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La socialdemocracia

En el siglo XIX, nace la socialdemocracia como una de las corrientes de pensamiento


y movilización de los trabajadores, para la cual la igualdad social y económica entre
las clases debe realizarse de manera democrática a través de la reforma del Estado. 

Introducción

La etapa fundacional del socialismo

Referencias

Revisión del módulo


Lección 1 de 4

Introducción

El socialismo puede concebirse como una ideología que coloca a la igualdad


como principal criterio de organización de la sociedad y como una fuerza
política que pretende institucionalizar esa idea en una forma de democracia
que denominan “real” en oposición a la democracia “formal” burguesa, que
enraíza en un orden social inequitativo y excluyente. La ideología socialista
emerge en Europa en la primera mitad del siglo XIX, como una reacción
frente a los efectos negativos de la Revolución Industrial, que, en términos
sociales, supuso una transformación radical. Pequeños propietarios rurales y
artesanos urbanos se ven obligados a desplazarse a las ciudades para
trabajar en las fábricas por un salario. El hacinamiento en ciudades que no
estaban preparadas para recibirlos y la ausencia de una legislación laboral
que asegurara sus derechos dieron lugar a la emergencia de una clase
proletaria sometida a condiciones de vida miserable. Hacia 1830, aparece el
término “socialismo”, que abarca inicialmente una diversidad de ideas,
teorías y activistas. Entre las primeras, se encuentran las ideas reformistas
que atribuyen un rol central al Estado en la transformación de la sociedad y la
economía. Ellas son el antecedente del programa que propondrá la
socialdemocracia como el principal partido de los trabajadores desde finales
de ese siglo. 
En esta lectura, nos guiaremos por los siguientes interrogantes:

¿En qué se diferencia la socialdemocracia de las otras expresiones


del socialismo? ¿Cuándo se produce históricamente su separación y
qué propuestas caracterizan su programa político?

C O NT I NU A R
Lección 2 de 4

La etapa fundacional del socialismo

Una primera etapa de desarrollo del socialismo puede datarse entre 1830 y la
puesta en marcha de la Primera Internacional en 1864. En esta, encontramos
referentes y propuestas teóricas muy diferentes entre sí: algunos de ellos
sostienen que el cambio hacia una sociedad más igualitaria debe estar a
cargo del Estado; otros, por el contrario, piensan que el Estado es el
obstáculo para la verdadera democracia e igualdad social; y otros, que la
transformación llegará a través de reformas en la producción, que no atañen
al Estado. Por eso es posible hablar de un “socialismo con el Estado”, un
“socialismo contra el Estado” y un “socialismo sin el Estado”. 

El empresario inglés Robert Owen (1771-1858), por ejemplo, cuestionaba el


grado de explotación alcanzado en la primera fase del capitalismo, que
involucra el empleo de niños menores de 10 años. Consideraba que los
menores debían recibir educación, que la jornada laboral debía quedar
reducida a diez horas y media, y centra sus esfuerzos en combatir el
alcoholismo que, por entonces, hacía estragos en la clase trabajadora. Owen
sugirió reformas sociales que garantizaran condiciones de vida digna para la
clase obrera, en materia de alimentación, vivienda, descanso y educación,
pero pensaba que esos cambios podían introducirse desde el ámbito mismo
de la producción y el trabajo, por ejemplo, dando participación a los
trabajadores en la dirección de las fábricas. Se destacó por su oposición al
uso de la violencia y su desconfianza hacia la politización de la lucha obrera.

En Francia, Saint-Simon (1760-1825) sostenía la mutua influencia del


desarrollo científico y político, ya que las revoluciones científicas siguen de
cerca las revoluciones políticas, así como los nuevos conocimientos
conllevan cambios políticos. Saint Simon pensaba que pervivía aún el viejo
orden teológico en su fundamento ideológico y feudal en cuanto la clase
dominante (Iglesia y nobleza) acaparara la tierra como medio de producción,
llevando una vida parasitaria en un orden sostenido por las armas. Sin
embargo, pensaba que, frente a esta clase dominante, emergía una nueva
clase, científica en cuanto a su formación teórica, e industrial (productiva y
trabajadora), en cuanto a su actividad, que aspiraba a sustituirla. En Europa,
se estaba generando una crisis producto de la transición del sistema feudal y
teológico a otro industrial y científico. Una forma de instaurar pronto la
sociedad industrial y científica consistía en impulsar una ciencia positiva (en
el doble sentido de constructiva y basada en datos empíricos) que incluyera
una ciencia social para la construcción de la nueva sociedad industrial. Saint-
Simon ponía énfasis en la dimensión moral de la sociedad cuando sostenía
que es preciso establecer un conjunto de principios morales indispensables
para la permanencia de cualquier sistema social. 

Dentro de esta etapa, también, se inserta las obras de Marx (1818-1883) y de


Proudhon (1809-1865). Comunistas y anarquistas sostienen que el Estado
debe ser eliminado para poder realizar una verdadera transformación social.
Marx elaboró un nuevo concepto de ciencia histórica denominado
“materialismo histórico”, según la cual el modo de producción es la base
sobre la que se erigen las superestructuras ideológicas, jurídicas y políticas. 

Para Marx, en las sociedades capitalistas hay dos clases en litigio: la de los
dueños del capital y la de los que dependen para subsistir de su fuerza de
trabajo. La sociedad capitalista está atravesada por una contradicción
inherente a su modo de producción, que desemboca en crisis internas y
conduce necesariamente a un nuevo orden social en el que los medios de
producción serán colectivizados. Marx denunció que el trabajo humano en el
sistema capitalista es considerado una mercancía, lo que provoca la
alienación del ser humano.

Explicó, también, cómo se producen las crisis económicas periódicas que


marcan el proceso de acumulación capitalista hasta la crisis final, que
desemboca en la sociedad comunista, mediante dos principios: la
disminución de las tasas de beneficio y los efectos de la superproducción. La
inviabilidad del sistema queda al descubierto por la tendencia de estas
sociedades a que disminuyan las tasas de beneficio como consecuencia del
constante aumento de la producción y de la mano de obra, lo que acorta los
márgenes de rentabilidad. La superproducción se produce porque las
empresas, al pretender más beneficios, producen cada vez más, hasta el
punto de que la capacidad social de pago no puede absorber las cantidades
producidas. En consecuencia, no se puede vender lo producido o hay que
venderlo por debajo de los costos. 
Este marxismo fue criticado por las diferentes corrientes de un socialismo
libertario, que acabaría por generar el anarquismo. Esta primera etapa
fundacional del socialismo se caracterizó por la oposición fundamental entre
el socialismo autoritario (o marxismo) y el libertario (o anarquismo).

La segunda etapa del socialismo

Una segunda etapa transcurre entre la fundación de la Primera Internacional


en 1864 y el estallido de la Primera Guerra Mundial, en 1914, fecha en que se
disolvió la Segunda Internacional, al ponerse de manifiesto la incapacidad de
la clase obrera de impedir la guerra. Este período se caracteriza por el arraigo
de las ideas surgidas en la primera etapa, que se manifiesta en el nacimiento
y desarrollo de los grandes partidos obreros. Surgen dos posiciones que
influyen en el posterior socialismo democrático: el fabianismo y el
revisionismo.

El primero se fundó en Inglaterra con el nombre de Fabian Society (1884).


Los fabianos defendían la sustitución del sistema capitalista por uno
colectivista, pero no mediante métodos revolucionarios, sino en forma
gradual, por la evolución misma de la sociedad. Confiaban en el
conocimiento científico, admiraban a Comte, Darwin y Spencer, y creían en la
persuasión. Sidney Webb (1859-1947), integrante del fabianismo, concebía el
socialismo como “el aspecto económico de la democracia”; afirmaba que
consiste en la administración colectiva de la renta y de los intereses, y en el
control colectivo de los principales instrumentos de producción. Para
alcanzar el sistema social colectivista, los fabianos proponían, por un lado, la
municipalización de los transportes, el suelo y las viviendas, y, por otro lado,
el impuesto gradual sobre los ingresos y la herencia. 

Eduard Bernstein (1850-1932) es el más fiel representante del revisionismo.


A finales del siglo XIX, se imponía un distanciamiento respecto de algunas
premisas de Marx, como su afirmación de que se asistiría a una
pauperización creciente de la clase obrera en los regímenes capitalistas,
cuando en realidad se asistía a un aumento en los salarios de los obreros,
como consecuencia de la explotación de trabajadores fuera de Europa por el
capital europeo. Bernstein sostenía que no necesariamente las
contradicciones propias de los sistemas capitalistas se resuelven en una
lucha violenta del proletariado contra la burguesía y afirmaba que el
surgimiento del socialismo no es un destino histórico ineludible, sino el
resultado de la voluntad de una mayoría, tras un largo proceso de reforma. 

Concebía a la democracia en los términos del Estado de derecho liberal, es


decir, sostenía que es un régimen que garantiza los derechos del individuo y
otorga el gobierno a quienes la mayoría de ciudadanos elige mediante
sufragio universal. De allí, que calificara de “formal” a la noción de
democracia que manejaron los socialistas en la primera mitad del siglo XIX.
Según él, estos entendían la democracia como poder de todos, que en su
fase final consistía en la identidad de gobernantes y gobernados, lo cual no
es otra cosa que anarquismo o poder de nadie. Bernstein, en cambio,
concebía la democracia como una forma de poder, no ausencia de poder, que
se caracteriza porque tiende a la desaparición del poder de clase. Defendía el
socialismo desde la democracia, es decir, que el socialismo debía realizarse
sin salirse de la democracia. De esta manera, revisionismo y fabianismo
provocaron una escisión con el socialismo revolucionario.

La tercera etapa del socialismo 

Una tercera etapa del desarrollo del socialismo se sitúa entre el inicio de la
Primera Guerra Mundial (1914) y el final de la Segunda Guerra (1945). En
1917 triunfa la Revolución bolchevique en Rusia, y se instaura allí el
comunismo, bajo el gobierno de Lenin. Como ya se ha visto en otra unidad, el
socialismo democrático adquiere perfil propio y se configura a través de la
polémica con el comunismo. Para Lenin, la democracia es poder de clase
−dictadura del proletariado o de los consejos obreros (sóviets)− y oposición
al parlamentarismo. 

La socialdemocracia, en cambio, identifica la democracia como un régimen


democrático que supone lo siguiente: a) representantes parlamentarios,
elegidos mediante elecciones generales y secretas, entre alternativas reales
y diferenciadas; b) gobierno de una mayoría y respeto de las minorías; c)
respeto a los derechos fundamentales de las personas; y d) división de
poderes, con garantías de independencia, fundamentalmente, para el poder
judicial.

Claro que, a diferencia del liberalismo, la socialdemocracia defiende la


democracia y reivindica, al mismo tiempo, mayor igualdad económica y
social entre los ciudadanos. No se trata de crear un orden nuevo o de
mantener el vigente, sino de democratizar al Estado y a la sociedad.

La cuarta etapa del socialismo 

Entre finales de la Segunda Guerra Mundial en 1945 y 1990, puede situarse


una cuarta etapa en el desarrollo del socialismo. Con la derrota del fascismo,
el socialismo rebrota en Europa Occidental, mientras en Europa oriental
avanza el comunismo. En el contexto de la denominada “Guerra Fría”, se
radicaliza la polarización entre socialdemocracia y comunismo, que se
reprochan mutuamente el haberse distanciado de la doctrina marxista. 

Entre el dogmatismo soviético y la desmarxistización socialdemócrata, el


marxismo parece a punto de desaparecer. No obstante, en la década de los
setenta resurge un marxismo no coincidente en su totalidad con la doctrina
de Marx, en el sur de Europa (Francia, España, Grecia), mientras que la
desmarxistización se aprecia en la Declaración de la Internacional Socialista
sobre “Fines y tareas del socialismo democrático” (1973) y en el programa
que adopta el Partido Socialdemócrata Alemán en el Congreso de Bad
Godesberg (1959), donde se afirma que los valores socialistas no son
incompatibles con el libre mercado y la propiedad privada.

En la Declaración de la Internacional, todavía se hace referencia al marxismo,


a través de sus definiciones sobre el capitalismo. Mientras el tema crucial del
capitalismo es el beneficio personal, el del socialismo es la satisfacción de
las necesidades humanas. Se afirma que es imprescindible el control
democrático de la economía, aunque la dirección estatal de la economía no
necesariamente debe realizarse mediante la nacionalización de las grandes
empresas, pues existen múltiples vías para lograrlo.

En este sentido, se afirma que no se pretende eliminar al empresario, sino


combinar la planificación con la descentralización de la economía: los
sindicatos, las cooperativas, las asociaciones de consumidores, etcétera
deben participar como agentes económicos. Se establece que el derecho al
trabajo es un derecho fundamental de las personas, con lo cual se fija como
objetivo central de la política socialista alcanzar el pleno empleo. Por último,
se afirma que el socialismo sólo puede realizarse en el seno de una
democracia. 

Por su parte, en el programa de Bad Godesberg, culmina el proceso de


desmarxistización. El marxismo deja de constituir una referencia ideológica
obligada. La democracia se presenta como expresión de los valores
fundamentales de libertad, justicia y solidaridad a los que se puede llegar
desde diversas filosofías y creencias. A la par de esta defensa de la
democracia, se adjudica al Partido Socialdemócrata de Alemania el papel de
cuidar que no se suprima la competencia entre empresas, de favorecer el
crecimiento económico y de hacer que la riqueza se distribuya
equitativamente, interviniendo desde el Estado (mediante impuestos, etc.). A
su vez, desaparecen las referencias a la lucha de clases, al presentar al
Partido Socialdemócrata de Alemania como el partido de todo el pueblo y no
solo la clase obrera. Es este socialismo democrático el que, en su práctica de
gobierno, se constituye como el principal impulsor del Estado de bienestar. 

Sus programas de acción sustentarán la planificación e intervención del


Estado en la organización de la sociedad, impulsando, a la vez, una economía
de industrialización avanzada y una democracia social, que conjuga
democracia política basada en el sufragio general e igual, con democracia
económica mediante la participación directa de las fuerzas productivas en la
formación de la voluntad colectiva. Durante treinta años, estos programas
orientados a garantizar la seguridad social, a través de la efectivización de
los derechos sociales y económicos, permitieron un crecimiento constante,
que redujo la diferencia de clases y aportó mecanismos de resolución de
conflictos democráticos.

Sin embargo, la guerra de Vietnam (1955-1975) y la crisis del petróleo (1973-


74) pusieron de manifiesto las debilidades del Estado de bienestar y minaron
la legitimidad moral de las democracias occidentales. Entonces, en la década
de los 70, frente al modelo imperante en el norte de Europa, surge un modelo
nuevo de socialismo que tiene en Francia su eje central. Allí se concreta una
renovación del partido socialista no solo en la estructura interna del partido,
sino también en su ideología, incluido el rechazo del capitalismo. 

Este socialismo defiende la instauración de un sistema social no capitalista,


para lograrse por una transición desde la democracia. Enfatizó las siguientes
medidas para instaurar el nuevo sistema:
1 nacionalizar los bancos y las empresas que ejercieran un poder excesivo;

2 descentralizar el aparato del Estado, para que a su mayor poder sobre la economía
correspondiera un mayor control social; y

3 establecer el pleno empleo.

Por otra parte, el llamado socialismo real se desplomó desde 1989 hasta
1991. Mucho se ha insistido en la común procedencia de todas las formas de
socialismo, lo que ha contribuido a la confusión entre socialismo demócrata y
socialismo real; sin embargo, las diferencias son evidentes en sus diferentes
concepciones de la democracia y su relación con el capitalismo.

La tercera vía

En la década de 1990, la socialdemocracia resurge en la llamada


“tercera vía”, propuesta por el Laborismo británico, que puede
describirse como “un marco de pensamiento y política práctica
que busca adaptar la socialdemocracia a un mundo que ha
cambiado sustancialmente a lo largo de las dos o tres últimas
décadas. Es una tercera vía en cuanto que es un intento por
trascender tanto la socialdemocracia a la antigua como el
neoliberalismo”. (Guiddens, 1999, p. 38, citado en Bonetto-
Piñero, 2001, p. 116).
La tercera vía tiene como meta la justicia social bajo dos condiciones
institucionales: ningún derecho sin responsabilidad y ninguna autoridad sin
democracia. Plantea que una convivencia humana justa debe también dar
respuesta a los problemas ecológicos. En materia social, propone mantener
los niveles de gasto público, pero reformulando el Estado de bienestar para
dar también lugar a la responsabilidad social de la sociedad civil. Como
obligaciones del Estado, se mantienen la recuperación del espacio público, la
mejora de la calidad de la educación pública y de la salud, así como la
creación de nuevos programas para el desempleo y la pobreza. Se opone,
así, a la perspectiva neoliberal de desmantelamiento del Estado, y se
manifiesta a favor de mayor transparencia, descentralización y posibilidades
de participación ciudadana en la gestión pública.

A diferencia del informe Beveridge, escrito en 1942, que proponía un


bienestar implementado totalmente desde la administración estatal, la
tercera vía propone un bienestar positivo al que contribuyen los propios
ciudadanos y otros actores de la sociedad civil, además de la administración.
Así la idea de «Estado de bienestar» debería ser reemplazada por la de
«sociedad de bienestar» formulando programas sociales que incorporen
desarrollos activos de la sociedad civil. (Bonetto-Piñero, 2001, p. 117)

Actividad de repaso

La socialdemocracia es la ideología política del…


… Estado de bienestar, porque sus programas políticos
fueron el fundamento para alcanzar la democracia
social.

… Estado comunista, porque sus programas políticos


fueron el fundamento para alcanzar la democracia
proletaria.

… Estado de derecho liberal, porque sus programas


políticos fueron el fundamento para alcanzar la
democracia censitaria.

… Estado totalitario, porque sus programas políticos


fueron el fundamento para alcanzar la democracia
orgánica.

… Estado social, porque sus programas políticos


fueron el fundamento para alcanzar la democracia
mecánica.

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C O NT I NU A R
Lección 3 de 4

Referencias

Bonetto, M.S. y Piñero, M. T. (2001). Las transformaciones del Estado (2.da.


ed.). Córdoba, Argentina: Advocatus.
Lección 4 de 4

Revisión del módulo

Hasta acá aprendimos

Fascismo y nacionalsocialismo

Al término de la Primera Guerra Mundial, en Italia y Alemania, surgen dos
ideologías alternativas al comunismo y liberalismo: el fascismo y el
nacionalsocialismo. Ambas corrientes instauraron el Estado totalitario que, luego,
condujo a la Segunda Guerra Mundial.

El Estado totalitario

En un contexto de crisis social e institucional causado por la Guerra y el
derrumbe de la economía mundial, el Estado de derecho y la democracia son
reemplazados, en Italia y Alemania, por Estados totalitarios bajo gobiernos de
dictaduras de partido único.

El Estado de derecho social o bienestar



El Estado de derecho social se gesta a fines del siglo XIX, se consolida en las
décadas del 1920-1930 y se expande luego de la Segunda Guerra Mundial.
Interviene en la sociedad con una función distributiva y garantiza los derechos
sociales o económicos.

La socialdemocracia

En el siglo XIX nace la socialdemocracia como una de las corrientes de
pensamiento y movilización de los trabajadores, para la cual la igualdad social y
económica entre las clases debe realizarse de manera democrática a través de la
reforma del Estado.

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