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Sobrevivir y a la vez progresar

Has tenido días así, ¿verdad? Días en los que la falta de sueño, las zapatillas de deporte
embarradas, la mantequilla en la chaqueta nueva, la batalla por los deberes, la plastilina en el
teclado del ordenador y la cantinela «¡Ha empezado ella!» te llevan a contar los minutos que
faltan para la hora de mandarlos a la cama. Esos días en los que tienes que sacarle a tu hijo una
pasa de un orificio de la nariz parece que lo máximo a lo que puedes aspirar es a sobrevivir. Sin
embargo, cuando se trata de tus hijos, aspiras a mucho más que a la simple supervivencia.
Naturalmente quieres superar los momentos difíciles, como las rabietas en los restaurantes.

Pero ya seas el progenitor o cualquier otro cuidador comprometido en la vida de un niño, tu


objetivo principal es educarlo de tal modo que le permita progresar. Hemos tratado con miles de
padres a lo largo de los años. Desean sobrevivir a los momentos difíciles de la tarea de ser
padres y asimismo desean que sus hijos y la familia progresen. Como padres, nosotros también
compartimos estos objetivos para nuestras propias familias.

En nuestros momentos más nobles, más tranquilos, más cuerdos, nos interesa cultivar la
mente de nuestros hijos, aumentar su capacidad de maravillarse y ayudarlos a alcanzar su
potencial en todas las facetas de la vida. Deseas que tengan relaciones satisfactorias y una vida
llena de sentido y metas. Ahora piensa en cuál es el porcentaje de tu tiempo que dedicas
intencionadamente al desarrollo de esas cualidades en tus hijos. Si eres como la mayoría de los
padres, temes dedicar demasiado tiempo sólo a intentar sobrellevar el día y no suficiente tiempo
a crear experiencias que ayuden a tus hijos a progresar, tanto ahora como en el futuro.

Incluso es posible que te compares con algún tipo de padre o madre perfecto que nunca tiene
que esforzarse por sobrevivir, que parece dedicar cada segundo de sus días a ayudar a sus hijos
a progresar. Por ejemplo, la presidenta de la asociación de padres de la escuela, que prepara
comidas equilibradas y ecológicas mientras lee a sus hijos un texto en latín sobre la importancia
de ayudar a los demás, luego los lleva al museo de arte en el coche híbrido, donde se oye
música clásica y las rejillas del aire acondicionado despiden efluvios de lavanda con efectos de
aromaterapia. Ninguno de nosotros puede estar a la altura de ese superprogenitor imaginario.
En ocasiones quizá sientas que los momentos importantes y tiernos no tienen nada que ver con
los retos a la hora de ejercer la paternidad .

Pero al mismo tiempo son oportunidades –incluso obsequios–, porque un momento de


supervivencia también es un momento para progresar, y es entonces cuando se ejerce la
paternidad de un modo importante y con sentido. Por ejemplo, piensa en una de esas
situaciones que sólo aspiras a dejar atrás, como cuando tus hijos riñen por tercera vez en un
plazo de tres minutos. No tiene nada de malo separar a tus hijos cuando se pelean. Es una
buena técnica de supervivencia, y en ciertas situaciones puede ser la mejor solución.

Podemos convertir la experiencia en algo que desarrolle no sólo el cerebro de cada uno de los
niños, sino también su carácter y sus aptitudes para relacionarse. Ésta es sólo una de las
muchas maneras en que puedes ayudarlos a progresar. Lo bueno del enfoque «sobrevivir y
progresar» es que no necesitas buscar tiempo para ayudar a tus hijos a progresar. Puedes
emplear todas las interacciones que compartís –tanto las estresantes y las enfurecedoras como
las milagrosas y adorables– como oportunidades para ayudarlos a ser las personas responsables,
afectuosas y capaces que deseas que sean.

En estas páginas ofrecemos un antídoto para los enfoques académicos y educativos que dan
excesiva importancia a los logros y el perfeccionamiento a costa de lo que sea. Nosotros nos
centraremos más bien en cómo puedes ayudar a tus hijos a ser más ellos mismos, más
resistentes y más fuertes, a estar más a gusto con el mundo. De eso trata El cerebro del niño.
Cómo emplear este libro

En las siguientes páginas explicaremos la perspectiva del cerebro pleno y ofreceremos diversas
estrategias para ayudar a tus hijos a ser más felices, a estar más sanos y a ser ellos mismos de
una manera más plena. El Capítulo 3 resalta la importancia de conectar el «cerebro inferior»,
instintivo, con el «cerebro superior», más reflexivo, responsable de las decisiones, la percepción
personal, la empatía y la moralidad. El Capítulo 5 te ayuda a enseñar a tus hijos que pueden
pararse a reflexionar sobre su estado de ánimo. El Capítulo 6 pone de relieve las maneras en
que puedes enseñar a tus hijos la felicidad y la satisfacción que se derivan de estar conectados
con los demás al tiempo que mantienen una identidad única.

Mediante una clara comprensión de estos distintos aspectos del enfoque del cerebro pleno,
podrás ver la educación de tus hijos de una manera muy distinta. Como padres, estamos
programados para intentar proteger a nuestros hijos de todo sufrimiento y dolor, pero en
realidad eso es imposible. Nuestros hijos se caerán, se sentirán heridos y sufrirán miedo, tristeza
y enfado. La manera en que nuestros hijos dan sentido a sus jóvenes vidas no sólo tiene que ver
con lo que les ocurre, sino también con la respuesta de sus padres, maestros y otros cuidadores.

Teniendo esto en cuenta, uno de nuestros objetivos principales ha sido que este libro, El cerebro
del niño, sea lo más útil posible, proporcionando las herramientas concretas para que tu papel
como padre o madre sea más fácil y la relación con los hijos más plena. La primera es «Los niños
de cerebro pleno», concebida para ayudar a enseñar a los niños los principios básicos abordados
en el capítulo. Pero hemos descubierto que incluso los niños pequeños –de sólo cuatro o cinco
años– pueden entender realmente principios importantes sobre el funcionamiento del cerebro, y
a su vez entenderse a sí mismos y comprender su conducta y sus sentimientos de maneras
nuevas y más perspicaces. Hemos escrito las secciones «Los niños de cerebro pleno» pensando
en un público en edad escolar, pero puedes adaptar la información mientras la lees en voz alta
para que esté al nivel de tu hijo.

Conforme los niños se desarrollan, sus cerebros «reflejan» el cerebro de sus padres. Dicho de
otro modo, el propio crecimiento y desarrollo de sus padres, o su ausencia, inciden en el cerebro
del niño. A medida que los padres adquieren mayor conciencia y son cada vez más sanos
emocionalmente, sus hijos cosechan los frutos y también ellos avanzan hacia la salud. Eso
significa que integrar y cultivar tu propio cerebro es uno de los regalos más afectuosos y
generosos que puedes ofrecer a tus hijos.

Si, por ejemplo, eres madre de un niño en edad preescolar, encontrarás rápidamente un
recordatorio de lo que puedes hacer para fomentar la integración entre el hemisferio derecho e
izquierdo del cerebro de tu hijo. Puedes fotocopiar dicha hoja y colocarla en la nevera, para que
tú y todas las personas que quieren a tus hijos –padres, canguros, abuelos y demás– puedan
trabajar conjuntamente en beneficio del bienestar general de tus hijos. Trata de la ciencia del
cerebro, eso sin duda, y nos atenemos fielmente a todo lo demostrado por la investigación y la
ciencia.

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