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zo" da la filosofía?
Me parece que los únicos objetos de la ciencia abstracta o de la demostración son la cantidad
y el número, y que todo intento de extender esta especie más perfecta de conocimiento más allá
de esas fronteras es pura sofistería e ilusión.
Todas las demás investigaciones de los hombres conciernen únicamente a cuestiones de
hecho y de existencia; y estas son evidentemente incapaces de demostración. Todo lo que
existe, puede no existir (...). La existencia, pues, de algún ser sólo puede ser probada por argu-
mentos sacados de sus causas o efectos, y tales argumentos se fundan únicamente en la expe-
riencia. Si nos ponemos a razonar a priori, en cualquier cosa puede aparecer como capaz de pro-
ducir algo (...). Es tan sólo la experiencia la que nos (...) capacita para inferir la existencia de
un objeto (...).
Si, persuadidos de estos principios, hacemos una revisión de las bibliotecas, ¡qué estragos
no haremos! Si tomamos en las manos un volumen de teología, por ejemplo, o de metafísica
escolástica, preguntemos: ¿contiene algún razonamiento abstracto sobre la cantidad o los núme-
ros? No. ¿Contiene algún raciocinio experimental sobre cuestiones de hecho o de existencia?
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m No. Echadlo al fuego, pues no contiene más que sofistería y embustes.
m (Tomado de la Investigación sobre el entendimiento humano, 1751.)
No hay duda alguna de que todo conocimiento comienza con la experiencia. Pues, ¿por .
dónde iba a despertarse la facultad de conocer, para su ejercicio, como no fuera por medio de ob-
jetos que hieren nuestros sentidos y, o bien provocan por sí mismos representaciones o bien
ponen en movimiento nuestra capacidad intelectual para compararlos, enlazarlos o separarlos y
elaborar así, con la materia bruta de las impresiones sensibles, un conocimiento de los objetos
llamado experiencia? Cronológicamente, pues, ningún conocimiento precede en nosotros a la
experiencia y todo conocimiento comienza con ella.
Mas, si bien todo nuestro conocimiento comienza con la experiencia, no por eso origínase
todo él en\ la experiencia. Pues bien podría ser que nuestro conocimiento de experiencia fuera
compuesto de lo que recibimos por medio de impresiones y de lo que nuestra propia facultad de
conocer (con ocasión tan sólo de las impresiones sensibles) proporciona por sí misma, sin que
distingamos este añadido de aquella materia fundamental hasta que un largo ejercicio nos ha
hecho atentos a ello y hábiles en separar ambas cosas.
(Tomado de la Crítica de la razón pura, 1781.) <
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