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Tema 3: LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA.

LOS REINOS
CRISTIANOS (SIGLOS VIII-XIII)

Los musulmanes no consiguieron conquistar todo el territorio peninsular. En las


tierras situadas al norte del Duero y del Ebro el control musulmán fue prácticamente
inexistente. En esta zona se fueron configurando una serie de Estados cristianos que
poco a poco se consolidaron e iniciaron su avance hacia el sur que concluyó en 1492.
A este proceso se le conoce con el nombre de Reconquista*.
El avance hacia el sur se debió al crecimiento demográfico y al proceso de
feudalización, que llevaba a la ocupación de tierras y a la búsqueda de botín. Los
motivos religiosos, aunque existieron, no fueron decisivos.
Además, la expansión cristiana se produjo en períodos concretos, seguidos de
etapas de estancamiento, y en ella tuvieron vital importancia el proceso de
colonización de tierras y de reorganización de los territorios conquistados
(repoblación*), así como las disputas entre los diferentes reinos.
El marco en el que se desarrolla este doble proceso es: por un lado, la monarquía
visigoda que sirvió de base política, jurídica e ideológica a una parte importante de la
España cristiana; y por otro, Al-Andalus que vivió en permanente contacto con la
España cristiana y cuya decadencia a partir del siglo XI va a servir de señal para el
dominio cristiano.
En el plano económico esta etapa se caracterizó por un renacimiento del comercio
y de la vida urbana. Asimismo, fue configurándose una estructura social y política que
habría de pervivir, en sus rasgos esenciales, mucho más allá de la Edad Media.
No menos importantes fueron las aportaciones culturales y artísticas de todo
el periodo, en concreto, aquellas que nacieron del contacto entre judíos, musulmanes
y cristianos, como la labor de traducción y difusión de obras realizada en centros
como Toledo.

1.- ORIGEN Y EVOLUCIÓN DE LOS REINOS CRISTIANOS

Es en la Cordillera Cantábrica, en el siglo VIII, donde se constituye el primer


núcleo de resistencia, el reino de Asturias. Más tarde, en el siglo IX, en la parte
oriental, en la zona de los Pirineos, aparecen otros núcleos cristianos (Pamplona,
Aragón y condados catalanes). En esta parte, sin embargo, el impulso antimusulmán
que los llevó a constituirse como núcleos de resistencia les vino del exterior. En
concreto, a través del interés de Carlomagno, rey de los francos, interesado en establecer
una marca o frontera fortificada con los musulmanes entre los Pirineos y el valle del
Ebro.

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Al principio su objetivo era resistir, pero, desde mediados del siglo XI,
coincidiendo con la decadencia de Al Andalus, intentaron ampliar lentamente el área de
su dominio. En este proceso discontinuo se distinguen las siguientes fases:

1.1.- Creación y consolidación de los reinos cristianos (siglos VIII-X

En esta etapa la superioridad de Al-Ándalus era incuestionable, en especial


durante el siglo X. Pero la ocupación efectiva de los musulmanes no abarca toda la
Península, fuera de su control quedaban los territorios situados al norte del Sistema
Central y del valle del Ebro. En el sector occidental, entre el Sistema Central y el núcleo
de resistencia asturiano existía una tierra de nadie, la cuenca del Duero, escasamente
poblada, que los cristianos pudieron ocupar sin dificultad. Pero, en este momento
todavía no existe en ellos idea de Reconquista, sino un simple deseo de preservar la
independencia frente al Islam.

Siglo VIII.- El reino de Asturias es el primero en constituirse. En la zona


montañosa de la Cordillera Cantábrica se refugian nobles visigodos huidos de los
musulmanes. Uno de ellos, Pelayo (718-737), con el apoyo de montañeses astures
organiza la resistencia y obtiene la primera victoria sobre los musulmanes (batalla de
Covadonga, 722). Tras ella el primer monarca de importancia ALFONSO I (739-757)
realizó varias campañas por el valle del Duero.
Entre tanto, en el Pirineo occidental las comunidades tribales tampoco fueron
dominadas efectivamente por los árabes. estos entregaron el control a nobles muladíes
(familia de los Banu Qasi) que mantenían buenas relaciones con las tribus vasconas y
pirenaicas. Ambas mantenían un interés común mantener alejados tanto a los árabes
como a los carolingios. Estos últimos fueron derrotados en el 778 (Batalla de
Roncesvalles) cuando intentaban conquistar Zaragoza.
Por su parte, en los Pirineos orientales a finales del siglo VIII se constituyó la
Marca Hispánica*

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Siglo IX.-En este siglo, junto al reino astur-leonés nos encontramos ya con los
reinos de la zona oriental.
Con ALFONSO II (791-842) el reino astur se transformó en un verdadero
Estado con capital en Oviedo. Este monarca restableció la legislación visigoda (Liber
Iudiciorum) y consiguió librarse del pago de tributos a los emires de Córdoba. Además,
durante su reinado se descubrió la tumba del apóstol Santiago. Este evento dio un
impulso religioso a la lucha contra los musulmanes, y convirtió a Compostela en un
centro de peregrinación de la cristiandad. También se configuró una iglesia
independiente de la de Toledo.
Durante la segunda mitad del siglo IX comenzaría la expansión del reino hacia el
sur. Con ALFONSO III (866-910), éste alcanzó cierta supremacía sobre los restantes
reinos peninsulares. La frontera se situó en el río Duero
Entre tanto, en la zona oriental, a principios del siglo IX se formaron el reino
de Navarra (Iñigo Arista tras derrotar a los carolingios se proclamó primer rey de
Pamplona) y el condado de Aragón (en torno a Jaca). A mediados de siglo, los
navarros aliados con los asturianos, derrotaron a los musulmanes en la batalla de
Albelda, a raíz de la cual comenzó el declive musulmán en la región del Ebro
En la Marca Hispánica el conde VIFREDO “el Velloso” (874-898),
aprovechando los conflictos del mundo musulmán y la crisis del reino franco (Capitular
de Quierzy) consiguió unir bajo su mando distintos condados y se convirtió en el
fundador de una dinastía, gobernando en ellos con plena autonomía, aunque todavía
como vasallo del rey franco. Por otra parte, inició la repoblación de la plana del Vic

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Siglo X.- En este siglo, coincidiendo con la proclamación del Califato, el
proceso de expansión se detiene.
En la parte occidental a principios de siglo, el hijo de Alfonso III, ORDOÑO II,
traslada la capital a León, comienza a hablarse de reino astur-leonés o reino de León.
Este reino vivió una etapa de crisis social y política, con enfrentamientos de los nobles
con los reyes. En este contexto triunfa la independencia del condado de Castilla. Se
trataba de un territorio fronterizo y fortificado que se hallaba bajo el control de un
conde. A mediados de este siglo el conde FERNÁN GONZÁLEZ consiguió unir en su
persona diversos condados castellanos y formar el condado de Castilla.
En Navarra subió al poder una nueva dinastía la Jimena que fortaleció el nuevo
reino. Además, Navarra se acercó, mediante alianzas a Castilla y se anexionó mediante
matrimonio el condado de Aragón.
Por su parte, los condados catalanes, bajo la hegemonía del de Barcelona,
fueron independizándose poco a poco del reino franco. La caída de la dinastía carolingia
en 987 sirvió de pretexto a BORELL II (947-92) para lograr la emancipación
definitiva.

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1.2.- El avance de los reinos cristianos (siglos XI-XII)

Desde mediados de siglo XI, coincidiendo con la desintegración del Califato, los
reinos cristianos abandonaron su actitud defensiva e iniciaron una política expansiva. A
ello también contribuyeron la expansión demográfica en Europa y el apoyo de la Iglesia.
Paralelamente a esta expansión se introdujeron los usos feudales en España.

Los reinos de Castilla y Aragón fueron los protagonistas de esta expansión. El


reino de Navarra quedó relegado en el proceso por no tener fronteras con Al-Ándalus. A
su vez dentro de este período expansivo se pueden diferenciar dos etapas:
1) Expansión territorial sobre los valles del Tajo y del Ebro (segunda mitad
del siglo XI-primera mitad del siglo XII)
2) Avance lento por el valle del Guadiana (segunda mitad del siglo XII-
principios del siglo XIII). En esta última, a pesar de las ocupaciones
territoriales (conquista de Cuenca por Castilla o de Teruel por Aragón), el
avance se ralentiza por el dominio de los almohades y las disputas entre los
propios reinos cristianos, lo que no impedirá la firma de tratados entre los
dos grandes reinos para delimitar los territorios que correspondían a cada
uno en las futuras conquistas: Tratados de Tudilén (1151), Almizra y Cazorla
(1179)

Siglo XI.- Este siglo se inició con el reinado de SANCHO III de Navarra
(1004-1035), que coincide con la crisis del califato cordobés. Bajo su reinado Navarra
se convirtió en el Estado más influyente de la España cristiana. Sancho se anexionó los
condados de Sobrarbe y Ribagorza y anexionó Castilla a sus dominios.

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A su muerte (1035) sus territorios fueron repartidos entre sus hijos: el reino de
Navarra le correspondió a García, el de Aragón a Ramiro, el de Castilla a Fernando y
los condados de Sobrarbe y Ribagorza a Gonzalo. Tras esta división territorial el reino
de Navarra perdió su anterior hegemonía, ante la expansión y el empuje de Aragón y
Castilla, que pasaron a ser reinos independientes.

FERNANDO I (1035-1065) que había heredado Castilla se proclamó rey de


Castilla y León tras anexionarse este reino por las armas en 1037. Aprovechando la
debilidad de Al-Andalus, convertida en reinos de taifas, les cobró parias e inició la
reconquista de tierras portuguesas (conquista de Coímbra).
Su hijo ALFONSO VI (1072-1109) se apoderó de Toledo en 1085, trasladando
la frontera hasta el Tajo. Los reinos taifas, alarmados, solicitaron la ayuda de los
almorávides del norte de África, que logran derrotar a Alfonso VI en Sagrajas o Zalaca
y frenar la Reconquista cristiana. En este contexto de derrota destacó el caballero
castellano Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, desterrado de Castilla por el rey
Alfonso VI, que logró apoderarse de Valencia y gobernarla hasta su muerte (1099) para
terminar pasando a los almorávides.

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También a la muerte de Sancho “El Mayor” Aragón nació como reino con
RAMIRO I, quien se anexionó los condados de Sobrarbe y Ribagorza. En 1076 al
quedar vacante el trono de Navarra se volvió a unir Aragón y Navarra. De esta forma,
el reino consiguió aumentar su potencial territorial y demográfico, pero no pudo avanzar
hacia el sur debido a la fuerte presencia de musulmanes en la cuenca del Ebro.
Siglo XII.- En este siglo Castilla se convierte en la potencia hegemónica con
ALFONSO VII “el Emperador” (1126-1157), nieto de Alfonso VI. Con él la frontera
avanzó hasta Sierra Morena; sin embargo, tuvo que reconocer la independencia de
Portugal (1143). A su muerte, el reino volvió a dividirse: su nieto SANCHO III heredó
Castilla y su hijo FERNANDO II heredó León.
Entre tanto, el expansionismo aragonés se aceleró, gracias sobre todo a la
ayuda francesa, ALFONSO I “El Batallador” (1104-1134), hermano de Pedro I,
conquistó Zaragoza (1118) y el valle medio del Ebro. Al morir, hubo una crisis
sucesoria que fue aprovechada por la alta nobleza navarra para volver a convertir a
Navarra en reino independiente de Aragón (1134). Ésta se resolvió cuando el
hermano de Alfonso I, RAMIRO II “el Monje” (1134-1137), casó a su hija, Petronila,
con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV. Se formó así una nueva entidad
política, la Corona de Aragón (1137). Aprovechando el declive de los almorávides,
RAMÓN BERENGUER IV concluyó la reconquista del valle del Ebro tomando Lérida
y Tortosa (1148). Hasta entonces los condes catalanes se habían extendido hacia el norte
ocupando la región de Occitania.
El primer monarca de la Corona de Aragón, ALFONSO II (1162-1196),
prosiguió la expansión por el sur de Francia, sin olvidar la labor reconquistadora por la
costa mediterránea (conquista Teruel), firmando con el rey de Castilla el Tratado de
Cazorla (1179) *.
Finalmente, Navarra, tras su separación de Aragón (1134), quedó como un
pequeño reino encerrado entre Aragón y Castilla y sin posibilidades de expansión hacia
el sur, aunque todavía mantuvo durante un tiempo su salida al mar, pues hasta 1200
Castilla no se anexiona definitivamente Álava y Guipúzcoa.

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1.3.- Hegemonía de los reinos cristianos (siglo XIII)

En este siglo, tras la caída de los almohades, la balanza se desequilibró


definitivamente a favor de los cristianos. Además, quedó configurado el mapa de la
Península que no se modificará hasta que los Reyes Católicos incorporen Granada y
Navarra. Es la España de los cinco reinos: Portugal, Castilla unida definitivamente a
León, Navarra, la Corona de Aragón y el reino nazarí de Granada, vasallo de Castilla.
En estas circunstancias, la Reconquista cobró un nuevo impulso en todos sus
frentes: avance imparable de Castilla por el valle del Guadalquivir (lo que posibilitó la
consolidación del dominio cristiano en la Meseta meridional); de Portugal por el
Algarve y de Aragón por el Mediterráneo.

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El rey de Castilla, ALFONSO VIII (1158-1214), nieto de Alfonso VII,
conquistó Cuenca, y aunque fue derrotado por los almohades en la batalla de Alarcos,
con la ayuda del rey de Aragón, de Navarra y la colaboración de caballeros franceses y
alemanes obtuvo la victoria de las Navas de Tolosa (1212) que abrió las puertas para la
conquista de todo el sur peninsular. La conquista de Extremadura fue realizada por el
rey de León (Alfonso IX), mientras que la de Andalucía corresponde a Castilla.
El sucesor de Alfonso VIII fue FERNANDO III “El Santo” (1217-52), quien
en 1230 unificó definitivamente Castilla y León, y se expandió por el valle bajo del
Guadalquivir (ocupación de Córdoba y Sevilla). Su hijo ALFONSO X “el Sabio”
(1252-84) sometió las últimas plazas de la Andalucía bética (Murcia y Cádiz). Como
resultado, desde finales del siglo XIII hasta fines del XV, el único territorio musulmán
que pervivirá en la zona de expansión conquistadora castellana será el reino de Granada.
Paralelamente, en 1213 la batalla de Muret puso fin a la expansión aragonesa
por el sur de Francia; de esta manera JAIME I “el Conquistador”(1213-76) pudo
dedicarse de lleno a la labor reconquistadora: conquistó Valencia (entre 1232 y 1245) y
Baleares (esta última se separará a su muerte). Firmó también el Tratado de Corbeil
(1258) por el que renunciaba a todas sus posesiones al sur de Francia, salvo Rosellón.
La conquista de Mallorca y Menorca abrió el paso para la posterior expansión aragonesa
por el Mediterráneo.
Por su parte, Navarra tras la pérdida de Guipúzcoa queda encerrado y sin salida
al mar. No obstante, consiguió mantener su independencia gracias a su vinculación con
los franceses (dinastía de Champaña).

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2.- MODELOS DE REPOBLACIÓN Y COLONIZACIÓN. LA ORGANIZACIÓN
SOCIAL

2.1.- Modelos de repoblación

Tras la ocupación militar de los territorios musulmanes era necesario repoblarlos


para afianzar las conquistas. Los sistemas de repoblación empleados variaron en función
de los efectivos demográficos disponibles y de la densidad de población musulmana
existente en las zonas conquistadas. El resultado final es una estructura de la propiedad
de la tierra mantenida hasta nuestros días prácticamente sin modificaciones, con el río
Tajo como línea de división entre una España latifundista al sur y una España de
pequeñas y medianas propiedades al norte.
Hasta el siglo X la repoblación fue espontánea. El sistema utilizado en las tierras
situadas al norte del Duero, en el Piedemonte pirenaico y al norte de Cataluña fue la
presura –o aprisio en catalán-. Esta se llevó a cabo bien por iniciativa de grupos de
campesinos, bien por iniciativa de nobles y monasterios. El resultado fue un predominio
de la pequeña y mediana propiedad. Pero a mediados del siglo X la situación comenzó a
cambiar. Los nobles y los grandes monasterios comenzaron a apropiarse de las tierras y
a someter a los campesinos. En Cataluña los campesinos (payeses) estaban sometidos a
una serie de prestaciones abusivas (malos usos).
A partir del siglo XI los procesos de colonización y repoblación fueron menos
espontáneos, ya que en ellos intervinieron muy activamente los monarcas. Fue la corona
la que promovió el proceso de colonización, no sólo para asegurar su control de la
región, sino también para limitar el poder territorial de las grandes casas nobiliarias. Los
instrumentos empleados fueron los siguientes:
La repoblación de frontera o concejil (siglos XI y XII) se aplicó a las tierras
entre el Duero y los Montes de Toledo, en el sector occidental, y en el valle del Ebro, en
el oriental. Este sistema de concejos consistía en la concentración de la población en
antiguas ciudades o villas a las que se concedía un amplio territorio denominado alfoz
con numerosas aldeas. Ello explica el nombre de Comunidades de villa y tierra. Una vez
constituido el concejo, los reyes, para atraer pobladores, otorgaron fueros que
contemplaban una serie de privilegios económicos y jurídicos a los habitantes. Además,
podían disfrutar de tierras y de bienes (Fuero de Sepúlveda). Con este sistema, que
también se implantó en Aragón, la Corona pretendía asegurar el control de tierras y
delimitar el poder de territorial de las grandes familias nobiliarias, que tendían a
aprovechar los momentos de debilidad de la monarquía. La estructura resultante de la
aplicación de este sistema se caracterizó por el predominio de la propiedad mediana
libre, así como por la abundancia de tierras comunales.
Al sur del Ebro los reyes aragoneses adoptaron la fórmula de las cartas de
población, concediendo libertades y privilegios a quienes quisieran agregarse a repoblar
una región de frontera. Se impuso la economía ganadera y el predominio de la caballería
concejil como forma de vida dominante.

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La repoblación de las Órdenes militares (1ª mitad del siglo XIII) se llevó a
cabo en el valle del Guadiana (La Mancha y Extremadura), en el sector occidental y la
provincia de Teruel y norte de Castellón en el oriental. Se trataba de zonas extensas y
poco pobladas, en cuya conquista habían destacado las Órdenes Militares. Estas
recibieron grandes extensiones de tierra que dividieron en encomiendas, al frente de las
cuales situaban a un caballero de la Orden con el cargo de comendador. Alrededor del
castillo se fue concentrando una población que trabajaba las tierras en régimen feudal a
cambio de protección. El resultado fue la formación de extensos latifundios dedicados a
la explotación ganadera.
Finalmente, para la repoblación del valle del Guadalquivir y litoral levantino de
Castellón a Murcia se procedió al sistema de repartimientos (2ª mitad del siglo XIII).
Una vez que se hacía efectiva la ocupación de una ciudad y su territorio, los oficiales
reales hacían inventario de los bienes obtenidos y los distribuían entre quienes habían
participado en la conquista. Los dividían en donadíos y heredamientos. Los primeros
eran de dos tipos: aquellos de gran amplitud territorial, otorgados a la aristocracia más
poderosa -infantes, órdenes militares o iglesias catedrales (sedes de Toledo o Sevilla)- y
los menores, dados a oficiales de la casa real y caballeros de las ciudades. Los
heredamientos eran territorios de menor tamaño entregados a los repobladores. El
resultado fue la adquisición de grandes latifundios por parte de la nobleza y la Iglesia.
En las zonas próximas a la frontera con el reino de Granada, fueron las Órdenes
militares quienes recibieron la mayor parte de las tierras.

2.1.- La sociedad medieval

Como en el resto de Europa, entre los siglos VIII al XIII se fue produciendo
una feudalización de la sociedad hispánica. Este proceso fue paralelo al de la
repoblación. En general, donde las condiciones eran seguras y las tierras fértiles, la
nobleza y la Iglesia se apoderaron de las tierras y aplicaron desde el principio a los
campesinos los mecanismos de explotación feudal. En cambio, en los lugares
despoblados o inseguros, en los que era necesario incentivar a los campesinos
cristianos, en una primera etapa se les entregaron derechos y libertades. Pero una vez
asegurada la frontera y la repoblación, la nobleza y la Iglesia se hicieron con el control
de la situación, imponiendo la servidumbre y acabando con la libertad de los
campesinos. De esta forma, para el siglo XIII prácticamente toda la sociedad del

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territorio cristiano peninsular estaba regida por una red de relaciones señoriales, según
las cuales los nobles obtenían rentas de sus propiedades y ejercían derechos
jurisdiccionales, mientras los campesinos disponían del dominio útil de la tierra, pero
estaban sometidos a la jurisdicción señorial.
Como en Europa la sociedad feudal era una sociedad fuertemente
jerarquizada, dividida en estamentos y de estructura piramidal. Pero a diferencia de
otras sociedades europeas, en España los campesinos libres son más numerosos y los
siervos menos numerosos especialmente en Castilla.
En la cúspide estaba el rey, a continuación, los estamentos privilegiados,
nobleza y clero, que eran los propietarios de la mayor parte de las tierras, estaban
exentos del pago de impuestos y gozaban de leyes especiales. Por último, en la base se
encontraba el llamado estado llano formado por campesinos de diversa condición:
campesinos propietarios, jornaleros y camerinos que dependían de los señores laicos o
eclesiásticos. Pero, su situación no era la misma en todas las regiones. Así en Castilla y
León se practicaba la behetría, por la que campesinos libres escogían a un señor como
protector y le rendían cuentas, aunque podían desligarse de él voluntariamente. Sin
embargo, en el interior de Cataluña las condiciones señoriales fueron menos benignas
con los campesinos.

En términos generales el período comprendido entre los siglos XI y XIII se


caracterizó por:
A) Aumento considerable del poder y de la propiedad de la tierra en manos
de la nobleza guerrera y de la Iglesia. La alta nobleza, tanto laica como
eclesiástica, adquirió un gran poder en el proceso de la Reconquista. Como
pago por los servicios prestados, los reyes les concedieron grandes
territorios, Señoríos. En un principio se basaban únicamente en el dominio
del territorio (señoríos territoriales). Sin embargo, a partir del siglo XII
adquirieron el privilegio de inmunidad frente a los agentes del rey,
transformándose así en señoríos jurisdiccionales. Además, los señores
poseían una serie de derechos específicos sobre los habitantes del señorío:
derechos de carácter personal (movilizar a sus campesinos para alguna
prestación o gozar de su trabajo gratuito), derechos sobre monopolios (como
el cobro de peaje por cruzar una puerta de la villa – portazgo- o por un
puente – pontazgo-) y derechos jurisdiccionales, como nombrar a las
autoridades municipales del señorío o administrar justicia.

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B) Disminución de las propiedades y libertades de los campesinos. Uno de
los rasgos más característicos del campesinado entre los siglos XI y XIII fue
su caída progresiva en dependencia.
C) Paralelamente, con el renacimiento de la vida urbana y de las actividades
artesanales y mercantiles fue surgiendo un nuevo grupo social: la burguesía,
formada por los habitantes de los burgos o de las ciudades libres. Este nuevo
grupo comenzó a desarrollarse primero en la Corona de Aragón y después en
la de Castilla. Su capacidad financiera y la protección de la monarquía le
permitieron gozar de un elevado grado de libertad a pesar de no ser un
estamento privilegiado. Con el tiempo los burgueses fueron arrancando
algunas libertades, como su presencia en las Cortes o la autonomía de
gobierno de los concejos urbanos En el siglo XIII comenzó a dibujarse una
dicotomía entre los grupos dominantes de las ciudades (grandes
comerciantes, banqueros, miembros de las corporaciones) y el común
(artesanos modestos, pequeños comerciantes)
Al margen de esta sociedad existían dos minorías: los judíos estaban instalados
en las ciudades, donde trabajaban como artesanos, comerciantes, prestamistas y
médicos. Vivían en comunidades o aljamas, establecidas en barrios separados
(juderías), donde mantenían sus autoridades religiosas y judiciales. En general, se puede
afirmar que hasta el siglo XIII las relaciones entre cristianos y judíos fueron buenas,
pero empeoraron a partir de esa fecha. En cambio, los mudéjares se dedicaban ante
todo a la agricultura, albañilería y carpintería, y se localizaban principalmente en
Navarra y la Corona de Aragón

2.3.- Actividades económicas

EL proceso de repoblación y colonización se acompañó de una serie de


transformaciones económicas y sociales de enorme importancia.

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Entre los siglos VIII y X los focos cristianos de resistencia vivieron una fase de
estancamiento económico que contrastaba con la prosperidad del califato de Córdoba.
En general se mantuvieron las tendencias de la época visigoda: ruralización y economía
cerrada, basada en agricultura y ganadería de subsistencia, con poca actividad mercantil
y escasa circulación monetaria. En las regiones colonizadas se impuso una agricultura
de secano, con predominio del cereal y la vid. La técnica de cultivo más frecuente era la
de año y vez. La ganadería, a menudo estabulada, era, sobre todo, ovina y bovina y se
alimentaba de pastos que aún eran abundantes.
Sin embargo, a partir del siglo XI el proceso de colonización y repoblación,
favorecido por la desintegración del califato, permitió el inicio de una fase de
recuperación
• Se amplió la extensión de la tierra destinada a cultivos como consecuencia
del aumento de la población y se generalizó el uso de nuevas técnicas agrícolas:
el arado en lugar de la azada, los molinos de agua y de tracción animal. Además,
se produjo una diversificación en los cultivos.
• Se redujo la tierra dedicada a pastos y a partir del siglo XII los grandes
rebaños se hicieron trashumantes. En los primeros momentos, se
desarrollaron mestas, asociaciones de pastores de carácter local para regular los
movimientos del ganado y
resolver pleitos con
agricultores. Alfonso X el
Sabio constituyó en 1273 el
Honrado Concejo de la
Mesta, refundiendo las mestas
anteriores. Su principal
función fue la de regular los
movimientos de la cabaña
ganadera trashumante y
resolver los pleitos con
agricultores. Para ello se
diseñaron cañadas o caminos
que discurrían entre las zonas
cultivadas por los que debía

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transitar el ganado ovino desde los pastos de invierno a los de verano. Las más
importantes fueron la leonesa, la segoviana y la manchega. Los objetivos de la
Mesta eran muy variados: había que explotar los enormes territorios ocupados
por Fernando III con una escasa demografía, beneficiar y controlar a la nobleza
e Iglesia, dueños de los inmensos rebaños, y homogeneizar la explotación del
medio rural sometida a muchas particularidades por los fueros y costumbres de
la repoblación. La gran cantidad de privilegios con los que cuentan estas
instituciones entraron muchas veces en conflicto con los intereses de los
agricultores, que en general los monarcas resolvieron en beneficio de los
ganaderos, pues gran parte de los rebaños era propiedad de la nobleza y la
Iglesia que ejercían presión sobre el monarca y porque el tesorero real se
beneficiaba de los impuestos derivados del comercio de la lana.
• Por otra parte, desde el siglo XI se asiste a un cierto renacimiento de la vida
urbana, sobre todo, en torno al Camino de Santiago. Estas ciudades se
convirtieron en centro de producción de manufacturas y de intercambio de
productos. En este sentido, destaca en Castilla la producción de paños (Segovia,
Toledo, Zamora, Cuenca) y a final de este periodo las ataranzas y las ferrerías en
el País Vasco; y en la Corona de Aragón, la industria textil (junto a la industria
lanera, la del algodón, cáñamo y lino) con centro en Barcelona. Con el desarrollo
artesanal aparecieron en Cataluña los gremios o cofradías*, que organizaban a
sus trabajadores en tres escalones: maestros, oficiales y aprendices.
• La dinamización del comercio se vio favorecida por el desarrollo del Camino
de Santiago, el crecimiento urbano y el cobro de parias por los reyes cristianos,
que inyectaron grandes cantidades de oro y plata a las deprimidas economías del
norte y extendieron la moneda como medio de pago. A los mercados ordinarios
se añadieron los extraordinarios o ferias* a partir del siglo XII. El comercio
marítimo estuvo en manos de extranjeros y empezó a adquirir importancia en la
Corona de Aragón, orientado hacia el Mediterráneo. Aún así no podía
compararse con el de otras ciudades italianas del Mediterráneo, como Génova o
Venecia. El desarrollo de este comercio motivó la aparición de instituciones
adecuadas como la Hermandad de la Marina de Castilla en Vitoria (1296) o el
Consulado del Mar* en Barcelona (1282)

2.4.- Organización política. Instituciones

Sobre los territorios que habían quedado libres de la ocupación musulmana


comenzó a gestarse desde el siglo IX una nueva organización política, que acabó
configurándose como una monarquía. Aunque a los monarcas se les reconocían
numerosos poderes (jefatura del ejército, potestad legislativa, administración de justicia
y gobierno), en la práctica su capacidad de actuación se limitaba solo a las tierras de
realengo. A partir del siglo XI se impuso el principio de sucesión hereditaria, recayendo
el trono en el primogénito varón, aunque en casos extremos podía acceder al trono una
mujer. Esta característica favoreció la estabilidad de la institución al evitar los conflictos
sucesorios. Pero aun así estos conflictos fueron frecuentes, dado el carácter patrimonial
de la monarquía. La tendencia de algunos monarcas a considerar su reino como
patrimonio particular generó dos situaciones de signo opuesto: por un lado, la
unificación de diferentes territorios como consecuencia sobre todo de enlaces
matrimoniales, y por otro, la división del reino en varios como consecuencia del reparto
entre los herederos.

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No obstante, la autoridad real no tenía la misma consideración en Castilla que en
Aragón. Mientras en la Corona de Castilla el poder real tenía un origen divino, aunque
no absoluto; en la de Aragón tenía un carácter pactista*: era fruto de un pacto entre
gobernantes y gobernados. Además, desde el siglo XIII la nobleza consiguió que un
Justicia de Aragón* se convirtiera en juez de litigios entre los nobles y de los
suscitados entre éstos y el rey.
El organismo más
importante de la
administración estatal era la
Curia regia* formada por los
oficiales palatinos y los
magnates del reino. De sus
reuniones ordinarias nacerá
en el siglo XIII el Consejo
Real, y de las extraordinarias
las Cortes*. Las primeras
Cortes españoles aparecen en
el reino de León hacia 1188,
en tiempos de Alfonso IX,
unos años más tarde
aparecerán las de Castilla; sin
embargo, habrá que esperar al
siglo XIII para que aparezcan
las primeras Cortes en Navarra y en la Corona de Aragón. Aquí cada reino tenía sus
Cortes independientes, aunque en ocasiones se reunían con carácter general para toda la
Corona. Las Cortes medievales eran convocadas por el rey y reproducían la estructura
estamental de la sociedad, pues estaban compuestas de tres brazos, que deliberaban por
separado, y su voto era por estamento. Aunque sus atribuciones no están todavía muy
claras parece que en ellas se votaban los impuestos extraordinarios y se atendían las
consultas del rey en asuntos de especial importancia.
Por tanto, ni la composición ni las funciones de estas Cortes primitivas son
equiparables a las de las Cortes o Parlamentos constitucionales, pues no eran
representativas de la voluntad general de la población, no tenían poder legislativo y no
disponían de instrumentos legales para controlar el poder del monarca.
En el terreno jurídico la gran novedad fue la introducción, en el siglo XIII, del
ius commune, es decir, del derecho canónico en el terreno eclesiástico y del derecho
romano en el ámbito civil. En Castilla será Alfonso X el introductor del derecho romano
a través de las Partidas. Este derecho ofrecía abundantes elementos para fortalecer la
imagen y los poderes del monarca y en definitiva, para reforzar el proceso
uniformizador y centralizador de los reinos. Por su parte, en Cataluña Ramón Berenguer
I decidió a mediados del siglo XI redactar un nuevo código, los Usatges que no se
completaron hasta el siglo XIII.
A nivel municipal la institución más representativa en Castilla eran los concejos,
que en el transcurso de los siglos XI al XIII fueron ganando autonomía con respecto a
los delegados del poder regio. Aunque considerados como paradigma de democracia y
de autonomía con respecto al poder monárquico, hoy se sabe que las magistraturas
municipales estaban reservadas, desde fines del siglo XIII, a los caballeros; y con
respecto a las libertades y participación democrática que caracterizo a las villas en un
primer momento fue limitándose a medida que pasaba el tiempo. Esta pérdida de

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libertades fue aún más acusada en el caso de las localidades incorporadas a señoríos,
donde los cargos municipales eran designados por el propio señor.
En cambio, en Navarra y en la corona de Aragón la constitución de los
municipios como entidades autónomas es más tardía. No se produjo hasta el siglo XIII.

3.- LAS TRES CULTURAS PENINSULARES

3.1.- Convivencia e intolerancia

Durante toda la Edad Media, tres culturas coexistieron en la Península: la


cristiana, la musulmana y la judía. EN los primeros siglos los contactos entre cristianos
y musulmanes eran escasos. En los reinos cristianos del norte no había musulmanes, y
el único conocimiento de la civilización islámica era la que traían los mozárabes. En el
lado andalusí, aunque los musulmanes respetaron a los cristianos pronto surgieron
conflictos.
A partir del siglo XI la situación se hizo más conflictiva. A ello contribuyó la
propaganda religiosa, propiciada por la Iglesia en los reinos del norte y la intolerancia
de almorávides y almohades. Por otra parte, como consecuencia de las conquistas
aumentó el número de musulmanes en territorio cristiano. Estos en principio
conservaron sus propiedades, al menos en el campo, pero pronto optaron por emigrar
hacia el sur y establecerse en el reino de Granada. Solo en algunas zonas donde esta
población era imprescindible para el desarrollo de la agricultura, en el valle del Ebro o
en las huertas de Andalucía y Murcia los señores se encargaron de protegerlos de las
presiones de la Iglesia.
En cuanto a las comunidades judías, en principio, en Al-Ándalus fueron
toleradas. Pero, a partir del siglo XI, con la llegada de almorávides y almohades la
situación empezó a cambiar. Su situación en el lado cristiano no fue muy diferente, a
partir del siglo XIII comenzaron a producirse algunas persecuciones.
Aunque es cierto que, entre las elites más cultas el conocimiento y la
convivencia entre las tres comunidades fue en aumento, como lo demuestra el esplendor
o la diversidad cultural en la corte de Córdoba o de Toledo.

3.2.- Cultura

A) De las escuelas monacales a las primeras universidades. En estos siglos la


gran mayoría de la población era completamente analfabeta. Las actividades
intelectuales estaban en manos de la Iglesia. La producción literaria se
desarrolló en los grandes monasterios donde los monjes copiaban los libros
para su difusión. En la zona occidental, la influencia mozárabe fue decisiva a
la hora de seleccionar los libros que debían circular. En cambio, en el Pirineo
oriental, el influjo más notable era el carolino. Por ello allí se impusieron
rápidamente el rito romano y la letra carolina.
A partir del siglo XII, con el renacimiento de la vida urbana, adquirieron
gran importancia las catedrales. Surgieron así las escuelas catedralicias que
impartían una instrucción elemental dirigidas a los hijos de la burguesía y de
la pequeña nobleza urbana, e incluso al clero. En algunas catedrales (Toledo,
Segovia) se crearon también escuelas superiores en las que enseñaba teología
y artes liberales (trívium y quadrivium)

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Finalmente, a partir del siglo XIII la cultura fue despojándose del tono
clerical, apareciendo entonces las primeras universidades. Tras el intento
fallido de Palencia, las primeras fueron las de Salamanca y Valladolid en
Castilla y la de Lérida en la Corona de Aragón. Además de la facultad de
Artes, cuyos estudios tenían cierto carácter preparatorio, estas primeras
universidades tenían otras tres facultades: Derecho, Filosofía y Medicina.
B) Aparición de las lenguas romances. Aunque el latín continuó dominando en
los textos oficiales y en la producción eclesiástica, a partir del siglo XI
comenzaron a difundirse las lenguas romances, primero entre la
población, y rápidamente entre la producción literaria. Los textos más
antiguos en castellano datan de este siglo las Glosas Silenses y, poco
después, en el siglo XII el poema del Mío Cid. En el siglo XIII, con Alfonso
X el castellano se convirtió en idioma oficial. La lengua gallega adoptó
forma escrita a través de la poesía con las cantigas.
C) La Península como puente cultural. La conquista de Toledo significó un
inevitable trasvase de elementos entre cristianos, musulmanes y judíos. De
ahí que se halla hablado con frecuencia de la Península como “eslabón entre
la cristiandad y el Islam”. Estos contactos alcanzaron su momento cumbre
con la creación de la Escuela de Traductores de Toledo*, fundada a
comienzos del siglo XII, y que, en la segunda mitad del siglo XIII, bajo el
amparo de Alfonso X el Sabio, alcanzó su máximo esplendor. En ella se
traducían las obras del árabe al castellano y después un clérigo las traducía
del castellano al latín. De este modo se difundió por el Occidente cristiano
gran parte del conocimiento perdido de la Antigüedad griega y de la ciencia
del mundo islámico.
Pero la España cristiana mantuvo también un intenso contacto con la
cristiandad europea. El principal vínculo de esta comunicación lo constituyó
el Camino de Santiago, que pronto se convirtió en una de las vías de
intercambio económico, artístico y cultural (desarrollo del arte románico)
más importantes de toda Europa, ya que atravesaba todos los territorios
cristianos occidentales de la Península y los ponía en contacto con el resto de
Europa. En el siglo XII, Santiago de Compostela era ya el centro de
peregrinación más importante de la cristiandad. La afluencia de gente era tan
masiva que apareció una guía para peregrinos: el Codex Calixtinus

3.3.- El arte

Durante estos años el arte de los reinos cristianos experimentó grandes cambios,
sucediéndose distintos estilos artísticos:
En primer lugar, el arte
asturiano, que floreció
exclusivamente en este reino,
alcanzando su mayor esplendor en la
segunda mitad del siglo IX (Santa
María del Naranco, San Miguel de
Lillo o Santa Cristina de Lena). En
sus construcciones se emplearon
algunos elementos que se
generalizaran en el arte románico: la

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bóveda de cañón reforzada en el interior con arcos fajones y en el exterior con
contrafuertes.
El arte mozárabe es más tardío –siglo X- y es representativo de la población
cristiana que había huido de territorio musulmán y se había asentado en las zonas vacías
del valle del Duero. Sus iglesias rurales (San Miguel de la Escalada en León o San
Cebrián de Mazote en Valladolid) se caracterizan por la incorporación de algunos
elementos propios del arte árabe como el arco de herradura de tipo árabe o el alfiz.
Destacan también las miniaturas con las que se ilustraban los libros litúrgicos de los
monasterios medievales (miniaturas del Beato de Liébana).
En el siglo XI el Camino de Santiago se convirtió en la principal vía de
transmisión del arte románico (siglos XI y XII), caracterizado por su carácter
simbólico y el predominio del muro sobre el vano. (Catedral de Jaca, San Martín de
Fromista, Catedral de Santiago, etc). Además de las iglesias, también nos han llegado
obras civiles, como las murallas defensivas de numerosas ciudades y la gran cantidad de
castillos de todo el territorio que fue frontera a lo largo de los siglos. En el terreno de la
pintura los grandes conjuntos al fresco como los del Panteón de San Isidoro de Sevilla
en León o los de las iglesias de Tahull, en el Pirineo catalán.

Ilustración 1 Interior de San Martín de Fromista

Ilustración 2 San Isidoro de León

En el siglo XII llega, con la orden cisterciense, un nuevo tipo de monasterios,


más austeros y cubiertos de bóvedas de crucería, que preludian la llegada del estilo
gótico. El nuevo estilo, que se impuso en el siglo XIII se caracteriza por su carácter
naturalista y el ansia de verticalidad y luminosidad (catedrales de Burgos, León,
Toledo…)

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Ilustración 3 Catedral de León

El papel de puente entre la cristiandad y el Islam también estuvo presente en las


artes plásticas. El mejor ejemplo de ello lo constituye la arquitectura mudéjar (siglo
XII al XVI), que combina los elementos constructivos de los grandes estilos
internacionales (románico y gótico) con la tradición decorativa del arte musulmán: el
ladrillo como material fundamental, las cubiertas con armaduras de madera y arcos de
tipo islámico (sinagoga de Santa María la Blanca en Toledo o el Alcázar de Sevilla).

Ilustración 4 Catedral de Teruel

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