del acto sexual entre los padres, conciben a este comercio
como una especie de maltrato sádico. Por el psicoanálisis, nos enteramos de que
una impresión de este tipo en los primeros años de vida, contribuye en gran
medida en la disposición para un ulterior desplazamiento.
Fracaso de la investigación sexual infantil: pese a sus errores dan prueba de una
gran comprensión sobre los procesos sexuales, y perciben alteraciones del
embarazo, escuchan y desconfían de la cigüeña. Pero, como la investigación
sexual infantil ignora dos elementos, el semen fecundante y la existencia de la
abertura sexual femenina, los esfuerzos resultan infructuosos por lo que el niño
renuncia y suele dejar deteriorada la pulsión del saber. Esta investigación tiene
algo de un primer desarrollo de la orientación autónoma en el mundo.
FASES DEL DESARROLLO DE LA ORGANIZACIÓN SEXUAL
Caracteres de la vida sexual hasta ahora: es autoerótica y sus pulsiones parciales
singulares aspiran a conseguir placer cada una por su cuenta, enteramente
desconectadas entre sí. El punto de llegada lo constituye la vida sexual del adulto,
llamada “Normal”, la cual se pone al servicio de la reproducción y las pulsiones
parciales, van a estar bajo el primado de una única zona erógena.
Organizaciones pregenitales: se denomina pregenitales a las organizaciones de la
vida sexual en que las zonas genitales todavía no han alcanzado su papel
hegemónico.
- Fase oral: esta es una primera organización sexual pregenital, donde no se
separa la actividad sexual de la nutrición. La meta sexual consiste en la
incorporación del objeto, el paradigma de lo que más tarde, en calidad de
identificación, desempeñara un papel psíquico muy importante.
- Fase sádico-anal: si bien hay ya un desplegamiento de división de opuesto,
no hay todavía en los niños una concepción de femenino y masculino, sino
que es preciso decir activo y pasivo.
- Ambivalencia: esta forma de organización sexual puede conservarse a lo
largo de toda la vida y atraer permanentemente hacia si una buena parte de
la práctica sexual. Los pares de opuestos pulsionales están plasmados en
un grado aproximadamente igual, este estado de cosas se designa
ambivalencia.
Para completar el cuadro de la vida sexual infantil, es preciso agregar que a
menudo ya en la niñez se consuma una elección de objeto como la que
hemos supuesto característica de la fase del desarrollo de la pubertad. El
conjunto de afanes sexuales se dirige a una única persona, y en ella
quieren alcanzar su meta. Este es el máximo acercamiento posible en la
infancia a la conformación definitiva que la vida sexual presentara en la
pubertad. Por lo tanto, la instauración de ese primado al servicio de la
reproducción es la última fase por la que atraviesa la organización sexual.
- Los dos tiempos de la elección de objeto: la primera se inicia en la infancia
entre los 2y 5 años, pero se detiene o retrocede cuando el niño entra en el
periodo de latencia; se caracteriza por la naturaleza infantil de sus metas
sexuales. La segunda, sobreviene con la pubertad y determina la
conformación definitiva de la vida sexual.
Los resultados de la elección infantil de objeto se prolongan hasta una
época tardía; o bien se los conserva tal cual, o bien experimentan una
renovación en la época de la pubertad. Pero demuestran ser inaplicables, y
ello a consecuencia de su desarrollo de la represión, que se sitúa entre
ambas fases. Sus metas sexuales han experimentado un atemperamiento,
y figuran únicamente lo que podemos llamar “corriente tierna” de la vida
sexual.
En la elección de objeto en la pubertad, se debe renunciar a los objetos
sexuales infantiles (los padres) para empezar de nuevo como “corriente
sensual”
FUENTES DE LA SEXUALIDAD INFANTIL
La excitación sexual nace: a) como calco de una satisfacción vivenciada a raíz de
otros procesos orgánicos, b) por una apropiada estimulación de las zonas
erógenas, c) como expresión de algunas pulsiones.
Excitaciones mecánicas: incluye la producción de excitaciones mediante
sacudimientos del cuerpo, de carácter rítmico. La existencia de estas sensaciones
placenteras es documentada por el gran gusto que siente los niños por los juegos
de movimiento pasivo, cuya repetición piden incesantemente.
Actividad muscular: muchas personas dicen haber vivenciado los primeros signos
de excitación de genitales en la infancia en el curso de juegos violentos o de riñas
con sus compañeros de juego. En estas situaciones operaban no solo esfuerzos
musculares, sino también un contacto con la piel del oponente. En esto podríamos
reconocer una de las raíces de la pulsión sádica.
Procesos afectivos: los procesos afectivos más intensos, aun las excitaciones
terroríficas, desbordan sobre la sexualidad.
Trabajo intelectual: la concentración de atención de una persona hacia una tarea o
trabajo que demandan un esfuerzo mental, tiene en muchas personas como
consecuencia una excitación sexual concomitante.

“Manual de psicoterapia de la relación padres e hijos” E. Dio Bleichmar


La autora va a destacar tres principios que guiarán su trabajo
Después de un siglo desde el descubrimiento del Inconsciente, el Psicoanálisis ha
experimentado un profundo cambio. Se trata de un cambio de paradigmas que va
generando una renovación de las formas de pensar y de procesar la información
clínica, y la teoría del desarrollo se ha visto conmovida desde sus cimientos.
Las investigaciones en Psicología del Desarrollo aportaron la observación
empírica y experimental de niños en contextos naturalistas de interacción social.
Permitiendo en la actualidad poner en relación a un infante clínico con un infante
observado, así como sentar las bases para una teoría evolutiva prospectiva desde
la normalidad de las distintas dimensiones de la subjetividad (primer principio)
Anteriormente, se tenía una concepción naturalista del desarrollo, la cual no tenía
en cuenta la relación del niño con los padres que hacen posible la vida humana;
de modo que las teorías fueron incorporando una concepción relacional del
desarrollo humano, poniendo de relieve la intersubjetividad como fuente y trama
básica de la subjetividad intrapsiquica.
La comprensión de los fenómenos del desarrollo requiere conceptos relacionales o
coactivos de la causalidad. Lo que impulsa el desarrollo es la relación entre dos
componentes.
La sociedad no es ni una cosa ni una causa, sino que es un sistema de relaciones
que el psicólogo debe analizar y distinguir separadamente en sus efectos
respectivos (segundo principio). Se trata de la reformulación del objeto de estudio:
del niño a la relación, de la búsqueda exclusiva de procesos de cambio de
subjetividad del niño al intento de conseguir cambios en las capacidades de los
padres para la tarea de parentalizacion.
A su vez, el principio de modularidad ha delimitado la idea de la existencia de un
centro integrador de la experiencia. El psiquismo humano depende de varios
sistemas que trabajan al unísono a través de muchos niveles de organización. Y, a
partir de este conocimiento, se ha impuesto la necesidad en Psicoanálisis de
concebir sistemas dinámicos complejos, no lineales, sino paralelos en su
desarrollo y operatividad.
Hay una ampliación desde el punto de vista económico del Psicoanálisis, es decir,
del campo dinámico de fuerzas que organizan el psiquismo (tercer principio). A tal
cambio de paradigmas, le corresponde una transformación en la técnica y acción
terapéuticas: la técnica será participativa, activa, que hunde sus raíces en la
escucha, pero propone formas múltiples de intervención que no se reducen a la
comprensión de un sentido oculto.
La compleja unidad de la experiencia temprana
Unidad, modularidad y procesamiento paralelo
La relación de la madre con el bebe será definitoria a nivel psíquico en el neonato.
Este nace dotado por la biología para el desarrollo, pero necesita de un adulto
mejor dotado para la adaptación que se haga cargo de la conservación de su
cuerpo. La madre aporta los cuidados, y a través de la interacción inherente a los
mismo, se activarán diversos centros funcionales innatos en el niño que irán
configurando los distintos sistemas motivacionales, es decir, las estructuras que
gobernaran la afectividad, la cognición y la acción.
Entonces, para entender y describir la subjetividad del bebe], debemos describir la
subjetividad del adulto. Todo emerge a partir de la experiencia de los cuidados
vitales. Esta unidad de experiencia constituye la génesis de la actividad psíquica
del bebé.
En términos de la subjetividad de la madre, esta, que ha demostrado que es capaz
de generar vida, ahora debe comprobar si es capaz de mantenerla, la vida del
bebe está en juego.
El llanto, si todo va bien, será el que active la receptividad y disponibilidad
materna, respuesta impulsada por su propio sistema motivacional de
apego/cuidados.
En un primer periodo, que abarca aproximadamente hasta los dos meses, el
desafío de la madre se centrara en atender y regular el cuerpo del bebe y sus
funciones básicas (hambre, sed, excreción, etc.). Su tarea será provisionar y
regular las funciones vitales del bebe. Esto establece una serie de contactos entre
la madre y su hijo que organizan el sistema de apego del bebe.
A su vez, también es importante que la madre se halle en armonía y seguridad en
las que apoyarse para llevar a cabo estas tareas de crianza, ella también necesita
de “una madre”, otro que le brinde protección para alejar sus preocupaciones.
Durante los cuidados y contactos, en el encuentro con el cuerpo del niño, la madre
activa sus circuitos sensoriales y transmite un placer con el contacto físico que él
bebe recibirá, erogenizando no solo las zonas erógenas predeterminadas (boca,
ano, genitales); sino que dota su cuerpo con experiencias sensoriales tan
placenteras que querrá repetir, haciendo que este despliegue conductas
autoeróticas (ej.: chupeteo).
A medida que avanza la crianza, la madre será capaz de codificar las señales que
el bebé manifieste, por ejemplo, los tipos de llanto (ira, dolor, hambre) lo cual le
permite saber cómo cesar dicho llanto. Esto hace que se vayan estableciendo
pautas de regulación emocional en el bebé.
Hay una modularidad del psiquismo, existen múltiples sistemas motivacionales
con orígenes diferenciales, líneas de evolución separadas en forma paralela, con
múltiples articulaciones y relaciones entre ellas que dan como resultado
transformaciones en cada uno de los sistemas. Entonces, el todo de la relación es
un compuesto de la articulación de distintos módulos psíquicos que organizan la
experiencia de los cuidados… Ejemplo: si los padres se muestran regularmente
orgullosos de su hijo, este desarrollara autoestima. La relación parentofilial
establece tanto la emergencia como la inhibición y el déficit de funciones psíquicas
del niño.
El paradigma relacional y la modularidad
El paradigma relacional se fue constituyendo a partir del aporte de muchos autores
que fueron planteando propuestos en donde el papel crucial del otro en la
constitución del psiquismo cobraba relevancia. Uno de los mayores cambios
teóricos es el giro de la concepción intrapsiquica hacia la intersubjetiva. El
desarrollo deja de comprenderse en términos de libido o de fantasía, y se centra
en el estudio de la relación.
Otro cambio fundamental es el de la concepción modular del cerebro y la mente: el
psiquismo funciona por módulos genéticamente independientes, con propiedades
y procesamientos diferentes. Cada módulo es concebido como una base de datos
específica, es decir que procesa cierto tipo de estímulos y deja automáticamente
otros de lado. Por otra parte, el principio de modularidad cerebral exige pensar no
en un desarrollo lineal a partir de un dominio general, sino que hay una
multiplicidad de núcleos de desarrollo que funcionan y evolucionan en paralelo.
Todo esto no quiere decir que las pulsiones quedan reemplazadas por la relación,
sino que lo que se quiere decir es que el rol crucial de la relación en el desarrollo
ha reconfigurado la forma en la cual en la teoría psicoanalítica se ha entendido el
vínculo entre pulsiones y relaciones de objeto. Las relaciones tempranas
organizan y activan las distintas motivaciones, y una vez que las motivaciones se
hallan estructuradas, organizan las relaciones.

Modularidad y modularizacion
Un módulo es un encapsulamiento informacional, es cognitivamente impenetrable.
Karmiloff-Smith sostiene que, en los humanos, la modularidad no es un punto de
partida, sino un punto de llegada. A través de la reacción temprana se activarán
las predisposiciones innatas y se desarrollara la masa cerebral de forma
diferenciada, dando lugar a la arquitectura modular. Toma dos puntos de apoyo
para su tesis de modularizacion gradual: el conocimiento sobre la plasticidad
cerebral del neonato y las investigaciones sobre el factor capital para el desarrollo
en que se constituye la diada temprana; a lo que tendríamos que agregar que
aquello que caracteriza la experiencia humana es que no existe cognición
temprana que no se halle asociada a una emoción positiva o negativa, o sea,
vinculada al principio de placer/displacer.
El drama del desencuentro
De la leyenda al hijo real
En la experiencia de ser padres, hay tres momentos en relación al futuro hijo: un
imaginario de sueños, fantasías y expectativas, un esbozo de niño real al ver las
imágenes ecográficas que anticipan un cuerpo sexuado, y el definitivo niño real
que ha nacido. También hay diferentes momentos en cuanto a los padres como
tales en el futuro: un imaginario que contiene las respectivas posiciones ante el rol,
y un paulatino real que serán los roles y posicionamientos que efectivamente se
llevan adelante postparto.
Existen condiciones que en primera instancia garantizan la asunción plena de la
maternidad, son muchas condiciones las que deben ser cubiertas a nivel familiar,
relacional, económico; que pueden provocar cuadros patológicos en torno a la
maternidad, como grados de depresión.
Nuestra labor en la clínica será intentar saber cómo la desilusión y el conflicto
adulto han perturbado la crianza, cuáles de las funciones parentales se han visto
afectadas, y cómo y cuáles de los sistemas motivacionales se han perturbado en
el niño. Dada la naturaleza profundamente irracional de la crianza, todos los
trastornos tempranos pueden ser comprendidos en términos de trastornos del
vínculo y/o de la relación humana, reservando el termino vinculo para los estadios
en los que la interacción ha conseguido un grado de subjetivación en el infante.
Inicios de la relación. La regulación de las demandas fisiológicas
Alimentación, excreción, actividad, pasividad, llanto y bienestar, tiempo de vigilia y
sueño son los cuidados esenciales para la preservación de la vida. La madre
responde a los estados cambiantes del bebe al notar la aparición del hambre, de
que hora de cambiar el pañal, mirándolo como tratando de conseguir su
aprobación, tocándolo, hablándole, dejándolo en la cuna. Cuando la coordinación
se consigue, los cambios en los estados y la regulación interna y externa se
producen acompañados de afectos positivos tales como el interés, la alegría y
placer sensorial, y algunos negativos como la rabia, llanto y angustia.
La matriz interaccional es tan amplia que cubre las 24 horas del dia y abarca el
funcionamiento de todos los sistemas motivacionales. La experiencia del hambre
es privada para el bebé, la madre confirma o no tal información interna: “tienes
hambre, es hora del pecho”. Si acierta con la necesidad específica y le pone
nombre, esto promueve a la autoorganización del bebe, que toma contacto con su
sensación interna reconocida por alguien externo. Esta confirmación contribuye a
la confianza del niño en el sistema de mutua regulación y se consolida el apego. A
su vez, la confirmación contribuye a la auto-diferenciación a través del
reconocimiento de la secuencia hambre-alimentación, pieza clave de la
información para el desarrollo del self “verdadero” en términos de Winnicott. Sobre
este fondo fisiológico se va estableciendo un patrón psíquico regulador que forma
parte de ese elemento indispensable en la reciprocidad. Spitz ilustra la
reciprocidad entre la madre y un bebe de 7 meses que recibe la tetina del biberón
entre los labios: …” El responde recíprocamente poniendo los dedos en la boca de
la madre, ella entonces mueve los labios sobre los dedos del bebe, el juego con
sus labios y ella sonríe, y todo el tiempo el bebé mantiene la mirada en el rostro de
la madre”.

“Parentalidad y constitución subjetiva” – Catedra


Para comprender la subjetividad del infante es necesario descubrir y observar sus
condiciones de partida, y éstas se asientan en la subjetividad del adulto.
Uno de los mayores cambios que se han operado en la segunda mitad del siglo
pasado es el giro de la concepción intrapsíquica a la intersubjetiva dando lugar a
un paradigma relacional (Dio Bleichmar, 2005). A partir de la indagación de los
desarrollos teóricos acerca de la parentalidad, entendida en sentido amplio y
complejo, se procurará reflexionar acerca de los interrogantes planteados en torno
a la constitución psíquica temprana como efecto de las operatorias simbolizantes
vehiculizadas a través de los cuidados parentales.
Los estudios de la neurociencia muestran que el sistema nervioso está construido
para ser captado por el sistema nervioso de otros, resonar con ellos y participar de
sus experiencias. Las fronteras entre uno y los otros resultan permeables. La
neurobiología y la neurología han aportado la noción de plasticidad neuronal,
noción que podría referirse bajo la idea de que la experiencia deja una huella en la
red y los circuitos neuronales y que las neuronas poseen la propiedad de
transformarse como efecto del medio ambiente. Existe un aspecto indeterminado
desde la misma biología que depende de la experiencia, que en lo humano refiere
siempre al encuentro con otro. Es así que, ya desde lo neurobiológico la
interacción con el ambiente tiene valor constitutivo.
En el intercambio parento-filial las emociones se modelan por los pensamientos y
sentimientos del otro. Dos mentes crean intersubjetividad, pero también la
intersubjetividad moldea ambas mentes.
Queda así resaltada la dinámica relacional que se presenta en ocasión del
proceso de simbolización temprana. Se trata de procesos bidireccionales ya que
junto a la incidencia que la subjetividad parental y sus estilos de interacción tienen
sobre los procesos de constitución subjetiva del infante, se señala la manera en
que las respuestas del mismo, sus modalidades, van influyendo en la actitud de
los padres, en su subjetividad y aún en la regulación de procesos fisiológicos,
como se observa en la lactopoyesis (la madre amamanta y el/la lactante colabora
con la succión en el proceso de la producción de la leche).
La hipótesis central de los investigadores de infantes es que los seres humanos
tienen una fuerte necesidad innata de contacto intersubjetivo y recíproco.
El/la adulto/a es una parte del sistema regulador del infante. El ser humano nace
en estado de indefensión, con la potencialidad virtual de contar con recursos
propios para su desarrollo subjetivo, pero para que sea posible el armado
psíquico, necesitará de otro que asume la función parental que se abordará. En
las condiciones iniciales, las interacciones que se producen entre el infante y el
entorno, dejarán huellas que permanecerán en el tiempo. Por ello, la intervención
del adulto en los inicios de la vida del niño, dejaran sus huellas en el desarrollo
infantil y en el psiquismo del adulto que devendrá.
Dio Bleichmar (2007) se refiere a las funciones parentales, como aquellas que
facilitan y fomentan el desarrollo saludable de las potencialidades del infante,
procurando tanto contener la ansiedad y regular los estados afectivos del niño, así
como también establecer una proximidad física y contacto emocional que satisfaga
las necesidades de apego, la autoestima y la erogeneidad del cuerpo del infante.
Posicionada en la teoría inaugurada por Fodor (1986) -quien plantea que el
psiquismo funciona por módulos genéticamente independientes, con propiedades
y funcionamientos diferentes- la autora establece una correspondencia entre las
capacidades parentales y los diferentes sistemas motivacionales operantes en el
psiquismo adulto. En relación a la práctica de la parentalidad, es a través de
estímulos, señales, y mensajes propios de los cuidados de la crianza -a la vez que
expresión de los sistemas motivacionales parentales- que se activarán los
diversos centros funcionales innatos en el bebé y se irán imprimiendo modalidades
singulares en su desarrollo. De ese modo se configurarán paulatinamente sus
distintos sistemas motivacionales, es decir, las estructuras que gobernarán la
afectividad, la cognición y la acción.
- Dio Bleichmar menciona las capacidades de contención para la regulación
de los estados fisiológicos y de la ansiedad, la capacidad para proporcionar
momentos de distensión y ocio y para respetar y entonar estados
emocionales entre otras.
- Vinculadas al sistema de cuidados o de la heteroconservación, refiere las
capacidades relacionadas con la salud y el crecimiento. Alude a la
capacidad por parte de los adultos de hacerse cargo de mantener la vida
del nuevo miembro de la familia, detectando riesgos para la integridad
física, así como el registro de enfermedad física o trastorno psicológico
manifiesto.
- Relacionadas con el sistema de apego o vínculo afectivo, puntualiza las
capacidades para la presencia, la disponibilidad y el compromiso en los
cuidados, para el disfrute en la interacción, para proporcionar confianza,
protección y contacto intersubjetivo, para reconocer sentimientos y estados
mentales, para permitir relaciones del niño con figuras sustitutivas de
apego, entre otras.
- Referido al sistema de sensualidad y sexualidad, señala la capacidad para
sentir y no temer el placer en el contacto corporal y en la higiene de los
órganos genitales y para reconocer la excitación sin sobreestimular ni
inhibir sus manifestaciones. Para el sistema de estima y narcisismo
menciona la capacidad para valorar los esfuerzos, transmitir orgullo y
admiración, para poner límites a conductas disruptivas y demandas
excesivas entre otras.
Lejos de sostener una propuesta idealizada de cumplimiento de estas funciones,
la autora señala la imposibilidad de cumplir todas las funciones de manera
igualmente satisfactoria.
Parentalidad y filiación: se implican mutuamente. Priorizando el estatuto subjetivo
de estas nociones, ambas se asientan sobre la base de un reconocimiento mutuo,
tanto del padre/madre hacia el/la descendiente como de este/a hacia ellos. Las
bases biológicas y las connotaciones jurídicas que se relacionan con estas
nociones ni garantizan, ni son indispensables, para que se constituya ese
sentimiento único, si no excepcional, de intimidad, confianza y comprensión
recíprocas que se adquiere a través de interfuncionamientos prolongados entre el
infante y el adulto cuidador. Considerado el vínculo parento-filial en su devenir se
puede decir que, partiendo de niveles arcaicos de relación, va dando lugar a una
discriminación y al reconocimiento tanto de lo común como de lo diferente de cada
uno de los términos.
Lebovici (1988) aporta algunos conceptos para pensar los procesos de
representación que se juegan en el trabajo psíquico que tiene lugar en la psique
parental frente al advenimiento de un hijo. El autor enuncia tres tipos de
representaciones de bebés. El bebé fantasmático, que estaría generado por el
ansia de maternidad, reflejaría fantasías inconscientes de los padres presentes
desde su infancia y, a su vez, daría testimonio de la supervivencia psíquica de los
abuelos. El bebé imaginario, que sería producto de fantasías diurnas que se
despliegan a lo largo del embarazo. Estas tendrían desarrollo en el tiempo previo
al advenimiento del hijo y reflejarían representaciones conscientes y
preconscientes. Finalmente, el bebé real, que sería el que los padres tienen en los
brazos, el que los inviste con sus gritos, con su mirada, con sus solicitudes,
coloreando con su modo de estar presente el bebé que se va configurando en la
mente parental.
Las interacciones con el bebé real, estarán condicionadas por las
representaciones instaladas al calor de la fantasmática edípica y las ideas
imaginarias forjadas durante el embarazo acerca del futuro miembro dando lugar a
un complejo entramado. En este sentido la función parental implica un trabajo
psíquico que permite a los adultos integrar al bebé fantasmático e imaginario en el
encuentro y las interacciones con el nuevo miembro que adviene a la familia
dando lugar a un investimento singular y único en el que intervienen
representaciones psíquicas con estatutos metapsicológicos diferentes.
La relación parento-filial supone pues, un escenario. En él se desplegarán la
participación real de los adulos cuidadores, sus comportamientos, como así
también los fantasmas inconscientes provenientes de su núcleo infantil, ya que se
trata de sujetos que tienen una historia, como también una prehistoria. Es por esta
vía que la relación parento-filial vehiculiza la transmi sión generacional, proceso
propio de la cultura. Así la familia opera como correa de transmisión de ideales y
modelos identificatorios, como también de significaciones del mundo sociocultural.
La relación parento-filial implica pues, el reconocimiento de la posición de los
sujetos en el orden de las generaciones, e incluye los contenidos de la
transmisión, es decir, qué del pasado se lega/se recibe/se transforma en herencia,
para que se perpetúe a futuro.
En relación al lugar que ocupa el infante en la fantasmática de los padres
Wasserman (1993) plantea que hay dos procesos en curso durante la crianza.
Uno, el de narcisización, valorado positivamente, que se refiere al bebé
maravilloso que se espera y que crea en el mismo niño y en los padres la
esperanza de que no sufra. El otro, está relacionado con la dimensión sacrificial.
Así, el lugar del hijo no sería tan solo el reservorio del narcisismo parental, sino
que, el descendiente, es también alguien destinado a cargar y redimir la historia de
sus progenitores. Se podría decir desde esta perspectiva que los descendientes
portan una marca sacrificial en tanto cargan con los pecados de sus padres, con
sus propios duelos no elaborados, con aspectos de su sexualidad no tramitada,
con la locura inscripta en el mito familiar.
La preocupación maternal primaria (Winnicott, 1971) es una noción que describe
el estado mental alterado, casi una enfermedad, que una madre debe
experimentar y del que debe recuperarse para crear y sostener un entorno que
pueda cumplir con las necesidades físicas y psicológicas de su infante. Este
estado especial empieza hacia el final del embarazo y continúa a través de los
primeros meses de la vida del bebé. Este concepto, que se refiere a una madre
entregada por entero a las necesidades del bebé, entra en relación con el de
madre suficientemente buena que Winnicott caracteriza a partir del cumplimiento
de funciones primordiales como el sostén, la manipulación y la mostración de
objetos. Esta conjunción permite el desarrollo del verdadero yo del niño, ya que da
cabida a su gesto espontáneo, interpreta su necesidad y se la devuelve como
gratificación.
En los estadios tempranos del desarrollo humano el bebé se vincula con el mundo
externo a partir de sí mismo, de sus propios gestos, de su creatividad primaria,
siempre y cuando sea sostenido por el otro en una relación de dependencia que él
ignora, de tal forma que lo exime de reconocer o de negar la situación de
dependencia. La adaptación de la madre a las necesidades del self del bebé
posibilita la experiencia de ilusión del niño. Esta estructura un espacio psíquico
primitivo constituido a partir de la paradoja consistente en que el niño crea el
objeto que ya estaba ahí (creado/encontrado). Es a través de este estado de
ilusión que se genera una continuidad entre los propios gestos del bebé y el objeto
externo. Hay una superposición entre lo que la madre proporciona y lo que el bebé
puede concebir al respecto. Para Winnicott, la actividad psíquica se gesta por la
derivación y la complejización de esa experiencia de encuentro primero. Dispar
encuentro entre la capacidad simbólica del otro significativo y la indistinción entre
sujeto/ambiente por parte del bebé.
Conclusiones
La parentalidad cumple la función de sostén emocional del ser de los
descendientes, crea las condiciones para la inscripción de deseos, ideales y
prohibiciones, y los acompaña para que puedan desarrollar sus recursos yoicos en
el camino hacia una autonomía psíquica. En el complejo proceso de subjetivación
es importante tomar en cuenta los aspectos vivenciales que se juegan en la
interacción parento-filial así como los fantasmáticos subyacentes pero presentes
en la relación. Aquello que se inscribe en el psiquismo tiene relación directa con la
historia vivida en la estrecha relación con las figuras primordiales. Si la función
parental falla o es muy deficitaria producirá efectos indeseados en el desarrollo
infantil. Las funciones parentales en el proceso de crianza implican, entonces, la
presencia de y la interacción con los/as adultos/as. Estos/as aportan con su
presencia una protección fundante en los primeros años a este ser que se
caracteriza por su desvalimiento, protección que no implica intrusión, ni abuso ni
apoderamiento de la mente del/a niño/a. Esto conlleva la renuncia por parte de los
padres y madres, a su propia omnipotencia, condición para considerar al infante
como un semejante y no como una propiedad o un producto. Se ha remarcado
que en la interdependencia del vínculo adulto/a-niño/a, el sujeto que adviene
tendrá un papel activo, de transformación, de recreación de lo que recibe. Cada
sujeto en constitución toma las significaciones que la sociedad impone a través de
las instancias parentales, pero a la vez que lo inscribe por medio de su actividad
representacional, lo metaboliza y en ese proceso, deviene algo nuevo,
transformado por su singularidad, a través de descomposiciones y
recomposiciones sucesivas.

“Primeras inscripciones, primeras ligazones” – Bleichmar


Los modelos freudianos, aquellos que dan cuenta tanto del funcionamiento
psíquico como de su constitución, sirven como guía y posibilitan definir campos de
operancia en los cuales los conceptos se enraízan «en la cosa misma».
Propone Freud abordar la cuestión del dormir. Se trata, en el apartado en el cual
se analiza la relación entre procesos primarios y sueños, de discernir las
condiciones que permiten tanto el dormir como el soñar. Diferenciando «vivencia
de dolor» —cantidades que irrumpen desde el exterior— y «afectos» — cantidad
endógena desprendida o desligada desde el interior—, dice: «La condición
esencial del dormir se discierne con claridad en el niño. El niño se duerme siempre
que no lo moleste ninguna necesidad o estímulo exterior (hambre y mojadura) [es
indudable que acá exterior e interior remiten a exterior al psiquismo e interior a
este, dado que coloca al hambre como interior al organismo, pero exterior al
aparato que debe cerrarse sobre sí mismo]. Se adormece con la satisfacción (al
pecho). También el adulto se duerme fácilmente post coito. Condición, del dormir,
entonces, es el descenso de la carga endógena en el núcleo y, que vuelve
superflua la función secundaria. En el dormir, el individuo se encuentra en el
estado ideal de la inercia, aligerado del reservorio de cantidad endógena.
Es necesario, para seguir este razonamiento freudiano, no perder de vista la
función que el procesamiento de cantidades, en el marco del principio de
constancia, cumple en este modelo de aparato psíquico.
Un cierto tipo de estímulo hará variar, de inicio, el destino de la descarga,
oponiéndose al principio de inercia: «Sin embargo, el principio de inercia es
quebrantado desde el comienzo por otra constelación. Con la complejidad de lo
interno, el sistema de neuronas recibe estímulos desde el elemento corporal
mismo, estímulos endógenos que de igual modo deben ser descargados. De estos
estímulos el organismo [el aparato] no se puede sustraer como de los estímulos
exteriores, no puede aplicar su Q para huir del estímulo». Que el principio de
inercia, principio de la tendencia a la descarga a cero de la cantidad, sea
quebrantado desde el comienzo, inaugura algo de fundamental importancia, y ello
no sólo para la delimitación teórica, sino por las profundas implicancias
psicopatológicas y clínicas que pone en marcha.
La propuesta que vemos esbozarse, a través de la formulación de que hay
estímulos endógenos de los cuales no se puede huir, no es otra que aquella que
Freud conceptualiza más adelante como pulsión. Si el principio de inercia es
quebrantado por la intromisión de algo endógeno de lo cual la fuga está impedida,
es inevitable que pensemos que el principio de inercia — lo que luego fue definido
como «principio de Nirvana», como tendencia al desinvestimiento absoluto— no
rige fundamentalmente los destinos de la vida psíquica en tanto vida sexual, sino
los modos de evacuación de lo autoconservativo, de las necesidades que se
plantean al viviente en aras de mantenerse con vida biológica.
La necesidad nutricia puede ser descargada a cero —se puede obtener un nivel
de saciedad desde el punto de vista biológico—, pero aquello desgajado de la
necesidad biológica, aquello que constituye un plus irreductible y que obliga a
modos de derivación de otro orden, aquello que puede ser reprimido, sublimado,
vicariado en sus destinos, aquello que se rehúsa a la descarga a cero, irrumpe en
el viviente alterando para siempre sus modos de funcionamiento.
Es el hecho de que haya ciertos estímulos endógenos, de los cuales la fuga motriz
está impedida, lo que definirá que el principio de inercia se vea perturbado. Es el
hecho de que haya algo de lo cual la fuga está impedida lo que producirá las
variaciones que llevarán de la inercia (tendencia a la descarga absoluta, al cero) a
la constancia, una constancia que se inscribe en el interior de las series placer-
displacer.
Queda sin embargo por definir a qué llamamos endógeno y a qué exógeno, en
este movimiento que va de lo autoconservativo a lo sexual, para que podamos
explayar, a pleno, esa conocida fórmula de Freud que nos plantea que la pulsión
será, a partir de la complejización de sus destinos, «el verdadero motor del
progreso psíquico». En un psiquismo en vías de constitución para el cual cantidad
en (p deviene complejidad en y, se trata de explorar de qué modo se resuelven las
tensiones a las cuales está sometido, «Para consumar esta acción [la que facilita
la evacuación], que merece llamarse “específica", hace falta una operación que es
independiente de Qf| endógena [...] pues el individuo está puesto bajo unas
condiciones que uno puede definir como apremio de la vida».
¿Qué ocurre cuando este incremento de cantidad se produce? Es necesaria una
acción específica, pero una acción específica imposible de ser realizada por el
viviente en sus comienzos: «El organismo humano es al comienzo incapaz de
llevar a cabo la acción específica. Esta sobreviene mediante auxilio ajeno: por la
descarga sobre el camino de la alteración interior, un individuo experimentado
advierte el estado del niño. Esta vía de descarga cobra así la función secundaria,
importante en extremo, de la comunicación y el inicial desvalimiento del ser
humano es la fuente primordial de todos los motivos morales.
Es en esta fisura que Freud marca, por la cual el otro humano se introduce, donde
se inaugura el pasaje que produce el decálogo del incipiente sujeto sexuado a
partir del real biológico: imaginemos la aparición de un «apremio de la vida»
«tensión de necesidad»,: estímulos corporales, endógenos al organismo pero
exógenos al sistema neuronal o aparato del alma, ingresan al psiquismo en
estructuración. Tenemos derecho a preguntamos a qué se debe esta conversión
de la energía Q —exterior— en energía Qfj — interna al aparato—. Esta es una
cuestión del mismo orden de aquella que se propone en «Pulsiones y destinos de
pulsión»: ¿Qué es lo que hace que un estímulo —exterior— devenga excitación —
interior—? La diferencia es supuesta de inicio, a partir de que el mundo exterior
opera como un continuum y lo que ingresa al aparato tiene el carácter de lo
limitado y lo discontinuo. «La excitación interna —nos recuerda Freud— es aquello
a lo cual uno no se puede sustraer mediante la motilidad». Definición indenegable,
pero la cuestión permanece, de inicio, abierta: ¿aquello a lo cual uno no se puede
sustraer por la motilidad es el cuerpo?, ¿es el investimiento de la reminiscencia
por el cuerpo?, ¿o es el cuerpo extraño interno mismo, es decir, la reminiscencia
misma?
Estas impulsiones, son la acción misma de recuerdos reprimidos y de fantasmas
que de ella nacen, lo que de ella se desprende como de su fuente. El principio de
inercia, tendencia a la descarga a cero, es perturbado a partir de algo que tiene
que ver con las trasformaciones mediante las cuales este incipiente aparato queda
librado a inscripciones que son efecto de la impulsión del semejante; «vivencia de
lo que se inscribe no es la disminución de la tensión de necesidad, sino la
experiencia en la cual el objeto ofrecido por el otro humano es inscrito
satisfacción» en la cual el otro, o, para ser más precisos, restos desgajados de la
sexualidad del otro, están, necesariamente, inscritos: «Si el individuo auxiliador ha
operado el trabajo de la acción específica [es decir, si ha otorgado un objeto capaz
de permitir la satisfacción de esta tensión] en el mundo exterior en lugar del
individuo desvalido, este es capaz de consumar sin más en el interior de su cuerpo
la operación requerida para cancelar el estímulo endógeno.
El todo constituye entonces una vivencia de satisfacción, que tiene las más
hondas consecuencias para el desarrollo de las funciones en el individuo.
Subrayamos «el todo» porque a partir de esta vivencia de satisfacción se generan
entonces conexiones entre imágenes-recuerdo, que serán activadas a partir del
reafloramiento del estado de esfuerzo: de deseo. «La acumulación de excitación
es percibida como displacer, y pone en actividad al aparato a fin de producir de
nuevo el resultado de la satisfacción. “A una corriente de esa índole producida
dentro del aparato, que arranca del displacer y apunta al placer, la llamamos
deseo».
El deseo nos es propuesto entonces como un movimiento ligador a un
conglomerado representacional, en el momento en el cual el displacer que es
producto de la excitación emerja. Se trata de un movimiento que tiende, mediante
un trabajo, a ligar la energía sobrante a una representación o conjunto de
representaciones. Por el contrario, la vivencia de dolor es el efecto de la irrupción
de cantidades hipertróficas que perforan los dispositivos-pantalla —dispositivos
cuya función es filtrar las cantidades para evitar el anegamiento del sistema—, y
así como la vivencia de satisfacción proporciona el enlace con representaciones
apaciguantes, la vivencia de dolor favorece el reinvestimiento de la imagen
mnémica del objeto hostil: «Si la imagen mnémica del objeto (hostil) es de algún
modo investida de nuevo (v. gr., por nuevas percepciones), se establece un
estado que no es dolor, pero tiene semejanza con él. Este estado contiene
displacer y la inclinación de descarga correspondiente a la vivencia de dolor».
Vivencia de dolor y reactivación del displacer, ambas producidas por grandes
cantidades inmetabolizables por el psiquismo incipiente.
“La impronta mediática en el discurso infantil” – Moreno
El texto habla de cómo se van constituyendo las subjetividades en las distintas
épocas a lo largo de la historia y los distintos procesos, que irán modificándose a
partir de cómo van a ir estructurándose los diferentes discursos y van a ir
definiendo, determinando a las infancias.
Para Moreno, La subjetividad de padres y niños es generada por prácticas y reglas
de efecto subjetivizante sobre sus participantes reglamentadas por un discurso al
que llamó “discurso infantil”. Como dijo Michel Foucault, el discurso es lo que hace
que algo sea como se lo concibe, es decir, la concepción que se tiene de cómo
son (y cómo deben ser) -en este caso, los niños, sus padres y la crianza- hace que
las subjetividades emergentes de esas prácticas sean acordes con esa creencia.
Discurso infantil: reglas que van armando esas formas de discurso infantil, referido
a la concepción de la infancia.
Cada época y cada sociedad concibe de una manera peculiar la infancia, y eso
pone en ejecución distintas configuraciones discursivas, dispositivos diferentes
que reglamentan las relaciones entre hijos y padres, y producen subjetividades
específicas.
Moreno habla de una máquina de producir subjetividades. Cada época y cada
sociedad concibe de una manera peculiar la infancia, y eso pone en ejecución
distintas configuraciones discursivas, dispositivos diferentes que reglamentan las
relaciones entre hijos y padres, y producen subjetividades específicas de modo
que las formas de ser de estos individuos criados resultan hechas como a medida
para habitar la sociedad de la generación venidera.
Los padres de los niños, los crían de acuerdo a su concepción de infancia, y ese
hecho les confirió también formas de ser diferentes en cada época. Entonces,
parece ser que el proceso generador de subjetividades en la crianza está ligado
con la transformación social venidera.
Moreno cuestiona el concepto de discurso y realiza una diferencia del mismo en 3
períodos: Edad media, modernidad (SXIX y SXX) y la concepción actual.
- Edad Media: la forma de crianza se pensaba como que el niño tenía que
alejarse de su familia y criarse en manos de personas que pudieran formar
el carácter y educarlos para ser productivos en una actividad. De esta
manera, no establecían un vínculo cariñoso con la madre.
La crianza del medioevo produjo sujetos dispuestos a vivir sin cuestionar
demasiado lo establecido por Dios en este mundo (cuestionamiento que,
por otro lado, hubiese sido considerado una herejía). No existía en aquel
entonces lo que hoy llamamos educación, ni escuela, ni el valor del
concepto de “progreso”, tan generalizado a partir de la modernidad. De
modo que no era necesario cambiar nada del mundo creado por Dios.
Las instrucciones que recibían los niños en esta época eran de índole
religiosa, mediante medidas correctivas para un “desarrollo más saludable
del niño”.
- Modernidad: aparecen legislaciones y cambia la manera de pensar la
infancia. Freud en esa época plantea un lugar preponderante a la relación
madre – hijo y padre – hijo valorizando la importancia del vínculo. Esa
forma de plantear los conceptos permite pensar cómo se fue modificando la
concepción de infancia y la configuración de la familia.
Fueron implementados nuevos dispositivos aptos para generar niños, a los
que ya no se concibieron como frutos a los que simplemente había que
dejar madurar (como en el medioevo): era necesario formarlos para que
fuesen adultos adecuados a la ideología de la modernidad. Junto con ello,
los niños eran criados en un ámbito familiar cerrado, lo cual intensificaba lo
que Freud llamó el Complejo de Edipo.
Como se puede ver, hay un gran cambio entre las concepciones parentofiliales,
las formas de crianza y producción de subjetividades; es por ello que Moreno
también denomina al DI “Discurso en transición”. El establece que estos cambios
están principalmente ligados a la presencia de lo mediático masivo, refiriéndose a
los medios de comunicación (tele, radio, revistas, etc.). Estos medios afectan al
receptor.
Esto se puede ver también en una comparación entre la Modernidad y la
actualidad: a principios del siglo XX daba la impresión de que los adultos eran
mucho más permeables a lo que acontecía en el mundo exterior que los niños, ya
que estos estaban más “encerrados” o protegidos por el ambiente familiar. Pero
hoy, parece ser al revés; parece ser que son los niños los que están en contacto
más vivo y más efectivo a partir del contacto con la tecnología y los medios de
comunicación a los que esta le permite acceder. Como resultado, la interfaz niños-
padres ha cambiado de permeabilidad y dirección: antes iba de adultos a niños, y
ahora va de jóvenes a mayores.

Carácter y Erotismo Anal – Freud (1908)


Freud se propone describir a ciertas personas debido a que sobresalen por
mostrar, las siguientes tres cualidades: son particularmente ordenadas,
ahorrativas y pertinaces. Cada uno de estos términos abarca en realidad un
pequeño grupo o serie de rasgos de carácter emparentados entre sí.
“Ordenado” incluye tanto el aseo corporal como la escrupulosidad en el
cumplimiento de pequeñas obligaciones y la formalidad. Lo contrario sería:
desordenado, descuidado.
El carácter ahorrativo puede parecer extremado hasta la avaricia; la pertinacia
acaba en desafío. El carácter ahorrativo y la pertinacia se entraman con mayor
firmeza entre sí que con la primera, el carácter “ordenado”. De la historia de estas
personas en su primera infancia se averigua con facilidad que les llevó un tiempo
relativamente largo gobernar la incontinencia fecal, y se infiere, en su constitución
sexual congénita, un resalto erógeno hipernítido de la zona anal. Nos vemos
precisados a suponer que la zona anal ha perdido su significado erógeno en el
curso del desarrollo, y luego conjeturamos que la constancia de aquella tríada de
cualidades de su carácter puede lícitamente ser puesta en conexión con el asunto
del erotismo anal. En “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud procurado mostrar
que la pulsión sexual del ser humano es en extremo compuesta, nace por las
contribuciones de numerosos componentes y pulsiones parciales. Aportes
esenciales a la “excitación sexual” prestan las excitaciones periféricas de ciertas
partes privilegiadas del cuerpo (genitales, boca, ano, uretra) que merecen el
nombre de “zonas erógenas”. De las magnitudes de excitación que llegan de estos
lugares sólo una parte favorece a la vida sexual; otra es desviada de las metas
sexuales y vuelta a metas diversas (sublimación). Hacia la época de la vida que es
lícito designar como “período de latencia sexual” desde el quinto año hasta las
primeras exteriorizaciones de la pubertad se crean en la vida anímica a expensas
de estas excitaciones unas formaciones reactivas, unos poderes contrarios, como
la vergüenza, el asco y la moral, que a modo de unos diques se contraponen al
posterior quehacer de las pulsiones sexuales. El erotismo anal es uno de esos
componentes de la pulsión que en el curso del desarrollo y en el sentido de
nuestra actual educación cultural se vuelven inaplicables para metas sexuales; y
esto sugiere discernir en esas cualidades de carácter que tan a menudo resaltan
en quienes antaño sobresalieron por su erotismo anal – vale decir orden,
ahorratividad y pertinacia – los resultados más inmediatos y constantes de la
sublimación de este.
El aseo, el orden, la formalidad causan toda la impresión de ser una formación
reactiva contra el interés por lo sucio, lo perturbador, lo que no debe permanecer
en el cuerpo; en cambio, no parece tarea sencilla vincular la pertinacia con el
interés por la defecación. Sin embargo, cabe recordar que ya el lactante puede
mostrar una conducta porfiada ante la deposición de las heces y que la
estimulación dolorosa sobre la piel de las nalgas que se enlaza con la zona
erógena anal es universalmente empleada por la educación para quebrantar la
pertinacia del niño, para volverlo obediente. Los nexos más abundantes son los
que presentan entre los complejos, en apariencia tan dispares, del interés por el
dinero y la defecación.
Como es bien sabido para todo médico que ejerza el psicoanálisis, las
constipaciones más obstinadas y rebeldes de neuróticos, llamadas habituales,
pueden eliminarse por este camino. En el psicoanálisis sólo se obtiene ese efecto
cuando se toca en el paciente el complejo relativo al dinero, moviéndolo a que lo
lleve a su conciencia con todo lo que él envuelve. Podría creerse que aquí la
neurosis no hace más que seguir un indicio del lenguaje usual, que llama “roñosa”
a una persona que se aferra al dinero demasiado ansiosamente. Sólo que esta
sería una apreciación superficial en exceso. En verdad, el dinero es puesto en los
más íntimos vínculos con el excremento dondequiera que domine. Es posible que
la oposición entre lo más valioso que el hombre ha conocido y lo menos valioso
que él arroja de sí como desecho haya llevado a esta identificación condicionada
entre oro y caca.
Otra circunstancia ocurre todavía a esta equiparación en el pensar del neurótico.
Como ya sabemos, el interés originariamente erótico por la defecación está
destinado a extinguirse en la madurez; en efecto, en esta época el interés por el
dinero emerge como un interés nuevo; ello facilita que la anterior aspiración, en
vías de perder su meta, sea conducida a la nueva meta emergente. Es posible
indicar una fórmula respecto de la formación del carácter definitivo a partir de las
pulsiones constitutivas: los rasgos de carácter que permanecen son
continuaciones inalteradas de las pulsiones originarias, sublimaciones de ellas o
bien formaciones reactivas contra ellas.

Sobre las Transposiciones de la Pulsión, en particular del Erotismo Anal –


Freud
Los tres rasgos de carácter que surgen debido a los restos de pulsión del erotismo
anal son: orden, avaricia y terquedad. Estas cualidades provienen de las fuentes
pulsionales del erotismo anal. En las producciones de lo inconsciente (fantasías,
síntomas), los conceptos caca (dinero, regalo), “hijo” y “pene” se distinguen con
dificultad y fácilmente son permutados entre sí. Estos elementos son tratados
como equivalentes entre sí en el inconsciente. Al hijo y al pene se los llama el
“pequeño”. El “pequeño”, que originariamente refería al miembro masculino, puede
pasar a designar secundariamente el genital femenino.
La mujer tiene el deseo reprimido de poseer un pene como el varón. En algunas
mujeres se reactiva este deseo infantil (que tiene que ver con la “envidia del pene”
dentro del complejo de castración) y se convierte en el principal portador de los
síntomas neuróticos. En otras mujeres no se registra en absoluto este deseo del
pene, sino que en su lugar se encuentra el deseo de tener un hijo, cuya frustración
puede desencadenar la neurosis. En otras mujeres, ambos deseos estuvieron
presentes en la infancia y se relevaron el uno al otro. Ese deseo infantil del pene,
entonces, se muda en el deseo del “varón”, que es aceptado como un apéndice
del pene. El hijo produce el paso del amor narcisista de sí mismo al amor de
objeto. También en este punto, el hijo puede ser subrogado por el pene.
El hijo es considerado como algo que se desprender del cuerpo por el intestino.
Así, un monto de investidura libidinosa aplicado al contenido del intestino puede
extenderse al niño nacido a través de él. Hay identidad entre “hijo” y “caca”. La
caca es el primer regalo del cual el lactante se separa. En torno de la defecación,
se presenta para el niño una primera decisión entre la actitud narcisista y la del
amor de objeto: o bien entrega obediente la caca, la “sacrifica” al amor, o la retiene
para la satisfacción autoerótica o, más tarde, para afirmar su propia voluntad. Con
esta última decisión queda constituido el “desafío” (terquedad) que nace de una
porfía narcisista en el erotismo anal.
La caca, primeramente, cobra el significado de “regalo” y no de “dinero” ya que el
niño no conoce otro dinero que el regalado (no posee dinero ganado ni propio). La
caca es su primer regalo. Entonces, una parte del interés por la caca se continúa
en el interés por el dinero y otra parte se transporta al deseo del hijo. Pero el pene
posee también una significatividad anal-erótica independiente del interés infantil.
La materia fecal es por así decir el primer pene, y la mucosa excitada es la del
recto
Cuando el interés por la caca retrocede de manera normal, este interés se
transfiere al pene. Si durante la investigación sexual se averigua que el hijo nació
del intestino, él pasará a ser el principal heredero del erotismo anal, pero el
predecesor del hijo había sido el pene.
Del erotismo anal surge, en un empleo narcisista, el desafío como una reacción
sustantiva del yo contra reclamos de los otros. El interés volcado a la caca
traspasa a interés por el regalo y luego por el dinero. Con el advenimiento del
pene nace en la niña la envidia del pene, que luego se traspone en deseo del
varón como portador del pene. Antes, el deseo del pene se mudó en deseo del
hijo, o este último remplazó a aquel. Una analogía orgánica entre “pene” e “hijo” se
expresa mediante la posesión de un símbolo común a ambos (el “pequeño”).
Luego, el deseo del hijo conduce al deseo del varón.
Cuando la investigación sexual del niño lo pone en conocimiento de la falta de
pene en la mujer, el pene es discernido como algo separable del cuerpo y entra en
analogía con la caca, que fue el primer trozo de lo corporal al que se debió
renunciar. De ese modo, el viejo desafío anal entra en la constitución del complejo
de castración.
Cuando aparece el hijo, la investigación sexual lo inviste con un potente interés,
anal-erótico. El deseo del hijo recibe un segundo complemento de la misma fuente
cuando la experiencia social enseña que el hijo puede concebirse como prueba de
amor, como regalo. La serie caca-pene-hijo son cuerpos sólidos que al penetrar o
salir excitan un tubo de mucosa (el recto y la vagina). El hijo sigue el mismo
camino que la columna de las heces.

Organización Genital Infantil – Freud


El carácter principal de esta “organización genital infantil” es, al mismo tiempo, su
diferencia respecto de la organización genital definitiva del adulto. Reside que,
para ambos sexos, solo desempeña un papel un genital, el masculino. Por tanto,
no hay un primado genital, sino un primado del falo. Esto lleva a Freud a postular
la fase fálica.
Falo y genital no son lo mismo: genitales hay dos, aunque en la fase fálica hay uno
para ambos sexos (falo).
Empieza el descuido por la diferencia de los sexos (premisa universal del falo). El
niño descubre que el pene no se les atribuye a todos los seres humanos. Esto
provoca que el niño desmienta la falta de pene en la mujer, de modo que se pone
en cuestión la premisa universal del falo. El niño niega o desconoce diciendo: “se
lo cortaron”, “ya le va a crecer”. Hay un elemento (falo) que puede estar o no estar.
El niño inicialmente desmiente la falta de pene en la mujer, para luego confrontar
con la falta de pene en la niña y, posteriormente, tiene la tarea de habérselas con
la pérdida del falo en sí mismo. Este es el momento del Complejo de Castración.
La castración recae sobre el niño. Sólo puede apreciarse la significatividad del
Complejo de Castración si se toma su génesis en la fase fálica. Si no hay falo, no
hay castración. Debe instalarse el falo para que, luego, exista la posibilidad de
castración. Para llegar a la fase genital, el niño debería conocer el genital
femenino y entender el “falo” como “pene”. La castración es una herida narcisista.
Freud establece una serie de pérdidas que están en relación: el pecho, las heces,
el niño (teoría de las cloacas), el pene (Complejo de Castración).
El Complejo de Castración vale como Castración retroactivamente. Si los
elementos anteriores se pueden perder, el pene también se puede perder. El
Complejo de Castración vale como pérdida en el momento en que el niño tiene
que habérselas con la pérdida del falo en sí mismo. El menosprecio por la mujer,
horror a la feminidad, tiene que ver con la falta de pene en la mujer. El falo es un
elemento necesario de la estructura edípica.
Sin embargo, las personas respetables para el niño, como su madre, siguen
conservando el pene. La madre perderá el pene cuando el niño entienda que solo
las mujeres pueden parir hijos.
Polaridad sexual, experimenta mudanzas durante el desarrollo sexual infantil:
- SUJETO-OBJETO una primera oposición con la elección de objeto.
- ACTIVO-PASIVO en el estadio de la organización pregenital sádico –anal.
- GENITAL MASCULINO O CASTRADO en el estadio de la fase fálica. La
castración vale para ambos sexos: para la niña como una castración consumada y
para el niño como la amenaza de perderlo.

Conferencia 32: “Angustia y Vida Pulsional”


Angustia: estado afectivo, una reunión de sensaciones de la serie de placer-
displacer, provocado por un aumento de excitación que tendería a alivianarse a
través de una acción de descarga. Se traduce en sensaciones físicas que pueden
ser desde: contracciones epigástricas, sensación de ahogo, parálisis total
acompañada de dolor psíquico. Hay un sujeto que le duele.
Angustia realista: reacción que nos parece lógica frente al peligro, a un daño
esperado de afuera. Consiste en un apronte angustiado (estado de atención
sensorial incrementada y tensión motriz), a partir de éste se desarrolla la reacción
de angustia. Puede suceder que el desarrollo de angustia se limite a una señal (y
por ende la reacción puede adaptarse a la nueva situación de peligro) o bien toda
la reacción se agota en el desarrollo de angustia y entonces el estado afectivo
resultará paralizante y desacorde con el fin para el presente.
Angustia neurótica: enigmática, como carente de fin. Se observa bajo tres clases
de constelaciones: como angustia expectante en la neurosis de angustia, como
fobias ligada a determinados contenidos de representación y como angustias
histéricas. En la angustia neurótica, aquello a lo que se le tiene miedo es la propia
libido. El peligro es interno en vez de externo y no se discierne conscientemente.
Teoría anterior:

 La angustia es como estado afectivo la reproducción de un antiguo evento


peligroso.
 La angustia está al servicio de la autoconservación y es una señal de un nuevo
peligro.

 La angustia se genera a partir de una libido que de algún modo se ha vuelto


inaplicable o a raíz del proceso de la represión.

 La formación de síntoma la releva, la liga psíquicamente.

Nueva tesis:
El yo es el único almácigo de la angustia, sólo él puede producirla y sentirla. Las
tres variedades de angustia (realista, neurótica y la de la conciencia moral) pueden
ser referidas a los tres vasallajes del yo: respecto del mundo exterior, del ello y del
superyó. Con esta nueva concepción, pasa a primer plano la función de la
angustia como señal para indicar una situación de peligro.
No es la represión la que crea la angustia, sino que la angustia crea la represión.
Sólo la angustia realista puede crear represión. Una situación pulsional temida se
remonta a una situación de peligro exterior. El varón siente angustia ante una
exigencia de su libido (ante el amor a su madre), se trata de una angustia
neurótica. Pero ese enamoramiento le aparece como un peligro interno, del que
debe sustraerse mediante la renuncia a ese objeto, sólo porque convoca una
situación de peligro externo. Ese peligro real que el niño teme es el castigo de la
castración, la pérdida de su miembro.
La angustia frente a la castración es uno de los motores más frecuentes e intensos
de la represión, y de la formación de neurosis. La angustia de castración, no es el
único motivo de la represión. Ya no tiene sitio alguno en las mujeres, que poseen
un complejo de castración, pero no pueden tener angustia de castración. En su
reemplazo aparece la angustia por la pérdida de amor, que puede dilucidarse
como la angustia del lactante cuando echa de menos a la madre.
A cada edad del desarrollo le corresponde una determinada condición de angustia,
y por tanto una situación de peligro como la adecuada a ella:

 El peligro del desvalimiento psíquico conviene al estadio de la temprana


inmadurez del yo. Angustia automática. Ligada a la separación del pecho materno,
a la perdida, es angustia traumática. Fase oral.

 El peligro de la pérdida de objeto de amor conviene a la heteronomía de la


primera infancia. Fase anal: perdida de objeto. Reusamiento al placer anal en
función de gratificar al objeto. Las heces que son parte del cuerpo se renuncian
para el objeto. (incipiente angustia señal).
 El peligro de castración a la fase fálica. Angustia de castración en el varón por la
amenaza de castración, es simbólica. Angustia de perdida de amor del objeto en
la niña, miedo a no ser amada por un hombre que le dé un hijo. (Angustia señal)

 La angustia ante el superyó al periodo de latencia. Esta angustia no está


normalmente destinada a extinguirse, pues es indispensable en las relaciones
sociales como angustia de la conciencia moral. Angustia frente al superyó, que
tiene que ver con las leyes morales y sociales
El yo nota que la satisfacción de una exigencia pulsional emergente convocaría
una de las situaciones de peligro. Por tanto, esa investidura pulsional debe ser
sofocada de algún modo, cancelada, vuelta impotente. El yo anticipa la
satisfacción de la moción pulsional dudosa y le permite reproducir las sensaciones
de displacer que corresponden al inicio de la situación de peligro temida. Así
suscita el automatismo del principio de placer-displacer, mediante la señal de
angustia, que ahora lleva a cabo la represión de la moción pulsional dudosa. O
bien el ataque de angustia se desarrolla plenamente y el yo se retira por completo
de la excitación chocante, o bien el yo le sale al encuentro con una
contrainvestidura y esta se conjuga con la energía de la moción reprimida para la
formación de síntoma o es acogida en el interior del yo como formación reactiva,
como refuerzo de determinadas disposiciones, como alteración permanente.
Mientras más pueda limitarse el desarrollo de angustia a una mera señal, tanto
más recurrirá el yo a las acciones de defensa equivalentes a una ligazón psíquica
de lo reprimido y tanto más se aproximará el proceso a un procesamiento normal.
Lo que crea al carácter es, sobre todo, la incorporación de la anterior instancia
parental en calidad de superyó; luego, las identificaciones con ambos progenitores
de la época posterior y con otras personas influyentes; finalmente, las formaciones
reactivas que el yo adquiere primero en sus represiones y más tarde, con medios
más normales, a raíz de los rechazos de mociones pulsionales indeseadas.
En muchos casos quizás la moción pulsional reprimida retenga su investidura
libidinal, persista inmutada en el ello, si bien bajo la presión permanente del yo.
Otras veces parece ocurrirle una destrucción completa, tras la cual su libido es
conducida de manera definitiva por otras vías (tramitación normal del complejo de
Edipo, que es destruido dentro del ello). En muchos otros casos se produce una
degradación libidinal, una regresión de la organización libidinal a un estadio
anterior. El yo es endeble frente al ello, es su fiel servidor, se empeña en llevar a
cabo sus órdenes. El yo es la parte del ello mejor organizada, orientada hacia la
realidad, y consigue influir sobre los procesos del ello cuando por medio de la
señal de angustia pone en actividad el principio de placer-displacer.
Inmediatamente vuelve a mostrar su endeblez, pues mediante la represión
renuncia a un fragmento de su organización, se ve precisado a consentir que la
moción pulsional reprimida permanezca sustraída a su influjo de manera duradera.
Lo esencial en cualquier situación de peligro es que provoque en el vivenciar
anímico un estado de excitación de elevada tensión que sea sentido como
displacentero y del cual uno no pueda enseñorearse por vía de descarga. El
asunto de la angustia es en cada caso la emergencia de un factor traumático que
no pueda ser tramitado según la norma del principio de placer. El hecho de estar
dotados del principio de placer no nos pone a salvo de daños objetivos, sino sólo
de un daño determinado a nuestra economía psíquica.
Existe un origen doble de la angustia: en un caso como consecuencia directa del
factor traumático, y en el otro como señal de que amenaza la repetición de un
factor así.

El Yo y el Ello: El Yo y el Superyó – Freud


Es concebido el yo como la parte del ello modificada por el influjo del sistema de
percepción, el subrogado del mundo exterior real en lo anímico. Se agrega algo
más: un grado en el interior del yo, una diferenciación dentro de él que se llama
ideal del yo o superyó. La trasposición de libido de objeto en libido narcisista
conlleva una resignación de las metas sexuales, una desexualización y por tanto
una suerte de sublimación. Génesis del ideal del yo: tras este se esconde la
identificación primaria, la identificación con el padre de la prehistoria personal. Es
una identificación directa e inmediata. El niño varón desarrolla tempranamente una
investidura de objeto hacia la madre a partir del pecho materno y del padre se
apodera por identificación. Por un tiempo, estos vínculos marchan juntos, pero por
el refuerzo de los deseos sexuales hacia la madre y por la percepción de que el
padre es un obstáculo frente a estos deseos, nace el complejo de Edipo. La
identificación padre cobra valor hostil (el padre como rival).
Con la demolición del complejo de Edipo tiene que ser resignada la investidura de
objeto de la madre. Puede tener dos diversos reemplazos: una identificación con
la madre o un refuerzo de la identificación padre. El último es el desenlace más
normal. La masculinidad experimentaría una reafirmación en el carácter del varón
por obra del sepultamiento del Edipo. Análogamente, la actitud edípica de la niña
puede desembocar en un refuerzo de su identificación madre o que afirme su
carácter femenino. Puede haber un complejo de Edipo normal y positivo o un
complejo de Edipo negativo. El superyó no es simplemente un residuo de las
primeras elecciones de objeto del ello, sino que tiene la significatividad de
formación reactiva frente a ellas. Hay una doble faz del superyó que conservará el
carácter del padre y cuanto más intenso fue el complejo de Edipo y más rápido se
produjo su represión, tanto más riguroso devendrá después el imperio del superyó
como conciencia moral.
El superyó es la agencia representante del vínculo parental. Es la herencia del
complejo de Edipo. Mientras que el yo es el representante del mundo exterior, de
la realidad…el superyó se le enfrenta como abogado del mundo interior, del ello.
La tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del yo es
sentida como sentimiento de culpa.
Génesis del Superyó, es el resultado de dos factores

 Biológico: desvalimiento y dependencia del ser humano durante su prolongada


infancia.

 Histórico: el complejo de Edipo. Si consideramos la génesis del superyó tal como


lo hemos descrito, vemos que este último es el resultado de dos factores de suma
importancia, uno biológico y el otro histórico: el desvalimiento y la dependencia del
ser humano durante su prolongada infancia, y el hecho de su complejo de Edipo,
que hemos reconducido a la interrupción del desarrollo libidinal por el periodo de
latencia. Superyó= ideal del yo como heredero del complejo de Edipo

 Desaparece la moción libidinal de los padres

 Hereda ese capital libidinal que antes estaba en los padres y lo trasforma, el ello
va a amar al ideal del yo.
Clase del 18/10
Freud va ser una articulación con el final del complejo de Edipo y la conjunción en
el armado psíquico con la instancia del superyó, (es una instancia diferenciada del
yo que hunde sus raíces en el ello) y con la entrada en el periodo de latencia. Que
va decir Freud, porque se disuelve, se sepulta, declina, naufraga el complejo de
Edipo, él va decir que hay dos factores lo ontogénico y lo filogenético.

 Ontogénico: la historia individual de cada sujeto

 Filogenético: está ligado a la herencia Lo filogenético lo relaciona con la época


de la evolución hacia el ser humano, pero fundamentalmente lo plantea como un
camino biológico y dice que, así como se caen los dientes de leche y salen los
definitivos, la sexualidad infantil se frena, hay un periodo de congelamiento de la
sexualidad infantil para emerger nuevamente en la pubertad. Por eso el concepto
freudiano: la acometida en dos tiempos de la sexualidad. En el ser humano
aparece sexualidad como estéril, es que solo sirve a los fines de la constitución del
psiquismo y de la humanización de la cría humano porque está ligado al otro. Y
una parte ontogenética, es decir que tiene que ver con la historia individual del
sujeto, que según Freud el complejo de Edipo se va a fundamento porque no tiene
posibilidad de ser realizado y a partir de muchas desilusiones que el niño va
atravesando, justamente por estas experiencias penosas, antagónicas a los
deseos que emana del complejo de Edipo. Finalmente, una de las características
fundamentales en el varón para disolver el complejo de Edipo, va ser el complejo
de castración.
Hoy vamos a ver cómo este complejo de castración, en el cual la niña entra en el
complejo de Edipo va a generar distintas consecuencias apropósito consecuencias
de la declinación del complejo de Edipo que tiene que ver con la formación de la
instancia psíquica que es el superyó.
Freud dice que la amenaza de castración es un causal, una cognición
importantísima y crucial, para que se vaya a fundamento la fase fálica frente a la
amenaza de castración. Va de decir que, con la visión de la falta de pene en la
niña, se ha vuelto representable la perdida y la amenaza de castración tiene un
efecto con posterioridad, que es esto del preu coup Para estimar el hecho de la
importancia del complejo de castración hay que atender al hecho que surge,
emerge, aparece justamente con una primacía del falo, que como hemos visto
ordena. En esta instancia está el hecho de quien tiene y quien no tiene este objeto
valorado (el falo).
Freud dice que el niño se va a enajenar de sus propios deseos hacia sus
progenitores, el niño se extraña del complejo de Edipo para salvar sus genitales
por horror a la posibilidad de la consumación de la castración. Entre el interés
narcisista de preservar sus genitales y la investidura libidinal, gana por supuesto el
interés narcisista de conservar sus genitales. Es muy interesante pensar que por
un lado el niño preserva sus genitales y no progresa en esto de continuar con el
investimento libidinal hacia sus progenitores, esto comprueba la teoría de la
prohibición del incesto universal, para todas las culturas. Además, en este acto,
donde el niño conserva los genitales, los transforma en improductivo porque de
alguna manera lo saca de circulación. A partir de la declinación del complejo de
Edipo, los genitales pierden la importancia que tenían hasta ese momento y el
niño entra en un camino que lo va a llevar a la sublimación, a la represión y estos
destinos de la pulsión que van a marcar este aflojamiento de la sexualidad,
durante varios años, son los años definidos como la latencia sexual.
¿Cuál es el destino del complejo de Edipo? Freud habla de naufragio, que frente a
la amenaza de castración el complejo de Edipo zozobra formalmente, ya no
suscite en el inconsciente cuando hay un naufragio siempre hay algún resto, con
lo cual este ideal que del complejo de Edipo no quedan restos es relativo, en toda
la sintomatología aparece, en las elecciones amorosas que hacemos en la adulta,
en la pubertad aparecen los rastro.
La angustia de castración, es una angustia señal, que lleva a que el yo
desconozca para siempre el sentido de sus propios deseos y esto es cierto nadie,
digamos puede aceptar conscientemente que desea a sus progenitores o que
elige en relación a sus padres. Después las evidencias son contundentes y uno
cae sobre la evidencia, pero uno desconoce, en general pasa y esto lo traen
muchos los pacientes” yo me creía alguien completamente diferente, pero me doy
cuenta que entro en conflicto con las mismas diferencias que tenía con sus
padres. Ni hablar de las identificaciones, no hay peor insulto en la pareja que “sos
como tu mamá” o “sos como tu papa”
Dice Freud, porque en esta etapa se instala el superyó que recoger algunas
cuestiones en juego en el complejo de Edipo. La posibilidad de identificarnos con
nuestros progenitores depende de dos aspectos fundamentales del ser humano, el
primero es el desvalimiento estructural, que es prototípico del ser humano que
necesita mucho tiempo de dependencia con sus padres, de hecho, tanto es así
que cuando falla aparecen patologías muy severas, inclusive la muerte. Esta
intensa dependencia del bebe con sus padres hace posible la identificación tan
fuerte, que va a constituir la instancia del yo y del superyó. Otro dato muy
importante es que el complejo de Edipo va a generar que se implante dentro de
cada uno de nosotros aquello que en su momento ha sido parte de nuestra historia
externa, como estas relaciones interpersonales han dejado una huella indeleble en
cada uno de nosotros que hace que nos parezcamos a nuestros padres, no solo
en la herencia física, que además tengamos ideales acordes. En el caso que los
hijos continúan el ideal de los padres el desprendimiento de las generaciones es
más fácil, cuando las fractura tiene estas características tan frutales es difícil la
separación, porque la separación se transforma casi en un extrañamiento de los
lazos de familiaridad. Como dice Freud lo familiar se torna extraño y esto es un
sentimiento de lo siniestro.

¿Qué significa la frase “el superyó es el heredero del complejo de Edipo”?


Es una frase que aparece en el texto “El yo y el ello”, y que explica,
desmenuzándola, cual es la relación entre esta instancia y el complejo de Edipo.
¿Qué acontecimiento pasa para que alguien herede algo? La muerte,
exactamente. Entonces, hay algo que muere para que uno pueda heredar.

 ¿Que muere, que se va a fundamente, que desaparece?: La moción libidinal


hacia los progenitores,

 ¿qué es lo que uno hereda?: el capital libidinal, el superyó lo que va heredar es


ese capital libidinal, que antes estaba puesto en los progenitores. Freud dice, que
troca, reemplaza esa moción libidinal, ese investimento libidinal, ese capital
libidinal, lo transforma dentro en una instancia dentro del psiquismo propio que vía
identificación, en lugar de investir a los progenitores, el ello, (dentro de la segunda
tópica) ¿a quién va a amar? en lugar de a los padres, va a amar al yo, al ideal del
yo, no es que el yo va amar al yo, es decir: El yo a través del ideal, el yo intenta
buscar, intenta tener las característica de perfección, como tenían los padres para
el niño, para proponerse como figura de amor al ello (“mira, puedes amarme
también a mí; soy tan parecido al objeto…” pág. 32). Es como si el yo reemplazara
a la perfección parental. Ahora el ideal del yo es esa instancia casi vectora a la
que uno nunca llega, pero siempre está como una especie de zanahoria de vector
que ilumina el camino hacia el cual uno tiene que llegar. En ese sentido va
reemplazar ese capital libidinal que antes investía a los progenitores, en el propio
yo. Pero el yo tiene que tener característica de perfección, como las adquiere, a
partir del ideal del yo, a partir de “no soy tan perfecto como mi padre”, pero voy a
llegar a serlo. Este ideal del yo tiene una dimensión importantísima, porque es la
dimensión temporal, que es esa dimensión del yo a futuro, por eso en algún punto
ya no es el yo ideal de la fase oral, de la omnipotencia, sino aquello a lo que
puedo aspirar a ser.
Entonces, dijimos que el superyó tiene dos aspectos: uno el ideal de la perfección
y el otro, es la prohibición del incesto, para ello se erigen los diques morales y
éticos, son formaciones psíquicas reactivas, es como esa contra fuerza, que le
pone freno a ciertas mociones del ello. Ahora bien, las investiduras son
reemplazadas por identificaciones. Freud plantea, que la identificación conlleva
necesariamente a un proceso de desexualización, para volver al yo esa
investidura se desexualiza, pierde la meta sexual de la pulsión, por eso trabaja
una relación bastante estrecha, entre el proceso de identificación y el proceso de
sublimación que también implica un cambio de la meta sexual, en algún punto la
sublimación requiere de un tipo de identificación con los progenitores. Por eso lo
que hacemos lo que estudiamos, en algún punto remite no solo a lo que hicieron
nuestros padres, sino a nuestra historia infantil.
La sublimación y la identificación son dos procesos solidarios psíquicamente,
forman este capital libidinal que va a formar una nueva instancia, que es la del
superyó: interioriza el modelo de autoridad y perpetua la prohibición del incesto,
además genera un ideal a alcanzar, justamente porque sustituye tanto el aspecto
de la prohibición y garantiza y perpetua en la humanidad. Por eso esta instancia
está relacionada con los padres y tiene una pata en el contexto comunitario, en el
contexto social.
La instalación se logra, a partir de la formación reactiva contra la sexualidad
infantil para preservar la integridad narcisista. Los diques de la moral empiezan a
erguirse y frenan todos los contenidos de la sexualidad infantil. Las mociones
pulsionales van a tener diferentes destinos: se desexualizan, se subliman, se
inhiben en su meta. Esta última, hace que todos los adultos podamos tocar el
cuerpo de nuestros hijos o de un niño sin sentir que esto tiene una intención
sexual, sino que está transformada en esta ternura, todo lo que tiene que ver en
esta relación cuerpo a cuerpo, pero que sea transformado, que ha salido del
marco de la sexualidad, justamente es una inhibición de la pulsión.
No necesariamente el superyó incorpora a los padres reales, sino que incorpora
también la defensa frente a ciertas mociones inconscientes
¿Cuál es el mecanismo por el cual el superyó se va a conformar? a partir de la
identificación. El yo, entonces va ser un residuo de la carga de objeto y contiene la
historia de la selección de objeto, por eso en cada uno de nosotros está la
impronta de nuestros padres.
El superyó también es un residuo de las primeras elecciones de objeto y una
enérgica formación reactiva contra esas elecciones, por eso contiene una parte de
ideal de cómo tenemos que ser y cómo no debemos ser y contra lo que tenemos
que luchar. El superyó mantiene los rasgos de la especie, del individuo y de la
familia. Es una expresión duradera de la influencia que han tenido nuestros
padres.

Complejo de Edipo completo


“El superyó es la instancia representante de nuestro vinculo parental, vía una
identificación madre y una identificación padre, unificadas entre sí”.
Acá viene todo un tema del complejo de Edipo, las identificaciones cruzadas,
donde están las identificaciones con ambos padre y sentimiento de hostilidad,
también con ambos padres. Esto es por una bisexualidad constitutiva del
individuo, por la complejidad de la trama en la que se desarrollan las relaciones
interpersonales e intersubjetivas entre padres e hijos, por la disposición triangular,
es decir para que sede el complejo de Edipo y se desarrolle, son tres los
personajes, el hijo el padre y la madre. Y el complejo de Edipo es completo (Freud
estaba pensando en la familia de esa época). Por eso tenemos el complejo de
Edipo positivo y el complejo de Edipo negativo:

 Positivo el objeto resignado es la madre y el modelo rival es el padre

 Negativo el objeto resignado es el padre y el modelo rival es la madre

Por lo cual en ambos hay identificaciones cruzadas: de modo que el Edipo


contiene identificaciones con ambos padres. Desde la perspectiva Freudiana la
normalidad se da cuando la identificación coincide, predominantemente, con el
progenitor del mismo género.
Funciones del superyó

 Idealizan te como ideal

 Como conciencia moral

 Auto-observación, es esa instancia que nos permite reflexionar acerca de


nuestras propias acciones
En la Niña, que sale del Complejo de Edipo por amenaza de perder el amor de sus
progenitores, va a salir poco a poco. Freud dice que, excluida la amenaza de
castración, el considera que el superyó no se constituye de una manera tan rígida
y contundente.
Cuáles son las consecuencias del complejo de Edipo

 Estructurante del psiquismo

 Sepultamiento de la sexualidad infantil

 Vehiculiza las legalidades que cada cultura impone a lo sexual

 Organiza la diferencia sexual y generacional

 Implica ruptura de la unidad narcisista con los objetos primarios

 Renuncia a los deseos incestuosos

 Satisfacción del ideal & la satisfacción de la pulsión

“Periodo de Latencia: características típicas” – Bozzala y Naiman


Se puede definir al período de latencia en base a diferentes criterios:
- Por su ubicación cronológica: se puede decir que se ubica entre el complejo de
Edipo y la pubertad. Se inicia con el sepultamiento del complejo de Edipo, la
constitución del superyó y la instalación de los diques: sentimientos de asco y
pudor y barreras éticas y estéticas en el interior del yo. Se extiende hasta la
metamorfosis de la pubertad. (acometida en dos tiempos de la sexualidad)
- Según sus aspectos descriptivos: se puede definir el período de latencia por la
disminución del interés por las actividades sexuales. El niño y la niña invierten su
energía, ahora disponible, para descubrir aspectos del mundo en el que viven y
para integrarse en nuevos grupos sociales fuera del ámbito familiar. La relación
con otras figuras de autoridad, principalmente los maestros, que heredan la
historia afectiva que tenían con sus progenitores. El lenguaje se vuelve el principal
medio de expresión y comunicación. Los niños/as piensan, reflexionan, se ponen
en el lugar de los otros, ganan en autonomía, desarrollan su propia moral.
Aparecen nuevos sentimientos morales como la honestidad, la camaradería, la
justicia, y una organización de la voluntad. El equilibrio afectivo se hace más
estable.
- Desde el punto de vista metapsicológico: en la latencia el aparato psíquico sufre
una transformación. Una nueva instancia, el superyó, se incorpora con la
internalización de las figuras parentales, sus prohibiciones e ideales. El yo debe
cumplir sus funciones respondiendo a esta nueva organización. La acción
inmediata como respuesta a los impulsos se coarta, aumenta el fantaseo y el
pensamiento reflexivo. En este período se organiza definitivamente la
heterogeneidad del aparato psíquico y la consecuente dinámica entre el yo y sus
vasallajes respecto el Ello, el Superyó y la realidad (2da tópica) La constitución del
superyó y la erección de diques: sentimientos de asco, pudor y barreras éticas y
estéticas en el interior del yo son poderosas formaciones reactivas frente a la
sexualidad infantil que se reprime o se sublima, mediante la derivación hacia otros
fines, el cambio de objeto y la aceptación cultural de sus producciones.
Origen del período de latencia
1. Hipótesis fisiológica: se refiere a la disminución fisiológica de los impulsos.
2. Hipótesis psicológica: estaría vinculado a la declinación del complejo de Edipo
cuando el aumento de la angustia de castración, se resuelve con la concomitante
identificación con los padres, la instauración del superyó y el desarrollo gradual de
la sublimación y la simbolización.
3. Hipótesis filogenética: estaría vinculada a la idea de que el complejo de Edipo
es también un fenómeno determinado por la herencia.
En el Sepultamiento del complejo de Edipo, Freud plantea estas dos últimas
hipótesis:
-El complejo de Edipo cae sepultado, sucumbe a la represión y es seguido por el
período de latencia. Así, el complejo de Edipo se iría al fundamento a raíz de su
fracaso, como resultado de su imposibilidad interna.
-El complejo de Edipo cae porque ha llegado el tiempo de su disolución. (Así como
los diente) El período de latencia no es uniforme. Se pueden diferenciar dos
subperíodos: latencia temprana y latencia tardía, o primera y segunda latencia.
(Cambio, 8 años, Piaget -estructuras de las operaciones concretas)
LATENCIA TEMPRANA
En este subperíodo, la nueva organización psíquica aún no está consolidada. La
represión se va instalando lentamente y por lo tanto el control sobre los impulsos
es inestable. Es frecuente la emergencia de angustia y la necesidad de presencia
del adulto como reaseguro afectivo. En la latencia se produce un gran desarrollo
del yo que comienza en este subperíodo. Siendo característica principal de esta
instancia la demora de la descarga inmediata, los niños y niñas de estas edades
mostrarán conductas de postergación y control de la satisfacción de los impulsos,
que durante este primer subperíodo se centrarán principalmente en controlar la
motricidad. Esta nueva posibilidad va a permitirle al niño acceder al aprendizaje.
Frecuentemente no logran “quedarse quietos”, al menos por mucho tiempo.
Porque siguen disfrutando del despliegue de la actividad motriz como descarga
que le ofrece gratificaciones libidinales y agresivas a la vez que es una contención
de las fantasías masturbatorias e incestuosas. La actividad motriz también permite
el incremento de la capacidad para hacer prueba de realidad, facilitando el
aprendizaje por la experiencia.
Asimismo, la actividad motriz se despliega en el marco de juegos reglados y
actividades deportivas que la regulan y evitan los desbordes. La espontánea
separación por sexos que predomina en las actividades durante esta etapa está
también al servicio del control impulsivo. La ambivalencia del niño frente a
mandatos del superyó y la imposibilidad por determinar si los imperativos
categóricos provienen de una voz interior o exterior. Las conductas manifiestas
que se observan frente a las prescripciones y prohibiciones en estas edades son
también ambivalentes, ya que van desde la obediencia complaciente hasta la
rebeldía, aunque culposa.
LATENCIA TARDÍA
En este subperíodo se plasman las características que se conocen como propias
del período de latencia. Se da un mayor equilibrio y una mayor estabilidad de las
diferentes instancias. No aparecen nuevas metas instintivas y se consolidan el
desarrollo del yo y del superyó, ejerciendo un control más eficaz y autónomo sobre
los impulsos. Los logros obtenidos durante este subperíodo permitirán a los niños
y niñas afrontar los aumentos de tensión sexual y agresiva propios de la pubertad
y los procesos de cambio adolescente.
El superyó se afianza como instancia interior fortaleciéndose los procesos de
abandono de las investiduras libidinales y su sustitución por identificaciones. Se
desarrolla claramente un sentido de autovaloración, que se apoya en los logros y
el autocontrol. Estos son reconocidos con valor positivo por el entorno escolar y
familiar.
Los niños de esta edad se evalúan comparando sus habilidades y sus logros con
los de los demás. El equilibrio narcisista es mantenido en forma más o menos
independiente de las figuras parentales y con una cierta dependencia de la
aprobación del grupo de pares.
Adquieren una perspectiva de sí mismos más integrada y compleja al reconocer y
diferenciar los roles que desempeñan en distintos espacios sociales y sus distintas
habilidades. Van afianzando un sentido de identidad. Pueden pensarse a sí
mismos y relacionar sus acciones con sus rasgos de personalidad y con sus
sentimientos. Alcanzan mayor estabilidad en los estados afectivos.
Separan su pensamiento racional y su fantasía, la conducta pública y la privada.
En este mismo sentido de la progresiva capacidad de diferenciación, la capacidad
para discriminar entre diferentes espacios, diferentes tiempos, y entre el yo y el
objeto, contribuye a su creciente capacidad para la autonomía y la historización de
sí.
A partir de los 8 años, niños y niñas van logrando una mayor concentración
cuando trabajan de manera individual y una colaboración más efectiva cuando
participan en actividades de grupo. El niño pasa de un egocentrismo social e
intelectual a nuevas coordinaciones que le van a permitir otras formas de
organización, mayor autonomía y procesos complejos de reflexión.
El mundo social del lactante
Freud afirma que las actitudes afectivas se establecen en los primeros 6 años de
vida. Esto es, que la forma y el tono afectivo que fijó en la relación con los padres
y hermanos van a ser transferidas a todas las relaciones que en el futuro se
establezca con otros adultos y niños. Todas las amistades y vinculaciones
amorosas ulteriores son seleccionadas sobre la base de las huellas mnemónicas
que cada uno de aquellos modelos primitivos dejó. En la etapa de la segunda
infancia, el niño amplía sus relaciones, se vincula con otros pares y conoce otras
familias. Compara a los padres y vacila la imagen idealizada que tiene de estos.
En el campo de la intersubjetividad, pueden diferenciarse las características del
vínculo:
- Con los padres o sustitutos diversos: el niño pone en evidencia principalmente
las defensas frente a los impulsos. En la fantasía inconsciente del latente, estas
figuras mantienen su carácter incestuoso, a la vez que representan las amenazas
de castración. La represión se va estableciendo con el transcurso del tiempo. Se
refuerza por medio de mecanismos obsesivos: la formación reactiva, la anulación,
la magia del pensamiento y de la palabra, por ejemplo. Si bien, frente a los
adultos, la vida impulsiva del lactante queda oculta, no ocurre lo mismo frente a los
grupos de pares. De todas maneras, la posibilidad creciente de establecer una
demora en la satisfacción impulsiva, el atractivo que ejerce el mundo social extra
familiar y el gusto por la actividad del pensamiento y la producción de símbolos
permiten la expansión del deseo de aprender y la ampliación del mundo de
pertenencia.
Con los integrantes de la escuela (adultos y pares): toda la conducta de los niños
en las escuelas, debe ser comprendida a la luz de las relaciones establecidas
durante la primera infancia dentro del ámbito familiar. Antes los maestros y figuras
de autoridad escolar, los niños también ponen en juego las defensas obsesivas y
el ocultamiento. Le trasladan la ambivalencia correspondiente a la temprana
relación con sus progenitores o cuidadores. De este modo, la escuela, con su
oferta de conocimientos y de ideales, puede constituirse al mismo tiempo para el
latente en un atractivo y un nuevo campo de lucha, desplazamiento de las
rivalidades y luchas conectadas con el conflicto edípico. El grupo de pares en la
escuela, está caracterizado por intenso intercambio afectivo entre los compañeros
que se caracteriza por: competencia por lograr la atención y la satisfacción de los
adultos, solidaridad y cooperación, pactos secretos, exclusiones, envidia, celos.
Con el grupo de pares (sin supervisión del adulto): se caracteriza por la búsqueda
de lealtad. Se establece una identidad, basada en la inserción en un grupo de
sujetos de la misma edad, con un conjunto de normas y costumbres diferentes de
los de la cultura general del entorno. Se presentan liderazgos marcados (con
reconocimiento y valoración del líder) y también suelen destinar a algún/a
compañero/a roles desprestigiados, facilitando la depositación en ellos de los
propios aspectos desvalorizados.
LATENCIA:
Es un periodo donde el Yo tiene como propósito hacer desaparecer toda
manifestación evidente de la sexualidad infantil que está ligada al deseo y genera
angustia (angustia de Castración, angustia de perdida de amor, de sentimiento de
inferioridad) todo eso que genera malestar, para lo cual apela a la represión.
Entonces buena parte de las manifestaciones sexuales infantiles desaparecen de
lo Consciente (aunque algunas pueden aparecer de forma oculta, que en muchos
casos se intelectualizan) A cambio de esta represión aparece el placer de saber
como derivado de las teorías infantiles, donde buena parte de ese placer se
desexualiza y se empieza aplicar a cuestiones que no están ligadas a la
sexualidad generando un intenso interés por aprender. En el periodo de latencia
hay sublimaciones, pero también hay formaciones reactivas, pues ocurre en este
periodo que ciertas cuestiones cargadas libidinalmente dejan de estarlo y
comienzan a estar asociadas a un interés por cuestiones intelectuales. Esto es
que la energía de la pulsión sexual dejo de estar en búsqueda del placer corporal;
se desexualizó, y paso a transformarse en energía al servicio de cuestiones
culturales, al servicio del conocimiento.
En este periodo el amor que se espera de los padres esta atenuado, es solo amor
tierno (la expectativa de ser amado sexualmente por los padres desapareció de lo
Consciente) y el heredero de este amor es el Súper Yo (ideal del Yo) por el cual el
Yo necesita ser amado, y mantiene en esta instancia intra-psíquica un vínculo que
antes tenía con la instancia extrapsíquica. Esto es, lo que era expectativa de
placer sexual –de placer de órgano en un vínculo con el objeto, al transformarse
esa relación en una identificación la expectativa de placer de órgano desaparece
por la represión y queda en cambio una expectativa intensa de ser amado por la
voz interior del Ideal del Yo, un vínculo ente el Yo y una parte de sí mismo –Súper
Yo –que es una relación desexualizada, intra-psíquica donde la expectativa del Yo
es reducir la distancia que lo separa del Ideal del Yo y aproximarse a ese Ideal del
Yo.
En el periodo de latencia de presenta la formación de los diques psíquicos (el asco
y la vergüenza), como también la formación del Ideal del Yo que aspira al saber.
Todo eso da cuenta de que está funcionando el Súper Yo como instancia intra-
psíquica.
La cultura:
En el chico aparece claramente lo cultural como mandato instalado en el aparato
psíquico a partir del Súper Yo. Esto cultural irrumpe, oponiéndose a la sexualidad,
y esta irrupción es guiada por las figuras de los padres que representan la cultura
a partir de la prohibición básica (prohibición de incesto) que el chico internaliza
como identificación en el sepultamiento del complejo de Edipo y queda instalada
así una primera ley de la prohibición del incesto. La cultura entra en el aparato
psíquico a través de las identificaciones y las modalidades de satisfacción de los
padres y empieza a partir de ello a aparecer la cultura como un mandato interno,
propio de aparato psíquico, como algo interior, una aspiración al Ideal del Yo que
se encuentra dentro del Súper Yo está el ideal. Es el Ideal del Yo que liga al
individuo a la cultura, implica siempre una aspiración y eso genera una gran
tensión entre la parte Consciente del ideal y la parte Inconsciente.
- Sublimación: Se denomina al pasaje directo de la sexualidad a la cultura y al
sometimiento a los estados sublime de la cultura. Por ello la sublimación indica un
cambio de dirección de la sexualidad explicada en la represión de la sexualidad
infantil. Lo sublimatorio es la aplicación de la cantidad de excitación sexual a un fin
no sexual que fue prohibido por represión y que además por medio de ese nuevo
fin representa una satisfacción narcisista importante en la medida que, lo que se
logra por ese camino, es un bien valorado socialmente. Camino por el cual un
sujeto puede ponerse al servicio de la cultura, aspirando ser reconocido y amado
por ese representante cultural, y de esa manera acercándose al Ideal. Por lo tanto,
este Ideal del Yo es proyectado en figuras típicas de la cultura, ídolos, líderes (por
ejemplo, el maestro) que exigen el cumplimiento de esta identificación. Cuando
este acercamiento no se cumple se produce una tensión entre el Yo y el Súper Yo,
una crisis moral interna de auto reproches que marca tal incumplimiento con el
Súper Yo manifestándose en una Angustia Señal.
- Las formaciones reactivas: son exageraciones de un rasgo opuesto a una
tendencia sexual que procura mantenerse reprimida. Podrían definirse como
contra-investiduras (por ejemplo si la compulsión es ensuciar, la formación
reactiva es una pulcritud exagerada) (Los sistemas de enseñanza generalmente
hacen que esa formación reactiva sea estimulada, por ejemplo “¡muy prolijo tu
cuaderno!” –con lo cual estimulan un rasgo en vía de ponerse sintomático) La
diferencia entre las formaciones reactivas y la sublimación es que esta última es
autosustentable, se sostiene así misma por que produce el placer narcisista de la
aproximación con el ideal del Yo y no consume energía de ese Yo liberándose de
exigir una contra-investidura. De esta manera, se observa como mecanismo de
defensa más económico a diferencia de otros que, como las formaciones
reactivas, empobrecen al Yo quitándole su energía ya que ese Yo está luchando
contra los deseos reprimidos y el sujeto no alimenta ningún placer en esa
compulsión que no puede dejar de hacer.

“El creador literario y el fantaseo” – Freud


La ocupación preferida y más intensa del niño es el juego. Todo niño que juega se
comporta como un poeta, pues crea un mundo propio o inserta las cosas de su
mundo en un nuevo orden que le agrada. Toma muy en serio su juega, emplea en
él grandes montos de afecto. El niño diferencia muy bien de la realidad su mundo
del juego y tiende a apuntalar sus objetos y situaciones imaginados en cosas
palpables y visibles del mundo real. Sólo ese apuntalamiento es el que diferencia
su jugar del fantasear.
El adulto deja de jugar, aparentemente renuncia a la ganancia de placer que
extraía del juego. Pero lo que parece ser una renuncia es en realidad una
formación de sustituto. El adulto cuando cesa de jugar sólo resigna el
apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea. Construye
castillos en el aire, creo sueños diurnos.
El niño juega solo o forma con otros niños un sistema psíquico cerrado a los fines
del juego, pero, así como no juega para los adultos como si fueran su público
tampoco oculta de ellos su jugar. El jugar del niño estaba dirigido por el deseo de
ser grande y adulto, imita en el juego lo que le ha devenido familiar de la vida de
los mayores. No hay razón alguna para esconder ese deseo. En cambio, al adulto
su fantasear lo avergüenza por infantil y por no permitido. Deseos insatisfechos
son las fuerzas pulsionales de las fantasías, y cada fantasía singular es un
cumplimiento de deseo, una rectificación de la insatisfactoria realidad. Los deseos
pueden ser ambiciosos o eróticos.
Una fantasía oscila en cierto modo entre tres tiempos. El trabajo anímico se anuda
a una impresión actual, a una ocasión del presente que fue capaz de despertar los
grandes deseos de la persona; desde ahí se remonta al recuerdo de una vivencia
anterior, infantil la más de las veces, en que aquel deseo se cumplía; y entonces
crea una situación referida al futuro (la fantasía) en que van impresas las huellas
de su origen en la ocasión y en el recuerdo.
Tanto la creación poética como el sueño diurno son continuación y sustituto de los
antiguos juegos del niño. De ello se deriva la insistencia sobre el recuerdo infantil
en la vida del poeta.

“Más allá del Principio de Placer” – Freud


● En este texto Freud observa que el carácter displacentero de la vivencia no
siempre la vuelve inutilizable para el juego.
● Plantea que el juego es un modo de ligar la angustia y de simbolizar el trauma.
El niño juega activamente lo sufrido pasivamente. De este modo logra el dominio
de lo displacentero. Aquellas vivencias que resultan excesivas para el yo infantil,
que no puede ser elaboradas, el niño busca por este medio cierta asimilación de
las mismas, en otras palabras, una tramitación psíquica.
● Aspectos a considerar en este planteo:
- Posicionamiento activo frente a la pasividad relacionada a de la dependencia
infantil respecto del adulto.
- Expresión de la pulsión de dominio que se manifiesta como compulsión de
repetición frente a las vivencias displacenteras (traumáticas).
A partir de ver a sus nietos jugar el carretel (FORT-DA), Freud toma en cuenta que
también el juego puede servir para la elaboración de lo traumático. No solo lo
placentero se pone en juego. Hacer activo lo vivido pasivamente, lo que causó
sufrimiento para poder tramitarlo. Por eso el juego tiene la arista de juego de
elaboración de aquello que ha sido displacentero.
Pero cuando es algo MUUUY displacentero es difícil proyectarlo en el juego, por lo
cual el niño directamente deja de jugar, le cuesta. Ej.: en casos de abuso sexual,
muchas veces pasa que se corta el juego en el niño. Por otro lado, hay niños que
no juegan porque les cuesta la proyección, el poder ficcionar el mundo interno del
mismo; es ahí cuando el terapeuta tiene que acompañarlo y ayudarlo a que pueda
de a poco ir proyectando. Pasa cuando fue muy doloroso lo que le ocurrió, que no
necesariamente tiene que ser abuso sexual. En el juego se juegan muchas
escenas como matar, disparar, etc., donde todo es ficción, no se lastiman de
verdad, y elaboran esas situaciones dolorosas.
Se juega dentro del juego lo displacentero, el juego es un medio para poder
elaborar aquello que ha resultado angustiante. Esto se distingue de lo que decía
en relación a que tiene que ver con el orden de lo placentero.
En conclusión, si bien hemos presentado por separado dos lecturas respecto del
juego infantil en Freud, es importante tener en cuenta que todo juego comporta
aspectos de realización de deseos y de elaboración traumática.

WINNICOTT
Este autor centra su interés en el juego en sí mismo. Lo constituye en un objeto de
su estudio. Resalta el valor constitutivo del juego y se ocupa directamente del
“niño que juega”.
El juego: es siempre una experiencia creadora y es una experiencia en el continuo
espacio tiempo una forma básica de vida. Winnicott establece una diferencia entre
el sustantivo juego y el verbo la acción de jugar (game// play) y dice que todo lo
que se diga sobre el jugar de los niños también rige en verdad para los adultos.
para él el jugar tiene un lugar y un tiempo, no se encuentra ni adentro ni afuera, no
forma parte del mundo, o sea no es parte del no-yo ni siquiera, para dominar él lo
que está afuera es preciso hacer cosas, no solo pensar y desear y hacer cosas
lleva tiempo, jugar es hacer.
Para darle un lugar al juego postuló la existencia del espacio potencial entre el
bebé y la madre y lo enfrentó al a) mundo interior y b) a la realidad exterior.
sostiene que el juego es universal (que lo natural es el juego) y corresponde a la
salud, facilita el crecimiento, conduce a relaciones de grupo, puede ser una forma
de comunicación

✓ Enmarca el juego en el estudio de los fenómenos transicionales.

✓ Lo universal es el juego y corresponde a la salud: facilita el crecimiento y es una


forma de comunicación.

✓ Plantea el juego como complemento del concepto de sublimación.

✓ Es una experiencia siempre creadora, una forma básica de vida. Niñas y niños
sin necesidad de alucinaciones, expresan su capacidad potencial para soñar y la
integran a fragmentos de la realidad exterior.
¿Dónde se origina y se desarrolla el jugar?

✓ Se origina en la confianza en el vínculo con la madre. El juego implica confianza


y pertenece al espacio potencial existente entre el bebé y la figura materna (allí se
desarrolla el jugar). Se inicia estando el bebé en un estado de dependencia casi
absoluta y dando por sentada la función de adaptación de la figura materna.

✓ En ese campo de juego intermedio se origina la idea de lo mágico pues el niño


experimenta, en cierta medida, la omnipotencia.
“El jugar tiene un lugar y un tiempo. No se encuentra adentro (…) Tampoco está
afuera, es decir, no forma parte del mundo repudiado, el no-yo, lo que el individuo
ha decidido reconocer como verdaderamente exterior, fuera del alcance del
dominio mágico. Para dominar lo que está afuera es preciso hacer cosas, no sólo
pensar o desear, y hacer cosas lleva tiempo. Jugar es hacer”.
Para asignar un lugar al juego Winnicott postuló la existencia de un “espacio
potencial entre el bebé y la madre” “Esa zona de juego no es una realidad psíquica
interna. Se encuentra fuera del individuo, pero no es el mundo exterior”. Manipula
fenómenos y objetos exteriores al servicio de los sueños (plastilina, muñecas,
muñecos, utensilios de cocina, mobiliario, etc.).
Winnicott platea que el juego conlleva cierta “precariedad”, en el sentido de que se
desarrolla en un borde entre lo subjetivo y lo que se percibe de manera objetiva y
lo vincula con la idea de la magia que surge en la intimidad en una relación que se
percibe como digna de confianza.
● En el jugar, el niño experimenta un estado afín a la concentración.
● El juego compromete al cuerpo por varios motivos:
- manipula objetos
- se vincula con algunos aspectos de la excitación corporal
- la excitación corporal de las zonas erógenas amenaza el juego.
● El elemento placentero del juego contiene la inferencia de que el despertar de
los instintos no es excesivo, si no se transformaría en descarga, perdiendo la
cualidad de “como sí”.
Winnicott postula una secuencia constitutiva:
● Fenómenos /objetos transicionales.
● Juego.
● Juego compartido.
● Experiencia cultural propia de la vida social de los adultos.

Cap. 3 – Winnicott
Exposición teórica.
La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego:
• la del paciente
• la del terapeuta. Está relacionada con dos personas que juegan juntas. Cuando
el juego no es posible, la labor del terapeuta se orienta a llevar al paciente, de un
estado en que no puede jugar a uno en que le es posible hacerlo.
Milner vincula el juego de los niños con la concentración de los adultos. Se refiere
a una "fusión pre-lógica de sujeto y objeto". Winnicott trata de distinguir entre esta
y la fusión o defusión del objeto subjetivo, y del objeto percibido en forma objetiva
El juego y la masturbación
El juego ha sido vinculado con la masturbación y con las distintas experiencias
sensoriales. Es cierto que cuando encaramos la masturbación siempre pensamos:
¿Cuál es la fantasía? Y es verdad que cuando presenciamos un juego tenemos
tendencia a preguntarnos cuál es la excitación física relacionada con el tipo de
juego que vemos. Pero el juego debe ser estudiado como un tema por sí mismo,
complementa-rio del concepto de sublimación del instinto.
Winnicott ha señalado en otras ocasiones que cuando un niño juega, falta el
elemento masturbatorio; en otras palabras: si la excitación física o el compromiso
instintivo resultan evidentes cuando un chico juega, el juego se detiene, o por lo
menos queda arruinado
Melanie Klein cuando se ocupaba del juego se refería casi siempre al uso de este.
El terapeuta busca la comunicación del niño y sabe que por lo general no posee
un dominio tal del lenguaje que le permita transmitir las infinitas sutilezas que
pueden hallar en el juego quienes las busquen. Esta no es una crítica a ella, sino
que es un comentario sobre la posibilidad de que en la teoría total de la
personalidad del psicoanalista haya estado muy ocupado utilizando el contenido
del juego como para observar al niño que juega, y para escribir sobre el juego
como una cosa en sí misma.
Establezco una diferencia significativa entre:
• el sustantivo "juego"
• y el verbo substantivado "el jugar".
Todo lo que diga sobre el jugar de los niños también rige para los adultos, solo
que el asunto se hace de más difícil descripción cuando el material del paciente
aparece principalmente en términos de comunicación verbal.
Winnicott opina que se debe esperar que el jugar resulte tan evidente en los
análisis de los adultos como en el caso de los trabajos realizados con chicos. Se
manifiesta, por ejemplo, en la elección de palabras, en las inflexiones de la voz, y
en el sentido del humor.
Fenómenos transicionales
Winnicott sostiene que el significado del jugar adquirió un nuevo color desde que
él siguió el tema de los fenómenos transicionales y buscó sus huellas en todos sus
sutiles desarrollos, desde la primera utilización del objeto o la técnica
transicionales hasta las últimas etapas de la capacidad de un ser humano para la
experiencia cultural.
Los fenómenos transicionales son universales, y se trataba de llamar la atención
hacia ellos y hacia el potencial que encerraban en lo referente a la construcción de
la teoría.
Hay en el juego algo que aún no encontró su lugar en la bibliografía psicoanalítica.
El jugar tiene un lugar y un tiempo. No se encuentra adentro según acepción
alguna de esta palabra, y tampoco está afuera, es decir, no forma parte del mundo
repudiado, el no-yo, lo que el individuo ha decidido reconocer (con gran dificultad,
y aun con dolor) como verdaderamente exterior, fuera del alcance del dominio
mágico. Para dominar lo que está afuera es preciso hacer cosas, no sólo pensar o
desear, y hacer cosas lleva tiempo. Jugar es hacer.
Jugar en el tiempo y el espacio
Para asignar un lugar al juego Winnicott postuló la existencia de un espacio
potencial entre el bebé y la madre. Varía según las experiencias vitales de aquel
en relación con esta o con la figura materna, y Winnicott lo enfrenta:
a) al mundo interior.
b) y a la realidad exterior.
Winnicott desea desviar la atención de la secuencia psicoanálisis, psicoterapia,
material del juego, acción de jugar, y darla vuelta. En otras palabras, lo universal
es el juego, y corresponde a la salud:
• facilita el crecimiento;
• conduce a relaciones de grupo;
• puede ser una forma de comunicación en psicoterapia
• y, por último, el psicoanálisis se ha convertido en una forma muy especializada
de juego al servicio de la comunicación consigo mismo y con los demás.
Lo natural es el juego.
Teoría del juego
Es posible describir una secuencia de relaciones vinculadas con el proceso de
desarrollo y buscar donde empieza el jugar.
A. El niño y el objeto se encuentran fusionados. La visión que el primero tiene del
objeto es subjetiva, y la madre se orienta a hacer real lo que el niño está dispuesto
a encontrar.
B. El objeto es repudiado, re-aceptado y percibido en forma objetiva. Este proceso
depende de que exista una madre o figura materna dispuesta a participar y a
devolver lo que se ofrece. Ello significa que la madre (o parte de ella) se encuentra
en un "ir y venir" que oscila entre: -ser lo que el niño tiene la capacidad de
encontrar -y (alternativamente) ser ella misma, a la espera que la encuentren.
Si puede representar ese papel durante un tiempo, entonces el niño vive cierta
experiencia de control mágico (u "omnipotencia").
En el estado de confianza que se forma con la madre, el niño empieza a gozar de
experiencias basadas en un "matrimonio" de la omnipotencia de los procesos
intra-psíquicos con su dominio de lo real. La confianza en la madre constituye
entonces un campo de juegos intermedio, en el que se origina la idea de lo
mágico, pues el niño experimenta en cierta medida la omnipotencia. Todo esto
tiene relación con la formación de la identidad.
Winnicott lo denomina campo de juego porque el juego empieza en él. Es un
espacio potencial que existe entre la madre y el hijo, o que los une.
Lo que siempre importa es lo precario de la acción recíproca entre la realidad
psíquica personal y la experiencia del dominio de objetos reales. Se trata de la
precariedad de la magia misma, que surge en la intimidad, en una relación que se
percibe como digna de confianza. Para ser tal, es forzoso que la relación tenga por
motivo el amor de la madre, o su amor-odio, o su relación objetal, y no
formaciones de reacción. Cuando un paciente no puede jugar, el terapeuta debe
esperar este importante síntoma antes de interpretar fragmentos de conducta.
C. La etapa siguiente consiste en encontrarse solo en presencia de alguien. El
niño juega sobre la base del supuesto de que la persona a quien ama y en quien
confía, se encuentra cerca, y que sigue estándolo cuando se la recuerda, después
de haberla olvidado. Se siente que dicha persona refleja lo que ocurre en el juego.
D. El niño se prepara ahora para la etapa que sigue, consistente en permitir una
superposición de dos zonas de juego y disfrutar de ella. -Primero, es la madre
quien juega con el bebé, pero cuida de encajar en sus actividades de juego. -
Tarde o temprano introduce su propio modo de jugar, y descubre que los bebés
varían según su capacidad para aceptar o rechazar la introducción de ideas que
les pertenecen.
Así queda allanado el camino para un jugar juntos en una relación.
Psicoterapia
En esa zona de superposición entre el juego del niño y el de la otra persona,
existe la posibilidad de introducir enriquecimientos. El maestro apunta a ese
enriquecimiento. El terapeuta, en cambio, se ocupa de los procesos de
crecimiento del niño y de la eliminación de los obstáculos para el desarrollo.
La teoría psicoanalítica ha permitido una comprensión de esos bloqueos. Pero
sería un punto de vista muy estrecho suponer que el psicoanálisis es el único
camino para la utilización terapéutica del juego del niño.
El juego es por sí mismo una terapia. Jugar es ya una psicoterapia de aplicación
inmediata y universal, e incluye el establecimiento de una actitud social positiva
respecto del juego. Tal actitud debe contener el reconocimiento de que este
siempre puede llegar a ser aterrador. Es preciso considerar los juegos y su
organización como parte de un intento de precaverse contra los aspectos
aterradores del jugar. Cuando los niños juegan tiene que haber personas
responsables cerca; pero ello no significa que deban intervenir en el juego.
El juego es una experiencia siempre creadora, y es una experiencia en el continuo
espacio-tiempo, una forma básica de vida.
Su precariedad se debe a que siempre se desarrolla en el límite teórico entre lo
subjetivo y lo que se percibe de manera objetiva.
Winnicott recuerda que el juego de los niños lo contiene todo, aunque el
psicoterapeuta trabaje con el material, con el contenido de aquel. La conciencia de
que la base de lo que hacemos es el juego del paciente, una experiencia creadora
que necesita espacio y tiempo, y que para este tiene una intensa realidad, nos
ayuda a entender nuestra tarea.
Por otra parte, esta observación nos permite entender cómo puede efectuarse una
psicoterapia de tipo profundo sin necesidad de una labor de interpretación. Un
ejemplo es el trabajo de Axline porque coincide con el argumento de Winnicott,
cuando expone lo que denomina "consultas terapéuticas", en el sentido de que el
momento importante es aquel en el cual el niño se sorprende a sí mismo. Lo
importante no es el momento de la inteligente interpretación del terapeuta.
La interpretación fuera de la madurez del material es adoctrinamiento, y produce
acatamiento. Un corolario es el de que la resistencia surge de la interpretación
ofrecida fuera de la zona de superposición entre el paciente y el analista que
juegan juntos. Cuando aquel carece de capacidad para jugar, la interpretación es
inútil o provoca confusión. Cuando hay juego mutuo, la interpretación, realizada
según principios psicoanalíticos, puede llevar adelante la labor terapéutica. Ese
juego tiene que ser espontáneo, no de acatamiento o aquiescencia, si se desea
avanzar en la psicoterapia.

El Niño y el Mundo Externo – Winnicott


¿Para qué juegan los niños?
a) Placer: los niños juegan porque les gusta hacerlo, gozan con todas las
experiencias físicas y emocionales del juego, son capaces de encontrar objeto e
inventar juegos con mucha facilidad y disfrutan de hacerlo
b) Para expresar agresión: liberan el odio y la agresión en el juego en un ambiente
conocido que les permita expresar ese odio y agresión sin que ese ambiente le
devuelva odio y violencia al niño, siempre y cuando este los exprese de manera
más o menos aceptable. el niño se siente deshonesto si lo que existe (en el niño)
se oculta o se niega.
c) Para controlar la ansiedad: la ansiedad siempre constituye un factor en el juego
de un niño y a menudo es la principal, la amenaza de un exceso de ansiedad lleva
al juego repetitivo, si la ansiedad es excesiva, el juego se transforma en una
búsqueda de gratificación sexual.
d) Para adquirir experiencia: el huego es una porción muy grande de la vida del
niño, sus riquezas se encuentran principalmente en la fantasía y el juego y la
experiencia se desarrolla a través de su propio juego y de las invenciones relativas
al juego de otros niños. el juego es la prueba continua de la creadora que significa
estar vivos.
e) Para establecer contactos sociales: los niños de hacen de amigos y de
enemigos dentro del juego, esto no ocurre fácilmente fuera del juego, ya que este
genera una organización para iniciar relaciones emocionales y permite así que se
desarrollen contactos sociales
f) Para la integración de la personalidad: el juego funciona para conectar la
realidad interna con la realidad externa, por ello tienden a la integración de la
personalidad, el juego en este sentido también relación dos aspectos de la vida el
funcionamiento corporal y la vivencia de ideas, es decir relaciona las ideas con la
vivencia corporal. En síntesis, tiende a la unificación y la integración general de la
personalidad como las formas artísticas y la práctica religiosa.
g) Comunicación con la gente: el niño que juega puede estar tratando de exhibir
por lo menos parte de su mundo interior, así como del exterior a personas elegidas
del ambiente, el juego puede ser algo muy revelador, el juego como los sueños
cumplen la función de autor-revelación y comunicación en un nivel más profundo,
en el juego siempre podemos encontrar el camino hacia el inconsciente.
Cap. 4 – Winnicott
PROCESO DE DESARROLLO DEL JUGAR:
1- La madre le hace real lo que el niño necesita, y el niño se cree omnipotente
porque cuando quiere la teta, la madre le da la teta, por ejemplo. Es decir que
ofrece al bebé la oportunidad de crearse la ilusión de que su pecho es parte de él.
El juego aparece a través de esta interacción corporal y sensorial entre el bebe y
el adulto, en este momento en el que ambos están fusionados. Los juegos son
corporales, besarlo, sostenerlo, abrazarlo, etc. Corresponde al objeto subjetivo.
Esto significa que el niño y el objeto se encuentran fusionados. El niño tiene una
visión subjetiva y la madre se orienta a hacer real lo que el niño está dispuesto a
encontrar. Corresponde al objeto subjetivo. En esta etapa se observan juegos de
interacción caracterizados por la fusión corporal y la continuidad sensorial entre el
bebé y el adulto.
2- Aquí es donde el objeto es percibido de manera objetiva, pero esto depende de
un proceso en gran medida de la figura materna, la madre se tiene que encontrar
en un ir y venir que oscila entre ser lo que el niño tiene la capacidad de encontrar y
alternativamente ser ella misma a la espera de que la encuentren. el niño vive una
cierta experiencia de control mágico y omnipotencia. En este momento lo más
importante será: la confianza en la madre que construye, entonces, una zona de
juego intermedio en que se origina la idea de lo mágico, porque el niño
experimenta en cierta medida la omnipotencia, Winnicott lo denomina campo de
juego, porque el juego empieza en él, es un espacio potencial que existe entre el
niño y la madre que los une.
3- Este tercer momento consiste en encontrarse solo en presencia de alguien, el
niño juego porque sabe que la persona de confianza se encuentra cerca, se siente
que dicha persona refleja lo que ocurren en el juego. Este tercer momento indica
algo muy importante que es la propia zona de juego que va a permitir que el
siguiente momento pueda jugar con otro. En esta etapa encontraremos juegos
donde el niño podrá desplegar la agresión y la confrontación entre el deseo de la
madre y el del niño, lo cual le permitirá ir estructurando el aparato psíquico. Se
desarrolla una alternancia entre la aceptación de la madre de la agresión del niño
y la imposición de consignas y límites provenientes del ambiente. Aquí el niño es
más activo-agresivo en la investigación del ambiente; romper juguetes es un modo
de conocimiento, apoderamiento y elaboración de la frustración por la pérdida de
la fusión con la madre. Pulsión de dominio. En la manipulación de los objetos se
proyecta la agresividad en el medio ambiente, lanza juguetes, los rompen, etc.
4- El niño puede disfrutar de la superposición de dos zonas de juego, la propia y la
de la madre. Ha logrado la capacidad de aceptar o rechazar propuestas y tomar
iniciativas, así queda allanado el camino para un jugar juntos en una relación,
inscribiendo la alteridad y logrando la construcción del objeto real. En el juego, el
niño y el adulto pueden crear y usar toda su personalidad.
Dentro del campo de juego se superponen dos pares de zonas:
-la del niño y de la madre;
-la del niño y el terapeuta.
En estas zonas se trata de aceptar o tomar las propuestas para que se pueda
armar un jugar en relación junto a otro. Y en donde este otro, dentro de esas
escenas se confluyen, nos encontramos con que los terapeutas somos ese objeto
a poseer, a rechazar, a proyectar la agresión, a separarse, y el terapeuta tiene que
estar dispuesto a eso. Con la madre también ocurre. Es decir, también se da en la
cotidianeidad con los padres, donde se pone en juego el dominio, lo placentero, lo
displacentero, etc. Estas escenas de juego le permiten al niño utilizar toda su
personalidad, desplegarla, crear situaciones. Pero la capacidad creadora en el
juego no nace aquí, sino en el momento de ilusión cuando estaba en un estado de
omnipotencia en el que creía que aparecía el pecho materno porque él lo
deseaba.
Muchos niños que no juegan según Winnicott están sobre-adaptados a la vida
externa, son muy obedientes, lo cual los inhibe a desplegar su mundo afectivo
interno en el juego

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