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Como es expuesto en el texto del que procede este ensayo, a lo largo de la

evolución histórica del Derecho Penal, y en concreto, de la Dogmática relativa


a está área jurídica, es imperativa la obtención de un concepto de delito, y de
manera particular al caso que nos atañe, el de el concepto de acción dentro
de los esquemas vigentes del delito, este concepto ha tenido su evolución
propia, dentro de la cual ha superado barreras que limitaban drásticamente
aquello que se podía considerar conceptualmente como delito (o buscando
englobar comportanmiento de manera forzada), y que sin embargo, a la luz
de la lógica y razón humanas resultaba obvia su naturaleza perniciosa, lo que
trajo como consecuencia que por acción se comprendan no sólo los
movimientos corporales en un plano positivista, sino que en si, cualquier
clase de comportamiento dominable por la voluntad humana, pudiedo ser
este positivo o negativo, tomando las debidas precauciones de excluír
conductas que ante el Derecho resultan irrelevantes, aunando a lo antes
mencionado al excluír toda conducta no humana, partiendo de la premisa de
la ausencia de inteligencia y voluntad de las cuales si goza el ser humano,
observada en los animales y demás objetos y fenómenos de la naturaleza, y
desarrollando con respecto a parte importante del concepto vigente, todo acto
no regulado por la razón y la voluntad humana, dirigido de esta forma a un
fin, según se ha denotado por el esquema finalista, en situaciones que
involucran fuerzas exteriores irresistibles, actos reflejo y faltas de conciencia,
pasando del mero elemento descriptivo objetivo, a un análisis, más profundo
(aunque más complejo), con los elementos adicionales subjetivos y
normativos.

A través de lo expuesto en el presente escrito breve, se puede argumentar


convincentemente que hemos tenido notorios avances, es decir, un
acercamiento considerable a la obtención de la verdad en la esencia de la
conducta criminal que resulta perniciosa no sólo para la víctima o parte
ofendida, sino que se aprecian sus efectos destructivos y degenerativos en el
tejido social en su conjunto e inclusive en el propio delincuente, que atenta
contra su propia dignidad humana con su comportamiento delictivo. Aunque a
su vez me gustaría de momento expresar mis reservas con respecto al
esquema funcionalista, visto como un posible, e incluso probable sucesor del
finalista, y de esta forma marcar con nitidez la frecuentemente olvidada
premisa de que el progreso cronólogico no es un necesario sinónimo de
progreso fuera de las ciencias y la tecnología, obviamente refiriendome en
este caso en concreto, al ámbito del pensamiento abstracto, del cual el
Derecho parte.

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