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SEMINARIO CONCILIAR DIOCESANO DE LEÓN

FACULTAD DE TEOLOGÍA

“Homilía del V Domingo de Pascua Ciclo B”

III TEOLOGÍA

Presenta: Juan Daniel Rodríguez Carranza

Presentada al profesor: Pbro. Lic. Julio Alejandro Fuentes Rodríguez

León, Gto. México 30 de Abril del 2021.

“Estad en mí, y yo en vosotros” (v. 4a). Estas palabras también se dirigen a la


iglesia, “cuya vida comunitaria y ministerio de justicia social no son mas que ramas
echadas al fuego, aparte del Cristo que mora en ellas” (Cousar, 315). “Como el pámpano no
puede llevar fruto de sí mismo, si no estuviere en la vid; así ni vosotros, si no estuviereis en
mí” (v. 4b). La iglesia siempre está tentada a mirar hacia otro lugar – política o donantes
enriquecidos – en busca de su fuerza, pero Jesús nos dice que la infructuosidad comienza en
un lugar muy diferente. Mientras estemos en su presencia, su fuerza se hace nuestra. Tan
pronto como le volvemos la espalda, nuestra fuerza empieza a desvanecerse.

Pero quizá el fruto incluye más de lo que se revela en este capítulo. Pablo menciona frutos
del Espíritu – amor, gozo, paz, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y
templanza. (Galatos 5:22). Seguro que morar en Jesús ha de producir cada uno de ellos de
en cierta cantidad.

Yo soy la vid, vosotros los pámpanos: el que está en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto;
porque sin mí nada podéis hacer” (v. 5). En vez de convertirse en algo mediocre al no estar
en Jesús, nos quedamos completamente impotentes. En lugar de simplemente desvanecerse
el valor de nuestro trabajo y testimonio, se convierte en algo completamente inútil. No
podemos funcionar espiritualmente al estar desconectados de Jesús igual que no podemos
funcionar físicamente cuando se nos corta el aire que respiramos. Estar desconectado de
Jesús es ser cortado de la fuente de vida. Sin nuestra conexión con Jesús, nos quedamos
solos y dependemos solo en nuestros propios recursos. Esto resulta “en una completa
infructuosidad o en un crecimiento salvaje que ya no es amoldado por su palabra, en
activismo o idealismo que no es derivado de él ni dirigido hacia él.

Solo la persona que está en Cristo puede esperar recibir todo lo que pide. Tenemos un gran
poder, pero solo mientras nos mantengamos conectados a la fuente de poder. Tal conexión
forma nuestras peticiones. Si estamos en Cristo y sus palabras están en nosotros, nuestras
peticiones concordarán con su voluntad.

Benedicto XVI.
Jesús da a entender que él mismo será el Hijo muerto: predice su cruz y su resurrección, y
anuncia que a partir de él, muerto y resucitado, Dios erigirá un nuevo edificio, un nuevo
templo en el mundo.

Jesús es la vid verdadera. Lo más importante es la frase “yo soy”:el hijo mismo se
identifica con la vid, el mismo se ha identificado en vid. Se ha dejado plantar en tierra. Ha
entrado en la vid, el misterio de la encarnación, del que Juan habla en el prólogo. La Vid ya
no es una criatura a la que Dios mira con amor, pero que el puede asimismo volver a
arrancar y arrojar fuera. En el Hijo, él mismo se ha hecho vid, se ha identificado en su ser y
para siempre con la vid.

Y aunque el propio hijo se haya hecho vid, sigue unido, precisamente de esta manera, a los
suyos, a todos los hijos de Dios dispersos, para reunir a los cuales él ha venido.

De este modo, el discurso de la vid muestra la irrevocabilidad del don de Dios, que no nos
será arrebatado. Dios se ha comprometido con la encarnación.

Esta vid que ya no puede ser arrancada si necesita ser purificada, purificación, fruto,
permanencia, mandamiento, amor, unidad; estas son las formas en las que Dios nos pide
estar con y en Cristo en la vid.

El fruto, ¿qué espera Dios de nosotros? Isaias y toda la tradición profetica habían hablado
de que Dios espera de su vid racimos y, merced a ellos, vino generoso; una imagen que
simboliza la justicia, la rectitud que se forma a través de una vida atenta a la Palabra de
Dios, a la voluntad de Dios. Sin embargo el fruto que por exlencia debemos dar por estar
unidos en Cristo y por Cristo es el amor. El verdadero fruto es el amor que ha pasado a
través de la cruz, a través de las purificaciones de Dios.

Permanecer.

Lo que los padres de la Iglesia llaman perseverancia. Significa resistir pacientemente aun a
pesar de las dificultades de la vida. La permanencia es una consecuencia del amor que
hemos encontrado en Dios, y mientras se permanece debe aparecer en cada uno de nosotros
la actitud de la oración, al que pide se la ha hecho la promesa de ser escuchado pero
también como consecuencia de la permeancia en Dios.
Queridos hermanos y hermanas estamos aun festejando el tiempo pascual en el que
el Señor nos invita a seguir dando testimonio de la alegría de la resurrección. En este V
domingo de manera particular, Jesús nos hace un llamado personal a estar unidos a él y a
través de él a Dios y al Espíritu Santo.

Hoy la Palabra de Dios hace uso de algunas imágenes a través de las cuales
debemos comprender la importancia de estar cerca y unidos con Dios y con los hermanos.
El Señor nos dice que él es la vid y aquellos que somos sus discípulos somos los
sarmientos, y así como el sarmiento está unido a la vid nosotros debemos estar unidos a él.
Esta imagen de la viña la podemos ver desde el AT en Is 5,1-7, la viña es el pueblo de
Israel y el viñador es Yahvé. Dios a través de su continua presencia en medio de su pueblo
esperaba que diera frutos de justicia, pero en lugar de eso solo hay iniquidad y en lugar de
honradez, hay alaridos. Como consecuencia de la injusticia de este pueblo, es decir, de los
frutos amargos la viña será saqueada, quemada y abandonada por su viñador. Dios se aparta
de su pueblo que es infiel y no cumple sus mandatos y los entrega en manos de sus
enemigos para que sean saqueados, deportados, esclavizados. Esta imagen es realmente
dura para nosotros, puesto que ante todo la imagen que debemos tener de Dios es la imagen
de Padre que ama como MADRE y que siempre está al pendiente de nosotros y nos da lo
necesario para vivir. Sin embargo, Dios respeta ante todo nuestra libertad y es muy claro en
sus palabras cuando en el libro del Deuteronomio nos dice “mira, yo pongo ante ti vida y
felicidad, muerte y desgracia” Dt 30,15. Dios que es el creador de nuestra naturaleza
humana y sabe que es lo que más nos conviene nos ha dado los mandamientos para que
tengamos vida.

Ahora bien, sabemos que Dios siempre es fiel a sus promesas y aun y cuando el
hombre sea infiel, él siempre permanece fiel, y nos dice san Juan “tanto amo Dios al mundo
que le entrego a su hijo único”, y es Jesús quien con su Encarnación y Resurrección se ha
convertido en la nueva vid, es decir, ha renovado el mundo, ha constituido una humanidad
nueva y renovada. Jesús es la vid verdadera. Esta nueva vid a la cual pertenecemos todos
los bautizados, pues ya por el bautismo somos insertados en Cristo, no puede ser destruida
a diferencia de la primera que era imperfecta y limitada por estar cimentada solo en fuerzas
humanas. Lo más importante es la frase “yo soy”: el hijo mismo se identifica con la vid, se
ha dejado plantar en tierra. Ha entrado en la vid, el misterio de la encarnación, del que Juan
habla en el prólogo. Jesús utilizar las palabras de Dios “Yo soy” deja claro que él también
es Dios y que como Hijo único está unido al Padre a través de un mismo Espíritu, por dicha
unidad en repetidas ocasiones habla de que no ha venido al mundo a hacer su voluntad sino
la de aquel que lo ha enviado. En otros momentos dirá que él hace las obras que le ha visto
en el Padre.

El Señor nos invita a permanecer en él lo, permanecer significa lo que los padres de
la Iglesia llaman perseverancia, es decir, resistir pacientemente aun a pesar de las
dificultades de la vida. Aquellos que no perseveran junto con el Señor así como el
sarmiento no está unido a la vid no pueden dar fruto y es cortado y echado fuera. La
permanencia es una consecuencia del amor que hemos encontrado en Dios. El amor es
principal fruto que Dios quiere de nosotros el cual se manifiesta a través de la vivencia de
la caridad, por ello, en la segunda lectura nos dice San Juan “no amemos solo de palabra,
solo con la boca, sino con obras según la verdad” 1 Jn 3,18. Amar y vivir la caridad
significa también cumplir los mandamientos y esto por supuesto es testimonio de que
estamos unidos a la Verdad es decir, a Dios.

Como discípulos podemos estar unidos a Dios de diversas maneras, por ejemplo, a
través de la escucha de su Palabra, por medio de la oración o a través de las obras de
caridad, estas tres acciones son importantísimas para todo cristiano, sin embargo la fuente
de estas está en la Eucaristía en las cuales tiene su centro, su razón de ser y de lo cual parte
todo, por ello dirá la SC que la Eucaristía es fuente y culmen de la vida Cristiana. El recibir
al Señor bajo las especies del Pan y del Vino es la mejor forma de estar unidos a él. Ya
hemos dicho que estamos unidos en razón de que fuimos injertados a él por el bautismo, en
su Pasión muerte y resurrección y que por tanto constituimos esa nueva vid de la cual el
mismo Jesucristo es parte y cuida de ella.

El día de hoy los invito queridos hermanos a reconocer que solo a través de la
Eucaristía podemos estar unidos a Dios y como consecuencia dar fruto abundante,
recordemos las palabras del Señor “por sus frutos los conocerán”, es decir, es por medio de
nuestro fruto que damos testimonio al mundo de que pertenecemos a Dios y estamos con
Dios.

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