Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. Introducción
2.1 Reconquista.
Por otro lado, se encuentra la postura negacionista surgida en el s.XX dentro del
terreno del revisionismo historiográfico y por la que la acepción del concepto de la
Reconquista comenzó a ser cuestionada, matizada o incluso negada. Así pues, autores
como barbero y Virgil, ya desde los años 60 sostienen que los pueblos del área
cantábrica (astures, cántabros y vascones) quedaron al margen de las estructuras
políticas romanas y visigóticas, al igual que de las árabes. Por ello, estos pueblos no
podrán ser los sucesores del poder visigótico y ni mucho menos se les podría
considerar como reivindicadores, ya que se resistieron a ellos igual que lo hicieron con
los romanos o visigodos.
Alfonso I (739-757), yerno de Pelayo, supo aprovechar las dificultades internas de al-
Andalus para efectuar una serie de campañas que permitieron acotar mejor el nuevo
reino, limpiar de enemigos su frontera e incorporar el ámbito gallego.
Los avances y progresos territoriales llevados a cabo por los diversos núcleos políticos
hispano-cristianos fueron reflejo, en la primera época, de un lento y seguro proceso de
repoblación de tierras despobladas o poco pobladas. Las actividades repobladoras en
sentido estricto se inician en torno al año 800. En en la mayoría de los casos la
repoblación se ejerce no sobre ciudades ni por orden del rey, sino que sus
protagonistas son campesinos o grupos monásticos, y su objetivo es tomar posesión de
tierras abandonadas. En el siglo IX el sector septentrional del valle del Duero, bulle de
repobladores de muy diversa procedencia y extracción social que buscan un porvenir
para los más valientes o desesperados. En cualquier caso, esta forma de repoblación
da derechos de propiedad sobre las tierras “tomadas” que los reyes reconocerán sin
dificultades.
Los orígenes de Castilla son muy oscuros y tal vez se haya mitificado en exceso la
singularidad del caso castellano, «islote de hombres libres» (C. Sánchez-Albornoz)
frente al tradicionalismo neogótico de León. Pero parece claro que Castilla nació de un
temprano proceso de repoblación, en el que participaron tanto monasterios como,
sobre todo, campesinos. Los condes nombrados por los reyes de Asturias y León
dotaron al territorio de una compleja estructura defensiva, necesaria dada su
condición fronteriza. Uno de estos condes, Fernán González (929-970), convertido
desde 931 en «conde de toda Castilla», aprovechó la crisis política que se desató en
León a la muerte de Ramiro II para hacer de Castilla un «principado feudal» (Salvador
de Moxó) de amplísima autonomía. Sus sucesores aumentarían el grado de
independencia, como nos muestra el Cartulario de San Millán de la Cogolla donde
aparecen entregando feudos, privilegios y salinas a clérigos y vasallos.
En el VIII, Carlomagno manda expediciones contra los musulmanes, controlando
Pamplona, Jaca, Barcelona y Gerona,. Es lo que se conoce como marca hispánica,
dirigida por un marqués, y subdividida en condados.
Los orígenes del condado de Aragón (inicialmente un minúsculo enclave pirenaico, con
centro en Jaca) son también oscuros. Parece ser que el territorio, después de verse
libre de la presencia islámica, dependió de los carolingios hasta principios del siglo IX.
La dependencia respecto de Pamplona, se consumó al incorporarse a dicho reino en
el X.
La marca hispánica pervivió más tiempo entre los Pirineos y el Llobregat. Aglutinaba un
abigarrado conjunto de pequeños condados, de entre los que destacaba el de
Barcelona. Simultáneamente se desarrolló, gracias a la venida de mozárabes, un
proceso de repoblación similar al del valle del Duero.. A finales del IX, coincidiendo
con la decadencia del Imperio carolingio, el conde de Barcelona Wifredo I el Velloso
controló la práctica totalidad de los restantes condados catalanes. Su nieto Borrell II
se negó al vasallaje del rey franco en 987.
A principios del siglo XI, recuperada de los feroces ataques de Almanzor, lleva a cabo
en 1010, bajo la dirección de los condes de Barcelona y Urgell, una expedición que
concluyó con el saqueo de Córdoba. A continuación, se extendería al norte de los
Pirineos, la Occitania. Desde el XI, nobles y monjes se beneficiaron del proceso, gracias
a tener recintos amurallados para proteger a la población. Fueron recibiendo derechos
jurisdiccionales de los monarcas, convirtiéndose muchos campesinos en sus siervos.
En el IX, Alfonso II había mandado construir la iglesia de Santiago de Compostela, que
vivió un enorme desarrollo durante el XI, naciendo el camino jacobeo, con hitos
importantes en Jaca, Estella, Burgos o León. Fue un flujo de ideas, cultura y economía
que comunicó la península con el resto de Europa.
Así que a pesar de las continuas guerras, también hubo una importante interrelación
cultural, con ejemplos en la escuela de Traductores de Toledo. Y la riqueza que
aportaban: los judíos, que vivían en aljamas o juderías, en torno a sinagogas;
mozárabes en al Ándalus; y mudéjares en las morerias de las ciudades cristianas.
La crisis del califato cordobés entre 1009 y 1031 supuso que las fuerzas se invirtieran
en la península. Los núcleos cristianos se expandirán notablemente y pedirán parias
(tributos) a las taifas, a cambio de paz. A ello se une la muerte y testamento de Sancho
III el Mayor de Pamplona en 1035. El primogénito de Sancho III el Mayor, García
Sánchez III (1035-1054), heredó un extenso reino de Pamplona,; el segundo hijo,
Fernando, heredó el condado de Castilla, convirtiéndose en su primer rey; el hijo
menor, Gonzalo, recibió los condados de Sobrarbe y Ribagorza; Ramiro, hijo
bastardo, obtuvo el territorio de Aragón, del que es primer rey.
Así pues, Alfonso VI de León (1065-1109) fortaleció la linea fronteriza con la concesión
de fueros como el de Sepúlveda en 1076. Repobló la franja litoral portuguesa hasta el
Tajo y conquistó Toledo en 1085, con lo que consiguió romper las comunicaciones
entre los musulmanes valles del Ebro y Guadalquivir. Se repartió el reino de Pamplona
con Aragón, quedándose definitivamente La Rioja. Tuvo como vasallo al reino de
Valencia del Cid Campeador, durante un corto periodo de tiempo, ya que los
almorávides entraron en la península unificando las taifas y derrotando a los cristianos
en la batalla de Zalaca o Sagrajas en 1086.
En Aragón, será con Pedro I con quien se conquisten definitivamente Huesca (1096) y
Barbastro (1100). Alfonso I el batallador (1104-1134) conquista Zaragoza en 1118,
abriendo definitivamente el valle del Ebro a los cristianos. Ramón Berenguer IV de
Barcelona adquirió gran fuerza al casarse en 1137 con Petronila de Aragón y unir
ambos territorios. Lo que le ayudó a conquistar Tortosa en la desembocadura del Ebro
(1148) y Lérida (1149). Justo antes de que llegasen los almohades, que volvieron a
unificar al-Ándalus y frenar a los cristianos. Su hijo, Alfonso II, será pues, el primer rey
de la Corona de Aragón. En 1171 conquista Caspe y funda Teruel. También firmaría el
tratado de Cazola para delimitar las futuras conquistas con Castilla. La expansión del
catarismo, una herejía cristiana, por los territorios occitanos de la Corona de Aragón,
fue la excusa para que los monarcas franceses la invadiesen, venciendo a Pedro II en la
batalla de Muret.
En el valle del Ebro, los grandes núcleos urbanos (Zaragoza, Tudela, Tortosa) se
repoblaron con habitantes procedentes de puntos diferentes, mientras que las
poblaciones al sur del Ebro (Calatayud, Daroca, Belchite) gozaron de fueros similares al
sepulvedano. Las comunidades mudéjares siguieron siendo muy numerosas en la zona
de Tudela, cursos del Ebro y Jalón, Bajo Aragón y tierras de Albarracín, donde superaba
a la población cristiana. Aún así, la amplitud de los territorios a repoblar entre las
sierras pirenaicas y los macizos turolenses exigió un gran número de repobladores
mozárabes, navarros, aragoneses, catalanes y francos.
El reino de Pamplona fue absorbido por Aragón en el XI y hasta 1134, lo que le cerró
las puertas a la expansión hacia el sur. Cambiará su nombre a reino de Navarra e n
1162, con Sancho VI el Sabio.
En 1128, Portugal, un condado dependiente de León, se independiza con Alfonso
Enriquez, su primer rey. Nacerá con tal ímpetu que hacia 1147 ya ha conquistado
Lisboa y Santarem, en la desembocadura del Tajo. En 1249 los portugueses se hacían
con Faro, concluyendo su particular “Reconquista”.
Alfonso IX de León ocupó Cáceres, Mérida y Badajoz entre 1227 y 1230. Pero estas
posesiones se asimilarán a la nueva Corona de Castilla, que desde 1230 gobernaba
Fernando III el Santo. La colonización de las órdenes militares se consagró
definitivamente en Extremadura, repoblada débilmente después que Andalucía, lo que
imprimió a este proceso un carácter aristocrático.
Y es que Fernando III se volcó en conquistar más que en repoblar, quien avanzó sobre
el valle del Guadalquivir, cayendo nuevas plazas por conquista o capitulación. En 1233
Úbeda, en 1236 Córdoba y toda la campiña del valle medio del río, cayendo Jaén en
1246 y Sevilla y la desembocadura del Guadalquivir en 1248.
Novedad de esta etapa será la participación de las milicias concejiles y las Ordenes
Militares. Estas nacen fundamentalmente en la segunda mitad del XII, sometidas a la
regla del Cister, siendo la primera Calatrava, seguida de Alcántara y Santiago.
La conquista de grandes poblaciones responde a un sistema de repartimiento
generalizado en el XIII, en el que los cristianos (principalmente leoneses, castellanos y
vascos) ocupan las casas que, en el interior del recinto urbano, han abandonado los
musulmanes, obligados a trasladarse extramuros. Los distintos fueros conceden a las
ciudades un amplio territorio para su vigilancia y defensa, a la vez que la Iglesia recibió
importantes donaciones. El repartimiento es realizado por una comisión de oficiales
reales, que realiza las particiones y entrega de los lotes a quienes habían formado
parte de la conquista. Es una distribución ordenada de casas y heredades, atribuidas
según la condición social y méritos de los conquistadores, que quedan registradas en
los "libros de repartimiento".
Los territorios ganados por Castilla, se repartieron a través de extensos concejos reales
(Baeza, Córdoba, Sevilla, Cádiz, Úbeda, Jaén, Jerez, etc.) o mediante concesiones a los
grandes nobles y órdenes militares, especialmente en zonas de frontera como Estepa,
Martos, Morón, etc. Sólo la repoblación concejil atrae desde el principio a suficientes
pobladores, siendo las otras modalidades, heredades y donadíos.
4. Conclusión.
4. Bilbiografía
ISLA FREZ, A.: La Alta Edad Media: siglos VIII-XI, Síntesis, Madrid, 2002.