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Tema 1. El Derecho
1. El derecho como ordenación social
Los hombres y las mujeres somos libres, aun así nos sometemos a ciertas reglas. La libertad de
cada uno consiste, en buena medida, en seguir las reglas de los grupos en los que se integra o
en apartarse de ellas.
El incumplimiento de las normas puede ir ligado a algún tipo de sanción, aunque no siempre se
aplique. En cualquier caso, las normas siguen en pie aunque sean incumplidas, son
contrafácticas; porque perviven aunque algunos hechos se opongan a ella; la norma que prohibe
matar sigue en pie aunque se haya producido un asesinato.
Las normas tienen diversa naturaleza. Existen normas morales, que obligan desde la conciencia,
y normas religiosas, que obligan frente al Dios en el que se cree. También tienen carácter
normativo los usos sociales consolidados en un determinado grupo. Y por último, las normas
jurídicas, que forman el Derecho.
Las normas jurídicas son aquellas cuyo reconocimiento y aseguramiento depende del poder
político institucionalizado en un ámbito determinado; ese poder se concentra hoy en los
Estados.Son normas jurídicas a las que el Estado reconoce como tales, comprometiéndose
además a garantizar que se cumplan.
La función de estas normas es asegurar las regularidades que se consideran decisivas para la
vida colectiva dentro de la comunidad política.
Quien crea normas jurídicas configura el grupo social, porque esas normas sirven para mantener
o definir de nuevo sus pautas fundamentales de comportamiento. El Estado también puede
transferir ese poder a organizaciones supranacionales, como la Unión Europea, cuyas normas
pasan a integrarse de ese modo en el derecho del Estado.
Las normas jurídicas que crea cada uno de estos sujetos son de distintos tipos: Los distintos
parlamentos aprueban leyes, los Gobiernos aprueban reglamentos... Estos tipos de normas (ley,
reglamento…) se llaman también fuentes del Derecho.
El espacio formado por el conjunto de las normas jurídicas por la multitud de normas singulares
sobre materias distintas de tipos diferentes y originadas en momentos diversos, ha sido
comparado a una ciudad en cuyo trazado arquitectónico se acumulan los estratos históricos y
culturales. Si el objetivo del Derecho es conseguir que un grupo social funcione de modo
ordenado, ha de comenzar poniendo orden en esa multitud de normas que lo integran.
Los 3 principios fundamentales que articulan el llamado sistema de fuentes son los siguientes:
➢ En primer lugar, el principio de competencia conforme al cual unos tipos de normas no
pueden entrar en el espacio reservado a otros. Así, las normas producidas por las
comunidades autónomas no pueden regular materias que la Constitución ha reservado
en exclusiva al Estado central. Pero los órganos de éste tampoco pueden regular las
materias que, de acuerdo con la Constitución, los estatutos de autonomía han definido
como exclusivas de las Comunidades Autónomas.
➢ De la misma manera opera el principio de jerarquía. Las fuentes se ordenan según su
rango en una pirámide jerárquica, de modo que las situadas en un escalón superior
prevalecen sobre las situadas más abajo.
➢ Dentro del mismo rango, la norma posterior deroga las anteriores. La derogación
significa que la norma anterior deja de obligar, que ya no es vinculante para las
conductas que se produzcan en adelante. Cuando aparece una nueva norma, las
conductas han de regirse por ella, no por la antigua.
Estos principios fundamentales que ordenan el sistema de fuentes están acompañados por
otros complementarios y todos ellos se articulan de modo muy matizado.
Con todo ello, se forma un cierto sistema jurídico concebido como una acumulación ordenada de
las normas establecidas por el poder público, de Derecho positivo.
El propio Derecho ha de constituir un ordenamiento jurídico cuyas notas características serían la
unidad, la coherencia y la plenitud, y que ofrecería así orientaciones para cualquier conducta
humana con efectos sociales. Para alcanzar esta armonía característica hay que complementar
las normas positivas con valores y principios que las completan, las articulan y dotan al conjunto
de un sentido global. En la construcción del ordenamiento actúan entonces al lado de los
poderes creadores del Derecho y los prácticos del Derecho mediante un trabajo colectivo de
interpretación y articulación de normas, principios y valores.
Las normas jurídicas, por lo general se cumplen, pero a veces no se respeta el orden establecido
por las normas jurídicas. Tras la infracción de la norma, se ordena a veces ser restaurado
coactivamente, otras veces cabe la posibilidad de sancionar al infractor. Las transgresiones de
las normas son objeto de una represión institucionalizada por parte del poder político.
En cualquier caso, la tarea de aplicar y garantizar el derecho corresponde específicamente a la
Administración, que establece procedimientos, instrumentos y controles que normalizan su
cumplimiento y previenen los incumplimientos, y también corresponde a los jueces que imponen
la norma aplicable en caso de conflicto.
La Constitución se identifica como la norma suprema del ordenamiento jurídico. Regula los
órganos del Estado, sus funciones y sus relaciones. De este modo, establece las fuentes del
Derecho con sus esferas de los órganos encargados de asegurar el cumplimiento de las normas.
.La Constitución contiene asimismo algunas reglas básicas para ordenar las relaciones sociales,
en particular los derechos fundamentales de las personas: son derechos subjetivos que, al estar
garantizados por la norma suprema, no pueden ser menoscabados por ninguna otra norma y fija
los valores y principios conforme a los cuales se articula la pluralidad de normas jurídicas en un
ordenamiento.
El juez no crea el Derecho, sino que aplica al caso concreto un Derecho previamente establecido.
La premisa mayor es la norma jurídica, que establece una relación entre un supuesto hecho y
una consecuencia; la premisa menor consiste en la verificación de que se ha dado el hecho
concreto, y la conclusión sería la resolución judicial de la controversia, en forma de aplicación de
la consecuencia jurídica.
Para la interpretación del texto de las normas se suelen considerar decisivos los criterios literal,
histórico, teológico y sistemático. Pero los resultados de cada uno de ellos pueden ser inseguros.
➢ El tenor literal de las palabras no siempre es unívoco; existen determinaciones y
vaguedades.
➢ Los precedentes y la experiencia histórica, la evolución del sistema jurídico y los
antecedentes que dieron origen a la norma que se interpreta, a veces resultado de
compromisos entre grupos diversos, no siempre proporcionan argumentos
incontestables.
➢ La finalidad objetiva de la norma, lo que se pretende lograr con ella, no siempre es fácil
de concretar en el marco de una realidad social compleja y en constante transformación.
➢ A menudo no se trata de interpretar solo una norma, sino de combinar adecuadamente
la interpretación de unas cuantas normas que afectan al caso concreto; y siempre debe
tenerse en cuenta el contexto normativo, las normas que regulan cuestiones conexas ,
de forma que la interpretación ofrecida en el caso particular no resulte incongruente con
el mismo.
El objetivo final del proceso de interpretación es conseguir una crítica razonada de todos esos
puntos de vista, capaz de ofrecer una conclusión socialmente aceptable,persuasiva para la
comunidad de juristas, internamente coherente y relativamente previsible. Mediante esta
argumentación, reiterada y consolidada en casos similares, los jueces van creando
jurisprudencia; esto es un cuerpo de concreciones de las normas que complementan el sistema
de Derecho positivo y lo acercan a la realidad de los casos prácticos.
La idea de justicia sintetiza el conjunto de valores que, de acuerdo con la conciencia histórica de
un momento dado, legitiman un ordenamiento; pero el uso de la palabra se relaciona
especialmente con el valor de igualdad.
Se ha diferenciado tradicionalmente entre igualdad conmutativa (que regula los intercambios
equilibrados entre iguales) y la igualdad distributiva (que eejrce el superior que reparte a cada
cual lo que le corresponde). Todo ello exige contar con criterios que identifican tambien si las
diferencias que se establecen son proporcionales.
Las normas generales garantizan siempre una cierta igualdad, porque se aplican por igual a
todos los que realizan una misma conducta. Los criterios de admisibilidad de las diferencias
cambian con el tiempo.
En nuestra Constitución, la igualdad no sólo opera como valor sino como derecho fundamental.
14 (CE) y como principio cuya promoción debe orientar la acción de los poderes públicos (art. 9.2
CE).
El segundo valor jurídico es la seguridad. Se puede referir por un lado, a la seguridad pública,
entendida fundamentalmente como la convivencia pacífica, sin coacciones y sin violencia. En
términos genéricos, las normas jurídicas, bajo la garantía del Estado, contribuyen a esa
seguridad, en la medida en la que determina los derechos, las expectativas y los deberes de cada
uno, y permiten también exigir la responsabilidad por los daños que se originen en las relaciones
sociales.
Pero cuando nos referimos al valor jurídico de la seguridad, a la seguridad jurídica, el término se
concreta en dos ámbitos muy precisos:
➢ La seguridad jurídica, como seguridad del Derecho, se consigue gracias a la posibilidad
de conocer el ordenamiento jurídico (certidumbre) y de calcular las consecuencias no
favorables de nuestros actos (previsibilidad).
El principio de publicidad de las normas está expresamente en el art. 9.3 CE, y se
concreta luego para las leyes aprobadas por las Cortes Generales, que deben publicarse
en el BOE (art. 91 CE). Pero el principio es igualmente aplicable a todas las demás
normas aprobadas por cualesquiera los poderes públicos; todas las normas del Estado
son publicadas en el BOE, las Comunidades Autónomas en sus propios Boletines
Oficiales, las de la UE en el Diario Oficial de la Unión Europea… La publicación oficial de
las normas garantiza al menos, que todos puedan conocerlas.
El 9.3 CE también consagra el principio de retroactividad de las normas sancionadoras o
restrictivas de derechos individuales y el art. 25 CE lo concreta en el ámbito de las
sanciones penales y administrativas. Ello implica que los efectos de una norma
sancionadora no pueden proyectarse hacia el pasado, una conducta que es lícita en el
momento de realizarse, no puede ser posteriormente castigada con medidas
sancionadoras, y las reformas que agravan las sanciones establecidas para una conducta
no pueden aplicarse a hechos ocurridos antes de su aprobación.
➢ El Derecho también proporciona seguridad frente a los poderes públicos. Ninguna
autoridad pública puede ejercer su poder sino en la medida en que le han sido conferidas
por el ordenamiento jurídico las potestades para ello, y ha de hacerlo siempre dentro de
los límites establecidos al efecto.
La Constitución reconoce en este contexto la interdicción de la arbitrariedad de los poderes
públicos (art. 9.3 CE), la prohibición de que actúen por puro capricho. Este principio exige que
dichos poderes motiven su actuación, aunque ello se concreta de formas muy variadas en cada
caso y es susceptible de excepciones.
Tema 3. La Constitución
1. Conceptos de Constitución
La idea de Constitución se impone de forma revolucionaria en la práctica política de finales del
siglo 18, primero en el movimiento que lleva a la Independencia de las colonias norteamericanas
y a la formación de los Estados Unidos de América, luego en la Revolución francesa de 1789. La
idea se difunde de inmediato por toda Europa, incluida España, en donde aparece la Constitución
de Bayona de 1808, de Cádiz de 1812…
La Constitución así concebida resulta por principio intangible, porque sólo podría reformar la
quien la ha hecho. Se supone que las generaciones pasadas, las que hicieron la Constitución, no
pueden imponer sus decisiones a las nuevas generaciones de forma incondicional. Por eso
algunas constituciones del momento optan por beber su propia revisión.Mediante unos
procedimientos que dotan de estabilidad al texto constitucional pero no impiden por completo
su modificación. Ese poder de reforma de la Constitución, en cualquier caso, no es un verdadero
poder constituyente libre y originario, sino un poder constituido previsto por la Constitución y
sujeto a los procedimientos y a límites que ella establece.
La Constitución crea un nuevo orden político y da vida a instituciones públicas. Estamos ante el
concepto racional-normativo de Constitución, que identifica como un complejo normativo
establecido de una sola vez y en el que una manera total exhaustiva y sistemática se establece
las funciones fundamentales del Estado y se regula los órganos, el ámbito de sus competencias
y las relaciones entre ellos. Esa Constitución se plasma en un documento específico adoptado de
forma solemne y dotado de una especial fuerza normativa, la supremacía constitucional.Incluso
las leyes aprobadas por los parlamentos consideran sometidas a ella.
Desde entonces, cualquier sistema político que pretenda legitimidad necesita apelar a la
Constitución, en su concepción. El concepto sociológico, identifica la Constitución a partir de la
estructura concreta de las relaciones sociales, en particular económicas o más en general, como
la suma de los factores reales de poder que operan en una sociedad, véase la monarquía, la
aristocracia, la gran burguesía, los banqueros…
El concepto histórico-tradicional, parte de la continuidad histórica como rasgo identificador.De
un orden político. La estructura constitucional de cada Estado procede de una lenta
transformación histórica específica para cada país. La Constitución peculiar de cada Estado es
así la respuesta consolidada a problemas históricos recurrentes. Se trata, por tanto, de un
concepto orientado hacia el pasado, que pretende conservarlo y extraer de él enseñanzas para
el futuro y que desconfía de la capacidad innovadora de las personas, en concreto, de su
capacidad de fundar, un orden nuevo a partir de un acto constituyente.
3. Decisiones fundamentales
Aunque el poder democratico emana del pueblo, lo ejercen órganos concretos del Estado que
crean y aplican el Derecho, dirigen y controlan la acción pública, organizan la convivencia social.
La Constitución crea esos órganos y los articula de acuerdo con el principio de la división de
poderes.
Se tienen en cuenta no solo los distintos poderes del Estado (división horizontal), sino también a
los distintos estratos territoriales de poder (división vertical) e incluso los distintos sujetos que
acceden a cada poder de forma sucesiva (división temporal). Pero las limitaciones y controles de
los poderes del Estado se concretan sobre todo en la específica posición constitucional de los
poderes ejecutivo y legislativo y en sus relaciones recíprocas, que define las formas de gobierno.
Estas han terminado clasificando en 2 modelos básicos; el presidencialismo, con legislación
directa de ambos poderes que actúan en régimen de separación y equivalencia y el
parlamentarismo el cual legitima y controla al gobierno, que responde políticamente ante él.
La división de poderes responde a diferenciación lógica entre las funciones del Estado; tiene en
cuenta las diversas tareas de creación y aplicación del Derecho y parte de la distinción entre 3
funciones básicas que se corresponden con las formas típicas de acción del Estado: el legislador
aprueba normas generales, el ejecutivo adopta las medidas necesarias para asegurar su
cumplimiento, la jurisdicción resuelve los conflictos que se le plantean ateniéndose a ellas. La
división de poderes implica una cierta correlación entre las funciones del Estado y sus diferentes
órganos.
El peso de las 2 cámaras es diferente, la más relevante es el Congreso de los Diputados, por ello
es un bicameralismo asimétrico o desigual. La disparidad entre ambas cámaras podría estar
justificada en la que cada una. El problema es que el Senado, no responde ni en su diseño
constitucional, ni en su práctica efectiva, a esa representación territorial. La combinación de
estos 2 elementos ha llevado a que se plantee incluso la posible desaparición de esta cámara.
2. El sistema electoral
El Derecho electoral es el conjunto de normas que regulan los procesos para la elección de los
representantes de los ciudadanos. Al conjunto de estos elementos definidos por el derecho
electoral se le denomina sistema electoral.
La circunscripción electoral es la división territorial que delimita los ámbitos en los que se eligen
representantes. La elección de diputados y senadores se realiza por provincias, dejando a un
lado los senadores autonómicos. Así se establece por expresa prescripción constitucional (art.
68.2 CE). Las particularidades de nuestro sistema territorial hacen que se establezcan
determinadas especificidades para las provincias insulares y pra los ciudades autónomas de
Ceuta y Melilla.
El número de representantes a elegir es distinto en el caso del Congreso y del Senado:
➢ El Congreso de los Diputados, según la Ley Orgánica 5/1985 de Régimen Electoral
(LOREG) fija el número en 350. El número de representantes elegidos en cada provincia
se fija antes de cada elección en función de criterios poblacionales. Ello supone 100
diputados (50 provincias por 2 diputados cada una) a los que se añaden 2 diputados
que eligen Ceuta y Melilla. Para el reparto entre las provincias de los otros 248 diputados
se determina así cuántos habitantes corresponden a cada diputado; luego se divide la
población de cada provincia por esa cifra, asignando a cada provincia el número de
diputados que corresponda con la parte entera del cociente y atribuyendo el resto de los
escaños a las provincias que tengan una parte decimal mayor.
La fijación de un número mínimo de diputados por provincia provoca una
sobrerrepresentación de las CCAA multiprovinciales.
➢ Para el Senado, se elige un mismo número de representantes; 4 senadores (art. 69 CE).
En el caso de las islas Canarias y Baleares se eligen 3 senadores en las islas pequeñas o
agrupaciones de islas; mientras que Ceuta y Melilla eligen cada una dos senadores. El
resultado son 208 senadores de elección directa por parte de los ciudadanos.
A estos senadores deben añadirse los denominados senadores autonómicos, que son
designados por los respectivos parlamentos autonómicos tratando de respetar la
representación proporcional entre los diversos grupos políticos que integran cada uno de
esos parlamentos. Todas las Comunidades elegirá un Senador adicional por esta vía y
otro más por cada millón de habitantes
Las propuestas de personas para cubrir los puestos de diputado o senador, se denominan
candidaturas. En el Senado las candidaturas son individuales aunque los partidos suelen
presentar en cada circunscripción el mismo número de candidatos que pueden ser votados por
los electores. En las elecciones al Congreso de los Diputados las candidaturas se presentan en
forma de listas cerradas y bloqueadas. Con ello se limitan las opciones del elector, que
únicamente puede aceptar o rechazar una lista en el bloque.
A la hora de elaborar las candidaturas los partidos políticos actúan con total libertad, siempre
que los candidatos reúnan los requisitos mínimos que exige la ley. La unica exigencia que deben
cumplir los partidos es que las listas electorales tengan un minimo de integrantes de cada sexo
(40 por 100), para promover la participacion politica de las mujeres.
Las Cortes Generales se componen de miembros elegidos directamente por los ciudadanos, a
ellas les corresponde participar en el nombramiento de los integrantes de otros órganos
constitucionales para proporcionarles cierta legitimación democrática indirecta, en particular de
los magistrados del Tribunal Constitucional y de los vocales del Consejo General del Poder
Judicial. Pero también nombran las Cortes Generales al Defensor del Pueblo (art. 54 CE), un alto
comisionado de las propias Cortes Generales para el control de la Administración y la defensa de
los derechos fundamentales y a la totalidad de los consejeros del Tribunal de Cuentas, órgano
encargado de la fiscalización de las cuentas públicas.
Las competencias que ejercen las Cortes Generales en relación con la Corona, que en general se
ejercerán en reunión conjunta de ambas cámaras. A ellas les corresponde: resolver el caso de
extinción de las líneas llamadas a suceder al trono, prohibir de acuerdo con el rey el matrimonio
de las personas con derecho a suceder, tratar sobre las abdicaciones y renuncias al trono o
resolver las dudas de hecho o de derecho en el orden sucesorio, nombrar regente o tutor del rey
en determinados supuestos, etc.
Los diputados y los senadores están sometidos a un régimen jurídico específico, llamado
estatuto de los parlamentarios, que se establece para garantizar que estos puedan desempeñar
libre y eficazmente las tareas que le corresponden.
➢ La condición de parlamentario, se adquiere después de haber resultado elegido, con la
cumplimentación de ciertos trámites. Esa condición solo se pierde por fallecimiento,
decisión judicial firme que inhabilite para el cargo, renuncia y extinción del mandato.
También supuestos de suspensión.
➢ Los diputados y senadores gozan de las llamadas “prerrogativas parlamentarias”: la
inviolabilidad, la inmunidad y el fuero especial. Mediante ellas se ha querido proteger de
forma cualificada la libertad, autonomía e independencia de los parlamentarios. Debido
al paso del tiempo y el cambio de las circunstancias, han de ser interpretadas para no
convertirse en privilegios.
➔ El art. 71.1 CE señala que los diputados y senadores gozarán de inviolabilidad por
las opiniones manifestadas en el ejercicio de sus funciones, lo que significa que
los parlamentarios no serán responsables jurídicamente por esas opiniones. Con
ello se pretende proteger la libre discusión y debate de los parlamentarios, así
como la toma de decisiones por parte de las cámaras a partir de tal debate.
➔ El art.71.2 establece que, durante el periodo de su mandato, los diputados y
senadores gozarán de inmunidad. Esta prerrogativa tiene una doble
manifestación: los parlamentarios no podrán ser detenidos salvo en caso de
flagrante delito; y además solo podrán ser inculpados o procesados cuando se
haya obtenido la autorización de la cámara correspondiente. Esta prerrogativa
no impide que los jueces abran contra los parlamentarios un proceso penal, pero
es necesario que antes la sala segunda (penal) del Tribunal Supremo solicite y
obtenga la autorización de la cámara correspondiente para la inculpación o el
procesamiento de los parlamentarios, llamada suplicatorio.
➔ El fuero especial significa que las causas penales contra diputados y senadores
sólo podrán ser seguidas por la sala de lo penal del Tribunal Supremo (art.71 CE),
el órgano jurisdiccional superior en ese orden, como garantía de especial
protección para los parlamentarios.
➢ Para garantizar la independencia de los diputados y senadores se establece la
incompatibilidad entre el mandato parlamentario y prácticamente cualquier otro cargo
público, excepto por formar parte del Gobierno, participar en consejos de administración
de ciertos entes o empresas públicas y ser miembro de la administración local.
➢ Los diputados y senadores recibirán una asignación que será fijada por las respectivas
cámaras. (art. 71.4 CE)
El art. 67.2 CE dice “Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato
imperativo” esto se remonta a los orígenes del sistema parlamentario. Antiguamente, las
ciudades enviaban sus representantes a las Cortes con un cuaderno de instrucciones que les
imponía lo que debían votar en los temas planteados.
Una nueva modalidad de mandato imperativo se ha desarrollado, en el marco de los
parlamentos democráticos; el mandato de partido. Se da por supuesto, que los parlamentarios,
elegidos en listas propuestas por un partido, votaran de acuerdo con las ideas que este partido
defiende. Pero hay supuestos en los que surgen problemas de conciencia, cambios de criterio en
el propio partido que no son compartidos… Para todos esos casos, la regla sigue siendo que el
parlamentario vota libremente, incluso en contra de las instrucciones expresas de su partido. El
partido, que puede expulsar de su seno al diputado o al senador disidente, no puede privarle de
su puesto en la cámara: el escaño corresponde al parlamentario y no al partido.
Sin embargo, los partidos conservan poderosos instrumentos para mantener a los
parlamentarios bajo disciplina. Son posibles otras sanciones en el propio seno de las cámaras.
Los grupos parlamentarios pueden condenar a uno de sus miembros al ostracismo, pueden
imponer incluso sanciones pecuniarias o también expulsarle del grupo o relegando a una
posición muy secundaria en el seno del grupo mixto.
Durante la legislatura, las reuniones de las cámaras se producen en dos períodos ordinarios de
sesiones, que van de septiembre a diciembre y de febrero a junio. Pero también se puede
solicitar la convocatoria de sesiones extraordinarias, sea por parte del Gobierno, Diputación
Permanente de la cámara correspondiente o de la mayoría absoluta de los miembros.
Las comisiones son los órganos básicos del trabajo de la cámara; se encargaran de preparar
todos los trabajos que finalmente se discutirán y decidirán en el pleno. Son órganos reducidos y
por tanto, más ágiles, en ellos es más fácil la discusión y negociación entre los grupos
parlamentarios. Las comisiones son expresión reducida pero proporcional al pleno; se componen
de los miembros que designe cada grupo parlamentario en proporción numérica a la que tenga
cada uno de ellos en el pleno de la cámara.
Existen diferentes tipos de comisiones. Las comisiones permanentes que deben constituirse
obligatoriamente y para toda la legislatura, son dos tipos: comisiones legislativas cuya función
es el examen y análisis de los proyectos y proposiciones de ley, y están especializadas por razón
de la materia y comisiones no legislativas cuya función es el examen y análisis de los proyectos y
proposiciones de ley, y están especializadas por razón de materia y comisiones no legislativas,
que cumplen funciones de carácter interno, de control, o de otro tipo. Las comisiones no
permanentes se crean para realizar una labor concreta y se disuelven una vez que ya han
concluido.
Los procedimientos por los que las cámaras adoptan decisiones se rigen por estas normas:
➢ Las cámaras sólo podrán adoptar acuerdos cuando estén reunidas reglamentariamente,
es decir, previa convocatoria. La convocatoria le corresponde al presidente de la cámara.
➢ Las reuniones se celebran con un orden del día, la relación de los asuntos que deben
conocerse en una determinada sesión. La fijación del orden del día es un elemento en el
funcionamiento de las cámaras, fijado por el presidente de la Mesa de acuerdo con la
Junta de Portavoces, en el caso del Senado lo fija el presidente del Senado.
➢ El debate es la forma normal del trabajo de las cámaras. Todas las sesiones de pleno y
comisiones, deben de ir acompañadas de deliberaciones en las que participan todos los
grupos parlamentarios que lo deseen.
➢ Para decidir, las cámaras deben de contar con el quórum de asistencia, es decir, deben
asistir a la reunión la mayoría de sus miembros, de lo contrario no podrá adoptarse
válidamente ningún acuerdo.
➢ La votación es el acto a través del cual las cámaras adoptan sus decisiones y manifiestan
su voluntad. Los acuerdos deben ser aprobados por la mayoría de los miembros
presentes, aunque en determinados procedimientos o votaciones se exigen mayorías
superiores, que se computan sobre el número total de miembros de la cámara con
independencia de su asistencia efectiva de la sesión.
Las sesiones plenarias de las cámaras son públicas, salvo que se adopte un acuerdo en contrario
por la cámara. Tanto en las sesiones de pleno como las comisiones se levanta acta que recoge
las materias debatidas, las personas que intervienen, incidencia y acuerdos adoptados. Como
publicaciones oficiales de las cámaras figuran el Boletín Oficial de las Cortes Generales y DIarios
de Sesiones.
El proceso de formación del Gobierno comienza con la elección del Presidente, de modo
ordinario o extraordinario. Este elige a su equipo de gobierno conforme a la estructura que
mejor se acomode a su programa. La libertad de este se extiende a crear, modificar o suprimir
los departamentos ministeriales es el presidente, quien propone a los miembros de su Gobierno,
que formalmente serán nombrados también por el Rey. Las Cortes Generales sólo intervienen en
la formación del Gobierno considerando la confianza inicial al presidente y a su programa de
gobierno.
La moción de censura es un instrumento con el cual el Congreso de los Diputados puede exigir la
responsabilidad política del Gobierno. Se plantea la firma de al menos, la décima parte de los
diputados (35) y pueden presentarse mociones de alternativas con candidatos nuevos.
El procedimiento comienza con la defensa de la moción por parte de alguno de los diputados
que la han presentado y la defensa por parte del candidato propuesto del programa político del
Gobierno que pretende formar. Tras estas intervenciones se abre un debate en el que participan
los miembros del Gobierno que es objeto de censura y los representantes de los grupos
parlamentarios. Finalizado el debate, la moción se someterá a votación. La aprobación de la
moción de censura exige el voto favorable de la mayoría absoluta tiene doble efecto; cese del
Gobierno e investidura de un nuevo presidente. En el caso que la moción no resulte triunfante se
establece una cierta sanción para los diputados que la presentaron; no podrán firmar otra
moción de censura durante el mismo periodo de sesiones. Si se han presentado mociones
alternativas, se debaten una vez rechazada la primera.
El art. 115 CE concede al presidente del Gobierno la facultad de disolver las cámaras,
adelantando la convocatoria de elecciones. El presidente decide la disolución de ambas cámaras
o solo de una de las. La disolución no podrá decretarse cuando esté en trámite una moción de
censura, ni tampoco antes de que transcurra un año desde la última disolución.
El Gobierno también está integrado por órganos colegiados (todos de acuerdo), el Consejo de
Ministros y las comisiones delegadas del Gobierno, en los que se reúnen los miembros del
mismo.
El Gobierno tiene atribuida la función de dirigir la política, y ello implica fijar un programa de
gobierno. Le corresponde establecerlo al Presidente, que determina las directrices de la política
interior y exterior y vela por su cumplimiento.
Se somete a la consideración del Congreso el programa o una declaración política general al
plantear la cuestión de confianza. Esa dirección de la política se realiza con el Congreso de los
Diputados, de acuerdo con el modelo del régimen parlamentario. Pero el presidente del Gobierno
puede implicar en ella también a la ciudadanía, proponiendo la convocatoria de un referéndum
consultivo, con la autorización previa del Congreso.
Pero el Gobierno también puede aprobar por sí mismo algunos tipos de normas con rango de
ley, en supuestos de extraordinaria y urgente necesidad, bien por delegación expresa de las
propias Cortes Generales en una determinada materia. Y de modo autónomo participa en la
producción normativa ejerciendo la potestad reglamentaria que le permite aprobar
reglamentos, normas con las que decide acerca del desarrollo y la ejecución de las leyes e
incluso en otras materias que las leyes hayan podido dejar en sus manos.
Destaca la capacidad del Gobierno para negociar tratados internacionales y ratificarlos, aunque
para esto último necesitará de ordinario la autorización de las Cortes Generales.
La competencia del Gobierno para actuar ante situaciones extraordinarias declarando los
estados de alarma y excepción (aunque con la previa autorización del Congreso en el segundo
caso) y proponiendo al Congreso la declaración del estado de sitio.
3. La Administración Pública
La Administración del Estado es un complejo orgánico integrado en el poder ejecutivo y dirigido
por el Gobierno; es su organización burocrática, esto es una estructura de medios materiales y
personales diseñada para la ejecución y desarrollo de las políticas públicas que el Gobierno
defina.
Otras entidades a las que les corresponde la ejecución de las leyes son las administraciones de
las Comunidades Autónomas, sujetas a la dirección del Gobierno de la Comunidad. Pero existen
otras administraciones dotadas de autonomía, todas ellas gobernadas democráticamente
conforme al régimen previsor al efecto por la ley. Y hay, unas administraciones independientes,
creadas por la ley y sustraídas, en mayor o menor medida, al control del Gobierno, con el fin de
reforzar sus garantías de independencia e imparcialidad (Agencia de Protección de Datos, Banco
de España…)
Las administraciones locales, en su calidad de administraciones públicas de carácter territorial,
disponen de potestad reglamentaria para aprobar las normas de su competencia, así como
potestad tributaria, autonomía financiera, etc.
De entre todos los entes locales destacan los municipios y las provincias:
I. Los municipios son ámbitos inmediatos de participación ciudadana en los asuntos
públicos, que gestionan con autonomía los intereses propios de las correspondientes
colectividades. Su gobierno y administración corresponden al Ayuntamiento, integrado
por alcalde y concejales. Hay también municipios sometidos al régimen de Concejo
abierto, un modelo de democracia directa previsto constitucionalmente y que se aplica
en municipios pequeños o que tradicionalmente se han servido del mismo y en los que,
junto con el alcalde, es la asamblea vecinal quien tiene atribuidos el gobierno y la
administración municipales.
II. Las provincias son 50 y están formadas por una determinada agrupación de municipios.
Su gobierno y administración corresponden a la Diputación, aunque en algunos casos
existen regímenes especiales. Entre sus competencias se cuenta la coordinación de los
servicios municipales, la asistencia a los municipios, la prestación de servicios públicos de
carácter supramunicipal o supracomarcal, o el fomento y administración de los intereses
peculiares de la provincia.
III. La autonomía local no tiene un contenido garantizado por la Constitución pero esta sí
asegura que han de mantenerse los rasgos que la hacen reconocible como institución de
defensa de los intereses locales. Las leyes, por tanto, pueden ampliar o restringir las
competencias de municipios o provincias y cambiar el régimen de ayuntamientos y
diputaciones, pero no pueden eliminar tales instituciones o sacarlas de contenido.
A la hora de definir la organización territorial del Estado, los autores de la Constitución de 1978
tuvieron la llamada cuestión territorial como problema:
Con los decretos de Nueva Planta aprobados por Felipe V a principios del s.XVIII se habían
eliminado los regímenes particulares de los territorios de la Monarquía Hispánica, cerrando un
Estado centralizado, salvo en el breve periodo de la II República, se mantuvo hasta 1978. Frente
al Estado centralizado, surgieron en el s.XIX movimientos regionalistas, especialmente en
Cataluña, que exigen autonomía política. El primer intento de descentralización tuvo lugar con el
Proyecto de Constitución Federal de la I República (1873) que no llegó a aplicarse. La
Constitución de la II República previó un Estado descentralizado con un sistema que permitía el
acceso a la autonomía de las regiones que así lo decidieron; y se elaboraron los Estatutos de
Cataluña, País Vasco y Galicia. Tras la guerra civil, el régimen franquista volvió a centralizar el
Estado. Al iniciarse la “transición política”, tanto los partidos nacionalistas como la izquierda de
tradición federalista exigieron una forma de organización descentralizada.
Para apaciguar los movimientos nacionalistas, se abrió en 1977 un proceso paralelo de
negociaciones que llevó al establecimiento de un régimen provisional, llamadas “preautonomías”
que pretendían sobre todo el reconocimiento simbólico de instituciones en el País Vasco y
Cataluña. Al mismo tiempo, en las negociaciones sobre la Constitución, los nacionalistas exigen
que la autonomía estuviera abierta a un alto nivel de autogobierno, pero todos consideraban
que no se podía generalizar, así que dejaron abierto el modelo, para que su diseño final se
determinará posteriormente.
La Constitución por tanto diseñó el “Estado autonómico” que hoy conocemos, solo lo hizo
posible, estableció las reglas para desarrollar un proceso voluntario y gradual de
descentralización.
➢ El art. 2 CE reconoce el principio de unidad del Estado, y dentro de este, el derecho a la
autonomía de “nacionalidades y regiones”; estas si así lo deciden, pueden constituir en
Comunidades Autónomas. Por eso, el elemento central en la construcción del Estado
Autonómico ha sido el llamado “principio dispositivo”: son los territorios los que deciden
voluntariamente si ejercen el derecho a la autonomía, si se convierten en CCAA, qué
competencias asumen e incluso cómo se organizan, cumpliendo siempre las reglas de la
Constitución.
➢ La Constitución regula pues los requisitos y procedimientos y límites para ejercer el
derecho a la autonomía:
➔ El art. 143 CE establece quiénes pueden iniciar el proceso de acceso a la
autonomía y cómo han de hacerlo.
➔ A la autonomía se accede mediante la aprobación de un “Estatuto de
Autonomía”, la norma institucional básica de la correspondiente Comunidad
Autónoma. En su elaboración participan los territorios que son quienes tienen la
iniciativa y presentan el proyecto de Estatuto de Autonomía, y por otro lado, las
Cortes Generales, que aprueban finalmente ese proyecto en forma de ley
orgánica.
En cuanto a los límites, la Constitución establece una lista de competencias exclusivas del Estado
(art. 149 CE). Con carácter provisional, establece una lista de competencias que podrán asumir
en un primer momento las CCAA constituidas por la vía lenta, aunque pasados 5 años y mediante
la reforma de sus Estatutos podrán ampliarlas hasta el nivel máximo de competencias; esto es,
hasta asumir todas las que no están consideradas como exclusivas del Estado. De este modo se
establece la diferencia entre las CCAA de “vía rápida” y de “vía lenta”.
Como consecuencia de las previsiones constitucionales y del proceso de construcción del Estado
autonómico, las características más destacadas de este son:
➢ Con un modelo abierto, no solo por su parcial “desconstitucionalización” sino sobre todo
porque su diseño depende de la voluntad de los territorios.
➢ Es un modelo heterogéneo formado por Comunidades con distinto nivel de competencias
y asimétrico, no todas las Comunidades tienen una posición similar.
La heterogeneidad es consecuencia del principio dispositivo, por el que cada comunidad decide
las competencias que asume y cómo se organiza. La asimetría se debe a que la Constitución
reconoce a las CCAA y solo a ellas ciertas peculiaridades, con tradiciones jurídicas, hechos
geográficos o elementos culturales; tales hechos diferenciales permiten que estas CCAA asuman
determinadas competencias relacionadas con dichas materias.
El consejo de gobierno está formado por el presidente y los consejeros, que esta elija, que serán
los titulares de las diferentes Consejerías en que se estructure la administración autonómica. Su
organización y funcionamiento y el estatuto de sus miembros es básicamente igual a los del
Gobierno central, así como también sus funciones.
Como resultado de este sistema de distribución de competencias, hay pocas materias en las que
la competencia sea exclusiva, bien del Estado central, bien de las CCAA. En términos generales es
competencia exclusiva de las CCAA el establecimiento de sus instituciones internas, la garantía
de su identidad cultural y de su orden público, mientras que al Estado central le corresponden en
exclusiva las materias relativas al aseguramiento de la unidad y soberanía del Estado, la garantía
de la igualdad en el ejercicio de los derechos fundamentales y la política económica general. En
mayor parte, las competencias son compartidas. Este tipo de competencias exigen una labor de
interpretación y delimitación. Sin embargo, la delimitación resulta mucho más compleja si el
Estado Central y las CCAA comparten un mismo tipo de potestad sobre una materia; la potestad
normativa.
Las numerosas materias respecto de las cuales el Estado central tiene la competencia para
dictar las “bases”, las “normas básicas” o la “legislación básica”: esto es, para establecer los
principios generales de la regulación de una materia, Las CCAA tienen entonces la competencia
para dictar las normas de desarrollo de los principios generales que las bases hayan establecido.
La autonomía política exige, para hacerse realidad, autonomía financiera: capacidad para
adoptar decisiones sobre la obtención de recursos económicos y sobre el gasto de los mismos.
La Constitución no establece un modelo de financiación, sino que remite para su concreción a
una ley orgánica. La Ley Orgánica 8/1980 de Financiación de las CCAA establece un régimen
especial para el País Vasco y Navarra, que deriva del reconocimiento de los llamados “derechos
históricos”.
Las relaciones de colaboración horizontal están muy poco desarrolladas en España, a diferencia
de lo que sucede en la mayoría de los Estados descentralizados. La Constitución prevé los
convenios entre CCAA, aunque establece requisitos muy estrictos para ello y su uso ha sido muy
escaso.
En el Estado Autonómico existen también otros tipos de relaciones:
➢ Las relaciones de coordinación permiten integrar la voluntad de las CCAA en los órganos
centrales del Estado, no solo para favorecer la defensa de los intereses de las
Comunidades en dichos órganos, sino, para convertir dicha voluntad en parte integrante
de la voluntad unitaria del Estado. Por eso, este tipo de relaciones son determinantes de
cara a la integración política de un Estado descentralizado. Para ello se crean las
cámaras de representación territorial que participan en la elaboración de las leyes del
Estado.
➢ Las relaciones de coordinación permiten que, bajo la dirección del Estado y este de las
Comunidades Autónomas ejerzan sus competencias de modo que el resultado se integre
armónicamente en una misma línea de actuación. En este sentido, la Constitución
(art.149) atribuye al Estado central competencias de coordinación en ciertas materias;
además, la coordinación es posible en cualquier materia si así se acuerda
voluntariamente.
➢ Las relaciones de control si están suficientemente definidas en la Constitución. En ella se
prevén competencias concretas de control del Estado central sobre las CCAA en
determinadas materias. Y se establece un mecanismo excepcional para los casos en los
que una Comunidad Autónoma no cumpla sus obligaciones o atente gravemente al
interés general, en el que se faculta al Estado central para adoptar las medidas
necesarias para obligar a aquella al cumplimiento forzoso de tales obligaciones (art.155).
El Gobierno podrá proponer esas medidas que tendrán que ser aprobadas por mayoría
absoluta del Senado. Este instrumento excepcional de control solo se ha utilizado en una
ocasión, en octubre de 2017, tras la declaración de independencia de Cataluña.
Los conflictos que puedan existir se resuelven o bien a través de la vía judicial ordinaria, o bien a
través de las vías específicas previstas por la Constitución para plantear ante el Tribunal
Constitucional conflictos entre el Estado central y las CCAA o entre estas si cuando existan dudas
sobre a quién corresponde la titularidad de una determinada competencia.
2. Organización y funcionamiento
La organización y funcionamiento del Poder Judicial se regulan fundamentalmente en la Ley
Orgánica 6/1985 del Poder Judicial (LOPJ) que desarrolla las prescripciones constitucionales en
esta materia.
La Constitución establece los elementos definitorios del estatuto jurídico de los jueces y
magistrados, las personas que integran el Poder Judicial, y que, cuando ejercen la potestad
jurisdiccional, son Poder Judicial.
➢ El 122.1 CE ordena que los jueces y magistrados de carrera formen un cuerpo único
(principio de unidad jurisdiccional).
➢ El sistema general de acceso a la carrera judicial exige superar una oposición o prueba
inicial basada en los principios de mérito y capacidad, que debe realizarse garantizando
la igualdad en el acceso de todos los ciudadanos. El Poder Judicial es que sus miembros
no son elegidos por otros órganos del Estado, ni tampoco por los ciudadanos, sino
mediante una prueba objetiva de acceso que debe garantizar su cualificación y
asegurarles una posición de independencia para el ejercicio de la función jurisdiccional.
➢ El art. 117.1 CE establece la inamovilidad que ha sido la garantía tradicional de la
independencia judicial y consiste en que una vez han accedido a la carrera judicial, los
jueces permanecen en ella, en la categoría y en el destino o puesto de trabajo que les
corresponda. La separación, suspensión, traslado y jubilación sólo puede tener lugar por
las causas legalmente previstas. Siguiendo los procedimientos legalmente previstos al
efecto. Se trata de evitar que ningún órgano del Estado pueda tomar decisiones
discrecionales sobre la situación profesional de los jueces e impedir así que, como había
ocurrido históricamente, se pueda condicionar la actuación de un juez o se le pueda
remover de su puesto, o separarle de un proceso determinado, para colocar en su lugar
a alguien más receptivo a determinados intereses.
➢ El art. 127 CE tiene como objetivo garantizar la independencia del Poder Judicial y
concretamente, evitar que los jueces desarrollen otras actividades que puedan
condicionar o contaminar su actividad. La LOPJ regula 2 tipos de incompatibilidades que
responden a finalidades distintas; la incompatibilidad con el cargo judicial de diferentes
tipos de empleos y cargos públicos, y también de actividades privadas que puedan poner
en peligro la independencia judicial, así como la pertenencia a partidos políticos y
sindicatos; y de otro lado. Las incompatibilidades en el ejercicio del cargo, conforme a las
cuales no pueden pertenecer al mismo órgano ni actuar en el mismo procedimiento
personas unidas por vínculos de parentesco, matrimonial o similares.
➢ De acuerdo con el art. 117 CE, los jueces son responsables, todos los poderes públicos,
incluido el Poder Judicial, están sujetos al ordenamiento jurídico y deben responder de
sus actuaciones cuando estas no se ajusten a lo establecido en la ley. La responsabilidad
puede ser de 2 tipos: penal, cuando el juez, en el ejercicio de su función realiza una
conducta tipificada como delito y disciplinaria cuando el juez incumple alguno de los
deberes inherentes al cargo realizando alguna de las conductas tipificadas como faltas
disciplinarias.
➢ En relación con los derechos, jueces y magistrados son titulares de todos los derechos
fundamentales; aunque para garantizar el correcto ejercicio de su función, tienen
limitados los derechos de asociación política, sindicación, reunión y la libertad de
expresión, y están sometidos a un régimen de asociación específico.
El Poder Judicial lo integran únicamente los jueces y magistrados que ejercen la función
jurisdiccional. Por tanto, la organización del Poder Judicial en sentido estricto es la estructura
organizativa que forman los órganos a través de los cuales actúan los jueces y magistrados:
órganos unipersonales, formados por un único juez: los juzgados y órganos colegiados,
formados por varios jueces.
Los órganos del Poder Judicial, juzgados y tribunales, forman una estructura compleja que se
ordena conforme a 3 criterios:
➢ Especialización material: El derecho de tal complejidad que los órganos judiciales se
especializan en determinadas materias: civil, penal, contencioso-administrativo y social…
➢ Distribución territorial: El Poder Judicial debe actuar en todo el territorio nacional. El
Estado se divide en “demarcaciones judiciales”, en cada una de las cuales actúan
distintos órganos judiciales: los municipios que no son capitales de partido judicial
cuentan con un Juzgado de Paz; los partidos judiciales, con uno o varios Juzgados de
Primera Instancia e Instrucción y con los Juzgados de Violencia sobre la Mujer; las
provincias , con una Audiencia Provincial y con Juzgados de lo Mercantil, de lo Penal, de
lo Contencioso-Administrativo..; las CCAA cuentan con un Tribunal Superior de Justicia; y
finalmente, en el ámbito nacional funcionan el Tribunal Supremo y la Audiencia Nacional.
➢ La ordenación jurídica: Este criterio determina las competencias que tendrán los órganos
jurisdiccionales, pero no introduce ningún tipo de relación jerárquica entre los distintos
órganos judiciales, que es incompatible con la independencia judicial. Las decisiones
adoptadas por los órganos judiciales que constituyen el “primer grado de jurisdicción”, el
“segundo grado de jurisdicción” situados en un ámbito territorial igual o superior.
Respecto a la forma de desempeñar la función jurisdiccional, la Constitución dispone de algunas
reglas especiales:
➢ El art.120 CE contiene una serie de principios dirigidos a garantizar los derechos de las
partes en el proceso y a permitir el control de la actividad jurisdiccional. Son los
principios constitucionales del proceso: el principio de motivación de las sentencias,
según el cual las sentencias serán siempre motivadas y se pronunciarán en audiencia
pública, de modo que el juez tiene que exponer la argumentación y el razonamiento que
le han llevado a tomar una determinada decisión; y el principio de oralidad, conforme al
cual el procedimiento será predominantemente oral, sobre todo en materia criminal,
para favorecer la publicidad, la concentración y la inmediación, aunque la oralidad
presenta ciertos inconvenientes relacionados con la seguridad de los actos procesales,
por lo que en los procesos civiles o contenciosos domina el principio de la escritura.
➢ Históricamente han existido siempre formas de participación de los ciudadanos en el
ejercicio de la misma. El art. 125 CE consagra 3 formas de participación en la actividad
jurisdiccional: la acción popular, tribunales consuetudinarios y tradicionales.
3. Gobierno y administración del Poder Judicial
El Poder Judicial lo integran únicamente los jueces y magistrados que ejercen la función
jurisdiccional. Sin embargo, la parte de la organización del Estado relativa al Poder Judicial
incluye también al Consejo General del Poder Judicial (el órgano de “gobierno” del Poder
Judicial) y a la administración del Poder Judicial (el conjunto de medios materiales y personales
en los que se apoya la actividad jurisdiccional). Sin embargo, ninguna de estas 2 organizaciones
forman parte del Poder Judicial, ya que no están integradas por jueces que ejerzan la función
jurisdiccional, sino que se ocupan de las tareas de gobierno y administración necesarias para el
funcionamiento de la organización judicial.
El art. 122 CE define el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) como “el órgano de gobierno
del Poder Judicial”. Los constituyentes diseñaron este órgano, para reforzar la independencia de
los jueces frente al Poder Ejecutivo. El objetivo era sustraer del ámbito de este último ciertas
competencias sobre la situación y la carrera de jueces y magistrados, que el Gobierno había
ejercido hasta entonces y que tradicionalmente había utilizado para influir en los jueces y
condicionar su actuación.
Al CGPJ le corresponden todas las decisiones relativas a la selección y formación de los jueces y
magistrados, así como a sus ascensos, a la inspección y al régimen disciplinario. El encargado de
los nombramientos de jueces y magistrados; de resolver sobre los ascensos a determinados
puestos de la carrera judicial; de decidir sobre licencias, permisos y excedencias; de realizar la
inspección y vigilancia, de oficio y a instancia de parte, de los distintos juzgados y tribunales, y
finalmente, ejercer la potestad sancionadora.
Se trata de un órgano al servicio del Poder Judicial, pero no es un órgano jurisdiccional, es decir,
no forma parte del Poder Judicial. Tampoco forma parte de ninguno de los otros 2 poderes
(legislativo y ejecutivo), porque precisamente su creación responde a la idea de constituir un
órgano independiente que ejerza las funciones. Para ello se dota a este órgano de autonomía
presupuestaria, de autonomía normativa en el ámbito que determine la ley.
De acuerdo con el 122.3 CE forman parte del Consejo el Presidente (que será el presidente del
Tribunal Supremo y que es elegido por los vocales) y 20 vocales, que a su vez pueden dividirse en
2 grupos: 8 vocales elegidos por las Cortes Generales, 4 por cada cámara (Congreso y Senado),
por mayoría de ⅗ , entre abogados y otros juristas de reconocida competencia con más de 15
años de ejercicio profesional; hay otros 12 vocales elegidos entre jueces y magistrados de todas
las categorías judiciales en los términos que señale la ley orgánica.
El sistema de elección de estos 12 vocales “judiciales”, que se permite a la ley orgánica, queda
por tanto en manos del legislador, que ha establecido sistemas distintos, sin que parezca posible
encontrar uno que satisfaga a los distintos partidos políticos y a jueces y magistrados de
distinta orientación:
➢ El primer sistema lo estableció en 1980 la primera LOPJ: esos 12 vocales eran elegidos
por los propios jueces y magistrados pertenecientes a todas las categorías judiciales,
mediante un sistema electoral específico.
➢ El segundo sistema se estableció en la LOPJ aprobada en 1985, tras unas actuaciones del
CGPJ que el Gobierno consideró hostiles, esta ley atribuyó a las Cortes Generales la
elección de los 12 vocales de procedencia judicial: 6 por cada cámara, por mayoría de ⅗ .
Un amplio sector de la judicatura entendió que esta reforma les privaba del derecho a
participar en la elección de los miembros de su órgano de gobierno. El Tribunal
Constitucional admitió, que el nuevo sistema era compatible con la Constitución, pero
también advirtió de los riesgos que podían comportar, las mayorías parlamentarias no se
conforman mediante el acuerdo sobre los candidatos irreprochables, sino en torno al
reparto de puestos entre los partidos.
➢ El tercer sistema se estableció en 2001 como fruto del llamado Pacto de Estado para la
Reforma de la Justicia al que llegaron el PP y el PSOE. De acuerdo, con este nuevo
sistema, los 12 vocales de procedencia judicial seguían siendo designados por las Cortes
Generales, 6 por cada cámara, pero a partir de una lista de 36 candidatos presentados
por las asociaciones profesionales de jueces y magistrados y por jueces que no
pertenecieran a ninguna de las asociaciones existentes.
➢ En 2013 se introdujeron algunas modificaciones; entre la que destaca el hecho de que ya
no hay límite de candidatos: puede presentarse como tal cualquier juez con el aval de 25
compañeros o de una asociación profesional. Ello amplía notablemente las posibilidades
de actuación de las Cámaras y reduce la trascendencia de la propuesta de los propios
jueces.
➢ El estatuto de los miembros del Consejo se regula en la LOPJ y responde al objetivo de
garantizar su independencia: la duración del mandato se fija en 5 años, sin que quepa
reelección para un periodo consecutivo y existen causas tasadas de cese.
➢ El CGPJ es un órgano colegiado en el que las decisiones se adoptan por mayoría y en el
caso de empate decide el voto de calidad del presidente. Funciona en pleno y en
comisiones. El pleno, formado por todos los miembros, desempeña las principales
funciones, mientras que las comisiones preparan los asuntos que se debaten en el pleno.
La “administración del Poder Judicial” es el conjunto de medios al servicio del Poder Judicial. Esta
“administración” está integrada por medios personales, es decir una serie de cuerpos de
funcionarios al servicio del Poder Judicial y medios materiales.
Tema 12. El Tribunal Constitucional
1. Posición institucional del Tribunal Constitucional
El Tribunal Constitucional español responde al llamado modelo europeo-continental o kelseniano
de jurisdicción constitucional. Se trata del único órgano jurisdiccional que puede declarar la
inconstitucionalidad de las leyes parlamentarias a instancia de alguno de los sujetos legitimados
para plantear recurso al efecto. Se distancia del modelo kelseniano puro, pues el control que
realiza no es puramente formal, de ajuste entre la ley y las reglas de competencia y
procedimiento incorporadas a la Constitución, sino que atiende también al respeto a los valores
sustantivos proclamados en ella.
Este control concentrado de constitucionalidad de las leyes a cargo del Tribunal Constitucional
puede realizarse , a instancia de los jueces ordinarios, que colaboran así en dicho control; no
están legitimados para dejar de aplicar leyes que consideren inconstitucionales, pero deben
plantear al Tribunal Constitucional las dudas que puedan tener sobre la constitucionalidad de
una ley que tengan que aplicar en un caso concreto. Así se preserva el monopolio del Tribunal
Constitucional para el rechazo de las leyes, que resolverá con una sentencia que tendrá efectos
generales, erga omnes y no solo respecto del caso concreto.
El Tribunal Constitucional asume también la resolución de los conflictos de competencia, que lo
convierte en el juez de la Constitución territorial, y el amparo de los derechos fundamentales,
que le permite proyectar la vigencia de la Constitución y su propia jurisprudencia sobre el
conjunto de las relaciones sociales.
El Tribunal Constitucional es el intérprete supremo de la Constitución pero no el único. La
interpretación constitucional es realizada por todos los poderes que la aplican e incluso por los
ciudadanos que ejercen los derechos reconocidos en ella. Además, conforme la Ley Orgánica del
Poder Judicial, los preceptos y principios constitucionales deben ser interpretados por los jueces
y tribunales ordinarios de conformidad con la doctrina sentada por el Tribunal Constitucional en
todo tipo de procesos. Su interpretación, por tanto, tiene carácter vinculante.
El Tribunal Constitucional es un órgano constitucional independiente, eje de equilibrio del
sistema de poderes, y está solo sometido a la Constitución y a la ley orgánica que lo regula. La
Constitución le dedica el Título IX de la Constitución, que fue desarrollado por la Ley Orgánica
2/1979, del Tribunal Constitucional, que ha sido objeto de diferentes reformas, entre las que
destaca la aprobada en 2007, que pretende dar respuestas a diversas dificultades de
funcionamiento del Tribunal.
El Tribunal Constitucional ejerce funciones jurisdiccionales que se encuentra regulado en un
Título distinto del texto constitucional. La Constitución no establece previsiones específicas
respecto de la ejecución de las resoluciones del Tribunal Constitucional; la LOTC, se reformó esta
ley para dotar al Tribunal Constitucional de potestades que le permitieran garantizar el
cumplkimiento efectivo de sus resoluciones: puede imponer multas coercitivas a quienes
incumplan sus resoluciones e incluso suspender temporalmente en sus funciones a las
autoridades o empleados de la Administración que fueran responsables de dicho
incumplimiento. Las sentencias del Tribunal Constitucional dejan de depender de la autoridad
que los demás poderes le reconozcan a la propia Constitución como norma suprema del
ordenamiento: sus poderes se acercan así al tribunal tradicional.
Los magistrados son formalmente nombrados por el rey, pero corresponde proponerlos al
Congreso de los Diputados (4), al Senado (4, que deberán proceder de una lista de candidatos
remitidos por los diferentes asambleas autonómicas), al Gobierno (2 magistrados) y al Consejo
General del Poder Judicial (2, que suelen tener la condición de magistrados del Tribunal
Supremo). En el nombramiento, participan los 3 poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
Se exigen mayorías reforzadas tanto en las cámaras como en el CGPJ: ⅗ de sus miembros. Ello ha
producido bloqueos, en ocasiones prolongados, cuando los partidos no logran en alguna cámara
el consenso necesario sobre los candidatos a elegir. En el caso de los nombramientos que
corresponden a las cámaras parlamentarias se exige asimismo una audiencia a los candidatos
ante la respectiva Comisión de Nombramientos, encargada de verificar la capacidad e idoneidad
de los candidatos y que debe aprobar un dictamen que se eleva al pleno de cada cámara.
La elección de los magistrados se produce para un periodo de 9 años, lo que pretende
garantizar su independencia a lo largo de un tiempo relativamente prolongado, desvinculandose
de la duración de la legislatura en la que son nombrados. A ello se añade que la renovación no
se hace en bloque, sino de forma parcial y con una cadencia periódica: cada 3 años se procede a
la renovación de ⅓ de los magistrados, agrupando a estos efectos los nombrados por el
Gobierno y por el CGPJ; esto dota de continuidad al órgano y evita eventuales cambios bruscos
en su doctrina.
El presidente del Tribunal Constitucional es elegido por los propios magistrados de entre ellos
mismos para un periodo de 3 años con posibilidad de una sola reelección. El Presidente tiene
especial importancia en los casos en que se produce un empate en la votación de un asunto, ya
que disfruta del llamado voto de calidad: su voto decide (art.90 LOTC). El voto de calidad se
hubiera podido evitar si el constituyente hubiera optado por un número impar de magistrados.
Los magistrados son independientes e inamovibles en el ejercicio de su mandato y sólo cesan
por causas tasadas; tienen asimismo, un rígido sistema de incompatibilidades, que es similar,
pero no idéntico, al de la carrera judicial.
2.2 Organización
El Tribunal se organiza en pleno, sala y secciones. El pleno está integrado por los 12 magistrados
y presidido por el presidente del Tribunal. Las 2 salas están formadas cada una por 6
magistrados, presidida la primera por el presidente y la segunda por el vicepresidente; cada sala,
a su vez, se articula en 2 secciones de 3 miembros cada una.
Corresponde al pleno una amplia serie de competencias, varias de las cuales pueden ser
derivadas sin embargo a la decisión de las salas. Le compete también la resolución de los
recursos de inconstitucionalidad contra las leyes y demás disposiciones con valor de ley, salvo si
fueran de mera aplicación de doctrina anterior del propio Tribunal, en cuyo caso la resolución de
los mismos puede ser atribuida a las salas. Por lo que se refiere a los conflictos constitucionales
de competencia entre el Estado y las Comunidades Autónomas, las impugnaciones de normas sin
rango de ley de las Comunidades Autónomas o los conflictos en defensa de la autonomía local,
la decisión sobre el fondo puede atribuirse también a las salas.
Las salas podrán conocer de aquellos asuntos que no sean de la competencia del pleno.
Esencialmente les corresponde resolver recursos de amparo, los más numerosos. Estos recursos
son en contadas ocasiones convocados por el pleno para su resolución.
Las secciones atienden el despacho ordinario de los asuntos de trámite y la decisión sobre la
admisibilidad o inadmisibilidad inicial de las demandas. También pueden resolver los recursos de
amparo que les sean atribuidos por la sala correspondiente.
El funcionamiento del Tribunal tanto en pleno como en salas, exige un quórum de asistencia de
⅔ de sus miembros (8 magistrados en pleno, 4 magistrados en sala). En el caso de las
secciones, compuestas por 3 magistrados, se exige la presencia de 2 miembros o de los 3 en
caso de que existan discrepancias entre ellos. Para la toma de decisiones rige el criterio de la
mayoría, en caso de empate decide el voto de calidad del presidente. La discrepancia de algún
magistrado puede expresarse mediante la emisión de votos particulares, que se recogen al final
del texto de la sentencia; los votos particulares también pueden emitirlos los magistrados que
han votado a favor del fallo con que concluye la sentencia pero desean poner de manifiesto su
discrepancia respecto de alguno de los razonamientos de la misma. En algunos casos, la
“jurisprudencia alternativa” que se recoge en los votos particulares orienta sobre eventuales
desarrollos futuros de la jurisprudencia constitucional, en otros se limita a proporcionar
argumentos para el debate doctrinal.
3. Funciones
La Constitución asigna expresamente al Tribunal Constitucional algunas competencias y añade
que podrá conocer “de las demás materias que le atribuyen la Constitución o las leyes
orgánicas” (art. 161.1 CE). Así, la LOTC ha atribuido al Tribunal la competencia para resolver
recursos que no estaban previstos en la Constitución. El Tribunal Constitucional desarrolla un
amplio abanico de competencias que pueden agruparse en torno a 3 grandes bloques: el control
de constitucionalidad de las leyes y disposiciones normativas con fuerza de ley, la protección de
los derechos y libertades fundamentales y la resolución de conflictos en el ámbito de la
organización del Estado.
El Tribunal Constitucional se encarga de controlar la constitucionalidad de las normas con rango
de ley. Con carácter general, el control de constitucionalidad de las leyes y disposiciones
normativas con fuerza de ley puede realizarse bien de forma abstracta (recurso de
inconstitucionalidad), bien de forma concreta e incidental al hilo de un específico proceso ante
la jurisdicción ordinaria (cuestión de inconstitucionalidad). El Tribunal Constitucional emite
sentencia que, si declara la inconstitucionalidad de las leyes, supone de ordinario su expulsión
del ordenamiento jurídico, aunque en determinados supuestos los efectos temporales de esa
declaración pueden ser matizados por el propio Tribunal. Las sentencias pueden también fijar
qué interpretación de la ley es conforme con la Constitución o cuál debe ser descartada
(sentencias interpretativas) o bien limitarse a declarar que la norma enjuiciada no es
incompatible con la Constitución.
➢ El control abstracto se encauza a través del recurso de inconstitucionalidad contra leyes
o normas con fuerza de ley. Lo pueden plantear sólo determinados sujetos: el presidente
del Gobierno, 50 diputados, 50 senadores, los gobiernos autonómicos, las asambleas
legislativas de la Comunidades Autónomas o el Defensor del Pueblo. Su planteamiento
puede hacerse en el maximo maximo de 3 meses desde la publicación oficial de la
norma, aunque el plazo puede ampliarse hasta los 9 meses en supuestos específicos,
cuando el recurso trae causa de un conflicto de competencias entre el Estado y las
Comunidades Autónomas y se dan determinadas condiciones para la negociación entre
ambos.
➢ El control concreto, mediante la cuestión de inconstitucionalidad, se produce cuando, en
el curso de un proceso ante un juez, el fallo depende la constitucionalidad de una norma
con rango de ley respecto de la que el juez entiende que es inconstitucional. El propio
juez, debe plantear entonces la cuestión ante el Tribunal Constitucional, pero solo una
vez concluido el procedimiento que está desarrollando y justo antes de dictar su
sentencia; el proceso judicial queda suspendido hasta que el Tribunal Constitucional
decida sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la norma cuestionada. Y es
entonces cuando el juez ordinario recupera su capacidad para decidir su pleito, sea
aplicando la ley cuya constitucionalidad ha sido admitida, sea aplicándola si la ley ha sido
declarada inconstitucionalidad.
Los Tratados internacionales son normas con rango de ley y están sujetos por tanto a los
controles de constitucionalidad. Pero la Constitución prevé también un control previo de los
tratados internacionales, anterior a su ratificación, cuando el Gobierno, Congreso o Senado
piden al Tribunal Constitucional que se pronuncie sobre su compatibilidad con la Constitucio. La
resolución del Tribunal Constitucional, de carácter vinculante, no se formaliza mediante
Sentencia, sino mediante Declaración, que determinará si el Tratado puede ser ratificado por ser
compatible con la Constitución para evitar que se produzca tal incompatibilidad. Se ha hecho uso
de este procedimiento en 2 ocasiones, la primera en 1992 para la ratificación del Tratado de
Maastricht y la segunda en 2004 para la ratificación del Tratado por el que se establece una
Constitución para Europa.
Los Estatutos de Autonomía son normas con rango de ley y su constitucionalidad puede ser
controlada por el Tribunal Constitucional a través del recurso o la cuestión de
inconstitucionalidad. Una reforma de la LOTC de 2015 introdujo, además la posibilidad de
plantear frente a ellos un recurso previo de inconstitucionalidad. Pueden presentar este recurso
el presidente del Gobierno, el Defensor del Pueblo, 50 diputados o senadores, una vez que el
Estatuto, o su reforma, haya sido aprobada por las Cortes Generales, en un plazo de solo 3 días.
La presentación del recurso deja en suspenso la publicación del mismo y con ello, su entrada en
vigor, y el Tribunal Constitucional debe resolver en un plazo máximo de 6 meses.
Se configura como un recurso subsidiario, al que sólo cabe acudir cuando se ha agotado sin
éxito la vía judicial previa, cuando se ha reclamado ante los jueces ordinarios y se han agotado
los recursos contra sus sentencias que prevén las leyes procesales.
Solo se admiten aquellos recursos cuyo contenido “justifique una decisión sobre el fondo por
parte del Tribunal Constitucional en razón de su especial trascendencia constitucional que se
apreciará atendiendo a su importancia para la interpretación de la Constitución, para su
aplicación o para su general eficacia, y para la determinación del contenido y alcance los
derechos fundamentales”. No basta, con alegar la violan cion de un derecho fundamental para
que el recurso sea admitido, sino que debe acreditarse. No es suficiente que se haya violado el
derecho subjetivo, sino que exige también una previsible repercusión de la sentencia en el
Derecho objetivo; se dice por eso que desde la reforma del 2007 de la LOTC que estableció esta
exigencia, se ha producido una objetivación del amparo.
En cuanto a su objeto, debemos señalar que sólo cabe contra actos de los poderes públicos, y no
contra actos de particulares. Sin embargo, el Tribunal Constitucional ha entendido que, cuando
los poderes públicos nos han reaccionado adecuadamente frente a la lesión de los derechos
cometida por un particular, en realidad han descuidado su deber de protección de los derechos
fundamentales, y entonces imputa a los propios poderes públicos, en particular al juez que no ha
tutelado debidamente el derecho violado, la lesión del propio derecho.
La LOTC define de una manera muy amplia tanto los “poderes públicos”, que pueden ser las
cámaras legislativas, cualquier agente del poder ejecutivo y cualquier integrante del Poder
Judicial, como los “actos”, ya que objeto del recurso pueden ser cualesquiera violaciones de
derechos fundamentales provocadas por disposiciones sin fuerza de ley, resoluciones
administrativas o jurisdiccionales, omisiones e incluso simples vías de hecho.
En el supuesto de que el Tribunal entendiera que el recurso de amparo debe ser estimado
porque es la ley aplicada en ese caso la que lesiona los derechos fundamentales, el propio
Tribunal podrá terminar declarando la inconstitucionalidad de la ley. De modo que, aunque los
particulares no pueden impugnar directamente las leyes, les cabe hacerlo indirectamente a
través de la impugnación de sus actos de aplicación.
La sentencia del Tribunal Constitucional denegara iu otorgara el amparo. En est caso, declarará
la nulidad del acto que generó la viollacion del derecho, reconociendo el derecho al recurrente y
restableciendo en su ejercicio, adoptando a la vez las medidas apropiadas para su conservación.
Si, como es muy comun, la violacion consiste en que el derecho no ha sido debidamente
protegido en una resolución judicial, el Tribunal Constitucional no entrará a resolver el fondo del
asunto, sino que se limitará a ordenar a los jueces ordinarios que emitan una nueva sentencia
teniendo debidamente en cuenta la incidencia que tiene sobre el caso el derecho fundamental
violado.
En tercer lugar, el Tribunal Constitucional es competente para resolver los conflictos que se
planteen sobre el reparto de poder que hace a Constitución: conflictos de competencia entre el
Estado y las Comunidades Autónomas o de las Comunidades Autónomas entre sí, conflictos de
atribuciones entre los órganos constitucionales del Estado, y conflictos en defensa de la
autonomía local.
Al Tribunal Constitucional se le atribuyen otras competencias, entre las que destacan la prevista
en el art. 161.2 CE, que permite al Gobierno impugnar las disposiciones y resoluciones de las
Comunidades Autónomas que no tengan rango de ley en el plazo de los 2 meses siguientes a su
publicación, con la consecuencia automática de la suspensión de su vigencia; tal suspensión debe
ser confirmada o levantada en un plazo máximo de 5 meses, pero ello significa que puede
prolongarse hasta el momento en que se dicte la sentencia definitiva. El recurso puede ser
planteado por cualesquiera vulneraciones constitucionales.
La reserva de ley no solo impide que el reglamento aborde por sí mismo la regulación
correspondiente, sin intermediación de la ley; sino que también la ley realice una labor
insuficiente, difiriendo la regulación sustantiva de la correspondiente materia a un ulterior
reglamento. Se exige, que las decisiones fundamentales en la materia reservada sean adoptadas
precisamente por las Cortes Generales tras el correspondiente debate legislativo.
3. Centralidad de la ley
Toda norma anterior cedía ante la fuerza de la ley; y a su vez, la ley existente resistía ante
cualquier intento de ser desplazada por una norma que no fuera, a su vez, una ley. Así se
distingue una fuerza activa (la capacidad de las leyes para derogar normas anteriores,
cualquiera que sea de su naturaleza) y la fuerza pasiva (su resistencia a ser removidas del
ordenamiento si no es por la acción de otra ley).
Todo esto funciona sencillamente en un ordenamiento que reconoce la plena soberanía del
parlamento. Pero más tarde, cuando las Constituciones convierten al Parlamento en titular de
las competencias tasadas que han de ejercer de conformidad con la propia Constitución, la ley
ya no se puede caracterizar por esa fuerza ilimitada.
Por otro lado, las propias Constituciones crean, al lado de la ley, otros tipos normativos que
integran un ordenamiento complejo (distintas fuentes del Derecho), o tipos particulares de leyes
como la ley orgánica.
En cualquier caso, la idea clásica de la fuerza de ley sigue operando en su núcleo tradicional,
frente a los reglamentos del Gobierno.
El decreto-ley tiene fuerza de ley, lo que permite derogar o modificar las leyes anteriores; está
pensado precisamente para las decisiones que solo puedan adoptarse mediante una norma con
tal cualidad, sea porque la materia está regulada por una ley previa, sea porque está cubierta
por una reserva de ley. También tiene rango y valor de ley, de modo que su control está
reservado al Tribunal Constitucional, sea por la vía directa del recurso de inconstitucionalidad,
sea por la indirecta de la cuestión de inconstitucionalidad.
El decreto-ley, una vez aprobado por el Gobierno, rige efectivamente, pero sólo de modo
provisional. En el plazo de 30 días ha de ser convalidado o derogado expresamente por el
Congreso de los Diputados. Solo si resulta convalidado en ese tiempo podrá seguir en vigor,
ahora ya de forma indefinida.
Para convalidar el decreto-ley, el Congreso vota el texto en su integridad, sin posibilidad de
introducir enmiendas. Pero el Congreso también puede decidir que a partir del decreto-ley ya
convalidado, que rige como tal, se abra un procedimiento legislativo ordinario tramitado por el
procedimiento de urgencia. A tales efectos, el decreto-ley opera como proyecto de ley, en el que
ya cabe introducir enmiendas y que deberá votarse también en el Senado. El resultado de esa
tramitación ya no es, sin embargo, un decreto-ley en sentido pleno.
El control parlamentario del decreto-ley corre a cargo del Congreso de los Diputados, en el que
el Gobierno suele contar con el respaldo de una mayoría suficiente; al menos, la que permitió la
investidura de su presidente. Cuando el decreto-ley ha sido luego tramitado como proyecto de
ley, también el control del Tribunal Constitucional tiene escasos efectos, porque el decreto-ley
habra sido derogado y sustituido por la ley que resulta de tal tramitación. Por ello, los Gobiernos
se permite la aprobación de decretos-leyes con ligereza, aunque no concurra el presupuesto
habilitante: el Congreso de los Diputados, lo ratifica y la declaración de nulidad del TC, si
finalmente se produce, tendrá lugar en un momento posterior, cuando hayan quedado olvidadas
las circunstancias del caso.
2. El decreto legislativo
Las leyes suelen centrarse en problemas específicos, dejando vigente el resto de las normas que
afectan a la materia. En cada ámbito de regulación se van acumulando leyes diversas de épocas
diferentes, que a menudo resultan difíciles de sistematizar. Por eso, las Cortes Generales
encomiendan al Gobierno que refunda la regulación que afecta a una materia. El Gobierno está
actuando en el espacio de las normas con fuerza y rango de ley; y naturalmente, ha de hacerlo
mediante una norma que tenga esa fuerza y rango: es el decreto-legislativo, que en este caso
recibe el nombre de texto refundido.
Suele contenerse en una disposición adicional de la ley, la convierte en ley de delegación, pues
delega en el Gobierno la potestad de aprobar una norma con fuerza y rango de ley; y la norma
del Gobierno contiene lo que se ha dado en llamar legislación delegada, aunque técnicamente se
denomina Real Decreto Legislativo y en concreto el texto refundido.
En otros casos, las Cortes Generales renuncian a abordar en detalle una materia muy técnica y
compleja, limitándose a aprobar en detalle una materia muy técnica y compleja, limitándose a
aprobar unas bases más o menos generales y delegando en el Gobierno su desarrollo. Aquí se
pretende que la materia sea objeto de una regulación sistemática y ordenada por parte del
Gobierno. En este caso tenemos, de un lado y como ley delegante, la ley de bases; y de otro, el
decreto legislativo aprobado por el Gobierno que contiene el texto articulado (art. 82.2 CE).
También en este caso estamos ante normas del Gobierno con rango y fuerza de ley.
Los nombres provienen del hecho que la ley de bases no contiene artículos, como es común en
los textos legales, sino bases; es el texto articulado el que especifica la regulación en esa forma
habitual, mediante artículos.
Las bases, como dice el art. 82.4 CE “delimitará con precisión el objeto y alcance de la delegación
legislativa y los principios y criterios que han de seguirse en su ejercicio”. De este modo, los
Cortes Generales adoptan las grandes líneas de una regulación, y encargan al Gobierno la
redacción de la norma definitiva en la que se regulan también las cuestiones más técnicas y los
detalles más específicos.
Hay rangos que son comunes a ambos. En primer lugar, la delegación debe contenerse siempre
en una ley adoptada por las Cortes Generales. Y del mismo modo que el órgano delegante son
necesariamente las Cortes, el órgano delegado es necesariamente el Gobierno de la Nación en
pleno y no cualquier otro órgano diferente, por ejemplo un ministro o un Gobierno Autonómico.
La atribución de potestad delegada ha de ser siempre expresa; debe quedar ceñido a una
materia concreta y determinada. Pero no cualesquiera materias pueden ser objeto de
delegación: el art 82.1 CE excluye las materias reservadas a ley orgánica y, además, hay otras
que se consideran no susceptibles de delegación, en las que la Constitución ha previsto que la
correspondiente norma se adopte por un procedimiento especialmente diseñado al efecto.
La ley de delegación, ha de prever un plazo específico en el que se debe aprobar el
correspondiente decreto legislativo. Las Cortes pueden derogar en cualquier momento la
delegación, y de este modo, privar al Gobierno de la potestad delegada; ya no podrá dictar la
norma. Por lo demás, cada delegación sólo puede usarse una vez: el Gobierno no puede
enmendar el decreto legislativo que ya ha aprobado haciendo uso de la misma delegación
anterior, ni siquiera dentro del plazo inicialmente concedido.
Los decretos legislativos han de sujetarse a los mandatos constitucionales, pero también deben
respetar la ley delegante; en otro caso incurran el llamado `ultra vires (van más allá del poder
que le ha sido conferido por la ley delegante). Para verificarlo es necesario someterlos al control
de los tribunales.
Los decretos legislativos son normas con rango de ley, y por eso tal control debería estar
reservado al Tribunal Constitucional. Pero el art. 82.6 CE se refiere a las competencias de control
de los Tribunales, en plural, y por tanto da por supuesto que también la jurisdicción ordinaria
tiene algunas competencias de control. En la práctica, las posibilidades de control son:
➢ De un lado, los decretos legislativos, como cualquier otra norma con rango de ley, están
sujetos al control del Tribunal Constitucional por las vías del recurso y de la cuestión de
inconstitucionalidad. Y el Tribunal Constitucional controla su adecuación tanto a la
Constitución como a la ley de delegación.
➢ Cabe también un control del derecho legislativo por parte de la Sala de lo
Contencioso-Administrativo del Tribunal Supremo. Este control del Tribunal Supremo solo
puede referirse a la adecuación del decreto legislativo a su ley de delegación, y se basa
en el argumento de que no se trata del específico control de constitucionalidad que
corresponde al Tribunal Constitucional, sino de un control de legalidad, que verifica la
sujeción de la legislación delegada a la ley delegante.
3. El reglamento
Ahora, la legitimación del poder se apoya en el principio dmocratico. En algunos países, como
España, existe un régimen parlamentario: el Gobierno depende de la confianza del Congreso de
los Diputados y tiene por tanto una legitimación democrática sólo indirecta, lo que justifica la
superioridad de la ley frente al reglamento. En otros Estados, no sólo el parlamento es resultado
de unas elecciones directas, sino que también el presidente de la República es elegido por
sufragio popular, por lo que tiene una legitimación propia que podría influir en la articulación de
las fuentes del Derecho de esos países.
Cuando existe una Constitución normativa, la relación entre ley y reglamento no depende de la
mayor o menor legitimidad política de uno u otro órgano, sino de la posición que les haya
atribuido dicha Constitución:
En España, los principios que determinan las relaciones entre la ley y el reglamento se pueden
reducir:
➢ La primacía de la ley impide que los reglamentos infrinjan leyes: el ejercicio de la
potestad reglamentaria se ha de realizar siempre de acuerdo con ellas (art. 97 CE)
➢ Tampoco pueden los reglamentos abordar materias cuya regulación está reservada a la
ley por la Constitución. En ciertos casos (los de la reserva relativa), la ley que regula la
materia reservada puede recabar el complemento de un reglamento llamado ejecutivo,
que detalla y desarrolla la regulación legal sobre todo en lo que se refiere a la
organización y el funcionamiento de los servicios administrativos encargados de su
ejecución.
➢ En materias no estrictamente reservadas a la ley, pero si vinculadas a la garantía de la
libertad y de la propiedad de los ciudadanos, el reglamento no es posible sin especifica
autorización legal; en eso consiste el principio de legalidad sustancial, que impide a los
reglamentos limitar o restringir los derechos subjetivos o imponer sanciones.
➢ El reglamento ha de contar siempre con alguna habilitación legal, o el llamado
reglamento independiente, dictado al margen de cualquier previsión de las leyes. En
general, se suelen aceptar los reglamentos independientes solo en el estrecho ámbito de
la autoorganización administrativa, sin efectos para la generalidad de los ciudadanos. El
llamado principio de legalidad formal es el que impide los reglamentos independientes
fuera del ámbito.
La ley del Gobierno regula el procedimiento de elaboración de los reglamentos que incluye “la
audiencia de los ciudadanos, directamente o a través de las organizaciones y asociaciones
reconocidas por la ley” , siempre que este reglamento pueda afectar a sus intereses (art. 105
CE)
Pero ello no excluye que, por habilitación de una ley, puedan ejercer también el presidente del
Gobierno o incluso los ministros de un área concreta en virtud de la “competencia y
responsabilidad directa” que les corresponde en la gestión de los asuntos propios de su
Ministerio (art. 98.2 CE). Se admite incluso que la ley atribuya potestad reglamentaria a otros
organismos, como la Comisión Nacional del Mercado de Valores. Por ello, la definición general de
reglamento no se refiere estrictamente a las normas adoptadas por el Gobierno, sino a todas las
que proceden de la Administración, en sentido amplio.
El principio de jerarquía normativa (art. 9.3 CE) hace que la jerarquía de los órganos
administrativos se traslade a la de las normas que producen.
Todos estos límites sustanciales, procedimentales y competenciales de la potestad
reglamentaria abren la posibilidad de reaccionar frente al reglamento que los infringe. Los
ciudadanos y los poderes públicos están sujetos al ordenamiento jurídico (art. 9.1. CE), que
incluye los reglamentos; y cualquier juez, obligado a dictar sus resoluciones de conformidad con
el ordenamiento jurídico, debe aplicar los reglamentos en vigor. Pero también hay que
reaccionar, ante un reglamento que se considera invalido:
➢ Si estamos ante un conflicto planteado en la jurisdicción contencioso-administrativa, la
duda sobre la validez del reglamento termina de uno u otro modo con un
pronunciamiento de alcance general acerca de dicha validez.
➢ En los demás órdenes jurisdiccionales se puede lograr tal declaración de alcance general:
pero el juez que, a la hora de resolver un caso, se encuentre con un precepto
reglamentario que considere contrario a la Constitución, a la ley o a un reglamento de
rango superior tiene el deber prioritario de aplicar la norma de superior rango y, por
tantum de inaplicar el reglamento que considera invalido. Esta inaplicación singular del
reglamento en cuestión sigue en vigor y podría llegar a ser aplicado en otros casos si el
juez correspondiente no aprecia tal invalidez.
El art. 150 CE prevé 2 tipos especiales de leyes que permiten ampliar las competencias de las
Comunidades Autónomas más allá de lo que señalan los respectivos Estatutos de Autonomía.
➢ El art. 150.1 se refiere a las leyes-marco, que son leyes ordinarias por las que las Cortes
Generales atribuyen a una o varias Comunidades Autónomas la facultad de dictar
normas legislativas en materias de competencia estatal en el marco de los principios,
bases y directrices que la propia ley-marco debe establecer.
➢ El art. 150.2 se refiere a las leyes de transferencia y delegación que son leyes orgánicas
que atribuyen a las Comunidades Autónomas facultades en materias de competencia
estatal. En este caso, la transferencia no se produce en el marco de principios, bases y
directrices a los que tenga que sujetarse la Comunidad Autónoma: pero eso se entiende
que la atribución de competencia es más amplia. A cambio, se introducen restricciones
en cuanto al procedimiento, y en cuanto a su ámbito, aunque aqui se haga a través de
una expresión muy imprecisa: sólo es posible que por su naturaleza sean susceptibles de
transferencia o delegación.
Lo mismo ocurre, cuando es el Estado el que traspasa su ámbito competencial. Pero ha de ser
matizada:
En primer lugar, porque el sistema de distribución de competencias partió de una realidad
histórica dada, en la que el Estado disponía de un ordenamiento jurídico completo y las
Comunidades Autónomas ni siquiera existían. Cuando la Comunidad Autónoma ejerce la
competencia, la norma estatal no desaparece; entre otras razones, porque puede seguir rigiendo
en el territorio de otras Comunidades Autónomas sin competencia en la correspondiente materia
o que no la hayan ejercido. La norma de la Comunidad Autónoma, tendrá ahora una aplicación
preferente. A todo eso se refiere, el principio que establece la supletoriedad del Derecho estatal:
sigue existiendo, aunque su eficacia se produce solo el defecto de ley autonómica.
En virtud de esa supletoriedad, se entiende que el Estado mantiene en pie un ordenamiento
jurídico completo.
El Tribunal Constitucional, entiende que el Estado no podrá actualizar ese Derecho supletorio en
las materias que hayan sido ya transferidas a todas las Comunidades Autónomas. Si la
regulación ha quedado obsoleta, corresponde renovarla a quien es ahora titular de la
competencia, que es cada Comunidad Autónoma.
También hay que tener en cuenta la existencia de supuestos en los que las competencias del
Estado y de las Comunidades Autónomas están compartidas. Esto ocurre, por ejemplo, cuando la
Constitución reserva al Estado la legislación en una materia y las Comunidades Autónomas
asumen la correspondiente ejecución.
En los supuestos de competencias compartidas es posible que, aun respetando las
competencias, una norma estatal y una autonómica se contradigan. Esta colisión se resuelve
mediante el principio de prevalencia, dando aplicación preferente a la norma estatal; pero no
por ello la norma autonomía es invalidada.
Conforme el art. 150.3 CE el Estado puede, mediante ley, señala los principios necesarios para
armonizar las disposiciones normativas de las Comunidades Autónomas, aun en caso de
materias de su competencia, cuando lo exija el interés general. La apreciación de esa necesidad
corresponde a ambas cámaras por mayoría absoluta. Debe destacarse, que la mera diversidad
de regulaciones, inherente al Estado autonómico, evidentemente no habilita al Estado para
dictar tales leyes. Por esa y otras razones fue declarada nula en su mayor parte la llamada
LOAPA (Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico), cuya aprobación pactaron en
1981 UCD y PSOE para frenar las asimetrías que estaba generando el proceso de
descentralización territorial del poder. Desde entonces no se ha intentado siquiera la aprobación
de una ley de armonización en alguna materia determinada.
En el Derecho internacional actual coexisten por diversas normas y estructuras que responden a
diferentes etapas de su desarrollo:
➢ La creación de normas de Derecho internacional depende de los Estados. Para el tipo de
normas más significativo, el tratado internacional, que reposa sobre el acuerdo entre los
Estados. También ocurre en el caso de la costumbre internacional, una segunda fuente
de importancia no menor; la costumbre internacional nace de una práctica constante
asumida como obligatoria por el conjunto de los Estados interesados. (solo se libera de
ella el Estado que sea objetor persistente frente a una concreta costumbre
internacional).
De ese principio del consentimiento de los Estados para el surgimiento de normas que
los vinculen se excluyen solo las normas llamadas “imperativas” o de ius cogens; aquellas
reconocidas como tales por parte de la Comunidad internacional y de las que un Estado
no puede desvincularse ni siquiera mediante un tratado que excluya su aplicación: tal
tratado será nulo. Entre las normas de ius cogens están, por ejemplo, la prohibición del
uso de la fuerza en relaciones entre Estados, ciertos derechos humanos de especial
relevancia, las reglas del Derecho internacional humanitario que prohiben represalias
contra personas protegidas, el derecho a la autodeterminacion de los pueblos y las
prohibiciones del genocidio y de la exclavitud.
➢ También la garantía del cumplimiento del Derecho internacional, sobre los propios
Estados cuya conducta pretende regular. Sin embargo, apenas está institucionalizado un
régimen de control, garantía y de imposición coactiva de las normas internacionales;
apenas existen poderes situados por encima de los Estados en conflicto que puedan
imponerles el cumplimiento de las normas internacionales. El control judicial existe solo
en la medida en que el propio Estado infractor lo hubiera admitido previamente, y la
responsabilidad se concreta de ordinario mediante medidas de autotutela adoptadas por
el Estado perjudicado.
Las normas de Derecho internacional rigen, solo en el plano de las relaciones entre Estados: su
incumplimiento de un Estado frente a otros Estados, que pueden poner en marcha mecanismos
previstos para exigir tales responsabilidades. Pero esas normas no se proyectan por sí mismas,
se entiende que la soberanía implica reservar en exclusiva a cada Estado la creación de derechos
y obligaciones para sus ciudadanos. Por eso, salvo de modo excepcional, de las normas
internacionales no surgen directamente derechos de los particulares frente a sus Estados, aptos
para ser invocados ante los Tribunales nacionales.
Incluso cuando las normas internacionales reconocen derechos humanos: se consideran dirigidas
al Estado, que se compromete frente a otros Estados en la garantía interna de esos derechos.
Pero esa garantía interna de los derechos no surge directamente del Derecho intencionalidad,
sino que ha de ser creada y articulada por el Derecho nacional.
Aunque las normas que afectan al ciudadano hayan sido formalmente adoptadas por su Estado,
el contenido de las mismas no ha sido determinado por él de manera unilateral: procede del
acuerdo con otros Estados o en el seno de organismos internacionales. En esa misma medida, la
creación del Derecho por parte del Estado se va desplazando de los mecanismos previstos como
ordinarios por los sistemas de fuentes del Derecho hacia los procedimientos contemplados por
las Constituciones para la adopción de acuerdos internacionales. Para el estudio del
ordenamiento cobran entonces una relevancia particular las reglas constitucionales que
determinan la competencia y los límites de los poderes del Estado a la hora de asumir
compromisos vinculantes en el marco de las relaciones internacionales.
Ello tiene una incidencia adicional, son los propios tratados internacionales los que en virtud de
la regulación constitucional, pueden resultar interiorizados en el ordenamiento nacional y
convertirse en normas de Derecho interno, con una posición peculiar dentro del mismo. El
Derecho internacional se convierte en los términos establecidos por la Constitución estatal, en
Derecho también interno, susceptible de aplicación por los tribunales del Estado, y genera tareas
y competencias específicas para los diferentes poderes públicos estatales, así como, derechos y
obligaciones para los ciudadanos del Estado. Se trata de una vigencia de las normas
internacionales en el Derecho interno que incorpora algo nuevo a su estricta naturaleza
jurídico-internacional.
La celebración de tratados internacionales está reservada en España a los órganos centrales del
Estado, en relación directa con la competencia exclusiva del Estado en materia de relaciones
internacionales (art. 149.1 CE). Pero ello no excluye que las Comunidades Autónomas celebren los
ya aludidos acuerdos no normativos.
Dentro del Estado central, es es quien tiene la iniciativa a la hora de promover la celebración de
tratados internacionales y puede dirigir con cierta libertad las correspondientes negociaciones,
hasta llegar a la determinación de su texto definitivo. Sin embargo, también las Cortes Generales
pueden promover la celebración de tratados; y las Comunidades Autónomas pueden tener cierta
intervención en el proceso, impulsando la celebración de un tratado o incluso interviniendo
directamente en la negociación del mismo.
Las Cortes Generales pueden autorizar la ratificación del tratado o no hacerlo: pero no pueden
modificar el contenido del mismo, ya que este ha sido fijado de forma definitiva con su firma
previa.
La autorización parlamentaria faculta al Gobierno para dar el consentimiento a un tratado, pero
no le obliga a ello: la decisión última sobre la celebración del tratado sigue reservada al
Gobierno. Desde el punto de vista del Derecho internacional, lo decisivo no es el acuerdo
parlamentario de autorización, sino la manifestación del consentimiento del Estado, que
corresponde al Gobierno; y desde el punto de vista del Derecho interno, tampoco es la
autorización parlamentaria, la que tiene efectos jurídicos en nuestro ordenamiento, sino el
tratado mismo, incorporando al Derecho interno en virtud de su publicación. (art. 96.1 CE)
La ratificación es el mecanismo formal que se utiliza para asumir los compromisos fijados en los
tratados de mayor importancia, que además habrán requerido la intervención de las Cortes
Generales, de modo similar a lo que ocurre con la sanción de las leyes, en este caso se produce
un documento, el instrumento de ratificación, que cuenta con la firma del rey bajo el refrendo
de presidente del Gobierno o del ministro correspondiente.
Los Tratados no afectan a la posición de la Constitución como norma jurídica suprema: todos los
tratados se consideran subordinados a ella. Dice el art. 95.1 CE que la celebración de un tratado
internacional que contenga estipulaciones contrarias a la Constitución exigirá la previa revisión
constitucional. No puede, pues, aprobarse un tratado contrario a ella. De comprobar la
compatibilidad entre Constitución y Tratados se encarga, en su caso, el Tribunal Constitucional.
➢ Tal control puede hacerse ante la celebración del tratado, a través del procedimiento
especialmente previsto al efecto en el art. 95.2 CE “El Gobierno o cualquiera de las
Cámaras pueden requerir al Tribunal Constitucional para que declare si existe o no esa
contradicción”. Si el Tribunal Constitucional declara en ese momento previo que existe
una contradicción entre la Constitución y el tratado, sólo caben dos posibilidades; incoar
una reforma de la misma que elimine ex ante dicha compatibilidad, bien renunciar a
ratificar el tratado.
➢ Los tratados que ya se han incorporado a nuestro ordenamiento también pueden ser
sometidos al control del Tribunal Constitucional, para comprobar sea su compatibilidad
sustancial con la Constitución, sea la regularidad del procedimiento que ha conducido a
su conclusión. Este control puede ser incoado a través del recurso de
inconstitucionalidad o de la cuestión de inconstitucionalidad.
Para modificar o derogar una ley, los tratados necesitan haber sido autorizada por ley orgánica
o por acuerdo de las Cortes Generales; el tratado posterior a una ley, celebrado con la
correspondiente autorización, tiene fuerza activa de ley. El Gobierno por sí solo puede aprobar
un tratado que modifique un reglamento, pero no puede adoptar uno que resulte contrario a las
leyes existentes.
La Constitución señala para todos los tratados, incluidos los celebrados sin necesidad de
autorización de las Cortes, que solo pueden ser derogados, modificados o suspendidos de
acuerdo con los procedimientos específicos previstos en el Derecho internacional (art. 96.1 CE); y
tal procedimiento es el de denuncia del Tratado. Ello implica que los tratados tienen una especial
“resistencia o fuerza pasiva” frente a las leyes: el Derecho interno no puede contradecirlos hasta
que el Estado haya logrado desvincularse formalmente de sus compromisos internacionales.
El Tribunal Constitucional entiende que la ley que contradice un tratado internacional no queda
sometida a su control jurisdiccional; son los jueces ordinarios los que, simplemente, deben dar
aplicación preferente al tratado. Lo cual, puede generar inseguridad jurídica, porque introduce
un cierto control difuso sobre la ley.
Las competencias que conservan los Estados se desarrollan conforme al principio de autonomía
institucional que implica que la ejecución del Derecho de la Unión Europea debe hacerse
conforme al Derecho nacional: cada Estado distribuye la transposición o ejecución de las normas
comunitarias entre sus órganos centrales, regionales o locales de conformidad con sus propias
reglas constitucionales y elige la forma y el procedimiento.
La Constitución contiene una disposición que pretende garantizar la efectividad del Derecho de
la Unión Europea en el marco del Estado Autonómico. El art. 93 CE, “corresponde a las Cortes
Generales o al Gobierno, según los casos, la garantía del cumplimiento de estos Tratados y de
las resoluciones demandas de los órganos internacionales o supranacionales titulares de la
cesión”.
La Unión Europea frente a los Estados miembros, se plantean problemas cuando los actos del
Derecho europeo no se ajustan a los parámetros generales de control del poder público
establecidos en las Constituciones estatales. Esta primacía plantea ciertas dudas cuando se
pretende hacer valer frente al Derecho constitucional nacional.
➢ La Constitución Española prevé un eventual control previo de constitucionalidad de los
Tratados sobre los que se proyecte prestar el consentimiento del Estado (art. 95 CE).
Con tal base y con el fin de eliminar el ex ante, una contradicción detectada por el
Tribunal tuvo lugar la primera reforma de la Constitución española, que modificó el art.
13.2 CE para que, conforme a dicho Tratado, los nacionales de todos los Estados
miembros de la Unión Europea pudieran ser titulares del derecho de sufragio pasivo en
las elecciones locales.
Este control previo de constitucionalidad del Derecho no excluye, un eventual control
posterior. La declaración de inconstitucionalidad de un Tratado ya ratificado por España,
con la nulidad de su incorporación a nuestro ordenamiento jurídico, debería llevar en el
plano internacional, a la denuncia del mismo; en consecuencia, a la retirada de España
de la Unión.
➢ La Declaración del Tribunal Constitucional 1/2004 argumenta detalladamente para
terminar excluyendo del control de constitucionalidad. En definitiva, acepta que la validez
del Derecho comunitario derivado depende únicamente del propio Derecho de la Unión
Europea, y que el Tribunal de Justicia resulta el único juez competente para verificarlo; el
Derecho de la Unión Europea que resulte válido conforme a sus propios parámetros se
aplicará , además con preferencia sobre el Derecho nacional, incluidos sobre las normas
constitucionales. Frente al Derecho de la Unión Europea, decaerá, incluso las garantías
que ofrecen los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución. Pero el Tribunal
Constitucional explica que una contradicción de tal magnitud, resulta imposible porque la
primacía del Derecho de la Unión corresponde a “un Ordenamiento que se construye
sobre los valores comunes de las Constituciones de los Estados integrados en la Unión y
de sus tradiciones constitucionales”.
Es cierto que solo son derechos fundamentales los derechos reconocidos por la Constitución,
pero también hay derechos fundamentales que no tienen reconocimiento en esta, en su propio
sentido. En su art. 16, la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 recoge
que; una sociedad en la que la garantía de derechos no está asegurada, ni la separación de
poderes establecida, carece de Constitución.
Nuestra Constitución dedica su Título I a los derechos fundamentales. Este Título lleva por
nombre “De los derechos y deberes fundamentales” y está dividido en 5 capítulos, antes de los
cuales se sitúa el art. 10 CE que alude en el apartado 1 a la dignidad de la persona y el libre
desarrollo de la personalidad y establece en su apartado 2 la relevancia de los tratados sobre
derechos humanos suscritos por España para la interpretación de los derechos fundamentales
reconocidos en la Constitución. El primero de los Capítulos está dedicado a los españoles y
extranjeros. El Capítulo II sobre Los derechos y libertades, con el art. 14 CE, que garantiza el
derecho a la igualdad y la prohibición de discriminacion, y divide luego el resto de su contenido
en 2 secciones; la primera en De los derechos fundamentales y de las libertades públicas (arts.
15 a 29), la segunda De los derechos y deberes de los ciudadanos (arts. 30 a 38). El Capítulo III
lleva por título De los principios rectores de la política social y económica (arts. 39 a 52). El
Capítulo IV se dedica a Las garantías de las libertades y derechos fundamentales (arts. 53 y 54)
y el Capítulo V a La suspensión de los derechos y libertades (art. 55)
El elemento definitorio de un derecho fundamental es que vincule a todos los poderes públicos,
incluido al legislados; por eso son fundamentales los derechos reconocidos en el Capítulo II del
Título 1; porque establece la garantía del contenido esencial que les protege frente al legislador
(art. 53.1 CE). Esa garantía sin embargo, no se prevé para los derechos recogidos en el Capítulo
III, por ello no pueden considerarse fundamentales.
Además, en el Capítulo III las normas no reconocen verdaderos derechos subjetivos; porque
según establece el art. 53.3 CE, sólo podrán ser tuteladas por los jueces de acuerdo con lo que
dispongan las leyes que las desarrollan, no tienen tutela judicial directa.
El objeto del derecho se refiere al ámbito vital que este protege, el contenido alude a las
facultades que el derecho concede a su titular para la protección de los intereses que conforman
dicho objeto.
➢ El objeto del derecho puede ser así un ámbito material protegido, una esfera vital de
acción o simplemente un espacio excluido de la acción del poder público, sobre el que
pesa el deber de no hacer algo.
➢ El contenido del derecho fundamental viene determinado por el conjunto de facultades,
posibilidades de actuación y garantías que la Constitución reconoce a sus titulares. Pero
los derechos fundamentales se reconocen de ordinario en normas muy escuetas. Tal
indeterminación del contenido confiere un papel importante tanto al legislador
encargado de regular el ejercicio y de desarrollar los derechos fundamentales, como al
Tribunal Constitucional, que debe asegurar en todo caso que los derechos disponen del
contenido mínimo que asegura su eficacia, y que controla igualmente si el que le ha
atribuido el legislador respeta tal contenido esencial. El Tribunal Constitucional describe
2 vías complementarias para determinar el contenido esencial de un derecho
fundamental: en primer lugar, el modo de concebir el derecho por parte de la doctrina
dominante y la jurisprudencia, que identifican las facultades que debe comprender
necesariamente el derecho para no verse desnaturalizado; en segundo lugar, los
intereses a los que sirve la garantía del derecho, en atención a los cuales fue
constitucionalizado y que deben permanecer siempre preservados.
Por lo demás, todo derecho es limitado, en el sentido de que cubre un concreto ámbito y tiene
un determinado contenido; ningún derecho abarca la totalidad de la posible actuación humana.
Autores distingue y contrapone los límites necesarios, que determinan el significado y el alcance
de la realidad protegida por el derecho, a los límites directos, que proceden de descripciones
constitucionales expresas del ámbito que la Constitución quiere o no quiere proteger, de las
cláusulas limitativas de los derechos establecidas en el mismo texto constitucional.
Por otro lado, los derechos fundamentales deben respetar también otros límites que derivan
asimismo de la Constitución, se establecen para preservar otros derechos fundamentales u otros
bienes constitucionalmente protegidos. Suponen restricciones al ejercicio de las facultades
propias del derecho fundamental que no están previstas directamente por la propia
Constitución, sino que son introducidas o autorizadas por el legislador.
La ley limita los derechos fundamentales y debe armonizar los fines que persigue al hacerlo con
la protección que también merecen los derechos fundamentales que está limitando. El legislador
goza de una cierta libertad de configuración, en función de la importancia que atribuya a unos u
otros. El Tribunal Constitucional debe controlar que la decisión del legislador no infringe la
Constitución.
El Tribunal Constitucional debe respetar siempre el contenido esencial de los derechos. Pero
además utiliza también como criterio de control el principio de proporcionalidad. Los principios
en que esté a su vez se divide en 3:
➢ A través del subprincipio de adecuación se controla si la limitación de un derecho
fundamental es en realidad un medio útil para proteger el otro bien garantizado, sea la
realización de otro derecho fundamental, sea la promoción de otros principios o valores
amparados por la Constitución o al menos compatibles con ella.
➢ El subprincipio de necesidad presupone que la medida es adecuada, pero la analiza en
relación contras medidas por las que pudiera haber optado el legislador. Se considera
innecesaria la medida limitadora del derecho fundamental si el fin perseguido por la ley
hubiera podido conseguirse en grado equivalente a través de otra medida que no
requiriese la restricción del derecho o que implicase una limitación menos severa.
➢ El subprincipio de proporcionalidad en sentido estricto supone valorar la importancia
relativa de los derechos y bienes constitucionales implicados, para comprobar si el
sacrificio del derecho fundamental se encuentra en una relación razonable o
proporcionada con la protección que la ley da a otros intereses mediante tal restricción.
El art. 55 CE prevé la posibilidad de suspensión de ciertos derechos fundamentales; de sustituir
su régimen jurídico ordinario por otro extraordinario en el que el derecho tiene un contenido
distinto y una protección menor. Esta posibilidad se prevé solo en 2 casos: el primero, con
motivo de la declaración del estado de excepción o del estado de sitio (art. 116 CE); el segundo,
de forma individual, en supuestos muy tasados, en relación con las investigaciones
correspondientes a la actuación de bandas armadas o elementos terroristas.
3. Internacionalización
Los derechos humanos, son aquellos que deben ser respetados por todos los Estados del mundo
o, al menos, por los Estados De una determinada región, y que se encuentran reconocidos y
garantizados en normas internacionales.
Lo propio de los derechos humanos es que el Estado que suscribe el correspondiente tratado se
compromete frente a los demás Estados y las instituciones internacionales, que pueden exigirle
la correspondiente responsabilidad si viola los derechos humanos; pero esa responsabilidad
internacional no repercute en beneficio de los particulares afectados por la violacion de
derechos.
Estos derechos humanos, no necesariamente son derechos subjetivos de las personas. Ello solo
ocurre si el tratado atribuye a los particulares la posibilidad de acudir a la tutela de los jueces.
Lo cierto es que son muy poco los Convenios internacionales en materia de derechos humanos
que crean tribunales a los que puedan acudir los particulares para solicitar amparo; y cuando
existen esos tribunales, sus sentencias tampoco suelen tener fuerza suficiente para proteger de
modo eficaz los derechos de los particulares, sino que se limitan a constatar la existencia de una
violacion por parte del Estado, a ordenarle que pague alguna indemnización: no son sentencias
con fuerza ejecutiva capaces.
La protección efectiva que los derechos humanos ofrecen a los particulares, por tanto, del modo
en que los compromisos internacionales hayan sido incorporados por cada Estado a su propio
ordenamiento.
En España, los tratados internacionales una vez publicados en el BOE forman parte del
ordenamiento interno. Además, la Constitución consagra como derechos fundamentales gran
parte de los derechos humanos reconocidos por los tratados internacionales. Y, finalmente, el
art. 10.2 CE establece que los tratados internacionales sobre los derechos humanos han de ser
utilizados como criterio para la interpretación de las normas constitucionales en la materia,
tanto a la hora de determinar su contenido y objeto como en el momento de especificar la
admisibilidad de sus límites.
Los cambios sociales y políticos provocó la reacción de determinar que el Estado tiene como
tarea las condiciones reales o materiales de la libertad. El art. 9.2 CE lo expresa diciendo que
“corresponde a los poderes públicos promover las condiciones para que la libertad y la igualdad
del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas; remover los obstáculo
que impidan o dificulten su plenitud y facilitar la participación de todos los ciudadanos en la vida
política, económica, cultural y social”. El precepto impone una política de derechos
fundamentales a fin de asegurar la libertad y la igualdad efectivas; lo mismo se deriva de la
cláusula del Estado social (art. 1.1 CE)
Los derechos fundamentales no solo determinan las relaciones entre el individuo y el Estado,
sino que influyen en todo el Derecho, tambien cuando regula las relaciones entre particulares. El
Estado debe garantizar la eficacia de los derechos frente a ellos.
Es cierto que los derechos fundamentales suponen impulsos y directrices para la legislación;
pero tal orientación deja amplísimos márgenes de maniobra, no solo por su propia
indeterminación, sino también porque necesita plasmarse en una realidad histórica concreta que
se modifica constantemente. Es tarea del legislador, crear Derecho dentro de los márgenes que
establece la Constitución. Y esta deja un campo lo suficientemente amplio como para que
existan diversas opciones políticas igualmente compatibles con la Constitución que pueden llegar
a convertirse en mayoritarias y plasmarse en leyes.
2. El desarrollo legislativo
El legislador se percibe como agente indispensable para que estos desplieguen plena eficacia;
porque son las leyes las que establecen los instrumentos de protección de los derechos, las que
concretan su proyección en el ámbito de las relaciones entre particulares, las que crean los
servicios públicos capaces de asegurar a todos el disfrute efectivo de los derechos.
Los derechos fundamentales siempre pueden alcanzar alguna eficacia directa aun antes de
cualquier desarrollo legislativo. Si los derechos fundamentales son verdaderos derechos
subjetivos en virtud de reconocimiento constitucional, ello implica que podrán ser susceptibles
de aplicación directa; y por tanto, aun falta de desarrollo legislativo, de tutela judicial.
Hay derechos fundamentales, para cuya eficacia parece indispensable alguna configuración
legislativa. En estos derechos llamados “de configuración legal”, su propio objeto precisa
configuración jurídica por parte del legislador, mientras que en los demás el objeto hace
referencia a una realidad susceptible de ser delimitada al margen de la ley, a partir del propio
precepto constitucional que lo garantiza.
Todos los derechos pueden ampliar su alcance y proyección merced al desarrollo legislativo, y en
esa medida todos los derechos son susceptibles de configuración legal. La ley, puede establecer
medidas materiales procedimentales y organizativas de proteccion y promocion: normas penales
que sancionan las violaciones de los derechos, `procedimientos administrativos que garantizan
que los mismos son tenidos en cuenta en las decisiones públicas, instituciones de control y
garantía que sirven a su protección, medidas fiscales destinadas a impulsar su ejercicio…
El amparo ordinario, también llamado amparo judicial, es el que están obligados a dar los
derechos fundamentales todos los jueces y tribunales ordinarios. La Constitución preve 3
características:
➢ Su objeto es la protección del derecho a la igualdad (art. 14) y de los derechos
reconocidos en la Seccion I del Capitulo II del Titulo I.
➢ Debe recibir tramitación preferente, lo que implica una prioridad absoluta a la hora de
abordar el correspondiente asunto.
➢ Es un procedimiento sumario, esto es, un procedimiento rápido a través del cual se
pretende responder al ciudadano con la mayor celeridad posible en el ejercicio del
derecho del que ha sido indebidamente privado.
Para compensar que desde 2007 el Tribunal Constitucional solo admite recursos de amparo de
“especial trascendencia constitucional” los particulares pueden presentar el “incidente de
nulidad de actuaciones”.
En estos procesos de amparo se puede hablar de una cierta inversión de la carga de la prueba:
es el demandado, al que se le atribuye la violacion del derecho fundamental, quien ha de probar
que su actuación ha sido respetuosa con el mismo. Así lo establece, la Ley 3/2007, que
introduce la inversión de la carga de la prueba en aquellos procesos que afecten a lesiones del
derecho de igualdad de las mujeres como consecuencia de un acoso laboral o sexual en el
trabajo.
La tutela jurisdiccional de los derechos fundamentales se agota en España ante los tribunales
ordinarios y en su caso, ante el Tribunal Constitucional. No hemos de olvidar que los derechos
humanos, reconocidos por el Convenio de Roma, son susceptibles de tutela judicial ante el
Tribunal Europeo de Derechos Humanos. De este modo, si la demanda de tutela de los derechos
fundamentales ante los tribunales españoles no ha tenido éxito, el caso puede someterse al
TEDH alegando la violacion por España del correspondiente derecho reconocido en el Convenio.
Los rasgos básicos del proceso ante el TEDH son:
➢ El recurso es también subsidiario; sólo puede acudirse a él una vez agotadas las vías de
tutela que ofrecen los tribunales del Estado, incluido en nuestro caso el Tribunal
Constitucional, en un plazo de 6 meses desde el pronunciamiento de la última decisión
judicial interna.
➢ El recurso puede ser planteado por cualquier persona contra cualquier acto de los
poderes públicos de uno de los Estados firmantes del Convenio. El demandante debe ser
víctima personal y directa de la violacion denunciada y ha de haber sufrido un perjuicio
importante.
➢ El Tribunal no es competente para anular por sí mismo las decisiones nacionales, pero
puede prever la adopción de medidas generales para prevenir cualquier otra posible
vulneración similar y medidas individuales con respecto del caso concreto. Si constata
que el demandante ha sufrido un perjuicio suele concederle una satisfacción equitativa,
esto es, una suma de dinero a título de compensación por los daños y perjuicios sufridos.
El principio de igualdad formal, con ese doble contenido, se concreta en la obligación de dar un
trato igual; el tratamiento diferente es posible, pero sólo cabe si está justificado. Se prohíbe, así,
la discriminacion entendida como tratamiento diferente que carece de justificación.
La forma en la que se determina si un trato diferente está o no justificado, depende del tipo de
acto que se esté analizando; una norma (igualdad en la ley) o un acto de aplicación de la norma
(igualdad en la aplicación de la ley):
➢ Una diferencia de trato introducida por una ley o por cualquier otra norma jurídica debe
cumplir una serie de requisitos para considerarse justificada:
➔ Debe existir una desigualdad de supuestos de hecho. A quienes están en
situaciones iguales hay que tratarlos igual; solo cuando existan situaciones
diferentes podrá estar justificado un trato distinto. Para saber si existe igualdad
o no en las circunstancias del hecho hay que utilizar un término de comparación,
una característica que permite comparar situaciones y comprobar su similitud.
➔ El trato diferente debe responder además, a una finalidad constitucionalmente
legítima; debe tener una finalidad protegida por la Constitución o al menos
compatible con ella.
➔ Debe existir congruencia entre el trato desigual y la finalidad perseguida; el
medio debe ser objetivamente adecuado para conseguir el fin que persigue la
norma.
➔ El trato diferente debe ser proporcionado: debe existir proporcionalidad entre el
beneficio que se consigue mediante el trato desigual y el grado de desigualdad
que se introduce.
➢ Los actos de aplicación de una ley, están sujetos a lo que establezca esta ley; serán
iguales si la ley impone un trato igual, pero también pueden suponer un trato diferente si
es la propia ley la que lo impone. El principio de igualdad, obliga a dichos poderes a no
introducir diferencias en las que la ley no haya previsto, a no dar un trato distinto donde
la ley dispone un trato igual. Las decisiones fundamentales de cómo se organiza la
sociedad se toman a través de leyes y sólo ellas pueden determinar si 2 situaciones
deben recibir distinto trato.
Hay que tener en cuenta que la interpretación y aplicación de la ley a un caso concreto
no suponen una actividad automática con resultado plenamente determinado. El
principio de igualdad obliga aquí a interpretar y aplicar la ley de forma igual, con los
mismos criterios, cuando estemos en supuestos iguales; el principio de igualación se
identifica así con cierta vinculación al precedente.
En este segundo sentido, el principio no funciona de modo absoluto: es posible cambiar el
criterio cuando se justifique debidamente; existen ciertas diferencias entre la aplicación
administrativa de la ley y la aplicación judicial:
➢ Cada administración pública, sujeta a la ley y al precedente, debe motivar los actos que
se separen del criterio seguido en ocasiones anteriores. El control sobre la suficiencia y
racionalidad de esa motivación corresponde a los jueces y tribunales.
➢ Los jueces y tribunales disponen de mayor margen de libertad en la interpretación y la
aplicación de la ley. El principio de independencia judicial, hace que el juez individual no
esté sujeto a los precedentes sentados por otros tribunales, sino solo a la ley. Y por eso,
el principio de igualdad sólo obliga al juez respecto de sus propios precedentes; impone a
cada juez que siga los mismos criterios que el mismo haya mantenido anteriormente en
casos iguales, salvo que en la motivación de su nueva sentencia justifique de modo
expreso que la interpretación diferente no es una variante ocasional, sino una nueva
solución, preferible y también aplicable a la generalidad de los casos semejantes que se
presenten en adelante.
3. El derecho a la igualdad
En nuestra Constitución el art. 14 reconoce el derecho fundamental a la igualdad, a la no
discriminacion o a no ser discriminado, cuyo contenido coincide con el de la igualdad formal.
El derecho a la igualdad es un derecho de naturaleza especial, diferente a todos los demás. Y ello
es así porque su objeto no se concreta en una actividad determinada, ni en un ámbito concreto
de la realidad. Es, un “derecho relacional”, un derecho que no es autónomo, sino que se ejerce
siempre con referencia a otro derecho, a otra relación jurídica concreta o al campo material
determinado por otra situación. Una persona no puede ver lesionado su derecho a la igualdad en
abstracto, sino sólo en una situación concreta y respecto de otra a la que debiera estar
equiparada.
El art. 14 CE predica el derecho a la igualdad de “los españoles” pero ello no despeja todos los
problemas.
➢ En todo caso, los extranjeros son titulares de un derecho a la igualdad en la aplicación
de la ley. El aplicador de la ley no puede introducir la nacionalidad como criterio
diferenciador cuando la ley no lo ha previsto, y ello afecta tanto a la distinción entre
nacionales y extranjeros como a la diferenciación entre extranjeros con distintas
nacionalidades. La ley sí puede introducir diferencias en función de la nacionalidad, que
no es un principio un criterio sospechoso; pero las diferencias siempre deberán estar
justificadas.
➢ Las personas jurídicas sí son titulares del derecho a la igualdad. Pero cuando se trata de
personas juridicas de naturaleza publica, solo lo seran de manera excepcional, en
particular cuando el derecho a la igualdad se invoque en relacion con el derecho
fundamental a la tutela judicial efectiva.
Los titulares de los derechos de la vida e integridad física son todas las personas, nacionales y
extranjeros. Pero la Constitución, de forma deliberadamente ambigua y para satisfacer las
posturas inconciliables de las diferentes fuerzas políticas con relación a la interrupción
voluntaria del embarazo, reconoce la titularidad del derecho a todos. Esto permitió la discusión
acerca de si “todos” debían ser solo las personas, de acuerdo con la definición de persona física
del Código Civil o si tambien podrian ser titulares del derecho a la vida los concebidos aún no
nacidos (nasciturus) o incluso los embriones obtenidos in vitro y aún no implantados en el seno
materno.
Esta discusion se planteo sobre todo, en relacion con la despenalizacion del aborto. Así, en la STC
53/1985, el Tribunal afirmó que el nasciturus, concebido y no nacido, no es titular de ningún
derecho fundamental, en rigor de ningún derecho subjetivo, ni siquiera del derecho a la vida. Sin
embargo, el derecho a la vida tiene un contenido objetivo del que deriva un mandato a todos los
poderes públicos de promover y proteger la vida humana en todas sus manifestaciones, incluida
la vida en formación del nasciturus. El Tribunal Constitucional considera constitucionalmente
necesario penalizar el aborto: a su juicio la vida del nasciturus es un bien que se debe proteger
mediante normas penales. Sin embargo entiende que esa protección penal puede chocar con
otros bienes también constitucionalmente protegidos, como son la vida, la libertad sexual y la
salud de la madre. Por eso admite que esa penalización sea excluida en aquellos casos en los
que se entienda que estos otros bienes constitucionalmente protegidos prevalecen sobre el
deber de proteger la vida del no nacido.
Desde el punto de vista del contenido es posible diferenciar entre el derecho a la vida y el
derecho a la integridad física y moral como derechos distintos.
➢ El derecho a la vida permite a su titular reaccionar frente los actos de los poderes
públicos que supongan una lesión de la vida, con la peculiaridad de que la lesión puede
ser irreversible y la vida es irrecuperable.
➔ La principal manifestacion de este derecho es la prohibicion de la pena de
muerte. La Constitucion prohibe la pena de muerte, aunque la admite para
tiempos de guerra conforme a lo que rstablezcan las leyes penales militares.
Hasta 1995 el Codigo Penal Militar declaraba aplicable la pena de muerte a
determinados supuestos pero la Ley Organica 11/1995 modifico dicho Codigo
Penal y abolio la pena de muerte tambien para tiempos de guerra.
➔ Las facultades de disposición sobre la propia vida. El Tribunal Constitucional
considera que el derecho a la vida no es un derecho de libertad que incluya el
derecho a la propia muerte; es obvio que una persona puede decidir poner fin a
su vida, pero tiene un derecho fundamental a hacerlo; si tal derecho existiera
podria exigir la prestacion de ayuda para acabar con su vida y tambien oponerse
a la accion de terceros que intentan evitar su suicidio. Por eso:
❖ El intento de suicidio no está penado en España, pero no porque exista un
derecho a ello, sino porque se entiende que forma parte de la libertad
general del sujeto; sin embargo, si se considera delito la induccion al
suicidio o la cooperacion en el suicidio de una persona.
❖ En ciertos casos de huelga de hambre de presos, el Tribunal
Constitucional admitió la alimentación forzosa por parte de la
Administración penitenciaria cuando se considere que peligra la vida de
esos reclusos, en cumplimiento del deber de protección de la vida,
integridad y salud de los internos y teniendo en cuenta que el art. 15 no
garantiza “el derecho a la propia muerte”.
❖ Se plantean dudas en relación con laeutanasia entendida como por
acción u omisión, intencionalmente dirigida a terminar con la vida de una
persona que tiene una enfermedad grave e irreversible a petición de la
misma o sus familiares. Actualmente el Código Penal tipifica como delito
la cooperación en la muerte ajena, aunque rebaja la pena si dicha
cooperación procede de la petición expresa, una persona que sufra
enfermedad grave que le conduzca a la muerte o que le produzca graves
padecimientos permanentes y difíciles de soportar. El Estado cumple así
su deber de protección de la vida.
➢ El derecho a la integridad física y moral protege la inviolabilidad de la persona no solo
frente a cualquier acto atentatorio contra su cuerpo, sino también contra todo acto que
en sí mismo suponga una agresión psicológica contraria a su dignidad. Este derecho se
reconoció especialmente frente a los órganos y agentes del Estado encargados de la
salvaguardia del orden público. Su contenido se concreta en 2 aspectos
fundamentalmente:
➔ El derecho a no sufrir tortura ni tratos inhumanos o degradantes, que permite
reaccionar frente a cualquier conducta que ocasione un sufrimiento fisico o
psiquico tendente bien a humillar a la victima ante los demas o ante si misma, a
doblegar su voluntad para forzarla a actuar en contra de su conciencia.
La cuestion de determinar cuando un trato tiene la consideracion de “inhumano”,
de “degradante” o de “tortura” y esta determinacion solo se puede hacer caso
por caso.
➔ El derecho a no ser objeto de intervenciones en la esfera física o psíquica, que es
un derecho general a la intangibilidad personal que protege frente a cualesquiera
injerencias, aunque no puedan calificarse de tratos inhumanos o degradantes, e
incluye no solo ataques dirigidos a lesionar el cuerpo o el espíritu, sino toda clase
de intervención en estos bienes que carezca del consentimiento de su titular. El
requisito indispensable para que tal tipo de intervención no se considere un
límite al derecho es, el consentimiento del titular, necesario incluso para
cualesquiera intervenciones médicas.
Los límites pueden ser legítimos cuando la intervención es necesaria para la
investigación de delitos o como prueba en un proceso. En estos casos, la
intervención debe estar prevista por la ley, y tanto la ley como el acto concreto
de su aplicación habrá de superar el examen del principio de proporcionalidad.
Para proteger la vida y la integridad fisica tambien frente a eventuales lesiones procedentes de
particulares, el legislador adopta medidas, entre las que destacan las normas penales que
tipifican como delitos el homicidio y asesinato, la induccion y cooperacion al suicidio, el aborto, el
genocidio, las torturas y los tratos inhumanos y degradantes, las agresiones sexuales, las
lesiones, la afeccion intencionada de enfermedad grave, las lesiones al feto y los delitos de
manipulacion genetica.
El derecho a la libertad y a la seguridad personal es, pretende evitar que las personas puedan
ser detenidas o arrestadas sin motivo.
El reconocimiento de este derecho responde a un doble motivo. Desde el punto de vista
subjetivo, se trata de garantizar la libertad física como necesidad básica del ser humano y como
presupuesto para el ejercicio de otros derechos fundamentales. Desde un punto de vista
objetivo, la libertad y seguridad personal es requisito imprescindible para la existencia de un
Estado de Derecho. El derecho a la libertad personal actúa así como limitación y contrapeso del
monopolio de la potestad de limitación de la libertad física que caracteriza a toda organización
estatal.
Los titulares de este derecho son todas las personas físicas, nacionales y extranjeros. Los
obligados son los poderes públicos, pues son ellos quienes realizan privaciones de libertad con
pretensión de validez jurídica.
El art. 17 CE establece garantías específicas para este derecho: “los derechos del detenido” y el
procedimiento de habeas corpus:
➢ Para asegurar que la privación de libertad no conduzca a una situacion de indefension se
reconocen los llamados derechos del detenido: el derecho a ser informado, de forma
inmediata y de manera que pueda comprender, de los hechos que se le imputan, de las
razones que motivan su privación de libertad y de los derechos que le asisten; el derecho
a no declarar contra sí mismo y a no confesarse culpable; y el derecho a la asistencia
letrada, a disponer de un abogado en las diligencias policiales y judiciales, que
garantizara que el detenido no sea objeto de abusos.
➢ El procedimiento de habeas corpus se trata de una garantía judicial frente a detenciones
ilegales, esto es, que incumplen los requisitos constitucionales o legales. Se regula en la
Ley Orgánica 6/84, reguladora del habeas corpus, que permite plantearlo al propio
detenido, a ciertas personas próximas a él, pero también al fiscal, al Defensor del Pueblo
o al propio juez de Instrucción. Se trata de un procedimiento rápido y sin formalismos,
que consiste básicamente en exigir la comparecencia del detenido ante el juez para que
exponga las causas por las que considera que la detención no cumple los requisitos
exigidos.
Para que el Derecho cumpla su función en relación con el Estado de Derecho y con la garantía de
la paz social, que sean titulares del derecho a la tutela judicial efectiva todas las personas
físicas, nacionales y extranjeros, y todas las personas jurídicas, incluidas las de carácter público;
aunque estas últimas tienen un ámbito protegido más limitado, orientado solo a garantizar el
equilibrio del proceso judicial, que se ha de desarrollar entre partes dotadas de facultades
equivalentes.
➢ Sus titulares son todas las personas físicas, nacionales y extranjeras. Además:
➔ A las personas jurídicas no se les ha reconocido la titularidad del derecho al
honor, que es predicable sólo de personas individuales, pero sí un derecho
similar: el derecho a la reputación, que frente a la libertad de expresión tiene un
nivel de garantía menor y más débil que el honor.
➔ Con carácter excepcional, el Tribunal Constitucional ha reconocido que son
titulares del derecho al honor “grupos humanos sin personalidad jurídica, pero
con una neta y consistente personalidad por cualquier rasgo dominante de su
estructura y cohesión, como el histórico, el sociológico, el etnico o el religioso”.
➢ El derecho al honor protege la consideración que tienen los demás de una persona
frente a manifestaciones que se emitan con objeto de desacreditarla o menospreciarla.
El Tribunal Constitucional identifica el honor con la reputación, el aprecio social, la
consideración o reconocimiento que merece a los demás (vertiente objetiva). Este
derecho protege frente a 2 tipos de ataques: la difamación, que se convierte en delito de
calumnias y la vejación, las injurias que agravian innecesariamente a una persona.
El principal límite del derecho al honor deriva de las libertades de información y de
expresión. Cuando se emita una opinión o una información que pueda lesionar el honor
de una persona hay que valorar las circunstancias del caso concreto para determinar si
estamos ante el ejercicio legítimo de estas libertades y el derecho al honor debe ceder.
➢ Estos derechos disfrutan de ciertas garantías específicas: el Código Penal tipifica los
delitos de injurias, calumnias y descubrimiento y revelación de secretos; y la Ley Orgánica
2/1984, reguladora del derecho de rectificación, permite rectificar las informaciones
difundidas por cualquier medio de comunicación de hechos que aluden a una persona y
que esta considere inexactos y cuya divulgación pueda causarle perjuicio.
El art. 18.4 establece que “la ley limitará el uso de la informática para garantizar el honor y la
intimidad personal y familiar de los ciudadanos y el pleno ejercicio de sus derechos”. El Tribunal
Constitucional ha deducido de ese mandato y de los tratados internacionales firmados por
España, la existencia de un derecho fundamental a la protección de los datos personales. Los
avances tecnológicos permiten almacenar un número prácticamente ilimitado de datos
personales y utilizarlos con los más diversos fines. Este nuevo derecho pretende garantizar que
el titular disponga de sus datos y controle el uso que se pueda hacer de ellos. La Ley Orgánica
3/2018 regula este derecho y prevé ciertas limitaciones, justificadas por razones de seguridad
nacional y pública, de defensa, de prevención y persecución de delitos y de protección de
derechos de terceros.
Este derecho aparece en los primeros catálogos de derechos, pero no con el objeto de proteger
el domicilio como ámbito físico en el que se desarrolla la vida privada de las personas, sino mas
bien para proteger la propiedad y la libertad personal. Con el reconocimiento de este derecho se
pretendía evitar que los agentes del rey pudieran penetrar en las casas de las personas de modo
arbitrario para realizar registros o detenciones. Más tarde, con la aparición del derecho a la
intimidad, este derecho se reorienta hacia la protección del domicilio como parte de la esfera
personal.
Titulares son tanto las personas físicas, nacionales y extranjeros, como las personas jurídicas,
que también tienen un domicilio; pero en el caso de estas últimas, el grado de protección no
alcanza el mismo nivel que en el de las personas físicas, dado que falta esa estrecha vinculación
con la intimidad personal de la que carecen las personas jurídicas.
Este derecho otorga la facultad de excluir a otras personas del domicilio, como ámbito espacial
reservado; la facultad, de impedir o prohibir la entrada o la permanencia en el de cualquier
persona y específicamente, de la autoridad pública para la práctica de un registro.
➢ El Tribunal Constitucional ha interpretado el concepto de “domicilio” en un sentido muy
amplio; es el espacio en el que el individuo vive sin estar necesariamente sujeto a los
usos y convenciones sociales y en el que ejerce su libertad más íntima y personal, de
modo que por domicilio debe entenderse cualquier espacio donde el individuo desarrolla
su vida, independientemente del título jurídico que lo ocupe.
➢ La Constitución permite la entrada en el domicilio, sin que ello suponga la lesión del
derecho, en los siguientes casos:
➔ Si existe consentimiento de su titular. El consentimiento puede ser expreso o
tácito; pero en cualquier caso, para ser jurídicamente válido, debe producirse de
manera inequívoca y ser previo a la entrada del tercero. El titular puede revocar
en cualquier momento y ordenar la salida del domicilio; desde ese momento,
quien insiste en permanecer en él está infringiendo el derecho.
➔ Cuando se autoriza mediante resolución judicial motivada, normalmente para la
persecución de un supuesto delincuente o para la obtención de pruebas de un
delito, aunque también para la ejecución de algunos actos administrativos. La
intervención del juez es una garantía de que no habrá intromisión gubernativa o
administrativa injustificada. La resolución del juez debe estar motivada y debe
respetar el principio de proporcionalidad.
➔ Ante la comisión de un flagrante delito se dan dos notas: la urgencia y la
evidencia debe existir una necesidad urgente que justifique la entrada
domiciliaria y debe ser evidente, objeto de percepción directa, que se está
produciendo efectivamente un delito. En estos casos se permite el acceso a
domicilio, pero solo en el momento de cometerse el delito, no antes ni despues.
➔ En caso de extrema y urgente necesidad para evitar daños inminentes y graves a
personas o cosas, siempre que no sea posible contar con el consentimiento,
aunque inmediatamente hay que darle cuenta por escrito.
La Constitución prevé la posibilidad de suspender este derecho en 2 supuestos:
➢ Si se declaran los estados de excepción y sitio, el Gobierno podrá inspeccionar y registrar
domicilios cuando sea necesario para el esclarecimiento de hechos presuntamente
delictivos o para el mantenimiento del orden público.
➢ En relacion con investigaciones de bandas armadas o elementos terroristas se podra
suspender este derecho con el fin de aprehender a los presuntos responsables de delitos
de terrorismo, y siempre que medi uan excepcional necesidad.
Existe una garantía penal específica para este derecho, ya que el Código Penal tipifica como
delito la entrada domiciliaria realizada por autoridades públicas y el allanamiento de morada
realizado por los particulares.
Los titulares de este derecho son todo tipos de personas, personas físicas y jurídicas, nacionales
y extranjeras, aunque cabe señalar que las personas que están en establecimientos
penitenciarios ven limitado este derecho por motivos de seguridad.
Se trata de un derecho de libertad que permite a su titular comunicarse con otras personas, sin
ningún tipo de intromisión ni interferencia. Sobre el ámbito protegido por el derecho hay que
precisar lo siguiente:
➔ Se protege la comunicación realizada a través de un medio técnico, no la comunicación
directa entre 2 personas simultáneamente presentes en el lugar.
➔ La comunicación puede realizarse a través de cualquier medio técnico.
➔ El derecho protege tanto el mensaje como el medio o soporte de la comunicación por
eso hay lesión del derecho tanto con la simple manipulación del medio como con el
conocimiento subrepticio de lo comunicado.
➔ Se protege el proceso de la comunicación, pero no el mensaje, ni tampoco el medio
antes de que se haya iniciado proceso de comunicación o una vez haya concluido: una
carta abierta en el domicilio del emisor, que no ha comenzado su trayecto o ya lo ha
culminado, no es objeto de protección por este derecho.
➔ El secreto rige para terceros ajenos al proceso de comunicación, no para los propios
comunicantes, que pueden transmitir a terceros el mensaje, aunque quizá pueda lesionar
con ello el derecho a la intimidad del otro interlocutor.
El art. 18 reconoce que este derecho puede limitarse previa resolución judicial; de modo que si es
un poder público, normalmente los cuerpos y fuerzas de seguridad, necesitan intervenir las
comunicaciones de una persona, especialmente con objeto de prevenir o perseguir un delito,
deben solicitar autorización al juez. La intervención del juez constituye una garantía de que no
habrá intromisión gubernativa o administrativa injustificada. La resolución judicial debe estar
motivada y debe respetar el principio de proporcionalidad; esto significa que el juez debe
ponderar la finalidad que se persigue y la medida en que se lesiona el derecho. Si se intervienen
comunicaciones sin autorización judicial, las pruebas que se obtengan con ello no serán
validadas y con carácter general, no podrán utilizarse en juicio.
Las libertades ideológicas y religiosas tienen un contenido objetivo integrado por un conjunto de
mandatos dirigidos a los poderes públicos para que hagan real y efectivo el bien protegido por el
derecho fundamental. En este caso, ese contenido objetivo se expresa a través de los principios
de neutralidad ideológica y de aconfesionalidad del Estado.
➢ El principio de la “neutralidad ideológica” del Estado significa que el Estado no puede
realizar acciones de adoctrinamiento político, filosófico, moral o estético, ni intervenir en
dicho tipos de debates, y que debe dar el mismo trato a todas las ideas y creencias.
Estas exigencias son imprescindibles para que el Estado pueda garantizar de forma real y
efectiva tanto el pluralismo de ideas, creencias y concepciones del mundo como la
igualdad de todas ante el poder público.
➢ En lo religioso, la neutralidad adopta la forma de “aconfesionalidad” del Estado que se
refleja en el art. 16 CE, que ninguna confesión religiosa tendrá carácter estatal, que el
Estado no puede adherirse ni prestar su respaldo a ningún credo religioso. La
aconfesionalidad excluye que haya una religión de Estado, pero permite como establece
la propia Constitución, que los poderes públicos tengan en cuenta las creencias religiosas
de la sociedad y mantengan relaciones de cooperación con las confesiones religiosas.
El art. 19 CE dispone expresamente que son titulares de las libertades de residencia y circulación
los españoles.
Los extranjeros son titulares de estas libertades sólo de acuerdo con los establecido en los
tratados internacionales y en las leyes españolas. En este sentido, tratados y leyes reconocen sin
grandes limitaciones a los extranjeros que ya están en un país las libertades de residir en el, de
circular y de salir del mismo; la libertad de entrar en el país, sin embargo, suele encontrar
muchas restricciones para los extranjeros, les reconoce, si están legalmente en España, las
libertades de residencia y circulación; y también regula los requisitos de entrada y salida del
territorio español y las situaciones de los extranjeros en España.
La libertad de residencia es un derecho de libertad que faculta a su titular para decidir sin trabas
el lugar de residencia, entendiendo por éste tanto el lugar en que una persona se asienta
establemente como los lugares de estancias temporales u ocasionales; ello incluye las
facultades de fijar, mantener y cambiar la residencia. Esta libertad puede someterse a
restricciones o límites justificados.
La libertad interna de circulación también es un derecho de libertad que faculta a su titular para
desplazarse o circular libremente por todo el ámbito del territorio nacional. Esta libertad puede
someterse a restricciones o límites, con su respectiva justificación.
Las libertades del art. 19 pueden suspenderse si se declaran los estados de excepción o sitio. En
este caso se puede prohibir o limitar la circulación o permanencia en horas y lugares
determinados o condicionarla con ciertos requisitos.
El art. 27.1 reconoce el derecho a la educación: “todos tienen el derecho a la educación”. Los
titulares de este derecho son todos los españoles y extranjeros residentes en España en
igualdad de condiciones con los nacionales.
El derecho a la educación se desarrolla a través de todos los servicios educativos promovidos
por los poderes públicos. Pero la Constitución prevé un contenido mínimo en forma de derecho
de prestación, derecho a exigir una concreta acción positiva, en un servicio de enseñanza básica
gratuita. El legislador es quien establece qué enseñanzas son básicas y que el derecho a la
educación se concreta en la facultad de exigir una plaza de escolaridad en un centro público y
exigir de forma gratuita.
Para satisfacer el derecho a la educación los poderes públicos están obligados a la creación de
centros docentes públicos (art. 27.5 CE) y al establecimiento de audaz públicas a los centros
docentes privados que reúnan los requisitos que la ley establezca (art. 27.9 CE).
El art. 27 CE establece otras indicaciones que el legislador debe tener en cuenta al establecer el
sistema educativo. Destacable el art. 27.2 CE, conforme al cual el fin de la educación es el pleno
desarrollo de la personalidad en el respeto a los principios democráticos de convivencia y a los
derechos y libertades fundamentales.
El art. 27.10 CE “reconoce la autonomía de las Universidades, en los términos que la ley
establezca”. Se trata de un derecho fundamental que se reconoce a las universidades para
garantizar la libertad académica, que comprende las libertades de enseñanza y de investigación,
frente a injerencias externas. Así se complementa la libertad individual de la docencia con una
garantía institucional y organizativa. El legislador desarrolla y configura este derecho mediante
la legislación universitaria.
Los derechos de reunión y manifestación se reconocen a todas las personas y a los extranjeros
en las mismas condiciones que a los nacionales. Para que exista una reunión, a los efectos de
ejercicio del derecho, deben darse 3 elementos:
➢ Una concurrencia concertada de personas; la “concurrencia concertada” hace referencia
a la existencia de una voluntad coincidente de un conjunto de personas que deciden
libremente reunirse en un momento y lugar determinados para una finalidad lícita
igualmente concreta.
➢ Una concurrencia temporal, transitoria, que dura un tiempo determinado, de modo que
una nueva reunión, supone el nacimiento de un nuevo vínculo temporal.
➢ Un fin externo al hecho de reunirse, fundamentalmente la exposición e intercambio de
opiniones entre los asistentes, deben de ser concretos y específicos.
La manifestación no es más que una reunión en movimiento y el derecho de manifestación es
una forma de derecho de reunión.
El derecho de reunión faculta a los titulares del mismo a reunirse libremente, siempre que se
trate de reuniones pacíficas y sin armas. Su ejercicio excluye la exigencia de cualquier tipo de
autorización previa de la autoridad. Los poderes públicos, están obligados a no impedir ni
estorbar la celebración de reuniones, No obstante:
➢ En el caso de que la reunión o manifestación se celebre en un lugar de tránsito público
debe darse comunicación previa a la autoridad entre 10 y 30 días antes de la reunión.
Esta comunicación previa es un requisito formal cuya finalidad es informar a la autoridad
competente para que tome las medidas necesarias. Dicha autoridad puede prohibir la
reunión o proponer una alternativa de lugar o fecha, solo cuando haya razones fundadas
de que se va a producir una situación de desorden material que pueda poner en peligro.
➢ Cuando la reunión se celebre en un lugar cerrado, el derecho de unión no excluye que
tenga que obtenerse el permiso del propietario de dicho lugar y que tengan que
cumplirse una serie de requisitos.
La ley reguladora del derecho de reunión establece que la autoridad gubernativa podra
suspender y disolver las reuniones y manifestaciones en 4 supuestos:
➢ Reuniones que se consideren ilícitas según las leyes penales; estas son “las reuniones
que se celebren con el fin de cometer algún delito” y “aquellas a las que concurran
personas con armas, artefactos, explosivos u objetos contundentes o de cualquier otro
peligro”.
➢ Reuniones en las que se produzcan alteraciones del orden público con peligro para
personas o bienes.
➢ Reuniones en las que se haga uso de uniformes paramilitares por parte de los asistentes,
porque se presume un desarrollo violento.
➢ Reuniones organizadas por miembros de las Fuerzas Armadas o de la Guardia Civil que
infrinjan las limitaciones impuestas por las leyes que regulan los derechos de los
miembros de estos cuerpos especiales.
3. Derecho de asociación
El derecho de asociación, como el de reunión, tampoco se reconoce en las primeras
declaraciones de derechos, estas tenían un marcado carácter individualista y se elaboraron en
un momento en el que existía prevención con los grupos organizados. El reconocimiento del
derecho de asociación se relaciona con la consolidación del Estado Democratico.
Es el derecho que sigue al derecho de reunión; el derecho de las personas a asociarse parece
consolidar su vínculo ocasional en forma de una ficticia “reunión permanente”. Responde a la
necesidad de las personas, como seres sociales, de unirse a otras personas y organizarse para
perseguir un fin determinado, para la defensa de sus intereses, derechos u opiniones. También
responde a la necesidad de todo Estado de tener como base sólida una sociedad articulada y
participativa, y desde el punto de vista democratico, a la necesidad de que los ciudadanos
articulan sus intereses a través de asociaciones que les sirvan de cauce de expresión y
contribuyan al correcto funcionamiento del Estado democratico.
El art. 22 CE reconoce el derecho de asociación, que se ha desarrollado mediante la Ley Orgánica
1/2002. Los titulares de este derecho son todas las personas físicas: nacionales y extranjeros
en las mismas condiciones. También son titulares de este derecho las personas jurídicas, las
propias asociaciones pueden asociarse entre sí, o con personas jurídicas públicas.
Una asociación a los efectos del ejercicio del derecho, exige 3 requisitos; una agrupación estable
y permanente de personas, a diferencia de la reunión, que es una agrupación temporal; una
agrupación formal, con un acuerdo expreso de sus miembros, una identificación de objetivos y
una estructura y organización interna; y que persiga un un fin determinado, que no podra ser de
caracter lucrativo exclusivamente.
La Constitución establece que solo cabe la disolución de una asociación judicial motivada. La Ley
Orgánica 1/2002 especifica que esa disolución judicial sólo puede declararse en los casos de
asociación ilícita definidos en el Código Penal y en otros casos que prevean leyes especiales o la
legislación civil.
El art. 35.1 CE dispone aue “todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al
trabajo, a la libre eleccion de profesion u oficio, a la promocion a tarves del trabajo y a
remuneracion suficiente paa satisfacer sus necesidad y las de su familia, sin discirminacion de
sexo”.
➢ Se antepone el “deber de trabajar” al “derecho al trabajo”, pero tal deber constitucional,
cabe vincular con el principio de solidaridad social.
➢ Se restringe la titularidad del derecho al trabajo a “los españoles”. Los extranjeros
dispondrán de él según los que dispongan los tratados y las leyes (art, 13.1 CE), de modo
que la ley podrá establecer los requisitos que estime convenientes, de forma mas o
menos restrictiva; en cualquier caso, esa ley deberá luego ser aplicada por igual por igual
a todos sus beneficiarios potenciales.
➢ El derecho al trabajo no incluye la dotación para cada persona de un puesto de trabajo
efectivo. Su contenido es distinto y presenta un doble aspecto.
➔ En su dimensión individual, el derecho al trabajo es un derecho de
libertad que protege la libertad de trabajar sin que el Estado o terceros
puedan impedirlo, pero se concreta en:
❖ El derecho a un puesto de trabajo si se cumplen los requisitos
necesarios de capacitación, el derecho a no ser postergado por
causas discriminatorias.
❖ El derecho a la continuidad y estabilidad en el empleo, a no ser
despedido si no existe una causa justa.
➔ Supone un mandato a los poderes públicos para que lleven a cabo una
política de pleno empleo (art. 40.1 CE).
La libertad sindical se reconoce en el art. 28.1 CE que dispone; “Todos tienen derecho asindicarse
libremente”. Los sindicatos y asociaciones empresariales ven reconocido su papel central en el
Estado social de Derecho en el art. 7 CE, que recoge el deber de que tales asociaciones funcionen
con el principio de democracia interna.
La titularidad de la libertad sindical sólo corresponde a los trabajadores en sentido estricto, con
independencia de su nacionalidad. De acuerdo con la Constitución, la ley ha exceptuado el
ejercicio de este derecho a las Fuerzas o Institutos Armados y a los demás Cuerpos sometidos a
disciplina militar, a jueces, magistrados y fiscales, y ha regulado las peculiaridades de su ejercicio
para otros funcionarios públicos. Además, los sindicatos mismos, constituidos en ejercicio de la
libertad individual de sindicación, son titulares de la libertad sindical y la ejercen mediante el
desempeño de sus actividades propias.
El contenido del derecho comprende la libertad de crear y pertenecer a un sindicato o de no
pertenecer a ninguno, y la garantía de que la afiliación o las actividades sindicales no puede
traer consigo consecuencias negativas, directas o indirectas, para el trabajador afiliado.
El art. 28.2 CE reconoce “el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus
intereses” y añade que la ley “que regule el ejercicio de este derecho establecerá las garantías
precisas para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la Comunidad”. La ley a la
que alude el precepto constitucional no existe todavía; este derecho está aún regulado por una
disposición preconstitucional, el Decreto Ley 17/1977.
El derecho de huelga es un derecho individual de ejercicio necesariamente colectivo. Cada
trabajador goza de libertad para adherirse a una huelga o para no hacerlo; pero la huelga ha de
ser convocada por un sindicato, por los representantes de los trabajadores o por ellos mismos a
través de algún tipo de votación.
El derecho de huelga se concibe como un medio para que los trabajadores defiendan sus
“intereses”. El Tribunal Constitucional ha interpretado el concepto de “interés profesional” en
sentido amplio, como todo aquello que de manera directa o indirecta afecta a la posición de los
trabajadores.
El ejercicio del derecho de huelga supone la posibilidad de interrumpir la actividad productiva sin
que de tal hecho se derive sanción alguna para el trabajador. Comprende también la posibilidad
de informar de la convocatoria de huelga e incluso la de presionar de forma pacífica a los demás
trabajadores para que la secunden. Los empresarios no pueden acudir a otros trabajadores para
suplir la ausencia de los huelguistas, ni tampoco adoptar medidas organizativas o de otro tipo
que menoscaben la eficacia de la presión que ejercen los trabajadores.
El art. 28.3 CE exige “asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la Comunidad”.
Los servicios esenciales no pueden identificarse con los servicios públicos en general, ni tampoco
con todos aquellos prestados por la Administración.
Respecto a los conflictos colectivos, el art. 37.2 CE “reconoce el derecho de los trabajadores y
empresarios a adoptar medidas de conflicto colectivo”. En una situación de conflicto colectivo,
ambas partes pueden hacer uso de determinados instrumentos de presión. Como la huelga de
los trabajadores está protegida como derecho fundamental es susceptible de amparo por el art.
28 CE, los empresarios disponen de la posibilidad de decretar el cierre patronal, que supone la
suspensión de la actividad productiva en defensa de las personas y los bienes de su empresa o
centro de trabajo cuando exista un peligro de violencia sobre las personas o de daños graves
para las cosas, de ocupación ilegal del centro de trabajo o de sus dependencias, o cuando el
volumen de la inasistencia o de las irregularidades en el trabajo impidan gravemente el proceso
normal de producción.
La negociación colectiva, está reconocida en el art. 37.1 CE “la ley garantizará el derecho a la
negociación colectiva laboral entre los representantes de los trabajadores y empresarios, así
como la fuerza vinculante de los convenios”. Como el art. 37.1 CE establece la “fuerza vinculante
de los convenios”, los convenios colectivos están sujetas al principio de publicidad de las normas
recogido en el art. 9.3 CE.
Los titulares del derecho son los trabajadores y los empresarios. Un empresario puede negociar
individualmente con los trabajadores de su empresa o agruparse con otros empresarios para
negociar convenios de ámbito sectorial o territorial. Los trabajadores han de negociar como
grupo; desde el punto de vista de los trabajadores se trata por tanto, de un derecho de ejercicio
colectivo. El Tribunal Constitucional ha entendido que el derecho de negociación colectiva de los
trabajadores está en parte conectado con la libertad sindical.
El Capítulo III del Título I CE, bajo el título “De los principios rectores de la política social y
económica” (arts. 39 a 52 CE), contiene una serie de determinaciones adicionales sobre las
tareas que corresponden a los poderes públicos.
El art. 40.1 CE consagra fines generales de progreso y justicia; “Los poderes públicos promoverán
las condiciones favorables para el progreso social y económico y para una distribución de la
renta regional y personal más equitativa, en el marco de una política de estabilidad económica.
De manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo”.
➢ Una larga serie de preceptos se refiere a la protección de instituciones y colectivos
sociales más o menos concretos.
➔ “La protección social, económica y jurídica de la familia” (art. 39.1 CE) y “la
protección integral de los hijos, iguales éstos ante la ley con independencia de su
filiación, y de las madres, cualesquiera que sea su estado civil” (art. 39.2 CE). En
particular se constitucionaliza el deber de los padres de “prestar asistencia de
todo orden a los hijos habidos dentro o fuera del matrimonio, durante su minoría
de edad y en los demás casos en que legalmente proceda” (art. 39.3). En el
mismo precepto se señala que la ley posibilitará la investigación de la paternidad.
➔ La protección de las personas con discapacidad, a las que el art. 49 CE se refiere
con una terminología que ya se considera superada.
➔ La protección de la tercera edad: “Los poderes públicos garantizarán, mediante
pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a
los ciudadanos durante la tercera edad. Asimismo, y con independencia de las
obligaciones familiares, promoverán su bienestar mediante un sistema de
servicios sociales que atenderán sus problemas específicos de salud,vivienda,
cultura y ocio. (art. 48)
➔ En cuanto a los jóvenes, “los poderes públicos promoverán las condiciones para
la participación libre y eficaz de la juventud en el desarrollo político social,
económico y cultural”. (art. 48)
➢ Para el ámbito de las relaciones económicas se disponen otra serie de principios:
➔ El art. 40.2 se refiere a las condiciones laborales de los trabajadores: “Los
poderes públicos fomentarán una política que garantice la formación y
readaptación profesionales; velarán por la seguridad e higiene en el trabajo y
garantizarán el descanso necesario, mediante la limitación de la jornada laboral,
las vacaciones periódicas retribuidas y la promoción de centros adecuados.”
➔ El art. 42 señala que “el Estado velará especialmente por la salvaguardia de los
derechos económicos y sociales de los trabajadores españoles en el extranjero y
orientará su política hacia su entorno.”
➔ En el art. 52 se hace referencia a la regulación de “las organizaciones
profesionales que contribuyan a la defensa de los intereses económicos que le
sean propios. Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”.
➔ El art. 51 prevé la protección general de los consumidores : “Los poderes públicos
garantizarán la defensa de los consumidores y usuarios, protegiendo, mediante
procedimientos eficaces, la seguridad, la salud y los legítimos intereses
económicos de los mismos”.
➢ Con referencia ya no a sujetos específicos, sino a políticas públicas de alcance más o
menos general;
➔ Se garantiza un régimen público de Seguridad Social en el art. 41: “Los poderes
públicos mantendrán un régimen público de Seguridad Social para todos los
ciudadanos, que garantice la asistencia y prestaciones sociales suficientes ante
situaciones de necesidad, especialmente en caso de desempleo. La asistencia y
prestaciones complementarias son libres”.
➔ El art. 43.1 “reconoce el derecho a la protección de la salud” y expone la tarea
correspondiente de los poderes públicos; “Compete a los poderes públicos
organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las
prestaciones y servicios necesarios. La ley establecerá los derechos y deberes de
todos respecto”. En particular, “los poderes públicos fomentarán la educación
sanitaria, la educación física y el deporte. Asimismo facilitarán la adecuada
utilización del ocio.”
➔ El art. 47.1 dice: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda
digna y adecuada”, e impone al Estado la obligación de velar por la efectividad
de tal derecho: “Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y
establece las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la
utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la
especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción
urbanística de los entes públicos”.
➔ El art. 45.1 recoge un nuevo derecho: “Todos tienen el derecho a disfrutar de un
medio ambiente adecuado para el desarrollo de la persona, asi como el deber de
conservarlo”. Inmediatamente dispone la correspondiente tarea al Estado: “Los
poderes públicos velarán por la utilización racional de todos los recursos
naturales, con el fin de proteger y mejorar la calidad de la vida y defender y
restaurar el medio ambiente, apoyándose en la indispensable solidaridad
colectiva”.
➔ Conforme al art. 46, “los poderes públicos garantizarán la conservación y
promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los
pueblos de España y de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen
jurídico y su titularidad. La ley penal sancionará los atentados contra este
patrimonio”.
Las normas contenidas en el Capítulo III del Título I CE son muy heterogéneas en su formulación;
se mencionan derechos, deberes, mandatos al legislador, tareas específicas encomendadas a los
poderes públicos e incluso a los particulares garantías institucionales… El capítulo II del Título I
reconoce derechos fundamentales, pero este Capítulo III, al margen de cómo están formulados
en concreto sus preceptos,no contiene verdaderos derechos subjetivos, sino meros “principios
rectores”. Conforme al mencionado art. 53.3, el reconocimiento, el respeto y la protección de
estos principios “informan la legislación positiva, la práctica judicial y la actuación de los poderes
públicos”; pero solo pueden “ser alegados ante la jurisdicción ordinaria de acuerdo con lo que
dispongan las leyes que los desarrollen”. Ello significa que la palabra derecho, que figura en
alguno de estos textos, está siendo usada de forma impropia: como derechos aparentes.
Los principios rectores se dirigen primordialmente al legislador, que debe desarrollarlos y
concretarlos. Solo pueden invocar ante los tribunales como derechos subjetivos aquellos
concretos derechos que se hayan reconocido como tales en las leyes de desarrollo; pero serán
entonces derechos creados por la ley, no derechos fundamentales.
La imposibilidad de alegar los principios rectores ante los tribunales, a las que alude el art. 53.3,
no debe entenderse en sentido estricto: solo trata de evitar que el precepto constitucional se
pretenda derivar derechos subjetivos tutelables por el juez al margen de la ley. Pero no impide ni
el control de la ley que haya infringido los mandatos constitucionales, ni su interpretación en los
términos más favorables a su pleno cumplimiento. En el primer aspecto, el Tribunal ha entendido
que el margen de maniobra del que dispone el legislador para dar cumplimiento a los principios
rectores es tan amplio que resulta casi imposible declarar la nulidad de una ley basándose en el
insuficiente desarrollo del correspondiente principio; pero no deja de ser un supuesto posible. En
el segundo, mucho más operativo, los principios rectores influyen en la interpretación y la
aplicación cotidiana de las leyes existentes, que deben ser entendidas en el sentido más
favorable para dar un cumplimiento óptimo al principio rector relevante en la materia.
En el art. 23.2 reconoce el derecho de acceso a cargos y funciones públicas, hay 2 derechos
fundamentales diferentes:
➢ El derecho de acceso a los cargos públicos representativos consiste en el derecho de los
ciudadanos a ser elegibles en condiciones de igualdad. Aunque este derecho comprende:
➔ El derecho de mantenerse en el cargo o dicho con mayor precisión, a no ser
arbitrariamente privado del mismo.
➔ El derecho a la plenitud de las facultades inherentes al ejercicio de los cargos
públicos representativos, lo que permite que los cargos públicos representativos
impugnen aquellas decisiones de los órganos de gobierno de su asamblea que les
impidan el desarrollo pleno y correcto de su función representativa.
El Tribunal Constitucional ha afirmado que existe una conexión en el derecho de
participación activa y el derecho de acceso a cargos públicos, que estriba en que
cuando se viola el derecho del candidato a ser elegible en condiciones de
igualdad, se viola también aunque de forma mediata, el derecho de los electores
a participar en los asuntos públicos a través de sus presentantes.
➢ El derecho de acceso en condiciones de igualdad al ejercicio de funciones públicas tiene
su origen histórico en el tránsito del Estado absoluto al Estado liberal, y su sentido era
garantizar el acceso de todos los ciudadanos a la función pública sin consideración a su
estatus social.
2. Derecho de petición
El derecho de petición se encuentra reconocido en el art. 29 CE, que dispone: “Todos los
españoles tendrán el derecho de petición individual y colectiva, por escrito, en la forma y con los
efectos que determine la ley”.
Este derecho es un instrumento de participación política directa, que tiene por destinatarios a
las Administraciones públicas o los órganos representativos, tanto locales como autonómicos o
nacionales, y garantiza una comunicación desinhibida entre gobernados y gobernantes. Este
derecho tuvo importancia cuando la tutela judicial de los derechos no estaba garantizada y había
que pedir la del ejecutivo.
La Ley Orgánica 4/2001 extiende el derecho a los extranjeros y a las personas jurídicas. El art.
29.2 CE lo limita, sin embargo, para ciertos colectivos; “Los miembros de las Fuerzas o Institutos
armados o de los Cuerpos sometidos a disciplina militar podrán ejercer este derecho sólo
individualmente y con arreglo a lo dispuesto en su legislación específica”.
El derecho supone fundamentalmente una garantía de indemnidad consistente en que de su
ejercicio no pueda derivarse perjuicio alguno para el peticionario. El Tribunal Constitucional ha
entendido que al menos comprende la exigencia de que el escrito al cual se incorpora la petición
sea admitido, se le dé el curso debido, se expida al órgano competente si no lo fuera el receptor
y se tome en consideración. Desde la perspectiva del destinatario, se configuran dos
obligaciones, una al principio, exteriorizar el hecho de la recepción, y otra al final, comunicar al
interesado la resolución que se adopte. La ley fija un plazo máximo de 3 meses para la
contestación al peticionario.
La democracia debe permanecer abierta a nuevas corrientes sociales, que han de poder hallar su
propio cauce, sea dentro de los partidos existentes, sea mediante la creación de otros nuevos.
Pero los partidos tienen una tendencia natural a la oligarquía; para alcanzar el poder político,
hace falta una fuerte estructura organizativa y disciplina interna.
➢ En el plano interno, para evitar que las estructuras de poder del partido bloqueen el
ascenso de nuevas corrientes, nuestro constituyente configuró como carga específica
sobre los partidos que su organización y funcionamiento fueran democráticos (art. 6 CE).
Ello explica que las exigencias de la ley sean tan limitadas, algo que también puede
entenderse como una muestra de respeto hacia la capacidad de autoorganización de los
partidos, inherente a su condición de la capacidad que tengan para imponer los
militantes del partido, con el límite que supone el hecho indudable que los partidos con
una vida interna intensamente democrática y plural son percibidos por la ciudadania
como poco fiables a la hora de gestionar los asuntos públicos.
La Ley Orgánica 6/2002 de Partidos Politicos solo exige que estos tengan “una
asamblea general del conjunto de sus miembros, que podrán actuar directamente o por
medio de compromisarios, y a las que corresponderá, en cuanto órgano superior de
gobierno del partido, la adopción de los acuerdos más importantes del mismos, incluida
su disolución”. También reconocen unos derechos de los afiliados, que en principio les
permiten presionar, pero en buena medida remite su concreción a los propios estatutos
de los partidos; el deber de respetar lo dispuesto en los estatutos y de actuar y cumplir
los acuerdos válidamente adoptados por los órganos directivos del partido. La expulsión
y el resto de medidas sancionadoras dentro del partido deben adoptarse con ciertas
garantías formales. En definitiva, la democracia interna es un mandato constitucional
pero tiene en realidad un desarrollo muy limitado.
➢ La ley dispone que solo los españoles podrán crear libremente partidos políticos; quedan
excluidos las personas jurídicas y los extranjeros; lo cierto que estos son titulares del
derecho de participación en algunos ámbitos. La afiliación a los partidos, es libre y
voluntaria, no está reservada a los españoles únicamente.
La eventual disolución o suspensión de la actividad de los partidos politicos solo podra
ser acordada por decisión judicial, y sólo cuando esa actividad incurra en supuestos
tipificados como asociación ilícita en el Código Penal, cuando vulnere de forma
continuada, reiterada y grave la exigencia de una estructura interna y un funcionamiento
democráticos, particularmente cuando con ella persiga deteriorar o destruir el régimen
de libertades o imposibilitar o eliminar el sistema democratico, siempre que ello ocurra a
través de ciertas conductas; promover, justificar o exculpar atentados contra la vida o la
integridad de las personas o la exclusión o persecución de personas por razones
discriminatorias.
En la Ley Orgánica 3/1987 de financiación de los partidos políticos, que prevé como
fuente principal de financiación, de las cuotas de los afiliados y las donaciones, unos
fondos públicos que se distribuyen de forma proporcional a los resultados electorales de
los partidos y que por tanto, tienden a consolidar el sistema de partidos existentes y a
dificultar la implantación real de otros nuevos.
El partido podría expulsarlos del partido, pero no privarlos de su mandato; y habría de asumir el
coste que supone contar con un representante menos adscrito a sus filas. El Tribunal
Constitucional ha entendido que los partidos, considerados en el art. 6 CE “instrumentos
fundamentales de la participación política”, tienen un carácter precisamente instrumental que
no les permite usurpar la participación política individual que se refleja en la relación entre los
ciudadanos y sus representantes.