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Capítulo III. La ternura como contraste y denuncia del horror represivo. Fernando
Ulloa
Capítulo IV. Restitución y adopciones. Una conjunción de sufrimientos e
interrogantes. Eva Giberti
Capítulo V. La ética del analista ante lo siniestro. Fernando Ulloa
Capítulo VI. Apuntes sobre Identidad, Filiación y Restitución. Martha Rosenberg
Capítulo VII. Acerca de los orígenes: Verdad, Mentira, Transmisión generacional.
E.T. de Bianchedi, M. Bianchedi,
J. Braun, M.L. Pelento, J. Puget
Capítulo VIII. El Traumatismo en la Apropiación-Restitución. Silvia Bleichmar
Capítulo IX. Matar el futuro. Alfredo Grande
Capítulo X. Destitución del cuerpo imaginario. Marisa Rodulfo
BIBLIOGRAFÍA
Prólogo
Nada fue fácil. Tuvimos que aprender, crear, recrear, innovar, crecer y
sobre todo, cambiar.
Porque nada estaba escrito de cómo hacer lo correcto para no dañar aún
más a ese precioso vástago, el hijo o hija de nuestros hijos.
Por todo ello, este libro tiene el significado de muchas palabras que repre-
sentan tanto: la Solidaridad de los que nos ayudaron a hacerlo, la Donación de
quienes lo escribieron, el Agradecimiento para los que nos acompañaron.
Septiembre de 1997
Estela Barnes de Carlotto
Introducción
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Hace 20 años "Abuelas de Plaza de Mayo" se iniciaron como Institución
en un intento de organización que les permitiera luchar para la recuperación
de los hijos de sus hijos desaparecidos. Se trataba de afrontar, sin retroceder,
un hecho inédito en la modernidad, ya que el método de desaparición forza-
da de personas como modo de persecución política, implantada por el Terro-
rismo de Estado incluyó la apropiación de menores desaparecidos junto a sus
padres y la apropiación de bebés nacidos en el cautiverio de sus madres
desaparecidas.
Para enfrentar ese otro modo de exterminio, que significó para estos
niños ser violentamente arrancados de un sistema de parentesco para ser
incluidos en otro que reniega que el origen del vínculo se basa en el asesinato
de sus padres, recurrieron a diferentes saberes: el jurídico, el genético y el
psicológico, y pusieron en uso varios términos junto al de apropiación: restitu-
ción, filiación, identidad, y encontraron modos y formas legales para validar
lo que ellas ya sabían: el derecho a la verdad y a la identidad de todo sujeto.
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PRIMERA PARTE
Abuelas: La Institución
CAPÍTULO I
Niños Desaparecidos:
su restitución
Abril de 1984
4
pos Jaime de Nevares, Miguel Hesayne, Carlos Gattinoni y del rabino
Marshall Meyer.
Situación
Niños desaparecidos:
su restitución
Consideraciones
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tro de niños y el apoderamiento de madres embarazadas y criaturas
nacidas en cautiverio.
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El Estado, a través de sus diferentes instituciones y organismos, parti-
cipó de un modo directo o indirecto en la concreción de esta deleznable
metodología.
A - Efectos Sociales:
B - Desintegración familiar:
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C - Efectos en los niños:
En los niños estos efectos van a estar potenciados, no sólo por la caren-
cia lógica de una estructura de personalidad que facilita el intento de adop-
ción, sino y en particular, por el 'shock' traumático al cual es sometido. El
solo hecho del secuestro y posterior desaparición de uno o ambos padres
provoca un daño que implica la interrupción del desarrollo evolutivo. Y con
ello podemos considerar parte de la escala recorrida por el sistema represivo
que contemplaba desde que los mismos niños fueran utilizados como ele-
mentos de presión sobre sus padres, siendo objetos de violencia física y
psíquica, hasta su propia desaparición como cierre del ciclo de terror.
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sus padres. Más allá de la moralidad del acto, existe una patología vin-
cular que hace imposible construir una identidad sólida. La adopción
que hace el represor del hijo del detenido-desaparecido, además de en-
ferma, es cruel, pues convierte al niño en un objeto de manipulación
psicológica, condicionando severamente su futuro y condenándolo irre-
versiblemente a la enfermedad.
La situación originada por la ruptura violenta del vínculo del niño con su
familia de origen produce una situación traumática que incide en el conjunto
de su crecimiento y desarrollo.
II - La restitución
A - Consideraciones generales:
Restitución a sus legítimas familias significa que los niños sepan y co-
nozcan su historia, en un intento de reintegro de su identidad, dándoles tam-
bién el afecto de los seres queridos de quienes fueron brutalmente arranca-
dos, situación ésta que intentó disfrazarse de abandono.
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Por lo tanto, el temor de que la restitución provoque daño es infundado,
ya que, por el contrario, lo dañino para la criatura es el desconocimiento de
su identidad y el falseamiento de sus orígenes e historia.
B - Metodología de la restitución:
Las familias impuestas que formaban parte del aparato represivo o esta-
ban vinculadas al mismo y que por ese medio tomaron posesión de las criatu-
ras, bajo ningún concepto podrán permanecer con los niños, ya que se trata
de pseudo-padres, partícipes de la represión, y ahí justamente está la perver-
sión del vínculo y la perpetuación del acto represivo. En tales circunstancias
no se puede hablar de adopción sino de apropiación.
C - Aspectos legales:
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tal motivo no pueden ser objeto ni de confirmación ni de rectificación. Decla-
rada la nulidad o la revisión, la restitución de los niños y la recuperación de
su identidad familiar es consecuencia del principio legal que dispone que todo
deberá volverse al estado de cosas anterior o igual estado en que se hallaba
antes del secuestro o desaparición.
III - Propuestas
1°) Que como parte de la reparación que debe realizar el actual gobierno
en atención a la continuidad jurídica correspondiente propicie:
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d - Instrumentar las estructuras necesarias que puedan garantizar
la correspondiente identidad de los niños en el momento en que sean hallados.
CAPÍTULO II
El secuestro.
Apropiación de niños y restitución
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Abuelas de Plaza de Mayo
Noviembre de 1988
Nos es difícil pensar que el punto más sensible, más generoso y abierto
al futuro del ser humano, su descendencia, haya sido utilizado como intento
de extinción definitiva de la herencia biológica, psicológica e ideológica de las
víctimas, a la vez que el mismo sentimiento de amor a la niñez y a la descen-
dencia, sea manipulada, con el argumento del supuesto bienestar de los ni-
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ños, para inducir a la confusión, a la justificación o al silenciamiento de la
acción inhumana del secuestro-desaparición de niños.
Cuando lo que nos ocupa es de tal magnitud que se refiere a los derechos
humanos de los niños, en nuestro caso niños desaparecidos secuestrados-
apropiados, la sociedad entera tiene una deuda ética con ellos. Esta deuda no
es abstracta, repararla cabe a la sociedad toda. Son los jueces de la Democra-
cia, instrumentos representativos, quienes deben posibilitar al pueblo saldarla.
Apropiación
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Hablamos de adopción genuina en aquellos casos en que ésta se realiza
en circunstancias éticas que contemplan el respeto a la singularidad del niño
y a la voluntad y el deseo de los padres, desde una perspectiva solidaria que
no promueve el abandono.
Sin embargo, existe también una práctica de adopción «de registro per-
manente en nuestro medio» cuyas circunstancias «dañan ética y
conceptualmente la noble institución de la adopción»1 y que, bajo la forma
de protección, encubre el disponer a voluntad de vida y destinos ajenos.
1 Abuelas de Plaza de Mayo «La apropiación de niños y el sistema de adopción» .1er. Congreso
Argentino de Adopción.
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apropiación.
* Como queda demostrado en las afirmaciones públicas de Ramón Camps en el reportaje reali-
zado por Santiago Aroca, publicado en la revista española «Tiempo», donde declaro: « personal-
mente no eliminé a ningún niño, y lo que hice fue entregar a algunos de ellos a organizaciones
de beneficencia para que les encontraran nuevos padres. Los subversivos educan a sus hijos
para la subversión. Eso hay que impedirlo». O bien en las opiniones atribuidas a Vaquero testi-
moniadas en el juicio a los ex-comandantes.
Entonces, para que una adopción sea legítima, los padres libremente
tienen que hacerse cargo de ceder el hijo en adopción y renunciar a todo
proyecto de vida en relación a ese hijo en el acto de cederlo. Deseo y proyec-
to que jamás cedieron los padres de los niños desaparecidos, sino que,
víctimas ellos de la desaparición, fueron arrancados compasivamente de sus
seres más queridos. ¿Acaso el clamor de las Abuelas no es la expresión de la
insistencia del deseo de los padres de estos niños?
2 lbid.
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La ilegitimidad de los pseudos padres radica en la imposibilidad de fun-
damentar su deseo en la ilegalidad.
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Desde el punto de vista del derecho internacional el Estado argentino en
su acción sistemática de sustracción de menores, ha violado diversos princi-
pios consagrados por la Comunidad Internacional.
1°) Todo niño tiene derecho sin discriminación alguna por motivo de
raza, color, sexo, idioma, religión, origen nacional o social, posición econó-
mica o nacimiento, a las medidas de protección que su condición de menor
requiere, tanto por parte de su familia como de la sociedad y del Estado.
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Desde el punto de vista del Derecho Interno la dictadura militar argentina
violó diversos artículos de la primera parte, Declaraciones Derechos y Ga-
rantías de la Constitución Argentina.
El artículo 146 del Código Penal establece una pena de tres a diez años
de prisión o reclusión a quien «sustrajere a un menor de diez años del poder
de sus padres, tutor o persona encargada de él, y el que lo retuviere u ocultare».
El art. 139 del Código Penal impone la pena de prisión de uno a cuatro
años «al que por medio de exposición, de ocultación o de otro acto cualquiera,
hiciese incierto, alterase o suprimiese el estado civil de un menor de diez años.
El art. 142 del Código Penal establece la pena de dos a seis años de
prisión o reclusión, al que privare a otro de su libertad personal, en distintos
supuestos tipificados en el articulado.
En algunos casos los menores fueron protegidos por los vecinos cuando
se produjo el secuestro de sus padres. Los vecinos ignoraban el nombre
verdadero de los padres, y en las condiciones de represión que existían en
Argentina consideraron que lo más adecuado era mantenerlos con ellos. Se
trata de los doce niños que permanecen con la familia que los crió y de otros
casos que, sin dificultades judiciales, muchas veces sin la participación de la
justicia, por la sola acción de Abuelas de Plaza de Mayo, fueron voluntaria-
mente restituidos a su familia.
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contribuyeron a que el menor fuese privado de los derechos que le reconoce
las Declaraciones y Convenciones Internacionales. No se trataba de menores
abandonados por sus padres, sino privados de ellos por el accionar represivo
de la dictadura a quienes el resto de la familia los buscaba reclamándolos
ante los distintos órganos del Estado.
Pero los casos más comunes son aquellos en los que se abre la vía penal
por los delitos cometidos en contra de los menores. Se trata de los casos en
que las fuerzas representativas llegaban a los menores a Centros ilegales de
detención, o directamente se apropiaban de ellos, de la totalidad de los casos
de menores nacidos durante la detención de su madre.
Fundamentos de la paternidad
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de hecho, el deseo de paternidad. Entonces ¿se puede cumplir la función
parental desde una paternidad ilegal desde un principio? ¿Desde una paterni-
dad construida a partir de la radical privación, que significa imponer un ori-
gen falso y que, por lo tanto, niega el origen y la continuidad del psiquismo
del niño? Los padres desde su deseo parental, inician la historia psíquica de
un niño, aun antes de nacer.
¿Qué vínculo puede establecer alguien que sabe que está robando el
lugar parental? ¿Se puede mirar al niño sin «encontrarse» con la mirada de
los padres? ¿Sin descubrirse permanentemente en el lugar del fraude? ¿Cómo
se inviste un niño como hijo propio cuando se sabe que su familia lo recla-
ma? Para poder construir este vínculo falso paterno-filial se requiere mante-
ner vigente la desaparición, tanto de los padres, como del niño: excluir a los
padres de toda realidad material y psíquica posible, pasada, presente y futura
y reemplazarlos ilegalmente desde la usurpación de ese lugar. En consecuen-
cia, esta pretendida función de padres psicológicos resulta intrínsecamente per-
versa. Decimos perversa desde la significación más abarcativa y radical del
concepto, que parte de la resonancia que para todos tienen el término e incluye
una perspectiva clínica, una perspectiva social y una perspectiva ética.
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En tanto perversión es desvío, desde la perspectiva ética hablamos de
perversión en el sentido de falsedad como desvío; falseamiento del origen,
de la historia, de la identidad....es decir desvío perverso de la verdad.
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ellos localizados. En algunos casos serán los niños, y adultos, los que encon-
trarán la verdadera historia acerca de su origen.
Restitución
a) Las circunstancias
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proceso de ocultamiento y enajenación. En este tipo de actos se desconoció
toda ley; la transgresión se hizo ley, la perversión la modalidad del vínculo.
b) El carácter
C) El momento
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miento del vínculo originario o del cercenamiento de una parte de sí, en los
casos más tempranos en que el niño aún se vive uno con su madre -se le
suma la imposición de un marco falso de intersubjetividad y de un deseo que
pretende reducirlo a no ser él mismo, en lo que constituye un pertinaz
intento de desidentificación. Se lo arranca, entonces, del universo de senti-
do familiar. Este universo, en todo niño, está connotado por los anhelos y
valores de los padres -primordialmente de la madre- por la imagen y el
nombre anticipado que ella tiene del niño y que lo prefiguran, por las signi-
ficaciones que la madre da las necesidades del niño, que inscriben sus
vivencias corporales.
d) La identidad
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caciones, de lo que se trata es del dominio sobre alguien a quien se toma
como cosa, a quien se intenta hacer desaparecer como persona.
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CAPÍTULO III
Introducción
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5. En una nota verbal de fecha 6 de julio de 1988 la Misión Permanente
de la Argentina ante las Organizaciones Internacionales en Ginebra transmi-
tió una carta del Ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la Argentina en
la cual se expresaba que las autoridades de ese país apreciarían la visita y
adoptarían todas las medidas necesarias para facilitar los contactos solicita-
dos. En nombre del Gobierno del Paraguay, se comunicó verbalmente al
autor del presente informe que la cuestión de los niños estaba sometida ac-
tualmente a los tribunales y que en tales circunstancias no era oportuna una
visita al Paraguay porque podría considerarse como injerencia en el proceso
judicial. En una carta de fecha 5 de agosto de 1988 el Gobierno del Paraguay
informó al Secretario General de que en todos los casos en que el Gobierno
de la Argentina había pedido la extradición, los tribunales, tanto de primera
como de segunda instancia, habían librado un fallo favorable a la solicitud.
Sin embargo, en la actualidad esos casos estaban pendientes ante la Corte
Suprema, que emitiría un fallo en su debido momento.
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Los represores que arrancaron a los niños desaparecidos de sus casos o
de sus madres en el momento del parto, decidieron de la vida de aquellas
criaturas con la misma frialdad de quien dispone de un botín de guerra.
2 Nunca Más. informe de la CONADEP, Editorial Universitaria de Buenos Aires, I997, pág. 299.
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mayor de personas desaparecidas cuyo paradero se desconocía, entre ellas
mujeres y niños, e hizo hincapié en que las mujeres y los niños sufrían los
efectos a la vez como víctimas directas y por su parentesco con las víctimas.
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que habían sido encomendados. La verdadera identidad de los niños se reve-
ló en 1979, tras la búsqueda iniciada por los abuelos. Con arreglo al mencio-
nado informe, la identidad de los niños fue reconocida por los padres adoptivos,
que han convenido en examinar nuevamente la situación en el caso de que
aparezcan los padres de los niños»3.
3 Véase el Informe del Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias, docu-
mento E/CN.4/1435, párrs. 170 a 172.
4 Véase E/CN.4/1492, párrs. 38 a 43, E/CN.471984f21, párrs. 28 a 31, E/CN.4/I985/15, párr. 101,
E/CN.4/1986/I8, párrs. 48 a 51, E/CN.4/I987/I5, párr. 17 y E/CN. 4/1988/19, párrs. 39 y 40.
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Montevideo. La niña fue localizada por las Abuelas de Plaza de Mayo, gra-
cias a una denuncia anónima, en 1980, pero la familia que se había apropia-
do de la menor cambió de domicilio y sólo se le volvió a encontrar en 1983.
Su falso padre había sido miembro de la policía argentina, desempeñándose
en la Brigada XV de La Matanza, con asiento en San Justo, que funcionaba
en un local utilizado como centro clandestino de detención de desapareci-
dos5. La niña fue reintegrada a su familia legítima en 1984, luego de un largo
proceso judicial. Sus padres continúan desaparecidos.
En 1977, la niña fue inscrita como hija propia por uno de los jefes de la
Triple A y su mujer, que no tenían hijos. En 1984, la abuela de la niña, que
contó con la ayuda de las Abuelas de Plaza de Mayo y de otras personas,
logró establecer que su nieta se encontraba en poder de uno de los responsa-
bles de la desaparición de su hija. Por entonces la familia que se había apro-
piado de la niña se encontraba escondida, prófuga de la justicia. En 1985 fue
localizada y la niña entregada a su abuela materna.
«Pero sin duda, uno de los hechos más oprobiosos que la Comisión
Nacional pudo conocer e investigar sobre los alumbramientos en cautiverio
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de jóvenes desaparecidas, fue lo ocurrido en ciertos sectores del Hospital
de Campo de Mayo y que, necesariamente requiere un tratamiento propio.
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sala y que el sargento carpintero de apellido Falcón había violado a una de
ellas siendo sancionado con diez días de arresto por este hecho, pero que
luego de cumplirlos había seguido normalmente en el servicio. Agrega que,
cuando llegaba el momento del trabajo de parto, las prisioneras eran trans-
portadas, presumiblemente por la noche, al servicio de Ginecología y Obste-
tricia, cuyo jefe era el Mayor Caserotto, actualmente en el mismo cargo,
pero con el grado de teniente coronel, según entiende el denunciante. A
través de comentarios generalizados del personal del Hospital sabe también
que, una vez nacido el hijo, las prisioneras eran separadas del niño e inme-
diatamente desaparecían del Hospital de Campo de Mayo con destino desco-
nocido. En cuanto a los niños, permanecían en el servicio de nursery»6.
13. Según las pruebas reunidas por la CONADEP, los niños secuestrados
compartieron en muchos casos el suplicio de sus padres y a menudo fueron
obligados a presenciar las torturas que se les infligían a sus progenitores.
6 Ibid., p. 307 a 309.
16. Sería difícil evaluar en qué medida influyó en los represores el enfo-
que ideológico descrito o una especie de sadismo que los llevara a prolongar
en los hijos o en los padres de sus víctimas, el suplicio a que éstos fueron
sometidos. Lo cierto es que la apropiación de niños fue realizada
sistemáticamente por algunos sectores del aparato de exterminio creado por
la dictadura militar, pero no por todos los sectores. Muchos de los niños
encontrados en el momento de la detención de sus padres fueron dejados
en manos de vecinos que buscaron a sus familias para devolverlos o que
los protegieron. A veces fueron simplemente abandonados o dejados en
hospitales u orfelinatos, donde murieron o fueron entregados a padres
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adoptivos. Algunos de los niños nacidos en cautiverio fueron entregados a
sus abuelos.
17. Como las Madres de Plaza de Mayo, las Abuelas iniciaron la búsque-
da de sus hijos y nietos desde el momento mismo de la desaparición. Algunas
de ellas sabían que sus hijos habían sido asesinados y que sólo sus nietos
podían devolverles en cierto sentido las vidas que les habían sido arrebata-
das. Otras no han podido hasta el presente saber con certeza el destino de
sus hijos, pero sí saben que sus nietos se encuentran en manos de los res-
ponsables del asesinato o desaparición de los padres o en manos de funcio-
narios, ex funcionarios u otras personas involucradas en delitos relaciona-
dos con las desapariciones forzadas o involuntarias.
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22. Las familias de los niños encontrados debieron iniciar, con el sacrifi-
co consiguiente, largos procesos judiciales durante los cuales no siempre
pudieron contar con la determinación de los jueces. En efecto, algunos de
éstos actuaron con excesiva lentitud, sin utilizar todos los recursos legales de
que disponían para lograr una pronta devolución de los niños7.
7 Véase el informe del Grupo de Trabajo sobre Desaparición Forzada o Involuntaria, documento
E/CN'4/1986/18.
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las pruebas hemogenéticas para probar de manera irrefutable la identidad
de los mellizos, el matrimonio Miara logró fugarse de la Argentina lleván-
dose consigo a los niños. En enero de 1987 se supo que se encontraban en
el Paraguay.
Cabe agregar que Samuel Miara (alias González o Turco) trabajo en los
centros de atención «Vesubio» y «Club Atlético»8.
Niños en poder del Mayor Médico del Ejército Norberto Atilio Bianco
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encargada del traslado clandestino de los presos uruguayos desde dicho
centro clandestino, situado en Buenos Aires, hasta Montevideo, Uruguay.
En mayo de 1983, gracias a un anuncio publicado en un diario de Buenos
Aires requiriendo datos sobre el paradero de la niña, una organización de
derechos humanos del Brasil recibió una denuncia anónima diciendo que
Miguel Ángel Furci y su mujer, Adriana González de Furci, tenían en su
poder una niña con las mismas características físicas y la misma edad que
la requerida. Se indicaba además que la mujer de Furci nunca había estado
embarazada. Con esta información se presentó una denuncia ante el Juzgado
Federal de San Isidro que el juez tramitó con extrema lentitud, según lo
observado por las Abuelas de Plaza de Mayo. Después de un laborioso tra-
bajo realizado por los abogados de la abuela de la niña para instar el procedi-
miento y en el momento preciso en que se ordenaba la realización de las
pruebas hemogenéticas, la mujer abandonó su casa llevándose a la niña con
rumbo desconocido. Más tarde se pudo determinar con un alto grado de
certidumbre que el matrimonio estaba en el Paraguay con la niña desaparecida.
29. Se sabe que el Capitán Vildoza tiene en su poder uno de esos niños y
el hecho fue denunciado a la justicia. El Capitán Vildoza se encuentra tam-
bién presuntamente en el Paraguay, con el niño de que se ha apropiado.
30. Entre las múltiples investigaciones realizadas por las Abuelas de Pla-
za de Mayo para localizar niños desaparecidos, una de ellas las llevó a deter-
minar que la pareja compuesta por Ornar Alonso y María Lujan de Mattía
tenía en su poder a una niña hija de personas desaparecidas. Ante las prue-
bas reunidas para llegar a esa conclusión, el Juzgado No 1 en lo Penal de la
Plata dispuso la detención de esas dos personas que no se habían presentado
cuando fueron citadas para las pruebas hemogenéticas que permitirían deter-
minar la verdadera identidad de la niña. Las investigaciones policiales realiza-
das para localizarlos tuvieron repercusiones de otra índole, pues se pudo -
determinar que Alonso estaba vinculado a una red de narcotraficantes- en
la que también estaría involucrado Guillermo Suárez Masón, quien fue Co-
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mandante del Primer Cuerpo de Ejército y uno de los jefes castrenses más
señalados en denuncias sobre desapariciones y otras violaciones de los dere-
chos humanos durante el período de gobierno militar en la Argentina. Sin
embargo, la pareja logró salir del país a fines de 1986 y existen grandes
indicios de que actualmente se encuentra en el Paraguay.
31. Las gestiones judiciales realizadas por los familiares de los niños
desaparecidos y por las Abuelas de Plaza de Mayo han sido difíciles, fatigosas
y, en algunos casos, no han dado frutos porque los niños fueron sustraídos
de la jurisdicción de los jueces argentinos.
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35. Varios jueces omitieron tomar las medidas necesarias para impedir
que los presuntos apropiadores se rugaran, abandonaran el país o se oculta-
ran, sustrayéndose asía su jurisdicción. En casos en que las medidas fueran
ordenadas, las instituciones o fuerzas encargadas de la vigilancia de esas
personas no parecen haber ejecutado con eficacia las órdenes judiciales,
pues varios de los apropiadores lograron salir del país y actualmente residen
en el Paraguay, donde han llevado a los niños.
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peor, pues al esclavo, por lo menos, se le permitía conocer su historia. Po-
dría asimismo esta condición asemejarse a la del animal doméstico, a quien
se rodeó de lujos e incluso de cariño, pero con el único objeto de producir
satisfacción a su dueño.»
b) la destrucción de su identidad,
41. Por considerar que los niños que se encuentran en poder de sus
secuestradores o apropiadores corren grave peligro para su salud mental y
física, las Abuelas de Plaza de Mayo han multiplicado sus esfuerzos por
lograr su restitución lo antes posible.
41
determinar la identidad de los niños examinó este tema, vinculando sus investi-
gaciones a los derechos humanos. En un trabajo sobre la materia se dice:
V. Observaciones finales
42
45. La comunidad internacional está preocupada por las violaciones de
los derechos humanos como resultado del secuestro y el traslado ilícito de los
niños y por las demoras en la adopción de las medidas urgentes necesarias
para corregir la situación. Las víctimas de esas violaciones de los derechos
humanos son los niños secuestrados, sus padres (desaparecidos o no) y sus
abuelos o demás familiares que los buscan.
43
su informe al Presidente de la Argentina, la CONADEP llega a la conclusión de
que las víctimas de las desapariciones fueron, en la inmensa mayoría de los
casos, personas que no tenían nada que ver con actividades terroristas10. El
objetivo de quienes perpetraron las desapariciones era eliminar a determinados
sectores de la sociedad que se oponían al gobierno militar y a su política de
terror. Para cumplir su tarea destructiva se fijaron como objetivo no sólo per-
sonas, sino también familias enteras y grupos sociales independientemente de
las opiniones personales de los distintos miembros de esas familias o esos
grupos11. A su juicio, los vínculos de sangre o el contacto social contaminan e
incrementan la tendencia a la «subversión», y en consecuencia, merecen castigo.
53. Sin embargo, los mecanismos oficiales para localizar a niños secues-
trados no parecen haber funcionado en forma eficaz, ya que la gran mayoría
de los niños encontrados, después de haber desaparecido, se ubicaron gra-
cias a los esfuerzos de sus parientes y de las Abuelas de Plaza de Mayo.
12 Véase la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, art. II e.
13 El secuestro de niños como forma de tortura o castigo de sus padres u otros parientes y la
utilización de niños para aumentar el dolor y el sufrimiento de la persona torturada, ya sea
obligando a los niños a estar presentes cuando se está torturando a sus parientes, o viceversa,
es uno de los métodos más despreciables de tortura de los que se informa que han sido utiliza-
dos en la Argentina. Véase Nunca Más, op. cit., en 2, p. 319 a 321, informes en legajos Nos.
5187, 2628, 3048 y 5473.
44
14 Si bien el autor del presente informe reconoce la disposición especial que figura en la «Ley de
obediencia debida" con respecto a la apropiación ilícita de niños, la referencia a ese texto legal
no implica que comparta el principio de "la obediencia debida» y sus consecuencias jurídicas.
45
56. Resultaría inadmisible y materia de grave preocupación internacional
el que un país se convirtiera en refugio de secuestradores y lugar de oculta-
ción de los niños de los que ilícitamente se han apropiado aquéllos. Debe
exhortarse al Gobierno del Paraguay a que tome medidas inmediatas para el
retomo de los niños a su país de origen, dadas las abundantes pruebas de que
fueron trasladados ilegalmente al Paraguay en violación de leyes concretas
de su país natal y que, en consecuencia, son objeto de un tráfico ilícito que la
comunidad internacional también condena.
46
CAPITULO IV
El texto del diálogo con la Dra. Fracoise Doltó que publica «Psyché»
evidencia una desinformación de y a la Dra. Doltó, que lleva a preguntar-
se cuál ha sido la intención de la convocatoria a este encuentro. Es así
que el diálogo se concentra alrededor de un equívoco insistente: la adop-
ción de niños homologada a la apropiación de niños, con lo que se
descontextualiza la situación de los niños secuestrados y el abordaje a
este horror aún hoy vigente.
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La voluntad de apropiación utiliza la invalidez del «infans» (ser humano
desde que nace y durante sus primerísimos meses de vida, sin palabras ni
ideas), para montar un andamiaje de mentira que lo captura en dicha invali-
dez. El aparato psíquico de los niños secuestrados se desarrolla en esta situa-
ción de captura y de enajenación de su deseo.
48
Tenemos la experiencia que ninguno de los niños restituidos se comporta
como si se los separara de su propia familia o de padres adoptivos verdade-
ros dadores de identidad.
3) F.D.: «Lo importante es que no se instruya al niño para que diga que
ha sido criado por verdugos».
-F.D.: «El cambio de hogar en los niños no se hizo con violencia». (!)
-M.E.B.: «Sí, se hizo con violencia porque las madres fueron reclui-
das, torturadas y muertas luego del parto».
-M.E.B.: insiste en que se mató a los padres, que se trata de una sus-
tracción de niños, y que, a pesar de las exhortaciones públicas, los padres
adoptivos no han respondido.
49
¿Entonces? La opinión sobre la causalidad sorprende. Mataron a sus
padres, los sustrajeron, no responden: entonces, los quieren*.
Los sobrevivientes, entre ellos Mane Hanfova, quien declarara estos horrores en Nuremberg,
fueron reeducados según la ideología nazi y vendidos a familias alemanas, cambiándoles así el
nombre, el idioma, etc.
50
«...sus padres naturales dieron su vida para modificar su sociedad. Pero éste
no es motivo para demoler su propia estructura proponiéndoles detectar a los
padres adoptivos».
8) -F.D.: «El hecho de haber contribuido a que este niño haya sido
abandonado les da más razón para querer reparar el daño, criando al niño».
En primer lugar, estos niños no fueron abandonados por sus padres, sus
padres fueron asesinados y ellos secuestrados-apropiados, sustraídos a sus
legítimos familiares.
51
vida y deseo por parte de los progenitores, ni de los progenitores de sus
progenitores.
9) Unos párrafos más adelante F.D. señala que: «hay que tener mucho
cuidado con el aspecto reivindicatorio de los padres naturales» (a la sazón
judíos en el contexto de la experiencia de la Dra. Doltó). Entonces, otra vez
lógica asombra (¿lógica del inconsciente?): Peligro, frente a los padres natu-
rales. Confianza, frente a quien contribuyó a hacerlos huérfanos. ¿Esto no
parece ya sostenido por una ideología?
Aun en los casos en que los niños, después de la matanza de sus padres,
quedaban solos o con vecinos y eran entregados por éstos a la justicia del
Proceso, ésta, en la mayoría de los casos, no sólo no los restituía a sus
familiares, (a quienes les era negada toda información), sino que, también
como parte del aparato represivo, los mantenía desaparecidos.
52
Cuando lo que nos ocupa es de tal magnitud que se refiere a los derechos
humanos de los niños, en nuestro caso niños desaparecidos-secuestrados-
apropiados, la sociedad entera tiene una deuda ética con ellos. Esta deuda no
es abstracta, repararla cabe a la sociedad toda y son los jueces de la demo-
cracia, instrumentos representativos, quienes deben posibilitamos saldarla.
SEGUNDA PARTE
Sobre las Abuelas
CAPITULO I
Niños desaparecidos
«para que no sean los olvidados de la memoria»
53
Esto se ha producido en Argentina, bajo una dictadura militar entre 1976
y 1983 - treinta mil ciudadanos han desaparecido de los cuales varios cente-
nares de niños1.
54
En el caso que nos ocupa es interesante hacer notar que la lista de espera
se hacía en el Campo de Concentración de la «Escuela de Mecánica de la
Armada». Familias de marinos esperaban que prisioneras embarazadas die-
ran a luz para apropiarse de sus hijos. Se sabía que durante la espera de este
niño, su madre iba a ser torturada, vivía en condiciones inhumanas, alumbra-
ba maniatada y se la entregaba a la muerte después del parto. El deseo de la
madre «adoptiva» no es el de la madre de tener un hijo de tal hombre, sino
que se articula al poder de tener un derecho de vida y muerte sobre esta
mujer víctima y por lo tanto sobre su hijo. Qué será de la palabra de esta
«madre» a nivel de la organización simbólica ya que ella es portadora del no
hablar y del secreto?
Estas preguntas nos llevan a retomar toda la cadena de actos que han
permitido este robo: desapariciones, torturas, asesinatos. Todos los testimonios
dan cuenta del extraordinario sadismo puesto enjuego en estas practicas. No
se puede pensar que estamos allí en el registro de la perversión. El perverso no
desconoce la ley, al contrario la transgresión y el desafío lo tranquilizan perma-
nentemente sobre su existencia y mantienen su goce de poder y jugar con ella.
Gozo mayor es el robo del niño, pero que no se detiene en la falsificación del
acta de nacimiento y permite mantener cotidianamente en todas las relaciones,
comenzando por la del niño, una relación mentirosa que mantiene de muy a
distancia, pero omnipresente y amenazante. Este niño recuerda y reactualiza
permanentemente el acto cometido.
Auge del gozo, del dominio absoluto, asesinato de los padres, posesión
de niño - desafío a la sociedad que procesa con sus leyes.
Estos niños han sido robados con toda impunidad, sus familias los bus-
can, sus abuelas se han organizado en una asociación «Las Abuelas de Plaza
de Mayo». Las Abuelas se han puesto como tarea encontrar sus nietos des-
aparecidos, devolverlos a sus familias y obtener el castigo para los culpables.
Trabajo inaudito que se realiza con el apoyo del pueblo que les da pistas para
ubicarlos a los niños.
55
Alrededor de 400 niños desaparecidos, de los cuales 50 han sido encon-
trados, algunos muertos, otros secuestrados por parejas que los ha robado y
han huido, otros restituidos o que permanecen en las familias donde fueron
encontrados y visitados por sus abuelos.
56
abandonados, sus familias no han cesado de buscarlos, este secuestro se
apoya sobre la negación de la ley y una pretendida impunidad.
Triste destino el de este niño condenado a ocupar el lugar del que por su
misma presencia necesita de la afrenta el horror. Los apropiadores no quie-
ren devolver a los niños, ellos le son necesarios pero no en un proceso
afectivo sino patológico y próximo de la dependencia adictiva de aquel que
por nada del mundo renunciaría al producto de su adicción.
57
CAPITULO II
58
En su artículo de 1983 «Relaciones parentales y propiedad» Janet Farrel
Smith argumentaba que «un modelo implícito de las relaciones de propiedad
subyace en cierta visión de lo parental» muy especialmente en la paternidad.
Carol Brown (1981) había sugerido anteriormente que es en el Derecho de
Familia donde hallamos el punto de intersección entre el patriarcado público
y el privado en los EE.UU.. El Patriarcado privado incluye el control que
cada marido en particular ejerce sobre su esposa, su función reproductiva y
«el producto de la misma; los/as hijos/as», mientras que el Patriarcado públi-
co se ocupa del sistema social -economía, política, religión, etc.,- el cual
es controlado por los hombres colectivamente». El marido que controla el
trabajo cotidiano del ama de casa es apoyado en el ámbito público por la
monopolización ejercida por los otros hombres con respecto a los puestos de
trabajo, legislación, propiedad, conocimiento, etc.». (1981 p.240).
59
Las Abuelas de Plaza de Mayo
En una cruel ironía, y a pesar de que los militares mataban a los jóvenes
padres de los niños, en algunos casos consideraban que las criaturas tenían
«buenos genes», lo que los hacía potencialmente inteligentes y saludables
siempre que se los ubicara en el medio «apropiado», por lo tanto a algunas
de las embarazadas se les proporcionaba un rudimentario cuidado físico evi-
tándoles suplicios mayores hasta el momento del parto.
60
a un esquema de violencia sexual, con el oscuro designio de «destruir su
personalidad y su dignidad como seres humanos y como mujeres».
A esto debemos añadir que las mujeres en Latino América son fundamen-
talmente apreciadas en su papel de «madres». Reteniendo a los niños nacidos
en cautividad y entregándolos posteriormente como «botín de guerra» se
afirmaba el poder del Estado Patriarcal Militar sobre un aspecto característico
de la identidad femenina, la maternidad. Con la supresión de la madre, se
quebranta el lazo humano fundamental, y esto robustece la creencia de que
el Estado Militar controla todo sin oposición. Ser capaz de atacar a la vida en
sus propias raíces muestra al poder militar como absoluto e inmutable.
61
Soportaron malos tratos, insultos y persecución por parte de militares y
policías. Tenían que echar mano de todo tipo de tretas y mostrarse cautelo-
sas para protegerse. Implementaron un código que les permitieron hablar por
teléfono sin sobresaltos acerca de sus familiares desaparecidos. «El hombre
blanco» era el Papa; «Los cachorros», «agendas» o «flores» eran los/as
niños/as; «las chicas», «las jóvenes» eran las Madres de Plaza de Mayo»;
«las viejitas» o «las tías» eran ellas mismas. (Nosiglia, 1985).
«No hay nada que no hayamos intentado para saber algo sobre los niños.
Cuando tenemos indicios de que una familia es sospechosa de haber adopta-
do ilegalmente un niño, iniciamos un seguimiento muy estrecho de la misma.
En ciertos casos alguna de nosotras ha ofrecido sus servicios para ayudar en
trabajos domésticos y de esa manera poder ingresar a la casa. En cierta
oportunidad uno de los abuelos fingió ser un plomero buscando trabajo. Pero
la mayor ayuda proviene de la gente. Con regularidad publicamos en los
diarios información acompañada de las fotos de los niños desaparecidos y la
gente nos acerca alguna noticia sobre ellos. Cuando no podemos acercamos
físicamente a los niños llegamos a usar dispositivos fotográficos para seguir-
los de lejos». (Christian Science Monitor, October 6, 1986).
62
padres. Sin embargo, en el caso de los/as niños/as desaparecidos/as, la ma-
yoría de los padres estaban probablemente muertos, y la filiación biológica
sólo podía cumplimentarse por intermedio de abuelos/as y otros miembros
de la familia.
Nueve niños han sido identificados por medio del empleo de los «marca-
dores» genéticos desde 1984, en que el primer estudio fue llevado a cabo En
siete casos los tribunales argentinos ordenaron la restitución lisa y llana de los
63
niños a sus familias de origen, en tanto los dos restantes están viviendo aun
con aquellos que los criaron.
2 «La Historia Oficial» 1985 un film de Luis Puenzo, narra la toma de conciencia por parte de
una profesora de historia del colegio secundario Esta mujer casada con un adinerado hombre
de negocios comienza a sospechar que su hija adoptada inmediatamente después del nací
miento podría haber sido robada a una familia de «detenidos-desaparecidos» Hacia el final la
madre adoptiva esta lista para enfrentar la verdad sobre el origen de su hijita y dejar de creer las
mentiras de «las historias oficiales" que le habían contado durante toda su vida Desgraciada
mente esta no es una situación comente Muchas de las familias que criaron a los niños se
niegan a permitir que la verdad se ponga en evidencia y han llegado a huir a otros países con los
niños que reivindican como propios (Ver mas adelante)
«No podía crecer abuelita, era como si una mano me estuviera presio-
nando la cabeza» (Dicho por un niño después de ser devuelto a su familia de
origen Abuelas de Plaza de Mayo - Nov. Dic. 1988 Enero 1989).
64
antes de que esta gente raptara a Mariana por segunda vez y desafiando la
orden de la Corte, huyeron de la Argentina.
65
devuelta a la mujer que ilegalmente se había apropiado de ella. Pero el com-
portamiento impecable de su verdadera familia y el deseo expreso de
Ximena llevaron a los jueces a aceptar que continuara viviendo con su abue-
la. No obstante, se estipularon visitas semanales para la madre «adoptiva»
(apropiadora) quién se dedicó a denigrar constantemente a los padres de la
niña. La situación empeoró a punto tal, que a la apropiadora se le otorgaron
los beneficios de un régimen de visitas garantizadas por control policial, opo-
niéndose así a los deseos manifiestos de la niña. El caso de Ximena Vicario
ha sido tomado por la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas
en Ginebra, Suiza.
66
Mujeres y niños/as son equiparados a propiedades. Debían castigarse las
acciones consideradas «innecesarias» o «excesivas» por ejemplo: secues-
tro y cambio de identidad de los niños/as, el robo de bienes, y la violación de
mujeres. El patriarcado público quebró un conjunto fundamental de relacio-
nes mientras buscaba reforzarlo. El secuestro de niños/as y la violación de
mujeres, así como el robo de bienes, era una afrenta al tradicional control
masculino en el núcleo familiar y esta falta individual y social debía ser
penada por el padre/estado. Las Abuelas al igual que otros grupos de Dere-
chos Humanos han denunciado estas leyes y el fin de los juicios a los militares.
67
Manejarse en el tema en cuestión con opiniones apoyadas sólo y exclusi-
vamente en teorías psicológicas tradicionales e intentar resolver así el dilema
es insuficiente, quienes lo hacen fallan al no incorporar la dimensión política
en la restitución. Los que sostienen por ejemplo que la restitución de un niño
a su familia de origen refleja el retomo al biologismo o que se les provoca un
«segundo trauma», divorcian al niño/a de su contexto socio-histórico y
psicologizan un problema social, que existe porque un terrorismo de estado
incontrolado se abatió durante 6 años sobre Argentina. Desde esa perspecti-
va el trauma es definido en términos de relaciones individuales entre los
niños/as y sus cuidadores primarios. Pero lo que este análisis ignora, aunque
no es lo menos importante es el trauma social y político que yace en el centro
de la vida de estos niños: la pérdida de su identidad y de sus historias perso-
nales (Arditti y Lykes 1989) (Lykes y Fariña, 1989).
Los términos de la lucha han sido planteados, una lucha que ha de dirimirse
no sólo en el campo judicial sino también en el político y psicológico. El
debate va más allá de lo específico del caso argentino y revitaliza polémicas
bien conocidas dentro de los círculos científicos, como ser: naturaleza versus
crianza (nature vs. nurture) o aquélla entre situacionalistas y quienes busca-
ban explicaciones para las causas de los fenómenos sociales en procesos
biológicos. El nuevo desafío para las viejas teorizaciones es qué hacer con
estos niños que han sido «codificados» por el terrorífico ejercicio del poder
de parte de una dictadura militar y/o un sistema capitalista de mercado.
Comercio de niños
68
chos humanos de las mujeres y los/as niños/as involucrados/as. Cita el ejem-
plo de Sri Lanka donde se establecieron secretamente «granjas/criaderos de
niños», las mujeres embarazadas son allí verdaderas incubadoras, ya que se
las obliga a acostarse con turistas europeos para que los niños producidos
sean de piel clara, «más apetecibles para las parejas Occidentales, y por lo
tanto de mejor cotización en el mercado».
«No quiero que los que robaron mi pasado sean libres en el futuro»
«Luchemos! No al indulto!»
69
Escrito por un niño restituido a su familia
Abuelas de Plaza de Mayo Julio/Agosto 1989
70
cortar, borrar, cercenar el hilo conductor de la memoria histórica. Los des-
aparecidos vivos, nuestros nietos. Se niega su existencia en cautiverio...
Es el final definitivo para ellos. Pero debe quedar sentado que para el pueblo
esclarecido y para la comunidad internacional que acompaña a las Abuelas
de Plaza de Mayo, la restitución es el único camino válido, reparador. Y éste
es el camino que nosotras continuaremos transitando».
6 Congreso Americano de Adopción, fundado en 1978, es una organización «paraguas» que
reúne adoptados, padres de nacimiento, padres adoptivos, agencias de adopción y profesiona-
les individuales. Promueve la transparencia y honestidad en prácticas de adopción en Estados
Unidos y Canadá. Para mayor información escribir a: AAC, P.O. Box 44090, L'Enfant Plaza
Station, Washington, DC, 20026 - 0040.
Conclusión
71
Las permutas y combinaciones que las nuevas opciones reproductivas
permiten, crearán sin duda un nuevo grupo de seres humanos, para quienes
instancias como la del origen e identidad serán de supremo interés.
1986
Enero: 70 australes = U$S 87, 39
Diciembre: 110 australes = U$S 114, 22
1987
Enero: 150 australes = U$S 112, 61 Diciembre: 350 australes = U$S 68, 35. Difícilmente una
persona empleada en la cocina y limpieza de un sanatorio ganara 500 australes mensuales,
(6.000 australes anuales s/fuentes citadas).
1986
Enero: 0, 801 australes = 1 U$S. Julio: 1, 008 australes = 1 U$S. Diciembre: 0, 963 australes = 1U$S.
Promedio: 0, 9638 australes = 1 U$S.
1987
Enero: 1, 332 australes = 1 U$S Julio: 1, 977 australes = 1 U$S Diciembre: 5, 120 australes = 1 U$S
Promedio: 2, 4793 australes = 1 U$S
En cuanto a lo que se le pagó por su hijo/a no hay objeción, ya que ése no es un «mercado»
oficial y se rige por reglas muy particulares.
Por todas estas razones las cifras dadas por la población que narra este caso no concuerdan
con los valores en vigencia en ese momento.
Referencias bibliográficas
72
Abuelas de Plaza de Mayo. (Nov. Dic. 1988 - Enero 1989).
Informaciones, Buenos Aires, Argentina.
Arditti, Rita (1987). «El Negocio de la Subrogación» Social Policy, 18, 42-46.
Berra, Jorge; Grinspon, Diana; Liwski, Norberto & Binz, Morris Tidball.
(1986) «Identificación Genética de los niños desaparecidos en Argentina»
Advances in Forensic Haemotogenetics 1-443-448. Berlín Heidelberg,
Springer-Verlag.
Networking Against Female Sexual Slavery (p. 94-102) Nueva York: The
Intemational Women 's Tribune Center.
73
Castagno de Vicentini (1984)
Di Lonardo, Ana María, Darlu, Pierre, Baur, Max, Orrego, Cristian, &
King, Mary Claire (1984) «Genética Humana y Derechos Humanos: Identi-
ficación de las familias de los niños secuestrados» ^»?. J. Forensic Med. and
Pathology 5, 4, 339-347.
Lykes, M. Brinton and Fariña, Juan Jorge. (1989) «Gun the un official Story
have a Happy Ending?» («¿Puede tener un final feliz la historia no oficial?»)
Nova, «The Search for the Disappeared» («A la búsqueda de los des-
aparecidos») Programa realizado en PBS en 1986. La transcripción de este
programa de una hora de duración tiene un precio de cuatro (4) dólares y
puede solicitarse a NOVA, Box 322, Bostón, MA. El video o un film de 16
mm. se vende en Coronel Film and Video, 108 Wilmont Rd., Deerfield, IL
60015, 1-800-621-2131.
74
Raymond, Janice G. (1990) «Of ice and men: The big chill over women's
reproductive rights» («De hielos y hombres: El congelamiento de los dere-
chos reproductivos de la mujer») Issues in Reproductive and Genetic
Engineering, 3r. 45-50.
CAPITULO III
Las Abuelas:
75
Atrapados sin salida, daremos una opinión de izquierda o de derecha,
neutral o comprometida, en todo caso, radicalmente diferente si se hace
desde el Terrorismo de Estado aún no superado del todo, o desde la Demo-
cracia pluralista que no termina por consolidarse.
Se trata, para empezar, por reconocer que algo tenemos que hacer con
el deseo y la ausencia, con el olvido y la memoria. Que tanto el olvido como
la memoria nos son necesarios, y que es preciso saber y recordar para
poder olvidar.
Casi nada sabemos -y Dios nos libre y nos guarde de saberlo todo-
pero algo podríamos pensar sobre éste, nuestro patrimonio mortífero.
Ese rasgo de nuestra identidad que se nos impone como destino. Pen-
sar, no como ilustración o como enciclopedismo estéril -como racionalidad
cultural- sino como elaboración simbólica. La que permite y augura que el
espanto no se repita, que se conjure la tragedia.
76
La pregunta insiste y se amplia: ¿-No sería mejor dejar las sosas donde
están y no pensar más en eso? Es decir: ¿no sería mejor aceptar el vacío, allí
donde existe la vida y la muerte? ¿No sería mejor dejar de pensar? Dejar de
hurgar en la memoria de un pasado maldito. Suspender la búsqueda de los
hijos de sus hijos. Cesar de quererlos, de desearlos. ¿No sería mejor resig-
narse, aceptar, cómplices, el vacío por el que sus seres queridos se esfuma-
ron como humanos y consolidar así, de una buena vez, una identificación
mortal con el poder de un Estado sin fallas, que desea su muerte -o, mucho
más, su inexistencia pasada, su no inscripción- reeditando el fantasma ori-
ginario que actúa como trauma siderante?
Acaso ése, el de las abuelas, ¿no es un amor ciego? Amor que nunca
existió. Si esas abuelas jamás conocieron a sus nietos. ¿Cómo puede dolerle
la ausencia de lo que nunca tuvieron?
77
Ellos los hicieron1. Genitores. Les dieron nombre, los bautizaron, les
pusieron fecha de fabricación y lugar de origen. Se hicieron de hijos esclavos.
1 Desde el punto de vista filosófico, la «creación teológica no es más que una palabra, un nombre
falso para designar lo que en verdad es sencillamente producción, elaboración, fabricación o
construcción La «creación» teológica sigue siempre el modelo del Timeo Dios es un construc-
tor, un artesano que mira los eide, las formas preexistentes, y los utiliza como modelos o
paradigmas para modelar la materia Pero Dios no crea el eidos ni en Platón ni en ninguna
teología racional Dios es el artesano-demiurgo- de las formas «intermediarias», del mundo
y de todo lo que este contiene del timeo, pero no es -y no podría ser- el creador de los
eschata (como diría Aristóteles en la Metafísica}, es decir, -creador de la materia desnuda y de
los eide-formas últimas de los elementos matemáticos del Tuneo Dios no es el creador de lo
«vivo eterno» El Dios del Génesis no lo es tampoco ÉL solo le da forma al tohubohu ya
existente Nuestros dioses -militares- fueron consecuentes con esta concepción teológica
2 Dejando de lado el sentido polémico y hasta peligroso del término patriarcado, esos dioses
-dioses de la aparición y la desaparición- se me hacen dioses patriarcales. Dioses envidio-
sos de la fertilidad femenina que realizan -en su universo psicótico- la fantasía de ser ellos los
que hicieron a esos niños, los que después de «gestarlos» les pusieron nombre, les pusieron
fecha y lugar de nacimiento Les dieron identidad e historia, los bautizaron y -(denegando a
sus verdaderas madres (ya que no aceptan el asesinato sino que reclaman la inexistencia de
esas madres desaparecidas)- después de construirlos ellos mismos, les dieron una «madre».
78
aymaras, shuaras, tetetes, cofames, cayapas, miskitos, mayas entre otros fue-
ron homogeneizadas bajo la categoría de indios). Culturas e historias desapare-
cidas. Sobrevivieron algunos, si acaso, cuando sus trabajos, sacrificios y ofren-
das eran esenciales para el soporte de sus amos en el lugar de los dioses3.
Allí, también, la aparición (de los negros), la desaparición (de los aborí-
genes) que los dioses impusieron desde el poder.
79
miento al que fueron sometidos los negros africanos. Seguramente no se
puede comparar la persecución masiva, la tortura y la desaparición a la que
fue sometida la sociedad argentina desde 1977 hasta 1983 con los horrores
de las guerras convencionales (la del Paraguay, la de las Malvinas para citar
sólo dos que nos «tocaron» de muy cerca) o con los cortes de los inmigrantes
y refugiados, pero, sin embargo, algo tienen en común. Son parte de una
historia traumática, identidad nuestra hecha con marcas letales. Existe un
registro diferente -una particular inscripción en la individualidad psíquica, y
en el imaginario social-para las guerras, el Holocausto, los genocidios, el
Terrorismo de Estado y la amenaza nuclear, pero todas ellas ponen en peli-
gro la supervivencia de la especie y, por lo tanto, comparten una particular
manera de impedir su captura simbólica. Captura simbólica que se suprime
con la propuesta inicial.
Para las Abuelas «dejar las cosas donde están» significa que ellas mis-
mas deberían aportar a su aniquilamiento Evaporarse Reconocer que nunca
tuvieron hijos Ignorar la verdadera identidad de esos niños, la que pone en
deuda la omnipotencia de sus captores Con la búsqueda que no cesa, y su
inclaudicable reclamo, las Abuelas configuran el destino que se opone al
avasallante despliegue del poder totalitario. Lo que no callan, lo que las abue-
las denuncian con su incorruptible anhelo de encontrarlos es, simplemente, la
existencia de esos niños, de sus nietos. Esos niños existen Lo que las Abue-
las pretenden es poder llamarlos por su nombre Esos niños son la prueba
incontestable del delito cometido Delito que impide nombrar a los niños
Delito que impone nombrar a los culpables
Por el contrario, «dejar las cosas donde están», invita a aceptar el silen-
cio, la insensatez y la muerte La muerte, y la abolición de muerte. Propone,
también, resignarse a la prolongación del Terrorismo de Estado que nuestra
precaria Democracia intenta interrumpir.
4 Seguramente los acontecimientos históricos que con marca de sangre y fuego gestaron nues-
tra identidad no se enhebran racionalmente en una secuencia causal -o casi causal- regida
por leyes que explican nuestro destino. Los intentos de hacer derivar nuestros males actuales
de los antecedentes mortíferos no elaborados, o de profetizar y augurar otros horrores por venir
en función de una pasado que asi parecería imponerlo, ignora que la sociedad instituyente
(no la instituida) es el modo de ser del campo histórico social «Urdimbre inmensamente
compleja de significaciones» (C Castoriadis) que, independiente de la base material, empa-
pan, orientan y dirigen toda la vida de la sociedad En última instancia, creación imprevisible
del imaginario social
Con todo, es lícito pensar que aquellos vientos trajeron estos lodos, que algo hubo en lo
viejo Algo que el quedar pendiente de resolución, preparo -determino, diriamos- lo nuevo
Pero nada se opone a que podamos afirmar que lo antiguo entra en lo nuevo con la significación
que lo nuevo le da. Quiero decir de acuerdo a los esquemas imaginación del presente
Cada sociedad instaura, crea, construye su propio mundo Su propia identidad Lo que
mantiene unida a la sociedad, lo que la sostiene cohesionada, no es otra cosa que el magma de
las significaciones imaginarias, sistema de interpretación del mundo creado por ella Mas que
sistema de interpretación que la sociedad tiene, sistema de interpretación que hace y es la
sociedad Y esa es la razón por la cual la sociedad totalitaria percibe como un peligro mortal
80
todo ataque contra este sistema de interpretación El develamiento de la «verdad» se entiende
como un violencia ejercida contra su identidad Una agresión contra si misma «Mejor, enton-
ces, dejar las cosa donde están»
TERCERA PARTE
Apropiación-Restitución
Algunos casos
CAPITULO I
81
Hablo de los niños robados y no de los adoptados, pues me parece fun-
damental marcar la diferencia. Volveré sobre esto.
¿En qué circunstancias se ha realizado este robo? Ya sea que las madres
estuvieran en los campos de concentración, habiendo sido llevadas encintas el
hijo-tomado a su nacimiento, ya sea que los padres estuvieran secuestrados,
matados en sus casas o en la calle y los niños robados en ese momento.
82
falso de la realidad, instauraron un proceso de alienación que pesó sobre
toda la población.
83
Por un lado, la fuerza pública es empleada ilícitamente, y por otra, el
gobierno es cómplice de hechos delictivos dando su consentimiento pasivo a
los actos de grupos parapoliciales y paramilitares.
II
¿No podemos pensar que en esa relación de odio, pero también de ad-
miración reconocida en los testimonios, la puesta en acto del asesinato del
padre? La imagen del padre prestigioso de la horda primitiva estaría repre-
sentada por el militante, el opositor político, torturado, envilecido y asesina-
do. Su niño robado y apropiado, parte de él mismo, cortado de su propia
filiación, sería reintroducido en una nueva filiación, otro grupo, el de los
militares o el de los policías.
Por este acto el militar crea una nueva descendencia, niega sus ascen-
dientes efectuando una ruptura de filiación con ellos. Pero se trata igualmente
de borrar una filiación, se mete mano en la filiación del militante asesinado
84
¿Por qué en efecto, ciertos niños han sido conservados mientras que tantos
otros fueron asesinados?
85
el fantasma de un engendro por la cabeza del cual nos habla J. Guyotat
cuando hace alusión a la filiación narcisista que él diferencia de la filiación
instituida. «Este nacimiento por la cabeza representa así la filiación de los
pensamientos y la filiación intelectual y espiritual». Aquí encontramos la
ideología del Gral. Camps.
III
En el caso que nos ocupa es interesante notar qué listas de espera esta-
ban abiertas en el campo de concentración de la ESMA (Escuela Mecánica
de la Armada, escuela de la Marina tristemente célebre). Familias de milita-
res de la Marina esperaban que prisioneras encintas parieran para apropiarse
de sus hijos.
86
puede disociar esto del tratamiento infligido a sus padres, torturados y asesi-
nados. Cuerpo negado de la madre. Cuerpo negado del padre. ¿Qué deman-
da le será dirigida a este niño? ¿A esta cosa? ¿A este objeto? Si hay represión
de la interrogación genealógica, fundamental para obtener la diferenciación
de los individuos en la especie ¿debemos hablar de niño, o debemos hablar
de objeto?
IV
Estas preguntas nos llevan a retomar toda la cadena de actos que han
permitido que este robo se cometa, desaparición, torturas, asesinatos. Todos
los testimonios recogidos acerca de los sobrevivientes dan cuenta del ex-
traordinario sadismo puesto enjuego en estas prácticas. Sadismo sexual (vio-
laciones, jejenes en las partes genitales, introducción de ratas en la vagina o
el ano, bestialidad), sadismo moral (asistir a la tortura de un ser querido,
amenaza a familiares, simulacros de fusilamiento, simulacros de puesta en
libertad), sadismo en la búsqueda del dolor (presencia de médicos para que
el corazón no afloje, sofisticación y refinamiento en la elección de la tortura
física). Hacer el mal por el mal estaba mucho más presente que una técnica
en vista de obtener datos.
Nuevas leyes están erigidas por nuevos maestros que tienen derecho de
vida o de muerte sobre sus víctimas. Ellos mismos, por este nuevo sistema,
escaparían a la ley que hace que la vida esté obligatoriamente ligada a la
muerte. Reduciendo las víctimas al estado de excrementos el pase se efectúa:
abolición de las diferencias de los sexos y de las generaciones. Nacido en
tales condiciones, nada nos hace pensar que el niño robado es investido de
otra manera por sus «padres adoptivos», más que como objeto deshecho,
pedazo de sus padres.
87
Yo doy muerte, seguro de mi impunidad y lanzo el desafío mas audaz:
hacerme padre de aquel cuyo padre asesiné.
88
lias colaboraron a su reinserción en el medio familiar y organizaron visi-
tas con sus abuelos y la continuación de su educación) ya sea descubrir
que sus nietos estaban en manos de policías o de militares que no querían
devolverlos.
Tanto el robo de estos niños tiene lugar en una cadena patológica, que
parece perpetuarse hasta el infinito (es el mal más allá de la muerte), cuanto
el difícil desafío de las Abuelas de Plaza de Mayo debe situarse del lado de
la vida, de la búsqueda de la verdad y de la asunción de la realidad. Lo que
aparece de golpe es el rechazo de la abolición de las generaciones. Es la
exigencia del restablecimiento de los lugares en la filiación. Los abuelos, los
padres, los hijos, no es más que la misma cosa. Y las Abuelas lo signan con
una reivindicación muy precisa: la aparición de los cuerpos. «Si nuestros
hijos y nuestros nietos fueron matados ¿dónde están sus tumbas? ¿Y si no,
donde están?
89
con ellos. La niña se dirigió a la habitación donde la esperaban los
abuelos que ella ya había encontrado, acompañada por un psicólogo.
Podemos decir que la búsqueda de las Abuelas está lejos de ser una
búsqueda «puramente afectivas (que sería suficiente) pero va más allá en la
«institución de lo vivo». No hay pases mágicos que confunden las genera-
ciones, los muertos y los vivos sino la restitución de los lugares que corres-
ponden a los muertos y a los nacimientos.
En esa aceptación de lo vivo que es mortal, que las abuelas han conce-
bido el proyecto de un Banco de Datos Genéticos, que dará la posibilidad,
después de su muerte, a todo niño o adulto que lo desee, de encontrar el
secreto de sus orígenes (hubo casos de adolescentes que se presentaron en
la oficina de investigaciones, que tenían dudas sobre sus orígenes: eran hijos
de desaparecidos. Por el contrario, padres que habiendo adoptado niños en
instituciones y que temían que no hubieran sido voluntariamente abandona-
dos, pudieron verificar que no eran hijos de desaparecidos.
90
impotencia de sus largos años de búsqueda y la impunidad casi total de los
criminales.
Estas citas pueden parecemos de gran crueldad. Sin embargo, para estas
mujeres que deben admitir después de largos años de búsqueda sin respues-
ta, que sus hijos están muertos, saber al mismo tiempo que sus nietos no
fueron asesinados, mantiene una luz de esperanza, un posible reencuentro,
más allá del tiempo, más allá del horror. Una abuela me decía: «Cuando una
de entre nosotras tuvo la felicidad de encontrar a su nieto, Ud. no se imagina
lo importante que es para él saber que nosotros nunca renunciamos a buscarlo,
que nunca lo abandonamos». La situación totalmente inédita a la que fueron
confrontadas estas madres y estas abuelas las pusieron en la obligación de
«inventar». Inventar caminos extremadamente largos y complicados para
llegar hasta estos niños, inventar los medios de una restitución que respeten y
preserven a sus nietos. Se rodearon de especialistas que se reconocieron en
un primer tiempo tan desprovistos como ellas, teniendo que hacer frente a
una situación para la cual su experiencia no les aportaba ningún modelo.
Hoy, los años de experiencia les permiten afirmar ciertas cosas. Cito las
palabras de María Isabel de Mariani, Presidente de la Asociación Abuelas de
Plaza de Mayo, pronunciadas en un congreso sobre la restitución en 1985:
91
sociales y jurídicas, como un retomo a la vida, insistiendo sobre el riesgo
psíquico al que están expuestos estos niños en el marco de su secuestro.
VI
(El ítem VI de este trabajo reproduce la entrevista a la Dra. Doltó publicada en Psyché reprodu-
cida en el Cap. IV de la Primera Parte de esta edición.)
VII
92
La invocación de la obediencia debida, en este caso, niega el estado de
derecho y divide a los ciudadanos en dos categorías, aquellos que tendrían
que responder por sus crímenes y los otros.
El artículo nro. 5 de esta ley estipula una excepción con respecto a los
niños: «La presente ley, no anula las acciones penales en el caso de los delitos
de sustitución de estado civil de sustracción y ocultamiento de menores»
¿Por qué este artículo? Las Abuelas respondieron denunciando «El ca-
rácter de singular privilegio donde nos ubica este cambio atroz: un nieto
contra dos hijos este cambio es tan repudiable como el acto en sí mismo del
secuestro de cada uno de los 30.000 desaparecidos. Los niños incluidos»
Hay que ver en la promulgación de esta ley otra cosa más que el hecho
de ceder a un chantaje de las fuerzas armadas. Los civiles tampoco quisie-
ron ver a sus fuerzas armadas corrompidas, cobardes y criminales en el
banquillo de los acusados.
93
De donde se infiere la obligación de memorizar, la necesidad de rehacer
la memorias, de reinscribir lo que tuvo lugar, de rehacer el camino al revés,
de volver a dar al tiempo su significado, de no someterse al tiempo suspendido,
Fuentes
Études sur la détention non reconnue et son role dans la pratique des
disparitions forcees ou involontaires, Fabienne Lenoir expert aupres de la
Federation internationale des droits de 1'hommes, París, 1986.
94
Rapports du centre d'etudes legales et sociales (C.E.L.S.) 1984/1987.
Rapports du Groupe de travail de la commission des droits de 1'homme
sur les disparitions forcées ou involontaires (O.N.U.), Geneve, 1986.
CAPÍTULO II
La restitución
una respuesta identificante
Las Abuelas de Plaza de Mayo, sus hijos y los hijos de sus hijos tres
generaciones víctimas de la más atroz de las violencias, la del terror de
Estado. Hoy sabemos que si no se da cuenta de este horror siniestro, sus
efectos inscriptos en el psiquismo actúan también sobre la descendencia,
involucrando a las generaciones siguientes. Violencia que instrumentó el
aberrante intento de aniquilamiento de las personas y de las relaciones de
parentesco que las une.
95
el robo del niño a sus familiares. Poder encamado en el torturador, en la
enfermera, en el médico. Nadie a quien recurrir o apelar. Violencia
desestructurante pensada para inducir a las víctimas (abuelos, hijos, nie-
tos, familias) a ocupar una posición que paraliza y enloquece: sentirse la
causa de la violencia padecida. (Esto es válido tanto para los adultos
como para los niños.)
Restituir: devolver los niños a sus abuelas, a sus familias, más que eso,
devolverle a los niños sus abuelas, sus familias y todos sus derechos, cen-
trando así, más precisamente, la restitución y sus fundamentos en los niños.
96
Desde el equipo de abuelas dijimos: «La restitución de los niños como
reparación posible, social y familiar, constituye una ética que se sustenta en
la verdad y en la justicia, en el derecho a la vida en dignidad y libertad. Es en
la intersección de esta ética con la salud, entendida como salud social, que se
da la posibilidad del develamiento de la verdad, de la recuperación del pensa-
miento, la palabra y la memoria social, del conocimiento de la historia y de la
-construcción de la justicia».
97
Pienso importante hacer una referencia a las diversas situaciones con
los apropiadores según sus características y comportamiento y a nuestra
posición respecto a los mismos.
98
los jueces era el diagnóstico y el pronóstico de alto riesgo de la situación de
apropiación y, en consecuencia, el carácter de urgencia que tenía el acto
restitutivo. Una vez que la Justicia conocía esta situación se encontraba
frente a la necesidad de decidir. Definíamos a dicha situación como prolon-
gación del secuestro y de constante desidentificación y agresión sobre el
aparato psíquico en desarrollo. La apropiación no puede incluir ningún pro-
yecto sano. El niño tiene registro de algo horrible e inquietante y padece el
haber sido colocado en la situación de ser otro.
Sobre este punto del deseo el criterio de los jueces tomaba otros rum-
bos: no se trataba del deseo sino de la voluntad del niño y si era conveniente
o no consultarlo. Para nosotros el niño no debe ser colocado frente a la
responsabilidad de elegir, puesto que desde su lugar de captura no tiene
posibilidad de elegir.
Pienso que sería útil describir contenidos concretos de los criterios que pro-
pusimos para el primer acto de restitución. Por ejemplo los referidos al juez:
99
2. Que en esta separación se opere como en una situación de duelo
súbito, con un corte radical con los apropiadores, donde el juez y los adultos
asuman la prohibición de lo que hace daño frente al niño.
100
Sabíamos que la niña había llegado al Tribunal con los apropiadores y un
hermano de él. Alrededor de las 9 y 30 a.m. se produjo la separación, en la
que no hubo una despedida explícita. El Juez se quedó comunicando a los
apropiadores que iba a actuar el cambio de guarda, mientras la niña, acom-
pañada por quien se decía su «tío», era atendida por el personal del patrona-
to. Los juegos en los que fue interesándose, permitieron que un rato des-
pués, se retirara el tío.
Las reacciones puestas de manifiesto por la niña durante ese día, fueron
las esperables frente a esta situación de crisis: en el despacho de la Cámara,
la niña lloró, gritó, pataleó, se negó a comer y esto fue percibido en su
profundo dramatismo por todos los participantes en el acto, resultando audi-
ble para nosotros y para quienes estaban en los despachos contiguos. Todo
esto comenzó a cambiar de signo a partir del re-encuentro con la verdad,
con la legitimidad y con su historia.
101
El terapeuta de Abuelas relata que «esto duró hasta que la abuela, en su
primera intervención, con cálida serenidad, pronuncia el sobrenombre del
papá de la niña, con el que ella lo llamaba. Fue como si ese nombre propio
del infante que aún no domina el lenguaje para llamar a su papá, comenzara
a resonar en ella y, simultáneamente, se empezara a derrumbar el discurso
de los apropiadores».
102
Durmió muy tranquilamente. No se despertó durante toda la noche que
pasé junto a ella.
«Sí».
103
va, constitutiva. La restitución es una vivencia de renacimiento, decíamos, con
todo el dolor del parto, pero también con la calidad y el amor del alumbramien-
to. A los chicos se los ve y percibe en estado de conmoción expectante. La
restitución es una respuesta identificante que realza en el niño un movimiento
de redescubrimiento también expectante. «Ya sabían», decíamos nosotros,
«parecen detectives», decían las abuelas, «encontré», decían los chicos.
El niño deja una carga muy pesada de mentira desidentificante que so-
brelleva en el trabajo de construcción de su identidad. Emprende esta re-
construcción a una velocidad que asombra, desde un proceso activo de re-
apropiación (valga la palabra), «¿éstas son mis fotos?», «¿éstos son mis
mamarrachitos?», «mi tía», «las cosas de mi mamá», «de mi papá», «son
para mí».
Es así que vemos a los niños al poco tiempo incluirse en una realidad
más amplia. A partir de conocer la existencia de otras situaciones como la
suya, desde su propia experiencia también desean participar en la restitu-
ción de otros niños. Desde Abuelas decíamos:... «La restitución es poder
historizarse, saber el yo acerca del yo, poder reinscribir su historia de amor.
Es hacer propio su lugar intransferible de transmisor en la cadena
generacional». ...Los abuelos ... sus hijos... y los hijos de sus hijos...
104
CAPITULO III
La Cajita.
Subjetividad y Traumatismo
105
La abuela materna inicia la búsqueda de la nieta y sus papás, sin saber
muy bien qué había pasado. Se une a Abuelas de Plaza de Mayo y siguen
años de incertidumbre y de lucha por conocer su paradero, hasta que en el
año 80 «Clamor», entidad brasileña dedicada a la defensa de los Derechos
Humanos, entrega a Abuelas de Plaza de Mayo una foto con una denuncia
acerca de una niña que suponían hija de desaparecidos, pero que figuraba
como hija propia de un funcionario de la policía y con nombre falso, salvo el
primer nombre, que según testimonios, la niña con su negativa a responder a
otro, logra retener.
A pesar de mudanzas y pérdidas de pistas por fin pudo ser localizada tras
minucioso seguimiento de huellas que otros creían haber borrado para siem-
pre. Era el año 80 la abuela la ve sin poder darse a conocer, relata «cuando la
vi llegar a la casa donde vivía (con sus apropiadores) y la vi de espaldas, con
sus piernas regordetas y sus rulos de siempre, la vi de espaldas pero la reco-
nocí tenía cuatro años».
La abuela pensaba que con la denuncia del secuestro y con las prue-
bas que contaba, como la partida de nacimiento, la niña podría volver
con su familia de origen pero se encuentra que tenía documentación falsa
que la acreditaba como hija legítima del apropiador y con la edad cambia-
da, en lugar de figurar con su edad cronológica real aparecía con dos
años menos es decir que había sido inscripta como recién nacida en el
año del secuestro.
106
Su primera reacción fue llantos y gritos, se le explicó quiénes eran ante
su enojo y desconfianza. Se le muestran fotos de cuando era chiquita con
los padres teniéndola en brazos, su descreimiento sigue porque dice que
esas fotos eran nuevas, la abuela le explica que son nuevas porque fueron
recientemente ampliadas de unas viejas que estaban esperándola en su casa.
Observando una de las últimas fotos de la época en que vivía con sus
padres, comenta que era bastante parecida a una que había en la casa en
que vivía.
La abuela piensa que debía ser una foto que le habrían tomado después
del secuestro. La nena miraba las fotos y por momentos lloraba, entonces la
abuela menciona el nombre con el que llamaba a su papá, que era una
deformación del mismo que por su corta edad no podía pronunciar bien, la
niña empieza a llorar a los gritos, luego se queda dormida.
107
Se la fuerza a borrar toda huella de su origen, despojándola de sus pa-
dres. Se la obliga a cortar con su historia, su pasado, los ideales familiares,
con sus referencias témporo-espaciales, con un proyecto identificatorio.
108
con aquellos, sus padres, aun en su ausencia, que la habían anticipado
imaginariamente antes de nacer y le habían dado un lugar simbólico de hija,
resultado de un deseo en relación a una historia y a un sistema de parentesco.
A partir de ahí, en conexión temporal y causal con su historia, podrá repen-
sar su lugar.
La niña llora a gritos cuando su abuela nombra el nombre con que llama-
ba a su padre, momento de develamiento para el psiquismo que provoca
horror al conectarla con un sonido «olvidado» que la devuelve a imágenes
que parecían ignoradas por ella.
109
tos nuevos, haciendo preguntas sobre ellos. También registraba olores y so-
nidos ínfimos, parecía que nada escapaba a su percepción.
En una sesión usa un marcador nuevo con punta fina, ese mismo mar-
cador otra paciente lo rompe y yo lo repongo. A la sesión siguiente ella lo
usa y comenta: «¿Compraste uno nuevo no?».
En otra ocasión, un par de horas antes de atenderla tengo una entrevista con
el papá de otro paciente que es dentista: en su sesión, al entrar dice: «que olor a
dentista, ¿vino uno no?». Ninguno de mis pacientes anteriores lo había notado.
Pide ver al Juez rogándole que haga algo para que no la molesten. El Juez
le dice que con estos hechos se va a tener que enfrentar porque así es la vida.
110
Está más enojada con el Juez, porque no hace nada para protegerla, y
más tranquila con ella misma porque al alejarse pudo sacarle la lengua, «no
se me ocurrió otra cosa».
Luego cuando pude ubicarla, pude pensar. Creo que la cajita entregada
en público, en su valor metafórico, articula un recorrido que iniciado en el
grito lanzado para retener su nombre, retomado en el llanto al reconocer el
nombre de su padre, culmina en la pregunta angustiosa del por qué no estás.
Objeto traído del país del secuestro a mis manos para que no se pierda y le
encuentre lugar, que le permite a ella echarse a volar por nuevos rumbos sin
temer una ausencia sin significación.
111
Bibliografía
112
CAPITULO IV
113
causas y condiciones del desaparecido así como del secuestrador, con el
agravante de no funcionar ninguna acusación para el hecho.
Para más datos sobre los hechos consultar Nunca Más, CONADEP,
año 1984, incluyendo el prólogo de Ernesto Sábato y en relación a lo psico-
lógico «violencia de Estado y Psicoanálisis» compilación de Janina Puget -
Rene Kaes, Centro Editor de América Latina, año 1991. Como pudo sa-
berse con posterioridad dichas desapariciones podían incluir toda una fa-
milia y generó un hecho aún más siniestro que fue la desaparición y apro-
piación de menores de edad que fueran secuestrados con sus padres y el
nacimiento de niños con madres en cautiverio, en ambos casos fueron
arrancados de los brazos de sus madres y dados para su crianza a perso-
nas en su mayoría, ligadas a la represión ilegal.
114
- Niños asesinados en el vientre materno.
Estos niños, que en un principio se creía eran hijos del matrimonio Ross-
Rossetti, estaban en poder del Sub-comisario de la Policía Federal Samuel
Miara y de su esposa Beatriz Castillo. Ubicados los niños y ordenadas las
pruebas hematológicas para comprobar su filiación, el matrimonio Miara
Castillo se fuga del país antes que éstas puedan realizarse.
Los niños recién saben que no son hijos sanguíneos a los 11 años y a
pesar de la situación que dio origen a la tenencia se habla de «adopción».
115
familia, la apropiadora, que en el mismo acto lo vuelve a hacer desapare-
cer como a sus progenitores que no los abandonaron y que no deseaban
renunciar a su maternidad y a su paternidad sino que fueron sometidos a
perder a sus hijos así también su propia vida con el agravante que no hay
figura legal para esta situación (ni para los padres ni para los niños).
Cuando hablamos de adopción suponemos que hay una pareja de padres
que engendran un hijo pero que renuncian a inscribirlo en el sistema de
parentesco, no pueden inscribirlo en su linaje, no pudiendo construir un
proyecto identificatorio para el recién nacido, múltiples pueden ser las
causas pero lo importante es la renuncia al acto de filiación; hay reco-
nocimiento que una nueva vida ha nacido pero no puede ser inscripta
como perteneciente a este apellido, a esta familia, y así es cedido para su
crianza a otros.
116
Esta filiación narcisista la podemos considerar como engendrada por la
cabeza y aparece como prolongación de su propio narcisismo y en el que el
triunfo sobre los padres de origen debe perpetuarse más allá de la desapari-
ción; aquí imperan mecanismos de renegación de alto riesgo porque cono-
ciendo los hechos se manejan «como si» nada hubiera sucedido e impregnan
la crianza de los niños.
Por otra parte es llamativo que los niños no ponen en duda la relación
con los que llaman «sus padres» y no cuestionan la forma de adopción,
117
cuando en realidad no la hubo y se trata de una apropiación ilegítima (se-
cuestro) dado que nacieron en el cautiverio de su madre y que incluye la
desaparición de ambos padres, hecho aun sin aclaración jurídica.
Pero esta renuncia siempre parcial, debe tener puntos de certeza, preci-
pitados identificatorios, que le permitirán sostenerse, admitir su ignorancia y
posibilitar el saber. Este deseo de saber llevará a preguntarse por la muerte
que puede ser rechazada pero que finalmente deberá ser aceptada.
118
instituida), con su historia y su futuro y esto puede ser vivido como si su único
valor, en tanto niño, fuese orgánico, interpretando el rol que se le asigna como
de un objeto, con el consiguiente riesgo psíquico (filiación narcisista).
Este niño habla de temas varios pero no puede incluir su situación y sólo se
queja por las entrevistas a que fue sometido y no por el sometimiento en que
vivió siempre. Si lo hiciera, ¿cómo sostener el vínculo con los que llama «sus
padres»? Mover cuestiones al respecto sin producir la restitución a su familia
de origen es una situación altamente riesgosa pues los enfrenta a lo ominoso
pero sin darles posibilidad de salida, única solución para poder efectuar un
reordenamiento que posibilite la elaboración de lo «vivido efectivamente».
119
en situación de sometimiento y de apropiación ilegítima que produce graves
daños psíquico a los niños.
CAPITULO V
La manipulación de la memoria
por los medios de comunicación en el caso
de los mellizos Reggiardo-Tolosa
120
adherir a un discurso perverso impregnado de certezas, en donde el lugar
para la duda asoma en el trastabillar de su decir.
Luego agregará: «los chicos son tan identificados con nosotros que no
les interesan sus orígenes». Gonzalo está de acuerdo pero tartamudea «me
gustaría saber cuál es mi origen porque sino me quedará siempre una duda».
Más tarde cuando la Señora de Miara explica que por ser apolítica, ella no
ha tenido ninguna influencia sobre la manera de pensar de los chicos, Matías
se muestra en desacuerdo y dice: «Pero mamá, un bebé es como un diskette
virgen esperando para ser grabado». Dirá Brook Lemer «extrañamente los
mellizos dieron en la tecla: funcionan como diskettes acumulando montones
121
de datos y argumentos al mismo tiempo que mantienen las emociones bajo
siete llaves. Pero hay momentos en que se les baja la guardia y hay fisuras.
Matías se equivocó una vez cuando dijo que habían nacido en abril, la Seño-
ra de Miara lo corrigió rápidamente «en mayo, en mayo». Otra vez cuando
están cenando a solas con el periodista, «hablan de la guerra sucia con
palabras que contradicen la ideología de Miara, mostrando que información
independiente ha infiltrado su mundo hermético. «El exterminio no es la
forma legal de reprimir», dice Matías. Minutos después Gonzalo levanta la
vista de su bife y rompe un largo silencio. Dice «la policía debería haber hecho
las cosas de distinta manera. Debería haber llevado un registro de todos los
presos y, una vez terminada la guerra, debería haberlos devuelto a su familia».
Concluye Brook Lemer «es un sentimiento sencillo, pero con implicancias
revolucionarias para los mellizos. Porque es una fisura en la muralla».
Por ella:
122
Así se legaliza lo que de hecho se hacía, es decir, se legaliza lo ilegal, lo
prohibido, se mantiene la renegación.
Vuelvo al comienzo: ¿qué piden los mellizos cuando piden ser escuchados?
CAPITULO VI
123
ción legal de la menor. ¿De qué modo? Una vez otorgada la guarda a la
familia de origen, con vista a la restitución, los adoptantes convocan a los
medios con un discurso desafiante para con los familiares de origen, como si
dijeran: «Llamaremos a los medios y ya van a ver!». Una vez investidos los
medios con características superyoicas, la amenaza adquirió efectividad ya
que varios de ellos se ocuparon de descalificar el pedido de restitución, el
trámite a través del cual se puso en marcha, y la decisión de la familia de
origen de rescatar a la niña.
124
sector de la comunidad no logra investirla como víctima, como hija robada
de una mujer que no deseaba desprenderse de ella y a la que le fue arranca-
da en la tortura y la clandestinidad. Por lo tanto dispone de los derechos de
las víctimas. Éste sería el mecanismo lógico de pensamiento: si se la mirase
como víctima se defenderían sus derechos a la restitución (regidos por la
prudencia en lo que se refiere a la forma en que serían separados de los
adoptantes). Pero no sucede de este modo.
125
Hasta aquí una interpretación posible; otra interpretación mostraría a
estas niñas y niños como aquellos que ahora serán separados de sus madres,
invistiendo esa imagen con una «piedad» dimanada desde el yo del lector o
escucha de los medios. De este modo, ante el Yo de cada uno o de múltiples
personas del público así como el Yo de algunos periodistas se convierte en
víctima del sufrimiento que esa restitución les provoca. Se trata de alimentar
el propio narcisismo y evitar el juicio traumatizante que afirma: «esta niña
fue robada y alejada de su familia legítima. En ese entonces la comunidad no
lo impidió». Juicio traumático que aparece reforzado por la ley: «-devolver
a sus familias de origen dada la ilegitimidad de la apropiación», insostenible
para «la mente» de mucha gente, no sólo porque vulnera la pulsión de apo-
deramiento en sus fines y metas sino porque oponerse a las restituciones
significa una contradicción -por lo tanto un malestar- respecto de la valo-
rización de la justicia. También porque oponerse significa desestimar los
ideales de esa justicia. Ideales deformados por los deseos de una parte del
público, por sus pulsiones y la necesidad de esquivar o desconocer el juicio
traumatizante. Los medios, al describir reacciones y sentimientos de la
comunidad, al mismo tiempo, los construyen y entraman en una red de
relaciones y prácticas sociales que a su vez crea condiciones de circulación
y producción de nuevos sentidos alrededor del tema. Para lo cual precisan
incrementar información que permita la circulación de datos con los que a su
vez se resignifiquen sentidos acerca de la vida de esos niños. Existiría una
reglamentación entre lo que se sostiene en los medios -cualquiera sea su
posición- y el imaginario social nutriéndose recíprocamente. En este imagi-
nario, la figura adoptante materna adquiere relevancia al ser identificada con
la idealización de «la madre» tal como aparece en el mismo. Un imaginario
que, conjuntamente con las instituciones y prácticas sociales construye
cotidianamente una caracterización sublime de lo materno: «la mujer se rea-
liza a través de la maternidad» es su emblema asociado a «nada es compara-
ble al amor materno». Razón por la cual, al pretender «desmadrar» a la
adoptante se cortocircuitan órdenes sociales que el imaginario social y el
individual pugnan por sostener. Pero se elude la representación de la madre
del origen que deseó concebir a ese niño y con el cual constituía una familia
formada por padres, abuelos, primos y tíos.
Este desorden cede paso, además, a la vigorosa figura de una abuela con
características «temibles» al haber librado una dura batalla en favor del ha-
llazgo de la criatura y haber logrado la decisión jurídica de la restitución.
También será ella quien cumpla la función de «iniciadora» de sus nietos en
la información respecto del origen y los datos concretos acerca de sus padres
temas excluyentes para los adoptantes.
126
mente posible dada su condición de formar parte de un grupo minoritario, los
familiares -o personas- vinculadas con los desaparecidos.
Entre ellos y ese niño/a siempre hubo un doble que interceptaba la rela-
ción adulto-niño, padres-hijos; y la imaginada participación de los medios
funcionaba -como sucedió- jugando el papel de aliado; también de
cuestionador.
127
Otro elemento que merece considerarse limitándose a recordar lo suce-
dido con las dos hijas de desaparecidos que menciono es que ambas, llama-
das sistemáticamente «las niñas», son dos púberes. Dos vírgenes y por eso
posibles víctimas propiciatorias desde el ritual del mito. Se trata de algo no-
dicho pero visible y ostensiblemente silenciado: ambas son mujeres que sus-
citan una curiosidad específica vinculada con el pasaje de la niñez a la ado-
lescencia.
En tales redes se oponen dos visiones de «la familia»: aquella que, estan-
do vinculada con los desaparecidos, reclama la criatura; y por otra parte la
adoptante que pretende representar «el orden», «el bien» y los «buenos
antecedentes»5 y 6. La dialéctica entre ambas indicaría -según la propuesta
de los medios de comunicación- la necesidad de sepultar el recuerdo de los
desaparecidos, expulsar fuera de la memoria su historia personal. Y por otra
parte, retener sus productos, sus hijos, pero rehacerlos, «neutralizarlos»
culturalmente respecto de su «potencial genético» imaginado como sospe-
choso (recordemos que para la represión los detenidos no eran considerados
personas, lo cual «podría transmitirse genéticamente a la prole»). Por tanto,
imaginar la educación que precisarían los descendientes de esos engendros
subversivos, exige la creación o articulación de otras categorías psíquicas,
que incluyan pensamientos apocalípticos (sus padres «querían destruir la
civilización occidental y cristiana») y afectos tales como la desconfianza
(«habrán heredado algo de ellos»), a los que se suma propósitos de enmien-
da, o sea instituirse como redentores de los hijos del pecado (vivencia que
podría asociarse a cuadros delirantes).
4 Verón E., La Semiosis Social. Ed. Gedisa, Barcelona, 1987.
5 Giberti Eva, Restitución de niños y adopción. Revista Actualidad Psicológica, octubre 1988.
128
Esta clase de análisis no fue el que se difundió en los medios por lo
menos para debatirlo: lo que la mayoría de los medios produjo apenas rozó
tangencialmente la tragedia original, que, por otra parte, tampoco fue eva-
luada como tal por el gobierno constitucional de la época en lo que a los
niños se refiere. La predilección de un significativo número de medios prefi-
rió el escándalo (escándalo quiere decir dar vuelta las cosas, cambiarlas de
lugar) omitiendo sostener la memoria ciudadana. Y promocionaron, muchos
de ellos, la eficacia de personas que pretendían ocupar el lugar de un Dios
dispuesto a distribuir vidas, destinos, futuros, frente a quienes históricamente
fueron no sólo los legítimos familiares sino los organizadores de los rescates.
Al respecto no puedo menos que llamar la atención acerca del modo de proce-
der en algunos de esos rescates: personalmente desconozco cuál hubiese sido
el estilo más conveniente; pero no me caben dudas acerca de lo inapropiado de
las técnicas que se utilizaron en los dos ejemplos publicitados. Podrían justifi-
carse por algunos motivos pero coadyuvaron en la comprensión.
129
aparecidos, con los mismos ojos con los que las Abuelas pudieron reconocer
el deseo de sus hijos e hijas encamado en esos adolescentes que hoy leen
los periódicos que pretenden contarle quiénes son ellos -adoptivos de una
«familia bien»- y que, no obstante se preguntan: «¿De dónde me trajeron
cuando me trajeron a casa?». Los medios de comunicación carecen de
respuesta. O algunos no se atreven a darla.
CUARTA PARTE
La restitución para la identidad
Apuntes teóricos
CAPÍTULO I
El derecho a la identidad
130
simbolizarlas, darles sentido, metabolizarlas. En las situaciones límites es
tocada la mismidad, por lo que es frecuente la vivencia de extrañamiento.
Los pacientes lo exteriorizan como: «sensación de ser otro», «antes y des-
pués de», lo que expresa la vivencia de fractura de la identidad. Cada subje-
tividad recurre a modos propios de defensa y de recomposición subjetiva y
estos modos están relacionados con su historia, con su estructura previa, con
el contexto socio-político cultural.
131
originarias y el yo protagonista del proceso de identidad, son instancias que
se continúan y se integran en el desarrollo de la identidad. Para que el sentido
de mismidad y la integridad se logren, para que el sujeto acceda a la confian-
za y seguridad básica, la construcción de la identidad requiere afirmarse y
confirmarse sobre dos ejes que son fundantes: El amor y la verdad. Sin
verdad, sin el reconocimiento social de la verdad-léase jueces, institucio-
nes, familias-no hay posibilidad de desarrollo en integridad y autonomía.
Pienso que en ninguna parte del mundo se puede admitir como «amor»
las conductas y sentimientos del verdugo o victimario hacia su víctima. Tam-
poco en ninguna parte del mundo puede aceptarse que en la situación de
cautiverio estén dadas las posibilidades de elección. La libertad es condición
del amor. El amor como elección tiene otra raíz que la posesión que mata. El
amor tiene su raíz en Eros, la posesión su raíz en Tánatos.
132
Despojados los niños de todos sus derechos y pertenencias más pro-
pias, el Otro se convierte en el Amo absoluto, dueño de la vida y de la
muerte. El ejercicio de la posesión lleva a la enajenación de la voluntad y
del pensamiento, y su culminación es la aceptación, por parte de la vícti-
ma, del apropiador como salvador. Es porque la posesión proviene de los
seres más «amados» (y más temidos), que el niño la sostiene como su única
posibilidad.
Aquí me parece útil la cita del trabajo «El trauma y sus efectos en la
línea de las generaciones» del Equipo de Salud Mental del CELS: «El trau-
matismo no es sólo una perturbación de la economía libidinal, sino que com-
promete como tal, la integridad del sujeto.
133
«Los efectos negativos del trauma, o las reacciones negativas, persiguen
el objetivo opuesto: que no se recuerde ni se repita nada. Son reacciones de
defensa, se pueden presentar como fijaciones al trauma de incidencia patoló-
gica. Ya no se trataría de un «Yo normal», sino de un Yo inhibido, limitado a
costa de evitar el sufrimiento, de reeditar lo traumático.
«Es así como todo el planteo acerca de los efectos positivos del trauma,
quedan en este texto ubicados del lado de una pulsación del aparato por recordar,
revivir, objetivizar lo traumático, precisamente por haber sido olvidado su origen
histórico-vivencial y porque este olvido es amenaza de daño para el Yo».
Metodología:
CAPÍTULO II
134
Metodología de restitución a sus familias originales
1. Introducción
135
Cuando estos indicios se convirtieron de presunción en certeza, la meto-
dología de búsqueda, al comienzo intuitiva y detectivesca, comenzó a
sistematizarse. Con el correr del tiempo se formó un Equipo Interdisciplina-
rio de psicólogos, abogados, pediatras y genetistas. También se incluyeron
técnicas avanzadas como las de análisis genéticos y de histocompatibilidad
que permiten con una seguridad del 99, 9% demostrar la filiación de un niño.
A partir del año 1983 se pudo contar, además, con el apoyo de la justicia
para dar un respaldo legal a la devolución de los niños, devolución a la cual
se llamó «restitución», término cuya procedencia es de orden jurídico.
2. Restitución
136
Desde el punto de vista jurídico, para el acto de restitución el Juez
actuante cita en el Juzgado, conjuntamente a los apropiadores del niño, al
niño y a los familiares. El Juez le revela al niño -que puede saberlo o no
desde antes- la verdad de su situación: que las personas de quienes él creía
ser hijo no son sus padres, que su familia verdadera que lo ha estado buscan-
do desde su desaparición está aquí presente y que a partir de ese momento,
va a pasar a vivir con ella.
2.4 Evolución
137
verdadera continúa, una vez instalado en la casa, con la exploración espacial
de ese lugar, en algunos casos con el encuentro de objetos de cuando era
bebé etc... Intenta organizar un espacio personal moviendo algún mueble de
la casa y de esa manera hace propio ese espacio. Mientras tanto la familia y
los psicólogos se abocan a un desciframiento de las necesidades del niño,
tratando en todo momento de no valerse de presupuestos. En sus interacciones
con el niño tienen presente como eje principal la necesidad de sostener un
trabajo de historización. El niño movido por la activación de la pulsión
epistemofílica, intensifica sus investigaciones pidiendo datos sobre sus pri-
meros meses de vida, el aspecto y la personalidad de sus padres. A manera
de un trabajo detectivesco, tal como hicieron las Abuelas a partir de indicios,
reitera sus preguntas a varios miembros de la familia para comprobar si sus
respuestas coinciden. Rápidamente busca y encuentra parecidos físicos entre
él y sus familiares y se regocija viendo fotos u otros objetos que le pudieron
pertenecer. Se integra al grupo familiar, se adapta al nuevo colegio, nuevas
ropas, nuevo grupo social. Aparecen recuerdos de situaciones vividas cuan-
do era muy pequeño.
3.1 Identidad
De las muchas teorías psicoanalíticas acerca de este tema tan sólo to-
maremos las que nos parecen suficientemente abarcativas de las «situacio-
nes límite» a las que están expuestos los niños de los cuales nos ocupamos
en este trabajo.
Aquellas teorías que se ocupan del estudio de los procesos, parten fun-
damentalmente del problema del vínculo emocional. Otras consideran que el
niño nace como sujeto alienado y es constituido en tanto hijo desde el deseo
de los padres, adquiriendo así un lugar en la estructura familiar. Otras con-
templan la hipótesis que la familia es el resultado de una conjunción entre el
deseo de los padres y la cultura.
138
La experiencia con niños nacidos en cautiverio habiendo estado tan sólo
pocas horas o a veces ninguna con sus mamás, nos permite pensar que
puede existir en el aparato psíquico alguna marca previa al nacimiento. Ello
nos lleva a proponer el concepto de identificación pre-primaria. Ésta, en
situaciones traumáticas queda escindida, clausurada o encerrada en una
caparazón sin destruirse ni ahogarse. Dicho elemento se transformará en el
núcleo protegido capaz de evolucionar en otros momentos de la vida cuando
las condiciones vitales lo posibiliten. Este núcleo no es expulsado ni desar-
mado, como ocurre en las psicopatologías severas de la infancia, tales como
las psicosis infantiles. La restitución en cambio, actuaría como
permeabilizadora de la capa protectora de ese quiste-espora, liberando la
potencialidad identificante que conlleva su núcleo.
139
tituye una red de prácticas y de enunciados parentales acordes al contexto
social, que sostienen esta verdad a través del tiempo. Esto ocurre en condi-
ciones naturales no patógenas.
Todo lo dicho hasta aquí nos lleva a una revisión del concepto de trauma.
3.2 Trauma
140
Partimos del supuesto que el robo del niño se constituyó en el aparato
psíquico de éste en situación traumática, incluyendo en la misma no sólo el
robo en sí, sino también las circunstancias que lo rodearon: muerte/desapari-
ción de uno o de ambos padres mediante un acto de violencia ejercido por el
terrorismo de estado. Esta situación se inscribe dentro de aquellas definidas
como traumas sociales.
141
Cuando en el período hipercrítico, empieza a circular la información y el
conocimiento acerca de sus padres, el vínculo establecido con los apropiadores
queda reconocido e investigado como falso, varían los juicios de atribución y
por lo tanto, como enlace necesario, varía el juicio de existencia.
Mientras los niños no han sido confrontados con una información acerca
de la existencia de sus padres, los que les dicen ser sus padres son quienes
dicen algo acerca de su condición de hijo. La información produce entonces
una desorganización de un rompecabezas identificatorio armado previamen-
te, y una reorganización desde otros valores.
3.3 Duelo
En condiciones naturales las abuelas son instituidas como tales por los
padres, siendo éstos quienes deben impedirles el acceso directo al hijo de
ellos. Los padres imponen así una nueva prohibición de donde surge la ter-
cera generación. En el caso de los niños robados, cuyos padres han desapa-
recido, es posible que en la mente de las abuelas esos niños ocupen el lugar
de sus hijos desaparecidos así como el de nieto. En estas familias queda una
prohibición fallante, la que instituyen los padres en general, y que ahora es
asumida por el Equipo Psicológico, el Juez y en algunas ocasiones por algún
miembro de la familia ampliada. El Equipo Psicológico tiene a su cargo ayu-
dar a que los abuelos acudan a su sabiduría para reencontrar la serenidad y
distancia necesaria para desempeñar el doble papel de padres y de abuelos.
142
la consiguiente expansión narcisista dada por la recuperación, y otro, un
cambio en su lugar institucional.
4.Interrogantes
143
La restitución de estos niños conforma el psicoanálisis de «situaciones
límite» para las cuales es necesario crear un encuadre de urgencia (Puget,
1987) donde el analista habrá de actuar como elemento refundante de expe-
riencias pretéritas.
Bibliografía
Baranger, M., Baranger W., Mom J., «El trauma psíquico infantil, de
nosotros a Freud. Trauma puro, retroactividad y reconstrucción». Revista
de Psicoanálisis, XLIV, No 4, 1987. (The infantile psychic trauma, from us
to Freud: pure trauma, retroactivity and reconstruction. Inter. J. of Psych.
Vol. 69, 1988, part 1.)
Bianchedi E. T. de, Alba E., Barugel N., Krakov H., Moguillansky C.,
Moguillansky R., Rodríguez Saenz N. del P. de ., Seiguer G. «Crecimiento
mental y desidentificación - un punto de vista sobre el diálogo analítico».
36avo Congreso Internacional, Roma 1989.
144
CAPÍTULO III
Otro tanto ocurre con los familiares de las víctimas, también están a
merced de aquellos a quienes repulsa totalmente.
145
nes de los organismos de Derechos Humanos cuando los afectados se agru-
paban y organizaban constituyendo ellos mismos una instancia de apelación.
146
cularmente importante para sostener, con sobrados argumentos psicológicos
ante la sociedad, la monstruosidad del apoderamiento de niños y los peligros
que ello implica para las víctimas; agregar además fundamentos ante la justi-
cia mostrando cómo la única salida posible pasa por la mostración a los niños
de la verdad plena, aunque esta verdad evidenciada deba ser enfrentada por
niños pequeños con los acompañamientos y auxilios necesarios respetando la
singularidad de cada caso.
147
Una idea que encuentro eficaz en relación al proceso de la ternura es
que la mediación de la misma crea en el niño el sentimiento confiado de que
el mundo consiente en satisfacer sus demandas. Es así como el niño va
adquiriendo convicción en la existencia y en la bondad de un suministro
ajeno a él, a la par que confía en sus propias posibilidades de demandar y
obtener tal suministro. Es a partir de este sentimiento de confianza que el
sujeto estructurará una relación de contrariedad con lo que daña, con el
sufrimiento. Relación de contrariedad quiere significar que lo que daña es
percibido como algo extemo a sí mismo. Este proceso será fundamental para
el desarrollo paulatino de la conciencia acerca de que él mismo puede ser
causa extema de sufrimiento para el otro. En esta relación de contrariedad
con el daño, radica la posibilidad de acceder a lo que llamaré la imposición de
justicia, aquel sentimiento en relación no sólo a lo que daña y a lo que no
daña, sino a cuando él mismo es o no es dañino para el otro. Este saber que
se va imponiendo es una de las bases del discernimiento de lo que es justo
como parte constitutiva de la persona.
Este fracaso puede darse tanto por exceso como defecto en el suministro.
De hecho en situaciones límites cuando no se instaura la coartación instintiva,
no existe la ternura; los padres se apoderarán del niño para su exclusiva descar-
ga. No hay miramiento promotor de autonomía, hay si apropiamiento torpe
que por supuesto también perturba la empatia suministradora.
148
dimensiones genera la tendencia a organizar vínculos sustitutivos de modali-
dad perversa-adicta. Precisamente es antecedente en la drogadicción severa.
149
Pero tiene sentido dibujar estos extremos pues no sólo existen sino que me
sirven de introducción a una situación totalmente límite.
150
no puede renunciar a su presa de la cual está preso, porque de lo contrario se
encontraría enfrentado con lo originalmente ausente. No es por amor que lo
retienen, es por alternativa al servicio de su patología. Muchas veces lo no
tenido, siendo asunto antiguo, está acrecentado por la imposibilidad de
tener hijos propios o teniéndolos también existe tiránico apoderamiento de
los mismos.
CAPITULO IV
Restitución y adopciones.
Una conjunción de sufrimientos e interrogantes
151
ra. Sacudiendo esa indiferencia y desconcertando a esa comunidad, los hi-
jos de desaparecidos que nacieron en cautiverio o fueron secuestrados junto
con sus padres irrumpen en un horizonte de pretendidos olvidos. Sabemos
que hay niños esclavizados en poder de los represores cómplices o respon-
sables de la desaparición de sus padres. Otros crecen en familias que des-
conocen su origen y otros han sido tutelados por quienes, sin haber practica-
do la represión, podían sospechar que debían su maternidad y su paternidad
al funcionamiento de los campos clandestinos de detención. Sin duda, existi-
rán otras situaciones, pero limitaré mis interrogantes alrededor de los dos
últimos ejemplos. Del primer caso me he ocupado en mi libro La Adopción1,
mencionando los otros modelos.
1 Giberti E., La Adopción. Ed. Sudamericana, 1987.
Por una parte, las restituciones vienen realizándose hace años (aquellos
niños secuestrados en el '76, o el '77... hoy son púberes). Por otra parte, las
parejas que se vincularon con niños «para adoptar» después del '76 son
visitas habituales en nuestros consultorios; conociendo el origen de sus hijos,
o ignorándolo, difícilmente pueden esquivar las dudas y presunciones res-
pecto de quienes los concibieron. Cualquiera de estas circunstancias pone a
prueba lo que hemos aprendido y actualiza las polémicas acerca de los dere-
chos humanos y la responsabilidad profesional, la ética y los distintos saberes
y conocimientos2. No es infrecuente que, dada la especificidad del tema y lo
novedoso de su práctica, corramos el riesgo de deslizamos desde una región
ontológica hacia otra región no pertinente, desenfocando la escucha y la
comprensión del tema. Como diría Gadamer3 el saber moral no sustituye el
saber técnico, especialmente cuando este último no está disponible (o es pos-
tergado en aras de lo que se considera principios éticos o los que se evalúan
como instancias políticas). O sea, es necesario abordar el estudio y trata-
miento de los problemas que plantean las restituciones comenzando por afir-
maciones éticas o derivadas de la moral; pero las restituciones se proponen
como un problema teórico técnico donde se entrecruzan las exigencias de las
técnicas psicológicas (no creo que sea ésta la oportunidad de discutir la rigu-
rosidad de esta expresión), y cierta información respecto de ciencias políti-
cas, ya que restituir excede los análisis psicológicos. Respeto de estos últimos
y de los conocimientos que exigen, pueden suceder que sean sustituidos por
argumentos morales colocados en lugar de dichos conocimientos, obturando
la posibilidad de diagnosticar y pronosticar los conflictos.
152
mientos para trabajar en temas que exigen, no sólo conocimientos y prácti-
cas, sino mesura.
2 Giberti E., « ¿Los derechos humanos, forman parte de la responsabilidad profesional?" Revista
Argentina de Psicología, N" 37.
Si se supone conocer el deseo del otro, de los niños en este caso, res-
pecto de su subjetividad (identidad) sería preciso poder desear el deseo de
ese niño para no desembocar, imprevistamente en esa posición de niño-
objeto-que-satisfaga-las-apetencias-de-quienes-lo-defienden y de las que no
podemos sustraemos tan fácilmente. No ignoramos que desear el deseo del
otro no es lo mismo que desear al otro: esta última perspectiva es la que
cierra las posibilidades de participar en el proyecto que implica pensar en un
proyecto para y en la libertad (como aspiración) en busca de su autoconciencia
instalado en la tensión del saber-deseo.
153
* Enfatizar en los diagnósticos no significa desconocer las proyecciones que pueden implicar
por parte de quien lo efectúa. Diagnosticar es un acto de selección «que termina con la vacila-
ción de la realidad entre varias posibilidades» (M. Capeb)
Respecto de las familias que deberán restituir al niño, ¿será posible creer
en sus afirmaciones cuando se comprometen a desprenderse del hijo
ausentándolo del grupo familiar y de la casa-hogar?... La escucha profesio-
nal, ¿podrá ignorar la existencia de la desmentida en las parejas que han
adoptado a un niño? ¿Un niño que en estos casos puede haber sido buscado
por sus adoptantes porque su imagen sepulta la palabra de una madre recla-
mante?...
-«No es verdad que no puedo tener un hijo. ¿No ven que tengo uno?
Desmentida que, entre otros motivos, puede sostenerse en tanto y cuanto no
sustituyamos el primer verbo «tener» por «hacer un hijo». El Yo de placer
mantiene el equivoco a través del uso incorrecto del verbo. Pero en las
familias que dicen aceptar -y aun promover- la restitución, es posible que
se construya una desmentida especifica armada sobre la escena, tan temida
por todos los adoptantes, que reproduce el robo de un bebé. Si la suposición
-o la certeza- indica que se trata de un hijo de desaparecidos se privilegia-
rá tal vez, una afirmación mayor: imposible que su madre lo reclame porque
está muerta. Pero al mismo tiempo se desemboca en el secuestro del niño,
posterior al secuestro de su madre: esta realidad y esta escena son las que
será necesario desmentir. Entonces:
-«No es verdad que este niño fue arrancado de los brazos de su madre.
¿No ven que yo soy su madre? (adoptiva)?»
154
drán reclamarlos. La búsqueda afanosa que garantiza la preocupación por
sus nietos constituye el fundamento de todos los derechos. La apelación al
derecho de sangre me parece discutible ya que la sangre no garantiza ni el
amor ni el deseo de ofrecer protección a un niño, ni equilibrio emocional
por parte de los adultos: los padres golpeadores son un ejemplo de ello. Si
garantiza el derecho sucesor y la adjudicación hereditaria; pero entonces la
apelación al derecho de sangre quizá convendría que se hiciese distinguien-
do los niveles.
Desestimar la realidad
155
que fueron fundantes de su historia personal? (Años inscriptos en su psiquismo
categorizando el vínculo con los adoptantes.)
156
bivalentes de verdad-falsedad. Lo cual llevaría a incorporar factores de
indeterminismo moderado debido a la contingencia de los hechos: los
adoptantes pudieron ser otros, los abuelos pudieron no buscar al niño y los
adoptantes podían no atarse a desmentidas y desestimaciones. En cambio,
frente a la función reproductora se adhiere al determinismo biológico: dado
un embarazo deseado sobrevendrá un parto, estadísticamente hablando. Pero
los hechos sociopolíticos -y de esto se trata en estos embarazos- respon-
den más a lo asertórico que a lo apodíctico, lo interpretativo.
157
derados como una excepción a la regla «por haber investigado el origen».
Este último punto podría asociarse con un «blanqueo del origen»; es de-
cir, no existiría decisión de restituir a los niños sino sólo de informarle
acerca de su nacimiento y conectarlo con sus familiares. Alternativa que
quizá pudiera proveerse a partir de diagnósticos y pronósticos teniendo en
cuenta que tanto estos niños cuanto sus familiares como los adoptantes
podrían configurar una. población de riesgo (según las modernas políticas
de gestiones poblacionales). El Yo real definitivo (vinculado con el Superyo
y la ética podría encontrarse con otra dificultad si alguno de estos niños
estuviese en situación de adopción plena, es decir, sería preciso oponerse a
esa instancia de la ley para retrotraerse a la circunstancia en que el niño se
convierte en víctima de un delito, lo cual exige tiempo y poder presumir
cuáles serían las alternativas que pudieran desencadenarse tanto por parte
de los adoptantes como por parte de quienes interpretasen que -«otra vez
los desaparecidos (subversivos) oponiéndose a la ley!... «Paradoja que im-
plica negaciones, desmentidas, omisiones y un principio de «economía psí-
quica» destinado a amordazar la memoria de la comunidad. Y a distorsio-
nar los juicios críticos.
158
mos habrían provocado, me pregunto cuál sería el efecto de reclamarles, con
argumentos éticos, el cumplimiento de una promesa que quizás habría parti-
do de una desmentida. Planteado otro nivel de pregunta: ¿qué sucedería si
retrocedieran? Se abrirían nuevas alternativas; una de ellas que el niño fuese
entregado en guarda a los abuelos, temiendo que ese retroceso finalizara en
una huida al exterior. Pero, si se puede suponer a los adoptantes capaces de
este procedimiento, ¿cómo habría sido posible confiar previamente con la
decisión voluntaria de restituir? ¿Cómo podríamos explicar o interpretar,
clínicamente, este pasaje desde la «bondad» de una restitución voluntaria
(que implica niño-con-abuelo) a la sospecha de una huida delictiva? Prece-
dentes de huidas existen, pero, ¿con cuáles parámetros convendrá comparar
a unos y a otros?... En el caso de un retroceso, no se estaría delante de un sí
inicial que habría que leer como un no!...
Para los adoptivos en general los padres del origen son personas existen-
tes y ausentes que se supone continúan viviendo en alguna parte. En nuestro
caso se trata de desaparecidos sin más referentes que el momento de la des-
aparición; o sea que añaden la condición de desaparecidos al esfuerzo psíquico
que conlleva incorporarlos siendo desconocidos para esos púberes9 y 10.
8 Qiberti E., Adolescencia y adopción: mecanismos psicológicos de aparición frecuente (offset).
Primer Congreso sobre Psicoterapias. Universidad de Belgrano, 1981.
10 Giberti E., Adolescentes, hijos y familiares de desaparecidos (offset). Relato Primer Congreso
Nacional sobre Aprendizaje, 1986 EPPEC.
159
Además, detrás de los adoptivos se mueve la sombra de quienes no
aportaron su apellido convirtiendo a sus niños en N.N. No sucede así en los
casos que nos ocupan. Mientras los adoptivos habituales pueden decir, refi-
riéndose al nombre dado por los adoptantes, suponiendo que sea la familia
Pérez: «Yo no soy Juan Pérez», pensando en cuál habría sido el apellido de
sus progenitores, estos púberes por el contrario pueden afirmar cuál ha sido
su nombre original. Introducen un término positivo frente a la negatividad
que proveen los adoptivos cuando afirman que no son quienes son por adop-
ción. Recordemos que se encuentran en una etapa de omnipotencia del pen-
samiento y generalizaciones inductivas así como de transformaciones
representacionales que resultan de la aparición de nuevas lógicas en las cua-
les la contradicción adquirirá una vigencia que no tenía hasta ese momento:
«mis padres adoptantes me quieren. Mis abuelos (del origen) me quieren.
Pero no se quieren entre ellos, ¿A quién prefiero? ¿Con quién me tengo que
quedar? ¿A quiénes abandono?» Podría tratarse del reforzamiento de una
contradicción pragmática que no permite la rectificación o la fuga: los púberes
quedarían encerrados en ella. Es difícil para el Yo... organizarse dentro de
tales contradicciones que recién a partir de los ocho años pueden volverse
eficaces (nivel preconciente). Estaríamos en el terreno de lo paradojal don-
de cada uno de los ámbitos es opuesto al otro sin posibilidad de síntesis y con
su propia lógica inmanente. Lo que se suceda en la realidad exterior no
necesariamente alcanzará para equilibrar lo que previamente se haya compa-
ginado de este modo en el aparato psíquico.
Los que podrían surgir desde la posición de los abuelos, siendo de otro
orden, son múltiples. Padres de desaparecidos, contamos con material clíni-
co suficiente como para informamos, reconocer cuáles han sido sus vínculos
y cuáles los lazos de solidaridad que los sostuvieron durante la búsqueda de
sus hijos y sus nietos. Podemos reflexionar acerca de la furia por la muerte o
desaparición de los hijos que en la mayoría de los casos implicaba una auto-
nomía respecto de la dependencia familiar. Entre duelos y duelos suspendi-
dos muchos abuelos asumieron perspectivas vitales luchando por saber acer-
ca de lo ocurrido y no sólo buscando a sus hijos. Adherir a esos principios
no significa detener el análisis de la vida psíquica de estas víctimas de la
represión para lo cual parece pertinente incorporar número suficiente de va-
riables. Algunas de ellas nos propondrían pensar que cuando algunos de esos
púberes restituidos mostrasen en sus conductas una marca simbólica de quienes
los criaron, los abuelos podrían sentirse incómodos o rechazarla, como si
detrás de ella estuvieran los desaparecedores de sus hijos.
Por otra parte, si estos niños sobrevivieron: «¿no estará viva mi hija
desaparecida?» Ausentes los cuerpos y las sentencias condenatorias, ¿dónde
están, qué se hizo de ellos? «Con vida se los llevaron, y estos niños, vuelven
con vida, con parte de la vida de nuestros hijos»11.
" Giberti E., «Desaparecidos", en Actualidad Psicológica, N° 117, 1985.
160
Yo no pienso que estos chicos ocupen fácilmente el lugar de los padres
desaparecidos en la mente de los abuelos, ellos son otros que también estu-
vieron desaparecidos y ese tramo de historia del horror compartida con sus
padres quizá los recorte con rasgos propios sin que sea inevitable ponerlos en
el lugar de los desaparecidos. Es sólo una hipótesis. En cambio puedo supo-
ner que podría producirse, para estos chicos, un cambio de signo, es decir,
que su presencia no fuera exclusivamente positiva en tanto regresan ajenizados
respecto de sus padres, investidos culturalmente por quienes los criaron; este
aspecto quizá modifique el sentido positivo en negativo, de ayudante a opo-
sitor ya que portan las palabras de quienes «ocuparon el lugar de los
padres». Tal vez, por momentos resulte insoportable mirar y escuchar esa
extrañeza ajena instalada en la prolongación de la propia sangre y que el niño
protagoniza. Será indispensable abrir las compuertas de la tolerancia para
incluir a ese púber cargado de ajenidades. O tal vez profundizar las negacio-
nes que impidan ver las diferencias; o desmentir que estuvo bien cuidado.
La plenitud de estar con los hijos de los hijos puede ser sostenida, no me
caben dudas, por la convicción ética y utilitaria de los abuelos y por los
afectos; pero quizá también habrá que preguntarse qué mecanismos deberán
crear para renacerlos y mientras tanto amar lo que fue constituido por otros,
amar los deseos de los otros que impregnan a estos niños, conjuntamente
con los deseos de los padres del origen.
Púberes que retoman de dos lugares en los cuales jamás deberían haber
estado (el horror y la familia de los otros) y enarbolan esas diferencias como
constituyentes de sí. Una de ellas podría suscitar una complicación mayor: si
los chicos reconocen y recuerdan haber «estado bien» con los adoptantes,
dicho sentimiento podría entenderse como «traición». Estoy imaginando y
construyendo hipótesis, presumiendo en terrenos del pensamiento y las vi-
vencias no concientes, pero que quizá podrían explicar el temor que tal vez
apareciese en algún abuelo: «¿no querrá volver con los otros?». Una res-
puesta militante sostiene que no es así. Que según lo evaluado no desean
retomar, ni los abuelos temerían esa añoranza. No obstante, tozudamente,
insisto en repreguntármelo para aprender cómo esos niños manejan sus
adioses. También para entender qué convendría pensar si estos niños, des-
pués de diez años o más creciendo con los adoptantes pudiesen «no extra-
ñar» viviendo con los abuelos.
¿Qué sucede (rá) con el poder que se les otorga a estos chicos? Y que
en alguno de ellos podrá convertirse en burla, desafío o ficción de autori-
161
dad. Qué sucederá con las significaciones (miradas) con que fueron signifi-
cados a lo largo de estos años (maestros, amigos, vecinos). ¿Qué identifi-
caciones quedarán sostenidas en el lugar del que se aleja?... Cuáles serán
sus vínculos con el doble con el que se abandona en el hogar de crianza.
¿Cuánto de la relación con ese doble podría perderse si no se procesara
convenientemente el pasaje de un lugar a otro? Qué relaciones construirán
con la ley jurídica que intervendrá en sus destinos?13 ¿Habrá que pensar en
duelos de la niñez?14
12 Giberti E., «Comer, hacer el amor, ¿cómo hablar de "eso" con los familiares de desapareci-
dos?» en Actualidad Psicológica, Marzo 1986.
14 Martínez victoria y otros. Terrorismo de estado, efectos psicológicos en los niños. Ed. Paidós
1987.
162
la misma. Pero hay algo que sí sabemos: estos niños, hoy púberes, respiran
en la comunidad el aliento de los desaparecidos. No sólo ésa es su condi-
ción. Les asiste el derecho de construir su subjetividad como sujetos deseantes,
en el sentido de la demanda-libertad, cuyo horizonte ontológico es
el saber-deseo sin amarrarse a la satisfacción de las necesidades de los otros.
Cuando así ocurre el sujeto se conviene en sujeto de consumo descentrado de su
posición de sujeto deseante. Desde esta última podrá dar su batalla entre el
conocimiento (de lo que le ocurrió) junto con el inmediato intento cartesiano
de dominar dicho conocimiento, y el saber-deseo tensado por sueños y fan-
tasía. Con ellos podrá construir otros conocimientos a partir de contenidos
inconscientes transformados en actos de conciencia, en ejercicio de nuevas
libertades y nuevas decisiones, teniendo en cuenta los límites (bordes al decir
de Deleuze) que marca la dialéctica de las posibilidades.
CAPITULO V
Hace más de diez años que trabajo en el Campo de los Derechos Huma-
nos. Cada tanto me detengo a elaborar un texto acerca de mi experiencia. Así
lo he hecho para esta ocasión. Voy a ceñirme al rigor del mismo intentando
fijar mi posición como psicoanalista frente a los Derechos Humanos.
163
Es que el psicoanálisis es una propuesta ética. Para quien se diga psi-
coanalista, el serlo o no serlo está por definición, enlazado a la producción
de verdad. No hay escapatoria o negociación posible si se pretende desen-
trañar el síntoma, porque precisamente el síntoma es solución de compro-
miso negociado.
Las personas varían en alto grado con referencia al impacto que lo si-
niestro hace en ellas, dice Freud citando a Jentsch.
Esta diferencia del efecto siniestro depende del grado de distancia y ne-
gación o por el contrario de proximidad y conocimiento de lo que está oculto
y es fuente de horror.
164
Secretamente familiar remite en la investigación psicoanalítica a lo que
se denomina «el secreto de familia» que como factor patógeno opera en la
historia de algunos individuos.
165
sobre todo cuando el escenario de lo siniestro traspasa los límites de una
familia y cobra la dimensión de la sociedad.
Los efectos siniestros dependen pues del lugar que se alcanza con rela-
ción a lo oculto. Así los responsables directos y cotidianos del horror que
atravesó el país en los últimos años, no sólo lograban impunidad desde el
ocultamiento, sino que ese ocultamiento garantizaba eficacia paralizante so-
bre la comunidad. En esto radica la metodología de la desaparición de perso-
nas sumado al horror de sus tormentos.
Más allá del sadismo fascista que impulsa el accionar del ejecutor, el
estar secretamente familiarizado con los métodos confiere en un primer
momento protección afectiva frente al horror.
Por otra parte esta familiaridad tiene su costo terrible: reclama cada vez
más víctimas para alimentar el aparato, la convicción sádica y la indiferen-
cia emocional.
El lugar de las víctimas está ilustrado en los terribles relatos de los so-
brevivientes.
Pero nadie pudo evitar que se infiltrara la malignidad planificada desde una
metodología-posiblemente inédita-de desaparición, silencio y tormento.
166
Frente a las desapariciones reaccionaba como podía el pequeño círculo
de familiares y allegados, también algunas voluntades solidarias, capaces
de no retroceder ante lo siniestro, en general con pocos resultados inmedia-
tos e inmenso mérito. La propia lucha por romper lo oculto fortalece frente
a sus efectos.
No sólo lo interrogan los afectados directos con los cuales tenga oca-
sión de contacto, y casi todo analista de nuestro medio, que no entre en
alianzas negadoras, contacta con afectados próximos, sino que lo interrogan
las evidencias sociales que desde el acostumbramiento y la delegación pro-
167
mueven el olvido como otra forma de recrear la fuente oculta de lo siniestro.
El olvido como valor social no sólo instaura una cultura siniestra con todos
sus efectos, sino que promueve la repetición de los hechos.
Voy a finalizar con una frase de Lenin que un amigo me recordó tiempo
atrás. «La tortura es absolutamente contrarrevolucionaria en cualquier cir-
cunstancia.»
CAPÍTULO VI
168
do por un hijo concreto y sostenida por una práctica de la crianza que asegure
su supervivencia y desarrollo. Esta dialéctica entre dos funciones diferentes
(aunque confundidas habitualmente en la procreación «natural») culmina nor-
malmente en la constitución de una relación de reconocimiento mutuo de alteridad
y semejanza, característica y fundante de las relaciones entre humanos que
posibilita el surgimiento de un nuevo sujeto, el hijo, que resignifica al genitor
como padre/madre. Se agrega así una generación al linaje.
Según Piera Aulagnier («¿Quel Désir pour quel enfant?» Topique No 44,
p. 201) para que el sujeto pueda reconocer y hacer reconocer su singulari-
dad, así como su lugar de ciudadano pleno en el campo socio-cultural del que
no puede ser excluido, debe utilizar necesariamente materiales heterogéneos:
¿Qué consecuencias tiene para las Abuelas haberse hecho cargo de bus-
car a sus nietos por ellas mismas?
169
objeto de la misma, reflejando el hecho innegable de que el interés social por
las mujeres está consistentemente asociado a su eficacia como garantes de la
procreación.
¿Tal vez deberíamos pensar que estos niños no están faltando a toda la
sociedad, sino solamente a sus familias? ¿Cuáles son los requisitos para que
este penar privado sea tomado como deuda social y no abandonado a sus
propios esfuerzos privados -en cuyos logros se hace difícil reconocer algo
170
más que una reparación individual- conseguida con la colaboración de grupos
que son pequeños en relación al efecto social de los crímenes cometidos?
El clamor de las Abuelas por sus nietos desaparecidos, este reclamo que
busca ser compartido con el resto de la sociedad, no es, como se dice, la
insistencia del deseo de sus hijos, sino la del suyo propio. Sus hijos fueron
eliminados físicamente de la escena social y simbólicamente (mediante las
leyes de Punto final y Obediencia Debida aprobadas durante el gobierno de
Alfonsín y el indulto concedido por el presidente Menem) del registro de
deudas contraídas para fundar una democracia basada en la espantosa dis-
criminación económica que hoy divide a nuestra sociedad en una mayoría
de subocupados y sectores con Necesidades Básicas Insatisfechas y una
minoría de rozagantes consumidores. Que la abuelas intenten recuperar a
sus nietos, dar continuidad a su linaje, no debe borrar la ausencia de la
generación fallante, materializada en el terreno social, por la falta de res-
puesta eficaz a sus reclamos familiares y por la ausencia del discurso políti-
co en que dicha generación se sostuvo. Lo que se transmite en estos aguje-
ros de la trama, es el sentido de fracaso de una nueva generación política
que sus hijos encamaron, en la tarea de dar sustento a una nueva genera-
ción que la continúe. Existen otras formas de desaparición, que se patenti-
zan en la ocupación de encumbrados puestos de dirección de los poderes
comprometidos en la construcción del actual proyecto de sociedad, por par-
te de muchos que tuvieron la suerte de sobrevivir a sus compañeros políti-
cos de antaño.
Lo cierto es que los niños secuestrados deben construir una identidad que
les permita sobrevivir. Llamarla falsa, además de pasar por alto el hecho de
que toda identidad unifica elementos cuyo valor de verdad no es unívoco,
implica la imposibilidad de historizar la verdad de la vida de ese niño.
171
La verdad que se transmite en una filiación, no existe como dato. Tiene
que poder ser transmitida por los padres y ser construida por el hijo. Los
legítimos significantes primordiales lo son si operaron, si crearon una dife-
rencia que promueve un sujeto. Sólo existen a posteriori, si no operaron, no
existen. ¿Cómo explicarse si no la cantidad de niños desaparecidos que no
fueron buscados?
172
instalación de un enigma puede, si alguien quiere, dar origen a una indaga-
ción que eche luz sobre la tragedia ocurrida.
Para las mujeres, elegir a las Abuelas de Plaza de Mayo como antecesoras
en una abuelidad femenina abre un espacio colectivo nuevo para la elaboración
actual de un lugar parental, cristalizado en el imaginario social como una posi-
ción de inocencia -cuando no de desinterés o de impotencia- respecto de
los problemas decisivos de la vida social. Son nuestras madres antecesoras, en
el sentido de que de ellas recibimos las mujeres, la herencia de una nueva
forma de ejercicio de lo coagulado en la cultura acerca de la mujer abuela, que
lo agota y lo extiende, poniendo de manifiesto la politicidad de lo privado y la
latencia transformadora que contiene.
173
CAPÍTULO VII
Introducción
174
Por lo tanto sostenemos que «saber la verdad» no puede ser un acto puntual
y definitivo, sino un proceso caracterizado por sucesivos acercamientos a la
misma, que van expandiendo el campo de lo cognoscible En este sentido, el
uso de «verdad» en psicoanálisis se acerca más al concepto de «verosimili-
tud» utilizado en filosofía de la ciencia1.
175
Acerca de los orígenes: verdad - falsedad - mentira
Apropiación
176
La Asociación Abuelas de Plaza de Mayo está dedicada desde 1977 a la
búsqueda y ubicación de estos niños «desaparecidos» -sus nietos-. Con
el correr de los años, en los que se encontraron algunos niños y se fue
haciendo posible su recuperación se fue organizando en la institución un
equipo interdisciplinario, de psicólogos, abogados, pediatras y genetistas; el
trabajo de identificación incluye en la actualidad técnicas adelantadas de aná-
lisis genéticos y de histocompatibilidad (J. L. Berra, 1987), que permiten la
demostración de la inclusión del niño en la familia con un 99, 9% (índice de
abuelismo). A partir de 1983, con la re-instauración de la democracia en la
Argentina, se contó también con el apoyo de la justicia para dar un respaldo
legal a la devolución de estos niños a su familia, devolución que legalmente
se llamó «restitución». A pesar de que no hubo ningún niño que sufriera
descompensación psíquica, ni en el momento de la restitución ni posterior-
mente, y que en todos los casos la restitución fue un hecho beneficioso y
terapéutico para ellos (tanto física como psicológicamente) este procedimiento
sigue siendo objetado por algunos sectores de la población3.
177
rencia los segundos de los primeros es que en éstos se agrega la renegación
del asesinato de los padres.
3 De los niños encontrados (alrededor de 50), 13 continúan viviendo con sus familias de crianza,
en base a encuentros y acuerdos con el grupo familiar de origen. Estos niños llevan sus verda-
deros nombres, conocen su procedencia y su historia. Otros 25 han sido restituidos (muchos de
ellos por orden judicial) y otros aún aguardan la decisión de los jueces. Todos estos niños han
pasado entre 8 y 12 años con las familias apropiadoras; algunos de ellos fueron «apropiados»
como recién nacidos (nacidos en cautiverio), y otros como bebés de meses y 1 año y medio,
que fueron «dados» a captores o personas relacionadas con ellos.
4 Este mensaje difiere del observado en el caso de padres con potencialidad psicotica cuyo
deseo puede incluir un deseo de muerte del hijo.
Restitución
Identidad
178
En el intento de explicamos lo que había sucedido con los niños nacidos
en cautiverio, que una vez restituidos se integraron con igual rapidez que los
niños apropiados en edades ulteriores, formulamos la hipótesis de una «iden-
tificación pre-primaria» que daría cuenta de una marca previa al nacimiento.
Ésta, en situaciones traumáticas quedaría escindida, clausurada o encerrada
en una caparazón sin destruirse ni ahogarse. Dicho elemento se transformará
en el núcleo protegido, capaz de evolucionar en otros momentos de la vida
cuando las condiciones lo posibiliten. Este núcleo no es expulsado ni desar-
mado como ocurre en las psicopatologías severas de la infancia, tales como
las psicosis infantiles. La restitución habría actuado como permeabilizadora
de la capa protectora de ese quiste-espora, liberando la potencialidad
identificante que conlleva su núcleo.
Trauma
179
Duelo
Comentarios
180
De esto suponemos que cuando es renegada la historia del origen fami-
liar no sólo en el espacio intersubjetivo, sino también en el espacio
transsubjetivo, el mensaje corrector debe abarcar estos dos espacio, sobre
todo en países como los nuestros, donde el contexto de violencia social inci-
de permanentemente en la vida cotidiana.
Bibliografía
Bianchedi E. T. de., Alba E., Barugel N., Krakov H., Moguillansky C.,
Moguillansky R., Rodríguez Saenz N. del P. de, Seiguer G. «Crecimiento
mental y desidentificación - un punto de vista sobre el diálogo analítico».
36avo. Congreso Internacional de psicoanálisis de Roma. Roma 1989.
181
Psychoanalysis: The Unthinkable and the Unthought». Free Associations
No. 13, 1988.)
CAPÍTULO VIII
El traumatismo en la apropiación-restitución
182
El segundo aspecto de esto es que el proceso de la vida está sometido
permanentemente a microtraumatismos. Microtraumafismos que ponen en
marcha los sistemas complejos de simbolización y propician el enriqueci-
miento de procesos psíquicos. Es necesario diferenciar entre los movimien-
tos microtraumáticos de aquellos que constituyen lo que consideramos
traumático en sentido estricto. Movimientos microtraumáticos que propician
el desarrollo psíquico de traumatismos en el sentido de algo que viene a
E- fraccionar y desestructurar el psiquismo. Idea que me parece interesante
para ver una segunda preocupación, que es: la diferencia entre traumatismo
desestructurante y traumatismo reestructurante.
183
en el caso de las adopciones y que queda ahí abierto como una brecha, en
el cual el porqué se llena siempre fantasmáticamente. En ese sentido, yo
quisiera marcar, entonces, que la cuestión del enigma es una cuestión que se
liga directamente al traumatismo. Que el problema del traumatismo, enton-
ces, implica una cuestión que tiene que ver con el enigma, en tanto enigma
no metabolizable, no posible de ser apropiado por el psiquismo.
Si ustedes quieren abro acá una discusión a dos puntas. Con el biologismo,
que piensa que la filiación se constituye por algo que vendrá inconsciente-
mente plasmado desde los orígenes (la filiación es una cuestión de cultura
que se organiza sobre la base de determinantes biológicos, pero que los
recapturan redes simbólicas), y, por otra parte, con aquellos que plantean la
idea de padres psicológicos, como si la cuestión de padres psicológicos fuera
algo que se define simplemente por una cuestión enunciativa.
184
constituyeron. Esto es lo que ha permitido, en los momentos de la restitución
esto que escuchamos recién, maravilloso, de un niño que pesquisa indicios,
que reconoce indicios y que recompone, de algún modo, a partir de que se
encuentra con huellas de algo vivido que ya estaba en él estructurado.
185
quica de lo contencial. Pero, es parte de la historia del niño como es parte
de la historia del niño lo que no vivió, ese conjunto de preguntas que nos
relataba Laura, que hace el niño por relación a la historia de sus padres, a
toda esa historia que lo inscribió simbólicamente y lo deseó de algún modo
como sujeto.
Yo siento que muchos de los puntos que pensaba tomar, han sido toca-
dos de una manera muy profunda y muy inteligente por mis colegas del
panel. Entonces quisiera marcar dos o tres cuestiones. Coincido con quienes
plantean que el niño es un ser de cultura. Y que el psiquismo, entonces, se
constituye a partir de redes simbólicas, en las cuales la experiencia se entrete-
je. Pero, tanto en los casos de los niños que fueron secuestrados en los
momentos de constitución de su aparato psíquico, como de aquellos que
nacieron en cautiverio, es imposible dejar de tener en cuenta los síntomas
que se estructuran en las relaciones primarias que propician su evolución
psíquica. Y sobre los cuales Eva Giberti apuntó algunos de los aspectos.
186
ciar perfectamente entre la mentira y el ocultamiento de información pero sé
también, a partir de mi experiencia clínica y de mi posición teórica, que la
cuestión que se define por relación a la verdad es el móvil de ocultamiento
de la verdad. No es lo mismo esperar el momento propicio para darle una
información al niño, para no volverlo loco con un exceso de información, a
resguardar la verdad atrás de una mentira al servicio de un bien propio, que
se está jugando, entonces, bajo la privación del derecho a la simbolización en
el otro. Esto es lo que se está jugando en esta historia. Lo que se está juzgan-
do no es un problema maniqueo entre verdad y mentira, es un problema de
la verdad al servicio de quién.
Quisiera terminar con dos cuestiones más personales. Hace poco leí un
libro de un filósofo español, Savater, que se llama «Ética del amor propio».
Y Savater cuenta una anécdota muy interesante. Dice que cuando él estaba
en la cárcel de Carabanchel, se discutió entre los presos políticos que no
querían estar con los presos comunes, y el argumento era el siguiente: noso-
tros estamos acá por razones altruistas, los presos comunes están por razo-
nes egoístas. Y Savater dijo: No, yo estoy acá por razones egoístas, yo estoy
acá por defender algo que es mío, no por dárselo a otros. Bueno, yo también
estoy acá por eso. Acá es donde se combina la cuestión del altruismo y del
egoísmo, si ustedes quieren, porque cada uno de nosotros sabe que, al lado
de las Abuelas, está defendiendo de algún modo su propia posibilidad de
pensar, su propio derecho a engendrar, su propia posibilidad de respeto a las
generaciones que vienen. Y algo más que atenta permanentemente contra
nuestra práctica profesional, y en esto me refiero particularmente a mis cole-
gas, que es: el derecho a un ejercicio de una práctica en el marco de una
ética, que no se convierta en una ética puramente de la circulación de bienes.
CAPITULO IX
Matar el futuro
187
Mi trabajo se llama: «Matar el Futuro. Reflexiones sobre las máquinas de
matar como organizadoras de la institución del genocidio.» Abuelas de Plaza
de Mayo, otra pregunta que no quiere callar: ¿por qué? ¿cómo? ¿para qué las
Abuelas hoy en este ensueño democrático apenas sacudido por pesadillas pe-
ruanas y venezolanas? ¿Por qué interrumpir el profundo debate histórico, polí-
tico y social sobre las ventajas comparativas entre Tinelli y Pergolini? ¿No
estamos acaso en una Argentina donde lo importante son los gomas y las
gomas, donde apenas importa la memoria de cuando nos hicieron de goma?
Pero hay más preguntas que no quieren callar, ¿qué hacer?, ¿, qué podemos
hacer?, ¿qué debemos hacer y qué queremos hacer? ¿Si hay una ética del
deseo, no habrá también una ética del deber? Si la institución militar pregona el
valor para subordinarse, quizá sea necesario mucho más valor para insubordi-
narse. En caso contrario solamente podremos escuchar pasivamente cuando
un menor económico nos diga: «en caso de Brady, relajate y goza". Aunque
este goce y esta relajación cueste una parte proporcional de cien millones de
dólares por año. En la mesa de Derechos Humanos del Primer Encuentro de
Espacio Institucional, la presidenta de Madres de Plaza de Mayo, Línea Fun-
dadora, preguntó el nutrido público -mayoritariamente del área psí-:
188
sos- propuso el único libro que no podía ser recusado, la Biblia. Heredarás
el viento fue el texto dramático que inmortalizó ese combate entre la verdad
y la mentira. Por supuesto que no pretendo imitarlo y menos en un seminario
donde hay representantes del área ajurídica, pero sí utilizaré una de las bi-
blias modernas, un relato de ciencia ficción comercial donde la abundancia
de violencia y efectos espectaculares ha permitido su éxito mundial, me re-
fiero a «Terminator». Este relato es -desde el análisis que les pienso pro-
poner-un ejemplo de cómo la producción artística, aun aquella que apare-
ce como alejada de consideraciones políticas puede pensarse como retomo
del inconsciente político y social que está reprimido de una forma mucho
más profunda y radical que el inconsciente libidinal sexual. «Terminator» es
una máquina programada para la exterminación, construida por otras máqui-
nas que en un futuro no demasiado lejano someten y esclavizan a los hom-
bres sobrevivientes del cataclismo nuclear.
189
teico crónico no será capaz siquiera de imaginar el ejercicio de derechos
económicos y sociales. Enormes áreas geográficas serán remedos siniestros
de la colonia Montes de Oca. Cadáveres psíquicos, idiotas o psicóticos serán
el resultado final de estas políticas económicas, sofisticado garrote vil para el
permanente ajuste. Para Terminator el problema es más simple: lo que es
exterminado en el pasado, desaparecerá en el futuro. No habrá existido nunca,
no habrá marca que delate su posible existencia. El Terminator político no
controla aún el pasado, más modesto pero no menos salvaje, hace desapare-
cer en el presente la determinación biológica -los cuerpos- y la determina-
ción histórica -la filiación-. ¿Qué hacer para enfrentar a la máquina asesi-
na, de forma humana y programa anti humano?
190
Y cuando la máquina complete su programa genocida destruyendo la filia-
ción, convocaremos a juristas y psicólogos que recuperaran la determinación
histórica. Pienso que en el imaginario social las Madres y Abuelas de Plaza
de Mayo son las organizaciones que, por sus enunciados de verdad, pueden
enfrentar a la máquina de exterminio. Son garantes fundantes, no simbólicos,
de la continuidad biológica e histórica. No siempre obtienen lo que están
buscando, pero como dijo Porchia: aunque obtuviese el bien que no merezco
no podría vivirlo, el bien que merezco podría vivirlo aunque no lo tuviese.
Pienso que es mucho el bien que merecen y en este bien estamos implicados,
desde nuestra ética, desde nuestra biología, desde nuestra estética o desde
nuestra poesía. Quizás alguna vez debamos planteamos cómo constituimos
en garantes simbólicos de lo que las madres y abuelas garantizan desde sus
propios cuerpos. Tema para un debate posterior, pero que solamente podrá
ser concretado si Sara Connors logra que Terminator no extermine su hijo
futuro. El programa de exterminación es también de extinción de institucio-
nes, al modo de una selección cultural mucho más despiadada que la natural.
Las instituciones de la solidaridad, de la democracia, de la justicia están
dentro del programa de exterminio de los Terminator militares y políticos.
Algunos han decretado ya la desaparición de las instituciones de historia y la
institución de la revolución, entonces, la locura de la Plaza de Mayo será la
única forma lúcida de vivir, no dada por lo tanto sólo por la pregunta, por el
qué hacer. Los quehaceres que esperan son infinitos, aunque el rúndante es
aquel que hace quince años se hizo: oponer al programa de exterminio de las
máquinas genocidas el programa de amor de los colectivos solidarios,
autogestidos, valientes y absolutamente convencidos de la legitimidad del
reclamo y de la legalidad de la lucha. Lo que yo quiero hacer ahora es
decirles a las Abuelas de Plaza de Mayo en este cumpleaños de justicia
palabras que hoy me presta Mario Benedetti: Pero hagamos un trato, yo
quiero contar con usted, es tan lindo saber que usted existe, uno se siente
vivo. Y cuando digo esto, quiero decir contar, aunque sea hasta dos, aunque
sea hasta cinco; no ya para que acuda presuroso a mi auxilio, sino para saber,
a ciencia cierta, que usted sabe que puede contar conmigo. Gracias.
CAPÍTULO X
191
Voy a centrar mi exposición en la experiencia por mí acumulada en estos
años en los que fuimos convocados junto con Ricardo Rodulfo en distintas
oportunidades como peritos por fiscales, defensores de menores y jueces
para que nos expidiéramos sobre distintos aspectos complejos de evaluar y
precisar en tomo a más complejas y difíciles situaciones en las que se hallan
implicados, como constante, menores que habían sido secuestrados durante
la última dictadura militar.
Primera cuestión: ¿Cuál es el cuerpo imaginado del niño para el raptor? Éste
parte de una concepción donde el niño es equiparado a una cosa. Parte, por
ende, de una concepción de niño pasivo, sin historia y sin cuerpo. Su cuerpo, su
historia, su vida misma no le pertenecen. El adulto raptante funda el hecho del
rapto en el no reconocimiento del niño mismo que tiene frente a sí. Partiendo de
este no reconocimiento (en el que parad caso no importa al raptor que sea un
recién nacido o un niño de más edad) el mismo se siente en condiciones de
disponer de su vida. Se lo llevará entonces al igual que a los objetos reduciendo
su estatuto al de parte del botín. Lo dejará tal vez abandonado junto a algún
elemento de valor por la rapidez en que debió resolverse la situación. Volverá
en días sucesivos a cobrarse aquello que quedó pendiente, tal vez permitien-
do así que el destino de los niños cambiara porque en el interín algún vecino
dio con el paradero de la familia: o tal vez los hechos no se desarrollaron en
forma tan apresurada ni con esas consignas, sino que por las condiciones del
secuestro previo de la madre y por la previsión de su muerte, por ejemplo, el
rapto pudo ser prolijamente planificado.
Debemos enfatizar en este punto que en ningún caso puede existir un fin
intrínsecamente bueno de rapto y secuestro. Que el raptor utilice en algunos
casos modales suaves y hasta que se manifieste en redentor de esos niños
(en este momento de la humanidad y de nuestra cultura) son propósitos
conscientes que no debemos confundir jamás, en tanto analistas con las
verdaderas razones fundantes, inconsciente, del hecho mismo del rapto. La
violencia impuesta está centrada en la renegación doblemente ejercida del
carácter inalienable de su espacio corporal y de su espacio psíquico: al mis-
mo tiempo que se arrojan el derecho de ser los únicos en decidir sobre estos
espacios del niño. Es decir, en el hecho mismo del rapto se llevan a cabo por
lo menos tres operaciones de violencia secundaria que se ejercen sobre el
niño y su familia.
192
1) Se separa a los progenitores del producto de su descendencia.
En algunos casos el raptor del niño coincide con el que ejerce luego una
secuestración permanente e indefinida. En algunos casos difiere.
193
En nuestra larga práctica hemos encontrado compromiso patológico se-
vero en los adultos que pretendían detentar la posición de «adoptante» que
les impidió justamente (en circunstancias tan graves) narrar al niño su propia
historia.
194
sus primeros enunciados identificatorios le tomará prestadas las informacio-
nes con las cuales inaugurará su proceso de identificación.
El niño durante un lapso de su vida infantil necesitará conocer por vía del
discurso del portavoz acerca de esa historia que le precedió y de ese niñito
que era él. Pero ¿qué pasará entonces si el adulto no devuelve esa respuesta?
¿Qué ocurrirá con semejante desposesión al inició de su historia? Al decir de
Piera Aulagnier, el Yo puede «parecer aceptar» que el adulto posea los pri-
meros capítulos de su historia y que esto quede constituido como un verda-
dero «secreto», un agujero en la misma, pero esta aceptación tiene un alto
costo, se paga caro y reviste siempre un carácter ilusorio. El agujero no cae
solamente en la historia sino que es agujero en el cuerpo mismo del niño que
no la escribe. Es que se le ha robado a su Yo la representación del bebé que
fue en el vientre de su madre o en los brazos de ella. Se le ha robado la
posibilidad de que su Yo se apropie de ese modo relacional produciéndose
una disposición y una mutilación en su pensamiento al impedírsele ingresar
al mismo los elementos fundamentales que pasaría a tomar parte de su cau-
dal memorizable. El poner fuera del Yo el origen de la propia historia no sólo
conduce al problema de pensar su origen sino la posibilidad misma de todo
origen; no sólo a la dificultad para pensar su pasado sino todo pasado. En
pacientes afectados por situaciones de este tipo hemos observado la emer-
gencia del fantasma de autoengendramiento, que corresponde a la restitución
por vía delirante, de la función divina de ser los responsables no sólo de su
origen sino del origen del mundo. La imposibilidad de construir esa primera
relación boca-pecho desposee al sujeto en forma definitiva de cierto prototipo
de relación fundamental para la emergencia del desear. A través de ciertos
materiales, podemos procesar los efectos desestructurantes que implican para
el psiquismo la catástrofe psíquica que comportan para el pequeño sujeto el
atacar esta primera relación (conceptualizada por Freud y últimamente
retrabajada por Ricardo Rodulfo): la vivencia de satisfacción.
195
de satisfacción que Ricardo Rodulfo caracterizara como vivencia de aniqui-
lación en algunos casos, vivencia del Goce del Otro en otros, y vivencia al
tercer tramo del trayecto identificatorio en la infancia que tiene que ver direc-
tamente con la constitución de la potencialidad conflictual. Si la fisura se
ubica en los primeros momentos del trayecto identificatorio, las posibilidades
de riesgo aumentan, siendo uno de los destinos posibles la potencialidad
psicótica o la constitución de perturbaciones caracteriales severas.
Para que puedan ejercerse las funciones materna y paterna éstas deben
encuadrarse dentro de la legalidad fundante del orden humano donde funcio-
nen esas categorías de lo imposible y de lo prohibido; nos referimos aquí
específicamente a la prohibición de matar. Deberemos de puntualizar ahora
por los menos cuatro hechos más de violencia secundaria ejercida sobre el
niño y su familia.
196
8) La perpetración de la muerte del Yo futuro al no ofrecer ningún iden-
tificado como punto de anclaje necesario para que el Yo advenga,
Esta ligereza, esta docta ignorancia que puebla con su suficiencia pasillos
de hospitales y aulas de la facultad (y que es heredera de cierta transmisión
que en el psicoanálisis se viene haciendo en los últimos años en nuestro
país), encuentra sus ecos en algunos sectores del poder judicial.
197
Si la ley establecida como cuerpo jurídico que regula las relaciones de los
sujetos penaliza el secuestro y moviliza en algunos casos, cuando éstos se
producen, inmediatamente las fuerzas de seguridad para que tal violación a
los derechos humanos sea lo más rápidamente resuelta, se preguntó cuál es
la representación imaginada del niño para que su secuestro sea bueno y hasta
pase por adopción mientas otros secuestros no son vistos de a misma manera.
Para finalizar mi exposición, he de remarcar una vez más que los años de
la infancia -en tanto decisivos e irrecuperables- son preciosos en razón de
ello, todos nosotros que trabajamos con menores deberemos tener en cuenta
el factor temporal si no se trabaja como la idoneidad justicia y celeridad que
se requiere es posible que les ocurra lo que algunas de las víctimas del aten-
tado a la Embajada de Israel después de muchas horas de estar sepultados
bajo los escombros se extinguió su llamado a la vida. Muchas gracias.
Bibliografía
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