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«.
Desde que nacen, niñas y niños se relacionan con el mundo que los rodea a través de los
sentidos. En esas primeras relaciones que tienen con el mundo exterior lo sensorial tiene un
lugar central. La iniciación estética corresponde a un acercamiento afectivo de las niñas y los
niños al mundo sensible y un modo de habitarlo de manera más intensa y significativa. La
observación es una manera de ver, de pensar, de una cultura que produce visiones múltiples de
una realidad.
Utilizar las imágenes para narrar y contar. Es decir, narrar con imágenes como otro recurso de
comunicación. Al mismo tiempo, es importante considerar que, en el mundo contemporáneo, un
mundo de imágenes y estímulos visuales y audiovisuales que conforman un ecosistema en el
que niñas y niños crecen y establecen sus vínculos con el mundo, es cada vez más necesario
«educar la mirada»1. Las chicas y los chicos interactúan en su vida cotidiana con entornos
audiovisuales, tecnológicos y digitales donde configuran sus maneras de ser, de conocer, de
aprender, de relacionarse y de estar en el mundo.
El poder de las imágenes. Valorar que las imágenes comunican ideas, información, valores,
emociones y pueden movilizar la atención de una manera singular porque tienen la capacidad
de hacer llorar, reír, emocionar, impactar, impresionar, cautivar. La relación entre palabras e
imágenes. Hay imágenes que parecen dejarnos sin palabras, pero también hay imágenes que
necesitan de las palabras para tener un contexto, para ser comprendidas.
Esta relación posibilita el trabajo en el aula y también nos lleva a considerar que, a veces, es
necesario dejar que las imágenes «hablen», dando tiempo a la interpretación sin
«contaminarlas» con palabras que puedan limitar sus múltiples sentidos. Educar la mirada,
entonces, resulta fundamental en nuestra cultura contemporánea. La escuela, nacida en la
modernidad y bajo la predominancia de la imprenta y la cultura escrita ha tenido, por décadas,
una mirada un tanto esquiva hacia la cultura visual y el mundo audiovisual. Sin embargo, la
educación tiene la responsabilidad de considerar la centralidad de la cultura visual y el desafío
de preguntarse por el mundo de lo audiovisual.
Los contenidos audiovisuales que circulan por múltiples pantallas no sólo contienen imágenes y
sonidos, sino también formas culturales, deseos colectivos, necesidades, afectos. Las chicas y
los chicos tienden cada vez más a construir, aprender y narrar con imágenes. La incorporación
de imágenes en nuestra comunicación cotidiana en entornos digitales se ha instalado de tal
forma que chicas y chicos que hoy se expresan, muchas veces, con memes, emojis, selfis, fotos,
GIF o videos. Por eso, resulta tan necesario trabajar pedagógicamente con las imágenes
teniendo en cuenta que son polisémicas y que no todos vemos lo mismo cuando miramos.
« Se trata, junto con las/os alumnas/os, de enseñar y aprender a mirar, escrutando a las
imágenes desde distintos ángulos, desarmándolas y rearmándolas, imaginando con ellas y a
partir de ellas, sin perder de vista que, del mismo modo que las palabras, las imágenes son
colectivas y se comparten. » .