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Hume

Hume es un filósofo empirista. El empirismo es una corriente filosófica


moderna, la contraria al racionalismo, que afirma que el verdadero conocimiento sobre
la realidad no proviene de la razón, sino de los sentidos, o sea, de la experiencia.
Hume piensa que cuando confiamos en la razón para conocer el mundo, y no en lo
que nos dicen los sentidos, estamos fantaseando, especulando e imaginando, dando
por ciertas cosas que solo están en nuestra mente.

Conocimiento

La teoría del conocimiento (epistemología) de Hume es, por supuesto, empirista.


Hume piensa que el único conocimiento verdadero posible es el que nos proporcionan
los sentidos. No hay, dice Hume, nada en la mente que no haya pasado antes por los
sentidos (que no hayamos experimentado, y esta afirmación va a tener mucha
influencia en Kant). Veamos cómo se alcanza el conocimiento, según Hume.

Los sentidos nos conectan con el mundo. Vivir es experimentar, es decir, absorber
información del exterior a través de la percepción, o sea, de los sentidos. A esa
captación de la información del exterior la llama Hume impresión. La forma más viva
de impresión es la propia percepción, la experiencia sensorial, que es la que introduce
contenidos en la mente. Después, la mente puede evocar (recordar, imaginar) esas
percepciones, y también llamamos a esto impresión, solo que estas impresiones son
mucho más débiles, más difusas.

Las ideas que habitan en nuestra mente son el fruto de las impresiones sensoriales,
que se almacenan en nuestra memoria para que podamos recordarlas en cualquier
momento. Esto es lo mismo que decir que lo único cierto que podemos decir al
respecto del mundo es aquello que hemos experimentado. Solo es real lo que se
percibe, y cualquier otra cosa, que no sea resultado de la percepción, no es más que
una pura fantasía. Por supuesto, no existen esas ideas innatas de Descartes, pero
tampoco los conceptos como la libertad, la justicia… Eso son una especie de ilusiones
mentales; es verdad que, indirectamente, provienen de la experiencia (vemos un
esclavo, experimentamos la esclavitud, y entonces pensamos en la libertad, pero no
percibimos la libertad), pero, en última instancia, esas ideas no son más que un
producto de nuestra imaginación.

Hume pone un ejemplo muy famoso: el de la causalidad. Y hace una afirmación


también muy famosa (la falacia naturalista): no se puede derivar un deber ser de un
ser. ¿Qué significa esto? La causalidad es la ley de causa y efecto: decimos que un
hecho (un fenómeno, algo que ocurre y que percibimos) es la causa de otro hecho,
que es el efecto de dicha causa (el humo es el efecto del fuego, que es su causa).
¿Esto es cierto? Hume afirma rotundamente que no. ¿Qué es cierto? Que han
ocurrido dos cosas: un fuego ha sido encendido, y se ha ocasionado una nube de
humo. Únicamente esto es lo que experimentamos, y, por tanto, únicamente esto es lo
que podemos decir que es verdad. Esto es lo que es.

Nuestra mente, sin embargo, quiere pensar que el humo debe ser efecto del fuego, y
que el fuego debe ser causa del humo. Hume afirma que esto es un disparate, una
ilusión, una fantasía. No existe la causalidad, la ley de causa y efecto, sino que solo
existen los hechos, los fenómenos que podemos percibir y experimentar. Existe el
fuego, luego el humo, pero no hay entre ellos ninguna relación (si la hay, no lo
podemos decir, porque no podemos experimentar, percibir, esa relación).

La teoría del conocimiento de Hume consiste en esto. Hume afirma que no podemos
afirmar como cierto nada que no hayamos experimentado, percibido por medio de los
sentidos. Hume es un empirista, y a esto nos referimos cuando hablamos del
empirismo: el conocimiento verdadero es el de los sentidos, y cualquier operación que
hagamos con la mente, que no sea estrictamente percibir, es pura fantasía (esto es
justo lo contrario de lo que decía Descartes, que llegó a la verdad absoluta utilizando
solo la razón, sin partir de ningún tipo de experiencia o percepción).

Ética

También la teoría ética de Hume es empirista. ¿Por qué? Porque, a diferencia de


Aristóteles, por ejemplo, Hume piensa que la razón no puede ser nuestra guía a la
hora de actuar (porque como sabemos, la razón solo fantasea, no se basa en la
percepción, y por tanto no dice la verdad). La única guía posible para la acción es la
experiencia, y esto es lo mismo que decir que lo que debe orientarnos en la vida es el
sentimiento, la pasión, la emoción. ¿Por qué?

Lo contrario de la razón es la emoción, eso está claro. Hume afirma que las acciones,
propias o ajenas, generan en nosotros sentimientos, emociones. Es decir, que al
experimentar una acción, propia o ajena (al ver un asesinato, o cómo alguien le regala
un caramelo a un niño), sentimos. Experiencia y sentimiento van de la mano, y es el
sentimiento derivado de la experiencia el que tiene que guiarnos, porque el
sentimiento, a diferencia de la reflexión racional, dice la verdad (la razón fantasea,
pero el sentimiento nos conecta con el mundo).
Bien, pero, ¿cómo se puede formular una teoría ética basándonos en la emoción?
Hume no piensa que guiarnos por la emoción significa ser irracionales, estúpidos,
locos movidos por el sentimiento y la pasión. ¿Cómo no? Porque, según Hume, toda la
Humanidad comparte los mismos sentimientos (son ellos, de hecho, los que,
precisamente, nos hacen humanos). Excepto un número muy escaso de personas que
no tienen corazón, todos sentimos más o menos lo mismo cuando experimentamos las
acciones propias o ajenas. Hume dice que existen dos conductas fundamentales: el
egoísmo y el altruismo. Y dice, igualmente, que el egoísmo y el altruismo provocan en
los seres humanos dos sentimientos fundamentales: desprecio y aprecio. Según
Hume, un robo, o un homicidio, que son conductas egoístas por definición, hacen
sentir a toda la Humanidad desprecio, mientras que una buena acción, como ayudar a
una persona mayor a cruzar la calle, hace sentir a toda la Humanidad aprecio.

O sea, que lejos de pensar que las emociones son totalmente subjetivas, propias de
cada uno, Hume afirma que las emociones son universales, comunes a toda la
Humanidad. Entonces sí que es posible formular una teoría ética en base a la
emoción, siempre y cuando todos los seres humanos compartamos esas emociones.
Hume piensa que hemos de obrar con altruismo, tratando de provocar en la
Humanidad un sentimiento de aprecio, y que debemos de huir de (o condenar) las
actitudes egoístas, las que provocan desprecio en la Humanidad.

Kant

Lo más importante que tenemos que entender sobre Kant es el objetivo de su


filosofía. Kant pretende solucionar el debate entre racionalismo y empirismo al
respecto de cómo conoce el ser humano (los racionalistas dicen que la razón es la que
nos proporciona el conocimiento auténtico, y los empiristas apuestan por los sentidos).
Es decir, que toda la filosofía de Kant (excepto su teoría ética) tiene el propósito de
comprender cómo tiene lugar el conocimiento.

Conocimiento

Efectivamente, la teoría del conocimiento (epistemología) de Kant es la parte


fundamental de su obra. Kant quiere comprender cómo conoce el ser humano, para
resolver de una vez por todas la discusión entre racionalistas y empiristas. En la
Crítica de la razón pura, Kant desarrolla toda una teoría sobre el conocimiento, que
está, por decirlo de alguna manera, en un punto medio entre racionalistas y empiristas.
¿Cómo conoce el ser humano? Para entenderlo tenemos que seguir una serie de
pasos. El primero, dice Kant, es el de la sensibilidad. La sensibilidad es la primera
facultad (mental) que entra en juego a la hora de conocer. ¿Qué es la sensibilidad?
Son los sentidos, pero también es algo más. La sensibilidad capta información del
mundo exterior y la lleva a la mente (o sea, que es la percepción, la receptividad, la
capacidad de absorber las representaciones, dice Kant, del mundo). Pero la
sensibilidad no se limita a una recepción pasiva, sin más, del mundo, sino que los
datos sobre el mundo que la sensibilidad capta son filtrados por lo que Kant denomina
las formas puras (a priori) de la sensibilidad: el espacio y el tiempo.

Cuando Kant dice puro, se refiere a a priori. ¿Qué es a priori? Todo aquello que es
anterior a la experiencia, que existe antes/al margen de la percepción. Afirma Kant que
la mente humana está equipada con la capacidad para intuir (percibir, sentir) de
manera espaciotemporal. Todo lo que vemos, lo vemos en el espacio y el tiempo, y
esto es un filtro, porque, sin el espacio ni el tiempo, lo único que veríamos sería un
conjunto sin forma de representaciones (olores, colores, sonidos… Desordenados, sin
sentido).

¿Qué significa esto? A grandes rasgos, significa que el conocimiento comienza en los
sentidos. Esto acerca a Kant a los empiristas (a Hume), porque Kant está diciendo que
no hay nada en la mente que no haya pasado antes por los sentidos (o, mejor dicho,
que puede haber cosas en la mente que no hayan pasado por los sentidos, pero el
conocimiento, como tal, tiene necesariamente que empezar con la sensibilidad). Pero
Kant no es un empirista; el conocimiento comienza en la sensibilidad, pero no acaba
ahí. El siguiente paso en nuestro camino al conocimiento es el entendimiento.

Como la sensibilidad, el entendimiento es una facultad (mental) que los seres


humanos tenemos, y que nos sirve para conocer. La función principal del
entendimiento es organizar la información, filtrada espaciotemporalmente, que la
sensibilidad le proporciona. Es decir, que la sensibilidad percibe, y el entendimiento le
da su forma final a la información de la percepción. ¿Cómo? Porque el entendimiento
también viene equipado (a priori) con unos contenidos: los conceptos puros del
entendimiento (también conocidos como categorías). El entendimiento es como un
gran archivador, que posee una serie de etiquetas, de categorías para clasificar, con
las que marca la información apenas formada de la sensibilidad.

La sensibilidad hace llegar representaciones del mundo (percepciones, intuiciones) al


entendimiento, y el entendimiento les asocia un concepto, con el que, a partir de ese
momento, asociaremos la representación en cuestión. Por ejemplo, a una determinada
imagen, a un olor, o a un sonido, le asociamos el concepto de perro.

Hay una cosa importante que hemos de comprender sobre Kant. Él denomina
fenómenos a las cosas del mundo, a los hechos de Hume, que se presentan ante
nosotros para que los captemos por medio de la sensibilidad. Los fenómenos que
hemos logrado captar, y, además, conceptualizar, se convierten en objetos, que no es
lo mismo. Pero Kant tiene un tercer concepto importante en su teoría del conocimiento:
el concepto de noúmeno. Kant dice que el fenómeno es la realidad tal como se
presenta ante nosotros, para que podamos conocerla utilizando las facultades (las
herramientas) mentales con las que contamos. El noúmeno, afirma Kant, es la
realidad en sí, tal como es en sí misma, y no tal como aparece ante nosotros. Lo que
Kant está diciendo es que la realidad, en sí misma, al margen del ser humano, es de
una forma (probablemente, porque no podemos saberlo a ciencia cierta), y eso no es
lo mismo que la realidad como se presenta ante nosotros, en su apariencia.

El último paso de la teoría del conocimiento de Kant es el de la razón. La razón es la


tercera facultad (mental) que nos sirve para conocer. La sensibilidad nos proporciona
información del exterior, y el entendimiento la conceptualiza; la razón es una
organizadora suprema, la herramienta definitiva para conocer: su función es clasificar
de manera definitiva los conceptos, de acuerdo a tres categorías o etiquetas
fundamentales. Estas categorías son el yo, el mundo y Dios. Dice Kant que todas las
cosas que existen en el mundo pertenecen a una de esas categorías: el yo es el
mundo interior (los sentimientos, las emociones, las pasiones, las creencias…); el
mundo es el mundo exterior (las cosas que existen en la realidad sensible, por decirlo
así); Dios es la sustancia infinita, el Dios que nosotros conocemos, y como es el
creador omnipotente de la realidad al completo, todas las cosas, interiores o
exteriores, pertenecen a Dios.

Ética

Además de la teoría del conocimiento, Kant tiene una teoría ética muy elaborada.
Vamos a intentar explicarla de una forma simple, pero también es importante, para
entenderla, que comprendamos su objetivo: formular una ética universal, que sirva
para guiar al hombre en todo momento y todo lugar. El concepto fundamental de la
ética de Kant es el deber, porque, según él, la ética tiene que dedicarse a indicarnos
qué debemos hacer, o sea, tiene que aclararnos cuál es nuestro deber en el mundo.

Universal es lo contrario de contingente, condicional o material. Antes de Kant, todas


las teorías éticas, en general, son éticas condicionales. ¿Qué significa esto? La teoría
ética de Aristóteles, que ya conocemos, tiene un objetivo claro: que el hombre alcance
la felicidad (eudaimonía). Kant afirma que, si las éticas tienen un fin, no pueden ser
universales. ¿Por qué? Porque, si ponemos una meta al final del camino de la vida,
toda nuestra vida estará condicionada: intentaremos, por todos los medios, alcanzar
dicha meta. Las éticas anteriores, dice Kant, son condicionales porque solo sirven si
queremos lograr X…

Kant propone una ética universal. ¿Cómo puede ser universal una teoría ética? Kant
piensa, a diferencia de Hume, que lo que tiene que orientarnos en nuestra acción es la
razón (no la emoción). Hume decía que emociones como el desprecio y el aprecio son
comunes a toda la Humanidad; Kant piensa que es la razón la que es común a toda la
Humanidad, que todos los hombres poseen racionalidad, de modo que todos los
hombres, potencialmente, podrían orientarse igual en el mundo.

Otra condición que Kant pone a la ética, para que sea universal (además de basarse
en esa racionalidad compartida por todos los seres humanos), es que no tenga
contenidos. ¿Qué significa esto? Decimos que una ética tiene contenidos cuando
impone mandatos concretos (la ética cristiana: no matarás, no robarás…). Kant afirma
que, si las teorías éticas nos indican específicamente qué debemos hacer y qué no,
entonces vuelven a ser condicionales y contingentes. “No matarás” parece algo
razonable, ¿verdad? Pero, ¿y si estás en la guerra, defendiendo a tu familia y tu país
de una amenaza como el Nazismo? ¿No matarás? Una ética que indique cosas
concretas (contenidos) siempre puede ser puesta en duda, y, por tanto, nunca será
universal.

En lugar de eso, Kant propone una ética formal: no indica qué debemos hacer
exactamente, sino que descubre pautas (mandatos, reglas, normas) generales para el
comportamiento. Dice Kant que, usando la racionalidad, la Humanidad tiene
necesariamente que descubrir las mismas pautas de comportamiento. Además, la
racionalidad tiene que imponérselas a cada ser humano, es decir, que cada uno de
nosotros tenemos que ser esclavos de la razón, porque la razón encuentra el deber,
que es absolutamente cierto, válido para todos los casos. A esos mandatos de la
razón, Kant los llama imperativos (categóricos); el imperativo categórico es algo así
como: “obra de tal forma que tu acción pueda ser convertida en ley universal” (o sea,
que no te digo cómo tienes que actuar de forma específica y concreta, sino que te doy
una pauta, para que la uses correctamente en cada caso concreto).

Marx
Como sabemos, Marx es un filósofo muy interesado por la historia, la política,
la economía y el funcionamiento de la sociedad. Buena parte de su filosofía se dedica
a describir cómo son las cosas, pero con el fin de transformar la realidad, no solo de
hacer un análisis de una situación histórica. Marx dice que la filosofía tiene que servir
para cambiar las cosas, que no puede ser una tarea únicamente teórica, porque
entonces no vale para nada. Vamos a ver qué dice Marx al respecto del
funcionamiento de la sociedad y sobre el hombre.

Sociedad

Marx vive en el siglo XIX, en pleno auge del capitalismo. La sociedad que Marx
describe, con el fin de transformarla, es la sociedad capitalista: una sociedad en la
que, como siempre en la historia, dos clases sociales luchan por la hegemonía (la
burguesía y el proletariado). La burguesía es la clase social dominante, dueña de los
medios de producción (de las máquinas, las fábricas y el mercado), y el proletariado es
la clase oprimida, condenada a trabajar para los burgueses, para su beneficio, a
cambio de su subsistencia.

La sociedad, en general, no es más que un conjunto de personas que habitan en un


mismo espacio y que se relacionan entre sí. Esto último nos interesa. ¿Cómo se
relacionan entre sí las personas en una sociedad capitalista? Marx dice que la clave
para entender la historia, la política, o, en este caso, las relaciones entre las personas,
es la economía. En la sociedad capitalista, afirma Marx, las relaciones entre personas
se convierten en relaciones entre cosas (esto es el fetichismo de la mercancía). ¿Qué
significa esto? No es sencillo, vamos a verlo.

En la sociedad capitalista, lo fundamental es la producción (industrial) de mercancías.


Cada cual es quien es por el lugar que ocupa en esa producción. Los burgueses son
quienes son porque son dueños de los medios de producción, y así pueden dominar a
los proletarios, porque éstos últimos tienen que trabajar para los burgueses para vivir.
Los proletarios son quienes son porque no son dueños de los medios de producción,
y, como tienen que vivir de alguna manera, se ven obligados a trabajar para los
burgueses. Las relaciones entre personas se convierten en relaciones entre cosas
porque, si nos damos cuenta, nadie es nadie, más allá del lugar que ocupa en la
producción de mercancías capitalista. Cuando los burgueses quieren obtener
beneficios, no ven a los proletarios, sino que ven mano de obra, y las mercancías y los
beneficios económicos que pueden producir. Cuando los proletarios intentan
sobrevivir, no ven a los burgueses, ni se ven a sí mismos, sino que ven fábricas,
mercancías, salarios, trabajo… Cuando vamos al mercado, a adquirir productos, no
vemos a los productores, sino que solo vemos mercancías, precios… Las relaciones
entre las personas no son de afecto, o políticas, sino económicas, relaciones que
tienen que ver con la producción capitalista de mercancías.

Así es la sociedad capitalista, según Marx, y se trata, afirma él, de un modelo de


sociedad insostenible. Movidos por el interés, los burgueses explotan a los proletarios,
que solo son mano de obra para sus beneficios. Movidos por la necesidad de
sobrevivir, los proletarios se someten a la explotación, producen mercancías para los
burgueses, a cambio de un salario miserable que apenas les sirve para satisfacer sus
necesidades vitales. El sistema capitalista tiene que quebrar de una vez por todas,
dice Marx, y los proletarios tienen que tomar el poder, liberarse de esa esclavitud, y
fundar una sociedad en la que la economía, la producción de mercancías y el beneficio
no sean los factores fundamentales, que determinen las relaciones entre las personas
que conviven en un territorio.

Antropología

No es que Marx tenga una teoría antropológica (sobre el hombre) como tal, pero sí
que reflexiona mucho sobre cómo es el hombre, cómo vive, y cómo debe vivir. Marx
recibe la influencia filosófica de Hegel, que piensa en el hombre en términos
espirituales; Marx es mucho más materialista que Hegel (piensa que lo auténtico de la
realidad es lo material, lo físico, no lo espiritual, lo inmaterial), pero también tiene un
concepto muy espiritual del hombre.

Marx piensa que el ser humano está llamado a ser libre. Piensa que el hombre, la
Humanidad, es como un espíritu que anhela libertad. El sistema capitalista es
estructuralmente perverso porque arrebata al hombre la posibilidad de ser feliz, y lo
sitúa en una posición de esclavitud con respecto a la economía. Esa es la
contradicción fundamental que Marx ve en el sistema capitalista: las cosas (los
productos, la economía) toman el control de la vida del hombre, y el hombre, como
necesita vivir, no tiene más remedio que vender su trabajo, renunciando a su libertad,
para conseguir los medios necesarios para sobrevivir (de nuevo, el fetichismo de la
mercancía).

La historia ha llevado al hombre hasta este punto trágico, pero el desarrollo de los
acontecimientos históricos no termina con el capitalismo. Dada la naturaleza del
hombre (cuya esencia es la libertad, y que desea de forma innata ser feliz), Marx
piensa que ha de tener lugar una revolución proletaria, en la que el hombre real (el que
busca la libertad, y no la satisfacción material, como los burgueses) tome las riendas
de la historia y de su propia vida. El hombre es esclavo de sus circunstancias, de las
condiciones económicas y materiales (pésimas) de su vida, pero esto tiene que
cambiar, porque el ser humano no está hecho para la esclavitud.

Nietzsche

Más que un filósofo, Nietzsche es un poeta. Su obra filosófica es muy


metafórica, muy poética, y nada clara. Es por eso que ha habido mil interpretaciones
diferentes de las palabras de Nietzsche. En este caso, nos interesan dos: la negativa y
la positiva.

Corriente negativa

Hablamos de corriente (o interpretación) negativa de Nietzsche para referirnos a una


forma de entender a Nietzsche. Podemos entender a Nietzsche como un destructor,
como alguien que quiere echar abajo el edificio de la filosofía y la religión occidentales.
Es cierto, al menos en parte, que el objetivo de Nietzsche, un filósofo muy crítico, es
destruir la historia de la filosofía y la religión de Occidente. ¿Por qué? Porque
Nietzsche piensa que toda esta filosofía y esta religión ha llevado al hombre a una
situación de esclavitud.

Hay dos conceptos clave para entender a Nietzsche: superhombre y voluntad de


poder. El superhombre es el hombre que tiene voluntad de poder. ¿Qué significa esto?
El superhombre, o hombre auténtico, libre y enérgico, es aquel que tiene voluntad de
poder, es decir, entusiasmo por la vida, ganas de vivir, de ser libre, de experimentar,
de sentir… Nietzsche es un filósofo de la pasión y la emoción, e identifica,
metafóricamente, estos elementos con el Dios griego Dionisio (el dios del vino, de la
vida, de la libertad, del disfrute).

¿Por qué la filosofía y la religión de Occidente han convertido al hombre en un


esclavo? Porque la filosofía y la religión, tratando, respectivamente, de buscar la
verdad o a Dios (que, en realidad, para Nietzsche es lo mismo), han impedido que el
hombre disfrute dionisíacamente de la vida. La filosofía, desde Sócrates y Platón, anda
detrás de la perfección, el conocimiento y la verdad científica (lo mismo que la ciencia).
La religión, desde los judíos y los cristianos, anda detrás de Dios, que también es
verdad, perfección, conocimiento… Tanto la filosofía como la religión imponen al
hombre un modelo de vida ordenado, reflexivo, comedido… Nietzsche identifica
metafóricamente la medida, la perfección y el orden con el Dios griego Apolo; lo
apolíneo es lo que aspira a la perfección, a la rectitud y la nobleza moral, al orden, a la
sensatez…
Nietzsche cree que todas estas normas, todas estas aspiraciones a la perfección, al
orden, a la razón, a la sensatez… Convierten al hombre en un esclavo porque impiden
que se desarrolle ese aspecto dionisíaco de su vida (impiden que disfrute, que
experimente, que sienta, que viva libremente… impiden el desarrollo de la voluntad de
poder). Por eso, Nietzsche critica muy duramente la filosofía y la religión de Occidente,
y, desde cierto punto de vista, quiere destruirlas.

Corriente positiva

Pero a Nietzsche también le podemos interpretar positivamente. No como un simple


destructor de la historia de la filosofía y la religión de Occidente, sino como alguien
que, si quiere destruir (y quiere), es solo para poder construir algo nuevo. Esta es la
interpretación positiva, la que no se queda solo con la crítica de Nietzsche y su afán
destructor, sino también con su voluntad de crear, de construir.

Nietzsche dedica gran parte de su obra a analizar y criticar la historia de la filosofía y la


religión occidentales. Eso es cierto, pero, ¿por qué hace eso? Constantemente, tras
las críticas de Nietzsche vienen sus propuestas constructivas. Estas propuestas de
construcción, positivas, tienen, de nuevo, que ver con el superhombre y la voluntad de
poder. Nietzsche quiere librarse de la carga que supone el modelo de vida de la
filosofía y la religión, y quiere hacerlo para fundar un nuevo modelo de vida. El nuevo
modelo de vida de Nietzsche no se basa en lo apolíneo, sino, todo lo contrario, en lo
dionisíaco. Eliminando las normas morales de la religión, y las exigencias intelectuales
de la filosofía, el hombre podrá ser libre, podrá experimentar, sentir… Podrá vivir. El
hombre, al menos el que esté capacitado para vivir libre de las normas (que nos dan
seguridad, como la existencia de Dios, y, por tanto, vivir sin ellas es peligroso y
conlleva una gran responsabilidad), podrá convertirse en superhombre: liberarse, y
vivir de acuerdo con sus propias reglas, de acuerdo con sus necesidades, sus
apetitos, su voluntad de poder (su voluntad de vivir).

Efectivamente, vivir sin autoridad, sin referencias, sin normas morales, sin Dios, sin
una verdad (filosófica o científica) que nos diga cómo es el mundo… Es dificilísimo.
Pero dice Nietzsche que hay hombres preparados para vivir así. Nietzsche declara la
muerte de Dios, que significa la muerte, la destrucción, del modelo tradicional de vida,
el que imponen la filosofía y la religión de Occidente. Nietzsche es un destructor, pero
destruye para crear, para inaugurar una nueva Humanidad.

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