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FACULTAD DE TEOLOGÍA
“SACRAMENTOS RESTANTES”
II TEOLOGÍA
Este sacramento lo puede recibir todo bautizado que esté en peligro de muerte por alguna
enfermedad grave o por edad avanzada. Si después de que ya fue ungido la situación se
complica más puede ser ungido nuevamente. Se puede ungir también antes de una
intervención quirúrgica, a los adultos mayores que se encuentran débiles y a los que han
perdido la razón pero si en algún momento tuvieron la tuvieron aunque sea parcialmente.
b) Ministro
c) Rito esencial.
De igual forma que los demás sacramentos la unción de los enfermos se realiza en forma
comunitaria, ya sea en la familia, en el hospital, y en la Iglesia, ya sea para un solo enfermo
o para un grupo.
Se han de tener en cuenta dos elementos esenciales como son la materia y la forma, la
materia para este sacramento comprende el aceite de oliva el cual debe ser consagrado por
el Obispo en la misa Crismal del Jueves Santo. En caso de necesidad un presbítero puede
bendecir un poco de aceite normal para el rito. Se unge al enfermo en la frente y en las
manos, distribuyendo la fórmula. En caso de necesidad una sola unción en la frente o por
la situación del enfermo en alguna otra parte del cuerpo. Se usa la siguiente formula.
1520 Un don particular del Espíritu Santo. La gracia primera de este sacramento es una
gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades propias del estado de
enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esta gracia es un don del Espíritu Santo
que renueva la confianza y la fe en Dios y fortalece contra las tentaciones del maligno,
especialmente tentación de desaliento y de angustia ante la muerte (Cf. Hb 2,15). Esta
asistencia del Señor por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al enfermo a la curación
del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios (Cf. Cc. de Florencia:
DS 1325). Además, "si hubiera cometido pecados, le serán perdonados" (St 5,15; Cf. Cc. de
Trento: DS 1717).
1521 La unión a la Pasión de Cristo. Por la gracia de este sacramento, el enfermo recibe la
fuerza y el don de unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo: en cierta manera es
consagrado para dar fruto por su configuración con la Pasión redentora del Salvador. El
sufrimiento, secuela del pecado original, recibe un sentido nuevo, viene a ser participación
en la obra salvífica de Jesús.
1522 Una gracia eclesial. Los enfermos que reciben este sacramento, "uniéndose libremente
a la pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de Dios" (LG 11). Cuando
celebra este sacramento, la Iglesia, en la comunión de los santos, intercede por el bien del
enfermo. Y el enfermo, a su vez, por la gracia de este sacramento, contribuye a la
santificación de la Iglesia y al bien de todos los hombres por los que la Iglesia sufre y se
ofrece, por Cristo, a Dios Padre.
1523 Una preparación para el último tránsito. Si el sacramento de la unción de los enfermos
es concedido a todos los que sufren enfermedades y dolencias graves, lo es con mayor
razón "a los que están a punto de salir de esta vida" ("in exitu viae constituti"; Cc. de
Trento: DS 1698), de manera que se la llamado también "sacramentum exeuntium"
("sacramento de los que parten", Ibíd.). La Unción de los enfermos acaba de conformarnos
con la muerte y a la resurrección de Cristo, como el Bautismo había comenzado a hacerlo.
Es la última de las sagradas unciones que jalonan toda la vida cristiana; la del Bautismo
había sellado en nosotros la vida nueva; la de la Confirmación nos había fortalecido para el
combate de esta vida. Esta última unción ofrece al término de nuestra vida terrena un sólido
puente levadizo para entrar en la Casa del Padre defendiéndose en los últimos combates.
a) Sujeto
El sujeto es todo fiel bautizado que con un corazón contrito y arrepentido se acerca a recibir
la misericordia de Dios.
b) Ministro
El Obispo como sucesor de los apóstoles a quienes Cristo les dio la potestad de perdonar
los pecados, y quién también es cabeza de la una iglesia particular es a quien le compete la
administración de este sacramento, pero también a los presbíteros como colaboradores del
Obispo.
Este sujeto debe manifestar diversas características en razón de Cristo que no ha venido a
llamar a los justos sino a los pecadores. Primeramente antes que sentirse con el poder de
perdonar los pecados lo cual solo le corresponde a Dios, deben comprometerse con hacer
siempre el llamado a la conversión guiado por la Palabra de Dios. No es un inquisidor sino
un médico que ayuda a descubrir las dimensiones del pecado y la necesidad de la
conversión. También debe ser un padre a imagen de Dios que como Padre conduce a la
verdad a través de la misericordia.
c) Rito esencial
Al rito esencial de este sacramento se le conoce también como actos del penitente y
comprende la Contrición, la confesión de los pecados, la satisfacción y los efectos.
La contrición, se entiende como un acto sobre natural donde el hombre movido por la
gracia y el amor de Dios pone movido por la gracia y la fe y animado por la esperanza del
perdón y consiguientemente de la victoria sobre el pecado. Desde Trento se destacan dos
actitudes que deben caracteriza a un cristiano contrito, primero “Una decidida y eficaz
voluntad de negación y destrucción del pasado. El pecador se arrepiente de ese pasado de
oposición a Dios y a los demás y de destrucción de sí mismo, segundo, El abandono real
del pecado va unido a una orientación radical hacia Dios y hacia los demás, una adhesión
total a Cristo y a su Iglesia, una aceptación renovada y eficaz de la propia misión del
cristiano que se manifiesta en un compromiso total por mantenerse fiel al plan de Dios.
Confesión de los pecados, en tal acto se tiene conciencia de la ofensa a Dios, pero también
a la Iglesia. No es la mera recitación de los pecados sino un signo de arrepentimiento
interior. Es además un acto de culto con el que el cristiano pecador le da gloria a Dios e
interviene activamente en el restablecimiento de su reconciliación con Dios y los demás.
También la confesión es signo y encarnación externa y eclesial de la voluntad real de
reparación del pecado. La manifestación eclesial del arrepentimiento interior, con la
dificultad que lleva consigo, es signo de la seriedad de la conversión y del esfuerzo de
lucha contra el pecado por parte del pecador. En cuanto manifestación pública y social de la
conversación interior, es signo del compromiso del cristiano en la lucha por la liberación
del pecado en todas sus dimensiones.
La satisfacción, se refiere a la aceptación de las obras que un primero momento causan
dolor, y el alejarse del pecado y del pecado del mundo. Tienen también un sentido
medicinal ya que tienden a reparar el dinamismo disgregador que causo el pecado, restaurar
la mentalidad, iniciar un proceso contra los malos hábitos contraídos. Además puede tener
un significado penal, no ya en el sentido de penas impuesta por Dios desde fuera, sino en el
sentido de aceptación del esfuerzo para superar las consecuencias, esto es, la pena del
pecado.
Reconciliación con la Iglesia, se restaura la comunión que con los demás, vivifica no solo
al penitente sino también a la Iglesia que sufre porque sus hijos se alejan.
Además el Catecismo, n. 1496 se nos dice que los efectos espirituales del
Sacramento de la Penitencia son:
c) Rito esencial
El rito esencial del sacramento del Orden está constituido, para los tres grados, por la
imposición de manos del obispo sobre la cabeza del ordenando así como por una oración
consecratoria específica que pide a Dios la efusión del Espíritu Santo y de sus dones
apropiados al ministerio para el cual el candidato es ordenado.
d) Efectos
1. El carácter, el sacramento del orden es uno de los tres sacramentos que imprimen
carácter. Por la tradición se afirma que por la imposición de manos y por las
palabras de la consagración se confiere la gracia del Espíritu Santo y queda marcado
con el carácter sagrado. Por este sello los sacerdotes quedan identificados con Cristo
sacerdote, de tal manera que puedan actuar como representantes de Cristo cabeza.
2. El Espíritu Santo, la potestad y además gracias requeridas para su ministerio.
Al hablar de carácter se afirma la participación de la Gracia del Espíritu Santo, del
poder sagrado que no es otro que el de Cristo, SACERDOTE, MAESTRO Y
PASTOR.
3. CEC 1581-1589.
Para el obispo, es en primer lugar una gracia de fortaleza: guiar y defender con
fuerza y prudencia a su Iglesia como padre y pastor.
Se recibe un don espiritual que confiere la ordenación presbiteral expresado en el
rito bizantino.
Sobre los diáconos, que fortalecidos con la gracia del sacramento, en comunión con
el obispo y los presbíteros, están al servicio de la liturgia, palabra y de la caridad.
Se hace una llamada contante a la conversión.