Está en la página 1de 13

EL PRINCIO DE CULPABILIDAD VISTO DESDE LA DOCTRINA Y LA

JURISPRUDENCIA

SUMARIO: -CONCEPTOS PRELIMINARES. (i).-DESARROLLO


CONCEPTUAL DEL PRINCIPIO DE CULPABILIDAD. (iii).-ANALISIS
JURISPRUDENCIAL. (iii).-LA CULPABILIDAD COMO LÍMITE Y
FUNDAMENTO DE LA PENA. -CONCLUSIONES.

Por: Alonso R. Peña Cabrera Freyre1

-CONCEPTOS PRELIMINARES

£ El discurrir del Derecho penal, de la pena y de la culpabilidad no ha


sido nada pacífico si se quiere decir, en el sentido de entender, que
estos límites y fundamentos al castigo institucionalizado, no fueron
siempre entendidos o dígase percibidos desde planos materiales y
fenoménicos en un proceso de atribución personal, sostenido sobre
una persona con libertad, discernimiento y voluntad conductiva, sino
que la sintomatología y las patologías, la personalidad del agente, las
actitudes del agente en sociedad y otros visibles e invisibles estados de
peligrosidad social, eran las que generaban la necesidad de reacción
punitiva, sin que fuese necesario la verificación de un acto dañoso para
con los intereses jurídicos fundamentales de la persona, el Estado y la
sociedad; de cierta manera, la reprobación se afincaba sobre
proclividades conductivas sin tener que expresar una externalidad
lesiva para con las libertades ciudadanas.

De hecho, mas allá lo que el Finalismo propuso metodológicamente y


traído a mas por el Funcionalismo, de lo necesario de apuntar a los
factores internos y externos de la imputación delictiva, esta solo puede
abrazar un acto como contenido; dicho esto en otras palabras: la
revisión dogmática del Derecho penal ajustado a los valores principistas

1 . Doctor en Derecho, Profesor de la Maestría en Ciencias Penales de la UNMSM,


Docente de la AMAG, Ex Fiscal Superior - Jefe de la Unidad de Cooperación Judicial
Internacional de la Fiscalía de la Nación, Magíster en Ciencias Penales por la UNMSM,
Título en Post-grado en Derecho procesal penal por la Universidad Castilla La Mancha
(Toledo-España), ex –Asesor del Despacho de la Fiscalía de la Nación. Autor de obras
de Derecho penal y Derecho procesal penal (Derecho Penal. Parte General. Teoría
General del Delito, de la pena y sus consecuencias jurídicas; Derecho Penal. Parte
Especial. 7 Tomos; Exégesis al nuevo Código Procesal Penal. 2 Tomos); Derecho Penal
Económico; Delitos contra el Patrimonio; Delitos contra el Honor y su conflicto con el
Derecho a la Información.
de las democracias, significó una redefinición cultural y filosófica,
donde la conducta humana es la pieza de desvaloración, siempre y
cuando aparte de la transgresión normativa, suponga una afectación a
los bienes jurídicos de mayor apreciación constitucional y a su vez que
responda a un criterio de libertad humana. Esto pareciese pues claro,
con la entrada en vigencia del corpus punitivo de 1991, en cuanto al
reconocimiento de un «Derecho penal del acto», sin embargo años
después de su entrada en vigencia, no falto, para que un legislador muy
atento en sofocar agudas demandas sociales de inseguridad ciudadana
y otros flagelos, procediese a dar plumazo a la inclusión de agravantes
genéricas y específicas, en evidente y franca alusión a prototipos de un
“Derecho penal de autor”, que pocos son renuentes en decirlo; y esta
dirección política criminal ha ido cubriendo un norte desalentador, en
las constantes reformas que ha tomado lugar sobre todo en la parte
especial del CP. Es así, que el operador judicial debe estar atento a
estas realidades normativas a fin de ajustar el empleo del Derecho penal
a estándares de racionalidad y, entendiendo a su vez, que estas
estratagemas teórico-conceptuales han de ser trasladadas al proceso
penal, lo que incide en la utilidad de la “dogmática penal” en la
practicidad.

Vincular el hecho al autor, no desde variables causalistas o


naturalísticas, es la idea de la presente reflexión sino desde criterios de
imputación llevadas a la humanización de la persona 2; como un ser
libre, consciente y responsable, por lo que su conducta interesará
siempre y cuando la lesión o la puesta en peligro al bien jurídico sea
obra suya –en términos normativos y sociales- y a su vez basado en una
relación anímica, de consciencia del RJD3 o mínimo -en algunos casos-
de previsibilidad. Como se dice en la doctrina, la culpabilidad tiene que
explicar por qué y bajo qué condiciones es lícito imponer al autor un
mal útil a la sociedad, pero que en caso concreto sacrifica la libertad del
individuo son compensación alguna4. Dicho de otra manera, cuales son
los factores que han de estar presente para que dicho estado de
desvalor pueda decirse que es obra del agente (no de la causalidad o del
destino) y que este lo condujo conforme a sentido, sabedor de sus
consecuencias; por lo que toda imputación delictiva que tienda en un
norte distinto, ha de ser descarta al sustraer al Derecho penal de
vértices sociales y normativos; este principio apunta a la racionalización

2 . En cualquier caso, en postulados Kantianos el autor debe aparecer en su hecho


como potencial persona en sí racional, esto es, como un hombre, como presente en el
hecho como persona «con sus capacidades plenas», que entonces es capaz de
comportamiento y de imputación (…); citado por Lesch, H.H.; cit., p. 42.
3 . Riesgo jurídicamente desaprobado.
4 . Couso Salas, J.; Fundamentos del Derecho Penal de Culpabilidad. Historia, Teoría y

Metodología, cit., p. 62.


del mismo acorde a las coordenadas de un orden democrático de
derecho.

Se dice así, que la culpabilidad no se opone a la humanización ni,


incluso, a la minimización de las penas criminales –sobre todo las
privativas de la libertad-, sino que impide la imposición de penas
arbitrarias (nulla poena sine culpa), desproporcionadas e inútiles5.

(i).-DESARROLLO CONCEPTUAL DEL PRINCIPIO DE CULPABILIDAD

£ De recibo, las nuevas adscripciones dogmáticas que habrían de


acuñarse con el cuerpo de codificación penal de 1991, -como se
sostuvo- fue de sentar las bases de un «Derecho penal del acto»6, esto
quiere decir, que la posibilidad de descarga punitiva legitima en un
orden democrático de derecho, se basa en la realización de una
conducta –que típica y antijurídica-, haya afectado y/o puesto en
peligro por obra del agente, en correspondencia con el principio de
«lesividad» contenido en artículo IV del Título Preliminar del CP.

En palabras célebres de JIMÉNEZ DE ASÚA, en el más amplio sentido


puede definirse a la culpabilidad como el conjunto de presupuestos que
fundamentan la reprochabilidad personal de la conducta antijurídica 7.
Nulla poena sine culpa – “no hay pena sin culpabilidad” -, es uno de los
grandes lemas del moderno Derecho penal ilustrado. Probablemente no
hay nadie que no esté de acuerdo con este lema 8. A decir de LESH, el
resultado perturbador ha sido definido desde el inicio de la distinción
hasta hoy, predominantemente, como una modificación real-empírica
del mundo exterior, esto es como una lesión –o puesta en peligro- a un
bien jurídico; puesto que esa modificación del mundo exterior, sin
embargo, se averigua independientemente de la persona del autor, se
requiere antes de afirmar la existencia de un delito, esto es para que
pueda constatarse definitivamente un hecho punible, aun otra

5 . Fernández Carrasquila, J.; Derecho Penal. Parte General, IDEMNSA, Lima, 2016, cit.,
p. 337.
6 . Con ese concepto, apunta Fernández Carrasquilla, se excluyen otras clases de

culpabilidad, como la culpabilidad de carácter o por la conducción de la vida, la


culpabilidad del ánimo, la simple mala voluntad (manifestada), el reproche penal de
los motivos o las actitudes morales, el sentimiento, etc., formas todas ellas, de
culpabilidad ética y no jurídica; Derecho Penal. Parte General, cit., p. 357.
7 . Jiménez de Asúa, L.; Principios del Derecho Penal. La ley y el Delito, cit., p. 352.
8 . Hassemer, W.; Fundamentos del Derecho Penal, cit., p. 270.
operación, o sea, la producción de una relación de conexión entre el
hecho y el autor, precisamente la imputación 9.

Lo dicho implica descartar cualquier clase de imputación delictiva, alejada


primero del desvalor del acto, que en sentido material ha de significar la
exteriorización en el mundo fenoménico, que transgresor de la normatividad,
haya mutado la realidad social circundante, en términos también de
“espiritualidad”, en cuanto a la afectación de bienes jurídicos supra-
individuales o institucionalizados. Es de verse así, que el reproche jurídico-
social que se patentiza en la ley penal requiere de un comportamiento humano
dirigido conscientemente por una persona (o mínimamente previsible en el
caso del delito “culposo”)10; es así que se puede determinar el grado de
pertenencia del acto lesivo con su perpetrador, que ingresando a su esfera de
organización personal haya tenido poder de dominio y control sobre el suceso
que ingresa al ámbito de protección de la norma y que ha afectado el interés
jurídico que es objeto de tutela por el tipo penal en particular. De esta
manera, el principio de culpabilidad se propone evitar que una persona
pueda ser tenida por medio para la realización de algún fin, es decir, se
propone evitar la vulneración de la dignidad de la persona (y ello no solo
como manifestación de una filosofía individualista y garantista, sino
también y, sobre todo, como reconocimiento de la corresponsabilidad
social en el delito)11.

Esto importa reconocer que las personalidades anti-sociales, las actitudes


contrarias a ciertos patrones morales o estados subjetivamente perceptibles de
peligrosidad, no pueden ser pues objeto de punición; mientras que el hombre
o la mujer no cometa un acto que alcance la contrariedad de las leyes como
las reglas de una mínima convivencia social pacífica no podrá ser alcanzado
por una pena o una medida de seguridad. Dicha afirmación se desglosa
directamente del numeral VIII del Título Preliminar del CP que consagra el
principio de «responsabilidad por el hecho», por lo que las proclividades
conductivas que no encierren tal grado de transgresión normativa no podrán
ser objeto de castigo por parte del Derecho penal.

Lo sostenido marca una pauta importante, en orden a elaborar el substrato,


sobre el cual debe construirse la imputación jurídico-penal, viabilizando un
análisis sistemáticamente ordenado, partiendo de que la relevancia jurídico-
penal de la conducta tiene que ver con criterios normativos y materiales a la
vez; así llevados a planos de “imputación objetiva” de que la conducta
incriminada supere los estándares normativos de lo “permitido” (en términos

9 . Lesch, H.H.; El concepto de Delito. Traducción de Juan Carlos Gemignani, Buenos


Aires-Barcelona-Sao Paulo-Madrid, cit., ps. 15-16.
10 . Así, Fernández Carrasquilla al señalar que esta es la culpabilidad en sentido amplio,

con arreglo a la cual nadie puede ser penalmente sancionado por un hecho
involuntario, imprevisible o incontrolable, es decir, por un movimiento o una
consecuencia que no han dependido de la propia o interna decisión del sujeto
agente; Derecho Penal. Parte General, cit., p. 338.
11 . Zugaldía Espinar, J.M. y otros; Derecho Penal. Parte General, cit., p. 311.
de utilidad social); pues de ser una conducta que por lesiva que haya sido
(lesiones o muerte de una persona), pero que es producto del azar, la
causalidad, el destino, atribuible a la esfera de organización de un tercero o
mediando la infracción de los deberes de autor-protección de la víctima, la
imputación debe descartarse; el sujeto puede haber estado vinculado con el
hecho pero de manera naturalística o causal, mas no desde un plano de
organización social y normativa.

Entonces, el planteamiento amplio del principio de «culpabilidad»,


define presupuestos de imputación delictiva de orden dogmático, pero
que a su vez penetran en cometidos de política criminal, en cuanto a la
prevención y a su vez la represión de los actos humanos más
perturbadores en sociedad. Cuando decimos que la pena debe ser
adecuada a la gravedad de la culpabilidad –señala CHOCLÁN
MONTALVO- nos referimos a la culpabilidad como criterio regulador de
la pena (culpabilidad en la individualización), en función del cual se
sienta la premisa básica de que la pena no debe rebasar el marco fijado
por la culpabilidad del hecho cometido por el autor - función reguladora
de la medición de la pena12.

(ii).-ANALISIS JURISPRUDENCIAL

£ Fíjese al respecto lo que se postula por parte de la Sala Penal Permanente en


el RN N° 1292-2021-Lima, que ni siquiera puede dar probática a unas
Lesiones graves seguidas de muerte, al señalarse que: “Considerando que la
causa de muerte del agraviado fue generada por la patología cardiaca
que padecía, es claro que este resultado no le es atribuible al procesado
a título doloso, por cuanto no era una condición que este hubiera
generado ni de la que tuviese conocimiento previo. En el mismo sentido,
se debe descartar una imputación a título de culpa, pues el resultado de muerte
era impredecible e inevitable, incluso si el procesado hubiese prestado auxilio
inmediato a la víctima, por cuanto este tenía una enfermedad cardiaca que ante
cualquier cuadro de estrés podría ponerse de manifiesto. Por lo tanto, en
atención al principio de culpabilidad y la proscripción de la responsabilidad
objetiva, el procesado debe responder únicamente por la acción inicial, mas no
por el resultado de muerte”. En todas estas posiciones que se asumen en
dicho considerando, queda excluida toda atribución delictiva que provenga de
resultados no dominados o controlados por la esfera personal de organización
del agente, sin defecto de que este responda hasta por lo que él genero.

Justo se encuentra al sujeto en contacto directo con un empaque que le acabó


de entregar un tercero; la dama -pareja del sujeto-, que se le ha intervenido
con cierta cantidad de sustancias prohibidas; quien empuja a otro y este
consecuencia de una enfermedad que padecía, por el susto pierde el equilibrio

12. Choclán Montalvo, J.A.; El principio de culpabilidad en la jurisprudencia del Tribunal


Supremo Español. En: Publicado en Dogmática y ley penal: libro homenaje a Enrique
Bacigalupo, Vol. 1, cit., p. 1.
y muere; al respecto en la Casación N° 724-2014-Cañete, la Sala Penal
Permanente de la Corte Suprema sostiene que: “La vulneración
del principio de culpabilidad en el presente caso no solamente es evidente
porque se ha condenado a los imputados por ser las últimas personas que
tuvieron «contacto físico” con el resultado de muerte del agraviado, es decir, por
una pura fenomenología naturalística no probada de que ellos lo hayan
producido..”, la pura constatación fáctica de un hecho, no puede de ningún
modo ser base de una imputación que requiere de una verificación que la
fenomenología lesiva haya sido pre-ordenada por la esfera consciente del
agente, que este la direccionó en tal sentido. Esto es, de llevar a cabo una
conducta, sabedor de sus consecuencias o de no haber tomado las
precauciones necesarias para evitar el resultado lesivo, en términos de
«previsibilidad».

Por lo que líneas más adelante –en la ejecutoria en cuestión-, se dice que:
“…también se habría vulnerado dicho principio, dado que en el considerando
cinco punto seis ha valorado como elementos de prueba incriminatoria idóneas
los Protocolos de Pericia Psicológica practicadas a los agraviados, donde se
concluye que Vargas Zamora “presenta una personalidad de rasgos inmaduros
y disociales”, y Gonzáles Espíritu “presenta una personalidad con acentuación
de rasgos inestables y disociales”; que, siendo esto así la condena
prácticamente se ha fundamentado en la personalidad de los imputados y no en
sus actos practicados, quebrantándose una vez más el principio de
culpabilidad, puesto que este principio impone que nadie debe responder
penalmente por su personalidad, o por su carácter…”; no es pues el carácter, la
personalidad o la actitud de vida lo que puede dar grado de fundabilidad y
sostenibilidad a la imputación delictiva, sino de la materialización de un acto
portador de acusada lesividad para con los bienes jurídicos amparados por la
ley penal. Así, pretender construir la responsabilidad penal sobre los
antecedentes que registra el inculpado, sin ninguna evidencia que pruebe que
él estuvo vinculado con la comercialización de la sustancia prohibida es
residenciar la culpabilidad sobre la base de un Derecho penal de autor; a la
misma consideración llegamos con la utilización de la “Habitualidad” – art.
46°-C del CP. A decir de MAIER, con respecto a la reincidencia, si ella
conduce a la agravación de la pena privativa de libertad que el autor
sufrirá por el hecho punible cometido se padecerá, por una parte, un
enfrentamiento con el derecho penal de culpabilidad a favor de un
derecho penal por la conducción de vida y, por la otra, de una
discriminación imposible de cohonestar, la existencia, en verdad, de dos
estatutos penales, ambos relativos a la pena privativa de libertad, uno
para autores no reincidentes y otro para reincidentes; El futuro del
Derecho Penal, cit., p. 374.

Interesante lo que se dice luego en la ejecutoria suprema, de que:


“Para mayor abundamiento se ha de subrayar que la constatación de la
lesión de un bien jurídico, en el caso de autos como el derecho a la vida,
por sí misma resulta insuficiente para determinar la responsabilidad
penal de una persona, máxime si más allá de la actividad que los
recurrentes Vargas Zamora y Gonzales Espíritu hacían [efectivos
policiales que cumplían su función en el Comisaría donde se suscitó el
evento delictivo], no existe prueba directa ni indirecta para sostener una
responsabilidad penal: la prueba pericial sólo es útil para determinar el
deceso de la víctima, pero no para probar la culpabilidad del autor o
autores”; lo útil, ha reconocer que la culpabilidad del autor, su
responsabilidad por el acto realizado necesita de una probática penal
que no solo de cuenta del suceso fáctico, propio de la lesión o la puesta
en peligro de un determinado bien jurídico (de que se encuentre un
cadáver, de que llegue un accidentado desangrando a un nosocomio, de
que se intervenga a un transportista con conteiner, que en su interior
haya droga prohibida, etc.); se necesita elementos de convicción, en
cuanto a evidencias u indicios de incriminación que puedan de manera
objetiva expresar que este lo cometió transgrediendo las reglas de una
convivencia social pacífica y de forma consciente y voluntaria (u de
manera negligente). Una cosa es la probática sobre la materialidad
delictiva, de que la víctima murió consecuencia de injerir un veneno,
estrangulado o de proyectil de arma de fuego y otra distinta es verificar
que este hecho lo ejecutó de manera consciente o negligente el
imputado; no olvidemos que estos son dos los objetos del juicio penal
para poder arribar legítimamente a una resolución judicial de condena.

En otras palabras, -como se señala en la ejecutoria in examen-, la


responsabilidad penal únicamente por el mero resultado no tiene lugar en
nuestro ordenamiento jurídico, se exige ineludiblemente que el agente lo
haya provocado dolosa o culposamente y que ello se encuentre
suficientemente probado; dicho en otros términos la única posibilidad de
sostener legítimamente la responsabilidad del agente por el suceso
fáctico constitutivo de la lesión al bien jurídico, es que haya suficientes
pruebas que determinen que este lo generó como obra suya y no como
consecuencia de factores ajenos a su esfera de atribución personal y
que sabía perfectamente lo que estaba haciendo. O en todo caso, en
manifiesta negligencia de la realización del riesgo permitido que
ocasionó la muerte del sujeto pasivo.

Del concepto de culpabilidad, señala CHOCLÁN MONTALVO, deberían


eliminarse los momentos referidos a la personalidad, hablando,
entonces, de una “pura” culpabilidad por el hecho, conforme a la cual
deberían quedar fuera de consideración desde el punto de vista de
culpabilidad, la vida del autor anterior al hecho y las penas sufridas, la
peligrosidad y la energía delictiva, el carácter, la actitud del autor y su
comportamiento con posterioridad al hecho 13. Así, LÓPEZ BARJA DE
QUIROGA, al postular que (…) la culpabilidad no se fundamenta ni en
el carácter del autor ni en la conducta de su vida, sino en el hecho
realizado; por ello se habla de culpabilidad por el hecho. Para nada
importa el carácter o la conducta antisocial del autor anterior o
posterior al hecho, no tampoco por ello, aunque es discutido, que haya
cometido con anterioridad otros hechos delictivos por los que ya había
sido condenado14.

£ Lo otro a considerar, que debe existir una vinculación anímica del


autor con el hecho; la pertenencia por tanto no solo puede postularse
con la tenencia fáctica de un objeto que puede llevar en su interior un
contenido ilícito, sino que el principio de culpabilidad demanda una
vinculación anímica del autor con el acto, lo cual implica hacer alusión
a factores de «imputación subjetiva». El TC en la sentencia recaída en el
Exp. N° 01873-2009-PA/TC (fundamento 12), señala que: “Principio de
culpabilidad, que establece que la acción sancionable debe ser imputada
a título de dolo o culpa, lo que importa la prohibición de la
responsabilidad objetiva; esto es, que solo se puede imponer una sanción
si es que la conducta prohibida y su consecuencia están previstas
legalmente. En el caso del derecho penal, es más sencillo apreciar cómo
opera este principio, puesto que además de la tipificación realizada en el
Código Penal y de indicarse las sanciones que se pueden imponer a
título de culpa o dolo, se establecen los parámetros necesarios para que
la sanción no resulte arbitraria o desproporcionada (mínimos y
máximos)”. Así, cuando en otra ejecutoria el TC nacional sostiene que:
“(…) el principio de culpabilidad opera como un límite a la potestad
sancionatoria del Estado, ya sea de tipo penal o administrativa. De ahí
que la sanción, penal o administrativa, solo puede sustentarse en la
comprobación de responsabilidad subjetiva del agente infractor de un
bien jurídico (cfr. Sentencia 01287-2010-AA/TC, fundamento 9).

13 . Choclán Montalvo, J.A.; El principio de Culpabilidad en la Jurisprudencia del


Tribunal Supremo Español. En: Dogmática y Ley Penal – Homenaje a Enrique
Bacigalupo, T. I, Marcial Pons, ediciones jurídicas y sociales SA, Barcelona – Madrid,
2004, cit., p. 91.
14 . López Barja de Quiroga, J.; Connotación constitucional del Principio…, cit., p. 157.
Basados en tales premisas, es que se postula que todo este arsenal
dogmático referido al principio de culpabilidad ha de ser trasladado al
proceso penal, en cuanto a la comprobación mediante evidencias de
incriminación (medios de prueba en etapa de juzgamiento) que el
imputado era consciente o le era mínimamente previsible el riesgo no
permitido15 (“imputación subjetiva”), generado por su conducta y a su
vez, que estaba en capacidad de amoldar su conducta al directivo
normativo (“imputabilidad”). Si no se da esto último, implica la
necesidad de activarse el proceso de seguridad previsto en el Libro V del
CPP16, que de probarse su responsabilidad en términos procesales, la
consecuencia jurídica será una medida de seguridad17.

(iii).-LA CULPABILDIDAD COMO LÍMITE Y FUNDAMENTO DE LA


PENA

£ Cuestión de trascendencia, de la cual forma parte de nuestra postura


programática, de que los principios contenidos en el Título Preliminar
del CP, no solo constituyen la base legitimadora de intervención del
«ius-puniendi» estatal, sino también su sostén limitador acorde a la
axiología que sostiene los cimientos de todo nuestro ordenamiento
jurídico.

Como principio se plantea la culpabilidad como límite y medida de


aplicación de la pena; ello significa que la pena sólo debe fundarse en la
constatación de que el reproche del delito es imputable al autor, es
decir, toda pena supone culpabilidad, sentencia magistralmente el
maestro sanmarquino PEÑA CABRERA18.

15 . Quedando descartado el caso fortuito, la fuerza mayor como los estados de


inconsciencia, ya desde el plano dogmático de la “acción” que define la conducta
jurídico-penalmente relevante.
16 . Arts. 456° y ss.
17 . De acusable lucidez, cuando Fernández Carrasquilla siguiendo a Bettiol, señala

que deber darse la objetividad jurídica y material del delito; consistente el primero en
la lesividad del acto para bienes jurídicos y el segundo en una materialidad externa
que lo haga perceptible y verificable (“Instituciones de derecho penal y procesal”), lo
cual resulta de máxima importancia para el desenvolvimiento de un proceso penal
democrático en el que todas y cada de unas categorías del delito deben ser
demostradas caso por caso con los medios ordinarios de prueba legal; Derecho Penal.
Parte General, cit., p. 201.
18 . Peña Cabrera, R.; Tratado de Derecho Penal. Estudio Programático de la Parte

General. Editorial Grijley, 3era. Edición, Lima, 1997, cit., p. 77.


La proscripción, por tanto, de toda forma de «responsabilidad objetiva
por el resultado», marca un límite pues en la imputación delictiva, en la
medida que una persona solo puede y debe responder por aquello que
es su obra “individual” o “colectiva 19”; en este último caso cuando
aparecen estados de desvalor, que trascienden lo acordado por parte de
los sujetos intervinientes, siempre que no haya existido una
predisposición a toda consecuencia del obrar conjunto de aquellos; así,
vemos en el fundamento décimo primero del Recurso de Nulidad N°
3283-2015-Junín, donde la CS, destaca lo siguiente: “El principio de
culpabilidad exige que los hechos sean imputados, objetiva y
subjetivamente, a cada uno de los intervinientes en el hecho punible.
Nuestro ordenamiento penal proscribe por tanto, la responsabilidad
objetiva, conforme se desprende de los artículos VII y VIII del Título
Preliminar del Código Penal. En ese sentido, del principio de
mancomunidad de la participación, se desprende que los excesos
cometidos por alguno de los intervinientes, no necesariamente se
atribuyen a los demás. Para determinar si un interviniente es
competente por el exceso cometido por otro, corresponde interpretar el
contexto objetivo en que el hecho punible, y cada uno de los aportes,
tuvieron lugar. En consecuencia, el recurso de nulidad del sentenciado
recurrente, debe ser estimado parcialmente”. Los principios de
«proporcionalidad» y de «prohibición de exceso» demandan, que la
responsabilidad de una persona requiera verificar la conexión subjetiva
que ha de subyacer entre quienes se involucran en la comisión de un
hecho punible determinado y luego uno de los ejecutantes se sale del
plan criminal, provocando de esta manera la lesión a otro bien jurídico.

CONCLUSIONES:

£ El principio de Culpabilidad y el principio de Responsabilidad por el


hecho constituye la consolidación de un Derecho penal democrático y
humanista, afincado en valores democráticos, que de cuño impiden que

19 . Realización compartida y mancomunada del hecho punible, en franca división de


roles y funciones, que pueda dar cuenta de la llamada “imputación recíproca” como
sustento de la co-delincuencia.
una persona sea objeto de punición sin haber emprendido un acto
lesivo para con un bien jurídico tutelado por la ley penal.

Una lesividad material al interés jurídico, que para ser materia de


imputación requiere constatar un acto atribuible a la esfera de
organización personal del autor y que haya desbordado la realidad
normativa así como de verificarse la vinculación anímica del agente con
su hecho; de manera, que cuando se atribuye un hecho que no cumple
en rigor con tales presupuestos de imputación, se cae en una inevitable
construcción de responsabilidad objetiva por el resultado.

Sobre tal concepto, se dice en la doctrina especializada, que la


culpabilidad es siempre culpabilidad por el hecho, o sea no es una
errónea construcción de voluntad (Willensbildung) ni una falsa
«dirección de estímulos psíquicos» ni una deficiencia del proceso de
motivación, ni una reprobable actitud subjetiva, ni una reprobable
actitud del autor frente al Derecho (esto es no es un déficit interno en
relación con las ideas jurídicas, esto es, a la fidelidad al Derecho), sino
una errada realización de la voluntad (puesto que no debe ser), es la
perturbación social misma, o sea, la contradicción de la norma, la
singular voluntad del autor cuya ley individual para la situación de
hecho sustituye a la norma no realizada de la expectativa 2021. Empero,
resulta inevitable ir en retrospectiva, en cuanto a recoger el hecho –
objeto de desvaloración-, para así sostener legítimamente la necesidad
reactiva de parte del Estado a partir de la ley penal; donde su
imposición es fundamental para diseñar el respeto hacia la integridad
del ordenamiento jurídico, un Derecho penal de culpabilidad, donde es
este núcleo de valoración lo que se estima para dar por válida una pena,
donde si bien esta respuesta debe significar la posibilidad de que su
materialidad evite se comete mas delitos en prospectiva y de restablecer
su vigencia, no es menos cierto que para que el Sistema Penal en su
conjunto puedan realizar dicha función se necesita imperiosamente que
la realidad social externalice una situación fáctica que es atribuida a
una persona, quien lo perpetró vulnerando tanto la norma penal
expectaticia como el bien jurídico que le da material contenido; por tales
razones la necesaria retribución por cuestiones de justicia es que de
cierto modo da cuota de presencia a la prevención de una Culpabilidad
que mas que sintomatología debe expresara a una persona que por
diversos motivos no pudo mantenerse dentro de los estándares
normativos de normalización social conductiva.

20 . Lesch, H.H.; El concepto de Delito. Traducción de Juan Carlos Gemignani, Buenos


Aires-Barcelona-Sao Paulo-Madrid, cit., p. 301.
21 . Postura que parte de un concepto de pena y culpabilidad, sostenido en fines

preventivos generalizados de cara a la transgresión normativa y que desde un plano


funcionalista tiene a las categorías dogmáticas del injusto y la culpabilidad en un
mismo derrotero de formulación sistemática.
En mérito a lo anterior, cuando de manera permanente, el operador
legislativo, va definiendo mayores cuotas o dígase de punición, basados
en estados de mayor peligrosidad del autor (por estar alcoholizado o
drogado), por mantener ciertas relaciones personales con la víctima
(rufianismo) o ya en las llamadas circunstancias agravantes genéricas
como la “Reincidencia” y la “Habitualidad” lo que hace es desgajar esta
vinculación del hecho con el autor, esta relación determinante,
fundante y elemental que de identificarse siempre entre un injusto
penal que da la mácula gravitante para que se pueda legitimar en grado
de reacción, que según el contenido de lesividad de la conducta afectiva
al bien jurídico definirá la magnitud de la consecuencia jurídica, acorde
a los marcos penales expresados en contornos mínimos y máximos,
acorde a los principios de lesividad y de proporcionalidad.

Esta yuxtaposición es de verse, en la falta de toda sintonía y


armonización punitiva, que de manera permanente se da entre los tipos
bases con las fórmulas agravadas; véase nomas, lo que al respecto ha
sucedió en el caso del Robo simple con el Robo agravado; donde el
primero tiene una pena de tres a ocho, mientras que ya en la primer
elenco de conductas agravantes del 189° del CP, se tiene una pena no
menor de doce a veinte. Se deja un espacio de cuatro años en un vacío
inexplicable, donde su sustentación solo puede avizorarse a través de
cometidos político criminales, que creen ver en la norma penal la
panacea para resolver todo estas conflictividades sociales, ante el
fracaso de las políticas sociales y aprovechando una población sumida
en la temeridad y en la angustia de verse afectados en este marco de
feroz delincuencia que tiene secuestrada nuestras ciudades; por lo que
solo toma lugar a una percepción de pura seguridad cognitiva.

Fíjese que ahora el Hurto agravado en su segundo elenco agravatorio,


tiene una pena no menor de cuatro ni mayor de ocho años de pena
privativa de la libertad, lo que la equipara al delito de Robo simple; un
total despropósito, es decir, sustraer bienes de un inmueble habitado
ahora por obra y gracia del legislador es igual que a reducir a personas
con violencia y así apropiarse ilícitamente de sus pertenencias; lo cual
resiente en toda su esencia y magnitud los principios rectores de un
Derecho penal democrático; la amenaza punitiva, será ahora que el
agente de hurto no le importará bajo tales circunstancias penológicas
hacerse de bienes mediante violencia, sabedor este que recibirá la
misma pena que la apropiación del objeto material del delito,
desprovisto de todo acto de violencia o amenaza.

En consecuencia, entre los tantos principios que se ven conculcados en


los últimos tiempos es el principio de responsabilidad por el hecho, ante
las desbordantes pinceladas punitivas del legislador en los últimos
tiempos; y donde la imputación subjetiva, se ve descolorida cuando
resulta que las fórmula de la preterintencionalidad (tentativa de un
delito doloso de lesión en tentativa con un delito culposo por el resultado)
hace que estos tengan penas conminadas mayores a que el delito
dolosos. El Robo agravado seguido de muerte con el Asesinato, es un
ejemplo palmario de tal transgresión de la culpabilidad.

De manera resumida: penar a alguien por lo que “es” y no por lo que


“hizo” importa pura responsabilidad objetiva por el resultado; así de
proceder a exacerbar el marco penal basado en puras “sintomatologías”,
todo ello desde un aspecto estrictamente sustantivo, pues ya desde el
plano procesal, el principio de culpabilidad exige la imputación
subjetiva en el resultado, donde la mera constatación de una relación
causal-fenoménica, del sujeto con el objeto, no puede sustentar
válidamente la responsabilidad «penal».

También podría gustarte