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34.

- CONQUISTA, COLONIZACIÓN Y ADMINISTRACIÓN DE LA AMÉRICA HISPÁNICA EN LOS


SIGLOS XVI AL XVIII.

1. Introducción.

2. Conquista.

3. Colonización.

4. Administración.

5. Conclusión.

6. Bibliografía.

1. INTRODUCCIÓN.

El descubrimiento y conquista de América supone el acontecimiento de mayor relevancia


de la Edad Moderna, con una enorme influencia en todos los ámbitos durante el siglo XVI.
Podemos decir que amplió las fronteras del mundo conocido y daría lugar a un enorme
impulso del comercio internacional que permitiría consolidar estructuras financieras
capitalistas y el ascenso de la burguesía, sentando las bases del actual sistema-mundo. Esto
reafirma la importancia que tiene conocer un tema como este. No en vano, el el RD.
217/2022 (conviene citar también el Decreto/Orden/Instrucción de nuestra Comunidad
Autónoma) lo incluye dentro del saber básico Sociedades y Territorios para los cursos de1º y
2º de ESO.

2. CONQUISTA.

La base de la expansión atlántica castellana se encuentra a finales del XIII, cuando las
expediciones portuguesas por la costa africana, impulsaron a que Castilla no se quedase
muy a la zaga y se plantease la conquista de Canarias desde 1402. Para evitar conflictos,
ambos reinos firmarían los tratados de Alcaçovas-Toledo (1479-1480), repartiéndose el
Atlántico.

También se dieron una serie de condicionantes técnicos como el empleo del “barco
redondo”, tipo al que pertenecen la nao y la carabela, que se impondría a la galera
mediterránea, poco apta para el oleaje oceánico. Tampoco debemos olvidar la invención de
la brújula en el XIII, el portulano en el XIV y otras innovaciones como el astrolabio.
A su vez, a nivel económico, tras el fin de la guerra de los cien años y las epidemias y malas
cosechas que habían azotado a Europa durante el siglo XIV, las monarquías se lanzan a
financiar empresas comerciales por todo el Mediterráneo y el Báltico en busca de materias
primas y materiales preciosos. En este sentido, fue la expansión del dominio turco hacia el
mediterráneo oriental y el bloqueo de la ruta de la seda hacia Asia, lo que empujo primero
a portugueses y luego a castellanos a buscar nuevas rutas hacia Asia que les permitieran
acceder a los artículos de lujo orientales (seda, especias y porcelana).

La gran figura de este proceso sería un marino genovés, que desde 1476 se encontraba en
Portugal, Cristóbal Colón. Conocía la teoría de la esfericidad de la Tierra por el “Imago
mundi” de Pierre d´Ailly y los mapas de Toscanelli, aunque sus cálculos eran erróneos. En
1492 los Reyes Católicos firmarían con él las Capitulaciones de Santa Fe, “un monstruo
jurídico” para Chaunu, por las que se estipulaban las condiciones de los posibles
descubrimientos. Ese mismo año llegaría a las Antillas a bordo de la Santa María y
acompañado de la Pinta y la Niña al mando de los hermanos Pinzón, explorando sin saberlo,
un nuevo mundo. Para consolidar estos descubrimientos Castilla firmaría con Portugal el
tratado de Tordesillas en 1494, situando el límite de expansión de ambos reinos en una
línea imaginaria 370 leguas al oeste de Cabo Verde. El genovés realizaría un total de cuatro
viajes hasta 1504, llegando a tocar tierra firme.

El elevado coste de exploraciones y conquistas llevó ya a los Reyes Católicos a ceder su


iniciativa al capital privado, para lo que se articulan las Capitulaciones de conquista, por lo
que un territorio, constituido como Gobernación, se asignaba para su toma y ocupación a un
hipotético gobernador, que se beneficiaría del título y del botín. Para subvencionar la
empresa, recurriría a la asociación con una hueste, siendo soldados los socios y potenciales
pobladores de esos territorios, donde constituirán una elite social de encomenderos,
propietarios de importantes tierras. En los años siguientes, arriesgados conquistadores se
acogerán a este sistema, impulsando exploraciones y conquistas.
Núñez de Balboa descubrió el Pacífico en 1513 a través del istmo panameño. Buscando esos
mares del Sur, Díaz de Solís hallaría el Río de la Plata en 1516 y Magallanes el definitivo paso
en 1520. Esa misma expedición culminaría la primera vuelta al mundo en 1522 de la mano
de Juan Sebastián Elcano. Posteriormente, a finales del siglo XVI, Legazpi y Urdaneta
establecerían las rutas definitivas entre México y Filipinas. Buscando el mítico El Dorado, la
América septentrional será explorada por Ponce de León o Núñez Cabeza de Vaca, y la
Amazonía por Orellana o Lope de Aguirre.

Los españoles consiguieron imponerse a los indígenas por diversos factores técnicos,
psicológicos y políticos. Su superioridad tecnológica se apreció en el efecto impresionante
de sus escasas armas de fuego y el uso de animales como caballos o perros, desconocidos
hasta entonces en aquellas tierras. Por otro lado, el hecho de que Moctezuma viera en las
huestes de Cortes el retorno de Quetzalcoatl, supuso una ventaja estratégica, así como las
numerosas querellas internas en los imperios prehispánicos.

La conquista de México, núcleo central del futuro Virreinato de Nueva España, fue realizada
por el extremeño Hernán Cortés. Con escasos efectivos (una hueste indiana de unos 400
hombres ávidos de dinero y algo más de 30 caballos) emprende Cortés la lucha contra el
imperio Azteca. La expedición funda Veracruz e inicia el camino hacia el interior, aliándose
con tribus hostiles a los aztecas como los totonacas y los tlaxcaltecas, lo que generó un
elevado número de guerreros que le ayudaron a la ocupación en 1519 de Tenochtitlán,
descrita por Bernal Díaz del Castillo como “una nueva Venecia”. Hostigado por las tropas del
gobernador de Cuba, Cortés abandona la ciudad, dejando a un reducido grupo que es
expulsado, ya muerto Moctezuma, en la “Noche Triste” de 1520. Cortés responde ese
mismo año con la victoria de Otumba y en 1521 con la muerte del nuevo emperador
Cuauhtemoc y el arrasamiento de su capital. Las zonas al norte y al sur del corazón del
imperio, terminarían siendo conquistadas en 1544. Y tras ellas, Centroamérica y la Florida.
La conquista del Perú incaico será llevada a cabo por Pizarro y Almagro, en donde nos
encontramos ante una disputa dinástica entre Atahualpa y Huáscar. En un primer momento,
buscando los fondos necesarios, Pizarro se traslada a España, firmando con Carlos I las
Capitulaciones de Toledo (1529), causa de las primeras discrepancias con Almagro. En 1531,
aprovechando un enfrentamiento entre Atahualpa y Huáscar, en el que el primero conquista
Cuzco y se proclama emperador, los conquistadores establecen una embajada en
Cajamarca, apresando y ejecutando a Atahualpa por poligamia y fratricidio en 1533. Tras
ello, Pizarro se hace con Cuzco, y funda la Ciudad de los Reyes actual Lima, que sirvió de
sede para la amplia gobernación que Carlos I le entregó (Nueva Castilla). Al sur de ella se
ubicaría otra, todavía por conquistar, la llamada de Nueva Toledo (Chile), encomendada a
Almagro. Este no queda satisfecho y comienzan una serie de luchas fratricidas donde
mueren el mismo Almagro, Pizarro y su hijo. La situación se pacificará en 1543 con el
funcionamiento efectivo del Virreinato peruano.

Las regiones secundarias se conquistan simultáneamente a estos grandes imperios. Los


territorios de Nueva Granada se conquistan desde 1526 y 1538, cuando Gonzalo Ximénez de
Quesada funda Santa Fe de Bogotá. Venezuela había sido descubierta en 1498 durante el
tercer viaje colombino, asentándose el territorio con la fundación en 1567 de Caracas. El
proceso de conquista de Chile fue prolongado y costoso. Es Valdivia, quien en 1540 cruza el
desierto de Atacama, llegando al fértil valle que llamarían Valparaíso y fundando la capital
del territorio, Santiago del Nuevo Extremo (1541). El avance sería fácil hasta 1552, cuando
se alcanzan las latitudes de la Araucania, en la que una sublevación costaría la vida al
extremeño. Los jefes Caupolicán, Colocolo y Lautaro prosiguieron una con una resistencia
prologanda, retratada por Alonso de Ercilla en “La Araucana”. En cuanto al Río de la Plata,
zona muy poco poblada, tras las iniciales exploraciones, el deseo de cerrar el paso a los
portugueses es la razón de la fundación de Asunción y ya en 1536, de la fortaleza de Santa
María del Buen Aire (Buenos Aires), núcleo central del adelantamiento, por Pedro de
Mendoza.
En cuanto a los protagonistas de esta conquista, la hueste indiana, se trata de un conjunto
de hombres cuya mayor motivación fue la búsqueda de un botín. Botín que habrían de
compartir con la Corona, que utilizaba dos instrumentos jurídicos: las capitulaciones y las
instrucciones, que vinculaban los intereses del Rey con los de los exploradores-
conquistadores a quienes se les recompensaba, por ejemplo, con tierras, indígenas en
encomienda o tesoros. Esto hace que estos contratos fuesen rechazados por intelectuales
como De las Casas o Vitoria y defendidas por otros como Ginés de Sepúlveda.

3. COLONIZACIÓN.

La primera e innegable consecuencia demográfica de la colonización española es un


acentuado descenso de la población indígena, con especial incidencia en México, Perú y,
sobre todo, las islas antillanas, donde la población autóctona desapareció prácticamente. En
cuanto a la población anterior a 1492, según Sánchez Albornoz, N. (La población de América
latina desde los tiempos precolombinos hasta el año 2000), osciló entre los 60 y los 80
millones. Curiosamente, la constatación de esta realidad no es una aportación de la actual
historiografía, ya en 1523 una Real Cédula de Carlos I decía de los indígenas que “han
venido en grandísima disminución”.

Superada la dramática visión de una conquista a sangre y fuego, o un exterminio sistemático,


fruto de los malos tratos y de brutales exigencias laborales, estimulada por la “leyenda
negra”, la historiografía actual insiste en dos hechos fundamentales: el primero, es la
fractura cultural y existencial sufrida por el mundo indígena, por la que descienden las tasas
de natalidad y aumentan las de mortalidad, apreciándose el rechazo a la nueva civilización y
las nuevas prácticas laborales impuestas. El segundo factor, es el epidemiológico, con el
intercambio de patologías entre españoles, esclavos negros e indios. Sarampión, viruela,
neumonía, gripe, tuberculosis, peste o tifus diezmaron a los indígenas.
No obstante, tanto en las encomiendas como en las minas americanas eran habituales los
abusos contra los indígenas, lo que provocó que se elevasen las primeras voces de protesta
contra la situación que soportaban los indígenas o sobre el derecho que Castilla tenía a
explotar en monopolio el Nuevo Mundo. El resultado fue la aprobación de las Leyes de
Burgos de 1512 que reconocen el derecho de conquista exclusivo de la Corona de Castilla y
que otorgó una serie de derechos a los indios, considerándolos como ciudadanos libres,
pero que no puso fin a su trabajo forzoso.

Las migraciones hacia América también fue otra consecuencia directa y necesaria para
asegurar la presencia de colonos que completaran la conquista y afirmaran el dominio de
estas tierras. La migración se controló desde 1503 por la Casa de Contratación. Con sede en
Sevilla, negaba la licencia de embarque a conversos, judíos, musulmanes, gitanos,
penitenciados por la Inquisición y no castellanos.

Es difícil calcular el volumen numérico de esta emigración, oscilando entre 100.000 y


300.000 personas para el Quinientos, cantidad defendida por Ramón Serrera. Las mujeres
suponen un 10% de los emigrantes entre 1509 y 1538, alcanzando valores del 23% entre
1540 y 1575. Socialmente, hay autores que adjudican la fundación del Imperio americano a
segundones e hidalgos, mientras que no faltan analistas para quienes los principales
protagonistas fueron miembros del sector rural menos favorecido. Quizás, la realidad
responda a una posición intermedia, con mayor participación de la baja nobleza en la fase
inicial de exploración y conquista, y una mayor aportación posterior de campesinos y
artesanos. Las migraciones hacia América continuarían de forma regular durante los siglos
posteriores.

En este sentido, la elite estará ocupada por los criollos, descendientes de castellanos,
equiparados en privilegios a los hidalgos hispanos, cuyo poder se basaba en las tierras
obtenidas de los repartimientos y en la posesión de las encomiendas de indios, por las que
éstos debían prestarles servicios personales e incluso abonar tasas. Vivían en la ciudad o en
el medio rural (estancias), ocupando cargos locales y accediendo algunos a títulos de
nobleza. Además, como opina Céspedes del Castillo tendrían un sentimiento de
superioridad hacia el resto, paralelo al del cristiano viejo en Castilla. Por debajo, hallamos a
una burguesía asentada en las ciudades y a un clero prestigioso, pero sin importantes
privilegios. Más abajo encontramos pequeños menestrales, artesanos y labradores.
En cuanto al sector de mayor preparación intelectual del grupo de los criollos se opuso
rápidamente al monopolio de los altos cargos por peninsulares. No obstante, cada vez iban
acumulando más resentimiento al ser apartados de la alta administración.

Otro de los importantes grupos sociales fueron los esclavos negros, que desde 1501 los
encontramos trabajando en plantaciones y extracciones auríferas ante el rapidísimo
descenso de la población indígena. El aumento de la demanda de esclavos creció de tal
manera que en el s. XVI los esclavos suponían el 47% de la carga de los buques que se
dirigían hasta América, regularizándose su comercio en 1595. Cartagena de Indias y Veracruz
se convirtieron en los dos principales puertos de acceso de estos, cuyo número no está bien
cuantificado, aunque estaría alrededor de los 75.000 en el XVI y 125.000 más en el XVII. Su
proporción porcentual sobre el conjunto de la población es dispar de unas zonas a otras, con
máximos en La Española, donde en la segunda mitad del Quinientos eran ya clara mayoría.
Debido a su importancia en el sistema productivo fueron muy apreciados, sobre todo por su
resistencia física, aunque jurídicamente no gozaron de ningún derecho. Hacia 1700 se llegó a
los 700.000 negros comerciados mediante el sistema de asientos.

El reducidísimo número de mujeres blancas durante la etapa de la conquista y el


desequilibrio posterior, favorecen las relaciones entre hombres blancos y mujeres indias.
En general, los españoles no manifestaron excesivos prejuicios raciales, aunque el
predominio de las uniones efímeras originó una masa de mestizos ilegítimos. Algunos
religiosos hablaban de las Indias como un “paraíso de Mahoma”, creándose distintas
combinaciones que habían lugar a diferentes denominaciones. De blanco/a con indio/a nace
el mestizo, como el literato Garcilaso de la Vega, de la unión entre español/a y africano/a
propicia el mulato o pardo, de consideración inferior. Por debajo se consideraba al zambo,
mezcla de indio/a con negro/a. También debemos incluir aquí a toda una galaxia de
calificativos en función del grado de mezcla.
A pesar de lo establecido en las Leyes de Burgos, a la metrópoli seguían llegando noticias
referentes al mal trato hacia los indígenas, que pusieron en cuestión los “justos títulos” y
llevaron a la Corona a un dilema, pues tanto conquistadores como conquistados, eran
súbditos. Esto da lugar a la promulgación de las Nuevas Leyes de Indias (1542) que fomenta
la abolición de la encomienda y el trabajo forzoso. Estas leyes estuvieron fuertemente
influidas por las denuncias de Bartolomé de las Casas y por las aportaciones de Francisco
Vitoria que desde Salamanca defendió el derecho de los Indios a través de su obra De Indis
(1532) iniciando así el derecho internacional.

En lo que atañe al sector primario, sabemos que las grandes propiedades agrícolas eran las
haciendas trabajadas por indígenas o esclavos, detentadas por los criollos más acomodados.
También encontramos en manos de blancos una pequeña propiedad, de carácter familiar y
autosuficiente. La producción se fijaba desde España, que procuraba que no se redujeran las
ventas de productos como trigo, aceite o vino, ni tampoco de manufacturas, solo destinadas
al mercado interno. Los grandes ganaderos eran asimismo los propietarios de las
haciendas, en las que se criaban sobre todo especies traídas desde España, pues solo los
indígenas prosiguieron el cuidado de animales autóctonos como las llamas.

Bien conocida es la importancia de la minería, principalmente de metales preciosos, que


comenzó con las arenas auríferas antillanas, para trasladarse más tarde a las minas de plata
mejicanas, y, sobre todo peruanas. La plata superó en mucho al oro, triplicándolo a partir de
1565. A consecuencia de ello, la población española sufriría un alza de precios descrita en
los clásicos estudios de Earl J. Hamilton.

En cuanto al comercio exterior, durante las primeras décadas del XVI las naves salían a su
libre arbitrio, tras la inspección de la Casa de Contratación. Pero el acecho de los corsarios
obligó en 1561 a la adopción del sistema de flotas (una con salida en enero y otra en
agosto), en el que el convoy iba custodiado por galeones dispuestos a rechazar a los piratas.
El sistema de flotas y puertos limitados (Sevilla, Veracruz, Portobelo, Cartagena de Indias) se
va debilitando en el XVII, imponiéndose los navíos de registro y abriéndose el número de
puertos dedicados a este tráfico mercantil, sobre todo por las necesidades derivadas de las
Compañías que iban creándose. Fue Felipe V quien rompió el monopolio comercial
detentado por la Corona española, primero con el permiso a barcos franceses y, tras el
Tratado de Utrecht, con la aceptación del “navío de permiso” inglés.
Entre los productos que se comerciaban destacan el tabaco, el cacao y, más tarde, la patata.
También gozaron de gran aprecio tintes como el palo Brasil, el añil o la cochinilla. A estos
productos indianos deben añadirse otros orientales, que traían en su retorno las flotas de
Nueva España, una vez llegado a Acapulco el “galeón de Manila”, perlas, porcelanas, lacados,
sedas, coral o especias.

4. ADMINISTRACIÓN.

En las Indias, la monarquía hispana pretendió trasladar el modelo de Estado vigente en


Castilla, aunque intentando paliar sus posibles defectos. Para ello, se promulgó a lo largo de
los años una legislación especial, parte de la cual, recopilada en 1680, incluía más de 6300
leyes, lo que da cuenta de la ingente y prolija labor acometida.

La Casa de Contratación fue el organismo rector del comercio con América e institución de
gobierno con competencias políticas y judiciales, además de convertirse en centro impulsor
de los trabajos cartográficos. Se instituyó con sede en Sevilla (en el XVIII se traslada a Cádiz).

El Real y Supremo Consejo de Indias, nacido como sección del Consejo de Castilla, era un
organismo colegiado que ejercía en nombre del rey funciones gubernativas, legislativas,
judiciales, fiscales y eclesiásticas. Lo compusieron cinco principales cargos, que eran el
Promotor Fiscal, los dos Secretarios, el Relator y el Oficial de Cuentas. En el siglo XVIII pierde
su papel como principal órgano rector, en beneficio de ministerios o secretarias,
conservando solo funciones judiciales y de asesoramiento.

De todos modos, el creciente ritmo de la conquista obligó a crear otras instituciones


asentadas en tierras americanas, donde ya desde los primeros momentos de la colonización
aparecen los Adelantamientos. El título de Adelantado se concede en la mayoría de las
Capitulaciones de nuevo descubrimiento y población, al responsable de estas expediciones.
Otorgaba competencias para el reparto de tierras y la encomienda de indios, así como para
la designación de cargos administrativos menores. Compendiaba las atribuciones que
posteriormente se repartirían Gobernador, Capitán General y Alguacil Mayor de cada
provincia.
Con posterioridad se crean los Virreinatos, una institución propia de la Corona de Aragón,
que se trasplantó a las Indias. El Virrey era un representante del monarca con atribuciones
omnímodas. Eran un puesto que generalmente duraba cinco años. Lo ocupaban miembros
de la alta nobleza, que muchas veces siguieron un pequeño “cursus honorum” con final en el
Perú. Hasta que a lo largo del XVIII se crearon los Virreinatos de Nueva Granada y del Río de
la Plata, funcionaron únicamente dos, el de Nueva España y el del Perú, con capitales en
Méjico y Lima.

Competencias judiciales y políticas gozaron los gobernadores, quienes dirigían las


gobernaciones en las que se dividían los Virreinatos. Nombre distinto tenían las zonas
fronterizas, Capitanías generales, debido a su mayor importancia militar.

Toda gobernación se dividía en Corregimientos o Alcaldías Mayores, sin que la diferencia de


denominación implicara competencias distintas. Eran jefes políticos y administrativos de sus
respectivas circunscripciones. La base del organigrama la completaban Cabildos o
Ayuntamientos, principal escenario para la actuación política de los criollos.

La organización judicial en Indias está encabezada por las Audiencias, que, al igual que las
peninsulares, contaban con presidente, oidores, notarios y escribanos, aunque a diferencia
de las hispanas incorporaron competencias gubernativas. Hubo tres tipos de Audiencias: las
virreinales, establecidas en la capital y presididas por el Virrey; las pretoriales, establecidas
en la población metropolitana de una Gobernación o Capitanía General, cuyo presidente
coincide con el gobernador o capitán general; y las subordinadas.

En cuanto a la administración fiscal, el responsable último de la Hacienda era el Virrey,


siendo numerosos los funcionarios participantes en una estructura similar a la
metropolitana. La política general financiera se regulaba en cada territorio por la Junta
Superior de la Real Hacienda, integrada por el Virrey, los Oficiales Reales y el Fiscal de la
Audiencia. Debía rendir cuentas a la Casa de Contratación y al Consejo de Indias. En 1605 se
establecieron para controlar las cuentas, tres Cajas Reales en México, Bogotá y Lima, y dos
contadurías en La Habana y Caracas.
Los Borbones intentaron una “Reconquista” de las Indias, tras lo que muchos autores
consideran la primera independencia americana, el siglo XVIII. El mismo John Elliott habla de
que en aquella época se daba un “autogobierno a la orden del rey”. Se llevaron a cabo una
serie de reformas, entre cuyos éxitos cabe destacar que hicieron más productivas a las
colonias. Además, en ese siglo el imperio se ensanchaba: hacia California y Texas, llegando al
actual Vancouver, contando con la gran labor de franciscanos como fray Junípero Serra; se
desbanca totalmente a los portugueses del Río de la Plata; y se pierde Florida pero se gana
media Luisiana.

Finalmente, es interesante la organización de una Iglesia cuya labor evangelizadora era


necesaria para legitimar, en virtud de las bulas papales, la soberanía hispana sobre América.
El primer obispado, dependiente de Sevilla, fue erigido en La Española en 1504. En 1547 se
fundaron los arzobispados de Méjico, Santo Domingo y Lima, de los que dependerán ya las
múltiples diócesis americanas y a finales del XVII se añadieron dos nuevas sedes
arzobispales, las del Plata y la de Santa Fe. También mencionemos el asentamiento de
múltiples órdenes religiosas, destacando los jesuitas por su actividad docente y las
reducciones del Paraguay. Por último, debemos constatar la institución del Tribunal de la
Inquisición, sólo con jurisdicción sobre los españoles, con sedes en Lima (1570), Méjico
(1571) y Cartagena de Indias (1610).

5.CONCLUSIÓN.

A modo de conclusión, la conquista y colonización del continente americano permitió a la


monarquía de los Austrias asentar los cimientos de su Imperio. Sin embargo, la mala gestión
política y económica desde la metrópoli provocó que las grandes riquezas americanas fueran
completamente insuficientes para mantener dicho imperio, el cual se fue debilitando a lo
largo del siglo XVII, viéndose sumergido en una profundísima crisis política, económica y
social hasta su posterior desaparición con la llegada de la nueva dinastía borbónica en 1700.
A lo largo del siglo XVIII se asistió a un importante crecimiento de los territorios
americanos, en paralelo al control que ejerció la nueva dinastía sobre los mismos. Sin
embargo, el ejemplo de independencia de las colonias inglesas de Norteamérica no tardó
mucho tiempo en extenderse por las colonias españolas. El siglo XIX contempló el inevitable
fin del Imperio Español en ultramar.
Por último, hoy en día existe una leyenda negra acerca del descubrimiento y conquista de
América por parte de los españoles, hasta el punto de que el presidente de México, López
Obrador, exigió las disculpas del rey Felipe VI de España por la conquista de América. En
este sentido, ha surgido un intenso debate, protagonizado por María Elvira Roca Barea
(Imperiofobia y leyenda negra, 2017), que reivindica de alguna manera la gloria del Imperio
Español. Mientras, José Luis Villacañas (Imperiofilia y el populismo nacionalcatólico, 2019)
trata de desmontar algunas de las tesis de Roca Barea a la que tacha de un ejercicio de
blanqueamiento y manipulación ideológica sobre el proceso de conquista y colonización
americanos.

6.BIBLIOGRAFÍA.

ELLIOTT, J. H. (2012): La España Imperial. 1469-1716. Barcelona, Vicens Vives

FLORISTÁN, A. (coord.), (2009): Historia moderna universal. Madrid. Ariel

LYNCH, J. (2007): Los Austrias. 1516-1700. Barcelona, Crítica.

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