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El comunismo

El siglo XIX está signado por las luchas de los obreros y del socialismo contra un
sistema económico-político de opresión y exclusión social, constituido por el Estado
de derecho liberal y el capitalismo. Sobre ese contexto se pronuncian en perspectiva
crítica Karl Marx y Friedrich Engels, dando origen al movimiento comunista.

Contexto histórico

El Estado burgués como dominio de clase

Sobre el poder y la democracia real

Referencias
Lección 1 de 4

Contexto histórico

La Revolución francesa, de 1789, es un acontecimiento político fundamental


no solo para el liberalismo, sino también para el socialismo, que, a lo largo del
siglo XIX, junto con las luchas obreras, pondrá en evidencia que la libertad de
todos requiere no solo la igualdad de los ciudadanos ante la ley, sino también
la igualdad económica y social. El socialismo denuncia que la libertad
económica de algunos sujetos produce un estado de desigualdad social que
reduce las libertades básicas de los trabajadores. 

En concordancia con el análisis realizado por Rousseau en El Discurso sobre


el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1775), los
socialistas señalan que la propiedad privada es el origen de la desigualdad.
En este sentido, Babeuf —ejecutado por los revolucionarios franceses en
1797— propone que la tierra sea distribuida a todos por igual. Si bien participa
del racionalismo y las ideas democráticas propias de la Ilustración, el
socialismo pone en cuestión al Estado liberal instaurado por la Revolución
Burguesa, y reacciona contra las consecuencias negativas de la Revolución
Industrial que, en el marco de un Estado mínimo, proletariza a las nuevas
masas urbanas conformadas a partir de la migración de trabajadores del
campo y de pequeños artesanos a las ciudades.
La teoría de Marx se sitúa en la etapa fundacional del socialismo, entre 1830
y la Primera Internacional de 1864, en la cual el pensamiento crítico se
despliega dentro del horizonte de la Revolución de 1848, que instituyó la
Segunda República en Francia e introdujo medidas de gobierno favorables a
los trabajadores, como la extensión del derecho de sufragio masculino, el
derecho al trabajo, la jornada laboral de 10 horas, la libertad de asociación y
de prensa. Aunque fue una experiencia fallida que terminó en 1852 con la
fundación del Segundo Imperio por Luis Napoleón Bonaparte (sobrino de
Napoleón), se convirtió en el fundamento para las expectativas de futura
realización de una sociedad realmente democrática. Sin embargo, Marx
pronto se diferencia de los demás teóricos y redefine el socialismo a partir
del materialismo histórico, un saber científico que dispone del método
adecuado para abordar los fenómenos económico-políticos, en especial los
momentos históricos de crisis y transformación social: la dialéctica, concepto
tomado de la teoría hegeliana, que designa a la vez la ley que rige el proceso
histórico y el método para su estudio.

Marx cuestiona el idealismo histórico que concibe a las ideas como motor de
cambio, para poner el foco del análisis en los modos de producción y las
relaciones de clase que se establecen a partir de estos, entendidos como
estructuras básicas de organización social que determinan la existencia de
superestructuras políticas, jurídicas e ideológicas. Su tesis principal en El
manifiesto comunista (1848), escrito con Engels, es que la historia tiene que
ser comprendida como lucha de clases, es decir, como la lucha entre
opresores y oprimidos. El materialismo histórico permite estudiar la historia
como un proceso dialéctico que en cada etapa atraviesa tres momentos:
tesis, antítesis y síntesis; este último es el momento revolucionario que
emerge de los anteriores entendidos como “lucha de clases”. A través de la
vía revolucionaria, el modo de producción cambia y, en consecuencia,
también el orden social y político.

En esta lectura, nos guiaremos por los siguientes interrogantes:

¿Cuál es el rol del Estado en la teoría de Marx? ¿Cuál es el vínculo


del Estado con la economía capitalista?

Evolución de la concepción del Estado en la teoría de Marx

Al concluir sus estudios en la Universidad de Berlín, Marx integra un grupo de


intelectuales, “jóvenes hegelianos de izquierda”, entre los que se encuentran
Ludwig Feuerbach, Bruno Bauer, Max Stirner, David Strauss, Friedrich Engels
y Arnold Ruge. En 1843, Marx escribe un texto titulado Sobre la cuestión judía,
donde polemiza con Bauer −autor de La cuestión judía (1842)− que deja en
claro sus diferencias en relación con el rol del Estado. Este texto temprano de
Marx nos permite entender su primera postura frente al Estado liberal.
Mientras Bauer piensa que la emancipación política de los ciudadanos
depende de la separación del Estado de la Iglesia y de las cuestiones de
credo o fe, Marx sostiene que la verdadera emancipación no es política, sino
humana en sentido universal e implica la desaparición del Estado. Dice Marx
que:

"allí donde el Estado político ha alcanzado su verdadero


desarrollo, el hombre lleva (…) una doble vida, una celestial y otra
terrenal, la vida de la comunidad política, en la que se considera
como ser colectivo, y la vida de la sociedad civil, en la que actúa
como particular (…) en el Estado, donde el hombre es
considerado como un ser genérico, es el miembro imaginario de
una imaginaria soberanía, se halla despojado de su vida
individual real y dotado de una generalidad irreal". (1843, p. 35
citado en Sejas, 2017, https://bit.ly/36gkwVZ).

La diferencia irreconciliable quedaba planteada: mientras que para una


perspectiva liberal el Estado es una comunidad política donde los ciudadanos
son considerados jurídicamente iguales, para la perspectiva de Marx, el
Estado es una especie de comunidad imaginaria en la que los hombres se
creen iguales, pero esta ficción oculta que en realidad están insertos en
determinadas relaciones de producción que favorecen a pocos y oprimen a
muchos. El Derecho como instrumento del Estado cumple la función
ideológica de encubrir la desigualdad económico-social real tras una igualdad
meramente formal. Por eso, en relación con la libertad como derecho
individual, expresa lo siguiente:

"¿Qué es el derecho a la libertad? (…) La libertad es el derecho de


hacer y emprender todo lo que no dañe a otro. El límite dentro
del cual puede moverse todo hombre (…) como una mónada
aislada. (…) La aplicación práctica del derecho humano a la
libertad es el derecho humano de la propiedad (…) el derecho a
disfrutar del patrimonio y a disponer de él arbitrariamente (…).
De esta manera, los llamados derechos humanos (…) lejos de
concebir al hombre como ser genérico [lo] hacen aparecer
[como] individuos [unidos] por el interés privado, la conservación
de su propiedad y de su persona egoísta". (Marx, 1843, pp. 28-31
citado en Sejas, 2017, https://bit.ly/36gkwVZ)

El texto escrito por Marx cuando apenas tenía 25 años pone en cuestión el rol
del Estado liberal y de su instrumento, el derecho, como instituciones
políticas que aseguran las condiciones para la reproducción de las
desigualdades que produce el sistema capitalista. A partir de su análisis se
plantean nuevos interrogantes, como por ejemplo “¿Bajo qué condiciones
sociales es posible la emancipación humana? ¿Quién es el sujeto que
protagonizará esa emancipación, y por qué? ¿De qué manera se organizarán
las sociedades cuando cese la opresión de las clases y del Estado?” (Sejas,
2017, https://bit.ly/36gkwVZ). Marx encontrará las respuestas a estas
preguntas recién treinta años después, a partir de otra experiencia
revolucionaria que también tuvo sede en Francia: la Comuna de París de
1871. 

Las campañas bélicas del segundo imperio de Napoleón Bonaparte III había
llevado al país a una situación de crisis económica que afectaba sobre todo
el salario de los trabajadores. En 1860, Francia declara la guerra a la
Alemania de Bismarck y es derrotada. Ante el peligro de la invasión alemana,
el Congreso de París establece un gobierno para la Defensa Nacional, y arma
a todos los ciudadanos. París resiste el asedio durante 6 meses, mientras el
emperador se refugia en Versalles. En ese contexto, obreros y artesanos,
comunistas y socialistas se hacen cargo del gobierno de la ciudad, hasta que
Napoleón III pacta con Bismarck para atacar a los revolucionarios, que son
derrotados al costo de 50 000 proletarios muertos.

No obstante, en los escasos 60 días que duró, la Comuna de París mostró


cómo podía organizarse un gobierno socialista para crear las condiciones de
una futura sociedad comunista. Se promulgaron una serie de decretos
revolucionarios que eliminaron los privilegios de los funcionarios, congelaron
los alquileres, abolieron las deudas, garantizaron la subsistencia de pobres y
enfermos, expropiaron talleres abandonados para la autogestión de los
obreros, crearon guarderías para los hijos de las obreras y establecieron la
laicidad del Estado y la obligación de las iglesias de recibir a las asambleas
de vecinos y ayudar en labores sociales.
A raíz de esta experiencia, en 1871 Marx escribe en Orientaciones sobre la
guerra franco-prusiana para el Consejo General de la Primera Internacional.
Presenta su análisis sobre la Comuna de París, donde afirma que el Estado
es un instrumento de dominación de clase utilizado por la burguesía para,
sobre la base del excedente de la sociedad, sostener las estructuras
militares y burocráticas que aseguran la existencia y reproducción de las
relaciones de producción capitalistas. La revolución comunista debe,
entonces, tomar el poder del Estado para transformarlo a su favor, es decir,
para crear las condiciones de su eliminación, pues el instrumento de su
sometimiento no puede servir como instrumento político de su
emancipación.

La clase obrera no puede limitarse simplemente a tomar


posesión de la máquina del Estado tal y como está y servirse de
ella para sus propios fines (…) El régimen de la Comuna habría
devuelto al organismo social todas las fuerzas que hasta
entonces venía absorbiendo el Estado parásito, que se nutre a
expensas de la sociedad y entorpece su libre movimiento (…) La
Comuna (…) presuponía destruir las dos grandes fuentes de
gastos: el ejército permanente y la burocracia del Estado. (…) La
Comuna era, esencialmente, un gobierno de la clase obrera (…)
la forma política al fin descubierta para llevar a cabo dentro de
ella la emancipación económica del trabajo (…). Sin esta
condición, el régimen de la Comuna habría sido una
imposibilidad y una impostura. (Marx, 1871, pp. 67-72 citado en
Sejas, 2017, https://bit.ly/36gkwVZ)

La crítica a Hegel: relación entre Estado y sociedad civil

Para Norberto Bobbio, no habría en la obra de Marx, estrictamente hablando,


una “teoría del Estado”. Sin embargo, en los primeros escritos del filósofo
alemán, encontramos un comentario y una crítica de la sección que se refiere
al Estado en la Filosofía del derecho de Hegel. Afirma Bobbio (1999, p. 133) lo
siguiente:

A partir de la crítica a la filosofía del derecho y del Estado de


Hegel, que lo lleva al trastocamiento de la relación tradicional
entre sociedad (natural o civil) y Estado, Marx propone una
Teoría del Estado estrechamente ligada con la Teoría General de
la Sociedad y de la Historia que él recaba del estudio de la
economía política. Esta teoría general le permite dar una
interpretación y hacer una crítica del Estado burgués
contemporáneo suyo en las diversas formas en que se presenta,
y dar una interpretación y formular algunas propuestas relativas
al estado que deberá seguir a aquel burgués; por último, deducir
el final o extinción del Estado.
 

Según Bobbio (1999), en la filosofía del derecho de Hegel, la celebración del


Estado como forma racional de la existencia social del hombre, garante del
orden y la paz social o árbitro imparcial que limita los excesos de la sociedad
natural, llegó a su cima. Ahora bien, Marx rechaza el planteamiento mismo
del sistema hegeliano al denunciar que este se asienta en la prioridad del
Estado sobre la familia y sobre la sociedad civil, las cuales históricamente
preceden al Estado, y que esta prioridad se establece, no sobre la base de la
realidad histórica de su tiempo o del estudio del proceso de formación del
Estado moderno, sino a través de la “especulación”, es decir, deduciéndola de
la idea abstracta de Estado, como totalidad superior y anterior a las partes. 

De este modo, Marx produce una ruptura con toda la filosofía política
moderna que consideraba a la sociedad anterior al Estado como una
subestructura o realidad efímera destinada a ser resuelta en la estructura
estatal, que posibilita al individuo una vida racional. Mientras los teóricos
modernos definían la sociedad sin Estado como “natural” o como “fuerza
irregular e ilegítima”, Marx mostraba que el Estado es el máximo exponente
del reino de la fuerza, en cuanto violencia concentrada y organizada de la
sociedad. 

Según Bobbio, el análisis de Marx procede a la inversa: desciende del Estado


al ámbito de las relaciones de clase que se entablan a partir del modo de
producción capitalista, para resolver el problema político no mediante
subordinación de la sociedad civil al Estado, sino mediante la absorción y
disolución de este último a los fines de alcanzar la verdadera democracia en
la que el aparato de dominación debe sucumbir. 

Marx considera al Estado liberal como una superestructura respecto de la


sociedad civil, entendida esta como el lugar en el que se desarrollan las
relaciones materiales de existencia, es decir, las relaciones económicas. El
modo de producción de la vida material es el que determina el proceso social,
político e intelectual de la vida en general. Es que para Marx el Estado no
puede ser explicado sino en referencia a la estructura económica de la cual
emerge, la cual está constituida por los modos de producción vigentes en la
sociedad. A esta relación se refiere el denominado “determinismo
económico” marxista. 

El conjunto de las relaciones de producción constituye la


estructura económica de la sociedad, o sea, la base real sobre la
cual se organiza una superestructura jurídica y política, a la cual
corresponden formas determinadas de conciencia social. El
modo de producción de la vida material condiciona, en general,
el proceso social, político y espiritual de la vida. (Bobbio, 1999, p.
139)
El Estado liberal moderno se convierte, entonces, en un aparato de
dominación que tiene por objeto mantener y profundizar el modo de
producción capitalista. Sin embargo, dado que la superestructura está
determinada por la infraestructura económica, el Estado está destinado a
desaparecer en la futura sociedad sin clases, cuando la propiedad privada de
los medios de producción sea superada por la propiedad colectiva de estos.

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Lección 2 de 4

El Estado burgués como dominio de clase

El condicionamiento de la superestructura política por parte de la estructura


económica se traduce en la formación de las clases sociales con sus
antagonismos y en la existencia del Estado como aparato represivo, que
impide que esta confrontación provoque el retorno al Estado de naturaleza,
no mediante el arbitraje, sino a través de la preservación del dominio de la
clase dominante. Para Marx, “el Estado es la forma en que los individuos de
una clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en que se
sintetiza toda la sociedad civil de una época” (Bobbio, 1999, p. 141). Incluso,
si el poder se deposita circunstancialmente en un déspota o en una
asamblea parlamentaria, su función es asegurar el orden burgués no cambia.

El Estado de transición

Tan fuerte es, para Marx, la dependencia que tiene el poder estatal respecto
del poder de clase, que “el paso de la dictadura de la burguesía a la dictadura
del proletariado no puede realizarse simplemente por la conquista del poder
estatal” (Bobbio, 1999), sino que debe darse mediante su destrucción.
Conquistar el aparato estatal burgués no modificará la realidad existente. Es
necesario que el proletariado forme su propia máquina estatal a través de las
siguientes medidas:

a) Supresión del ejército permanente y de la policía asalariada y su


sustitución por el pueblo armado; funcionarios surgidos por elección o
bajo el control popular; sufragio universal para la elección de
delegados con mandato revocable; abolición de la ficticia separación
de los poderes (Bobbio, 1999).

b) Reducción de las funciones del poder central. El Estado de


transición debe cambiar el orden social burgués eliminando
instituciones tales como la propiedad privada de los medios de
producción.

En síntesis, según Bobbio (1999), Marx señala lo siguiente:

1 La existencia de las clases está ligada solo a determinadas fases de


desarrollo histórico de la producción. Es decir, el Estado como
máquina coercitiva no existió siempre, sino desde que es producido
por la división de la sociedad en clases, en el capitalismo. Se hace
necesario a causa de la lucha entre los propietarios de los medios de
producción y los proletarios poseedores de la fuerza del trabajo.

2 La lucha de clases necesariamente conduce a la dictadura del


proletariado.
3 Esta dictadura es solo el paso previo a la supresión de todas las
clases, es decir, a una sociedad sin clases.

Todos los Estados que existieron fueron, siempre, dictaduras de una clase
social, regla de la que no se exceptúa el Estado de la dictadura del
proletariado, aunque esta sea, en lugar de la dictadura de una minoría de
opresores sobre una mayoría de oprimidos, la de una enorme mayoría de
oprimidos sobre una minoría de opresores. Sin embargo, al tener como
objetivo la eliminación de los antagonismos de clase, el Estado de la
dictadura del proletariado tiende a su gradual extinción (Bobbio, 1999). 

No se trata, entonces, de constituir un nuevo aparato de dominación como


los anteriores, porque la dictadura del proletariado utilizará los instrumentos
de poder estatales solamente durante la etapa de transición hacia la
sociedad comunista sin Estado. El objetivo de apoderarse del Estado
existente es generar las condiciones para la eliminación de la forma política
estatal.

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Lección 3 de 4

Sobre el poder y la democracia real

La Revolución francesa es el momento en que el Tercer Estado, que se


concibe a sí mismo como el “todo” social, logra adueñarse del poder político
del Estado. En ese sentido, según Marx, el acceso al poder de la burguesía
opera una despolitización de la esfera social y económica, que aparece como
espacio autónomo e independiente de la intervención estatal. Esto permite
sostener la ficción liberal que escinde la esfera privada de la esfera pública:
por un lado, el libre juego “natural” de las fuerzas económicas que representa
la sociedad civil para el burgués; y, por otro lado, esa especie de “cielo” de los
ciudadanos libres e iguales que encarna imaginariamente el Estado liberal.

En la crítica de Marx a la filosofía del derecho en la obra de Hegel, puede


leerse un radical cuestionamiento a todo el pensamiento moderno de la
soberanía que conduce a la concentración del poder político en la unidad del
Estado, despolitizando a la pluralidad social y desposeyendo al “pueblo
soberano” que la misma teoría política situaba como sujeto constituyente
originario. Esta crítica aplica, también, a la vertiente democrática del
pensamiento político que confluye en la Revolución de 1789, como la idea de
“voluntad general” de Rousseau. 
La posición "democrática" del joven Marx, entonces, no puede
ser identificada con la de Rousseau y su "voluntad general", ya
que esta última, como lo demuestra la experiencia jacobina que
es su más acabada tentativa de desarrollo revolucionario, no
solamente no suprime, sino que, por el contrario, lleva a su
cumplimiento histórico efectivo la concentración de la soberanía
en el Estado entendido como realización suprema de la unidad
política. (Rametta y Merlo, 2005, p. 294)

Luego de esta crítica dirigida al centro mismo del pensamiento moderno de


la soberanía, Marx no puede ya pensar la democracia en esos términos. Su
análisis deja en evidencia que la organización política moderna no solo no
suprime la dominación de unos sobre otros, sino que, como poder soberano,
cumple la función de asegurar la relación de mando y obediencia, en un
orden social estructuralmente inequitativo. La coerción y el derecho en su
función ideológica respaldan y legitiman la dominación de clase mediante la
ficción de la igualdad formal. 

Marx introduce, entonces, la noción de “clase”, la cual le sirve para pensar


una pluralidad “calificada”, que no pueda ser reducida una vez más a una
unidad pasible de representación soberana. Esta tensión repercute
necesariamente en el rol que la teoría de Marx le asigna al Partido
Comunista. La clase obrera puede, no obstante, concebirse como sujeto, en
el doble sentido de a) sujetada bajo el dominio estatal-social; pero también
por ello en el sentido de b) ser la única en condiciones de revelar en su
verdad, es decir, en su mentira, el dispositivo científico-discursivo de la
filosofía y de la economía política modernas. (Rametta y Merlo, 2005, p. 298).

No obstante, no se trata de concebirla como una especie de sustrato


metafísico ya constituido de una vez y para siempre, sino de mantener bajo
ese concepto la “unidad del nombre colectivo y la multiplicidad de prácticas”
que la constituyen. 

Sin embargo, el proletariado tampoco tiene que ser considerado como la


emancipación de la sociedad contra el Estado, porque esa oposición −tal
como muestra la crítica de Marx− surge de los fundamentos teóricos y
prácticos del poder soberano, como dispositivo para legitimar la dominación
de clase. Y, además, porque en el proletariado como concreción,  al mismo
tiempo histórico-material y categorial, (…) se consumen y se disuelven todas
las principales distinciones que sostenían la gramática del discurso filosófico-
político moderno: la distinción entre la esfera pública y la esfera privada,
entre el ámbito de lo político y el ámbito de lo económico, entre la esfera
social y la esfera estatal. (Rametta y Merlo, 2005, p. 299)

Esa es la razón por la cual Marx disiente del reformismo que aboga por una
ampliación de los derechos dentro del sistema político representativo.
 Ninguna "emancipación" es posible en lo "social", puesto que lo
social es el producto, a la vez científico y político, del discurso
teórico y de las prácticas políticas que han instituido −mediante
los cuales se ha instituido− el poder moderno. Aunque también
debido a ello, la "clase" emerge como irrepresentable e inasible
para la comprensión de los conceptos que organizaron el
discurso de la filosofía política moderna. (Rametta y Merlo, 2005,
p. 300)

Para concluir, pensar el vínculo entre democracia, poder y clase, supone


situarse en el nuevo horizonte lógico y discursivo abierto por Marx, una vez
revelada la forma de operar del discurso de la soberanía estatal. Con
respecto al proletariado y a su rol en la emancipación humana, podría decirse
que:

El proletariado debería constituirse como clase dominante en


un proceso abierto a formas de práctica política
absolutamente diferentes de las que históricamente se
cristalizaron en la maquinaria estatal, no realizando una
"comunidad fusionada", sino aboliendo el mecanismo de
presentación del "pueblo" e instaurando un enlace entre lo
social y lo político que conduzca la práctica política de
emancipación hasta el interior de la relación de producción.
Tal proceso es una república social, la única posible porque es
la única forma política que mantiene abierto el proceso de
emancipación social de los trabajadores. (Rametta y Merlo,
2005, p. 309)

Actividad de repaso

Si bien Marx no desarrolla específicamente una teoría del Estado, puede decirse
que, comparando sus interpretaciones de las diversas experiencias de
organización política resultantes de la revolución burguesa y de la Comuna de
París, primero concibe el Estado como el ámbito de una __________________ y
luego como un instrumento de dominación de clase.

Imaginaria soberanía

Libertad plena, garante de los derechos humanos

Ciudadanía igualitaria, orden democrático real

Sociedad incluyente, gobierno de los obreros

Sociedad civil, orden imperial


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Lección 4 de 4

Referencias

Bobbio, N. (1999). Ni con Marx ni contra Marx. México: Fondo de Cultura


Económica.

Rametta, G.; Merlo, M. (2005). Poder y crítica de la economía política en


Marx. En Dusso, G. (Coord.). (2005). Para una historia de la filosofía política
moderna. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI

Sejas, N. (2017). El Estado en los textos “Sobre la cuestión judía” y “La


Comuna de París”. En Revista Politikón. Recuperado de
https://www.revistapolitikon.com.ar/el-estado-en-los-textos-sobre-la-
cuestion-judia-y-la-comuna-de-paris-de-marx/

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