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República Bolivariana de Venezuela.

Universidad Bicentenaria de Aragua.

Facultad de Ciencias Administrativas y Sociales.

Vicerrectorado Académico.

Escuela de Psicología.

Informe

interpretativo

Docente: Vidal Sáez.

Estudiante: Franco José Maracara Cardozo.

Cedula: 29.503.344
Introducción:

La psicología del adulto y del desarrollo se ocupa de todos los


cambios del pensamiento, vivencias y conductas durante todo el ciclo vital de
la persona. Por tanto, nadie duda de que pueda hablarse de una psicología
del desarrollo de la edad adulta. Los procesos de cambio, sin embargo,
ofrecen características distintas en unas y otras edades, aún a pesar de que
puedan existir causas comunes, el desarrollo en la edad adulta se ve
marcado por acontecimientos típicos, propios de la edad: la jubilación,
enfermedades crónicas, nuevos roles, como el de abuelos, pérdidas
familiares o la proximidad de la muerte. El desarrollo de la edad adulta es,
por tanto, cualitativamente distinto al de épocas anteriores. Estudiando las
pautas del desarrollo descriptivo que proponen Martin y Kliegel (2004)
podremos acercarnos mejor a la comprensión de un tema tan actual, La
adultez es una de las etapas del ciclo vital que históricamente han sido
invisibilizadas, a escala tanto internacional como nacional, y ello ha
contribuido a que la adulta se convierta en una población con débil
reconocimiento de sus derechos y, por ende, con una pobre exigibilidad de
estos, incluso en lo que atañe al derecho a la salud; así, se favorece el
deterioro en la calidad de vida y en la salud de adultos. Tal situación se debe,
a que, subsumidos en los ámbito de lo laboral y de lo económico, se ha
generado un distanciamiento de su desarrollo humano integral, el identificar
los diferentes aspectos que influyen en el desarrollo de la etapa de la adultez
que permiten el desarrollo humano integral y el paso a la etapa de la vejez a
través de la búsqueda, la recopilación y el análisis de documentos, se genera
una propuesta de la adultez desde el desarrollo humano y el ciclo vital, y
desde lo conceptual, lo normativo y lo generacional.
El desarrollo tiene lugar cuando se observan cambios duraderos. En la
persona coinciden el cambio y la estabilidad, dado que los cambios de las
diversas competencias personales transcurren a distintas velocidades y en
su interacción producen cierta estabilidad, por ejemplo, en la autonomía de la
persona o en su bienestar (Martin y Kliegel, 2004). Las diferencias en los
cambios indican que el desarrollo adulto puede manifestarse
multidireccionalmente, es decir, en algunas competencias de manera estable
y en otras aumentando o disminuyendo.

Se ha logrado un avance en la esperanza de vida del ser humano que


la ha prolongado más años, en especial en donde las condiciones de salud
se han elevado, conjuntamente con ambientes más propicios y los estilos
sanos de vida. Claro que sin olvidar que las genéticas también influyen, el
conocimiento en Occidente, bajo los patrones de la ciencia en su conjunto,
ha colaborado en obtener logros conceptuales con relación a las últimas
etapas de la vida del ser humano que conocemos como viejo, anciano, o
persona de edad.

La vejez, vista como cualidad, cada vez se aleja de términos que la


deshumanizan. En tal sentido debemos diferenciar palabras que identifican
diferentes aspectos y representan diferentes repercusiones. Por ejemplo,
senectud referida esencialmente a procesos biológicos y senilidad a
procesos psicológicos.

Con el proceso de especialización que caracteriza a la modernidad, se


construye un campo específico y múltiple de conocimiento que desde los
organismos mundiales ubican a esta población entre los 60 o más años. Se
tiene como problemas que se le denomina generalmente “tercera edad”
cuando ésta correspondería realmente al climaterio y la cuarta es para los
adultos mayores, o se le pone nombres románticos como “plenitud o años
dorados” a partir de los 60 años, que se alejan de la ciencia y de la verdad,
en la que debemos educarnos desde pequeños.

El desarrollo, que incluye a la vejez, y la muerte, son inevitables.


Además, ha habido negligencia al preparar una estructura para proveer
servicios y soporte para los adultos mayores quienes pronto ocuparán una
tercera parte de la población pues nuestra pirámide de población e irá
envejeciendo y para colmo los proyectos de jubilación que existían no
pudieron ser llevados a cabo por falta de financiamiento para la cantidad de
personas que ahora viven más años y la enorme cantidad de adultos
mayores que no les alcanza su jubilación o que simplemente carecen de
dicho apoyo.

Así mismo, en nuestro país (como en muchos otros) se vive la


ambivalencia de haber atesorado como gran valor a la juventud, la casi
desintegración de la familia extensa, dejando más espacio a la nuclear, en
donde se dejan fuera a los “abuelos”, quienes antes convivían diariamente
con todos los miembros de la familia de diferentes edades, lo cual los
estimulaba afectiva e intelectualmente; dándose que a su vez funcionaban
como maestros de las siguientes generaciones que aprovechaban su
sabiduría. No se necesitaba casi de asilos para ancianos.

Este hecho permite investigar la relación entre los cambios y las


distintas competencias. Esta es la intención del estudio de Berlín de Mayer y
Baltes (BASE, 1996) que analiza el transcurso de los recursos cognitivos,
emocionales, mentales, corporales y sociales a los 70 años. Schaie (1996), a
su vez, dirige desde 1956, con un mismo propósito, el Seattle Longitudinal
Study (SLS) sobre la interacción de los cambios en el rendimiento intelectual
y los estilos conductuales en la edad adulta. A la hora de equiparar muestras
y dadas las grandes diferencias en la manera de envejecer, se intenta buscar
y definir propiedades comunes en grupos de la misma edad. Ante todo, se
suelen estudiar los aspectos funcionales del bienestar (Gerok y Brandstädter,
1992).

Actualmente se vive en medio de la influencia de los medios de la


comunicación masiva que alaban a la juventud y olvidan “poner en la
fotografía familiar” a los abuelos y darles su lugar como “los maestros”, “los
sabios”, quienes pueden brindar su experiencia. Así podemos recordar al
personaje de García Márquez (6): Juvenal Urbino en donde refiere a las
costumbres de su época versus las inconveniencias de “la modernidad”. o
Jeremías de Saint-Amour, un cristiano a la antigua que consideraba que la
vejez era un “estado indecente” que debía impedirse a tiempo.

Las personalidades de las personas mayores, que surgen de estos modelos


de adaptación- en términos generales- pueden ser los siguientes:

 Personalidad armónica, integrada y adaptada a la vida y sus


circunstancias
 Personalidad blindada, cerrada, defensiva, conservadora
 Personalidad pasiva-dependiente
 Personalidad desintegrada, en personas mayores pesimistas, con
enfermedades crónicas y degenerativas, dependientes, marginadas,
con experiencias tristes y fracasos múltiples en el pasado.

Como debemos fijarnos más en lo positivo, quiero destacar, sobre todo,


algunas de las características de las personas mayores adaptadas a la vida y
a la vejez:

 Estas personas suelen estar libres de ideas erróneas y


estereotipadas.
 Suelen tener un gran sentido de la realidad
 Se conocen suficientemente a sí mismas
 Tienen capacidad de disfrutar de la vida y del sentido del humor
 Tienen la percepción de que la vida merece la pena vivirse y, además
que la vida tiene sentido
 Saben sacar provecho y adquirir experiencia de los acontecimientos
ya vividos en el pasado, aunque sean tristes
 Tienen buena capacidad de comunicación y entendimiento con otras
generaciones
 Tienen capacidad de relacionarse con los demás, y de establecer
relaciones sociales gratificantes y provechosas
 Establecen conformidad con la vida presente
 Aceptan serenamente el devenir del tiempo, y lo que ello puede traer
consigo

Estos pensamientos expuestos, aunque son sencillos, tienen un gran


valor práctico y nos sirven para ser conscientes y reflexionar sobre el gran
valor que tiene la personalidad de los mayores para vivir mejor y, para
apreciar los grandes beneficios que reporta el adoptar actitudes positivas
ante la vida, ante los demás y ante las consecuencias negativas inevitables
del envejecimiento. Asimismo, hay que reconocer que la personalidad es en
realidad el único valor que verdaderamente poseemos, y lo poseeremos
hasta el final de nuestras vidas, siempre que no perdamos las facultades
mentales.

Para concluir este apartado, una última teoría que adecua la


investigación a todo el desarrollo humano y se basa en el concepto de la
psicología de los ciclos vitales (Baltes, 1990; Thomae, 1979). Esta
concepción asume el continuo proceso de cambio y estabilidad de la persona
desde el nacimiento hasta la muerte. En ella se considera que la variabilidad
interindividual de los sucesivos cambios adquiere un mayor significado
normativo con la edad. Tres tesis caracterizan esta concepción (Thomae,
1979): 1. En cada etapa de la vida pueden observarse cambios psíquicos;
también en la edad joven y madura. 2. Al mismo tiempo, en cada etapa, aún
en la niñez y la juventud, aparece una constante de la conducta y la
experiencia. 3. La variabilidad interindividual en la conducta y la experiencia
queda demostrada en cada una de las etapas vitales. En una posterior
ampliación, Baltes propuso siete principios para su psicología del desarrollo
del ciclo vital, de los que sólo mencionaremos los cuatro más importantes
(Baltes, Lindenberger y Staudinger, 1998):

1. La idea central pone su acento en el desarrollo continuado, a lo


largo de toda la vida. El desarrollo ontogenético es un proceso
sin fin, en el que no existen momentos o espacios prioritarios.
Siempre pueden ocurrir procesos continuos acumulativos o
procesos discontinuos innovativos. Esto significa, dentro de una
perspectiva orientada hacia los recursos personales, que todos
los campos son igual de importantes para el desarrollo,
teniendo siempre en cuenta las características, metas o
exigencias particulares de cada edad.

2. El desarrollo de todo el ciclo vital está caracterizado por una


multidireccionalidad y una multidimensionalidad inter e
intraindividuales. La multidimensionalidad indica que el
desarrollo no corre de forma paralela, sino diferencial, entre los
distintos ámbitos de las conductas o recursos (p. ej.: en las
relaciones sociales y la cognición) y también dentro de esos
mismos ámbitos (p.ej.: dentro de la cognición que puede
referirse a una inteligencia fluida, como en la elaboración de la
información, o a una inteligencia cristalizada, como en las
estrategias cognitivas y la adquisición de conocimientos).

3. En relación con este tema, se advierte que el desarrollo vital es


un doble juego entre pérdidas y ganancias. Mientras que al
principio predominan las ganancias, estas van cediendo con el
paso del tiempo en campos concretos. Pero siempre, aún en
edades superiores, pueden constatarse nuevos recursos,
aunque no sean muy numerosos.

4. Un concepto básico es la plasticidad, que define la


adaptabilidad intraindividual en los aspectos psicosociales. En
una serie de estudios sobre el training con el método “Testing
the Límits”, en el que se entrena a las personas en el
rendimiento de la memoria, hasta que ya no muestran nuevas
mejoras, se comprueba que todavía puede alcanzarse una alta
capacidad de mejora en personas mayores, manteniéndose las
diferencias correlativas entre los distintos grupos de edad. Se
distinguen tres tipos de plasticidad: el rendimiento de partida,
es decir, el nivel adquirido sin entrenamiento alguno; la reserva
de capacidad de inicio, es decir, el límite superior de los
resortes disponibles activados (p. ej.: por medio de un gran
interés y esfuerzo) y, por último, la reserva de capacidad de
desarrollo, es decir, el nivel de rendimiento que puede
adquirirse en el training y la intervención (Baltes, 1990, p. 12).

Finalmente, estos principios se deberían cumplir también en las


relaciones interpersonales que se establecen en las Asociaciones, colectivos
y Centros de Mayores (entre el equipo directivo y los socios y los propios
socios entre sí).

Conclusión:

Es necesario generar mecanismos para el reconocimiento y el auto -


reconocimiento de los adultos y de la etapa de adultez, tomando en cuenta la
generación a la que pertenecen dichas personas, y permitir de esta forma la
exigibilidad de derechos, el ejercicio de su ciudadanía plena y el
mejoramiento de su calidad de vida y de su salud, de tal manera que vivan
su adultez a plenitud, y sin deterioros alcancen una vejez feliz, La adultez es
una de las etapas más extensas y relevantes del desarrollo del ser humano.
Al igual que las demás del ciclo de vida, se constituye en una categoría
socialmente construida, y en ella se observa el resultado del desarrollo de las
etapas anteriores. En los diferentes grupos humanos, hay algunas
diferencias de significado que la cultura le da a este proceso de
transformación y desarrollo. Al llegar a la etapa de adultez, se ha acumulado
una serie de potencialidades adquiridas durante las etapas de formación,
crecimiento y determinación. Al inicio de esta etapa, el ser humano se halla
sometido a las crisis más fundamentales de la vida: el inicio de la etapa
laboral, la formación de su propia familia, el hecho de afrontar la
incertidumbre laboral y la separación de su núcleo parental, que le generan
un gran deterioro biológico, psicológico y social. Se requiere la construcción
de una política pública en salud para la población adulta, que permita, a
través del análisis de la determinación social, visibilizar las brechas de
inequidad en salud para los adultos. Todo ello, en busca de un adecuado
tránsito generacional y del desarrollo de una vejez feliz. Para su
construcción, es necesario tener en cuenta algunas orientaciones: no ver la
etapa de adultez solo como una edad cronológica, sino como el inicio del
proceso de la madurez cognitiva, de desarrollo social y de ampliación de
responsabilidades que hace parte de un transcurrir vital; es decir, de un
continuo vital.

Bibliografía:
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